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congeló. Allí donde la espada le había rozado se había formado una delgada vaina de hielo que crecía en el brazo de la bestia mientras centenares de diminutos cristales resplandecían por los rayos matutinos del sol. El hielo cubría el pecho del Torc Allta y fluía hacia abajo, congelando así sus gigantescas piernas, y hacia arriba, helando sus hombros y la cabeza. En cuestión de segundos la criatura estaba encajonada en un bloque de hielo azul. Dee se levantó del suelo, se sacudió el abrigo y después, sin previo aviso, golpeó con la empuñadura de su espada el cristal que él mismo había creado. El bloque de hielo se despedazó en millones de trocitos tintineantes que contenían los minúsculos fragmentos del Torc Allta. —Es una de las espadas elementales —remarcó Scatty con severidad—. Excalibur, la Espada del Hielo. Se perdió siglos atrás, cuando Artorius falleció y la arrojaron al lugar de donde había salido: el lago. —Al parecer el doctor la encontró —susurró Flamel. En ese instante, Josh descubrió que ni siquiera se sorprendía al saber que Arturo había sido un personaje de carne y hueso. De hecho, sólo se preguntaba quién más había existido realmente. Todos observaron con cautela cómo Dee se apresuraba en adentrarse otra vez en la maleza y se dirigía hacia el otro lado del gigantesco árbol, de donde provenían los sonidos de la batalla. En esos momentos el olor a humo se había intensificado. Entre acre y amargo, el aroma envolvía el árbol trayendo consigo el tufo de lugares lejanos y especias ya inexistentes. La madera crujía y chirriaba, la savia hervía y burbujeaba y el grave sonido que nacía de su interior hacía que todo el árbol temblara. —Despejaré el camino —anunció Scatty antes de salir disparada hacia las vides. Una fracción de segundo más tarde, un trío de hombres-pájaro se acercó volando hacia ella, seguido de dos hombres-gato que se desplazaban a cuatro patas. —¡Tenemos que ayudarla! —exclamó Josh desesperado. Sin embargo, no tenía ni la menor idea de cómo hacerlo. —Es Scathach. No necesita nuestra ayuda —interrumpió Flamel—. Ella los alejará de nosotros primero... Scathach corrió hacia la maleza, deslizándose ágilmente y sin hacer ningún ruido, a pesar de que llevaba puestas sus pesadas botas. Los pájaros y los felinos siguieron sus pasos. —Ahora se apoyará contra algo, de forma que sólo puedan atacarla de un único lado. Entonces se dará la vuelta y se enfrentará a todos ellos. Josh contemplaba con atención cómo Scathach se daba la vuelta, apoyaba su espalda en un roble y se enfrentaba a los atacantes. Los felinos fueron los primeros en embestir, con sus afiladas garras apuntando directamente hacia ella. Pero las espadas de Scathach eran más rápidas, así que de un golpe magistral hizo añicos las flamantes garras. Un hombre-pájaro se acercó entonces sigilosamente a la Guerrera, sobrevolando casi a ras del suelo y agitando las alas con las zarpas al descubierto. Scatty lanzó al suelo la espada que sujetaba en su mano izquierda, agarró por la muñeca a la criatura y tiró de ella con todas sus fuerzas hasta arrancársela. Después, la arrojó a los dos felinos, que no paraban de maullar. Instintivamente, el pájaro se abalanzó en picado hacia los gatos de forma que, finalmente, las tres criaturas terminaron luchando entre sí. Los dos hombrespájaro restantes se lanzaron hacia los gatos produciendo unos graznidos espeluznantes. Scatty recogió la espada del suelo y la utilizó para hacer señas a Flamel y a Josh. Flamel le dio un par de palmaditas en la espalda a Josh para animarlo. —Vamos. Ve hacia Scathach. Josh se volvió para mirar al Alquimista. —¿Y tú? —Yo esperaré un momento. Después continuaré y te protegeré. Pese a que Josh sabía que Nicolas los había puesto en grave peligro antes, ya no le cabía la menor duda de que el Alquimista le cubriría las espaldas.


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