armado kavure-i
13/11/06
14:49
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Gilda gimió un poco, pero en unos segundos había terminado. Besé sus labios fríos y salí a la calle. Caminé toda la noche y llegué a la rambla. Mirando el río pensé en lo que me había dicho el viejo, talvez haría mejor tirándome al río. Bajé a la playa pero al acercarme al agua me detuve. Creí que ya nunca podría moverme. Entonces vi venir a la pareja. Caminaban del brazo y en silencio. Era una joven y un tipo algo mayor. Los vi y no me vieron. Pasaban a cuatro o cinco metros y no me vieron. Y yo sentí rabia. Sentí rabia de mi padre y de mi madre, rabia de los profesores que quisieron forjarme para el futuro como se forja un pedazo de metal sin darse cuenta de que lo que tenían delante era pura mierda. Sentí rabia de los doctores que no atendieron a Gilda, de los políticos que prometieron que no moriría, sentí rabia de Lorca y de Rimbaud, de mi casero, de su perro, de su esposa, de los milicos, de la cana, de los bares, de las putas, de los malvones y de mí y de ellos porque ellos eran nadie y eran todos y caminaban como todos sin mirar a los costados, ellos que ignoraban el mundo y habían matado a Gilda. Me acerqué al tipo y lo golpeé, y en cada golpe mi cuerpo se quemaba. Su novia se quedó muda con una mueca atorada en la boca mientras yo pateaba al tipo que había caído al suelo. Luego el tipo dejó de moverse y ella se puso a gritar. Le di una bofetada y rodó en la arena. Me tumbé sobre ella y le arranqué las bragas mientras ella me arañaba la cara. Era una violación. Era un asesinato. Era el jodido fin del mundo y a mí me importaba un cuerno. Luego desperté en esta celda. Y eso es todo. Academia Literaria 2006 Kavure’i / 95