Tiempo, Beat & Groove. Conversación con Daniel Navarrera (Daro), baterista de Santo Machango

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TIEMPO BEAT & GROOVE


CONVERSACIONES EN EL TRAPECIO

http://trapezidetana.wordpress.com/


DANIEL NAVARRERA (Daro)

Meritxell Escuert Mas ©

baterista de SANTO MACHANGO


“La batería es un instrumento impresionante. Es una sola voz. Solo hay una mente que está manejando y al mando de todos los instrumentos, y eso es lo que me encanta.” Daniel Navarrera (Daro)


TIEMPO BEAT & GROOVE de Daniel Navarrera Por Tana Sanz


Tiempo, Beat & Groove

Para empezar esta conversación acerca de la vida y de tu pasión, la música, quiero hacerlo con un pensamiento de la brillante y tenaz Hellen Keller. Ella dijo una vez que "las mejores y más bellas cosas en el mundo no pueden ser vistas ni tocadas. Deben ser sentidas con el corazón". No sé, no estoy tan seguro, no me atrevería a decir tanto, porque hay cosas que ves y que son preciosas, con las que vibras y se te ponen los pelos de punta... pero sí, tengo muy claro que la música es algo que tiene ciertas características que la hacen muy especial, como ese tipo de cosas de las que hablas, que no se tocan ni se ven, que son intangibles y solo pueden ser sentidas. La música es algo que cuando se acaba se acaba, no la puedes sentir más, a no ser que vuelvas a poner de nuevo la canción, a diferencia de una pintura o de una escultura que siempre están ahí, iguales, objetivamente claro. Luego, como tú las veas eso sí puede cambiar, también sucede con la música. La música tiene la dimensión del tiempo, cuando la pieza se acaba se acabó, no puedes repetir el instante, un segundo es un segundo y ya pasó. Es lo que la hace única, intangible, a diferencia de otro tipo de arte. Es un poco esa capacidad que tiene la música de evocar, de trasladarte en el tiempo y en el espacio, a veces escuchas una melodía, un acorde y de repente te viene un recuerdo, incluso con escenografía incorporada y puedes hasta percibir el aroma. Sí, totalmente. Es lo que me pasa ahora cuando escucho las canciones de cuando tenía 13 años, que siento como si tuviera 13 años. Seguro que si las escuchase ahora por primera vez no me dirían nada pero las escucho y me acuerdo de lo que sentía cuando era niño y me encanta.

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Esa música te acompaña siempre y por el resto de tu vida. A mucha gente le gusta la música vieja por eso, y probablemente ninguna otra música será capaz de quitarle el puesto a esa música, porque está relacionada con un momento muy importante de sus vidas. Por ejemplo, cuando eres adolescente te estás encontrando a ti mismo, estás buscando un camino, y la música que escuchas entonces ya define mucho quien eres tú. Si te gusta una música muy profunda y con mucha historia, con muchos cambios, con mucha dinámica, pues seguramente eres una persona así. Pero te pueden gustar músicas diferentes. Sí, pero hay tendencias, yo estoy seguro de eso. Normalmente la gente que es más inteligente escucha música más inteligente. ¿Música inteligente? ¿Qué música es esa? Música que tiene más contenido, más profundidad que no solamente un ritmo, una melodía y una letra, sino que tiene muy clara la intención, la idea, la historia, el mensaje, la emoción… Mucha música vieja es así, el Rock por ejemplo, el Rock and Roll de los 60s lo es, Led Zeppelin, incluso The Beatles. Pero sobre todo grupos como Led Zeppelin o Black Sabbath, grupos de los 60s y 70s, que tienen una profundidad en la música que ahora es difícil de ver. Yo los escucho y me parecen súper auténticos, es un tipo de música que ya no se hace; y eso que no tengo ningún disco de Led Zeppelin, pero les escucho y veo que la música de ahora es mucho más vacía, está hecha más de cara a la galería.

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Dices “música vacía” y suena a paradoja ¿cómo puede haber música vacía? Yo creo que sí, como en todas las artes, pero en la música se nota mucho. Hay un montón de música que es muy mala. Una vez leí una entrevista a un baterista muy famoso, Marvin Smith, en la que decía: “mi padre solo consideraba que había dos tipos de música en el mundo: la buena y la mala”. Y tiene razón, porque dentro de la música buena el género da lo mismo, porque tiene fondo, y sobre todo porque es música que es auténtica. La autenticidad define la calidad. ¿Y de dónde parte esa autenticidad? Parte del compositor, del autor. Bueno, normalmente la música que yo escucho quien la toca es quien la compone. La riqueza y la calidad parten de cuánto te involucras a la hora de escribir la canción, de cuánto pones de ti mismo, cuántas emociones propias tuyas y de nadie más están ahí, y también que no estás buscando ni intentando complacer a nadie, ni que tu sonido sea mejor que el de otro, ni salir en las revistas, ni ser famoso, ni vender discos, simplemente quieres expresarte lo más amplia y libremente posible. De ahí nace la riqueza de la música, de la honestidad que le pones a todas las cosas que haces. ¿Qué influencias tienes? Dices que la música que escuchas está interpretada por los propios compositores. Llevo escuchando música toda mi vida. Tengo un rango de influencias muy amplio. Piensa que cuando empecé a comprar mi propia música yo tenía 8 años, ya desde bien chiquito escogía lo que quería escuchar.

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Entonces compraba los discos de Menudo, me encantaba bailar con mi hermana su música, me sabía todos los pasos… Luego, ya a los 11 años fue cuando empecé a escuchar grupos un poco más profesionales, Rock Latino, grupos argentinos básicamente. Soda Stereo fue mi primera gran influencia, eran una banda de rock argentino muy sofisticada, con mucha influencia inglesa, con un gusto musical más europeo, era música más fina y menos comercial. Sonaban más europeos, con letras abstractas, más poéticas y eso me gustaba, me encantaba eso, que no me lo pusieran tan fácil y obligarme a tener que sacarle yo el jugo. En Colombia era la época también de Hombres G, pero para mí eran lo contrario, era música más insustancial, más fácil, de niñas. Soda Stereo tenía más clase, era más oscuro, con un sonido pop elegante, parecidos un poco a The Cure pero incluso más finos, The Cure tenían un sonido más punk, Soda Stereo era más delicado, más elegante. Mi otra gran influencia, una de mis top, es Michael Jackson. Me acuerdo que de chiquito con 8 años escuchaba Thriller, el disco de Michael Jackson, todos los días. Sin duda es un genio total, tanto en música como en baile, en producción, en videoclips… todo el concepto era brutal. Fue una persona que revolucionó toda la historia de la música. Tan chiquito escuchando a Miquel Jackson todos los días, ¿qué veías tú en él? Me encantaba su voz, sus canciones, su manera de bailar. Me gustaba su agresividad, y eso que parecía una música muy suave, pero no lo era en absoluto. Cómo rompía la voz a veces, para mí era la bomba. Tenía una voz aguda, obviamente súper afinado. Y luego vas para atrás y ves lo que hacía de niño y flipas, dices ¡Dios, qué niño, cómo cantaba!. Y sus videoclips,

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todos marcaron un antes y un después, rompieron el mercado de la música directamente. En Thriller hay temazos que ya son clásicos: Billie Jean, Beat it, Thriller, Wanna be starting something… Siempre escucho a Michael Jackson, siempre vuelvo a él. Después, ya más mayor, a los 15 años empecé a escuchar mucho metal, rock más pesado, más metalero: Guns and Roses, Metallica, Iron Maiden… Luego ya me fui a lo más extremo del metal: Sepultura, Slayer, grupos de Hardcore, de Punk… Pero el Punk ya no era tanto lo mío, porque lo encontraba muy gamberro, muy cutre, pero en cambio lo que sí me atraía era que no tenían ley, que no respetaban la autoridad, eso me gustaba, la libertad que tenían y que eran transgresores. Lo que me echaba para atrás era que estaban todo el día drogándose, dormían en cualquier sitio, iban muy pasados. Los metaleros eran un poco así también, sexo, drogas y rock and roll, pero tenían un estilo un poco diferente. Los punkies eran más destructivos, los metaleros eran más oscuros y tocaban mejor que los punkies. Y es que el sonido siempre me ha importado, me gustaba que tocaran bien, y los metaleros tocaban muy muy bien. ¿Cuál fue tu primera banda? Mi primera banda se llamaba DOGMA. Empecé con ellos, éramos 6. Mi primer concierto como baterista fue con 16 años, en el 91, en el teatro de un Club Spa y que organizamos nosotros mismos. Vinieron nuestros padres, nuestros amigos, se llenó por completo y fue brutal. Con ellos estuve hasta 2004, pero hubo varios cambios de formación. Empezamos siendo un grupo de pop y acabamos siendo más metaleros, pero siempre con un sonido distanciado de la tendencia típica del momento.

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Con 16 años os estabais descubriendo como músicos, viendo de qué erais capaces, y además intentando innovar… teníais ambición. Pero sin ninguna pretensión, simplemente tocábamos lo que queríamos tocar. A pesar de ser tan chiquitos y de que tocáramos tan mal nos sentíamos una banda de verdad. Sentíamos que teníamos talento y fuerza estando juntos. Nos vinimos a España todos juntos a tocar, menos el cantante que se quedó en Bogotá. Y hasta el año 2004 estuvimos juntos, cuando al guitarrista y al teclista los llamaron para tocar en Che Sudaka, y entonces los demás decidimos dejarlo y buscar una nueva experiencia, abrir un nuevo capítulo en nuestras carreras. Por aquella época un amigo montó un grupo y nos llamó al bajista y a mí, era un grupo de rock pop, con mucha fusión folclórica

de ritmos

del

Caribe,

cumbia,

porros,

ritmos

negros

afrocolombianos que filtrábamos por el contexto más rock, más pop. El grupo se llamaba MATACAÑA y éramos 8. Con ellos aprendí muchísima percusión. En ese grupo había 2 tamboreros y uno de ellos, al que llamábamos “El tigre” venía de estudiar con uno de los tamboreros más importantes del Caribe, al que llamaban “El diablo”, porque decía que cuando tocaba quien tocaba no era él sino el propio diablo quien lo hacía, porque lo poseía. Eso ya te da una idea del sentido místico que tenían del tambor. Y con ellos realmente aprendí mucho. Incluso hacíamos talleres entre nosotros, para conseguir tener un lenguaje común, para sonar mejor como banda. ¿Cuál fue el siguiente paso? De ahí pasé a LUNA ROJA, un trío. Con ellos disfruté mucho, tocar en un trío para mí fue una gozada, porque todo se oye más.

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En un trío cada instrumento tiene que llenar muchísimo espacio, pero a la vez intentábamos sonar muy compactos, muy al unísono, tocábamos todos lo mismo. Ahí no había arreglos, ni camuflaje, porque nadie te tapa, lo que tocas es lo que se escucha. A diferencia de MATACAÑA, donde éramos muchos y había muchas líneas de sonido y todo también era más difícil de escuchar, con el trío, en LUNA ROJA, me di cuenta de que cada nota que tocaba tenía muchísimo valor y empecé a ser consciente de que si me iba en una nota eso se notaría. Todas las notas son importantes. Eso lo decía el bajista de The Red Hot Chilly Peppers: “Toca todas las notas como si fuera la última vez que las vas a tocar”. Esa frase siempre la tengo presente. Tenías que poner ahí toda la intención, la conciencia. Sí, exactamente. Tiene que ver con lo que decíamos antes sobre la calidad de la música, de cuánta atención, cuánta conciencia, concentración, cariño y amor le pones a la música que estás haciendo. La música que está hecha así, esa música no muere nunca. Es el tipo de sonido que cuando lo escuchas dices ¡Qué música tan buena! Más tarde estuve en otro trío, POLVOROSA, una experiencia muy cortita. Una banda latina, dos chilenos y yo. Pero ahí no encajé, había mucha inestabilidad y mucho ego y el ego es muy dañino. Cada día querían una cosa distinta, constantemente estaban revisando los temas en lugar de crear y buscar nuevos sonidos y más frescos. Yo creo que eso fue lo que acabó por quemar a la banda, eso y que mi sonido era más rockero y ellos buscaban algo más latino, con lo que al final no conseguíamos consolidar nada.

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¿Qué implica buscar constantemente la perfección en la música en lugar de explorar sonidos nuevos y avanzar? A mí no me gusta la música perfecta, porque además no existe. Lo que ahora te parece perfecto en un tiempo no te lo parecerá. Porque depende mucho del estado de ánimo. La percepción cambia en función de cómo te encuentres, de tu momento vital: si estás pletórico te sale música pletórica, si estás deprimido tu música también es así. Para mí la perfección no existe, lo que más se acercaría a la perfección sería una música lo más auténtica posible en cada momento. Por eso a mí no me gusta volver a las canciones viejas para mejorarlas, porque fueron hechas en un momento determinado e intentar modificar el espíritu de ese momento es quitarles el alma; si lo haces lo único que conseguirás será cargarte las canciones. Lo mejor es componer canciones nuevas, porque estarán frescas, serán tu experiencia de ese momento y las canciones viejas si las tienes que tocar las tocas igual que entonces. Esto tiene que ver con la capacidad de la música de trasladarte en el tiempo, y de hacerte sentir lo que ya sentiste una vez. Por eso prefiero hacer música nueva con la experiencia vital de cada momento, en lugar de estar revisando, no me gusta que se pierda ni cambiar la esencia de la música que ya está hecha. ¿Cómo te defines como artista? Dime una palabra con la que te identifiques como artista. Apasionado, desprendido es lo que más se me ajusta. No me gusta etiquetar las cosas que hago, ni ligarme a ninguna escuela, a ninguna intención. Me gusta sorprenderme a mí mismo.

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En general lo que intento es no apegarme demasiado a mí mismo, a lo que he hecho anteriormente, sino estar pensando exactamente en cada momento. No soy de los que se aprenden una canción nota por nota para tocarla igual todas las noches, no puedo. Practico las canciones, eso sí, pero practico otras cosas, darles un buen feel, las transiciones entre parte y parte, trabajarlas, para que estén muy claras. Pero no tengo las notas súper calculadas, siempre dejo un espacio para lo que me surja en el momento. ¿Cómo aprendiste a tocar? Empecé con 15 años, mucho antes de entrar en la Universidad. No tenía ningún conocido que tocara la batería, pero comencé a entender el instrumento de tantas veces que vi un video de Soda Stereo cuando tocaron en un programa de TV. Luego, fui indagando más y más y desarrollando mi ejecución. Mi primera clase fue ya con 18 años. Aprendí a leer música y los primeros conceptos técnicos. Y a los 20 ingresé en la Universidad para estudiar música. Estuve allí dos años, hasta que entendí que lo que quería era tocar con mi banda y dejar la música clásica de lado. La verdad es que aprendí mucho pero no quise continuar. Me gustaría que me hablases de tu batería ¿Para ti es un único instrumento o son muchos? La batería es un instrumento impresionante. Es una sola voz. A pesar de tener muchos elementos, es solamente un instrumento.

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Para empezar solo tienes un cerebro y tienes que pensar que estás tocando un solo instrumento, no puedes pensar en tocar la batería como un ensamble o una banda de percusión. Solo hay una mente que está manejando y al mando de todos los instrumentos y eso es lo que me encanta. ¿De dónde viene tu pasión por la batería? Cuando era niño me gustaba jugar a las naves espaciales. Me encantaba estar en un sitio encerrado y lleno de controles. Tenía una caja de cartón donde yo cabía perfectamente, cogí un marcador y le pinté botones, controles, botón de láser, velocidad de la luz, destructores, medidores de esto y de aquello. Como una misión de Star Wars. Me encantaba estar allí, súper apretado y rodeado de controles, y manejándolo todo yo solito. En la batería es la misma sensación. Pero de eso me di cuenta después. Ya no estaba en la caja de cartón con botones y rayos láser, ahora eran platillos y tambores, ahora estaba al mando de toda una consola de instrumentos y todos los tocaba yo solo. Y con eso además estaba haciendo que otra gente tocara encima. Porque la batería es la locomotora, el motor de una banda. Es justo eso, la locomotora, esa palabra se ajusta como un guante. La base de toda la banda es la batería. Cuando vas a grabar a un estudio lo primero que grabas es la batería, es la base de todo, sobre la batería se ponen todos los demás instrumentos. Normalmente, en un contexto de música pop, rock, más contemporánea, lo primero que se graba es la batería. Y cuánto más potente sea la locomotora más carga podrá llevar.

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Si eres una locomotora potente de 200.000 caballos de carbón y gasolina y rayos gamma, pues serás capaz de cargar encima de ti a músicos brutales. Y a eso aspiras. ¡Claro! Aspiro a ser un buen baterista, a tocar con músicos muy potentes y muy buenos y que se sientan a gusto tocando conmigo, que estando conmigo ellos también puedan sacar lo mejor de sí. Sentirse parte de un verdadero equipo. Exacto. Cada uno cumple su función y lo importante es lo que escucha el público y lo que sientes tú al tocar. En una banda dependemos mucho los unos de los otros, necesitamos trabajar en equipo. Por eso decías antes que el ego es muy dañino. Sí. Si en una banda hay un problema de ego, el grupo no funcionará, porque el ego se vuelve una obsesión. Cuando solo ves lo que tú quieres ver y no ves lo que pasa con los demás ni el trabajo de equipo que hay detrás, ni todo lo que necesitas para que la punta del iceberg se vea afuera, te ciegas y te empiezas a comer el coco y a darle vueltas a cosas que son inútiles, como pensar si suena bien, si lo estoy haciendo bien... Cuando te miras a ti mismo demasiado, escoges el camino equivocado.

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Pero el artista, el músico, una vez que está en el escenario y tocando se desprende de lo que hace, ya deja de ser suyo, entonces la música pertenece ya a quien la escucha. Esa es una perspectiva bonita de la música, pero muchos artistas en general, no solo los músicos, se toman lo suyo como si fuera solo suyo, que nadie me lo toque, que nadie me lo critique, y ahí es cuando se empieza a podrir un poco todo, porque se pudre contigo mismo. Aunque también ha habido casos de compositores egocéntricos que han hecho una gran música, pero normalmente acaban mal, porque se van a los extremos. Ser un genio conlleva riesgos. Yo los respeto, los admiro mucho, muchas cosas que hacen me gustan. Ya me podría meter todas esas drogas que se meten ellos que seguro que no compondría como ellos. El genio está ahí, el genio lo tienen, pero luego tienen otra cosa que arruina un poco lo demás, que lo hace un poco más perecedero, para ellos, no su música, pero ellos se vuelven perecederos como artistas, porque se queman, se gastan, se destruyen, se pierden en el camino, dejan de relacionarse con otra gente… Es mi manera de verlo. Obviamente hay gente que necesita estar sola, emborracharse, drogarse, componer, pelearse contra el mundo, lo necesitan, es su manera de ser y es verdad que hacen cosas brillantes, no voy a decir que no, pero sus carreras son más cortas.

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Estás pensando en algunos nombres en especial. Muchos. Kurt Cobain, Jimmy Hendrix, Michael Jackson mismo, murió de una sobredosis de sustancias. A esta gente le pasa eso. Y otras bandas se pierden y se reencuentran, se pierden y se reencuentran, y al final encuentran algo que es más valioso que el tenerte que regodear en tu propio genio. Que ¡mira que genio que soy!, pero no me toques, no me llames, déjame, estoy drogado, no me hables, no me beses, no me acaricies, soy un genio y ya está, tómalo o déjalo. Por eso digo que el ego se vuelve una obsesión, vives para ti mismo y para tu arte y se pierde lo demás. Lo demás es la vida que nos rodea. Claro. Yo estoy convencido de que somos seres que necesitamos vivir en equilibrio. Como todo en el universo en general. El universo necesita un equilibrio. Si estamos en equilibrio hacemos cosas mejores, aunque a veces se necesita un poco ir al extremo, ir al extremo vale la pena, lo reconozco, para ver lo que hay allí, qué se siente, como una aventura, para conocer, y eso me gusta, pero no vivir allí, no para estar todo el tiempo allí, los extremos no son buenos para estar ahí, los extremos son destructivos, pero vale la pena ir, para conocerlos, mirarlos. Hay gente que dice “yo nunca he tomado drogas” y está bien, pero tampoco sabrá nunca lo que es estar bajo el efecto de esas sustancias. Y yo creo que hay que saberlo, por qué no. Yo no soy mucho de drogarme pero sé lo que es estar bajo el efecto de algunas sustancias y son sensaciones diferentes que no sientes estando sobrio, porque por más que te concentres y consigas una capacidad extraordinaria para conseguir un estado de sugestión, no llegarás nunca a ese estado. Y esa parte también está en ti.

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Hablas de la zona oscura que todos tenemos. A veces lo complicado es transitar en la oscuridad y no perderse. Somos seres racionales, pero en el fondo hay un componente animal en nosotros. Es que venimos de ahí, siempre seremos animales. Lidiar entre lo humano y lo animal tiene su dificultad, y más para los artistas que trabajáis con un material altamente sutil, delicado… Y además es irracional, porque son las tripas las que hablan, más que la mente. ¿Con qué materia trabajas tu? ¿Cuál es la materia de tu música? La materia de mi música es mi emoción. Y mi emoción cuando toco la batería pasa por una especie de comunión con el universo, y con mis compañeros del grupo también, pero sobre todo con el universo, porque la batería es ritmo, es tambores, es frecuencia, es tribal, es tierra, pero también es aire, porque están los platillos… ¿Los platillos son el aire? ¿Una batería es aire y tierra? Explícame eso. Para mí sí, porque otra persona te diría otra cosa, pero para mí los platillos son el aire y los tambores la tierra. Eso lo aprendí cuando estuve en MATACAÑA, allí hacíamos ritmos que sentíamos que eran de tierra, y cuando digo “tierra” digo “Tierra”, “madre Tierra”, el planeta vivo.

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Hablas de ritmos tribales y me viene a la mente la imagen y el sonido del tam-tam. Porque además son instrumentos que vienen de la madera y la madera viene de un árbol que está clavado en la tierra, vivo, y que nosotros cortamos y lo hacemos sonar, pero esa energía está en la madera por más que sea madera procesada. Ese trozo de madera antes fue un árbol y habrá en él una conexión directa con la tierra siempre. ¿Y los platillos? Los platillos son una cosa diferente. Para mí los platillos son el aire, pero también son el juego. Los tambores son la parte seria, digamos. ¿Hay una parte seria y una parte lúdica en tu música? Sí, y yo creo que por eso siempre he sido un baterista de tocar mucho los platillos y por eso muchas veces me dicen, “Eh, que tocas demasiado los platillos”, y sí, pero es que ¡me gustan! Algo debe de quedar aún del niño que iba en la caja de cartón rodeado de botones láser. Sí, me gusta jugar. Es como cuando vas conduciendo un coche, llevas los pedales y el volante, con los pedales arrancas el coche, frenas, aceleras, pero lo divertido está arriba, en las decisiones, en el adónde voy (y con las manos Daro hace el gesto de llevar un volante). Los pedales y el motor son los tambores, que además es el bombo, que toco con los pies, y la caja y los platillos los toco con las manos. En la parte baja está la base y en la parte superior, en los platillos, está lo más experimental.

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Hay un componente de juego en tu trabajo. Absolutamente. Es lo que te decía al principio, que no puedo tocar las canciones nunca iguales. Me aburriría si las tocara siempre iguales, nota por nota. Yo creo que si lo consiguiese alcanzaría un nivel más alto, porque de tanto ensayar una cosa mil veces llegaría a tocarlo perfecto y nunca me equivocaría, pero no me interesa eso. Prefiero jugar con el error y correr el riesgo de equivocarme y de fallar que caer en la monotonía de tocar siempre igual, por más que suene más pulido y más perfecto. No me interesa la perfección, lo que me interesa es la emoción. La emoción que puedas transmitir. ¿Cómo percibes la respuesta de la gente en los directos? Soy súper susceptible a eso. Es algo que se nota inmediatamente. Si tú estás bajo de energía, puede que les guste, pero la gente no se excita. Tienes que estar a tope de energía y entonces ves que empieza a brotar la adrenalina. Hay retroalimentación. La banda tiene que estar ahí siempre, la principal responsable de energía es la banda misma. No podemos depender del público. Aunque abajo haya solo dos personas y además aburridas, la banda tiene que estar a tope. Eso lo tengo muy claro. Pero luego están los momentos de comunión, los momentos mágicos en los que sientes que estás conectado con el público, que tú tocas y la gente recibe lo que haces y vibra contigo. Y se convierten en los mejores conciertos de la vida de uno.

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Los mejores conciertos no son los conciertos en los que tocas mejor, sino los conciertos en los que notas que estás sintiendo una cosa y que la gente lo siente, que les has transmitido esa emoción. Eso no se paga con dinero. Daro, en pocas palabras, dime qué es lo que tú haces cuando tocas. Yo creo que lo que hago es sincronizar el universo con las personas, incluyéndome a mí. Es lo que intento hacer. Cuando digo “universo” me refiero al universo en el plano temporal. El ritmo es tiempo, es eso, es pulso, entre nota y nota hay cierta respiración, y eso es lo que hago: armonizar tiempos, mi pulso, con el pulso del universo, con el pulso de los otros chicos con los que toco. Suena poético. Yo lo siento un poco así. Para mí la música es una cosa que es bastante mística, tiene que ver mucho con esa conexión universal y con el tiempo. Entre nota y nota hay infinidad de cosas, entre segundo y segundo hay infinidad de vibraciones. El otro día escuchaba una entrevista a Julio Cortázar donde comentaba que en su escritura está la música, está ese tiempo, ese latido, que si cuando leía lo que escribía no percibía ese “tempo” sabía que tenía que deshacerse de lo escrito y comenzar de nuevo, decía que él necesitaba que estuviese eso en lo que escribía. Y estoy pensando qué similitud puede haber contigo. ¿Qué piensas tú de esto? Me identifico bastante con eso.

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Estoy seguro que él estaba hablando de lo mismo, de esa conexión con el universo, que lo que él estaba buscando era esa sincronía con el universo, ese ritmo y tempo universal. Para él lo real era lo increíble, lo mágico. De alguna manera veo que tu lo compartes. Me encanta esa visión. Esa es la esencia del arte, es lo que no ves todos los días. Necesitas un momento especial en la vida para poner la atención, para dejarte llevar y flipar. La gente que dice que no le gusta la música es gente que no flipa. ¡Qué aburrimiento que todo sea perfecto, calculado, matemático! Hay que tener la capacidad de dejarse ir, de flipar, y no tener vergüenza. Por ejemplo: ir al cine y llorar; ir con los auriculares y ponerse a cantar la música que estás escuchando, aunque a tu alrededor esté todo en silencio; ir por la calle, que te suene el móvil y te den una buena noticia y empezar a saltar, ¡eso es flipar! Y es necesario, es vital para ser feliz. Poderse dar el permiso uno mismo de ser libre, y en cualquier espacio. Pero pasamos en el otro extremo mucho tiempo. Es que estamos ahí todo el tiempo. Nos da miedo expresar las emociones, nos da vergüenza, que todavía es peor que el miedo. Porque la vergüenza la decides tú, el miedo es otra cosa, es irracional y te atrapa. No sé porqué a la gente se le hace raro que otra gente pueda desconectar del mundo racional rutinario. Tenemos que ser capaces de escapar, no somos seres totalmente pegados a la tierra, tenemos que levantar los pies del suelo de vez en cuando.

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Hay que aprender a mirar arriba, al cielo, a las estrellas, también forman parte del mundo. Y la música te lo permite, te da alas para volar, para imaginarte otro tiempo, y sentir lo que sienten otros. Eso lo tiene el arte y por eso el arte nunca morirá. El hombre lo necesita. El arte es expresión. Quien pinta o compone es porque no puede expresar eso que siente de otro modo. Lo que pasa es no todos somos artistas. Todos tenemos la capacidad de buscar nuestro canal, pero no nos atrevemos o no lo valoramos lo suficiente, porque valoramos más otras cosas: trabajar, ser puntual, ganar dinero, ser responsable y cumplir; cuando lo otro también es importante, es poder jugar, divertirse, no ser predecible y esperar que los otros tampoco lo sean. Es ser un poco más generoso con la vida. Sí, ser generoso con la vida, disfrutar de la vida y que los otros se lo pasen bien. Volviendo a lo de antes, a lo de definir qué es lo que hago, una de las cosas que hago yo creo que es intentar alegrar un poco la vida de la gente. Que si van a un concierto nuestro salgan más felices de lo que entraron. Ese es el objetivo final de todo. Háblame de tu rutina habitual de trabajo. ¿En qué consiste? ¿Cómo te entrenas? Tengo un local de ensayo donde estudio batería. Es algo un poco diferente a tocar con la banda.

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En ese contexto, en el local, estás solo, contigo mismo, concentrado, ahí me dedico a una parte más técnica, me dedico a perfeccionar la técnica, la ejecución, la limpieza, el control. Sobre todo eso, el control, el control de mi cuerpo y de mi mente para controlar mejor mi instrumento y eso lo hago en el local de ensayo. Suena a arte marcial. Sí, tal vez tenga algo que ver. Practiqué karate de niño durante 4 o 5 años y algo me quedó. La meditación, la concentración, la capacidad de hacer algo muy lento para después hacerlo muy rápido, practicar y desarrollar la técnica desde lo más elemental para poder llegar a dominar un movimiento y tener el control. Pero para tener ese control tienes que tener el control de tu mente. Es lo que intento hacer en el local cuando ensayo, y aunque no siempre lo logro, cuando lo consigo salgo feliz, flotando, sintiéndome mejor persona, incluso noto como si la percepción del tiempo hubiese cambiado. Al estar tan concentrado y luego salir a la calle ese feeling, esa dinámica mental te la llevas contigo, es como si los segundos de repente se hubiesen estirado, sales más confiado y, entonces, subes al tren y ves a la gente amargada por el tiempo, por el estrés, cuando en realidad todo es relativo y piensas ¡pero qué tontos somos a veces! Y por voluntad propia, porque nadie nos dice lo que tenemos que ser, cada uno escoge su camino de vida y su manera de ganarse el pan, con todo lo que eso implica: una manera de entender el mundo, de relacionarse con la gente y con el entorno, una manera de sentir el tiempo. Un piloto de Fórmula 1 siente el tiempo diferente a como lo sientes tu.

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Hablas del tiempo siempre ¿te das cuenta? Sí, porque la esencia de la vida es esa, como sientes el tiempo y cuánto lo disfrutas. Ahí es donde está la felicidad yo creo, en el tiempo. Por eso la batería me gusta tanto, porque es un instrumento relacionado directamente con el tiempo. Entre nota y nota hay un tiempo, y esa nota vuelve a repetirse con periodicidad. Hay instrumentos a los que no les pasa tanto eso, una flauta travesera, por ejemplo, no puedes percibir tan fácilmente el tiempo entre nota y nota porque es más elástico, más curvilíneo, pero la batería tiene el péndulo, el tiempo que viaja de un lado a otro es igual, la batería tiene eso, tiene el pulso, el golpe es más marcado. Por eso me gusta tanto, porque hay una relación directa con el entorno, una sincronía con el universo. Somos tiempo, estamos hechos de tiempo, somos células y no son iguales ahora a cuando nacimos, nuestras vivencias es lo que somos. Lo que construyes de ti mismo a través del tiempo es lo que eres tú. Y lo bueno del tiempo es que es infinito. Entonces debes de reírte de la típica frase “no tengo tiempo”. Sí, ¡pero yo la digo todo el rato también! A veces tienes tiempo para todo y hay veces que no tienes tiempo para nada. A veces haces mil cosas y te sobra el tiempo y otra veces solo haces una y ni siquiera la acabas. Todo depende de cómo lo gestiones. Todo depende de la atención, de la relajación que le des al tiempo. Y esa relatividad a mi me encanta, y una vez más está relacionado con el BEAT.

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¿Y con el groove? Eso lo tienes o no lo tienes, no lo puedes planear. Es otra de esas áreas que es mágica. El groove es vida, es autenticidad. Te puedes poner a tocar perfecto y preciso y descubres que suena plano, simple, sin vida. Si lo intentas forzar o provocar es un fraude. Cuando yo pienso en tocar mejor pienso en la técnica, pero cuando estoy en un concierto no pienso en la técnica, pienso en ser lo más honesto posible y libre, sincero y con confianza. El groove es vida y libertad. Es como aquella mariposa que ves y que nunca puedes atrapar pero que la quieres tener, y que viene sola cuando ella quiere. El valor de un artista, de un músico, por encima de la calidad que tiene es la unicidad que tiene, la emoción que transmite por ser sincero. La emoción sale si la dejas salir, es irracional. A veces parece que pensar y sentir fueran opuestos. Luego está la forma, que eso también es más racional y la parte mecánica.

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Vamos a hablar ahora de tu banda actual. ¿En qué grupo estás ahora? Se llama SANTO MACHANGO. Este verano cumpliré 5 años con ellos. Es un grupo con una combinación de ingredientes muy potentes. Hay tres canarios, dos muy por una onda y el otro muy distinto, dos son unos macarras y como más libres, Attur y Román, ellos son muy familiares, les dan mucha importancia a la amistad; Yeray, el otro chico canario es más contenido, más cerebral; hay un chico de Barcelona, Ferran, el saxofonista, que tiene un equilibrio muy especial, se puede desmadrar, te puedes ir con el de fiesta y pasártelo en grande pero tiene lo que en Cataluña se llama “seny”, puedes confiar en él; está Fito, chileno, que tiene un duendecillo para tocar la guitarra de quitarse el sombrero y que es muy soñador, me gusta porque no es de aquellos que respeta la autoridad, es muy libre; luego está el otro percusionista, Anxoveta, que es catalán, de la vieja Barceloneta, y que es muy nervioso, a veces le llamamos “vinagreta”, y que es un amor de persona. Y luego estoy yo, que soy el colombiano, el que siempre está alegre, el despistado también, pero a la vez el que no se asusta por los problemas, el que no ve obstáculos insalvables. Más de una vez me han dicho ellos que sin mí este grupo se habría acabado. Y supongo que es porque confío en el destino, confío en que el destino nos traerá cosas buenas. Hablas con mucho cariño de ellos, te sientes seguro con ellos. Los quiero mogollón, somos una familia. He estado seguro en todos los grupos que he estado, pero en SANTO MACHANGO siento que hay una energía especial, muy original y auténtica.

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Háblame un poco de cómo trabajáis, de si componéis vuestras propias canciones. Sí, todas las canciones son nuestras. La mayoría de las veces las ideas las trae Attur, el cantante, a él le gusta mucho componer, tanto música y letras. Cada uno creamos las melodías para nuestros instrumentos, pero la semilla normalmente la pone Attur. Trabajamos en un ritmo, las partes, la melodía, la letra inicial, y entre todos construimos el producto final. Otras canciones han salido del guitarrista, o de las jam, de las sesiones grupales. En mi primera banda, DOGMA, improvisábamos, grabábamos y luego lo desarrollábamos, y esa manera de trabajar me gusta mucho también, porque es el resultado de todos los cerebros y corazones improvisando en conjunción. Me encanta lo de componer improvisando, es muy rico. Aunque del otro modo quizás sea más efectivo, en mi actual grupo podemos hacer una canción en un día. ¿Cuáles son las influencias de SANTO MACHANGO? Muchísimas. Es una banda con un sonido muy funk, hip-hop, pop, rock de los 90, es una banda con mucha fusión, nos sale todo, lo canario, lo chileno, lo colombiano, lo catalán… porque está en la manera de tocar de cada uno. Luego, a nivel de imagen, diría que somos una banda bastante gamberra, y aunque tengamos ideas más o menos finas no somos nada finos, somos un poco macarras, aunque yo el que menos, yo soy el “sano” del grupo. Somos una banda con mucha energía. Attur, por ejemplo, el cantante, tiene una energía muy sexual y eso se nota en su manera de componer, de escribir, de cantar, de cómo se mueve y fluye en el escenario, en el directo.

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Todos tienen muchísima fuerza. He estado en grupos en donde todos tocaban muy bien, pero no había tanto carisma. En SANTO MACHANGO hay mucho carisma y es una de las cosas que me gusta más de este grupo, el espíritu de juego y de compañerismo que tenemos. Subimos a tocar y subimos a jugar, a divertirnos. Carisma y ausencia de egos. ¡Eso exactamente! Y por eso es tan especial tocar juntos. Todos somos colegas. ¿Cuál es la temática de vuestras canciones? No somos nada esotéricos ni místicos en eso. Ahí somos muy terrenales, pisando la calle. Son letras que tratan de la amistad, del cuerpo, de la calle. Son canciones que hablan de diversión, algunas más irónicas, pero en general son letras que hablan de alegría, de pasarlo bien. ¡Dopamina! ¿Cuánto material editado tenéis? Un disco, DOPAMINA, y una maqueta de 2007. Grabamos Dopamina en un estudio buenísimo y con un productor muy bueno. Invertimos mucho dinero en el disco y estamos muy contentos con el resultado. Para grabar el disco nos fuimos a un estudio que está en la montaña, en St. Quirze de Sajafa (Barcelona). Con lo que desconectamos por completo durante una semana de nuestra rutina diaria y estuvimos concentrados solo en tocar y sonar lo mejor posible durante la grabación.

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Nos alojamos en una masía que quedaba a 10 minutos en coche del estudio, nos acostábamos pronto, nos levantábamos temprano para grabar, porque para rendir a tope y tocar lo mejor posible hay que estar descansados y el cuerpo para rendir tiene que estar bien y de eso somos conscientes. Esa semana fue una gozada, todos juntos y a tope, solo concentrados en grabar el disco. La verdad es que solo pensamos en tocar cada vez mejor. En este disco habéis trabajado con dos grades: Tomi Pérez y Marc Parrot. Sí, y fue un lujo. Tomi Pérez fue quien produjo el disco. Es un profesional con mucha experiencia y muy buen gusto. Ha producido a La Mala Rodríguez,

Maldita Nerea, y muchos otros. Lo mejor de todo es que

siempre nos dejó ser nosotros mismos, es más, siempre nos hizo sentir en casa y súper cómodos. Marc Parrot se encargó del mastering del disco e hizo un gran trabajo. El estudio donde grabamos era el suyo, Producciones Silvestres y estuvo súper pendiente de que el trabajo fuera lo más cómodo y fluido para todos.

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Hace justo unas semanas habéis editado vuestro primer videoclip, “Narco”. ¿Cómo surgió y cómo fue hacerlo? No sé si sois conscientes, pero sacar un videoclip en estos momentos tan complicados es casi un milagro. Además de músicos, emprendedores. Chicos, ¡hay que felicitaros! Hacía tiempo que queríamos hacer un videoclip. Ya habíamos tanteado el tema com algunos realizadores pero sólo cuando apareció Lonan García de BCN Freestyle Films supimos que era el momento de dar luz verde. Contamos con el apoyo de Rainer Klassen, que es nuestro socio en Motherfunky Events, para la financiación y nos pusimos en la tarea. Fueron tres semanas de grabación y otras tres para la edición. El resultado fue increíble. Estamos muy felices y a la gente le ha encantado. ¿Cuáles son los proyectos más inmediatos que tenéis ahora? ¿Os vais de gira este verano? Lo más próximo es la agenda de conciertos. Nos espera una buena temporada, especialmente en Francia. Allí estaremos en festivales importantes como el Porto Latino en Córcega. También nos gustaría hacer un segundo videoclip y continuar con la promoción de Dopamina donde sea posible. ¿Cómo se lleva eso de saber que en Facebook ya os siguen casi 9.000 personas? ¿Qué relación tenéis con vuestros fans? ¿Cómo son vuestros seguidores? Ha sido impresionante. Sabemos que hay muchos seguidores que nos conocen desde el principio y con muchos de ellos somos amigos, pero 9.000

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son muchos, así que es imposible conocerlos a todos, aunque nos encantaría. Vamos a ver si los viajes nos llevan a más gente. Además, en el panorama musical actual el artista cada vez tiene que apostar más por desarrollar él mismo su propio marketing y su relación con la audiencia. Las discográficas ya no lo son todo, y dar el pelotazo es casi un milagro. ¿Cuál es vuestra postura al respecto? Nosotros hemos descartado las grandes discográficas. Hemos preferido hacerlo a nuestra manera y no depender de nadie. Así también la relación con la gente es más directa. Sin embargo, también requiere una experiencia y unos contactos que nosotros aun no tenemos. La verdad es que hacemos lo que podemos, pero al menos no tenemos que rogarle a nadie. Para acabar, me gustaría preguntarte algo acerca de las nuevas tecnologías y como acercan a las personas, pues ahora ya todas las conversaciones suceden en Internet, y me pregunto cómo es el Daro 2.0, pues me consta que te gusta y te mueves bien en lo digital. No soy un experto ni mucho menos. Estoy aprendiendo. Lo que sí veo es el potencial comunicador que tienen estos canales. Todo el mundo está allí y en la red es más probable entrar en contacto con todos los que forman parte de esta película. Aún quisiera aprender más y poderle dedicar más tiempo. La constancia y la honestidad son la clave del éxito. Daro, ¿Quedamos dentro de un par de años en el mismo sitio y a la misma hora y retomamos esta conversación? Ha sido un placer hablar contigo, gracias y ¡muchos éxitos!

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DATOS DE CONTACTO: Sitio web: www.santomachango.com Twitter: @santomachango

Contrataci贸n: rockme@santomachango.com Agente: Luis Mart铆nez / Mother Funky Events

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CONVERSACIONES EN EL TRAPECIO

Tiempo, Beat & Groove 2013 Del texto, diseño y maquetación: Tana Sanz © De las fotografías: Iris Olivé Taché © Meritxell Escuert Mas © Joan Martínez Serrés © Todas las imágenes han sido cedidas por Daniel Navarrera y Santo Machango

Publicación TRAPEZIdeTANA http://trapezidetana.wordpress.com/


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