Nayagua nº 25

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su puerto, naves en el aire, nubes sobre el agua. Me aburren las metáforas y las enumeraciones. No nos vamos a salvar, definitivamente, aunque nos olvidemos durante el juego de que no somos el indio montado en su caballo de plástico que empujas con la mano. No saldremos de en. Estamos en y las cosas son. […] Y las cosas son. Igual que ahora está en la mesa 21 la cosaesposacadavezmasgaseosa, esa cosaesposa que enciende con parsimonia un cigarrillo mientras observa asumarido, sentado aún en la mesa 24, o tal vez caminando hacia la barra desde la que el camarero ciego deberá partir para servir un güisqui de malta en la mesa ocupada en contener su vacío. El camarero ciego se esfuerza, busca, se huele las manos y tantea, vuelve a

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esforzarnos en saberlo, ni para qué sirve este dato, ni qué conocimiento funda, qué paradigma hunde, pero hay que saber de nuevo que el esposo de este matrimonio lo ha intentado todo durante estos tantos años líquidos, eso sí, sin perdonar ni un día su deber de beberse al menos media docena diaria de güisquis de malta, pero hay que saberlo, pese a todo, porque el hombre de este matrimonio la ha convertido con paciencia en nueve veces madre, porque tuvieron tres veces trillizos tras tres tratamientos de fecundación en vidrio, se hizo la vasectomía porque ella se lo pidió en un bar una tarde, entre la quinta y la sexta botella de agua con gas de la tarde, se deshizo la vasectomía porque ella se lo rogó en la cocina del hogar una mañana, entre la primera y la segunda botella de agua con gas del día naciendo, porque se circuncidó cuando ella se convirtió al judaísmo, porque se casó con otras tres esposas cuando su esposa se convirtió al islamismo, porque se vio forzado a contratar a un matón colombiano para librarse de sus tres mujeres musulmanas cuando su legítima mujer, cada vez más líquida, más informe a cada forma renovada, decidió regresar a la casa del padre. Creo que lo diré más adelante, o creo que diré algo parecido, o que repetiré palabras que otros ya repitieron: llegará al punto del que arrancó su viaje y pisará el lugar por primera vez. El lugar era en. Ahí está ella, bebiendo agua con gas, cada vez más gaseosa. Un globo detenido por el techo del cuarto en el que duerme un niño, por ejemplo. Las gotas minúsculas del ambientador en los cines de la infancia, otro ejemplo. El humo de los carajillos en los cafetines, cuando la idea del diluvio se disolvió en el aire, tercer ejemplo. El olor del tomillo aplastado por los cazadores. Me aburren también las enumeraciones. Es como rezar el rosario, o tirarse pedos o el idioma del culo o pájaros que vuelan, que parten de


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