Nayagua nº 23

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tiempo, una copa de celebración. Por esta razón, se impone un doble ramal, por un lado, la palabra como desapego y recogimiento, vista desde lo escéptico y desde lo crédulo; por otro, la cuestión identitaria observada a la manera de acción que nos construye y nos destruye. El signo lingüístico se convierte en remiendo, en hilo de coser de lo nominal, “esa palabra más alta que el lenguaje”. Además de estos elementos nucleares tenemos otras capas poemáticas que hacen la palabra más cercana, más visible, más despachada. Uno de esos mantos se refleja en numerosos poemas a través del espacio como tela sensorial y también de la enseñanza del “no-lugar” por medio de una transformación incesante. En su ahondamiento por la palabra poética, Hora rasante (1997) presenta un acercamiento a la realidad más inmediata y propia con el fin de cuestionarla. Así lo observamos en poemas como “Corrección” en donde se expone, desde lo sociológico, una lección de vida: “Vivir /—me digo mientras vuelvo una vez más— / será sobreponerse y corregir / ese texto que aún no escrito”. Esta reforma de la escritura da paso a otra instrucción: la muerte como aprendizaje del No. De esta manera, las formas inmediatas se hacen más precisas y la conciencia toma nota de su finitud. El efecto de todos estos engarces ya lo explicó Víctor García de la Concha: “la captación del instante y la potencia reveladora de la palabra asociada a la luz” (esa lucha por cuestionar el lenguaje y al mismo tiempo, por elevarlo). La fluctuación de esta poesía rasante se traslada en 2002 a El pozo, penúltima de las obras editadas por Juan Malpartida, y que se escora más hacia lo sensitivo. Este hecho enlaza y aumenta el gusto por lo imaginario y lo simbólico. De un modo más concreto se reúne la presencia del mar con toda su tradición. Sin embargo, ese afuera se manifiesta asimismo como un adentro, lo autobiográfico es el mar con el juego de su tiempo, con sus fragmentos espumosos… Lo dicho es lo vivido y lo vivido, lo amado. Esta unidad deja paso a la otredad mediante la máscara del personaje, por ejemplo en “Cordialmente suyo (Fernando Pessoa)”, “Décimas de Fiebre (Guillermo Ventadour)” o “Sin semejantes (Un actor)”; poema que revelan su tendencia al monólogo dramático, a buscar los otros de sí mismo. Diez años tardará en volver a la creación poética, esta vez con A un mar futuro, última entrega y cierre de esta recopilación. Los límites que encierran este libro se manifiestan en aquello que apuntó Octavio Paz de su poesía: “el cuerpo piensa, el pensamiento encarna”. Además estamos en la presencia de lo intergénerico, de la tensión entre lo breve (el haiku) y lo extenso (el poema en prosa), como reflejo del propio mar y de la propia creación. Lo esencial y lo sinuoso. En fin, una poesía “capaz de expresar las dimensiones irregulares de la vida”. 237


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