El gato de schrodinger robert anton wilson (1)

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Otras voces se sumaron al grito: “¡El rey! ¡El rey!”. Eva Gebloomenkraft, sin duda la mujer más bonita de la multitud, había estado escuchando todo esto para su propio entretenimiento privado, pero ahora empezaba a abrir su bolso, un poco sigilosamente tal vez, pero no con el suficiente sigilo al parecer, porque otra mano se atenazó a la de ella. “Rumpole, Departamento de Investigación Criminal, Scotland Yard,” dijo una voz, mientras mostraba brevemente una placa. “Temo que tendrá que acompañarme, señorita”. El Arzobispo de Canterbury había compartido sus sospechas sobre la Sra. Gebloomenkraft con Scotland Yard, y habían estado pendientes de ella durante todo el día de la coronación. Pero una vez en la sala de interrogatorios en Bow Street, no hallaron ningún Rehnquist en su bolso. “Lo vendí,” dijo ella después de una hora de interrogatorio. Y, ante sus expresiones desconcertadas, agregó, “se estaba volviendo algo aburrido. La broma estaba perdiendo la gracia. Necesitaba algo excitante”. “¿Por eso lo haces, entonces?” Preguntó el inspector Rumpole. “¿Por la emoción?”. Eva alzó los ojos cansados. “Cuando tienes tanto dinero que literalmente puedes contratar a quien sea para hacer literalmente cualquier cosa, la vida empieza a ser tediosa”, dijo. “Se requiere algo de imaginación, entonces, para devolverle sabor a la existencia”. Y todo lo que tenía en su bolso era un globo autoinflable, que, cuando la tapa era aplastada, se expandía hasta ser una esfera de casi seis metros de diámetro con un lema enorme en colores psicodélicos: EN GENERAL HAY OLOR A CEBOLLA FRITA El siguiente registro del Rehnquist itinerante decía que estaba en posesión de la señora Sybiline Greystoke, quien lo compró directamente a la Sra. Gebloomenkraft o lo adquirió mediante un intermediario. Lady Sybiline era excéntrica, incluso para la nobleza británica. Era tan de extrema derecha, políticamente, que consideraba la Carta Magna como algo peligrosamente radical. Era tan beata, que se refería a Carlos I como “San Carlos Mártir”. Cazaba leones en África, y era muy buena tiradora. También era, en secreto, Presidente de la Sociedad Sappho, el grupo de lesbianas aristocráticas que secretamente había gobernado Inglaterra detrás de escena, desde su fundadora, Isabel I. Lady Sybiline y su buena e íntima amiga Lady Rose Potting-Shedde, evidentemente se divertían tanto entre ellas con el Rehnquist, que incluso lo llevaron cuando se embarcaron, ese verano, para la temporada anual de caza de leones en Kenia. 317


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