Economia politica marxista

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Economía Política Marxista: Una aproximación Jutta Schmitt Mérida, Abril 2008

Índice

Observación Preliminar Parte 1: Premisas y conceptos básicos Cosmovisión idealista vs. cosmovisión materialista-histórica Trabajo Producción Medios de Producción Fuerzas Productivas Relaciones de Producción Modo de Producción Revolución Social Parte 2: De la producción simple de mercancías al capitalismo Fuerzas motrices del desarrollo humano La productividad del trabajo El plus-producto o excedente social La división del trabajo Producción de valores de uso y producción de valores de cambio Producción simple de mercancías La ley del valor Parte 3: Origen y funcionamiento del capitalismo Génesis del capital Capital y capitalismo ¿Qué es la plusvalía? Características específicas de la economía capitalista Explotación: Plusvalía absoluta, plusvalía relativa Los Salarios en el capitalismo Leyes de desarrollo del capitalismo Crisis periódicas de sobreproducción Notas Bibliografía


‘El Capital’ es uno de los libros que cambian la vida de los seres humanos si tan sólo se lograría motivarlos a leerlo.

George Bernard Shaw

Observación preliminar Esto es una síntesis del taller ‘Introducción a la economía política marxista y su significado para la práxis y teoría revolucionaria’, dictado por Jutta Schmitt y Franz J. T. Lee en el marco de las actividades desarrolladas por la Universidad Socialista del Pueblo, Mérida, en colaboración con la dirección estadal de Moral y Luces bajo dirección de Gilberto Perdomo. El curso se llevó a cabo en cuatro sesiones entre el 14 de Febrero y el 06 de Marzo de 2008. En esta síntesis se resume exclusivamente lo referente a la economía política marxista; el curso está además documentado en grabaciones de audio digitalizadas, disponibles en la sede de Moral y Luces, Mérida. En la preparación del curso y en la redacción posterior de este texto han servido de guía, tres escritos claves de Carlos Marx como lo son el primer tomo de El Capital, el primer tomo de Teorías sobre la plusvalía, y La Ideología Alemana; así como la Introducción al Marxismo, de Ernest Mandel. ¿Por qué los bolivarianos, revolucionarios y socialistas que estamos comprometidos con el proceso de transformación en Venezuela, América Latina y el mundo, debemos ocuparnos de la economía política marxista? Estamos convencidos de que hoy más que nunca habrá que volver la mirada sobre esta, ya que si de construir el socialismo se trata, hay que conocer qué es y cómo funciona el capitalismo para poder negarlo y superarlo en todos sus aspectos, sobre todo en lo que concierne a su base económica, esto es, la explotación del hombre por el hombre y de la naturaleza por la sociedad. No nos cansamos en reiterar que el odio hacia Marx, expresado por los miembros de las decadentes clases burguesas dominantes a escala mundial, no se debe tanto a que Marx sea ‘el teórico del socialismo’, sino y en primer lugar al hecho de que Marx fue el historiador y teórico economista por excelencia, del capitalismo. Con ello, nos ha dejado los instrumentos teóricos fundamentales para comprender el capitalismo no sólo correspondiente a la época en la que Marx lo analizara, esto es, como capitalismo industrial, liberal-competitivo, sino también el capitalismo monopolista, el imperialismo, el capitalismo tardío y la globalización. No estamos negando la necesidad imperante de actualizar constantemente el pensamiento marxista en función de mantenerlo vivo como aquél lo que es en esencia: Un instrumento dialéctico, teórico-práxico no sólo para interpretar el mundo de maneras diferentes, sino para cambiarlo.

Parte 1: Premisas y conceptos básicos


Cosmovisión idealista vs. cosmovisión materialista-histórica Lo que pensamos y lo que hacemos en nuestras vidas lo pensamos y lo hacemos por lo general con base en unas premisas previas que nos han sido inculcadas por nuestro entorno social en forma de una determinada visión del mundo o cosmovisión, a menudos sin que tengamos conciencia de ello. Esta cosmovisión la asumimos como una especie de ‘razonamiento natural’ y muchos de nosotros nunca llegamos a cuestionarla o por lo menos, dudar de ella. Tanto es así que la vasta mayoría de los pueblos del mundo, incluyendo a nuestros compatriotas venezolanos, revolucionarios, bolivarianos y socialistas, manejan en el fondo de su razonamiento esta cosmovisión de corte idealista, en la que un ‘gran dios’, un ‘gran hombre’, una ‘gran idea’ o una ‘gran raza’ hacen la historia, más no el ‘pequeño’ hombre ni mucho menos la ‘pequeña’ mujer, ni tampoco el trabajador ni el productor del campo, quiere decir, la gente común y corriente. Esta concepción de la historia contribuye, sin duda, a fomentar el pasivismo, el fatalismo, la aceptación ciega del estatus quo y la resignación ante aquellos factores históricos que sí están determinando el destino de la humanidad y que requieren de una actuación consciente y decidida de los verdaderos protagonistas de la historia, si la especie humana quiere sobrevivir a este nuevo siglo XXI. La economía política marxista parte, no de una premisa idealista de la historia en la que una ‘fuerza superior’ determina el destino de la humanidad, sino de un simple hecho histórico-concreto, comprobable a lo largo y ancho de la historia humana: El ser humano mismo hace la historia en cuanto que es él mismo quien produce su vida material. En esta producción y reproducción material-natural de la vida humana no existe interferencia de ‘fuerza superior’ alguna que no sea la de la misma materia cósmica que se contempla a sí misma por medio del ojo y cerebro humano, como dijo Federico Engels en su Dialéctica de la Naturaleza. Es así como la economía política marxista es una ciencia con base en la cosmovisión del materialismo dialécticohistórico que explica la historia de la humanidad a partir de sus propias fuerzas materiales contradictorias que la mueven, y no con base en una fuerza ‘sobrenatural’ que predetermina su curso y enlace. La economía política marxista, partiendo del hecho que los seres humanos mismos producen su vida material y con ello su historia, tiene como objeto de estudio las relaciones entre personas y entre clases sociales que son unas relaciones sociales atadas a cosas, unas relaciones sociales que aparecen como cosas. Por ser su objeto de investigación las relaciones entre personas y clases sociales, la economía política marxista es una ciencia social.

Trabajo El que el ser humano produzca su vida material él mismo para satisfacer sus necesidades vitales como alimento, vestimenta y vivienda, es considerado ‘el primer hecho histórico’ por Carlos Marx. Para el ser humano la producción material de su vida es la condición sine qua non de su vida misma. La producción material de su vida no es otra cosa que la articulación o expresión de su vida como tal. Es, pues, su vida activa o actividad vital que tiene como finalidad la auto-conservación. La economía política


marxista nos enseña que esta actividad vital con finalidad de auto-conservación, no es otra cosa que el trabajo. Marx denomina el trabajo el ‘metabolismo’ del ser humano con la naturaleza y lo señala como la condición primordial, eterna y natural del ser humano. Entendido de esta manera, el trabajo es el factor común de todas las formaciones sociales en la historia humana. En términos concretos, Marx considera el trabajo como un hecho fisiológico, como una función del organismo humano que se expresa en el movimiento de las fuerzas naturales del hombre. Resuelto en sus elementos más rudimentarios, el trabajo, en palabras de Marx, es “gasto productivo de cerebro, músculo, nervio, mano, etc.” (1) Un simple proceso de trabajo, concebido en términos igualmente concretos, contiene los siguientes elementos: La intención y anticipación de hacer algo, la actividad como tal, el instrumento del trabajo y el objeto. Marx observa en el primer tomo de El Capital que lo que distingue de antemano al peor de los maestros de construcción de la mejor de las abejas, es que haya construido la celdilla en su cabeza antes de construirla en cera. Al final del proceso de trabajo sale un resultado que ya ha sido presente desde un principio en la imaginación del productor, a manera de idea. (2) De esta manera, querer transformar un objeto natural para adecuarlo al uso con fines de satisfacer una necesidad humana, involucra al cerebro humano por medio de la anticipación e intención de hacer algo. La propia actividad de transformación del objeto involucra, además del cerebro, los nervios, músculos, manos, etc. en cuanto que se incide en el objeto de manera directa con la mano y/o de manera indirecta mediante un instrumento de trabajo. El resultado de esta actividad es el objeto transformado, apto para el uso humano; es el producto del trabajo, el trabajo objetivado en el producto, el trabajo enajenado. La apropiación o ‘reapropiación’ del trabajo enajenado, objetivado en el producto, consiste simplemente en el uso y disfrute del objeto transformado, esto es, en la satisfacción de una necesidad humana.

Producción El termino producción es básicamente un sinónimo de ‘trabajo’, con la precisión de que el término producción en economía política marxista enfatiza el carácter social del trabajo, de este “metabolismo del hombre con la naturaleza” como lo llamó Marx. Producción es, entonces, el metabolismo del hombre con la naturaleza, socialmente organizado. Es importante que tengamos en cuenta que toda producción es siempre producción social y que por tanto, para la economía política marxista, el individuo o el productor individual es siempre entendido como individuo o productor individual que produce en sociedad. La producción del individuo o producción individual es, por tanto, siempre producción socialmente determinada del individuo. Esto quiere decir que el productor individual no opera en el vacío sino en el marco de un conjunto de productores inexorablemente relacionados entre sí. Además y en la economía política marxista, la producción o metabolismo del hombre con la naturaleza socialmente organizado, tampoco opera en un vacío sino siempre en el marco de un determinado escalón del proceso del desarrollo humano, quiere decir, de una determinada época histórica o de un determinado modo de producción.


Medios de producción No existe producción sin instrumentos o medios de producción entre los que figura todo lo que sea instrumento o medio de trabajo, inclusive medios auxiliares con fines de incidir de alguna manera en el objeto de trabajo. Entre los medios de producción cuentan máquinas, materias primas (que son objetos de producción primarios que se encuentran en la naturaleza), sustancias auxiliares, edificios, tierra, medios de transporte y energía en cualquier forma (calor –fuego-, vapor, electricidad, agua, etc.). La economía política marxista destaca que los medios de producción más importantes son los propios instrumentos de producción, ya que estos experimentan un mejoramiento constante a lo largo del desarrollo humano y constituyen nada menos que la tecnología de una determinada época histórica o escalón del desarrollo humano. Y es precisamente la tecnología que expresa al mismo tiempo la relación entre sociedad y naturaleza o más preciso, el grado de dominación de la naturaleza por parte de la sociedad con el que se suele medir el llamado ‘desarrollo’ o también denominado ‘progreso’ humano; concepción que ciertamente tendrá que ser revisada ante los irreversibles daños ecológicos causados a la naturaleza sobre todo por el modo de producción capitalista, y que amenazan con acabar con la propia especie humana.

Fuerzas productivas (=medios de producción + fuerza de trabajo humana) Los medios de producción, en combinación con la fuerza de trabajo humana que utiliza y emplea estos medios de producción, son denominados fuerzas productivas. Las fuerzas productivas constituyen el elemento más dinámico de la producción dado que la interacción entre el mejoramiento constante de los medios e instrumentos de producción por un lado y el aprendizaje y conocimiento humano por otro lado, lleva a un perfeccionamiento continuo de ambos y eleva la eficiencia, el crecimiento y la expansión o ampliación de la producción.

Relaciones de producción (=relaciones de propiedad) Como toda producción es siempre producción social, en el proceso de producción - que comprende la producción, el intercambio, la distribución y finalmente el uso o consumo del producto - se establecen inevitablemente relaciones entre productores y entre clases sociales. Existen nada más que dos tipos fundamentales de relaciones de producción, que son: a) la cooperación amistosa y ayuda mutua, b) la explotación del hombre por el hombre o explotación económica. El tipo de relaciones de producción en una determinada formación social depende de quién o quiénes son los propietarios de los medios de producción sociales. Se distinguen nada más que dos tipos fundamentales de propiedad, que son:


a) la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, que va de la mano con la cooperación y asociación libre de los productores en una sociedad sin clases. b) la propiedad privada de los medios sociales de producción, que va de la mano con la explotación de los productores por parte de la clase dominante en una sociedad de clases. Por ende, las relaciones de producción no son otra cosa que relaciones de propiedad (siendo este término, como dice Marx, solo la expresión jurídica para el mismo término ‘relaciones de producción’).

Modo de producción (= relaciones de producción + fuerzas productivas) Ahora bien, las relaciones de producción en permanente acción recíproca con las fuerzas productivas, son los dos aspectos de lo que se denomina en economía política marxista, un modo de producción. Se distinguen los siguientes modos de producción, de los cuales se han dado en la historia, hasta ahora, los primeros cinco: 1. La sociedad originaria, también llamada ‘comunismo primitivo’, no es otra cosa sino una referencia muy general a aquél período de la historia humana que ha sido denominado ‘prehistoria’ y que abarca la edad de piedra (paleolítico) con sus diferentes sub-períodos. Se trata de la formación económico-social más antigua y con más duración en la historia humana que comprende desde el paleolítico antiguo hace unos aproximadamente 2,5 millones de años, hasta el neolítico hace unos aproximadamente 10 mil años. Se caracteriza por ser una forma de organización social sin clases, basada en la propiedad colectiva de los medios sociales de producción (instrumentos de trabajo rudimentarios) y en la asociación necesaria de los productores frente a la precariedad de los recursos y dado el escaso desarrollo de las fuerzas productivas. 2. El modo de producción asiático: Es uno de los modos de producción que ha emanado de la sociedad originaria, y es probablemente la primera forma de una sociedad de clases que se conozca en la historia humana. Su fundamento económico es la comunidad rural con su propiedad colectiva de la tierra. Sin embargo, varias comunidades rurales autónomas son agrupadas por un poder central cuya función social es la aglutinación de las múltiples comunas fragmentadas, para así garantizar y organizar las tareas vitales concernientes a todos. Luego, este poder central se vuelve autónomo y degenera en despotismo, convirtiéndose sus representantes o funcionarios en una clase explotadora. Lo que caracteriza a este modo de producción es la coexistencia de elementos del comunismo primitivo, de la esclavitud doméstica y del feudalismo; estos últimos sin embargo, no dominantes. 3. El modo de producción esclavista: Es una sociedad de clases igualmente emanada de la sociedad originaria decadente. Su fundamento económico lo constituye la propiedad privada de los amos de esclavos sobre los medios sociales de producción y sobre los propios productores, los esclavos, quienes son considerados como ‘medios de producción parlantes’ (Aristóteles los llamó ‘herramientas parlantes’). Con el modo de producción esclavista emerge una especie de organización y administración ‘estadal’ como instrumento de control y opresión de los productores-esclavos.


4. El modo de producción feudal: Sociedad de clases basada en la propiedad privada de los medios sociales de producción, que emana de la sociedad esclavista, o también de la sociedad originaria. Su fundamento económico lo constituye la propiedad privada de los señores feudales (clero & nobleza) sobre el medio social de producción principal, la tierra, y la propiedad parcial sobre los productores mismos (siervos). 5. El modo de producción capitalista: Sociedad de clases emanada del feudalismo y basada en la propiedad privada de los medios sociales de producción en manos de la burguesía o clase capitalista, y la subsiguiente explotación de la clase trabajadora, forzada a vender su fuerza de trabajo ya que no dispone de ningún otro sustento de vida. El capitalismo se caracteriza por múltiples contradicciones como por ejemplo el desarrollo vertiginoso de sus fuerzas productivas bajo unas posibilidades de consumo principalmente limitadas; el carácter eminentemente social de la producción bajo la apropiación privada de la inmensa riqueza generada; y la anarquía de la producción en general mientras que existe una minuciosa planificación de la producción dentro de las empresas particulares. 6. El modo de producción socialista: Se concibe como el producto de la revolución socialista que se supone debe acabar con el capitalismo como modo de producción dominante a escala mundial. El socialismo es entendido como la primera fase del comunismo y en este sentido constituiría una sociedad de transición hacia una sociedad radicalmente nueva, sin clases ni rasgos algunos de lo que caracteriza, en lo económico, político, social y cultural, a la sociedad capitalista. Basado en la propiedad colectiva de los medios sociales de producción y bajo la ‘dictadura’ de la mayoría (proletariado) sobre la minoría (clase capitalista destituida), el socialismo prepararía la superación de la división del trabajo en trabajo manual-físico-industrial y trabajo intelectual, y con ello, de la alienación humana. La vida socialista se regiría según los principios de una consciente planificación social de la producción, de la mano con la asociación libre, cooperación solidaria y ayuda mutua entre los productores. Se caracterizaría por el cese de la producción de mercancías destinadas a la venta en el mercado, y en su lugar reaparecería la producción de ‘valores de uso’ destinados al uso o consumo inmediato y directo, y no para el mercado. El socialismo sentaría las bases y crearía las condiciones objetivas y subjetivas para el comunismo. 7. El comunismo: Concebido como una sociedad sin clases basada en la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, como en la libre asociación de los productores bajo pleno desarrollo de las fuerzas productivas y abundancia de recursos. Esto, a la vez, son las precondiciones para el pleno desarrollo de las potencialidades humanas, su plena realización como verdadero ser humano en y mediante la humanización de la naturaleza y la naturalización del ser humano.

Revolución social Si las relaciones de producción (recordemos que se trata de relaciones de propiedad) de un modo de producción dado, empiezan a convertirse en trabas para el desarrollo más amplio de las fuerzas productivas, comienza una época de revolución social. Si esta fracasa en su tarea de sustituir el orden social dado con otro orden social nuevo, más desarrollado, las fuerzas productivas terminarán de convertirse en fuerzas destructivas


lo que conduce a que la sociedad entera perezca con todas sus clases sociales. Al concebir lo económico como relaciones entre personas y clases sociales y al vincular lo económico con lo social-revolucionario, la economía política marxista resulta ser una ciencia social con un punto de partida clasista, revolucionario y progresista.

Parte 2: De la producción simple de mercancías al modo de producción capitalista Fuerzas motrices del desarrollo humano El capitalismo es el resultado de un largo proceso de desarrollo –igual, desigual y combinado- de la producción humana, de aquél ‘metabolismo del ser humano con la naturaleza, socialmente organizado’ que hemos mencionado anteriormente y que se ha manifestado en forma de diferentes modos de producción a lo largo de la historia. Para poder comprender el capitalismo como tal, quiere decir como resultado de este proceso, hay que estudiar entonces su génesis, su historia, su desenvolvimiento histórico. Este enfoque ‘genético’ es un enfoque inherente al propio método marxista según el cual siempre se identifica a una cosa mediante la explicación de su historia, del proceso histórico que la engendró. Entre la sociedad originaria o ‘comunismo primitivo’ basado en la producción de valores de uso para satisfacer de manera directa las necesidades humanas básicas e inmediatas, y el modo de producción capitalista basado en la producción de valores de cambio para el mercado con fines de obtener ganancias, se extiende un largísimo período histórico que comprende las más variadas formas de producción y organización social. Estas diferentes formas de civilización o formaciones sociales son comprendidas por la economía política marxista como escalones progresivas del desarrollo humano, denominados modos de producción. No obstante las diferencias que existen entre un modo de producción y el otro, en todos ellos operan unas fuerzas motrices que son comunes a todos los modos de producción en la historia humana. Estas fuerzas motrices son las siguientes: 1. El aumento de la productividad del trabajo, 2. el incremento del plus-producto o excedente social, y 3. la constante refinación de la división del trabajo. La productividad del trabajo, el plus-producto o excedente social y la división del trabajo se determinan recíprocamente y propulsan permanentemente cambios en el proceso social de producción, lo que conduce a su diferenciación cada vez más acelerada. Al final de este proceso nos encontramos con tres resultados fundamentales, económicos y sociales que constituyen las precondiciones para la aparición del capitalismo moderno. Se trata de: 1.

La separación de los productores de sus medios de producción, de sus productos y, por ende, de su sustento de vida o base de existencia;


2.

3.

la formación de una clase social que tiene el monopolio de la propiedad privada de los medios sociales de producción, esto es, la burguesía moderna; y la transformación de la fuerza de trabajo humana en una mercancía.

La productividad del trabajo La productividad del trabajo está determinada por distintas circunstancias, entre otras por: a) el grado promedio de la habilidad del trabajador en la que influyen su método y técnica de trabajo; b) el modo, la extensión y la eficiencia de los medios de producción; c) la combinación social del proceso de trabajo; d) el grado de desarrollo de la ciencia y su aplicabilidad tecnológica; En el primer tomo de El Capital, en lo que se refiere al aumento de la productividad del trabajo, Marx nos lo explica de la manera siguiente: Principalmente entendemos aquí como aumento de la productividad del trabajo un cambio dentro del proceso de trabajo mediante el cual el tiempo socialmente necesario para producir una mercancía es reducido, por lo tanto, una cantidad más pequeña de trabajo obtiene el poder de producir una cantidad más grande de valor de uso. (3) En seguida, nos da un ejemplo concreto: Con determinados medios, un zapatero puede, por ejemplo, fabricar un par de botas en una jornada de 12 horas. Si debe fabricar dos pares de botas durante la misma jornada, la fuerza productiva de su trabajo tendrá que duplicarse, y no podrá duplicarse sin que ocurra un cambio en sus medios de producción o su método de producción o en ambos al mismo tiempo. Por ende, habrá que ocurrir una revolución en las condiciones productivas de su trabajo, quiere decir, en su manera de producir y por lo tanto, en el proceso de producción mismo. (4) Ahora bien y visto desde una retrospectiva histórica, del aumento de la productividad del trabajo depende la aparición de un excedente social al igual como su estabilización y incremento permanente. Por ejemplo, el descubrimiento del fuego, la invención de flecha y arco, la aparición de la agricultura y de la domesticación de animales, constituyen cada uno un aumento en la productividad social del trabajo que posibilita a su vez la generación de un plus-producto social. Este plus-producto o excedente social es, en primer lugar, un excedente de alimentos que permite la creación de reservas de alimentos con el que se logra liberar a una parte de la sociedad de la obligación de producir y proveer por sus propios alimentos. Liberada de la necesidad inmediata de producir alimentos, esta parte de la sociedad puede, con el tiempo adicional disponible, dedicarse a otras tareas en el marco de la producción social, por ejemplo, al


mejoramiento sistemático de los instrumentos de trabajo y al aprendizaje de técnicas de producción más complejas, con lo cual se marca el comienzo de la división social del trabajo. Marx observa al respecto: Si la productividad de trabajo estaría desarrollada tan sólo en un grado tal que el tiempo de trabajo de un solo hombre alcanzaría apenas para subsistir él mismo, o sea para producir y reproducir sus propios medios de vida, no existiría el plus trabajo ni la plusvalía. … La posibilidad del plus trabajo y de la plusvalía depende, por ende, de un determinado grado de productividad de trabajo; productividad que le confiere a la capacidad laboral el poder de producir más que la equivalencia de su propio valor, más de lo necesario que él requiere y que está determinado por su propio proceso de vida. (5)

El plus-producto o excedente social Como ya indicado anteriormente, la aparición de un plus-producto, también llamado producto adicional o excedente social, tiene como consecuencia la liberación de algunos miembros del colectivo, de la obligación de tener que producir sus propios alimentos. Están, por ende, en condiciones que les permiten poder dedicarse a otras actividades necesarias y útiles para el sustento de la comunidad entera. Estas, a su vez, inciden favorablemente en la productividad del trabajo del colectivo como tal, ya que elevan la eficiencia de la producción social en su totalidad, es decir, traen consigo un aumento de la productividad del trabajo de la comunidad entera. Si el excedente alimenticio empieza a crecer considerablemente gracias al aumento de la productividad del trabajo, se dan las condiciones para la división social del trabajo y con ello -más sin embargo no necesariamente- para la desigualdad social, para la explotación económica del hombre por el hombre, en otras palabras, para la sociedad de clases. Por ejemplo, a partir de la existencia de un excedente alimenticio de mayores proporciones, aunado a la aparición de técnicas de conservación de los alimentos, los prisioneros de guerra apresados durante conflictos entre grupos humanos, tribus, comunidades o pueblos, a los que antes se solían matar, pueden ser alimentados y ser obligados a trabajar para la partida vencedora, incorporándolos de esta manera a la masa de los productores existentes; proceso que marca el comienzo de la esclavitud. De igual manera pueden surgir unas castas o clases sociales dominantes, compuesto de sacerdotes, soldados, funcionarios, señores feudales, reyes, etc., quienes ejercen una especie de tareas administrativas y organizativas del proceso de producción y quienes se alimentan del excedente social. Es así como con el aumento de la productividad del trabajo y la división social del trabajo, la producción social ya no tiene una única función, es decir, la de alimentar a los productores. Dado que ya no todos son productores inmediatos, la producción social adquiere una función adicional y se divide en dos partes: 1. La parte necesaria o el producto necesario para alimentar a los productores. Si esta parte estaría ausente, colapsaría la sociedad entera.


2. La parte adicional o el plus-producto social para alimentar a las castas o clases dominantes. El plus-producto o excedente social es producido por los productores y apropiado por las clases dominantes. Existen varias formas en las que las clases dominantes se apropian del excedente social: En forma de especies o ‘valor en especie’, en forma de mercancías, en forma de trabajo físico no remunerado o servidumbre, y en forma de dinero. Si la clase dominante se apropia del excedente social exclusivamente en forma de dinero, se habla entonces de plusvalía y ya no de ‘plus-producto’. En todas las formaciones sociales o modos de producción de la historia humana, el origen del excedente social o plus-producto, es uno sólo: el trabajo gratuito o no remunerado, el trabajo sin contrapartida.

La división del trabajo La economía política marxista nos enseña que la historia de la división del trabajo y la historia del desarrollo humano es una y la misma historia. La división del trabajo, la diferenciación y la especialización progresiva de la producción social y con ella el auge de los más diversos ámbitos de producción, es la que ha propulsado el desarrollo humano. A su vez, esta ‘diversificación’ de la producción social gracias a la división del trabajo, resulta en una productividad del trabajo cada vez más eficiente. Así es como la división del trabajo se encuentra en una permanente relación recíproca tanto con el aumento de la productividad del trabajo, como con el incremento del excedente social. Desde la sociedad primitiva, pasando por la sociedad esclavista y feudal hasta el comienzo del propio modo de producción capitalista, se dejan distinguir las siguientes grandes divisiones del trabajo: a) La división natural del trabajo, según género y edad. b) La primera división social del trabajo: la separación de la domesticación y cría de animales domésticos, de la agricultura. Con ello se da la división de pueblos o comunidades en pueblos ganaderos y pueblos agricultores con el subsiguiente aumento de la productividad del trabajo y la aparición de un excedente social constante. Surge el intercambio de productos entre pueblos ganaderos y agricultores y la formación gradual de la artesanía casera. c) La segunda división social del trabajo: El oficio / la artesanía se separa de la agricultura. d) La tercera división social del trabajo: El comercio se separa del oficio/artesanía y de la agricultura. Con ello, se da la separación de la ciudad en la que se concentran el oficio y el comercio, del campo. En relación a la división del trabajo, Marx observa que en cada etapa del desarrollo humano, a la división técnica del trabajo siempre le corresponde una determinada forma de las relaciones de propiedad de los medios de producción:


Los diferentes escalones del desarrollo de la división del trabajo constituyen, al mismo tiempo, diferentes formas de propiedad, quiere decir, cada escalón de la división del trabajo determina, a su vez, las relaciones de los individuos referente al material, al instrumento y al producto del trabajo. (6)

Producción de valores de uso y producción de valores de cambio La producción en el marco de las sociedades o comunidades originarias es siempre producción de valores de uso, quiere decir, lo que se produce está destinado a satisfacer las necesidades inmediatas de la comunidad. Este tipo de producción no tiene como objetivo final ni el intercambio, ni el enriquecimiento, sino el uso y disfrute directo del producto por parte del colectivo. Con el tiempo y debido a la dinámica: aumento de la productividad del trabajo – incremento del excedente social – refinación de la división del trabajo, emerge, de esta misma sociedad primitiva u originaria, un nuevo tipo de organización del trabajo que ya no se caracteriza por la producción planificada y el uso y disfrute directo por parte del conjunto de productores, sino por la existencia de una diversidad de productores cuyas relaciones entre sí están determinadas por el intercambio de sus productos. En este nuevo tipo de producción y organización social, la masa de los productos está destinada al intercambio en un mercado, por lo que se habla de una producción de valores de cambio. Productos que son producidos con fines de ser intercambiados en el mercado se denominan en economía política marxista, mercancías.

Producción simple de mercancías En la historia humana, la producción de mercancías aparece por primera vez entre hace diez y doce mil años aproximadamente, en el marco de la segunda división social del trabajo en la que el oficio se separó de la agricultura. Su expansión más significante la alcanzó entre los siglos XIV y XVI en el centro y norte de Italia, en el norte y sur de los países bajos, y en menor grado en Inglaterra, Francia y Alemania occidental. La producción simple de mercancías se caracteriza por los siguientes factores: a) los productores de las mercancías permanecen dueños de sus medios de producción y del producto final de su trabajo, la mercancía. Quiere decir, todavía son los productores mismos quienes determinan y controlan a sus condiciones de trabajo. b) la planificación consciente en la producción de valores de uso y la distribución equilibrada de la fuerza de trabajo según las diferentes áreas de trabajo de la sociedad originaria, es reemplazada por un intercambio irregular de sus productos y un mercado anárquico.

La ley del valor


El factor de cohesión en las relaciones económicas bajo las condiciones de la producción simple de mercancías, es la ley del valor: Las mercancías son intercambiadas según la cantidad de trabajo que contienen. ¿Cómo se mide esta ‘cantidad’ de trabajo? La cantidad de trabajo que cada mercancía contiene se mide en términos de tiempo. Lo que se intercambia en realidad bajo apariencia de mercancías, son unas determinadas cantidades de trabajo, que se miden en términos de tiempo. Así es como en la producción simple de mercancías se intercambian, por ejemplo, los productos elaborados durante una jornada por un agricultor, con los productos elaborados durante una jornada por un artesano. La medida que establece la equivalencia es el tiempo de trabajo, en este caso la jornada: lo que el agricultor produzca durante un día laboral es equivalente a lo que el artesano produzca en el mismo lapso de tiempo. Ahora bien, Marx explica en El Capital que la medida con la que se mide el valor de cambio de una mercancía, esto es, el tiempo necesario para elaborarla, no es una medida ‘absoluta’ que expresa el tiempo efectivamente gastado por algún productor individual para elaborarla, sino que se trata de una medida socialmente determinada: Podría dar la impresión que… cuánto más flojo u torpe un hombre, tanto más valiosa su mercancía, ya que necesita tanto más tiempo en fabricarla. Sin embargo, el trabajo que forma la sustancia de los valores, es trabajo humano por igual. … La fuerza de trabajo entera de la sociedad… vale aquí como una y la misma fuerza de trabajo humana, aun cuando consiste de innumerables fuerzas de trabajo individuales. Cada una de estas fuerzas de trabajo individuales es la misma fuerza de trabajo humana, siempre y cuando posee el carácter de una fuerza de trabajo social promedia, y actúa como tal, quiere decir, siempre y cuando necesita para la fabricación de una mercancía tan sólo el tiempo promedio necesario o tiempo de trabajo socialmente necesario. (7) Por ende, es solo el tiempo de trabajo socialmente necesario para elaborar un valor de uso, el que determina su valor de cambio. … Mercancías que contienen cantidades de trabajo equivalentes o que pueden ser producidas en el mismo tiempo de trabajo, tienen, por ende, el mismo valor de cambio. (8) El cambio, intercambio o trueque está entonces fundamentado en la equivalencia. La propia esencia del intercambio es la equivalencia o contraprestación exacta. La medida objetiva que rige el intercambio en cualquiera de sus formas es la cantidad de trabajo gastado en la elaboración de un producto; cantidad que se mide en términos de tiempo de trabajo socialmente necesario. Un artesano quien, en comparación con un colega, necesita el doble del tiempo para fabricar un producto, no produce una doble cantidad de valor. La lentitud o ineficacia de este artesano no podrá ser recompensada con un crecimiento de valor. Una sociedad basada en este principio obviamente no duraría mucho tiempo. Es por eso que el valor (de cambio) de una mercancía no es determinado por la cantidad de trabajo efectivamente gastada por un productor individual, sino por el tiempo promedio, socialmente necesario para la fabricación de esta mercancía. Y es por esta misma definición que el valor de cambio de una mercancía no permanece estable o constante en el tiempo, ya que el tiempo promedio, socialmente necesario para su fabricación se reduce en la medida en que crece la productividad del trabajo en general. En palabras de Marx:


El valor de cambio de una mercancía permanecería, por ende, constante si el tiempo de trabajo necesario para fabricarla sería constante. Este último, sin embargo, cambia con cada cambio en la fuerza productiva del trabajo. (9) De manera general: Tanto mayor la fuerza productiva del trabajo, tanto menor el tiempo de trabajo necesario para fabricar un artículo, tanto menor la masa de trabajo cristalizado en él, tanto menor su valor. (10)

Parte 3: Origen y funcionamiento del capitalismo Génesis del capital En la producción simple de mercancías los campesinos y artesanos acuden al mercado para obtener mediante el trueque una mercancía que ellos mismos no pueden producir pero la que necesitan para satisfacer una necesidad inmediata. O sea, venden un producto para obtener otro en cambio. Es así como su actividad en el mercado se deja resumir en la siguiente fórmula: vender para comprar. Tanto al inicio como al final de su operación en el mercado se encuentra una mercancía, siendo el dinero el facilitador de la operación: mercancía – dinero – mercancía (M-D-M). El dinero, en un principio, no es nada más que un medio de canje socialmente reconocido para facilitar el comercio de trueque. También se le llama ‘equivalente general de mercancías’. En su esencia, el dinero no es otra cosa sino una mercancía especial con la que todas las demás mercancías podrán ser intercambiadas. Sin embargo, con la aparición del dinero aparece también el propietario del dinero, el usurero o mercader, quien se diferencia del simple productor-propietario de mercancías. El mercader ejerce otro tipo de actividad en el mercado que el campesino o artesano común y corriente. El mercader compra para vender, para disponer al final de su transacción de un valor superior que aquél con el que comenzó su transacción. La actividad del mercader en el mercado se deja, por ende, resumir en la siguiente fórmula: comprar para vender: dinero- mercancía – dinero+ (D-M-D+). La actividad del mercader consiste entonces en incrementar la cantidad de dinero que tiene, por un plusvalor, por una plusvalía. El objetivo de su actividad en el mercado no es la satisfacción de una necesidad, sino la acumulación de riqueza. El capital en su forma más elemental es capital monetario: Se trata de un valor (monetario) que es ampliado por un plus-valor, el que, a su vez, tiene el fin de obtener otro plus-valor, y así sucesivamente. Sin embargo, hay que recordar aquí que el capital, lejos de dejarse reducir a un ‘montón de monedas’ acumulado, siempre tiene que ser comprendido en su contexto socio-histórico como un conjunto de relaciones sociales entre seres humanos las que permiten en primer lugar que unos pocos propietarios de capital se apropien efectivamente de la plusvalía producida por los demás.

Capital y capitalismo


Es importante señalar que ‘capital’ y ‘capitalismo’ (o modo de producción capitalista), no son lo mismo. El capital en forma de capital monetario y comercial ha existido mucho antes del nacimiento del propio modo de producción capitalista en Europa occidental de los siglos XV y XVI. Antes de la aparición del capitalismo mismo, en el que el capital opera directamente en el ámbito de la producción de mercancías, este ha existido en forma de capital monetario y comercial ‘fuera’ de la propia esfera de producción, quiere decir, en el ámbito del comercio o distribución. En el largo período histórico que constituye la acumulación originaria del capital monetario y comercial, el propietario del capital es usurero o comerciante quien presta o compra con el objetivo explícito de obtener una ganancia. Este tipo de propietario de capital monetario o comercial posee riqueza en forma de dinero y mercancías, más todavía no posee ni monopoliza los medios sociales de producción. Históricamente, la ganancia del capital monetario y comercial está basada en el robo, el fraude, la piratería y el comercio de esclavos. La acumulación del capital comercial se efectúa básicamente mediante la compra de mercancías en regiones distantes a un precio por debajo de su valor, y la posterior venta de las mismas por un precio por encima de su valor. Lo que es importante notar aquí es que este tipo de acumulación equivale a una transferencia de valor, esto es, a una apropiación de los ingresos de una parte de la sociedad, por otra. Una plusvalía que proviene de una transferencia de valor no incrementa la riqueza total de la sociedad: Simplemente, unos pierden lo que otros ganan. Sin embargo, con la penetración del capital al ámbito de la producción misma, se efectúa un cambio radical en el proceso de la acumulación: el propietario del capital (como clase social), se convierte en propietario de los medios sociales de producción y su plusvalía o ganancia ya no se basa en una transferencia de valor, sino, está siendo producida o generada directamente en el proceso de producción mediante la explotación de la fuerza de trabajo del trabajador. Finalmente y aunado a la penetración del capital al ámbito de la producción, queremos recordar que existen tres factores que constituyen las precondiciones para la aparición del capitalismo moderno. Primero, la separación de los productores de sus medios de producción y de sus productos de trabajo, con lo que se les quita el control sobre su sustento de vida y base de existencia misma. Segundo, la formación de una clase social de propietarios de capital o capitalistas que tiene el monopolio de la propiedad privada sobre los medios sociales de producción; y, tercero, la transformación de la fuerza de trabajo humana en una mercancía que se compra y se vende en el mercado.

¿Qué es la plusvalía? Ahora bien, ¿qué es y cómo exactamente se genera la plusvalía en el capitalismo? Recordemos que a partir de la aparición de un excedente social estable en las sociedades precapitalistas como resultado de un aumento en la productividad del trabajo en combinación con un determinado grado de la división del trabajo, la producción social se divide en el producto necesario por un lado (el que sustenta a los propios productores), y en el excedente o plus-producto social por otro lado (del que se apropia y el que sustenta a la clase dominante). La fuente del excedente social es el plus trabajo


o trabajo adicional, que no es otra cosa que trabajo sin contraprestación o trabajo no remunerado. Este mismo principio sigue operando en el capitalismo: La fuente de la plusvalía es el plus trabajo, escondido detrás de unas relaciones de mercado aparentemente ‘libres’ e ‘iguales’, en las que reina la compra-venta generalizada de mercancías, inclusive del trabajo mismo, más preciso, de la fuerza de trabajo, convertida en mercancía. El punto decisivo aquí es precisamente que en el capitalismo, la fuerza de trabajo ha sido convertida en mercancía. Como toda mercancía, la fuerza de trabajo tiene un valor de uso y un valor de cambio. El valor de uso de la mercancía: ‘fuerza de trabajo’ es el de generar plusvalía. El valor de cambio de la mercancía: ‘fuerza de trabajo’ corresponde a la cantidad de trabajo socialmente necesario para reproducirla, expresado en la cantidad de mercancías que el trabajador tiene que consumir para mantenerse vivo y poder seguir vendiendo su fuerza de trabajo. El salario que devenga el trabajador corresponde esencialmente a esto, nada más: la reproducción de la fuerza de trabajo. Es así como el capitalista compra la fuerza de trabajo por un salario cuyo valor es inferior al nuevo valor generado por esta fuerza de trabajo. El trabajador genera nuevos valores en la medida en que emplea su fuerza de trabajo para la producción de mercancías en la fábrica de su patrón. Sin embargo, el trabajador tiene que trabajar por más tiempo que el tiempo socialmente necesario para reproducir su propia fuerza de trabajo, o, lo que es lo mismo, para generar el equivalente de su salario (=valor de cambio de todas las mercancías que él necesita comprar para restituir su fuerza de trabajo física). De esta manera, mediante un trabajo adicional o plus-trabajo, el trabajador genera la plusvalía, que no es otra cosa que la diferencia del valor efectivamente generado por su fuerza de trabajo y el valor (de cambio) de esta misma fuerza de trabajo. La gran diferencia entre todas las sociedades precapitalistas y el propio capitalismo consiste en que la acumulación de riqueza en las manos de las clases dominantes precapitalistas es principalmente limitada, mientras que en el capitalismo, la acumulación es prácticamente ilimitada. El fin último de la acumulación precapitalista era el consumo y la acumulación de tesoros con miras a un consumo futuro por parte de las clases dominantes. El fin último de la acumulación capitalista es la capitalización de la plusvalía o acumulación del capital, valga la redundancia, y se crean así las condiciones para un crecimiento principalmente ilimitado de las fuerzas productivas. El consumo limitado de las clases dominantes precapitalistas cede el lugar a la voracidad ilimitada de la acumulación del capital.

Características específicas de la economía capitalista Entre las características específicas más importantes que determinan el funcionamiento de la economía capitalista figuran, primero, el hecho de que toda producción esté orientada y destinada a la venta en el mercado. El capitalismo no es otra cosa que producción generalizada de mercancías, lo que implica automáticamente que toda mercancía producida tiene que ser vendida ya que de lo contrario, los capitalistas no podrán obtener la plusvalía producida por los trabajadores y ‘encerrada’ en las mercancías. La segunda característica específica es que toda producción se efectúa bajo unas relaciones de producción determinadas por la propiedad privada de los medios sociales de producción. No es la sociedad en su conjunto la que dispone de los medios


de producción sino los intereses particulares de capitalistas o grupos de capitalistas, cuyas decisiones en el ámbito económico afectan a la sociedad entera sin que esta tenga control alguno. En tercer lugar destaca el hecho de que la producción en el capitalismo opera de manera como si el mercado fuese ilimitado y está sujeta además a la dinámica coercitiva de la competencia, ya que cada capitalista individual trata de obtener la ganancia máxima y de apropiarse de la mayor parte del mercado, sin considerar las decisiones que otros capitalistas podrían tomar en el mismo área de inversión y lo que puede incidir negativamente en la coyuntura (sobreproducción). Cuarto, lejos de ser una producción destinada a satisfacer necesidades humanas, el único objetivo de la producción capitalista es el de obtener la ganancia máxima. El capitalista no consume la totalidad de su ganancia de manera improductiva, sino sólo una parte. La otra parte la tiene que reinvertir para poder ampliar su producción si quiere seguir vendiendo mercancías y generando ganancia. La competencia lo obliga a aumentar sus inversiones constantemente para obtener la maximización de la ganancia, es decir, para poder vender más económico, bajar los costos de producción y emplear más máquinas para ahorrar mano de obra y, con ello, gastos en salarios. La producción capitalista es tanto producción de ganancias como acumulación de capital al mismo tiempo. La lógica inherente al capitalismo dicta que la mayor parte de la plusvalía sea invertida o acumulada como capital adicional en forma de máquinas, edificios, materia prima y fuerzas de trabajo adicionales, o sea, conduce a una constante e inexorable ampliación de la producción.

Explotación: plusvalía absoluta, plusvalía relativa En el proceso de acumulación del capital se distinguen dos partes que lo componen: Por un lado, están los medios y el material de trabajo que son los medios de producción en manos del capitalista, parte denominada ‘capital constante’ ya que su valor permanece constante. Por otro lado, está la fuerza de trabajo, la que el capitalista compra para aprovecharse de su capacidad de producir más valor que el de su propio costo, parte denominada ‘capital variable’ ya que su valor es variable. La única parte pues que produce plusvalía es el capital variable, la fuerza de trabajo viva, humana. Es por eso que el capitalista, bajo el látigo de la competencia y en su afán de obtener ganancias máximas, trata de reducir los costos de producción a un mínimo y gastar lo menos posible en salarios. La economía política marxista señala dos métodos principales por medio de los cuales el capitalista logra bajar sus costos de producción. Estos son: a) El incremento de la plusvalía absoluta, que significa la prolongación de la jornada laboral manteniendo el mismo salario; o la reducción de los salarios manteniendo la misma jornada laboral; o la intensificación del trabajo manteniendo la misma jornada y el mismo salario. b) El incremento de la plusvalía relativa, que presupone un aumento generalizado de la productividad del trabajo en el ámbito de la producción de víveres, de modo que el trabajador promedio industrial logre reproducir el valor de estos bienes en, por ejemplo, 3 horas en lugar de 5. Con ello y durante la misma jornada laboral de 8


horas, la plusvalía se incrementa por dos horas, de 3 horas de plus trabajo a 5 horas de plus trabajo.

Los Salarios en el capitalismo Recordemos que unos de los puntos claves en el capitalismo es que la fuerza de trabajo haya sido convertida en mercancía, con lo que su valor de cambio está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla (o reproducirla en este caso), expresada en mercancías. El valor de cambio de la fuerza de trabajo equivale entonces al valor de todas las mercancías que el trabajador necesite consumir para restituir su fuerza de trabajo y poder seguir vendiéndola en el mercado. Ahora bien, hay algo que distingue el valor de cambio de la mercancía: ‘fuerza de trabajo’ del valor de cambio de todas las demás mercancías. Lo específico del valor de cambio de la mercancía: ‘fuerza de trabajo’ es que consiste de dos elementos, uno fijo y uno variable. Por un lado, el elemento fijo es aquél componente que se refiere al valor del conjunto de las mercancías absolutamente necesarias para mantener vivo la fuerza física del trabajo; a este componente se le denomina ‘mínimo físico’. Por otro lado, el elemento variable, también denominado ‘histórico-ético’ es aquél componente que se refiere al valor de aquellas mercancías que, dentro del estándar de vida normal en una determinada época histórica, se ubican ‘por encima’ del mínimo físico, es decir, son de alguna manera ‘prescindibles’. Este componente está siendo determinado por el desarrollo histórico de la constelación de fuerzas entre capital y trabajo, en otras palabras, por la lucha de clases. El salario es el precio de mercado de la fuerza de trabajo. Como todo precio de mercado, oscila alrededor del valor de cambio de las mercancías. A su vez, las oscilaciones de los salarios son determinados por las fluctuaciones que se dan en lo que Marx llama el ‘ejército de reserva industrial’. Por ejemplo, en tiempos de crisis prolongada, cuando hay un desempleo constante y masivo, los salarios suelen permanecer por debajo del nivel del valor de cambio de la fuerza de trabajo, acercándose al mínimo físico. Sin embargo y al final de un período largo de desempleo generalizado, bien sea por razones de un proceso de industrialización o debido a una emigración de una parte de la población hacia otros países, los salarios pueden subir y ubicarse por encima del valor de la fuerza de trabajo. Esto sucede también como resultado de intensas luchas laborales con fines de subir el nivel de vida socialmente reconocido. En su totalidad, las fluctuaciones del ‘ejército de reserva industrial’ dependen de la propia lógica de la acumulación del capital, esto es, de los ciclos económicos y de la sustitución progresiva del trabajo físico, vivo, por máquinas o ‘trabajo muerto’. Dado que el crecimiento de los salarios nunca corresponde al crecimiento de la productividad del trabajo y de la capacidad productiva en general, se abre una brecha cada vez más grande entre las necesidades inmensamente ampliadas (‘artificiales’) generadas por la creciente productividad del trabajo, y la posibilidad de que los trabajadores puedan satisfacerlas con los salarios que devengan. Es en este contexto que la economía política marxista habla de la pauperización relativa de la clase trabajadora. Sin embargo, existe una parte de la población en la sociedad capitalista


que ha sido expulsada del proceso de producción por la misma lógica capitalista y que sufre, en su condición de desempleados permanentes, ancianos, veteranos de guerra, minusválidos, enfermos, etc., una pauperización absoluta.

Leyes de desarrollo del capitalismo La economía política marxista nos señala que debido a las peculiaridades del funcionamiento de la economía capitalista, esta se desenvuelve en su dinámica según determinadas ‘leyes’ de movimiento o desarrollo. Estas leyes de movimiento son la concentración y centralización del capital, la progresiva proletarización de la población trabajadora, el crecimiento de la composición orgánica del capital, la caída tendencial de la tasa promedia de ganancia y la socialización objetiva de la producción. En cuanto a la concentración y centralización del capital, destaca que la competencia conduce a que solamente las más grandes de las empresas competidoras sobrevivan, esto es, las que dispongan de la mayor cantidad de capital, de tecnología de punta, etc. Las grandes empresas devoran a las pequeñas y el tamaño promedio de las grandes empresas crece continuamente, lo que equivale a la concentración del capital. Aquellas empresas que han sido destruidas por sus competidores a menudos desaparecen en la fusión hostil con estos, lo que corresponde con la centralización del capital. La concentración y centralización del capital significa, al mismo tiempo, la reducción, en cantidad, de las empresas de la pequeña y mediana industria o la desaparición progresiva de los ‘pequeños’ propietarios de capital. Esto significa a su vez que aquella parte de la población que está obligada de vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir, crece constantemente. Independientemente de que los salarios sean magros o abundantes, nunca dejan de tener la sola función de satisfacer las necesidades diarias y a lo mejor cubrir algunos bienes de consumo duraderos de los asalariados. Los salarios nunca permitirán al trabajador acumular una fortuna, ni mucho menos fundar una empresa que sea competitiva en el mercado capitalista global. En este contexto la economía política marxista habla de la proletarización progresiva de la población trabajadora. En cuanto a la tercera ley de movimiento, el crecimiento de la composición orgánica del capital, cabe recordar que el capital está compuesto de dos partes, el capital constante (invertido en forma de máquinas, edificios, materias primas, etc.) cuyo valor permanece constante dentro del proceso de producción y está siendo conservado por la fuerza de trabajo, que transfiere una parte del mismo al valor del producto final. La otra parte es el capital variable o la fuerza de trabajo viva, humana. La relación entre el capital constante y el capital variable es de doble carácter: consiste, por un lado, en una relación técnica en cuanto que las máquinas necesitan procesar materias primas y tienen que ser operadas por trabajadores. Por otro lado, tiene carácter de una relación de valor referente a la cantidad necesaria de trabajadores para operar una determinada cantidad de máquinas, etc. Esta relación de doble carácter se llama la composición orgánica del capital. Ahora bien, sucede, que con el desarrollo del capitalismo industrial la composición orgánica del capital tiende a ‘crecer’, quiere decir, el capital constante – máquinas, edificios, materia prima – crece relativo a la parte variable, que es la fuerza de trabajo viva. Es así como el ‘trabajo muerto’ – la máquina –


sustituye al trabajo vivo, y con ello la única fuente de la plusvalía, ya que solo el capital variable o la fuerza de trabajo viva, humana, genera ganancia mediante el plus trabajo. El resultado de la creciente composición orgánica del capital es la caída tendencial de la tasa promedia de ganancia. La ganancia tiene la tendencia de caer en relación a la masa total del capital, ya que sólo el capital variable produce plusvalía, aunque hay que señalar que existen tendencias contrarias que reviertan o suavizan temporalmente la caída tendencial de la tasa promedia de ganancia, como por ejemplo la explotación intensificada de los trabajadores por los métodos anteriormente mencionados. Finalmente, la economía política marxista considera como lado potencialmente positivo de la acumulación del capital, la socialización objetiva de la producción, lo que quiere decir que por primera vez en la historia humana existe efectivamente una infraestructura económica y tecnológica entrelazada a escala mundial, que puede servir a la humanidad como fundamento de una posible, futura sociedad socialista basada en la cooperación, en la solidaridad y la planificación consciente de la producción a escala mundial. Las contradicciones internas más resaltantes del modo de producción capitalista son, primero, la organización cada vez más planificada y consciente de la producción dentro de las empresas capitalistas particulares, frente a la anarquía de la producción capitalista en general; segundo, la socialización objetiva de la producción frente a la propiedad privada de los medios sociales de producción y la apropiación privada de la ganancia producida; tercero, la constante ampliación de las fuerzas de producción frente a la limitación salarial y del consumo de las grandes masas laborales; cuarto, el potencial liberador del progreso de la ciencia y tecnología frente a su transformación en fuerzas destructivas en forma de tecnología bélica al servicio de la acumulación del capital y quinto, las crisis recurrentes y luchas de clases inevitables que socavan las condiciones de una acumulación ‘normal’ o ‘pacífica’ del capital.

Crisis periódicas de sobreproducción Quizás el fenómeno más perverso que se da de una manera inevitable en el modo de producción capitalista es el de las crisis periódicas de sobreproducción. Las crisis en el pasado, en las sociedades precapitalistas, solían ser interrupciones de la producción social por razones de escasez causada por catástrofes naturales o sociales como cosechas insuficientes, epidemias, enfermedades, guerras, etc. En la sociedad capitalista las crisis o interrupciones de la producción social se dan por razones de abundancia o sobreproducción cuando las mercancías no encuentran quienes las compren. Entre las causas de las crisis periódicas de sobreproducción en el capitalismo figuran, el desarrollo principalmente ilimitado de las fuerzas productivas frente a un poder de compra principalmente limitado de la masa de consumidores; la caída de la tasa de ganancia y la anarquía de la producción capitalista en general. Las crisis de sobreproducción conducen a una especie de reacción en cadena en la que a la caída de precios le sigue la bancarrota de empresas, la pérdida de valor del capital y el desempleo. Perversamente, las crisis económicas en el capitalismo que acarrean desempleo y miseria y que desvelan de un solo golpe la inmensa cantidad de trabajo o producción social desperdiciada, tienen una función de ‘ajuste’ que se efectúa sobre las ruinas y miserias: la misma depresión en la que el ‘ejército de reserva industrial’


engrosa sus filas por millones de personas que han perdido su trabajo, es aprovechada por el capital para explotar al máximo a la fuerza de trabajo, lo que conduce a un nuevo auge de la tasa de ganancia y de la acumulación del capital. El movimiento cíclico de la producción capitalista con sus etapas consecutivas: recuperación, auge, alta coyuntura, crisis, depresión, constituye una característica singular del modo de producción capitalista; ningún otro modo de producción en la historia humana la ha conocido. Sin embargo, hay un elemento positivo en relación a las crisis económicas en el capitalismo: pueden conducir, y efectivamente conducen, una y otra vez, a unas crisis sociales y políticas de proporciones explosivas, ya que demuestran la inviabilidad y lo absurdo del sistema capitalista y, con ello, la necesidad imperativa de su pronta superación. Ernest Mandel, en su Introducción al Marxismo, hace referencia a la antropóloga Margaret Mead, quien señala los costumbres del pueblo Arapech en Papua-Nueva Guinea, según los que el excedente social es apropiado por todos los miembros de la comunidad mediante una gran fiesta que dura hasta que se haya consumido el plusproducto entero. Con ello se pretende -de una manera muy simpática por cierto - evitar el acaparamiento de riquezas en manos de unos pocos y con ello la aparición de una casta o clase social dominante. Aquí hay que destacar que la división natural del trabajo según género y edad ni significa, ni fundamenta, ni justifica discriminación social alguna, como lo quieren hacer ver quienes propagan, por ejemplo, la tesis de la ‘superioridad biológica’ del hombre ante la mujer. En el texto original, Marx opera con el término ‘cantidad-valor’ (Wertgroesse) para denominar el valor de cambio de una mercancía.

Notas (1) K. Marx, Kapital I, MEW 23, 58, nuestra traducción. (2) K. Marx, Kapital I, MEW 23, 193, nuestra traducción. (3) K. Marx, Kapital I, MEW 23, 333; nuestra traducción. (4) K. Marx, Kapital I, MEW 23, 333., nuestra traducción (5) K. Marx, Theorien über den Mehrwert I, MEW 26.1, 19, nuestra traducción. (6) K. Marx, Deutsche Ideologie, MEW 3, 21f., nuestra traducción. (7) K. Marx, Kapital I, MEW 23, 53, nuestra traducción. (8) K. Marx, Kapital I, MEW 23, 54, nuestra traducción. (9) K. Marx, Kapital I, MEW 23, 54, nuestra traducción. (10) K. Marx, Kapital I, MEW 23, 55, nuestra traducción.

Bibliografía utilizada Karl Marx, Das Kapital, Band 1, MEW 23, Dietz Verlag, Berlin 1972 Karl Marx, Theorien über den Mehrwert I, MEW 26.1, Dietz Verlag, Berlin 1965 Karl Marx, Die Deutsche Ideologíe, MEW 3, Dietz Verlag, Berlin 1969 Ernest Mandel, Einführung in den Marxismus, ISP Verlag, Frankfurt am Main 1984. Bibliografía recomendada


P. Nikitin, Economía Política, Gráficas Modernas, Bogotá 2004. Ernest Mandel, Tratado de Economía Marxista, 3 Tomos, Serie Popular Era 52, 53 y 54 respectivamente, México1978.


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