silencio

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Ante la admiración ciega de mi madre por Hank, tuve que exhalar lentamente para recuperar la compostura. —Peor. Marcie me nominó para la realeza del baile de Bienvenida. Peor aún, llegué a la boleta. Mamá bajó su tenedor. Lucía anonadada. —¿Estamos hablando de la misma Marcie? —Ella dijo que Hank le contó acerca de las alucinaciones, y me ha hecho su caso de caridad. Yo no le conté a Hank acerca de las alucinaciones. —Esa fui yo —dijo ella, pestañeando sorprendida—. No puedo creer que él compartiera esa información con Marcie. Recuerdo claramente haberle dicho que lo mantuviera privado. —Abrió la boca, luego la cerró lentamente—. Al menos, estoy casi segura de hacerlo. —Dejó sus utensilios con un tintineo—. Juro que la edad me está venciendo. No parezco recordar nada más. Por favor no culpes a Hank. Asumo la responsabilidad completa. No podía soportar ver a mi mamá perdida y desconcertada. La edad no tenía nada que ver con su incapacidad de recordar. No tenía dudas de que Patch tenía razón; estaba bajo la influencia de Hank. Me pregunté si él le hacía trucos mentales día por día, o si le había inculcado un sentido general de obediencia y lealtad. —No te preocupes por eso —murmuré. Tenía una pieza de ziti posada en mi tenedor, pero había perdido mi apetito. Patch me había dicho que no tenía ningún sentido intentar explicarle la verdad a mi mamá (ella no me hubiera creído), pero eso no hacía que yo no quisiera gritar con frustración. No estaba segura de cuánto más tiempo pudiera mantener la charada: comer, dormir, sonreír, como si nada estuviera mal. Mamá dijo: —Por esto debe ser que Hank sugirió que Marcie y tú vayan juntas a comprar un vestido. Le dije que me sorprendería mucho que tú tuvieras deseo alguno de ir al baile, pero él debe haber sabido lo que Marcie estaba planeando. Por supuesto, no tienes obligación de ir a ningún lado con Marcie —corrigió apresuradamente—. Creo que sería mucho para ti, pero claramente Hank no sabe cómo te sientes con respecto a Marcie. Creo que sueña con ver que ambas familias se lleven bien. —Soltó una risita miserable. Considerando las circunstancias, no podía obligarme a unírmele. No sabía cuánto de lo que ella decía venía del corazón, y cuánto era dictado por los

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