InterésSENSITIVO terísticas más sobresalientes de este animal: era noble. Esta cualidad se ha ido convirtiendo en el punto de más alta explotación de la condición del perro. Hoy día, el perro, gracias a su nobleza, hace casi cualquier cosa que a un humano se le ocurra; buena o mala. Historias de perros que por sus amos hacen lo que sea está llena la bibliografía animal. Por citar dos o tres casos cabe recordar a Leoncico, el legendario perro de Vasco Núñez de Balboa, era de raza Alano español de tamaño medio no más de 40 kilos de peso, inquieto como todo perro de caza, pero lejos de lo que pueda parecer era un perro tranquilo, noble, fiel a su dueño, valiente y seguro. Pues bien, Leoncico aprendió a hacer lo que su amo hacía en esa época de la conquista de América: matar indígenas. Son célebres los relatos de los escribas de entonces que daban cuenta de la ferocidad con que Leoncico atacaba a los indígenas, llegando a tener una reputación entre los aborígenes tanto que ellos preferían no atacar a los españoles cuando se encontraban con Leoncico, el solo perro era más que 20 españoles armados. Si bien Leoncico mataba como fiera no lo hacía por gusto sino por amor a su amo. Paradójicamente Leoncico murió en un acto de amor. A veces, Vasco Núñez de Balboa, quien antes de patán asesino era un diplomático que buscaba amistad entre los indígenas. Gracias a esto Panquiaco, un cacique de la región de Panamá, además de darle su hija llamada Mincha como esposa le indicó el camino para que conquistara el Mar del Sur, el segundo mayor descubrimiento después del realizado por Cristóbal Colón con el Nuevo Mundo. Entonces, a veces, Balboa salía a conquistar nuevos territorios y tenía que dejar a su enamorada en la aldea donde residían. Receloso que era de sus compañeros europeos, que en su mayoría sí eran salvajes y asesinos no como los indígenas que eran los pacíficos y amistosos, entonces Balboa no tenía otra opción que dejar a Leoncico cuidando a la hermosa nativa que tenía por esposa y que era su más preciado amor. Una tarde estaba Leoncico cuidando a Mincha cuando un salvaje español envenenó al preciado perro para así poder abusar de la bella nativa. Cuentan los escribas de entonces que Leoncico retorciéndose del dolor que le causaba el veneno y de la inminente muerte que se le abalanzaba alcanzó a propiciar sendos mordiscos al
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El poder del afecto se puede medir casi que científicamente con el actuar de los perros y su profunda relación con sus amos.
violador y asesino hasta quedar tendido a los pies de Mincha en su último esfuerzo por cumplir con lo que le había encomendado su amo. Otro ejemplo un poco más reciente es el del perro de raza San Bernardo llamado Barry, sin lu-