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YA NO ESCUCHO

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LA BRECHA

LA BRECHA

Ya no escucho el paso del viento, se han borrado las huellas de avestruces y los pájaros que anunciaban afables sucesos bebieron las palabras y se marcharon tras los cauces abundantes. Hacia el camino contrario fuimos nosotros, descalzos sobre cristales rotos. Nuestros hijos caían de nuestros brazos sin poder recogerlos.

Nuestra sangre ha llenado los cauces ausentes y, desde aquel otoño, ya no escucho el paso de las caravanas ni las voces de los guerreros ni el canto de las mujeres.

Las semillas del Sáhara se han bifurcado bajo este cielo prestado.

Los Caminos Del Sur

No olvides decir los nombres de Dios si vas por los caminos del sur. En las llanuras de Tiris el polvo está de fiesta, desde el Valle de la Tristeza hasta el Corazón de los Escorpiones.

Cuando la luna se abriga, la anciana noche se asila en la silueta de una hoguera. Una nave de ardiente ceniza, embriagada de ansiedad, toma tierra en la badía.

Entre los pasajeros está Ella desnuda, con su pelo negro, liso, que al muslo le llega.

Anda esposada con vendas y henna sobre las piedras sin edad y las regiones sin lagos. Entre abrazos y promesas, entre besos y tempestad hay olor a contrabando.

No olvides decir los nombres de Dios, si vas por los caminos del sur.

Alguien

Alguien irrumpió en esta tierra para cazar falenas, para destruir la semilla de los nidos en peregrinación.

Alguien irrumpió en esta tierra y castró la vena de la raíz rugosa y mutiló los hijos de la bendecida lluvia.

(Al amanecer, las cigüeñas atravesaron el horizonte con las alas vacías.)

Alguien irrumpió en esta tierra y ordenó al pelotón acribillar los cuernos del antílope, y asfixió las descuartizadas almas en el incienso de la inexorable pólvora.

Alguien irrumpió en esta tierra, y aún tiembla el árbol, y siguen cayendo anónimas hojas, para enjugar las lágrimas de la genealogía.

Missing

(más de 45 años en Um Draiga)

A Abidín Buzeid y otros

Pronunció con sus hijos los versos de una última oración.

Y un amanecer de escarlata trajo un enjambre de atroces abejas oscuras, cargadas de napalm y fósforo blanco.

Y en Um Draiga llegó el aviso, para escampar la amenaza, para huir de los pájaros invisibles que defecan mortales racimos sobre nómadas que no buscan –precisamente–el rastro de la lluvia.

¿Quién sigue las huellas de los pasos que no dio?

¿Quién ha talado el interrogante que alojaba la anhelada novedad?

De la esperada noticia que nunca muere a las veinticuatro horas.

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