Una vida por un ideal - Severino Campos

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SEVERINO CAMPOS CAMPOS UNA VIDA POR UN IDEAL Domingo Ascaso, no estaba Francisco. El recibimiento que tuvimos los que veníamos de París de todos los que encontramos en la reunión, fue de cordialidad, como la que practicaban aquellos bien compenetrados en las inquietudes ideológicas. Se nos plantea a los recién llegados, qué pensábamos hacer, si quedamos en Bélgica, o sí teníamos otros proyectos; eso iba encaminado a resolver la situación de trabajo para los que determináramos quedamos; Salvador Ocaña y Yo estábamos juntos, por que sabedor él de las relaciones que tenía con su padre, aprovechó el encuentro para preguntarme por una familia que todavía permanecía en París, ya me dijo él que acababa de adquirir un compromiso para pintar un edificio y si yo quería, al día siguiente, ya podía empezar con él; así acordamos, en lo que para mi era esperanzador, ventilado ese problema, a continuación se planteó como resolver pasar la noche, y en un edificio donde casi todos los inquilinos eran españoles, se llevaron, y en otro de las mismas características fuimos nueve, a mi me llevó Joaquín Cortes Pestañista. Dormimos en la misma cama; continuamos la conversación iniciada en el lugar donde tuvimos la reunión, y ya eran altas horas de la noche, quizá primeras de la mañana, aun continuamos discutiendo. Pero ya a esas alturas, oímos que tocaban en la puerta del cuarto donde estábamos, y al preguntar quien era, nos responde que la policía, así era. Nos hacen levantar, también los demás de los recién llegados y se nos llevan a jefatura, y desde luego a los calabozos. Nos dijeron donde estaban los otros seis, ahí nos tuvieron dos días con un café de lo que ellos llaman chicoré, hasta que los compañeros nos llevaron algo de comer. Al cuarto día estábamos en esa situación, nos trasladan a otro edificio policiaco donde el jefe superior tenía una secretaria especial, con una sala chiquita y unos bancos para sentarse; tres policías nos vigilan; tras largo rato de estar allí se abre la puerta donde estaba, y vimos que entregó a uno de los vigilantes un papel, y al momento se nos dice que pusiéramos atención, porque en la medida que nos nombrara teníamos que pasar a que nos hiciera preguntas, y al primero que llamaron me a Vicente Marcet Vidal y entró dejando la puerta un poco abierta. Ya entró el jefe de la policía le plantea que nos prefería así irse de Bélgica o quedar en la cárcel, y a Marcet se le ocurrió decirle, al tiempo que trataba de salir, que esperara para ponerse de acuerdo con los compañeros; entonces el policía se puso a gritar, y nos levantamos para ver que

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