Crónica

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CRÓNICA: NIÑOS DE LA NUEVA JERUSALÉN CAMBIAN LAS AULAS POR EL CAMPO 30-08-2012

Karen Ibarez. Provincia… Turicato, Michoacán.- Desde hace semanas, las hojas quemadas de un libro de texto de español de segundo de primaria es la única lectura de Alma. Tiene ocho años, nació en Nueva Jerusalén y reclama porque su escuela ya no está. Con el tiempo que le sobra, a veces se cuelga con sus amigas de la portería sin red que sigue inestable en la cancha de escombros. En ese mismo lugar, alguna vez, cada lunes se rendían los honores a la bandera. Hasta el pasado 6 de julio su rutina diaria era levantarse a las 7:00 horas, peinarse, esperar que su mamá le entregara su uniforme planchado, ponerse las calcetas, los zapatos y alistarse para caminar unas cuantas casas camino a la escuela. Hoy la realidad es otra. Tras nueve días de que casi 300 niños permanezcan sin clases, no hay acuerdos respecto de la escuela. Los laicos dicen que quieren que se instale más cerca. El gobierno asegura que la que se ubicará en la Injertada contará con todas las comodidades y medidas de seguridad. Mientras tanto, los niños han cambiado los útiles para trabajar en el campo con la siembra de maíz, frijol y cacahuate. A veces también trabajan en los cañaverales. Como la tecnología es un lujo relativamente vedado por los líderes, ellos fabrican sus propias guadañas. La tarea inicia a las 08:00 y acaba a media tarde. La mayor parte de lo que se siempre y extrae es para consumo propio. Cuando sobra algo lo venden, pero la mayor parte de las ganancias se queda en manos de los líderes. Los menores afirman que preferirían regresar a los estudios. Sus padres están de acuerdo. Los que se dedican a la siembra están condenados, dicen los adultos. Todos los hijos de los religiosos terminan en eso. Saben que deben ayudar a sus familias, pero los propios familiares aseguran que preferirían sacrificarse antes que obligar a sus hijos a permanecer para siempre en la siembra. El ambiente es seco, hostil. Y cuando llueve es peor, aseguran. Alma indica que descubrir cuál de las aulas amarillas, recién construidas, sería su nuevo salón de clases, era la mayor motivación para iniciar el ciclo escolar. Ahora no sabe cuál será su aula. Ni siquiera sabe si este año la tendrá. Su escuela fue destruida y clausurada por los fanáticos, a vista de todo el mundo el la comunidad y de las propias autoridades.


“Espero que hagan otra vez la escuela, pero ya no creo que lo hagan”, expresa. “A lo mejor me salgo a estudiar después, pero tampoco hay dinero para los transportes. Quiero seguir estudiando. “Mi maestro Enrique era muy buena gente. Me decía que tenía que salir adelante, aprender, estudiar. A mi me gustaba mucho, estudiar. Todavía leo mis libros que no se quemaron, los pocos que se alcanzan a leer”. Alma está triste. Dice que le dio rabia ver que sus propios vecinos y conocidos rompían con mazos su escuela. “Mi escuela está destruida y me da coraje. Ellos son personas malas. La virgen no dice que no estudiemos, como ellos dicen; el gobierno vino, pero no hizo nada. Con mis amigos dimos los nombres de los que nos quitaron la escuela, pero no hicieron nada”. Hoy, para Alma y para alrededor de 200 niños el sueño de estudiar se aleja. Sus papás no tienen recurso, dice. Y la escuela que quiere construir el gobierno queda muy lejos. “Esta es la escuela de nosotros, y también tenemos derecho a estudiar. Yo seré maestra de primaria y les voy a enseñar a todos a leer y a escribir”. Asistir a las clases de la escuela parroquial San Juan Bosco, o a la escuela de los religiosos ubicada dentro de la Nueva Jerusalén, no es una opción para Alma. Ninguna de las dos instituciones entrega los documentos que permitan la continuación de sus estudios. Tampoco hay alguna clave expedida por la Secretaría de Educación Pública (SEP) que avale los programas. Y en la escuela, la Virgen En las escuelas de Nueva Jerusalén la enseñanza se basa estrictamente en la religión y la historia de las apariciones de la Virgen del Rosario. Las clases están a cargo de la madre Plácida, como se hace llamar. Es originaria de Morelos. En 1985, a los 20 años de edad, tomó a su cargo la educación en Nueva Jerusalén. Hoy imparte clases a casi 400 alumnos. En el año 2000 la escuela de enseñanza religiosa se adhirió al programa educativo 10/14 del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). Sin embargo, la institución atiende a personas mayores de 15 años que no aprendieron a leer o a escribir, y su servicio no se dirige a niños en edad de prescolar, primaria o secundaria. La madre Plácida no tiene estudios que avalen su capacidad para entregar formación. Ella asegura que desde hace años han buscado que la SEP les otorgue una clave educativa que valide su programa; hasta ahora no ha sido posible porque no cumplen


con los requisitos. “La Virgen nunca quiso escuelas de gobierno. Por eso, en 2007 firmamos un acuerdo con el gobierno, porque no queríamos sus escuelas. Se han hecho muchos trámites para que nos den la clave, pero nos han puesto trabas pidiendo requisitos. “A nosotros nos critican que estamos en contra de la educación pública, pero simplemente agregamos materias religiosas como nociones del catecismo, o la historia de las apariciones de la Virgen del Rosario. Las escuelas de afuera no enseñan, se olvidan de la cultura; como esta escuela no hay ninguna, y por eso estamos tramitando para que sea privada y no tener problemas”. Los libros prohibidos Oficialmente la escuela está en contra de la mayor parte de las normas marcadas por la educación pública, pero igual usan los libros de textos. Sin embargo, nadie los puede leer completos. La madre Plácida les arranca páginas por considerarse faltas a la moral, asegura Cirilo Ceferino, de 21 años y que en su infancia fue estudiante de la escuela parroquial. Ahora es parte de la comunidad laica. La Nueva Jerusalén comprometió su futuro, asegura. Él no pudo recibir una educación que hoy le permita solicitar un trabajo digno. Por eso quiere que sus hermanos menores la tengan, para que en el futuro no sean discriminados por ignorantes. Cirilo confiesa que no sabe matemáticas ni geografía de su país. La necesidad de hacer algo por los niños le motivó a estudiar la Constitución Mexicana, los derechos humanos, los héroes que defendieron la educación para todos. “Ninguna regla del pueblo puede actuar por encima de la Constitución. Las leyes dicen que lo que más vale son los derechos el hombre, y por defender eso muchos mexicanos dieron su vida. Si por defender esos derechos debemos entregar nuestra propia vida, que así sea”. La Nueva Jerusalén continúa viviendo en un tiempo aparte. La afirmación no es figurativa, sino literal: Los líderes han ordenado desde siempre que el reloj de la comunidad esté una hora más atrás que la del resto del país. Es, dicen, una de las tantas señales de que aquí rigen normas propias. Cirilo asegura que seguirán su lucha. Mientras tanto, Alma continúa a la espera de su escuela


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