Nayagua n19

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la poesía abre el espacio t o m a ent re vi s tad o por traducción de

e s t h er r amó n

alamun

m arta c aro

El esloveno Tomaž Šalamun —nacido en Zagreb, hoy Croacia, en 1991— es sin lugar a dudas uno de los grandes poetas vivos europeos. Su potente e inclasificable poética, que parece surgida de una voz pre-civilizatoria, resulta imposible de aherrojar con definiciones o exégesis; simplemente arrastra al lector con la fuerza de lo irremediable, lo germinal, lo incesantemente vivo y palpitante. La conversación tuvo lugar antes de su impresionante lectura en la Fundación José Hierro y, tras ella, el poeta decidió dar un paseo a solas por las inmediaciones del Centro, alegando que la charla había sido “muy intensa”. Al contemplar su figura mientras se alejaba caminando, de una manera pausada y dulce, algo desprotegida, pude observar con nitidez, pegándose a ella un poco más con cada movimiento, una estructura ígnea, metálica, el esqueleto de la combustión en estado puro.

—Es interesante su conexión con la poesía norteamericana. No sólo ha traducido a muchos de los grandes poetas norteamericanos, como Charles Simic, sino que ellos también sienten una gran devoción por su poesía, como han manifestado Jorie Graham o Robert Haas, entre otros. ¿A qué cree que se debe esta mutua atracción? —Me eduqué como francófono y de hecho no entraba en mis planes ser poeta. La poesía vino a mí por sorpresa cuando era niño y recibía clases de piano de manera intensiva. Años más tarde, uno de los grandes poetas de Eslovenia vino a uno de nuestros seminarios cuando estaba estudiando Historia del Arte, y me impresionó mucho. Tenía veintidós años y me gustaban Rimbaud y Lautremont. Entré muy despacio en la poesía estadounidense, porque además mi inglés no era demasiado bueno. Recuerdo que el primer poeta norteamericano que me impresionó mucho fue Walt Whitman y más tarde Wallace Stevens. Después me convertí en un artista conceptual y el MoMA de Nueva York me invitó en 1970 a una estancia de un mes. Más tarde, Penguin publicó un libro sobre nuevos escritores yugoslavos a través de la Universidad de Iowa y me invitaron a un Programa Internacional de Escritura en Iowa, una experiencia que me abrió de manera significativa a la poesía estadounidense. Allí descubrí Three Poems de John Ashbery, un libro que me impresionó muchísimo. Durante los dos años que pasé en Iowa, el primero como invitado en el Programa Internacional de Escritura y el segundo para hacer un Doctorado en Literatura Comparada, estuve planteándome muy seriamente quedarme en los Estados Unidos. Pero mi inglés no era realmente bueno y viajé a Berkeley a visitar a un buen amigo y mentor para pedirle consejo. Me dijo que era demasiado mayor para cambiar mi lengua, me preguntó qué pensaba hacer en Estados Unidos con ese doctorado, y me aconsejó que volviera a Eslovenia y que me convirtiera en poeta, que al fin y al cabo Tito no era Stalin. Y eso es lo que hice.

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