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EL EDITOR Y SUS DECISIONES

Después del patrón, que es el que suelta la lana para los proyectos, el mero mero es el editor, pues a fin de cuentas es él quien garantiza la calidad de un impreso y supervisa todas las etapas de su elaboración. Un editor no posee algún papelito que lo acredite como tal. A veces un impresor, un tipógrafo, un diseñador y hasta un autor puede serlo temporal o definitivamente. Lo único que necesita es ponerse los pantalones y asumir en la práctica y con buen desempeño las responsabilidades del proceso.

Su trabajo comienza en el momento que recibe un manuscrito, que aunque suene medio vintage no es necesariamente una obra escrita a mano o a máquina. Los autores se modernizan y ahora (casi) todo lo presentan en digital. Luego de que el editor le echa (muy cuidadosamente) un ojo, decide si es buen material para publicar, basándose en dos factores: la calidad y el aspecto económico.

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Debe evaluar la pertinencia y buena estructura del texto, ¿es actual? ¿útil? ¿relevante? ¿genera interés? Por supuesto que el editor busca algo a cambio, y en efecto es dinero (o una promoción publicitaria, o el aumento de su prestigio social), así que si el texto no le sirve, perderá más de lo que gana.

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El negocio de los libros está díficil, pues la inversión tarda en ser recuperada. El dinero se invierte de una y en lo que se sacan todos los ejemplares de las bodegas pueden pasar años. El público no compra libros ni de jalón ni por montón. Para compensar esta desventaja, el editor tiene trucos bajo la manga: o sólo imprime lo que se pueda vender el primer año, o baja la calidad, o pública títulos que sean un éxito seguro.

La esperanza de las editoriales medianas y pequeñas se basa en hacer tirajes reducidos de múltiples títulos que vendan poco; o tirajes grandes y costosos de libros que se vendan como pan caliente: best-sellers, manuales y libros de texto.

Cuando el manuscrito entregado recibe el visto bueno, se puede pensar ahora en cuánto saldrá el chistecito. Cada edición trae consigo dos tipos de costos: los fijos (o sea la paga del equipo que se aventará la chamba) y los variables (la impresión, el papel y el acabado). Juntitos determinan el costo total de un libro. Pero, mientras más libros se saquen, éste se va reduciendo, por eso se encuentran ejemplares más baratos cuando ya van por la enésima reeimpresión (ojo, las nuevas ediciones sí que generan costos fijos otra vez).

También se puede considerar un estimado del precio de venta al púbico, PVP pa los cuates. Para determinarlo suelen clasificarse a los lectores de acuerdo al VALS (valores y estilos de vida, pero en inglés): un ricachón puede considerar muy cara una edición de “Santo, el enmascarado de Plata”, mientras que un taxista gustoso lo compraría. Pero, por lo general, el PVP suele ser el costo de producción de un ejemplar multiplicado por algún factor igual o mayor a cinco.

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