Nayagua, revista de poesía de la FCPJH, nº 22

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teratura se considera no solo una institución cultural, sino una forma de vida, con consecuencias ineludibles sobre nuestro pensamiento filosófico y ético. La dificultad del volumen estriba en la variedad y complejidad de las carreras literarias de los poetas en cuestión. Canteli supera esta dificultad con creces y concentra su atención en un puñado de ensayos en los que posiciona sus estudios dentro de una interpretación filosófico-histórica de la modernidad. El término “modernidad” tiene un doble filo. Por una parte, se refiere a la “racionalización del mundo” que Max Weber describiera en su famoso ensayo. Por otra, rescata la tradición “modernista” en poesía, en la que la literatura se convierte en pregunta en sí misma, auto-cuestionamiento indefinido que no puede ser resuelto por medio de conceptos, teorías o descripciones generales. En el ensayo introductorio se examina el lugar y la función de la poesía en la cultura occidental “como espacio de exploración de lo abierto, como resistencia a la sutura de la memoria, la mirada y el lenguaje” (p. 8). Además de proporcionar respuestas originales a textos literarios individuales, se subrayan las “discontinuidades rastreables entre los poetas (…) parpadeos en constelación” (p. 20). A continuación, Canteli se ocupa del poeta José Miguel Ullán (Villarino de los Aires, 1944). El modernismo del poeta salmantino se basa en anomalías “que habla[n] también de un ejemplo ético” (p.23). Ullán es uno de los primeros en desarrollar el concepto anárquico de la obra modernista como artefacto singular y refractario a cualquier regla, “aceptando sus espacios de luz como los de sombra, en entregar el ojo al corazón de lo mirado hasta disolverse” (p. 29). La esencia de su poesía escapa a una determinación esencial, es “sucesión de interrupciones” (p. 39). Su voz ética “es voz de nadie” (p. 43). La escritura de Carlos Piera (Madrid, 1942) es menos una actividad productiva que un “espacio contradictorio” (p. 55), una experiencia en la que el sujeto se encuentra con los límites de lo posible, en la curiosa situación de no tener nada que escribir y sentir la necesidad de escribirlo. “Resistencia biográfica, paralelas resistencias (…) grieta que resquebraja lo uniforme y es respiración” (p. 47), la poesía de Piera es “cesura (…) que se abre entre un lenguaje de imágenes posibles y este otro lenguaje espectral” (p. 68). Canteli persigue esta cuestión de nuevo en “Mimetizar la mímesis”. En su ensayo sobre Pedro Provencio (Alhama de Murcia, 1943), la poesía es “una redefinición del concepto de margen” (p. 70). En términos espaciales, Provencio permanece en una condición de exterioridad, un exterior que no es lugar sino superficie a través de la cual se mueve de acuerdo a un itinerario nómada. Su escritura “sin servidumbres, no sometida al pensamiento ni al servicio del habla” (p. 74), como quería Maurice Blanchot (citado por Canteli), pertenece a la insatisfacción del exilio. “La mirada del poema de Provencio es distancia” (p. 82).

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