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Sentidos etimológicos del término “autobiografía1

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Prólogo

Prólogo

1. Sentidos etimológicos del término “autobiografía”

“La esencia de la verdad es la verdad de la esencia”. Martin Heidegger.

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Múltiples son los horizontes en esta materia. El sentido etimológico que Georges Gusdorf le otorga a la palabra auto-bio-grafía, de raíces griegas, está dotado de tres elementos. Para dicho autor, Autos es la identidad, el yo consciente de sí mismo y el principio de una existencia autónoma; Bios afirma la continuidad vital de esa identidad, su despliegue histórico. Entre el Autos y el Bios el diálogo surge, como es lógico, entre el Uno y la Multiplicidad. El Graphos, por último, introduce el medio técnico que es el propio de las “escrituras del yo”1. Se trata pues, de la vida de una persona narrada o escrita por sí misma, situación bastante compleja, riesgosa y no exenta de sospechas e incertidumbres. En esta trayectoria, se afirma, percibiríamos el paso del bios al autos para llegar finalmente a la graphe. Por su parte Francisco Rodríguez le atribuye a James Olney afirmar que la historia de la autobiografía se puede dividir en tres grandes etapas,

1. LEDESMA PEDRAZ, Manuela. Cuestiones preliminares sobre el género autobiográfico y presentación. En: Manuela Ledesma Pedraz (Editora), Escritura autobiográfica y géneros literarios, Jaén: Universidad de Jaén, 1999. p. 12.

atendiendo a la relación sujeto-objeto, de la correspondencia entre un sujeto de escritura que se construye a sí mismo; la historia, el héroe u objeto y el lugar de las mediaciones, o sea, el lenguaje. La primera de ellas da cuenta del “Bios”, en donde se manifiesta la relación texto-historia; la segunda, etapa del “Autos”, interpreta la relación texto-sujeto; y la última, la etapa del “Grafé” alude a las relaciones texto-sujeto-lenguaje2 . Olney ha señalado que el estudio de la autobiografía se desarrolla históricamente en tres etapas que corresponden básicamente a los tres órdenes que comprende la palabra autobiografía: el autos, el bios y la grafé3 .

Aclara Fernando Durán López que el primer interés se habría centrado en la vida de los autores, es decir, en el valor documental de sus textos y en la veracidad de los datos contenidos en la escritura. Luego habría llegado la hora del autos, del yo, y lo que más atraía era la forma que los sujetos tenían de expresarse, de representar su subjetividad empleando esta vía literaria; por tanto, lo prioritario era descubrir en el texto la ideología de la identidad que estaba tras él. La tercera etapa, graphe, en la que se supone que nos hallamos, contempla la autobiografía sólo o prioritariamente como escritura, esto es, como procedimiento literario de invención –más que de representación- de un universo discursivo, procedimiento tan inmerso en los vericuetos de la retórica, la ficción y la narratividad como cualquier otro género y, particularmente, como la novela4, enfatiza el mismo autor.

En esos términos, Bios, desde la perspectiva del autor en referencia, como segundo elemento del sentido etimológico de la palabra autobiografía, tiene, según nuestro criterio, diversas connotaciones. Los valores y la formación filosófica, ideológica y religiosa de un sujeto,

2.

3.

4. RODRÍGUEZ, Francisco. El género autobiográfico y la construcción del sujeto autorreferencial. En: Revista de filología y lingüística de la Universidad de Costa Rica, Número 2, Volumen XXVI, San José, (Jul-Dic de 2000); p. 11. LOUREIRO, Ángel G. Problemas teóricos de la autobiografía. En: La autobiografía y sus problemas teóricos, Ángel G. Loureiro (Coordinador), Suplementos Número 29, Monografías temáticas, Barcelona: Anthropos, 1991. p. 3. DURÁN LÓPEZ, Fernando. Vidas de sabios. El nacimiento de la autobiografía moderna en España (17331848). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto de la Lengua Española, 2005. p. 43.

inciden fuertemente en la concepción que sobre la vida adopte. Es decir, la vida puede ser explicada desde el gnosticismo, el idealismo y el materialismo o desde una no siempre coherente urdimbre de las tres posiciones. No son pocas las autobiografías en las cuales sus autores asumen posiciones mesiánicas, sus vidas y sus actos son presentados como el cumplimiento de un designio divino y, a partir de ese mismo carácter, se eximen de toda culpa, responsabilidad o remordimiento aún habiendo causado dolor y muerte, en algunos casos.

Agrega además, que la identidad, como la entiende Gusdorf, supone la conciencia de sí por parte del individuo y se erige sobre el reconocimiento de la particularidad de cada individuo en tanto objeto y sujeto de la historia. La identidad desde esa misma dimensión implica, de análoga manera, una especie de conciencia de sí y para sí. La conciencia de sí mismo y el reconocimiento de una existencia autónoma reflejan, de algún modo, ciertos niveles de secularización, en tanto confianza en las facultades y alejamiento de las explicaciones religiosas sobre el origen de la vida, sin romper necesaria y radicalmente con ellas. Poseer identidad es no considerarse uno más dentro de la masa política, religiosa, social o económica; sino poseedor de rasgos y roles únicos, o poco comunes. La identidad es, pues, reitera Durán López, uno de los componentes insustituibles de la vida, cuyo portador la convierte en objeto de estudio y escritura.

Por lo anterior, a partir de la identidad, los autobiógrafos suelen verse tentados a explicar sus vidas, como un despliegue histórico que se remonta a varias generaciones atrás, con la intención de encontrar las raíces que les permitan explicar y justificar sus acciones, así como asignarle mayor espectacularidad a sus vidas que, entre otras cosas, no alcanza a ser escrita totalmente. Este vacío del tiempo histórico en ocasiones se intenta copar con proyecciones o consecuencias de lo actuado. Por ejemplo, algunas autobiografías de militares narran cómo, supuestamente en la niñez, sus autores se entretenían en juegos de táctica y estrategia, se embelesaban ante el paso de desfiles militares o se les crispaba la piel al escuchar himnos marciales, así sus incursiones en la vida castrense haya sido el resultado del azar o de la incompetencia para dedicarse a otras actividades no quedándoles

más alternativa que la vida de las armas o como una forma de huir de la pobreza galopante de sus familias.

Así, independientemente de la connotación que se le otorgue a la vida por parte de un autobiógrafo, debe hacerse claridad que la vida, tal como es presentada y escrita, no es ni fue la vida en la realidad, sino cómo interesa, en este caso a su autor, ser presentada y conocida, la manera como idealiza su vida, el modo en que quiere ser visto y valorado por sus semejantes. Abundan los argumentos para impugnar la no correspondencia entre la vida narrada y la vida real; basta esgrimir los de la condición falible de la memoria, la relatividad de los hechos y sus significados y la existencia de múltiples hermenéuticas tanto de los procesos como de los conceptos y categorías con los cuales se abordan. Se trata, más bien, de una comprensión de una vida, en este caso por su dueño, simplemente eso, una comprensión, no la comprensión.

En ese mismo horizonte, para Gusdorf, del diálogo establecido entre el Autos (la identidad) y el Bios (lo vital) surge la Grafía (el modo de escribir o representar), en este caso del “yo” pensante y consciente. Naturalmente, no se trata de un solo yo sino de varios. El autobiógrafo crea tantos “yoes” como estime necesario, si requiere un yo comprensivo, generoso y paciente, lo configura, así como cuando el momento le exija crear otros “yoes” con rasgos distintos, lo hará y, aunque aparezcan contradictorios diversos “yoes”, el autobiógrafo toma las precauciones del caso para no apartarse de un yo total y uniforme enfrentado a distintas circunstancias en tiempos y espacios, a partir de los cuales justifica la existencia de esos múltiples “yoes”. Eso explica, en parte, por qué mientras para un autobiógrafo su obra es coherente en el todo y sus componentes, para los lectores puede ser un compendio de incoherencias y contradicciones. Así, pues, en una autobiografía no se está ante un solo yo sino ante múltiples “yoes”, según cada etapa de la vida y sus roles.

No obstante la precisa disección etimológica que Gusdorf hace de la palabra autobiografía, a la misma se le ha dado otros sentidos no menos específicos, los cuales ameritan una aproximación. La palabra “autobiografía” es relativamente reciente. Según Bernd Neumann, a

finales del siglo XVIII aparece primero en alemán, luego en inglés y pronto desplaza la expresión “memorias”, tomada del francés5. Pero Philippe Lejeune, difiere de lo expuesto por dicho autor y afirma que la palabra “autobiografía” vino de Inglaterra a principios del siglo XIX, y que se utilizó en dos sentidos parecidos, pero en cualquier caso, diferentes. El primer sentido fue el que propuso en 1866 el lexicógrafo francés Pierre Larousse (1817-1875), al definir escuetamente la autobiografía como la “Vida de un individuo escrita por él mismo”. Definición que sin cambios sustanciales se continúa utilizando en la mayoría de diccionarios no especializados. Larousse opone la autobiografía, que es una especie de confesión, a las memorias, que cuentan hechos que pueden ser ajenos al narrador.

En un segundo sentido, autobiografía puede designar cualquier texto donde el autor parece expresar su vida o sus sentimientos, cualquiera que sea la forma del texto y el contrato propuesto por él. En este mismo sentido, Vapereau, en 1876, afirma Lejeune, definió la autobiografía como una obra literaria, novela, poema, tratado filosófico, etc., cuyo autor tuvo la intención, secreta o confesada, de contar su vida, exponer sus ideas o expresar sus sentimientos. La autobiografía abre, de este modo, un amplio camino a la fantasía, y quien la escribe en absoluto está obligado a ser exacto en los hechos, como en las memorias, o para ser totalmente sincero, como en las confesiones6 .

De lo anterior se colige que las definiciones de Larousse y Vapereau si bien es cierto no son excluyentes, difieren considerablemente. De la primera se infiere que por vida se entiende el conjunto de la praxis humana, mientras la segunda abre la posibilidad de segmentar la vida de los sentimientos, como si éstos no fueran parte de aquella. Larousse no fija las pautas por medio de las cuales se puede expresar una autobiografía, de lo cual se deduce que cualquiera es válida, Vapereau por su parte, paradójicamente, al mencionar géneros literarios para ampliar los espacios en los cuales tendría cabida la autobiografía, los

5. 6. NEUMANN, Bernd. La identidad personal: autonomía y sumisión. Buenos Aires: Sur. p. 15. LEJEUNE, Philippe. El pacto autobiográfico y otros escritos. Madrid: Megazul-Endymion, 1994. p. 129.

reduce: ¿un verso, una pintura o una canción acaso no pueden contener una autobiografía? Aparte de lo anterior, valida la autobiografía como un género en el cual se echa a volar la imaginación y donde la fantasía tendría su mayor despliegue; los hechos, en este caso, no serían de mayor relevancia al momento de producir una autobiografía, como tampoco la veracidad de los mismos y la sinceridad.

Concomitante con lo expuesto, cuando Lejeune define la autobiografía como un relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su personalidad7 parece coincidir con Vapereau en el sentido de reducir el ámbito de acción de la autobiografía. Lejeune, a través de su definición, pone en juego elementos pertenecientes a cuatro categorías diferentes:

1. 2. 3.

4. La forma del lenguaje (narración, prosa). El tema tratado: vida individual, historia de una personalidad. La situación del autor: identidad del autor (cuyo nombre reenvía a una persona real) y del narrador. La posición del narrador (identidad del narrador y del personaje principal, perspectiva retrospectiva de la narración).

Desde luego la prosa no podría ser el único medio en el que se sitúa una autobiografía; tal vez sea el más común en el contexto del lenguaje. La autobiografía también puede estar narrada en la radio, televisión, prensa, Internet, la música, el cine y, como ya se indicó, en la poesía, en versos, pinturas o canciones. Otra limitación de la anterior definición, consiste en considerar la vida individual, estrictamente, como el único tema de la autobiografía. Los seres humanos, por más excepcionales que hayan sido o se les considere, no se han hecho ni se hacen solos, fueron y son el resultado de particulares condiciones familiares y de contextos concretos. Si bien es cierto la vida individual intenta ser el eje en torno

7. LEJEUNE, Philippe. El pacto autobiográfico. En: La autobiografía y sus problemas teóricos, Ángel G. Loureiro (Coordinador), Suplementos Número 29, Monografías temáticas, Barcelona: Anthropos, 1991. p. 48.

al cual giran las autobiografías, las mismas, en distintas proporciones, terminan dando cuenta de la vida del círculo familiar más cercano o de una parte de sus miembros.

En ese mismo sentido, es preciso señalar que la identidad entre el autor y el narrador, entre el objeto y el sujeto, deviene en uno de los problemas más críticos de la definición propuesta por Lejeune, ya que en este caso el autor fija, con arreglo a fines, la reglas de juego con las que de antemano tiene la certeza de tener éxito. El autor es juez y parte, con cualquier cara de la moneda gana; el autor monitorea las acciones del narrador. Éste se encuentra al servicio del autor, quien actúa a partir de un libreto elaborado por él mismo. La cuarta categoría del sentido etimológico antes visto, cierra el corolario de limitaciones del concepto de autobiografía, ya que obliga al narrador a actuar desde la retrospectiva. Si así lo hiciere el narrador, toda autobiografía sería inconclusa.

Por tanto, el narrador no puede anclarse exclusivamente en la retrospectiva, la autobiografía que produce también da cuenta de lo que en un momento dado se considere actual. Es más, ¿por qué el autobiógrafo no puede producir una autobiografía contrafactual?, es decir, hacer prospectiva. Existen cantantes y actores que producen canciones y películas para ser publicadas y exhibidas después de su muerte. Esa es una situación que deberá sortear el autobiógrafo, es decir, cómo elaborar su autobiografía, aparentemente, si aún después de muerto, continúa haciendo aporte, en este caso, a la música o al cine.

En todo caso, lo que para unos puede ser limitaciones, para Lejeune son las condiciones básicas de una autobiografía. Este autor se reafirma en sus posiciones cuando señala que una autobiografía es toda obra que cumple a la vez con las condiciones indicadas en cada una de esas categorías. Es más, sentencia que los géneros vecinos a éste no cumplen todas esas condiciones como las memorias, la biografía, la novela personal, el poema autobiográfico, el diario íntimo, el autorretrato y el ensayo8. En ese intento de purificación del sentido etimológico,

8. Ibíd., p. 48.

termina dicho autor obturando posibles canales de comunicación con géneros indicados por él, a partir de los cuales la autobiografía saldría fortalecida, pues la biografía, la autobiografía y las memorias, aunque géneros distintos, en algunos casos sus límites son inciertos.

Situados en una perspectiva más amplia, Robin Lefere considera que constituye una autobiografía el escrito en el que la vida del mismo autor, o más bien del hombre de quien nace el autor, es –explícita o implícitamente-, o resulta ser proliferación de materiales autobiográficos, el tema principal9. Este sentido etimológico del término en cuestión no reduce el tema de la autobiografía exclusivamente a la vida del autor, la considera el principal, más no el único; deja abierta la posibilidad, como ya se indicó, de hacer alusión a otras vidas, naturalmente de manera marginal, a efectos de generar una comprensión más amplia de la vida objeto de la autobiografía. La amplitud del mismo punto de vista, también está dada por la no restricción a un tipo específico de escrito.

En esta tónica de la ampliación de los sentidos etimológicos, para Olney la autobiografía es una modalidad de escritura que puede ser infinitamente variada. Es muy posible, escribe, que no exista una forma de poner coto a la autobiografía en tanto género literario, con su forma, terminología y observancia propias10. De algún modo, este autor se sitúa en el extremo opuesto al de Lejeune, en el sentido de que no le fija restricción alguna al género autobiográfico, lo cual tampoco facilitaría una caracterización del mismo. Es decir, si a la autobiografía se le limita y condiciona al exceso, como parece ser la tentativa de Lejeune, o si no se le pone límite alguno como propone Olney, en el primer caso se le reduce y en el segundo se le dilata sin consideración alguna. Bajo tales condiciones se requiere una posición crítica, que conduzca a una acepción equilibrada del concepto de autobiografía.

Un punto de vista distinto es el de Bernd Neumann, quien define la autobiografía mediante una distinción entre ella y la memoria;

9.

10. LEFERE, Robin. Naturaleza y sentidos de la autobiografía: la escritura de Claude Simón. En: José Romera et al (Editores), Escritura autobiográfica, Madrid: Visor, 1992. p. 267. JAY, Paul. El ser y el texto. Madrid: Magazul, 1993. p. 19.

a la vez plantea un límite preciso entre ambos géneros, a los que considera hijos de la “biografía”. Al respecto, el autor se expresa en los siguientes términos: “Si las memorias describen los acontecimientos de un individuo como portador de un rol social, la biografía narra la vida de un hombre no socializado, la historia de su devenir y de su formación, de su crecimiento en la sociedad. Las memorias comienzan prácticamente tan solo con el logro de la identidad, con la aceptación del rol social, y la autobiografía termina allí”11 .

El hecho de que Neumann reconozca el “parentesco” entre los géneros biografía, memorias y autobiografía valida nuestra perspectiva, según la cual, los límites entre los tres son imprecisos, pues coinciden en que el objeto de estudio es el individuo y no la sociedad. Debe aclararse que algunas memorias pueden ser colectivas, como aquellas producidas por grupos sociales homogéneos o con algunas características similares. Suelen presentarse casos donde una obra tiene rasgos, tanto de autobiografía como de memorias, es más, se ha llegado en ciertas situaciones a hablar indistintamente de lo uno y de lo otro como si fuesen sinónimos. Definir hasta dónde va lo uno y dónde empieza lo otro, corresponde al ejercicio de la casuística, pues le resultará complejo al autobiógrafo no salpicar su trabajo con asuntos típicos de las memorias y a la inversa.

Pero es el propio Neumann quien formula una sugestiva propuesta para dicha distinción. Para este autor, la tipología genérica, distinción autobiografía/memoria, está planteada por la incorporación del individuo en los procesos económico-productivos del sistema capitalista. Es autobiografía, afirma él, cuando el texto relata el periodo de la infancia, la adolescencia o la vejez, en el sentido de que son acontecimientos privados, propios del sujeto, de su vida íntima. Por su parte las memorias, prosigue, son el relato del periodo productivo de la persona, es decir, cuando desempeña un cargo reconocido socialmente. Tal posición es discutible desde todo punto de vista y aquí planteamos,

11. NEUMANN. Op. Cit., p.15.

por ahora, solamente dos inquietudes: ¿la autobiografía es un género que nace con el capitalismo y se circunscribe al mismo y en sus inicios a un área geográfica específica? y ¿no es posible la autobiografía en otras formaciones sociales y económicas, donde el individuo está subsumido en la religiosidad o donde sólo es perceptible en cuanto a la masa?

En esa dirección, el mismo Neumann señala algunas aclaraciones preliminares. Desde su perspectiva, la autobiografía constituye un fenómeno puramente europeo, cuyo inicio lo representa San Agustín (354-430), con su obra Confesiones. No obstante, aclara, en tanto género se establece en el Renacimiento, específicamente en las ciudades italianas donde crecieron las primeras grandes autobiografías. La forma económica del capitalismo creó la base para una conciencia de la individualidad. El inicio de la autobiografía está emparentado, según ese orden de ideas, con el origen y desarrollo de la mentalidad burguesa, puesto que en ella se manifiesta el valor que la burguesía tiene del individuo en tanto motor de la actividad económica y cultural.

Este mismo planteamiento es compartido por Karl J. Weintraub12 y, en general, por quienes se han ocupado de la autobiografía como género. El hombre de mentalidad liberal y burguesa de éxito económico, sensible a la ciencia, de espíritu aventurero en materia de exploraciones, de movilidad de capitales y de especulaciones financieras, se asombró ante sí mismo, se consideró único o poco común e interpretó necesario dejar un registro de su propia vida, en este caso, escribiéndola él mismo. Desde luego, la autobiografía al hacer irrupción en este ambiente, contó con una serie de factores a favor como la imprenta, la ampliación de la masa lectora en virtud de la alfabetización, el incremento de las publicaciones, el mejoramiento de las comunicaciones y los efectos directos y colaterales de la desacralización del mundo, de la separación entre la iglesia y el Estado, así como del advenimiento de la laicidad.

12. RODRÍGUEZ, Francisco. El género autobiográfico y la construcción del sujeto autorreferencial. En: Revista de filología y lingüística de la Universidad de Costa Rica, Número 2, Volumen XXVI, San José, (Jul-Dic de 2000); p. 11.

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