DEJAN DOHUE LLA... KAREN.CAMACHO AntologÃa de Cuentos de Nzelman Editorial
Kaisho
DEJAN DOHUE LLA... KAREN.CAMACHO
Título original: Dejando huella... © 2018. Karen S. Camacho G. Universidad Jorge Tadeo Lozano Bogotá, Colombia © Ilustraciones: Karen Camacho © Prólogo: Karen Camacho
Recopilación de cuentos: Nzelman Primera impresión: febrero de 2018 ISBN 978-347-9018-22-1
Impreso y hecho en Colombia Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni tampoco ser registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, de ninguna forma ni por un medio, sea mecánico, fotográfico, electrónico, magnético, por fotocopia o otro, esto en cuanto a ilustraciones y diagramación sin el permiso previo, por escrito, de la escritora.
DEJAN DOHUE LLA... KAREN.CAMACHO AntologÃa de Cuentos de Nzelman Editorial
Kaisho
Este libro esta dedicado a mis abuelitos porque gracias a ellos sĂŠ valorar y disfrutar cada segundo de mi vida. Aprovecho para decir que me siento muy orgullosa de la fortaleza que tienen los dos y esas ganas de vivir, que gracias a Dios, les ha permitido seguir con nosotros.
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P R Ó L O G O 11
Í N D I C E
MÍR AME 15
SIN.EMB ARGO.TA N.JOVEN 43
LA.V ELA 59
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Este libro trata de la vejez, pero no desde el punto de vista negativo sino todo lo contrario, muestra cómo llegar a una edad madura puede traer consecuencias positivas para tu vida, tanto físicas como mentales, su objetivo es demostrarte que las personas de tercera edad tienen mucho más que entregar antes de dar su último respiro. Cuando llegas a los 60 años comienzas a preocuparte porque te pones arrugado(a), te falla un poco la memoria y añoras aquellos momentos en los que eras joven y solías salir con tus amigos para vivir la vida loca.
Dejando Huella...
PRÓLOGO
Pero no todo es malo, cuando llegas a la vejez te conviertes en abuelo, te vuelves una persona más sabia, tienes ciertos interés que te definen, comienzas a pensar más en los demás que en tí mismo, logras tener una mente más abierta y de esta manera ves cosas que antes no habías notado. Si eres abuelo todo aquello que estabas añorando lo ves reflejado en tus nietos, esas criaturas catastróficas que se la viven atrayendo problemas y vienen en busca de consejos ancestrales porque dicen que sus papás “se la tienen montada”.
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Karen S. Camacho G.
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Si no lo eres, pues eso que importa, igual debes tener la compañía de alguien que te importe, ya sea un viejo amigo, la enfermera con la que peleas porque te trae el desayuno frío o lo más probable es que estés acompañado de ese(a) esposo(a) que apesar de tus reproches te sigue amando. La serie de cuentos que encontrarás a continuación no es para que la leas tú, ¡No! ¿Cómo podrías si a duras penas alcanzas a ver con gafas?. Estas breves historias son para que ese(a) nieto(a) que te está acompañando, o esa enfermera que te tolera todos los días o ese(a) dulce esposo(a) que te regañe con todo el amor del mundo, las lea para tí. Es en estos momentos de compartir que tú te sientes revivido, que a pesar
de estar todos los días postrado en una cama o pensado en que te vas a poner a hacer hoy, en que la compañía de alguien hace que ya casi no sientas dolores, que dejes de pensar en las horrorosas noticias que muestran en televisión, que te pierdas tu novela favorita porque ahora esa persona no te la deja oír con semejantes gritos de felicidad y que aunque no hayas sabido que paso con “frijolito y su padre” sigas queriéndolo porque saco el tiempo para visitarte. Esa persona, que es el que está leyendo este libro, sabe que no estás bien (o bueno puede que si lo estés pero sabe que te hace falta algo) sabe que te quejas todo el tiempo, que vives pendiente de la hora para saber cuándo te toca tomarte la siguiente pastilla o que continuamente sales corriendo al baño
Dejando Huella...
porque tu vejiga no aguanta pero te rehúsas a usar pañal porque dices que “tú ya eres un niño grande”, sabe que no puedes comer sal porque tienes la tensión alta y se te pueden estallar los pies, sabe que tampoco puedes comer dulce porque eres diabético, ni tampoco grasas, ni harinas y que estas en ese punto de estrés en el que te preguntas ¿QUÉ RAYOS SI PUEDO COMER?, pero sobre todo sabe que amas los libros, disfrutas de una buena historia porque en tu época ese era uno de los mayores entretenimientos para un niño de tu edad y ahora como todos los órganos fallan ya no puedes disfrutar de esta maravilla. Ahora te doy espacio para escuches con atención estas maravillosas historias y te cuestiones sobre qué tanto tienes que hacer para ser feliz. Si pides mi opinión, yo diría que no tienes que hacer nada, solo disfruta.
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MÍR AME NZELMAN
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Karen S. Camacho G.
MĂrame.
Dejando Huella...
Quiero que me mires...
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Karen S. Camacho G.
AsĂ. MĂrame las arrugas.
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Dejando Huella...
SI, SOY VIEJA.
Tengo el pelo blanco y algo deshilachado.
¡Con lo bonito que lo tenía!
Pero me he negado a cortármelo. Todas las mujeres, cuando nos hacemos viejas, nos cortamos el pelo. Yo me niego. Aunque esté quebradizo y tieso…
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Karen S. Camacho G.
Mírame la cara.
Está surcada,
¿Verdad? SON ENORMES.
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Dejando Huella...
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Karen S. Camacho G.
Dejando Huella...
Si estirase todas las arrugas, dentro me cabrían dos caras nuevas… La piel está flácida y blandita. La firmeza despareció hace años…
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Karen S. Camacho G.
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MĂrame las manos.
Dejando Huella...
Mírame a los ojos…
Empezó siendo presbicia y ahora estoy medio cegata.
Pero bueno, te acostumbras.
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Karen S. Camacho G.
MĂrame.
Ya casi no te veo sin gafas. 26
Estoy encorvada y me cuelgan las carnes. No quieras saber lo que fue de aquella chichahan que tesido empezótu a fuerte. Bueno, las manos nunca en la tripa a los cuarenta… Ya las tenías feas cuandocrecer eras joven. es un flotador. Pero ahora están cuarteadas yAhora los dedos algo torcidos.
Dejando Huella...
Quiero que me mires.
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Dejando Huella...
¿Y las “alas de murciélago”?
Me da la risa. ¿La piel arrugada de las rodillas y los tobillos?
Ya ni me fijo.
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Los pies, madre mía los pies. Los juanetes son lo peor. No veas cómo duelen…
Dejando Huella...
Menos mal que es por temporadas y que se pueden operar cuando se ponen muy feos. Dicen que despuĂŠs se te queda la zona insensible.
Pero mira, mejor asĂ.
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Karen S. Camacho G.
¿Hombres? ¿Sentirte atractiva? Pues claro que sí. Lo que pasa es que es todo tan distinto a los anuncios de la tele y a las películas románticas que nadie diría que estás flirteando.
Yo me siento guapa, no te creas. Y me siguen gustando los hombres que me hacen reír… ese que sigue a tu lado y que todos los días te saca una sonrisa.
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Dejando Huella...
Ademรกs, hay otras cosas buenas.
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Karen S. Camacho G.
¿Recuerdas los ardores? Pues se han ido. Ahora no puedo comer de todo, pero tampoco es tan grave. ¿Y los dolores de cabeza? También se han ido. ¿Y qué me dices de aquellas contracturas musculares? Fuera todo. Fuera pesadillas. Fuera insomnio.
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Dejando Huella...
...
¿Sabes por qué?
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Karen S. Camacho G.
M
Ă?
R
Porque ya no tengo miedo. Ya no hay estrĂŠs.
Vivo en paz.
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A
M
E
U
Ă?
E
R
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Q U
He aceptado y he perdonado lo que tenĂa que aceptar y perdonar. He querido y me han querido tanto y con tanta intensidad que se han cerrado todas las heridas. La calma ha ido llegando y ahora vive conmigo.
Dejando Huella...
Q
M E
E
M
I
R
E
S
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Karen S. Camacho G.
No puedes esperar a hacerte vieja para dejar de tener miedo.
Tienes que hacerlo ahora.
Sé que sólo soy un reflejo en un espejo. Menos aún: soy la que tú crees que serás cuando seas vieja reflejada en un espejo imaginario. Añoras la calma y la paz que crees que sólo los años pueden dar.
Pero tú eres fuerte. Siempre lo has sido.
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MĂrame: Quiero que me mires.
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Karen S. Camacho G.
Deja de tener miedo,
pero hazlo ahora.
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Vive.
SIN.EMB ARGO.TA N.JOVEN NZELMAN
Karen S. Camacho G.
BRRR... Es curioso. Hace unos años no comía tanto, Estaré “gestando algo”
HOY TENGO Jeje... el desayuno es la comida màs importante. Siempre lo han dicho.
Dejando Huella...
UN APETITO Aunque yo no tengo mucho problema con eso: cualquier hora es buena para comer
VORAZ... Para engordar ¿Engordar? Bueno, eso habría que discutirlo.
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Karen S. Camacho G.
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-¿Dónde habré dejado los cubiertos?-.
Dejando Huella...
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Karen S. Camacho G.
?
¿ACASO ENGORDA UN AGUJERO NEGRO
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Dejando Huella...
?
Porque si se trata de acumular gran cantidad de masa en un espacio muy compacto… engordar, engordar, lo que se dice engordar… Pero, ¡por toda la materia oscura, qué hambre más grande tengo! Me voy a colocar la servilleta al cuello que luego me pongo perdidito…
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Karen S. Camacho G.
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En realidad, eso de comer no me había gustado tanto hasta ahora. Antes, en mi vida pasada
(anda que… ¡¿lo tengo que explicar todo?!) …
Antes yo era una estrellota, una estrella masiva.
Dejando Huella...
Las hay enormes, mucho mayores, pedazos de estrellas que, se supone, pueden alcanzar hasta 300 veces el tamaùo de la estrellita esa que os alumbra. Pero esas tan gordas viven la vida loca, porque son tan grandes que lo bueno les dura poco‌ las pobres‌
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ยกBO
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Karen Karen S. S. Camacho G.
Dejando Huella...
OM!
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Karen S. Camacho G.
Bueno, volviendo a mĂ,
(que soy el centro de esta conversaciĂłn unilateral)
no es que yo fuera un monstruo, pero vamos, con unas veinte veces la masa del Sol, grande era.
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H
A
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T
A
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N
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Dejando Huella...
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Karen S. Camacho G.
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Hijos, qué le voy a hacer. La materia evoluciona. Y a mí me toco pasar de ser estrella masiva a ser un agujero negro. Podría haber acabado como una estrella de neutrones, pero no… Me tomaba un par de planetoides de tapa.
Pero, por todos los asteroides, ¡qué apetito tengo! Mira, yo no sé si lo que está orbitándome por ahí (lo veo por el rabillo del ojo) es mi estrella compañera o son restos de la explosión, ¡pero que no se acerque que me lo trago!
EL SALERO…
¿DÓNDE ESTÁ EL SALERO?
Dejando Huella...
Tengo que reconocer que, tras el estallido, he sufrido una ligera pérdida de memoria… Hay muchos datos de mi vida pasada que no recuerdo ni por asomo… Tampoco es que me preocupe mucho. Me han llamado de todo, pero desde luego el último nombre es de lo más curioso: SN1979C. Como si yo no supiera cómo me llamo… -pues la verdad es que no me acuerdo…No es que tenga problemas de personalidad… Ni de doble personalidad… Es que, aunque parezca que tengo una larga vida a mis espaldas no paran de decirme que soy un chaval. Tan viejo… y sin embargo tan joven.
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LA.V ELA NZELMAN
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ร rase una vez que se era, como todas las cosas que han existido y existirรกn, una vela sencilla que quiso iluminar al mundo para hacerles ver la belleza mรกs pura, esa que no necesita ser iluminada.
Pero había cosas que el vaso, pese a ser transparente, no podía ver, tal vez porque estaba tan ensimismado en sí mismo (valga la redundancia) que no se daba cuenta. La cera verdosa, junto con la mecha, hablaban de sus cosas a menudo: que si hoy hace más calor y me estoy ablandando, que si hace mucho que no nos encienden, que si mira qué aspecto tan triste tiene esa bombilla,
Dejando Huella...
Era esta una vela de cera virgen de abeja, teñida con un tenue color verde, que permanecía en un pequeño vaso de cristal desde que, mucho tiempo atrás, la fabricara una señora en un taller de manualidades. Aún recordaba cuando, en el momento de su nacimiento, las manos que la crearon mezclaban el tinte con la cera derretida, dejando trazos más intensos en algunas zonas, y cómo, antes de enfriarse, depositaron la cera con la mecha en medio (una de fibra de lino) dentro de aquel vaso de cristal transparente. El vaso, que era muy parlanchín, les había contado que, antes de ser vela, había sido vaso de nocilla y que había visto mucho mundo. Tanto la cera de la vela como la mecha, se sabían de memoria todas las historias del vaso.
todo el día dando luz, que si esto y que si lo otro… vieron a muchas otras velas. Las había hechas de gel, transparentes y que daban mucho juego para meter conchas y flores secas, había velas tradicionales de parafina, las curiosas velas de microcera, que eran como arena de cera…
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Pero el sueño de esta vela era volver atrás en el tiempo para recuperar algo que habían perdido. La señora que la había fabricado, Encarna, tenía 87 años. La vela llevaba 5 años en aquella estantería del salón, esperando que Encarna volviese a encenderla como aquella noche en la que, chispeante, recibió la visita de Alfonso, un compañero del taller de manualidades. Alfonso volvió por casa muchas veces, casi 2 años estuvo visitándola, hasta que dejó de ir.
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Había pasado mucho tiempo desde entonces, Encarna parecía triste y ya no había vuelto a encender la vela. La cera y la mecha no sabían que Alfonso había muerto. Mucho tiempo atrás, cuando Encarna no tenía aún arrugas en la cara, las velas sólo se encendían por necesidad porque, al caer la noche, si querían leer o coser, tenían que encender las velas para ver algo. Luego, con la luz eléctrica, ya no eran tan necesarias. Sólo se guardaban en el cajón de abajo por si se iba la luz. Más adelante, empezaron a hacerse velas de muchos colores que apetecía encender por el mero placer de disfrutar de la luz que daban las llamas. Encarna tenía bonitos recuerdos de aquella época en la que encendía velas, junto con su madre y sus hermanas, en el saloncito de su casa, para charlar en la intimidad. Su hermana Dolores leía sentada en el silloncito, con una vela en la mesilla. Su madre y su hermana Angustias cosían manteles, sábanas y bordaban toallas. Ella, que era la más pequeña, jugaba con los retales que sobraban y se entretenía haciendo muñecas destartaladas.
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Pero hacía mucho tiempo de todo aquello. Después Encarna se hizo moza, se casó y, muchos años más tarde, se quedó viuda. No pudo tener hijos y se encontraba un poco sola, pues sus hermanas se habían ido ya. Pasaron años hasta que salió de casa y, a propuesta de una amiga, se apuntó a un taller de manualidades que organizaba su ayuntamiento… Allí conoció a Alfonso. Recuperó la sonrisa y las ganas de vivir. Pero un tiempo después Alfonso cayó enfermo y, finalmente, murió… Pasaron meses antes de que Encarna decidiera que necesitaba un cambio.
V
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Aquella noche, se puso su mejor vestido, preparó la mesa como en Nochevieja, encendió la vela, apagó las luces, puso una cinta en el radiocaset y cenó como si estuviera en una noche íntima. Era su 88 cumpleaños y le apetecía celebrarlo así. Cuando terminó de cenar se quedó mirando la vela. La mecha y la cera se iban consumiendo. “Como la vida -pensó-“. Posó su cara sobre uno de sus brazos y se quedó mirando la vela mientras sonaba una melodía dulce como el almíbar que acababa de comer. Cerró los ojos y vio a su hermana Angustias cosiendo y sonriéndole, a Dolores leyendo, que levantó por un momento los ojos de su libro y también le sonrió. Curiosamente, su marido y Alfonso estaban en la sala, sonriendo también… Su madre, le tendió una mano para que dejara de jugar y se levantara del suelo porque empezaba a hacer frío… Tras consumirse, la vela se apagó.
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Y es que ĂŠrase una vez que se era, como todas las cosas que han existido y existirĂĄn, una vela sencilla que quiso iluminar al mundo para hacerles ver la belleza mĂĄs pura, esa que no necesita ser iluminada.
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Sabias que... Perspicaz es una persona que es capaz de percibir detalles que pasan inadvertidos para los demás. Así como los patrones de tejido a 5 agujas que formulé para tí en páginas anteriores.
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Tejida Lazada Dos juntas Rombo o Torcida
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BIBLIO GRAFÍA – Nzelman. (2010). La Vela. octubre 4, 2010, de Cuentofilia Sitio web: http://www.cuentofilia.com/la-vela/ – Nzelman. (2016). Y, sin embargo, tan joven. abril 12, 2016, de Cuentofilia Sitio web: http://www.cuentofilia. com/y-sin-embargo-tan-joven/ – Nzelman. (2016). Mírame. enero 21, 2016, de Cuentofilia Sitio web: http://www.cuentofilia.com/mirame/
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Este libro se terminĂł de imprimir el dĂa 28 de febrero de 2018 en el taller de Ricaurte, BogotĂĄ, Colombia.
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