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Características de la autobiografía ................................ 14

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Presentación

Presentación

De igual modo, se afirma que la autobiografía es un texto que no se desarrolla en la antigüedad, porque la idea de comunidad, en general, es más fuerte que la del individuo, concepto ligado, a lo sumo, a la idea del héroe guerrero y del gobernante, quienes fueron objeto de biografías, no de autobiografías. A partir del Renacimiento, el hombre occidental ha desarrollado un apego por el ideal de la personalidad en tanto individuo que realiza su propia vida adherida a valores de uso y de cambio. Lentamente va superando la perspectiva teocéntrica para afincarse en el antropocentrismo, al cual incorporó legados de la antigüedad clásica. Unido a este desarrollo de la individualidad, está la evolución del género autobiográfico, en cuanto forma cultural que da expresión a la historia personal.

Por su parte para Weintraub, la consolidación de la individualidad debe esperar hasta el advenimiento del historicismo (finales del siglo XVIII) para la constitución de la autobiografía como género13. No obstante, debe aclararse que existieron formas autobiográficas en la antigüedad grecolatina y en la Edad Media, lo cual no significa que hubiese existido un desarrollo del género autobiográfico, como sí lo hubo para el caso de la biografía. A propósito del historicismo, éste es entendido como la relevancia que se le da a la historia para explicar los fenómenos donde todos los valores resultarían de una evolución histórica. Entre los autores más representativos del historicismo, sobresalen, August Boeckh (1785-1867), Johann Gustav Droysen (18081886) y Wilhem Dilthey (1833-1911).

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Otro estudioso del tema es James Goodwin, quien aparte de definir la autobiografía como una narrativa de prosa, aclara que hay poemas que pertenecen al género, como El preludio. Asegura que el término autobiografía es relativamente reciente en lenguas occidentales, según él, entró en el inglés por el griego y el latín; su primer empleo documentado aparece en manuscritos griegos. Agrega que, según el diccionario inglés Oxford, la palabra autobiografía fue usada en inglés,

13. Ibid., p. 11.

por primera vez, a finales del siglo XVIII y fue definida como “la historia de la vida de alguien, escrita por la misma persona”14 .

Desde el punto de vista de Goodwin, la autobiografía entró en la lengua inglesa en el período de las revoluciones americanas y francesas, que realzaron la importancia cultural y política del individuo. De este modo Goodwin, Neumann y Weintraub coinciden, tanto en la ubicación temporal y espacial de la irrupción del género autobiográfico, como en aclarar que el mismo tuvo antecedentes en culturas pretéritas, donde tuvo un mayor auge la biografía. Con fundamento en lo expuesto por los tres autores, se puede afirmar que la autobiografía adquirió notoriedad y auge a partir del denominado periodo de las revoluciones burguesas (finales del siglo XVIII hasta inicios del XX), pero no se originó en el mismo.

Respecto a ello, Goodwin aclara que muchos autoestudios individuales e historias de vida fueron escritos antes de este período revolucionario, pero el nuevo término marca un cambio determinante en el significado y la dirección de tales prácticas literarias, como queda indicado, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Un género vinculado a la introspección, a la confesión, al sujeto autorreferencial. Este cambio, remarca Goodwin, pareció requerir un término moderno para un género cuyos antecedentes aparecen en culturas clásicas griegas y romanas, el temprano cristianismo, y el Renacimiento15. En esas condiciones, el contexto revolucionario burgués y la estructura axiológica a que dio lugar tal fenómeno, generó el ambiente propicio para el afianzamiento de la autobiografía.

A propósito de la relación autobiografía e introspección, se considera que una raíz del género autobiográfico se encuentra en la antigüedad, a partir de la tradición filosófica de la introspección. La introspección tiene particular importancia en la filosofía estoica, donde sobresalieron Séneca, con sus obras De vita beata, Consolatio ad Martiam, De Clementia, Epístolas a Lucilio, Medea, Las Troyanas y Agamenón y el emperador

14. 15. GOODWIN, James. Autobiographi. The Self Made Text. New York: Twayne, 1993. p. 2. Ibíd., p. 2.

romano Marco Aurelio (121-180) con su obra Pensamientos. En sus cartas y reflexiones registradas, Séneca dirige su pensamiento tanto hacia adentro, a los asuntos de conciencia, como hacia afuera, hacia cuestiones de la condición moral. En ambas direcciones se infiere que el bien supremo reside en el esfuerzo que obedece a la razón, mostrando entereza ante la adversidad. Marco Aurelio dedica sus meditaciones hacia la experiencia interior en un esfuerzo para alcanzar el entendimiento del significado universal en la propia vida de un individuo16, concluye Goodwin.

A lo anterior se añade lo expuesto por Vicente Pérez Silva, Georg Gugelberger y Michael Kearney, quienes consideran que la autobiografía es un género dedicado a la celebración y elevación del individuo y del individualismo. Usualmente, el género autobiográfico se describe como una biografía escrita por el sujeto sobre sí mismo y sobre la gente y los eventos que el autor ha conocido y vivido. Frente a ambos sentidos etimológicos del término autobiografía, Pérez Silva considera que los conceptos de lo que es la autobiografía tienen su propia relevancia, pero no cree que se pueda reducir este género “borroso”, que muchas veces incorpora los rasgos característicos de un diario, memoria, o testimonio, según él, a la idea de que la escritura autobiográfica sea una manifestación de un egocentrismo o de una celebración del individuo17 .

Su discrepancia la sustenta afirmando que el individuo es demasiado indefinible para que se celebre a sí mismo y en exceso fragmentario para poder captarlo en unas páginas. Esta fragmentariedad existencial, señala el autor, conduce a una autobiografía fragmentada y, por tanto, a la representación textual de una identidad incompleta. Con el ánimo de rescatar del olvido o dar a conocer, de manera total o fragmentada, el texto de esas vivencias que entrañan una forma de expresión particular, como que el aspecto fundamental de la autobiografía no es otro, no puede ser otro, prosigue el mismo, que el de la exteriorización de una determinada

16. 17. Ibíd., p. 3. PÉREZ SILVA, Vicente. La autobiografía en Colombia. Bogotá: Imprenta Nacional de Colombia, 1996, X.

persona escrita por ella misma. O como Pérez Silva la define, es “la relación escrita de su propia vida y en lo que ésta tiene de más personal”18 .

Desde la perspectiva de Pérez Silva, la concepción de este género autobiográfico, no obstante las diversas formas o modalidades, es eminentemente personal. Implícita o explícitamente, se ha escrito con acierto, señala tal autor, toda autobiografía entraña un testimonio. Un testimonio que, a la postre, vierte íntimos secretos o recónditas vivencias de quien pone en conocimiento su propia vida. Sus géneros vecinos o colaterales serían las memorias, los diarios íntimos, las biografías, las novelas y las crónicas; incluyendo en este último las cartas (vertiente en extinción), el diálogo, el reportaje y la narración de viajes. La autobiografía tiende a ser escrita en primera persona del singular y a adoptar un punto de vista retrospectivo, pero en su orden cronológico de presentación, es con frecuencia modificado por la intromisión de las preocupaciones presentes o por las distintas obsesiones personales.

Pérez Silva admite que la vocación de la autobiografía es en parte la de ser un reflejo de su autor, reflejo deformado e incompleto quizás, pero lo bastante fiel; sin embargo, para revelar la unidad irreductible de su individualidad19. En conclusión, la autobiografía es el reflejo de la naturaleza humana; es el reencuentro con uno mismo; en fin, es el descubrimiento o la entrega del mundo interior de una persona20. La acepción que el mencionado autor le otorga al género autobiográfico incorpora dos elementos importantes.

El primero alude a la admisión de tal género como reflejo de una vida, pero en todo caso, un reflejo parcial e inexacto que escapa al ímpetu cuantitativo y a la tendencia absolutista. El segundo considera la autobiografía como un reencuentro o descubrimiento de una persona consigo misma, fenómeno que da lugar a la construcción de una vida, ideal y como quiso el autor que fuera o que fuese comprendida por

18. 19. 20. Ibíd., X. Ibíd., X. Ibíd., X.

sus congéneres, la cual no coincide con la vida real tal como ocurrió. Así entonces, ¿Toda autobiografía es una alteración consciente e inconsciente de una vida?

Si la alteración va en uno u otro sentido o, si por el contrario ejecuta una mixtura, la autobiografía puede conducir a problemas laudatorios, los cuales circulan en una relación tríadica compuesta por el autor, la obra y el lector. Sobre estas posibles aristas del fenómeno autobiográfico Georges May es del criterio, según el cual, “…la autobiografía es quizás la forma literaria en la que se establece la más perfecta armonía entre el autor y el lector. En efecto, si es la necesidad de contemplarse a sí mismo la que incita por lo común al autobiógrafo a escribir, es esa misma necesidad la que incita también al lector. Inclinados sobre la espalda de Narciso vemos nuestro rostro, y no el suyo, reflejado en las aguas de la fuente”21 .

Cabe entonces preguntarnos ¿Hasta qué punto la autobiografía es una especie de narcisismo? Veamos algunos rasgos de la personalidad narcisista o con tendencias a serlo, con el propósito de inferir los posibles sesgos narcisistas de los autobiógrafos. Para ello nos apoyamos en Gonzalo Himiob. Este autor afirma que la personalidad narcisista se caracteriza por un patrón grandioso de vida, este se expresa en fantasías o modos de conducta que incapacitan al individuo para ver al otro; el mundo se guía y debe obedecer a sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles, infalibles, auto-generados22. Las cosas más obvias y corrientes, si se le ocurren a él o ella, deben ser vistas con admiración y se embriaga en la expresión de las mismas. Hay en el narcisista una inagotable sed de admiración y adulación, esta última lo incapacita para reflexionar e incluso pensar. Vive más preocupado por su actuación, en cuanto a la teatralidad y reconocimiento de sus acciones, que en la eficacia y utilidad de las mismas. Su visión es el patrón al cual el mundo debe someterse. Es el Narciso una personalidad que, aun cuando pueda poseer una aguda inteligencia, ésta se encuentra obnubilada por la visión grandiosa de sí mismo y por su hambre de reconocimiento.

21. 22. MAY, Georges, La autobiografía. México: Fondo de Cultura Económica, 1982. p. 26. HIMIOB, Gonzalo. Narcisismo. En: Venezuela analítica. Revista electrónica, Número 19, (Jun 1997).

Según Himiob personas narcisistas pudiendo ser exitosas, productivas y creativas, someten su vida a adulantes mediocridades. Drogadas por su discurso auto-dirigido, no son capaces de reflexionar y escuchar lo que el mundo les grita23. En la otra cara de la moneda, la personalidad narcisista es, en sí misma, una forma de sobrevivencia. Hemos visto en el mito como Narciso es el producto de una acción terrible. La personalidad narcisista nace de una violencia, de un terrible trauma, de una herida inferida al individuo en sus primeras etapas del desarrollo o antes, cuando la herida es la madre y ella trasmite al hijo su resentimiento, su dolor, su rabia y temor. Se refugia, el traumatizado, en su propia imagen de grandiosidad; ello le permite elevar su maltrecha autoestima y sentirse un poco mejor consigo mismo. Su hambre insaciable de reconocimiento se asila en la admiración y la adulación de quienes lo circundan24. Hombres y mujeres narcisistas suelen caer en las más abyectas acciones para sostener su ego herido. Cuando el narcisista ejerce posiciones de poder se rodea de personas que, por su propia condición, son inferiores a él o ella, y de otros que le harán la corte solo en función de un interés mezquino.

Concluye Himiob que el narcisista es una persona que puede ser muy exitosa, en cuanto al brillo externo se refiere. Él no se plantea dudas en cuanto a la realidad de sus ideas, sean éstas brillantes o no. Así vemos como personas con una inteligencia mediocre y una cultura pobre escalan posiciones sorprendentes, para ellos, el recapacitar no existe. Aún las más insulsas ideas son expresadas con un espíritu mesiánico, se enamoran de las ideas de otros y las hacen propias sin la más mínima consideración moral ni ética. Estos últimos logran capitalizar a una horda de narcisistas depresivos que creen, ingenuamente, en la verdad expresada por el pseudomaestro. Ellos lo seguirán fielmente, no importa cuán errado esté25 .

Como se puede observar, es inobjetable que la autobiografía compromete ciertos niveles de narcisismo, seguramente en unos casos

23. 24. 25. Ibíd. Ibíd. Ibíd.

más evidentes que en otros, pero no escapa a tal peculiaridad. Sus límites pueden variar, desde aquellos que, enloquecidos por la vanidad se consideran el principio y fin de todo, hasta aquellos que, probablemente de buena fe, intentan reflejar su modestia. ¿Hasta qué punto un exceso de autoestima puede incurrir en conductas narcisistas? Este será uno de los tantos problemas que deberá enfrentar, en primer lugar el autobiógrafo y, en segunda instancia, el lector de una autobiografía, sin desconocer la posibilidad de que el autor de una autobiografía pueda estar escribiendo para sí, siendo su escrito las aguas del lago donde admira su imagen proyectada o para anticiparse a eventuales cuestionamientos. Las autobiografías de los dictadores suelen presentar ambos rasgos.

En ese mismo sentido, Carmen Heuser es del criterio según el cual; “La autobiografía es una travesía en la que un recorrido narcisístico guía los pasos de la escritura, bucea por los intersticios de la memoria, atravesado por un deseo que alienta, que palpita, propulsando la continuidad de la letra. En su transcurrir permite la aparición siempre evanescente y vacilante del sujeto deseante que al mismo tiempo que se oculta, se muestra. Al desvanecerse delinea el verdadero impulso que crea y desliza la escritura, abre el acceso a nuevos sentidos, permitiendo el destello de la significancia. Aparece en la autobiografía un hacerse público, exponer matices de una intimidad reservada hasta el momento de la divulgación, mostrarse a otros en el combate, en la fatiga, en el amor, en la creación, en la desesperanza, en el deseo, en los errores, en las carencias”26 . Salpicada o no de narcisismo, la autobiografía es una variedad de las memorias. En la poesía es en donde más aparece lo autobiográfico, lo cual se patentiza con el romanticismo, a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX27, afirma Jorge Glusberg. Seguramente no solo en el tiempo indicado por el citado autor, sino siempre. El autobiógrafo recurre a la memoria, obviamente a una memoria selectiva, excluyente, frágil y

26.

27. HEUSER, Carmen. Los rastros del recuerdo. En: Autobiografía y escritura, Juan Orbe (Compilador), Buenos Aires: Corregidor, 1994. p. 96. GLUSBERG, Jorge. Algunas reflexiones sobre autobiografía y escritura. En: Autobiografía y escritura, Juan Orbe (Compilador), Buenos Aires: Corregidor, 1994. p. 104.

parcializada, de todo modos, como ha sido nuestra posición, no debe confundirse la autobiografía con las memorias, en tanto géneros. Desde ese horizonte también podría afirmarse que las memorias son una especie de autobiografías. Identificar el exacto límite entre estos géneros, incluida la biografía, es un ejercicio tan estéril como compartimentar de modo estricto las disciplinas del ámbito de las Ciencias Humanas y Sociales negando su esencia interdisciplinaria y transdisciplinaria.

Además, la autobiografía es una confesión. Es admitir una culpa o dar una explicación no pedida. Tal sentido etimológico del término “autobiografía” reviste una insospechada complejidad. Si bien es cierto no se descarta el influjo narcisista en la autobiografía, esa personalidad narcisista confiesa, admite ser culpable y por eso ofrece una explicación sobre su vida y sus actos. Un narcisista, por su misma condición de tal, no confesaría pero, paradójicamente, la autobiografía es eso, una confesión. Confesar es revelar, aceptar, reconocer, admitir, declarar, relatar, manifestar. Quien confiesa es consciente de haber “descarrilado” la dinámica de un grupo social, un pueblo o una nación; de haber “pecado” o de haber incurrido en un delito y admite la existencia de una autoridad impersonal como la “historia”, el “pueblo”, las “futuras generaciones”; de una corte marcial, de un tribunal civil o de una justicia supraterrenal.

La autobiografía, independientemente de sus niveles narcisistas, termina reconociendo una o varias de las autoridades antes descritas, ante las cuales confiesa “voluntariamente”. Pero esta confesión tiene ciertas peculiaridades: el autobiógrafo es quien toma la iniciativa para la confesión; identifica los tópicos sobre los que versa su confesión, los jerarquiza, realza unos, esconde otros y matiza los demás, les otorga valores diferenciados, establece las relaciones de causalidad, impone los tiempos, la forma, el contenido y la intencionalidad de la confesión. El autobiógrafo se interpela a sí mismo; crea, niega y relativiza hechos; apela a pruebas que solamente él podrá tener, descalifica las que le sean adversas y controvierte las que minan sus argumentos.

También el autobiógrafo imagina escenarios, monta el tinglado y actúa en él ejecutando una confesión parcial. Si toda autobiografía es una

confesión, tal confesión es parcial, llega hasta el límite fijado por su autor, quien la inicia, conduce y concluye. La autobiografía en tanto confesión, cumple en su autor las funciones de catarsis, entendida ésta como la descarga emotiva, ligada a la exteriorización de conflictos o tensiones. Al final de la confesión, el mismo autobiógrafo se absuelve de toda culpa y, en los pocos casos que se admiten ciertos grados de culpabilidad, su conducta es contextualizada con el principal propósito de hacer ver sus acciones como algo inevitable, de menor gravedad en comparación con otras y preferibles respecto a las circunstancias que las propiciaron.

De igual modo, la autobiografía ha sido considerada como la experiencia textual de alguien que no resiste el deseo de decir quién es, de sacar a la luz la muchedumbre de seres que oculta en su almacén de realidades. El anterior sentido etimológico nos sitúa frente a dos perspectivas de la autobiografía. La primera está referida a una especie de “incontinencia comunicativa”, a partir de la cual el sujeto, preso de un incontenible deseo de exhibirse ante sí y ante los demás, contemporáneos o no, asume el reto de escribir su vida, así sea su única incursión en el mundo de las letras. La segunda admite que la autobiografía no refleja una vida, sino muchas vidas, tantas como episodios haya experimentado o creyese haber vivido el autor de la misma, quien no escatima esfuerzo alguno por imaginar un actor para cada escena narrada. A dicho actor, disímil en cada circunstancia, le es consustancial un halo balsámico a partir del cual son narrados, explicados o justificados los hechos más controvertidos de la vida objeto de la autobiografía.

En consecuencia, la autobiografía es un momento del tejido del tiempo donde se configura la matriz (a manera de urdimbre) de una vida y su sentido social. Un tejido textual, testigo de un tiempo y un espacio vital. Tal acepción es cercana a la idea de memorias establecida por Neumann, para quien las mismas hacen énfasis en los acontecimientos de un individuo como portador de un rol social y, por tanto, la aclaración implícita en esa definición, concerniente al sentido social de la vida, difiere ostensiblemente de la formulada por el mismo autor, para quien la autobiografía se refiere a las etapas de la vida, a los acontecimientos privados, a la vida íntima.

Los tres géneros (biografía, autobiografía y memorias) en ocasiones se yuxtaponen, los límites son discutibles; permanecer presos señalando la circunscrita esfera de acción de cada género es labrar un terreno árido. Aparte de ser cercanos los géneros entre sí, en el seno de cada uno existen divergencias; es más, en vista del carácter único de cada vida, las biografías, autobiografías o memorias, divergen, entre otras cosas, por el énfasis dado a los hechos. La autobiografía, en ese caso, se asemeja a un álbum de fotografías cuidadosamente seleccionadas y puestas en orden.

Según Ángel Nogueira Dobarro, la autobiografía es destino, proyecto y producción de planes siempre novedosos, originales; queda en la marcha del tiempo. La autobiografía, anota el mismo autor, es un camino en el fluir leve de los momentos, de las gentes y las vidas que se cristalizan en la escritura y en el texto. La autobiografía es un tono arqueológico de un proceso vivo que persigue el destino de toda vida, la otredad que inventa la historia en la temporalidad rica de ser28. En cualquiera de los sentidos asignados a la autobiografía, el género objeto de este estudio siempre será una aproximación al autoconocimiento de una vida, no un conocimiento pleno, cabal y absoluto. En primer lugar, porque la ciencia y el conocimiento son un camino y no un punto de llegada y, en segunda instancia, por la compleja y siempre conflictiva relación entre el escritor de la vida y el poseedor de la misma. Tiene sentido la afirmación, según la cual, la autobiografía es un proyecto.

Pero además de un proyecto, la autobiografía es un pleito y una demanda por un desagravio, afirma Djelal Kadir. El móvil de la autobiografía es un obsesivo sentimiento de excepcionalidad. Cuando a tal excepcionalismo se le añade la exclusión, la marginalidad y un sentimiento de agravio, ya se tienen los elementos suficientes para la alquimia de la autobiografía29. La autobiografía no es una representación

28.

29. NOGUEIRA DOBARRO, Ángel. La autobiografía como literatura, arte y pensamiento. Teoría literaria y textos autobiográficos. En: Anthropos, Revista de documentación científica de la cultura, Número 125, Barcelona, (Oct 1991); p. 46. KADIR, Djelal. Proemio: personificaciones primarias/Colón autobiográfico. En: La situación autobiográfica, Juan Orbe (Compilador), Buenos Aires: Corregidor, 1995. p. 19.

sino una presencia oblicua. Este sentido etimológico del término, hace énfasis en un trasfondo de conflicto, el cual puede valorarse, tanto en el plano personal, como en el ámbito social. En cualquiera de las dos posibilidades, el conflicto es la desazón que no le permite tener sosiego al individuo, que lo empuja al insondable despeñadero de la autobiografía, género que, desde ese punto de vista, se constituye en la última instancia de apelación, en la opción final, en la alternativa postrera para que el autobiógrafo se pronuncie frente a un contexto que le señala, acusa e interpela, sin concluir nunca el juicio y, en consecuencia y de manera trágica, sin conocerse nunca un veredicto que lo condene o absuelva.

La autobiografía es un acto compensatorio por la marginalización, señala con acierto Djelal Kadir. En este sentido, la pérdida del dominio o una influencia precaria sobre las circunstancias de uno, siempre ha sido campo propicio para la autobiografía. Así, la autoinscripción sirve de recurso, de cierto grado de control en la ausencia de cualquier otra medida de seguridad30. La marginalización, en este caso, alude a la separación total o parcial de un individuo de las relaciones de poder, desde donde actuaba. Un sujeto al ser expulsado de las mismas o presionado para que las abandone, experimenta sensaciones de marginalización, las cuales intenta superar mediante la autobiografía, escenario donde no tiene más limitaciones que las que le impone su propio intelecto y su acervo axiológico. Desde luego la marginalización de vastos sectores sociales, eventualmente podría estimular la ejecución de autobiografías, individuales o colectivas en la perspectiva de generar conciencia a favor de su propia superación.

Un tanto coincidente con lo argumentado por Djelal Kadir, es la posición de Silvia Adela Kohan según la cual, la autobiografía es un término engañoso, presuntuoso y sugerente, que cuenta “lo ocurrido a un yo que lo narra”31. El carácter engañoso del término tiene distintas connotaciones, una de ellas está referida a que la convencional barrera entre objeto y sujeto se rompe y da lugar a una especie de amalgama,

30. 31. Ibíd., p. 22. KOHAN, Silvia Adela. De la autobiografía a la ficción. Barcelona: Grafein, 2000. p. 15.

las dos instancias fundidas originan un dispositivo por cuyo intermedio, en este caso, un sujeto promete narrar su propia vida e impertérrito tiene la osadía de asegurar que se trata de una construcción centrada en la “objetividad” y la “veracidad”. Otra arista engañosa del término, alude a su naturaleza excluyente, y lo es en dos escenarios: al estatuirse como la “verdad” de plano descalifica e invalida otras “verdades” sobre esa misma vida y, en su misma elaboración, la autobiografía excluye hechos, fuentes y comprensiones. Toda autobiografía es excluyente, usualmente en ambos campos.

La misma autora señala que la autobiografía es una narración construida sobre la modalidad temporal de la retrospección y que la función narradora recae sobre el propio protagonista: la persona que escribe habla de su propia vida y se mete en escena como personaje principal32. Si para Kohan la modalidad temporal de la autobiografía es la retrospección, consideramos pertinente cuestionar si ¿la reflexión sobre el momento presente y la prospección pueden acaso hacer parte del tiempo de la narración autobiográfica? Creemos que sí, pues en caso de que la autobiografía sea reducida a la retrospección, obtura la posibilidad de que el autobiógrafo, en el trance de la reconstrucción de su vida, incorpore su tiempo presente y se manifieste sobre el futuro o, expuesto en términos lineales, es como si en la línea de sucesión de causas, efectos y consecuencias, sólo diese razón de las primeras.

En este mismo horizonte de los sentidos etimológicos, Darío Villanueva afirma que básicamente la autobiografía es una narración autodiegética construida en su dimensión temporal sobre una de las modalidades de la anacronía, la analepsis o retrospección. La función narradora recae sobre el propio protagonista de la diéresis, que relata su existencia reconstruyéndola desde el presente de la enunciación hacia el pasado vivido33. Sin embargo, aclara que existen casos donde la función narradora no recae exactamente sobre el protagonista, sino que éste se

32. 33. Ibíd., p. 17. VILLANUEVA, Darío. Realidad y ficción: la paradoja de la autobiografía. En: José Romera et al (Editores), Escritura autobiográfica, Madrid: Visor, 1992. p. 19.

apoya en un “narrador” entregándole la información necesaria para el efecto, fijándole los derroteros por los cuales debe conducirse. Así, en casos donde la escritura, la lectura y en general el trabajo académico no son rasgos distintivos en un personaje, el “narrador” desplaza al sujeto de la autobiografía. Seguramente este tipo de situaciones son casos aislados, pero no por ello se deben desconocer.

Por su parte para Jorge Panesi la autobiografía suele ser un conato de justificación frente a tribunales más o menos imaginarios34. Se trata de un escenario en el cual, movido por “el peso de la conciencia”, el autobiógrafo hace los descargos respectivos imputados por su conciencia, por la sociedad o por ambos. Si bien es cierto tales descargos se asemejan a una confesión, como ya fue ésta caracterizada, los mismos se formulan, generalmente, con la ilusión de “limpiar” la “honra” y el “buen nombre” de un sujeto que, en virtud de sus acciones impactó el destino de pueblos, naciones o culturas. Lo anterior no significa que esos descargos se ajusten a la realidad, se trata de una versión, la versión de quien en razón de su poder, rango, rol y condición reprimió y asesinó en masa y difícilmente lo alcanzará la acción de la justicia. En estos casos el mesianismo contribuye a la imaginación de esos tribunales.

Habíamos observado ya los vasos comunicantes de la autobiografía con otras esferas de la praxis humana. Ahora es Northrop Frye (catalogado por Goodwin como un importante teórico literario sobre el asunto del género), quien encuentra que la autobiografía “se combina con la novela por una serie de gradaciones insensibles. La mayor parte de autobiografías son inspiradas por un creativo, y por tanto ficticio, impulso de seleccionar sólo aquellos acontecimientos y experiencias en la vida del escritor que van a aumentar un modelo integrado”35 . Pero la combinación no sólo estaría dada con la novela, pues la historia en cuanto trama y narración también se combina con la novela. La

34.

35. PANESI, Jorge. El precio de la autobiografía: Jacques Derrida, el circunciso. En: Orbis Tertius. Revista de teoría y práctica literaria. Año I, Número I, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, Argentina, (1996); p. 65. GOODWIN. Op. Cit., p. 20.

combinación de la autobiografía, según nuestro punto de vista, está dada con el conjunto de la praxis cognitiva del hombre, fragmentada o parcelada ésta en habitáculos llamados ciencias. Postulamos esta combinación un tanto dilatada, en vista de los inverosímiles recursos y estrategias a las que apela el autobiógrafo para la ejecución de su trabajo.

Sobre el mismo tópico, Philippe Lejeune llama la atención al afirmar que algunos escritores en el período moderno, han procurado desalojar la ficción de la autobiografía, como la forma de prosa dominante. Varias formas contemporáneas de escritura han procurado acortar, o en algunos casos, disolver cualquier frontera entre la autobiografía y la ficción. El género autobiográfico suscita discusiones clásicas como las relaciones entre la biografía y la autobiografía y las relaciones entre la novela y la autobiografía36. Pareciese como si asumieran en calidad de sinónimos novela y ficción. Nuestro criterio es que no toda novela es ficción y la ciencia, por más “dura” o “pura” que se le considere, no está exenta de ficción.

Intuimos que el horizonte comprensivo de lo indicado por los autores citados corresponde a ver la preponderancia de autobiografías en prosa y, en poesía, en menor medida. Seguramente la autobiografía en poesía no fenecerá, como la autobiografía en prosa, no por ello, estará libre de ficción. De todos modos, a los tres géneros cercanos (la biografía, las memorias y la autobiografía), les suelen resultar enemigos gratuitos y detractores procedentes de distintas latitudes. De éstos hay quienes vilipendian a la autobiografía con adjetivos como máscara, desfiguración, ficción, impostura, estafa, soborno y exorcismo, entre otros.

Sin embargo, los empleos en la autobiografía de recursos comúnmente asociados con la novela y la fusión de autobiografía con ficción por algunos escritores, hacen imposible dibujar distinciones categóricas entre los dos géneros, afirma con razón Goodwin, quien considera a Lejeune el teórico literario que mayor atención ha dedicado a este asunto. En efecto, para Lejeune, prosigue Goodwin, la característica

36. LEJEUNE. Op. Cit., p. 47.

que más distingue la autobiografía de la ficción es la forma de un pacto o el contrato entre una autobiografía y el lector, un pacto iniciado en la atribución de paternidad literaria sobre la portada de la autobiografía y hacia adelante por el libro37, precisa. El pacto autobiográfico como suele conocerse la propuesta de Lejeune, será tratado con mayor amplitud en el capítulo dos.

Mientras tanto, conviene conocer la posición de Noël M. Valis, quien le confiere un sugestivo sentido interpretativo al término “autobiografía”. Para este autor, el impulso autobiográfico se inicia como manera de fijar el carácter inestable y fugaz de la experiencia humana. Entendida como impulso, o sea una forma de energía que se opone al colapso entrópico del ser, la autobiografía en sí es una imposibilidad paradójica, cuya empresa se intenta definir en el acto mismo de vivirla. La autobiografía como texto representa el entierro del ser, asegura Valis, y además señala que la autobiografía es una especie de desfiguración o mutilación y constituye una revelación pública de la interioridad38. De la anterior acepción emanan distintos tipos de limitaciones del género: la primera, la de estar supeditada al halo, la cual deriva en una segunda, consistente en su naturaleza inconclusa y por tanto, su naturaleza será imprecisa y limitada.

Cercano a éste criterio, está el punto de vista de Sylvia Molloy cuando sostiene que la autobiografía es siempre una re-presentación, esto es, un contar de nuevo, ya que la “vida” a la cual supuestamente remite es, ya de por sí, una fabricación narrativa: la historia de mi vida no existe si no la cuento, puntualiza Molloy. Vida es siempre relato: relato que nos contamos a nosotros mismos, como sujetos, a través de la rememoración; o relato que nos cuentan o que leemos cuando se trata de vidas ajenas39 afirma la mencionada autora, para quien parece

37. 38.

39. GOODWIN. Op. Cit., p. 21. VALIS, Noël M. La autobiografía como insulto. En: Anthropos. Revista de documentación científica de la cultura, Número 125, Barcelona, (Oct 1991); p. 36. MOLLOY, Sylvia. El teatro de la lectura: cuerpo y libro en Victoria Ocampo. En: Autobiografía y escritura, Juan Orbe (Compilador), Buenos Aires: Corregidor, 1994. p. 13.

ser que una cosa es la autobiografía y otra distinta la vida que intenta narrar, cuestión cierta, pues la primera es una aproximación sobre la segunda. Esta posición la sitúa en similar perspectiva a la de Valis. Es más, la biografía y las memorias, en sentido estricto, también corresponden a aproximaciones.

Es preciso advertir que entre los autores tenidos en cuenta en este capítulo, las diferencias no son antagónicas. Tal es el caso de Carlos Bruck, al afirmar que la autobiografía es un cantar gestacional donde un escritor se pretende sujeto del escrito. En tanto que narrador se gestiona, destinándose así a un oficio quizás imposible y por lo menos improbable: construir el propio destino en un après-coup que pasa a relatar40. Naturalmente la narración queda sujeta, en primer lugar, a los éxitos o fracasos de la memoria y, en segunda instancia, al plan que el autobiógrafo diseña para el relato por medio del cual crea una vida paralela, intentando con ella dar forma a su propia vida, que llamará autobiografía. De ese modo, la autobiografía es lo que a un sujeto le permite a sí mismo mostrarse, lo que autoriza salir de su identidad y por lo que estaría, eventualmente, en condiciones de responder.

En similar dirección, Kart J, Weintraub afirma que partiendo de que la autobiografía propiamente dicha es una forma literaria en la que un yo rememora su vida. Es obvio que esta forma se encontrará condicionada por la concepción de “vida” que predomine en la misma41. Tal concepción de vida cambia incesantemente a la luz de las etapas evolutivas del sujeto, del contexto histórico y de los espacios que le sirven de escenario a su praxis. Lo anterior es fundamental reconocerlo, por cuanto determina los énfasis u omisiones en la construcción de la autobiografía. En ambos casos, el autor de su vida se esfuerza por dar a conocer completamente una fase de su vida o varias de ellas, así como de ocultar o matizar otra u otras.

40.

41. BRUCK, Carlos. El autor de sus días. En: Autobiografía y escritura, Juan Orbe (Compilador), Buenos Aires: Corregidor, 1994. p. 37. WEINTRAUB, Kart J. Autobiografía y conciencia histórica. En: La autobiografía y sus problemas teóricos, Ángel G. Loureiro (Coordinador), Suplementos Número 29, Monografías temáticas, Barcelona: Anthropos, 1991. p. 22.

Con fundamento en todo lo expuesto concordamos con James Olney, en el sentido de que no es posible establecer una definición prescriptiva de la autobiografía ni imponerle limitaciones42. Cada cultura, en las dimensiones de la larga y corta duración, formula sus valores, pensamiento y lenguaje a partir de los cuales se reconoce; los conceptos o enunciados no son la excepción. Por tal razón una definición, en este caso específico sobre la autobiografía, no puede pretender validez perenne y versátil, pues si así fuere, se convertiría en una traba para el mismo concepto que irrumpe una y otra vez con renovados bríos. Ello explica el llamado de Olney en el sentido de no limitar o absolutizar un concepto.

Es más, al margen de los alcances y las limitaciones de los anteriores sentidos etimológicos del término “autobiografía”, una definición dinámica de autobiografía es útil a la luz del hecho de que el género, como otras formas de expresión de la cultura, está sujeto a los cambios sociales e históricos. La autobiografía es un relato o registro sobre una vida, elaborado por la misma persona que encarnó esa vida. Cada cultura valora en grado diverso la autobiografía, para algunos es un ejercicio por medio del cual cada quien se acicala a sí mismo; para otros, corresponde a una estrategia conducente a poner en escena una vida que, por su singularidad, consideran los mismos, debe ser conocida por sus semejantes. Es clara la cercanía de la autobiografía con la historia.

En este sentido la autobiografía es, para la historia, una fuente, pero también es una forma de escribir historia. En el primer caso, el historiador tiene ante sí información que puede ser cierta, medianamente cierta o falsa. Como fuente, tal género puede suministrar información de primera mano y privilegiada, presentación acomodada de los hechos y apreciaciones cargadas de prejuicios, así como alucinantes y vacuas retóricas. En cualquiera de los casos, corresponde al historiador discernir la calidad de la información contenida en una autobiografía, el uso y la pertinencia de la misma. Es preciso conocer información crítica sobre

42. OLNEY, James. Algunas versiones de la memoria. Algunas versiones del bios: la ontología de la autobiografía. En: La autobiografía y sus problemas teóricos, Ángel G. Loureiro (Coordinador), Suplementos Número 29, Monografías temáticas, Barcelona: Anthropos, 1991. p. 34.

el autobiógrafo para que el historiador compare el alcance de sus apreciaciones y deduzca, en el maremágnum de las subjetividades, las probables aristas interpretativas sobre las polémicas que desatan algunos hechos.

Puede el historiador encontrar en la autobiografía información que, en ninguna otra parte hallaría. El autobiógrafo, por su misma condición, tiene información privilegiada y, en ese sentido, es una importante fuente para el historiador quien, en todo caso, no deberá olvidarse que, más que hechos, existen interpretaciones. Dado que el autobiógrafo posee una especie de monopolio sobre cierta información, corresponde al historiador intentar llegar a la misma por otras vías, comparar y sobre todo, siempre dudar de la veracidad. En una autobiografía encuentra el historiador las formas y los contenidos de los cambios de hechos, de las épocas y de las personas. En suma, la autobiografía es para el historiador una fuente, no la única fuente. Se trata de un insumo en el complejo proceso de investigación historiográfica y de recopilación de fuentes.

La autobiografía es una forma de escribir historia. El parentesco entre ambas no es tan lejano. Si la autobiografía es la manera como un sujeto entiende, explica y quiere que sea entendida su vida, la historia podría ser la manera como un sujeto entiende, explica y quiere que sea entendida la vida de pueblos, culturas y civilizaciones entre las cuales puede encontrarse él mismo. Tanto la autobiografía como la historia tienen lugar bajo dos condiciones esenciales: el tiempo y el espacio. La una y la otra tienen múltiples usos, bien para ennoblecer o para envilecer. Tal como lo puede ser la historia, la autobiografía es una ventana a través de la cual se pueden observar y conocer fenómenos que, a su vez, suelen contribuir a comprensiones universales del mundo a partir de colegir, comparar y deducir recurrencias o la especificidad de algunos hechos.

Suele ocurrir con alguna frecuencia que, como una forma se subsanar vacíos en la formación académica e intelectual, algunas personas con notables niveles de visibilidad (especialmente políticos) buscan no solo en la autobiografía, sino también en la biografía y en las memorias una manera “rápida” de complementar su formación humanística. Estas personas conocen la historia a partir de la autobiografía. Recurren a la lectura, en este caso, de autobiografías de cierto tipo de personajes

en cuyas narraciones pretenden encontrar respuestas a sus angustias existenciales, recetas mágicas, artilugios y expresiones repentistas para sortear su impredecible cotidianidad, memorizan algunas frases y ante incautos emiten la imagen de grandeza, la cual es aupada por sus legiones de áulicos e incondicionales.

En la autobiografía el sujeto es quien decide la forma y el contenido de la versión que sobre su vida se ofrece. Generalmente nadie más interviene, salvo para asuntos formales. El sujeto tiene en la autobiografía una posición hegemónica y dominante. Decide dónde inicia la narración de su propia vida y dónde termina; qué personajes intervienen, cuáles no y sus respectivos roles; los énfasis y los ocultamientos, los hechos por los cuales desea que se le conozca, los episodios a matizar y la proscripción de otros. La ordenación y el uso de las fuentes así como sus interpretaciones. La concepción del espacio y del tiempo. Las ilustraciones y el orden de las mismas. Cuándo, cómo y en qué circunstancias se publica la autobiografía. El autobiógrafo elige el rasero con el cual desea ser medido, precisa y circunscribe sus propios cánones de la verdad.

Es preciso incluso así, reconocer que las autobiografías han significado una contribución a la historia de la humanidad y también han sido consideradas como una historia de la conciencia humana. Para Wilhelm Dilthey “… la comprensión de la realidad total de una existencia individual en su medio histórico, representa un máximo de historiografía. La autobiografía expone el hecho histórico fundamental puramente, en su realidad”43. La autobiografía ha hecho contribuciones significativas a la historia social y al pensamiento político, ya que ella ofrece a individuos de otra manera excluidos de las esferas de representación política y publicación la oportunidad de dirigir el público de sus propias voces. En efecto, a través de la autobiografía nos es dado ampliar la universalidad de los conocimientos historiográficos. No se trata de un pugilato entre autobiografía e historia, sino de ubicar los puntos de complementariedad entre ambas instancias.

43. NEUMANN. Op. Cit., p. 133.

En esos términos, la autobiografía, especialmente en occidente y después de la segunda guerra mundial, adquirió una doble característica. Por un lado se “popularizó” o “democratizó” y, por otro, se convirtió en un dispositivo liberador. La autobiografía dejó de ser un asunto exclusivo de las personas famosas en virtud del poder, el dinero, la política, la ciencia o la cultura y cada día un mayor número de personas sin esas características apeló a la autobiografía para procurar ser vistos y conocidos creyéndose poseedoras de peculiares características que, en su lógica, debían ser ejemplo de algo, compartir un testimonio o por simple narcisismo. Personas no necesariamente famosas ni ligadas a alguna forma de poder se imaginaron ser dignas y merecedoras de una autobiografía a manera de registro o testimonio de su vida motivadas, en algunos casos, por episodios traumáticos como las guerras.

También desde esa época, a raíz de los cambios ocasionados en la vida pública y privada por la contienda bélica mundial, con mayor claridad y decisión, la autobiografía fue convertida en un dispositivo liberador. Las mujeres víctimas y sobrevivientes de los horrores del proceder alemán en el marco de la segunda guerra mundial, así como los niños y adultos, produjeron una copiosa producción autobiográfica que, al margen de la calidad de la misma, aparte de permitirle al mundo lector conocer especificidades de los acontecimientos, sirvió a sus autores como una real liberación de las traumáticas experiencias vividas. En esos términos, escribir y publicar una autobiografía significó denunciar lo ocurrido, reencontrarse consigo mismos, volver a nacer; y si bien ni olvidar ni perdonar en unos casos, si darle un nuevo sentido a sus vidas ya liberados. Es una escritura liberadora.

El género ha tenido importancia fundamental en los movimientos de mujeres y en formulaciones sobre la literatura de la mujer. Si el género ha funcionado en la historia occidental como una base para la diferenciación social y la determinación legal, las publicaciones de género, de identidad, experiencia y la representación en autobiografías de mujer son contrastadas con las publicaciones más grandes de cultura y política, afirma James Goodwin. La pregunta de género como un determinante de mí y el conocimiento, es también esencial en la autobiografía por hombres homosexuales y mujeres, la cual relaciona su progresión última

hacia el autoentendimiento y la autoaceptación. La autobiografía ha servido a la causa de liberación personal y social44, remarca el mismo autor. Una de las variables de esa liberación personal ha tenido lugar en el campo de la sexualidad. Concepciones y prácticas distintas a lo heterosexual, tras superar trabas impuestas por la homofobia, han logrado ser aceptadas y reconocidas legalmente.

De igual manera, en el curso de su historia, como un género, la autobiografía demostró servir para democratizar el mundo de cartas en una época de la cultura anglosajona. En la sociedad estadounidense, señala Goodwin, la autobiografía aseguró a afroamericanos y a las mujeres la concesión del derecho al voto antes de que fuera establecido en la ley. En la era de la guerra civil estadounidense, narrativas personales como las de Federico Douglass, Harriet Jacobs y otros esclavos sirvieron enormemente para movilizar la opinión del norte a favor de la abolición. En el siglo XX, en Estados Unidos, las condiciones sociales de las mujeres, de los pobres, de la clase trabajadora, de las minorías e indios, han atraído la atención en materia de autobiografías45, expresa Goodwin, lo cual sustenta nuestra afirmación de que la autobiografía es una importante fuente de información y ha permitido a ciertos sectores sociales ser una válvula de escape y provocar un efecto liberador.

Por lo expuesto, es evidente el vínculo de la autobiografía con la ideología46. La ideología tiene una real y notable incidencia en la autobiografía. Por ideología entendemos el conjunto de ideas propias de un grupo o una época, las ideas que caracterizan a una persona, grupo, época o movimiento; las representaciones coherentes en las que una clase social se reconoce y de las que se sirve en su lucha contra otra clase para imponer su dominio, por lo que la ideología dominante,

44. 45. 46. GOODWIN. Op. Cit., p. 22. Ibíd., p. 22. FERRATER MORA, José. Diccionario de filosofía, E-J, Tomo II, Barcelona: Ariel, 1999. p. 1748. Existe sobre este tema una nutrida bibliografía y, sin ser el único, Ferrater Mora sintetiza de manera ejemplar los principales enfoques existentes sobre la ideología, tarea de la cual nos exoneramos por no ser el propósito central de esta obra.

es la ideología de la clase dominante. La ideología es el conjunto de expresiones de la conciencia social, de las ideas políticas, jurídicas, científicas, filosóficas, religiosas, éticas y estéticas.

La ideología debe ser entendida, en un primer momento, como un conjunto o sistema de ideas determinadas por las relaciones sociales y políticas en la que el sujeto o conjunto de éstos esté inmerso; comprenden los sistemas de valores que son determinados por lo socialmente aceptado; y por lo anterior, proponen la búsqueda de acciones para mantener o alterar, justificar o descalificar un “orden de relaciones sociales”, dependiendo del resultado de la misma valoración.

Por ideología en esta obra ha de entenderse el fenómeno dialéctico; uno de los más complejos productos de la química del intelecto humano, por medio del cual un individuo observa, participa y asume posiciones en los más diversos tópicos de la vida. Entre ideología y autobiografía encontramos una fuerte e indisoluble relación. En sentido estricto, toda autobiografía es una posición ideológica. Desde la ideología, la autobiografía desenmascara y enmascara, exhibe y oculta, relativiza, pone en perspectiva y matiza de acuerdo a las conveniencias. La ideología es el reflector que le permite al autobiógrafo guiarse, no solo en el mundo de la cotidianidad, sino en la elaboración de la autobiografía propiamente dicha.

En ese orden de ideas, no hay autobiografía imparcial ni asexuada en materia ideológica. La imparcialidad, como ocurre en las Ciencias Humanas y Sociales, en el género autobiográfico no es posible. Por el contrario, toda autobiografía es un alegato ideológico, incluso aquellas en apariencia desligadas de la ideología como podrían ser las de científicos, religiosos y deportistas. Desde el mismo momento en que una persona decide emprender la escritura de su autobiografía, queda atrapada en sus percepciones ideológicas, las cuales difícilmente podrá evadir o eludir. La autobiografía transpira ideología por todos sus poros y se constituye, de contera, en un discurso ideológico dispuesto en precisas retóricas con funciones concretas.

En virtud de la anterior relación, la autobiografía permite conocer parte de la historia de las naciones. América Latina, contrario a lo que

suele darse por aceptado en ciertos círculos académicos, geopolíticos y culturales, no es homogénea ni en su geografía física y humana. Por el contrario, es un complejo mosaico en todos los sentidos, incluso, en cada país existen particularidades que impiden hacer generalizaciones. Cada día es más imprecisa la validez de una historia de América Latina (a menos que sea comparada), lo mismo que para cada país. La autobiografía entonces, emerge como una de las distintas posibilidades para conocer la historia de los países.

Es Josefina Ludmer quien puntualiza que “La historia de las transgresiones escritas en las autobiografías podría acercarnos a cierta historia de las culturas latinoamericanas. En síntesis: son las leyes, los yoes, y las ficciones de identidad y de transgresión, las que podrían situar la historicidad de las posiciones historiográficas”47. Usualmente las autobiografías son transgresiones, en el sentido de alterar un orden dado no sólo en quien las produce, sino en los contextos en los cuales tienen lugar. Afectan en modo diverso la cotidianidad tanto de lo local como la correlación de fuerzas en cada país.

A semejanza de un elixir, la autobiografía puede ser usada con fines medicinales por sus autores, con independencia de sus roles o importancia en el acontecer histórico de los pueblos. Así como la historia puede ser reescrita continuamente, lo propio ocurre con la autobiografía, máxime si, con arreglo a fines, está encaminada a actuar de bálsamo ante heridas proferidas por estructuras del poder económico, social o político. Un caso puntual es el relacionado con las autobiografías de quienes han sido víctimas de violaciones de sus derechos humanos.

Concomitante con lo expuesto, Ricardo Fernández Romero afirma que:

Para los exiliados la autobiografía se erige como un medio privilegiado de lidiar con su amarga experiencia. Probablemente sea el exilio el lugar por

47. LUDMER, Josefina. 1880: los sujetos del estado liberal. En: La situación autobiográfica, Juan Orbe (Compilador), Buenos Aires: Corregidor, 1995. p. 69.

excelencia para la autobiografía, pues el contenido del mismo no es sino la vivencia de un corte radical con el pasado, con los espacios geográficos, sociales, sentimentales, etc., que han nutrido la identidad hasta el momento previo a la catástrofe. La autobiografía surge entonces como el espejo que revierte no una copia, sino una creación nueva a la que se otorga el ilusionista poder de dilucidar a quien la convoca y saturar al mismo tiempo las divisiones internas a las que se enfrenta el exiliado. En todo caso, el resultado de una autobiografía, sea o no un exilado su autor, no es una radiografía en primera persona (o no del todo), sino una aspiración condicionada en muchas ocasiones por las carencias del presente, o de los diversos presentes desde los que se revisa o aumenta en sucesivas ediciones el caudal autobiográfico48 .

En Colombia, un país con predominancia conservadora y confesional, la autobiografía ha tenido poco desarrollo. Las autobiografías de algunos expresidentes están dedicadas a falsear lo que fueron sus vidas, en el sentido de mostrarse como estadistas o pensadores de la política cuando los hechos muestran que no lo fueron y que más bien (en casi todos los casos) se trató de trúhanes ebrios en soberbia y hábiles fantoches al servicio de pequeñas causas. Otro rubro de las autobiografías de esa misma nación son las que se derivan de personas del mundo de la mafia o con mentalidad mafiosa, a través de las cuales pretender exaltar sus “méritos”, sus “éxitos” y sus estilos de vida. Seguramente terminado el conflicto armado en este país, la autobiografía tendrá un mayor despliegue, especialmente si se le usa como forma de autosanación por las secuelas de la guerra.

Un rasgo esencial de las autobiografías en Colombia es su alto contenido confesional. Las estrategias discursivas así lo evidencian. El confesionalismo religioso adquiere distintas expresiones: una de ellas es el elevado número de días festivos con ocasión de efemérides religiosas; los nombres de hospitales, pueblos, barrios y veredas son muestra palmaria de este confesionalismo, asunto reforzado en instituciones educativas en todos los niveles (aun siendo públicas). La

48. FERNÁNDEZ ROMERO, Ricardo. La autobiografía y la escritura del deseo. En: Cuadernos hispanoamericanos, Número 656, Madrid, (Feb 2005); p. 34.

separación entre la Iglesia y el Estado es una ficción. Está tan acendrada la cuestión en las mentalidades colectivas de esta nacionalidad, que hasta miembros de los partidos políticos de izquierda (supuestamente de inspiración marxista) asisten y participan de los ritos religiosos. No en vano las izquierdas lo son de camándula e incienso.

Fijada la anterior posición, consideramos que las autobiografías de personas destacadas en el mundo de la política tienen un anverso y un reverso. En el primer caso (anverso) tales autobiografías se presentan como la explicación (no siempre pedida) de la vida de una persona en la que son evidentes los esfuerzos por mostrarse como el arquetipo de la vida privada y el modelo de ciudadano. En la justificación de su ideología procura articularla a su más temprana edad e intentar convencer de que cada uno de sus actos estuvo gatillado por sublimes y altruistas propósitos, huelga decir, de manera desinteresada. Es perceptible, de análoga manera, en ese tipo de autobiografías, una morbosa obsesión por sugerir que su vida, la del país y la de la ciudadanía se fundan y dan lugar a una sola identidad.

En el segundo caso (reverso), ese mismo tipo de autobiografías logran captar la atención tanto de quienes comulgan con similar canon ideológico, como de sus antagonistas. De manera figurada la autobiografía se convierte en una jugosa presa lanzada a la jaula de hambrientas fieras, en la que cada una desde sus trincheras ideológicas actúan en consecuencia: atacar y defender. Usualmente tiene lugar una mixtura entre lo emotivo, lo irracional, el culto a la personalidad y la tirria. El mercado editorial monta el escenario, pero lamentablemente el gran ausente suele ser el lector crítico, para lo cual se requiere formación, no siempre presente en la masa de lectores de autobiografías.

Un lector crítico podrá diseccionar e identificar lo ideológico de los demás componentes de la autobiografía, así como su esencia confesional o laica. De todos modos, sea confesional o laica, la autobiografía tiene como común denominador el ser una confesión. Un primer asunto a resolver es ante quién ocurre la confesión. Dos obras clásicas de autobiografía son las Confesiones, tanto de San Agustín como de Rousseau, las cuales han dado origen a numerosos estudios. Sobre el particular Walter Mignolo precisa lo siguiente:

Si ambas son en realidad confesiones, la de San Agustín ante Dios, la de Rousseau ante los hombres, el cambio del “confesor” sugiere también un cambio radical en la conceptualización del sí-mismo como individuo y como individualidad. En el siglo XVI concurren varios acontecimientos paralelos al auge de la autobiografía, como extensión de la educación, enseñanza de la lectura y de la escritura. También hay cambios en la concepción del individuo, en su relación con Dios y con la comunidad. La identidad personal es cada vez menos una cuestión de familia, de linajes, de secta o de religión y queda cada vez más a merced de variables que sólo el individuo o la persona puede negociar49 .

Es evidente que las revoluciones traen profundos cambios no sólo en las fuerzas productivas y en las relaciones sociales de producción. Las formas de entender el mundo y cómo actuar en él han sido objeto de sustanciales transformaciones. La autobiografía, en consecuencia, no fue un resultado del azar. Como construcción social e histórica ha reflejado lo que en cada época se ha entendido como tal. Por ello, en la Edad Media la autobiografía aunque no desaparece, ni es copioso su cultivo y discreto su desarrollo, pervive. Y lo hace en medio de las circunstancias objetivas y subjetivas predominantes, especialmente de las derivadas del tipo de relaciones establecidas entre el hombre y la naturaleza, entre aquél y Dios y por analogía, las relaciones de poder, los cánones predominantes en materia del conocimiento y la tecnología.

En la alta Edad Media emergieron en distintas partes de Europa los signos que presagiaban la crisis de tal formación socioeconómica, su ulterior colapso y al advenimiento de un nuevo orden con repercusiones directas sobre la autobiografía. Para el mismo Mignolo, “La autobiografía, en la modernidad, tuvo como paralelo el discurso filosófico y científico que ubicaron el conocimiento en la supresión de lo personal. El triunfo de la autobiografía es su desintegración y la infección que sus restos producen en otras formas de discursos; y principalmente la infección que produce la epistemología de los tres últimos siglos, que se ocupó de higienizar el conocer eliminando de él lo personal”50 .

49.

50. MIGNOLO, Walter. Escribir por mandato y para la emancipación (¿descolonización?): autobiografías de resistencia y resistencias a la autobiografía. En: La situación autobiográfica, Juan Orbe (Compilador), Buenos Aires: Corregidor, 1995. p. 175. Ibíd., p. 184.

En consecuencia, o toda escritura es autobiográfica, o la escritura es en la medida en que resiste la pulsión autobiográfica, o en la medida en que la autobiografía se resiste51, expresa Alberto Moreiras, planteamiento cercano al de Adolfo Prieto quien afirma “La historia de la autobiografía, es, en este aspecto, una de las fuentes de información más valiosas: en primer lugar e indirectamente podemos observar de qué naturaleza eran en el pasado las actitudes introspectivas de los hombres, de qué modo y para qué fines se observaban a sí mismos; además, podemos ver cómo las distintas situaciones sociales e históricas han favorecido distintas formas de personalidad, y cómo esas distintas formas de actitudes introspectivas desempeñan inconscientemente ciertas funciones sociales”52 .

El anterior panorama de los sentidos etimológicos del término “autobiografía”, permite sintetizar diversas situaciones. Las distintas acepciones de la palabra en referencia reflejan, además de una rica polisemia, la naturaleza multidisciplinaria, reconocida o no, con que ha sido abordada. De ese modo, la autobiografía no es patrimonio ni monopolio de un área del conocimiento en particular, aunque especialmente las Ciencias Humanas y Sociales han contribuido a esculpir su fisonomía. La autobiografía, desde cualquiera de las asunciones expuestas, se afianza en la mismidad del sujeto narrador y narrado dando lugar a una especie de hermafroditismo, capaz de ofrecer un dispositivo por cuyo intermedio una vida es expuesta. El universo etimológico sobre la autobiografía contribuye a desbrozar un campo expedito para la reflexión teórica, la cual tendrá mayores posibilidades conociendo la trayectoria del fenómeno autobiográfico, cuestión que se aborda a continuación.

51.

52. MOREIRAS, Alberto. La traza teórica en Piglia y Mercado. En: La situación autobiográfica, Juan Orbe (Compilador), Buenos Aires: Corregidor, 1995. p. 221. PRIETO, Adolfo. La literatura autobiográfica argentina. Buenos Aires: Eudeba, 2003. p. 13.

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