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Índice

Home Rome Sólo un poquito

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Al diablo con el Autocontrol

Mar de incertidumbres Fuera de mi sistema Confesiones de Todo Tipo Roto Dejando ir todo Abriendo Las Puertas Maestro del Engaño Tragado por Entero Tiempo

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Sinopsis Encuentro casual Crema o Azúcar Respiraciones Profundas Detalles Inesperados Muchas Capas Fuegos Artificiales Intenciones Amistosas


Sinopsis Un primer encuentro perdido... Colisionando con una segunda oportunidad... A pasos de graduarse en la universidad y tratar de hacer frente a la muerte de su madre, Emily Cooper se traslada a la ciudad de Nueva York para un nuevo comienzo. Mientras alberga sus propios secretos, Dillon Parker se encarga de Emily a través de su dolor. Sabiendo que no puede vivir sin ella a su lado, él es dulce, pensativo y todo lo que Emily siempre ha deseado en un hombre. Hasta que conoce a Gavin Blake -un playboy rico y famoso que es peligrosamente sexy y encantador como el infierno. Emily trata de negar la conexión instantánea que siente, pero el Sr. Alto, moreno y guapo no está dispuesto a dejarla ir tan fácilmente. Para recuperarse de su pasado doloroso, Gavin no se detendrá ante nada para ganar a Emily.

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Este encuentro inesperado obliga a Emily a cuestionar sus decisiones, obligándola a tomar una decisión que va a destruir amistades, romper corazones, y cambiar para siempre su vida.


Capítulo 1 Encuentro casual

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E

lla calculó el vuelo de Colorado a Nueva York en tres horas y cuarenta y cinco minutos, después del cual, sabía que su vida cambiaría para siempre -aún más de lo que ya lo había hecho. Apretando los lados del asiento, con las palmas sudorosas, Emily Cooper cerró los ojos mientras los motores se preparaban para el despegue. Nunca había sido aficionada a volar, de hecho, le asustaba de por vida. A pesar de que recordaba que a veces la tortura de estar a 30.000 pies en el aire en realidad valía la pena -la primera vez que dejó su casa para ir a la universidad, una escapada a una isla tropical, o una visita a ver a su amada familia. Sin embargo, este viaje no incluía a ninguno de esos placeres -sólo poseía sentimientos de pérdida y dolor. Mirándola estaba una de las razones por las que todavía despertaba cada día, su novio, Dillon. Pudo notar que él se dio cuenta que la expresión de su rostro estaba llena con la incertidumbre de lo que le esperaba. Mientras sostenía su mano, Dillon se inclinó y alejó un mechón de cabello de su rostro. –Todo va a estar bien, Em –susurró–. Antes de que te des cuenta, vamos a estar en el suelo otra vez. Forzó una sonrisa y luego con vacilación se giró, mirando las montañas cubiertas de nieve desaparecer debajo de las nubes. Su corazón se hundió aún más mientras interiormente se despedía del único verdadero hogar que había conocido. Apoyó la cabeza contra la ventanilla y dejó que su mente vagara durante los últimos meses. A finales de Octubre de su último año en la universidad, recibió la llamada. Hasta ese momento, la vida parecía... buena. Dillon había entrado en su mundo el mes anterior, sus notas estaban donde deberían estar y su compañera de cuarto, Olivia Martin, había resultado ser una de las mejores amigas que alguna vez tendría. Contestó el teléfono ese día, nunca esperó la noticia que recibió. –Las pruebas resultaron, Emily, –su hermana mayor, Lisa, dijo–. Mamá tiene cáncer de mama Etapa IV. Con esas últimas palabras, la vida como Emily conocía nunca sería la misma. Ni siquiera cerca. Su roca, la mujer a quien más adoraba en su vida, y el único padre que había conocido tenía menos de tres meses de vida. Lo que siguió después fue algo a lo que ella nunca podría haberse preparado. Los largos viajes de fin de semana desde la Universidad Estatal de Ohio a casa en Colorado para ayudar en los últimos meses de su madre se convertirían en la norma para Emily.


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Vio a su madre marchitarse desde la fuerte y vibrante alma que una vez había sido a la débil mujer irreconocible que se había convertido antes de morir. Con una repentina turbulencia sacudiendo sus nervios, Emily cogió la mano de Dillon y lo miró. Él le dedicó una rápida sonrisa y asintió, esencialmente haciéndole saber que estaban bien. Apoyó la cabeza en su cálido hombro y comenzó a pensar en el papel que él había tenido a través de todo. Innumerables vuelos desde Nueva York a Colorado para estar con ella. Hermosos regalos que enviaba para alejar su mente de la locura que consumía su vida. Llamadas en la noche para hablar con ella y asegurarse de que estaba bien. Incluso hasta los arreglos para el funeral, dándole consejos sobre vender la casa de su infancia, y en última instancia, mudarse a Nueva York. Todo era parte de por qué ella lo adoraba. Mientras el avión aterrizaba en el aeropuerto La Guardia de Nueva York, Dillon observó a Emily y a su mano que tenia los nudillos blancos por aferrarse a la suya. Le dio una risa ligera y se inclinó para besarla. –Ves, eso no fue tan malo – dijo, acariciando su mejilla–. Ahora eres oficialmente una neoyorquina, nena. Después de lo que pareció una eternidad abrirse camino a través del aeropuerto, Dillon le hizo señas a un taxi y se dirigieron al apartamento que Emily compartiría con Olivia. Eso se había convertido en un tema delicado para Dillon. Cuando él y Emily hablaron sobre la mudanza, su deseo era que ella viviera con él. Emily pensó que era mejor, al menos por el momento, vivir con Olivia. Hacer el viaje a través del país fue lo suficientemente un duro ajuste por sí mismo y no quería añadir más presión a su situación. A pesar de que amaba a Dillon -y ella lo amaba ferozmente- había una pequeña voz en su cabeza que le decía que esperara. Era algo que vendría al final de la línea para ellos. Él finalmente cedió a su decisión, pero no sin poner una pelea decente por lo suyo. Una vez que llegaron, Emily salió del taxi, los sonidos y las vistas de la ciudad inmediatamente la golpearon en el proceso. Alarmas de autos a todo volumen, los frenos rechinando y sirenas destrozando el aire. Personas hablando y gritando con sus pasos golpeando contra las concurridas aceras de concreto y el flujo frenético de autos apretados componiendo un mar de taxis amarillos que no parecían a nada que ella jamás había visto u oído antes. El vapor que salía de las alcantarillas parecía fantasmas flotando desde el caliente pavimento. Los extensos arboles y los transparentes lagos de Colorado fueron reemplazados por el acero y el hormigón, los ruidos fuertes y el maldito tráfico. Esto era sin duda algo que tendría que acostumbrarse. Tomando una respiración profunda, Emily siguió a Dillon al edificio. El portero se quitó el sombrero y llamó a Olivia, haciéndole saber que estaban allí. Hicieron su camino hasta el piso quince, gracias al ascensor.


Al entrar al apartamento, Olivia dejó escapar un chillido agudo cuando vio a Emily. Ella corrió hacia ella y la abrazó. –Estoy tan feliz de que estés aquí –dijo Olivia, ahuecando sus manos sobre las mejillas de Emily–. ¿Cómo estuvo el vuelo? –Lo logré sin necesidad de drogas o alcohol, –sonrió Emily–. Así que yo diría que ha ido bien. –Ella estuvo bien. –Dillon se acercó y deslizó su brazo alrededor de la cintura de Emily–. No habría dejado que nada le pase de todos modos. Poniendo los ojos marrones en dirección de Dillon, Olivia se cruzó de brazos. –Claro, porque tú serías capaz de detener que un avión se estrelle, Dill-Pickle1. Quiero decir, Dillon. Dillon le lanzó a Olivia una mirada dura y colocó el equipaje de Emily en el suelo. –Así es, Oliver Twist2. Me estoy jodiendo a Superman, así que no lo olvides. –Ha pasado un tiempo desde que había estado alrededor de los dos al mismo tiempo, –suspiró Emily–. Se me olvidó lo afectuosos que son entre ustedes. Olivia sonrió y tomó la mano de Emily. –Vamos, te voy a mostrar el lugar. – Llevando a Emily por el pasillo, se volvió a Dillon–. Haz algo útil y desempaca sus cosas o algo, Donkey–Dick–Kong3. Efectivamente ignorando a Olivia, Dillon se hundió a sí mismo en el sofá y encendió la televisión. –Oh, Dios mío, Olivia, –Emily se rió, siguiéndola por detrás–. ¿De dónde diablos sacas estos nombres para él? –Pfft, –Olivia hizo un ademán desdeñoso–. Él lo hace fácil. –Bueno, ustedes dos me van a volver loca ahora. Puedo sentirlo. –No prometo nada, pero haré lo mejor para abstenerme de hacerlo, amiga. Mientras Olivia le daba un gran tour de su nueva casa, Emily se dio cuenta que era un apartamento moderno y elegante que incluía dos cuartos y dos baños. Aunque modesta en tamaño, la cocina tenia blancos gabinetes antiguos, encimeras de granito y electrodomésticos de acero inoxidable. Un gran ventanal en la sala mostrada la dirección de la Avenida Columbus, una buena zona de Upper West Side de Nueva York. El apartamento era una belleza impresionante para Emily, y si no fuera por Olivia, ella nunca habría sido capaz de pagar algo por el estilo, al menos no sin la ayuda de Dillon. Aunque Olivia trabajaba y cuidaba de sí misma, ella provenía de una acomodada familia, así que el dinero nunca era un problema. A pesar de crecer en North Shore de Long Island, Olivia y su hermano, Trevor, eran dos de las personas con los pies en la tierra que Emily alguna vez conoció.

3. Juego de palabras con Donkey Kong y Dick, pene en español. En referencia al Nombre de Dillon.

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2. Novela de Charles Dickens, Dillon hace referencia al nombre de Olivia.

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1. Pepinillos Dill, Olivia hace referencia al Nombre de Dillon.


4. Pene, en referencia a Dillon.

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Dos semanas más tarde, Emily se detuvo frente al restaurante italiano situado en Midtown de Manhattan. Ella abrió la puerta a lo que sería su nuevo trabajo para el verano. Sus ojos recorrieron el lugar en busca del hombre que la contrató unos días atrás, Antonio D'Dinato, un nativo de Nueva York de unos treinta años.

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Después de ayudar a Emily a instalarse, Dillon dejó a las dos mujeres por sí mismas, dejándole saber a Emily que regresaría más tarde esa noche. Inmediatamente agarrando una botella de vino tinto y dos copas, Olivia arrastró a Emily hasta el sofá. Lanzando su rubio cabello a un lado, le dio a Emily una sonrisa agridulce. –Sé que has pasado por un montón de cosas, pero estoy muy contenta de que estés aquí. Emily le lanzó una sonrisa que hacía juego con la de Olivia. Sus emociones oscilaba entre la tristeza de las circunstancias por las que aterrizó en Nueva York a la felicidad porque estaba tomando un gran paso en su relación con Dillon mudándose allí, incluso si no vivía con él. Tomó un sorbo de vino y apoyó los pies sobre la otomana. –Estoy feliz, también, amiga. Olivia tenía una expresión curiosa. –¿Acaso Dick4 te dio más problemas sobre los arreglos de mudanza? –No, no lo hizo –comentó ella–, pero definitivamente quiere que me mude a un lugar con él a finales del verano. –Bueno, dile que va a tener que luchar conmigo durante esa batalla, –resopló. Sacudiendo la cabeza, Emily se rió de la declaración de Olivia. –Lo digo en serio, Em, él tiene que darte un poco de espacio en estos momentos con esta mudanza. –No te preocupes. No voy a ningún lado por un tiempo. –Emily miró alrededor del apartamento, con los ojos descansando sobre las pilas de cajas de mudanza en la esquina–. Realmente no estoy esperando eso con interés –dijo, señalando con la cabeza. –No tengo que trabajar mañana, –respondió Olivia, sirviéndose su segunda copa de vino–. Lo haremos después. Por ahora, vamos a relajarnos un poco. Por las próximas horas, eso es exactamente lo que hicieron. Relajarse. Sin hablar de cáncer. Sin hablar de la muerte. Sin hablar de las expectativas de vida. Sólo dos amigas compartiendo una botella de vino en su apartamento. Una amiga regresando a la ciudad donde creció y una amiga comenzando un nuevo capítulo en el libro de su vida.


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–Ahí estás, Emily, –Antonio sonrió mientras se acercaba a ella–. ¿Estás lista para tu primer día? Sonriendo, alejó su cabello oscuro y largo hasta los hombros. –Tan lista como pueda llegar a estar. –Un poco abrumador para una chica de pueblo de Colorado, pero mostraste en tu currículo que tienes suficiente experiencia para manejar el lugar. Estoy seguro de que te adaptarás muy bien. Ella lo siguió hasta la cocina, donde les presentó a los cocineros de turno. Cada uno de ellos tenía una sonrisa amable, pero Emily sabía por su experiencia a través de la universidad que la amistad pronto llegaría a su fin. Con el tiempo, ellos le gritarían para recoger sus pedidos desde la ventana, y sin duda sus rostros serian menos joviales. Se puso un delantal negro cuando Antonio la llevó a una joven camarera cerca de su edad. Con una sonrisa en su rostro, Emily estudió su cabello. Era un festival de arco iris de todos los colores imaginables, surcando a través de una superposición de un rubio decolorado. –Hola, soy Emily, –sonrió mientras se acercaba a ella–. Antonio dice que seré tu sombra hoy. La chica le devolvió la sonrisa y le entrego a Emily una carpeta de pedidos y una pluma. –Así que eres el nuevo gato de la cuadra, ¿eh? Soy Fallon, es un placer conocerte. –Sí, el nuevo gato. Es un placer conocerte, también. –Bueno, no tienes que preocuparte. Creo que empecé a trabajar aquí directamente desde el canal de parto. –Sus ojos grises estaban riendo–. Te voy a mostrar todo y antes de que lo sepas, serás capaz de correr aquí con una venda en los ojos. –Me parece bien –se rió Emily. –¿He oído que eres de Colorado? –Sí, Fort Collins en realidad, –contestó Emily. –¿Bebes? –preguntó ella, entregándole una taza de café. –Una de mis adicciones, gracias, –Emily tomó la taza de ella–. ¿Has vivido en Nueva York toda tu vida? –Nacida y criada. –Se sentó en el bar de café, haciéndole un gesto a Emily para unirse a ella–. Es temprano todavía, –dijo, mirando su reloj–. La fiebre comienza dentro de una hora más o menos. Emily se sentó junto a ella y le dio un sorbo a su café. Echó un vistazo alrededor del restaurante, viendo como los ayudantes preparaban las mesas. Antonio les hablaba en lo que Emily supuso ser español. Su voz se convirtió en un tono ansioso mientras él hacia un gesto a las calles de Nueva York.


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–¿Qué te trae desde el campo a la ciudad que nunca duerme? –Preguntó Fallon–. ¿Eres una actriz o modelo? ¿Qué es? –No, ninguna de esas razones, –respondió ella, tratando de ignorar el dolor anclándose en su pecho. La fresca herida punzante y profunda aún se sentía como si hubiese sido rociada con sal–. Mi, uh, madre falleció en enero. En realidad no había razón para permanecer allí después de su muerte. El rostro de Fallon se suavizó. –Lamento escuchar eso. La muerte definitivamente es una mierda, eso es seguro. Mi padre murió hace unos años de un ataque al corazón, así que sé cómo se siente. –Fallon dejó escapar un suspiro y apartó la mirada por un momento–. No importa la edad, raza o situación económica que tenemos, la muerte nos toca a todos en un momento u otro. Emily encontró su comentario sabio más allá de su edad, pero por otra parte sabía que la muerte parecía poner de manifiesto una forma completamente diferente de ver la vida una vez que alguien se había ido. –Así es. Siento lo de tu padre. –Gracias. No pasa un día que no piense en él. –Fallon hizo una pausa en sus pensamientos–. ¿Qué hay de tu padre? ¿Se mudó aquí contigo? Otro tema doloroso, pero en estos días los temas dolorosos eran abundantes e inevitables. –Nop. No he tenido ningún contacto con él o con su familia desde que tenía cinco años. Realmente no lo recuerdo. –Estoy bateando un cero aquí contigo, –bromeó Fallon–. Lo siento. ¿Tal vez debería preguntar acerca de cachorros o algo así? Sacudiendo la cabeza, Emily sonrió. –No te preocupes por eso. Está bien. Además, no tengo cachorros lo que sería un callejón sin salida. –Yo tampoco. Son lindos, pero no aguanto muy bien la mierda por todo el lugar, –Fallon se rió, ajustando su cabello en una cola de caballo–. Entonces, ¿qué te hizo venir a Nueva York específicamente? ¿Tienes algún otro familiar aquí? –No aquí. Tengo una hermana mayor en California, sin embargo. –Emily tomó un sorbo de su café–. Pero mi novio Dillon vive aquí. Empezamos a salir durante mi último año de universidad. Fallon sonrió. –Amor universitario, ¿eh? –No, en realidad, ya estaba viviendo aquí, en Nueva York, cuando nos conocimos. Mi compañera de cuarto de la universidad, Olivia, tiene un hermano que fue a visitarla un fin de semana, y Dillon fue con él. –¿No es increíble, los caminos que unen a las personas? –Fallon miró a los ojos de Emily–. Quiero decir, si Dillon no hubiese tomado el viaje con el hermano de tu compañera de cuarto, ustedes dos nunca se hubiesen conocido. La vida es muy extraña como eso.


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Emily supo al instante que le gustaba Fallon. –Estoy totalmente de acuerdo con eso. El destino y los caminos que quedan colocados en frente de nosotros. Es como un enorme rompecabezas que encaja en última instancia, en el final. –Exactamente, –sonrió Fallon–. Así que ¿Qué has estudiado en la escuela? –Me gradué con un grado de enseñanza. He empezado a dejar algunos currículos, con la esperanza de aterrizar en algo para este otoño. Fallon frunció el ceño, el anillo en sus labios brillaba en la luz. –¿Así que nos dejarás para el final del verano? –No, probablemente voy a trabajar a tiempo parcial. –Genial, –dijo, poniéndose de pie, su altura, su largo cuerpo se elevó sobre Emily–. ¿Así que haces club? Emily frunció el ceño. –¿Club? –Sí, vas a clubs, –Fallon respondió, moviendo sus caderas de lado a lado. –Oh, te refieres a bailar, –Emily se echó a reír–. Sí, lo hice en Colorado, pero todavía tengo que hacerlo aquí, en Nueva York. –Asesina. Me encanta romper a los novatos en la escena del club. –Bueno, estoy dentro. Déjame saber cuándo. –Lo haré. Estoy saliendo con un hombre mayor de unos cuarenta años, y me mete en algunos de los clubes más populares de Nueva York sin recargo en absoluto. Emily asintió y tomó un sorbo de su café. –El sexo es sólo una ventaja adicional, –Fallon agregó. Emily casi se atragantó con el café. –Oh, eso sin duda sería una ventaja añadida con seguridad. –Sí, eso es lo que me imaginaba, –sonrió–. Bueno, chica nueva, vamos a empezar. A lo largo del día, Emily siguió a Fallon. Ella le enseñó a usar la computadora y le presentó a un buen número de clientes habituales del restaurante. Ellos variaban entre tipos de traje de negocios muy elegantes al "hombre común" trabajador de la construcción. Hubo un fuerte movimiento en el almuerzo que llegó alrededor del mediodía, y uno de los camareros la llamó angustiado, por lo que Emily tomó unas pocas mesas. A pesar de que no estaba familiarizada con el menú y se sentía débil con la computadora, lo hizo sin pasar mayores problemas. Al final de su turno, Fallon puso su cabeza a zumbar con quién de los clientes eran los mejores para servir y cuáles eran los tipos que degollaban. En su mayor parte, teniendo en cuenta que fue su primer día, Emily pensó que le fue bien. En su camino hacia la puerta, Antonio la detuvo con una caja para llevar llena de comida. –Emily, mi repartidor renunció, –dijo, con los ojos abiertos de preocupación–. ¿Vas hacia la dirección del edificio Chrysler?


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Aunque su padre le había contado historias acerca de esto, hasta esa tarde fatídica, Gavin Blake había creído que el amor a primera vista no existía. A pesar de que tenía toda la atención de la rubia sentada en la mesa de información, sus ojos se clavaron en Emily cuando ella entró al edificio. Él captó la forma en que sonreía mientras el guardia de seguridad se acercaba a ella. Su belleza al instante lo golpeó. Pero más aún, se sentía atraído por ella, como una cuerda atada a su cintura y ella estaba al otro extremo tirando de él hacia ella. Parpadeó dos veces y negó con la cabeza a la conexión magnética. –Señorita, ¿puedo ayudarle en algo? –Preguntó el guardia de seguridad. –Hola, estoy haciendo una entrega, –Emily respondió, mirando a la recepción– . Piso sesenta y dos. Antes de que el guardia de seguridad pudiera responder, Gavin gritó desde el otro lado del vestíbulo. –Puedo llevarla arriba, Larry. La recepcionista, que había ganado la atención de Gavin antes que Emily entrara, hizo un mohín de sus labios mientras él se alejaba.

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–No lo hago, pero está a sólo unas pocas cuadras de distancia, ¿no? –Sí, está justo entre Lexington y la 42. –¿Me necesitas para llevar eso allí? –Emily preguntó, señalando la caja que tenía en la mano. –Sí, por favor. Emily se encogió de hombros. –No es un problema. Voy a caminar hasta allí y solo tomaré un taxi a casa desde allí. –Muchas gracias. –Él le dio la caja, dejando escapar un suspiro de alivio–. Voy a darte un poco de dinero extra en tu salario la próxima semana. –No es necesario, Antonio. Me gusta hacer turismo de todos modos. –No, no, no, insisto. Nos vemos mañana, Country. Riendo, Emily negó con la cabeza, divertida ante su nuevo apodo. Se balanceó sobre los talones redondeados de sus zapatos de camarera y salió al aire caliente y húmedo. Junio en Nueva York, sin duda, era más caliente que Colorado. Ella hizo su camino a través de la ciudad con los ojos abiertos, todavía asombrada por el hecho de que vivía allí. El aire estaba cargado con el bullicio del tráfico y de los aromas de los carros de los vendedores ambulantes de comida. Se estaba ajustando a Nueva York mejor de lo que había anticipado. Desde la vibración del metro bajo sus pies a la variada mezcla de rostros, todo sobre la ciudad intoxicaba su mente. Era una sobrecarga sensorial en su máxima expresión. Tres cuadras más adelante y bastante sudada de la caminata, llegó a su destino.


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La mirada de Emily se deslizó hacia donde provenía la voz. Su respiración se detuvo al ver al alto y devastadoramente hermoso hombre que se dirigía hacia ella. Se sintió confundida como si su equilibrio se hubiese sesgado por sí solo en todo el edificio. Sus ojos le recorrieron su cabello negro azabache y corto, y peinado en una forma un poco desordenada. Tenía rasgos impresionantemente cincelados, su boca parecía haber sido cuidadosamente tallada a la perfección por un experto escultor. Sus ojos se movieron a lo que parecía ser un cuerpo tonificado escondido debajo de su traje gris de tres piezas. Tratando de parecer como si no estuviera abrumada por su loca belleza masculina, volvió su atención al guardia de seguridad de fornido de aspecto. –¿Está usted seguro, señor Blake? Yo le puedo mostrar el camino. –Estoy muy seguro, Larry. Estaba en mi camino de todos modos. –Gavin se volvió hacia Emily–. Deja que te ayude con eso, –dijo, señalando la caja. Su voz era tan suave como el brandy e hizo que el estómago de Emily se agitara. Trató de encontrar a sus palabras. –Está bien, de verdad. Estoy bien sosteniéndolo. –Insisto. –Gavin sonrió–. Además es una cosa de Boy Scouts. Olvídate del encanto que se derramaba de sus poros o sus penetrantes ojos azules, solo su sonrisa con hoyuelos tuvo a Emily inmediatamente convencida de que una cantidad ilimitada de mujeres le arrojaban sus bragas por sus órdenes. Diariamente. De mala gana, le entregó la caja y trató de jugar bien. –Bueno, está bien, ya que lo pones de esa manera, te has ganado tu medalla al mérito de la buena acción. –Vaya, gracias. Ha pasado un tiempo desde que he ganado una, –se rió. Girando sobre sus pies lentamente, abriendo el camino al elevador. Emily lo siguió y alcanzó a verse contra las puertas de aluminio pulido. Sabía que lucía como una mierda, un sudoroso desastre que acaba de salir del trabajo, y todo lo que realmente quería hacer era huir cuando las puertas se abrieron. –Después de ti, –dijo Gavin con una sonrisa. Mientras Emily entraba, los ojos de Gavin devoraron el castaño cabello de seda que caía justo por encima de su cintura. Nunca aprobó a una mujer con una cola de caballo –menos una que parecía que acababa de salir de una guerra de comida– pero para él, en ese momento, ella era la criatura más hermosa a la que jamás había puesto los ojos. Entre la cara en forma de corazón, su menudo cuerpo con una forma de botella, y el aroma de su perfume flotando en el aire a su alrededor, a Gavin le costaba respirar con decencia. Entrando al elevador, trató de ignorar la mayor conciencia de ella, pero no sirvió de nada.


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–¿Parece que Armando ha sido reemplazado? –Dijo, presionando el botón del piso sesenta y dos. Emily trató de no inquietarse cuando se encontró con su mirada. Estar tan cerca de él sólo hizo que se diera cuenta exactamente de lo hermoso que era. Él era una fuerza potente en un pequeño espacio tan reducido. Abrió los labios para dar cabida a la rápida respiración. –¿Armando? –Sí, Armando, –Gavin sonrió, mirando hacia la caja de comida–. Bella Lucina. Mi oficina pide comida allí casi todas las semanas. Armando es generalmente el chico de los recados. –Oh, por supuesto, pero no soy el nuevo chico de los recados. Quiero decir, yo trabajo allí. Bueno, obviamente, lo tengo que hacer ya que tengo el uniforme, y, obviamente, soy una chica, no un chico. –Emily se encogió, sabiendo cuán estúpida sonaba. Tomando una respiración profunda, comenzó de nuevo–. Soy camarera, mi jefe me pidió que llevara la comida en mi camino a casa porque el chico de los recados renunció. –Ella comenzó a ruborizarse y quería caerse muerta. Literalmente. Caer. Muerta–. Realmente, puedo articular oraciones completas con educación. –¿Un largo día en el trabajo? Puedo comprenderlo, –Gavin rió, estudiando su rostro todavía más. Tenía los ojos más verdes que había visto alguna vez y un lunar pequeño perfectamente posicionado por encima de su labio. Ella sonrió. –Sí, un día muy largo en el trabajo. Un ding en el ascensor sonó en el piso treinta y nueve. La puerta se abrió y entró una mujer. Era tan alta como Gavin en sus tacones de aguja negros, llevaba un traje blanco, y su cabello carmesí torcido en un moño. –Bueno, hola, señor Blake, –gruñó ella, presionando el botón del piso cuarenta y dos. Una sonrisa seductora cruzó sus labios cuando ella se inclinó al oído de Gavin–. Espero que podamos continuar donde lo dejamos la última vez que te vi. Gavin dio un paso fácil hacia atrás, su rostro suavizándose en una ilegible impasibilidad. Simplemente asintió. La mujer sonrió y se volvió hacia la puerta del ascensor. Gavin miró a Emily de nuevo, avergonzado que un inesperado asunto de una– noche estaba en el ascensor con él. –¿Así que trabajas en Bella Lucina por un tiempo? Emily se mordió los labios y sonrió. –No, hoy fue mi primer día. –Un nuevo trabajo. Eso puede ser muy estresante. –Gavin le devolvió la sonrisa, cambiando de pie–. Espero que todo haya salido bien para ti. –Lo hizo de hecho, gracias.


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Cuando las puertas del ascensor se abrieron, la mujer sin nombre salió y se dirigió a Gavin. –Llámame. Él hizo una breve inclinación de cabeza, y con eso, ella se fue. Las puertas se cerraron, dejándolos a él y a Emily solos una vez más. –Ella no es mi novia, si es eso lo que te estás preguntando. Emily le dirigió una mirada, desconcertada por su comentario. –¿Y quién dice que lo estaba? Su inesperado y sexy espíritu erizó su piel. Él se encogió de hombros sin comprometerse, tratando de conseguir una idea de ella. –¿Y quién puede decir que no lo estabas? –No me conoces para asumir la mayor parte de todo lo que estaría pensando, –se burló, una risa escapó de sus labios. –Estás en lo correcto en eso,–sonrió, moviéndose para estar más cerca de ella–. Sin embargo, debo admitir que me gustaría llegar a conocerte. Genial. No sólo era caliente en su urbano y escandalosamente caro traje. Era presumido, también. Emily parpadeó de su semi-sueño, tratando de ignorar lo atractivo que olía estando tan cerca. –Bueno, yo no puedo. Lo siento, –respondió, metiendo un mechón de su cabello detrás de su oreja. Antes de que pudiera responder, las puertas del ascensor se abrieron en el piso sesenta y dos. –Aquí es donde me bajo.–Emily se volvió para coger la caja de él–. Te agradezco tu ayuda por llevarlo por mí. –No es un problema. Aquí también es donde me bajo. –¿trabajas en este piso? –Preguntó Emily, notablemente confundida. Sin ganas de decirle que era dueño de la empresa ubicada en el piso, se decidió por una respuesta parcialmente–verdadera. Una sonrisa de niño se deslizó a través de su boca–. Sí. Soy el culpable de realizar el pedido. Los ojos de Emily se posaron en sus pulposos labios y luego de nuevo en su rostro. –¿Así que sabías cuando entré que yo estaba en mi camino hasta aquí? –Tenía un par de minutos de sobra. Estaba esperando abajo en el vestíbulo por ti. –Él esbozó una sonrisa–. Bueno, yo estaba esperando abajo en el vestíbulo por Armando, pero en lugar de eso fui agraciado con la mujer hermosa que está delante de mí. Decidí ser un caballero y ayudarla con la caja. –Salió del ascensor, su paso firme y elegante–. ¿Quieres venir conmigo a cenar? Hay más que suficiente para ti. –Yo... no puedo. Lo siento, –Emily respondió, golpeando el botón para cerrar la puerta. –¡Espera! –Gavin rápidamente se inclinó y la mantuvo abierta. Sabiendo que su propuesta fue demasiado fuerte y sintiéndose como un idiota en ese momento,


5. Douche: Gilipollas, hace referencia a Dillon.

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–¿Era tan guapo? –preguntó Olivia, tomando asiento en la mesa de la cocina. Emily puso un dedo sobre su boca. –Jesús, Olivia, Dillon está dentro. Baja la voz. –Sus ojos se dirigieron a su habitación y luego de vuelta a Olivia–. Sí, era muy guapo. Quitarte-el-aliento de guapo. Querer-desvestir-tu-cuerpo-y-dejar-que-élte-devore-viva de guapo. Muy-agradable-a-la-vista de guapo. Olivia dejó escapar una risa profunda y luego se cubrió con rapidez la boca. – Suena muy follable, –susurró. Asintiendo con la cabeza en acuerdo, Emily se rió–. Creo que necesitas tomar el puesto del repartidor en su lugar. –No lo sé, sólo fue la reacción más extraña que he tenido con alguien. Y si hablamos de vergüenza por la forma en que lo manejé. Un niño en edad preescolar lo habría hecho mejor. Sonriendo, Olivia tomó un sorbo de su copa de vino, con sus ojos marrones brillando. –Podría resultar un buen sexo esta noche con Douche5, si tienes al Sr. Alto, Oscuro y jodidamente guapo en mente. Emily se acercó a ella y la golpeó ligeramente en el brazo. –Detente. No más pensamientos del Sr. Alto, Oscuro y jodidamente guapo para mí. –Emily sacó su cabello de la cola de caballo–. Además, amo a Dillon. El Sr. Alto, Oscuro y Jodidamente guapo será el regalo para otra mujer, créeme. –Está bien, está bien, –Olivia se rió en voz baja–. Pero por lo menos sabes que tienes un refuerzo por si acaso. Antes de que Emily pudiera hablar más de su recién descubrimiento

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trató de recuperar la situación lo mejor que pudo–. Eso fue grosero de mi parte, y me disculpo, mi madre me crió realmente mejor que eso. –Paso una nerviosa mano por su cabello–. Me encantaría llevarte a cenar alguna vez. Sé que una oficina de este tipo no es romántica de ningún modo. Trabajo mucho. Pero, como he dicho, me encantaría salir contigo una noche. Antes de que Emily pudiera responder, una mujer morena y esbelta lo llamó desde un escritorio. –Sr. Blake, tiene una llamada en la línea dos. Sonriendo, él se volvió hacia la mujer. –Por favor, tome un mensaje para mí, Natalie. Rápidamente, con dedos temblorosos, Emily apretó el botón para cerrar la puerta. Se cerró completamente antes de que Gavin pudiera dar la vuelta. Inclinada contra la pared, se agarró a la barandilla de bronce, tratando de recobrar la compostura. El efecto que el extraño tenía sobre ella era desconcertante. Sacudió la cabeza al ritmo vertiginoso de los acontecimientos, lamentando haber accedido a llevar la comida. Sin embargo, hizo su salida del edificio y se fue a casa.


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jodidamente agradable a la vista, Dillon entró a la habitación vestido con su mejor traje y corbata. Acercándose a él, Emily instantáneamente se olvidó del atractivo extraño mientras sus ojos captaban el festín de su humedecido cabello rubio y hermoso rostro. Para ella, él era toda la jodida vistosidad que necesitaba. –¿Pensé que estábamos pasándolo aquí esta noche? –preguntó Emily, rodeando con sus brazos la cintura de él–. Alquilé una película. Él puso sus brazos sobre sus hombros. Era bastante fácil para él, ya que era mucho más alto que el pequeño cuerpo de Emily. –Voy a cenar con un cliente potencial. –Él caminó hacia el refrigerador y sacó una botella de agua–. Fue una llamada inesperada. La veremos otra noche. Emily frunció el ceño ante su tono indiferente. –¿Cuántas cenas inesperadas se puede tener en una semana, Dillon? Después de dejar escapar un suspiro audible, Olivia se puso de pie y salió de la habitación. Dillon se inclinó contra el mostrador. –Sabes que va con el territorio, Emily. Soy un corredor de bolsa, eso es lo que hago. Tengo que comer y tomar algo con un cliente con el fin de obtener la cuenta. –Lo entiendo, Dillon. De verdad. –Emily entró a la cocina y apretó su cuerpo contra el suyo–. Pero yo he estado aquí menos de un mes, y estoy constantemente sola cuando tienes estas reuniones. –Juguetonamente tiró de su corbata–. Te veía más cuando vivía en Colorado de lo que lo hago ahora. Retrocediendo, sus ojos marrones se estrecharon sobre ella ligeramente. – Hablas como una chica de fraternidad llorona. –Giró la tapa de la botella de agua y bebió un sorbo–. Sólo relájate. No debería estar de vuelta demasiado tarde. Un gesto ensombreció el espacio entre sus cejas. –¿Una chica de fraternidad llorona? ¿Qué se supone que significa eso? ¿Por qué viniste aquí a ducharte, entonces? –Recibí la llamada después de llegar aquí, es por eso. –Tal vez tengas que ir a dormir a tu casa esta noche. –Ella desabrochó su delantal y lo arrojó sobre la mesa–. Estás comiendo y bebiendo con estos clientes por lo menos cinco días a la semana. Acercándose, su voz se elevó mientras la miraba. –¿Qué estás tratando de insinuar, Emily? ¿No crees que me esté ocupando de los clientes? –No tengo ni idea. Sólo pensé que estarías aquí un poco más de lo que has estado, –respondió ella, pasándose la mano por su cabello–. Tal vez ayudar a adaptarme un poco con toda la mudanza. Después de tomar un sorbo de agua, inclinó la cabeza hacia un lado. –Te mudé aquí a mi ciudad. ¿Qué más quieres de mí?


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6. Dillweed: persona que no es inteligente,también hace referencia a Dilon.

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–Eso fue bajo, Dillon, –ella respiró, sus ojos verdes muy abiertos–. No te pido que hagas nada de eso. Me podría haber quedado en Colorado, y podríamos haber continuado una relación a larga distancia. Dillon se acercó, levantó su mano y rozó suavemente su mejilla. –No, no podrías. Tú me amas, y necesitabas estar aquí conmigo después de todo lo que sucedió. –Él deslizó el pulgar contra su barbilla–. Y te amo y te necesito aquí, también. Ahora deja la mierda, deja que me encargue de este cliente, y volveré más tarde, ¿de acuerdo? Calculando y reevaluando la situación sobre la marcha, Emily se puso de puntillas y apretó sus labios contra los suyos. Él aceptó con entusiasmo su avance mientras gemía en su beso. Cogiendo el cabello de ella con sus manos, la atrajo más cerca, tirando de ella hacia su pecho. Emily habló contra su boca. –Está bien. Ve a hacer lo tuyo, y te veré más tarde. –¿Así que no estoy siendo forzado a regresar a mi casa esta noche, entonces? –Él sonrió contra sus labios–. Si insistes, supongo que puedo dormir en mi casa en vez de aquí. –Deja de ser un sabelotodo, Dillon. Voy a estar esperando cuando vuelvas. –Está bien, tendrás mi atención entonces. –Dillon entrelazó su mano en la de ella y ella lo siguió hasta la puerta. Después de darle un último beso, Emily lo vio alejarse de su apartamento. Cuando la puerta se cerró de golpe, Olivia volvió a emerger de su habitación. Hundiéndose en el sofá, le dio unas palmaditas para que Emily hiciera lo mismo. – Muy bien, escúpelo. ¿Qué pasa, mujer? –Preguntó Olivia. –Él sólo parece distante, ¿sabes? –Respondió, sentándose a su lado. –Mira, tú sabes que yo no puedo soportar a Dillon. –Olivia hizo una pausa por un segundo y se tocó la barbilla–. En realidad, lo odio. –Emily puso los ojos en blanco, y Olivia se echó a reír–. Pero, en serio, en su defensa, y sólo porque mi hermano trabaja en la misma oficina, ellos realmente tienen que hacerse cargo de las cuentas potenciales. –Sí, pero ¿Está Trevor fuera cinco noches a la semana encargándose de estas personas? –No, pero supongo que Dillweed6 es más como un corredor agresivo. Teniendo en cuenta que es un idiota, estoy bastante segura de que tengo razón. –Está bien, amiga, suficiente de degradarlo, –dijo ella, sacudiendo la cabeza. Olivia se echó a reír, y Emily contempló sus palabras. –Tal vez estoy exagerando. No lo sé. Supongo que entre tratar de adaptarme


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a la muerte de mi madre y la mudanza, mi cerebro hace cortocircuitos. Olivia puso una mano sobre el hombro de Emily, y los ojos suavizados con simpatía. –Es un montón de mierda para asimilar todo a la vez. No me puedo imaginar pasar por ello. –Olivia la abrazó, dándole un fuerte abrazo–. Eres una mujer fuerte, y lograras pasar a través de esto. Sé que lo harás. –Gracias, Olivia, de verdad. No sé lo que hubiera hecho sin ti. Tuve la bendición de tenerte como mi compañera de cuarto en la universidad y ahora vivo aquí contigo. Siempre estaré en deuda, de verdad. Olivia dejó escapar una carcajada. –Ahora te estás poniendo sobre dramática conmigo, chica. –Se puso de pie y se acercó a coger la película que Emily había alquilado. La metió en el reproductor de DVD y se acomodó de nuevo en el sofá con Emily. –Esta noche es noche de damas.


Capítulo 2 Crema o Azúcar

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E

mily se despertó a la mañana siguiente, su mirada soñolienta se hipnotizó por el cuerpo dormido de Dillon. Apoyó la cabeza contra su pecho caliente mientras su mente vagaba sobre su relación. Al igual que cualquier persona, había peculiaridades, y él estaba lleno de ellas. Sabía que se acostumbraría a todo ello, pero mientras tanto, su acelerado estilo de vida era el mayor reto para ella. Al principio, sus diferencias no le parecieron tan grandes para ella porque su relación crecía y florecía en su mundo. Ahora que estaba conviviendo en el suyo, había mucho que necesitaba aceptar. La novia trofeo no estaba en su lista de los diez, y desde que se había mudado a Nueva York, este era un lado de Dillon que estaba empezando a ver. Desde el par de veces que había salido con él, parecía como si la estuviera desfilando alrededor de los pocos amigos de él que había conocido. En las últimas semanas, también notó un cambio en su posesivo comportamiento. A veces era lindo –en algún tipo de novio– pero la mayoría de las veces, era agobiante y confuso. Sin embargo, en ese momento, mientras sus sentidos se empapaban de todo lo bueno que él había hecho por ella, Emily lo aceptaba tal cual era. Acurrucó su cuerpo más cerca de él, alejando un mechón rebelde de cabello de su frente. Dejando escapar un bostezo, le sonrió. –Te has levantado temprano, –dijo, con la voz ronca por despertarse–. No debo haber hecho un buen trabajo con el sexo llevándote al coma anoche. Juguetona le acarició con su nariz el hueco de su brazo, sonrió. –Si me hubiera llevado al coma con sexo, nunca sería capaz de estar conmigo otra vez, señor. –Ah, allí te equivocas, mi amor. Todavía te tendría –en coma o no. –Eso es enfermo, –se rió, sentándose. Un depredador destello brilló en sus ojos marrones. –¿Lista para la segunda ronda? –¿Me vas a llevar a desayunar esta mañana como lo prometiste? –Por supuesto que sí. –Bueno, tengo que ir a trabajar a las diez, y todavía necesito una ducha. –Sabes que soy bueno para un polvo rápido si es necesario, –dijo, poniéndose de pie y sacándola de la cama.


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Incapaz para decirle que no a su avance sexual, lo siguió sin luchar mientras él los desnudaba antes de llegar al cuarto de baño. Se apoyó en la parte superior del lavabo y lo observó mientras encendía el agua. Podía sentir la inquieta energía que irradiaba de su cuerpo mientras caminaba hacia ella, con una sonrisa de niño que la convencía todo el tiempo. La empujó a su boca y la besó con tanta suavidad que ella sintió sus labios temblar contra los suyos. Apenas podía liberarse del hechizo hipnótico de su beso si quería. Con las manos de él pasándolas por todos lados, grabando su toque caliente contra su piel, el fervor alimentaba su sangre, haciendo que su cuerpo se tensara por más. Movió su boca hasta el valle entre sus pechos y de repente le deslizó la lengua por su pezón. Eso la volvió salvaje. Mirándola, chupó y arremolinó su lengua alrededor del pico tenso. –¿Te gusta eso, ¿no? –Sí, –contestó, mientras sus manos se aferraron a su cabello. Con un ritmo lento, desesperante, metió sus dedos dentro de su coño mojado. La presión era terriblemente maravillosa, en correlación con la sensación de la repentina tensión entre sus piernas. Él empujó con más fuerza contra su boca mientras ella le clavaba las uñas en la espalda, arañando y aferrándose a su cuerpo. Dillon gimió mientras ella pasaba sus manos sobre su pecho, sus dedos se deslizaron lentamente por cada musculo de su abdomen. Envolvió sus piernas alrededor de su cintura y él la llevó a la ducha. Apoyándola contra la pared, dejó escapar un gemido de placer cuando él se hundió perfectamente en su interior, cada terminación nerviosa se encendió en llamas mientras su cuerpo se fundía como uno con el suyo. –Ah, Cristo, te sientes tan bien, Em, –susurró, con la voz ronca por el deseo. Emily se aferró a sus hombros mientras el agua caliente corría por su cuerpo. Su dolor por él aumentaba con cada impulso y empuje. Con sus labios bloqueados en una magnífica y ardiente gratificación sexual, Emily apretó más sus piernas alrededor de su cintura para que pudiera enterrarse hasta la empuñadura. Arqueó su cuerpo rítmicamente contra el suyo, tomó todo lo que él tenía para dar. Los ojos de Dillon se dilataron al sentir su resbaladiza y caliente carne apretarse a su alrededor. Emily gimió en completa satisfacción cuando sintió a Dillon sacudirse, estremecerse y temblar en su contra. Enterrando el rostro en el cuello de ella, dejó escapar un gemido gutural cuando llegó a su clímax. Alejándose, sus miradas se encontraron y se bloquearon, manteniéndose estables mientras sus respiraciones se desaceleraban a un ritmo normal. –Te amo, Emily, –dijo mientras la bajaba suavemente hacia el piso y la atraía hacia él–. Estoy feliz de que estés aquí conmigo.


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–Te amo también, y lo siento por la forma en que actué anoche antes de que salieras. –Le empezó a dar besos a su pecho, sus manos enmarcando su rostro–. Voy a tratar de ser más comprensiva con tus locos horarios de ahora en adelante. Él le dio una sonrisa suave. –Sé que lo harás. Pasaron la siguiente media hora duchándose el uno al otro. Dillon juguetonamente le pasaba el jabón sobre su cuerpo, y Emily le devolvía el gesto, mientras limpiaba su espalda. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que dijo ayer por la noche era verdad. Tenía que estar allí con Dillon. Ella lo amaba. No había ni una fibra de su alma que pensara que podía vivir tan lejos de él otra vez. Considerando que no tenían tiempo para ir a desayunar, Emily terminó cocinando para ellos. Después de limpiar, Dillon se fue a trabajar. Ella se preparó para su turno y luego llamó a su hermana, Lisa, que vivía en California. La echaba de menos enormemente. Mayor que Emily por diez años, Lisa era como una segunda madre. Se casó con su novio de la escuela, Michael, hace seis años. A causa de su padre ausente, Emily recurría a Michael de la manera que hubiera recurrido a su propio padre si hubiese estado allí. Lisa y Michael significaban el mundo para Emily. No que verlos fuera fácil antes de que su madre muriera, sino que, literalmente, estando en lados opuestos del continente ahora, Emily sabía que sus visitas serian menos frecuentes. Sin embargo, pusieron una fecha para tratar de verse entre sí en los próximos meses. Una vez que terminó, Emily saltó a un taxi y se dirigió a trabajar. En su camino, se encontró recordando lo mucho que su madre quería visitar Nueva York. Ella fue tan lejos como reservar entradas para un espectáculo en Broadway, pero se enfermó poco después. El ritmo rápido de los acontecimientos después de que se enfermara le impidió ser capaz de ir. Era un pensamiento amargo en la cabeza de Emily en ese momento. Allí estaba ella en la ciudad a la que su madre deseaba visitar, pero no estaba allí con ella. Mientras se abría camino hacia el restaurante, Emily trató de empujar el dolor invadiendo sus pensamientos a un lado. –¡Hey! ¿No me dices hola? –Roberto, el cocinero español le preguntó a Emily– . Yo gustas, Emmy. Yo gustas mucho. –Hola, Roberto, –dijo riendo–. Yo también te quiero. Él se sonrojó mientras Emily deslizaba su tarjeta por el marcador de horario. Fallon le había hecho saber que pensaban que estaba lo suficientemente fuerte como para tener su propia estación. Desde que fue capaz de remar el ajetreo durante el día de ayer, le dieron unas cuantas mesas para empezar. Su primer grupo de clientes eran unos agentes de la policía de Nueva York. Antonio la observaba con atención mientras ella se acercaba a ellos.


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–Hola, mi nombre es Emily. Voy a tomar sus órdenes el día de hoy. – Sonriendo, sacó su pluma y la libreta de su delantal–. ¿Les gustaría, señores, pedir sus bebidas o saben lo que van a ordenar? El oficial más viejo, un hombre con el cabello canoso, le devolvió la sonrisa. – Tú no eres la camarera regular. –No, señor, no lo soy. Acabo de empezar a trabajar aquí ayer, por lo que ustedes, caballeros, tienen que dejármelo fácil, ¿de acuerdo? –Emily señaló por encima de su hombro a Antonio–. Mi jefe está mirando. Con rostros cálidos, se rieron, claramente divertidos por su comentario. El policía más joven intervino. –¿Quién? ¿Antonio? No, es inofensivo. El policía de mediana edad le dio una sonrisa. –No te preocupes. Vamos a tratar de ser agradables, pero a veces podemos ser un dolor en el culo. –Bueno, no sean demasiado duros conmigo, chicos. –Emily sonrió, feliz de que todos tuvieran sentido del humor–. ¿Qué puedo traerles de beber, caballeros? Emily tomó sus órdenes, y las envió a la cocina. Tenía otras pocas mesas más antes que el ajetreo del almuerzo comenzara. El lugar pasó de estar bastante tranquilo a un manicomio con cada tipo de cliente que ella podría haber imaginado. Mientras Emily salía con las órdenes de una mesa, Antonio la llamó. –Hey, Country, –dijo, haciéndole un gesto a una de sus cabinas en la esquina–. Acabas de terminar con una mesa. ¿Está lista para tomar otra? Ajustó la bandeja que llevaba en su hombro. –Sí, estoy bien. Voy a estar allí. Él asintió y se dirigió a la puerta principal para saludar a más clientes. Alcanzó una bandeja del soporte, colocó la comida y le entregó los platos a un grupo de cinco. –¿Alguien necesita algo más? –Le preguntó al grupo. Una atractiva morena en un vestido de verano levantó la vista, sosteniendo un vaso vacío de soda. –Necesito una recarga, por favor. Emily le dio una sonrisa apresurada y cogió el vaso. –Enseguida vuelvo. Se dirigió a la fuente de soda, miró hacia la mesa donde apenas podía distinguir un caballero solitario que aún tenía que recibir. –Mierda, –murmuró para ella. Rápidamente regresó al grupo de cinco, le entregó a la mujer su bebida. –Lo siento por eso. ¿Alguien necesita algo más? –Preguntó ella, interiormente rezando para que nadie lo hiciera. Todos negaron con la cabeza. Emily dejó escapar un suspiro de alivio y les hizo saber que volvería para ver cómo estaban. Al marcharse, sacó su libreta de órdenes de su delantal y dobló la esquina. Deslizando una mano por su frente sudorosa, se acercó a la mesa y


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accidentalmente dejó caer su pluma al suelo delante de la cabina. Se arrodilló para recogerla, pero antes de que pudiera, la mano del desconocido llegó a por ella. –Gracias, –dijo Emily, todavía agachada en el suelo–. Se lo agradezco. ¿Puedo... –Su voz se detuvo cuando hizo contacto visual con el cliente. Era el Sr. Alto, Oscuro y Jodidamente guapo del ascensor. Se quedó sin aliento al verlo allí sentado casualmente mientras que con lentitud se ponía de pie. Ella, literalmente, tuvo que aferrarse a la mesa para mantener el equilibrio. Era incluso más guapo de lo que recordaba. No es que menos de veinticuatro horas podría borrar su imagen de la cabeza, pero ahora él solo estaba allí, tan masculino y tan fascinante. Él provocaba todos esos cosquilleos muy familiares a través de su piel. Tenía la chaqueta fuera, colgada ordenadamente en un gancho junto a la cabina. Llevaba una impecable camisa blanca abotonada, y la simple ausencia del color sólo hacia destacar sus claros ojos azules. Los labios de Gavin se curvaron en una sonrisa. –No te ves muy feliz de verme. –Yo estoy un poco... yo... –A Emily le costaba encontrar las palabras. Gavin no estaba dispuesto a admitir que su necesidad por volver a verla era intensa –tan jodidamente intensa que en realidad canceló una reunión con una cuenta grande con la esperanza de atraparla en el trabajo. Tampoco le diría que cuando las puertas del ascensor se cerraron ayer por la noche, se quedó sintiéndose extrañamente despojado por su partida. –Escapaste tan rápido anoche que no he tenido la oportunidad de darte una propina por entregar la comida. –Ooohhh. –Emily alargó la palabra, tratando de pensar en algo que decir, ya que parecía que él borraba cualquier clase pensamiento–. Cierto... sobre la forma en que me marche... lo siento por eso. –Ella mordió el capuchón de la pluma y se apresuró a preguntar–, ¿Puedo ofrecerte algo de beber? Gavin puso su mirada en sus hermosos labios y sonrió a lo que pensaba ser una reacción nerviosa de su parte. –Sí, voy a tomar un café, por favor. –¿Lo tomas con crema o azúcar? Él inclinó la cabeza hacia un lado. –¿Tú si? –¿Yo si qué? –¿Tomas con crema o azúcar tu café? Confundida por su pregunta, cambió el peso de sus pies. –¿Por qué quieres saber? Gavin hizo una pausa por un momento, una sonrisa suavizó su boca. –Bueno, estoy tratando de averiguar lo que más pueda acerca de ti. Pensé que el café era un tema bastante fácil de conquistar. Puedo estar equivocado sin embargo.


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Una risita escapó de los labios de Emily. –Pareces un poco acosador. ¿No te parece? –Mmm... un acosador. Eso es nuevo y muy brutal, –dijo riendo, con diversión iluminando sus ojos–. Me gustaría llamarlo curiosidad. Ella sacudió la cabeza y sonrió. –Está bien, así que no has respondido a mi pregunta. ¿Quieres crema o azúcar? –No has respondido a mi pregunta. –Él arqueó una perfecta ceja–. ¿Tomas crema o azúcar con el café? Al ver que era una batalla que estaba segura de perder, se rindió. –Sí. –Ah, los opuestos se atraen. Perfecto. –Él se echó hacia atrás en su asiento y cruzó los brazos–. Voy a tomar el mío negro, por favor. Emily parpadeó una vez y luego dos veces más, captando su rostro sensual durante unos segundos más. Se dio la vuelta, caminando de regreso al grupo de cinco, ella les preguntó si necesitaban algo más y les dejó la cuenta. Se dirigió a la cafetería, una vez más sintiéndose sin aliento por este desconocido. Mientras Emily preparaba su café, Fallon hizo rápidamente su camino hacia ella. Con el pelo teñido de negro hoy, su boca cayó abierta en dirección de Gavin. –Country, ¿Conoces a ese tipo? Emily respiró hondo y miró hacia donde estaba sentado Gavin, su atención estaba ahora en un periódico que tenía en la mano. –No... bueno... un poco, supongo. –Ella puso su café en una bandeja. Fallon sacó la libreta de Emily de su delantal, garabateó su nombre y número en él, y se lo devolvió. –Por favor dale esto. Mis ojos nunca se han dado un festín con tan extrema y jodida belleza en mi vida. –Eso sería una subestimación. –Emily comenzó a alejarse y luego se volvió hacia Fallon–. Espera, ¿qué pasa con tu novio con la edad de tu padre? –Se rió. Fallon apoyó las manos en sus caderas y sonrió. –Me pongo a disposición de cualquier edad, raza o género si se les da la oportunidad correcta. Sacudiendo la cabeza Emily se echó a reír y se dirigió de nuevo a la mesa. Tratando de controlar su palpitante corazón, trató de adivinar su edad. No pensaba que parecía tener un día más de veinticinco años. Con una mano temblorosa, dejó el café frente a Gavin. Él le dio una sonrisa con los ojos abiertos y colocó el periódico a su lado. –¿Has decidido lo que quieres comer? –Preguntó, mirando hacia abajo, a sus gemelos de ónix y el reloj de aspecto caro. –En realidad, ni siquiera he mirado el menú todavía, –respondió, recogiéndolo para escanearlo. –Está bien, voy a regresar luego entonces. –Espera –dijo con una sonrisa–. ¿Me puedes recomendar algo en particular?


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–La única cosa que he comido aquí es el sándwich de queso asiago y champiñones. –Buena sugerencia. Voy a tomar ese entonces. Ella fue a escribir, pero se detuvo. –Tiene espinaca en él, también. ¿Está bien? Arrastrando lentamente el labio inferior entre sus dientes, Gavin sonrió. – ¿Incluye tu nombre y número en él también? Maldito él y esos labios, Emily pensó para ella. Tratando de actuar como si no estuviera absorta por su pregunta, sacó el número de Fallon fuera y se lo entregó. –No, no el mío, pero quería que te diera el suyo. Emily torcido el cuello en dirección a Fallon donde estaba parada en la mesa del anfitrión mirándolos. –Espero que sea tu tipo. Gavin no le quitó los ojos de Emily, ni siquiera por un segundo. –No estoy interesado en ella, –respondió de manera uniforme, deslizando la hoja de papel al borde de la mesa. –¿Cómo sabes que no te interesa? No te giraste para mirarla. Descansando su codo sobre la mesa y una sonrisa que suavizó su boca perfectamente pecaminosa. –Sé que no estoy interesado en ella, porque el nombre y número de la única mujer en Manhattan que quiero está parada aquí. Emily se movió incomodo sobre sus pies, conteniendo la respiración en la parte posterior de la garganta. –Bueno, lo siento. Tengo un novio. –Asumí que si, –respondió, cruzando sus piernas casualmente–. Sería casi imposible que no tuvieses uno. –¿Tú asumiste que si, sin embargo, todavía pides mi número? Con el golpe de su mirada cambiando a su mano izquierda, sonrió. –Sí, pero no veo un anillo en el dedo, y si no hay un anillo en el dedo, todavía puede haber esperanza para mí. Emily enarcó una ceja, incrédula. –¿Así que estás diciendo básicamente que eres un infiel? –No dicho nada de eso, –él rio. Sonriendo, inclinó la cabeza hacia un lado. –Bueno, estás asumiendo que iba a engañar a mi novio para ir a una cita contigo, y eso mismo te convertiría en un infiel. –Voy a esperar a que rompas con tu novio y que salgas en una cita conmigo, –respondió rápidamente con una irónica sonrisa en sus labios–. Eso mismo me hace un hombre honesto. Ella comenzó a escribir su orden. –Honesto, no. Vanidoso, sí.


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–Yo prefiero usar el término esperanza, –respondió, estudiando la forma en que ella se mordía el labio con nerviosismo–. Entonces, ¿Puedo por lo menos conseguir el nombre de la bella e impresionante camarera que está atendiéndome? Acalorada por sus palabras, pero sin querer revelar su verdadero nombre, Emily, simplemente respondió, –Molly. Mi nombre es Molly. Gavin abrió la boca para hablar cuando Antonio gritó desde el otro lado del restaurante. –Country, tienes una llamada telefónica. Emily de mala gana apartó la atención de Gavin. Ella caminó hacia la mesa del anfitrión en la que Fallon estaba de pie con una mirada curiosa moldeando su rostro. –Bueno, ¿qué dijo? –Preguntó Fallon. Emily frunció el ceño. –Él tiene una novia. –Mierda, lo esperaba, –espetó. Recogiendo su bolso se dirigió hacia la puerta–. Supongo que el viejo tendrá que hacerlo por ahora. Nos vemos mañana. Después del adiós de Fallon, Emily tomó el teléfono y descubrió que era Dillon llamando para hacer planes para la noche. Después de colgar, se alegró de su llamada. Llevó sus pensamientos a donde sabía que deberían ir. Tomó una respiración profunda, se acercó al ordenador y entró la orden de Gavin. Saludó a una familia de tres y completó su lado por el día. Con el tiempo, ella se arriesgó a mirar hacia Gavin cuando se sentó en el bar de café para esperar su orden. Se sintió excesivamente abrumada cuando sus ojos se encontraron y se bloquearon. Ella estaba confundida. No sabía por qué estaba conmovida por su mirada y odiaba el hecho de que en realidad le gustaba la forma en que la miraba. Emily de repente salió de su aturdimiento al escuchar a uno de los cocineros llamarla. Fue a la cocina, cogió la comida de Gavin, y cogió una taza de café. –Un Sándwich de queso Asiago y champiñones con espinacas, –dijo, colocándolo delante de él–. Y aquí hay un poco más de café para ti. –Gracias. –Los ojos de Gavin se posaron en su cuello mientras ella se inclinaba para verter el café, el dulce aroma de su cuerpo provocaba su nariz. Imaginando sus labios deslizándose contra su hermosa piel, llevó su atención de nuevo a su rostro y le dio una sonrisa. Se aclaró la garganta, tratando de librarse de la visión. El corazón de Emily latía erráticamente mientras él la miraba. –¿Puedo conseguirte cualquier otra cosa por el momento? –En realidad, sí. Lo siento, –dijo, tratando de alejarse del extraño hechizo que ella había lanzado sobre él–. Recibí una llamada notificándome que tengo que volver a la oficina. ¿Puedes traerme una caja para poner esto?


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–Oh... lo siento por haber tardado tanto, –dijo , recogiendo el plato–. Voy a ponerlo en una caja para ti. –No te preocupes por eso. Debería haber dicho algo antes. –Él se puso de pie, encogiéndose de hombros en su chaqueta–. Tómate tu tiempo. Emily se alejó, caminando hacia la puerta de la cocina. Gavin sacó una tarjeta de negocios y dos billetes de 100 dólares. Los envolvió alrededor de la tarjeta y los cubrió con un billete de 5 dólares. Emily regresó con la caja y se la entregó. –Una vez más, siento haber tardado tanto, –dijo, mirándolo a los ojos. Sus sentidos se calentaron automáticamente otra vez. Gavin se inclinó, a centímetros de su rostro. Alcanzando su mano, puso la tarjeta con el dinero envuelto en su palma, y sintió el suave aliento en su oído cuando dijo, –y yo te dije que no te preocupes por eso. Emily se quedó inmóvil mientras su respiración era tan errática como los latidos de su corazón. Su cálido aliento tan cerca de su cuerpo casi la envió sobre el borde. Irradiaba una energía palpable, sexual, que no podía negar –y ella estaba muy, muy segura de que ninguna otra mujer de sangre caliente sería capaz de resistir tanto. Incapaz de formar una frase, no respondió mientras miraba sus ojos. Su boca se curvó en una sonrisa seductora. –Llámame si cambias de opinión, Molly. Con eso, se dio la vuelta y salió por la puerta, mientras los ojos de cada mujer en el restaurante lo seguían. Emily dejó escapar un suspiro, no sabía lo que tenía en la mano. Miró el dinero no sólo sorprendida al ver lo mucho que le había dado, sino que había dejado su tarjeta, también. El lado que veía estaba en blanco, luchó consigo misma para no darle la vuelta. Dejó escapar un suspiro, internamente furiosa con ella, mientras trataba de sacar los pensamientos acerca de este hombre fuera de su cabeza. Fue inútil. Él estaba invadiendo todos los rincones de su mente. No podía negar que lo encontraba atractivo, había sido sorprendida la primera vez que lo vio. Había algo misterioso en sus ojos, que eran de un azul tan claro que casi le suplicaban que se sometiera a él, que lo obedeciera y que hiciera algunas de las cosas más traviesas que su mente podía conjurar. Tal vez era la curva de sus pómulos, que descendían ligeramente por ser demasiado altos. Posiblemente, fue el suave tono de su voz ronca, que, básicamente, desarmó todo pensamiento cognitivo la primera vez que habló con ella. Por supuesto tiene una voz de alcoba que acompaña con los ojos de alcoba. Él era sin duda un espécimen follable con voz y ojos de alcoba. Follable o no, Emily sabía que tendría que resistirse tanto como su cordura gobernara sobre su subconsciente. Le tomó todo lo que tenía en ella para hacer su camino a la cocina


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sin mirar su nombre y nĂşmero de contacto. Contra todo demonio sexual en su cabeza que le gritaba que fuera a por ello, arrojĂł la tarjeta a la basura, con los dedos hormigueando por su ausencia.


Capítulo 3 Respiraciones Profundas

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E

n los próximos días, Emily a regañadientes desempacó el resto de sus pertenencias que habían llegado tarde de una bodega de la empresa de transporte. Esta noche, si la mataba, despejaría el último de los artículos. Olivia le ayudó a mover años de recuerdos. Esos recuerdos eran todos los que Emily había dejado, y se aferró a ellos como si fueran sus últimos latidos. El último artículo en la caja le quitó el aliento, apretó su pecho y puso sus emociones fuera de control. Suspirando, Emily se dejó caer en la cama, sosteniendo una foto que mostraba la orgullosa sonrisa de su madre en la graduación de secundaria. El muro que había luchado tan duro por construir en los últimos meses se rompió, y las lágrimas cayeron. La realidad de lo que había sucedido –el hecho constante de que nunca volvería a ver a su madre de nuevo– golpeó con fuerza en ese momento. La tristeza nubló los ojos de Olivia mientras observaba a su amiga desmoronarse. –No sé qué decir, Emily. Me gustaría poder quitarte esta pena y dolor lejos de ti. Sin parpadear, Emily extendió una mano y tomó la de Olivia en la suya. Ella estaba agradecida por tenerla allí. Las dos amigas compartieron unos minutos, sin decir una palabra, sin saber que más podrían decirse. Levantándose, Emily le lanzó una sonrisa marchita y rápidamente se limpió las lágrimas de sus dos mejillas. Le dio a Olivia un abrazo y se acercó al cuarto de baño. Estaba agotada –no sólo mental sino también físicamente. Trabajando tres dobles turnos consecutivos, los últimos días la cansaron, y estaba esperando una tarde de relax en el sofá con Dillon. Haciendo su camino a la ducha, trató de limpiar su mente de todo lo que tenía que ver con su madre. Fue difícil, pero sin embargo, lo hizo. Una vez fuera, se puso un cómodo pijama y se instaló en el sofá con una copa de vino. Después de un tiempo, Olivia entró a la sala de estar, con un vestido rojo de verano, con su cabello sujetado fuera sus hombros y una cartera en su mano. Ella miró a Emily, esperanzada. –Ven con Tina y conmigo esta noche. Hará justicia con tu estado de ánimo. Sonriéndole a Olivia, Emily pensó en el nuevo amor de su amiga, Tina Reed, una graduada de veinticuatro años de edad de la Universidad de Columbia. Después de no haber sido respetada por varios hombres de su pasado, Olivia les juró salirse por el momento y decidir que las mujeres podrían adecuarse mejor a ella.


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No podía ser ella, Gavin pensó para sí mismo, ajustando sus ojos a través de la poca luz del club. Se frotó la palma de la mano por su rostro, mirando en su dirección. Lo era sin embargo. Molly –la camarera que nunca lo llamó. Molly –la camarera que tiraba de todos los sentidos, de cada fibra y de cada instinto masculino en su cuerpo. Molly –la camarera que parecía más deslumbrante ahora de lo que podría haber imaginado. Gavin la observó mientras se movía a través del club, haciendo su camino a través del sin fin de cuerpos presionados unos contra otros. Sus ojos se deleitaron sobre su cabello castaño largo que se derramaba sobre sus hombros en un ajustado vestido negro que caía justo por encima de sus rodillas. La cantidad perfecta de escote y cuello hizo un agujero en su mente, despertando el impulso primario e innegable que tenía para reclamarla. Sus ojos devoraban sus piernas –lisas, largas y bien formadas– que se apoyaban en unos tacones negros. Pasándose las manos por su cabello, Gavin no pudo evitar sentir que su corazón se aceleraba mientras ella se acercaba. Él fue para avanzar hacia ella, hablar con ella, respirar su aroma, pero una modesta tos de Dillon a regañadientes rompió su mirada en ella. –Veo lo que miras, Blake, pero ella es mía, –comentó Dillon, con una sonrisa criminal, torciendo sus labios. La boca de Gavin se abrió como si fuera a hablar, pero nada salió. Sus ojos azules giraron a la hermosa mujer que había invadido su mundo hace unos días y luego regresaron de nuevo a Dillon.

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Suspirando, Emily se pasó una mano por su cabello. –Realmente sólo quiero descansar toda la noche. –Cogió la botella de vino tinto y sonrió–. Tengo la intención de acabar con esto, también. Olivia le dio un beso en la parte superior de su cabeza. –Está bien, pero si por alguna razón cambias de opinión, simplemente llama a mi celular. Emily asintió, y Olivia salió por la puerta. Echando un vistazo al reloj, Emily observó que era las diez y cuarto. Sabiendo que Dillon ya debería haber estado allí, se preguntó si otra reunión nocturna lo había retrasado. Sus pensamientos no se perdieron demasiado cuando su teléfono sonó una media hora más tarde. Era Dillon para anunciar que estaba celebrando una nueva cuenta en un club en el Soho. Él le insistió en que se encontraran allí. Emily trató de argumentar que estaba agotada y que ya se había instalado por la noche, pero no quiso ceder, su descontento viajó a través del teléfono. Dejando escapar un suspiro, Emily sucumbió a su demanda, se arrastró a su habitación y se preparó para salir por la noche a pesar de su estado emocional y físico.


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–Espera, ella es... ¿Emily? –preguntó Gavin, una confusión palpable se hizo cargo de su rostro. –Sí, hombre. Te dije que era jodidamente hermosa. –Dillon le indicó a Emily que se diera prisa, porque parecía estar congelada y arraigada en un lugar a unos metros de distancia. Gavin tomó un largo trago de su cerveza, se le había formado un bulto en su garganta mientras se inclinaba contra la barra. Sin poder apartar la mirada, mantuvo el contacto visual con la mujer que su amigo acababa de proclamar suya. Mordiendo su labio, Emily trató de mantener su pánico a raya cuando vio al Sr. Alto, Oscuro y Jodidamente guapo con Dillon. El aire parecía volverse más denso. Su balance se torcía con cada paso que daba. De ninguna manera podían conocerse. Se trataba de Manhattan por el amor de Cristo, Emily pensó para sí misma. Cada latido de su corazón latiendo más fuerte cuanto más se acercaba. Una sonrisa curiosa, todavía juvenil, curvó los labios de Gavin mientras un hoyuelo aparecía en su mejilla. Sus penetrantes ojos azules eran intensos, imperturbables en su dirección. La mirada de Emily fue hasta su pecho, sus pectorales planos eran visibles debajo de su camiseta. Si fuera posible, se veía aún más hermoso, relajado en su ropa casual con una remera negra de cuello en V y unos jeans que colgaban perfectamente en su cintura. Sus ojos parecían adentrarse en ella y sofocar cada pedacito de oxígeno de sus pulmones. Tomando un largo suspiro y con sudor perlando su frente, Emily se acercó a los dos hombres, tratando de centrarse exclusivamente en Dillon. Dillon la atrajo por la cintura a su cuerpo y colocó un exagerado beso en sus labios. Después pedir una bebida, Dillon la movió frente a él, colocando su espalda contra su pecho. Tenía una vista central del extraño cuando Dillon finalmente habló. –Gavin, esta es mi novia, Emily Cooper. Emily, Gavin Blake. Sin poder apartar sus ojos de los de ella, Gavin se inclinó tímidamente, llevando su mano a sus labios. Besando suavemente, vaciló, casi absorbiendo el calor que emanaba de su piel. De mala gana, finalmente la soltó. –Definitivamente todo el placer es mío, Emily. Interiormente maravillada por la forma que la ligera barba de Gavin se sintió contra sus nudillos, Emily asintió brevemente y sonrió. –Es un placer conocerte al fin. –Ella es hermosa, ¿no es así? –Preguntó Dillon, mirando por encima a Gavin. Desviando la mirada hacia el suelo, Emily se sonrojó, avergonzada por el comentario. Sin embargo, sonrió, tratando de recuperar la compostura de la conmoción que cursaba su camino a través de su cuerpo.


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La mirada de Gavin bajó a su boca, esos labios rojos como rubíes fascinaba cada maldito centímetro de su cuerpo. Movió los ojos hacia los de ella, que eran una variación de verde fusionado en oro. Hermosa, pensó para sí mismo. Llevando su labio inferior con rudeza a través de sus dientes, Gavin dejó que sus palabras flotaran. –Eres un hombre muy afortunado, Dillon. Dillon asintió, tomando lo último de su whisky en las rocas. –Ven a bailar conmigo, cariño. –Atrapó a Emily por las caderas y la arrastró a la pista de baile. Sabiendo que no debería, Emily se arriesgó a mirar de regreso a Gavin mientras se alejaban. Gavin trató de mantener la calma cuando ella observó por encima de su hombro para mirarlo. Observó la forma en que Dillon la abrazaba y la irrefutable forma amorosa con la que ella respondía. Observó la forma en que miró los ojos de Dillon, dándole toda su atención. Pidiendo otra cerveza, Gavin luchó contra la necesidad de caminar hacia la pista, tocar a su amigo, y tirar de ella a sus brazos. Como si su mente no pudiera registrar a nadie en el club, Gavin alejó un sinnúmero de mujeres que se le acercaban. Sabía que estaba en un territorio desconocido y que sus pensamientos eran irracionales, considerando que Dillon era un amigo cercano, pero sentía como si Emily tuviera un enfermo control sobre él. Estas nuevas y desconocidas oleadas de emociones lo tenían en desacuerdo con su cuerpo y mente. Y a Gavin no le gustaba ni un poco. Con el tiempo, Dillon se acercó a Gavin cuando Emily desapareció en el baño. Se apoyó en la barra, con una reverente sonrisa en su rostro. –¿Deseando que estuvieras en mi lugar, amigo? Gavin no pudo evitar sentir una punzada de celos, pero esto no era algo que iba a confesar. –Sólo me pregunto cómo la conseguiste. No era una pregunta, sino una afirmación por parte de Gavin. Dillon generalmente andaba con una multitud de mujeres que eran mucho más salvajes de lo que Emily parecía ser. Dillon echó la cabeza hacia atrás y se rió mientras pedía un trago de tequila. – Pareces pensar que eres el único dios en esta ciudad. –No soy un dios, Dillon, y tu sin duda tampoco, –comentó Gavin, apoyando su brazo en el borde de cuero laminado de la barra–. Pero lo que sé es que necesitas cuidar de una mujer así. Dillon comenzó a flexionar sus caderas hacia atrás y hacia adelante. –Oh, me estoy ocupando de ello. Ella no tiene ninguna queja en ese departamento. –No quise decirlo así, –Gavin lo regañó, tratando de liberar el pensamiento de su mente. Entonces suavizó su voz a un tono más calmado–. Sé bueno con ella, en serio.


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Ladeando la cabeza hacia un lado, Dillon frunció el ceño. –¿Desde cuándo está tan preocupado de cómo trato a una mujer el Sr. falta de compromiso? Follas a todo lo que se lanza hacia ti, y tienen suerte si consiguen una llamada al día siguiente. –No estamos hablando de mí, –dijo Gavin, llevando una botella de cerveza a su boca–. Como he dicho, cuida de ella. –Gavin Blake está tratando de enseñarme cómo tratar a una mujer. Esto es gracioso. –Él tragó su bebida y estrelló la copa en el bar–. Me voy a casar con ésta. Ya lo verás. Sólo para torturarte, vas a estar en la fiesta de bodas. –Dillon sacudió la cabeza y se echó a reír, pero se recuperó con rapidez mientras su expresión se tensaba–. Como he dicho antes, es mía. Tú obtienes suficiente dondequiera que vayas. Antes de que Gavin pudiera responder, Emily se acercó a ellos. Dillon le dio una cerveza, y ella sonrió. –Gracias. Entonces, ¿De qué estaban hablando, chicos? Gavin pensó que jugaría un pequeño juego, teniendo en cuenta que ella sabía que Dillon estaba burlándose de él. Sus ojos se concentraron en la curva exacta de la mandíbula de Emily antes de bloquear sus ojos en los de ella. –Sólo me preguntaba cómo mi amigo acabó con una mujer tan hermosa. Él está, obviamente, fuera de tu alcance. Emily podía sentir la forma que Gavin la miraba. Sus ojos parecían hundirse en ella, haciéndola querer desnudar cada emoción y cada secreto. Qué talento peligroso para que los ojos de un hombre posean, pensó para ella misma. Fue a hablar, pero la voz de Dillon rompió el nivel ensordecedor de la música . –Vete a la mierda tú y tu comentario. ¿Fuera de mi alcance? Gavin rió con picardía cuando casualmente se dejó caer en un taburete de la barra. –Sí, muy fuera de tu alcance. Una sonrisa curvó los labios de Dillon. –Lo que te haga dormir mejor esta noche, hombre, pero ella es la que saldrá conmigo. –Dillon miró un mensaje de texto entrante y luego se volvió hacia Emily donde estaba mortificada interiormente por la conversación que tenía lugar–. Trevor está en camino, nena. Tengo que ir al baño, pero no dejes que este payaso te engañe mientras estoy fuera. Es un jugador. Le dio un casto beso en la mejilla y se alejó. Gavin observaba a Emily con atención, el silencio se extendió entre ellos mientras bebía su cerveza. Él sintió sus ojos en él, dándole pequeñas miradas nerviosas que tiraban del último instinto racional que le quedaba. Cada vez que su mirada se encontraba con la suya, quería hundirse y vivir en esa mirada para


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siempre. Se preguntó si ella sintió la conexión que había pasado entre ellos cuando él la besó en la mano. Tomó un largo trago de su cerveza, tratando de aliviar la sequedad de su boca. –Por lo tanto, Molly, ¿estás disfrutando de Nueva York? Sabiendo que eso vendría, Emily dejó escapar una carcajada. –Sí, lo estoy en realidad, chico acosador. Gracias por preguntar. –Realmente no soy un acosador o un jugador, honestamente, –dijo, riendo ante el apodo que le dio. –Lo de acosador puede ser cuestionable, –ella se rió y también lo hizo Gavin–. Sin embargo, tengo que ser honesta, he oído por otro lado de que eres un jugador. Emily se mordió el labio, dándose cuenta de lo horriblemente ofensivo que esas últimas palabras debieron sonar. Aun así, ahora sabiendo quién era, era la verdad. Olivia le contó historias del amigo rico de Dillon, Gavin, siendo un mujeriego. También le advirtió a Emily que una vez que lo conociera, necesitaría todo de ella para no arrancarse su camisa y ver los botones esparcirse en el suelo, junto con toda inhibición sexual siguiendo detrás de ellos. Sip, completamente follable. Moviéndose en su asiento, Gavin sonrió. –¿Y de quién escuchaste eso? –Olivia Martin. –Mmm, no debes conocerla muy bien entonces, –respondió, señalándole al camarero que le llevé otra ronda. –Vamos a ver. Ella fue mi compañera de cuarto en la universidad y vivo con ella. –Sonrió–. La considero una fuente bastante fiable, pero bueno, cada uno con lo suyo. –Yo y mi horrible memoria. Perdóname. Así es, eso es. Eres Emily, no Molly, – se rió, pasándose una mano por su cabello–. Por supuesto que conoces a Olivia. Ella sonrió. –Sí, mi verdadero nombre es Emily. Ya lo hemos establecido, pero ¿cómo es que tengo la sensación de que nunca podrás dejarme vivir sin olvidarlo? Una deliciosa sonrisa se deslizó por sus labios. –Ah–ha, puedo o no puedo. Pero eso es para que yo lo sepa, y para que tú lo averigües. –Los dos se rieron, parecían relajarse un poco alrededor del otro–. Entonces, ¿qué más te dijo Olivia sobre mí? –Ah–ha, eso es para que yo lo sepa y tú lo averigües. Divertido por su respuesta perspicaz, Gavin bajó la cabeza y se rió. Sus rasgos se suavizaron mientras la miraba fijamente a los ojos. –Pero, en mi defensa, todo el concepto de jugador es erróneo. No he encontrado la mujer adecuada. –Bueno, parece que hay una gran cantidad de mujeres que tratan de conseguir tu atención en este momento. –Con un gesto de su mano, Emily señaló


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hacia un grupo de mujeres al final de la barra que estaban, notablemente, echando un vistazo en su dirección–. Bastante decentes para elegir si me preguntas. A pesar de que lo intentó, no pudo alejar sus ojos de ella. Miró a Emily, con ganas de hacerle saber –otra vez– que la única mujer a la que quería ya estaba con su amigo. –Desafortunadamente, la mayoría de ellas sólo están interesadas en una cosa. –La confusión frunció su ceño. –¿No es eso lo que todos los hombres quieren de todos modos? –No del todo, pero me gusta tu forma de pensar, –se rió, estudiando la forma en que ella con nerviosismo colocaba su cabello detrás de la oreja. A él le gustaba más de lo que debería–. No, en serio, no quiero ser como un culo engreído, pero hay una línea muy fina entre mi dinero y yo. Su observación golpeó un extraño clave en Emily. Ella sabía que tenía dinero, toda la maldita ciudad lo hacía. Sin embargo, asumir que las mujeres estaban estrictamente con él por su dinero era obviamente algún tipo de inseguridad que tenía. –Oh, así que en tus ojos, todas las mujeres con las que saliste son buscadoras de oro? –Comentó ella, llevando la botella a su boca mientras se inclinaba casualmente en su asiento. Gavin se esforzó para fijar sus ojos en los de ella en vez de sus labios. –No, no es eso en absoluto. Eso salió de la manera equivocada, me disculpo. –Puso su bebida vacía sobre la barra–. Es difícil decir quién es real y quién no lo es. Yo quiero una mujer que me quiera con o sin mi dinero. –Esbozó una sonrisa tímida–. Y, por alguna razón, parece que atraigo al tipo toda–belleza–y–sin–cerebro, también. –Oh. –Emily se movió en su asiento, avergonzada por su suposición. Trató de desviar su declaración anterior–. Suena como si estuvieras arrastrándote por el lugar equivocado, amigo. El camarero llegó con sus bebidas. Gavin rió, disfrutando inmensamente de su honestidad. –Al parecer, lo hago. – Una sonrisa contagiosa corrió a través de su boca–. ¿Dónde dijiste que pasas el rato en estos días que no sea en Bella Lucina? –En el apartamento de Dillon, pero gracias por intentarlo de nuevo, –dijo riendo. Ella vertió la cerveza a sus labios, se permitió sostenerle la mirada un poco más esta vez–. ¿Tal vez deberías buscar mujeres en la biblioteca? Eso sería tomar cuidado con el problema sin–cerebro que pareces atraer. –Eres una chica muy divertida, Emily, –comentó, girando su cuerpo para hacerle frente a ella–. Estoy empezando a lamentar que Dillon consiguiera poner sus manos sobre ti en primer lugar.


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El corazón de Emily derrapó sobre su pecho por su declaración. Antes de que pudiera responder, sintió una mano cálida en el hombro y supuso que era Dillon. Se volvió y encontró a Trevor mostrándole su sonrisa ganadora y su espeso cabello rubio cayendo sobre la frente. –Estoy aquí. ¡Que empiece la fiesta! –Silbó, golpeando su mano en el hombro de Gavin. Luego le dio a Emily un abrazo y avanzó su camino en medio de ellos para pedir una copa–. ¡Va a ser una noche de juerga! Emily sonrió, feliz de ver a Trevor. Había crecido cerca de él en los últimos meses. Además del hecho de que él era el hermano de Olivia, era un hombre versátil y bueno. Incluso antes de mudarse a Nueva York, él la llamaba para asegurarse de que estuviera bien. Trevor miró alrededor del club desde atrás de sus gafas. –¿Dónde está Dillon? –preguntó, aceptando su trago del camarero. –Creo que cayó, –Gavin sonrió, haciendo un gesto hacia los baños. –Sé que dejó la oficina mucho antes que yo, pero eso suena como algo que iba a hacer, sobre todo si está bastante borracho, –Trevor se rió. Luego se volvió hacia Gavin–. Entonces, ¿Cómo has estado? Se siente como que no te he visto en mucho tiempo. –Bien. Tuve que viajar un poco por el trabajo, pero me relajaré para el verano. –Tendrás la fiesta del cuatro de julio en tu casa en los Hampton, ¿no? –Absolutamente, –respondió Gavin–. En realidad estoy yendo allí esta semana para abrir el lugar. Trevor se volvió hacia Emily que no estaba prestando atención a la conversación. Sus sonrientes ojos marrones estaban muy abiertos por la excitación. –Yoo-hoo, Emily, ¿Estás bien? Ella se quedó perpleja mientras examinaba el club, sabiendo que Dillon había estado fuera por un tiempo. –¿Ir a dónde? –Su voz se apagó mientras miraba lejos de Trevor. –La fiesta de Gavin en los Hampton el Cuatro de Julio. Dillon te ha hablado de ella, ¿verdad? Ella se encogió de hombros, llevando su atención de nuevo a Trevor. –Él no lo ha mencionado todavía, pero suena divertido. Estoy segura de que vamos a estar allí. La voz de Dillon rompió a través de la conversación. –¿Ir adónde? –Preguntó, inclinándose para besar el cuello de Emily–. Espero que estos chicos no estuvieran tratando de hacerte proposiciones indecentes mientras yo no estaba. Girando su cuerpo para hacerle frente al suyo, Emily sonrió. –No te preocupes, estaban entreteniéndome. Te tomaste un tiempo. ¿Estás bien? –Tuve que hacer una llamada telefónica.


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Una maliciosa sonrisa tiró de los labios de Gavin. –Pensamos que caíste, y estábamos, de hecho, por montar un equipo de búsqueda. Pero no te creas importante, a pesar de todo, no íbamos a buscar muy duro. –Wow, ustedes dos son brutales entre sí, –Rio Emily. Trevor bebió un trago de cerveza. –No has visto nada todavía, Em. Sólo están entrando en calor. Dillon sacudió la cabeza y miró a Gavin. –Una vez sabelotodo, siempre un sabelotodo, Blake. Nunca falla. Gavin bajó la cabeza y se rió. Tomó un largo trago de su cerveza, cambió su mirada a Emily y luego a regañadientes observó a Dillon. –Entonces, ¿cómo es eso? ¿Ustedes dos vendrán a la fiesta? –Me había olvidado totalmente de eso, –respondió Dillon–. Pero, por supuesto, vamos a estar ahí. Trevor ladeó la cabeza hacia un lado. –¿Cómo se te olvidó? Amigo, has estado viniendo desde hace un par de años. Dillon empujó a Emily cerca de él, anclando su cuerpo frente a él. Envolvió sus brazos alrededor de sus hombros. –He estado distraído por mi dama aquí. Me parece que no puedo pensar en otra cosa. Emily sonrió y notó una muy hermosa rubia acercarse a Gavin. Ella deslizó su brazo alrededor de su cintura y le plantó un beso en la comisura de la boca. –Pensé que era usted, señor Blake, –dijo ella, pidiendo una copa y dejándole saber al camarero que lo pusiera en su cuenta–. ¿Dónde has estado ocultándote últimamente? –Arrastrando las palabras mientras se aferraba con fuerza a Gavin, trató de mantener el equilibrio. –Obviamente no lo suficientemente lejos, –Trevor murmuró por lo bajo. La mujer no escuchó su comentario, pero no tenía por qué. Su expresión decía todo. Los ojos de Dillon se estrecharon en la rubia. Gavin sabía quién era ella y trató de estar calmado. Su sonrisa se relajó mientras deslizó su brazo alrededor de su cintura, tratando de mantener su equilibrio. –He estado de viaje de negocios. ¿Cómo has estado? –Oh, lo he estado haciendo muy bien. Gracias por preguntar, –respondió ella, cambiando su peso más cerca de Gavin–. ¿A quién tenemos aquí? –Le preguntó, mirando en dirección a Emily–. No creo que nos hayamos visto antes. Eres muy linda. ¿Eres una de las nuevas compañeras de juego de Gavin? La boca de Emily se abrió, pero no dijo nada, no quería insultar gravemente a la mujer. Ella pensó que el comentario era ridículo, teniendo en cuenta que Dillon tenía sus brazos a su alrededor.


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Gavin sonrió, mirando en dirección de Emily. –No, ella es la novia de Dillon. Estoy intentando mi mejor esfuerzo para hacer una jugada con una chica llamada Molly, pero, por desgracia, ya está tomada. Emily con nerviosismo se mordió el labio y alejó la mirada. La agradable expresión dejó el rostro de la mujer mientras le disparaba a Dillon una mirada dura. –¿En serio? No sabía que estabas saliendo con alguien, Dillon. Gavin se levantó y cogió a la rubia del brazo. –Vamos, dulce. Tenemos mucho para ponernos al día. Toma un paseo conmigo. –Empezó a llevarla fuera del club y Emily observó la forma en que la mujer le devolvía la mirada mientras trataba de soltarse del agarre de Gavin. –¿Qué diablos fue eso? –Preguntó Emily, volviéndose hacia Dillon. –Nadie, –respondió, dándole a Emily una sonrisa con los ojos abiertos. Se pasó una mano por el cabello–. Sólo una chica con la que él fue a la universidad. –¿Una de sus ex novias? –Emily investigó. Trevor miró a Dillon, pero no dijo una palabra. –Sí, sólo una chica con la que él solía follar. –Dillon respondió después de pedir unos cuantos tragos. –Vamos, vamos a emborracharnos, nena. Gavin se abrió paso entre la multitud de cuerpos sudorosos. Llevando a la mujer fuera del club, la acorraló contra la pared, y apoyó una mano sobre ella. Mirándola, su expresión se tensó. –¿Qué estás haciendo, Mónica? Ella levantó la barbilla en desafío y sus ojos color avellana estaban vidriosos. – ¿Qué quieres decir, Gavin? –Arrastró sus manos por su cabello–. ¿Él cree que me puede follar así y luego alejarse y empezar a follar a alguien tan rápido? Dejando escapar un suspiro, un músculo se tensó en su mandíbula. –Tú y Dillon fueron exactamente eso y nada más. Compañeros de sexo, Mónica. Supéralo. Su mirada se estrechó en él. –No, Gavin. Si eso es lo que hubiese estado buscando, entonces hubiese follado contigo, –le contestó con voz ronca, arrastrando un dedo sobre su pecho–. ¿Quieres llevarme a casa esta noche? Podría añadir otra muesca en el cabezal de tu cama. –Ni por casualidad y lo sabes, –rápidamente advirtió agarrándola por la muñeca–. Los dos han terminado hace tiempo. Ahora detén la mierda. –¡Qué broma! ¡Nunca terminamos! –Le espetó–. Estaba jodiendo con él arriba. Bajando su cabeza, Gavin la obligó a mirarlo a los ojos. –Arriba, ¿eh? –Sí, tal vez debería decirle a la santurrona de dos zapatos con la que él está aquí, –contestó ella, tratando de abrirse paso por delante de él. –Ni siquiera lo pienses, Mónica, –gruñó–. Así que ayúdame si me entero de que estas a menos de cinco pies de ella.


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Ampliando sus ojos, su voz se alzó mientras una curiosa sonrisa se extendía por su boca. –¿Qué? ¿Tienes algo por ella? –Hizo una pausa por un momento y continuó cuando él no respondió–. Lo tienes, ¿no es así? Qué amigo eres, Gavin Blake, –se rió, arrastrando las manos por su cabello otra vez–. Todos ustedes –cada uno de ustedes en su pequeño grupo de ricos– ¡son una bola de pendejos de mierda! ¡Lamento que nuestros padres sean amigos! Apretando los dientes Gavin la miró por un segundo. Luego le indicó al bravucón de la puerta. –Aquí hay cien dólares. Llama un taxi para ella y sácala de aquí ahora. –No hay problema, señor Blake. –Cogió el dinero y a Mónica. Ella luchó contra el fornido hombre, provocando aun mas un espectáculo mientras le gritaba a Gavin con cada nombre registrado. Finalmente, entró a un taxi de Nueva York y fue enviada a casa. Dejando escapar un suspiro cargado, Gavin se volvió y se dirigió al club. Tendría que hacer algún control de daños en la mañana, considerando que Mónica Lemay era realmente la hija de uno de los mejores amigos de su padre. Haciendo su camino de regreso al bar, Gavin se preguntó qué tan cierto era su afirmación. No le extrañaría eso de Dillon. Dillon era conocido por ello, Dios sabía que lo era. Por otro lado, no descartó que Mónica mintiera para tratar de hacer su camino de regreso a Dillon. Esta no sería la primera vez que haría un movimiento desesperado por volver con él. Dillon vio a Gavin mientras se acercaba. Girándose a Emily, le hizo saber que estaría de vuelta. Caminó hacia Gavin y lanzó su brazo alrededor de su cuello. – ¿Todo bajo control? Cruzando sus brazos, Gavin dio un paso atrás. –Sí, ella se ha ido. ¿Qué carajo estás haciendo? ¿Sigues metiéndote con ella? Dillon se encogió de hombros con indiferencia. –Lo estaba, pero he terminado con ella. Seguía llamando y acosándome. Ya sabes cómo se pone. Dillon fue a alejarse, pero Gavin lo agarró del brazo. –Hombre, en serio, tienes una mujer muy buena ahora. ¿Qué carajo te pasa? Riendo, Dillon sacó su brazo. –Ya estás otra vez preocupado por lo que estoy haciendo. Sólo preocúpate de ti mismo. Ya te dije que he terminado con la perra. Lanzó su trago por su garganta–. Vamos, no quiero perder más de mi noche con ella. –Él comenzó a alejarse y luego se volvió–. Oh, le dije a Emily que solías follar con ella. Antes de Gavin pudiera decir una palabra Dillon se volvió a Emily con una sonrisa curvándole los labios y la besó. Gavin vio como su amigo interpretaba sin inconvenientes el Jekyll y Hyde7 que había llegado a conocer a través de los años.


matón, realmente.

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7. Una condición en la que una persona es completamente normal o bueno de la vida día a día, y un "monstruo" o

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Gavin no pudo dejar de notar la manera en que Emily lo miraba mientras él se sentaba en su asiento. –Realmente sabes cómo escogerlas, Gavin, –Emily se echó a reír, inclinando la cerveza a su boca–. La biblioteca, no te olvides de la biblioteca. Gavin terminó su cerveza antes de establecer una gélida mirada en Dillon. Luego sus ojos se posaron en Emily mientras se frotaba la barbilla distraídamente. – Sí, he tenido mi parte con las mujeres problemáticas, supongo, –dijo, haciéndole un gesto hacia el camarero para que le trajera otra–. Definitivamente voy a empezar con la biblioteca como has sugerido, Emily. Por las próximas horas, Dillon se emborrachó hasta el sin sentido. La cantidad de cervezas y tragos de tequila lo habían acabado. Al final de la noche, tanto Trevor como Gavin tuvieron que ayudarlo a subir al SUV de Trevor. Después de haber perdido la paciencia en ese momento, Gavin lo arrojó en el asiento trasero y cerró la puerta detrás de él. Trevor estrechó la mano de Gavin y se metió en el vehículo. Emily estaba en el estacionamiento, sintiéndose avergonzada por la borrachera de Dillon. –Lo siento por esto. Se pone un poco de las manos cuando celebra una nueva cuenta. Gavin se apoyó en el vehículo, con los ojos deteniéndose en sus labios. –No hay necesidad de que te disculpes por él, –comentó en voz baja, sus ojos se movieron para encontrarse con los suyos–. Lo conozco lo suficiente como para saber cómo se pone. Tomando una respiración profunda, Emily extendió su mano. Tratando de parecer relajada, su voz sonó poco natural y temblorosa. –Bueno, fue bueno conocerte oficialmente, Gavin. Supongo que nos veremos. Cerrando el espacio entre ellos, él le tomó la mano. Se sintió momentáneamente congelado mientras la miraba fijamente a sus ojos verdes. Él simplemente le estrechó la mano y le dio una sonrisa. –Fue agradable finalmente haberte conocido, también, Emily. Nos vemos en la fiesta del Cuatro de Julio. Deslizándose en el asiento delantero, asintió con la cabeza y sonrió en su dirección. –Cuatro de Julio. De pie en la playa de estacionamiento, Gavin los vio desaparecer en el pesado tráfico de Manhattan, mientras el impacto de la noche por descubrir quién realmente era Emily se apoderaba de él.


Capítulo 4 Detalles Inesperados

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–S

r. Blake, la Junta está satisfecha con las ganancias de este trimestre. También estamos anticipando un mayor crecimiento para el próximo trimestre de Industrias Blake, considerando la nueva cuenta de Armstrong que ha adquirido. Gavin acarició rítmicamente con sus dedos la elegante mesa de caoba. –Es una noticia maravillosa, Barry. ¿Hemos oído algo en la cuenta Kinsman? Diez pares de ojos se volvieron hacia el hombre mientras él nerviosamente revolvía algunos archivos. Otro ejecutivo intervino demasiado entusiasmado antes de que pudiera responder. –Sí, señor Blake. Han aceptado la oferta y deben estar preparados para avanzar a finales de julio, señor. –El hombre se aclaró la garganta–. Le di toda la documentación necesaria a su hermano. Gavin se levantó de su silla, dio un guiño satisfactorio y terminó la reunión. Mientras el último de los miembros de la Junta salía, Gavin caminó hacia la ventana que iba desde el suelo hasta el techo de su oficina. Mirando hacia las calles de Manhattan, observó las caóticas vidas de otros retumbar debajo de él. A la edad de veintiocho años, sabía que tenía el mundo por las bolas. Industrias Blake era una de las más grandes agencias de publicidad de Nueva York. Sin embargo, le faltaba la necesidad más vital –amor. Interiormente lo sabía, infiernos, lo sabía mejor como conocer sus propios rasgos faciales. A pesar de que jugó el juego de las citas después de que una relación a largo plazo terminara, pocas –o ninguna de las concursantes– evocaron sentimientos dentro de él. Encontrar a alguien que realmente lo quisiera por lo que él era se había convertido en... algo interesante desde el rompimiento. Observando las diminutas figuras escabullirse por las aceras, encontró sus pensamientos regresando a Emily. Hacía menos de veinticuatro horas desde que fue golpeado por el hecho de a quién realmente pertenecía. Gavin estaba furioso por el hecho de que Dillon lo utilizara como un peón con Mónica. Sin embargo, a pesar de que tenía una atracción con Emily, Gavin sabía que tenía que cubrirlo por su amistad. Aun así, sus emociones iban y venían entre la mentira a la que se vio obligado a contar y el aumento de deseo por ella serpenteando su camino a través de su mente. Claro, algunas de esas emociones eran una atracción sexual. Emily era más allá de hermosa y él no podía negar ese hecho. Sin embargo, eso no era lo que alimentaba su deseo por ella. No podía definir con exactitud lo que era, pero sabía que era diferente a cualquier otra atracción que había sentido. Sentía una conexión


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con ella –un profundo tirón en sus entrañas porque se suponía que ella debía estar con él. Su atracción irresistible, colisionando, su química –por decir lo menos– era explosiva. Lo sintió la primera vez que la vio, la atractiva energía que irradiaba de sus ojos mientras lo miraba. De pie entre el imperio que había construido mientras que el sol proyectaba sus rayos contra los gigantes de acero de las calles, luchó con la imperiosa necesidad de ofrecerle otra visita inesperada. Sacudiendo la cabeza ante la loca idea, Gavin se movió a través de su oficina. Se sentó al escritorio, fue a través de algunos informes trimestrales y trató de librar de su mente a la mujer que nunca podría ser suya. Fue entonces cuando el hermano mayor de Gavin, Colton, entró en la oficina. Cruzando sus brazos con enfado, Gavin vio a su hermano con una mirada de disgusto en su rostro. –¿Dónde estabas? ¿No has recibido el mensaje que le dejé a Natalie sobre la reunión? Colton le dio a Gavin una sonrisa irónica. –Debo decir que juegas el papel muy bien, hombrecito, –respondió de manera uniforme, caminando a través de la oficina mientras una risa ahogada salía de sus labios. –Deja de ser un sabelotodo. En serio, ¿qué carajo pasó? –Jesús, Gavin, fui abordado en frente de casa por Melanie y los niños. Theresa y Timothy tenían un musical de preescolar. –¿Por qué no me lo dijiste? –Él frunció el ceño, moviéndose en su silla de cuero negro. Tenía una debilidad por su sobrina y sobrino–. Yo habría ido a verlo. Colton agitó una mano desdeñosa, sus ojos verdes brillaban. –No te preocupes por eso. Lo hicieron muy bien sin el tío Gavin. –Él se rió y le dio unas palmaditas en el hombro a Gavin–. Y estoy seguro de que lo hiciste muy bien sin mí durante la reunión. Gavin resopló y murmuró, –Son unos malditos tiburones si los números no son atractivos para ellos. –Ése es el negocio. –Colton se encogió de hombros y se sentó en el sofá de cuero negro–. Tenemos personas que invierten en nuestra empresa y tenemos que producir los ingresos que están buscando a cambio. Levantándose de su asiento, Gavin ignoró con efectividad las palabras de su hermano y se dirigió de nuevo hacia la ventana. –¿Así que alguna vez vas a conseguir una noche con Alicia? –Colton preguntó. Sin volverse, Gavin se cruzó de brazos y dejó escapar una risita. –No puedo negar que no admiro la forma en que eres capaz, aparentemente, de cambiar de un tema a otro, Colton.


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–Hay un verdadero cumplido en algún lugar en esa declaración. Pero en serio, hombre, Melanie me ha estado molestando sobre conectarlos a ustedes dos por un tiempo. Ven con nosotros una noche y decide si ella sería alguien que te interese. –Veo que ustedes dos están otra vez en la misión de encontrarle-a-Gavinuna-relación-segura. –Misión, no del todo. Pero creo que es hora de que la olvides. Volteando su cabeza en dirección de Colton, los ojos de Gavin se iluminaron con cruda diversión. –¿Crees que no la olvidé realmente? –casi se rió–. Han pasado dos años. –Bueno, sin duda ha causado que te detengas en formar otras relaciones, a largo plazo, eso es. –Colton se levantó del sofá–. No todas son iguales, hombrecito. Ella sólo estaba allí por todas las razones equivocadas. La mandíbula de Gavin se tensó casi imperceptiblemente. –Realmente no tengo ningún deseo de hablar de esto, –dijo, su voz contenía una advertencia. –Me parece justo. ¿Vas a venir a cenar esta noche en casa de mamá y papá? Encogiéndose dentro de su chaqueta, con un esencial indicio de una sonrisa jugando en sus labios. –Sí, voy a estar allí, con la excepción de que tú y mi maravillosa cuñada no estén ocultando una cita secreta para mí debajo de la mesa. Colton buscó sus llaves en su bolsillo, le dio una sonrisa pícara y salió de la oficina. Para el momento que Gavin se fue, había un embotellamiento en Manhattan. Suspirando, se pasó una mano sobre su rostro mientras agarraba el volante de su BMW negro. Esperando que un grupo de peatones cruzara la calle, se dio cuenta que estaba en la esquina al lado del restaurante donde trabajaba Emily. La sangre abandonó su rostro a la vista de ella abriendo la puerta para salir. Pellizcándose el puente de la nariz, contempló estacionar para saludarla pero tan pronto como la idea entró en su mente, una bocina cortó a través de sus pensamientos. Enseñándole el dedo del medio al conductor impaciente, Gavin puso primera marcha y condujo su camino a través del tráfico. Desvió la mirada hacia el espejo retrovisor, tratando de atrapar un último vistazo de ella. Fue entonces cuando la inverosímil historia de su padre sobre el amor a primera vista, se estrelló contra su mente. –Ella está ahí afuera, hijo y cuando la encuentres, lo sabrás en el segundo que la veas. Ella va a tirar de cada instinto tuyo. Sin ningún tipo de relación con el orden natural de las cosas, ella sólo va a... Aparecer. –Esto es con totalidad jodidamente gracioso, –dijo riendo, dando golpecitos con el dedo sobre el volante–. Debo de estar loco pensando en esta chica. Con tantas emociones en conflicto, por la próxima hora, Gavin pensó en sus creencias con cuidado. Mientras el horizonte de Manhattan desaparecía de la vista y los extensos árboles del norte lo reemplazaba, se juró a sí mismo que iba a tratar


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Aplicando lo último de la máscara en sus pestañas, Emily apartó la atención del espejo. El portazo señaló la llegada de Olivia del trabajo. Se apresuró a la sala. –He estado llamándote y enviando mensajes de texto todo el día, –Emily soltó sin aliento, poniéndose un par de tacones rojos–. ¿Por qué no me llamaste? Olivia arrojó su cartera sobre el sofá. –Dejé la maldita cosa aquí. –Ella entró a la cocina y tiró de él en el mostrador. Mirando por encima a Emily, sonrió una sonrisa de oreja a oreja–. Te ves caliente. ¿Cuál es la ocasión especial? –El aniversario de nueve meses de Dillon y yo. Estará aquí pronto. –Emily rápidamente respondió, acercándose a ella–. Estabas durmiendo cuando llegué a casa anoche. No tienes ni idea de a quién conocí. –Sí, me preguntaba por qué te habías ido cuando regresé. –Olivia escribió su clave de acceso en su teléfono–. Está bien, déjame adivinar. Uh, ¿Brad Pitt? –Lo digo en serio, Liv. No te imaginas, así que ni siquiera lo intentes. –¡No! Quiero una oportunidad más. –Olivia hizo una pausa–. Hmm, ¿El Presidente Obama? –Esto está yendo a ningún lugar muy rápido. –Emily se rió y se dejó caer en una silla en la mesa–. Conocí al único e inigualable... espera... espera... Gavin Blake. –Totalmente caliente, ¿no? –Preguntó Olivia, llevándose el teléfono al oído. Emily sonrió. –Sí, completamente. –Ahora admite que mi descripción del Dios andante estaba en lo correcto desde, si no recuerdo mal, –Olivia se dio un golpecito con su dedo en la barbilla–, cuando te di la descripción de dioses–andantes antes mencionado, diferiste que cualquier hombre podría ser así de deliciosamente apuesto. –Sí, prácticamente diste en el clavo, –se rió Emily–. Pero estoy más que segura de que deseas escuchar los detalles de los encuentros anteriores. Olivia deslizó rápidamente su teléfono y lo apagó. –¿Anteriores? –Ella cruzó la habitación en dos zancadas y se sentó en una silla–. Tienes mi atención. ¡Escúpelo! Inclinando los codos en la mesa, Emily colocó sus dedos debajo de su barbilla. –Déjame ver... oh, sí... él es el hombre con el que tuve el encuentro en el edificio Chrysler, mientras entregaba la comida ese día. Los ojos marrones de Olivia se abrieron pero se mantuvo en silencio con un firme impacto emanando de su rostro. Emily bajó su tono ronco. –Sí, y él es el pequeño acosador que vino a mi trabajo, dejándome su nombre y número, oh y una propina bastante decente, también.

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de sacar a Emily de su mente, aunque no estaba muy seguro de si eso fuera posible.


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8. Canción de Tina Turner, What's love got to do with it.

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–¡Lo dices enserio, mujer! ¿El Sr. Alto, Oscuro y Jodidamente guapo es Gavin? –Olivia chilló. Emily asintió con la cabeza y se rió. –¿Estás jugando conmigo, Em? Porque si es así, eso es seriamente jodido. Recostada en su silla, Emily se cruzó de brazos con una sonrisa inclinando sus labios. –Te lo juro. –Deberías salir con él –Olivia se encogió de hombros–. Obviamente, él ha hecho una impresión en ti, y tú has hecho una sobre él. Sus palabras, aparentemente tan casuales, confundieron a Emily. –¿Qué quieres decir? –Tienes esta tonta mirada soñadora en tu cara. Sé que estás imaginando echándote un polvo con él. –Es una broma, ¿verdad? –Olivia se puso en pie y se dirigió a su dormitorio. –¿Estás preguntando si estoy bromeando sobre el aspecto tonto en tu rostro, salir con él, o echarte un polvo con él? –Olivia, sabes de lo que estoy hablando. –Estás actuando sorprendida porque dije algo de eso, Em. Impactada, Emily camino con rapidez detrás de ella. Se apoyó en la puerta de Olivia y colocó las manos en sus caderas. –¿Hablas en serio? Olivia se quitó la ropa, caminó hacia el baño y se metió en la ducha. –No es ningún secreto lo que siento por el Gilipollas. –Ah, eso es correcto. Porque cómo te sientes acerca de mi novio es lo que importa aquí, –Emily interrumpió sarcásticamente mientras entraba al baño. –¿Por qué no darle una oportunidad a Gavin? –Olivia preguntó con calma. Emily enumeró las razones con los dedos. –Uno, amo a Dillon. Dos, amo a Dillon. Y tres, ¿adivina qué? Amo a Dillon. Olivia imitó a Tina Turner en su sensual y fina voz. –¿Qué tiene que ver el amor con ello?8 –Ella se echó a reír. –Lo has perdido por completo, Liv. Y, aunque no estuviera con Dillon, has matado la opinión de querer–abrigar–a–Gavin–Blake de mi mente. Olivia asomó la cabeza por detrás de la cortina de la ducha. –¿Cómo maté tu opinión sobre él? –Déjame ver... él siendo un mujeriego es lo primero que entra en mi memoria. –Tomando una respiración profunda, Emily hizo una pausa en sus pensamientos–. Oh, y que no crees que es capaz de quedarse con una mujer más de una semana, es otra. ¿Debo continuar?


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Olivia cerró el grifo y salió de la ducha. Emily le entregó una toalla. –Bien, eso fue después de que su prometida, Gina, rompiera con él, cuando comenzó a actuar de esa manera. Antes de la infame ruptura, él era un paquete completo. –Olivia envolvió la toalla alrededor de su cuerpo. –¿Él estaba comprometido? –Sip, –Olivia giro, poniéndose un par de pantalones cortos negros y una camiseta blanca–. Salieron durante casi cinco años, hasta que un día llegó a casa y ella se había ido. Empacó su mierda y se mudó de su apartamento mientras él estaba en el trabajo. Confusión arrugó las cejas de Emily. –¿Por qué? –Para decirte la verdad, nunca le dijo a mi hermano exactamente lo que sucedió. Y cuando le he preguntado al respecto, él no quiso hablar de ello, así que no tengo idea, –respondió ella, sacando su bolsa de maquillaje del cajón–. Pero tú lo viste. Ese hombre ha sido bendecido por el proverbial gen jodidamente– caliente–como–pecado. Vale millones y realmente no estoy bromeando, es un tipo decente. –Entonces, ¿por qué nunca saliste con él? –Oh, Señor, lo conozco por mucho tiempo. Digamos que sería como yo tocando a mi hermano. –Olivia arrugó la nariz con asco–. Aunque tengo el máximo respeto por la gloriosa piscina genética en la que esa fina pieza de culo follable ha sido bañada, en cierto modo lo veo como un hermano mayor. Sería demasiado raro. –¿Cuánto tiempo ha sido amigo de Trevor? –Segura que tienes un montón de preguntas para una chica que no está considerando jugar sucio, –bromeó Olivia. Emily agitó su mano con desdén y se volvió hacia el espejo para estudiar su reflejo. –Estoy tratando de entrar en el recodo de aquí. Dillon no me dice nada sobre sus amigos o compañeros de trabajo. –Bueno, si la respuesta que estás buscando realmente es si Dillon y Gavin han sido amigos igual que mi hermano y Gavin lo han sido, la respuesta es no. –Oh, por alguna razón pensé que todos fueron a la secundaria juntos. Olivia buscó bajo el fregadero por la secadora, la enchufó y la encendió. Su voz se elevó mientras se secaba su pelo de oro. –No, Trevor y Gavin fueron juntos a la secundaria. Se conocen por más tiempo. Trevor trabaja para Dillon en la firma. Esto lo sabes. Emily asintió. –Cuando mi hermano empezó a trabajar en Morgan y Buckingham, Dillon ya era un corredor de bolsa allí. Así es como mi hermano conoció al increíble y totalmente idiota de tu novio, –Olivia se rió y Emily puso los ojos en blanco–.


9. En los Estados Unidos, todas las personas que buscan convertirse en un corredor de bolsa deben tomar el examen comúnmente conocido como el examen de la Serie 7.

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–Te ves increíble esta noche, –Dillon respiró en el cabello de Emily mientras se abrían paso a un pequeño y pintoresco restaurante ubicado en las orillas que bañaban el Parque de la Estatua de la Libertad. Colocando su mano en la parte baja de su espalda, se inclinó y le mordisqueó la oreja–. Y tengo que admitir que ese bonito vestido rojo saldrá a finales de la noche. Riéndose de su gesto obvio, Emily se puso de puntillas para besarlo. –Y no tengo ningún problema con eso. Se tomó un rápido momento para observar los rasgos de Dillon suspirando

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Cuando Trevor estaba preparándose para tomar su Examen Serie 79 para convertirse en un corredor, Dillon le preguntó si conocía a alguien que tenía una cuenta bancaria decente. Tratando de impresionar a un jefe, mi hermano le presentó Gavin a Dillon y el resto es historia. Ellos han sido amigos desde hace tres años. –Muy bien. –O no, Emily pensó para sí misma. –Y, por supuesto, Industrias Blake es la mayor cuenta que Dillon tiene. Emily se encogió de hombros. –¿Y? Gran cosa. – Así que... podrías agradecerle a Gavin por el dinero que tu novio tiene. Emily pensó en las incontables noches que Dillon pasó en la oficina, atendiendo diferentes clientes con el fin de ganarse la vida. A pesar de que Gavin jugó algún papel en la recién adquirida riqueza de Dillon, sabía que su novio trabajaba más allá de Industrias Blake para hacer ese dinero. Ella simplemente cedió sus apreciaciones. –Bueno, gracias por ese trasfondo muy educativo de la historia de los tres hombres. Eres muy amable, chica. Las dos mujeres rieron. Emily salió del cuarto de baño, pero Olivia habló por última vez. –¿Quieres saber algo realmente gracioso, chica? Emily se detuvo en el umbral y esperó a que continuara. –Era Gavin quien se suponía que iba a salir y visitarnos ése fin de semana con mi hermano cuando estábamos en la escuela, no Dillon. Loco, pensar que en este mismo momento tu probablemente hubieses estado saliendo con él en su lugar. Una leve sonrisa asomó en la boca de Emily mientras miraba fijamente a los ojos de su amiga. El sonido del teléfono de Emily rompió los pocos segundos de silencio. Se trasladó a la cocina para contestar la llamada. Era Dillon, anunciando que estaba esperándola abajo. Cogiendo su bolso, Emily se acercó a la puerta mientras Olivia le lanzaba un beso de despedida.


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con calidez por su juvenil belleza. Su cabello rubio estaba revuelto naturalmente como si acabara de pasar sus dedos a través de él y sus ojos de color marrón claro le recordaban una perfecta mezcla de caramelo y chocolate. Había hecho la reserva para esta noche especial, asegurándose de que tuvieran una mesa con vistas al agua. Ofreciéndoles algunas de las mejores vistas de la Estatua de la Libertad en la distancia. El camarero los condujo a un patio espléndido con árboles y un sutil paisaje. La vista del puerto quitaba el aliento de Emily mientras tomaba las vistas que Nueva York tenía para ofrecer bajo las estrellas. A pesar de que eran los primeros días de julio, el aire arrastraba una brisa fresca y nítida en esta particular noche. Después de ordenar y disfrutar de dos copas de vino tinto, Emily observó a Dillon. Su mirada estaba bloqueada en la de ella mientras le metía un mechón de cabello detrás de su oreja. Sintió un rubor danzar en sus mejillas y sonrió. –¿Qué? –Preguntó. Deslizando su brazo sobre la mesa cubierta de lino, le tomó la mano, pasándole la yema del pulgar por sus nudillos. –Realmente no tienes idea de lo hermosa que eres, –le comentó, inclinando su cuerpo tan sutilmente sobre la mesa. –Oh, realmente estás tratando lo mejor para conseguir algo esta noche. Riendo, le sostuvo la mano con más fuerza. –Touché. Ya sé que me estoy poniendo un poco –dispuesto o reacio de tu parte. Emily sacudió la cabeza y se echó a reír. –Estás en un estado de ánimo muy juguetón en estos momentos. Se encogió de hombros y casualmente se reclinó en su asiento. –Sí, lo estoy. Pero, ¿cómo no iba a estarlo? –Dijo, haciéndole un gesto con la cabeza hacia su escote un poco expuesto–. Aunque debo decir que me gustaría que llevaras algo que te cubriera un poco más. Emily ajustó los tirantes de su vestido, tirando de ellos más arriba de su pecho. –¿Es tan malo? –Bueno, me gusta mantener lo que me pertenece para mí mismo. –Se aclaró la garganta y tomó un sorbo de vino–. Está bien, vamos a hablar de otra cosa antes de que te tome aquí en esta mesa. Entonces, ¿cómo fue tu día? Sin mirarlo a los ojos, Emily trazó el borde de la copa con dos dedos. –Estuvo bien. –¿Qué pasó? –Me siento tímida ahora, Dillon, –contestó ella, mirando alrededor del patio. –Emily, no quise decir eso. –Él se inclinó sobre la mesa y levantó su barbilla con un dedo. Sus ojos se posaron en los suyos–. Es sólo que no me gusta que otros hombres te miren. Te ves espectacular, pero como he dicho, eres mía.


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–Está bien, voy a prestar más atención a lo que me pongo a partir de ahora. – Una leve sonrisa asomó en sus labios–. Pero, para ser honesta, realmente me gusta cuando otras mujeres te miran. –Oh, ¿lo haces? –Sí, lo hago. Sé que estás conmigo, y eso es todo lo que importa. –Bueno, eres una mujer, es por eso. Los hombres tienen otras cosas en mente cuando miran así. Interrumpiendo la conversación, el camarero llegó con otra botella de vino y dos platos de carne Wellington. Por el resto de la noche la conversación se centró en Dillon llevando a Emily para hacer un poco de turismo por la ciudad. Era algo que ella había esperado con interés ya que lo tenía que hacer –al menos con él. Tomando los platos vacíos, el camarero vio a Emily y le entregó una carta de postres. Su grueso acento francés se deslizó de su lengua. –El chef recomienda el crème brûlée medley, que consiste en chocolate, vainilla y plátano. –Eso suena bien para mí, –Emily respondió, entregándole el menú de nuevo. El débil sonido de un bebé llorando llamó la atención de Dillon. Miró a Emily. –Ese bebé me está volviendo loco. ¿Realmente tienes que tener el postre? Emily sonrió tímidamente, moviendo los ojos en la dirección de la pareja que estaban tratando de calmar al bebé. –Es sólo un bebé, Dillon. Y no, no tengo que tomar postre, pero quiero hacerlo. La cabeza de Dillon subió mientras miraba al camarero. –Bien, trae el medley. Pero, ¿existe la posibilidad de sacar a las personas con el niño gritando? La sonrisa de Emily cayó. –Lo siento, señor, pero no soy capaz de hacer eso, –respondió el camarero, visiblemente incómodo por su pedido. Los ojos de Dillon se endurecieron en el hombre. –Ciertamente hay un director que pudiera hablar con él entonces. Estupefacta ante su comentario, Emily interrumpió inmediatamente. Miró al camarero. –Por favor, no hay necesidad de hacer eso. Usted puede simplemente colocarlo en una caja para llevar. Gracias. –Tal vez sea un desastre en una caja para llevar. ¿Puedo recomendar nuestro cheesecake si esto no se puede disfrutar aquí? –Sí, eso está bien. Y gracias de nuevo. El camarero asintió y se alejó con rapidez a la cocina. La mandíbula de Emily se abrió mientras sacaba la servilleta de su regazo y la arrojaba sobre la mesa. –Jesús, Dillon, ¿qué diablos fue eso? Se movió en su silla, tratando de arrastrar su atención de la pareja y el bebé gritando. Se frotó los dedos contra las sienes. –Lo siento. Fue un largo día en el trabajo.


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–Sin embargo, eso fue completamente humillante, –resopló, recostándose en el asiento. –Dije lo siento, Em. Estoy agotado de trabajar todas estas horas en la noche. Una ola de culpa corrió por ella mientras se inclinaba sobre la mesa para tomar su mano. –Sé que has estado trabajando duro últimamente. Pero, honestamente, ¿qué vas a hacer cuando tengamos hijos? El camarero volvió con el postre y la cuenta. Dillon sacó su tarjeta de crédito y se la entregó al hombre. Una sonrisa se deslizó sobre el rostro de Dillon. –No me gustaría echar a perder ese cuerpo hermoso por tener hijos. –Bueno, quiero tener hijos con el tiempo, así que supongo que tendrás que soportar mi cuerpo gordo desde el primer día. Se levantó de su asiento, se abrochó la chaqueta y le tendió la mano a Emily. Ella se puso de pie con él. –Tenemos tiempo para los niños, bebé, –susurró contra su mejilla. Él firmó el recibo cuando el camarero regresó–. Vamos, tengo algo especial para ti. Emily lo siguió a los muelles que se alineaban con el restaurante, sus ojos captaron los rascacielos que se elevaban por encima de ellos. El resplandor de las luces de las ventanas, indicaban la presencia de otros, tan alto en el cielo, sorprendiéndola. Una fresca brisa barrió su piel mientras se deslizaba fuera de sus tacones para que no quedaran atrapados entre las tablas. Caminando de la mano, Dillon sostuvo sus tacones mientras la conducía hasta el final del muelle. Rodeó con sus brazos su cintura. –Feliz aniversario, –dijo, entregándole una caja de terciopelo negro–. Te amo mucho, Em. El corazón de Emily se aceleró con ansiedad mientras su cuerpo temblaba de anticipación. Se lamió los labios lentamente. –Dillon... yo... nosotros... –tartamudeó, incapaz de terminar el resto de su oración. Ladeando su cuello hacia un lado, una carcajada escapó de sus labios. –Tú estabas hablando acerca de tener hijos conmigo, Em. –Él tiernamente le retiró el cabello de su rostro–. Pero no es lo que crees que es. Dejando escapar un suspiro audible, Emily lo miró fijamente. Sus familiares ojos marrones la miraban mientras ella abría la caja, revelando un par de espectaculares, pendientes de diamantes de un quilate. Emily se quedó sin aliento por su belleza. Dillon los sacó de la caja, le retiró los pendientes que llevaba puesto y los aseguró en sus lóbulos. Mirando hacia el suelo, Emily suavemente tocó uno de los diamantes.


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Dillon rozó su mejilla con el dorso de la mano. –Ellos se ven hermosos en ti. – Bajó la cabeza, obligándola a mirarlo fijamente a los ojos–. Sin embargo, tengo que decir, que parecías a punto de desmayarte cuando te di la caja. Ella levantó la mano y trazó con sus dedos su mandíbula. –Son preciosos. Muchas gracias. Solo me puse un poco... nerviosa, ¿sabes? No estoy segura si estaría lista para el matrimonio por el momento. Una lenta sonrisa curvó sus labios mientras sus cálidos dedos se extendían sobre su espalda baja. Él la atrajo hacia sí. –Prepárate muy pronto, nena, –le canturreó en voz baja al oído–. Porque me voy a casar contigo algún día. Con su aliento en su oído, le pasó la lengua por el borde curvado, succionando suavemente el lóbulo en su boca. El vello de su nuca se erizó por su arrobada atención al lugar al que él sabía que la enviaba sobre el borde. Metiendo los dedos en su cabello, ella presionó sus labios contra los suyos. Sus labios se movían juntos mientras él arrastraba su lengua por su boca. Le pasó las manos por su cintura y la atrajo hacia sí, su beso cada vez más hambriento en el instante. Con sus sentidos internos calentándose demasiado durante el ataque de afecto en público, Emily se echó hacia atrás y poco a poco lo agarró de la mano. – Vamos, –suspiró, tratando de contener el nivel de necesidad que la atravesaba–. Está bien, vamos a hablar antes de que te tome aquí en el muelle, –ella rió. –Está bien, pero la conversación termina una vez que lleguemos a mi casa. –Él la miró seductoramente mientras el agarre de su mano se apretaba–. Bueno, algo que hablar... algo de que hablar. Oh, estás libre para este viernes, sábado y domingo, ¿no? Emily se detuvo bruscamente, su frente fruncida por confusión. –¿Para qué? –La fiesta de Gavin del Cuatro de Julio. Lo hablamos la noche anterior. –Sí, pero eso es el sábado. ¿Por qué necesito de todos los tres días? Dillon deslizó su brazo alrededor de su cintura y siguió llevándola a su Mercedes. –Debido a que Gavin Blake no organiza una fiesta de Cuatro de Julio que se consideraría normal. –Sonriendo, él abrió la puerta para ella–. Celebraremos todo el fin de semana. Vamos a dormir allí el viernes y el sábado por la noche y luego regresamos aquí el domingo por la mañana. Emily se sentó en el asiento de su auto y cerró la puerta. Una vez más, sintió que su pulso saltaba, pero por algo completamente diferente ahora. Su estómago sentía náuseas ante la idea de tener que pasar un fin de semana en la casa de Gavin en los Hampton. Se había preparado para verlo de nuevo –tenía que hacerlo porque él era amigo de Dillon, y no había duda de que se encontrarían de vez en cuando– pero esto... esto era diferente. Dillon se deslizó en su asiento, y el motor ronroneó a la vida.


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Mordiéndose el labio, Emily lo miró. –Es la noche del miércoles, Dillon. No puedo pedir los tres días. Le pedí a Antonio el sábado, y él estaba bien con eso, pero estoy bastante segura de que no va a estar bien conmigo tomándome todo el fin de semana. –Entonces, voy a ir y decirle algo a él –dijo, su voz con un tono de superioridad. –Dillon, no vas a hacer nada de eso, –respondió ella, con un tono que mostraba su molestia–. Le voy a preguntar cuando vaya a trabajar mañana. No te atrevas a ir allí y decir cualquier cosa. –Whoa-whoa, –se rió, alejando sus manos del volante momentáneamente y sosteniéndolas en señal de rendición–. Maldita sea, Emily, era sólo un gesto. Poniendo los ojos en blanco, apoyó la cabeza contra la ventana. Se preguntaba dos cosas. Una de ellas, era si en realidad podría salir del trabajo durante los tres días en un fin de semana de vacaciones, que parecía casi imposible en su mente. Y la segunda era, si era capaz de controlarse, ¿cómo diablos iba a pasar un fin de semana en torno a Gavin sin perder la cabeza?


Capítulo 5 Muchas Capas

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10. Alguien que ha sido un gilipollas por mucho tiempo.

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–D

emonios, Emily, ¿cuánto empacaste? –Preguntó Olivia, mirando la maleta de su amiga mientras deslizaba una mochila al hombro–. Son sólo dos noches, chica. La cabeza de Emily se levantó. Metiendo lo último de su maquillaje en una bolsa. –No vas a quedarte todo el fin de semana, por eso has empacado menos. En realidad no es mucho. –Parece que pusiste una pequeña ciudad allí, –Olivia se echó a reír, caminando hacia ella. Moviendo su cabello rubio a un lado, movió sus cejas–. Pero es cierto, vas a estar alrededor de Gavin el fin de semana, así que estoy segura de que tendrás suficiente ropa para cambiarte. He oído que le gusta la ropa interior negra, –le guiñó un ojo. –Eres una reina del drama, Liv. Sólo termina con tus supuestos futuros, ¿de acuerdo? –Emily entró en la cocina con su maleta mientras Olivia la seguía, haciéndole cosquillas en sus costillas. Ella dio un salto y se echó a reír, apartándola. –Ah, y por cierto, un enorme gracias por advertirme que esta es una fiesta de dos noches. Tuve la suerte que Fallon fue capaz de cubrir mis turnos. Olivia levantó las manos y se encogió de hombros. –Hey, supuse que sabías acerca de eso. Un rápido golpe llegó desde la puerta delantera y Dillon asomó la cabeza por ella –¿Todo el mundo está decente aquí? Emily hizo un movimiento de corte a través de su propio cuello, pronunciando el nombre de Gavin. Olivia asintió en entendimiento y luego intervino en voz alta, –En realidad, no lo estamos. Sabes que ahora me interesan las mujeres, así que tengo a tu novia extendida a través de la mesa de la cocina. Emily sacudió la cabeza y se echó a reír. –Eso es correcto. Me olvidé de eso, Ollie... quiero decir, Olivia, –Dillon resopló, entrando en el apartamento hacia Emily–. Toda la especie masculina te ha prohibido. –Vete a la mierda, Douchepickle…10 quiero decir, Dillon. Es al revés. Yo los prohibí, –Olivia siseó, cogiendo su mochila del suelo–. Y mi novia me encontrará afuera, así que mejor no digas una jodida palabra, idiota. Dillon se echó a reír y le dirigió una sonrisa maliciosa. Luego le dio un beso en los labios a Emily.


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11. Cabeza de pene.

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Olivia puso los ojos. –¿Está la limo aquí? Emily miró a Dillon confundida. –¿Limo? –Como dije, nena, es una fiesta de locos de principio a fin. –Él tiró de la maleta de Emily desde el suelo, lo pesado era evidente en el esfuerzo de sus bíceps–. Gavin envía una para nosotros cada año. Y da la casualidad de que, sí, está afuera lista y esperando. Vamos. Son casi las tres y es viernes así que la hora pico será una mierda. Dillon abrió el camino a la puerta y al ascensor. Antes de intervenir, Emily abrió los ojos a Olivia y le susurró, –¿Él está en la limusina? Con dos cortas sacudidas de su cabeza, Olivia susurró, –No, él habrá dormido allí la noche anterior para tener el lugar listo. Al salir a la calle, Emily tuvo a la vista una limusina Hummer gris y negra. El chófer estaba sosteniendo la puerta con una gran sonrisa en su rostro. Cogió el equipaje de todo el mundo y lo colocó en el maletero. Mientras Emily y Olivia se acomodaban en un asiento, Dillon saltó dentro, metió un CD de 30 Seconds to Mars en el reproductor y rápidamente comenzó a prepararse algo de beber. –Siempre dando con el alcohol, Dickhead11... uh, Dillon –comentó Olivia, estudiando su rostro en un pequeño espejo. Él le disparó una vacía y helada sonrisa. –¿Qué eres, mi madre? Emily dejó escapar un profundo suspiro. –¿Quieren los dos parar ya? –Ella empezó. Volviéndose al nivel de un estudiante de segundo grado, Olivia arrugó la nariz y le sacó la lengua en dirección de Dillon. Sacudiendo la cabeza, Emily volvió a suspirar. –Bien, entonces ¿Qué tan lejos está su casa? –Es en East Hampton, así que cerca de tres horas a causa del tráfico, – respondió Olivia, encontrando una posición cómoda y lanzando sus piernas en el asiento de cuero–. Pero vale la pena el viaje, Em. La playa es un jodido paraíso. –¿Nos detendremos para recoger a Trevor? –Emily preguntó. Olivia negó con la cabeza. –No, él está ayudando a mis padres con un poco de mierda en su casa ahora mismo. Se reunirá con nosotros allí esta noche. –¿Cuántas personas van a estar ahí? –Emily investigó. Dillon tiró de ella a su regazo y sonrió. –No habrá muchos esta noche. Es sólo su pre–fiesta con unos amigos. –Él tomó un sorbo de su whisky en las rocas–. Pero mañana es un juego totalmente diferente. Habrá más de un centenar de invitados, y todos y cada uno de ellos están flotando en dinero. Olivia se echó a reír mientras miraba a Dillon. –Sólo tú sabes eso ya que cada año intentas obtener una nueva cuenta serpenteando tu camino en la cartera de


Sin camiseta.

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algún rico hijo de puta. Tengo que admitir que trabajas en la fiesta como un profesional. –Sus ojos se endurecieron en Olivia, pero Emily rápidamente puso su mano sobre su boca para silenciarlo. –Ustedes dos ya terminaron de hablar por el resto del camino. Durante las próximas horas, mientras la ansiedad del fin de semana constantemente construía alturas insoportables en su pecho, Emily vio como un paisaje suburbano reemplazaba el hormigón y acero de la ciudad. Los árboles maduros, la hierba y casas de menor tamaño volaron más allá de su visión periférica, recordándole dónde había crecido. Era algo que se dio cuenta que echaba de menos desde que vivía en la ciudad. Con el tiempo, la clase media se desvaneció mientras el camino cambió a mansiones en expansión que bordeaban la costa atlántica. Eran los tipos de hogares en los que Emily había visto en las revistas. Sus ojos se abrieron a la belleza absoluta de los paisajes. Bajando el vidrio, inhaló profundamente el aire salado del océano, el chofer se detuvo en un tortuoso camino de entrada. Habló con alguien por un intercomunicador antes de que las puertas de metal adornado lentamente se abrieran, permitiendo que la limusina entrara a la propiedad. Más allá de las puertas, un majestuoso césped se aferraba a exuberantes especies de árboles frondosos que se alineaban en el camino. Un jardín se destacaba al frente de la casa con flores de todos los colores imaginables. Grandes pilares a ambos lados de la gigantesca puerta de entrada de caoba atraparon la mirada de Emily. A un lado habían canchas de tenis y de baloncesto en un nivel más bajo. A lo lejos, un camino detrás de la casa que llevaba a un mar sereno. El agua rompiendo contra la arena y el sol brillando completamente, eso le trajo a Emily una sensación de paz –aunque sólo sea por un segundo. Olivia arrojó un trozo de hielo en la cara de Dillon, removiéndose de su siesta inducida por el alcohol. Ella se echó a reír junto con Emily, mirándolo parpadear los ojos bien abiertos. Luego miró a Olivia con una mirada que prometía venganza de una manera u otra. Con sus maletas ya a su lado, el chofer abrió la puerta sin problemas, y cada uno salió. Dillon estiró el cuello de lado a lado, bostezando. Metió la mano en el bolsillo, le dio unas palmaditas al conductor en la espalda y le entregó una propina, agradeciéndole su servicio. Mirando hacia la casa, Emily se sintió asombrada por su tamaño. Aunque sorprendente en todas las formas posibles, se preguntó por qué una persona necesita un lugar de tal magnitud. Con ese pensamiento fugaz, la razón de su recién descubierta ansiedad –y ahora agitada respiración– salió por la puerta principal.


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El corazón de Emily casi se detuvo en seco. Mientras Gavin se dirigía hacia el grupo, ella no podía dejar de admirar su apenas atuendo. Fugazmente, sus ojos recorrieron sus abdominales bien definidos y segmentados con las definiciones de músculo duro desde sus hombros hasta sus caderas. Una profunda V que desaparecía por debajo del traje de baño blanco, puso su ritmo cardíaco saltar de nuevo a la vida. Él no era voluminoso, por ningún medio, tenía un cuerpo como de corredor, largo y delgado, pero suficientemente musculoso como para hacer bailar la lengua de cualquier chica detrás de sus labios. Fue entonces cuando se dio cuenta de que se encontraba a unos quince centímetros por encima de su pequeño cuerpo. Su bronceado dorado la tenía inconscientemente mordiéndose la comisura de su boca, cerca de sacarse sangre. Para ampliar aún más el glaseado del pastel, tenía un complejo tatuaje de dragón negro que serpenteaba su camino desde su traje de baño y se curvaba alrededor de su costilla. El único pensamiento corriendo por la mente de Emily en ese mismo segundo era: ¿Dónde exactamente comenzaba ese tatuaje? El calor subió a sus mejillas mientras sentía la tensión en sus piernas –el espiral de lujuria que sabía que no debería tener– haciéndose sumamente presente en todo su cuerpo. Ella tragó saliva con nerviosismo, tratando de humedecer su boca seca de repente, y de inmediato se reprendió a sí misma por tener aunque sea una sola reacción en absoluto. Él era sexy, prohibido, peligroso, totalmente follable -y ella lo sabía. Una contagiosa sonrisa se apoderó del rostro de Gavin mientras bajaba del porche. Estrechó la mano de Dillon y señaló con la cabeza hacia la limusina que estaba saliendo de la propiedad. –¿Cómo fue el viaje? Espero que mi chofer los haya tratado bien. –Él siempre nos trata bien, –respondió Dillon, agarrando la maleta de Emily y la suya. Olivia arrojó sus brazos alrededor del cuello de Gavin y se inclinó para darle un abrazo. –¿Qué hay de nuevo, viejo? –Preguntó. Luego, le susurró algo al oído y se rió. Emily tenía una buena idea de lo que le dijo cuando sus ojos se posaron en su dirección, con una sonrisa de niño inclinando las comisuras de su boca. Ahuecándose la barbilla con la palma de su mano, dejó escapar una gran risa de sus labios mientras miraba al suelo, negando con la cabeza. Sus ojos volvieron de nuevo a Emily. –Estoy feliz de ver que has podido venir. Dillon dijo que no podías ser capaz de quedarte dos noches. –Conozco gente –Emily se echó a reír, y no por su intento de broma, sino más bien por su creciente nerviosismo.


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–Mmm, es muy bueno conocer gente, –se rió entre dientes, tomándose unos pocos segundos extra para mirarla a los ojos. Tomó una respiración profunda, pasándose la mano por el cabello–. Está bien, vamos a festejar este fin de semana. Mientras las dos mujeres seguían a los hombres por detrás, Emily le arrojó a Olivia una mirada, sabiendo que le dijo algo a Gavin sobre sus encuentros anteriores. Olivia se rió y batió sus ojos como una verdadera belleza sureña mientras se abrían camino a la casa. Al llegar a la entrada, Emily encontró que la casa era sorprendentemente cálida y acogedora. A primera vista, de pie en el vestíbulo de dos pisos con una escalera cascada a cada lado, sus ojos tomaron las impresionantes vistas del océano. La luz del sol se derramaba sin esfuerzo a través de las ventanas de piso a techo que rodeaban la parte trasera de la casa. Una chimenea de piedra era el centro de atención en la sala de estar. Los relucientes pisos de madera de cerezo oscuro llevaban a una cocina gourmet que contenía granito negro en todas las direcciones. Profundos tonos terrosos estaban esparcidos en una biblioteca, sala de billar, comedor y habitación. El asombro en los ojos de Emily era evidente. Olivia apretó el brazo de Emily con una sonrisa amplia. –Te dije que es espectacular. Y sin embargo, tienes que ver la sala de cine, el segundo piso y el maldito oasis del patio trasero, chica. Sintiéndose casi sin aliento por su entorno, Emily asintió a Olivia y siguió a Dillon a la habitación que compartirían el fin de semana. Olivia tenía razón. El piso de arriba no era menos sorprendente. El mismo flujo de muebles con detalles y matices en tonos cálidos en todo el nivel superior. Emily se sentía como si estuviera en un spa cuando entró al cuarto de baño conectado a su habitación. Instalaciones europeas y una ducha de mármol encerrada en un cristal del piso al techo le daban ganas de olvidar la piscina y optar por el vapor caliente en su lugar. Con un bar en la habitación, Dillon se preparó un trago y le dijo a Emily que se reuniría con ella en el patio trasero. Ella asintió con la cabeza mientras buscaba a través de sus pertenencias. Después de aplicarse una buena cantidad de protector solar, se puso su bikini negro, se deslizó un pareo por la cintura y se dirigió hacia el vestíbulo. Gavin se detuvo a mitad de coger sus gafas de sol en la isla de la cocina. Vio a Emily bajando las escaleras y sintió una vertiginosa fuerza cayendo en picada a través de él. Algo en su interior se retorció, ardiendo en su estómago a la esencia misma de su ser. Tanto para librar su mente de ella.


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Sintiéndose sin aire, no podía concentrarse en una sola cosa en particular de ella. Sus ojos pasearon sobre ella lentamente, haciendo una pausa para considerar su hermosa figura. Estaba seguro de que la visión de su pelo castaño rojizo cubriendo su bikini lo podría enviar a su lecho de muerte como un hombre feliz. Cerró los ojos, deseando respirar. Cuando se abrieron de nuevo, sus ojos se encontraron con los de ella, pero ella alejó la mirada. Él sonrió, sin inmutarse, y cruzó el vestíbulo hasta el borde de las escaleras. De pie a dos escalones por encima de él, Emily se quedó mirándolo, los ojos de él la tragaban. Estaban vivos, fascinantes y rodeados de unas espesas pestañas oscuras. Una tímida sonrisa apareció en el rostro de ella. –Hey, –soltó, con menos aliento de lo que pretendía. La energía que fluía entre ellos era palpable. Gavin podía sentirlo, y estaba seguro de que ella también. Se humedeció los labios y la miró por un momento. –Hey. La intensidad de su mirada la dejó sin habla. Sus ojos volaron hacia el mar más allá de las ventanas mientras esperaba que se moviera de su camino. Gavin podría decir que la ponía nerviosa y que no era su intención. Mordiéndose el labio inferior entre los dientes, tentativamente puso su mano en la barandilla. –Sé que todo esto es un poco loco, –susurró. Luego hizo una pausa por un segundo y sonrió–. Bueno, más que un poco, pero sólo quería que supieras que estoy tan asustado como tú. –Su rostro se suavizó con inquietud cuando su mirada se hizo más decidida–. Pero más importante aún, no quiero que te sientas incómoda en absoluto mientras estás aquí. Quiero que tengas un buen fin de semana relajante. Por dentro, sabía que su declaración era casi imposible, Emily se mordió el labio mientras sostenía el contacto visual constante con él. Necesitaba algo para distraerse de la ardiente mirada de sus ojos azules. Bajó las escaleras, tratando que cada pedacito de su voz y los movimientos de su cuerpo parecieran indiferentes a todo el asunto. –Te agradezco la preocupación –y gracias– pero, sinceramente estoy bien. Gavin puso sus manos atrás de su cuello y le sonrió. –¿Está segura? –Cien por ciento, –respondió ella, mirando a su alrededor notablemente buscando la salida a la piscina. –Oh, es por aquí. –Gavin hizo un gesto con la mano–. De hecho voy a seguirte. Algunos de mis amigos están en la parte de atrás, me gustaría presentarte. Después de recuperar las gafas de sol por las que Gavin inicialmente había entrado a la casa, Emily y él salieron afuera.


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Una vez más inhalando tanto como sus pulmones podían sostener, Emily dejó que el olor salado del océano le hiciera cosquillas en la nariz. Una piscina y un jacuzzi dominaban las costas del Atlántico. Las vistas eran espectaculares desde la colina donde estaba la casa. Una chimenea al aire libre, una cabaña con un bar incorporado y una casa de huéspedes eran parte del paraíso al aire libre. Emily siguió a Gavin hacia donde Olivia y Dillon estaban charlando con dos hombres. Ampliando sus ojos en Emily, Dillon se excusó del grupo, haciéndole saber que quería hablar con ella. Inclinando la cabeza hacia un lado en confusión, Emily abrió la boca para hablar, pero se detuvo cuando vio la expresión de su rostro. El parecía furioso. Mirando a Dillon, Olivia rodó los ojos y negó con la cabeza. Emily les sonrió a los dos hombres, a los que todavía tenía que conocer, y siguió a Dillon por el patio. –¿Me estás tomando el pelo, Em? –Preguntó Dillon, mirándola de arriba abajo cuando estuvieron lo suficientemente lejos de todo el mundo–. ¿Qué diablos llevas puesto? Ella frunció el ceño mientras trataba de mantener su voz bajo control. –¿Me estás tomando el pelo, Dillon? –Joder, no, no estoy bromeando. Acabamos de hablar sobre esto la otra noche. ¿No tienes uno de una sola pieza? –No, no tengo uno de una sola pieza. Tengo un bikini que está cubierto por un pareo. Dejando escapar un suspiro, se frotó el rostro con las manos. –Por lo menos sube las putas escaleras y ponte un par de pantalones cortos, entonces. –No haré tal cosa, –se burló ella, poniendo sus manos en sus caderas–. Estás exagerando. Hace mucho calor, hay una piscina a la que tengo pensado ir y quiero un bronceado. –Que jodida broma, Emily. Me vas a poner en un mal lugar aquí si atrapo a alguno de estos chicos mirándote. Inclinó la cabeza hacia un lado, estudiando su comportamiento. Su voz no dejaba lugar a discusión, y lo último que quería era que él se emborrachara y comenzara una pelea. Se alejó sin mirar atrás en su dirección y se dirigió hacia las escaleras para hacer lo que le pedía. Más allá de estar molesta por su reacción, se aseguró de ponerse el par más corto del botín de pantalones cortos de jean que poseía. Por si fuera poco, dejó la parte superior del bikini descubierto. Para el momento que hizo su camino al exterior, Olivia estaba tumbada en una lujosa silla de playa, hablando por teléfono. Emily se acercó a los cuatro hombres, le dio a Dillon una sonrisa irónica y cortésmente le pidió que le hiciera un


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12. Alguien que ha llegado ser tan intolerable, que gilipollas ya no es suficiente para describirlo.

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Capitán y Coca-Cola Light. No parecía muy feliz con su nuevo conjunto, pero fue obvio que esta vez vio la mirada en sus ojos, diciéndole que lidiara con ello. Honró su petición y fue a hacerle su bebida. Gavin miró a Dillon mientras él se alejaba y luego movió sus ojos hacia los pantalones cortos de Emily. Sabiendo lo excesivamente posesivo que su amigo era, supo que Dillon la hizo cambiarse. Apretó los dientes, sin entender por qué su amigo no podía estar orgulloso de lo que tenía en su dominio. No obstante, una encantadora sonrisa cruzó su boca mientras miraba los ojos de Emily. –Me gustaría presentarte a mis amigos, Chris y Joe. Chicos, esta es la novia de Dillon, Emily. Ella sonrió y les estrechó la mano. Viendo que podrían pasar por hermanos con sus ojos, el cabello y sus rasgos sorprendentemente similares- les preguntó – ¿Ustedes dos están relacionados? Chris habló primero, con los ojos color avellana abiertos mientras se reía. – Muy buena observación de tu parte, en realidad somos primos, –comentó, pasándose una mano por su cabello castaño. Joe sonrió. –Sí, por desgracia nuestras madres son hermanas, –bromeó, dándole palmaditas en la espalda de Chris. Emily se echó a reír con ellos. Se enteró de que los dos hombres fueron a la secundaria con Gavin y Trevor. Se mudaron a Florida y abrieron un negocio de jardinería juntos después de graduarse de la universidad. Cuando Dillon trajo su bebida, se excusó del grupo de hombres y se acomodó en una de las sillas de playa junto a la piscina con Olivia. –Em, él está empezando a ser– Emily levantó un dedo silenciándola. –Por favor. Sólo déjalo ir, por ahora, Liv. Ella se apoyó sobre un codo y le dedicó una mueca. –¿Déjalo ir? –Sí, por favor. No quiero hablar de eso, ¿de acuerdo? –Voy a dejarlo ir, amiga, pero tengo que decir que Douchebucket12 es oficialmente un completo idiota ahora, –señaló, asegurando su pelo rubio en un moño desordenado. Inclinándose, cogió la crema solar, untándola sobre su piel blanca como la leche–. Y necesitas hacer crecer un carácter con él tarde o temprano. Efectivamente ignorando la declaración de Olivia, Emily volvió la cabeza en la dirección opuesta para ver las olas en la distancia. Sumergiéndose en el calor del sol, se concentró en la voz de Bob Marley en el fondo, cantando acerca de cómo le disparó al sheriff. Por las próximas horas, la mirada de Gavin viajó de Emily y luego de regreso a


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Dillon, luchando una guerra interna. Se colocó con perfección en la mesa para mantener una visión clara del rostro de ella desde el otro lado de la piscina mientras trataba de concentrarse en una conversación con sus amigos. Sin embargo, su mente continuamente se desviaba de nuevo al pensamiento de su mano suave contra sus labios cuando él la había besado un par de días atrás. Sus ojos ardían con adoración mientras ella reía con Olivia, su sonrisa era como una adictiva droga para él, y su risa sonaba celestial a sus oídos. Aunque cada uno de ellos robó miradas furtivas del uno al otro durante todo el día, Gavin la admiraba de lejos, no quería hacer la situación más difícil de lo que era. Al caer la noche, la pequeña multitud saltó por un estruendo repentino que venía de la parte delantera de la casa. Encender unos fuegos artificiales antes de hacer su camino hasta el patio trasero fue la manera de Trevor para anunciar su llegada. Sonrió una gran sonrisa luminosa con el cabello rubio derramándose sobre su frente, mientras entraba y gritaba su línea de siempre. –Estoy aquí. ¡Que empiece la fiesta! La novia de Olivia, Tina, apareció poco después. Olivia saltó, gritando y le dio un beso, dejándoles saber a cada uno de los hombres que ella era suya. Chris ignoró a Olivia mientras miraba la bella pelirroja. Olivia le dio un golpe en el brazo mientras se alejaba. Volviéndose a Emily con Tina a su lado, Olivia anunció, –Tina, mi mejor amiga, Emily. –Hey, me alegro de conocerte. –Tina sonrió–. He oído hablar mucho de ti. Es bueno poner un rostro al nombre. Emily agitó la mano extendida de Tina hacia ella. –Tú también. Veo que hiciste tu camino hasta aquí sin perderte. Olivia tenía miedo de que no fueras capaz de encontrar el lugar. Tina se inclinó y besó a Olivia en su mejilla. –Cariño, ¿estabas preocupada por mí? Olivia se sonrojó. –Por supuesto que sí. Las dos mujeres se alejaron y se acomodaron en sillón. Varios whisky en las rocas más tarde, Dillon se acercó a Emily. Dejó escapar un suspiro y suavemente la atrajo hacia él. –Cariño, siento lo de antes. Fui un idiota. ¿Puedes perdonarme? –preguntó suavemente. Emily buscó sus ojos, tratando de entender el repentino cambio en él. –Me tienes tan confundida. Nunca actuaste así cuando estaba en Colorado, Dillon. –Lo sé, Em, –susurró, cogiendo su mano. La llevó a su boca y la sostuvo contra sus labios–. Sólo te quiero mucho tan mal. Tengo miedo de perderte por alguien más, eso es todo.


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–No voy a ninguna parte. Te amo más de lo que crees, Dillon. Confié todo lo que tenía para venir aquí para estar contigo. Eso por sí solo debería decirte lo suficiente. Poniendo su mano en la nuca de ella, acercó su rostro cerca del suyo. – Tienes razón, –admitió, con la voz aún más baja. Se inclinó para besar sus labios y ella lo aceptó sin pensarlo dos veces, mientras robaban un poco de tiempo para reconciliarse. Dillon se retiró despacio y le acarició con los dedos su cabello. –Voy a aflojar, lo prometo. Emily lanzó una leve sonrisa con la esperanza que lo que dijo resultara ser cierto. Dillon juguetonamente la golpeó en el culo, le dio otro beso y le hizo saber que iba a jugar una partida de billar con Chris y Joe. Lo vio desaparecer en la casa. Emily se acercó para unirse a Olivia y Tina. Estaban acurrucadas en la mesa, demasiado excitadas para estar cerca. Fue entonces cuando Gavin lanzó una baraja de cartas sobre la mesa, delante de Emily. Gavin sonrió con malicia. –Así que Trevor me dijo que disfrutas jugando al póker. Emily miró a Trevor mientras sacaba una silla de la mesa. Sus ojos se movieron de nuevo a Gavin. –Juego una partida bastante buena, debo admitir. –Ya veo... ¿y tu opción de juego sería qué exactamente? –Gavin preguntó, colocando una caja de caoba llena de fichas de póquer en la mesa. –Mi juego preferido sería Texas Hold'em. –Mmm, muy bueno. Ése es mi favorito. –Él se sentó frente a ella–. ¿Empezamos? –preguntó, abriendo la baraja de cartas. –Lo haremos. –Nosotras sólo observaremos, –Olivia intervino, descansando sobre una silla con Tina. Le lanzó a Emily una sonrisa burlona y Emily negó con la cabeza. –Bueno, ustedes dos pueden pensar que son jugadores expertos, pero estoy absolutamente seguro de que voy a acabar con los dos por completo, –Trevor se rió mientras los miraba por encima de sus gafas. Luego arrojó un billete de cien dólares sobre la mesa–. Soy un profesional. Pero no digan que no se los advertí a los dos. Gavin resopló por su declaración y se echó a reír. –¿Estamos jugando por dinero real? –preguntó Emily. –Por supuesto que lo estamos. –Gavin puso dos billetes de cien dólares sobre la mesa–. Pongo esto para ti. –No tienes que hacer eso –Emily respondió, poniéndose de pie–. Voy a buscar algo de dinero de Dillon.


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–No te preocupes por eso. Voy a recuperarlo de él después de que tú y Trevor pierdan, –comentó Gavin, dándole una de sus sonrisas con hoyuelos. Trevor estaba demasiado ocupado barajando las cartas como para reconocer lo que Gavin dijo pero Emily no estaba demasiado ocupada para darse cuenta de la sonrisa de infarto de Gavin. Ella tímidamente se sentó de nuevo y le dirigió una sonrisa por su cuenta. – ¿Crees que me vas a acabar, ¿eh? –Se rió y le dio una mirada de cuestionamiento. Él la miró con una ceja arqueada y una curva irónica en sus labios. –Oh, estoy absolutamente seguro de que lo haré. Sonriendo, Emily se echó hacia atrás en su silla, con los ojos fijos y estables. – Vamos a ver, señor Blake. La forma en que su apellido se deslizó por su lengua tenía a Gavin tratando de contener las emociones que amenazaban con salir de su cuerpo. Se lamió los labios lentamente mientras la miraba y repartió las cartas a cada uno de ellos. Con cartas en mano, las bebidas circulando y Olivia y Tina como espectadores, comenzó el juego. Durante la siguiente hora, tanto Gavin y Emily redujeron a Trevor de todas sus fichas. Ellos continuamente se burlaban de su dicho anterior sobre ganarle a los dos. –Está bien, está bien. Pero sólo para que conste, estoy bastante borracho ahora, es por eso que mi juego estuvo acabado esta noche, –Trevor se defendió y se retiró a un sillón junto a Olivia y Tina. Olivia rió y consoló a su hermano haciéndole un trago de tequila. –La típica excusa de bebió-demasiado-y-juega-como-un-culo. Clásico. –Gavin rio. Trevor sacudió la cabeza con una mirada de derrota moldeando su cara. – Estoy llegando lejos con eso, ¿verdad? Gavin terminó lo último de su cerveza antes de contestar. –Yo diría que sí. Pero he experimentado la misma borracha jugada muchas noches antes, –admitió, repartiendo otra mano para él y Emily. Después de unos minutos de estudiar el rostro del otro para ver quién tenía la mejor mano, Emily se aclaró la garganta y miró Gavin. –Apuesto todo. Empujó su creciente pila de fichas al centro de la mesa mientras una amplia sonrisa de te–reto se deslizaba sobre sus labios. Gavin la miró con atención mientras tamborileaba sus dedos lentamente contra la botella de su cerveza vacía. Tratando de arrastras lejos su mirada de la de ella, Gavin miró sus cartas. Estaba sosteniendo dos Reyes y uno ya estaba sobre la mesa. Inclinándose hacia delante, ladeó su cabeza hacia un lado y sonrió. –Es posible que no quieras hacer eso, señorita Cooper.


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13. Cuando salen tres reyes.

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Emily se inclinó hacia delante, imitando su cabeza ladeada. Fue más difícil de lo que pensaba mientras miraba fijamente los ojos azules sin pestañear. –¿Miedo de apostar? Olivia, Tina, y Trevor observaban de cerca la respuesta de Gavin, con estrechas expresiones curiosas en cada uno de sus rostros. Gavin sonrió y empujó su pila de fichas contra la de ella. –Mantengo el miedo en una distancia segura por una minúscula cantidad de cosas en mi vida pero develar tus verdaderas intenciones no es una de ellas, –se rió y volteó sus cartas–. Me gustaría presentarles a mis amigos –Larry, Moe y Curly. Olivia dejó escapar una carcajada. –Oh mierda, ahora estás en problemas, Em. Él acaba de hacer el movimiento Los Tres Chiflados13 en ti. Emily abrió mucho los ojos fingiendo horror. –Hmm, podría ser. –Ella golpeó el borde de sus cartas–. Pero teniendo en cuenta que tengo tres Aces, creo que estoy bastante bien por ahora. Ella abanicó sus cartas a lo largo de la mesa mientras su rostro se iluminó con una enorme sonrisa de satisfacción. El pequeño grupo, incluyendo Gavin, aulló en una histérica risa. Con su amplia sonrisa de oreja a oreja, Emily tomó rápidamente los trescientos dólares de la mesa y los metió en sus pantalones cortos. Allí mismo, en ese momento, la tensión en los hombros de ambos, de Gavin y de Emily –por la manera en que sus mundos colisionaron– se relajó y desvaneció como un fantasma. Con el tiempo, Chris, Joe, y Dillon se dirigieron al exterior. Gavin se tomó unos minutos para contarle a Dillon de su pérdida devastadora. Dillon se echó a reír y le disparó a Emily una sonrisa de orgullo. El grupo ayudó a Gavin a limpiar, y todos decidieron que lo mejor era terminar la noche. Antes de que la horda de invitados llegara, los chicos generalmente iban a un viaje de pesca por la mañana muy temprano en el barco de Gavin, así que dormir era sin duda necesario. Todo el mundo dijo buenas noches los unos a los otros antes de dirigirse a sus habitaciones. Era bien después de la una de la mañana cuando Emily salió de la cama. El ronquido aumentado por el licor de Dillon la mantenía despierta. Intentando volver a dormir, le dio un codazo, encendió la televisión e incluso puso una almohada sobre su cara con la esperanza de sofocar el ruido. Nada de eso funcionó. Decidiendo que una buena dosis de aire fresco podría ayudar a conciliar el sueño, silenciosamente abrió las puertas francesas del dormitorio que daba a un balcón.


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Inmediatamente, fue como si el océano la llamara. Se acercó al borde y observó las lejanas olas golpear sobre las dunas de arena. Mientras sus sentidos estaban empezando a absorber los sonidos, los olores y las vistas, la voz de Gavin diciendo "hola" la hizo saltar. Se giró, sus labios capturaron un rizo de su cabello, y lo encontró sentado en una silla de madera. –¡Jesús! –Soltó más fuerte de lo previsto. –No, es Gavin. Gavin Blake, –dijo sin expresión, alcanzando una cerveza de un paquete de seis en el suelo–. Aunque, en algunas situaciones privados de uno–a– uno, he sido llamado como Dios, –rio. Con un bufido muy poco femenino, Emily se rió con él. –Eres demasiado. –¿Lo soy entonces? –Sí, mucho, –contestó ella, y luego se volvió a la puerta–. No me di cuenta que era un balcón conectado. Voy a dejar que tengas tu privacidad. –Quédate y toma una cerveza conmigo. Con el más leve de los miedos, se dirigió hacia él. Abrió una cerveza para ella. –Gracias, –respondió, aceptándola y hundiéndose en una silla a su lado. –No hay de qué. ¿Entonces qué es lo que te trae al balcón en las primeras horas de la noche? –¿No puedes escuchar eso? Las cejas de Gavin se fruncieron por confusión mientras miraba alrededor. – Uh, oigo las olas. –Entonces tienes suerte, –ella suspiró–. Porque todavía puedo escuchar a Dillon roncar. –Ah, ya veo, –dijo riendo, apoyando sus pies en una pequeña otomana de exterior–. Nosotros, los hombres sabemos cómo golpear fuera del estadio de béisbol cuando se trata de eso. Emily negó con la cabeza y tomó un sorbo de su cerveza. –Lo he intentado todo menos asfixiarlo hasta la muerte para conseguir que se detenga. Arqueando una ceja, Gavin sonrió. –Hmm, no es una mala idea. Estarías disponible entonces. –Se bueno, –se rió. –Sí, señora –le dijo y Emily sacudió su cabeza. Pasaron unos minutos mientras escuchaban las olas en la distancia. El cielo estaba despejado, con una magnífica vista de las estrellas mientras una fresca brisa de verano hacia su camino a través del balcón. –No te vi ir hasta el agua hoy, –comentó Gavin, cogiendo otra cerveza. Abrió la tapa y la arrojó a una maceta de barro que contenía un buen número de tapas de botellas–. ¿No te gusta la playa?


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–En realidad, me encanta la playa. –Ella tomó una respiración profunda mientras su mirada se alejaba de la suya hacia el agua–. Algunos de mis mejores recuerdos de mi madre provienen de un sinfín de días pasados en la playa con ella. Pesadez se instaló en el pecho de Gavin. Él sabía que su madre falleció. Cuando estaban en el club, quería decirle algo, pero sentía que era apropiado hacerlo a menos que ella lo mencionara. Siguió mirándola, tratando de encontrar las palabras correctas. Giró su cuerpo para hacerle frente a ella. –Siento mucho por lo que tuviste que pasar, perdiéndola, –dijo finalmente con suavidad. Llevando sus rodillas bajo la barbilla, lo miró. –Gracias. Su voz era baja y cautelosa mientras la miraba a los ojos. –Si no te importa, me gustaría saber acerca de los recuerdos que tienes de ella en la playa. Una leve sonrisa asomó en sus labios. –¿En serio? Asintió y sonrió de regreso. –Sería un honor. Ella tomó un minuto para componer sus pensamientos. –Bueno, cuando era una niña, ella había ahorrado todo el año, así que pudimos visitar Santa Cruz, California. Había alquilado un pequeño apartamento en la playa, donde, literalmente, pasamos todo el día fuera. Nos gustaba volar cometas durante horas y horas y andar en bicicleta en el paseo marítimo. –Hizo una pausa y sonrió–. Ella amaba hacer ángeles de arena, como los que haces en la nieve cuando te acuestas sobre tu espalda. –Dejó escapar una risa ligera por el recuerdo y se limpió una lágrima de su ojo. –Emily, yo... –susurró Gavin. Ella lo miró–. Mi intención no estaba destinada a molestarte. Por favor... me disculpo. –Son buenas... las lágrimas, Gavin. No he hablado de ella por un tiempo. Realmente, no me molesta. Sus palabras dejaron a Gavin asombrado. Él la miró a los ojos y encontró rastros de felicidad mezclada con una pérdida incalculable. Se le derritió el corazón. Tenía ganas de pasar los dedos por su cabello y consolarla, quería tenerla en sus brazos y librarla del dolor. –Suenan como recuerdos maravillosos, –susurró. –Sí, lo son, –respondió ella, mirando al frente–. Fue duro verla enferma durante tantos meses, pero si te digo la verdad, cuando tomó su último aliento, una oleada de alivio se apoderó de mí. Por fin estaba en paz. –Limpiando otra lágrima de sus ojos, Emily lo miró y luego desvió la mirada hacia el océano–. Hubo un momento en que realmente esperaba despertar y saber que ella se había ido y sin dolor. Todavía me siento culpable por haberme sentido así, pero no podía más soportar verla sufrir. Con sus últimas palabras, las emociones de Gavin se dispararon a un lugar al que no se atrevió a regresar en mucho tiempo. Una vez más, se encontró luchando


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por la cosa correcta para decir. Su voz no fue más que un susurro. –Sé que puede parecer un mundo aparte de ti, pero tenemos algo en común. –Él vaciló, sin saber si debía tocar el tema. Emily lo miró confundida–. Mi familia y yo casi perdimos a mi madre por el cáncer de mama cuando tenía doce años. Emily respiró, sin tener idea de qué decir. Su declaración la sacudió de su propia autocompasión. Gavin hizo entonces algo impetuoso. Simplemente sintió la necesidad de tocarla, así que se inclinó y le secó las lágrimas de sus mejillas. Emily no se movió. – Recuerdo lo que sentí al verla enferma y dolorida. El miedo de no saber lo que sería la vida sin ella es algo que nunca olvidaré, pero sé que un día voy a tener que enfrentarlo. También recuerdo exactamente sentirme como dijiste que te habías sentido. Quería que terminara, que ella simplemente falleciera para poder estar en paz o que mejorara. No era capaz de verla así nunca más. Solía de hecho crucificarme a mí mismo por sentirme así. Emily, sólo sé que lo que sentiste –lo que sentimos– es una reacción humana muy real y muy normal. Sollozando, ella alzó la vista hacia él, notando la perfecta sensualidad de su rostro afectado por el dolor. Detrás de esos ojos azules estaba el alma de un hombre que había pasado por su propia cuota de dolor, y Emily no podía descifrar lo que era peor –perder a su madre por cáncer o vivir con el temor que el cáncer de su madre podría volver. Con preocupación en sus ojos, Gavin se inclinó hacia adelante y estudió su rostro. Una débil sonrisa se apoderó de sus labios. Con su voz baja, dijo –Ahora que he conseguido arruinar una noche bastante decente, haciéndote llorar, ¿por qué no jugamos un juego para aligerar el ambiente? Emily dejó escapar una risa gutural debido a la amplia gama de emociones volando por su cabeza. –No jodiste la noche. –Entonces se puso de pie, se limpió las últimas lágrimas de sus ojos y estiró los brazos por encima de su cabeza–. Necesitaba esto, créeme. Se levantó con ella y sonrió. –Está bien, bien. ¿Entonces vas a jugar un juego conmigo? Ella sonrió y lo miró con recelo. –¿Qué tipo de juego Gavin Blake sugeriría que juguemos? Y nada de bromas. –Mmm, eso es una petición difícil. Esbozó una sonrisa traviesa, y sin decir una palabra más, deslizó la maceta llena de tapas de botella hasta la mitad de la terraza. Luego, juguetonamente le ordenó sentarse al estilo indio en el suelo a tres metros de distancia de la maceta. Con su expresión mostrando curiosidad, hizo lo que le pidió. El abrió las puertas de su dormitorio y desapareció brevemente. Emily se sentó por un momento,


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preguntándose qué estaba haciendo. Cuando reapareció, él tenía una camiseta en la mano y una bolsa del congelador con más tapas de botella. Caminando, le arrojó la camiseta a la parte superior de su cabeza y se echó a reír, –Parece que tienes frío, ponte eso. Se sentó al estilo indio en el suelo a su lado con sus rodillas apenas tocándose. Sonriendo, ella tomó la camiseta de su cabeza y se la puso. Por un breve segundo, intentó fundir el aroma de él en su memoria. Le recordaba cuando estaban en el ascensor. No podía precisar con claridad cuál era el olor –una mezcla de colonia, gel de ducha, loción de afeitar– vino a su mente. –¿Cuál es el nombre de este juego que vamos a jugar? Gavin miró sus ojos verdes. Bajo la luz de la luna, parecían angelicales. –Es un poco difícil de pronunciar, –lentamente respondió, mirando sus labios mientras trataba de despejar de su cuerpo la fascinación que tenía por ella. –Pruébame. Bajó la voz hasta un susurro y a propósito pausó entre cada palabra. –Es... llamado... tirar... la... tapa... en... el... macetero... justo... Allí.... –Señaló la maceta. Tratando de ignorar lo sexy que su voz sonaba cuando susurraba, Emily juguetonamente empujó su brazo. –Wow, eres verdaderamente un sabelotodo, ¿eh? –Sí, en todas las formas posibles, –se rió y le dio un par de tapas–. Tú primero. Apenas era capaz de ver, Emily arrugó la nariz mientras trataba de concentrarse en la maceta. Tiró la primera y falló por lo menos por un metro y medio. Los dos se rieron. Cuando fue el turno de Gavin, cerró los ojos y la dejó caer justo adentro. –Estoy asumiendo aquí, así que pido disculpas si me equivoco, pero estoy pensando que has jugado este juego más de una vez, –ella comentó. –¿Por qué? Sólo he jugado dos veces, por supuesto, –él rió. Emily lanzó otra y falló por sólo treinta centímetros en esta ocasión. –Dos veces, mi culo. Tiene que haber quinientas tapas de botella en esa cosa. Gavin le lanzó una sonrisa irónica. –Cerca pero no correcto. En realidad son más de mil. –¿Bebes mucho? –Muchos veranos, muchas fiestas, muchos amigos igual a una enorme colección de tapas de botella, señorita. Ella sacudió la cabeza y se echó a reír. –Hablando de colecciones, me di cuenta de la cantidad de vehículos que hay aparcados en tu camino. –Tomó un trago de su cerveza–. Una motocicleta, un BMW, un Bentley y no sé el nombre del otro.


14. Fibra ligera y delicada.

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Sonrió. –Se trata de un Nissan GT–R. –Sí, un Nissan GT–R –se rió–. Los chicos y sus juguetes. Frotándose la barbilla, la miró profundamente a los ojos por un segundo. – ¿No todos tenemos que llenar los vacíos en nuestras vidas con algo? Tomada por sorpresa, Emily buscó su rostro, sin saber cómo contestar. Él esbozó una sonrisa y casualmente lanzó otra tapa en la maceta. Ella podía decir que había más detrás de su pregunta de lo que ella podría entender. Lo primero que le vino a la mente fue una cebolla. Gavin Blake tenía muchas capas que tenían que ser peladas. Algunas de las que estaban allí eran fieles a su forma, pero otras eran simplemente una capa de hierro fundido que sentía que él usaba con él mismo. Después de varios tiros acertados y fallados y la risa que tanto necesita, Gavin miró el reloj y vio que eran más de las tres de la mañana. Se levantó y le ofreció la mano a Emily, y ella la aceptó. Su voz se deslizó por el aire como el más fino cashemere.14 –A pesar de que nuestra noche comenzó un poco... triste, me lo pasé muy bien contigo, Emily, –dijo suavemente, centrando sus intensos ojos en los de ella. Podía sentir los golpes de su ardiente mirada en ella, calentando su interior y exterior. Lentamente retiró su mano de la de él y la llevó a la parte posterior de su cuello mientras lo miraba fijamente a los ojos. –Yo también, Gavin. Él sonrió, se fue y abrió las puertas francesas que conducían a su dormitorio, pero no antes que se volviera para mirarla una vez más. Con nerviosismo se mordió el labio, siguiendo su ejemplo hizo su camino hacia la habitación donde Dillon yacía durmiendo. Todavía roncando. Mientras cerraba la puerta detrás de ella, Emily se inclinó contra de ella, llena de pánico y una vez más sin aliento. Deslizando sus dedos por su cuello, trató de racionalizar la visceral atracción que Gavin tenía sobre ella, pero estaba demasiado cansada en ese momento para empezar a entenderlo.


Capítulo 6 Fuegos Artificiales

U

n golpe en la puerta y un gemido de Dillon fue registrado en algún lugar del cerebro dormido de Emily. Forzando abrir un ojo, fue capaz de distinguir a Trevor asomando la cabeza por la puerta. –Mierda, –Dillon gritó con voz ronca–. ¿Qué hora es maldita sea? –Es tiempo para nuestra pesca –Trevor respondió un poco demasiado alegre. Dillon se pasó la palma de la mano por su rostro, le disparó a Trevor una mirada dura y levantó la cabeza cautelosamente en dirección a Emily. –¿Te vas a levantar? Miró el reloj a través de sus parpados pesados para ver que sólo eran las siete, Emily enrolló el edredón con fuerza alrededor de su cuerpo. –No... no lo haré –Gimió y se dio la vuelta–. Solo metete en la ducha y me levantaré dentro de un tiempo. Maldiciendo por la frustración de despertarse tan temprano, Dillon se deslizó fuera de la cama y de mala gana entró al baño. Emily escuchó el chasquido de la puerta al cerrarse con la salida de Trevor. La luz del sol filtrándose en la habitación amenazó con despertarla más mientras se presionaba cómodamente en el hueco de su brazo. Con una respiración profunda, su nariz inhaló el embriagador y celestial aroma de Gavin mientras trataba de caer de nuevo dormida.

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Dándose cuenta de que aún llevaba su camiseta, se disparó hacia arriba, sentándose. En mitad de un latido de corazón, se la sacó, saltó de la cama y la metió en un cajón al azar de la mesita de noche. Con dedos temblorosos, se frotó los ojos y trató de librar su mente de lo que habría sido la reacción de Dillon por encontrarla usando agradablemente la camiseta de su amigo. Después de unos minutos, la inesperada ansiedad que hizo su corazón correr comenzó a menguar y con un suspiro se sentó en la cama pero descubrió que no podía volver a dormir. Aún gimiendo de angustia agónica, Dillon salió del cuarto de baño. Emily podía ver que lucía cansado, pálido y demacrado. Después de tratar de calmarlo con un masaje, ella le dio un beso en la mejilla y decidió saltar a la ducha también. Cuando reapareció, lo encontró tirado en la cama en una camiseta y pantalones cortos con el pliegue del codo protegiéndose los ojos. –¿Cuáles son tus planes mientras estoy pesca? –preguntó en voz baja y distorsionada.

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¿Gavin? ¿Qué?


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–Voy a estar con Liv y Tina hasta que se vayan, –respondió ella, enchufando el secador de pelo a una toma–. Se dirigen a la ciudad después para pasar el día en la casa de la familia de Tina. Dejando escapar un gruñido desde el fondo de su garganta, él se levantó con piernas temblorosas y salió de la habitación. Cuando Emily se paseó por la planta baja, eran las ocho y cuarto. Dillon estaba sentado en la isla de la cocina con la cabeza escondida entre sus brazos cruzados mientras murmuraba para sí mismo. Gavin le sonrió a Emily sobre su periódico. Como lo hacía cada vez que ella entraba a una habitación, todo su cuerpo se puso en alerta. Sintió que su sangre comenzaba a bombear más rápido mientras ella caminaba hasta la isla de la cocina. El material de seda blanca de su vestido deslizándose a lo largo de sus muslos y contrastando contra su perfectamente aceitunada piel lo dejó sin palabras. Gavin se aclaró la garganta. –Él está haciendo promesas para no permitir nunca que el whisky entre en su sistema de nuevo si los dioses de la bebida lo ayudan a pasar el día, –se rió y tomó un sorbo de su café–. Él nunca pudo manejar muy bien el licor. Si bien amortiguadas por sus brazos, las palabras fueron claras y directas. – Vete a la mierda, Gavin, –Dillon siseó. Gavin rió entre dientes y miró a Emily. –¿Quieres un café? –Sí, eso suena genial. Gracias –se rió y se sentó junto a Dillon. –No hay de qué. –Gavin se levantó, sacó una taza de un gabinete, sirvió un poco de café en ella y se dirigió a la nevera. Mirando a Emily por encima de su hombro, su sonrisa fue suave y llena de conocimiento–. Sólo una conjetura, por supuesto, pero te ves como una chica que pone crema y azúcar en el café. Su boca se abrió y luego se cerró de golpe. Sacudiendo la cabeza, le sonrió. Gavin arqueó una ceja traviesa y regresó de nuevo con la taza. Cuando fue a tomar la taza de él, extendió su mano y deslizó suavemente algo en ella. Sus ojos se movieron con rapidez a Dillon, donde aún se escondía de la luz del día. Gavin puso el café frente a ella y tomó su asiento. Abriendo la palma de su mano, Emily bajó la mirada a lo que tenía en la mano –una tapa de botella. Su mirada se deslizó hacia Gavin donde estaba sentado casualmente bebiendo su café con el periódico en su mano y una leve sonrisa en sus labios. Ella negó con la cabeza y sonrió. Dillon se enderezó y rápidamente se dio la vuelta al oír el sonido del timbre. Él gimió mientras Gavin se abrió paso para contestar. Cuando la abrió, Emily lo vio saludar a dos hombres, ambos parecían ser parientes de Gavin. El más joven de los dos era guapo, con los mismos rasgos afilados y cincelados y color de pelo, pero


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tenía un cuerpo ligeramente más pesado que Gavin. El mayor, sin embargo, era el gemelo de Gavin –con veinte años más– con un toque de canas esparcidas por el cabello. Su amplia sonrisa brilló con soltura mientras todos entraban en la cocina. Las cejas del anciano se arquearon sobre sus ojos azules mientras le palmeaba la espalda a Dillon. –No te ves muy bien en absoluto, hijo, –se rió entre dientes. –Buenos días, señor Blake, –Dillon se levantó para estrecharle la mano–. Sí, tomé demasiado anoche. –Bueno, prepárate para tomar un poco más hoy, jovencito –bromeó, sosteniendo una botella de Grand Marnier y un par de cañas de pescar. Sacudiendo la cabeza con una sonrisa en su rostro, Dillon miró a Gavin. –Tu padre me va a matar hoy con la bebida, ¿no es así? –Estoy bastante seguro de que esas son sus intenciones, –se rió y se sentó en su silla–. ¿Cierto, papá? –Absolutamente, –dijo riendo. Luego vio en dirección de Emily y una encantadora sonrisa tocó sus labios–. ¿Pero qué es lo que tenemos aquí? Dillon curvó el brazo alrededor de su cintura. –Esta es mi novia, Emily. Emily, este es el hermano de Gavin, Colton, y su padre, Chad. –Es un placer conocerlos a los dos. –Ella sonrió y estrechó sus manos. –Emily, ¿tienes alguna hermana para mi hermano? –Colton señaló con su pulgar a Gavin. Este puso los ojos en blanco mientras bebía lo último de su café–. Mi madre quiere que él se case pronto. –Por desgracia, la única que tengo está casada, –Emily rió. Colton llevó su brazo alrededor del cuello de Gavin. –Oh, bueno, hombrecito, la búsqueda continuará. Con los brazos cruzados Gavin dejó escapar un suspiro y una vez más puso los ojos en blanco a la "no misión" de su hermano de encontrarle una mujer. Finalmente, Trevor, Joe y Chris hicieron su camino para unirse al grupo. –¿Qué diablos tienes puesto? –Gavin rió, sus ojos muy abiertos sobre el atuendo de Trevor. Usando su mejor sombrero de pesca y un chaleco salpicado de ganchos y pequeños gusanos de plástico, Trevor bufó engreídamente. –Lo que sea, amigo. – Se sirvió un poco de café en un vaso de plástico y se volvió hacia Gavin–. Por lo menos me puedo subir al maldito bote. Cada uno de los hombres –excepto Gavin– estalló en carcajadas. Él se limitó a sacudir la cabeza con una sonrisa divertida en su rostro y dejó que el insulto de aficionado pasara. Trevor le dio una palmada en la espalda. –¿Está Gavin Blake sin palabras?


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Levantándose para rellenar su café, Gavin sonrió. –Adelante, ríanse de mi, gilipollas. Pero en mi defensa eso viene de parte de la familia de mi madre. Emily levantó una ceja, confundida. –¿No subes a los barcos? La sonrisa de Gavin fue lenta, haciendo que sus ojos azules brillaran. – Técnicamente, puedo, pero no cuando el agua está agitada como lo está mañana. – Él tomó un sorbo de su café–. Me mareo un poco. Dillon se levantó, se acercó a él y le dio una palmada en el hombro. –¿Un poco? Terminas rezándoles a los dioses del mar para que pases el viaje sin vomitar. Sacudiendo la cabeza, Gavin lanzó las llaves de su bote a su padre. –Está bien, todos y cada uno de ustedes tiene que salir de mi casa ahora, –dijo riendo–. Y eso te incluye a ti también, papá, –rápidamente agregó. Riendo, Chad se acercó a su hijo y le dio unas palmaditas en la espalda. La conversación y las risas fluyeron mientras los hombres se tomaron unos minutos más para preparar un día en el agua. Asegurándose que tuvieran suficiente hielo, comida, licor y lombrices para que les duren hasta la tarde, se sintieron bien para marchar. Emily fue detrás, siguiendo a Dillon a la puerta para darle un beso de despedida y le hizo saber que lo tomara con calma, sobre la bebida. Observó al grupo caminar en el aire cubierto de rocío de la mañana hasta el barco. Después de cerrar la puerta, Emily se volvió y encontró a Gavin sentado en la isla, donde retomó su posición con café en mano y sus ojos fijos en un periódico de la mañana. Ella fue a subir las escaleras, pensando que ahora sería un buen momento para despertar a Olivia y Tina, pero antes de que lo hiciera, Gavin la llamó y le pidió que tomara asiento junto a él. Mientras se acercaba, se dio una feroz charla mental. Ella disfrutó demasiado pasar el rato con él la noche anterior, y debido a eso, tenía más que una atracción física ahora. Una comezón de algo que nunca había experimentado corría por ella, y una extraña ansiedad impregnó sus huesos por su proximidad, mucho más que antes. Y eso... no era bueno. Mientras se sentaba a su lado, Emily trató de ignorar la forma en que su cabello–negro–de recién–follado iba en todas las direcciones. Le hacía parecer... Pues... incluso más caliente. Arrastrando una mano por ese-cabello-negro-de-recién-follado, colocó el periódico a un lado y sonrió. –Quería darte una justa advertencia que dentro de unas pocas horas la casa va a estar un poco caótica... –Oh, ¿cómo es eso? –Le preguntó, jugueteando con el borde de su vestido–. Creí que tus invitados no estarían aquí hasta después de las tres.


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Los ojos de Gavin se movieron hacia sus muslos y luego de vuelta a su rostro. Trató de tragar. –Bueno, los proveedores y la empresa que instala las tiendas estarán aquí pronto. Si quieres, podemos ir a la playa o estar en la piscina juntos. Emily se movió con nerviosismo, su mirada se mantuvo estable en la suya. –Me refiero a que... puedes ir tú a la playa o a la piscina, –se corrigió con rapidez. Jesucristo. Arrastró lentamente los dientes sobre su labio inferior. Observando sus labios con demasiada intensidad ella empujó su silla lejos de la barra para ponerse de pie. –Sí, ya lo veré. –Se acercó a la escalera–. Yo sólo voy a... uh... ir a despertar a Olivia y Tina ahora. Él asintió con la cabeza, y ella corrió hasta las escaleras. Emily dio un golpe rápido a la puerta, y Olivia gritó para que entrara. Cuando entró, ambas mujeres ya estaban en medio de los preparativos para marcharse. –¿Por qué están empacando ahora? –Preguntó Emily–. Pensé que ustedes dos no se irían hasta pasadas las tres. Olivia lanzó el último de sus artículos a su mochila. –La mamá de Tina está enferma, así que llamó preguntando si podríamos salir antes para ayudar a cocinar. –Ella estiró su cuerpo–. Ugh, no estoy muy entusiasmada con este viaje de regreso tampoco. Emily apretó los labios en una línea y se dejó caer sobre la cama. Dejando escapar un suspiro, se apoyó en una almohada, notablemente nerviosa. Olivia la miró. –¿Por qué estás tan asustada de nosotras marchándonos? Tú sabías que no iba a quedarme todo el fin de semana. –Porque él no fue a pescar con todos los demás, y yo estoy atascada aquí sola –con él. –Claro, el asunto del mareo. Lo olvidé. –Una sonrisa maliciosa se deslizó por la boca de Olivia–. ¿Por qué estarías molesta por estar aquí a solas con él? Yo digo que es la oportunidad perfecta para conseguir una probadita de algo... delicioso – se rió. –¡Maldita sea, Olivia! –Emily escupió–. ¡Ya no estoy bromeando! –¡Para con tu mierda! Olivia se quedó horrorizada, como un ciervo frente a los faros, mientras Emily se ponía de pie y pasaba más allá de ella. Caminando por el pasillo, Emily entró a su habitación, tiró la maleta sobre la cama y comenzó a preparar sus cosas. Olivia con cautela entró en la habitación. –¿Qué demonios estás haciendo, Em? –Me voy con ustedes, –se apresuró a responder–. No me voy a quedar aquí sola con él. Olivia se acercó a ella y la agarró por los hombros. –Amiga, cálmate maldita sea, ¿de acuerdo? –Emily se apartó y siguió con la maleta–. Em, su madre, su


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15. Idiota. En r referencia a Diloon.

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cuñada, sobrina y sobrino deben estar aquí pronto. No es como si sólo van a estar los dos. Emily detuvo abruptamente el embalaje. Se tumbó en la cama, colocando sus dedos sobre sus sienes intentando relajar sus pensamientos. Olivia sentó a su lado. –¿Qué pasa por tu mente? Emily negó con la cabeza, su voz era apenas un susurro. –Odio que en realidad me guste la forma en que me mira, Liv. Odio la manera en que no puedo dejar de mirarlo de regreso. Odio que él sea amigo de Dillon y que estamos todos aquí este fin de semana. –Ella miró los ojos de Olivia y se detuvo un momento–. Y odio que tenga alguno de estos pensamientos, para empezar. Le debo tanto a Dillon. No debería estar pensando nada de su amigo. Colocando su mano en el hombro de Emily, la cara de Olivia se suavizó. –En primer lugar, necesitas dejar de sentirte como si estuvieras completamente en deuda con Dumbass15, Emily. Él hizo lo que cualquier buen novio habría hecho. Nada especial. –Emily cerró los ojos y tragó saliva, sintiendo que Dillon estaba más allá de sus expectativas. Sin embargo, ella no iba a argumentar el problema pero el punto era discutible–. Pero en realidad, la familia de Gavin estará aquí pronto. Además, ¿cómo le explicarás a Dillon que te marchaste de la nada? Emily contempló su pregunta. Ella tenía razón. Cuando Dillon regresara, incluso si usaba la tarjeta del enfermo, sabía que él se perdería un gran día porque conduciría de vuelta a la ciudad para estar con ella. Emily asintió, pareciendo calmarse. Tomando una profunda inspiración que tanto necesitaba, se puso de pie y sacó un libro de sus pertenencias. –Bueno, yo sólo voy a quedarme aquí y leer esto hasta que los escuche llegar. Olivia sonrió y se levantó. –Está bien, haz lo que tienes que hacer. –Se acercó a la puerta después de abrazar Emily–. Te quiero. Emily se acurrucó en la cama, abrió el libro y trató de relajarse. –Yo también te quiero, Liv. Y eso es exactamente lo que hizo Emily. Leyó el libro. Demonios, lo terminó y empezó a leerlo de nuevo, pero al final se quedó dormida durante el segundo que intentó mantener su mente alejada de la amenaza que estaba detrás de la puerta. Era más de mediodía cuando escuchó las puertas de un auto cerrarse. Desde una ventana de la esquina, vio hacia abajo y observó a dos mujeres caminando hacia la casa con dos niños pequeños siguiéndolas por detrás. Recuperándose de su estado de pánico, Emily bajó las escaleras. Gavin estaba en lo correcto. La casa estaba llena de personas vestidas en blanco y negro, preparando una mezcla heterogénea de alimentos. Cuando no lo pudo encontrar


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entre la frenética escena, caminó hacia el patio trasero. Debajo de una docena de grandes tiendas blancas, los trabajadores cubrían mesas con lienzos a cuadros rojos, blancos, y azules mientras le gritaban canciones a un DJ que se preparaba en la esquina. Grandes centros de mesas festivos consistían en estrellas de plata ancladas a un patriótico arreglo de globos en cada mesa. Emily escaneó la multitud y se encontró con los ojos de Gavin en el patio. De inmediato le sonrió e hizo un gesto para que se uniera a él. Mientras se acercaba, la miró preocupado y se inclinó a su oído. –¿Estás bien? –Susurró–. Olivia dijo que no te sentías bien cuando se fue. –Sí, me sentí un poco mal antes, pero ahora estoy mejor. Él arqueó una ceja con incredulidad. –¿Estás segura? Con una sonrisa de respuesta, ella asintió con la cabeza. –Bueno, déjame saber si necesitas algo, ¿de acuerdo? –Lo haré, gracias. –No es un problema. –Él sonrió y se volvió en dirección de una de las mujeres que Emily vio entrar a la casa. –Mamá, me gustaría presentarte a la novia de Dillon, Emily. Emily, ella es mi madre, Lillian. –Es un placer conocerla, Sra. Blake. –Emily se ofreció para darle la mano, pero se sintió gratamente sorprendida cuando la mujer se inclinó para abrazarla. –Llámame Lillian, niña –exclamó, sus grandes ojos verdes brillaban cuando soltó su agarre sobre Emily–. Sra. Blake me hace sentir vieja, y estoy lejos de eso. –Muy bien, es un placer conocerte, Lillian, –se rió. –Muy bien chica. Emily sonrió y estudió sus rasgos más llamativos. Ella jamás habría adivinado que tenía dos hijos mayores, menos que alguna vez estuvo enferma de cáncer. Su cabello castaño, torcido de una manera halagadora, brillaba contra el sol. Sus pómulos amplios y la piel sin defectos de oro no tenían una pizca de vejez. –Mi cuñada, Melanie, está por aquí, –dijo Gavin mientras su mirada vagaba por el patio trasero. Antes de que pudiera preguntarle a su madre dónde estaba, de la nada, su sobrina y sobrino se subieron a su espalda. Juguetonamente rodando al suelo con ellos, Gavin miró a Emily y se rió. – Bueno, aquí están sus descendientes. –¡Tío Gaffin! ¡Deja de hacerme cosquillas! –La niña gritó, sus rizos dorados se derramaban sobre su rostro mientras retorcía la cabeza de un lado a otro bajo su asalto cómico. –Te ayudaré, Teesa. –El niño gritó como un verdadero héroe salvando a una damisela en apuros, comenzando su propio ataque de cosquillas en Gavin. Emily y Lillian se rieron y observaron a los tres revolcarse en la hierba. En última instancia, los dos niños ganaron la batalla de cosquillas, conspirados contra


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su tío. Gavin sucumbió ante el hecho de que lo superaban en número y pidió ayuda mientras se reía. Levantándose del césped, Gavin limpió las pequeñas hojas de hierba de su traje de baño y miró a Emily. –Estos dos pequeños maniáticos son mis sobrinos, Theresa y Timothy. –Luego maniobró rápidamente hacia ellos, como si fuera a reiniciar el juego de cosquillas. Ambos saltaron hacia atrás y se rieron. Gavin se agachó y pasó un brazo por encima de cada uno de sus hombros. – Ella es Molly... quiero decir, Emily. –Emily sacudió la cabeza y se echó a reír–. Será mejor que sean amables con ella. No creo que quiera ser atacada hoy por ninguno de los dos. La niña miró a Emily y tiró de su vestido de verano. –Me gusta tu vestido, Emm-mi-mi. Emily se arrodilló y le sonrió a la pequeña belleza de rostro pecoso. –Bueno, me gusta mucho tu vestido, también, Theresa. –¿Tienías un vestido adis cuando tienías tres? –No tan bonito como el que estás usando. Theresa echó sus brazos alrededor del cuello de Emily, dejándola casi fuera de balance. Emily se rió y abrazó a la niña. Como un mini-caballero, Timothy ofreció su mano para estrechar la de Emily. –¿Eres la nova del tío Gaffin? Emily le sonrió a Gavin y luego miró al niño mientras ella le estrechaba la mano. –No, pero soy la novia de su amigo. –Somos gemelos, –dijo Timothy con una sonrisa orgullosa en su rostro. –Pensé que lo eran. –Emily sonrió–. Pero, ustedes dos son los pequeños gemelos más lindos que he conocido. –¿Quieres venir con nosotros a nadear, Emm-mi-mi? –Preguntó Timothy, sus ojos color avellana brillaban mientras se quitaba un mechón de pelo rubio sudoroso lejos de su frente. –Hmm –El niño sonrió y esperó ansiosamente su respuesta. Ella le dio un suave pellizco rápido a su nariz–. Creo que lo haré. Deja que vaya adentro para ponerme el traje de baño, y vuelvo. Ambos niños saltaron arriba y abajo, aplaudiendo con una evidente alegría. Emily se abrió paso entre la multitud de trabajadores y se dirigió hacia las escaleras para ponerse su traje de baño. Tomando cuidado de no enojar a Dillon, se puso una remera de la Universidad del Ohio, escarlata y gris, por encima de su bikini. Después de quitarse el maquillaje de su cara, salió con despreocupación.


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Los dos niños –ya estaban en la piscina con Gavin– salpicándose alegremente mientras él hacia el buen intento de actuar como un tiburón. Sumergido bajo el agua, tendió sus manos sobre su cabeza mientras se zambullía hacia ellos. –¡Emm-mi-mi está aquí! –Gritó Theresa. Gavin vio a Emily y se rió. –¿Te gustó mi interpretación de tiburón? –Fue decente, –respondió ella mientras se metía al agua. Ella sonrió–. Pero estoy segura de que podría hacer una mejor. Él sonrió y arqueó una ceja con incredulidad. –Oh, ¿Así lo piensas? –No, –ella sonrió–. Es broma. Él se rió y tomó una gran pelota de playa multicolor. –Está bien, entonces, ¿Que tal un juego amistoso de voleibol en la piscina? –Le dirigió una sonrisa–. Chicas contra chicos, por supuesto. Emily levantó la barbilla con desafío–. Empieza, Blake. Con los dos equipos situados a cada lado de la red, el juego comenzó. Los niños chillaron en un fuerte estallido de risa cuando Emily se levantó de un salto, disparó la pelota sobre la cabeza de Gavin y le sacó sus gafas de sol de su rostro. Después de que Gavin saliera a la superficie de las profundas sombras, sus ojos estaban fijos en Emily mientras sonreía con una promesa garantizada de represalia. Ella con rapidez chocó los cinco con Theresa y le disparó a Gavin una sonrisa –muy satisfecha de sí misma por el punto ganado para las chicas. Arrojando su brazo alrededor de los hombros de Timothy, Gavin le susurró algo al oído. Tiró sus gafas de sol a una silla de playa y miró a Emily con una astuta sonrisa. Ella sabía que estaba tramando algo para nada bueno. Ella sacudió la cabeza y se echó a reír. Antes de que pudiera advertirle a Theresa de las intenciones maliciosas de su tío, una ola de agua salpicó su cara –cortesía de Gavin. Emily dejó escapar un grito de asombro, escupiendo agua de su boca. Le lanzó a Gavin una sonrisa y le salpicó de regreso. Con toda su pequeña fuerza, Timothy lanzó la pelota de playa sobre la red, marcando un malvado punto para los chicos. Sorprendida por el repentino ataque, Theresa comenzó a llorar con histérica. Sin dudarlo, Gavin nadó hacia ella y la tomó en sus brazos. Posándose en las escaleras de la piscina, Gavin la acunó. –Theresa, tío Gavin lo siente, cariño. No era mi intención asustarte. –Tío Gaffin, haces daño a Emm-mi-mi, –resolló. –No, Theresa, no me ha hecho daño. –Emily abrió los brazos, persuadiéndola para que se sentara con ella. Theresa se sentó en el regazo de Emily–. Él sólo me salpicó, eso es todo. Theresa volvió a resollar. –Tío Gaffin es mala persona, debes golpearlo. Gavin juguetonamente frunció el ceño mientras sus ojos se abrieron. –¿Crees que me debe golpear?


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Theresa se rió y asintió. Gavin miró a Emily y se encogió de hombros, señalando su brazo. –Supongo que Colton y Melanie están criando algunos niños hostiles, –dijo riendo–. Da tu mejor tiro, muñeca. Sonriendo, Emily actuó como si lo golpeaba y Gavin gritó en su mejor voz de herido. Theresa rió, muy satisfecha por el golpe. –¿Mamá dijo que hiciste llorar a mi hija, Gavin? Gavin se dio la vuelta y sonrió. –Oye, Mel. Sí, la asusté un poco, pero ella está bien ahora. ¿No es así, pequeña? –Le hizo cosquillas a los pies de Theresa. Ella rió y alejó sus pies de él. –La nova del tío Gaffin lo golpeó por mí. Con un movimiento de su brazo, Melanie le hizo señas a Timothy para salir de la piscina. Luego echó su largo cabello rubio por encima del hombro, arqueó una ceja curiosa y sonrió en dirección de Gavin. –Ella no es mi novia, –Gavin rió, poniéndose de pie–. Ella es la novia de Dillon. Emily, esta es mi maravillosa cuñada, Melanie. Sosteniendo la mano de Theresa en la suya, Emily se puso de pie y le sonrió. – Es un placer conocerte. –El placer es todo mío, –dijo ella, devolviendo la sonrisa. –Tus hijos son adorables, –dijo Emily. –Gracias, pero apuesto a que vas a disentir cuando estén gritando y luchando entre ellos por una caja o algo así de loco. Emily rió. Volviéndose a Gavin, una sonrisa traviesa se deslizó por la boca de Melanie. La amenaza en sus ojos le dijo que no vaya allí, pero ella lo hizo. Ella volvió hacia Emily. –Emily, ¿tienes alguna hermana o amigas que Gavin podría estar interesado en salir? Emily miró a Gavin. –¿Asunto familiar en curso? Cruzando sus brazos, Gavin sacudió la cabeza y sonrió. –Bingo. Emily se rió y miró a Melanie. –Tengo una hermana, pero ella ya está casada. Puedo llamar a unas amigas sin embargo. –Perfecto, –respondió Melanie, poniendo su mano en el brazo de Gavin. Con eso, Theresa tiró de la pierna a Melanie mientras se frotaba los ojos soñolientos. Melanie la recogió. –Emily, asegúrate de llamarlas pronto. Mi cuñado se está haciendo muy viejo para seguir siendo soltero, –bromeó y se fue a un ritmo bastante rápido hacia la puerta trasera. Dejando escapar un suspiro, Gavin sonrió y le entregó una toalla a Emily. –Ella es... difícil, mi cuñada.


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–Ella parece agradable. –Emily aceptó la toalla de él mientras trataba de alejar la mirada de su tatuaje ahora que estaba húmedo y brillante a la luz del sol. Dejando escapar un suspiro, tragó saliva y reorientó sus ojos de nuevo a su rostro–. Me parece gracioso que todo el mundo esté tratando de conectarte con alguien. –Sí, cuéntamelo a mí. Ellos tienen esta cosa rara de que esté soltero en estos momentos. Cuando Emily estaba a punto de preguntarle si quería que llamara a algunas amigas para él, Dillon serpenteó sus brazos alrededor de su cintura por detrás y le besó el cuello. Sorprendida, dio un salto y se rió de su repentino shock. El resto de los pescadores se pasearon por el jardín luciendo bronceados, cansados y un poco ebrios. Después de una ligera conversación respecto a la cantidad de pescado que cada hombre atrapó y un poco más de burlas a Gavin por no poder asistir, el grupo se dispersó mientras todos se fueron a tomar una ducha. –Así que fuiste a nadar veo, –comentó Dillon, sacándose la camiseta de su cuerpo mientras él y Emily entraban a su habitación. Al cerrar la puerta detrás de él, se quitó el resto de la ropa y la arrojó a una pila. –Muy buena observación, –ella rió. Dillon fue al baño, abrió la ducha y se metió. –Espero que hayas mantenido el cuerpo que me pertenece cubierto alrededor de mi amigo,–dijo. Emily puso los ojos en blanco y buscó en su bolso por un vestido en particular de gasa roja que había traído. Era uno que su madre le había comprado para ella en su último viaje a California para ver a su hermana. Sonrió cuando lo encontró, sosteniéndolo contra su cuerpo mientras se miraba al espejo. –No me estás contestando, Emily. ¿Te cubriste? Al entrar al cuarto de baño, dejó escapar un suspiro de frustración. –Dillon, ¿qué ves ahora? –Preguntó, señalándole con la mano su cuerpo, su voz tenía un toque de irritación por la pregunta. Estaba claro que no estaba desnudando demasiada piel. –¿Qué es lo que veo en este momento? Veo el culo de mi caliente novia colgando por debajo de su camiseta universitaria. Entonces, ¿por qué no te metes en la ducha y le das a tu hombre lo que necesita? –¿Crees que voy a tener sexo contigo ahora? –preguntó, con los ojos sobresalidos–. Hay una maldita cantidad de perdonas abajo. –Entra en la ducha, Emily, –ordenó simplemente. –¿Qué diablos está mal contigo, Dillon? Te dije que no. –Vamos, Em. Sólo que es difícil para mí verte luciendo eso y no querer follar por allí, –le respondió con calma mientras salía de la ducha. Se acercó donde estaba, apoyada contra el lavabo–. No pude dejar de pensar en ti mientras no estaba.


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Presionando su cuerpo contra el de ella, rápidamente metió la mano en el fondo de su bikini, asegurándose de deslizar sus dedos dentro de ella. Un débil gemido escapó de sus labios mientras trataba de empujarlo. –Ves, te gusta eso. –Su voz era ronca mientras rozaba sus labios sobre los de ella. Deslizando sus dedos dentro y fuera, usó su otra mano para deslizar la parte inferior del bikini más allá de sus muslos–. Este coño es mío. De nadie más, Emily. Mío, –gimió contra su mejilla. Mientras lo rechazaba de nuevo, alguien llamó a la puerta del dormitorio. Disparándole a Emily una mirada dura, Dillon tiró una toalla del estante, la colocó alrededor de su cintura y se acercó tranquilamente a contestar. Era Trevor, haciéndole saber que un potencial cliente estaba deseoso de hablar con él sobre un plan de productos. A los cinco minutos, Dillon se vistió y salió por la puerta para ir a hablar de negocios. Emily se quedó sola en la habitación preguntándose en que fue transformado el hombre, a quien amaba desesperadamente. Para el momento que Emily calmó sus nervios, se duchó y se preparó, eran las siete y cuarto, y la fiesta estaba en pleno apogeo. Fiel a las palabras de Dillon, tenían que haber sido al menos 150 personas repartidas por toda la propiedad. Se abrió paso entre la multitud de rostros irreconocibles mientras lo buscaba. Cuando no pudo encontrarlo entre las masas, se sentó en uno de los bares establecidos en el patio. Después de beber un trago de tequila, una leve punzada de culpa por no darle lo poco que había pedido Dillon de ella golpeó la boca de su estómago. Emocionalmente él se había ocupado de ella en los momentos más difíciles de su vida, constantemente felicitándola –ya sea acerca de sus atributos físicos y educativos– y hacer que lo quiera por nada económico. Sexo en la casa de alguien –ya sea con personas o no– no debería haber sido un problema en su mente. Antes que las deficiencias que sentía sobre sí misma en cuanto a su relación cortaran profundamente su corazón, Emily alcanzó a ver a Gavin desde el otro lado de la piscina, hablando con un grupo de mujeres. Mientras conversaba con ellas, usaba sus manos en íntimas maneras –un ligero toque en su nuca para llamar la atención, un roce casual en su brazo al hablar, o presionar ligeramente la parte baja de su espalda cuando se reía– y las mujeres se rendían cuando lo hacía. Emily tragó saliva cuando él miró en su dirección, capturando su mirada fija en él. Ella lo vio excusarse del ansioso grupo aspirante–a–futura–señora–de–Gavin–Blake mientras se abría camino hacia ella. Casualmente vestido con una camisa de lino blanco y pantalones cortos de color caqui, él se acercó a ella con una sonrisa y se apoyó en la barra. –Me parece imposible que una mujer tan bella como tu luces esta noche esté sentada aquí sola.


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Sin perder el ritmo, Emily se echó a reír. –Eres un verdadero entendido en saber qué decir y qué hacer con las mujeres. Él arqueó una ceja y sonrió con aire satisfecho. –No sé nada de eso, sin embargo, soy un entendido en hacer los sándwiches de jamón más deliciosos del mundo, –se rió y también lo hizo Emily. Sosteniendo su mirada, tomó un largo trago de su cerveza–. Pero, en serio, ¿dónde está el hombre que debería estar sentado a tu lado en este preciso momento? Ella contempló la multitud de nuevo. –Está por algún lugar. Cuando los ojos de Gavin recorrieron sus invitados intentando localizar a Dillon, sus ojos se fijaron en Mónica Lemay. Ella estaba haciendo su camino hacia él y Emily, con una sonrisa maliciosa en su rostro. Él rápidamente se excusó de Emily, haciéndole saber que estaría de vuelta. Mónica puso los ojos en blanco mientras Gavin se acercaba. –¿Has venido a darme una advertencia? –Se puso de puntillas y le pellizcó el lóbulo. Él retrocedió, alejándose de ella–. Porque no hay necesidad de hacerlo. Ya he sido advertida a fondo por Dillon para que actúe como si no lo conociera por toda la noche y que también esté lejos de su pequeña novia de allí. Gavin la observó, inclinando la cabeza hacia un lado con sus ojos duros. –Oh, ¿verdad? Entonces ¿por qué sólo pareces como si fueras a decirle algo a ella? –¿Una chica no puede conseguir una bebida en el bar? –Preguntó, efectuando una sonrisa burlona y venenosa. –Ve a una de las otras barras, Mónica. –Él se inclinó a su oído, bajando la voz hasta un susurro helado–. Eres una puta serpiente. No creas que no pueda verlo a través de ti. –Dio un paso atrás–. Mantente alejada de ella. ¿Me entiendes? Echó su cabello rubio sobre su hombro y se cruzó de brazos mientras miraba hacia otro lado. –Mónica, mírame a los ojos y dime si ves a un hombre que fácilmente puede rasgar todo tu mundo en pedazos. Ella enarcó una ceja con sus ojos color avellana. –¿Qué diablos se supone que significa, Gavin? –Esto significa que Industrias Blake es un benefactor importante en la compañía de tu padre. Tengo más del setenta y cinco por ciento de sus acciones. Voy a vender todas y cada una de ellas el lunes con una rápida llamada telefónica. –Se inclinó más cerca, y ella dio un paso atrás–. Wall Street tendrá un día de campo, y el martes, tú y tu familia va a mendigar las sobras en los callejones de Harlem. Ella tomó una indignada respiración mientras sus labios se elevaban en las esquinas. –¡No lo harías! –Pruébame, maldita sea. –Se dio la vuelta y se dirigió hacia Colton.


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–Whoa, hombrecito, luces furioso. Gavin miró donde Emily se quedó sentada en el bar. –Estoy bien. ¿Qué pasa? –Resolló. –Mamá te necesita en la cocina, –dijo, pasándose la mano por el cabello–. No sé, algo acerca de alguien en la puerta tratando de entrar a la propiedad que no está en la lista autorizada. Emily asintió con la cabeza en la dirección de Gavin cuando captó su mirada desde el otro lado de la piscina. Tenía arriba un dedo haciéndole saber que estaría de regreso. Lo vio desaparecer con rapidez entre la multitud, haciendo su camino hacia la casa. Reconoció la mujer con la que estaba hablando del bar un par de días atrás. Se preguntó por qué iba a invitar a su ex a la fiesta o por qué ella iba a aparecer. Era obvio para Emily que todavía tenían asuntos que resolver. Mientras Emily pedía una bebida, un hombre alto y musculoso alrededor de su edad se acercó a ella, el olor a alcohol filtrándose de sus poros era claro. Alejándose un mechón de su cabello castaño de su frente, le dio una sonrisa torcida. –Una fiesta bastante bonita, ¿verdad? Emily lo miró mientras aceptaba su cerveza del barman. –Sí, lo es, –sonrió. –¿Así que estás aquí con alguien, o soy el hombre más jodidamente afortunado en esta fiesta que ha tropezado con una chica soltera y caliente? Ese es un piropo de asesino, imbécil, pensó. –Lo siento, estoy aquí con alguien. Él soltó un bufido. –¿Quién? Porque conozco a todo el mundo aquí. Tal vez tenga que darle una paliza. Esto está mejorando por momentos. –Dillon Parker. El hombre frunció el ceño. –Tú no estás con Dillon Parker. Él todavía está con Mónica Lemay. –Tomó un largo trago de su bebida–. Por lo menos yo pensaba que lo estaba. Ahora tienes mi atención, idiota. –¿Quién es Mónica Lemay? –¿Conoces a Gavin? Emily asintió rápidamente. –Ella es la pieza de carne de primera calidad de cabello rubio que estaba hablando con él en la piscina. Este idiota está definitivamente borracho. –No, debes estar confundido. La mujer con la que Gavin estaba hablando es su ex–novia, no la de Dillon. El hombre rotundamente negó con la cabeza. –Gavin nunca ha salido con Mónica. Crecimos juntos, no puede soportarla. –Bebió otro trago antes de continuar–. He pasado muchas fiestas del Cuatro de Julio en esta casa, –le señaló con el dedo a través del patio–. Y he sido testigo de Dillon y Mónica saliendo de


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esa misma casa de huéspedes muchas mañanas después, apenas vestidos. Ellos definitivamente follaban. Mientras se ponía de pie, aturdida ante lo que acababa de descubrir, Emily trató de tragar. Su garganta sentía como si unas cuchillas afiladas se deslizaran hacia su esófago. –¿Hey, quieres darme tu número o qué? Sin mirar atrás, Emily se abrió paso entre la multitud. Sus voces chirriantes, sus risas y rostros joviales eran un borrón, una completa distorsión en su mente. Una fina capa de sudor goteaba sobre su carne mientras el pánico surgía. Se dirigió hacia el llamativo resplandor de la casa. Al pasar por la cocina, vio a Gavin hablando con su madre. Él miró en dirección a ella mientras irrumpía la sala. Cuando Emily dobló la esquina de la sala, el aire salió de sus pulmones mientras su corazón se desplomaba en una desgarradora ráfaga de efervescencia al ver a Dillon con Mónica. El órgano sufrió otro duro golpe al ver a Mónica curvando sus brazos alrededor del cuello de Dillon, atrayéndolo hacia ella y entonces sucedió –el beso. Incapaz de comprender plenamente lo que estaba sucediendo, Emily se llevó una mano a la boca mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Incapaz de presenciar su intercambio, se dio la vuelta, chocando su cuerpo contra el pecho de Gavin. Él la agarró por los brazos, moviendo los ojos hacia su rostro y luego por encima del hombro mientras se estrechaban sobre Dillon y Mónica. –Yo... yo... me tengo que ir, –Emily exhaló, su voz sangrado de dolor–. Por favor. Llámame un taxi, –le rogó mientras rápidamente se dirigía a la parte delantera de la casa y a la puerta. Sacando de su bolsillo las llaves, Gavin la siguió por detrás. Cuando salió, se encontró con ella tratando de recuperar el aliento sentada en el porche con su cabeza apoyada entre sus piernas. Él se acercó y se arrodilló junto a ella. Colocándole una mano debajo de su barbilla, levantó su rostro para encontrarse con el suyo. –Deja que te lleve, – susurró. Ella sacudió la cabeza con vehemencia. –No, tu... tu fiesta... –Ella se secó las lágrimas que ahora fluían de sus ojos–. No puedes irte. Te ruego que me llames un taxi o pídele a tu conductor que me lleve de regreso. Con la mano aún en su barbilla, la miró a los ojos. –Mi chofer no está aquí en este momento y no te voy a enviar de vuelta a la ciudad en un taxi. No estoy preocupado por la fiesta, sólo deja que te lleve de vuelta. Sin decir una palabra, Emily tragó saliva, se puso de pie y caminó hacia la entrada de su casa. Él la dirigió hacia su BMW y abrió la puerta para ella. Se acomodó en el asiento y lo vio mientras caminaba alrededor del auto, todavía aturdida por lo que acababa de ver.


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Las dos horas y media de regreso a Manhattan fueron en silencio sin decir una palabra. A medida que el cielo se fundía en tonos de naranja, púrpura y rosa con el sol poniente, Gavin buscó en su mente algo para decir, sabiendo que él desempeñó un papel en hacerle creer a Emily que Mónica era su novia. Su dolor era tan tangible que le daba náuseas. Mirándola, sabía que tenía que explicarlo. Cuando se detuvo en una plaza de aparcamiento frente a su edificio, cerró los ojos por un instante y respiró. –Perdón por haberte mentido, –susurró. Emily lentamente alejó su mirada de la ventana. –¿Crees que estoy enojada contigo por esto? –Su tono era tan bajo como lo fue el suyo, pero el impacto por su disculpa colgaba en su voz. –¿Cómo no estarlo? Te mentí para cubrirlo esa noche. Aunque no sabía que todavía estaba... –Él respiró hondo y se detuvo por un segundo. Emily sabía lo que no quería decir–. Sabía quién era ella, por eso la saque afuera. No quería que... te lastimara, Emily. Lo siento mucho. Ella observó a sus ojos azules sin parpadear. –No me conoces en absoluto, Gavin, –resopló, quitándose las lágrimas de sus mejillas–. No era tu responsabilidad, decirme la verdad, sino que era de él. Así que por favor no sientas la necesidad de pedirme disculpas. Al bajar del auto, Emily se detuvo cuando su mirada se deslizó hacia la explosión roja y azul vibrante como estrellas fugaces en el cielo. Los peatones parados en las aceras gritaban, aplaudiendo por la exhibición de fuegos artificiales explotando en toda la ciudad. Gavin apagó el motor, encendió sus luces de emergencia y la siguió hasta la entrada de su edificio. Ella repentinamente se detuvo, llevándose las manos por su cabello mientras comenzó a llorar de nuevo. –Ni siquiera tengo mis llaves. Mi cartera y bolso se encuentran todavía en tu casa. Notando la visible angustia de Emily, el portero se acercó a ella con preocupación. Gavin le explicó la situación. A los diez minutos, la administración – sabiendo que ella era realmente un residente del edificio– le dio un nuevo juego de llaves. Queriendo asegurarse que llegara bien, Gavin la siguió hasta el ascensor y la acompañó hasta la puerta. Vio cómo ella temblaba, tratando de deslizar la llave en la cerradura. Puso su mano sobre la de ella esforzándose para calmarla. Tomó la llave de ella y abrió la puerta. De pie en el umbral, sus ojos observaron sus movimientos a través de su apartamento mientras se paseaba con nerviosismo de un lado al otro.


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Cuando Emily volvió hacia él, Gavin se acercó a ella. El fuerte chasquido de la puerta al cerrarse detrás de él hizo eco en todo el apartamento. –Gracias por traerme a casa –dijo ella, su voz era suave. Mirándola, con la voz llena de preocupación dijo –¿Estás segura de que vas a estar bien? Emily desvió su mirada vidriosa al suelo. Gavin bajó la cabeza y la obligó a mirarlo. Sus ojos azules se movieron hacia sus labios y Emily pudo ver los pensamientos en movimiento detrás de ellos. Ella lo sabía. Con su aliento enganchándose en su garganta, su ritmo cardíaco se disparó, revoloteando a niveles altísimos, mientras él tiernamente le acariciaba la mejilla, ella llevó su mano hacia arriba y suavemente la colocó sobre la suya, apoyándose en su calor y empapándose con él. –Emily, –susurró, apoyando su frente contra la de ella mientras cerraba sus ojos. Cuando se abrieron, ella clavó su vista en la de él, sus respiraciones aceleradas se mezclaba, calientes, cálidas y tan cerca ahora. La energía que fluía sin hacer ruido a su alrededor era sofocante. Él se acercó más, su brazo rodeó la parte baja de su espalda, tirando de ella al calor de su cuerpo. Gavin se inclinó para besarla – su corazón golpeaba en su pecho– pero ni su cuerpo ni su mente permitieron que un minuto pasara sin cumplir su deseo o su necesidad. Emily abrió los labios para protestar, pero fue un gemido que se filtró a través de ellos mientras su boca cubría la de ella, su lengua comenzó un suave ataque en sus labios. Su boca se movió debajo de la de él, arrastrando su delicioso sabor. Ella sintió que se hundía en el placer del beso mientras el toque de él destruía su determinación y el último pedacito de autocontrol que le quedaba. A pesar de la confusión tejiendo a través de su mente, su cuerpo estaba tomando la decisión por ella. Sin. Preguntar. Nada. Mientras Gavin la besaba, podía saborear la dulzura de sus labios y bebió de ella como si fuera el mejor de los vinos tintos. Sus manos se movieron por sus brazos a la parte posterior de su cuello, dejando un rastro de fuego contra su piel. Un denso estremecimiento de placer rebotó alrededor de él, corriendo por su sangre desde el toque de sus dedos entrelazados entre ellos en su cabello. Un gemido retumbó en su garganta ante la sensación de sus suaves senos contra su pecho. El aroma de su piel y la sensación de su curvado cuerpo encajando perfectamente en sus brazos lo enviaron a un lugar que nunca supo que existía. Sus dedos exploraron su cabello ondulado mientras el beso se profundizaba, su cabello se sentía exactamente como imaginaba que lo haría, como una jodida y pura seda. Emily agarró su camisa mientras él caminaba hacia atrás, presionándola contra la pared y arrastrando la lengua por su boca. Gavin la besó como si lo


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hubieran hecho miles de veces –como si le hubiese pertenecido a él. La besó de la manera que había imaginado que lo haría desde el momento en que la vio– desde el momento que supo que la necesitaba. –Eres tan hermosa –Gimió. Sus labios se movieron sobre su mandíbula mientras sus manos viajaban a su cintura–. Te deseo más de lo que he deseado algo en toda mi puta vida. Emily casi se derritió por sus palabras, presionó su cuerpo contra el suyo, tensándose por más, queriendo más. Su cabeza cayó hacia atrás mientras su boca se deslizaba a un lado de su cuello, trazando la pendiente de su clavícula y presionando besos contra su carne. Cuando metió la mano bajo el dobladillo de su vestido y empezó a acariciar su cadera, el corazón de Emily casi se detuvo. Se le erizó la piel en sus brazos mientras envolvía sus piernas alrededor de su cintura, una mano de él sostenía su nuca y la otra le apretaba el muslo. Oleadas de calor cayeron en cascada sobre su cuerpo tembloroso, cada toque era un susurro destructivo contra su piel. El barrido lánguido de su lengua se deslizó de nuevo a su boca. Chupando su labio inferior, se tragó sus gemidos de placer mientras la sostenía más cerca. Sus sentidos se empaparon con el aroma, tacto, gusto y los gloriosos gemidos que provenían de Gavin. Gavin Blake... el amigo de Dillon –alguien que él había conocido y vuelto cercano. Si Dillon se enteraba –a pesar de sus malas acciones hacia ella– seguramente enloquecería. De repente, Emily estaba fuera de equilibrio, sin saber lo que estaba haciendo. Las brillantes imágenes de Dillon y su vida juntos invadieron su mente. Esto era malo, y lo sabía. Dos errores no computan un bien en su cabeza –nunca. Una ola de culpa mezclada con ira por Dillon y por ella misma tomó control. Aunque su cuerpo luchó contra ellas –y luchó con fuerza– tuvo que parar. –Nosotros... no puedo... Gavin, –finalmente susurró, apenas forzando las palabras a través de su labios. Alejándose, sus ojos azules estaban oscuros y vacilaron con lujuria, Gavin buscó en su rostro. Tenía los labios hinchados por el beso, y su respiración era tan desigual como la suya. Las lágrimas llenaron sus ojos, sin embargo, vio la pasión allí. Su corazón se rompió una y mil veces por la expresión de su rostro. No la quería lastimar. Él asintió con la cabeza mientras sus dedos se deslizaron por sus mejillas sonrojadas y sus manos cayeron a los costados, llevándose su calor con ellas. –Lo siento, –susurró ella, sin mirarlo a los ojos. –No, Emily, yo– –Por favor, Gavin, sólo vete. Necesito que te vayas, –sorbió, todavía incapaz de mirar su rostro.


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El aire se erizó con inquietud entre ellos durante un largo tiempo. Gavin trató desesperadamente de despegar su lengua del techo de su boca y tratar de decir algo –cualquier cosa– que arreglara la situación, pero no pudo. Las palabras –las palabras correctas– no existían en su mente. Y esto, él lo sabía. Pasándose una mano nerviosa por su cabello, se dio la vuelta, alcanzó la puerta y reaciamente hizo su camino fuera. Emily temblaba mientras se encorvaba intentando recuperar el aliento. Cerró los ojos, tratando desesperadamente de bloquear la culpa, alejarla y purgarla de su sistema. Su tez se vació de todo color, sus ojos estaban enrojecidos e hinchados de tanto llorar. Su estómago estaba enroscado alrededor de sí mismo con disgusto – no sólo de lo que acababa de hacer, sino también de la sensación que en el fondo de su mente, en alguna parte... sabía que se sintió bien. Dios, se había sentido tan bien besarlo, tocarlo y dejar que la tocara. Hundió el rostro entre sus manos y lloró mientras las oleadas de culpabilidad se estrellaban por todos los miembros de su cuerpo. Sintiéndose mentalmente drenada por todo esto, se acercó y se derrumbó en el sofá, tratando de recuperar la compostura mientras se limpiaba las lágrimas de la cara. Una parte de ella se sentía como si estuviera muriendo mientras las nítidas imágenes de Dillon besando a Mónica daban vuelta por su cabeza. Mirando el techo, Emily se preguntó si de alguna manera se había engañado a sí misma pensando que Dillon no le era infiel. Sus instintos enviaban chispas a través de su mente de las últimas semanas, pero su maldita corazonada estaba en contra de escuchar las sirenas de alarma apagarse. Un fuerte golpe en la puerta la despertó de la pesadilla que estaba esperado despertar. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió. Dillon estaba de pie en el pasillo con sus maletas. Tragándose la bilis que subía por su garganta, pudo sentir el pulso en su estómago cuando se levantó con rapidez desde el sofá. Al cerrar la puerta detrás de él, sus ojos la encontraron y se bloquearon en los suyos a través de la sala. –¿Qué estás haciendo aquí? –Preguntó, mirándolo–. Quiero que te vayas. –Tienes que dejarme explicártelo. –¿Dejarte explicar? ¡La besaste! –se mofó, con los ojos desorbitados. –Ella me dio un beso –corrigió. –¡Eso es mierda! Quiero que te vayas, –le gritó y señaló la puerta. –Vas a dejar que me explique. –Caminó por la habitación, reduciendo la distancia entre ellos. –La besaste, –gritó ella, apuñalando un dedo en su pecho–. ¡Lo vi con mis propios ojos!


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Él la agarró por la muñeca y se acercó. –Lo que viste fue a ella inclinándose para besarme. No me viste empujarla lejos, Emily, –exhaló, su voz era baja y constante. –¿Y se supone que debo creerlo? –Estuvo a punto de gritar–. ¡Me has mentido sobre ella siendo la novia de Gavin! Ella se fue derecho a la cocina, pero él la tomó por los hombros. –No te dije acerca de ella esa noche porque no quería que te sintieras incómoda mientras estaba allí. De inmediato ella se echó hacia atrás y abiertamente se le quedó mirando. –No estoy bromeando, Emily. No quise que supieras que ella fue alguien con quien solía salir. Sabía que si lo descubrías esa noche, te hubieses querido ir. Pensé que no era gran cosa, –dijo, dando un paso más cerca. Ella retrocedió, casi tropezando. –Nena, no estoy mintiendo, –continuó–. Ella está jodidamente obsesionada conmigo. ¿Crees que lo haría con ella a la intemperie, sabiendo que tú estabas allí? Emily lo miró, con la boca abierta. Él se pasó las manos por su cabello. –No quise decir eso. Salía del baño, y ella preguntó si podía hablar conmigo por un minuto. Estuve de acuerdo y antes de darme cuenta, me empujó hacia ella y me besó. Eso es lo que viste, nena. Juro por Dios que la aparté. Debes haberte dado la vuelta antes de que lo hiciera. Sacudiendo la cabeza, la mano de Emily corrió a su boca mientras se echaba a llorar. El dolor rebotó a través de su corazón, el dolor, literalmente, golpeando a través de su cuerpo. ¿Podría haber hecho una suposición demasiado pronto de los pocos segundos que vio de su beso? Nunca se había sentido tan confundida. –Incluso le advertí cuando llegó a la fiesta que se mantuviera alejada de mí y de ti, –susurró, acercándose con cautela y levantando su mano para acariciarle la mejilla. Todavía llorando, ella desvió la mirada hacia el suelo, sin saber qué hacer o qué decir. –Le acabo de dar a Gavin el infierno por traerte de vuelta aquí sin mi permiso. La cabeza de Emily se levantó. –¿Tú... lo viste? –Preguntó ella, tragando saliva. –Sí, lo vi salir al frente, –respondió, enterrando la cara en su cuello–. No deberías haberte ido con él, Emily. Ella se apartó de nuevo, sus ojos verdes estaban muy abiertos. –¿No crees que te hubieras ido si me hubieras visto hacer lo mismo? –No estoy seguro, –hizo una pausa, mordiéndose el labio inferior, como si estuviera deliberando qué decir–. Sólo sé que no me gusta que te trajera a casa sin decirme nada y que tu, de hecho, te marcharas con él.


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Sus rasgos se transformaron por el impacto de sus palabras. –¿Estás enojado conmigo por marcharme, Dillon? –Jesús, bebé, no estoy enojado contigo. –Él se acercó y le pasó la mano por su cuello–. Sólo quiero que me creas. Ella no significa nada para mí. –Acercándose más aún, respiró contra su mejilla mientras sus manos se movían hasta su cintura–. Me aparté, Emily. Juro que lo hice. Sólo que no lo viste. –Movió suavemente su boca sobre sus labios, y su voz era suplicante mientras la besaba–. Te quiero más que a nada en este mundo. Nunca te haría daño, nena. Por favor, tienes que creerme. Joder, te amo. Él inclinó su cabeza hacia atrás, inclinado su cuerpo hacia él y deslizó su boca por su cuello –Dillon, por favor, –ella gimió, aferrándose a su camisa–. Dios, por favor, Dillon, no me mientas, –rogó mientras las lágrimas corrían por su rostro. –Nena, no estoy mintiendo. –Él arrastró sus manos debajo de su vestido y lo sacó sobre su cabeza–. Joder, te amo, Emily. Eres mi mundo. No puedo perderte, – susurró en su boca, su respiración entrecortada contra la de ella–. Siento que hayas tenido que ver eso. Sus propias indiscreciones con Gavin la penetraron mientras miraba los ojos castaños de Dillon, el oxígeno pareció evaporarse de sus pulmones. La culpa se empujó como una lanza de hielo a través de su corazón. –Dime que me crees, –exhaló pesadamente, arrodillándose lentamente mientras arremolinaba su lengua en círculos hipnóticos por su estómago. Luego deslizó sus bragas más allá de sus muslos–. Dime que me crees, cariño. Se sentía tan desgarrada en lo que quería creer y lo que había hecho con Gavin. –Sí, te creo, –exclamó–. Lo siento mucho, Dillon. Lo siento mucho. Antes de que se diera cuenta, le arrancó la ropa interior de su cuerpo, la levantó del suelo y la llevó a su cama. Él abrió sus piernas, sosteniéndola en su lugar, mientras su lengua lamió su punto dolorosamente placentero. Su cuerpo se retorció contra su boca y se movió por sí misma mientras él agarraba sus caderas, chupando, lamiendo y saboreando su esencia misma. Sus músculos convulsionaron tanto con éxtasis como con culpa cuando sus dedos se deslizaron dentro y fuera de su caliente calor. Necesitando librarse de la vergüenza que sentía y quererlo dentro de ella en ese momento, ella se esforzó para levantarse. –Dillon, te quiero ahora, –ella gimió, deslizándose contra las almohadas. Él se quitó el resto de su ropa, se metió a la cama y se hundió dentro de ella. Ella lo agarró de sus bíceps, echando la cabeza hacia atrás por la sensación de él latiendo en su carne caliente. Él cerró su boca sobre la de ella y ahogó sus gemidos mientras cerraba los ojos. Y entonces sucedió, la visión de Gavin besándola, la


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sensación de su lengua aterciopelada, el cálido toque de sus dedos por todo su cuerpo, cada uno de sus pensamientos fueron consumidos por él. Dillon estaba encima de ella, pero lo único que podía sentir, tocar, oler y probar era a Gavin. Emily se detuvo debajo de Dillon, todo su cuerpo se congeló. –¿Qué sucede? –respiró en su oído, sin dejar de moverse sobre ella. –Siento que voy a vomitar. –Ella se deslizó fuera de él y corrió al cuarto de baño. Él dejó escapar un suspiro y se acostó sobre su espalda. –¿Qué carajo, Em? Cerrando la puerta detrás de ella, cayó de rodillas frente al retrete mientras ardientes lágrimas brotaron de sus ojos y las náuseas amenazaban con desbordarse. Colocando el codo en el retrete, enterró sus manos en su cabello, tratando de recuperar el aliento. Se sentó allí durante unos segundos, unos minutos, tal vez unas pocas horas. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando finalmente se puso de pie. Se acercó al espejo y se quedó mirando su reflejo. Después de arrojar un poco de agua en su rostro, se dirigió hacia su habitación, donde Dillon ya se había quedado dormido. En silencio se metió a la cama con él, acurrucó las mantas sobre su cuerpo, con la esperanza de conciliar el sueño y rezando para que no se estuviera metiendo en algo que no podría controlar.


Capítulo 7 Intenciones Amistosas

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–S

eñorita, usted nunca trajo nuestro aperitivo. Sin decir una palabra, Emily se quedó mirando fijamente el rostro de la mujer. Sus dispersos pensamientos fueron a donde, obviamente, no deberían ir. La mujer miró a Emily. –¿Hola? Nuestras cenas han llegado, y nunca trajiste nuestro aperitivo. –Yo... lo siento mucho, –tartamudeó Emily–. Voy a estar de vuelta con ellos. Corriendo a la cocina, les dejó saber a los cocineros que necesitaba una orden de palitos de mozzarella sobre la marcha. Ella hizo su camino de regreso a la mesa, se disculpó de nuevo y les hizo saber que serían unos minutos más. Tratando de recuperar alguna posibilidad de obtener una propina, Emily se ofreció a pagar por sus postres. Con eso, el aperitivo olvidado se convirtió en algo del pasado, ya que la mujer sonrió y aceptó. Dejando escapar un suspiro de alivio, Emily tomó asiento en el bar, agradecida que no se habían quejado... o eso pensaba. –Country, –dijo Antonio–. ¿Qué ha pasado? ¿La mesa dieciséis me dijo que se te olvidó su aperitivo? –Sí, lo siento. Roberto se están haciendo cargo de ellos ahora. –¿Les ofreciste el postre? –Lo hice. –¿Estás bien? –Preguntó, colocando una mano cariñosa en su hombro–. Pareces distraída esta noche. –Tengo mucho que hacer en este momento, Antonio. Lo siento. No va a suceder de nuevo. –Si no te sientes bien, te puedo dejar salir temprano, –respondió con preocupación llenando su rostro. –Gracias, pero estoy bien. Él asintió y se fue a su oficina . Emily arrastró los pies a través del trabajo en las próximas horas. La velada transcurrió en un borrón mientras se encontraba todavía tratando de entender todo lo que había sucedido. En el momento en que su turno había terminado, se sentía física y mentalmente exhausta. Con la cabeza hacia abajo en su bolso en busca de su billetera, Emily abrió la puerta para salir, sólo para chocar con lo que parecía una pared de ladrillos. Un "uf"


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audible rompió a través de sus labios. Levantó la cabeza para disculparse, y entonces sus ojos vedes esmeraldas se detuvieron en unos hermosos ojos azules. –Jesús, ¿estás bien? –Preguntó Gavin, extendiendo su mano para sostenerla. Emily luchó por no gemir ante el sutil contacto de sus cálidos y fuertes dedos envolviendo sus brazos. Sus sentidos fueron momentáneamente recompensados por su perfume flotando en el aire a su alrededor. Un rubor se apoderó de sus mejillas por el aumento de temperatura entre ellos, haciendo que se sintiera como si fuera a estallar en llamas. Mientras Gavin la miraba, le sostuvo la mirada, algo peligroso para hacer ya que una chica podría perderse realmente en esos ojos, sobre todo después de lo que había sucedido entre ellos. Aquel beso había sido devastador y doloroso, eufórico y todo lo que ella había imaginado que sería, todo en uno. Maldito ese beso. Se preguntó si alguna vez sería capaz de volver a la superficie para respirar de nuevo. Su corazón se agitó frenéticamente como una mariposa tratando de escapar de la jaula de su pecho. Con él de pie justo frente a ella, le enseñó todo tipo de cosas que no quería pensar. –Sí, estoy bien, –respondió sin aliento, todavía en shock por el hecho de que él estaba allí. Ambos parecían estar en trance, sus miradas nunca vacilaron. Gavin soltó sus brazos, se aclaró la garganta y salió a la acera. Su corazón se encogió ante la vista de ella. Mirándola a los ojos, no podía creer que sólo !había pasado una semana desde que había visto su hermoso rostro, desde que besó sus suaves labios y tocó el calor de su piel. Para él, se sintió como una eternidad. Odiaba que su subconsciente hubiera elegido esa noche, sabiendo lo vulnerable que estaba y sabía que tenía que pedir disculpas. –Pasé por... –Hizo una pausa tratando de ordenar sus pensamientos–. Pasé por aquí con la esperanza de encontrarme contigo. Quería saber si podríamos hablar. –¿De qué hay que hablar? –Preguntó ella, tratando de ocultar el nerviosismo encrespándose a través de ella cuando salió del restaurante. Su mirada viajó lejos de la suya intentando mantener su mente lejos de lo sexy que se veía de pie en su traje de chaqueta y corbata. Él se humedeció los labios y la observó por un momento. –Creo que es evidente... ¿no? Vacilante, ella lo miró. –Sí, lo es, –susurró, mirándolo a los ojos–. ¿Qué tienes en mente? Inspirando, se pasó una mano por su nuca. –Estaba pensando que podríamos ir a tomar algo. Hay una cafetería a la vuelta de la esquina.


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Un destello de incertidumbre pasó por su rostro. –No lo sé. No estoy segura de si eso es una buena idea. –Sólo necesito cinco minutos de tu tiempo, Molly... quiero decir, Emily, – respondió, enviándole una sonrisa con mucho poder a su dirección. –Ja ja, –dijo con ironía. Él sonrió y levantó sus manos en señal de rendición. –¿sólo cinco minutos? Ella tragó, con ganas de rechazarlo pero sus esfuerzos fueron inútiles–. Está bien, pero ni un minuto más. –Tienes mi palabra. Es por aquí, –dijo, haciéndole señas con la cabeza hacia la esquina de la calle 44. Menos de la mitad de una manzana de la ciudad más tarde, los dos entraron a un pequeño café pintoresco. El aroma de los pasteles recién horneados llenaba el aire. Algunos clientes estaban sentados en unos cómodos sofás rojos mientras que otros navegaban por la Web en unas mesas marrones. Detrás de la barra, el aburrido barista tomó sus órdenes y fueron a una pequeña mesa en la parte trasera del café. Con una sonrisa en su rostro, Gavin levantó la muñeca y puso su reloj. –Está bien, mi tiempo empieza... ahora. Emily tímidamente bajó la vista a sus manos retorciéndose en su regazo. Gavin se apoyó en su asiento y se cruzó de brazos, la sonrisa cayó de su rostro. –Emily, perdón por lo que hice, –susurró, con ojos intensos–. Hice una situación ya difícil, peor y me siento muy mal por ello. Ella lo miró profundamente a los ojos, incapaz de creer las palabras que salían de su boca. –No tienes que disculparte conmigo. Fue mi mala acción, no tuya. –No, Emily, fue mi culpa, –dijo, subrayando cada palabra perfectamente–. Fue un error de mi parte aprovecharme de ti. Me incliné para besarte. –Se necesitan dos para bailar un tango. –Sí, pero– –Te devolví el beso. Una lenta sonrisa curvó sus labios, sus ojos azules brillaban. –¿Así que querías darme un beso? –¿Estás hablando en serio? –Muy. –Gavin. –Emily Ella suspiró. –Bueno, ¿qué esperas que diga? –Quiero que lo digas. –¿Qué diga qué? –Que querías besarme.


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–Has perdido la cabeza, –se burló–. ¿Y por qué necesitas escucharme decirlo? Frotándose la barbilla, analizó su rostro y su expresión de repente se volvió seria. –Porque necesito saber que no te obligué a algo que no querías. –Tú no me obligaste. –Entonces dilo, Emily. Un rubor corrió desde su cuello a sus mejillas. –Eres increíble. –Dilo, –arrastró las palabras. –Está bien. –Ella miró a su alrededor con nerviosismo. Llevando sus ojos hacia él, cruzó los brazos–. Yo quería besarte, Gavin. ¿Estás contento ahora? –No. Todavía me siento como un idiota por ponerte en esa posición. –Supongo que estamos a mano entonces porque todavía me siento como una mierda por hacerlo. Ella se levantó para marcharse. –¿Para qué era exactamente esta charla de nuevo? –Quiero que establezcamos una amistad. –Él se puso de pie, esperando que ella dejara de caminar. –¿Y cómo lo hacemos, Gavin? –Has admitido que querías besarme. Fue más que obvio que quise besarte. Ahora podemos dejarlo atrás y ser amigos. – Así de simple, ¿no? –Así de simple, –respondió con una sonrisa cuando se enteró de la falta de determinación de sus palabras–. Ahora vuelve a sentarse y termina tu taza de café con tu nuevo amigo. –Eres un amigo exigente, veo, –bromeó, agarrando su bolso–. Pero, en realidad debería irme. Dillon está en mi apartamento esperándome. Gavin miró su reloj. –Me diste cinco minutos. Todavía tengo otros dos. –¿Es una broma? –ella rio. Él se sentó, tomó un sorbo de su café, y sonrió. –¿Qué pasa con todas estas preguntas, amiga? –Voy a decirlo una vez más como lo hice en tu casa, –respondió mientras se acomodaba en su asiento–. Eres realmente un sabelotodo. –Certificado, –se rió–. Entonces, ¿Cómo has estado? –He estado mejor, y he estado peor. –Bueno, por lo que no es necesariamente algo malo, entonces. –Estás en lo correcto sobre eso. –Muy bien. –Sonrió–. Dime algo sobre ti. –¿Qué quieres saber?


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Lo que sea. Todo. ¿Por qué lo aceptaste a él de nuevo? Pensó para sí mismo. Se pasó una mano por su cabello, encogiéndose de hombros–. ¿Cuál es tu sabor favorito de helado? –Vainilla. ¿Y el tuyo? –Acepto la vainilla, también, pero soy realmente un hombre de chocolate, – respondió, observando la forma en que ella se movía con nerviosismo en su lugar. Mientras un largo silencio descendió sobre la mesa, en el que Gavin le dio otra de esas intensas miradas, Emily se dio cuenta de la forma en que apretaba los labios como si estuviera controlándose de preguntarle algo que él realmente quería saber. –¿Cuál es tu color favorito? –preguntó finalmente. –Gavin, ¿puedo hacerte una pregunta? –Todo lo que quieras. –¿Qué estamos haciendo? –Estamos jugando a cincuenta preguntas, –dijo riendo. –No, no lo estamos. ¿Qué es lo que realmente quieres preguntarme? Levantando una ceja, se echó hacia atrás y apoyó sus manos detrás de su cuello. –Mmm, eres buena leyéndome. –Él la miró durante unos segundos más, estudiando cada curva hermosa de su rostro–. Me han dicho que soy difícil de entender, y esto, por supuesto, viene de las personas que me han conocido por mucho más tiempo que tú. –Me parece que eres bastante fácil de leer. –Y lo hacía. A pesar que mantiene ciertos aspectos de su vida guardados, era un libro abierto a sus ojos. Tomó un sorbo de su café–. Así que dispara, ¿qué es lo que realmente quieres saber? Él la contempló por un momento. –¿Eres feliz con Dillon, Emily? Se mordió el labio nerviosamente. –¿Por qué quieres saber eso? –Somos amigos, y los amigos hacen preguntas. Y, además, tú eres la que preguntó, no lo olvides. –Bien, lo hice. –Miró hacia sus manos y luego de vuelta a Gavin–. Sí, soy feliz con él. Colocando el codo sobre la mesa, apoyó su barbilla en la palma de su mano. –¿Por qué? Sus cejas se fruncieron. –¿Cómo que por qué? –Dame detalles. –Se encogió de hombros–. ¿Por qué te hace feliz? Ella lo miró fijamente, con los ojos intensos, pero la vibración de su teléfono hizo que apartara su mirada. Mientras ella respondía al llamado, Gavin se inclinó hacia atrás en su asiento y la observó. Sabía que podría haber cruzado la línea por hacer una pregunta tan personal, pero fue incapaz de luchar contra su instinto para no hacerlo. Había


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hablado con Dillon la noche en que salió del apartamento de ella y aunque permitió que Dillon pensara que él creía su historia, no lo hacía –ni siquiera cerca. Él conocía a su amigo muy bien. La única pregunta corriendo a través de la mente de Gavin era por qué Emily había caído con eso. Emily se puso de pie y metió el teléfono en el bolso. –Era Dillon. Me tengo que ir. Gavin se levantó de un salto y le puso una mano por su brazo. –Espero que no estés enojada con mi pregunta. Mi curiosidad saca lo mejor de mí a veces. Ella tragó saliva y negó con la cabeza. –No estoy enojada contigo, Gavin. Sin embargo, para responder a la única pregunta que importa aquí, sí, Dillon me hace feliz por muchas razones específicas. Tú sólo debes esperar más adelante para que te las enumere, ¿de acuerdo? Él asintió con la cabeza como si esa respuesta lo satisfaciera, pero no era así. Sin embargo, no insistiría más en el tema. Él buscó en su bolsillo del pantalón. –Oh, lo olvidé. Tengo algo para ti. Gavin tomó su mano. Sabía que se aferró a ella un poco más de lo que debería, pero su piel era tan suave contra la suya que era difícil dejarla ir. Finalmente, cuando supo que había llegado a su límite caballeroso, deslizó una tapa de botella en su palma. Ella la vio y sonrió. –¿Así que esto va a ser una cosa permanente entre nosotros –me darás una tapa cada vez que me veas? –Ese fue uno de los mejores juegos de tirar–la–tapa–de–botella–en–la–maceta que he jugado, –dijo riendo–. Así que, sí, va a ser nuestra pequeña cosa, además de que te llamaré Molly de vez en cuando, también. Ella le sonrió. –Gracias. Se abrieron paso fuera donde Gavin detuvo un taxi para ella. Él cerró la puerta detrás de ella después de que entrara y se inclinó a través de la ventana. –Ella va a Columbus y West 74th, –dijo, entregándole al conductor el dinero para el camino–. Esto debería cubrir la tarifa y la propina. Luego golpeó el techo, alertando al conductor que podía marcharse. Mientras el taxi se alejaba, Emily le dijo al hombre que parara. Ella saltó del taxi mientras Gavin se alejaba. –¡Gavin, espera! – Gritó ella, preguntando exactamente qué diablos estaba haciendo. Gavin se dio la vuelta con las manos en los bolsillos. Él la observó desde unos pocos metros de distancia. –Sólo quería darte las gracias, –dijo ella, tratando de recuperar el aliento–. No sólo el viaje del taxi –eso fue muy dulce– pero también por... por hablar conmigo acerca de mi madre y por venir esta noche. Sé que ambas cosas fueron difíciles


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–Hola, preciosa, –dijo Dillon cuando Emily abrió la puerta de su apartamento. Se levantó del sofá, se acercó a ella y la tomó en sus brazos–. Te extrañé. ¿Qué te tomó tanto tiempo? –Tuvimos un ajetreo tarde, –contestó ella, tratando de sacar con éxito la mentira quemando un hueco a través de su intestino–. ¿Conseguiste la película? –Lo hice. Ve a tomar una ducha, y voy a preparar todo. –Se rascó el pecho y se acercó a la cocina–. Oh, hay una sorpresa en tu habitación. Sonriendo, ella ladeó la cabeza hacia un lado. –¿Qué has hecho? –No, nada grande. –Arrojó una bolsa de palomitas al microondas–. Solo estaba pensando en ti hoy. Después de dejar su cartera sobre la mesa, se dirigió por el pasillo. Al entrar a su habitación, tomó la vista de seis docenas de rosas rojas repartidas por todo el espacio. Cada docena estaba en un hermoso jarrón de cristal. Incluso algunos pétalos estaban esparcidos a través del edredón blanco. Aunque tocada por el gesto, su sonrisa fue débil. El olor de ellas gratamente asaltó su nariz mientras trató de no infectarlo con su culpa porque recién acabó su "cita de café" secreta con Gavin.

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para ti. Fue difícil para mí también, pero... –Ella miró al suelo y luego de nuevo a él, obligándose a no caer en sus ojos–. No lo sé. Estoy divagando ahora. Tengo una tendencia a hacer eso. Pero yo sólo quería darte las gracias... gracias, Gavin. A pesar de que quería ir hacia ella –Dios sabía que lo hacía– él tuvo que contenerse para no cruzar la distancia entre ellos. –No hay de qué. –Él la observó fijamente durante unos segundos persistentes–. ¿Te veré por ahí, amiga? Emily asintió. –Sí, te veré por ahí, amigo. Gavin la vio regresar al taxi. Observó hasta que sus ojos dolían por centrarse en las luces del vehículo, mientras desaparecía en el flujo del frenético tráfico, convirtiéndose en nada más que un pequeño moteado de color. Su gran cuerpo duro estaba de algún modo en contradicción con sus emociones. Quería a Emily. Le dolía por ella. No era sólo lujuria. Porque todo lo que realmente quería hacer era besarla y sentir su cuerpo presionado contra él de nuevo. Cada parte de él ansiaba abrazarla y cuidar de ella. Emily había removido cosas en su interior de vuelta a la vida –cosas que había empujado lejos por mucho más tiempo del que se había dado cuenta. No estaba seguro de cómo ella lo hizo –hacer que se sienta como lo hace cuando está alrededor de él– pero sabía que la situación podría consumirlo y quemarlo, esparciendo sus cenizas desde un extremo de la ciudad al otro. Así que amigos... amigos es lo que tendría que aceptar.


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Una vez que se duchó, volvió a la sala de estar y se acurrucó con Dillon en el sofá. Su cuerpo se curvó posesivamente alrededor de ella mientras ella distraídamente trazaba círculos sobre su pecho desnudo. Ella lo miró a los ojos. –Gracias por las flores. Son preciosas. –Bueno, me alegro que te gusten. –Él besó la parte superior de su húmedo cabello–. Como he dicho, he pensado en ti todo el día. –Eres muy dulce. –Ella acarició su nariz contra su cuello–. Oh, me olvidaba de contarte. Recibí una respuesta de una de las escuelas a las que he enviado mi currículum. –¿En serio? Eso es genial, cariño. ¿Dónde está? –Está en Brooklyn. –Ella pensó por un segundo–. Bush algo. Tengo que ver lo que escribí. Tengo una entrevista el lunes. –¿Bushwick? –Sí, ése es el nombre. –Ella sonrió, tratando de alcanzar un puñado de palomitas de maíz de la mesa auxiliar. –Em, no puedes aceptar un trabajo allí. No es seguro. –Dillon, voy a estar bien. –No, Emily, estoy diciendo que tú no vas a aceptar el trabajo allí. Sigue enviando mas currículo y espera otra cosa, –respondió con firmeza en su voz. –¿Estás hablando en serio? –Cariño, sólo estoy cuidando de ti. No es un buen barrio, –contestó, presionando su boca contra su frente–. Tienes que esperar por otra cosa. Además, ya hemos hablado de esto, si necesitas el dinero, te lo daré. –No es eso, Dillon. He esperado el tiempo suficiente, y quiero algo preparado para el año escolar que viene. Antes de que pudiera decir algo más, la puerta se abrió. Olivia entró con su bolso balanceándose alegremente de su brazo. Ella puso los ojos en la dirección de Dillon mientras hacía sonidos de arcadas en su garganta. –Ollie, dile a mi novia lo malo que es Bushwick. Emily esperó la respuesta de Olivia, pero nunca llegó. Hizo caso omiso de manera efectiva la solicitud de Dillon, se quitó los zapatos y se sentó en uno de los sillones de felpa. –Hey, amiga, –Le dijo Olivia a Emily, una sonrisa radiante trabajó sobre sus labios–. ¿Cómo estuvo tu día? –Uh, mi día era bueno, –Emily respondió, incapaz de mantener la ligera risa en su voz–. Pero, ¿puedes responder la pregunta de Dillon? Estoy interesada en escuchar acerca de este barrio patea culos. Todavía sin responder, Olivia miró hacia otro lado mientras estudiaba las astillas del esmalte rosa en sus uñas.


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16. Cabeza de pene.

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–Liv, ¿puedes responder a su pregunta? –Emily preguntó con el ceño fruncido ahora. Los ojos marrones de Olivia se estrecharon como una serpiente en Dillon. –Lo siento, Em, no hablo con idiotas que sacuden su esperma, sembrando su semilla salvaje en cualquier puta que le dará una mamada a espaldas de mi amiga, –dijo entre dientes, las palabras salieron de su lengua como un pedazo de hielo fundido. Emily casi se ahogó tragando un puñado de palomitas de maíz. Sintió el cuerpo de Dillon ponerse rígido contra el suyo justo antes que él se levantara del sofá. Le disparó a Olivia una mirada punzante pero su voz se mantuvo extrañamente tranquila. –Vete a la mierda, estúpida lesbiana. Olivia fijó una sonrisa sobre sus dientes apretados. –Oh, eso fue realmente original, –contestó, su voz impávida ante su insulto cuando lentamente aplaudía. –Oh, Dios mío, Dillon, ¿cómo puedes decir eso? –Emily lo miró en estado de shock. –Que se vaya a la mierda. –Casualmente cruzó la habitación a la cocina y buscó en el refrigerador. –No, en serio, ¡vete a la mierda, Dickhead16! –Olivia arrojó. –Maldita sea, ¡¿Pueden los dos parar?! –¡Voy a parar cuando veas el falso abrigo de encanto que lleva delante de ti, Emily! ¡Está follando por allí, detrás de tu espalda, y eres ajeno a ello! –Olivia se puso de pie y agitó su dedo en dirección a Dillon–. ¡Pero, por ahora, él está en mi puta casa, puede aguantarlo o largarse de aquí! Dillon cogió la camisa del sofá, la arrojó sobre su cabeza, y sacó las llaves del bolsillo. –¡Dillon, espera! –Emily dejó escapar, cruzando la habitación para ir tras él. –¡Que se joda esa estúpida perra! ¡Te llamaré más tarde! –Él abrió la puerta y la cerró con un gran golpe. Emily quedó clavada en su lugar con su retiro. Su cabeza se ofuscó mientras trataba de procesar todo lo que acababa de suceder. Ella giró su cuerpo y miró a Olivia. –¡Prometiste que no dirías nada! –Escupió, lágrimas calientes saltaban de sus ojos mientras se movía por la habitación. –Bueno, ¿sabes qué, Em? ¡No pude evitarlo cuando te vi coqueteando con él como si no hubiese hecho nada! –Emily abrió la boca para hablar, pero Olivia la cortó–. Y no es por nada, amiga, pero si no pensaste que fuera cierto en alguna parte de ese cerebro tuyo, nunca habrías besado a Gavin, –gruñó, dejando que sus


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palabras cortaran directo a través del corazón de Emily. Emily inhaló, tratando de calmar el repentino impulso de golpearla en plena cara. –Estás realmente jodida, –dijo en un tono sorprendentemente tranquilo, uno que incluso alcanzó a Olivia con la guardia baja–. ¿Cómo puedes decirme eso, sabiendo lo que he pasado toda la semana? –Yo no quise decir eso, –respondió Olivia, acercándose con cautela hacia ella– . Creo que estás en negación, Em. Creo que estás en negación acerca de la forma en que Dillon te trata, y creo que realmente estas en negación en no sentir algo, incluso la más pequeña partecita de algo, por Gavin. Un grito herido escapó de su garganta. –No estoy en negación, Olivia. Amo a Dillon, y le creo. ¿Por qué es tan difícil de entender? –Emily se volvió y se dirigió a su dormitorio, deteniéndose en la puerta–. No he visto todo el beso. Vi exactamente lo Dillon dijo que vi. Esa puta tiró de él, y yo me di la vuelta antes de que él la apartara. La única razón por la que besé a Gavin fue porque no lo vi todo. Estaba enojada. Mis emociones me superaron cuando llegamos aquí. Eso es todo – nada más. Un silencio incómodo descendió en todo el apartamento antes de que Emily se retirara a su habitación, hundiéndose a sí misma en su cama. Nunca se había sentido tan mentalmente herida por el aguijón de las palabras de Olivia. Pellizcándose el puente de la nariz por el repentino dolor de cabeza palpitante a través de su cráneo, trató de poner sus sentimientos bajo control. No podía perder a su mejor amiga a través de todo esto, y se negaba a perder a Dillon también. Odiaba la frase "atrapada entre la espada y la pared", pero eso era exactamente lo que sentía. Dos de las personas que más quería en su vida se despreciaban entre sí más que nunca. La mente de Emily daba vueltas mientras el dolor de toda la situación la aplastaba. Veinte minutos más tarde, con un golpe moderado, Olivia se asomó por la puerta. –¿Puedo pasar? Emily asintió. Olivia se sentó en la cama. –Lo siento, Emily. No debería haber dicho lo que dije, –susurró, metiendo su cabello rubio detrás de la oreja, con los ojos vidriosos de arrepentimiento–. Has pasado por mucho. Sólo quiero verte feliz. –Soy feliz, Liv. Por favor, confía en mí cuando digo eso. Simplemente no puedo tenerte actuando así a su alrededor, –dijo ella, sentándose–. Ustedes dos me darán un ataque de nervios. Después de un largo minuto de obvia deliberación, Olivia dejó escapar un profundo suspiro. –Está bien, sólo por ti porque te quiero absolutamente, no le voy a decir otra a él. Te das cuenta de lo difícil que será para mí, chica, ¿no?


17. Cabeza de pene.

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–Sí, –dijo Emily–. Y es por eso que te quiero absolutamente. Se inclinó y compartieron un fuerte abrazo–. Voy a asegurarme de que se disculpe contigo por lo que dijo. Olivia dejó escapar una risa, resoplando. –No necesito sus disculpas, Em. Además, está equivocado. No soy una lesbiana. Soy una amante de la igualdad de oportunidades. Me gustan tanto los hombres como las mujeres, cariño. Sacudiendo la cabeza, Emily rió. Olivia se puso de pie y caminó hacia la puerta. –Me avergüenzo en decir esto, Dios, jodidamente me avergüenzo... –Ella exhaló un suspiro y puso los ojos en blanco–. Pero Dickhead,17no me voy a rendir a su apodo por cierto, tiene razón. La mayor parte de Bushwick no es bueno. Otra cosa va a llegar. Simplemente espera un poco, ya lo verás. Una leve sonrisa se dibujó en la boca de Emily. –Gracias. Me quedo con tus dos consejos y esperaré. Olivia le sopló un beso y salió de la habitación. Después de llamar a Dillon y vehementemente insistir en que se disculpe con Olivia, Emily trató de dormir. Dio vueltas en la cama mientras su mente continuamente se desviaba de nuevo a Gavin. Trató de luchar contra sus emociones, recordándose a sí misma que amaba a Dillon, pero Gavin fue clavándose en sus pensamientos como un pequeño parásito furtivo. Su presencia magnética espesaba el aire que respiraba cuando estaba cerca de ella. Su idea de comenzar una amistad entre ellos parecía imposible cuanto más lo pensaba. Había demasiadas variables peligrosas flotando alrededor. Se sentía devorada por la confusión de sentimientos que tenia. Mientras su conciencia poco a poco se desplazaba hacia el sueño, su mente trató de librar una sangrienta batalla en contra de lo que su cuerpo ya sabía. Ella lo quería, y lo quería mal. Arrojó la culpa al viento, que le gritaba. Por esta noche, por lo menos su mente ganó la guerra al asalto de su cuerpo, decidiendo no correr el riesgo de la posible destrucción de su vida. Pero maldito y condenado ese beso.


Capítulo 8 Al diablo con el Autocontrol

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or las próximas semanas, Emily cayó en la rutina del restaurante con facilidad y estaba feliz de que Dillon encontrara un horario más normal. Él no estaba llegando tan tarde por la noche. Para Emily, las cosas empezaron a calmarse. Dillon tiró de algunos hilos con un cliente suyo que desempeñaba un alto cargo en el distrito escolar de Nueva York, lo que llevó a Emily a un puesto de maestra de tiempo completo situado en Greenwich Village. Ella estaba emocionada por que en menos de un mes por fin comenzaría su carrera, la cual había pasado tantos años en la universidad y fue aún más feliz porque estaría rodeada de niños de primer grado. Era el grado que había querido enseñar porque sentía que el comienzo del inicio escolar del niño en la vida era lo más importante. –¿Estás casi lista, nena? –Dillon gritó con impaciencia esperando en el sofá. –Sólo dame dos minutos más. –Ella cubrió los últimos mechones de su cabello. Estudió su reflejo en el espejo y decidió que a pesar que el desorden castaño rojizo no colaboraba ésta tarde en particular, tendría que hacerlo. Se vistió con un vestido de verano boho marrón y verde con tirantes finos, cogió un par de zapatos de tacón color marrón, y entró a la sala de estar. –Te ves muy deliciosa, –Dillon comentó con una sonrisa en su rostro mientras se acercaba a ella–. ¿Estás emocionada? –Lo estoy, pero tú no tienes que hacer esto. –Ella deslizó los brazos alrededor de su cuello, sus tacones colgando de sus dedos–. Tengo suficiente ropa. –Sí, pero ninguna de las boutiques de la Quinta Avenida. –Él la atrajo hacia sí, y respiró en su mejilla–. Y, por no hablar, me encantaría conseguirte algo de la ropa interior más sexy de allí, también. –Apuesto a que sí, –respondió, arqueando una ceja. Le inclinó su cabeza hacia atrás, dejando besos en su contra. –No tienes ni idea. Olivia se aclaró la garganta, interrumpiéndolos de su momento íntimo. – ¿Dónde están yendo hoy los dos amantes? –preguntó, poniendo los ojos en blanco. Con una sonrisa de sabelotodo en el rostro, Dillon se acercó a Olivia, lanzando su brazo sobre su hombro. –Bueno, si no es mi persona favorita en el mundo. –¡Suéltame, gilipollas! –escupió, agachando su pequeño cuerpo debajo de él.


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–Dillon va a llevarme a comprar ropa, –Emily interrumpió rápidamente. Ella apretó los brazos alrededor del estómago de Dillon y lo apartó. Poniéndose sus tacones–. ¿Qué vas a hacer hoy? –Estoy terminando lo último de mi pintura y voy a llevarla a la galería para el show, –respondió ella mientras se servía una taza de café–. Van a venir, ¿no? –No me lo perdería por nada del mundo, chica. –¿Quieres venir conmigo mañana para hacernos las uñas? –Preguntó Olivia–. También necesito una pedicura. Dillon pasó su brazo por la cintura de Emily, llevándola hacia la puerta. –Odio romper la conversación femenina pero tengo lugares a los que llevar a mi novia, Ollie. Emily retorció el cuello hacia atrás para mirar a Olivia. –Sí, Liv, es una cita de manicura y pedicura. Nos vemos más tarde. Olivia negó con la cabeza y vio a los dos marcharse del apartamento. –Sabes, realmente tienes que dejar de ser tan idiota con ella, –dijo Emily, sentándose en el asiento del auto de Dillon–. Ha sido buena contigo las últimas semanas. –Sólo estoy bromeando con ella, Em. –Cerró su puerta. Emily lo observó mientras rodeaba el auto y se sentaba en su asiento–. Ella tiene que aprender a tomar una broma, –dijo, arrancando el motor. –Lo sé, pero por favor, por mí, sólo déjala en paz, ¿de acuerdo? Agarrando su mano, él maniobró hacia el tráfico. –Bueno, está bien, voy a dejarla en paz. –Gracias. Él se llevó su mano a los labios y la besó. –No hay problema. Sin embrago, hazme un favor. Hay un archivo en el asiento trasero. ¿Puedes tomarlo por mí? Ella se desabrochó el cinturón de seguridad y se estiró por ello. Después de ajustar su cuerpo de nuevo, observó el archivo. Su corazón se salió de su pecho cuando vio el nombre de Industrias Blake en la esquina superior derecha. Aunque de ningún modo gracioso, de alguna manera había logrado mantener lejos a su "nuevo amigo" de sus pensamientos en las últimas semanas, y ahora de la nada, estaba esencialmente sosteniéndolo en sus manos. –Aquí, –dijo ella, tratando de entregarle el archivo a Dillon. –Sostenlo por ahora. Nos detenemos en su ático antes de ir de compras. Tengo unos papeles que necesito que firme antes de que la semana haya terminado. –Él se echó a reír, pasándose una mano por su cabello rubio–. Es un dolor en el culo, tengo que admitir. El hijo de puta siempre está ajustando sus malditas acciones.


18. Barrio de Manhattan.

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–Oh... bueno... Entonces voy a esperar en el auto mientras subes. –Trató de parecer casual, mirando por la ventanilla del acompañante. –No vas a esperar en el auto. Uno, va a tomar un tiempo porque tengo que repasar algunas cosas con él, y dos, quiero que veas en dónde viviremos eventualmente un día. Su lugar está fuera de serie. Emily dejó escapar un suspiro. Sin embargo, quince minutos más tarde, se encontró saliendo del auto frente al edificio que albergaba su peor pesadilla y su sueño húmedo. Después de entregarle las llaves al aparcacoches, Dillon señaló la parte superior de la masiva estructura. –¿Ves eso? –Le preguntó a Emily. Ella inclinó la cabeza, sus ojos siguieron el esbelto camino de cielo azul hasta la cima del edificio. Asintió con la cabeza. –Allí es donde él vive como un maldito rey con vistas a todo esto. –Abrió los brazos, señalando el área Lenox Hill de la Upper East Side18–. Un día, estaremos viviendo como él, –sonrió, colocando su mano en la parte baja de su espalda. Con la punta de su sombrero, el portero los recibió, reconociendo a Dillon por su apellido como un viejo amigo. Cuando entraron al vestíbulo, de estilo renacentista italiano, Emily notó algunas personas dando vueltas, rodeadas con algunas de las prendas y joyas más caras en las que jamás había puesto los ojos. Mirando hacia su vestido de verano de Wal-Mart y zapatos de Payless, decir que se sentía un poco fuera de su zona de comodidad era una subestimación. El ascensor subiendo hasta el septuagésimo quinto piso fue una tortura para ella. Cuando oyó el alegre ding antes de que las puertas se abrieran, quería fundirse en las paredes y camuflarse en las vetas de la madera. El camino hasta el final del largo corredor la tenía sintiendo como si fuera un pedazo de carne sangrienta, repentinamente arrojada a un mar de tiburones esperando. Un tiburón en particular. Mientras se acercaban a la puerta, Emily se pasó la mano a través de su ahora sudorosa y brillante frente, su corazón repiqueteaba en su pecho erráticamente. Dillon dio un golpe rápido, y después de lo que pareció una eternidad, se abrieron las puertas. Detrás de ellas había una bomba pelirroja y pechugona. Aparte de su sonrisa, llevaba nada más que unas bragas rosas de encaje y un sujetador a juego escondido debajo de una de las camisas con botones blanca de Gavin. Aunque estaba desabotonada. –Wow, te ves muy bien. –Dillon le sonrió a la mujer, pero rápidamente su sonrisa cayó cuando Emily le dirigió una mirada.


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–Hey, Dillon, –dijo la mujer, empujándolo a un abrazo–. Como que, en serio, mucho tiempo sin verte. Cruzando sus brazos, Emily se movió en sus tacones y pegó una sonrisa a través de su rostro. Dillon rápidamente miró a Emily, se aclaró la garganta y volvió su atención a la mujer. –Ha sido un largo tiempo, Natasha. ¿Asumo que el gran hombre está en casa? Nunca llamé para hacerle saber que estaría pasando por aquí. –Sí, está en la terraza con su ordenador portátil. Como que, ya sabes cómo es él, todo el trabajo y nada de juego, –dijo riendo–. Acababa de salir del baño cuando llamaste. Dillon asintió. –Sí, sé cómo es con el trabajo. –¿Quién es? –Preguntó Natasha, cerrando la puerta detrás de ellos. –Ella es la futura Sra. Parker, –Dillon sonrió y curvó su brazo por la cintura de Emily–. Emily, ella es Natasha Bradford. Es la... ¿amiga de Gavin? –Soy el sabor del mes de Gavin, –se rió. La boca de Emily colgó ligeramente abierta por la declaración de la mujer–. Pero está bien conmigo. Obtengo cosas como ésta, –se rió de nuevo mientras juguetonamente se tocaba un collar de diamantes. –Bueno, tú eres un pequeña afortunada. –Emily respondió, tratando de no vomitar. –Lo soy, lo soy, –Natasha sonrió. Luego inclinó la cabeza hacia un lado–. ¿Entonces, como que, de verdad los dos están comprometidos? –Entonces, como que, en realidad no lo estamos, –Emily respondió con rapidez. –Oh, espera... Yo pensé, –miró a Dillon confundida y le dio un golpe en el brazo–. Tú hombre tonto, me tenias pensando, como que ya estaban comprometidos cuando dijiste que era la futura Sra. Parker. –Con el tiempo lo será, –Dillon sonrió, mirando a Emily. Ella le devolvió la sonrisa, por dentro rezando para no tener que escuchar las palabras "como que" de nuevo. –Vale, bien, como que, adelante yo le dejaré saber que los dos están aquí, – Natasha rió. Emily suspiró. Natasha se alejó para encontrar a Gavin. –Cariño, tengo que ir al baño, –dijo Dillon, caminando por un largo corredor–. Volveré enseguida. Emily asintió. A primera vista, se dio cuenta de que la decoración era un fuerte contraste con el ambiente cálido de su casa en los Hampton. Aunque extraordinariamente a


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su manera, se sentía frío e impersonal para ella. Los suelos de mármol se extendían desde un extremo de la zona al siguiente. Sofás de cuero negro, esculturas de piedra, piezas abstractas y colosales fotos en negro y blanco de la ciudad consumían el enorme ático. Sin un toque de color en ningún lado. Poseía un sentimiento de superioridad en los negocios por completo, era exactamente el espacio el cual Emily se imaginó que vivía la primera vez que se encontró con él. Esto no era un hogar, simplemente era lo que la ciudad esperaba de él. Otra de las muchas capas de Gavin Blake se acercó a su mente. Mientras Emily se reprendía a sí misma por el análisis de su entorno, Gavin apareció a la vista, con un par de pijamas de algodón azul –sin camisa. Él –y su tatuaje de dragón curvándose al lado de su abdomen– calentaron el espacio casi de inmediato. Emily observó sin aliento mientras le susurraba algo al oído de Natasha. Ella se rió de lo que le dijo, lo besó en la mejilla y rápidamente se fue por el corredor a una de las habitaciones, cerrando la puerta detrás de ella. Los ojos de Gavin rodaron sobre Emily mientras trataba de ocultar la emoción que sintió sangrando de sus poros por verla. Pensó que la última vez que estuvo sin verla fue una eternidad, esta gran extensión ya se sentía como si se tratara de su sentencia de muerte. Sintiendo su cuerpo relajarse por su sola presencia, él se acercó a ella con una sonrisa. –Lo siento por eso, –se pasó la mano por el cabello–. Ella tiene una aversión por la ropa o algo así. –Pero tiene amor por las palabras "como que", por lo que todo se equilibra, supongo. –Mmm, nunca me di cuenta de eso, –respondió, rascándose el estómago. –¿Estas bromeando? –Emily se echó a reír, tratando de mantener su atención en su rostro y lejos del todavía persiste pensamiento de dónde comienza ese tatuaje. Él se acercó y le susurró al oído, –Por supuesto que estoy bromeando. Es molesto, pero no le digas que te lo dije. Entre la cercanía y su cálido aliento rozando su piel, ella pensó que iba a desmayarse con seguridad. –Mis labios están sellados. En un movimiento rápido, su mirada se desvió hacia su boca y luego de vuelta a su rostro. –Hazme un favor y trata de no poner atención en esos pequeños y bonitos labios, –susurró, sus ojos azules eran intensos. La boca de Emily cayó abierta y luego la cerró de golpe. –¿Quieres algo de beber? –Preguntó casualmente, bajando ligeramente la cabeza para ocultar la sonrisa en su rostro. –¿Vas a ver cómo tomo lo que me servirás? Porque puedo estar equivocada acerca de esto, pero creo que tengo que usar mis labios para hacerlo.


que necesita la firma de Gavin

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19. Comerciante famoso por su firma en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Dillon se refiere a

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Él arqueó una ceja y sonrió. –Sería un absoluto placer. –¿Cuál sería tu absoluto placer? –La voz de Dillon, cortó el aire, al regresar del cuarto de baño. Emily se alejó de Gavin, casi tropezando. –Le decía a Emily que sería mi absoluto placer darle una recorrida por mi casa, –Gavin respondió lo más tranquilo, fresco y sereno como podría estar. –Bueno, antes de empezar a dar recorridas, vamos a terminar esta mierda primero. –Dillon le entregó una pila de papeles. –Necesito tu John Hancock19 en todos y cada uno de estos chicos malos. También quiero hablar contigo acerca de algunos riesgos que creo que estás tomando abandonando CMEX. Dillon entró a la cocina a buscar un trago. Gavin miró directamente a los ojos de Emily. –Me gusta tomar riesgos. Creo que eso hace la vida un poco más... emocionante. Sabiendo exactamente a lo que se refería, el corazón de Emily dio un triple salto mortal mientras le devolvía la mirada. –No creo que sea una buena idea dejarlos caer, –Dillon respondió, haciendo estallar la parte superior de una botella de cerveza. Hizo su camino de vuelta a ellos–. CMEX es tu seguridad. Has invertido mucho en fondos de cobertura en este momento. Puede que no sea una decisión acertada. –Eres el profesional, –dijo Gavin con una sonrisa–. Vamos a ocuparnos de esto en mi oficina. –Luego se volvió hacia Emily–. Por supuesto, siéntate como en tu casa. Natasha debe salir en un minuto. Estoy seguro de que te mantendrá... como que, ocupada. –Le guiñó un ojo y desapareció por el corredor con Dillon. Emily se mantuvo muda como una estatua en la sala de estar por un momento mientras trataba de recuperar el aliento. Se lamió los labios lentamente mientras el hormigueo que Gavin evocaba desde el interior de su cuerpo se abría camino desde sus pies hasta la parte superior de su cabeza. Tan... Jodidamente... Peligroso. Suspirando, se trasladó a la terraza, esperando que el aire fresco calmara el caos causando estragos en su mente. Siendo que el ático estaba en una esquina, las impresionantes y envolventes vistas del Central Park y el East River la impresionaron de inmediato. Sólo la terraza era más grande que la sala de Olivia y ella y los dos dormitorios juntos. Cautelosamente miró por encima del borde para ver la ciudad a sus pies. Su cabello giró con el viento mientras respiraba el caliente y húmedo aire de agosto.


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Aunque tenía miedo a las alturas, Emily encontró tranquilidad, la seguridad de la soledad y la falta de personas en lo alto, para sentir una fuerza de calma en ese momento. La tranquilidad de estar fuera solo duró poco cuando Natasha salió por las puertas francesas. –Es, como, totalmente impresionante aquí, ¿no es así? –Se unió a Emily y le dio un vaso de agua helada. –Gracias, –dijo ella, aceptando la bebida–. Realmente es hermoso. –Estudió el vestido sin tirantes, ceñido y negro de Natasha–. ¿De dónde eres? –California, –se rió. –¿En serio? –Emily fingió impacto–. Nunca lo hubiera imaginado. Natasha torció la cabeza hacia un lado, con su largo cabello carmesí soplando con el viento. –Como que, lo sé ¿verdad? La gente me lo dice todo el tiempo. –Apuesto a que lo hacen. Las dos mujeres se sentaron en un lujoso sofá al aire libre. Natasha metió los pies debajo de sus piernas. –Entonces, como que, ¿Por cuánto tiempo has estado saliendo con Dillon? –Vamos a cumplir un año juntos el próximo mes. –Eso es muy dulce, –sonrió Natasha–. Él es una preciosura, también. –Gracias. ¿Cuánto tiempo Gavin y tu, uh... –No segura de cómo hacer la pregunta, Emily se llevó el vaso de agua a los labios y bebió un sorbo. –¿Estado follando? Emily se atragantó con su agua. –Oh Dios, ¿estás bien? –preguntó Natasha preocupada, colocando su mano en la espalda de Emily. –Sí, se... –Se aclaró la garganta varias veces–. Se fue por el conducto equivocado, –dijo, señalando a su garganta–. Estoy bien, gracias. –Entonces, como que, decía, déjame ver... –Natasha hizo una pausa pensando, golpeándose con el dedo su barbilla–. Conocí a Gavin, como, hace dos años, cuando Industrias Blake estaba dirigiendo una campaña publicitaria para una agencia de modelos en la que trabajé. De ninguna manera estamos en una relación seria, en absoluto, pero hemos estado follando de vez en cuando desde entonces. Como que, cuando él me llama, yo vengo, –se rió de nuevo–. Y quiero decir, literalmente. Dios, me vengo. Ese hombre sabe lo que hace en la cama. Como que, es el mejor que he tenido, no es broma. Y esos labios y lengua... son, como que, no sólo son buenas para besar. Quiero decir, cuando va hacia abajo y– –Se siente como si acaba de ponerse más caliente aquí, ¿verdad? –Emily interrumpió y rápidamente se puso de pie. Comenzó a abanicarse la cara con la mano–. Sí, definitivamente se siente más caliente aquí. Natasha frunció el ceño. –Hmm, no lo siento.


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–Yo sí. Voy a volver a entrar para pasar el rato con el aire acondicionado. –Oh, está bien, como que, me uniré a ti, –Natasha exclamó, saltando con demasiada impaciencia. Por favor no... Al entrar al ático, Emily encontró a Dillon sentado en el sofá de cuero. –¿Estás bien, cariño? –preguntó–. Te ves pálida. –Sí, estoy bien. –Ella se acercó a él–. Tengo que ir al baño antes de que nos marchemos. Natasha hizo un mohín con sus labios y se dejó caer en una silla junto a Dillon. –Oh, no. Yo estaba como que, esperaba que todos podríamos ir a buscar algo de comer juntos. Hay, como, este elegante y pequeño restaurante griego que se abrió, y estoy emocionada en probarlo. –Eso suena bien para mí. –Dillon se puso en pie y se dirigió a la cocina para tomar otra cerveza–. En realidad estoy muriendo de hambre. –Dillon, se supone que debemos ir de compras, ¿recuerdas? –Vamos a ir después. La Quinta Avenida todavía estará allí cuando hayamos terminado, –contestó, abriendo su teléfono para llamar a alguien. Emily lo observó con los ojos echando chispas cuando empezó la conversación con la persona en el otro extremo. –¡Oh bien! –Natasha aplaudió. Gavin entró a la sala, todavía descansando en sus pijamas. Él comenzó a masajear los hombros de Natasha desde atrás. –¿Por qué estás aplaudiendo? –Ella, como que, está muy emocionada porque estamos todos, como que, saliendo a comer juntos. –Emily le dirigió una sonrisa maliciosa, entornando los ojos a él–. Por lo tanto, como que, tengo que usar el baño antes de ir. ¿Puedes, como que, decirme a cuál de estos pasillos necesito ir para llegar a él? Natasha sonrió de oreja a oreja. La esquina de la boca de Gavin subió. –Está, como que, al final de ese corredor, la última puerta a la derecha. –Apuntó al final del corredor, tratado de ahogar una risa. Sin mirar atrás, Emily fue en la dirección que él señaló. Cerró la puerta del baño detrás de ella. –In–jodidamente–creíble, –murmuró para sí mientras observaba su reflejo en el espejo. Después de tomarse unos minutos para comprender el hecho de que ella estaba a punto de pasar su tarde en una muy incómoda situación, salió del baño y se encontró a Gavin casualmente apoyado contra la pared de enfrente, con los brazos cruzados. Podía escuchar a Dillon y Cali-chica20 riéndose en la otra habitación, pero la conversación era inaudible.


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20. una chica que vive en California. Generalmente bronceada, bonita

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–Encontraste todo esto divertido, ¿no? –Preguntó. Sonriendo, se acercó un poco más. –¿Tú no? Ella dio un paso atrás. –No tan divertido como creo que tú lo encuentras. Sin inmutarse, Gavin se acercó más aún. –Somos amigos, ¿recuerdas? Sin decir una palabra, ella dio un paso atrás, sólo para descubrir que estaba ahora contra la pared con las palmas sudorosas presionadas contra la fría superficie. Él apoyó su mano por encima de su hombro, inclinando su cabeza a un lado mientras se agachaba para mirarla a los ojos. –Es sólo un almuerzo, –dijo, en voz baja, incluso seductora–. Los amigos almuerzan juntos todo el tiempo. Cerrando los ojos, Emily trató de concentrarse en el eco lejano de la voz de Dillon en la otra habitación, pero el dulce aliento de Gavin tan cerca de ella lo estaba haciendo difícil. La piel de gallina estalló por toda su piel. –Estás jodido, –suspiró ella, con el corazón rebotando en su pecho con tanta fuerza que juró que él podía verlo. –¿Eso crees? Tragando duro, abrió los ojos y asintió. Él se atrapó su labio inferior, arrastrándolo lentamente entre sus dientes. –Entonces, ¿puedo hacer una confesión ya que parece que soy un tipo bastante jodido para ti? El sonido ronco de su voz hizo que una nueva ronda de mariposas explotara dentro de su estomago. Otro asentimiento sin palabras. Suavemente él le pasó los dedos por su brazo desnudo, y deslizó una tapa de botella en su mano. Se inclinó a centímetros de su oído, su voz, era nada más que un susurro. –Me olvidé por completo darte esto cuando entraste. Sonriendo, él se apartó y se dirigió a su habitación, cerrando la puerta detrás de él. Emily dejó escapar el aliento que estaba sosteniendo, tratando de recuperar el pulso a un ritmo normal. Un nudo en la garganta se hinchó. Después de empujar la maldita tapa de botella a su bolso, hizo su camino de regreso a la sala y se sentó en el sofá junto a Dillon. Durante los siguientes quince minutos, esperando que Gavin se preparara, ella soportó la abrumadoramente explicación detallada de Natasha de su reciente esfuerzo de cirugía plástica para levantar su culo más arriba. A pesar de que Natasha parecía ser una chica buena, pero un poco confundida, cuando Gavin entró a la sala de estar, Emily estaba más que feliz de salir pitando de allí.


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Como si fuera posible, incluso, el viaje en ascensor fue más tortuoso que cuando subió. La tensión sexual en el pequeño espacio era tan espesa que Emily podía sentirla deslizándose por su piel. Las dos parejas estaban enfrentadas en cada lado. Dillon y Natasha hablaban de las opciones sobre acciones que él sentía que ella debía buscar para comprar. Sonriendo, Gavin casualmente se apoyó contra la pared, rodeando la cintura de Natasha con su brazo, su mirada nunca se alejó de Emily. Ella lo miró muy fijamente. Estaba vestido con una camisa ajustada de color negro que se aferraba a todo su musculoso antebrazo y unos pantalones negros que cómodamente abrazaban su estrecha cintura. Cuando el alegre ding del ascensor sonó en el piso inferior, Emily salió tan rápido como pudo, buscando un refugio en el espacioso aire del vestíbulo –lejos de él. Saliendo del edificio, las parejas decidieron que todos irían en el auto de Dillon hacia el restaurante. Mientras Natasha y Gavin se sentaban en el asiento trasero, Emily perdió la cuenta de la cantidad de veces que puso los ojos en blanco por cada risa que escapaba de los labios de Natasha, causada por algo susurrado por Gavin. Sin duda de algo con carácter sexual. Cuando llegaron al restaurante, Dillon ayudó a Emily a salir del auto mientras Gavin hacia lo mismo con Natasha. Aunque el olor salado de la comida griega flotaba en el aire rodeando los sentidos de Emily, ella no tenía mucho apetito una vez que el anfitrión les mostró su mesa. –Entonces, Emily, eres muy hermosa, –comentó Natasha desde el otro lado de la mesa–. ¿Alguna vez, como que, pensaste en hacer modelaje? Eres mayor de edad, ¿no? –Um, sí, tengo veinticuatro. Pero nunca he pensado en hacer algo así. Además, me gusta demasiado la comida, –se rió, regresándole el menú a la camarera. Dillon tomó la mano de Emily y miró a Natasha. –Yo no quiero que modele de todos modos. –¿Y por qué es eso? Ella haría, como, mucho dinero totalmente increíble, y tengo el mejor agente en Nueva York, que totalmente se lo presentaría. –Ella no tiene que preocuparse por el dinero. –Dillon se echó hacia atrás en su asiento–. Es algo que preferiría que no hiciera, eso es todo. Natasha se encogió de hombros y se echó el pelo hacia un lado. –¿Así que, Dillon dijo que enseñarás en la ciudad este año? –preguntó Gavin, mirando en dirección de Emily. –Sí, –respondió ella, colocando una servilleta en su regazo–. En Greenwich Village.


21. Español en el original.

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–Sí, ella está enseñando a los de primer grado, por lo que no tengo que preocuparme para nada por sus estudiantes enamorándose de ella, –Dillon se echó a reír y se inclinó para besar su cuello. –Ah, pero puedes estar en lo incorrecto con eso, Dillon, –dijo Gavin–. Yo tenía una cosa con mi maestra de primer grado, cuando era un niño. Dillon tomó un trago de su whisky en las rocas y se rió. –¿Estás hablando en serio? –Lo estoy, –Gavin se inclinó hacia atrás en su silla–. Si mal no recuerdo... –Hizo una pausa por un momento y sonrió–. Se llamaba Señorita Molly. Y, hombre, déjame decirte, que lo tenía mal por ella. Movió algo en mí que no pude entender. Emily le dirigió una sonrisa irónica y rodó sus ojos. Natasha rió alegremente golpeándolo en el brazo. –Como que, tú estabas totalmente detrás de las mujeres en ese entonces, ¿no? –Al parecer, lo estaba. –Emily puso sus manos bajo la barbilla y lo miró desde el otro lado de la mesa. Sonriendo, Gavin levantó una ceja, pero se mantuvo en silencio. –¡Mierda, si no es Dillon Parker! Emily se dio la vuelta y observó a un hombre alto en torno a su edad sonriendo, su cabello castaño estaba peinado hacia atrás con una buena cantidad de gel. –¡No puede ser! –Dillon se levantó, rodeó la mesa y le estrechó la mano al hombre–. ¿Dónde diablos has estado escondiéndote? El hombre sonrió. –Por Cancún con unas deliciosas señoritas,21 pero estoy de regreso y más caliente que nunca. Dillon se volvió a Emily. –Nena, él es un viejo amigo mío de la universidad, Keith Jacobs. Keith, ella es mi novia, Emily. Ella le dio la mano, y Dillon le presentó a Gavin y Natasha. La charla que se intercambió fue breve y Dillon se excusó de todo el mundo para ir a charlar con Keith en el bar por unos pocos minutos. Dándose cuenta que podía jugar el juego muy bien, si no mejor, Emily sonrió y se volvió a Natasha. –Entonces, Natasha, ¿has tenido la oportunidad de visitar la Biblioteca Pública de Nueva York? –Oh, bueno, todavía no, pero me gusta leer revistas. Estoy segura de que tienen algo de eso allí, ¿verdad? Gavin sonrió en dirección a Emily, disfrutando plenamente su listilla observación. Sabía exactamente la conversación a que se refería trayendo la biblioteca a la conversación. –Absolutamente las tienen. –Emily abrió mucho los ojos verdes–. Cientos, si


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no miles, de revistas estarían a tu alcance. –Ella tomó un sorbo muy necesitado de su Cosmopolitan y sonrió–. Apuesto a que hay un montón de revistas Vogue también. Natasha sonrió. –Gracias por la sugerencia. Como que, totalmente voy a verla un día, –se rió–. Pero, ahora mismo, tengo que empolvar mi nariz. Ya vuelvo. Se levantó, dejó caer un casto beso en la sien de Gavin e hizo su camino a través del restaurante, su culo firme tiraba de lado a lado mientras se ajustaba a su vestido tubo. –Eso fue muy divertido –Gavin rió mientras se inclinó un poco sobre la mesa–. Lo he dicho antes y lo diré otra vez, eres una chica muy divertida. –¿En serio, Gavin? ¿Un hombre de tu talla sale con una boba de esa manera? Supongo que no estabas bromeando cuando dijiste que atraes el tipo toda– belleza–y–sin–cerebro. –Te he dicho que todos tenemos maneras de llenar los vacíos en nuestras vidas, –se encogió de hombros–. Ella me da lo que necesito, y yo le doy lo que necesita. Parece justo para mí. –Oh, eso es correcto, ¿Quién, honestamente, podría olvidar la roca que cuelga de su cuello? –Pareces... ¿molesta? –Replicó, con voz monótona y su rostro impasible. El interior de Emily se encendió, pero mantuvo su tono de voz en un susurro. –¿Quieres saber lo que me molesta? –Él asintió con la cabeza, sin apartar los ojos de ella–. Estoy molesta que descaradamente sales de tu camino para hacerme sentir incómoda. ¿Qué pasó con todo tu gesto de querer–ser–amigos? –¿Estoy haciéndolo tan difícil para ti? –preguntó en tono burlón. –Sí, Gavin, lo haces, –le espetó en voz baja, sus nudillos blancos alrededor de su copa. Con su necesidad por ella atrapada dentro, formando ampollas calientes, sofocantes, a punto de explotar, se inclinó más cerca, bajando la voz. –Bien, porque cada vez que estás cerca de mí, jodidamente pierdo cada pedacito de autocontrol que me queda. La garganta de Emily se apretó por sus inesperadas palabras. Ella respiraba con dificultad, el sonido colgó en el aire mientras el hormigueo que recorría todo su cuerpo estalló en olas. Y, por si fuera poco, con cada segundo que él la miraba como lo estaba haciendo, estaba cada vez más caliente. El impacto creó una explosión entre sus piernas, causando una reacción en cadena de ira mezclada con más deseo por él como nunca antes sintió. Emily le devolvió a su mirada caliente una de las suyas, mostrando una vena de desafío, mientras trataba de recuperar el aliento. –¿Qué quieres de mí?


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–Quiero que te rindas a lo que veo detrás de tus ojos cada vez que estoy cerca de ti. –Poco a poco, muy lentamente, se lamió los labios mientras sus brillantes ojos azules se endurecieron con palpable lujuria–. Quiero que te rindas a la forma en que temblaste en mis brazos cuando te toqué... la forma en que tu respiración se vuelve más rápida cuando te miro. Mirándolo fijamente, su corazón rebotaba en la cavidad de su pecho, pero era incapaz de formar una frase. –Me encantó la forma en que tus labios se sintieron contra los míos, y estoy bastante seguro de que a ti también. También me gusta la forma en que casi puedo sentir que te humedeces por mí en este momento. –Inclinándose más cerca, bajó la voz a un duro susurro–. ¿Vas a fingir que no sientes nada por mí, Emily? Ni siquiera la estaba tocando, pero él estaba en lo cierto, sus bragas estaban húmedas. Odiaba que tuviera razón, odiaba que pudiera notar todas las reacciones físicas y emocionales que tenía hacia él. Y odiaba que lo quisiera tan mal que lo podía saborear. Maldito él. –No voy a contestar a tu pregunta, –susurró. Sus ojos seductoramente se perforaron el uno al otro como dos toros embistiendo sin descanso contra una jaula. –A ti no te gusta responder mis preguntas, –afirmó a través de los dientes apretados, tratando de luchar contra su deseo de arrastrarla sobre la mesa y a sus brazos. Podría haber devorado cada centímetro de su cuerpo allí. Al igual que un tornado rasgando todo a su paso, su sola presencia lo estaba empujando hacia ella. Maldita ella. –No, Gavin, no me gusta responder tus preguntas, –susurró rápidamente–. Y parece que no tengo que hacerlo porque el relleno de tus vacios está caminando hacia aquí. Las pupilas de Gavin perdieron su mirada y se dilataron por la conciencia de lo que decía. Casualmente se reclinó en su asiento, pegando una falsa sonrisa en su rostro mientras Natasha se acercaba a la mesa. Antes de tomar su asiento, se inclinó y tiró de él para darle un beso. Emily fue tonta en no despegar sus ojos de su intercambio de boca abierta. Sintió una profunda punzada de náuseas en la boca del estómago al ver a Gavin deslizando su lengua caliente en la boca de Natasha. No sabía por qué estaba teniendo estos sentimientos, pero en ese momento al verlos, se sentía enojada, y sabía que no tenía derecho a hacerlo. Cuando por fin terminó el espectáculo de besos, los ojos azules de Gavin revolotearon hacia Emily, y su mirada fue inestable con un fuerte indicio de algo parecido a una disculpa brillando detrás de ella.


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Una esquina de la boca de Natasha se levantó con una satisfecha sonrisa antes de sentarse junto a él. –Siento haber tardado tanto tiempo. Como que, tuve que vaciar totalmente mi bolso para encontrar mi lápiz labial. Emily dio un largo suspiro y casi saltó cuando sintió una gran mano apretando su hombro suavemente. Se dio la vuelta, y era Dillon. Se encontró con su mirada, trató de que su corazón disminuyera del frenético impacto de la conversación que acababa finalizar. La camarera finalmente trajo su comida. Las miradas acaloradas intercambiadas entre ella y Gavin por el resto de la comida mantuvieron las manos de Emily bailando con sus utensilios de plata con nerviosismo. Después de haber sido obligados a soportar una hora de una jodida conversación acerca de la preocupación de Dillon sobre las opciones de la cartera de acciones de Gavin, Emily estaba eufórica cuando las parejas finalmente se retiraron hacia el auto de Dillon, poniendo fin a la tarde que había dejado a su estómago hecho nudos. Estuvo prácticamente en silencio durante su viaje a través de la ciudad para dejar a Gavin y a Natasha en su lugar, pero si Dillon notó su cambio repentino en su comportamiento, no hizo ningún comentario. Cuando llegaron al gran edificio de Gavin, Emily dijo que no se sentía bien, tomando cualquier excusa para permanecer en el auto, mientras que Dillon y ellos se acercaban a la entrada. Él cortésmente le besó la mejilla de Natasha y le dio su despedida a Gavin con una firme sacudida de manos. Mientras Dillon se dirigía hacia el coche, los ojos de Emily magnéticamente fueron atraídos a Gavin, quien sostenía la puerta abierta para Natasha mientras entraba al vestíbulo volteando su cabello. Antes que siguiera a Natasha al edificio, Gavin se dio la vuelta con las dos manos metidas en los bolsillos delanteros y le lanzó a Emily una última penetrante mirada de deseo que se quedaría grabada en su memoria por el resto de la tarde. Dillon se sentó en su asiento y sonrió. –¿Lista para algunas compras en la Quinta Avenida? Aunque sentía como si acabara de escapar de un hospital psiquiátrico, Emily pegó una de sus propias sonrisas falsas en su cara y asintió con la cabeza a Dillon. –Sí, vamos a salir de aquí.


Capítulo 9 Home Rome

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E

l aire a media mañana en el Central Park era templado pero más frío de lo habitual para la segunda semana de agosto. Emily extendió una pequeña manta bajo uno de los árboles de arce que proporcionaban sombra del vibrante brillo del sol. Colocando su mochila a su lado, sacó su contenido, que consistía en dos sándwiches, un par de botellas de agua, y su novela favorita, Cumbres Borrascosas. Todo lo que necesitaba ahora era a Dillon. Cuando miró su reloj, se dio cuenta de que ya estaba veinte minutos retrasado. Mientras la ciudad a su alrededor tarareaba su incesante parloteo diario, incluso en la serena paz del parque, decidió hacerle una llamada para saber qué le estaba tomando tanto tiempo. Él respondió al primer tono, su voz viajó a través del teléfono con una pizca de remordimiento. –Por favor no te enojes conmigo. Sorprendida por el saludo, no dijo nada. –Em, ¿estás ahí? –Sí, estoy aquí, pero tú no. ¿Dónde estás? –Estoy en Nueva Jersey, pero– –¿Estás en Nueva Jersey? –Interrumpió ella–. Dillon, ¿qué diablos? Estoy sentada en el Central Park por mí misma. –Emily, ¿puedes dejar que te explique? –Bien, Dillon, explícalo. –¿Recuerdas el magnate japonés que te dije que estaba interesado en invertir con Morgan y Buckingham? –Hizo una pausa, esperando su respuesta, pero ninguna llegó–. ¿Takatsuki Yamamoto? –Ve al grano. –Mierda, Emily, estoy intentando. Ella dejó escapar un suspiro y continuó. –Él voló desde Japón anoche y sólo estará aquí por los próximos dos días. Él pidió reunirse conmigo personalmente. Recibí la llamada esta mañana de mi jefe, y me dijo que viniera aquí. –Él respondió una pregunta dirigida a él de otra persona en el fondo mientras Emily esperaba pacientemente–. Cariño, me tengo que ir. Lo siento, pero esta cuenta es enorme. Una vez más, Emily no dijo nada. –Vamos, –susurró–. Lo haremos otro día. –Lo sé, es sólo que me tomé el día en el trabajo, y estaba muy entusiasmada con–


–Emily, dejar de tratar de hacerme sentir mal, –soltó con un tono claramente molesto–. Esto es importante para mí. Estaré en tu apartamento a las seis. –Con eso, la línea se cortó. Después que el impacto de él colgándole bruscamente se disipara, Emily se puso de pie y de mala gana comenzó a empacar lo que se suponía que era su pequeña escapada romántica. Mientras metía la manta en su mochila, se enderezó al oír su nombre desde la distancia. Antes de que se girara a ver el rostro, un familiar hormigueo recorrió su espina dorsal. Sabía quién era. Cuando por fin se dio la vuelta, Gavin estaba corriendo por el parque, sonriente, con su sobrina y sobrino a su lado. La mochila se deslizó de sus dedos mientras observaba su vestimenta casual, una blanca camiseta con cuello en V, pantalones cortos de color crema y una gorra azul de los Yankees de Nueva York. Emily trató de ordenar sus pensamientos acelerados mientras él se acercaba. No era sólo su presencia que pulsaba en ella. No era solo su fragancia masculina que persistía en sus sentidos, ardiendo en su mente y atormentando cada uno de sus sueños. Ni siquiera era ese maldito beso. Era su encanto inquebrantable, su audaz confianza, su atractivo sexual y la innegable dominación masculina que emanaba. Cada pedacito de ello se filtraba por sus poros. Todas esas cosas, un verdadero cóctel letal, le aterraban y fascinaban al mismo tiempo. Era como si una retorcida paradoja ocurriera cada vez que estaba a su alrededor. Por mucho que sintiera seriamente la necesidad de huir de él en ese momento, también se sentía irremediablemente atraída por él. De repente, fue consciente de la elevada carga en el aire. Un tenso tipo de sensación parecía presionar sobre sus pulmones, haciendo que se sintiera sin aliento. Decorando la cima con una fuerte dosis de crema batida, al verlo ahora inundaba su psique con su último encuentro hace dos semanas.

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–¡Emm–mi–mi! –Teresa gritó, corriendo hacia ella. Arrodillándose para abrazarla, Emily miró a Gavin. –¿Qué hacen ustedes aquí? –Preguntó con tanta indiferencia como fuera humanamente posible, teniendo en cuenta las circunstancias. Gavin se agachó y apoyó las manos sobre sus muslos, tratando de recuperar el aliento. Luego se enderezó y sonrió. –Estoy cuidándolos por un tiempo y decidí traer a estos dos aquí para jugar al soccer. Timothy envolvió las piernas de Emily con sus brazos. –Tío Gaffin nos llevó a darles de comer a los patitos, también. Gavin revolvió el cabello de Timothy con sus manos. –Sí, tuvimos una verdadera fiesta alimentando a Donald y Daisy.

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Respira, Emily...


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–Muy bien, –respondió Emily con una sonrisa–. Un magnate de los negocios y una niñera, todo en uno. –Agrégalo a mi currículo. –Se rió. –No puedo creer que me hayas visto aquí, –dijo Emily. –Bueno, en realidad no te vi, estos dos lo hicieron. –Tío Gaffin nos dijo que dijéramos que te vimos primero, Emm–mi–mi. – Teresa confesó, curvando un dedo por el cabello de Emily–. Pero él te vio primero y nos dijo que viniéramos com él para saludarte. Elevando una ceja, Emily observó el rostro de Gavin tomar un claro tono carmesí. –Usando a los niños para decir una mentira, ¿eh? Sacudió la cabeza y sonrió. –Maldita sea, me atrapaste. Añade eso a mi currículo también. –Emily se rió de su respuesta. –¿Qué estás haciendo aquí? –Dillon iba a encontrarse conmigo pero lo llamaron para ir a Nueva Jersey. – Levantó la mochila del suelo–. En realidad estaba preparándome para ir a casa. Teresa hizo un mohín de sus labios. –¿Puedes quedarte y jugar al fútbol com nosotros, Emm-mi-mi? –Umm –contestó ella, sus ojos moviéndose con rapidez a Gavin–. No estoy segura. ¿Tal vez en otro momento? Theresa frunció el ceño. –No tendrás que soportar la tortura de estar cerca de mí por mucho tiempo, – Gavin rió con una sonrisa de sabelotodo en su rostro–. Colton y Melanie deberían estar aquí en diez minutos para venir por ellos. Emily sonrió con timidez, casi desafiándolo. –Está bien, bien. Creo que puedo manejar quince minutos de duelo. –Puso su mochila en el suelo–. ¿Tú puedes manejar esto? –Mmm, puedo manejarlo y muy bien, –sonrió–. ¿Puedes jugar al soccer? –Aprendo rápido. –Y yo soy un excelente profesor. Él dejó caer la pelota al suelo, pateándola con rapidez. Theresa y Timothy corrieron tras ella. –Y estar a tu lado no es una tortura, Gavin, –dijo Emily, corriendo lejos de él, tras los niños. Él la alcanzó a su lado. –Correcto, dejaste claro que sólo es dolor. Pero, no te preocupes, realmente lo tomo como un cumplido. Emily se limitó a sacudir la cabeza y reír. Por los siguientes quince minutos, aunque participó en el juego un poco, Gavin mayormente se quedó atrás y observó a Emily jugar con los niños. Tomando asiento en la parte superior de una mesa de picnic, sus sentidos se tambalearon en todo lo relacionado con ella. Sus ojos recorrieron su cuerpo, para finalmente fijarlos


en su rostro mientras admiraba su sonrisa. Sus oídos escucharon la forma en que se reía mientras su mente trataba de envolverla en torno a la forma en que su sobrina y sobrino se adherían a ella. Él sabía que los niños tienen un agudo sentido del aura que rodea a las personas, por lo que sólo justificaba lo que su corazón ya sabía, su presencia era magnética. Consumía a otros, los tragaba por completo, y no dejaba lugar para el arrepentimiento. Mientras ella corría con ellos, él observó el cabello ondulado de Emily rebotar, el sol de verano capturaba sus mechones y creaba un halo de fuego castaño. Su necesidad por ella se deslizó a través de sus huesos, cortando hasta su médula. Desde el momento en que la vio, ella hizo que algo extraño sucediera en su pecho cuando lo vio. Algo se tensó en su estómago, y se dio cuenta de que podría encontrarse en lo más profundo de lo que ya estaba si ella lo miraba así más seguido. Su mente se aclaró por la descripción interior de sus sentimientos, sabiendo que no había nada más que pudiera hacer para satisfacer su hambre. Lo único que sabía con certeza era que sus emociones estaban atrapadas en un maldito desastre de proporciones épicas. Estar cerca de ella era un dolor auto–infligido en su máxima expresión, pero era algo que estaba dispuesto a soportar por una sola razón, sólo para estar cerca de ella. La voz de Colton gritando su nombre lo sacó de sus pensamientos.

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Después que Emily y él abrazaran a los niños y darle a Colton y Melanie un adiós, Gavin se acercó a ella para recoger sus pertenencias. –Sr. Blake, siempre es un placer, –dijo Emily con una sonrisa, extendiendo su mano. Gavin no la tomó porque sabía que si él la tocaba no sería capaz de resistir la tentación de tirar de ella a su boca. Pasándose la mano por el cabello, él retrocedió ligeramente. Emily sonrió torpemente y se colgó la mochila sobre el hombro. Gavin encontró sus palabras atascadas en su garganta como una parálisis verbal. –Espera, ¿eso es todo? ¿Vas a dejarme aquí solo? –Eres un chico grande. Creo que puedes encontrar algo para ocupar tu tarde. –Se rió por un momento y de pronto su rostro se puso serio. –Pensé que ésta podría ser una oportunidad para redimirme. –¿Redimirte? ¿Por qué? –Por mi comportamiento la última vez que te vi. Lamento haberte hecho sentir incómoda, pero... –Bajó la voz y la miró directamente a sus ojos–. No lamento lo que siento por ti, Emily. Son mis sentimientos y no puedo negarlos. Pero realmente sólo necesito ser amigo tuyo.

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Gracias a Dios por los pequeños milagros.


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Ella tragó saliva, nerviosa, su voz era tan baja como la de él. –Gavin, ya hemos hablado de esto antes y– Interrumpiéndola, dio un paso más cerca. –Te lo prometo esta vez. Juro por Dios que no voy a decir o hacer cualquier cosa para hacerte sentir incómoda. Sólo quería que lo supieras, sobre la forma en que me siento por ti, pero ahora ya he terminado. –Él cambió de pie y dio un paso atrás, sin dejar que sus ojos se desviaran de su rostro–. Sí, me tienes por alguna razón que no entiendo, y no sé si alguna vez lo haré. Me parece que eres la más notable... –Él respiró profundo–. No lo sé. Hay algo en ti que sólo... te diferencia de cualquier otra mujer que haya conocido. Y, por todo ello, estoy dispuesto a poner mis sentimientos a un lado sólo para ser tu amigo. –Sólo para estar cerca de ti... No sólo hizo que su corazón se detuviera por sus palabras, sino que también su estómago se retorciera de una manera inquietantemente agradable mientras media su rostro. Emociones reales se arremolinaban detrás de sus ojos, y algo en el fondo le dijeron que estaba siendo sincero. –Está bien, vamos a tratar de nuevo. ¿Entonces quieres que me quede contigo aquí por un rato? Gavin tomó una profunda bocanada de aire, liberando el nudo en su pecho, al darse cuenta de que había estado reteniendo el aliento en espera a su respuesta. – Te gusta el béisbol, ¿no? –¿Cómo lo sabes? –La noche en que me enteré que realmente eras Emily y no Molly. –Ella asintió con la cabeza y se rió. Él sonrió–. Antes de que entraras al club, Dillon me dijo que su novia era una gran fanática del béisbol. Así es como sé ese pedacito de información. –¿Quieres que juegue al béisbol contigo? –Preguntó, frunciendo el ceño. –Puedes disfrutar de todas las espectaculares vistas que Nueva York tiene para ofrecer. Sin embargo, no has experimentado a Nueva York al máximo hasta que hayas estado en un partido de los Yankees. –Sonrió–. Trevor tenía que hoy venir al juego de la una, pero lo canceló a último minuto. –Sacó las entradas de su bolsillo trasero y las levantó–. Tengo entradas para la temporada, pero sería una pena dejar estas pasar. Una sonrisa confusa tocó su boca mientras lo contemplaba por un momento. –¿Quieres que vaya a un juego de los Yankees contigo? –Sí. –No lo sé, –respondió ella, mirando hacia el suelo y luego de nuevo a él–. Eso podría ser un poco demasiado. Su sonrisa fue lenta, por lo que sus ojos azules brillaban con malicia. – Seguramente, en un estadio lleno de 50.000 personas, debería ser capaz de mantenerme a raya de atacarte.


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Emily torció su boca a un lado. –Es cierto, –admitió–. Pero no soy fanática de los Yankees. Voy a hacer campaña por los que no son favoritos. ¿Eso es algo que puedes manejar? Con los ojos muy abiertos, colocó una mano sobre su pecho, imitando un corazón herido. –Mmm, sigue hablando así, y puedes encontrar una manera de conseguir que no te admire tanto como lo hago. Soy un fan acérrimo de los Yankees, Señorita Cooper, –se rió–. Pero, sí, estoy seguro que podría estar sentado al lado de alguien no fanático de los Yankees que he traído conmigo. Ella sacudió la cabeza y se echó a reír. –Está bien, aceptaré esta salida amistosa con una condición. –Lo que sea. Vamos, –dijo, cogiendo su mochila. –Espera, ni siquiera sabes lo que es. Puso su mano en la parte baja de su espalda y empezó a conducirla fuera del parque. –No hay problema. Sea lo que sea, puedo sin duda manejarlo. Ella se detuvo abruptamente y rió. –Vas a escucharme o no iré a ninguna parte contigo, Gavin Blake. ¿Entiendes? Una deliciosa sonrisa se deslizó a través de su boca. –Soy todo oído. –Como eso, –indicó a su mano apoyada en su espalda. Él sonrió y la alejó–. No me toques, no me desnudes con los ojos, y no hagas... esa cosa estúpida y maldita con tus labios cuando los arrastras entre tus dientes. Él sonrió. –¿Que arrastre mis labios te molesta tanto? Sólo porque es tan increíblemente caliente... –Sí. Es muy molesto. Él arrastró lentamente su labio inferior entre sus dientes, terminando con un ruidoso y deslumbrante pop. –Bueno, lo mismo va para ti entonces. Ella ladeó la cabeza a un lado y dejó escapar un suspiro. –Un culo tan inteligente. Ya me advertiste acerca de no llevar ninguna atención a mis labios. –Se cubrió la boca con la mano, el resto de sus palabras salieron ahogadas–. ¿Es esto mejor? –Él asintió con la cabeza y se rió–. Pero no te veo como si quisiera arrancarte la ropa, y definitivamente, no te toco. Él se encogió de hombros. –Ya que estamos siendo honestos, no tienes idea de cómo me gustaría que me tocaras otra vez. Ella dejó caer la mano de su boca y dejó que colgara abierta por un segundo. –Ves, esto es exactamente de lo que estoy hablando, –dijo ella, girando sobre sus pies para alejarse de él. Dejando escapar una risa gutural, él corrió hacia ella y la tomó suavemente por el codo. Ella miró su mano. Rápidamente la soltó y sonrió. –Emily, sólo estoy bromeando contigo. Vamos, sólo bromeo... es lo que soy, de verdad. Ella arqueó una ceja, incapaz de mantener alejada la sonrisa de su rostro mientras él estaba allí con una sonrisa de niño inocente. Ella sabía que era todo lo


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contrario. –Si quieres que vaya contigo hoy, mantén las manos quietas, Blake. ¿Lo tienes? Si no es así, voy a hacerte pagar duramente por ello. –Suena pervertido, –sonrió. Ella suspiró–. Sin embargo, no soy más que un ignorante a tu pedido para que sea un caballero –en broma se inclinó–. Ahora vámonos. Tenemos que coger el número cuatro. –Espera, ¿Vamos a tomar el autobús? –Oh, no, –dijo riendo–. El número cuatro es el subte. –Oh, ¿pensé que ibas a conducir? –Infiernos no. –Tomó la mochila de ella y la lanzó por encima del hombro–. Estamos haciendo esto a lo Nueva York, muñeca. A pesar de su sorpresa porque de hecho iba a pasar el día con él, Emily lo siguió y un par de cuadras más tarde, entraron al subte. Entre una pareja de adolescentes besándose como si estuvieran en una fiesta, un hombre en un vestido floreado hablando consigo mismo mientras comía comida China con las manos, y la masa excesivamente agresiva de los aficionados de los Yankees cantando "Vamos, Yankees", Emily estaba más que emocionada cuando finalmente llegaron al estadio. Una vez allí, los dos consiguieron algo para comer. Emily pidió un perrito caliente y una botella de agua, y Gavin eligió una bolsa de cacahuetes y una cerveza. Le mostró a Emily sus asientos, que pasaron a estar justo detrás del Plato. Gavin lucia como un niño en una tienda de dulces, y Emily encontró lindo ver a un hombre de tal poder tan emocionado sobre estar en un juego de béisbol. Gavin miró su reloj mientras el estadio lentamente comenzó a llenarse. – Tenemos algo de tiempo. El juego se iniciará dentro de treinta minutos. Emily asintió con la cabeza y miró su teléfono, notando que tenía una llamada perdida de Dillon. Se movió en su asiento y comenzó a repensar en dónde realmente se había metido, ahora que se encontraba a solas con Gavin en el juego. Discutió si decirle o no a Dillon dónde estaba, pero antes de que pudiera ahondar demasiado en su dilema auto impuesto, Gavin habló. –Juguemos a cincuenta preguntas mientras esperamos que el juego comience, –se metió un maní en la boca–. Voy en primer lugar. –Tonterías, tú fuiste primero la última vez. Y tengo que ir primero. Él rió. –No se te olvida nada, ¿verdad? –No en general. –Está bien, me parece justo. Pregúntame algo. La mente de Emily vagó sobre lo que sabía que quería preguntarle, pero no estaba segura si debería. Sin embargo, era su turno para que su curiosidad sacara lo mejor de ella. –Quiero saber por qué tú y tu ex–prometida rompieron.


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Su expresión se volvió cautelosa por un momento mientras miraba fijamente las gradas. Emily vio el brillante azul de sus ojos cambiar como si una nube pasara por encima de su cabeza y en ese momento se lamentó por sacarlo a la superficie. Él se inclinó hacia delante, apoyando su cerveza en el suelo, y luego volvió a mirar a Emily. –Hmm, mi primer pregunta a ti la última vez que jugamos fue sobre tu sabor favorito de helado. Vas directamente a la matanza, veo. –Lo siento. No debería haber preguntado eso, –susurró, mirando al suelo. –No, está bien. No esperaba que eso saliera. Pero me siento cómodo contigo hablando de ello. La cabeza de Emily se levantó. –¿En serio? –Si, por alguna razón, lo hago. –Inspirando, se reclinó en su asiento y dudó unos segundos–. Ella me dejó porque Industrias Blake iba bajo en un punto. Mi padre nos ofreció a Colton y a mí los fondos para mantenerla a flote. Pero los chicos Blake tendemos a ser un poco tercos, y negamos su ayuda, sabiendo que íbamos a conseguir volver a la pista por nuestra cuenta. –Se pasó la mano por el cabello–. Le expliqué todo a ella, haciéndole saber que teníamos que reducir algunos de nuestros gastos hasta que pudiera resucitar la empresa. Discutió conmigo sobre aceptar el dinero de mi padre y me llamó loco por pensar que podíamos volver a nuestros pies sin su ayuda. Junto a Colton, me mantuve firme en mi decisión de no tomar el dinero sin embargo. Ella estaba viviendo conmigo en mi ático después que nos comprometimos. Llegué a casa un día después del trabajo para encontrar una carta, con una bella escritura, debo añadir, diciendo que no podía correr el riesgo de no vivir la vida que le había permitido adquirir. –Se agachó para coger su cerveza, tomó un sorbo y exhaló–. Cinco años juntos y su adiós fue... una carta. Emily lo miró a los ojos y pudo ver el dolor que se arremolinaba más allá de ellos. –La amabas, –susurró. Él se encogió de hombros con rapidez. –Sí, ella me rompió el corazón. Pensé que me amaba por el hombre que era, sin la ostentación y el dinero. Quiero decir, cuando nos conocimos, yo estaba en mi último año de universidad, por lo que no era tan exitoso como me convertí con el tiempo. Ella traicionó la fe que tenía en el amor cuando se fue. –Él apretó los labios en una línea dura–. No me malinterpretes, mirando hacia atrás ahora, sé que no estábamos hechos el uno para el otro. Uno, ella estaba demasiado preocupada por la forma en que aparecía en público, cualquier cosa desde qué autos ella y yo usábamos hasta qué fiestas asistíamos en la ciudad. –Él se frotó la barbilla con aire ausente y continuó–. Ella no era así cuando nos conocimos por primera vez, el cambio fue gradual. La mayor diferencia es que dejó en claro que no quería hijos. Yo la amaba lo suficiente como para


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considerar una vida sin tener ninguno, pero como dije, mirando hacia atrás, no habría valido la pena renunciar a la oportunidad de tener una familia. Una débil sonrisa tocó la boca de Emily. –¿Quieres hijos? –Quiero un montón metidos cuidadosamente en una minivan, –dijo riendo. –¿Gavin Blake en una minivan? –Absolutamente, –respondió, extendiendo su mano por su cerveza–. Un bosque verde, también. Emily se echó a reír por un momento de su confesión. Por el rabillo del ojo, vio cómo se ajustaba la gorra de béisbol, sintiéndose un poco sorprendida por todo lo que él le contó. Estaba empezando a entender su necesidad de rellenar huecos. –¿Entonces no la has visto desde entonces? –De hecho lo hice. La vi hace poco honestamente. –Y, ¿cómo fue? –Preguntó de mala gana. –Fue... interesante. Me encontré con ella, mientras salía con un par de mis compañeros. Habló un montón de mierda, diciendo que estaba feliz de ver a la empresa haciéndolo bien de nuevo. Admitió que me echaba de menos y que todavía me amaba, y confesó que dejarme fue el mayor error de su vida. –Se metió otro maní en la boca y sonrió–. Puedes ver a dónde voy con esto, ¿no? –Sí. Ahora que estás financieramente seguro otra vez, ella te quiere de vuelta. –Bingo, muñeca. Sabía que eras rápida. –Él tomó un trago de su cerveza–. Además, su nombre es Gina, y el mío, por supuesto, es Gavin y dos G. Creo que fue un presagio o algo destinado a no funcionar. Aunque él se echó a reír, Emily aún podía ver el dolor que quedaba en sus ojos y en ese momento decidió dejar el tema por completo. –Recibí la invitación que nos enviaste a Dillon y a mí. –Iba a preguntar sobre eso, –respondió, haciéndole señas a un vendedor de cervezas. Pidió otra y se volvió hacia Emily–. Pensé que te interesaría, teniendo en cuenta... bueno, ya sabes. –Sí, y gracias por la invitación, pero ¿qué es lo que tu madre hace exactamente? –Desde que sabe que ha sido bendecida por ser una sobreviviente, comenzó una organización para recaudar fondos para los enfermos de Nueva York, mujeres que se encuentren en medio de la lucha contra el cáncer de mama o en remisión y las familias de las mujeres que murieron por la enfermedad. Las donaciones recogidas en el beneficio se distribuyen para ayudar a pagar el tratamiento en curso, la atención del seguimiento o, Dios no lo quiera, los gastos funerarios efectuados por las familias. Emily exhaló. –Es hermoso que haga eso.


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22. Los orioles de Baltimore son llamados así por los orioles, son aves que habitan en EEUU.

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–Sí, este será el décimo año desde que se fundó. Ella lo lanza cada octubre durante el Mes de Concientización del Cáncer de Mama. Es bastante espectacular, también. Lazo negro, champán, y todos los ricachones de Nueva York reuniéndose una noche para gastar su dinero en algo que no sea un maldito crucero a Fiji o un auto nuevo. Emily se echó a reír. –Bueno, definitivamente estaremos. –Y estoy feliz de que lo harás. Sin ni una nube en el cielo, la ceremonia de apertura comenzó, y poco después, el juego estaba en pleno apogeo. Un duro golpe del bate, sumió la pelota al campo abierto, comenzó con una anotación de los Yankees. A lo largo del juego, Gavin llevó varias veces atención no deseada hacia Emily, dejando que todos los fans de los Yankees al alcance del oído supieran que ella estaba a favor de los visitantes, los Orioles de Baltimore. Los fans de adelante, de al lado y detrás de ellos la abucheaban cada vez que los Orioles anotaban un punto. Ella juguetonamente empujó Gavin, prometiendo venganza en cualquier forma que pudiera conjurar. Aún con hambre y sintiéndose más relajada con la situación en general, Emily pidió un pretzel y decidió tomar una cerveza con Gavin. Al final de la Séptima Entrada, el juego estaba empatado cuatro–cuatro, las bases estaban llenas con los Yankees para batear. Gavin sonrió en dirección a Emily y se frotó las manos. –Tus pájaros22 están a punto de caer. –Pareces muy seguro de eso, –dijo riendo, mirándolo–. No estaría tan segura, sin embargo. Los ojos de Gavin se movieron hasta la comisura de su boca donde había una mínima cantidad de mostaza, dolorosamente esperando por él para limpiarlo. Sin siquiera pensarlo, en un movimiento veloz, llevó la mano a sus labios y con la yema de su pulgar, la quitó. Quieta por su repentino movimiento, Emily se estremeció. –Había... mostaza en tu labio, –respondió lentamente. Reprimiendo las ganas de lamer su dedo, cogió una servilleta. –Rompiste la regla de no tocarme, –exhaló, ignorando lo que su cuerpo estaba luchando tan duro en negar. Incluso tan fugaz como lo fue, su toque se sintió terriblemente bueno en una terriblemente manera. En un rápido movimiento, él movió su mirada hasta sus labios y luego de vuelta a sus ojos. –Podría haberlo dejado que se quede allí. –Y podrías haberme dicho, también, sabelotodo. –Una sonrisa torció la boca de él, una tan contagiosa que no pudo dejar de responder con una sonrisa propia.


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–Parece que tengo que seguir adelante con mi promesa y hacerte pagar duramente por no jugar limpio. Él arqueó una ceja, incrédulo. –No es que esté en contra del afecto en público, sobre todo contigo, pero ¿cómo piensas lograr eso en un estadio lleno de gente? Emily le dirigió una sonrisa maligna y se inclinó hacia adelante, dándole golpecitos con el dedo en el hombro de una mujer sentada en la fila frente a ellos. La mujer y su amiga sentada junto a ella se dieron la vuelta. –Siento mucho que te moleste, –dijo Emily a la rubia–. Mi amigo está interesado en darte su número. Te encuentra muy atractiva y no tiene el descaro para decirte algo por él mismo. ¿Tienes un novio? Gavin sonrió y sacudió la cabeza, y casi hundió la cara entre las manos de lo avergonzado. La mujer y su amiga se echaron a reír. –En realidad no tengo un novio en este momento. –Bueno, no es como que le importara si lo tuvieras porque eso no disuade a mi amigo, pero es mucho mejor que no lo tengas, –Emily respondió con frialdad–. ¿Tienes una pluma y un papel para él? La mujer buscó en su bolso, sacó una pluma, y arrancó un trozo de su chequera. Ella se lo dio a Emily, ésta a su vez, se lo entregó a Gavin. –Aquí tienes, amigo. Anota esos dígitos para la hermosa dama, –Emily se rió y lo empujó con el codo–. Y deja de ser tan jodidamente tímido a la hora de conseguir mujeres. Con su sonrisa de hoyuelos, Gavin escribió rápidamente en el pedazo de papel y se lo devolvió a la mujer. Ella le dio un rápido vistazo al papel y le devolvió la sonrisa. –Gavin, ¿eh? Un lindo nombre para ir con esa linda cara. Definitivamente escucharás de mí. Gavin asintió, y Emily se echó a reír. –Eres cruel, –susurró, lanzando una cáscara de maní a la cabeza de Emily. Riendo, ella se la retiró. –Te lo advertí. Muchas cascaras de maní arrojadas al cabello de Emily después, el juego terminó con los Yankees ganando por tres. Durante todo el viaje de regreso en subte a Manhattan, Gavin se sentía orgulloso de recordarle la puntuación cada pocos minutos. También confesó que el número que había anotado para la mujer en el juego era falso. Su defensa fue que él ya no estaba interesado en mujeres con el cabello rubio. Sacudiendo la cabeza, Emily se echó a reír y se burló de él por su pequeña mentira. Se aseguró de acompañarla a su casa, cogiendo un taxi para volver a su edificio. Después de pedirle al conductor que corriera el taxímetro, la acompañó hasta la entrada. Otra vez, Emily le ofreció su mano. –Fue un placer estar contigo hoy, Gavin.


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–¿Puedo darte la mano? –Sonrió–. No quiero romper ninguna regla. –Sí, está bien. Él accedió y le tomó la mano, experimentando la misma oleada de calor que había sentido cada vez que tenía la oportunidad de tocarla. Sintiendo una maliciosa entidad –egoísta y deseosa– finalmente la dejó ir. –El placer ha sido mío. Tomando una respiración profunda, Emily vio mientras él caminaba de nuevo hacia el taxi y se marchaba. Viajando en el ascensor hasta su piso, su cabeza se volvió agradablemente confusa, pensando en el maravilloso día que había pasado con Gavin. Intentó que sus nervios se calmaran porque sabía que no debería haber estado con él en absoluto. El saldo fue un infierno, pero lo que obtuvo fue dulce de una manera inquietante. Ella aprendió cosas sobre él que nunca había creído posible. Algo le dio un codazo en el pecho, un anhelo mayor por él mezclado con dolor por lo que él había pasado. En un esfuerzo para apartar su mente de él, se concentró en el hecho de que Dillon probablemente estaba esperando su llegada. Para su alivio, él estaba cómodamente extendido por todo su sofá cuando entró. Durante la hora siguiente, minuciosamente la sació con su logro por conseguir una de las cuentas más grandes que su firma había adquirido en más de diez años. Aunque se debatió sobre la conveniencia o no de decirle acerca de su día con Gavin, decidió no hacerlo, sin querer desmantelar la felicidad de Dillon. Ahora todo lo que tenía que hacer era convencerse que la felicidad de Dillon era en realidad el motivo por el que escondía una cosa así. Fijó el argumento en su cabeza tan simple como pudo. Él no preguntó cómo fue su día, así que no le dijo.


Capítulo 10 Sólo un poquito

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–D

ios, Em, ¿Podrías acaparar más el espejo? –Olivia le dio un golpe con la cadera a la de Emily, intentando ver su propio reflejo–. Te ves explosiva. Ahora voy a verme a mí misma. Emily la provocó pasándose sus dedos por el cabello, tratando de darle un poco más de vitalidad sin cantidades innecesarias de laca para el cabello. –Estás en mi cuarto de baño, amiga. Ve a usar el tuyo. Dejando escapar un suspiro, Olivia frunció el ceño. –Pero me gusta más el tuyo, ahora lárgate –dijo, sacudiendo su cadera contra la de Emily con más fuerza esta vez–. Además, tu amiga está esperando en la otra habitación por nosotras, así que no seas grosera. Habré terminado en un segundo, ¡y luego podremos ir de fiesta hasta que caigamos! Riendo, Emily lanzó un último vistazo en el espejo y se paseó por el cuarto de baño. Tomó su atuendo para la noche de la cama. Después de ponerse una falda corta negra y una blusa roja de manga corta con botones, se puso un par de zapatos de tacón negros y llamó a Olivia para su aprobación. Ella se dio la vuelta con gracia, modelando su atuendo. –Pareces una gatita sexual, –dijo Olivia. Emily sonrió y se dirigió hacia la sala. Fallon se levantó del sofá, con sus ojos grises abiertos. –Maldita sea, Emily, te aseaste bien. Poniendo las manos en las caderas, Emily sonrió. –Me lo tomaré como un cumplido. –Sí, Country, es un cumplido. –Ella echó su cabello rojo y con mechones blancos por encima del hombro–. Con la única ropa que te he visto es en ese horroroso uniforme negro y blanco que nos hacen usar. –Bien, gracias, Fallon, –Emily se echó a reír–. Por ser otra–camarera–con–un– horroroso–uniforme–negro–y–blanco, no te ves muy mal. Nunca sería capaz de ponerme medias de red como tú puedes hacerlo. La boca de Fallon se curvó perversamente mientras apoyaba su pierna sobre la mesa de café. –¿Estas cosas viejas? Maldita sea, si pudiera vivir en un enterizo de red, lo haría. Aunque normalmente no me importa lo que la gente piensa, la sociedad no lo consideraría muy apropiado, ¿no? Emily sacudió la cabeza y se echó a reír. –Estoy pensando que puede que tengas razón en eso.


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Olivia salió de la habitación, luciendo un vestido rojo y zapatos de tacón a juego. Llevaba el pelo recogido arriba de los hombros, y el vestido abrazaba su cuerpo de reloj de arena como un guante. Después de girar en torno a sí misma para Emily y para Fallon, se dirigió a la cocina, sacó tres vasos de chupito del gabinete y los llenó hasta arriba cada uno con una fuerte dosis de tequila. –Vamos, señoras, –chilló Olivia–. Vamos a tomar un par de jodedores de mente antes de ir al club. Las tres mujeres bebieron un shot, cada una de ellas emocionadas por una noche muy necesaria en la ciudad. Después de tragar con rapidez un segundo "jodedor de mente", hubo un golpe rápido en la puerta, seguido por Dillon entrando. –¿Por qué molestarse en tocar, Idiota? –preguntó Olivia, poniendo sus marrones ojos en blanco. Emily le dio un codazo en el estómago–. Quiero decir, Dillon, por supuesto, –resopló por el impacto. Dillon inmovilizó a Olivia con una sonrisa helada, y luego sus ojos se posaron sobre Fallon. Volvió a mirar a Emily con una mirada inquisitiva en su rostro. –¿Qué estás haciendo? ¿Pensé que ibas a pasar el rato conmigo esta noche? Sonriendo, Emily cruzó la habitación y arrojó sus brazos alrededor de su cuello. –No, te dije el otro día que iba a tener una noche de chicas con Fallon y Olivia. Dillon suavemente agarró sus caderas y se inclinó al oído, en voz baja dijo, – ¿Puedo hablar contigo en la otra habitación por un segundo? Emily asintió, y él rápidamente le cogió la mano y la llevó a su habitación. Cerró la puerta y se cruzó de brazos. –¿Qué coño es eso por ahí? –Susurró. –¿De qué estás hablando? –Esa cadete espacial de mierda, gótica de aspecto anormal con camisa de cuero negra y una falda, –respondió, dando un paso más cerca–. Jesucristo, lleva puesto un collar de cuello con jodidas púas, Emily. Tiene piercings en el labio, nariz, ceja, ¿y quién sabe dónde más en su cuerpo? Emily dejó escapar un gruñido mientras se movía hacia la puerta, pero él la bloqueó y la cogió del brazo. Ella levantó la vista hacia él. –¿De verdad vas a empezar esto conmigo acerca de ella? Es una buena chica, Dillon. ¿A quién le importa cómo se ve? –Si mi novia está saliendo con ella, me importa cómo luce. –Él inclinó la cabeza hacia un lado, con los ojos entrecerrados–. ¿Qué tipo de atención crees que va a traer, luciendo de esa manera? Emily alejó su brazo de él. –No estoy preocupada por el tipo de atención que va a traer, –susurró en un furioso tono. Arrastró sus manos por su cabello. –Bueno, ¿qué tipo de atención crees que vas a traer tú, usando eso?


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–No voy a hacer esto contigo esta noche, Dillon. Te juro que no, –respondió ella en voz baja y hostil, intentando una vez más pasarlo. Él la tomó por la cintura. –Está bien, está bien. Lo siento. Te ves hermosa. – Acarició con su nariz la mejilla de ella mientras levantaba sus brazos y los colocaba sobre sus hombros–. ¿A qué club van? Emily dejó escapar un suspiro. –Pink. –¿En la 52? –Si. –Está bien, voy a llamar a algunos de los chicos de mi oficina y voy a hacer algo con ellos esta noche. –Él la atrajo hacia sí y apretó sus labios contra los suyos–. Me debes una por esto. Ella habló contra su boca. –Te conté sobre esta noche, Dillon. Dejó escapar un gemido mientras chupaba su labio inferior. –Debo haberlo olvidado. He estado trabajando hasta tarde otra vez con esta nueva cuenta, tú sabes esto. –Arrastró las manos por su cintura–. ¿A qué hora vas a volver? –No estoy segura, –dijo ella, alejándose de su abrazo–. Pero tengo que irme. Están esperándome. Él la atrajo para otro beso y luego se dirigió a la cocina con ella. Emily le presentó rápidamente a Fallon. Con los ojos, le advirtió que no dijera nada para avergonzar a cualquiera de ellos. Él se limitó a sonreír, pero Emily podía decir que todavía estaba disgustado con toda la situación. Después de que las mujeres reunieran sus pertenencias por la noche, él las siguió afuera, llamó a un taxi, y pagó al conductor por su viaje. Agachó la cabeza a través de la ventana trasera. –No demasiado tarde, ¿de acuerdo? Vamos a comer con mis padres mañana. Emily asintió y se inclinó para darle un beso. Con eso, el conductor se alejó. –Tu novio es... ¿bueno? –Fallon dijo mientras sus dedos se movían sobre el teclado de su teléfono como una máquina bien aceitada. Olivia rió, pero trató de ocultarlo cubriendo su boca. –Gracias, Fallon, –Emily arrastrando las palabras mientras sus ojos viajaron a Olivia–. Puede ser un poco sobreprotector a veces, pero es un buen hombre. Mientras Olivia se reía de nuevo, esta vez sin tratar de ocultarlo, Fallon se quedó sin aliento. –¡Oh, mierda! Un amigo mío tiene una fiesta en una casa de Staten Island esta noche. –Siguió frenéticamente escribiendo–. Su amigo es increíble, y él hace fiestas asesinas. Vamos allí. –Estoy dentro con lo que sea, –respondió Olivia, hurgando en su bolso. Miró en dirección a Emily–. ¿Está bien contigo? –¿No estamos todas un poco demasiado elegantes para una fiesta en una casa?


obtuvo su nombre debido a que fue destilado por la noche “por la luz de la luna”.

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23. Es un destilado ilegalmente de whisky hecho en casa, por lo general con un alto contenido de alcohol. Que

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Fallon sacó un termo de su bolso, desenroscó la parte superior, y tomó un sorbo. Ella negó con la cabeza. –No, créeme, es una fiesta de todo vale. –Le entregó a Emily el termo–. Aquí, es mi especialidad. Emily lo cogió y olió su contenido. –¿Qué es? –Basta con echar un trago, Em, –Olivia intervino–. Siempre estás preocupada por la cantidad que bebes. –Ya estoy un poco mareada por esos tragos de tequila, y tomé un poco de vino mientras me estaba preparando. –Ambas le lanzaron una mirada, esperando que lo bebiera–. Está bien, está bien. –Olfateó el líquido una última vez y bebió un poco. Empezó a toser y trató de contener las lágrimas que ardían en sus ojos–. ¿Qué demonios es esto? Los ojos de Fallon brillaron con una risa silenciosa. –Moonshine23 nena. –Oh, diablos, sí, –Olivia chilló y cogió el termo–. Tuve esto una vez cuando estaba en la secundaria. –Bebió un poco, su cara se arrugó por su sabor mientras movía su cabeza de un lado a otro. –Está bien, ¿así que vamos a la fiesta de mi amigo? –Fallon rió. Emily se encogió de hombros. –Vamos a hacerlo. Después de indicarle al conductor su nuevo destino, se detuvieron en una lujosa casa de tres pisos en el área de la colina Todt de Staten Island treinta minutos más tarde. Olivia le pagó al conductor la diferencia, y salieron del taxi, cada una un poco tambaleante por el Moonshine. Desde la calle, la música martillaba por las ventanas cerradas, haciendo vibrar el suelo debajo de Emily. Con hipo, se rió mientras se abrían camino por las escaleras y entraban a la casa. Múltiples torres de altavoces se elevaban en todos los rincones de la planta baja, lo que amplificaba el ruido hasta el punto que Emily apenas podía escucharse pensar. Sus ojos recorrieron la fiesta, y se dio cuenta que Fallon no estaba bromeando. Sin duda era una reunión "todo vale". Desde personas vestidas casualmente a otros vestidos como si se dirigieran al baile de graduación a chicas con prácticamente nada, mientras giraban unos contra otros, la multitud era un conjunto mixto de todo tipo de fiesteros. Encadenando sus brazos, Emily, Olivia, y Fallon se abrieron paso entre la multitud de un centenar más o menos de personas, para finalmente encontrar al propietario de la casa, el amigo de Fallon, Jacob. Después de abrazarlo, Fallon gritó sobre la música. –Jakey, ellas son Emily y Olivia.


Sin decir una palabra, él sonrió ampliamente y las levantó a cada una sobre sus pies, abrazándolas como si las hubiese conocido por años. Una vez que las bajó, Emily y Olivia se echaron a reír histéricamente. –Bienvenidas a mi casa, señoras, –le dedicó una sonrisa, su voz en auge–. El alcohol está en la cocina, los bailes de algunos de los strippers más calientes de Nueva York se encuentran en el cuarto de abajo, la mesa de billar está en la parte trasera de la casa, los baños están ubicados estratégicamente en cada nivel, y si deciden perder el control con alguien, hay dormitorios con camas tamaño King en los pisos segundo y tercero. –Lo dijo todo con un solo aliento. –Jodidamente increíble, –sonrió Olivia–. ¿Hay strippers aquí? Pasándose una mano por su cabello pelirrojo, sonrió diabólicamente. –Ellos vienen en masa a mis fiestas. Olivia cogió a Emily y a Fallon de las manos. –Necesito chupitos en mi sistema ahora mismo, chicas. –Se volvió hacia Jake y le guiñó un ojo–. Gracias, amigo. Él asintió y desapareció en la multitud. Las mujeres esquivaron varios cuerpos bailando, un tipo corriendo con la ropa interior en su cabeza, mientras que una chica en topless lo perseguía, y varias parejas besándose. Finalmente, se dirigieron a la cocina, donde un bar bien surtido las esperaba a cada una de ellas. Después de consumir otros dos shots de tequila, se dirigieron al patio trasero para jugar una hora al flip cup.24 Usando a Captain Morgan como su líquido preferido, la cabeza de Emily estaba gratamente mareada por decir algo. Caminando hacia la casa con Olivia a su lado, se inclinó contra la pared. – Olivia, –dijo arrastrando las palabras–. Estoy bastante...25 –Sé que eres bonita, Em, –dijo Olivia, arrastrando sus propias palabras–. Pero deja de presumir de ello. Sacudiendo lentamente la cabeza, Emily se echó a reír. –No... no me dejaste terminar, perra. –Su cabeza cayó hacia un lado–. Estoy tratando de –hipo– decir que estoy bastante –hipo– ebria. –Yo también, chica, –se rió y resopló como un cerdo. Emily sacudió la cabeza de nuevo. –No, pero yo... –hipo–, estoy bastante segura de que estoy viendo cosas. –Ella señaló con el dedo hacia la puerta mientras sus ojos se entrecerraban en esa dirección–. Mira. Esos dos chicos... –hipo–, que acaban de entrar se parecen a Gavin y a Trevor.

intentarlo hasta que se logre 25. Pretty significa bastante y también bonita, guapa.

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debajo para lograr que gire sobre sí mismo y caiga boca abajo sobre la mesa, si no lo hace se vuelve a rellenar y volver a

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24. Juego de bebida, los jugadores deben beber su vaso, colocarlo en el borde de la mesa, y pegarle un golpe por


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Olivia dejó escapar una carcajada. –Eres tonta, no ves cosas. Son Gavin y Trevor. Emily miró adorablemente confundida mientras observaba las dos imágenes borrosas acercarse directamente hacia ellas. –¿Estas bromeando, –hipo– conmigo verdad? ¿Cómo iban a saber, –hipo–, que estamos en esta casa? Olivia se mordió el labio. –Ya sé que estás interesada en Gavin, como un amigo, por supuesto, –añadió rápidamente, balanceándose de lado a lado–. Decidí llamar a mi hermano, sabiendo que estaba saliendo con Gavin esta noche. –Ella le dio a Emily un gesto inocente–. Le dije a Trevor una pequeña, pero muy pequeña mentira para conseguir que vengan aquí. Antes de que Emily pudiera interesarse por esta pequeña mentira, Gavin y Trevor se acercaron a ellas, ambos con sus rostros preocupados. Gavin colocó sus manos sobre los hombros de Emily. –¿Estás bien? –Sus ojos recorrieron de forma automática su cuerpo, como si la examinara por alguna herida. Ella lo miró en silencio, con una expresión en blanco en su cara. –Bueno, ¿dónde diablos está? –Trevor preguntó a Olivia, cerrando las manos en puños. –Cálmate, hermano, –se rió Olivia–. Él fue sacado. Los ojos de Trevor viajaron a Emily. Levantó su barbilla y movió su cabeza hacia atrás y hacia adelante. –¿Qué tan mal te lastimó el tipo? Ahora tenía las manos de Gavin en sus hombros y los dedos de Trevor debajo de su barbilla. Sin hablar observó a Olivia con una confusa mirada de qué– demonios–les–dijiste. Emily... Hipó. Olivia apartó el brazo de Trevor de ella. –Él no la lastimó. Ella estaba bailando con el tío, y él se puso un poco juguetón. Como he dicho, el propietario se deshizo de él. Gavin dio un paso atrás y dejó caer sus manos de los hombros de Emily. –Liv, dijiste que el tipo la golpeó. Olivia hundió la cara en su copa. –¿Yo dije eso? –Se rió. –Sí, Olivia. Lo hiciste sonar como que ella consiguió una puta abofeteada y la arrojó al suelo, –Trevor vociferó. Fallon tropezó e interrumpió lo que estaba a punto de convertirse en una pública discusión entre hermanos. Estudió a Gavin por un segundo. –Hey, tú eres el tipo del restaurante que le pedí a Emily que te diera mi número. Sonrió. –Sí, ese soy yo, supongo. Fallon le devolvió la sonrisa y movió los ojos en la dirección de Trevor. Si fuera posible, su sonrisa se ensanchó aún más. –¿Y tú quién eres?


26. Ojos que son de ensueño, sensuales y seductores.

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–Soy el hermano mayor de esta híper-exagerada, –señaló a Olivia y luego volvió su atención a Fallon–. ¿Y tú quién eres? –Soy una chica a la que realmente le gustan los chicos lindos con el cabello rubio y gafas. –Bien... encajo en esa descripción, –Trevor sonrió–. Y soy un tipo que está interesado en una chica guapa que dice lo que piensa. ¿Quieres bailar? Fallon tomó su mano, la aferró a la suya, y lo condujo a la sala de estar. Trevor se volvió hacia Gavin, dándole un pulgar arriba. Gavin rió. –Entooonces, –Olivia arrastró las letras, con una sonrisa e su rostro–. Voy a ir a buscar un baile erótico. Los veré a los dos más tarde. –Desapareció entre la multitud, su risa haciendo eco sobre la música. Gavin le sonrió a Emily. Se dio cuenta del revelador brillo en sus ojos, denotando que había bebido un poco demasiado–. –Bueno, parece que te sientes muy bien ahora. Ella se acercó y levantó la cabeza para mirarlo. –¿Alguien te ha dicho que eres muy shexy? –¿Shexy? –Él se rió, esperando una respuesta y no una pregunta. Desde luego, no esperaba esa pregunta–. ¿No querrás decir sexy? –No, hay shexy y hay sexy. Y tú, mi amigo, eres shexy. Él arqueó una ceja, su voz ronca lo despertó casi al instante. –Mmm, ¿cuál es mejor? –Shexy. –Bien, gracias. Eres bastante shexy, si tengo que decirlo. Ella le agarró la mano y empezó a llevarlo a la cocina. –Ven a tomar un trago conmigo, Gavin. –¿No has bebido lo suficiente ya? Llegando a una parada brusca, el pecho de Gavin chocó contra su espalda. Se dio la vuelta y tropezó con él mientras la tomaba por la cintura para estabilizarla. – ¿Alguien te ha dicho que tienes los ojos azules más increíbles, magníficos, y shexy? –¿Qué ocurre con todas estas preguntas, amiga?–Preguntó muy divertido. –Somos amigos, y los amigos hacen preguntas. El cautelosamente movió su cabello detrás de sus hombros y sonrió. –Sí, me han dicho que tengo ojos bonitos. –No, no son sólo bonitos, –ella hipo–. Son... –Hizo una pausa, humedeciéndose los labios–. Son ojos de alcoba.26 –Así que soy shexy, y tengo ojos de alcoba, ¿eh? Asintiendo, ella entrelazó su mano con la suya de nuevo y se lo llevó a la


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cocina. De pie frente a la espectacular selección de alcohol, ella sacó un vaso de plástico rojo de la pila y se lo entregó a él. –¿Cuál es tu veneno, hombre shexy ojos de alcoba? Cruzando sus brazos, Gavin la miró por un momento. –Creo que voy a mantenerme a raya con el consumo de alcohol por ahora. Sus ojos se abrieron mientras se balanceaba hacia atrás y adelante. –¿Qué? No, vas a tomar un trago conmigo. –Ella rozó los dedos por su mejilla–. Vamos, bonito ¿por favor? Sin importar por la forma de niña linda que le preguntó, sus suaves dedos aún en su rostro lo tenían considerando su original corazonada de no beber con ella, teniendo en cuenta que estaba bastante ebria. Tragó saliva. –Sólo uno. Ella sonrió de oreja a oreja. –Bueno, de regreso a mi pregunta. ¿Cuál es tu veneno? –Tomaré bourbon–, hizo un gesto a una botella de George T. Stagg con la cabeza. –¿Este? –preguntó ella, sosteniéndola arriba. Él asintió y le entregó su copa. Ella comenzó a llenarla, y siguió llenándola. –Whoa, espera un minuto, asesina, –se rió y tomó la copa de ella. Caminando hacia el fregadero, derramó unas tres cuartas partes–. Esto debería ser suficiente por ahora. Ella moduló la palabra "aburrido" y una vez más tomó su mano, tirando de él a la frenética sala. –Baila conmigo, –gruñó ella, mirándolo a los ojos con una seductora sonrisa curvando sus labios. –No, sólo voy a descansar aquí, –le hizo una seña a un sofá lleno de personas igual de ebrias como ella. Sonrió–. Adelante. Voy a sentarme y verte con una descarada apreciación masculina. Ella levantó la barbilla con desafío. –Pfft, tu pierdes, amigo. Él se rió y la vio caminar a través de la multitud donde finalmente encontró a Trevor y a Fallon todavía atacándose. Gavin podía verla mirándolo. Su cabello, colgando salvajemente, creaba una cortina tumultuosa castaña que se tambaleaba mientras su cuerpo se movía provocativamente con la música. Le tomó todo lo que tenía para no levantarse del sofá y estrecharla entre sus brazos. Pero sabía que bailar con ella en el estado en que se encontraba, junto con su ánimo cada vez más despierto, sería mortal para ambos. Sin embargo ella era sin duda un espectáculo para él. Ella retrocedió contra el pecho de Fallon y le acarició con sus manos su


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cintura. Los ojos de Trevor se abrieron por la exhibición, pero no obstante, se posicionó detrás de Fallon, y presionó sus caderas contra el culo de ella. Los ojos de Emily atraparon a los de Gavin de nuevo mientras hacia un gesto con los dedos para que se uniera a ella. Él entrecerró los ojos e inclinó la cabeza hacia un lado, pretendiendo estar confundido al tiempo que se señalaba a sí mismo. Sonriendo, ella asintió con la cabeza. Él pronunció la palabra "no" y señaló a una chica desmayada a su lado. A pesar de que no podía oírla, Emily se rió, con una sonrisa radiante de oreja a oreja mientras continuaba moliendo su trasero contra Fallon. La atención de Gavin se separó de Emily por un segundo cuando la chica incoherente a su lado de repente se levantó y decidió que la almohada donde estaba apoyada sería el lugar perfecto para vomitar. Uno de sus amigos, que fue testigo de la desagradable escena, arrastró a la chica del sofá y la ayudó a ir al baño. De pie en el sofá, Gavin cruzó la sala de estar, con habilidad esquivando varias personas ebrias que se aferraban el uno al otro con el fin de permanecer de pie. Se apoyó en la pared y escaneó la multitud por Emily. Cuando él la vio, Trevor y Fallon no estaban con ella. Su reemplazo era un chico con sus manos moviéndose hacia abajo de su cintura, sus ojos la desnudaban y con la boca en su oído – espera– ahora estaba en su cuello. Gavin la evaluó con sus ojos, y ella parecía estar contenta con lo que estaba sucediendo, pero Gavin no. Una oleada de celos hizo su camino a través de su cuerpo, y en unos pocos pasos, estaba al lado de Emily. Con el conjunto rígido de sus hombros, un músculo que trabajaba en su mandíbula y sus ojos azules llenos de una calma mortal, Gavin inmovilizó al otro hombre con una mirada. No dijo una palabra, pero no tenía que hacerlo porque el borracho entendió el punto y se alejó lentamente. –Has venido a bailar conmigo, –Emily exhaló, su piel brillaba de sudor. Sin previo aviso, deslizó sus manos sobre el pecho musculoso y tenso de Gavin y las envolvió alrededor de su cuello. Acercó el rostro de él hacia el suyo–. Me gusta bailar con los chicos shexys. Con sus rostros a pulgadas de distancia, una oleada de adrenalina caliente corrió por las venas de Gavin. Sus labios se estremecieron en anticipación al contemplar la curvatura de los labios regordetes de Emily, recordando cómo se sintieron pegados contra los suyos. Trató –Dios sabe que lo intentó– de mantener sus manos lejos de ella, pero no pudo. Las encontró deslizándose lentamente por su cintura, deteniéndose cuando metió los pulgares en la cinturilla de la falda. Él la atrajo hacia sí, disfrutando de la forma en que su sudor se sentía contra su piel. Fue el turno de Emily de arrastrar su labio entre los dientes mientras sus ojos se clavaron en los de él con pura lujuria. La música palpitante y la sensación de su


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27. Just A Lil Bit.

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dura excitación presionada contra su estómago, la alimentaron aún más. Ella no sabía si él lo oyó, pero un suave gemido salió de sus labios. Se dio la vuelta, arqueó la espalda contra su pecho e inclinó su cuello hacia arriba. Su cabeza apenas le llegaba al hombro. Lentamente –muy lentamente– él puso los brazos de ella alrededor de su cuello. Mientras sus dedos se enredaron en su cabello, él acarició con sus manos la curva de sus codos, rozó los costados de sus pechos y, finalmente, las acomodó en su cintura. Con sus cuerpos moviéndose en sincronía con 50 Cent hablando de Solo un pedacito,27 Emily sintió su corazón tropezar sobre sí cuando Gavin rozó sus labios contra el lóbulo de su oído. Ahora quería darse la vuelta de nuevo y mirarlo a la cara para ver sus hermosos ojos y disfrutar de cada centímetro de su delicioso cuerpo, pero cuando lo intentó, él la mantuvo en su lugar. Se estaba burlando de ella, y lo sabía. Su toque dejaba un calor abrasador en cada centímetro donde se ponía en contacto con su piel sensible. La dejaba queriendo –no, deseando– más. Su atención estaba convirtiéndose en una adicción que ella no creía que jamás podría conseguir suficiente. Si la "Madre Naturaleza" no estuviese llamándola, hubiera permanecido en esa posición con él toda la noche. Volviéndose con rapidez hacia él, lo miró a los ojos. –Tengo que ir al baño, – dijo, las palabras salieron sin aliento como anticipó que lo harían. –Te voy a acompañar, –respondió, limpiándose una fina capa de sudor de la frente. –No tienes que hacerlo. Él le sonrió casi interrogante. –No voy a dejar que deambules por este caos sola. Ella bromeando flexionó sus bíceps. –De hecho, soy una chica dura. –Bueno, eres una hermosa chica dura, por lo que me sentiría mejor asegurándome que no te lastimen en tu camino a sacar un poco de ese alcohol de tu sistema. Ella se encogió de hombros casualmente. –Supongo que tienes razón. Él la condujo suavemente por el codo a uno de los baños ubicados en el primer piso. Con la gran fila rodeando su camino a través de la cocina, decidieron probar uno de los otros disponibles en el segundo piso. Emily observó detenidamente a la montaña de escaleras con un gesto de dolor. Gavin sonrió ante su reacción y la ayudó a subir hasta lo alto. Para su consternación, la fila para ése baño era más larga. Gavin soltó una risa gutural por la expresión de su rostro. Ella sacudió la cabeza y le explicó que había un tercer piso que supuestamente tenía más cuartos de baño. Como lo hizo antes, él la ayudó a subir las escaleras. Sin fila


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en absoluto y el piso superior esencialmente vacío, Emily estuvo fuera en menos de dos minutos. Cuando Emily salió, se encontró con Gavin apoyado contra la pared, con los ojos fijos en ella mientras caminaba hacia él. Imitando su posición, junto a él, sus hombros apenas se tocaban. Giró el cuello para mirarlo. –Gracias por asegurarte que no fuera atacada en mi camino hasta aquí. Alejándose de la pared, Gavin se paró directamente frente a ella –tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo. –No es un problema. ¿Estás lista para volver a bajar? Tentando su propia destrucción, ella negó con la cabeza. Los sonidos de la música y la fiesta de abajo se desvanecieron. Aparte de su propia respiración, Emily sólo podía oír su voz, ver sólo sus ojos, y sentir sólo su aliento caliente acariciando sus mejillas. Gavin podía sentir las emociones filtrándose a través de sus ojos. Lujuria. Deseo. Querer. Necesidad. Todo lo que los suyos reflejaban. Se acercó más aún, sus ojos nunca se alejaron. –Dime lo que quieres, –le susurró. Sin responder y actuando por impulso, ella se apretó contra él, fundiéndose en la solidez de su cuerpo duro. Llevó lentamente sus brazos alrededor de su cuello, mirando profundamente sus ojos y aspirando el suave aroma de almizcle de su colonia a través de su nariz. Lo ancló con una mirada lasciva, sus labios a pulgadas de distancia y su dulce aliento a alcohol bailando en su rostro. –Dilo, Emily. –Las palabras salieron con un gruñido mientras agarraba la curva de sus caderas–. Necesito escucharte decirlo. Incluso en su estupor inducido por el alcohol, sabía lo que quería decir. Con su pecho subiendo y bajando por su respiración entrecortada, respondió, apenas consiguiendo sacar las palabras de sus labios. –Yo... yo te deseo. Con el peso de su cuerpo, la apretó contra la pared y le lamió el suave lugar debajo de su oreja. –Dime cuán jodidamente me deseas, –respiró. El calor pulsó en su estómago, sintiendo un hormigueo por todo su ser, mientras su lengua trazaba una tórrida y húmeda línea hasta el cuello. –Oh Dios, Gavin, –gimió, su cuerpo temblaba–. Estás en mis sueños, en mis pensamientos, en mi piel. Antes de que pudiera recuperar el aliento, él reclamó su boca. Sus labios fueron una sorpresa para su sistema, rompiendo el ritmo y la certeza de su corazón pulsante. Él sabía a menta, un poco de alcohol, y algo inherentemente a Gavin. Un delicioso calor se acurrucó en cada músculo, cada fibra y cada célula de su cuerpo. Con una mano extendida a lo ancho de la parte baja de su espalda, elevó la otra y la enterró en sus rizos enmarañados. Emily gimió suavemente mientras el calor de


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su boca se movía fácilmente por sus labios. El asalto a sus nervios estaba cerca de abrumarla, sin permitir que un sólo pensamiento coherente pasara por su mente. Él podría haberle robado el aliento la primera vez que se besaron, pero aquí y ahora – sigiloso como un gato ladrón– estaba tratando de robar su corazón. Con el alcohol, la lujuria y el deseo corriendo por sus venas, Emily fue vagamente consciente de ellos tropezando a una habitación vacía. Con la parte posterior del pie, Gavin pateó la puerta para cerrarla. Se abrazaron unos a otros como una boa enrollada alrededor de su presa. Gavin dejó escapar un gemido cuando sus labios brevemente se alejaron, dejando suficiente tiempo para que Emily sacara su camisa sobre su cabeza. Los dedos de Gavin desabrocharon con torpeza su blusa, finalmente arrojándola al suelo. Con sus dos pechos jadeantes de aire –Emily en su sujetador, falda y zapatos de tacón y Gavin sólo en sus pantalones– se encontraban frente a frente mirándose el uno al otro. La conexión los sorprendió y rebotó a través de ellos. Sin romper nunca su mirada, Gavin inclinó la cabeza y aplastó su boca en la de ella otra vez, sus labios sabían mejor de lo que él recordaba. Sus manos recorrían su piel suave mientras estudiaba cada centímetro, leyendo su carne como una novela escrita en braille. Todo en ella era pura delicia. La besó como si el breve tiempo que habían estado separados se hubiese muerto de hambre de todas las necesidades básicas. Emily soltó un suave gemido cuando su lengua lamió su oído, cuello y hasta la curva de su clavícula. Ese gemido –ese pequeño gemido lujurioso– puso el cuerpo y mente de Gavin a toda marcha cuando cayeron sobre la cama. El nombre de Dillon vagamente surgió en la mente de Emily, junto con la culpa de lo que estaba a punto de hacer, pero esos pensamientos rápidamente se desvanecieron cuando Gavin bajó el borde festoneado de su sujetador de encaje blanco. Empujó la rodilla entre sus piernas, persuadiendo para abrirlas, se inclinó y lamió el suave bulto de sus pechos. Rodeando un pico tenso con sus labios, lo chupó suavemente. Emily sintió que se ruborizaba y se acaloraba mientras se apretaba contra su boca, su cuerpo se retorcía con un ardiente placer bajo su ataque. Su lengua hábilmente hizo que el ardor en su estómago se desplegase, mientras que cada círculo lento y lánguido y la gentil caricia la deshacían al segundo. Gavin le subió la falda por encima de su cintura, su beso se volvió frenético, mientras sus manos rozaban la suave carne entre sus piernas. Emily gimió cuando él tiró de sus bragas hasta sus muslos. Se quedó sin aliento otra vez mientras sus ardientes ojos azules observaban su reacción cuando él deslizó dos dedos –y luego un tercero– dentro de sus pliegues húmedos, su espalda se arqueó por la sensación. Sus ojos no se apartaron de él mientras dejaba escapar un grito ahogado. Ella llevó sus brazos hacia arriba, arrastrando sus dedos por su cabello y


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tiró de él hasta sus labios. A medida que el beso se hacía más profundo, la respuesta de Gavin fue un largo gemido interminable en su boca, sólo aumentando el fervor que ya corría por ella. Su boca estaba caliente y hambrienta sobre la de ella, su lengua se deslizaba dentro y fuera saboreando su dulzura hasta que él se esforzaba por más. Su cuerpo palpitaba de placer cuando ella le clavó las uñas en sus hombros, arañándolo y cavándolo mientras movía sus caderas contra su mano. Alejándose, su boca abandonó sus labios mientras continuaba empujando los dedos en su interior, el aliento de ella se volvió rápido, mientras su mirada se posaba sobre su hermoso rostro. Mirando esos ojos verdes y con motas doradas, de repente se formó un nudo en el pecho de Gavin, casi bloqueando su capacidad para respirar. Era un fruto prohibido, y Dios sabía que quería probarla. Él había estado dispuesto a hacer cualquier cosa para tenerla. Él la deseaba. La necesitaba. Pero se dio cuenta que por mucho que se moría por este momento, no podía tomarla ebria y no se permitiría tenerla así –en la casa de un extraño. La quería cuando estuviera en el correcto estado mental y en su cama. Quería despertar con ella a su lado, y tenía que saber que esto no era sólo el alcohol tomando la decisión por ella. Retiró los dedos de su interior intentando detenerse, pero tan pronto como lo hizo, ella cogió su muñeca y tiró de sus dedos humedecidos a su boca, succionando cada uno como una paleta. El simple acto fue tan deliciosamente caliente para Gavin que sintió que su sangre se agolpaba en su cuerpo aún más rápido. Una vez más, sus labios se estrellaron contra los de ella, ahogando sus gemidos mientras volvía a hundir sus dedos dentro de su calidez. La beso más duro, gimiendo mientras levantaba sus piernas para rodear su cintura. Cuando Emily soltó el agarre de su cabello y le pasó los dedos por su estómago para desabrocharle el pantalón, fue entonces cuando supo que tenía que detenerse otra vez. Con un tortuoso, brutal y doloroso dominio de si mismo, Gavin salió de la cama, con el pecho subiendo arriba y abajo. Caminó a través de la habitación, pasándose las manos por su cabello. Tendida en la cama en estado de shock total y tratando de recuperar el aliento, Emily lo miró con el rubor del deseo aún resplandeciendo en sus mejillas. – ¿Qué sucede? –Exhaló, su voz era un desorden entrecortado. –No puedo hacer esto, Emily. –Él cogió su camisa del suelo y se la pasó por la cabeza. Tomando la de ella, la arrojó por la habitación hasta la cama, asegurándose de no estar demasiado cerca de ella otra vez. Si lo hacía, sabía que no había vuelta atrás–. Levántate y vístete.


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Sentándose, la humillación la atravesó mientras se encogía de hombros dentro de su blusa. Jadeaba y estaba confundida más allá de cualquier pensamiento racional. –Pero pensé que esto es lo que querías. Por pérdida de palabras, miró su hermoso rostro y todavía tratando de calmar sus propias hormonas embravecidas, Gavin tragó saliva y se limitó a sacudir la cabeza. –Oh Dios mío, sabía que esto pasaría, –susurró Emily, tropezando con sus pies, con la cabeza todavía mareada por el alcohol–. Tú no me quieres. Nunca lo hiciste. Sólo soy uno de tus enfermos y retorcidos rellenos de huecos por la noche, otro peón para ti del juego de vamos–a–joder–la–cabeza–de–una–mujer. En dos zancadas, Gavin estaba al otro lado de la habitación. Tomando su barbilla en su mano, frotó su pulgar por su labio inferior. –No, Emily, sólo escúchame. Ella alejó de un golpe la mano de su rostro mientras las lágrimas surgían de sus ojos. –No puedo creer esto. Me siento como una tonta. –Emily, –susurró. Al ver que estaba claramente ebria le hacía sentirse menos hombre del que creía ser–. Por favor, no pienses que no te quiero. Lo que acaba de suceder... lo que acaba de ocurrir... –dijo, señalando la cama–. Ese pedacito que tuve de ti me hace querer mucho más, sólo ese pedacito puso a cualquier mujer con la que he estado en vergüenza. Te quiero más que a nada. No puedo permitir que esto ocurra así. Aparentemente no afectada por su declaración, Emily intentó abotonar su blusa. –Tú no me deseas. Tengo que irme, –sollozó, tratando de hacer su camino hacia la puerta. Gavin la cogió por el codo y le dio la vuelta, poniendo sus manos en sus caderas. Ella trató de apartarse, pero entre su puño férreo y la cantidad de alcohol que atravesaba su sistema, su esfuerzo fue inútil. Él se inclinó y la miró a los ojos. –¿Crees que fue fácil para mí detenerme, Emily? No tienes idea de lo mucho que quiero hacer esto contigo... Tocarte otra vez, –susurró, rozando su mano por su mejilla–. Probarte de nuevo. –Se lamió los labios, saboreando sus persistentes jugos–. Para finalmente sentirte debajo de mí. – Sus dedos tiraron lentamente su cabello–. Te lo dije... Te deseo más que a nada, pero no aquí, no en esta casa y no mientras estés ebria. Un ceño ensombreció el espacio entre sus cejas mientras se limpiaba una lágrima de su rostro. –Oh, la epifanía viene ahora, ¿No? –Ella se alejó de su agarre, tambaleándose hacia la puerta de nuevo–. Vete al infierno, Gavin. Todavía tratando de ayudarla a salir de la habitación, Gavin la levantó en vilo en un grácil movimiento, como un novio que lleva a su novia a través del umbral.


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Al no tener más remedio que aferrarse a su cuello para mantenerse, Emily respiró pesadamente. –Bájame. –Apenas puedes caminar. –Puedo caminar bien. ¡Ahora bájame! Gavin ignoró su petición y abrió la puerta. Al salir de la habitación, el pasillo una vez vacía parecía un burdel con parejas besándose en todas direcciones, Gavin giró. Sólo se enfermaba del estómago aún más, sabiendo que tenía a Emily reprimida dentro de esa habitación en una escena como esta. Bajó las escaleras con ella en sus brazos. A pesar de que ella trató de retorcerse de su abrazo, sus esfuerzos fueron inútiles mientras su cabeza cayó hacia atrás y cerró los ojos con cada paso que daba. Ni siquiera la música ensordecedora la sacó de su ebrio estupor. Escudriñando el desorden enloquecedor de cuerpos ebrios, Gavin hizo contacto visual con Trevor sentado en una silla reclinable y con Fallon acurrucada en su regazo. La frente de Trevor se arrugó cuando vio a Gavin con Emily. Dando la impresión de estar fuera de si, Fallon se quedó clavada en la silla cuando Trevor se puso de pie y se acercó a Gavin. –¿Qué está mal con ella? –No se siente bien, –respondió Gavin–. Ve a buscar a tu hermana y nos vemos en mi auto. Emily cuidadosamente levantó la cabeza del hombro de Gavin. Ella sonrió en dirección a Trevor. –Me siento bien, Trevor, –dijo arrastrando las palabras–. Pero Gavin es un idiota. Y con eso, cerró los ojos, con la cabeza caída hacia atrás contra el hombro de Gavin y los brazos colgando a un lado. Trevor levantó una ceja. –Ni siquiera preguntes en este momento, –comentó Gavin–. Haz lo que te dije. –Bueno, estoy bastante seguro de que voy a ir a la casa de Fallon esta noche, –Trevor sonrió–. Adelante, mete a Emily en tu auto, voy a encontrar a Liv y enviarla fuera. Gavin asintió rápidamente y se abrió paso a través de la fiesta. Unos chicos silbaron y aplaudieron por él, gritando que iba a casa con "un buen pedazo de culo ebrio." Luchando contra la tentación de bajar a Emily por un breve momento y golpear a todos, Gavin continuó su camino serpenteando a través de la multitud de fiesteros y, finalmente, salió por la puerta. Los ojos de Emily se abrieron mientras Gavin intentaba colocarla sobre sus pies mientras abría la puerta del lado del pasajero. –No me voy a sentar adelante contigo, Gavin, –dijo arrastrando las palabras.


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Tropezando, agarró la puerta trasera y se deslizó a sí misma a través del asiento trasero. En una fracción de segundo, estaba fuera. Sacudiendo la cabeza, Gavin se movió alrededor del auto, entró, encendió el motor y estacionó frente a la casa. Unos minutos más tarde, con la ayuda de su hermano, Olivia se metió en el asiento delantero. Trevor sonrió. –Asegúrate de llevar a mis dos chicas a casa a salvo. Te llamaré mañana, hombre. Gavin asintió. –Te quiero, hermano, –Olivia se echó a reír y le lanzó un beso mientras se alejaban. Después de mirar hacia Emily, ella se sacó sus tacones y apoyó los pies en el tablero–. Está jodidamente fuera de combate, ¿no? Gavin no respondió mientras miraba directamente al frente. Olivia vio a Emily y luego movió sus ojos hacia Gavin. –Oh mierda. ¿Pasó algo entre ustedes dos? Sacudiendo la cabeza, él apretó con fuerza el volante. –Hazme un favor, Olivia. Hazle saber cuándo se despierte en la mañana que me detuve por todas las razones correctas y nada más. Habiéndolo conocido lo suficiente, Olivia no presionó más y permaneció en silencio durante el resto del viaje. La única vez que Emily se despertó fue cuando el auto se detuvo, mientras Gavin pagaba un peaje en el puente Verrazano–Narrows. Ella murmuró algo inaudible y rápidamente se volvió a dormir. En el momento en que llegaron al edificio, Olivia también se quedó dormida en el país de los sueños, y Gavin tuvo que despertarla. El sonido de las puertas del auto cerrándose despertó a Emily, ella se enderezó, balanceándose de lado a lado. Con su visión borrosa, fue poco capaz de distinguir a Gavin de pie junto al auto, hablando con Olivia. Deslizándose por el asiento trasero, Emily abrió la puerta del auto y casi cayó al suelo intentando salir del vehículo. Gavin la cogió por el brazo antes de que sus rodillas besaran el concreto. Emily le lanzó una mirada gélida y alejó el brazo de él. –¡No me toques! Agarrándola por la cintura, Gavin apretó su cuerpo contra el suyo y apoyó su espalda contra el auto, con su pesada respiración y una expresión de granito. Los ojos de Olivia se ampliaron por su intercambio. –Ve adentro, Liv, –dijo, sin voltearse para mirarla, con los ojos fijos en Emily–. Voy a llevarla en un minuto. –Gavin, lo siento. Todo esto fue mi culpa. Yo debería– –Olivia, no es tu culpa. Sólo tienes que ir adentro, –contestó, su voz dura. Olivia llevó su mano a su boca y se alejó.


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Emily lo miró, con una sonrisa irónica inclinando sus labios. –Seguro que rompes los corazones de chicas, ¿no? Con sus calculadores ojos ardiendo en los de ella, la gran mano de Gavin entró por la parte trasera de su cuello y la atrajo hacia su boca. Emily no se resistió. Como cuestión de hecho, agarró su cabello, tirando de él con más fuerza contra su cuerpo. Gimiendo en su boca, Gavin fácilmente dominó el beso. Sin importar el pasar de espectadores, infiernos, ni siquiera le importaba si Dillon caminaba hacia ellos en ese mismo momento. Todo lo que le importaba era que Emily supiera lo mucho que la deseaba. Y tan pronto como Gavin comenzó el beso, lo terminó. Volviendo a jugar el rol de un novio que lleva a su novia, cogió a Emily en brazos y la llevó a través del vestíbulo y el ascensor. Colocándola bajo sus pies, sus ojos se fijaron en los del otro. Fue sólo cuestión de segundos antes de que fueran de nuevo, ambos golpeando con fuerza en la boca del otro. Una lucha de poder de la clase más feroz sobrevino, manos deslizándose arriba y abajo, la espalda de Emily presionada contra la pared, el cabello de Gavin siendo arrastrado, las piernas de ella alrededor de su cintura, sus gruñidos y gemidos. Gavin fue rápido en volverse desesperado por rasgar su ropa y plantarse firmemente dentro de ella allí mismo, en ese elevador. Cuando las puertas se abrieron, finalmente cesaron. Gavin se pasó las manos por su cabello, desordenándolo aún más, y Emily se ajustó la falda. Caminó con ella a su apartamento, encontraron a Olivia durmiendo en el sofá. Siguió a Emily a su dormitorio y vio que se metía en su cama. Sin un segundo vistazo en su dirección, ella se dio la vuelta, dejó escapar un suspiro y se desmayó. Cruzándose de brazos, Gavin se inclinó contra la puerta mientras sus ojos captaban su pecho subir y bajar con el sueño. Si no fuera por el sonido de la puerta delantera cerrándose, alejando su atención lejos del cuerpo soñoliento de Emily, la habría observado toda la noche. Gavin caminó por el pasillo hasta la cocina, donde se encontró con Dillon tirando sus llaves en el mostrador. Girando, Dillon lo inmovilizó con una mirada sospechosa. –¿Qué demonios estás haciendo aquí? Gavin se acercó a él. –Las chicas fueron a una fiesta en una casa en Staten Island, y Emily tuvo un problema con un imbécil. Olivia llamó a Trevor, y fuimos allí para asegurarnos de que todo estaba bien. La frente de Dillon se frunció. –Espera, ¿estaban en una fiesta? Ella jodidamente me mintió. Se suponía que iban a estar en Pink. Gavin comenzó a responder, pero Dillon habló de nuevo. –¿Y por qué diablos nadie me llamó?


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Sin caer en el tono de Dillon, Gavin inclinó la cabeza hacia un lado y entrecerró los ojos. –Supongo que decidieron ir a la fiesta en su lugar. Que yo sepa, las mujeres tienen derecho a cambiar de opinión. –Gavin se acercó más–. Si de vez en cuando comprobaras tu maldito teléfono mientras estas fuera, habrías visto la llamada de Trevor. ¿Y por qué no tratas de despejar tu correo de voz, así alguien en realidad podría dejarte un jodido mensaje? Cruzando sus brazos, Dillon levantó la barbilla, con una mirada glacial en sus ojos. Gavin lo miró por un momento, tratando de sofocar su adrenalina, su voz fue extrañamente tranquila. –Como he dicho... fuimos allí, nos aseguramos que todas estuvieran bien, y las traje aquí. –Sacó las llaves del bolsillo, sin apartar los ojos de Dillon–. Sé un buen novio y ten una aspirina y agua a su disposición para cuando se despierte por la mañana. Lo va a necesitar. Sin decir una palabra, Gavin salió por la puerta.


Capítulo 11 Mar de incertidumbres

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A

la mañana siguiente Gavin se preparó una taza de café, esperando que la cafeína alejara sus pensamientos de Emily. Caminando hacia la ventana de su ático, se encontró con el cielo asediado por amenazantes nubes grises cerniéndose sobre la ciudad. Se ajustaba perfectamente a su estado de ánimo. Inquietud junto con su falta de autocontrol se arrastraron a través de su sistema mientras furtivos recuerdos de los dulces labios de Emily tejían a través de su mente. El olor de su perfume se aferró a su piel, impregnando sus poros... y por Dios, lo embriagaba a cada minuto. Aunque su cuerpo todavía vibraba de placer por su encuentro, su mente estaba atrapada en una maraña de emociones. Un golpe en la puerta interrumpió los eventos acalorados dando vueltas en su cabeza. Al abrirla, se encontró con Trevor llevando una amplia sonrisa, denotando que estaba de un mejor estado de ánimo que Gavin. –Joder, tío, te ves como una mierda, –dijo Trevor, acomodándose en el sofá con sus largas piernas extendidas hacia el frente. Gavin se sirvió una taza de café y se sentó en un taburete de la cocina. –No pude dormir. –Lo siento, hermano. Yo, sin embargo, dormí como un bebé envuelto en los brazos de Fallon. Una débil sonrisa inclinó la boca de Gavin. –Suena como que fue bien. –Más allá del bien, –respondió con una sonrisa–. De hecho me interesa. Ella tiene esta guay y fresca personalidad, y para colmo, es un poco rara. Quiero decir, va en ambos sentidos. Con una ceja levantada, Gavin sonrió. –Tu hermana va en ambos sentidos, también. Trevor se encogió. –¿De verdad tienes que matar mi cuchicheo sacando eso a colación? Gavin se encogió de hombros. Trevor lo observó fijamente durante unos segundos, como si leyera algo en sus ojos. –¿Entonces vas a decirme lo que está pasando contigo y Emily? –Nada está pasando conmigo y Emily, –lo cortó con un tono áspero. –Amigo, nos conocemos desde hace catorce años. Tenía la sensación de que algo estaba pasando entre ustedes dos, y anoche sólo se confirmó. Gavin se levantó y caminó hacia la ventana mientras pensaba qué decir. Su respuesta fue lenta y aprensiva. –Estoy interesado ella. –Hermano, por favor, no me digas que te la follaste.


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Se dio la vuelta y lo inmovilizó con una mirada dura. –No, no me la follé, Trevor. –Bueno, ¿qué diablos está pasando? Mordiéndose el labio, Gavin se paseó por la habitación como un animal enjaulado. No sabía cómo explicar lo que sentía por Emily. No sabía cómo Trevor lo percibiría tras confesarlo todo. Lo único que sabía era que no podía darle sentido a sus emociones, y en ese momento, no le importaba si debería. Él sentía lo que sentía. Fin. De. La. Historia. –Amigo, solo dilo. Gavin se pasó las manos por su cabello y lo miró desde el otro lado de la habitación. –Creo que me estoy enamorando de ella. Con los ojos de desaprobación, la boca de Trevor colgó entreabierta. Se puso de pie y se acercó a él. –Conoces a nuestro amigo Dillon, ¿verdad? Un gesto desfiguró los rasgos de Gavin. –¿Qué clase de pregunta es esa? – preguntó, como si la respuesta debería ser obvia. –Vamos, Gavin. ¿Cómo te enamoraste de la chica de nuestro amigo? –La conocí antes que supiera que ella estaba con Dillon, –respondió, las palabras salieron a través de sus dientes apretados. Caminó de regreso al mostrador y se bebió el resto del café. –Espera, pensé que la primera vez que la conociste fue esa noche en el club. Gavin suspiró profundamente, poniendo sus manos en la parte posterior de su cuello. –No, es complicado. Ella entregó comida a mi oficina. Traté de conseguir su número... –Hizo una pausa, su estómago retorciéndose al recordar la primera vez que vio a Emily. Incluso ahora, el pensamiento de ella casi evaporaba el oxígeno de sus pulmones–. O tal vez traté de darle mi número. No puedo jodidamente recordar, fue en junio. Fui a su trabajo al día siguiente para verla, y luego nos presentaron a los pocos días. Trevor volvió al sofá, hundiéndose en él. –Mira, amigo, voy a ser brutalmente honesto. –Gavin lo miró desde el otro lado de la habitación–. Él está pensando en casarse con ella, pronto. Una vez más, el oxígeno casi se agotó, Gavin tragó saliva y se apoyó en el mostrador. –¿Él te dijo eso? –Sin duda, ¿Te lo mencionó? –Sí, pero no creí que iba en serio. –Un dolor desgarrador atravesó su estómago mientras su pecho se contraía ante la idea–. Además, él no la ama. ¿De verdad crees que dejó de follar con Mónica? Seguro como la mierda que no lo hizo.


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–Conociéndolo, probablemente tengas razón. Pero, si te digo la verdad, hermano, no pienso en eso. Lo que él hace es su negocio. Emily está con él por sus propias razones, y en lo que a mí me respecta, ella quiere ver lo que quiere. Es tan simple como eso. –Bueno, no es tan sencillo para mí, –respondió en un tono ascendente. –Tiene que serlo. Necesitas acabar con la mierda que sea que está pasando entre ustedes dos. –No creo que pueda. –Vacilando, inhaló una bocanada de aire, bajando la voz a una muesca–. Se supone que debe estar conmigo. –Amigo, esto sólo puede terminar en desastre. Gavin, en serio, necesitas realmente pensar en lo que estás haciendo. Sólo piensa en ello. Ella lo ama, también. –Ella no lo ama, –se mofó–. Está confundida o algo así. Puede que sea mi amigo, pero al igual que todos los demás, jode con su cabeza y la arrastra para que sienta una necesidad por él. –No. Estás jodiendo con tu propia cabeza pensando que ella no lo ama. Escucha lo que dices, hermano. Da un paso atrás y sinceramente escucha lo que está diciendo aquí. A pesar de que no decía nada, los ojos de Gavin se endurecieron como fragmentos de vidrio astillando lejos de un espejo roto. –Mira, sólo estoy siendo honesto. Es una mala situación. Tú lo sabes, y yo lo sé. –¡No voy a negar que es una mala situación! –Levantó sus manos, las palabras rompiendo como un trueno–. ¿Me veo como una especie de idiota? ¡Una serpiente es una serpiente, no importa cuántas veces se despoja de su piel! ¡Él no es jodidamente bueno para ella! Dejando escapar un suspiro, Trevor se acercó a la puerta. Se dio la vuelta y miró a Gavin. –Eres como un hermano para mí, amigo, pero creo que estás tratando de difamar a Dillon por tus propias necesidades personales en estos momentos. Y, a decir verdad, me estás poniendo en un mal lugar. Ya puedo ver esta mierda volverse un desastre, y no quiero ser parte de ello. Volviendo a sentarse, Gavin miró desde el otro lado de la habitación, la derrota visible en sus ojos. –¿Qué diablos se supone que debo hacer? –Tienes que olvidarte de ella. Toda esta mierda es un error. Y, más importante aún, tienes que recordar que Dillon es tu amigo. –Trevor exhaló profundamente y negó con la cabeza antes de salir por la puerta–. Te llamaré más tarde, hermano. El consejo era tan simple. Olvídate de ella. Las palabras no podían estar más cerca de la verdad. Esto podría ser un gran error, pero el hombre en el extremo receptor no podía ver eso. Él se negaba rotundamente. Emily nunca sería un error


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Emily se despertó sintiéndose como si se hubiera tragado un puñado de clavos. Su garganta ardía en carne viva mientras las imágenes imprudentes de la noche anterior se reproducían por toda su mente. Los pensamientos, esparciéndose alrededor como canicas, sólo convertían su sien en un dolor de cabeza a toda regla. La culpa de lo que le había hecho a Dillon y su relación quemaba casi tan caliente como su excitación insaciable por Gavin. Con una escasa y temblorosa respiración, levantó la cabeza y miró a su alrededor. Dillon no estaba en la cama. Dejó escapar un suspiro de alivio cuando sus ojos vieron la mesa de noche. Junto con una nota explicando que iba a volver pronto, dejó también dos aspirinas y un vaso de agua que no podía consumir suficientemente rápido. El líquido frío y las pequeñas píldoras mágicas se deslizaron hacia el estómago, eventualmente ofreciéndole un poco de alivio, pero no casi tanto como lo necesitaba. Gruñendo, miró miserablemente la luz gris que se filtraba por las cortinas de la ventana. Sacó las mantas por encima de su cabeza. Quería que la imagen de Gavin encima de ella, besándola, tocándola, y probándola se borrara, derritiera, y se alejara, desterrada a un lugar que nunca podría encontrarla de nuevo. Buen intento... Sin embargo, más rechazaba el innegable placer que produjo su muy–breve intercambio, más lo ansiaba. Su dominante pero aun así suave beso, sus caricias duras pero suaves, la forma en que sus dedos –oh Dios, la forma en que sus dedos excavaron dentro de ella– meramente habían provocado a sus sentidos con el dulce sabor de lo que él era realmente capaz de hacer. Ni siquiera la peor de las resacas podía mantener su cuerpo anhelando por más. El aroma de su colonia todavía enredado en su cabello no hacía nada para disminuir alguno de los pensamientos que tenían a su vientre casi tambaleándose al borde del orgasmo allí mismo, sola en el cama.

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para él, sin importar la cantidad de personas que lastimara en el proceso, incluido él mismo. Todo lo que él y Emily podrían ser era real para Gavin. Cuando él dijo que sentía que ella tenía que estar con él, no era sólo una declaración acalorada. No era sólo una inclinación. Desde el primer momento en que sus ojos se encontraron, lo sintió hasta lo más profundo de su alma, hasta el fondo de su núcleo. Ella había sido hecha para él en todos los sentidos. A pesar que ella era la definición misma de fuera de límites, su mente y su corazón gritaban que arrojara todo al viento y dejara que todo el maldito asunto quemara hasta el suelo. Por lo tanto, en el mar de la incertidumbre, se hundiría, tratando de hacerla suya, y no temía que un amigo ni un enemigo pudieran detenerlo. Sólo rezaba para que la mujer que saturaba sus pensamientos sintiera lo mismo.


A pesar todo esto, su cabeza estaba bajo ataque, bombardeada con la voz de su madre. –Dillon es un buen hombre, Emily. Asegúrate de aferrarte a él y no lo dejes ir. Claras visiones se reprodujeron de todos los momentos que Dillon la había ayudado, mientras su madre estaba enferma. Emily estuvo cerca de rendirse antes de que falleciera. Congelada de miedo e incapaz de ayudarla en sus últimos días, no fue ella quien vigilaba a su madre –ni siquiera fue su hermana, Lisa, porque había estado en un accidente casi fatal unos días antes– fue Dillon. No había límite a la cantidad de veces que ayudó a su madre. Sostuvo su cabello mientras ella vomitaba en un orinal, mientras Emily se sentaba sosegada en una silla al otro lado de la habitación en completo shock por lo que se estaba desarrollando a su alrededor. Olvídate del pago de las facturas del hospital y ocuparse de los gastos funerarios por su cuenta, incluso llegó al extremo de permitir que Emily y Lisa mantuvieran lo poco que la póliza de seguro de vida proporcionaba.

¿Puede darse cuenta? ¿Me veo diferente? Oh Dios, ¿Todavía huelo a él?

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Los pensamientos forzaron que lágrimas impotentes y calientes salieran cuando se deslizó de la cama y caminó a regañadientes al baño. El persistente licor se revolvía en su estomago vacío con cada paso. Fue entonces cuando se dio cuenta que todavía estaba envuelta con la ropa de la noche anterior. Ella se encogió cuando las arrancó de su cuerpo, con ganas de quemarlas en una hoguera, junto con el recuerdo de lo que había sucedido. Sacándose el maquillaje apelmazado y el aroma de Gavin de sus labios, se salpicó agua caliente con jabón a su rostro, una vez más su estómago miserable con la culpa. Se miró en el espejo con disgusto, ira y odio –pero, en ese momento, decidió que no se revolcaría bajo su propio escrutinio por lo que hizo. Estaba ebria, esa fue su historia, y se aferraría a ella. Sobria, sin duda, nada de esto nunca habría sucedido. Su cuerpo podría desear a Gavin, pero de ninguna manera, condición o forma lo hacia su mente. Todo su placer, era simplemente una serpiente compañera del demonio sexual oculto bajo la superficie de su piel. Por lo menos trataba de convencer a su cerebro en cortocircuito con eso en esta particular mañana de domingo. Permaneció inmóvil sobre el fregadero permitiendo que más agua fluyera en sus manos ahuecadas, casi saltó fuera de su piel cuando sintió un suave toque en su hombro. –Jesús, Dillon, me asustaste, –dijo, con voz tímida y acribillada con un perspicaz pánico subyacente el cual trataba desesperadamente de suprimir.

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¿Y así es como se lo pagas?


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Le dio una suave sonrisa, su voz era baja, incluso calmada. –Estás temblando, nena, –dijo, alejándole el cabello enmarañado de su rostro–. Vamos a entrar a la ducha, ¿de acuerdo? Tragando de nuevo el ácido construyéndose continuamente en su garganta, ella asintió con la cabeza mientras deslizaba sus bragas al suelo, su cuerpo temblando en el proceso. Ella salió de ellas y se desabrochó el sujetador, sin apartar los ojos de su mirada. La cogió de la mano, la llevó a la ducha y la encendió. Le hizo un gesto para que se metiera. Con la respiración temblorosa por los nervios, observó mientras él se desnudaba. Cogió el jabón, frotándolo a toda prisa por todo su cuerpo intentando deshacerse de la persistente saliva de Gavin de sus poros. Al entrar en la ducha, Dillon presionó su espalda contra su pecho mientras él comenzó a masajear sus hombros. Inhalando uno de los alientos más profundos, ella dejó caer la cabeza hacia atrás, tratando de saborear el calor del agua. –¿Está Olivia despierta? –Preguntó ella, tratando de comenzar una conversación. –No lo creo. La puerta de su habitación todavía está cerrada. –Continuó masajeándole los hombros–. Debió haberse levantado del sofá porque ahí es donde ella estaba inconsciente cuando llegué ayer por la noche. –¿A qué hora nos reunimos con tus padres? –Le preguntó reaciamente. –Tenemos que comenzar a prepararnos tan pronto como hayamos terminado aquí. Emily asintió con la cabeza. –Así que estabas bastante ebria anoche. Ella se agachó por el shampoo y se mordió el labio. –Sí, lo estuve. –¿Qué hiciste ayer por la noche, Emily? –Su voz se endureció lo suficiente para enviar un escalofrío por su columna. Intentando recuperar el aliento, ella se volvió hacia él. –¿Qué... qué quieres decir? Con sus ojos fijos en los de ella, lentamente levantó una mano y le rozó el mentón con su pulgar. –Me mentiste, –declaró finalmente con suavidad. Con el corazón rebotando en su pecho, Emily negó con la cabeza, pareciendo luchar contra las lágrimas. –Yo... no te mentí acerca de nada. Él tomó el shampoo de ella, vertió un poco en sus manos, e hizo un poco de espuma. Con los ojos todavía fijos en ella, recogió su cabezo y comenzó a lavarlo. – Me encontré con Gavin anoche cuando entré. Tratando de ocultar el pánico que sabía que cruzó sus rasgos y querer ahogarse, asfixiarse, jadear, o incluso morir allí mismo, en la ducha, Emily le


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devolvió la mirada, incapaz de formar una oración. Un nudo se formó en su garganta, amenazando con cortar todo el oxígeno. –Me dijo que ustedes chicas no fueron a Pink. Tragando un nudo, el oxígeno silenciosamente volvió de nuevo a sus pulmones. –Oh, –dijo ella sin aliento–. Umm, sí, nos decidimos ir a una fiesta en la casa de alguien que Fallon conoce. –Bien, me mentiste. –No te mentí, Dillon, –susurró, enjuagando el shampoo de su cabello, sabiendo que estaba albergando una mayor mentira–. Fue un cambio de último minuto en los planes. Eso es todo. Acercando su cuerpo al suyo, bajando su boca a la curva de su mandíbula–. Está bien, cambio de último minuto de los planes que no me dijiste. –Él rodeó con sus brazos su cintura–. ¿Y si hubiera ido a Pink, Emily? Hubiese pensando que algo te sucedió. –Tienes razón, –concedió ella. Era lo menos que podía hacer, teniendo en cuenta... bueno, teniendo en cuenta todo. Ella sabía que él podría haber hecho fácilmente una llamada telefónica rápida para ver cómo estaba, pero no estaba a punto de empujar su suerte–. Debería haber llamado. Tenía muchas bebidas encima y honestamente, no pensé en ello. Lo siento, la próxima vez voy a llamar. Pareciendo satisfecho con su respuesta, él le entregó el jabón y se dio la vuelta, poniendo sus manos sobre el azulejo. –¿Puedes lavar mi espalda? –haciendo espuma, hizo lo que le pidió–. No estoy seguro de que habrá una próxima vez, tú saliendo con esa loca de nuevo. –Pero, Dillon, ella... –Mira, no estoy de humor para discutir contigo, Emily. Nunca te he visto tan fuera de si antes. Intenté despertarte, pero no te movías. –Inclinó el cuello de lado a lado y rodó sus hombros–. Hubo un momento, sinceramente, creí que tenías intoxicación por alcohol hasta que finalmente murmuraste algo. Esto me lleva a pensar que ella no es, obviamente, una buena influencia para ti. Fin de la historia. No estás saliendo con ella de nuevo. Por una pérdida de palabras, se quedó quieta con las manos enjabonándolo. Volviéndose, Dillon tiró suavemente su cabeza hacia atrás por el cabello y fijó sus labios contra los suyos. Él no podía verlas, pero lágrimas silenciosas bajaban por sus mejillas en medio del agua que corría por su rostro. Hoy, en estos momentos y segundos, no protestaría por sus palabras ridículas. Ella no podía. No estaba en ella. Apenas le quedaba alguna pelea, no después de la maniobra autodestructiva que sacó hace menos de doce horas con su amigo. Cuando Dillon comenzó a hacer el amor con ella, no eran sólo sus manos que estaban presentes en su carne. La culpa se deslizó sobre su piel, manifestándose en su interior como


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Sentada en un restaurante italiano en el Upper East Side, Emily tomó sus cubiertos y miró a Joan Parker, la madre de Dillon, desde el otro lado de la mesa. – Sí, de hecho comienzo la semana que viene. –Eso es fantástico, –Joan continuó, entrelazando sus dedos–. Estoy feliz que mi Dillon te consiguiera el trabajo en Greenwich Village. Las escuelas allí son maravillosas. –De repente, el rostro de Joan se transformó con desagrado–. Sin embargo, tengo que decir que me horroriza pensar que estuvieras realmente considerando un trabajo en Bushwick de todos los lugares. Es basura, una absoluta basura. Aunque no la escandalizo, Emily se encogió interiormente por su declaración, reprimiendo una cruda respuesta. Joan había sido conocida por rodearse estrictamente de personas que lucían autos que cuestan una pequeña fortuna. Con su excesivamente caro cabello rubio teñido, sus inyecciones mensuales de Botox, y sus uñas de acrílico falsas, Emily no estaba segura de si había una parte original en el cuerpo de la mujer, incluso sus pechos eran cuestionables. La única cosa sobre el "maniquí" que conocía ser real era que era una snob engreída y cazafortunas. –Ahora, Joan, estoy seguro que Emily no tenía conocimiento de la demografía de la ciudad cuando presentó su currículo, –el padre de Dillon, Henry, respondió. Arrastrando una mano por su cabello castaño, se reclinó en su asiento y le dedicó una cálida sonrisa–. ¿Estoy en lo cierto o no? Emily asintió. –Tiene razón, señor Parker. Sólo visité el sitio Web del Departamento de Educación del Estado de Nueva York y solicité todo lo que estaba disponible. Cogiendo la mano de Emily, Dillon le disparó a su madre una mirada ardiente. –Asumo toda la responsabilidad por no advertirle sobre ciertas áreas. Ella no tenía ni idea de dónde buscar. Emily sonrió en su dirección, apretándole la mano un poco más fuerte. –Oh, Dillon, cariño, estás defendiéndola por su obvia falta de hacer una investigación adecuada antes de mudarse a un nuevo estado. –Ella acarició dulcemente la espalda de su hijo al mismo tiempo que la sonrisa de Emily caía–. Eso es todo lo que hubiera tenido que hacer, sólo un poco de investigación de su parte para evitar– Cortándola, Emily formó su voz cuidadosamente, tratando de mantener el borde de hostilidad al mínimo. –Por si lo ha olvidado, tenía mucho pasándome. Se

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una enfermedad. Ahora ella usaría la última pelea restante que le quedaba para evitar la abrumadora sensación de vergüenza que amenazaba con tragarla por completo.


me debe de haber olvidado en medio de, no sé, la muerte de mi madre. –Emily cubrió la respuesta con una linda y pequeña torcedura del cuello. –Bueno, por supuesto, no me olvidé de eso, –rápidamente respondió, volteando su cabello detrás de su hombro–. Yo simplemente estaba diciendo– –Madre, –dijo Dillon con énfasis–. Déjalo. –Bajó sus cubiertos y apoyó los codos sobre la mesa, la mirada en sus ojos firmemente le pedían que cerrara la boca. Con un jadeo, Joan se movió en su silla y se ajustó el cuello de su traje Chanel, el cual Emily suponía que probablemente costaba dos meses la renta de ella y Olivia. Deslizando su brazo alrededor de su silla, Henry miró a su esposa. –Sí, vamos a dejarlo por ahora, ¿de acuerdo? Joan hizo una breve inclinación de cabeza y cogió su copa de vino tinto. –Está bien. Durante la siguiente media hora, Emily se sentó muda, tratando de pensar un plan para salir de allí. Ceguera repentina, dificultad respiratoria aguda, infiernos, incluso un paro cardíaco encabezó su lista mental de dolencias para reclamar como excusa. La tensión en el aire era tan espesa como el jarabe de arce caliente. La migraña real, forjando su camino a través de su cráneo sólo intensificó su necesidad de huir. Estuvo agradecida cuando el padre de Dillon rompió el silencio, sacando uno de sus infames chistes que implican una prostituta y una gallina. Dillon miró a Emily después de que el camarero despejara sus platos. –Cariño, vas a comer el postre, ¿verdad? Ella sacudió la cabeza para declinar. Pensándolo bien y metiendo otro trozo de comida en la boca, pensó seriamente que podría salir de esta pesadilla convulsionando por toda la mesa. La idea mantuvo un cierto grado de atracción. –En realidad, lo haré, – replicó Emily. Mientras esperaba su tiramisú, Emily observó a Dillon y se dio cuenta que estaba empezando a sudar, casi todo el color se drenó de su rostro. Si no se equivocaba, se veía tan mal como ella se sentía.

¿Huh?

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Colocando su mano en su mejilla, le preguntó, –¿Estás bien? Él asintió con la cabeza, y con una mano temblorosa, cogió una servilleta de la mesa y se secó el sudor de la frente. Emily le dio su agua, y después de unos sorbos, vació todo el vaso. Vio a los padres de él para calibrar su reacción sobre su comportamiento extravagante y los encontró a ambos sonriendo como el gato de Cheshire en su dirección.

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Y eso era malo.


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Cuando sus ojos regresaron a Dillon, este se levantó de su asiento, deslizando una mano no tan sin problemas en el bolsillo de sus pantalones. Por los próximos segundos, fue como si las vistas y los sonidos se reprodujeron en cámara lenta para Emily. Su corazón empezó a correr como un ratoncito asustado huyendo de su depredador. Dillon empujó la silla de la mesa. Tump... Dillon lentamente se agachó sobre una rodilla. Tump... Tump... Dillon extrajo una pequeña caja de terciopelo negro. Tump... Tump... Línea plana... Biiiiiiiiiiip... En algún lugar en medio de lo que Emily estaba presenciando, su ahora brumoso cerebro registró el sonido lejano de otros clientes dejando escapar exclamaciones alegres al ver lo que su novio estaba a punto de hacer. Una abundante sequedad, una que podría burlar fácilmente el desierto del Sahara, plagó su lengua. Con la visión borrosa examinó la multitud, la mayoría tenían amplias sonrisas, algunos apuntaban en su dirección, un hombre, incluso gritó –¡A por ello, amigo! –poniendo fin a su grito con un silbido a través de sus dedos. Mirando hacia él de rodillas frente a ella, la ansiedad interminable hizo que Emily tartamudeara la mayoría de sus palabras. –Dillon... qué... ¿qué estás haciendo? –Susurró. Tomando una respiración apresurada, levantó la mano de Emily a su boca y le dio un suave beso en ella, su voz era temblorosa y baja. –Te amo, Emily. –Él abrió la caja, haciendo destacar un anillo de compromiso de corte princesa de más de un quilate. Sus ojos brillaban con lo que parecían ser lágrimas–. Me completas en todos los sentidos imaginables. ¿Me harías el honor de ser mi esposa? Aún tratando de procesar en su totalidad la propuesta y buscando desesperadamente un ritmo normal de respiración, Emily llevó una mano a su rostro y le acarició su mejilla, su voz era más baja que un susurro. –Dillon, ¿podemos ir a hablar en privado, por favor? Casi de inmediato, la sonrisa que llevaba cayó de su rostro, pero antes de que pudiera responder, su madre habló. Su rostro estaba retorcido como si estuviera ofendida. –¿Seguramente vas a decirle que sí a mi hijo? –Dijo impaciente. Henry le envió a su esposa una letal mirada, silenciándola.


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Sin responder, Emily se mordió el labio y miró hacia sus manos retorciéndose en su regazo. Dillon lentamente se puso de pie, ofreciéndole a su madre una mirada escudriñadora. Se agachó y cogió suavemente la mano de Emily. –Umm... bien, cariño,– dijo, en voz baja y un poco rota–. Hay una sala de banquetes a la que podíamos entrar. Emily dejó escapar el aire que sus pulmones mantenían como rehén. Tomó la mano de Dillon, y con la cabeza abatida por la vergüenza, lo siguió hasta la parte trasera del restaurante. Por el rabillo del ojo, pudo ver a los espectadores enderezarse en sus sillas y reanudar tranquilamente sus comidas. Bajos susurros que caían sobre todo el restaurante sonaron con fuerza en sus oídos como una banda de secundaria. Dillon cerró la puerta de la habitación vacía, su pregunta no formulada permanecía en el aire. La mirada abatida en sus ojos decía todo mientras se cruzaba de brazos y lentamente caminaba hacia una ventana. La voz de Emily era apenas un susurro, pero aun así se transmitió a través de la habitación donde él estaba, inmóvil. –Sólo necesito un poco de tiempo, Dillon. Eso es todo. Sin volverse a su dirección, exhaló una respiración pesada, con una voz tan baja como la de ella. –No lo entiendo, Emily. Hemos hablado de esto unas cuantas veces. Pensé que me amabas. Emily dejó escapar un sollozo, a pesar de toda su resolución interna para no perder la cabeza. –Dios, Dillon, por supuesto que te amo. Te amo más de lo que puedas imaginar, –lloró, las palabras tenían un sabor fétido en su boca mientras los pensamientos inquietantes de la noche anterior amargaban su estómago. Lo último que necesitaba eran las imágenes de Gavin, pero no sirvió de nada. Él fue allí, persistiendo en sus pensamientos. Su sonrisa... sus ojos... su risa... todo en él aumentaba su confusión. Su teoría sobre su mente no deseándolo fue volada en pedazos. Al igual que su corazón hundiéndose un poco más–. Ni siquiera vivimos juntos todavía. Pensé que sería el primer paso antes del matrimonio. Dillon se volvió hacia ella. –Quería que vivieras conmigo cuando llegaste a Nueva York, Emily. Tú eres la que no quiere comprometerse a eso. –Mientras Emily trataba de recomponerse, él se trasladó al otro lado de la habitación, salvando la distancia. Con una mano temblorosa, le acarició la mejilla–. Te amo. Ese es nuestro siguiente paso, bebé. Por favor, dime si esto tiene algo que ver con lo que tu padre le hizo a tu familia. Yo nunca te haría eso, Emily. Juro por Dios que no lo haría. Ahora la visión de Emily volvió a un recuerdo de casi veinte años atrás. Por mucho que negó tener algún recuerdo del hombre... ella lo tenía. Uno en particular: La mañana que él salió de la casa y de su vida para siempre. Destellos de su rostro


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confundido de cinco años de edad mirando a una figura –que incluso a su temprana edad, Emily sabía que lo amaba muchísimo– llegó a su mente. Sus pequeños brazos agarrando su pierna intentando hacer que se quede invadieron sus pensamientos como un invitado no bienvenido. A pesar de que trató –y Dios sabe que trató– no podía aferrarse firmemente. Él era demasiado fuerte para que su pequeño cuerpo lo manejara. Todavía podía oír el tortuoso sonido de su madre y hermana llorando mientras él, ebrio, maldecía a cada una de ellas con palabras que sus frágiles oídos no deberían haber escuchado. Aferrándose a un oso de peluche, Emily lo siguió por detrás, gritando por él, mientras se tambaleaba hacia la puerta principal. Era un día soleado, eso es otra cosa que recordaba. El sol brillaba sobre él, perfilando su cuerpo como el ángel que ella creía que era, mientras se alejaba y se metía a su auto. Ella recordó haber pensado que volvería. A pesar que no lo hizo. No importa cuántas veces se sentó con su té imaginario entre sus muñecas, esperando su llegada, él nunca apareció. Eso es todo lo que ella hizo, esperó por alguien que nunca volvió. Se esfumó. Despareció como un fantasma. El repugnante recuerdo trajo un nuevo grupo de lágrimas a sus ojos ya empapados. Sin embargo, esos recuerdos perturbadores no tenían nada que ver con su razonamiento de no querer apresurarse a contraer matrimonio. Estaba asustada. En realidad, aterrorizada era lo más parecido. Tenía que vivir con Dillon primero antes de tomar cualquier decisión. Por lo menos en este momento, eso es lo que sentía. Mirando hacia atrás, tal vez debería haber ido a vivir con él desde el principio, pero no podía cambiar el pasado. Sin embargo, hoy en día eso llamaba a su puerta en muchas formas perversas. A pesar de que no permitiría que su culpa por lo que había hecho la noche anterior la detuviera para aceptar la propuesta de Dillon, sin duda, tenía cuestionando su juicio moral –ebria o no. –No tiene nada que ver con mi padre, –susurró ella, mirándolo fijamente a sus ojos marrones–. Sólo necesito unos días para pensar en esto. Presionando los labios en una línea dura, Dillon asintió con fuerza. –Muy bien, te voy a dar el tiempo que necesites. –¿Estás enojado conmigo? –Preguntó, más lágrimas se derramaban por sus mejillas. Él sacudió la cabeza y le limpió delicadamente las lágrimas de su rostro. –No estoy enojado contigo, Emily. Sorprendido y confundido, sí, pero no enojado. Dillon la tomó entre sus brazos y le besó la parte superior de la cabeza, su cuerpo temblaba contra él mientras lloraba un poco más. Ella no quería hacerle frente a sus padres, especialmente a su madre, ni tampoco quería caminar a través del restaurante. La vergüenza de todo esto era demasiado abrumadora para ella.


De alguna manera sintiendo su ansiedad, Dillon le entregó un ticket para el valet y la acompañó hasta la salida, al costado del edificio. Saliendo a un pequeño callejón, a regañadientes se volvió para mirarlo. Sosteniendo su mirada, Dillon vaciló un momento antes de regresar al restaurante para recuperar su cartera. Sus ojos tenían una tristeza que Emily sabía que ella había causado, y sus hombros una vez seguros ahora colgaban. El hombre al que había llegado a conocer como un alma segura de sí misma perdió algo en esta particular tarde de domingo a finales de agosto. Su corazón se hundió aún más de lo que podía haber imaginado. La mirada de dolor asolada en sus ojos estaría para siempre incrustada en su memoria. Mientras cerraba la puerta detrás de él, las palmas de Emily se sentían húmedas por el sudor, con los ojos enrojecidos por el llanto, y su cuerpo adolorido con una profunda tristeza.

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Unos días... Sólo necesito un par de días, y luego le haré saber...


Capítulo 12 Fuera de mi sistema

L

as palabras leídas eran simples, el diseño elegante y discreto. La oficina de Gavin estaba completamente en silencio, excepto por el golpeteo constante y rítmico que resonaba mientras golpeaba la tarjeta estrujada sobre la superficie del escritorio una y otra vez. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que la vio a lo largo del día.

28. Abreviatura de répondez s'il vous plaît, una expresión francesa, que traducida al español significa "responda, por favor". Se la utiliza generalmente para invitaciones a grandes eventos, para poder confirmar la presencia de los invitados y obtener un mejor planeamiento.

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El sonido de la invitación siendo golpeada sin descanso contra el escritorio de Gavin no era el único sonido que flotaba en el ambiente. No obstante, a menos que alguien se encontrara lo suficientemente cerca de él, podrían no ser que capaces de escucharlos. Los sonidos –sí, los que serían la aniquilación de su corazón y respiración superficial. Gavin no estaba sorprendido en absoluto, pero esto probaba que ella estaba superándolo. Gavin se enteró de la noticia unos días antes cuando su teléfono sonó. La voz de Dillon se había emocionado al otro lado mientras anunciaba su compromiso, sus palabras absorbieron la esperanza, junto con su aliento, directamente de los pulmones de Gavin. Durante su breve conversación con Dillon, Gavin se había sentido como Jekyll y Hyde, teniendo en cuenta que tenía que actuar feliz por ellos. Sabiendo que su tono tenía que sostener una cierta apariencia de emoción, lo había actuado mejor de lo que esperaba cuando felicitó a Dillon. Después de colgar, le tomó cada átomo de autocontrol para no arrojar su teléfono contra la pared.

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Ante nosotros se encuentra el camino... A un futuro lleno de amor eterno... Por favor, únete a nosotros Emily M. Cooper y R. Dillon Parker Celebramos Nuestro Compromiso Sábado, veintitrés de septiembre Dos mil doce Seis en punto de la noche La sala Diamante 30 Oeste, Calle 59 Anfitriones Joan y Henry Parker RSVP 28212–981–1275 para Septiembre quince


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Aunque no importaba, el cuchillo ya se había metido profundamente en su corazón, mutilándolo como un carnicero. Gavin estaba tan concentrado en observar fijamente la invitación que casi no se dio cuenta de Colton resoplando en su oficina. Levantando la cabeza del anuncio tortuoso, Gavin lo miró fijamente. Colton era consciente de lo que estaba pasando y tenía una expresión de preocupación. Gavin sabía lo que iba a decir, y por el amor de Dios, no quería escucharlo en ese mismo momento. –Es lo que es, hombrecito. Necesitas sacarla– –Cierra la boca, Colton, –dijo entre dientes–. No tienes idea de lo que está pasando en mi cabeza ahora mismo. El impacto en el rostro de Colton fue palpable mientras sus cejas bajaban hasta sus ojos verdes. –Entonces ve tras ella, Gavin. Cuando quieres algo tan mal, no te das por vencido. Luchas y luchas hasta que no puedes pelear más. Está en la sangre Blake, por lo que debe ser bastante fácil para ti. Además, nunca he conocido a un pequeño bastardo más tenaz en toda mi vida. Gavin casi se atragantó con una risa amarga, pero brevemente meditó la sugerencia de su hermano. Él sabía que podría irrumpir en la vida de Emily y tratar de romper sus defensas. La idea de mantenerla cautiva en su apartamento, en sus brazos, en su cama hasta que se quebrara y jurara ser suya se hizo más atractiva para él con cada segundo que pasaba. Podía ver en algún lugar detrás de sus ojos que ella estaba ocultando sentimientos por él, y entendía el miedo de no querer darle rienda suelta a ellos. El riesgo era enorme para ambos. Después de confesar su necesidad por estar juntos, el escrutinio que tendrían que sufrir por las opiniones de los demás sería difícil para ambos, pero podrían soportarlo juntos. Sin embargo, en esta situación, ¿cuál era el punto de ir tras ella? La idea de que podría esperar el momento oportuno y posiblemente –no, sin duda– enamorarse de ella sólo para que decida no querer estar con él marchitaba su corazón. Sería una mierda, todo un estúpido por considerarlo. Pero, Dios, no podía hacer otra cosa que cerrar los ojos y pensar en ella. La oleada de impotencia para hacer algo lo consumía. –¿Has perdido la maldita cabeza? ¿Luchar por ella? Se va a casar. –¿Me estás preguntando si me he vuelto loco? –cuestionó Colton con incredulidad. Tomando asiento frente a Gavin, inclinó la cabeza hacia un lado–. Hermano, no sólo decidiste asistir a la fiesta de compromiso, sino que has aceptado también la petición de Dillon para ser uno de sus padrinos de boda. ¿Quién es el que ha perdido su cabeza aquí? –¿Cómo carajo se supone que voy a declinar? –Gimió Gavin–. Recuerda, necesito actuar un tanto normal a su alrededor. Se encogió de hombros. –Dile que estás enfermo.


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Gavin emitió una risa sin humor. –Créeme, podría reservar un viaje fuera del país en este momento. –Se levantó de la silla, cogió su chaqueta y se la puso–. Necesito un maldito trago. –Me inclino a estar de acuerdo. –¿Vienes o no? –Claro, si me dejas elegir el lugar. –Elígelo lejos. Veinte minutos más tarde, se detuvieron en un salón de cócteles en el East Village. Gavin estaba impresionado con el barrio y la elección de Colton. Una verdadera meca para los artistas, músicos, estudiantes y escritores por igual, El Lugar de San Marcos era sin duda animado durante la hora feliz. El objetivo de Gavin era simple, emborracharse lo suficiente para eliminar de sus pensamientos las imágenes inquietantes de Emily. Estaba muy jodidamente seguro de que una buena cantidad de whisky lo ayudaría con el exorcismo de ella de su mente. Entumecido. Quería sentirse absolutamente cien por ciento entumecido. Mientras salían del vehículo de Gavin, Colton se detuvo por completo. –Ahora hay algo que podría arrastrar a Emily lejos de tu cabeza, –dijo, señalando a una mujer que estaba teniendo un problema con el auto. Gavin estudió su comportamiento mientras se enderezaba debajo del capó de su vehículo. Sosteniendo su celular en su oído, lucia estresada mientras sus frenéticos ojos color caramelo se fijaban en Gavin. Su hermoso cabello largo –del mismo color que sus ojos– se batió con el viento, junto con su falda larga hasta la rodilla. Inestable en sus tacones, ella tiró la correa de su bolso sobre su hombro mientras cerraba el capó. Colton empujó el brazo de Gavin. –Ve y dale una mano. –Ella ya está al teléfono. Estoy seguro de que tiene alguien que viene a ayudarla. Tan pronto como Gavin terminó la frase, ella se acercó a ellos con lágrimas en su rostro. –Perdón que los moleste, pero ¿alguno de ustedes, caballeros, tienen un celular que pueda usar? El mío sólo se murió. –Sí, no hay problema, –respondió Gavin, buscando en su bolsillo. Le entregó su teléfono. –Gracias, –ella sollozó mientras lo aceptaba. Se apresuró a marcar algunos números y se alejó a unos pocos metros de distancia de ellos. Gavin miró a su hermano. –Ve por un pañuelo para ella o algo así. Voy a esperar aquí con ella.


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Colton le envió una sonrisa que le hizo rodar sus ojos. Mientras Colton se paseaba hacia el salón y abría la puerta, el sonido de una banda de jazz en vivo tocando en el interior se derramó sobre las concurridas calles de la ciudad. La mujer finalmente hizo su camino de regreso a Gavin. –Gracias, te lo agradezco. Mi hermano es dueño de una compañía de remolque, y estará en camino pronto. –No es un problema, –dijo, metiendo su celular en el bolsillo–. Parece que la tapa de cilindros está quemada. Una vez más, ella sollozó. Echó un vistazo a su auto y luego de vuelta a él. – ¿Puedes decirlo sin mirarlo? –Hay humo blanco saliendo del tubo de escape. Eso por lo general es una muy buena señal. –Oh, ¿eres un mecánico? Gavin sonrió. –No, sólo tengo una cosa por los autos. –Ella sonrió tímidamente–. Envié a mi hermano para que te consiguiera un pañuelo. –Gracias. Me siento como una tonta llorando por esto. Simplemente han sido unas semanas muy duras. Si bien se sentía mal por ella, realmente no tenía idea de qué decir. Así que Gavin se encontró ligeramente aliviado cuando Colton volvió a emerger. Entregándole un pañuelo, Colton preguntó, –¿Fuiste capaz de ponerte en contacto con alguien? Ella asintió con la cabeza y le dejó saber a Colton que estaba esperando su aventón. –Mientras estás esperando ¿por qué no entras conmigo y con mi hermano menor? –Preguntó Colton con una sonrisa dirigida en la dirección de Gavin–. Es nuestro placer, por supuesto. Gavin sofocó el súbito impulso de golpearlo claramente a través de la calle. Con una suave agitación cruzando sus facciones, la mujer sonrió. –Eso suena realmente bien. Definitivamente me vendría bien un trago, eso es seguro. Volviendo a abrir la puerta, Colton le envió a Gavin otra sonrisa maliciosa. –Sé un buen número de personas que necesitan una bebida actualmente. Gavin sacudió la cabeza y los siguió hasta el salón. Las melodiosas notas de un saxofonista cantando a todo pulmón "La Vie en Rose" de Louis Armstrong, zumbó a través del aire. El Jazz fue algo que Gavin no pudo evitar llegar a amar a través de los años. Fue una constante entidad durante toda su infancia, siendo que su padre era un gran fan. La más elemental de las sonrisas se extendió sobre la boca de Gavin cuando el recuerdo de sus padres bailando en el porche trasero con la misma canción inundó su mente. Con la letra adaptándose a lo que sentía por Emily, esta canción en particular era una que se había imaginado bailando con ella, apretarse contra su cuerpo y acurrucándola firmemente en sus brazos. La ilusión


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que había creado de ellos, la posibilidad de estar juntos, no podía estar más alejada de la realidad si lo intentaba. Al igual que un fuego lento, el dolor por ella –y ahora la necesidad de más de un par de tragos de bourbon– se enrollaron por sus pensamientos. Después de encontrar una mesa junto a la pista de baile, la mujer que se había presentado a sí misma como Stephanie se retiró al baño para arreglar su apariencia. Inmediatamente ordenando tres tragos de whisky y una cerveza por si fuera poco, Gavin se lanzó a lo que esperaba que se convirtiera en la sensación de adormecimiento que tan desesperadamente buscaba. Segundos después que el camarero entregara los líquidos, se bebió dos de esos con gracia. Gavin miró a su hermano. –Ni siquiera vayas allí esta noche. Sonriendo, Colton se reclinó en su asiento. –No he dicho una palabra. –Bien, no tienes que hacerlo, –contestó, su voz retenía una fuerte advertencia–. Tu rostro está apestando a ello, y seriamente no estoy de ningún puto humor en este momento. Con un adecuado arco de su ceja, Colton se rió. –Entonces, vamos a ver, ¿estás eligiendo el camino que inevitablemente te dejará revolcándote en tu propia autocompasión? –Realmente no tienes ni una puta idea, ¿verdad? –No, hermano, la tengo. Como te dije antes, o luchas por ella o simplemente la dejas ir. Sacudiendo la cabeza, Gavin bebió el tercer trago. –No necesito que me digas lo que debo hacer, Colton. –Sé que no, hombrecito. Sin embargo, puedes tratar de beber a Emily lejos todo lo que quieras, – apuntó, dando un pequeño encogimiento de hombros–, o puedes tomar ventaja de la bella dama en apuros que está limpiándose el rímel de sus bonitos ojos ahora mismo en el interior del baño. –¿Así que ahora quieres que me aproveche de las mujeres? –Resopló mientras abría su cerveza–. No sólo me molestas hasta la mierda, sino que eres una contradicción andante. Colton rió. –Sabes lo que quiero decir. Toma una oportunidad de algo que es más sólido de lo que estás persiguiendo en este momento. La observación despreocupada dio en un blanco muerto, pero Stephanie acercándose a la mesa salvó a Colton de ser regañado por su hermano. Ella tomó asiento frente a Gavin y sonrió. –Me disculpo por haber tardado tanto. –No es necesario, –respondió Gavin–. ¿Qué te consigo para beber? –Voy a tomar un Absolut de arándanos con una rodaja de lima. Gavin le hizo un gesto al camarero y ordenó su bebida.


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–¿De verdad tiene que venir con nosotras? –Preguntó Olivia, su cara retorcida con disgusto. –¿Crees que la quiero aquí? –Susurró Emily, asomando la cabeza por el vestidor de novias. La madre de Dillon estaba abanicando a través de una cantidad infinita de vestidos de novia con una de las consultoras–. Quería venir y no iba a discutir con ella. Además, tiene algún tipo de cena a beneficio a la que asiste a las siete de la tarde, así que no va a estar aquí por mucho más tiempo.

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Con una inspección más cercana, Gavin la encontró ser tan hermosa como dijo Colton. Su rico cabello castaño era brillante a pesar de estar ligeramente despeinado, y sus luminosos ojos almendrados bordeados con gruesas pestañas normalmente lo hubieran tenido diciendo una línea o dos, pero no esta noche. Sin inmutarse y no afectado, Gavin mantuvo la conversación con ella a un mínimo, en lugar se centró en la batalla interna que estaba teniendo actualmente con sí mismo sobre Emily. Colton se aseguró de mantenerla entretenida, sin embargo, de vez en cuando le lanzaba un golpe de humor dirigido a Gavin. Como avanzaba la noche, Gavin se dio cuenta de que Stephanie estaba mirándolo con más atención. Queriendo crucificarse por ofrecerle a ella su malestar, ordenó unos cuantos tragos y trató de concentrarse en ella un poco más. Supo que estaba en la escuela de periodismo y se graduaría en el siguiente mayo. Junto con un hermano mayor y uno más joven, ella era la hija del medio de su familia y creció en Lindenhurst, una ciudad de tamaño moderado, en Long Island. Disfrutaba las bellas artes, la música, los viajes, la buena comida, la familia, los amigos, y los días de verano perezosos. Aún así, con todos los atributos finos que poseía claramente, Gavin no podía dejar de compararla con lo que él más quería, lo que más anhelaba, y lo que más necesitaba de forma inequívoca. Emily... No había ningún escalofrío recorriendo su espalda cuando Stephanie hablaba. Nada se iluminó dentro de él cuando ella se echó a reír. Incluso el ligero toque en su brazo de vez en cuando hablaba no hizo absolutamente nada en él. Nada. Por esto, se sentía como un idiota total, incluso por mantener una conversación con ella porque estaba claro para él que ella estaba interesada. Y más claro que él no lo estaba. Sin embargo, ya sea por el alcohol que había cumplido su propósito o porque por fin se había convencido a sí mismo que tener a Emily en su vida era una mala idea, al final de la noche, Gavin se encontró intercambiando números con Stephanie.


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29. Diseñadora de vestidos de novias.

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Explotando se goma de mascar, Olivia puso los ojos en blanco. –La mujer es como una maldita plaga, devorando cualquier cosa a su vista. Nunca he sido capaz de soportarla. Emily tomó aire y le dio la espalda a Olivia. Estudió el vestido de Reem Acra29 que llevaba. Girando de un lado a otro, le preguntó, –¿Cómo luce este? Olivia tomó un mechón de su pelo rubio y le dio vueltas alrededor de su dedo. –¿Quieres honestidad o adulación? –Vamos, Liv, –dijo ella, poniendo sus manos sobre sus caderas. –Te ves como una maldita sirena en él. Emily negó con la cabeza. –Bueno, tú lo has querido, chica, y elegí la ruta de la honestidad –Olivia dijo con un encogimiento de hombros. Como si una bombilla se encendiera en su cabeza, añadió– Oh, y tengo una idea. ¿Qué tal si en realidad escoges tú el vestido de novia, ya que es tú boda? Juro que si la Perra Peste viene aquí con otro maldito vestido que te insiste en probar, la sacaré de esta tienda y golpearé su culo. –¿Podrías calmarte? –No, Emily, no me voy a calmar. Tienes mi cabeza tan jodida ahora mismo con todo esto de la boda que no sé ni qué pensar. Presionando los dedos contra sus sienes, ella cerró los ojos. –¿Qué quieres que te diga, Olivia? –Quiero que me digas otra vez por qué estás apresurando esto. Todavía no está del todo bien registrado en mi cerebro. Aunque voy a ser honesta. Le doy el beneficio al Gilipollas por acosarte por una decisión cuando dijo que te daría el tiempo que fuera necesario. Pero, en serio, Emily... ¿Noviembre? Ya estamos en la primera maldita semana de septiembre. –Te lo dije, Liv. Dillon es el último nieto en casarse, y no creen que su abuela vaya a lograrlo más allá de seis meses. Está muy enferma en este momento, – respondió, haciéndole un gesto a Olivia para que la ayude a desabrocharle el vestido–. Su familia quiere que ella lo vea casarse. Olivia de mala gana se levantó y se dirigió a su dirección. –Claro, porque debes basar tu futuro en su antiguo fósil de abuela que podría estirar la pata una hora después de la boda. –Esa no es la única razón, y tú lo sabes. ¿Sabes cuánto tiempo de espera hay para una recepción en el Waldorf Astoria? Tres años, Olivia. Los padres de Dillon tienen conexiones, y había una cancelación. Esa era la fecha disponible, así que la tomamos.


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30. El vestido línea A es en forma triangular.

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Olivia la ayudó a deslizarse fuera del vestido. –Voy a decir dos cosas más, te guste o no. –Esperaba que lo hicieras, –suspiró, tratando de alcanzar una vestido Línea A30 de gasa aireado de una percha. Era algo que ella había escogido. –Uno, no hubiera estado nada mal esperar tres años para entrar en el Waldorf, si ése es el tiempo que necesitas para pensar realmente esto. –Emily fue a hablar, pero fue silenciada por Olivia, llevándose un dedo sobre sus labios. Luego puso sus manos sobre los hombros de Emily y la miró fijamente a sus ojos verdes, sin pestañear–. Y dos, no mencionaste amar a Dillon como una de tus razones, amiga. Emily sostuvo su mirada por un momento, se dio la vuelta, y en silencio entró en el vestido "no–sirena", tirando de él a lo largo de su cuerpo . –Sabes que lo amo. Olivia se acercó por detrás y le subió la cremallera del vestido. Se miraron la una a la otra a través del espejo. –También sé lo que pasó entre tú y– –No, –rápidamente la interrumpió, sintiendo esa punzada demasiado familiar profundamente en su estomago. Todavía de pie detrás de ella, Olivia se inclinó a su oído y le susurró, –está abatido, Emily. Trevor me dijo que nunca lo ha visto tan fuera de sí. El corazón de Emily se retorció con la idea de Gavin sintiéndose así, pero ella no podía caer así –no ahora, no con él. No estaba bien. Sin importar lo mucho que lo cubriera, estaba mal. –No quiero hablar de esto, Olivia, –susurró, bajando desde el pedestal. –Y tú también estás abatida, Emily. Puedo verlo. Desde aquella noche, no has sido la misma. –No estoy triste, –suspiró, tratando de desabrocharse el vestido–. Estaba ebria, y fue una mala elección. Todo fue una mala elección. –¿Necesitas ayuda con eso? –Olivia preguntó suavemente. Evidentemente nerviosa, dejó escapar un suspiro. –Sí, por favor. Una vez más, Olivia la ayudó a desabrochar el vestido y en voz baja dijo, –A veces las malas decisiones nos llevan a la persona adecuada, Emily. Mientras sus uñas se clavaban en las palmas de sus manos, esas palabras enviaron un escalofrío desde las puntas de los dedos de Emily directamente a las raíces de su cabello. Gavin generó una ola constante de emociones desde su interior que era más grande y mucho más peligrosa que cualquier otra cosa que jamás hubiera conocido. Confusión, daño, dolor y una sensación de miedo por él y por ella sólo rozaban la superficie de la tormenta en su cabeza. Todo corría por su mente en esos segundos, pero antes de que toda la


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invasión del tormento se hundiera allí mismo, en esa habitación, otro entró. Este tormento en particular estaba envuelto en un traje de pantalones de Valentino, su bufanda de seda Hermès se balanceaba con cada paso que daba en sus tacones de aguja. –Donna, –Joan dijo a la consultora de novias–, puedo encargarme desde aquí. La mujer de edad media miró a Emily. –Estoy bien, Donna, –sonrió Emily–. Gracias por tu ayuda. –De nada, Señorita Cooper. Déjame saber si necesitas algo, –respondió ella y luego salió de la habitación. –Oh, Emily, realmente no estás considerando la línea A, ¿verdad? –Joan le preguntó con un suspiro–. Es tan insípido. Además, tienes un cuerpo de reloj de arena que se ajusta más a este Elie Saab. –ella dijo, sosteniendo un vestido que Emily creía que iba a perder su almuerzo sobre él. Olivia dejó escapar una risa melodramática. –¿Es una broma? No permitiría que ella ni muerta entrara en esa cosa, y mucho menos caminar por el pasillo si es con tu hijo o no. Se verá como una maldita cacatúa. Dándose la vuelta, Joan le envió una mirada venenosa. –Nunca has sido una persona que mantenga la lengua muy bien, ¿verdad, Olivia? Olivia sonrió, pero ni un rastro de humor era evidente en su voz. – Desagradable. –Joan, –dijo Emily, tomando el vestido. Joan apartó la mirada de Olivia–. Me encanta Elie Saab, pero no este estilo en particular. –Emily colgó la masa de plumas de nuevo y cogió un vestido de Monique Lhuillier que se había probado antes–. Creo que éste es con el que voy a ir. Me encanta el aplique de encaje y el cuello redondo. Las mangas largas son perfectas para una boda de invierno, también. Joan exhaló un suspiro. –Ese es el que te hace lucir las caderas el triple de tu tamaño. Con los ojos muy abiertos, la boca de Emily se abrió y luego se cerró de golpe. –Mierda, –Olivia soltó, sus cejas hacia abajo–. Emily, uno, eres demasiado pequeña para que tus caderas luzcan anchas. –Le lanzó una mirada asesina a Joan y luego se volvió hacia Emily–. Dos, estoy a punto de golpearla. –Empezó a desengancharse los pendientes y enrollar sus mangas. Los ojos de Joan se endurecieron. –No, –Emily intervino rápidamente, corriendo hacia Olivia–. Sólo toma asiento, Liv, –dijo, con los ojos suplicantes. Cruzando los brazos, molesta, Olivia se dejó caer en una silla con un ceño en dirección a Joan–. Está bien, voy a probarlo, ¿pero no tiene que irse pronto?


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Los ojos de Joan se movieron a su reloj mientras respiraba hondo. –Jesús, si – dijo mientras cogía su bolso–. Está bien, entonces pruébate el Elie Saab. También le enseñé a Donna un estilo trompeta que se vería fabuloso en ti. Asegúrate de que te lo traiga. Asintiendo, Emily pegó una sonrisa en su rostro. –Excelente. Te llamaré más tarde, –dijo Joan. Echó a andar a paso rápido hacia la puerta mientras ella y Olivia intercambiaban miradas crueles. Olivia se levantó de la silla. –Seriamente tú no te– –¿Probaras esa cosa horrible? –Emily la interrumpió con una risa. Olivia se echó a reír junto con ella–. Olvídate de tú no permitiéndome ser atrapada ni muerta en él. Yo no me permitiría ser atrapada ni muerta en él. Emily se cambió de nuevo a su par de jeans, suéter negro sin hombros, y un par de zapatillas Converse negras. Cogió su bolso de la silla y se dirigió a la recepción. Le notificó a Donna que el vestido de Monique Lhuillier era el que eligió y le entregó a la recepcionista la tarjeta de crédito de Dillon para satisfacer el pago inicial. Después de discutir y programar citas para unas cuantas pruebas para Emily, también organizaron que la boutique se encargara del vestido de Dama de Honor apropiado para la hermana de Emily ya que vivía fuera del estado. Sintiéndose abrumada por la enormidad de todo, Emily estaba más que feliz de salir de allí. –Me muero de hambre, –dijo Olivia, como salían de la boutique y se encontraban con el aire fresco de la ciudad–. Hay un bar de sushi no muy lejos de aquí que sirve algunos rollos bastante decentes. ¿Quieres echarle un vistazo? –Estoy dentro. Unas pocas cuadras de la ciudad más tarde, se acercaron al restaurante de sushi. Antes de entrar, Emily se detuvo y empezó a buscar en su bolso. Con la mano en la puerta, Olivia le preguntó, –¿Qué estás haciendo? Eficazmente ignorándola, Emily continuó su tarea. –Hola, Emily, ¿qué estás haciendo? –Olivia repitió. –Tengo un dolor de cabeza asesino. Estoy buscando una botella de Advil que sé que tengo aquí, –respondió ella, con las manos trabajando frenéticamente a través del desorden de recibos de tarjetas de crédito, gafas de sol, y una mullida bolsa de maquillaje. Con una sonrisa, Emily la encontró y dejó escapar un suspiro de alivio. Se dirigió hacia la puerta y vio que el rostro de Olivia se transformó notablemente en shock. Emily ladeó la cabeza hacia un lado. –¿Qué sucede? –Preguntó, colocando su mano sobre el hombro de Olivia. –Umm, date la vuelta, Em. Con el ceño fruncido, le dio a Olivia una mirada inquisitiva y se giró.


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Después de que el aire escapara de sus pulmones, sus ojos vieron el BMW de Gavin en doble fila frente al restaurante. Colton estaba en el asiento del conductor moviendo la cabeza mientras Gavin no tan graciosamente salía a trompicones del lado del pasajero. –Voy a ir a conseguir una mesa, –dijo Olivia. –No, espera, –se apresuró a susurrar, un sudor instantáneo perló su frente incluso en el aire fresco–. No te atrevas a dejarme aquí. Olivia entrecerró sus ojos marrones en ella, pero mantuvo su tono uniforme. – Tienes que hablar con él, amiga. –Sin mirar atrás, abrió la puerta y desapareció en el restaurante. Con el corazón acelerado, Emily trató de recomponerse mientras él se acercaba. –Estás borracho, –suspiró ella, dándose cuenta de la forma en que se balanceaba de lado a lado. Pasándose una mano por su rebelde cabello negro, una sonrisa inclinó la comisura de sus labios. –Y tú estás simplemente exquisita. La cadencia de su voz somnolienta casi la dejó hecha cenizas en el centro de Manhattan. Aún tratando de recuperar la compostura, lo miró fijamente, con su respiración enganchada en la parte posterior de su garganta. Tan desaliñado como lucia de pie frente a ella, la chaqueta fuera, la corbata floja alrededor de su cuello y sus mangas arremangadas, nunca había conocido a un hombre ser tan impresionante en todos los sentidos como él. No sólo físicamente sino que – porque Dios sabe que lo encontraba el hombre más sexy del planeta– era más que eso. Su presencia se manifestaba en un repiqueteo bajo su piel. Lento e inestablemente avanzó hacia ella. –Eres exquisita... y comprometida ahora, –dijo en voz baja, tratando de coger su mano izquierda. La levantó y estudió el anillo en su dedo. Aunque quisiera, ella no se apartó. Esencialmente congelada por su toque, no podía moverse–. Mmm, con todo el dinero que tengo, no creo que te hubiera conseguido algo tan llamativo, no para una hermosa mano como esta. Merece mucho más. Hubiese pretendido algo más elegante. Un flujo de peatones los esquivó en la acera mientras él estaba con su mano en la suya, pero ninguno de los dos lo notó. La mezcla estridente de bocinas de los autos, las risas y la música de un club cercano goleó y se hizo eco alrededor de ellos, pero aún así, ninguno de los dos oyó los ruidos. Simplemente se perdieron uno en el otro, en ese momento, nada más existía. Emily apartó la mirada de la suya, y tan pronto como lo hizo, Gavin la cogió por la barbilla y la levantó para que estuviera mirándolo directamente a los ojos azules. Un suave suspiro fue el único sonido que se abrió paso entre sus labios.

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Oh Dios...


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–Después del breve encuentro que compartimos, nunca pensé que Dillon sería el afortunado en deslizar un anillo en ese hermoso dedo. Respirando pesadamente, Emily tragó saliva y siguió mirándolo. Su cruda e implacable determinación sexy la golpeó con una fuerza lo suficientemente fuerte como para sacudir el suelo debajo de ella. –Estaba ebria, –susurró, sin apartar los ojos de él, su voz balbuceante–. Yo... yo sólo tenía que sacarte de mi sistema. Aún tomando su barbilla, deslizó su dedo lentamente por los labios y en un tono tan bajo como el de ella dijo, –Muñeca, vas a sacarme de tu sistema tanto como yo voy a sacarte del mío. Es imposible. Antes que pudiera procesar sus palabras, él inclinó su cabeza y rozó su boca contra la de ella, atrapando su labio inferior entre los dientes y chupándolo suavemente. Ella se apartó un poco, pero la lucha pasaría a la historia afablemente derrotada. Deslizando su lengua contra los labios, apretó su agarre en su barbilla lo suficiente para que ella no pudiera moverse. Gavin dejó escapar un largo gemido y le dio un último y alucinante tirón a su labio entre los dientes. Emily podría haberla visto si sus ojos no estuvieran cerrados, pero una reverente sonrisa estalló en el rostro de él. Luego se volvió, girando con gracia, y se marchó, dejando a Emily luchando por respirar. Llegó a la puerta, observando sin aliento mientras Gavin se deslizaba en el asiento del pasajero de su auto, y antes de darse cuenta, desapareció en el tráfico. Después de la niebla de euforia y el impacto pulsando a través de su estimulado sistema, Emily se encontró vagamente entrando al restaurante con bragas humedecidas, con más confusión y una mayor necesidad de unos cuantos tragos de sake.


Capítulo 13 Confesiones de Todo Tipo

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E

mily se convenció de que estaba mentalmente preparada para esta noche, sin embargo, no podía estar más equivocada. Mientras ella y Dillon recibían a sus invitados la noche de su fiesta de compromiso, encontró su cabeza mareada con un miedo literal. Mirando su reloj, una frenética cadena de emociones corrieron por su mente, sabiendo que pronto se enfrentaría a Gavin. El gran peso de todo le hacía sentir como si sus nervios estuvieran empezando a deshilacharse como una cuerda, una fibra a la vez. Sus pensamientos se ralentizaron cuando sintió el suave toque de Dillon contra su brazo. Por esta noche, tenía que concentrarse en él, y sólo en él, sin importar lo difícil que sabía que iba a ser. –¿Estás bien? –Preguntó, abrazándola. Él plantó un beso en sus labios y movió su cabello de sus hombros. –Sí, estoy bien, –respondió ella, deslizando las manos por las solapas de su traje negro. –Está bien, te ves hermosa esta noche, –canturreó–. Tal vez te tenga para el postre cuando todo esto termine. –He oído eso, Dillon, –La voz de Lisa rompió en el aire, con una ceja ladeada por encima de sus ojos color avellana–. Por favor, abstente de referirte a mi hermanita como un postre, –se rió. Dillon sonrió y tiró de Emily más cerca. –Pero es tan... deliciosa, Lisa. Quiero decir, honestamente, no puedo tener suficiente. Emily sacudió la cabeza y se echó a reír. –Está bien, en serio, no necesito saber cuán deliciosa es. –Ella le dio a Emily un ligero tirón en su brazo, liberándola efectivamente de su agarre–. Me gustaría hablar con mi hermana en privado por un segundo, si eso está bien contigo. –Es toda tuya, –respondió, registrando un último beso en los labios de Emily. Alcanzando su mano, Lisa la condujo a través del grupo de personas que comenzaron a llegar a la sala de banquetes. Emily les sonrió y devolvió los saludos a lo largo del camino. Mientras las dos hermanas hacían su camino a través de la fiesta, fue entonces cuando Emily se dio cuenta que Dillon no reparó en gastos para la noche. El restaurante era realmente hermoso. Una barra de caoba se encontraba en la esquina de la habitación al lado de una enorme ventana que daba al puerto de Nueva York. Sofás de cuero de color rojo oscuro que coincidían con sillones tapizados estaban esparcidos por todas partes. Candelabros adornados colgaban de las paredes, mientras que una exquisita araña con poca luz se anclaba en medio


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de la habitación. Al lado de un piano de cola resonando música a través del aire había una chimenea encendida que crujía su calor en el espacio, creando un ambiente de la noche romántico. Después de girar en una esquina que llevaba a un pasillo vacío, se metieron en una habitación vacía, y Lisa cerró la puerta. Colocando sus manos sobre los hombros de Emily, los ojos de Lisa se suavizaron con una genuina preocupación. –Te puedo decir que eres un manojo de nervios. Ella se pasó una mano por su cabello, la más débil de las sonrisas inclinó sus labios. –¿Es tan obvio? –No para los demás, pero te conozco mejor que cualquier otra persona, –dijo en voz baja, tratando de alcanzar la mano de Emily–. ¿Está aquí? –No. Créeme, cuando esté aquí, lo sabrás, –respondió ella con una risa nerviosa. Mordiéndose el labio, se detuvo por un momento, su rostro se suavizó y su voz era baja–. Quisiera que mamá estuviera aquí, Lisa. –Oh, cariño, yo también, –susurró, inclinándose para darle un abrazo. Emily la apretó con fuerza, su calor le recordaba a la misma mujer por la que aún estaban de luto. El dolor crecía en el pecho de Emily como un hematoma reciente–. Pero, aun si estuviera aquí, Emily, te diría que vayas con lo que desea tu corazón. No haría tu decisión más fácil. Sólo necesito saber, al igual que mamá, que esto es lo que quieres. Con la menor vacilación, ella respondió, –Sí, yo quiero esto. –Está bien, entonces, vamos a disfrutar de la fiesta. –Lisa cogió la mano de Emily y empezó a dirigirse de nuevo al comedor principal. Al llegar, la cantidad de invitados había duplicado su tamaño, la mayoría eran familiares, compañeros de trabajo y amigos de Dillon. Claro, Emily había conocido a algunos de ellos en el último año, pero la mayoría era una mancha lejana de las tías de Dillon, tíos y primos que ella había conocido brevemente en las reuniones familiares. Esencialmente, la cantidad de personas que Emily conocía que asistieron podría caber en una mesa. En una habitación llena de personas, en ese momento, se sintió extrañamente sola, hasta que sus ojos se clavaron en los de Gavin. Para Emily, el mundo pareció detenerse. La música susurraba en el fondo mientras las voces se convirtieron en silencio y sin importancia. Una vez más, la innegable conexión entre ellos era evidente a través del espacio, incluso si no era presenciado por cualquier otra persona. Estaba allí, inquebrantable e implacablemente a través de sus palabras no dichas. Le resultaba difícil respirar cuando el abrumador maremoto de emociones se apoderaba y tiraba de ella hacia la corriente, golpeando y rugiendo con un poder más grande de lo que jamás podría ser.


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Sus ojos se deslizaron sobre él. Vestía un traje color carbón que cubría su cuerpo construido pero elegante. Debajo, llevaba una camisa blanca y corbata a rayas negras y grises. Su cabello oscuro brillante estaba revuelto de forma sexy como si no se molestara en arreglarlo después de la ducha. Su impresionante presencia en la sala era poderosa, con gracia económica, e inflexible demanda. Simplemente era una fuerza que no podía dejar de notar. Aunque él tenía su brazo curvado alrededor de lo que Emily creía era una de las mujeres más hermosas que había visto en su vida, sus ojos estaban fijos en Emily, constantes y centrados. Él le envió una sonrisa desde el otro lado de la habitación la cual se las arregló para desarmarla, dejándola en un mar de deseo, querer y necesidad, luchando hacia la superficie. Apretando ahora las manos sudadas de Emily, con sus ojos castaños brillantes de curiosidad, Lisa preguntó, –¿Ese es él? Emily asintió con la cabeza y un bulto se metió entre las paredes de su garganta mientras observaba a Dillon acercarse a Gavin, haciéndole señas a ella para que se acercara. Lamiendo sus labios secos, apretó la mano de Lisa, y con temor, comenzó a hacer su camino a través de la sala. Dios, es tan hermosa, Gavin pensó mientras miraba a Emily cerrar el espacio entre ellos. Su cuerpo se balanceaba con elegante aplomo debajo de un vestido de noche de seda esmeralda. Sus ojos siguieron sus elegantes piernas a un par de tacones aguja de tiras de plata que adornaban sus pies. Trató de evitar que sus ojos viajaran de regreso a sus sutiles curvas y sus largos y oscuros mechones de cabello, porque sólo traía ese dolor familiar. Luchó por hacerlo, pero su cuerpo siguió respondiendo a ella mientras se acercaba. Podía sentir sus pupilas dilatarse mientras ella barría su lengua por sus labios, haciendo que su sangre bombeara con una fuerza brutal hacia sus extremidades. Tenía un deseo por cada pulgada de ella, el olor de su dulce aliento sobre sus labios hambrientos, el sabor de su lengua contra la suya, el suave tacto de su piel bajo sus manos, y el sonido de su voz ronca susurrando en sus oídos. Ella era un asalto a sus sentidos, una constante sed, necesitada ser saciada. A pesar que había tenido una probada, temía que lo único que eso habría dejado, fuera su instinto de quererla más y necesitar sentirla una y otra vez. Con todo esto, lo que más lo cautivó fueron sus ojos, esos pozos profundos de un seductor verde que se sentían como si estuvieran clavados en su alma. Su agarre se endureció en la cintura de Stephanie, pero en su mente, sus manos estaban en Emily. Cuando Emily y Lisa se acercaron, Dillon llegó a ella, colocando su espalda contra su pecho. –Nena, ella es la cita de Gavin, Stephanie. Con una sonrisa, Emily tomó una respiración lenta y temblorosa. –Un placer conocerte, Stephanie.


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–Igualmente, –ella respondió, metiéndose un mechón errante de su cabello color miel detrás de la oreja. Sus rasgos de porcelana destacaban sus grandes ojos color whisky–. Felicitaciones por su compromiso. –Gracias, –dijo Emily. La mirada de Gavin capturó la de Emily, con una sonrisa en su rostro. –Sí... felicitaciones. Con su voz tan tranquila, fresca y serena, Emily no podía dejar de preguntarse si ella era la única bola de nervios que estaba allí. Sonriendo, se limitó a asentir su agradecimiento. Tan pronto como lo hizo, su estómago retrocedió cuando juró ver un destello de diversión en sus ojos ante su reacción. –Sólo una suposición, –continuó Gavin, girando en dirección de Lisa–, pero tiene que haber algún tipo de relación entre tú y Emily. Sus facciones son muy similares. –Sí, –respondió ella–. Soy su hermana. –Mmm, ¿menor o mayor? –preguntó casualmente con su sonrisa de hoyuelos. –Oh, es todo un encanto, –Lisa se echó a reír, mirando a Emily. Ella volvió su atención a Gavin–. Soy mayor por diez años, pero gracias por el cumplido. –Desde luego, lo es, –Emily dijo sin expresión, moviéndose con nerviosismo contra Dillon. Una sonrisa curvó el borde de la boca de Gavin, pero permaneció en silencio. –Voy a mantener mis pensamientos para mi mismo sobre eso, –Dillon remarcó con una sonrisa de las suyas. Gavin sacudió la cabeza–. Pero, por ahora, necesito otra copa. Cariño, ¿quieres otra copa de vino? Sólo había una manera de sobrevivir al resto de la noche. Emily sonrió. –Voy a tomar un trago de algo... fuerte. Dillon asintió y se alejó. Gavin le envió con rapidez a Emily otro golpe de distracción con sus ojos. Se dio cuenta de que él sentía su hundimiento, y todo lo que estaba haciendo era molestarla. Antes que pudiera aguantar por mucho tiempo su deseo de golpearlo justo en su rostro, Trevor y Fallon se acercaron. Emily les sonrió, feliz de que estaban funcionando como un par. Ellos realmente disfrutaban estar juntos y parecían ser una combinación perfecta de fuego y hielo. Supuso que Dillon discreparía ya que él se rió de todo el noviazgo cuando se dio cuenta de ello. Sin embargo, Emily estaba muy emocionada, sabiendo que ahora no tiene más remedio que aceptar a Fallon como su amiga. Para sellar el acuerdo, hizo a Fallon una de sus damas de honor. Presentaciones formales se realizaron entre Stephanie y Fallon antes de que Trevor le preguntara al grupo si podía robar a Emily para un baile. Ella lo ayudó con


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su petición, colocando su mano en el hueco de su brazo mientras la guiaba hacia la pista de baile. Con los pianistas tocando "The Summer Wind" de Frank Sinatra de fondo, comenzaron a bailar. Mirándolo, le dijo –No sabía que te gustaba el baile lento. Él se rió entre dientes. –No te dije la verdad. En realidad, lo odio. –Emily le dirigió una mirada interrogante–. Sólo quería hablar contigo acerca de lo que dije la última vez que hablamos. Emily sabía que se refería al desastre entre ella y Gavin. Llegó como una sorpresa cuando Trevor la llamó para hacerle saber sus sentimientos sobre la situación. No fue duro con su opinión sobre todo el asunto, pero uno podría considerar su aproximación un poco menos que inteligente por así decirlo. –Oh, –asintió con la cabeza–. Bueno, has explicado que te puso en una mala posición. Entiendo eso, pero para ser honesta, nada más va a pasar entre nosotros. Su rostro se suavizó mientras bajaba la voz. –Te considero como mi hermana adoptiva, y quería disculparme por las cosas que he dicho, y sobre todo, por la forma en que lo dije. Sólo quería que supieras que, si tú y Gavin deciden continuar con algo, no es de mi incumbencia. Son dos adultos mayores, y es su vida. ¿Sería una situación extraña para mí, porque soy amigo de Dillon? Por supuesto. Pero tendría que aprender a lidiar con ello. Ampliando los ojos, inclinó la cabeza hacia un lado. –Trevor, estoy comprometida ahora, y como he dicho, nada más va a suceder. Su sonrisa socarrona iluminó su rostro, mostrando su diversión por su comentario. –¿Por qué tienes esa mirada en tu rostro? –Puedo llevar gafas, Emily, pero no estoy ciego. –¿Qué se supone que significa eso? –le preguntó, retrocediendo un poco. Él la atrajo más cerca con suavidad. –Primero, he conocido a Gavin desde que era un niño, y su perseverancia para perseguir algo que quiere nunca ha sido un problema para él. Y segundo, a pesar que no te he conocido por tanto tiempo como a él, lo veo en tu rostro cuando lo miras. Se detuvo de balancearse con la música, pero Trevor siguió moviéndose rápidamente. –No quiero hablar de esto, –dijo con una sonrisa en su rostro, tratando de parecer imperturbable en la sala llena de personas. –Eso está bien conmigo. Sólo quería aclararlo. –Bueno, te doy las gracias por tus bendiciones que no son necesarias en este caso, papá. –Él se rió de eso–. Ahora vamos a pasar a otro tema, ¿de acuerdo? –Absolutamente, –sonrió–. Entonces, ¿cómo te sientes acerca de Dillon marchándose por unos pocos días en Octubre?


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–¿Él se va a ir? Nunca me dijo eso. –Sí, los dos. La empresa nos está enviando a Florida para conseguir una cuenta de algún magnate japonés, Takatsuki Yamamoto, –se rió, tratando de pronunciar el nombre correctamente. Frunció el ceño. –Espera, Dillon me dijo que ya consiguió esa cuenta. –No, todavía no, –negó con la cabeza–. Debes confundirte con otro. Estamos tratando de hacerlo ahora. Deslizándose a través de su memoria, ella estaba casi segura de que ésa fue la razón de Dillon para evitar la cita en el Central Park. Recordó que le había dicho que estaba en Nueva Jersey. Sin embargo, con todo lo que había sucedido desde entonces, comenzó a cuestionarse a sí misma en ese momento. El sonido de Dillon carraspeando rompió a través de sus pensamientos. – ¿Puedo interrumpir? –Preguntó, mirando a Trevor. Haciendo una reverencia con gracia, Trevor se rió. –Ve por ello. Me pondré al día con ustedes en un momento. Trevor se dirigió de nuevo hacia Fallon, Stephanie, y Gavin. Olivia y su novia, Tina, también se habían sumado al grupo. Sonriendo, Dillon curvó una mano en la cintura de Emily. –¿Estás teniendo un buen momento? –Susurró en su cabello, su mano libre acariciaba su brazo. –Es un poco abrumador ahora mismo, pero sí. Él sonrió y la atrajo hacia sí. –¿Puedo hacerte una pregunta, Dillon? –Seguro, siempre y cuando se trate de las posiciones en que planeo ponerte después de sacarte de este vestido esta noche. Ella suspiró. –Lo digo en serio, Dillon. Se rió. –Está bien, está bien. ¿Qué pasa? –¿Por qué me dijiste que estabas en Nueva Jersey la mañana que nos íbamos a reunir en el Central Park? Inclinando la cabeza hacia un lado, su agarre en la cintura se apretó. –Porque yo estaba en Nueva Jersey. Eso fue hace semanas. ¿Por qué me preguntas acerca de esto ahora? –¿Por qué vas a Florida en Octubre? Dejó de moverse, entrecerrando los ojos en ella. –¿Por qué estás respondiendo mi pregunta con otra pregunta? –Debido a que no estás respondiendo la mía, –respondió ella sin perder el ritmo. Él dejó caer las manos a su lado. –Emily, sólo llega al maldito punto. Sorprendida por su respuesta, estudió su comportamiento durante un segundo. –Me dijiste que estabas en Nueva Jersey esa mañana porque un tipo de Japón voló y quería reunirse contigo personalmente, ¿verdad?


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–Sí, Emily, quería reunirse conmigo. Me reuní con él y obtuve su cuenta para la empresa. Como he dicho, llega al maldito punto. Todavía sorprendida por la forma en que estaba actuando bajo su escrutinio, ella respiró hondo. –Lo que quiero decir, Dillon, es que Trevor acaba de decirme que ustedes dos van de viaje de negocios un par de semanas para reunirse con el mismo caballero japonés quien ya habías afirmado haber obtenido su cuenta. Emily observó sus ojos escanear la sala como si se debatiera qué decirle. Esperando su respuesta, ella con impaciencia cruzó sus brazos. Pellizcándose el puente de la nariz, sus ojos viajaron de nuevo a ella. –Está bien, mentí. –¿Qué? –Preguntó ella sin aliento, sintiendo la bilis subir con rapidez haciendo su camino a la parte posterior de su garganta–. ¿Dónde estabas? Aunque ella se apartó, él la rodeó con sus brazos y la atrajo más cerca. –Esa fue la mañana... –Dudó un segundo–. Que yo estaba recogiendo el anillo de compromiso. –Ella abrió los labios para hablar, pero él continuó–. Ellos pensaron que había un problema con el conjunto, y tuve que esperar allí. Casi jodidamente lo pierdo, pensando que iba a tener que ir a otro lugar para conseguir uno. Antes de que pudiera preguntar, su madre floto con su pelo rubio trenzado en un moño, lo que exageraba más sus pómulos altos. –Dillon, tío Bruce y tía María acaban de llegar. Ellos no se sienten bien con su enfisema. Malditos fumadores, –resopló–. De todos modos, quieren saludarte a ti y a Emily. Hazme un favor y ve a saludarlos. –Con el movimiento de su muñeca, hizo un gesto en dirección a una pareja sentada cómodamente en una mesa de la sala. Cada uno con su propio respirador anclado junto a ellos. Dillon tomó la mano de Emily. –Claro, vamos a estar allí en un segundo. –En realidad, tengo que ir al baño, –respondió ella, alejándose de él–. Adelántate sin mí, iré allí en unos minutos. Pasándose una mano por su cabello, Dillon la miró y asintió. Mientras cruzaba la habitación con su madre, Emily dejó escapar un suspiro. Ella no necesitaba usar el baño. Necesitaba un respiro para aclarar sus pensamientos acelerados. La confusión se dio a través de su mente. No entendía por qué, a pesar de que le había explicado que sabía sobre el próximo viaje, él no dejaba de mentirle. Ella entendía que no podía realmente decirle dónde se encontraba esa mañana en particular, especialmente si estaba realmente comprando el anillo, pero aquí, ahora mismo, ¿por qué no confesarlo? Cuando uno de los camareros se acercó a ella con champagne burbujeante que tanto necesita, ella seriamente sacó dos copas de la bandeja, bebió una, y luego le dio las gracias. Con eso, se dio la vuelta en dirección a la terraza, sólo para descubrir a Gavin observando todos sus movimientos. Eficazmente ignorándolo, ella se dirigió afuera.


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Gavin se movió incómodo en su silla, tratando de alejar los ojos de Emily cuando ella salió del restaurante. Parecía una princesa, tan hermosa que hacía que le doliera el pecho por la necesidad de tocarla. A pesar de que la risa y la conversación entre Stephanie, Fallon y Tina zumbaban a su alrededor, no podía ayudar al impulso de encontrar una manera para seguirla al exterior. Su oportunidad llegó cuando Trevor se acercó al grupo. –¿Alguien necesita un trago? –Preguntó Trevor–. Voy a ir a la barra. –Pide para mí y para Tina un Slammer Alabama a cada una, –Olivia dijo, ajustando las correas del vestido plata que llevaba–. En realidad, pide dos para cada una. Trevor asintió. Poniéndose de pie, Gavin sonrió. –Necesito otro, y voy a dar un paseo contigo. Se volvió hacia Stephanie. –¿Quieres algo? –No, estoy bien, pero gracias. Sintiendo la serpiente que sabía que era por dejar a Stephanie así, Gavin contempló la multitud intentando localizar a Dillon. Lo encontró consumido en una conversación entre unos hombres que parecían ser de su edad. Gavin pensó que eran sus amigos de la escuela secundaria o la universidad. Mientras él y Trevor se acercaban a la barra, era evidente para Gavin, basado en la expresión de los ojos de Trevor, que su amigo sabía que algo estaba pasando. Trevor le pidió la orden al camarero y se volvió hacia Gavin. –No necesitas una copa, ¿no? –No, no lo creo, –dijo Gavin, con su mirada moviéndose sobre la sala antes de volver a Trevor–. Quiero hablar con Emily durante unos minutos. Mantén un ojo en Dillon por mí. El camarero deslizó los tragos hacia Trevor. –¿Qué sucede con Stephanie? –Dile a Olivia que la mantenga ocupada, estará bien. Sacudiendo la cabeza, Trevor levantó su copa y bebió de ella. –Estás jugando con fuego, hombre. –Puedo manejar la quemadura. Sólo haz lo que te pedí. Sin mirar atrás, Gavin hizo su camino a través de la multitud, valiente y precipitado a través del laberinto de vestidos de noche y trajes a medida. Cuando salió a la terraza, se encontró con Emily, de espaldas a él, con su cabello castaño agitándose en el fresco aire de finales de Septiembre. Sin darse cuenta de su miraba, fue como si su cuerpo le hiciera señas. Trató, Dios sabe que lo intentó, de mantenerse alejado. Las últimas semanas han sido un infierno, y él había tratado de salvarlos a los dos, no yendo a su trabajo y sin aparecer en su apartamento cuando


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Oh, él la sentiría ahora.

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sabía que Dillon no estaría allí. Sin embargo, al verla, estar aquí con ella, sorbiendo su presencia le hacía sentir como si su mente estuviera poseída. Cada neurona disparaba una tormenta de chispas, y no podía creer que su cuerpo fuera capaz de contenerla. Se sorprendió que su carne no se resquebrajara en un millón de pedazos brillantes. Sin importar la situación, ahí y entonces, tenía que ir con ella. Dio un paso hacia adelante, y como si ella lo sintiera, se dio media vuelta, un mechón de su cabello sedoso quedó en su boca. –¿Qué estás haciendo aquí? – Preguntó, su voz era baja, incluso temblorosa. Él se acercó a ella, permitiendo sólo unos pocos metros de distancia. –Tengo que hablar contigo. –No hay nada de qué hablar, –dijo, volviéndose de espaldas a él de nuevo. –Hay mucho que tenemos que hablar, y vas a darte la vuelta y mirarme, Emily. –El susurro áspero fue dicho con la clásica dominación masculina mientras él se acercaba. Su tono llamó su atención, su corazón golpeaba y se detenía para volver a marchar. Ella giró y lo miró directamente a los ojos. Él la observaba como si estuviera tratando de leer su mente y se sintió desnuda bajo su mirada. Tan sexy, peligroso y completamente seguro, casi la enfermaba. Tan arrogante como su demanda fue, se las arregló para salirse de la vorágine del deseo. Al igual que un adolescente desafiante y enojado con sus padres, ella se cruzó de brazos y esperó a que hablara. –¿Me sientes cuando no estoy contigo, Emily? Con shock brillando en sus ojos, ella se echó a reír con nerviosismo. –¿Qué clase de pregunta es esa? –Una que me estoy preguntando, –gruñó–. Porque puedo sentirte cuando no estás conmigo. Ahora responde a mi pregunta. –Hemos vuelto a eso de nuevo, ¿eh? –Si. Ahora consigue que esos lindos labios respondan a la pregunta, –exigió cuando se acercó más. La mujer de cristal que sabía que existía bajo su piel se hizo pedazos debajo de su pasión, lujuria y deseo. Las astillas de ella se dispersaron y se recompusieron en el hombre que consumía cada uno de sus pensamientos, el hombre que estaba de pie justo frente a ella. Este fue su punto de ruptura. Ella no iba a negarle más a él o a si misma lo que sentía. Gavin la llevó a la orilla, y no había vuelta atrás. Su estómago se anudó más, sabiendo lo que iba a confesar, pero sobre todo por lo mucho que iba a confesar. –¿Quieres oírme decir eso? –Siseó.


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Con una descarada intención, hizo lo único que sabía que iba a sacarla de quicio. Arrastró lentamente su labio inferior entre los dientes mientras sus ojos perforaban a través de ella. –Sí, quiero oírte decirlo, –respondió tan tranquilo como pudo. –¡Muy bien! Quiero follarte como tú me quieres follar, Gavin, –le espetó en un susurro duro–. He querido follarte desde el primer momento en que puse mis ojos en ti. He soñado contigo. Te siento cuando no estás conmigo. Incluso me he masturbado con una clara imagen tuya en mis pensamientos. ¿Estás contento ahora? Demonios, no podía contar la cantidad de veces que estalló pensando en ella de la misma manera, pero eso no era lo que él quería decir. Su expresión se arrugó con una mezcla de shock, ira y dolor por su acusación. –No, no estoy feliz. ¿Crees que esto es acerca de mí queriéndote follar? En ese momento, ella se echó a reír de nuevo. –Oh, dame un respiro. ¿Qué otra cosa podría ser esto? Sé que soy ingenua cuando se trata de ciertas cosas, pero no soy idiota, Gavin. Algo en sus ojos y en su cuerpo lo llenaba de calor. El borde de la vulnerabilidad en su voz partió su pecho, y diablos, lo desgarró. Pero combinado con su explosión de desafío e ira, sólo hizo que la necesidad por ella lo corrompiera como una enfermedad dolorosa. Dio un paso adelante, llevando su brazo alrededor de su cintura, sujetándola cerca de su cadera mientras que rápidamente se la llevó fuera de vista. Habían tenido suerte hasta ahora en la soledad, pero sabía que era sólo cuestión de tiempo antes de que terminara. –¿Qué estás haciendo? –Resopló, luchando contra él, el sonido de sus tacones chocando frenéticamente contra el hormigón. La ira surgió caliente y muy dentro de él mientras la apoyaba contra la pared al lado de la terraza. Él la miró con sus melancólicos ojos azules en el espacio poco iluminado y con una expresión tan dura como el granito. –Esto no tiene nada que ver conmigo tratando de follarte. –Oh, ¿no? –Exhaló, sacándose el cabello de su rostro por el viento. –No, porque no nos olvidemos de que podría haberte follado. –Colocando una mano en la pared al lado de ella apretó todo su cuerpo contra el suyo. Ella llevó sus manos a su pecho y trató de alejarlo, pero su fortaleza la venció. Rozando sus labios contra su oído, dijo sus palabras en un caliente y lento susurro–. Podría haberte follado una... y otra... y otra vez, y podría haberte follado muy bien para ser honesto, pero me detuve, porque esa no es la manera en que te quiero. Con su pecho temblando por aire, con su corazón acelerado y sus bragas saturadas por deseo, ella miró hacia otro lado. –Entonces, ¿qué quieres de mí, Gavin? –preguntó, su voz era un agravado susurro.


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Él la cogió por la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos, ese luminoso y salvaje azul –resplandeciendo en los suyos. –Maldita sea, Emily. ¡Nos quiero a nosotros! Tú me perteneces, no a él. –El medio gruñó la declaración–. Cada parte de ti se hizo para mí. Tus labios se hicieron para besar los míos, tus ojos se hicieron para que al despertar te mire en mi cama cada mañana, y tu maldita lengua se hizo para rodar mi nombre fuera de ella. Estoy más seguro de nosotros de lo que estoy seguro de que necesito oxígeno para respirar. Como un ladrón en la noche, sus palabras casi se robaron su aliento. Parecía estar casi al borde de las lágrimas y fue a hablar, pero Gavin de repente levantó su mano y tapo su boca. Le dio un rápido movimiento de su cabeza. Al principio, ella no se dio cuenta lo que estaba haciendo, y luego el sonido de las voces de Dillon y de Trevor cortó su frenética respiración. Con los ojos muy abiertos, el corazón de Emily se aceleró mientras miraba a Gavin. –Bueno, ¿dónde está? –Preguntó Dillon, su tono lleno de ira y preocupación–. ¿Y dónde diablos está Gavin? Unos segundos pasaron antes de que Trevor respondiera, y tan rápido como el corazón de Emily latía con fuerza, estaba segura que Dillon podía escucharlo. Todo lo que Dillon tenía que hacer era dar la vuelta en la esquina de la terraza para encontrarla a ella y a Gavin en las sombras. –La sala estaba demasiado ruidosa, y Gavin tuvo que tomar una llamada de negocios. Subió las escaleras para encontrar un lugar tranquilo. –Trevor se aclaró la garganta un par de veces–. Volvamos adentro, y tendré a Olivia echando un vistazo a los baños de nuevo. Emily escuchó a Dillon dejar escapar un profundo suspiro, y luego sus pasos se desvanecieron de nuevo al interior. Mientras el oxígeno se distribuía de regreso dentro de sus pulmones agotados, Gavin alejó lentamente su mano de su boca. Aparte del sonido distante de la risa y la conversación de la fiesta, el ensordecedor silencio descendió mientras se miraban el uno al otro. Emily se empujó de la pared y empezó a alejarse, pero tan pronto como lo hizo, Gavin la llamó. Ella llegó a una parada brusca, pero no se volvió para enfrentarse a él. Él lentamente se colocó detrás de ella, rozando sus manos por sus brazos, sus palabras fueron ahogadas en el hueco de su cuello. –Yo nunca te haría daño, Emily. Deja de pelear. Deja de discutir lo que ya sabes. Con su toque embriagador e intoxicante y su corazón golpeando en su pecho, ella no se volvió. No podía. Con las piernas temblorosas, hizo su camino de regreso a la fiesta, la súbita necesidad por la absoluta insensibilidad invadió sus pensamientos. Observó la sala una vez más para asegurarse que Dillon no estuviera en su línea de visión. Tan pronto como supo que estaba despejado, caminó a


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través de las personas, su mente corriendo a mil por hora, con el temor que Dillon los podría haber atrapado. Su cuerpo se sacudió con una oleada de adrenalina cuando sintió una mano coger su codo, pero la tensión en sus hombros cayó cuando se volvió para descubrir que era Olivia. –Ven conmigo, –Olivia se apresuró a decir guiándola a la parte delantera del restaurante. Salieron y Olivia le entregó un frasco de aspirinas. –Dile a Dillon que tenías un dolor de cabeza y enviaste al valet para traer el auto porque necesitabas obtenerlas de la guantera. –Dillon tiene el ticket del valet, –Emily apresuradamente susurró. Olivia le dirigió una sonrisa. –No te preocupes por eso. Solía follar con él, – indicó a un asistente de valet desgarbado que las estaba viendo. Con media sonrisa, Emily movió sus ojos hacia él y luego de vuelta a Olivia. –¿Qué? –Chilló Olivia–. Eran mis días pre-mujeres y me debía un favor. Ya he hablado con él, y me dijo que apoyará la historia si es necesario. Emily asintió. –Está bien. Esto va a funcionar, ¿no? –Oh, tu prometido, –respondió ella, arrugando la nariz–, está sin duda molesto, pero sí, la excusa debe funcionar. Con eso, volvieron a entrar a la fiesta, y tan pronto como lo hicieron, la mirada de Emily se bloqueó en la de Gavin. Él estaba entrando desde la terraza, mirándola con tanta atención como ella lo estaba observando. Se acercó a Stephanie, le tomó la mano, y habló con ella durante unos minutos. Con Stephanie de su brazo, empezó a abrirse paso entre la multitud, dirigiéndose directamente a donde se encontraba ella. Olivia se echó a reír, y Emily la miró. –Bueno, tienes que encontrarle el humor en todo esto, chica. –Olivia sonrió. Estaba lejos de gracioso para Emily. Era doloroso, confuso, y agotaba sus emociones, pero antes de que pudiera decirle a Olivia alguna de esas cosas, Gavin y Stephanie se acercaron. Él tenía una sonrisa en la cara, pero un vislumbre de dolor era evidente en sus ojos. –Se está haciendo tarde, así que nos vamos, –dijo mientras miraba a Emily–. Sólo dile a Dillon que voy a hablar con él durante la semana. Emily asintió, queriendo consolarlo de alguna manera. Después de esta noche, sentía que ambos podrían ir a la cama, a lamer sus heridas, al menos sabía que ella lo haría. –Se lo diré, –respondió, su voz apenas un susurro. –Fue un placer conocerte, –sonrió Stephanie–. Una vez más, felicitaciones a ti y a tú novio. –Gracias, –Emily respondió.


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Olivia se inclinó para darle un abrazo Gavin. Cuando lo soltó, él echó un último vistazo cansado hacia Emily, y sin decir una palabra, él y Stephanie salieron del restaurante. Aunque llegó sin alcohol, Emily se sintió entumecida después de que se marchara. El dolor y la confusión siguieron aplastándola por el resto de la noche. Olivia estaba en lo correcto. Dillon compró su historia de necesitar una dosis de aspirina para un dolor de cabeza, pero eso no hizo que Emily se sintiera mejor. Mientras él llevaba a cabo conversaciones con clientes, las palabras de Gavin resonaron en su cabeza, haciendo un agujero en su corazón y tomando el último pedazo de algo lejos de ella. Apenas unos meses atrás, Emily había creído que era capaz de ver a través de él y desprender algunas de sus tantas capas. Sin embargo, esta noche, Gavin se desprendió de ella.


Capítulo 14 Roto

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O

tra tos ronca hizo pedazos la garganta de Emily, sus ojos siguieron a Dillon mientras rodeaba el taxi después de cerrar la puerta de ella. Olvidando el hecho de que Gavin iba a estar allí esta noche, se sentía como una mierda, y le dolía todo el cuerpo desde la cabeza a los pies. Gavin sólo traería un tipo diferente de dolor en este momento. Ella no podía creer que había permitido que Dillon la convenciera de ir, pero algo en su implacable persistencia y el intolerante tono no admitían argumento. Ya intoxicado, fortuitamente se deslizó en el asiento trasero y le indicó al conductor su destino. Después de buscar en sus pantalones su billetera, miró a Emily. –Oh, vamos, nena. Ya deberías estar sintiéndote mejor. Entre el olor a alcohol persistiendo en su aliento y las náuseas por la medicación bombeando constantemente a través de su sistema, estaba segura de que iba a vomitar allí mismo. –No, Dillon , no me siento mejor, –suspiró, apoyando la cabeza contra la ventana. Un bar lleno de gente era el último lugar donde quería estar en estos momentos–. No veo cuál es el problema si no voy. Sacudiendo la cabeza, él se acercó más y le pasó su brazo por los hombros de ella. –Es el cumpleaños de Trevor, ése es el gran problema. –Ya hablé con él antes. Le dije que estoy enferma y que no podría ir. – Después de otro ataque de tos, agregó–, él estaba perfectamente bien con eso. –Bueno, no te olvides que mañana por la mañana viajo a Florida por unos días. –Él la atrajo hacia sí, colocando sus piernas sobre su regazo–. ¿No quieres pasar el rato conmigo antes de que me vaya? –Sabes que no tiene nada que ver con eso, –respondió, tosiendo–. Nos podríamos haber quedado en casa y pasar el rato. Además, por qué diablos quieres salir esta noche cuando tu vuelo sale muy temprano está más allá de mí. Él se inclinó a su oído y lentamente acarició con su mano debajo de su falda, sus dedos haciendo pequeños círculos contra el encaje de sus bragas. –Puedo manejar un vuelo temprano, nena. Esperemos que tú me puedas manejar una vez que lleguemos a mi casa. Intentando empujar su mano lejos de ella, impacto cruzó su rostro. –En realidad no crees que vas a echar un polvo esta noche, ¿verdad? –Le preguntó, deslizándose lejos de él, sorprendida de que –posiblemente– podría estar pensando en eso.


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Ella estaba enferma y él lo sabía. En un movimiento la arrastró por su brazo, tirando de ella hacia él. Esta vez ancló una de sus piernas por encima de ella. –Sé que voy a echar un polvo esta noche, Em, –exhaló, deslizándole la lengua por su cuello cuando metió su mano debajo de la falda–. Estaré fuera durante unos días. Necesito un poco para sostenerme otra vez. –Suéltame, Dillon. ¡Ya estás borracho! –Ella retrocedió, tratando de ignorar al conductor ahora mirando a través del espejo retrovisor. Tomando extra medida para asegurarse de que Dillon no llegue de nuevo a ella, soltó una tos en su dirección, con la esperanza de que los gérmenes microscópicos se dirigieran directamente a su nariz. Por desgracia, no le impidió volver a intentarlo. Afortunadamente, su indulto por su ebrio intento de tomarla allí mismo, en el taxi, llegó cuando su teléfono comenzó a sonar. Después de inmovilizarla con una mirada fría, Dillon lo sacó de su bolsillo y tomó la llamada. Emily se deslizó por el asiento, asegurándose de meter el abrigo y el bolso entre ellos. Dejando escapar un suspiro, ella trató de ignorar su conversación mientras se reía con el que estuviera en el otro extremo. Sin embargo, no podía ignorar la creciente ansiedad filtrando constantemente su camino por sus venas, sabiendo que estaba a punto de pasar la noche en presencia de Gavin. Después de su último encuentro, las últimas semanas han sido nada menos que... difíciles para ella. A pesar que había caído de cabeza en su nuevo trabajo, la búsqueda de un apartamento con Dillon, y la planificación de la boda, Gavin estaba allí en el fondo de sus pensamientos como una hermosa sombra persistente, sin marcharse, sin permitir olvidarlo, sólo allí. Estaba dolida y confundida y los recuerdos de él eran abundantes. Algunas canciones que sabía que a él le gustaban la detenían en seco cuando las escuchaba. Los pensamientos de él constantemente la distraían de lo que estaba haciendo. Se encontraba improductiva en el instante que él nublaba su mente. Su disposición general era abiertamente tensa. Él estimula sus emociones... sus nervios... y todos sus sentidos. Ella pudo haber deseado a Gavin, pero sabía que no debería tener estos sentimientos temerarios por él, sobre todo un par de semanas antes de su boda. Odiaba el hecho de sentirse impotente a su alrededor. Que resucitara sentimientos que debían permanecer enterrados profundamente en su interior. Eso la hacía querer correr riesgos con él, con ellos. Eso hizo que se cuestionara cosas como su próximo matrimonio con el único amor que había conocido, el único hombre que había estado siempre allí para ella. Gavin le hizo esto. Ella se hizo esto. El destino le hizo esto. No sabía quién o qué tenía la culpa, pero lo único que sabía era que toda la situación estaba rompiéndola.


Estacionando en el bar de deportes en el Lower West Side, ella respiró hondo y salió del taxi hacia el aire fresco de Octubre. Sería un eufemismo decir que no esperaba con ganas esta noche. Gavin vio a Emily en el momento en que entró. Era imposible que no lo hiciera. Incluso entre la multitud frenética, ella brillaba como una estrella resplandeciente que ilumina por si sola un cielo oscuro.

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La soga invisible se apretó alrededor de su cuello, dejándolo casi sin aliento. Parecía increíble vestida con una falda negra, sexys botas altas hasta la rodilla, y un suéter verde fuerte que aumentaba cada curva que Dios mismo había glaseado sobre ella. Gavin nunca había conocido a una mujer tan hermosa. Se concentró en el trabajo las últimas semanas, tratando de no pensar en ella. Sus intenciones eran borrarla por completo de sus pensamientos, pero cuanto más lo habían intentado, más se arraigaba en su mente. No se suponía que ella iba a estar allí esta noche, por lo menos, eso es lo que le dijo Trevor. Ahora, mientras la veía caminar a través del océano de cuerpos en el bar de deportes, de repente sintió como si su corazón estuviera golpeando su camino para salir de su pecho. Su cuerpo palpitaba con energía, impactando con su deseo, querer y necesidad por ella. La conexión y empuje que ella extraía de él, incluso desde la primera vez que había puesto los ojos en ella, todavía lo asombraba. En los últimos segundos antes de que ella y Dillon se acercaran, la voz de la razón de Gavin intervino, diciéndole que la dejara ir y que terminara con ella. Pero, por mucho que quisiera escucharla, su cabeza ya estaba en sobre marcha. Ella era la destinataria de todas sus emociones reprimidas, sólo ella alimentaba todos sus fuegos. Era nada menos que terriblemente adictiva para él. Los ojos de Gavin encontraron los de ella, pero ella desvió la mirada, ignorando su existencia. Después de darle la mano a Dillon, Gavin observó mientras ella se acercaba a Trevor. –Lo hiciste, –Trevor silbó, inclinándose para abrazar a Emily–. ¿Te sientes mejor, supongo? Alejándose de él con una débil sonrisa en su rostro y una tos como si fuera poco, ella respondió, –No, no me siento mejor, por lo que podrías no querer abrazarme. Trevor sonrió y la atrajo hacia su pecho a pesar de su advertencia. Ella levantó la vista hacia él. –Trevor, lo digo en serio. Estoy tan contagiosa como pueda estarlo estos momentos.

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Su cielo oscuro.


Con el ceño fruncido, sin tener idea de quién era, le envió un mensaje de vuelta: ¿Quién es?

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Debo admitir... que juegas el juego muy bien...

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La apretó con más fuerza y se rió. –Em, tengo suficiente alcohol corriendo a través de mí en este momento para matar cualquier germen de mierda que se extienda. Logrando una risa, ella le devolvió el abrazo. –Bien entonces, pero tú lo has querido. –Él le sonrió–. Feliz cumpleaños, gran hombre. ¿Cuál es el número de esta noche, los grandes tres–cero? –No del todo. La edad madura de veintinueve años, –respondió, curvando su brazo alrededor de la cintura de Fallon. Movió los ojos hacia ella–. Y qué año va a ser. Fallon se inclinó para darle un beso y luego miró a Emily. –Soy una chica con suerte. –Eres una chica con suerte, y él es un tipo con suerte, también. No hay que olvidar eso, –sonrió Emily–. Me encanta el nuevo color. Fallon acomodó su cabello carmesí a un lado. –¿Si? No estoy acostumbrada a un solo color a la vez. –Si, lo hago. Te favorece. –Emily miró a su alrededor–. ¿Dónde está Olivia y Tina? –Al parecer, no eres la única enferma en Manhattan esta noche, –respondió Trevor–. Tina no se sentía bien, por lo que Olivia la llevó a su casa. Emily asintió y se acomodó en un asiento junto a Dillon. Él estaba ordenando algunos tragos, constantemente en su camino hacia el olvido más profundo con alcohol. –Si me disculpan, –continuó Trevor–, voy a ir a buscar mi sudor con mi dama caliente. Emily vio a Trevor y a Fallon desaparecer en la pista de baile. Por la siguiente media hora, Emily y Gavin intercambiaron más que una nerviosa mirada ocasional. Ella lo escuchó a él y a Dillon hablar de béisbol. Los Yankees habían llegado a los playoffs, y era el tercer juego que se mostraba en la mayoría de los televisores de pantalla plana de gran tamaño en todo el bar. Su rival era –vaya figura– Los Orioles de Baltimore. Emily tuvo que sonreír ante eso. Incapaz de adormecer su ansiedad con alcohol debido a la medicación que ella estaba tomando, soportó la situación lo mejor que pudo, sin prestar atención a ninguno de los dos. Mientras aceptaba un vaso de agua helada del barman, su teléfono celular iluminándose en su bolso captó su atención. Sacándolo, se dio cuenta de que era un texto de un número que no conocía:


Al cabo de unos segundos, la respuesta: Sin embargo... los "pájaros" no tienen

ni idea de cómo jugar el juego... así que todo se equilibra... Chasqueando la cabeza en dirección de Gavin, su corazón dio un vuelco. A pesar de que se sentó en el lado opuesto de Dillon, estaba en la línea de visión de Emily. Mirándola, su sonrisa era amplia e inhibidora. Ella movió sus ojos en dirección a Dillon. Era obvio que él no le estaba prestando ninguna atención a ella ni a Gavin, claramente más ebrio que cuando llegaron. Estaba en medio de una conversación sobre el juego con otro cliente mientras reían y compartían algunos tragos. Otro texto entrante vibró en su teléfono: Echa un vistazo a la puntuación... Nerviosa, miró a Gavin otra vez. Sonriendo, apoyó su barbilla en la palma de su mano e hizo un gesto a uno de los televisores con su botella de cerveza. Con rapidez desvió la mirada a la pantalla donde se resaltaba que los Yankees ganaban por cinco, dejó escapar el aliento que estaba conteniendo. Lo miró de nuevo donde otra sonrisa estallaba en su rostro. Emily le envió otro texto: ¿Cómo conseguiste mi número? Su respuesta: Admite que tus pájaros no tienen una oportunidad contra mis

Yankees... y tal vez voy a liberar esa información... Tosiendo, ella levantó una ceja y lo miró. Él sonrió y se encogió de hombros casualmente. –Descarado, –murmuró bajo su aliento mientras le enviaba un mensaje de vuelta: No voy a hacer tal cosa... Sus ojos se dirigieron a los de él otra vez. Con una mirada perpleja en su rostro, sonrió, y ella vio cómo rápidamente pasaba los dedos a través de la pantalla. Escribió: Entonces, te quedas con tu hipótesis original sobre mi personalidad...

yo soy un acosador, y tú eres mi hermosa presa. Boo. Sacudiendo la cabeza ante el verdadero sabelotodo que realmente era, la curiosidad pudo más que ella: Bien, mis pájaros no están jugando su mejor noche... Suspirando, oyó a Gavin soltar una completa y ronca risa. Él respondió: Lo voy a ser simple... Tu equipo A–P–E–S–T–A. Y como no

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Tomando un sorbo de agua, se burló. –Ha perdido realmente la cabeza. Ella observó como una sonrisa de superioridad se apoderaba de su rostro. Comenzó a contestarle, haciéndole saber que no rogaría por una respuesta, pero él envió otro: He decidido que estoy en un estado de ánimo generoso esta

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admitiste que tus pájaros no tienen ninguna posibilidad contra mis amados Yankees, tengo el repentino impulso de hacerte... Rogar. Retorcido, ¿No? Estaré esperando tu respuesta...


noche ya que mi equipo está azotando algunos culos seriamente. Olvídate de ti rogándome... que sé que lo harías... Contéstame con la palabra mágica, y voy a ceder la información que deseas. Pista... comienza con bonita... Ella puso los ojos y le envió un mensaje de vuelta: Por favor... Su texto de respuesta fue rápido: Yo sabía que podía conseguir que rogaras... Molly. Ahora no podía dejar de reír. Su texto fue un poco más exigente en esta ocasión: Para ti Emily, "chico acosador". No conseguiste que te ruegue nada.

Quiero la información. Oh, su sonrisa era entre lasciva y traviesa cuando miró en su dirección. Él respondió: Suplicaste, muñeca, y estoy bastante seguro... no,

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Entre ser consumida por su sesión de texto con Gavin y los fanáticos de los Yankees ahora rugiendo en el fondo, Emily no se dio cuenta que Dillon había desaparecido. Sin embargo, no podía dejar de notar a Gavin mirándola directamente con un sólo taburete separándolos ahora. Su respiración se detuvo en la parte posterior de su garganta mientras cerraba la distancia, deslizándose sobre el asiento a su lado. Apoyando el codo en la barra, su sonrisa no fue menos arrogante que antes. –Entonces, dice el bastardo arrogante, –empezó, moviendo su cuerpo hacia ella–, ¿todavía vas a negar que te hice rogar? La familiaridad de su voz llena de humor envió escalofríos por su espalda. Con una sonrisa, ella dejó escapar un suspiro de exasperación. –Eres implacable. –Siempre, –respondió de manera uniforme. Tomando un largo trago de su cerveza, su mirada no se apartó de ella–. Pensé que era una buena manera de romper la tensión en el aire. –Tienes una manera divertida de romper la tensión, Gavin. –¿Y por qué dices eso? –Vamos a ver... Trataste de hacerme admitir que te estaba rogando. –Ella contestó, cruzando las piernas, y luego se apresuró a añadir–, que no lo estaba. –Tú rogaste, muñeca, pero lo dejaré pasar. Riendo, ella negó con la cabeza. –Me rindo. Tú ganas.

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completamente seguro... Que podría conseguir que rogaras por un montón de cosas si me das la oportunidad adecuada para hacerlo. En abundancia. Sin embargo, para responder a tu pregunta, Olivia me dio tu número. Supongo que mi fuente no es como una sorpresa... Ella suspiró: No estoy de acuerdo con la parte de rogar. Lo llamo ser cortés. No estoy segura de cómo responder a tu segunda declaración, salvo decir que eres un bastardo arrogante. No, no estoy sorprendida sobre Olivia siendo tu socia en el crimen... ustedes son unos maniáticos...


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Sonrió, y por un minuto, se dejó ahogar en ella, perderse en el recuerdo de sus caricias. –Con toda seriedad, me imaginé que mi pequeña burla de textos podría ir bien, –dijo mientras sus ojos brillaban con algo parecido a una disculpa–. Espero que lo hiciera por lo menos. Él tenía razón, la tensión que se había acumulado en su interior pareció haberse disipado. Tomó una respiración profunda y asintió con la cabeza. –Lo hizo. Lentamente, deslizó una tapa de botella hacia ella y sonrió. –¿Tregua? Mirando hacia la barra lisa lacada, levantó la tapa y la hizo rodar entre sus dedos con una débil sonrisa en los labios. De cualquier forma que ella pudiera tomarlo, tenía que estar bien con él, tenía que estar bien con ellos. Emily sabía que el destino no estaba jugando limpio con ninguno de sus corazones. El destino había roto todas las reglas en su caso, creando un juego malvado sin tapujos que fue demoliendo el ser interior de ambos. Arrastrando sus pensamientos más profundos con una fuerza sin igual, que derribaría al más fuerte de los hombres hasta sus rodillas, la hizo cuestionar sus decisiones, pero no estaba dispuesta a dejar que ninguna de sus vidas se destruya. Tomando otra profunda respiración, lo miró a los ojos y asintió. –Sí, Gavin... tregua. A medida que el alivio corría por sus venas, Gavin analizó su rostro, con la esperanza de quemar la visión de ella de su memoria. Se había sentido como una eternidad desde que la había visto. –Entonces, ¿Cómo has estado? –He estado haciéndolo bien. ¿Tu? –Sí, he estado bien, –mintió sin problemas, rezando para que no lo supiera. Ella le dedicó una débil sonrisa que le hizo repensar sus habilidades actorales–. Así que Olivia me dijo que puesto que Dillon sale de negocios mañana, ella es tu cita oficial para la recaudación de fondos de mi madre este fin de semana. –Sí, lo es. Tina se va a la casa de sus abuelos en Texas, así que pensamos que tendríamos una noche de chicas. –Muy bien, –sonrió y se reclinó en su silla–. Estoy seguro que tendrán una gran noche. Sonriendo, dejó escapar una tos. –Bueno, estoy deseando que llegue. –No suenas muy bien, –dijo, poniendo la palma de su mano contra su frente. Ella se apartó un poco, pero sonrió–. De hecho pareces tener fiebre. –Puedes decirlo por sentir mi frente, ¿no? –Se llevó la mano a la frente. Luego comenzó a hurgar en su bolso en busca de Tylenol–. Ahora tu currículo se compone de magnate de los negocios, niñera y también médico. Riendo, él se encogió de hombros. –La parte de niñera coincide con la parte médica. He visto a Timoteo y Theresa unas cuantas veces mientras estaban enfermos. –Él tomó un trago de su cerveza–. No debes estar fuera, sintiéndote de la forma en que lo haces.


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Ella suspiró. –Sí, sé que no debería. –Él la miró inquisitivamente. Metiendo el medicamento en su boca, bebió un poco de agua–. Es una larga historia. A pesar de tener una buena idea de quién la hizo salir, Gavin no inquirió. Mirándolo, la curiosidad pudo más que Emily mientras se preguntaba por qué estaba allí solo. –Entonces, ¿qué pasó con esa chica que trajiste contigo a la fiesta de compromiso? No era tú... –Ella se mudó a la costa oeste para estar más cerca de su familia, – respondió, la mentira cayendo de su boca sin esfuerzo. –Oh, lo siento por eso. –No, no es gran cosa. Con eso, Trevor y Fallon se acercaron a los dos, ambos sudados por su baile. –Country, –Fallon exhaló pesadamente, limpiándose la parte de atrás de su cuello–, ven conmigo al baño. Tengo que arreglar mi maquillaje que estoy muy segura que está por todo el lugar ahora mismo. –Claro, –dijo Emily, levantándose del taburete. Miró a Gavin–. ¿Podrías mantener un ojo en mi cartera por mí? Él asintió con la cabeza, pero Trevor la cogió de la barra y se la colgó sobre su cuerpo. –Voy a mantener un ojo sobre ella. Blake podría robar algún recuerdo monstruoso de ti para él. Todos se rieron, y las dos mujeres comenzaron a dirigirse hacia el cuarto de baño. Mientras Emily hacia su camino a través de la interminable cantidad de aficionados celebrando la victoria de los Yankees, vio a Dillon jugando una partida de billar. Él estaba con un grupo de hombres y mujeres al otro lado del bar. Se dio cuenta de que estaba tomando todos sus esfuerzos por permanecer de pie mientras su cuerpo se balanceaba hacia atrás y adelante mientras alineaba un tiro. Un murmullo de risas se apoderó de la multitud cuando metió la bola ocho. –Tanto para pasar tiempo conmigo, –murmuró. Fallon abrió la puerta del baño, y entró. –Sé que no conozco a Dillon muy bien, Country, pero estoy asumiendo que te obligó a salir esta noche. –Bueno, podría haber dicho que no, –respondió mientras observaba su reflejo en el espejo. Arrancando un pedazo de toalla de papel del dispensador, Fallon lo roció con un poco de agua y empezó a limpiarse la cara y los brazos. En la comisura de su boca apareció una sonrisa. –Sí, pero no lo hiciste. Emily se encogió de hombros. –Me sentí mal por no venir. Quiero mucho a Trevor.


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Fallon arrojó la toalla de papel a la basura y miró a Emily, sus ojos grises brillando con preocupación. –Y Trevor te quiere, pero tienes que encontrar tu voz con tu hombre. Ponerlo en su lugar cuando es necesario. Emily la miró por un segundo, sintiéndose un poco confundida. –Creo que lo puse en su lugar, Fallon. Inclinando la cabeza hacia un lado, Fallon se acercó a ella y le puso la mano en el hombro. –No estoy tratando de empezar algo contigo, Country. Creo que podrías ser un poco más dura con él, eso es todo. Una leve sonrisa asomó los labios de Emily, pero ella no contestó. Fallon cogió su mano para salir. Cuando lo hicieron, un grupo numeroso se había reunido junto a la puerta, haciendo difícil para ellas maniobrar su camino a través de la multitud. –Mierda, –dijo Fallon–. Creo que acaba de llegar mi maldito período. Adelántate a la barra con los chicos. Iré en seguida. Emily asintió con la cabeza y trató de abrirse paso entre la multitud. –Parece que estás atrapada aquí, –un hombre de pie junto a ella gritó sobre la música a todo volumen. Los ojos de Emily se desplazaron a su sonrisa, su altura intimidante mientras se pasaba la mano por la cabeza–. Podría levantarte y llevarte a donde tienes que ir. –Umm, no, gracias. Voy a hacerlo a través. –Emily rió mientras continuaba intentando exprimir su camino a través de los otros clientes. –Eric, –dijo, extendiendo su mano al tratar de esquivar también a la multitud. Ella la estrechó. –Emily. Es un placer conocerte. –Bueno, Emily, estoy aquí con unos amigos, si quieres venir a nuestra mesa y tomar una copa con nosotros. Ellos están justo allí, –dijo, señalando a una cabina a unos metros de distancia–. Si podemos llegar, –dijo riendo–. No parece que vamos a estar avanzando demasiado en todo esto. –Gracias por la oferta, pero estoy aquí con mi prometido. –¿Casándote? Muy bien, –sonrió. –¿Cuándo es el gran día? No es una boda de Halloween, ¿no? Emily rió. –No, pero eso hubiera sido una idea genial. –Ella se puso de puntillas para intentar ver sobre la multitud aún persistente–. Es el 24 de Noviembre. –Impresionante, –respondió–. ¿Puedo ver tu anillo? Emily pensó que su petición era extraña, pero sin embargo, se imaginó que podría ser capaz de utilizarlo para su provecho–. ¿Qué tal te parece si hacemos un poco de trueque aquí, Eric? –Sonrió–. Voy a dejar que eches un vistazo a mi anillo si partes este grupo como el Mar Rojo, así puedo volver con mis amigos.


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–Suena como un acuerdo, –dijo riendo. Emily levantó la mano, y él la tomó entre las suyas. Con los ojos muy abiertos, su boca estaba entreabierta–. Eso es una maldita roca si he visto una. Bueno, felicitaciones a ti y a tu prometido. Les deseo a ambos– –Emily, –Dillon interrumpió, su voz llena de ira. Él la inmovilizó con una mirada dura, y ella se estremeció. Alejando su mano de Eric, ella empezó a hablar, pero Dillon dirigió su atención al otro hombre–. ¿Por qué coño estás cogiendo la mano de mi novia? –Dillon, –Emily espetó con nerviosismo–. Iba a– –Cállate la puta boca, Emily, –gruñó–. Responde a mi maldita pregunta, hombre. ¿Por qué coño estabas tocándola? Eric entrecerró los ojos. –Relájate, amigo. Le pregunté si podía ver su anillo de compromiso. Sin decir una palabra, la cabeza de Eric voló hacia atrás cuando Dillon le dio un puñetazo directo en la nariz, su sangre salpicó el suéter de Emily. Con un jadeo, el corazón de Emily se triplicó en su pecho mientras observaba el cuerpo de Eric caer contra la pared. Tropezando para levantarse, Eric se frotó la nariz durante un segundo y luego empezó a golpear salvajemente a Dillon. Fallon salió del cuarto de baño, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. – ¡Mierda! –Dillon –Emily gritó cuando él se abalanzó hacia Eric, jalando su cuerpo contra la pared con una fuerza brutal. –¡Voy a buscar a Trevor y Gavin! –Gritó Fallon, abriéndose paso entre la multitud, que ahora formaban un círculo alrededor de los dos hombres. Emily lloró mientras gritaba el nombre de Dillon, el shock rasgaba su sistema, mientras que los dos hombres continuaban su ataque venenoso contra el otro. A medida que los clientes sedientos de sangre observaban la pelea, rugiendo como animales enjaulados, el cuerpo de Emily fue empujado y arrastrado en todas direcciones durante la histeria. A los pocos segundos, aparecieron dos gorilas de tamaño monstruoso empujado la multitud creciente, parecían que estaban indudablemente listos para la pelea. Con poco esfuerzo, un gorila tenía a Dillon colgado de su brazo, alejándolo de Eric, mientras que el otro tiró a Eric lejos de Dillon. Ambos les gritaban a todos que despejaran la zona o de lo contrario ellos también serían expulsados. Con su advertencia, la multitud volvió de nuevo al bar, todavía siendo quicio del desastre. Como la multitud se despejaba, Fallon, Trevor, y Gavin aparecieron a la vista, los dos hombres tenían miradas acaloradas en el rostro y Fallon parecía tan sorprendida. –Oh Dios, Dillon, estás sangrando, –exclamó Emily.


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Gavin miró a Dillon, su tono era áspero. –¿Qué demonios ha sucedido? –¡Ella jodidamente sucedió! ¡Consigue tu puta mierda, Emily! Algo brilló en los ojos de Dillon, algo que Emily no se atrevió a cuestionar en ese momento. Nunca lo había visto tan oscuro y lleno de venganza. Con su cuerpo temblando, vio como uno de los porteros febrilmente lo escoltaron fuera del bar por su codo. Todavía llorando, Emily se detuvo, con la mano corriendo a su boca mientras frenéticamente miraba a su alrededor. –Mi cartera. ¿Quién tiene mi cartera? –Yo, –dijo Fallon, entregándosela rápidamente a ella. Cuando salieron del bar, Emily encontró a Dillon yendo y viniendo en el estacionamiento con las dos manos agarrando su cabello. –Dillon, –Gavin gritó, acercándose a él–. ¿Qué diablos pasó ahí? Sin responder, Dillon caminó a Emily y la arrastró por el brazo. Ella trató de retroceder, pero su agarre férreo era demasiado fuerte. Él agarró su barbilla con su mano, tirando con fuerza hacia arriba. –¡Tu solo dejaste que un tipo al azar te toque! ¿Qué eres, una puta de mierda? Todo. Lo. Que. Gavin. Vio. Fue. Sangre. Roja. Los pelos en sus brazos se erizaron. Con un músculo trabajando en su mandíbula, sangrado hostilidad de sus hombros, y el azul claro de sus ojos ardiendo como brasas, Gavin repartió y conectó un agudo pinchazo brutal a la mandíbula de Dillon, precipitando su cabeza hacia atrás. Dillon cayó al asfalto con un ruido sordo, su cuerpo inmóvil, completamente fuera de combate. Emily se tambaleó hacia atrás por el impacto y aterrizó en el suelo. Deslizándose contra pequeños trozos de grava, sentía la parte inferior de las palmas y las muñecas rasparse. Sin prestarle ninguna atención a su amigo inconsciente tirado en el suelo, los ojos de Gavin inmediatamente volaron a Emily. Su corazón se apretó en su pecho. En un simple gesto caballeroso, la levantó del suelo y buscó en su rostro preocupado. –Jesús, Emily, dime que no te golpee accidentalmente. –Él le pasó los dedos por sus mejillas para finalmente acariciar su cabello. Con su cuerpo temblando, la miró fijamente a los ojos, su voz era un susurro–. Dios, por favor dime que no. Ella tragó con fuerza, el shock se instaló a través de cada miembro de su cuerpo. –No, no me golpeaste, –se atragantó, las lágrimas corrían por su rostro. Por segunda vez esta noche, el alivio se arrastro a través de Gavin. –Te voy a llevar de vuelta a tu apartamento, –susurró, sus manos se deslizaron por sus brazos. –Yo... no pu... puedo dejarlo aquí, Gavin, –ella tartamudeó, secándose los ojos. –Puedes y lo harás, –contestó en voz baja. Él miró a Trevor–. Tú lo llevarás a tu casa esta noche.


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De cuclillas en el suelo junto a Dillon con la mano en su pulso, Trevor lo miró y asintió con la cabeza. –Sí, pero debes ayudarme a meterlo en el auto. A pesar de que estaba tomando cada onza de su autocontrol no arrojar a Dillon al baúl de Trevor y hundirlo en el Atlántico, en alguna parte, Gavin aceptó de mala gana. Después que un muy borracho y muy noqueado Dillon fuera lanzado al auto de Trevor, Gavin llevó a Emily a casa. Durante todo el viaje su estómago se retorció de dolor, escuchando su llanto cuando le explicó lo que había sucedido. Su expresión era vulnerable, y la necesidad de respuestas se arremolinaba en sus ojos. Después de entrar a su apartamento, Gavin la sentó en el sofá mientras buscaba un trozo de tela y vendas del baño. También llenó un recipiente con agua fría. Cuando salió de la cocina, la encontró balanceándose hacia atrás y adelante, sosteniendo su rostro entre sus manos. Pesadez se instaló en su pecho como un ladrillo. El impulso de tomarla en sus brazos y protegerla del dolor que sentía era casi imposible para él de resistirse. Sentándose en el suelo delante de ella, Gavin mojó la toalla en el agua y cogió una de sus muñecas. Ella se estremeció con notable dolor mientras él le pasaba la toalla a través de su piel. Ahora sentía la ira aumentar dentro de él, sabiendo que Dillon había causado todo. Gavin apretó los dientes mientras apretaba el exceso de agua del paño, notando que su color blanco se teñía de rosa por su sangre. La sangre de esta hermosa mujer fue provocada por un idiota, un idiota que no merecía su sonrisa, su tacto, su calor, o su amor. Nada de ello. Esperando para decirle lo bien que él podía tratarla, velar cada una de sus necesidades, y cuidar de ella en todas las formas posibles, Gavin encontró su voz atrapada en anhelo, no queriendo molestarla más. –Lamento que esto haya sucedido, Gavin. Lo siento, –susurró mientras las constantes lágrimas corrían por sus mejillas. Con las cejas fruncidas y la cabeza inclinada, Gavin aplicó el último vendaje. Levantó la vista hacia ella y trató de entender por qué decía eso. –¿Crees que esto fue tú culpa? –Si. Dillon tenía razón. Si no hubiese dejado que ese tipo me tocara, nada de esto habría pasado. –Emily... –hizo una pausa, con su mano acariciándole la curva de su mandíbula–. Tú no eres responsable de lo sucedido. ¿Me entiendes? Sollozando, ella rotundamente negó con la cabeza y lo miró a los ojos. –No, Gavin, soy responsable. No tenía derecho a hablar con ese hombre, para empezar. –Ella comenzó a llorar incontrolablemente–. Tú y Dillon eran amigos, y ahora no lo serán después de esto. No puedo creer lo que he causado.


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Podía ver la mezcla de confusión y dolor en su rostro, y sólo aumentaba su propia confusión. Maldito Dillon. Él la tenía bajo un apretado asimiento que Gavin nunca podría haber imaginado. –Él te hace pensar que es tu culpa, Emily, – respondió, las palabras pronunciadas bajas pero firmes–. Y yo no estoy preocupado por su amistad en estos momentos. No creo que alguna vez lo estuve. Estoy preocupado por ti, Emily, no por él. Sacudiendo la cabeza, ella siguió llorando, apenas logrando respirar. Gavin se puso en pie y se sentó en el sofá junto a ella. Colocó una almohada en su regazo, suavemente la empujó hacia abajo y apoyó su cabeza contra ella. No se sorprendió cuando ella no se resistió. La mujer que había llegado a conocer estaba rota, despedazada por un hombre que vio a través de sus debilidades. Debilidades que usó en su contra con cada oportunidad que tuvo. Podrían haber sido segundos, minutos, o posiblemente horas, Gavin no sabía, pero él se sentó allí acariciando el cabello de Emily hasta que se durmió. Con los ojos inyectados en sangre, Gavin vio que su pecho subía y bajaba tranquilamente. Mientras que cada uno de esos segundos, minutos o posibles horas pasaban, Gavin supo, y no por el bien de lo que quería para él y Emily, sino que sólo por el bien de Emily, tenía que alejarla de Dillon.


Capítulo 15 Dejando ir todo

E

l frío infinito del cielo de Octubre contenía una vista sin obstáculos de la luna llena mientras Emily y Olivia salían de su edificio. Tomando una respiración profunda, Emily se quedó mirando las estrellas titilantes extendiéndose por el telón de fondo de los altísimos edificios. Echaba de menos esta estación. El aire, aunque fresco, lograba hacerla entrar en calor, recordándole a Colorado.

31. Campanita de Peter Pan.

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Si alguna vez hubo un momento en su vida en el que sentía que necesitaba a su madre, era en estos momentos. –Nos vemos increíbles, chica, –Olivia trinó, haciéndole señas a un taxi–. Mi madre siempre dice que el mejor dinero gastado es el dinero que se gasta en el cabello, maquillaje y las uñas para una noche como esta. Antes de que Emily pudiera consentir, una limusina negra y elegante se detuvo frente a ellas. El chofer salió, y Emily recordó que los había llevado a la casa de Gavin en los Hampton. –Buenas noches, Señorita Martin, –dijo el señor regordete de cabello gris a Olivia–. Por favor, perdone mi tardanza esta noche. La ciudad tiene unas cuantas manzanas cerradas por reparaciones que yo desconocía. –Hey, Marcus, –Olivia respondió con una sonrisa, acercándose a él–. ¿Ese cabrón escurridizo te envió? –Sí, Señorita Martin. El Sr. Blake me dijo que llegara a las seis en punto para usted y la Señorita Cooper. Una vez más, pido disculpas por llegar tarde. –Infiernos, me encantan las sorpresas. Pensé que teníamos que llamar a un taxi para ir la fiesta, –Olivia se echó a reír y luego se volvió hacia Emily–. Al parecer, el Sr. Blake considera oportuno colmar de cosas lo que desesperadamente quiere sólo con lo mejor... porque nunca ha enviado una antes. Emily sacudió la cabeza y se metió en la limusina. Después de conseguir acomodarse, Olivia abrió la parte superior de una botella de champagne y la vertió en dos copas. –¿Dinkerbell31 te ha llamado hoy de nuevo? –¿Dinkerbell? –Sí, como Campanita. ¿Te llamó otra vez? –Ese es nuevo, –suspiró Emily–. ¿Qué piensa tú? –Bueno, pensé que ya podría haber entendido el punto porque no has tomado sus llamadas, –se encogió de hombros–. Y hoy no llegaron flores al

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Hogar


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apartamento, así que supuse que finalmente se había rendido. Emily sabía que no estaba en Dillon rendirse tan fácilmente. –Bien, quizá no en el apartamento, pero él las envió a Bella Lucina hoy mientras estaba trabajando. –Cállate, –Olivia dejó escapar, los ojos muy abiertos–. ¿Cuántas, esta vez? Emily lo consideró por encima del borde de su copa–. Digamos que fue suficiente para que Antonio decorara cada mesa y toda la zona del bar y tenía una docena de restos extra para llevarle a su novia. Tomando lo último de su bebida, Olivia se echó hacia atrás en su asiento, con expresión suave. –Bueno, estoy orgullosa de ti por no ceder a él. Pero, honestamente, espero que te apegues a tus armas cuando él finalmente vuelva de Florida. Cuando hablé con Trevor hoy temprano, él me dijo todas las idioteces que ha estado hablando mientras han estado allí, muestra lo decidido que está para recuperarte. Emily miró por la ventana, con los ojos disfrutando de las brillantes luces de la ciudad. A medida que las veía pasar, pensó en lo mucho que se sentía como una víctima de un violento choque, tan maltratada y golpeada. Aunque no tenía ningún hueso roto ni la piel lastimada, su corazón sangraba internamente de las heridas infligidas por Dillon. Las palabras que él le dijo siguieron corriendo por su cabeza, ardiendo tanto como cuando las dijo por primera vez. No podía negar que, efectivamente, se sentía culpable por haber causado la situación. También sabía que ella podría haber prevenido lo que sucedió. De todos modos, no cedería a él. No podía. Ella se aseguraba de enviar todas las llamadas directamente al correo de voz. Él incluso fue tan lejos como llamar a la escuela primaria donde trabajaba. Hizo caso omiso de esos mensajes también. Sin embargo, su mayor sorpresa fue cuando su madre se presentó en su apartamento inesperadamente, sin previo aviso y bastante molesta. Emily cortó la breve visita cerrando de golpe la puerta en el rostro a su llegada. –Es evidente que tengo que hablar con él cuando regrese, –suspiró Emily–. No puedo terminar con él sin un final. –¿Por qué no? No se merece ningún tipo de final de ti, Em. –Yo no estoy hablando de su final, Olivia. Necesito terminar por mí. –Emily bebió el resto de su champagne y rápidamente volvió a llenar su copa–. No importa cómo lo mires, él hizo mucho por mí y por mi familia. Sé que estuvo mal por lo que hizo, pero él estaba borracho, y eso es algo que tengo que tener en cuenta. Olivia la miró desde el otro lado de la limusina. –Estás cayendo de nuevo en la trampa. –¿Cómo estoy cayendo en su trampa, Olivia? Ni siquiera está aquí.


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Empezó a tocarse la sien. –Ahora, él está en ese cerebro tuyo como un pequeño hongo. Mi hermano se emborracha y no enloquece con Fallon. –Olivia se inclinó y se sirvió una segunda copa de champagne–. He salido con muchos chicos que se hicieron pedazos, y ellos no tiraron la mierda como él lo hizo contigo. Estoy segura que has tenido ex–novios que no hacen eso. –Realmente no salí mucho antes de Dillon, –Emily se encogió de hombros–. No tengo nada con qué compararlo. La cara de Olivia se arrogó con confusión. –¿Por qué necesitas algo para compararlo, Em? Fin de la puta historia, borracho o sobrio, drogado o no, enojado o feliz, un hombre no debe poner una mano sobre una mujer. Nunca. Tomando un sorbo de champagne, Emily miró hacia otro lado. –No estoy bromeando, Emily. Tal vez puedas pensar que lo que tu padre le hizo a tu madre es normal, pero no lo es, amiga. Es todo lo contrario. –Tragando saliva al recordar, Emily llevó su atención a Olivia–. Sugiero que te libres de la necesidad de tener un cierre con ese idiota porque es igual que tu padre. Empaca las jodidas cosas que tienes en su apartamento, y voy a pedirle a mi hermano que las saque del lugar de Gilipollas. –Cruzando las piernas debajo de su vestido de seda roja, añadió–, Gracias a Dios que no firmaste un contrato de arrendamiento en el apartamento que ustedes encontraron. –No quiero hablar más de esto esta noche, –dijo Emily, su voz vacilando entre la frustración y la súplica–. Quiero disfrutar de una noche sin pensar en todo este lío con Dillon. ¿Por favor, Olivia? –Está bien, pero esteré de vuelta sobre su culo mañana. Emily dejó escapar un suspiro y asintió. –Eso está bien. Cinco minutos después, la limusina se detuvo en el hotel St. Regis. Marcus abrió la puerta para las mujeres, y cada una salió a la acera, dándole las gracias por el viaje. Poniéndose el chal sobre los hombros, Emily entrelazó sus brazos con Olivia, y se dirigieron hacia el vestíbulo. Después que Olivia dejara su abrigo, se dirigieron al gran salón de baile donde la recaudación de fondos se encontraba en pleno apogeo. La música de una banda en vivo zumbó por el aire mientras los camareros con guantes blancos recorrían el salón con copas de champagne y caviar. El fantástico espacio tenía techos abovedados con nubes pintadas destacando unos candelabros dorados. Suaves luces rosa pálido, en honor al color de la conciencia del cáncer de mama, hacían que el material de seda blanca que cubrían las mesas parecieran cascadas. Hermosas rosas rosadas y claveles estaban rociados por encima de brillantes montículos de hortensias en el centro de cada mesa. Al segundo que Emily entró al salón de baile, sus ojos se encontraron con los de Gavin. Ella también encontró que tenía que recordarse a sí misma cómo respirar.


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Una sonrisa estalló en el rostro de él mientras lo veía excusarse de un grupo de hombres con los que estaba hablando. No sólo Emily se centró en él mientras caminaba a través del espacio, sino que se dio cuenta que los ojos de cualquier otra mujer en el salón también gravitaron hacia él. Mujeres jóvenes, mayores, altas, bajas, negras o blancas, no podían dejar de mirarlo. Lucia increíble, llevaba un esmoquin de Armani que se adaptaba a la perfección. Pasándose una mano por su cabello, cruzó el salón con un paso que era tan sexy, potente y fuerte. Olivia se inclinó para darle un abrazo cuando se acercó. –Gracias por enviar la limusina por nosotras, –hizo una pausa, levantando una ceja traviesa mientras ella se echaba a reír–. Bueno, no por nosotras, pero de cualquier manera, fue un bonito gesto. Sacudiendo la cabeza, Emily sonrió, sintiendo el rubor arrastrarse por su rostro. –Por supuesto que la envié por las dos, –dijo riendo–. Nunca pensé enviar una antes. –Claro, lo que tú digas, Blake, –Olivia respondió con su voz sosteniendo un juguetón escepticismo. Gavin volvió a reír. Sabía que ella estaba con él–. ¿Dónde están tus padres? Quiero saludarlos. –Ellos están allí, –respondió, señalando una mesa en el centro del salón. –Bueno, me pondré al día con ustedes en un momento. –Y, con eso, Olivia hizo su camino a través de la fiesta en dirección de Chad y Lillian. Girando para enfrentar a Emily, los ojos de Gavin lentamente languidecieron cada centímetro de su cuerpo. Dios, ella se veía exquisita en todos los sentidos, una princesa entre los campesinos del salón. Era lo único que podía hacer para tomar un respiro decente. Un vestido de terciopelo negro sin tirantes, que acentuaba su escote, fluía hasta el suelo y abrazaba sus sutiles curvas como un guante. Su mirada pasó de largo una gargantilla de diamantes, haciendo caso omiso de su brillo, y se fijo, en cambio, en la plenitud de sus sorprendentes labios que brillaban con un rojo rubí. Diminutos alfileres de diamantes mantenían su cabello recogido con sólo unos pocos mechones sueltos que enmarcaban su rostro forma de corazón. Tonalidades ahumadas de grises brillaban sobre sus párpados mientras sus hermosos ojos esmeraldas se fijaron en sus azules. Tratando de serenarse, Gavin tomó su mano y majestuosamente la llevó a sus labios, colocando un suave beso en ella. –Las palabras no pueden describir la forma en que te ves esta noche. Emily sonrió tímidamente. –Gracias, –respiró, angustiada por su dominio–. Te ves muy bien, también. –Vaya, gracias. –Sonrió–. ¿Vamos?


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Con una ligera inquietud, ella asintió con la cabeza, mientras metía la mano en el hueco de su brazo. La condujo a través del salón, deteniéndose brevemente para participar en conversaciones con algunos de los invitados que lo detenían. En el camino, le presentó a Emily algunas de las familias que la fundación de su madre había ayudado a lo largo de los años. Sus rostros sonrientes mostraban su gratitud por todos los medios. Entre los invitados había algunos de los principales investigadores de Nueva York del cáncer de mama, organizaciones, y algunos políticos cuyas familias se habían visto afectadas por la enfermedad. Con el objeto golpeando tan cerca de casa, Emily se sintió asombrada por la generosidad de Gavin y su familia extendiéndolas a aquellos que la necesitan. –Emily, te acuerdas de mi hermano, Colton y su esposa, Melanie, –dijo Gavin, sacando una silla para ella. Asintiendo, Emily se inclinó sobre la mesa y les estrechó la mano. –Lo hago. Es agradable verlos a los dos de nuevo. –A ti también, –respondió Melanie–. Mis hijos de hecho preguntaron por ti un buen número de veces. Emily sonrió. –¿Lo hicieron? Cubriendo con su brazo el respaldo de la silla de Melanie, Colton respondió, – claro que si. Dijeron que eres la mejor jugadora de fútbol en el mundo. –Eso es muy gracioso, –se rió Emily–. Bueno, diles que dije hola. Voy a tener que concertar otro partido de fútbol con ellos. Gavin sonrió y se sentó junto a Emily. –No dejes que te engañe. Si no recuerdo mal, yo soy el que te enseñó a jugar al fútbol. –mirándola, le lanzó un guiño. Emily sonrió y negó con la cabeza. –Ah, sí, cuñado, llévate todo el crédito. – Melanie se rió, empujando su cabello rubio por encima del hombro–. Emily, te advierto que todos los hombres de la familia Blake tratan de tomar el crédito por todo lo que pueden. –Emily enarcó una ceja en dirección a Gavin, y él se echó a reír–. Pero, por ahora, esta mujer Blake está a punto de tomar crédito por enseñarle a su marido a bailar. –Melanie se levantó de su asiento y tomó la mano de Colton–. ¿No es así, cariño? Poniéndose de pie, Colton curvó su brazo alrededor de su cintura y le plantó un beso en la cabeza. –Tengo dos pies izquierdos, así que sí, te voy a dar el crédito por tratar de enseñarme a bailar. –No te caigas completamente de culo, hermano, –Gavin gritó mientras la pareja se trasladaba a la pista de baile. Colton se dio la vuelta, mostrándole el dedo del medio en dirección de Gavin. –Hmm, ¿siento la rivalidad entre hermanos? –preguntó Emily.


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–Todo es sobre la rivalidad entre hermanos, –respondió, haciéndole señas a uno de los camareros–. Me deleito por cualquier oportunidad que tengo para hacer que se vea como un payaso. –Eres demasiado, –ella rió. Gavin sonrió maliciosamente. –Lo sé, pero se lo merece. El camarero se acercó a la mesa con una cara botella de champagne y una toalla sobre un brazo. –¿Qué te gustaría tomar? –Preguntó Gavin. Conociendo que ella y Gavin no se combinaban bien con el licor, Emily pensó en mantenerlo ligero. –En realidad, sólo tomaré agua helada. Él frunció el ceño. –¿Estás segura? Con una sonrisa de respuesta, ella asintió. Después de ordenarse para él un bourbon en las rocas, Gavin se inclinó hacia atrás en su silla y la miró. –Estoy feliz de ver que ya no estás enferma. –Gracias. Fueron unos pocos días duros. –Estoy seguro que lo fueron, –respondió, sabiendo que fueron lo suficientemente duros para ella sin necesidad de añadirle una enfermedad–. Pasé por el restaurante para ver cómo estabas y Fallon me dijo que ya te habías ido. –Lo sé. Quise llamarte, pero se escapó por completo de mi mente. Lo siento por eso. –No hay necesidad de disculparse. Yo sólo quería asegurarme que estabas bien. –Bueno, gracias por preocuparte por mí, –sonrió y puso una servilleta sobre su regazo–. Realmente lo aprecio. Pero estoy bien, de verdad. Ella pudo haber sonreído, pero Gavin no podía ver un rastro de felicidad en sus ojos. A lo largo de la noche, siguió la conversación con ella sobre temas más ligeros, manteniéndose lo más lejos de cualquier cosa que tuviera que ver con Dillon. Gavin se enteró de que, a pesar que su puesto de profesora supuestamente era a tiempo completo, cayó, y sólo iba a estar trabajando a tiempo parcial como sustituta por el momento. De cualquier manera, parecía feliz. Se burló de ella un poco más acerca de los Yankees entrando a la Serie Mundial, prometiéndole que al final de su vida él la convertiría en una fanática. Ella no estuvo de acuerdo, pero, no obstante, la hizo reír, y eso es lo único que le importaba a él. Después que todos disfrutaron de la cena, los padres de Gavin se acercaron a la mesa. Los brazos de la majestuosa pareja estaban entrelazados entre sí, con los rostros enrojecidos por el baile y champagne. –Olivia, –dijo Chad con una sonrisa–. Mi bella esposa me ha dado permiso para bailar contigo. Ella arqueó una ceja con incredulidad. –Oh, ¿Lo hizo?


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–De hecho, si, –se rió, cogiendo su mano. –¿Estás segura, Lillian? –Olivia sonrió y se levantó–. Te lo puedo robar. –Él es un hombre muy afable, –Lillian sonrió, sus ojos verdes brillaban de alegría–. Él sólo podría volverte loca, chica, así que ten cuidado. –No puedo decir que esté de acuerdo contigo en eso, –Olivia se echó a reír y se acercó a él–. Vamos, viejo. Te voy a mostrar cómo lo hacen los jovencitos. Riéndose, Chad le dio un beso en la mejilla a su esposa y llevó a Olivia a la pista de baile. –Te ves hermosa esta noche, Emily, –dijo Lillian, tomando asiento junto a ella– . Espero que lo estés disfrutando. –Gracias, Sra. Blake, por lo que hacen. Y lo estoy disfrutando. Todo es espectacular. –Tsk, tsk, –ella se rió, acariciando la mano de Emily–. Recuerda, señora Blake me hace sentir vieja. Pero estoy feliz de que estés pasando un buen rato. Emily sonrió. –Gracias, Lillian. –Te ves hermosa esta noche, mamá. –Gavin se levantó de su asiento y puso su mano sobre el hombro de ella–. Voy a tener que mantener un ojo en ti para asegurarme que ningún otro hombre te robe de papá. Mirándolo, ella le tomó la mano sobre la suya. –Siempre has sido mi mayor fan, Gavin, –trinó con una sonrisa adornada–. Pero, de verdad, cariño, después de treinta y cinco años de matrimonio, no me voy a ir a ninguna parte. Es bastante seguro decir que tu padre no tendrá que preocuparse por eso. –¿No tiene que preocuparse de qué? –Colton preguntó, acercándose a la mesa con una copa en la mano. –Oh, no es nada. Tu hermano sólo está siendo sobreprotector, –se rió, poniéndose de pie–. ¿Dónde está Melanie? Colton señaló por encima del hombro. –Ella está en el vestíbulo, llamando a la niñera para chequear a los niños. –Entonces justo a tiempo, –Lillian respondió mientras entrelazaba los brazos con Colton–. ¿Quieres bailar con la mujer que te trajo a este mundo? –Por supuesto. –Él bebió el resto de su bebida–. Voy a intentar mi mejor esfuerzo para no pisarte los pies. Mientras hijo y madre se dirigían a la pista de baile, Gavin miró a Emily. –¿Te gustaría bailar? Mordiéndose el labio, Emily miró alrededor del salón y luego de vuelta a él. – Bailar, ¿eh? –Sí, bailar, –se rió entre dientes–. Te prometo que voy a ser bueno.


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–Eso lo dudo, pero voy a confiar en ti por última vez. –Él se rió mientras ella se quitaba la servilleta de su regazo. Poniéndose de pie, sonrió–. Pero debo advertirte que probablemente no sea mejor que tu hermano. –Eso es imposible, –dijo, sonriendo–. Espera aquí un segundo. Ya vuelvo. Ella asintió con la cabeza y vio que él se acercó a la banda. Habló con el cantante durante unos instantes y luego se dirigió de nuevo hacia ella, con una sonrisa traviesa corriendo por su rostro. –¿Por qué te ves como si estuvieras tramando algo? –preguntó, levantando una ceja. Su sonrisa con hoyuelos se ensanchó mientras tomaba su mano, metiéndola en el hueco de su brazo. –Eso sería porque estoy tramando algo. –Y ¿qué estarías tramando? Guiándola hasta la pista de baile, él permaneció en silencio, pero la sonrisa en su rostro nunca vaciló. –Gavin, –ella rió. –Emily. –¿Qué estás tramando? Esperó hasta que la banda comenzó a tocar los acordes de su pedido. – ¿Escuchas jazz? –preguntó mientras colocaba una mano en la parte baja de su espalda. Tomando su otra mano en la suya, las llevó contra su pecho y la acercó a él. Desconcertada por su cercanía, le tomó un segundo para ordenar sus pensamientos. –Umm, sí, lo hice antes. Mi abuela solía escuchar mientras cocinaba. –Mmm, ¿estás familiarizada con esta canción? –No sé el nombre de la canción ni del cantante, –respondió ella, luchando por ignorar lo tentador que olía–. Pero recuerdo lo bonito que fue la primera vez que lo escuché. Mirándola, sonrió mientras se balanceaban adelante y atrás. –Se llama "La Vie en Rose", y es del cantante Louis Armstrong. –Es hermosa. –Lo es. Y esto es lo que estaba tramando, –le susurró al oído. Tratando de recuperar el aliento, se mordió el labio. –¿Qué quieres decir? –Bueno, me he imaginado bailando juntos esta misma canción. –¿En serio? –Preguntó ella, tratando de ocultar cualquier atisbo de shock en su voz por su confesión. Entonces interiormente se rió de sí misma, teniendo en cuenta las confesiones que ella había hecho con él. –Sí, lo hice. Así que muchas gracias por este baile. –De nada. –Ella podía ver la expresión de sus ojos, la misma que casi la ahogaba cada vez que la miraba de esa manera. Desvió la mirada hacia sus padres


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donde también bailaban–. Es increíble que hayan estado juntos tanto tiempo. Es casi imposible creer que un amor tan fuerte existe. Gavin estudió su rostro mientras observaba a sus padres. Algo en su voz y ojos ansiaban tener algo más profundo que lo que tuvo con Dillon. Fue entonces cuando Gavin supo que tenía que despertar con ella yaciendo junto a él, deseando ver qué sombra verde eran sus ojos cuando aún estaban perezosos por el sueño. Quería su cabello enredado en un lío y ponerla sobre sus fuertes brazos cuando se despertara con ella sonriéndole. En el más frío de los inviernos donde las mantas no proporcionarían a su cuerpo la suficiente calidez, él quería ser esa calidez. Por encima de todo, quería que Emily se enamorara de él. Era más que un deseo por su cuerpo, era una necesidad para su cuerpo y alma. Si pudiera tener una noche con ella, Gavin estaba seguro de que sería capaz de convencerla que estaban hechos el uno para el otro. Sus cálidos dedos perezosamente viajaron por su espalda, descansando en la nuca de su cuello. –Te mereces ser amada de esa manera, –le susurró al oído. Cuando él se echó hacia atrás, sus labios estaban cerca. Con el más mínimo movimiento, de cualquiera, se unirían. Con su susurro vigorizantemente suave y sexual, Emily tomó una respiración entrecortada y trató de ignorar el hormigueo de electricidad sobre su piel. La combinación de su tacto y el sonido de su seductora voz tenían a su cuerpo dolorido de deseo. Ahora respiraba con dificultad. Sintió que sus pechos subían y bajaban, y notó que él bajaba la mirada sobre ellos mientras ella miraba hacia otro lado, sin decir una palabra. Gavin dejó de moverse, y Emily llevó su atención de nuevo a su rostro. Su toque era casi insoportable, susurró sobre su mandíbula mientras su mirada la penetraba. –Todavía puedo degustarte en mis labios. Con el corazón rebotando a través de su pecho, Emily perdió toda capacidad de pensar y simplemente se ahogó en la sensación de sus manos que ahora tiernamente flotaban por su cintura. Incapaz de hablar, ella simplemente lo miró a los ojos azules. –Echo de menos la forma en que tu cuerpo se siente contra el mío. – Humedeciéndose los labios, sus manos apretaron con más fuerza su cintura–. Echo de menos sentir la manera en que tu pulso se acelera cuando te toco. –Él tragó saliva, cerró los ojos e inhaló su aroma, el dulce olor del jazmín lo embriagó. Al abrir los ojos, su voz bajó, incluso más suave, mientras sus manos le enmarcaron la cara–. Quiero tomarme mi tiempo contigo, rozar mis dedos sobre los lugares que él ha descuidado. Él nunca te ha amado de la manera que tienes que ser amada, – le susurró al oído, acercándola más–. Déjame amar cada parte de ti. Tu mente... –Él arrastró sus dedos por su cuello–. Tu cuerpo... Tu corazón... Tus cicatrices... –Sus


manos se deslizaron por su cintura–. Tus caprichos... tus hábitos... Tus pensamientos... Todos de ti. Dame todo, Emily. Tragando duro, el cuerpo de Emily se sacudió. Ella se alejó de él, sin mirarlo a los ojos, su voz era baja. –No puedo hacer esto contigo, Gavin. Nosotros... nosotros no podemos hacer esto. –Se acercó a ella, pero ella se alejó aún más–. Dile a Olivia que me encuentro con ella en el apartamento. Me tengo que ir. Giró sobre sus tacones y se dirigió a la mesa para tomar su cartera y chal. Con un tangible impacto en su rostro, Gavin observó mientras ella se escabullía a través del salón, abriéndose paso entre la multitud. Sin embargo, él no estaba dispuesto a dejarla ir. No iba a dejar que se fuera de su vida.

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En unos pocos pasos rápidos, se abrió paso entre la multitud de invitados y la cogió por el codo en el vestíbulo. Sus ojos llenos de confusión, la miró, con el corazón palpitante. –¿Por qué huyes de mí, Emily? –No estoy huyendo de ti, –susurró ella, con los ojos llenos de lágrimas amenazadoras. Suspirando, se pasó una mano por su cabello. –Estás huyendo de mí, y quiero saber por qué. Ella miró hacia otro lado. Se negó a ver el dolor evidente en sus ojos, y se negó a sentir el dolor en su corazón. –Nunca funcionaría. Tú y Dillon fueron amigos, y él nunca permitiría que esto suceda. –¿Qué? –preguntó con incredulidad, dando un paso más cerca. Ella retrocedió–. ¿Cómo crees que sería capaz de controlar cualquier cosa entre tú y yo? –Lo hará, –dijo mientras las lágrimas descendían por sus mejillas. –Infiernos que lo hará. –respiró, acercándose un paso más. Antes que ella pudiera alejarse de nuevo, él cogió su cintura con una mano mientras que con la otra limpiaba sus lagrimas de su rostro–. Debes estar conmigo, y lo sabes. Tu misma dijiste que me sentías cuando no estoy cerca de ti. –Bajando su cabeza, él la miro directamente a los ojos, su voz era baja–. Dios, Emily, por favor... Tienes que darnos una oportunidad. Déjame que cuide de ti. Deja que te ame. Esperó a que las palabras –las palabras correctas– llegaran a ella, pero no lo hicieron. Poniendo su mano sobre su boca, ella se alejó, sintiendo los dedos de Gavin caer de su cintura. Un flujo constante de lágrimas caía de sus ojos. Ella lo miró por un momento, mientras su corazón explotaba en pedazos en el proceso y sin decir una palabra, salió del vestíbulo. Mirándola entrar a un taxi, Gavin se quedó arraigado en su estela, su corazón en un puño, mientras trataba de procesar lo que acababa de suceder. Sabía que Dillon tenía un control sobre ella, pero Emily creyendo que él podría interponerse entre ellos jodía la cabeza de Gavin y lo jodía mal. Antes de darse cuenta, estaba

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No ahora. No nunca.


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buscando en su bolsillo por sus llaves y dirigiéndose a su auto. Después de enviarle a su hermano un texto para hacerle saber que había abandonado la fiesta, se encontró a sí mismo conduciendo por toda la ciudad. Una parte de él quería conducir al apartamento de ella y empujar más el tema, pero la lógica le dijo que él había presionado lo suficiente. No había nada más que pudiera decirle, así que todo lo que podía hacer era ir a casa. Al entrar en su ático, Gavin se quitó la chaqueta del esmoquin, agarró una botella de bourbon, y rápidamente se sirvió un trago. Después de tomarlo, se arrancó la corbata de lazo de su cuello, se quitó los zapatos y se sentó en la isla de su cocina. No pudo evitar soltar una carcajada, aunque interiormente no se estaba riendo. Él se estaba hundiendo, hundiéndose aún más por lo que necesitaba. Golpeando con los puños la mesa, él se maldijo por no ir a su apartamento. Recordando las palabras de su hermano, Gavin sabía en ese mismo momento que no había luchado lo suficiente por ella. Poniéndose de pie, se paseó de un lado a otro, mirando su teléfono mientras se debatía qué hacer. Fue a marcar el número de Emily, pero se contuvo. Esto no merecía una llamada telefónica. Tenía que ir a ella, y se negó a detenerse en esta ocasión. –A la mierda, –dijo, buscando en el bolsillo por sus llaves. Abriendo la puerta, casi se olvidó de sus zapatos, pero no importaba, porque se encontró con los ojos verdes más hermosos mirándolo. No dijeron hola. Las palabras eran innecesarias. Ambos sabían en ese momento que iban a decir mucho a través de sus acciones antes de amanecer. La combustión espontánea se encendió dentro de sus cuerpos, mientras se lanzaban al mismo tiempo – colisionando– sus bocas una sobre la otra. En algún lugar en el medio, la puerta se cerró y la camisa de Gavin fue arrancada. Sosteniendo la nuca de ella, el beso de Gavin explotó como balas contra los labios de Emily. Antes de darse cuenta, él la levantó del suelo y presionó contra la pared. Colocando sus brazos sobre su cabeza, él apretó sus muñecas con una mano mientras ella envolvía sus piernas alrededor de su cintura. Con su duro y rígido cuerpo presionando contra el de ella durante su acalorado beso, la mano libre de Gavin cayó a su muslo, deslizando su vestido por encima de su cintura. El aire siseó con el sonido de sus bragas siendo arrancadas de su cuerpo. Con anticipación, su centro húmedo se oprimió fuerte contra el material refinado de sus pantalones. Mientras un deseo profundo comenzó abrirse camino en Emily, ella alejó sus muñecas de su agarre y comenzó febrilmente a desabrochar su cinturón. –No podía irme con el taxi, Gavin. Dios, no podía, –gimió contra su boca. El sentimiento de querer, el sentimiento de necesidad y el sentimiento de pertenecer juntos era algo que no podía ignorar más. No lo quería pasar más por


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alto. Él era todo lo que ella anhelaba y deseaba, y lo único que temía era que no sería capaz de tener suficiente de él. –Iba a por ti, –gruñó él, deslizando su lengua a través de su mandíbula–. No iba a dejarte ir esta vez. Agachándose, Emily deslizó su mano por debajo de sus bóxers, arrastrándola sobre su gruesa y larga longitud. Ella comenzó a acariciarlo, sus sentidos disfrutaron de la sensación de su nacarado líquido contra su pulgar rodeando su punta. Un profundo gemido desigual brotó de la garganta de Gavin mientras ella lo acariciaba de nuevo, liberando su eje de su reclusión. Los labios de él se movieron de su boca a su oído y a su garganta, mordiendo y chupando, mientras ella lo bombeaba con su mano. –Necesito sentirte dentro de mí en este momento, Gavin, por favor. –Tengo que conseguir un condón, –gimió contra su boca. –Estoy tomando la píldora, –ella respiró, el sudor brillando en su cuello. Eso es todo lo que necesitaba oír antes de levantarla sólo para tirar de ella hacia abajo sobre él. Empujándose en su interior caliente y húmedo, la cabeza de Emily cayó hacia atrás contra la pared, sin poder creer lo increíble que él se sentía. Ella dejó escapar un suspiro contundente mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello. Arqueando la espalda, él la penetró de nuevo, enterrándose por completo hasta la empuñadura. Su lengua arrastrándose dentro y fuera, Gavin gimió cuando ella apretó sus piernas alrededor de su cintura y sus manos se enredaron en su cabello. A pesar que su espalda se irritaba contra la pared con cada embestida, la sensación del placentero ardor de su circunferencia, alejaba cualquier dolor que debió haber sentido. Gavin se retiró y ambos se miraron a los ojos, consumiendo las emociones en el aire. Sus pechos subían y bajaban con cada respiración poco profunda que tomaban. Mientras las ondas de placer sacudían el cuerpo de Emily, Gavin estampó su boca sobre la de ella, continuando la exploración de su lengua mientras la llevaba a su habitación. Un pequeño gemido de dolor escapó de sus labios cuando él la puso de pie. Emily estaba delante de él, su cuerpo temblando de pies a cabeza mientras trataba de recuperar el aliento. Sin vacilación, se quitó sus bóxers y calcetines, su depredadora mirada caliente se centró en sus temblorosos labios. Los ojos de Emily viajaron desde su hermoso rostro, moviéndose más bajo para disfrutar de la deliciosa visión de su tenso abdomen, la V la llevó directamente a la respuesta tan esperada de dónde terminaba su tatuaje. Era magníficamente hermoso. Directamente desde su caja torácica izquierda, serpenteaba su camino hacia abajo, curvándose sobre su cadera antes de sumergirse aún más bajo.


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Mientras los ojos de Emily siguieron su progresión, admiró la elaborada tinta negra dando vueltas hacia abajo alrededor de su muslo, la cola del dragón envolviéndose alrededor y alrededor. Se imaginó sus dedos o incluso su lengua persiguiendo el mismo camino esta noche. –No hay hombre sobre la tierra que no quisiera ser yo en este momento, – dijo, ahuecando su rostro mientras arrastraba el pulgar por sus labios. Como un animal salvaje acechando a su presa, poco a poco se movió a su alrededor, pasándole los labios sobre su hombro y luego deslizando la lengua por su cuello–. Tu mente y tu cuerpo nunca olvidarán las cosas que voy a hacerte esta noche. Cada... Simple... Centímetro de tu cuerpo me va a sentir. Olvidándose de su toque burlón, sus palabras sólo hacían que Emily se sintiera como si estuviera a punto de explotar. –Oh Dios mío, –susurró. –Sí, –dijo Gavin con una sonrisa arrogante en su rostro. Lentamente, continuó rodeando y tentando el cuerpo de Emily con besos suaves, para finalmente pararse detrás de ella. Con su aliento caliente y cálido, le besó la oreja. Sus pestañas revoloteando para cerrarse, sintiendo el placer surcar a través de su cuerpo con cada suave roce de sus labios. Gavin abrió lentamente la cremallera de su vestido de terciopelo, viéndolo deslizarse hasta el suelo y formar un charco en torno a sus tacones. –Sal, –susurró en su cuello, desenganchándole los pasadores de diamantes que sostenían su cabello. Su cabello cayó en cascada sobre sus hombros y sobre sus pechos. Tratando de respirar, ella se alejó de su vestido mientras un mayor nivel de deseo sexual comenzaba a marcarse sobre su piel. Aún de pie detrás de ella, con una mano, los dedos de Gavin le desabrocharon el sujetador sin tirantes, mientras que la otra flotaba en torno a la parte delantera de su estómago. Enterrando su cara en la curva de su cuello, Gavin suavemente cogió la parte posterior de su muslo y levantó su pierna a la cama. Un gemido escapó de los labios de Emily mientras él deslizaba sus dedos profundamente en su interior. Un placer ardiente atravesó cada terminación nerviosa de su cuerpo. Levantando sus brazos detrás de ella, le clavó los dedos en su cabello, arañando y agarrándolo tan fuerte como pudo. Envolviendo su barbilla, Gavin inclinó el rostro de ella hacia un lado lo suficiente para aplastar su boca sobre la suya, gimiendo mientras su lengua se movía dentro y fuera. Una mano, trabajaba más profundo dentro de su humedad, la otra acariciaba todo su pecho, rodando su pezón endurecido entre los dedos. Un escalofrío caliente onduló en el estómago de Emily, hormigueando su camino a través de todo su sistema. Jadeando con rapidez, Emily tiró de los humedecidos dedos de Gavin a su boca, chupando y arremolinando su lengua sobre ellos. Antes


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que ella volviera a respirar, Gavin le dio la vuelta y estampó sus labios contra los suyos. –Me deshaces jodidamente cuando haces eso, –gimió, su voz era áspera y ronca ahora. Su corazón corría, ella hundió sus dedos en su cabello. –Bien, ahora deshazme a mí, –gimió, su cuerpo estaba caliente y lleno de necesidad. –Oh, lo voy a hacer. –Él rozó sus labios sobre su clavícula–. Ahora tumba ese hermoso cuerpo sobre la cama, pero mantén los muslos en alto y los tacones puestos, –ordenó. Sus palabras enviaron escalofríos directamente a lo largo de su columna vertebral. No podía hacer nada más que simplemente cumplir con lo que le había ordenado. Las frías sábanas de seda se deslizaron contra su cuerpo caliente mientras ella misma se subía a lo largo de la cama de gran tamaño. Sólo tomó unos pocos pasos, y él estaba de pie ante ella, tan cerca que podía sentir el calor y el deseo que emanaban de sus poros. El corazón de Emily se aceleró cuando sintió su mirada caliente sobre su cuerpo desnudo, sus ojos devoraban cada centímetro que fue expuesto a él. Con sus ojos azules penetrando los de ella, Gavin lentamente se dejó caer de rodillas, tirando de su cuerpo al borde de la cama. Abrió sus muslos y dispuso sus piernas sobre sus hombros hasta que nada estuvo oculto. Él se deleitó por el sonido de su gemido antes que hiciera contacto con su piel. Acariciándole con una mano su estómago, levantó su pie, aún con sus tacones altos, y besó su tobillo a través de su media. –Dime cuánto quieres que te saboree, –susurró, lamiendo lentamente su camino hasta la pantorrilla mientras un único dedo suavemente rodeaba su abertura húmeda. Estaba empapada de deseo por él, y era lo único que podía hacer para controlarse a sí mismo. –Oh, Dios mío, Gavin, por favor, –rogó, levantando sus caderas y apretando sus pechos. Abriendo aún más sus piernas, él exhaló un último aliento caliente contra su coño antes que su lengua lamiera lentamente contra su clítoris. Deslizando sus dedos dentro, lamió con facilidad los dulces jugos de su cuerpo como si sus labios estuvieran saboreando un helado en un día caluroso de verano. Y por Dios, eran los jugos más dulces para deslizar su lengua. Lamió más profundo y excavó con su lengua dentro de ella, chupando su humedad con el temor de que nunca llegaría a experimentarlo de nuevo. Miel... era pura maldita miel. Gavin daría todo lo que había adquirido para saborearla, oler, sentir y explorar cada centímetro de ella tan íntimamente cada día por el resto de su vida.


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–Sabes tan jodidamente bien, –respiró, empujando sus dedos más profundo dentro de ella. El aliento de Emily comenzó a sonar a través del aire, su cuerpo se arqueaba y temblaba contra su boca, y eso sólo hizo a Gavin más hambriento. Su pene estaba caliente y duro, cada centímetro de él se esforzaba para estar dentro de ella con cada gemido disipado de sus pulmones. Cada vez que ella gritaba su nombre y tiraba de su cabello, sintió temblar su cuerpo con una anticipación que nunca había conocido. Era todo lo que podía hacer para no explotar sin siquiera estar dentro de ella. Cuando la sintió cerca del borde, redujo la caricia de su lengua, trayéndola de regreso a la tierra, para comenzar todo de nuevo, una y otra vez, hasta que supo que no podía aguantar más. Cuando sus piernas se estremecieron y temblaron por las olas del clímax, él se aferró a sus caderas, empujándola con más fuerza contra su golosa boca. Como ella gritaba su nombre otra vez, él mordió, chupó, y tiró de su hinchada carne aterciopelada entre sus dientes. Antes de que pudiera volver a bajar de las alturas del éxtasis donde él la llevó, lamió lentamente círculos lánguidos sobre su cuerpo. Pausando sobre su estómago, la miró a los ojos, su rostro estaba enrojecido y su respiración dificultosa. –Dios, eres tan hermosa, –gimió, deslizándose por su cuerpo. Enterró la cara contra uno de sus pechos, su lengua arremolinó y chupó en torno a su tenso pico. Él cogió la parte posterior de su rodilla, y enganchó su pierna alrededor de su cintura. El aliento de Emily se cortó mientras él se cernía sobre ella, sin dejar de probar con su lengua la curva de su pezón. Cada contacto era pausado. Cada movimiento rápido pretendía provocar una reacción de ella. Y ella reaccionó. Sus gemidos se hicieron eco a través de la habitación, su respiración pesada perforaba incluso a sus propios oídos. Su lengua, que giraba alrededor de su pecho, pellizcando suavemente aquí y allá, causaba que su cuerpo se sacudiera hacia su endemoniada boca. Emily no pudo tomar suficiente aire cuando él finalmente se hundió dentro de ella. Lazos de llamas lamieron y vibraron su camino a través de su centro. Cada, denso, largo y duro empuje de él se sentía mágico. Porque ningún hombre–ni siquiera Dillon– hacia que su cuerpo se sintiera de la forma que Gavin lo hacía. Por un latido, ambos se ahogaron en el momento en que se miraron a los ojos, emociones sin nombre se arremolinaban en el aire. Fue entonces cuando Emily sintió a Gavin reclamándola –tácito y silencioso. Ella había perdido su cuerpo, ahora se definía únicamente por el de él. Gimiendo, Gavin se empujó más profundo, y Emily exhaló con fuerza, empujando su boca a la de ella. Él deslizó su lengua dentro y fuera, hundiendo las


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manos en su cabello mientras su respiración se aceleraba a partir de las sensaciones que se derramaban a través de ellos. –Te gusta la forma de tu sabor en mi lengua, ¿no? –Preguntó, su respiración era áspera y desigual. Jadeando, sus uñas se clavaron en su espalda mientras lo besaba más fuerte. –Sí. –Tu cuerpo fue hecho para el mío. –Deslizó su lengua hasta la mandíbula, sus manos sosteniendo la parte posterior de la cabeza de ella–. Cada maldito centímetro de ti fue hecho para el mío. Besándola, Gavin acarició con sus manos su cabello mientras Emily hundía la cabeza en la almohada, levantando sus caderas para encontrarse con sus embestidas. Sus cuerpos se movían juntos en sincronía como si fueran componentes ideales hechos el uno para el otro, ambos retorciéndose bajo el baño de calor y necesidad. A pesar de que cada centímetro de su cuerpo estaba cubierto de músculo, su abrazo era suave y gentil. No hizo nada rápido y nada duro. Sus medidos y pacientes movimientos mostraron control mientras él se tomaba su tiempo disfrutando del momento, adorando cada centímetro del cuerpo de Emily. A medida que sus respiraciones se mezclaban y bailaban, sus bocas jugaban una sobre la otra y sus manos susurraban a través del cuerpo del otro. Acelerando el paso, Gavin ahuecó su pecho, llenando sus manos con su suavidad, mientras sus oídos apreciaban cada gemido que salía de los labios de ella. Gavin bajó los labios hasta el hueco de su cuello. –Eres mi debilidad, Emily, – gimió, lentamente deslizando su lengua contra su cuello–. Una debilidad tan dulce. Metiendo los dedos en su cabello, Emily tiró de él a su boca mientras se enterraba profundamente dentro de su calor. Gavin sintió su orgasmo venir como ella cogía sus bíceps, clavándole las uñas en su carne mientras su resbaladizo coño se apretaba a su alrededor como una prensa. Llevando un brazo debajo de su espalda, la atrajo contra su pecho mientras sus dedos se anudaban en el cabello de ella. –Córrete para mí, Emily, –gimió, barriendo su lengua por la boca. Sus músculos se estremecieron con la restricción de mantenerse por su cuenta. Tan pronto como sintió que su cuerpo comenzaba a desmoronarse bajo el suyo, él se dejó ir con ella. Sus cuerpos entrelazados en absoluto placer orgásmico mientras se estrechaban, se sacudían y temblaban en los brazos del otro. El sudor contra el sudor y el alma contra el alma, se elevaron y cayeron juntos, cada uno preguntándose si alguna vez serían capaces de llegar abajo. Cuando sus respiraciones y cuerpos se ralentizaron, Gavin la miró a los ojos. Movió con suavidad el cabello de su rostro, todavía atemorizado que ella estuviera


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allí debajo de él. Se tomó su tiempo besándola apasionadamente, su lengua agradeciéndole a su boca, a su cuello y a sus hombros. Cuando miró hacia él, las manos de Emily lo adoraron lentamente, sus dedos alisando su cabello, acariciando su rostro cincelado, y finalmente trazando su boca. Gavin nunca antes se había sentido tan conectado con alguien en su vida. Dejando que ella lo completara, sintiendo que lo hizo íntegro, tenía que hacerle saber eso. –Te amo, Emily, –susurró sobre sus labios–. Creo que te he amado desde el segundo que puse mis ojos en ti. Él alejó la cabeza ligeramente hacia atrás, y Emily fue a hablar, pero él puso un dedo sobre sus labios. –No espero que lo digas. Sólo necesito que sepas que no era sólo sexo para mí. –Puso otro beso suave a lo largo de su mandíbula–. Lo quiero todo, Emily. Quiero pasar mis noches de la mano contigo, –susurró las palabras a su oído–. Quiero enviar mensajes de texto durante todo el día. –Él la besó en la sien y le acarició la mejilla–. Quiero las risas y los besos en la frente. –Él corrió suavemente sus labios sobre su frente–. Quiero las citas nocturnas, ver películas, y hacer el desayuno. –Él pasó las manos por su cabello, sus dientes tirando suavemente de su labio inferior–. Quiero los viajes nocturnos, observar la puesta del sol, las peleas, los gritos y el llanto. –Aún besándola, sonrió contra su boca–. Sé que definitivamente voy a querer el sexo de reconciliación que viene después de todos los gritos y el llanto. Quiero lo bueno, lo malo, y el término medio. Todo eso es lo que nos va a hacer increíble juntos. Aunque le resultaba difícil de tragar, no pasó mucho tiempo para que ella respondiera porque no había que adivinarlo en su mente. Emily sabía claramente en las profundidades de su alma, a través de cada fibra de su ser, que también lo amaba. Su toque, las emociones sangrando detrás de sus palabras, y la sinceridad en sus ojos arrojaron cualquier temor de él –de ellos– lejos. Mirando a su hermoso rostro, ella le echó las manos al cuello, derramando lágrimas de sus ojos. –Yo también te amo, Gavin. –Inclinándose hacia arriba, suavemente lo besó en los labios, podía sentir el impacto moviéndose a través de él. Ella le dio un beso más profundo intentando aliviar ese impacto. Funcionó porque sintió que su cuerpo comenzaba a relajarse–. Quiero todas esas mismas cosas... y las necesito contigo. Quiero hacerte feliz. Apoyando la frente contra la de ella, le tomó la barbilla con la mano y rozó la yema del pulgar por sus labios. –De ninguna manera no podrías hacerme feliz. Es imposible. Gavin rodó hacia un lado, llevando a Emily con él. Con eso, hicieron el amor, implacable y dulce, a través de la noche hasta altas horas de la madrugada.


Capítulo 16 Abriendo Las Puertas

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a brillante luz del sol derramándose a través de las cortinas de la ventana despertó a Emily de una de las mejores noches de sueño que había experimentado en meses. Con un largo y lento estirón y una sonrisa en su rostro, empujó la montaña de mantas enredadas alrededor de su pecho, se sentó y se apoyó contra la cabecera. Sus ojos recorrieron la extensa habitación de Gavin. El sonido de la ducha corriendo en el cuarto de baño se hizo eco a través de sus oídos mientras sus sentidos se sumergían en lo increíble e impresionante que su cuerpo se sentía. Normalmente, nunca fue una de preocuparse por el aspecto que tenía al salir el sol, sin embargo, esta mañana era diferente –muy diferente. Sabiendo que ella debía tener el cabello como un nido de ratas y su rostro tenia definitivamente el maquillaje corrido de la noche anterior, rápidamente se deslizó de la cama, arrastrando las mantas junto a ella, intentando estudiar su reflejo en el espejo. Cuando sus pies descalzos tocaron el suelo frio de mármol, también lo hicieron con algo más. Mirando hacia abajo, se encontró con una gran caja con un lazo rojo atado alrededor. Lo recogió y se sentó de nuevo en la cama. Era dirigido a ella, bueno, no a ella, sino a Molly. –Tan sabelotodo, –se rió. Sacudiendo la cabeza, empezó a abrirlo, sólo para ver un movimiento en su visión periférica. Levantando la mirada hacia su fuente, fue recompensada por la vista de Gavin saliendo del cuarto de baño con una toalla de algodón blanco envuelta alrededor de su cintura. Tragando saliva, Emily apretó las mantas alrededor de su pecho y se deslizó hacia atrás contra la cabecera. Pasándose la mano por su cabello humedecido, Gavin le sonrió desde el otro lado de la habitación, sus tendones ondularon en su abdomen mientras se estiraba. Tímidamente devolviéndole la sonrisa, Emily lo observó ante sus ojos. Era magnífico para decir lo menos. Ella no pudo evitar que sus ojos vagaran sobre él, era simplemente imposible no hacerlo. Era guapo, no sólo su increíble estatura sino también su rostro. Esa fuerte mandíbula angular que complementaba sus altos pómulos y la ligera barba en su barbilla sólo añadía más a su masculinidad, y añadió más a su acelerada respiración. Y. Dios. Bendiga. Ese. Tattoo. –Encontraste tu regalo, –dijo, sonriendo. Emily arqueó una ceja y sonrió. –Bueno, me encontré con un regalo para Molly. Pero sí, me encontré con un regalo.


Riéndose, él caminó hacia la cama y se sentó a su lado. –Si no recuerdo mal, tú eres la que me dijo que nunca te dejaría vivir sin molestarte con eso, así que estoy cumpliendo mi parte del trato. –Sacudiendo la cabeza, ella juguetonamente golpeó su brazo. Él se rió y lentamente le colocó su cabello detrás de la oreja–. Mmm, sabía que te despertabas bonita. Mordiéndose el labio, visiblemente avergonzada, ella apartó la mirada de él. Hipnotizado por la mirada en sus ojos, Gavin se sintió cautivado por el hecho de que claramente no se daba cuenta de lo hermosa que era. Sus labios con la tonalidad de un vino tinto profundo, sus atractivos ojos verdes y las sutiles curvas de su cuerpo, todo atormentaba sus sentidos. Mirándola, el corazón le latía como un devoto, mientras sus ojos trazaban cada centímetro de su rostro. No era sólo su belleza física. Era todo lo de ella, hasta el olor de su carne, las cosas que haría sólo para obtener su aroma. Ella le dio calor toda la noche como un suéter un día de otoño, y no había nada que él no estuviera dispuesto a sacrificar a fin de mantenerla para él mismo. Sus largos e interminables pensamientos y fantasías de este mismo momento –cuando iba a compartir con ella sus deseos y ella haría lo mismo, confiando tan sólo como los amantes podrían– se desarrollaron con tanta vitalidad mientras ella llevaba su mirada hacia la suya.

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Gavin se sentía completamente y jodidamente drogado. Ninguna cantidad de dinero podía comprar este sentimiento, y lo sabía. Colocando su mano debajo de su barbilla, la miró fijamente a los ojos. –Te ves hermosa, –susurró, gentilmente persuadiendo su rostro hacia el suyo. Lentamente, rozó sus labios sobre los de ella, suave, apasionado y gentil. Los dedos de Emily instantáneamente se hundieron en su cabello, tirando con la suficiente fuerza para hacerlo gemir en su boca. Se sentaron allí besándose como dos adolescentes en una cita, ambos satisfechos con eso... nada más... sólo besándose. Después de unos minutos de deleitarse con el sabor a menta de sus labios, Emily se apartó. Gavin la miró, sus ojos básicamente le hacían el amor en el proceso. –¿Qué sucede? –Preguntó, con una sonrisa de niño inclinando las comisuras de su boca. –Yo, eh... necesitaría cepillar mis dientes, –dijo ella, apretando las mantas contra su pecho. Dejando escapar una risa ligera, él cogió el regalo sin abrir y se lo entregó. Puso otro suculento beso sobre sus labios. –Sabes delicioso para mí, pero toma. Ábrelo. Ella sonrió. –Esta es una caja bastante grande para un cepillo de dientes.

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Drogado.


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Él se rió y le acarició con los nudillos a lo largo de su mandíbula. –Lo es, ¿no es así? Con el ceño fruncido y una sonrisa, ella lo miró con recelo. –¿Qué? –Preguntó. –¿Cuándo tuviste tiempo para salir y comprarme algo? –Bueno, dormilona, es que no es tan temprano, –dijo, señalando un reloj mostrando que eran casi las once de la mañana–. Pero, para responder a tu pregunta, tuve a mi asistente corriendo a recoger algunas cosas para ti de una lista que le di. –Ah, tu asistente. –Sí, mi asistente, –dijo riendo–. Pero estaría dispuesto a sustituirla por esta impresionante morena que está sentada en mi cama ahora mismo. –Oh, me contratas como tu asistente, ¿eh? –Sin dudarlo, –susurró él, las palabras pronunciadas en el pliegue de su cuello mientras rozaba los dientes por su hombro. El cuerpo de Emily casi se afloja bajo su tacto–. Sin embargo, no estoy muy seguro si tendríamos mucho trabajo que hacer. –Alejándose, sonrió–. Ahora abre tu regalo. Con una mano sosteniendo las mantas contra su pecho, Emily trató de abrir la caja con la otra. Gavin se rió, dándose cuenta de que estaba tratando de mantener su cuerpo desnudo cubierto. Lo encontró increíblemente lindo y sexy al mismo tiempo. Sin decir una palabra, él sonrió y la ayudó. Al abrirla, se encontró con dos cajas de tamaño medio y una caja delgada. Con una enorme sonrisa en su rostro, Gavin abrió una de las cajas medianas para ella, sacando y sosteniendo una camiseta con capucha de los Yankees de Nueva York y unos pantalones de chándal. –Lo has perdido por completo, –se rió, quitándoselos de las manos. Ella negó con la cabeza y trató de darle una mirada de desaprobación, pero estaba interiormente aprobando demasiado su lindo gesto de intentar convertirla en una fanática–. Si crees que voy a salir en público con esto, te equivocas. Él arqueó una ceja perfecta. –¿Quién dijo que estamos dejando mi casa hoy? –Hmm, ¿no lo estamos? –No, no lo estamos. Te tomo de rehén aquí, –respondió, su era voz baja, mientras se inclinaba para besarla–. El equipo es puramente para mi propio entretenimiento personal. –Suena interesante, –respondió ella, y le devolvió el beso–. Y ¿qué es lo que has planeado para nosotros hoy? Mordiéndose el labio inferior, sonrió. –Pensé que podríamos pedir comida, todo el día.


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–Uh huh, la comida es una necesidad, –medio gimió mientras el continuaba con la caricia de su boca sobre la de ella. –Dormir un poco, ya que nos quedamos despiertos hasta muy tarde. –Sí, lo necesitamos para mantener nuestra fuerza. –Pasó su mano por el cuello de él. Todavía besándola, le levantó el otro brazo y lo colocó alrededor de su cuello, la manta cayó de su pecho. –Ponerse cómodos en mi sofá y ver películas de terror. –Me gustan las películas de miedo, –dijo ella, masajeándole con los dedos su cabello, mientras el calor sexual latía en su sistema. Atrapando su labio inferior entre los dientes, arrastro lentamente sus manos sobre sus pechos ahora expuestos. Sonrió cuando ella gimió, amando la forma en que ella le respondía. –En medio de toda la comida y ver la película, me gustaría volver a representar los acontecimientos de la noche anterior acto por acto. –La atrajo a su regazo, su pelo cayendo sobre sus hombros mientras el beso se profundizaba–. Una... y otra... y otra vez, –agregó. Casi al mismo tiempo que Emily comenzó a quitar la barrera molesta de la toalla envuelta alrededor de su cintura, su teléfono sonó. Gavin no mostró intenciones de contestar la llamada. Con la respiración acelerada, Emily se apartó y lo miró. –Usted realmente debe responder a eso, señor Blake. Él enredó los dedos en el cabello de ella y la guió de vuelta a su boca. –De ninguna manera, –gimió mientras la recostaba contra la cabecera, su beso cada vez más duro–. Sea quien sea puede esperar. –Uh, uh, uh. –Ella se retiró de nuevo con una sonrisa burlona en su rostro. A pesar de que tuvo enormes esfuerzos, pensó que había jugado un pequeño juego, uno del que él pensaba que era el maestro–. Podría ser tu madre. Él se pasó la palma de la mano por la cara y dejó escapar otro gemido. Sus labios se curvaron en una sonrisa sensual. –Me estás matando, Emily, literalmente me estás matando. Ella sonrió, deleitándose por el hecho de que podía hacer a un hombre tan poderoso desmoronarse. Rodando fuera de él, se echó a reír–. ¿Hmm, quién está rogando ahora? Sacudiendo la cabeza, sacó las piernas por el lado de la cama y se echó a reír. –Oh, vas a pagar por eso, lo prometo. Mientras lo escuchaba hablar con quien estaba en el otro extremo, ella sonrió y le pasó los dedos por su espalda, con la esperanza de que cumpliría bien con su amenaza. –¿No puede esperar? –preguntó al que llamaba. Emily se sentó en rodillas y lo besó ligeramente a lo largo de sus hombros.


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Amando lo que sentía, Gavin rodó su cuello hacia un lado, invitándola a su boca. Ella sonrió y lo besó durante unos segundos antes de volver a hablar. –Está bien, dame un minuto, –le gruñó a su celular. Cubriéndolo con sus manos, se volvió hacia ella–. Es Colton. Necesito revisar algunas cosas con él de alguna mierda del trabajo. Puede que tarde un rato. Emily asintió. Él le acarició la mejilla con el dorso de su mano, acariciando la curva de su barbilla. Fijando sus labios sobre los de ella, la besó tiernamente. –Abre el resto de tus regalos, toma una ducha, y voy a hacernos el desayuno cuando haya terminado de hablar con él. De nuevo asintió, sus ojos lo siguieron mientras hacía su camino para salir de la habitación. Tratando de dominar sus acalorados sentidos, respiró hondo y empezó a ir por el resto de los artículos. Junto con un par de zapatillas de deporte Nike rosadas y grises, también encontró lo necesario para que pudiera tomar una ducha. Desde el shampoo hasta un conjunto de gel de baño y maquinillas de afeitar, parecía haber cubierto todas las bases. También había una botella de perfume de Jimmy Choo. Emily pensó que debió haber hablado con Olivia, porque ése era su perfume favorito. Al abrir la caja más pequeña, sonrió cuando se encontró con un par de bragas de encaje negro y un sujetador a juego. Después de reunir todo, Emily se deslizó de la cama y se dirigió al cuarto de baño, donde se entregó a una relajante ducha caliente. Aunque su cuerpo se sentía físicamente cómodo en completa dicha, sus pensamientos eran todo lo contrario. Abrumada, habría sido una subestimación. Tenía muchas cosas que sabía que tenía que enfrentar cuando Dillon regresara. Francamente, le aterrorizaba hasta los huesos. Pensó las cosas que ella le diría. Sin embargo, todavía no podía alejar la sensación que de alguna manera todo el escenario estaba a punto de estallar en llamas, quemando a Gavin, a Dillon y a ella en el proceso. Al salir de la ducha, cogió una toalla del estante y trató de alejar los pensamientos negativos y purulentos que estaban tomando residencia en su cabeza. Una vez vestida con su menos–que–atrayente traje de los Yankees, se dirigió a la sala, sus ojos barriendo sobre el collage de fotos en blanco y negro de Gavin, la mayoría eran enormes en tamaño. A diferencia de la vez anterior, cuando estuvo allí, en esta ocasión realmente las estudió. Fue entonces cuando se dio cuenta que cada cuadro colgado en la pared era un edificio o estructura famosa de algún tipo. Reconoció a uno como el Panteón, ubicado en Roma. Otro era un retrato francés del Palacio de Versalles. Sus ojos recorrieron el Taj Mahal, la Torre Eiffel y el Arco Gateway. Se preguntó si se trataba de lugares que Gavin ya había visitado o si estaban en su lista de lugares para ver.


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Con ese pensamiento, siguió la voz del hombre que ella quería conocer más. Lo encontró en su oficina, sentado en un escritorio de caoba con el horizonte de Manhattan, justo más allá de la ventana de piso a techo y detrás de él. Aunque las estructuras de la ciudad más poderosa del mundo se alzaban sobre su cuerpo, para sus ojos, parecía un rey sentado en su trono. Y ahora ése rey era suyo. Con la mirada baja, en su ordenador portátil, aún en modo de negocios con su receptor Bluetooth en la oreja, Gavin no se dio cuenta que ella lo observa mientras se apoyaba en el marco de la puerta. Para su decepción, él ya se había vestido. Sin embargo, tan informal y relajado como parecía en un par de pantalones negros, un camiseta blanca de cuello en V y gafas de lectura, en ese momento se sintió atraída por él. En silencio, se movió al otro lado de la habitación, salvando las distancias. No fue hasta que estuvo dentro de la longitud de un brazo de él que su cabeza se levantó y una contagiosa sonrisa se esparció sobre su rostro. Él sostuvo su dedo hacia arriba, indicándole un minuto más, pero ella no quería esperar. No. Por el contrario, se encontró lentamente bajando los pantalones de su cuerpo, su mirada decidida en la de él. Hoy, ella era la cazadora... y Gavin era su presa. Lo vio tragar, moviendo su nuez de Adán, mientras se recostaba en su silla de cuero, cruzando los brazos. Su sonrisa se amplió aún más. Mantuvo su voz fría y monótona, continuando su conversación como si no estuviera afectado por su striptease, pero su reacción física elevándose a través de sus pantalones le dijo otra historia. Posicionándose directamente frente a él, ella plantó su pie en su silla entre las piernas. Una sonrisa lasciva inclinó las comisuras de su boca mientras ella se elevaba, lento como una serpiente, y deslizaba su cuerpo a la parte superior de su escritorio. Con la cabeza de él a la misma altura que su estómago, rodó hacia adelante en su asiento, sus manos cogiéndola de la cintura mientras la miraba. Chupándose el labio inferior, él sonrió y sacudió la cabeza como si le advirtiera de las cosas maravillosas por venir. –Colton, no es un buen movimiento, –dijo. Luego se detuvo un momento y escuchó, sin apartar los ojos de Emily. Una oleada de calor recorrió su cuerpo mientras sus manos la tomaban de la cintura con más fuerza, mientras que las yemas de sus pulgares dibujaban lentos círculos contra su sensible estómago. Ella no tuvo piedad en sus acciones tampoco ya que provocativamente se sacó su camiseta y su pie descalzo con cuidado se deslizó contra su entrepierna. La insinuante mirada en sus ojos casi hunde a Gavin justo allí.


Si Emily no se equivocaba, un leve gemido retumbó en el fondo de su garganta, y juró que fue el sonido más erótico que alguna vez había escuchado. Su conciencia por él estaba convirtiéndose físicamente dolorosa como la carne entre sus piernas se apretaban brutalmente. Con eso, echó la cabeza hacia atrás y con seducción pasó las manos por el encaje negro de su sostén, amasando con los dedos sus pechos, con la esperanza de cortar su conversación. –Bien, lo entiendo, pero esa cuenta está a meses de estar activa, así que no es algo que me preocupa en este momento, –dijo, con su voz quebrada ligeramente–. Mira, me tengo que ir. Voy a hablar contigo sobre esto más tarde, –finalizó, tirando fuera el auricular y lo arrojó sobre su escritorio.

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Se fue a quitarse las gafas, pero Emily lo cogió por la muñeca, deteniendo sus movimientos. –No, mantenlas puestas, –gruñó ella con su mirada barriendo su rostro–. Te ves sexy en ellas. Usando una sonrisa infantil, inclinó la cabeza hacia un lado y la miró. –¿Me veo sexy con gafas? –preguntó, con sus manos abriéndole las piernas de par en par. Asintió con la cabeza, dejando escapar un suspiro mientras sus manos se deslizaron contra la fría superficie del escritorio. –Mmm, yo no sé nada de eso, –comentó en voz baja. Él movió con cuidado sus bragas a un lado y deslizó un dedo dentro de ella. Lo sacó, lamió los jugos de ella, y luego empujó suavemente dos de nuevo. –Gavin, sí... por favor, no te detengas, –gimió, su espalda inclinándose bajo el asalto mientras sus caderas rodaban sin pudor contra el empuje de sus dedos. Mientras los dedos de una de sus manos trabajaban en su interior, la otra arrancó y rompió las bragas de su cuerpo. –Joder, estás tan empapada, –susurró entre dientes mientras rápidamente se levantaba de su silla. Con su mano libre, se quitó la ropa mientras que con la otra continuó empujando dentro y fuera de ella. Su ritmo era constante y sin prisas mientras su pulgar rodeaba su sensible clítoris. El sexo de Emily se agitó con impaciencia alrededor de las caricias de sus dedos, sus nudillos estaban blancos por apretar los bordes del escritorio–. Yo te hago esto, Emily. Yo hago que tu cuerpo responda así. Un gemido dejó sus labios y tomó su polla, deslizando su mano por su longitud, desde la raíz hasta la punta. Lo ayudó a guiarlo a través de sus pliegues saturados, y cuando él estuvo finalmente ajustado en su interior, ella aspiró cuando él deliciosamente la estiró. Después de levantar su camiseta por la cabeza, ella se desabrochó el sujetador y lo tiró a un lado.

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Bingo...


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–Ah, Cristo, estás tan jodidamente apretada, –espetó con sus resplandecientes e intensos ojos azules mientras la miraba–. Amo la manera que te sientes a mí alrededor. Con sus manos tomando su cintura, la cabeza de Gavin cayó hacia atrás, dejando escapar un profundo gemido gutural. Su ritmo era rápido y fuerte, y a Emily le encantaba. Su rostro enrojeció, su piel empañada por el sudor y su cuerpo se estremeció mientras él golpeaba en su interior, llevando el mensaje a casa repetidamente. Aferrándose a su cuello, ella tiró de él para besarlo, pero él se resistió. –¿Qué estás haciendo? –Le preguntó, jadeando mientras él empujaba dentro de ella de nuevo, esta vez más lento pero con más fuerza–. Quiero besarte, Gavin. Alejándose una fracción del camino, él la miró, con su boca curvada con malicia. –Lo sé, pero no voy a dejar que me beses. Con sus uñas clavándole los hombros, se inclinó de nuevo hacia delante, intentando atrapar su boca, pero él la estabilizó con su mano ahuecando la curva de su cuello. Él pasó su pulgar por los labios de ella mientras empujaba más profundo y ella jadeaba, arqueando la espalda. Su cuerpo se sentía como si estuviera a punto de arder en llamas. –¿Por qué no dejas que te bese? –Jadeó. Le quitó las gafas de su cara y las arrojó a un lado mientras las olas de placer la atravesaban. Él sonrió, y con otro lento pero duro empuje, gimió. –Quiero ver tu hermoso rostro todo el tiempo. Descubrir cómo te ves cuando estoy dentro de ti, cuando te corras por mí. –Movió sus caderas hacia delante, más duro y más profundo cuando sus manos tomaron sus muslos. Sus pliegues envolvían cada pulgada rígida de él, su cuerpo temblaba y se apretaba en torno al suyo–. Vas a dejar que te vea llegar, Emily. Encontrando su demanda terriblemente carnal, su mente se volvió loca por él, su feroz deseo quería darle lo que él quería. Todo su cuerpo se estremeció, y en cuestión de segundos, su núcleo se convulsionó con ondas de orgasmos rasgando a través de cada célula de su cuerpo. Se irradió hacia fuera hasta que estuvo temblando de pies a cabeza, sin sentido en su éxtasis. Tan pronto como lo hizo, Gavin la tomó por la nuca y fijó su boca contra la suya. Él gruñó y el nombre de Emily salió de sus labios mientras lamía un lado de su mandíbula. Todavía golpeando en ella, Emily sintió su cuerpo caer sobre el borde, destrozándose. Ella sintió su caliente líquido fluir en su interior mientras él gemía en su cuello, su cuerpo temblando con su propio clímax. Como el olor del sexo llenaba el aire y una mezcla seductora de amor y feromonas corrían por cada terminación nerviosa de sus cuerpos, Gavin la levantó


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Con el sol sumergiéndose por debajo del horizonte, el único sonido en el ático que Gavin oía era la respiración poco profunda de Emily durmiendo, mientras susurraba contra su pecho desnudo. Apartándole el cabello de su hombro, fue muy consciente de que los minutos que les quedaban juntos se iban desvaneciendo rápidamente. Cerrando los ojos, Gavin la respiró, tratando de mantener el momento, pero sus pensamientos fueron consumidos por algo al que no estaba acostumbrado. Miedo. Gavin no le temía a nada, y ahora se sentía superado por el miedo. Aunque Dillon no regresaría hasta el martes, Gavin sabía que cuando lo hiciera las cosas podrían cambiar para él y para Emily. Gavin no tenía ninguna duda en su corazón que ella lo amaba, había pasado las últimas veinticuatro horas probándolo. Sin embargo, no podía ignorar que todavía había una posibilidad de que pudiera cambiar de opinión sobre él una vez que Dillon regresara. Observando su forma de dormir –acurrucada contra él– le besó la frente. Interiormente, rezó para que la mujer que le entregó más de lo que ella sabrá alguna vez, que llenó su vida vacía con su sola presencia, no sucumbiera bajo las suplicantes demandas de Dillon. Tratando de no despertarla, Gavin con cautela se deslizó del sofá y se trasladó a la cocina, donde sacó un menú para ordenar la cena. Como recordaba con tanta claridad su encuentro frente al restaurante de sushi, pensó que era una apuesta segura. Después de haber hecho el pedido, Gavin fue sin hacer ningún ruido a su oficina para recoger su ropa desechada y la Emily. Se vistió, y cuando regresó al salón, encontró a Emily despierta, mirando en su dirección. Ella le sonrió y estiró sus largos brazos mientras se levantó del sofá, arrastrando la manta con ella. Gavin miró a la mujer que ahora era dueña de su corazón hacer su camino hacia él, su respiración aumentaba instantáneamente cuanto más se acercaba. Con la manta bien envuelta alrededor de su cuerpo, Emily se empujó de puntillas, cubrió con un

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del escritorio y la llevó a la sala de estar. Arrastrándola hacia abajo con él, se derrumbaron en el sofá. Con los espasmos de éxtasis todavía corriendo a través de cada uno de sus músculos, Gavin cogió una manta, la arrojó sobre la piel desnuda de ambos y tiró de Emily a su pecho. –Eres increíble, –susurró, besándola en la frente. Ella soltó un satisfecho suspiro y le sonrió. Se abrazaron, ambos absorbiendo las réplicas mientras que sus respiraciones se tranquilizaban y se normalizaban. Gavin apartó los mechones de cabello húmedos del rostro de Emily, sus dedos se deslizaron por los labios y por la curva de su mandíbula. Con los brazos, piernas y cuerpos entrelazados, ambos fueron a la deriva de un glorioso sueño, sin querer despertar de este sueño.


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brazo su cuello y comenzó a besarlo. Sonriendo, Gavin puso sus brazos alrededor de su cintura, sosteniéndola cerca mientras voluntariamente le correspondía, empapándose de su dulzura con su boca, su olor con su nariz y su contacto con su piel. –Es casi de noche, –dijo ella, alejándose, sus ojos perezosos con el sueño–. No puedo creer que haya dormido tanto tiempo. Una sonrisa de sabelotodo cruzó sus rasgos. –Bueno, tú nos has mantenido muy activos... desde anoche. –Y usted participó en cada momento de ello, Sr. Blake, –dijo realista, riendo–. Y si no me equivoco, has disfrutado cada segundo de ello también. –Mmm, me atrapaste. Disfruté cada milisegundo de ello para decirte la verdad. –Ella se echó a reír y él llevó su mano para acariciarle la mandíbula y su pulgar le acarició la mejilla–. Me desperté yo mismo en realidad, –dijo, mostrando su sonrisa con hoyuelos–. ¿Tienes hambre, verdad? Es decir, teniendo en cuenta que dormimos durante el desayuno y el almuerzo, debes estarlo. –Me muero de hambre. –Pedí sushi. ¿Está bien? –Perfecto, –respondió ella, dándole un beso en la mejilla–. Volveré enseguida. Voy a asearme y vestirme con el maravilloso atuendo de los Yankees que me has forzado a usar hoy. Apoyado en el mostrador, se rió entre dientes y la observó mientras entraba al baño. –Sabelotodo, –dijo en voz alta antes de cerrar la puerta. Emily se rió para sus adentros cuando lo escuchó reír ante su comentario, pero su sonrisa cayó pronto una vez que se vio en el espejo. Aunque su cuerpo pudo haber sido llevado a alturas extremas de éxtasis en las últimas horas, su desaliñado aspecto decía lo contrario. Con el pelo enmarañado, los labios hinchados por los frenéticos besos y los ojos que mostraban la falta de sueño de la noche anterior, decidió que una rápida ducha era lo correcto. Después de terminar, se dio cuenta de que había olvidado traer ese equipo moderno de los Yankees al cuarto de baño. Envolviendo una toalla alrededor de su cuerpo mojado, ella abrió la puerta, sólo para encontrar a Gavin de pie con su ropa en sus manos. Asomó la cabeza, colgando el equipo frente a ella. Cada vez que trataba de agarrarlo, él tiraba su brazo hacia atrás, evitando que ella lo cogiera. –¿Puedes parar? –Rió, una vez más estirando el brazo por la ropa. –¿Tienes alguna idea del auto–control que estoy ejerciendo en este momento? –Ella inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió–. Sin embargo, has tenido suerte. La comida ya está aquí, y no quiero que te mueras de hambre más de lo que ya estás, –se rió y le tendió la ropa–. Pero no hago promesas después de que hayamos terminado de comer.


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–Suena divertido. Se inclinó para darle un beso y se marchó, pero se detuvo en el pasillo y se volvió. –Emily. –Gavin. –No se te olvide, –dijo, sonriendo con picardía–. Mis impacientes manos arrancaron las bragas de ese bonito cuerpo tuyo, por lo que parece que irás sin ropa interior, muñeca. –Gavin, –dijo con una sonrisa seductora. –Emily. –He disfrutado cada milisegundo de ti rasgando las bragas de mi cuerpo. Como Gavin trató de caminar de regreso al cuarto de baño, Emily le cerró la puerta en la cara y cerró con llave. –La comida se enfría, –ella gritó, tratando de contener la risa. –Es sushi. Se supone que es frío. Y te voy a dar cinco minutos para que vengas aquí y te lo comas, –se quejó–. Si no es así, voy a tirar la puerta abajo y usted será lo que voy a tener para la cena, señorita Cooper. Riendo, lo escuchó alejarse y se encontró tratando de contener el repentino impulso de permitirle que la tenga como su plato principal. A pesar de su amenaza con una masiva atracción, se vistió, se secó el cabello y se dirigió hacia la sala. Para su sorpresa –y muy a su gusto– él había apagado las luces en todo el piso, prendió la chimenea, y montó un picnic improvisado sobre una manta delante de las crepitantes llamas. Una vez más, se encontró observándolo sin que él lo supiera. Desconcertada por todo lo relacionado con él, lo observó cómo les servía a ambos una copa de vino tinto, con el cuerpo relajado, sentado al estilo indio sobre la manta. Apoyada contra la pared, se cruzó de brazos y se preguntó cómo hubiese sido el último año de su vida si él hubiera sido quien visitó a Olivia con Trevor en lugar de Dillon. Sin embargo, en ese momento, una paradoja exasperante ocurrió dentro de sus pensamientos. Sin importar lo mal que su escenario con Dillon terminó, Emily nunca podría olvidar las cosas que él la había ayudado a pasar, y una parte de ella siempre lo amaría por eso. Sin embargo, su corazón ahora estaba en manos de Gavin. Él era su nuevo amor, un nuevo camino y el nuevo camino que quería seguir. En un suspiro, se acercó a Gavin y se arrodilló a horcajadas sobre él. Él le sonrió mientras enroscó su brazo alrededor de su cintura. Ella se inclinó y le dio un suave beso en los labios, y cuando lo hizo, el calor que él resucitó en su cuerpo se hizo intensamente presente, pero al mismo tiempo, la culpa llenó su alma. Un poco de ello era culpa por Dillon, pero más aún, culpa porque ella era la razón por la que Gavin estaba a punto de entrar a una catástrofe, teniendo en cuenta que habían abierto las puertas a algo que podría ser devastador para ambos. Lo único que


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podía hacer era rezar para que él fuera lo suficientemente fuerte como para soportar las turbulencias que se encontrarían una vez que Dillon regresara. –Te amo, Gavin, –susurró, su voz triste. Alejándose, él buscó sus ojos. –Yo también te amo, Emily, –dijo, pasándose los dedos por su cabello–. Honestamente lo hago. Ella le dio una débil sonrisa y se movió al otro lado de la manta, con cuidado de no tocar nada más. Ella empezó a abrir algunos de los contenedores y luego colocó unos rollos de sushi en su plato. Entregándole un par de palillos, Gavin la miró por un momento, captando inmediatamente el cambio en su comportamiento. No podía dejar de sentir su corazón hundirse, aunque sólo sea por un segundo. –¿Estás bien? Tomó un sorbo de vino y asintió. –Sí, estoy bien. –¿Estás segura? –Si. –Ella se inclinó y le acarició la mejilla–. Gracias por todo esto. Es perfecto. Su toque tranquilizador calmó sus pensamientos. Dejando escapar un suspiro, sonrió. –Soy yo quien debe darte las gracias a ti. –No seas tonto, –se rió–. ¿Agradecerme por qué? –Por todo, Emily, –contestó, su voz y ojos suaves. Ella lo miró, sus movimientos se detuvieron por su tono–. Gracias por enamorarte de mí. Gracias por compartir conmigo. Dios, gracias por no querer jodidamente matarme cada vez que te perseguí durante todo esto. Sé que te he puesto en una mala posición, pero no podía... –Hizo una pausa, tomando un largo respiro mientras miraba su plato. Cuando llevó su mirada a la de ella, podía ver lágrimas en sus ojos rebosantes–. Yo no podía estar lejos de ti, –susurró–. Te sentí en el segundo que entraste en mi edificio. Caray, creo que te sentí antes de que entraras. Nunca he experimentado nada igual en mi vida. Todo brilló delante de mí, matrimonio, hijos, envejecer juntos. Me arrastraste, y supe... yo sólo supe en ese momento que debíamos estar juntos. Entonces se movió hacia él, sin preocuparse de tocar algo. Se sentó sobre sus rodillas y avanzó su camino a través de la manta donde se acurrucó en su regazo. Cubriendo sus brazos alrededor de su cuello, ella lo atrajo hacia su boca. Cualquier y todas las dudas que tenía de que él no sería capaz de soportar lo que estaban a punto de pasar juntos se evaporaron de su mente. Desapareció. Poof. Se fue. –Estás llorando, –susurró sobre sus labios, secándole una lágrima de su mejilla. Ella sonrió, y Gavin soltó una risa ligera–. Siempre me las arreglo para hacerte llorar. –Estas son sin duda buenas lágrimas, Gavin, –ella dijo, sollozando mientras se reía.


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–Y eso es todo lo que llegarán a ser. –Se inclinó para besarla–. Juro por Dios, que es todo lo que llegarán a ser, Emily. Todavía sentada en su regazo, ella cogió un par de palillos y sacó un rollo de una de las bandejas. –Abre, –dijo, sosteniéndolo cerca de su boca–. Quiero darte de comer. Él hizo lo que le pidió, sonriendo mientras masticaba. –Puedo acostumbrarme a esto. –Apuesto a que si, –se rió. –Por supuesto. –Levantó su copa de vino a los labios y bebió un sorbo–. Voy a tomar más, –dijo, abriendo la boca bien abierta. Ella rió y cogió otro, metiéndolo con rapidez en la boca de él. –¿Puedo preguntarle algo, señor Blake? –Lo que sea. –¿Has estado en todos esos lugares? –Con un movimiento de su mano, le indicó a algunas de las fotografías en las paredes. Tragando, se tomó un segundo para mirar a algunas de ellas. Él asintió con la cabeza. –Lo hice de hecho. Fui a estudiarlas. –¿Para la universidad? Pensé que tomaste Gestión Empresarial. –Tomé gestión empresarial, –dijo, sonriendo–. Pero yo quería ser arquitecto. Estoy fascinado con la manera en que se crean las cosas, desde las historias de los libros a los edificios. –Trazó la curva de su mandíbula, por debajo de su clavícula, y luego por encima del hombro. Ella le sonrió–. Me parece increíble que un pensamiento en la mente de alguien se pueda convertir en algo tan hermoso y cambiar la vida, sólo a partir de una simple visión o idea. –¿Por qué no fuiste a la escuela para ese entonces? Su mirada recorrió las fotos de nuevo por un momento. –Después que mi abuela por el lado de mi padre falleciera, Colton y yo nos quedamos cada uno con una herencia considerable. Él vino a mí queriendo abrir Industrias Blake. – Alcanzando otra pieza de sushi, se la metió en la boca y se encogió de hombros–. Necesitaba mi mitad de la herencia para ponerla en marcha. En lugar de convertirme en un socio silencioso, como lo habíamos discutido en un principio, entré como copropietario. Básicamente, la industria de la publicidad crea cosas, así que pensé ¿por qué no? Y, además, era algo que él realmente quería, y yo no quería defraudarlo. Emily lo miró, ahuecando la mano sobre su mejilla. –Lo hiciste por él. –Un poco. –Sonrió–. Pero yo nunca dejaría que el gilipollas lo supiera. –¿Te gusta sin embargo? Quiero decir, ¿eres realmente feliz haciéndolo?


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32. Se le llama dislexia a la dificultad en la lectura que imposibilita su comprensión correcta.

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–Estoy contento en cuan exitosos eventualmente nos convertimos. –Arqueó una ceja y sonrió–. Y yo no suelo ir a trabajar hasta las diez de la mañana la mayoría de los días, por lo que es una ventaja. –Qué suerte. Me gustaría poder ir tan tarde, –se rió–. Pero no has contestado a mi pregunta, Blake. –Él sonrió, y ella se acomodó en su regazo–. ¿Eres realmente feliz haciéndolo? –¿Quieres honestidad? –Sí, estoy bastante segura de que eso a lo que estoy disparando aquí, –se rió. –Lo odio. Me aburre bastante, cerca de la muerte. –Tú debes ser feliz con lo que haces para ganarte la vida, –dijo, inclinándose para besarlo–. ¿Alguna vez has pensado en vender tu parte? Le quitó el cabello lejos de su rostro y le besó la frente. –si y lo haré con el tiempo. Teniendo en cuenta que acabamos de regresarla a sus pies otra vez en los últimos años, quiero asegurarme de que esté sólida antes de que lo haga. –Eres un buen hermano, ¿lo sabías? –Oh, soy tan jodidamente genial. –Los dos se rieron, y Gavin la atrajo más cerca–. Basta de hablar de mí. ¿Qué te hizo decidirte por una carrera en la enseñanza? –Bueno, en realidad soy disléxica.32 Cuando era niña, asistí a una escuela que, o bien no reconocía que yo la tenía o no tenía el personal que fuera capaz de ayudarme. –Cogió su copa de vino y tomó un sorbo–. Otros niños se burlaban de mí porque me impedía avanzar en mis estudios hasta cierto punto. Con eso, y mientras luchaba en la secundaria, decidí que quería ser maestra porque nosotros los disléxicos podemos notar de inmediato cuando un niño la tiene. Pensé que si podía ayudar que un solo chico se haga un diagnóstico temprano, valdría la pena. Él la miró fijamente durante unos segundos y sonrió. –Sabes, eres tan genial como puedes serlo. –Oh, ¿Lo soy? –Preguntó ella, riendo–. Nunca he sido referida como genial. Nunca. Él la empujó suavemente hacia arriba y colocó sus piernas alrededor de su cintura. Pasándole sus manos por el cabello, él rozó sus labios contra los suyos. –Sí. Eres, sin duda, la mujer más genial que conozco, –dijo, succionándole el labio inferior. Ella sonrió–. Y te prometo referirme siempre a ti como genial. –Bueno, gracias por eso. –Ella rió contra su boca–. Y yo te prometo referirme a ti siempre como un sabelotodo. –Mmm, tienes mi permiso para llamarme como quieras.


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Ella sonrió y continuó dejándose llevar con su excesivamente especializada boca. Después de unos minutos, Gavin se retiró, el proverbial "elefante en la habitación" pesaba contra su pecho. –¿Puedo hacerte una pregunta? –Por supuesto, –respondió ella, dándole un beso en la mandíbula. –¿Cómo vamos a decirle a Dillon? –Gavin sintió su cuerpo tensarse mientras se mordía el labio. Él llevó una mano a la parte posterior de su cuello y con cautela movió su rostro a escasos centímetros del suyo, sus ojos eran suaves–. Emily, – susurró–. Nosotros. Dije nosotros. No voy a dejarte que se lo digas sola, ¿me entiendes? Tragando saliva, asintió. –Sí, ¿pero podemos no hablar de él en este momento? Gavin la miró a los ojos. Él se dio cuenta que estaba nerviosa, y conocía que el riesgo que ella estaba tomando era mucho más grande que el suyo, pero él también se sentía confundido en ese punto. –Tenemos que hablar de él, Emily. –Sé que debemos hacerlo, –respondió ella, llevando sus manos a las mejillas de él–. Es sólo que él no regresa hasta el martes. Es domingo por la noche, y sólo quiero que el aquí y ahora sea sobre tú y yo. No sobre él... sólo nosotros, Gavin. – Ella encontró su perfecta boca de nuevo y lo besó ferozmente con nada más que queriendo librar a Dillon de sus pensamientos. Gavin apretó su agarre alrededor de su cintura y gimió en su boca. Poco a poco ella se echó hacia atrás y lo miró–. Mañana por la noche, ¿de acuerdo? Vamos a hablar de todo mañana por la noche. –Está bien, pero tienes que jurar que no le dirás nada a él antes. –Le pasó las manos por su cabello–. Yo quiero estar ahí. De nuevo, esto es sobre nosotros. –Sé que esto es sobre nosotros. Gracias, –susurró, apoyando su frente contra la suya–. Pero, sinceramente, ni siquiera he contestado a sus llamadas. –Está bien, sólo quiero asegurarme de que– Emily puso un dedo sobre su boca, silenciándolo, y él sonrió. –Detente, –dijo, quitando el dedo como lo reemplazaba con sus labios. Mientras su lengua se deslizaba a través de su boca, ella trató de relajar los nervios de la conversación. No pasó mucho tiempo para que eso suceda. –Te quedas conmigo esta noche otra vez, supongo, –susurró él, su boca rozando su mandíbula. Ella inclinó el cuello hacia un lado como sus besos se trasladaron hasta su clavícula. –No puedo. He estado sustituyendo a alguien, y tengo papeles que calificar al llegar a casa. Además, tengo que estar en la escuela a las siete de la mañana. –Enseñas primer grado, ¿no? –preguntó mientras le levantaba los brazos hacia arriba, sacándole la camiseta.


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–Sí, ese sería el grado que enseño. –Ella se desabrochó el sujetador y lo tiró a un lado–. ¿Por qué lo preguntas? Enfocando sus ojos en sus exuberantes pechos, una sonrisa respetuosa estalló en el rostro de Gavin. Humedeció sus labios y se quedó en silencio. Emily puso un dedo debajo de su barbilla, llevando su mirada hacia ella. –¿Por qué? Él la empujó a su boca y comenzó a besarla. –¿Por qué, qué? –preguntó, mordiendo su labio. –Gavin, –se rió–. Me preguntaste si yo enseño el primer grado. –Oh, cierto, –se rió entre dientes, sacándose rápidamente la camisa de su cuerpo–. Dijiste que no te puedes quedar conmigo porque tienes papeles que calificar, ¿correcto? –Sí. –¿Acaso no todos ellos sólo pasan automáticamente a esa edad? –Le preguntó, pasando su mano por debajo de las rodillas de ella mientras él se levantaba y la llevaba a su habitación–. Quiero decir, es sólo colorear y cosas así. –No, no pasan de forma automática –rió–. Y no sólo es colorear. Situándola en la cama, vio cómo ella deslizaba su cuerpo desnudo hacia las almohadas. Él rápidamente se sacó el resto de su ropa y se metió bajo las mantas con ella. –¿No hay nada que pueda decirte? Espera, olvida eso. ¿No hay nada que pueda hacer que te hará cambiar de opinión acerca de quedarte conmigo esta noche? Ella sonrió y le pasó los dedos por su cabello. –Realmente no puedo. Pero voy a dejar que intentes convencerme, –se rió. –Mmm, es un trato duro, –exhaló, arrastrando sus labios a lo largo de la curva del cuello de ella–. Pero lo acepto, señorita Cooper. Durante las próximas horas, tanto Gavin y Emily disfrutaron muchísimo... Comiendo el postre varias veces. Aunque él la persiguió y acosó un poco más acerca de pasar la noche, no pudo conseguir que se quedara. En el momento en que él la llevó a casa, a pesar de sus mejores esfuerzos con el tierno beso apasionado que dejó en sus labios e incluso yendo tan lejos como ofrecerle pagar su salario de un año para pasar la noche, la observó mientras ella cerraba la puerta de su apartamento. Maldijo el hecho de que al día siguiente era lunes, y ella tenía que trabajar. Con su cuerpo corriendo por la emoción y su corazón volando con un amor como ninguno que hubiera sentido alguna vez, era todo lo que Gavin podía hacer para llegar su casa sin tener un accidente de auto. Su mente repitió las últimas veinticuatro horas en varias ocasiones, como en una película, una intensa historia de amor viva. Al diablo con Casablanca, estaba enamorado, y ahora él realmente se sentía como un dios.


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Ahora él lo tenía todo. Sabía que parecía un tonto enamorado y torpe mientras entraba a su edificio, silbando. El encargado de la puerta lo recibió tocándose la punta de su sombrero y una curiosa expresión en su rostro, mostrando que sabía que algo había cambiado en Gavin. Sonriendo, Gavin le dio una palmada en el hombro, le dio la mano y se dirigió al elevador. Decidiendo renunciar a una ducha porque quería mantener el olor del perfume de Emily que emanaba de sus poros, eran bien las once en el momento en que Gavin se sentó frente a su ordenador portátil para trabajar un poco. También eran pasadas las once cuando su puerta sonó. Levantando su cabeza, no pudo evitar la sonrisa que se apoderó de su rostro mientras se dirigía por el pasillo. Emily había prometido que si algo cambiaba, ella volvería. Él cogió el pomo de la puerta y al abrirla, se encontró con unos familiares ojos verdes mirándolo. Desafortunadamente, no eran los ojos que había esperado ver. Sintiendo la sangre drenarse de su rostro, confusión nubló su cabeza. –¿Qué carajo estás haciendo aquí? –Esa es una buena manera de saludar a alguien con la que pasaste la mitad de una década, –Gina respondió, limpiándose las lágrimas de su rostro mientras el olor a alcohol flotaba en el aire a su alrededor. Gavin asomó la cabeza desde atrás de la puerta y miró de un lado al otro por el pasillo. –¿Qué estás haciendo? –Preguntó ella, tambaleándose. –Estoy buscando al puto equipo de cámara oculta, eso es lo que estoy haciendo, –le espetó. Sus cejas se fruncieron como alas de cuervo sobre sus ojos oscuros–. ¿Es esto una especie de broma? –No, Gavin, esto no es una broma –se ahogó, arrastrando las palabras–. Sé que soy la última persona que quieres ver, pero la única razón por la que estoy aquí es porque mi padre murió. Pellizcándose el puente de la nariz, él miró hacia el suelo y sacudió la cabeza. –Gina, ¿qué quieres de mí? –preguntó, con la voz más tranquila. –Jesús, Gavin, te acabo de decir que mi padre ha muerto, –sollozó, acercándose–. Mi hermano está en Grecia en estos momentos. Tú sabes que no tengo a nadie más, –lloró, enterrando el rostro entre sus manos. Llevando sus enrojecidos e hinchados ojos de nuevo a él, sus labios temblaban–. ¿Puedes al menos invitarme a entrar por unos minutos? Tragando saliva, la miró fijamente durante un largo rato mientras sus pensamientos recorrían todos los escenarios posibles que podrían permitirle escapar de la situación. Viendo la mujer con la que había pasado tantos años temblando y sacudiéndose ante él como un niño perdido con el corazón roto, no


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podía detener que sus pensamientos se dirigieran a Emily. Se preguntó qué pensaría la mujer, de quien ahora estaba enamorado, si realmente él dejaba entrar a su ex–prometida. –Por favor, Gavin. Sólo necesito hablar con alguien en este momento, – susurró, mirando al suelo mientras su cuerpo se balanceaba ligeramente. –Gina, tienes que entender que sólo vas a entrar para hablar, ¿Está bien? –Ella se limpió las lágrimas de su rostro y asintió con la cabeza–. Quiero ser muy claro. Te doy quince minutos, y luego tienes que irte. –Está bien, –exclamó, mirándolo a los ojos–. Gracias. Sin una palabra más, él se pasó una mano nerviosa por el cabello y de mala gana se apartó del camino para permitirle entrar a su ático. Su mente luchaba con su decisión mientras cerraba la puerta. Ella tropezó en la sala, se quitó la chaqueta y la descartó en el suelo como si fuera un pañuelo de papel usado. –¿Tienes algo de alcohol? –Le preguntó, hundiéndose en el sofá. –Creo que ya has bebido lo suficiente, –respondió, sentándose en una silla al otro lado de la habitación–. ¿Qué ocurrió exactamente? –Se ahorcó, –sollozó, cruzando las manos sobre su estómago como si tuviera un dolor físico–. Se metió en lo profundo y lo perdió todo. Metí la pata. Financieramente, me arrastró con él esta vez. Gavin supo de inmediato de lo que estaba hablando. Había pasado cinco años de su relación sacando a su padre fuera de un desastre de juego al siguiente, desde apuestas hípicas a viajes de fin de semana largo que el idiota pasaba en Las Vegas. La cuenta estaba cerca de $300.000, si no era más. Con un profundo suspiro, Gavin juntó las manos y se inclinó hacia delante. – ¿Necesitas ayuda con los gastos del funeral o el alquiler? ¿Qué es? Pasándose la mano por el cabello rubio, ella contuvo un indignado aliento. – ¿Cómo puedes decirme eso a mí en este momento? ¿Crees que he venido aquí por dinero? –Si te digo la verdad, estoy jodidamente seguro de que es por eso que has venido aquí. Usando el dorso de su mano para limpiarse la nariz, lo miró fijamente, con la boca bien abierta. –No puedo creer lo que estás diciéndome, considerando– –¿Considerando qué? –La interrumpió con un tono áspero–. Te fuiste de mi vida, y ahora te presentas en la puerta de la nada, diciéndome esto. Si estás buscando un hombro para llorar, yo no soy tu hombre. –Se levantó de su silla y caminó hacia la cocina, abriendo de golpe uno de los armarios. Sacó una botella de whisky de la repisa, se sirvió un trago y lo tomó–. Siento mucho lo de tu padre, sinceramente, pero no sé lo que quieres de mí.


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–Gavin, vine aquí porque tú eres la única persona en el mundo que realmente me conoce y entiende, –exclamó, con los ojos llenos de lágrimas heridas–. Sabes que mi madre nos dejó. No tengo a nadie. ¿Cómo puedes ser tan cruel? –Sí, soy el cruel. Aprendí de los mejores, no vamos a olvidar eso. Si necesitas el dinero, dilo ya. ¡Maldita sea! –Espetó, apoyando el vaso sobre el mostrador con tanta fuerza que Gina saltó, asustada por su ira. En algún lugar entre el nivel de púas de la adrenalina haciendo su camino a través de sus venas y los sollozos de ella, Gavin débilmente registró el sonido de su teléfono celular sonando en la oficina. Por un momento, sintió como si sus piernas se congelaran en el suelo. No podía creer que la mujer que le había hecho tanto daño, y lo mandó directamente al desamor estaba sentada en su sofá pidiéndole que aliviara su dolor. Sacudiendo la cabeza, Gavin finalmente se apartó de ella sin decir una palabra y salió arrastrando los pies de la sala de estar para responder a la llamada. Para el momento en que llegó a su despacho, había dejado de sonar. Lo recogió, su corazón cayó cuando se dio cuenta que fue Emily quien había llamado. Se reclinó en su sillón de cuero, apuñaló su código de acceso en la maldita cosa, y recuperó el mensaje que había dejado para él. –Bueno, hola, sabelotodo. Sé que es muy tarde, y estaba a punto de ir a la cama, pero sólo quería llamar y darte las gracias por una de las mejores noches y días de mi vida. Sé que tú y yo tenemos un viaje duro por delante de nosotros... – Hizo una pausa y bajó la voz–. Pero por muy asustada de todo esto como lo estaba, ya no lo estoy, Gavin. Realmente no lo estoy. Me agotaste las dudas que tenía sobre nosotros. No lo sé. Estoy divagando ahora, pero quería que sepas que yo te amo, y estoy emocionada de ver lo increíble que vamos a ser juntos. Nos vemos mañana por la noche. Dulces sueños. Gavin perdió la cuenta de la cantidad de veces que escuchó el mensaje de Emily, su voz era como un ángel en medio de la pesadilla que estaba sentada en su sala de estar. Suspirando, se frotó las palmas de las manos por la cara y debatió enviarle un mensaje de texto. Él decidió no hacerlo, teniendo en cuenta que dijo que se iba a la cama. Levantándose de su sillón, se dirigió a la sala, sólo para encontrar a su ex pesadilla recostada en su sofá dormida, vestida sólo con su suéter y bragas. En el suelo, junto a los vaqueros, la botella de bourbon estaba inclinada, casi vacía. –¿Cómo puede un día tan jodidamente bueno terminar tan mal? –Murmuró para sí mientras se movía a través de la sala hacia el sofá–. Gina, –dijo, inclinándose sobre ella mientras empujaba su hombro–. Tienes que irte.


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Ella golpeó su mano, pero falló severamente su blanco. –Estoy demasiado borracha para ir a cualquier parte, Gav, –ella arrastrando las palabras–. No te preocupes, no voy a robar tus millones mientras estés dormido. –No, Gina, tú no estás durmiendo aquí, –respondió, con voz insistente–. Levántate. –Levántame si quieres que me vaya entonces, –dijo ella, riéndose mientras cogía la manta. Gavin se encogió porque la manta con la que estaba ahora cubriendo todo su cuerpo borracho era la manta con la que él había pasado el día escondido debajo con Emily. Prácticamente decidió que la quemaría después de esto. –No voy a levantarte. Ni siquiera estás vestida, –dijo, su voz mostraba que su paciencia se estaba agotando por cada segundo. Él empujó su hombro otra vez–. Levántate, Gina. No estoy bromeando. Ella no respondió verbalmente. Sin embargo, su ligero ronquido hizo toda la charla, dando muestras de que no se estaba yendo en el corto plazo. Cogiendo la botella del suelo, Gavin entró en la cocina y vació el resto de su contenido en el fregadero. Dejando escapar un profundo suspiro, la tiró a la basura, se inclinó contra el mostrador, y de mala gana miró a Gina desde el otro lado de la habitación. A falta de sacarla a ella, al sofá y a todo, Gavin se resignó al hecho de que estaba pasando la noche allí. Con eso, apagó las luces y se dirigió a su dormitorio, sus músculos tensándose con agravantes e ira con cada paso que daba. Era bien pasada la medianoche para cuando Gavin se metió en la cama. También era bien pasada la medianoche, cuando decidió que su conversación con Emily mañana por la noche sería algo más sobre Dillon. También consistiría en el inesperado huésped de su casa. Sólo rezaba para que Emily lo entendiera.


Capítulo 17 Maestro del Engaño

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avin sintió las manos de ella deslizarse por su cuello mientras sus cálidos dedos rastreaban sus pectorales y, finalmente, hicieron su camino hacia su abdomen. No pudo evitar sonreír ante las sensaciones que ella le traía, era absolutamente imposible no hacerlo. Mientras metía su mano por debajo de los pantalones que ahora estaba sacando de su cuerpo, sintió la caída del cabello sedoso de ella sobre sus caderas desnudas. Gavin aspiró una profunda bocanada de aire cuando su lengua lamió sobre su endurecida erección, girando círculos lánguidos a lo largo de la punta. Con los ojos todavía cerrados, tomó la parte superior de su cabello mientras su cabeza constantemente se balanceaba arriba y abajo, su boca tomando cada centímetro duro de él y su lengua chasqueando con avidez por sus jugos. Podía oír el sonido de sus mejillas ahuecándolo con cada empuje travieso que ella daba, y maldición, eso lo volvía loco. Necesitando tomar la hermosa vista de la mujer que amaba tan desesperadamente haciéndole una mamada del olvido absoluto, se inclinó apoyándose sobre los codos y encontró a su peor pesadilla mirándolo, sus ojos malvados mientras continuaba su exploración en él. Gina. Gavin voló contra su cabecera sólo para descubrir que era sólo una pesadilla y nada más. Pasándose las manos por su cabello humedecido, dejó escapar un suspiro de alivio, su cuerpo quedó cubierto en un sudor frío y sus ojos volaron a través de su dormitorio vacío. Con el corazón golpeando en su pecho, se sentó en el borde de su cama, y sin dudarlo, se dirigió a la sala. –Gina, tienes que levantarte, –gritó, yendo a la cocina donde comenzó a elaborar un café muy necesario. La idea de ponerle alcohol a su tasa se hizo muy atractiva, teniendo en cuenta el desorden tumbado en el sofá, pero él decidió renunciar a eso. Antes de dormirse la noche anterior, Gavin decidió llamar al hermano de Gina y se enteró de que toda su historia era una mentira, una mentira llena de mierda que Gavin pensó que era un sucio truco para o bien tenerlo de vuelta o sacarle dinero. Su hermano confirmó que su padre había hecho otro lío con el juego, pero estaba vivo y bien, escondido en México. Gavin decidió jugar un pequeño juego con ella ya que nunca fue uno de perdonar a alguien fácilmente.


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Ella murmuró algo inaudible y tiró de la manta sobre su cuerpo mientras le daba la espalda a él, haciéndole un ademan con la mano como si él fuera una molestia en esta bella mañana de lunes. –Lo digo en serio. Tienes que jodidamente levantarte. No hay que olvidar que tienes un funeral que planear. Y, en este punto, puede que no sea para Papi con el estado de ánimo que me tienes. –Cogió una taza del armario y miró su reloj, señalando las siete y cuarto. Gina no se movió, así que pensó que subiría la apuesta–. Nunca había asaltado físicamente a una mujer en toda mi vida, pero me tienes dudando de mi moral. Levántate. Ahora. Eso captó su atención. Perezosamente, se sentó y se frotó las manos sobre los ojos. –¿Por qué tienes tanta prisa por sacarme de aquí? –Preguntó, bostezando. –Nunca dejas de sorprenderme, –resopló, sacudiendo la cabeza. Tomó un sorbo de su café–. Nunca. Ella se levantó del sofá y se dirigió a la cocina, su cuerpo todavía sin vaqueros. –Vamos, Gavin, –suspiró ella, rozando su mano contra su mandíbula. Él se apartó de ella y dio un paso atrás–. ¿Qué diablos sucede? –Preguntó ella, con los ojos desorbitados–. Solía gustarte cuando te tocaba. Estás actuando como si estuviera contaminada. Él puso su tasa sobre el mostrador, el ceño fruncido estropeando el espacio entre sus cejas. –Todo en ti está contaminado, –susurró con los dientes apretados–. Tengo que estar en la ducha. Cuando salga, si todavía estás aquí, voy a sacarte físicamente. Fue a alejarse, pero ella lo cogió del brazo. –Todavía te amo, –lloró. Él tiró de su brazo lejos de ella–. Dejarte fue el mayor error de mi vida, Gavin. Por favor. Podemos resolver esto. –Como dije, cuando salga de la ducha, si todavía estás aquí, te voy a sacar yo mismo. –Su tono esta vez dijo que no jodiera con él. Se dirigió hacia su dormitorio, pero antes de entrar, se volvió para mirarla de nuevo con una sonrisa estampada en su rostro–. Y, por cierto, estoy completamente y perdidamente, por favor–no– me–despiertes–de–este–jodido–sueño enamorado de otra persona. Ella es todo lo que no eres y algo más. Así que supongo que debo agradecerte por eso. Gracias, Gina, honestamente. Gracias por dejarme y joder mi vida por un tiempo. Fue la mejor cosa que has hecho por mí. Con la sonrisa estable en su rostro, él gentilmente se inclinó hacia ella, se rió y se volvió hacia su dormitorio. –Vete a la mierda, Gavin –le espetó, con los ojos muy abiertos por su definitivo rechazo hacia ella. Con eso, cerró la puerta de su dormitorio, pero no antes de soltar una última risa gutural.


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El olor celestial de bollos recién horneados de Nueva York Everything flotaba en el aire del taxi que Olivia y Emily estaban compartiendo. Mientras la cargada aguanieve llovía a cantaros contra el vehículo, retumbando como monedas cayendo desde el cielo, era todo lo que Emily podía hacer para no meter la mano en la bolsa y empezar a comer uno. –Puedo escuchar a tu estómago gruñendo sobre el aguanieve, –dijo Olivia–. Toma, –dijo, entregándole a Emily una manzana–. Por lo menos come esto por ahora antes de llegar a su lugar. –Pero quiero desayunar con él, –respondió ella, aceptándola–. Ese fue todo el punto de recoger los bagels. Ellos son su favorito. Emily miró por la ventana y tomó la vista de la confusión que Nueva York se había convertido en una noche. Barredoras trabajando furiosamente en las calles, tratando de remover la mezcla invernal. Teniendo en cuenta que eran los dos últimos días de Octubre, Emily se sorprendió por su asalto, pero no obstante, también se emocionó. Al despertar, recuperó un mensaje en su teléfono que decía que la escuela iba a cerrar por el día, liberándola de tener que ir hasta allí. Su plan consistía en una visita sorpresa al lugar de Gavin. Sabiendo que él no iba a trabajar hasta tarde en la mañana, ella estaba demasiado emocionada para tener un par de horas con él. Olivia ladeó la cabeza hacia un lado. –Claro, como si ustedes dos realmente van a comer, –se rió–. Sólo come la maldita manzana. Sacudiendo la cabeza, Emily le dio un mordisco. –Vamos a comer... –hizo una pausa, levantando una ceja traviesa–. Y entonces lo enviaré a trabajar como un chico feliz... después de permitirle alimentarse de otros artículos deliciosos, – susurró. Ambas mujeres rieron. Sin darse cuenta de lo hambrienta que realmente estaba, Emily terminó toda la manzana. –Uuugh, estoy tan celosa porque tienes el día libre, –Olivia soltó un gruñido mientras estiraba sus brazos–. Tal vez voy a ser una maestra, para que cuando mierda como ésta suceda, pueda hacer novillos. –Serías miserable. Te encanta trabajar en la galería de arte. –Podría convertirme en una profesora de arte en una escuela. –Olivia se encogió de hombros y metió la mano en la bolsa de bagels. Cogió uno y le dio un mordisco–. Pensándolo bien, tienes razón. Sería miserable. No me manejo muy bien con los niños. Emily rió.


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33. Juego de palabras con fuck away, que significa vete de aquí y también follar.

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–Hey, amigo, –Olivia rápidamente llamó al conductor–. Yo me bajo en la esquina de aquí. Es posible que desee reducir la velocidad, teniendo en cuenta que las calles están cubiertas de una muerte potencial. El conductor de aspecto rudo puso los ojos en blanco. –Te traje a tu destino a tiempo, –le dijo, estacionando al frente del trabajo de Olivia–. Todavía estás viva, así que no te preocupes. Son $22.50, –dijo mientras se volvía hacia ella–. Sin la propina, –agregó, sonriendo. Olivia puso los ojos de regreso a él. Ella empezó a buscar en su bolso. –Sí, sí, ya sé cómo funciona. Quédese con el cambio. –Ella le entregó $ 30. Su sonrisa se hizo más grande. Poniendo la correa de su bolso sobre su hombro, Olivia se volvió hacia Emily y le dio un beso en la mejilla. –Está bien, así que aparte de ir a desayunar y luego joder la mierda de tu novio millonario antes de ir a trabajar, ¿cuáles son tus planes para el día? La declaración del Olivia pareció despertar el interés del conductor, que ahora estaba sonriéndole a ellas a través de la espejo retrovisor. La boca de Emily cayó abierta, con los ojos muy abiertos. –Jesús, Olivia. –Bueno, es la verdad, –se rió–. Y tendrás una buena cantidad de tiempo con él, teniendo en cuenta que está a la vuelta de la esquina desde aquí. Así que folla, folla y folla, 33 amiga. –Muy bien, estoy terminando oficialmente esta conversación, –Emily se echó a reír. Se inclinó sobre Olivia para abrirle la puerta–. Fuera, psicópata. Riendo Olivia saltó de taxi, cerca de tropezar en la acera resbaladiza–. Por lo menos compra la comida. –Sí, voy a comprar la comida. Aunque no te veré hasta más tarde esta noche. Tengo que hacer unos recados, y luego me voy a encontrar con Gavin en su oficina a las cinco. Vamos a salir a cenar para tratar y comprender todo el lío de Dillon. Metiendo la cabeza de nuevo en el taxi, Olivia tomó la barbilla de Emily, sus ojos suaves. –Y es un lío maravilloso para tratar de comprender. No tienes que olvidar eso. –Ella le plantó otro beso en la frente de Emily, se escabulló del vehículo y cerró la puerta. Suspirando, Emily la vio dirigirse hacia la galería. Menos de dos minutos después, fue el turno de Emily buscar en su bolso y pagarle al conductor la distancia corta. Cautelosamente, ella salió del taxi y le dio las gracias. El portero rápidamente se dirigió hacia ella y le ofreció la mano para ayudarla a navegar a través de la acera ahora llena de aguanieve. Buscando en el bolso una vez más, fue a darle una propina, pero él la descartó explicando que era


más que feliz de ayudar. Después de darle las gracias, caminó por el vestíbulo y se dirigió hacia los ascensores. En su camino, no pudo evitar reírse para sus adentros al recordar cómo se sintió las dos últimas veces en este mismo ascensor. Esta vez, a pesar de que había un alboroto constante de mariposas haciéndole cosquillas en su estómago, ella estaba relajada. Después de hacer su camino por el pasillo hasta el ático de Gavin, Emily tocó el timbre. Esa relajación que sólo había estado experimentando de repente se convirtió en una mezcla de sorpresa y confusión, cuando la puerta se abrió. Con el corazón latiendo en su pecho, a la velocidad de un martillo neumático, sus ojos transitoriamente hicieron lo mismo mientras se deslizaban por la mujer que había abierto la puerta, vestida sólo con un suéter y bragas. Sobre su ahora respiración rápida y cuerpo empapado en sudor, Emily consiguió decir, –¿Quién eres tú? Inclinando su cabeza, Gina miró a Emily de arriba a abajo. –Soy Gina. ¿Quién diablos eres tú? En algún lugar de la mente de Emily, la conversación de Gavin y ella en el juego de béisbol inundó su psique. –Además, su nombre es Gina, y el mío, por supuesto, es Gavin, dos Gs. Creo

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Una pelota que se retorcía de dolor atravesó el estómago de Emily cuando se dio cuenta de quién era. Gavin le hizo sentir como si había una oportunidad con él, pero en realidad no lo hizo. Ella no podía competir con el más grande amor de su vida, la mujer a la que había amado lo suficiente como para querer casarse. Sin decir otra palabra, Emily se volvió y se dirigió hacia los ascensores con rapidez. No iba a entrar a hablar con él. Ella no podía. El orgullo mantuvo sus pies en movimiento y los mantuvo en movimiento rápido. –Hey, –Gina gritó–. ¿Vas a responder a mi pregunta, o no? ¿Quién eres tú? –Al parecer, no soy nadie. Tenía la dirección equivocada, –respondió ella, queriendo llorar muy mal. Queriendo saber que no estaba entumecida. Que todavía estaba sintiendo. Como resultó, no tenía por qué preocuparse de que había perdido la capacidad de sentir porque su corazón fue aplastado como una flor prensada en un libro hecho jirones. Su cuerpo trató desesperadamente de no dejar escapar el contenido dentro de su estómago. Su espíritu se sentía derrotado, roto, golpeado y desgarrado, su asalto, provocado por un hombre a quien ella era tan ingenua como para confiar. Peor aún, era tan ingenua como para creer que él la quería. En el momento en el que el ascensor completó su descenso a la planta principal, a pesar de sus mejores esfuerzos para contenerla, el estómago de Emily

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que fue un presagio o algo así, destinados a no funcionar.


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decidió contraatacar, liberando la pequeña cantidad de comida que contenía. Allí mismo, en el centro del vestíbulo lleno de gente, ella dejó caer la bolsa de panecillos al suelo mientras tenia arcadas repetidamente después de vomitar. Avergonzada por su exhibición, su cerebro ligeramente registró el sonido de una mujer jadeando por la sorpresa. Ahuecando su mano sobre su boca, Emily huyó del edificio. El aire frío y helado impactando a través de su sistema no ofrecía alivio a su carne sudorosa. Mientras el corazón del mundo tarareaba a su alrededor con los peatones caminando por las atestadas calles de la ciudad, Emily luchó por reunir sus sentidos y trató de tragarse su dolor. Sin embargo, sus heridas sonaban fuerte, como los vientos que corrían gritando en la tormenta invernal a su alrededor. Apretando su bolso contra su pecho, se encontró caminando, sus pensamientos de todo corazón descarrilaron. Se dirigió a un restaurante en la esquina y se sentó en una mesa con las manos temblando y no por las gélidas temperaturas de afuera. Sacándose el abrigo perlado de aguanieve de su cuerpo, se pasó los dedos por el cabello mojado y fue entonces que ella lo perdió completamente. Las lágrimas fluían constantemente por sus mejillas mientras trataba de darle sentido a lo que acaba de suceder. Trató de darle sentido a su percepción toxica y confusa de quien Gavin resultó ser frente a ella. A sus ojos, él era el maestro del engaño, pronunciando más que palabras manchadas con mentiras y traiciones. El largo camino que debían correr juntos ahora estaba lleno de pedazos de su corazón, piezas que él había colocado estratégicamente allí para que ella tropezara y cayera. Él era todo lo que ella quería, y al parecer, ella no era nada que él necesitaba. Nada. Le mostró lo que ella realmente era para él, sólo otro vacío en su vida. Emily no supo cuánto tiempo llevaba sentada allí en ese restaurante llorando, completamente despreocupada de los clientes susurrando y mirando en su dirección. Para el momento en que llamó a un taxi de regreso a casa, ella se hizo pedazos, su corazón se sentía como si hubiera sido enviado directamente a través de un molino. Con los ojos borrosos por las lágrimas, se dirigió a su habitación, se liberó de su ropa empapada, y se puso una camiseta y unos pantalones. Después de cepillarse los dientes, se trasladó a la sala de estar y se dejó caer en el sofá, su cuerpo todavía estaba temblando. Gavin la había apuñalado en el corazón. Lo arrancó con cuidado de su pecho, dejando al descubierto el tejido rojo pulsante con sus mentiras, y ninguna cantidad de suturas podría cerrar esta herida. Ella renunció a quién era para que pensar que iban a estar juntos. Sin embargo, nada de eso era real sino que todo era una ilusión. Ella confió en él y pensó que lo había descifrado. Pero ahora, la verdad era simple para ella. Había sido el títere de


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Gavin por una noche, y ella había bailado las hermosas melodías que él había tocado. Sin embargo, nunca le permitiría hacerle daño de nuevo. Nunca. A lo largo del día, hizo caso omiso de los numerosos textos de él, proclamando lo emocionado que estaba de verla esta noche. En un momento, él llamó, pero ella lo envió directamente al correo de voz. Sin escuchar el mensaje, lo borró de su teléfono. Era obvio para ella que él no sabía que había sido atrapado, y todo lo que eso hizo fue enfermarla aún más. A medida que su mente continuaba enrollándose alrededor de todo, hubo un golpe moderado en la puerta que la sacó de forma temporal de la pesadilla de mentiras que Gavin había creado. Con reflejos adormecidos, se levantó del sofá. Al abrirla, su corazón sufrió otro duro golpe cuando sus ojos se encontraron con los de Dillon. Él no tenía que estar de vuelta hasta mañana. Quería preguntarle qué estaba haciendo allí, pero las palabras se congelaron en su cerebro mientras el silencio que se extendía entre ellos envolvía la habitación. Sus palabras salieron suaves y renuentes mientras la miraba a los ojos empapados de lágrimas. –Por favor... habla conmigo. Incapaz de moverse, simplemente se quedó mirándolo sin un pensamiento coherente capaz de pasar a través de sus labios. Él tentativamente levantó el brazo, colocando una mano temblorosa en su mejilla y le secó las lágrimas. Sus pies quedaron plantados en el suelo, pero ella estalló en histeria mientras su cuerpo y su mente se vinieron abajo ante la presión de dos hombres. Dillon se acercó a ella para controlarla, con sus manos agarrándola firmemente alrededor de sus brazos, mientras presionaba su frente contra la de ella. Ella se tambaleó hacia atrás de la puerta, el sonido de la misma cerrándose de repente resonó en el apartamento. –Em, lo siento mucho, cariño. –Cayendo de rodillas, Dillon rodeó con sus brazos su cintura, apretando el rostro contra su estómago, él también se echó a llorar. Emily se sacudió más, el dolor en su voz y su llanto casi la mataban–. Bebé, te lo juro, voy a buscar ayuda. Voy a dejar de beber, Emily. Dios, por favor, no puedo perderte a ti, nena. No puedo. Emily creía, sin ninguna intervención, que estaba perdiendo la cabeza. En algún momento, Dillon fue la razón por la que todavía estaba viva, pero aquí y ahora, era una de las dos razones por las que sentía que quería morir. No quería darle poder a través de sus lágrimas, y lo peor era saber que el hombre que estaba de rodillas frente a ella la amaba. Gavin, por el contrario, tentó, probó, y la torturó con su lengua y la mentira cruel, pero su corazón aún sufría por él. Su mente estaba disparando pensamientos contradictorios en todas direcciones. Hubo un momento en que Dillon era una imagen perfecta, pero se había roto, y todo lo que quedaba eran piezas fracturadas, un collage de lo que una vez había sido en su


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mundo. Mientras luchaba por mantenerse a flote en las aguas envenenadas donde el día la había hundido, sabía que no podía lidiar con nada de esto. Distanciándose con cautela, lo miró. –No puedo... No puedo hablar de esto ahora, –susurró ella, su cuerpo temblaba–. Tienes que marcharte, Dillon. Por favor. Tienes que irte. Aún de rodillas, hundió el rostro entre sus manos. Sus sollozos que perforaban los oídos de Emily hicieron que un escalofrío le recorriera la espalda. – Emily, por favor. No podré hacerlo sin ti. No lo haré. Me voy a matar si me dejas. Se puso de pie, su cuerpo temblaba, mientras daba un paso hacia ella. Levantó lentamente las manos para acariciarle las humedecidas mejillas. –Dios mío, cariño, por favor, dame otra oportunidad. Mírate a ti misma. Cuando entré, estabas igual de jodida sobre nosotros como yo. Nos necesitamos el uno al otro. Mientras ella cogía sus muñecas, él apoyó su frente contra la de ella, sus ojos intensos. –Quiero hacer esto bien. Déjame hacer esto mejor. Estaba borracho, Emily. Sabes que nunca te hubiera tocado si yo no lo hubiese estado. Nunca lo haría, nena. –Por... Por favor, Dillon, –tartamudeó, sacudiendo la cabeza–. Tienes que irte. No puedo hacerlo– –No, cariño, por favor, escúchame, –clamó con su frente todavía presionada contra la suya–. Me quedé pensando en la primera vez que te besé. Me quedé pensando en la primera vez que hicimos el amor. ¿Te acuerdas de eso? Dios nunca te voy a dar por sentado de nuevo, Emily. Por favor. Ella fue a hablar, pero él no se lo permitió. Aplastó sus labios en los de ella. Trató de retroceder, pero él movió sus manos a su nuca, lágrimas fluían de los ojos de él mientras continuaba con sus súplicas. –¿Recuerdas lo que tu madre nos dijo antes de morir, Emily? Ahora ella se apartó. Sus ojos se estrecharon sobre él, mientras sus sollozos se hicieron más duros. Intentó recuperar el aliento. –No te atrevas a traerla a esto, Dillon. Ni se te ocurra. Dio un paso adelante, colocando una vez más sus manos temblorosas sobre las mejillas de ella. –Ella nos dijo que nos cuidáramos mutuamente. Nos dijo que permaneciéramos juntos a través de las duras batallas que la vida nos lanzaría y nunca darnos por vencidos con nuestra relación. Esta es mi batalla, ¿Y tú vas a dejarme así, Emily? Déjame corregirlo, –susurró, sollozando–. Puedo arreglarlo y hacernos mejor otra vez. Puedo llevarnos de vuelta a donde solíamos estar. Ella lo miró fijamente durante un largo momento. Las lágrimas que corrían por su rostro se sentían como ácido quemando su carne. Antes de que pudiera responder, el sonido de las llaves tintineando en la puerta arrancó la mirada del uno al otro.


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Olivia entró al apartamento, el shock en su cara era palpable. –¿Qué demonios estás haciendo aquí? –Escupió, sus ojos duros en la dirección de Dillon. Pasándose las manos por el cabello, él se apartó de Emily, su voz acalorada. – Ni siquiera me jodas ahora, Olivia. –Déjame decirte algo, –respondió ella, moviéndose a él, los movimientos de su cuerpo y su tono mostraban que no estaba de ninguna manera intimidada–. Si no te largas de mi casa ahora mismo, voy a llamar a la policía. Y sólo para joder contigo más, –dijo entre dientes, embistiendo el pecho de él con un dedo–, me aseguraré de ponerte al padre de mi mejor amigo, que viene a ser el fiscal, en tu culo. Mentalmente agotada y con el estómago girando en nudos, Emily corrió a su cuarto de baño, aterrizando de rodillas frente al retrete. Su cuerpo brutalmente vomitó hasta la bilis mientras un fuerte flujo de lágrimas empapaba sus ojos. –¡Eres un maldito idiota! –Olivia le gritó a Dillon, haciendo su camino hacia el baño mientras él la seguía de cerca por detrás. Ella se inclinó sobre Emily y alejó su cabello de su cara–. ¡Mira lo que haces con ella! ¡Ahora lárgate de aquí! –Dillon, por favor, –Emily logró decir mientras su cuerpo continuaba su asalto sobre el retrete, el sabor agrio en su boca ardía contra su lengua–. Te llamaré más tarde, solo vete. Él entró al cuarto de baño, estiró el brazo para ayudar a mantener el cabello de Emily lejos, pero Olivia le dio un manotazo a su brazo. –Jesús, ¿has oído lo que ha dicho? ¡Vete ahora, Dillon! Se frotó las manos sobre la cara, miró a Olivia por un segundo y con los hombros caídos bajó la mirada y salió del apartamento. El portazo detrás de él hizo que el cuerpo de Emily saltara. Sobre sus pies, se apoyó contra la pared y trató de recuperar el aliento. Olivia la tomó suavemente del brazo y la ayudó a moverse hacia el lavabo. Abriéndolo, Olivia empapó una toalla con agua fría y la pasó por el rostro de Emily mientras ella continuaba sollozando incontrolablemente. Después de cepillarse los dientes de nuevo, Emily volvió abrir el armario de las medicinas, le temblaban las manos mientras se deslizaba sobre varios medicamentos. Ella estaba buscando a uno en particular, un frasco de Valium que su médico de Colorado le había dado una receta para después de que su madre murió. Llenó un vaso de plástico con agua y se metió una pastilla en la boca, esperando que la alejara temporalmente de esta pesadilla. Luego, se dirigió de nuevo a la sala. Cayendo sobre sofá, se cubrió los ojos con el pliegue del brazo y trató de recuperar la compostura. Sólo fueron tres días en toda su vida que recordaba sentirse así –el día en que su madre falleció, el día de su velatorio y el día de su


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entierro. Los nervios de Emily fueron lanzados y crepitaban más allá de la comprensión. Todo lo que quería hacer era desaparecer muy lejos. Olivia se sentó a su lado, levantó las piernas de Emily sobre su regazo, diciendo con la voz llena de preocupación. –Dios, Em, no puedo creer que haya venido aquí. ¿Estás bien? Sin quitar sus manos del rostro, asintió. Ella suspiró, frotando su mano contra la pierna de Emily. –Espera hasta que Gavin se entere de esta mierda. Él se va a volver loco, –dijo, mirando a su reloj–. Ya son las cinco. ¿No se supone que debes reunirte con él en su oficina pronto? –No. No voy a ir, –dijo, comenzando a llorar de nuevo. Las cejas de Olivia se juntaron. –Em, ¿qué pasa? –Cuando llegué a su casa esta mañana, Gina abrió la puerta, –sollozó, levantándose del sofá. Entró a la cocina, moviendo la cabeza, todavía incapaz de procesar todo–. Estaba apenas vestida, –dijo ella, dejando escapar una risa sin humor–. Y el cabrón tuvo el descaro de llamarme y mandarme textos todo el día, también. Olivia se levantó del sofá, con los ojos muy abiertos. –¡Mierda, Emily! ¿Qué? –No entiendo, –sollozó, cogiendo una servilleta de la encimera. Se sonó la nariz–. Me siento como una idiota, como una tonta. Él me usó. –Tiró la servilleta a la basura y se sentó a la mesa de la cocina, con las manos tapándose la cara. Olivia acercó una silla y le acarició el cabello de Emily lejos de su hombro–. Sé lo que fui, sin embargo, Liv. No me pudo tener desde el principio y me convertí en un enfermo juego retorcido a conquistar. –¿Has hablado con él? –Diablos no, no he hablado con él, y no voy a hacerlo. –Bueno, estoy llamando al idiota. No puedo creer esto, –resopló, levantándose de su asiento. Partiendo a un ritmo acelerado, ella tomó su bolso del sofá y maldijo en voz baja. –No, Liv. No quiero que lo llames. Él sólo vendrá aquí y no puedo lidiar con nada más en este momento. Sacó su teléfono, ignorando las palabras de Emily. Ella bajó la mirada hacia él. –Parece que no tengo que llamarlo. –¿Qué quieres decir? –Preguntó ella, limpiándose la nariz contra el dorso de la mano. –Tengo cuatro llamadas perdidas y dos mensajes de él. –Olivia los estudió, con los ojos muy abiertos–. Él está en camino. –¿Qué? –Emily saltó y se acercó a Olivia. Cogió el teléfono de ella y leyó los mensajes.


Gavin: He llamado y le mandé unos mensajes a Emily. ¿Has hablado con ella?

No he tenido noticias de ella en absoluto, y debería haber estado aquí ya. El siempre impaciente y un poco nervioso GB. Gavin: Olvídalo. Acabo de hablar con tu hermano y me dijo que Dillon regresó antes. Voy en camino a tu apartamento. Dejando mi oficina ahora. GB. –Supongo que estás hablando con él esta noche, Emily. –No. No puedo lidiar con él ahora mismo. –Empezando a llorar otra vez, se paseó por la habitación. Incluso con la ayuda del Valium haciendo su camino a través de su sistema, sus nervios no estaban menos calmados que antes–. Entre Dillon viniendo aquí y todo lo que ha pasado hoy, simplemente no puedo, Olivia. –Bueno, ¿qué vas a hacer? –Preguntó Olivia, su voz suave. Se acercó a Emily y le puso una mano cariñosa en el hombro–. Él envió ese último mensaje hace veinte minutos. Incluso con el tráfico, estará aquí en cualquier momento. –Dile que estoy enferma en la cama o algo así. –Amiga, si hablo con él, voy a perderlo. Lo amo a muerte, pero estoy tan enojada con él ahora mismo. No hay manera posible de que sería capaz de contenerme. Entonces sabrá todo y aun así iría a hablar contigo. Sin dudarlo, Emily cruzó la habitación, sacó su celular del mostrador y le envió un mensaje. Emily: Estoy bien, Gavin. Estoy en casa enferma en la cama. Su respuesta llegó relativamente rápida. Gavin: Me hubiese gustado que me lo dijeras, amor. Podría haber cuidado de

ti todo el día. Estaré allí en cinco minutos. Estoy a la vuelta de la esquina. ¿Necesitas que te lleve algo? Te amo. Sacudiendo la cabeza con disgusto, ella trató de ahogar un sollozo pero no sirvió de nada. A medida que sus manos temblaban, le envió un mensaje de regreso. Emily: No vengas aquí. Voy a hablar contigo en otro momento. Su siguiente mensaje no llegó tan rápido. Emily empezó a ponerse nerviosa, pero sin embargo, respondió. Gavin: ¿Qué está pasando, Emily? ¿Está Dillon allí contigo? Sé que él está de

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–Jesucristo, piensa que Dillon está aquí conmigo, –soltó, secándose las lágrimas de la cara–. ¿Qué le digo ahora? Sacudiendo la cabeza, Olivia dejó escapar un suspiro. –Emily, tienes que hablar con él. –Liv, no voy a hablar con él ahora mismo, maldita sea. ¿Le contesto el mensaje?

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vuelta.


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Emily no esperó a que ella respondiera. En cambio, entró en pánico y le envió un mensaje que suponía que podría funcionar. Emily: No estoy en casa ahora. –Bueno, –dijo Olivia–. ¿Qué le has dicho? –Le dije que no estaba en casa. –arrojó el teléfono sobre la mesa. La idea de romperlo en pedazos se hizo más atractiva por el segundo–. Ahora no va a venir aquí. –Oh, Dios mío, Emily. Ahora sin duda va a venir aquí. –¿Por qué se presentaría aquí pensando que ni siquiera estoy en casa? – preguntó a la defensiva. –Gavin no es tonto, Emily, por eso, –señaló ella, caminando a la cocina para tomar una botella de agua–. En todo caso, acabas de perforar en su cabeza que Dillon está aquí contigo. –No va a venir aquí, –respondió ella, hundiéndose a sí misma en el sofá. –Amiga, te lo digo, él viene aquí. Tan pronto como Olivia terminó la frase, alguien llamó a la puerta y un golpe duro en ella. Con el corazón corriendo, Emily saltó del sofá y se dirigió hacia la puerta. Entrecerró sus ojos y miró por la mirilla, encontrando a Gavin de pie en el pasillo. –Joder, –susurró. Olivia se acercó a ella. –Te lo dije. ¿Qué demonios vas a hacer ahora? – Preguntó ella, su voz tan baja como la de Emily. –Dile que mentí acerca de no estar aquí. Que estoy muy enferma en la cama durmiendo y... –Hizo una pausa, secándose las lágrimas de sus ojos mientras trataba de ordenar sus pensamientos–. Que no quería que me viera porque me veo horrible o algo. –¿Cómo diablos puedo evitar que entre aquí? –Olivia susurró con urgencia. Gavin llamó otra vez, y Emily juraba que sentía como si alguien estuviera sosteniendo una pistola en su cabeza. –No tengo ni idea, pero no le digas nada a él en este momento acerca de lo que sé. Voy a hablar con él pronto. Es que no puedo... –su voz se fue apagando. Ahuecando su mano sobre su boca, ella comenzó a llorar de nuevo. –Em, entiendo, ¿de acuerdo? –Emily asintió–. No voy a decir nada. Sólo tienes que ir a tu habitación, apaga las luces y metete en la cama. Voy a tratar de mantenerlo en la sala. Con el corazón en la garganta, Emily hizo lo que Olivia dijo y rápidamente se dirigió a su habitación. Olivia abrió la puerta, rápidamente salió al pasillo y cerró la puerta detrás de ella. Cruzando sus brazos, ella miró a Gavin.


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Gavin la observó por un momento, su intuición carcomiéndole el estómago. – ¿Qué carajo está pasando? ¿Está ahí con ella? –No. Él no está allí con ella, Gavin. Está en la cama enferma y muy sola. Ella se desmayó por una medicina que le di antes. –En primer lugar, ella me envió un mensaje hace menos de cinco minutos. En segundo lugar, ¿por qué cambió su historia de repente? –Bueno, ella tiene una baja tolerancia para cualquier tipo de medicamentos. Y, como he dicho, se lo di a ella hace una media hora antes de que te enviara un mensaje. –Olivia respiró profundo–. Para explicar el cambio de su historia, vamos a decir que ha tenido un día duro con esmero, y se ve como una mierda. No quiere que la veas de esa manera. En la esquina de su boca apareció una sonrisa. –¿Me veo como una especie de maldito idiota para ti, Olivia? –Le espetó, obteniendo una mirada de sorpresa de ella–. Porque si lo hago, estás muy equivocada. Si ella está allí tratando de resolver alguna mierda con él, lo menos que podría hacer es jodidamente decirme en lugar de mentir. –Te acabo de decir que él no está aquí. Me has conocido lo suficiente como para saber que no soy una astuta y conspiradora mentirosa, Gavin. –Dejando escapar un suspiro melodramático, ella miró con indiferencia sus uñas–. Es una pena que no pueda decir lo mismo de ciertas personas que conozco. Aunque confundido, Gavin se dio cuenta de que había más detrás de la declaración de Olivia, pero no estaba a punto de entrar en eso con ella, no entonces. Sin embargo, definitivamente iba a asegurarse de que no estaba siendo burlado. Caminó por delante de ella, llegó a la puerta y entró. Con su corazón latiendo erráticamente, golpeando en el fondo de su estómago, sus ojos recorrieron la sala por Emily. –Te dije que está en la cama durmiendo, –dijo Olivia con insistencia. La palabra "cama" resonó en la cabeza de Gavin como un redoble de tambores mientras una oleada de náuseas se apoderaba de él. Sin pensar y sintiéndose como el psicópata paranoico que estaba convencido que se estaba convirtiendo, Gavin huyó por el pasillo hacia la habitación de Emily. –¡Mierda! ¿Qué demonios estás haciendo, Blake? –Olivia dejó escapar, siguiéndolo justo por detrás de él–. Ella está durmiendo. Con la esperanza en Dios que Olivia no le estuviera mintiendo, abrió la puerta lentamente tratando de mantener a la mujer que amaba en sus consideraciones primordiales. Con sólo la luz tenue de la cocina derramándose en la habitación, efectivamente mostrando a Emily sola en su cama, Gavin estaba seguro que el suspiro de alivio que quemó sus pulmones y pasó a través de sus labios la había


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despertado. Tomó una respiración profunda, se apoyó contra la puerta y se pasó las manos por el cabello. –¿Ves? Está durmiendo, Gavin, –susurró Olivia–. Ahora vamos. Ella no se siente bien. Gavin se sentía como un completo idiota por no creer en la mujer que suponía que debía confiar. No podía irse. Se sentía congelado en el suelo mientras sus oídos se empapaban en el sonido de su respiración, la respiración de la mujer que en varias ocasiones le había dicho que lo amaba hace menos de veinticuatro horas. Por Dios, la adoraba y la amaba, pero aunque sólo por un instante, él había dudado de lo que le había dicho. Él no tenía la intención de despertarla, pero necesitaba tocarla. Necesitaba sentir alguna parte del cuerpo de su ángel. Contra los duros susurros de súplicas de Olivia, Gavin se encontró moviéndose en silencio por la habitación. Se acercó a la cama donde Emily dormía de espaldas hacia él. Dejó que una agridulce sonrisa se formara en sus labios cuando sus dedos rozaron suavemente su cabello. Se inclinó sobre ella, cuidando sus movimientos para no despertarla, mientras le rozaba el costado de la mandíbula con los nudillos. –Te amo, Emily, –susurró antes de besar suavemente la parte posterior de su cabeza–. Me gustaría haber estado aquí hoy para cuidar de ti, muñeca. –Eso fue todo lo que necesitaba –sólo este poquito– y sabía que sería capaz de dormir toda la noche. Con su respiración cada vez mayor por su toque deseado y no deseado, la cabeza de Emily gritaba –me indignas; me disgustas, me has destrozado– mientras que su corazón gritaba –por favor, quédate, te necesito en mi vida, se suponía que seriamos increíbles juntos– Una lágrima ardiente rodó por su mejilla mientras las uñas se clavaban en sus puños apretados. Pero ella no se movió. Su cuerpo estaba quieto mientras lo escuchaba salir de la habitación. Olivia lo acompaño para que saliera del apartamento y de su vida. Al soltar el aliento que había estado conteniendo desde el momento en que él había entrado al apartamento, Emily giró sobre su espalda. A través de los ojos inundados de lágrimas, tuvo la vista de la silueta de Olivia, de pie justo afuera de su puerta. Olivia fue a entrar, pero Emily habló. –Sólo necesito estar sola, –lloró–. ¿Está bien? Yo... Lamento mucho por hacer que pasaras por esto, Olivia. Lo sie... lo siento, –tartamudeó través de su llanto–. Muchas gracias. Pero yo no pued... No... no puedo hablar de ello. –¿Estás segura de que vas a estar bien, Em? –Susurró Olivia, su voz llena de preocupación–. Se supone que debo encontrarme con Tina en poco tiempo. Podría quedarme en casa si me necesitas. Sollozando, ella negó con la cabeza. –No, vete. Ve a pasar un buen rato. Voy a estar bien.


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Olivia se quedó allí por un momento, dejó escapar un profundo suspiro, y luego, lentamente, cerró la puerta. En la oscuridad de su habitación, Emily acurrucó las mantas con fuerza alrededor de su cuerpo tembloroso, con la cabeza tratando de absorber el mal día que había sido arrojado a ella. Dormir. Necesitaba dormir como necesitaba oxígeno, agua y alimentos, sin embargo, estaba bastante segura de que no encontraría a ninguno esta noche. No. El sueño no iba a ser su amigo esta noche. En su lugar, la soledad, el dolor, la confusión y la pena podrían reemplazarlo.


Capítulo 18 Tragado por Entero la llamó y le dejó unos cuantos mensajes. ÉlNada . Le mandó mensajes de texto un par de veces.

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Sentado en su escritorio en la oficina de Industrias Blake, Gavin cogió su teléfono de nuevo por lo que parecía ser la centésima vez esa mañana. Poniéndolo de nuevo hacia abajo, se reclinó en su silla y unió los dedos debajo de su barbilla mientras evaluaba cuidadosamente los sentimientos perturbadores que iban echando raíces en su cabeza. Algo estaba mal. Aunque Emily todavía estuviera enferma, sabía que debería haber sabido de ella por ahora. Sin embargo, la parte más tranquila de su cerebro le dijo que se relajara. Podrían haber varias razones que explicaran por qué no se había puesto en contacto con él todavía. Teniendo en cuenta que había perdido un día de trabajo, era muy posible que ella estuviera ocupada tratando de ponerse al día con otras obligaciones. Si. Eso es a lo que iba a ir por ahora. No obstante, como la mañana se prolongaba, desdibujando las altas horas de la tarde, Gavin estaba seguro de que estaba tratando de convencerse a sí mismo de que algo no estaba bien. Aunque su cuerpo físicamente se vio obligado a asistir a varias reuniones de trabajo, su mente no estaba en absoluto presente en ninguna de ellas. Sus pensamientos se volvieron consumidores y escenarios escalofriantes apretaron alrededor de su corazón con cada minuto que pasaba y no oía nada de ella. Después de terminar una conferencia telefónica con un cliente potencial, se levantó de su asiento y cruzó su despacho, preguntándose qué demonios estaba pasando. Mirando hacia abajo a las caóticas calles de la ciudad mientras la hora pico se apoderaba de Manhattan, decidió hacerle a Emily otra llamada. Antes de que pudiera hacerlo, la voz de su secretaria viajó a través del intercomunicador, cortando sus pensamientos negativos. –Sr. Blake, tiene a Dillon Parker aquí para verlo. Dándose la vuelta, Gavin se quedó mirando la puerta de su oficina. A pesar de un flujo constante de adrenalina sacudiendo su sistema, su comportamiento mostraba nada más que tranquilidad. Antes de que él le respondiera, poco a poco se acercó al escritorio, y con movimientos pausados se quitó la chaqueta del traje de su cuerpo, apoyándola en su silla. En el mismo respiro, se aflojó la corbata y casualmente enrolló las mangas de su camisa. Todos los instintos masculinos en su

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Sin respuesta.


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mente gritaban que su amigo sabía que él y Emily estaban juntos, y Gavin tenía la sensación de que su visita no anunciada estaba a punto de llegar a ser muy... interesante. Gavin era más que consciente de que una celda de la cárcel podría muy bien ser su cuarto para dormir esta noche. Tomando una respiración lenta, estiró el cuello, cuadró los hombros y apretó el botón del intercomunicador. –Bien, envíalo, Natalie. Gracias. Con la mandíbula apretada, Gavin vio como Dillon entraba a su oficina, los hombres bloquearon los ojos sobre el otro al segundo que la puerta se cerró. Después de unos momentos de tensión, Dillon finalmente rompió el silencio, en un tono bajo, pero su expresión era dura. –Lo que hiciste es una mierda. Cruzando sus brazos, Gavin se apoyó en su escritorio mientras miraba a Dillon a través del cuarto. –Tal vez si tratabas a Emily de la forma en que se supone que debe ser tratada, no lo habría hecho. ¿Has pensado en eso? –Preguntó, su voz medida pero sus pensamientos ni siquiera estaban cerca. Entre pensar en la forma en que él había agarrado a Emily y el hecho de que ella había ido en contra de su declaración contándole algo a Dillon sin que él estuviera allí, Gavin estaba listo para hacer correr sangre. Dillon permaneció tan inmóvil como una piedra. –No debería tener que pensar en nada, hermano. Tú no tenías ni un puto derecho en hacer lo que hiciste. –No debería haberlo hecho, pero lo hecho, hecho está, –afirmó con firmeza, reduciendo la distancia entre ellos–. Tal vez tengo que repetírtelo. Si la hubieses tratado como un hombre real trata a su mujer, tal vez las cosas serían diferentes para ti en este momento. –Estaba borracho. Nunca la habría tocado si no lo hubiese estado, –dijo, con los ojos aún pegados en Gavin–. Maldito tonto, me diste un puñetazo. Eso no estuvo jodidamente bien, hombre. Gavin se frotó la barbilla con aire ausente. Era evidente para él que Emily no había dicho nada. –Wow, qué original. "Estaba borracho" ¿por lo que eso lo hace bien? –No dejó que Dillon respondiera mientras continuaba–, Déjame ver si lo entiendo... –Él se rió, sacudiendo la cabeza–. ¿Estás aquí para hablarme de mierda, porque te di un golpe por maltratar a Emily como lo hiciste? –Si. ¿Por qué coño más iba a estar aquí? Gavin decidió evitar esa pregunta en particular con una de las suyas. –¿Qué diablos estás realmente haciendo aquí? –Preguntó con el ceño fruncido–. Porque quiero dejarte muy claro acerca de la manera en que me muevo, Dillon. Si te hubiese visto hacerle eso a un perro, por no hablar de Emily, aun así habría hecho lo mismo. ¿Cuando me viste alguna vez sentarme y ver a un hombre hacerle eso a


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una mujer? Dime porque estoy sinceramente curioso ahora, y bastante divertido por todo el maldito asunto. La expresión granito de Dillon se suavizó de forma casi imperceptible. –Mira, no quiero discutir contigo. Yo– –Oh, ¿no quieres? –interrumpió–. Seguro como la mierda pareces quererlo. Si no puedes entender por qué hice lo que hice, entonces no hay razón para continuar con esta conversación. Y si vas a utilizar ese coño de excusa de estar borracho para descartar lo que le hiciste, entonces definitivamente no hay ninguna razón para continuar esta conversación. –Gavin señaló al otro lado de la habitación–. La puerta está ahí si vas a jugar esa carta conmigo. Dillon se lo quedó mirando un momento, sus ojos se estrecharon de nuevo. – Como he dicho, no quiero discutir contigo, Gavin. Admito que metí la pata y le dije a Emily que voy a hacer las cosas mejor. –Gavin ladeó la cabeza hacia un lado, preguntándose exactamente cuando habían hablado ya que Emily le había dicho que ella no contestaba a sus llamadas. Sin embargo, él se quedó quieto y dejó que Dillon continuara–. El problema que estoy teniendo es que tú pareces tener un puto problema más grande con lo que pasó que mi prometida. –¿Prometida? –Preguntó Gavin, tratando de ignorar el agrietamiento en su voz y el repentino aumento en la temperatura de su cuerpo–. Ella rompió contigo. –Sí, pero he hablado con ella y la boda sigue. Dillon continuó hablando, y aunque Gavin estaba mirándolo directamente a los ojos, no lo escuchaba. No podía. Tragando saliva, los oídos de Gavin ardían desde el anuncio de Dillon, su insidioso susurro se estableció como un ácido en sus pulmones. Un abrasador dolor, profundo y brutal, bombeaba a través de las venas de Gavin, manifestándose como un cáncer mortal. Levantando el brazo, Gavin se pasó lentamente una mano nerviosa por el cabello. –¿La boda sigue en pie? –Preguntó, en voz baja sangrando por la confusión. –Sí, hombre. Acabo de ir a través de todo el asunto contigo. Sigue en pie, – respondió, una pizca de confusión manchando su tono. Dillon dejó escapar un suspiro y sacudió la cabeza–. Mira, lo entiendo, ¿de acuerdo? Tienes razón. No debería haber usado la bebida como una excusa. A pesar de que sigo firme en que no deberías haberme golpeado, estoy dispuesto a perdonarte. –¿Crees que necesito tu maldito perdón? –Gavin soltó, todavía tratando de recuperarse de la herida anclándose en su pecho–. Tienes las bolas para venir a mi maldita oficina y decirme que estás dispuesto a perdonarme. Tienes suerte de que no estoy sacando la mierda de ti aquí mismo. –Ves, esto es de lo que estoy hablando. Estoy tratando de suavizar las cosas contigo y tú estás actuando como un maldito loco. ¿Qué mierda, hombre?


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Gavin lo miró durante un largo momento mientras destellos de Emily inundaban su mente. Cruzando sus brazos, se giró y se acercó a la ventana. El sol hace tiempo había hecho su descenso por debajo de los edificios, y una luna llena había tomado su lugar. Inhalando profundamente, Gavin asintió. Él no iba a ser en absoluto benevolente, y seguro como la mierda no era indulgente con Dillon. Su único objetivo era poner fin a la conversación y conseguir a Emily con todo lo que pudiera. Por eso, él jugaría el juego. Vagamente se acordó de ella diciéndole que estaba cubriendo una cena esta noche en Bella Lucina. Así como lo hizo hace muchos meses, él le pagaría una visita inesperada. Sin embargo, esta vez iría a ella un hombre muy roto y muy confuso buscando respuestas. Sólo esperaba encontrarlas. –Tienes razón, Dillon, –dijo, su voz desprovista de cualquier emoción que lo sorprendió incluso a él–. Estoy actuando como un loco. –Se volvió y lo enfrentó, sus rasgos faciales suavizados en una impasibilidad ilegible–. Si eres capaz de perdonarme por haber hecho lo que hice, entonces, sin duda puedo superar lo que le has hecho a Emily. Gavin cuidadosamente vio como la defensa en los ojos de Dillon parecía evaporarse en el aire. –Muy bien, ¿así que estamos bien entonces? –Preguntó Dillon. Cruzando sus brazos y sin decir una palabra, Gavin se limitó a asentir. –Muy bien, genial, –dijo, mirando a su reloj–. Voy a salir por un par de copas con unos amigos del trabajo. Creo que los dos podríamos beber unas pocas después de esto. ¿Por qué no vienes conmigo? –Tengo algunos asuntos que atender, –contestó, su voz aún tranquila–. Un negocio muy importante. –Bueno, si te hace a tiempo, voy a estar en Ainsworth Primer sobre la Plaza Penn. Gavin asintió con la cabeza, y con eso, Dillon se acercó a la puerta para hacer su salida. –Una cosa más, –dijo Gavin, caminando por la habitación, con la voz baja. Dillon se volvió hacia él. Gavin lo inmovilizó con una mirada, y en ese momento, sabía que su expresión le decía todo. –Si alguna vez la tocas otra vez, te mataré con mis propias manos. Inclinando la cabeza hacia un lado, Dillon le devolvió la mirada y fue a hablar, pero no lo hizo. Negó con la cabeza y salió por la puerta Como la confusión salía de su cuerpo en oleadas, Gavin se tomó unos minutos y trató de recobrar la compostura. Su cuerpo temblaba mientras trataba


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–Country, –dijo Antonio, acercándose a la mesa en la que Emily y Fallon estaban sentadas–. Si la parte de tu trabajo está completa puedes salir de aquí. Emily levantó los ojos hacia él mientras enroscaba la parte superior de un salero. Ella asintió con la cabeza. –Gracias, Antonio. –¿Y yo qué? –Preguntó Fallon, lanzando una pieza de plata envuelta a un cubo de plástico. –Estás de suerte, chica, –se rió entre dientes–. Eres la que cierra esta noche. Fallon hizo un mohín de sus labios. –Vamos, Antonio. Está lloviendo afuera y sólo he tenido dos mesas en las últimas tres horas. Ya son las ocho. Está tan muerto aquí en este momento. Puedes manejar el lugar por tu cuenta Sacudiendo la cabeza, murmuró algo en italiano y se fue. Fallon sonrió. –¿Crees que debería tomar eso como un no? –Estoy pensando que es una apuesta segura, –bromeó Emily, levantándose de su asiento. Se estiró a su cuello y desató el delantal de su cintura–. ¿Trevor te va a recoger esta noche? –Sí que lo está. Vamos a los bolos después, –contestó ella, sonriendo. –Eso suena bien. Pasen un buen rato. –Emily se dirigió a la cafetería para recuperar su bolso. Después de pasar por debajo del mostrador, se encontró a Fallon de pie junto a ella, su expresión llena de preocupación. Emily la miró con sospecha. Girando su cabello negro entre sus dedos, Fallon vaciló antes de hablar. – Trevor me dijo que volviste con Dillon. –Lo hice. Resolvimos las cosas, –respondió ella, acercándose para tomar la chaqueta del perchero–. ¿Por qué sacas el tema ahora? –Bueno, no quería molestarte durante tu turno. –¿Por qué me molestaría? Fallon arqueó una ceja, incrédula. –Vamos, Em. Sé lo que sucedió contigo y Gavin.

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de respirar. Todavía en estado de shock por lo que estaba sucediendo a su alrededor, se trasladó a través de su oficina y se hundió en la silla. Con las palabras de Emily cayendo en su cabeza, no sirvió de nada. Componerse era inalcanzable. Le dolía la cabeza y su visión estaba borrosa. Emily lo tragó por entero, mintió sobre el deseo de un futuro con él y lo escupió fuera una vez que Dillon regresó. Incapaz de esperar por más tiempo, Gavin cerró los ojos por un instante, respiró y sacó las llaves del bolsillo. Se levantó de su silla y salió de su oficina. Dolor, ira y pena apretaban su pecho con cada paso que daba. Sabía que iban a ser un par de horas antes que el turno de Emily terminara, pero cuando lo hiciera, él estaría allí esperando por ella.


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Emily trató de ignorar la punzada de dolor en el pecho cuando oyó su nombre, pero no sirvió de nada. Rebotó a través de su sistema. Se puso la chaqueta y Fallon le dio una mirada inquisitiva. –¿Cómo sabes lo que sucedió entre nosotros? Fallon parpadeó sus ojos grises y se encogió de hombros. –Olivia me dijo. –Por supuesto, –ella suspiró y comenzó a dirigirse hacia la puerta. Dándose la vuelta, se subió la cremallera de su chaqueta, se colgó el bolso al hombro y dejó escapar otro suspiro–. Bueno, estoy bien, –dijo en voz baja, mintiendo de la mejor manera que pudo. Ella no estaba bien. Era un desastre y por la mirada en el rostro de Fallon, estaba bastante segura que podría decirle que lo estaba. Fallon se acercó a ella. –¿Por qué te casas con él, Emily? –Le preguntó, colocando una mano sobre su hombro. Los rasgos de Emily se transformaron en estado de shock ante su pregunta. – Fallon, –soltó exasperada–, ¿qué quieres decir con por qué me casó con él? –Creo que la pregunta es bastante sencilla, Country. –Dejó caer la mano del hombro de Emily, su voz era baja–. ¿Por qué te casas con él cuando estás enamorada de Gavin? Desconcertada por el ritmo vertiginoso de la conversación, Emily pensó en responder de la forma más veraz que podía. –Creo que la respuesta es bastante sencilla, Fallon. Me voy a casar con el hombre que me ama. Voy a hablar contigo más tarde, –dijo, fijando un paso enérgico hacia la puerta. –¡Emily, espera! –Fallon gritó. Emily levantó una mano silenciosa, y llegó a la puerta. Al abrirla, se quedó sin respiración cuando los brillantes ojos azules de Gavin se clavaron en los suyos. El impacto se precipitó a través de cada miembro de su cuerpo, instalándose como un pesado acero en el pecho. Ella lo miró fijamente mientras se apoyaba en su auto, sin preocuparse de la fría lluvia torrencial cayendo a su alrededor. Con los brazos cruzados, los ojos de Gavin la recorrieron desde la cabeza a los pies, y si Emily no se equivocaba, ellos mostraron algo parecido a la ira. Momentáneamente, confusión cruzó sus rasgos, pero rápidamente se desvaneció cuando su propia ira surgió. Aunque ella no quería lidiar con cualquier excusa de mierda que estaba a punto de vomitar de su boca, no se iba a esconder esta vez. Tenía que hacerle frente a esto, enfrentarlo a él. Tomando una respiración rápida, recogió sus nervios, se serenó y salió a la acera. –Ah, ahí está. La chica que rompió mi corazón en pedazos, –dijo, su voz fuerte y amenazadora sobre la lluvia–. ¿Fue tu único propósito en todo esto, romperme el corazón? Porque si es así, has logrado a fondo eso.


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–¡Cómo te atreves a decirme eso! –Gritó ella, su ira brotando y burbujeando profundo ahora. –¿Cómo me atrevo a decir eso? ¡No fui más que un maldito indulto para ti durante su ausencia! –Descruzando los brazos, dio un paso hacia delante, lanzando sus manos en alto, en señal de rendición completa–. ¿Es esto una especie de broma de mierda? –Rió sin atisbo de diversión en su voz–. Tomé esa cara bonita para muchas cosas, pero tengo que admitir que una pequeña jugadora enferma no era una de ellas. La boca de Emily colgó boquiabierta. La lluvia helada no tenía nada en la tenacidad que él estaba mostrando y acusándola de ser una jugadora. Eso por sí solo la tenía casi congelada en incredulidad. Sin embargo, decidió quedarse tranquila. Si quería jugar, ella se lo permitiría pero iba a ganar al final. Algo en su interior gritaba que le permitiera enterrarse a sí mismo. Cruzó los brazos mientras un desafío brillaba en sus ojos, invitándolo a su funeral. Y Gavin mordería el anzuelo porque esa mirada en sus ojos casi lo llevó a la locura. A pesar que le arrancó su alma de su cuerpo, no tocarla no era una opción. No besarla era imposible. Tenía que besarla allí mismo, mientras la lluvia caía a su alrededor. Gavin se acercó a ella con la fluidez de un tigre que ataca a su presa. Antes de que Emily pudiera tropezar unos pasos atrás, él la capturó por la cintura y estrelló brutalmente sus labios sobre los de ella, su lengua separándolos mientras ella trataba de alejarlo. Por un segundo, ella pudo sentir su ira, provocación y la posesividad, y maldito sea, la confundía y enojaba más. Mientras chupaba la lluvia de su labio inferior, un rayo brilló por encima, su estruendo golpeando la tierra en la distancia. –¿Estás jodidamente loco, Gavin? –Dijo entre dientes, apartando la cabeza hacia atrás mientras trataba de salir de su agarre. –¿Estoy loco? ¡Como un tonto, yo tenía fe en ti, en nosotros! –Gruñó, elevando la voz apenas controlada mientras tomaba su cintura. La miró a los ojos, mirando las gotitas de agua a lo largo de sus pestañas y sus mejillas–. ¿Cuándo lo aceptaste de nuevo, Emily? ¡Contéstame esa maldita pregunta! Los charcos se agrupaban alrededor de sus pies y los peatones empapados por la lluvia pasaban a su lado. Ella lo miró fijamente, con el corazón latiendo en su pecho, con una sublevación audaz en sus ojos. –¡Lo acepte de vuelta alrededor de una hora después de que tú salieras de mi apartamento! –Dijo entre dientes, con voz maliciosa en su intento de cortar cada pedazo de él en trizas. Ella trató de apartarse, pero él la sujetó firmemente en su lugar–. ¡Lo acepté una hora después de que descaradamente te inclinaras sobre mi cuerpo y me dijeras que me amabas!


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Mirándola ferozmente, su mano rodeó su nuca mientras ponía su rostro a escasos centímetros del suyo, sus narices tocándose. Ella sintió su aliento caliente sobre sus mejillas frías mientras su pecho subía y bajaba–. ¿Estabas despierta cuando estuve allí? –Oh, estaba despierta y muy bien como cuestión de hecho, –se rió maniáticamente, sus palabras goteando furia. Gavin no podía creer lo que estaba oyendo o viendo. Seguramente, no era la misma mujer que estuvo con él sólo un par de noches atrás. Había oído hablar de personas que son consideradas como locas, y en este mismo momento, estaba completamente listo para llevarla directamente a la sala psiquiátrica más cercana. Sin. Contestar. Preguntas. –¿Qué tan seriamente retorcida puedes ser? –Gruñó él, su expresión ensordecedora. Ella fue a hablar, pero él la interrumpió–. ¿Follaste con él anoche, Emily? –La respiración de ella se detuvo y su cuerpo se calentó a medida que él inclinaba la cabeza hacia atrás con su mano empuñando su cabello. Él rozó sus labios sobre la comisura de su boca. Luego poco a poco los deslizó al oído, la ligera barba en su rostro rozaba su carne, su voz era un susurro caliente–. Y si follaste con él la noche anterior, ¿se sintió tan bien dentro de ese hermoso coño como yo lo hice? ¿Fue capaz de hacer que suplicaras por más como lo hice yo? –Le mordisqueó suavemente el lóbulo de la oreja, casi derritiéndola allí mismo–. Y una última pregunta para ti, muñeca. ¿Te corriste tan duro con él, como te corriste para mí? Mientras el feroz aguacero asaltaba el pavimento, sus ojos se estrecharon sobre él con su corazón estallando de dolor y rabia al mismo tiempo. Él se inclinó sobre ella con sus ropas empapadas aferrándose a sus cuerpos, su respiración pesada. –¡Él me hizo venir más duro! –Con esto, se veía sorprendido, herido incluso, pero no la detuvo–. ¡Se sintió tan increíble dentro de mí como tu polla se sintió enterrada dentro de Gina! Con el ceño fruncido, Gavin se echó hacia atrás. –¿De qué estás hablando? –Gina, –aclaró lentamente, con voz venenosa–. Iba a sorprenderte ayer por la mañana con el desayuno y resultó que la sorpresa fue para mí. Parecía que ya habías desayunado. Tus sábanas estaban aún calientes por nosotros dos y ella abrió la puerta prácticamente desnuda. ¡Dame un puto descanso! –Gritó, viendo como su expresión cambiaba a una de inquietud. Gavin sabía que los ojos de ella eran su enemigo, traicionándola en muchos aspectos, pero también sabía que sus acciones al permitir a Gina entrar había causado la batalla. Que Dios lo ayudara si esto era una batalla en la que estaba a punto de perder a Emily por completo. Iría con cuidado.


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Sabía que tenía que ir con cuidado. La mujer que tenía por delante estaba rota y herida, pero su mente se congeló. Él no fue capaz de formular sus palabras suficientemente con rapidez. Su falta de respuesta rápida pareció confirmar lo que Emily sabía que era verdad. Sabía que había sido atrapado y no tenía idea de qué decir. Antes que Gavin pudiera registrar lo que estaba sucediendo, Emily levantó la mano y lo golpeó con fuerza en la cara, el sonido del golpe se escuchó sobre la lluvia. Él se tambaleó un poco, completamente aturdido. –¡Hijo de puta! –Gritó, sin importarle los transeúntes mirando su intercambio. Ella le lanzó dagas con la mirada y fue a golpearlo de nuevo pero su mano se lanzó hacia ella y la cogió por la muñeca. –Tienes que escucharme, Emily, –exhaló con voz firme. Ella trató de dar un tirón con su muñeca, pero él la atrajo hacia su pecho. Con la mano libre, le alisó lejos el cabello mojado de su rostro–. Ella ya se había ido para el momento en que salí de la ducha. No tenía ni idea que estuviste allí. –Los ojos de Emily se agrandaron mientras trataba de alejarse de nuevo–. ¡No, espera! ¡Mierda! No es en absoluto lo que piensas! Todavía tratando de soltarse de sus manos, las lágrimas se derramaron de sus ojos. –¿Es eso lo mejor que podrías inventar? –Resopló, luciendo una malvada sonrisa burlona. Atrapada. Se sentía atrapada bajo el resplandor de esos hermosos ojos azules, y ella no estaba dispuesta a dejar que la aspire de nuevo bajo su hechizo. –¡Estás loco si crees que voy a caer en eso! No puedes mentir tu camino de regreso a mi corazón, Gavin. Odio lo que me hiciste, lo que nos hiciste a nosotros, y sobre todo, ¡te odio! –Una parte de ella se congeló cuando esas palabras salieron de su boca, porque ella no lo odiaba. No podía. Ella lo amaba, lo amaba hasta el fondo de su alma. Sin embargo, todo lo que sabía que él había destacado al segundo que lo había conocido era todo lo que había demostrado ser. Gavin retrocedió como si lo hubiese golpeado de nuevo. Su corazón se hundió mientras el impacto al darse cuenta de que tal vez ya la había perdido, y perderla significaba que se perdería a sí mismo. –No me odias. Tú me quieres, –se ahogó, sin tratar de ocultar el dolor que estaba dispuesto a aplastarlo. Levantando los brazos, mantuvo su cara entre sus manos, acariciando con las yemas de sus pulgares los labios de ella–. Y, Jesucristo, Emily, te amo con todo mí ser, con todo lo que soy, con todo lo que pueda llegar a ser. Por favor. No me dejes así sabiendo que si no la hubiese dejado entrar esto no estaría sucediendo en este momento. Ella vino a mi casa, y no debería haberla dejado entrar, sé que no debería haberlo hecho pero estaba borracha y ella–


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–¡Detente! –Soltó ella, empujando su mano violentamente contra su pecho. Funcionó porque finalmente se liberó a sí misma de su agarre. Caminando sobre la acera, lágrimas de rabia calientes rodaban por sus mejillas cuando extendió los brazos en el aire intentando parar a un taxi. Con las cortinas de lluvia cayendo desde el cielo, sus esfuerzos pasaron desapercibidos mientras los conductores pasaban velozmente, empapando más su cuerpo. Aproximándose a ella, Gavin se sintió mareado, hueco y vacío. Él la tomó firmemente por el codo y la hizo girar. Sus ojos, los de ambos, igualmente dañados, perforaban en el otro. Levantando los brazos de nuevo, él ahuecó sus mejillas y bajó su frente contra la suya. –Tienes que creerme, –susurró con dureza, con la voz cargada de dolor–. Ella se desmayó en el sofá. Dormí en mi puta habitación, y nada, nada en absoluto sucedió. –Ahora sollozando incontrolablemente, Emily trató de retroceder pero Gavin movió sus manos a la parte posterior de su cuello y la mantuvo en su lugar, su frente todavía presionada contra la suya–. Te dije que nunca te haría daño, y lo dije en serio. Quise decir cada maldita palabra. Por favor, no nos hagas esto a nosotros... por favor. No estoy mintiendo. Yo no soy él. No soy Dillon. Sintiéndose atrapada en la oscuridad de su mirada, el corazón de Emily se detuvo cuando vio diminutas gotas de agua filtrarse por su rostro, a esos labios perfectos que habían adorado cada centímetro de su cuerpo. Esos labios perfectos que también habían adorado el cuerpo de otra mujer después de que ella se había marchado. Ahora sus lágrimas brotaron a borbotones como el pensamiento de lo que él había hecho la golpeó con una brutal fuerza. Sacudiendo la cabeza, dio varios pasos hacia atrás, sus ojos glaciales. Dándose la vuelta, levantó la mano para llamar a un taxi de nuevo, y para su sorpresa, uno estacionó enseguida. Cogió la manija y abrió la puerta. La mano de Gavin rápidamente golpeó contra ella, manteniéndola efectivamente cerrada. –¡Déjame entrar, Gavin! –No. No voy a dejarte ir, –dijo, su voz retumbando–. ¿No me crees? –¡No estoy bromeando! ¡Déjame entrar! –Ordenó una vez más, la crueldad de su voz los sobresaltó a ambos. Pasándose la mano libre por su cabello empapado, Gavin apretó los dientes. – Crees las putas mentiras que te dice a diario, ¿pero no me puedes creer a mi? –Oh, ahora estás realmente cerca, –se burló ella, tratando de quitar su mano de la puerta–. ¡Él no es el que me ha mentido! –¡Maldita sea, Emily! –Espetó. De repente, él la cogió por la cintura y tiró de ella hasta que quedó apretada contra su pecho. Ella tomó una respiración indignada mientras lo miraba a los ojos–. No debes confundir mi súplica como una debilidad, no soy un imbécil. Te dije que no te miento, pero si piensas por un puto


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minuto que él no lo ha hecho o que él no lo hace entonces hay algo seriamente mal contigo. –Hey, –el conductor ahora impaciente gritó–. ¿Ella va a entrar o qué? –Sí. –No. Ambos gritaron al unísono. Los furiosos ojos de Gavin se movieron al conductor. –Ella no va a subirse. Ahora márchese. Con una mirada enojada en sus ojos, el hombre negó con la cabeza y salió a toda velocidad. –No puedo creerte, –Emily gritó, con lágrimas corriendo por su rostro. Cada una de sus lágrimas chocó alrededor del corazón de Gavin. Levantó las manos y las empujó contra su pecho, pero él la aseguró con su brazo de acero alrededor de su cintura–. ¿Por qué me haces esto, Gavin? –Porque te amo y no miento, –respondió, con la respiración entrecortada y áspera–. Dime, aquí y ahora que no me amas y yo me iré. Me iré y nunca tendrás que volver a verme. –Con su mano libre, le inclinó la cabeza hacia atrás. Él bajó la cabeza y empezó a arrastrar sus labios contra su frente, su mejilla, a lo largo de la curva de su mandíbula. Emily no pudo evitarlo y un ligero gemido salió de sus labios–. Nunca tendrás que sentir que toque tu cuerpo otra vez, Emily. Nunca tendrás que escuchar mi voz en tus oídos otra vez. Nunca tendrás que despertar conmigo a tu lado otra vez. Dime ahora mismo que no me amas y me voy... para siempre. Emily estaba temblando por dentro, pero no iba a demostrarlo. Si dejaba algo escaparse, ella se vendría abajo, y eso no podía suceder. Aunque cada fibra de su cuerpo quería creerle, no lo hizo. Esta fue una obra de teatro cuidadosamente estudiada con la que estaba tratando de manipularla. Él era un actor en un escenario, perfeccionando sus habilidades, y Emily era su única audiencia. Ahora era su turno para enviar el corazón de él directamente al crematorio, donde ahora se encontraba el suyo. –No te amo, –dijo, mintiendo entre dientes. Esa mentira, literalmente, la despedazó. Sus ojos goteaban lágrimas mientras lo miraba a él–. Te dije que tenía que sacarte de mi sistema, y lo hice. Eso fue todo lo que aquella noche significó para mí. Otra mentira. Sin embargo, hubo una verdad que salió de sus labios. –Y no creo una palabra de lo que has dicho. Gavin se estremeció y contuvo las lágrimas que escocían sus ojos. Sus palabras, cada una de ellas, le sacaron el aire fuera de los pulmones. Ella tomó su


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corazón, lo molió y lo convirtió en pasta color carmesí ante sus ojos. Golpeado casi jodidamente entumecido, dio un paso atrás y la liberó de su agarre. –Gracias por la cicatriz permanente, –susurró, con la voz rota y derrotada. Sin decir una palabra, se metió las manos en los bolsillos y se acercó a su auto. Ahuecando su mano sobre su boca, un grito herido escapó de Emily mientras lo veía entrar al tráfico, con los neumáticos chirriando contra el pavimento mojado. Con su corazón hundiéndose en el pecho, agitó la mano para un taxi. Con las manos temblorosas, abrió la puerta, se deslizó adentro y le indicó al conductor su destino. Esta noche, el sueño no sería uno de sus amigos. Esta noche, la soledad, el dolor, la confusión y la pena visitarían tanto a Emily como a Gavin.


Capítulo 19 Tiempo

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avin lanzó su teléfono a su lado en el sofá después de haber sonado por vigésima vez. Dillon se estaba convirtiendo en implacable en este punto, y a Gavin le importaba un carajo. Terminando la última botella de cerveza de un paquete de seis, inconscientemente pasó por los canales de televisión. El líquido frío se deslizó por su garganta, haciendo su camino hacia su cuerpo. Sin embargo, lo único que podía saborear o sentir correr por sus venas era a Emily. Sin importar lo mucho que lo había intentado el último par de semanas, Gavin no pudo sacarla. Sin embargo, mantuvo su promesa. A pesar de que tomó desesperadamente cada pedazo de autocontrol, él no trató de ponerse en contacto con ella. Sin embargo, eso no le impidió sangrar a través de todo pensamiento coherente o frecuentar cada pesadilla que Gavin tenía. Emily se transformó en un dolor diferente a todo lo que alguna vez había conocido. El sonido del reloj haciendo tictac en la pared llamó la atención de Gavin. Le echó un vistazo y se imaginó a Emily saliendo de la iglesia, considerando que era la noche de la cena de ensayo de ella y Dillon. Gavin no tenía ningún deseo en dejar que Dillon supiera que él no iba a asistir. Nada de eso le importaba una mierda. No sabía cuánto dolor su corazón podría tomar y presentarse en la iglesia o en la cena, sin duda, lo hundiría aún más. Padrino de boda o no, no iba a ir. En menos de veinticuatro horas, la mujer que amaba, la mujer con la que vio una vida juntos, la mujer que pensó que sostendría a su hijo en sus brazos un día, ya no será Emily Cooper. Ella sería la Sra. de Dillon Parker. Todo era más de lo que Gavin podría manejar. Levantándose del sofá, se dirigió a la cocina con la intención de sucumbir en un segundo paquete de seis. Fue entonces cuando llamaron a la puerta. Después de coger dicho paquete de seis de la nevera, fue a abrirla. Tomado un poco con la guardia baja por su visitante, sin decir una palabra, él volvió a entrar a la sala y se sentó en el sofá. –Te ves como una mierda, –señaló Olivia, que entró al ático–. Puede que me equivoque, y dime si lo estoy, pero estoy bastante segura de que tienes los fondos para comprar una hoja de afeitar. ¿El hombre que vale millones se ha ido a la quiebra? –Nunca has sido breve en el departamento de humor, –murmuró él, sin mirar en su dirección mientras continuaba haciendo zapping–. ¿No deberías estar en la cena de ensayo?


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Después de dejar la cartera en el suelo, se quitó el abrigo y la bufanda. –Tanto como tú deberías, –bromeó ella, dejándose caer en un sillón de cuero–. No estabas en la iglesia, y seriamente no te ves vestido para la fiesta. Vamos, toma una ducha y voy a esperar mientras te preparas. Oh y yo te llevaré, ya que es evidente que has estado bebiendo. Sacudiendo la cabeza, cogió una botella del paquete de seis, abrió la parte superior y tomó un largo trago de ella. Él no respondió, pero le dio una mirada que era nada menos que una amenaza. –¿Qué? –Preguntó en uno de los tonos más inocentes que él jamás la había oído usar. –Oh, dame un puto descanso, Liv. –Él entrecerró los ojos en ella–. Sabes que no voy a ir. Ella inclinó la cabeza hacia un lado, con los ojos marrones bien abiertos. – Wow, Gavin, pensé que te quedaba un poco más de lucha en ti. ¿Eres un hombre poderoso en todos los aspectos de tu vida a excepción de cuando se trata de esto? Cuando se trata de Emily, solo tiras la toalla, ¿eh? –Ella se encogió de hombros casual y cruzó las piernas–. Hmm, supongo que no te conozco tan bien como pensaba que lo hacía. –¿Lucha en mí? –Le espetó. Apagando el televisor, tiró el control remoto sobre la mesa de cristal, su penetrante sonido hizo que Olivia saltara. Él se puso en pie–. ¿Por qué diablos iba yo a luchar por alguien que no me ama? Estoy jodido por lo que sucedió. Créeme, no tienes ni una pista de las ideas que han surgido a la vida en mi cabeza las últimas semanas, secuestrarla fue una de ellas. Amaré a esa chica hasta el día que jodidamente me muera, pero no soy un puto bobo. Tu amiga es un poco más retorcida de lo que imaginaba. Olivia lo miró por un momento mientras se paseaba por la sala de un lado al otro. –¿Retorcida? Comprendes quién abrió tu puerta mostrando unas bonitas bragas rojas la mañana después que dejaste a Emily, ¿verdad? –Él le lanzó una mirada gélida, pero ella continuó–. Ella se rompió en pedazos, Gavin. Tienes una larga historia en follar mujeres y luego dejarlas. Mi amiga está herida porque tú follaste detrás de su espalda. ¿Esperabas una reacción diferente de ella? Pasándose las manos por el cabello, Gavin cerró los ojos. –¡No jodí por detrás de su espalda! –Cuando los abrió, vio el asombro en el rostro de Olivia, pero no le importaba una mierda en ese punto–. Puedes estar en lo correcto en no conocerme tan bien como lo creías, pero sabes el indiferente animal que me he convertido en los últimos años. ¿Por qué diablos iba yo a ir a su trabajo, tratando de recuperarla? ¿Por qué iba a derramar mi maldito corazón a la chica? ¿Por un pedazo de culo? –Él se rió entre dientes, pero que no tenía ningún humor detrás. Hurgando en el bolsillo, sacó su teléfono celular y se lo arrojó a ella.


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–Maldita sea, Gavin. –Maldita sea nada. Mira mi lista de contactos. No hay escasez de culos que están ansiosamente a mi disposición. Es abundante. Hago una llamada telefónica, y puedo follar por días si quisiera. Gina vino ebria esa noche, diciéndome que su padre murió. Sí, tal vez no debí dejarla entrar. Sí, tal vez debí haberla arrojado a la calle como el animal en el que me convirtió. –Dejando escapar un suspiro de derrota, volvió a sentarse en el sofá con los codos en las rodillas mientras se agarraba del cabello–. Pero no lo hice, –susurró–. No lo hice y ahora Emily se ha ido. La chica que amo no me cree porque fui tan estúpido como para dejar que la chica que solía amar entrara a mi casa. Se quedó dormida en el sofá sin sus pantalones. Ni siquiera quería tocarla para sacarla de aquí esa noche porque no estaba vestida. No quería que mis manos la tocaran porque mis manos acababan de tocar a Emily. Levantó la cabeza y miró a Olivia donde estaba sentada inmóvil. –Amo a Emily. Joder, la quiero lo suficiente que haría todo otra vez, con el dolor y todo, sólo para abrazarla de nuevo. Pero no hice nada malo que no sea dejar a Gina entrar. Por lo tanto, no, Olivia, no tiene nada que ver con que sea poderoso o tire la toalla. Tiene todo que ver con el hecho de que Emily no me cree y sobre todo... Que ella no me ama. Después de unos segundos de tratar notablemente de comprender todo lo que él había dicho, Olivia se puso de pie y se sentó junto a él. Puso su mano en el hombro. –Ella te ama, Gavin. Ella– –Vamos, Liv, –interrumpió él, alcanzando su cerveza. La terminó de un trago. – Ella me dijo que no lo hacía. ¿Me necesitas para citar sus palabras? Están tan frescas como mierda en mi mente. Ebrio o no, no debería ser un problema. –Sé lo que te dijo. –Cogió la botella vacía de su mano y la puso sobre la mesa–. Pero también sé lo que me dijo después que viniste a ella esa noche. –Él fue a hablar, pero ella lo hizo callar con el clásico choque de Olivia de sus dedos contra los labios de él–. Tienes razón en que ella no te cree ahora. Pero estás equivocado en que ella no te ama. Te dijo esas cosas para tratar de lastimarte de la misma manera que sintió que tú la lastimaste. Ella ha sido un desastre, Gavin, –susurró, sus ojos suaves–. Tiene los nervios destrozados. Ha estado deprimida, callada y vomitando a lo largo de toda la situación. A pesar de que piensa que va a ser capaz de deshacerte de su mente y caer enamorada de Dillon otra vez, en cualquier momento que Dillon no está con ella, está llorando... Por ti. –Dices que me ama, que está llorando por mí ¿y sin embargo, se va a casar? – preguntó, completamente no convencido de todo lo que ella acababa de decir. –Sé lo que estás pensando, pero–


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–Oh, ¿En serio? Porque ni siquiera estoy seguro de saber qué coño estoy pensando en este momento, –dijo, poniéndose de pie. La cerveza no estaba haciendo su trabajo en este momento. Algo más fuerte. Necesitaba algo más fuerte. Fue a la cocina, abrió la puerta del armario, sacó una botella de bourbon y un vaso. Olivia se puso de pie, cruzando los brazos. –¿Vas a dejarme terminar lo que estaba diciendo, idiota? –¿Soy un tramposo y un idiota ahora? Claro, ¿por qué diablos no? –Respondió en un tono cargado con sarcasmo. Llenó rápidamente el vaso. Después de beber, se relamió los labios y la miró–. ¿Qué clase de mierda me estás entregando, Olivia? Nada de esto tiene sentido. Ni una maldita pizca lo hace. Acercándose a la cocina, Olivia se echó el cabello de oro a un lado y miró a Gavin como si tuviera diez cabezas. –¿Qué parte no entiendes, Blake? Ahora él le regresó la misma mirada, pero ella continuó. –Dillon era una apuesta segura cuando se mudó aquí con él. Ella tropezó contigo, y por mucho que intentó luchar contra ello, la chica nunca tuvo una oportunidad contra ti, Gavin. Olvídate de la forma en que se conocieron. –Hizo una pausa y una risa ligera escapó de sus labios–. Ya la tenías desde el momento en que te vio. Créeme, he tenido que escuchar todo sobre el Sr. Alto, Oscuro y Jodidamente guapo. Gavin no pudo evitarlo, pero elevó una curiosa ceja ante esa declaración. –Después de todo lo que tuvo que pasar con Dillon, entonces tú te convertiste en su apuesta segura. Pero ahora, eso ha sido arrancado de ella. Desafortunadamente, la tienes pensando que Dillon es de hecho la apuesta más segura. –Deja de decir apuesta más segura, –gruñó mientras se servía otro trago, todavía intrigado por el apodo que nunca conoció. Olivia dejó escapar un suspiro y rodó los ojos. –Así que déjame ver si lo entiendo, –se apoyó en el mostrador, con una sonrisa torcida en su rostro–. ¿Ella está tomando el premio de consolación que pasa a ser el gilipollas que realmente la engañó? –Él se detuvo y soltó una risita. A pesar que su dolor se mantuvo, el efecto del alcohol lo estaba alcanzando rápidamente–. Espera. Al parecer, yo soy el gilipollas que la engañó. –¿Premio de consolación? –Preguntó ella, con el ceño fruncido–. ¿Es esto un juego para ti, Gavin? Ella está lastimada en este momento. –Joder, no, no es un juego. Es mi puta vida, y es lo que debería haber sido la vida de Emily y yo juntos. –arrojó otro trago a su garganta, se limpió la boca con el dorso de la mano, y golpeó el cristal contra la encimera–. Estoy lastimado, también,


Esta noche, el tiempo no estaba de su lado o en el de Emily. Mirando el reloj en la pared una vez más, Gavin se sentó allí durante unos minutos. Su mente estaba literalmente sacudida por la conversación. Se sentó allí durante unos

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Tiempo.

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pero déjame adivinar, todavía piensas que follé por detrás de su espalda. Adelante. Dime que tú tampoco me crees. –Si te digo la verdad, amigo, cuando llegué por primera vez aquí, no, no te creía, –respondió ella, mirando a su reloj. Llevó sus ojos hacia él–. Pero ahora lo hago. –Oh, ¿De verdad? –Él sonrió, casi riendo–. ¿Y por qué me crees de repente, oh poderosa reina, Olivia? Ella lo miró fijamente durante un largo tiempo y luego se trasladó al otro lado de la habitación para tomar su cartera, abrigo y bufanda. Se dirigió hacia la puerta y se volvió para mirarlo. –Porque incluso cuando estabas en tu peor momento después de Gina, –susurró ella, su expresión de dolor–, no te veías tan... jodido y torturado como pareces estarlo ahora mismo. Balanceándose ligeramente, la sonrisa le cayó de la cara mientras la miraba fijamente. –Los quiero a ambos. Eres mi segundo hermano, y ella es la hermana que nunca tuve. –Dejó escapar un profundo suspiro–. Y me está matando verlos a los dos heridos de la forma en la que están. Pasándose las manos por el cabello, se sentó en un taburete. –¿Qué hago? – preguntó, en voz baja, y su corazón se vino abajo–. Por primera vez en mi vida... – Vaciló y miró al suelo. Luego llevó lentamente la mirada hacia ella–. Dios, por primera vez en mi vida, Olivia... no sé qué hacer. Ella no me cree. Aunque no podía verlos desde el otro lado de la habitación, los ojos de Olivia se pusieron vidriosos. Mirando hacia su reloj, una sonrisa tímida se apoderó de su boca. –Entonces, haz que crea en ti, Gavin. Tienes menos de veinticuatro horas para cambiar el curso de la vida de ambos. –Ella se colgó la cartera al hombro y abrió la puerta–. Espero verte allí, –dijo, dando un paso hacia el pasillo. Gavin miró mientras ella asomó la cabeza por la puerta–. Ah, y si decides ir a buscar a nuestra chica, hazte un favor y aféitate. Definitivamente eres una belleza, de verdad, pero no comprendo todo el asunto de la sombra de las cinco en punto que tienes en marcha en estos momentos. Gavin dejó escapar un profundo suspiro. –¿Algo más? –Sí, como una cuestión de hecho, lo hay, –respondió, dándose golpecitos con el dedo en la mejilla–. Tira los pantalones y la camiseta que tienes en marcha, también. Te quiero, mi hermano. Gavin sacudió la cabeza y la miró mientras cerraba la puerta detrás de ella.


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Tambaleándose. A pesar que había pasado un par de semanas, Emily se tambaleaba en una delgada línea entre la cordura y la locura. Se sentía como si estuviera hecha de vidrio y un pequeño martillo, sostenido por cada hombre, estuviera desgranándola. Estaba segura que en cualquier momento iba a romperse en miles de pedazos irregulares. Los más grandes, que representan a Dillon, cortarían su carne. Las pequeñas astillas, Gavin, quedarían atrapadas por debajo de su piel. De cualquier manera, ambos cortarían su corazón, dejándola como un cadáver sangrante de la mujer que una vez fue. Se sentía como si estuviera viéndose a sí misma desde la distancia, ya sin el control de sus pensamientos, ya sin el control del camino en el que estaba caminando. Mientras miraba su reflejo en el espejo, no podía negar que había una pequeña sensación de alivio que se había apoderado de ella una vez que había llegado a la iglesia para ver que Gavin no se había presentado, sin embargo, su dolor por él se mantenía. Una parte de ella sabía que estaba siendo esquiva. Estaba tratando de fusionar de nuevo lo que se había roto entre ella y Dillon, sabiendo que una gran cantidad de su relación se había cristalizado en polvo. Sin embargo, necesitaba algo a que aferrarse, y ese algo era un pequeño rayo de esperanza por llevar sus sentimientos por Dillon de regreso a donde solían estar. Necesitaba volver a enamorarse de él. Sin embargo, se había convertido en una buena mentirosa últimamente, jugando en su propio juego con firme resistencia a lo obvio. Ahora se sentía como la maestra del engaño porque sabía que estaba tratando de engañarse a sí misma al pensar que sería capaz de olvidar a Gavin. Olvidar todas las miradas robadas que habían compartido, cada roce accidental de su carne, y cada momento que vivieron juntos hasta el segundo que supo que lo amaba. La fuerza de voluntad y la cadena de mentiras de las que estaba tratando de convencerse así misma nunca serían suficientes para mantener su corazón de agrietarse a lo largo de las cicatrices y las suturas del desastre donde se encontraba. Así que esta noche –mientras

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minutos más, tratando –y fallando– de darle sentido a todo lo que estaba dando vueltas en su cabeza. Aunque su inquietud de no estar con Emily nunca más volvió a crecer, punzándole el estómago, la idea de aparecer, sólo para ser rechazado de nuevo, le hizo saber que la decisión que iba a tomar era para mejor. Era innegable que la necesitaba. La necesitaba como las venas de su cuerpo necesitan sangre y los pulmones necesitan aire. Sin embargo, en esta ocasión, Gavin prefería ahogarse que ver a Emily a los ojos y escuchar esas palabras venenosas de nuevo. No. Él no iría esta noche. Y, así como así, Gavin supo que había cambiado el curso de su vida y la de Emily para siempre.


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permanecía de pie mirando el cascarón vacío de la mujer que se había convertido– se preguntó hasta qué punto el engaño la metería en su matrimonio, se preguntó cuánto tiempo Gavin perseguiría todos sus pensamientos y se preguntó cuánto tiempo podría engañarse así misma. Tratando de componerse, Emily apartó la mirada de su reflejo cuando Fallon entró al cuarto de baño. –¿Estás bien? –preguntó Fallon, haciendo su camino hacia ella–. ¿O es que todavía sientes náuseas? Emily sacudió la cabeza y se aclaró la garganta. –No, estoy bien ahora. –Metió el lápiz labial en el bolso–. ¿Ya está aquí Olivia? –Ella me envió un mensaje diciendo que estaría aquí en dos minutos, – respondió entregándole a Emily su bolso. Entró en uno de los cubículos–. Tenía que detenerse en algún lugar después de la iglesia. –¿Dónde fue Trevor? –preguntó Emily, colocando sus carteras en el mostrador. –Cuando llegamos aquí, se dio cuenta de que no tenía ningún dinero con él, – dijo–. Corrió hasta un cajero automático. Tomando una respiración profunda, Emily abrió el agua y comenzó a lavarse las manos. Fue entonces cuando Olivia apareció en el baño. –Hey, –chirrió, sacándose la bufanda del cuello. –¿Dónde tenías que ir? –Emily preguntó y tomó una toalla de papel. Ella dejó caer sus cosas sobre el mostrador y estudió su reflejo en el espejo. Miró a Emily. –Yo... uh, tuve que conseguir dinero en efectivo. –¿Por qué todos piensan que necesitan dinero en efectivo mientras están aquí? –Preguntó Emily, arqueando una ceja–. Todo está pago por esta noche. –Para dar propina a los que sirven. –Olivia se encogió de hombros–. Tú, de todas las personas, deberías saberlo. –Oh, sí, creo que debería, –respondió ella con aire ausente, su voz se iba apagando. –Tu cabeza no está donde debe estar. Lo entiendo. Emily le dio una mirada inquisitiva. –Sé que Cabeza de pene no ha notado tu actuación últimamente ya que ha estado consumido trabajando hasta tarde otra vez, pero yo sí. –Emily empezó a hablar, pero Olivia continuó–. Tengo que admitir que creo que es una mierda que haya estado trabajando hasta tarde. Pero, bueno, parece que le crees así que supongo que eso es todo lo que cuenta, ¿no? Emily dejó escapar un suspiro de exasperación. –Oh Dios, por favor, no empieces conmigo acerca de esto otra vez, Liv. –Cogió su bolso del mostrador–. Ahora no. No puedo, y no lo haré.


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–Sólo estoy tratando de darle sentido a todo esto, Emily. –Agarrándola suavemente por el codo, Olivia efectivamente la detuvo de marcharse. Con lágrimas en sus ojos, Emily la miró–. Tú estás enamorada de alguien más, sin embargo, te casas con otro hombre. Detente. Da un paso atrás. Honestamente, simplemente para y piensa en lo que vas a hacer. Emily se quedó muda y mirándola. Mordiéndose el labio y visiblemente incómoda, Fallon salió de la cabina y comenzó a lavarse las manos. Con rapidez se las secó y tomó su cartera. –Voy a dejarlas a ustedes dos solas, –dijo ella, caminando hacia la puerta. Olivia asintió–. Las veré en el interior. –No tienes que hacer esto, –susurró Olivia, volviendo a mirar a Emily después que Fallon se marchó–. Incluso si no le crees a Gavin, no tienes que casarte con Dillon. –Amo a Dillon, –respondió ella, mirando hacia abajo, con un tono bajo. Tomando la barbilla de Emily en su mano, Olivia le levantó la cara. –No tengo ninguna duda en mi mente que lo quieres, Emily, pero ya no lo amas y pensar que puedes volver a enamorarte de él es completamente una locura, amiga. Emily se limpió una lágrima de la mejilla. –Puedo volver a enamorarme de él. –Miró a Olivia durante un largo tiempo y luego se dirigió hacia la puerta. Dándose la vuelta, se sorbió la nariz y sacudió la cabeza–. Me voy a casar mañana, Olivia. Me puedes apoyar o no, y rezo a Dios que puedas, pero lo estoy haciendo. Con eso, Emily abrió la puerta. Antes que su mente siquiera pudiera comenzar a analizar la conversación que acababa de tener lugar, sus ojos se fijaron en unos azules glaciales –esos hipnotizadores azules glaciales que causaron una angustia inimaginable, confusión y ahora su respiración rápida. Congelada. Literalmente se sintió congelada en su lugar, Emily no podía moverse mientras observaba a Gavin desde el otro lado del vestíbulo del restaurante. Lucia más desalineado de lo que podía haber imaginado, pero no impidió que su cuerpo reaccione a su sensual y hermoso rostro, ese increíblemente dolido rostro que le devolvía la mirada– Casi al instante, sintió que su corazón repiqueteaba dentro de su pecho, sintió las diminutas gotas de sudor avanzar lentamente a través de todos los poros de su piel, y sintió los cabellos de su cuerpo erizarse. Aunque los invitados de diferentes fiestas flotaban a través del vestíbulo, sus ojos no se desbloquearon del uno al otro. Con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones, el aliento de Emily se enganchó en la parte posterior de su garganta cuando él comenzó a hacer su camino hacia ella. Débilmente registró el sonido de la puerta del baño cerrarse tras ella cuando Olivia salió. –Tienes que hablar con él, –dijo Olivia, colocando una mano sobre su espalda.


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Antes que Emily pudiera protestar, Gavin estaba de pie justo frente a ella. Con el olor de su colonia haciéndole cosquillas en la nariz y sus ojos absortos en ella, estaba segura de que iba a perder el conocimiento. –Te ves hermosa, –susurró, acercándose. Y, por Dios, lo hacía. Su ondulado cabello castaño cayendo sobre una blusa blanca abotonada combinada con una falda corta de color rojo y botas altas hasta las rodillas de cuero negro tenían a Gavin luchando por control. Él fue un tonto al pensar que podría haberse alejado después de lo que Olivia le había dicho, por lo que esto era su último esfuerzo para conseguirla de regreso. Tragando duro, Emily se alejó de él, presionando su espalda contra el pecho de Olivia. –¿Por qué estás aquí? –Exhaló. Nerviosa, apartó la mirada de él, mirando alrededor por Dillon–. Tienes que irte. Una triste sonrisa inclinó la comisura de la boca de Gavin, su voz baja. – Bueno, estoy en la fiesta de bodas. Pero creo que es evidente el porqué realmente estoy aquí. –Él se acercó más. Fue entonces cuando Emily pudo oler el alcohol en su aliento–. Y, no, muñeca, no me iré hasta que hablemos. ¿Me entiendes? Impresionada, ella no respondió. De hecho, no tenía palabras en absoluto. Emily se limitó a mirarlo. Gavin movió los ojos en dirección a Olivia. –¿Vas a mantener un ojo en Dillon? Olivia asintió. –Lo comprobé en mi camino aquí. Hay un cuarto vacío por aquí, –dijo, señalando una puerta junto a ellos–. Que sea rápido, sin embargo. Empujándose sí misma lejos de Olivia, Emily entrecerró los ojos. –¿Tú arreglaste esto? Olivia le dio un ocasional encogimiento. Después de inmovilizar a Olivia con una mirada letal, Emily se volvió hacia Gavin. –No voy a hablar contigo, –se burló mientras iba a alejarse. Él la cogió por el codo. –Entonces supongo que me vas a obligar a hacer un anuncio sobre nosotros dos aquí en la fiesta. –Tú no harías eso, –resopló, tirando de su brazo lejos de él. –Mmm, estás equivocada sobre eso, –se rió entre dientes mientras su cuerpo se balanceaba. Volvió su atención a un hombre mayor caminando junto a ellos–. Perdone, señor, –le gritó, su voz elevándose. El caballero de cabello gris –que por suerte no estaba con el grupo de Emily– lo miró. –¿Puedo ayudarlo? –Sí, señor. Mire, estoy teniendo un problema. Estoy absolutamente enamorado de esta hermosa mujer aquí, –dijo Gavin, señalando a Emily. Los ojos de ella se abrieron con incredulidad por sus acciones–. Y ella no me va a dar algunos minutos para explicarle un jodido malentendido. ¿Tiene usted alguna sugerencia en cuanto a cómo debo manejar esto?


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Al parecer en absoluto con el más mínimo interés, el hombre negó con la cabeza y se fue. –Está bien, –susurró Emily, su tono acalorado–. Te voy a dar dos minutos. – Girando sobre sus talones, ella empujó bruscamente las puertas del cuarto. Gavin miró a Olivia. –Mantenlo ocupado durante tanto tiempo como sea posible. Ella asintió. Al entrar a la sala de banquete vacía, Gavin encontró a Emily mirándolo con los brazos cruzados con obvia molestia. En la oscuridad del espacio, iluminada sólo por la luna opulenta más allá de una enorme ventana, podía ver el fuego rugiendo detrás de sus ojos verdes. Mientras caminaba hacia ella, ella retrocedió y casi tropezó con una torre de sillas apiladas. –No te alejes de mí, Emily, –ordenó en voz baja mientras se acercaba. –No te atrevas a decirme qué hacer, –le espetó con la barbilla hacia arriba en desafío. Ella siguió alejándose de él, el sonido de sus tacones resonando por toda la habitación. Ella quería ser impenetrable a su aroma, a su voz y a su rostro, pero sabía que cuanto más se acercara –bajo el brillo fresco de esos ojos azules– sería imposible. Sin inmutarse, continuó su persecución carnal hasta que la tuvo apoyada contra una mesa. Emily tomó un respiro tembloroso mientras él lentamente le pasaba la mano por la curva de su mandíbula, subiendo a su oreja, donde finalmente fue a descansar a su nuca. Mordiéndose los labios, le inclinó la cabeza y la miró fijamente, ambos respirando pesado. –Cuando quise llamarte, no lo hice, pero casi lo hago. Cuando necesitaba verte, y Jesucristo, te he necesitado tan jodidamente mal, entré a mi auto y luego volví a salir, –susurró, alisando su mano libre por su cintura–. Dime que me amas, Emily. –Vete a la mierda, –dijo entre dientes, su pecho subía y bajaba. Él sonrió, acercándole el rostro más cerca así estaba a pocos centímetros del suyo. –Esos lindos labios esconden una mentira. –Agarrando su cintura con más fuerza, la atrajo hacia su pecho, el zumbido de sus corazones chocando uno contra el otro–. ¿Crees que me puedes librar de tus pensamientos? No puedes. Eres mía, Emily. Jodidamente mía, –gruñó. Emily no pensaba. No podía. Era imposible. Antes de darse cuenta, le echó los brazos al cuello y lo empujó a su boca. Con los nudillos blancos aferrándose a su cabello, ella gimió contra sus labios. Este no era un beso apasionado. No. Este beso no admitía lugar a discusión, y era tan furioso y posesivo en ambas partes. Caliente, sofocante, exasperación suprimida transfiriéndose del uno al otro –sin embargo, el amor estaba allí mientras ambos se aferraban el uno al otro. Con los labios todavía


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unidos, Gavin la levantó en vilo y la sentó en la mesa, abrió sus muslos mientras él se instalaba entre sus piernas. Emily trató de recuperar el aliento mientras él le tomaba la parte posterior de las rodillas y enganchaba sus piernas alrededor de su cintura. El dulce sabor del alcohol persistente en su boca casi la intoxicó. Un profundo gemido retumbó en la parte posterior de la garganta de Gavin como su lengua se deslizaba sobre la de ella. Emily tiraba más duro de su cabello y más duro la besaba Gavin. Cuanto más duro la besaba, más duro caía –olvidando dónde estaba y quién era ella, olvidando el espacio, olvidando el tiempo y olvidando cómo él la había lastimado. –Dime que me amas, –gruñó, las palabras fueron pronunciadas en su boca mientras su mano se deslizaba bajo su falda. Cuando tiró de sus bragas hacia abajo, todo en lo que Emily podía concentrarse era en la sensación de llamas comenzando a lamer a través de ella –y esa sensación amenazaba a los últimos fragmentos de su autocontrol. Su mano se curvó sobre su carne caliente. Deslizó dos dedos en su humedad almibarada mientras su pulgar rodeaba su clítoris. Dejando escapar un jadeo, apartó la boca de la de él, sus brazos se aferraron a su cuello mientras la respiración que salía de sus labios, amortiguaba en su hombro. Con toda su ira, amor, pasión y dolor, mordió y hundió sus dientes en su piel. Ella quería sangre. Quería hacerle daño –quería que él sintiera la misma agonía y dolor que ella había sentido todos los días desde esa devastadora mañana. Gavin gimió, y con su mano libre, empuño su cabello y le inclinó la cabeza hacia arriba, con la espalda ahora tensa como un arco. Sus ojos se clavaron en los de ella. Con su pesada respiración y sus dedos todavía entrando y saliendo de ella, su mente se ahogó en el sonido de sus jadeos. Aplastó sus labios sobre los de ella otra vez. –Si pudiera, rasgaría mi corazón para mostrarte cuánto te amo. –Llevó sus labios hacia arriba, mordisqueando su oreja, y ella casi se corrió en sus dedos–. Joder, te echo de menos. Te amo mucho, y me estás matando, Emily. –Bastardo, no me amas. Te odio, Gavin. Te odio, –gritó y trató de empujarlo. Sin embargo, él no la dejó. Deslizó su brazo alrededor de su espalda, tirando de ella hasta el mismo borde de la mesa, con los dedos sin detener su delicioso ataque dentro de su coño. Metió sus manos de nuevo en su cabello, un gemido escapó de los labios de Emily mientras su cabeza caía hacia atrás, dejando al descubierto su cuello en toda su belleza. Gavin tomó la oportunidad y hundió el rostro en su clavícula. Trazó una línea tórrida y húmeda por su cuello, mordiendo y chupando hasta que su boca estuvo sobre la de ella otra vez. –Me gustaría poder odiarte –sería más fácil– pero no tienes ni idea de cuánto te amo, –exhaló, succionando su labio inferior y mordiéndolo suavemente–. Y no es odio lo que sientes por mí. Tú me quieres, maldita sea. Estás enojada con algo que


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no sucedió. Golpéame de nuevo. Dame un puñetazo si es necesario, pero deja de decir que no me amas, porque lo único que haces es mentirte a ti misma. Nos estás destrozando. Todavía aferrándose a su cabello, alejó sus labios de los de él. Los dos estaban luchando por aire mientras quemaban agujeros en los ojos del otro. Con una mano todavía enterrada en su cabello, ella lo golpeó en la cara con la otra, el sonido reverberó por toda la habitación. Al mismo tiempo, un gemido salió de su boca cuando sintió los dedos de Gavin salir de su interior –su cuerpo quedó sintiéndose tortuosamente despojado por su ausencia. –Te odio, –le gritó mientras su cuerpo entero se preparaba para la batalla. –No, no lo haces. Tú me amas, y yo te amo, –gruñó entre dientes, frunciendo el ceño hacia ella. Él levantó las manos y ahuecó sus mejillas–. Golpéame de nuevo si es necesario, muñeca. Sólo hazlo. Golpéame jodidamente de nuevo y sácalo todo. Ella no lo dudó. Lo golpeó de nuevo, con furia y confusión quemando en su interior, mientras furiosas lágrimas rodaban por sus mejillas. Empujándola fuera de la mesa por la cintura, la dejó en el suelo y chocó sus labios sobre los de ella otra vez. –Ven conmigo ahora mismo. No hagas esto. No te cases con él, –declaró en su boca, sus palabras vibraban contra sus labios. Empuñando su sudadera, los ojos de Emily rodaron hacia atrás mientras se hundía en la familiaridad de su beso, su aroma, su tacto–. Le diremos juntos. Te dije que no te dejaría hacerlo sola. Gina no significa nada para mí. No debería haberla dejado entrar, pero por el amor de Dios, no hice nada con ella. Dolor. Ahí estaba otra vez, arrasando tan reciente como una herida abierta en su alma. Se desangró sin señales de parar. Susurrando sus dulces palabras de seducción mientras trataba de velar el sabor amargo de la horrible verdad, estaba tratando de quebrarla en nada más que pequeñas partículas de polvo. Como un látigo, la dura realidad de lo que estaba tratando de hacer agrietó su pecho, perturbando sus pensamientos con su potencia. Inmediatamente, y sin esfuerzo consciente, las puertas alrededor de la fortaleza de su corazón destrozado se cerraron. Lo más importante ahora era proteger las piezas restantes. Ella empujó con fuerza contra su pecho, empujándolo efectivamente de inmediato. Miró, luchando para subirse las bragas de nuevo, no podía ver el asombro en el rostro de él. Sin mirar atrás, se dirigió hacia la puerta. En unos pocos pasos rápidos, Gavin estaba a su lado. Sin intención de dejarla salir de la habitación, él la tomó del brazo y tiró de ella para detenerla con un resbalón. Sacándose las lagrimas de sus ojos entornados, lo observó.


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Con su alma clamando para que ella le creyera, su expresión se arrugó dolorosamente. –Nunca me he sentido tan roto y tan enamorado al mismo tiempo. Si me hubieras dicho cuando nos conocimos que ibas a romperme el corazón –y que días, meses o incluso años pasarían y aun así todavía estaría herido como ahora– no me hubiese detenido de enamorarme de ti, –le susurró, con la voz quebrada–. Pero si habría hecho una cosa diferente, y amarte un poco menos no es una de ellas. –Él llevó lentamente los nudillos a su rostro, secándole las lágrimas de sus hermosos ojos confusos, su voz suave–. No la habría dejado entrar. Esa es la única cosa que cambiaría, Emily. No la habría dejado entrar, maldita sea. A medida que su cuerpo se estremecía de pies a cabeza, Emily se quedó mirándolo, pero antes de que pudiera decir una palabra, la puerta se abrió de golpe. Olivia asomó la cabeza en el interior. –Em, Joan está registrando el puto restaurante por ti en este momento, –susurró, su tono urgente. Aspirando, Emily apartó la mirada de Gavin, su corazón rompiéndose en pedazos en el proceso. Su mente no estaba menos confusa que cuando había entrado por primera vez allí con él. Tratando de calmarse, tomó una respiración profunda, alisando con las manos su cabello y salió de la habitación. Gavin la siguió –sus pensamientos no menos jodidos tampoco. Emily lo miró mientras Olivia rápidamente le entregaba un pañuelo de papel. –Tienes que irte, Gavin. Impresionado por sus palabras, la confusión y la ira nublaron sus ojos. –No voy a ninguna parte. –Él negó con la cabeza–. Estoy en esta fiesta y me quedo. Ella lo miró. –Estás tratando de hacerme daño ahora. –¿Sabes qué? –Dijo, tragando con fuerza–. Tal vez lo estoy. Tal vez estoy tratando de lastimarte tanto como tú me lastimas. La parte más triste de todo esto es que mientras estaba allí pidiendo que te quedes, jodidamente no me di cuenta de que ya no estabas. Así que, sí, me voy a quedar y espero que malditamente te duela cada segundo de ello tanto como a mí. Lidia con ello. Después de cerrar su boca porque colgaba boquiabierta, Emily se dio la vuelta en dirección al baño. –¡No! –Olivia gritó, agarrándola por el brazo–. No tienes tiempo. Tienes que entrar ahí ahora mismo, Em. –le quitó el pañuelo de la mano de Emily, lo lamió y empezó a limpiar las corrientes de rímel que fueron cubriendo su mejillas. Observando atentamente, Gavin sonrió. –No te olvides del labial que se esparció todo sobre ella. Emily le dirigió una mirada.


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–Estoy bien, ¿verdad? ¿No hay labial sobre mí? –preguntó él, su sonrisa se convirtió en una sonrisa impresionante–. Me encanta ser besado por mujeres que dicen que no me aman, pone mi polla dura como un hijo de puta. Dejando escapar un profundo suspiro, Olivia le entregó a Emily su lápiz labial. –Oh, Dios mío, Gavin, ahora solo estás siendo un imbécil, –Emily escupió, tratando de alcanzar la barra de labios. Rápidamente la deslizó sobre sus labios. –Mmm, no has visto nada todavía, –se rió entre dientes, pasándose la mano por su cabello negro y rebelde–. Tengo la sensación de que voy a romper mi propio récord esta noche. –Se alejó pero se dio la vuelta–. Y, si no recuerdo mal, creo que lo dije una vez, no lleves atención a esos pequeños labios bonitos. Aleja ese labial o de lo contrario te arrastraré de vuelta a esa habitación y realmente cambiaré tu puta mente. –Poco a poco, se pasó la lengua por los labios mientras sus ojos brillaban con una lujuria insaciable. Olivia alzó una ceja sorprendida cuando la boca de Emily cayó abierta. Con el corazón roto en pedazos, se volvió en un giro lento, metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros y se acercó a salón de fiestas. Explorando el espacio de tamaño modesto lleno de una treintena de personas, no le tomó mucho tiempo bloquear los ojos en Dillon. Gavin gruñó para sus adentros mientras se acercaba a la barra y se pidió para él mismo un trago muy necesario de tequila y una botella de cerveza. Le lanzó una propina de $100 al camarero y se dio la vuelta, sólo para encontrar a Dillon de pie detrás de él. Tragando la necesidad de vencer la mierda fuera de él, Gavin no pudo evitar soltar una carcajada. –Ah, y ahí está, el puto novio afortunado. –Arrojó ese tan necesitado trago por su garganta, y por el rabillo del ojo, vio a Emily flotar en el salón–. Y ahí está tu hermosa novia, –dijo, haciendo un gesto con la cabeza en su dirección. Con una mirada sospechosa en su rostro, Dillon lo observó fijamente durante un momento y luego se dio la vuelta, señalándole a Emily que se acercara a ellos. Si Dillon no pudo notar –la forma en que ella miraba con nerviosismo– Gavin seguro que lo hizo. Cuando ella se acercó, Gavin abrió la lata de su cerveza, arqueó una ceja perfecta, y se mordió el labio, asegurándose que ella escuchara el chasquido delicioso mientras la sacaba a través de sus dientes. Ella lo fulminó con la mirada. –¿Estás bien? –Dillon sondeó–. Pareces enfadada. –Estoy bien, –respondió con voz monótona, sin apartar los ojos de Gavin. –¿Estás segura? Pareces... Mediocre. Tomando un tembloroso respiro, ella finalmente miró a Dillon. –Si. Después de colocar un beso en la comisura de la boca de ella, Dillon curvó el brazo por su cintura y volvió su atención a Gavin. –¿Qué pasa, hombre? –preguntó,


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dándole un vistazo rápido–. Nunca apareciste en la iglesia ¿y ahora vienes a mi cena de ensayo vestido de esta manera? Como Gavin miraba a Dillon trazar un círculo con su pulgar contra la cintura de Emily, la ira hirviente, afilada como cuchillas de afeitar, destrozó su estómago. Movió sus ojos en su dirección. –Estoy teniendo un problema con una mujer en este momento, –Gavin respondió de manera uniforme. –¿Y? Eso no te garantiza que aparezcas aquí con ese aspecto. –Dillon replicó. Con su pulso acelerado, Emily podía ver el fuego surgiendo detrás de los ojos de Gavin. –Dillon, –inmediatamente interrumpió–, ¿realmente importa cómo está vestido? Vamos a sentarnos, ¿de acuerdo? –Sí, importa. Él– –Dillon, –interrumpió de nuevo, su tono más insistente–. No estoy bromeando. Vamos a sentarnos. –Dillon entrecerró los ojos en ella, y con eso, decidió interponer bajar su tono a una muesca–. No me siento muy bien. Vamos, – dijo ella, agarrando su mano. –Yo la escucharía si fuera tú, –Gavin sonrió, cubriendo con su brazo la barra. Tomó un largo trago de su cerveza, casi terminándola–. Sólo es una conjetura, por supuesto, pero si la haces enojar lo suficiente, parece ser el tipo que podría golpear a un hombre. –Los ojos de Emily se agrandaron mientras él se pasaba la mano sobre el lugar donde lo había abofeteado–. Y apuesto a que eso escocería como una perra, también, –añadió, volviéndose de espaldas a ellos. Su atención se centró en pedir otra cerveza para ayudarlo en el infierno autoinfligido en el que se estaba introduciendo a sí mismo. –¿Qué te pasa, hermano? –Preguntó Dillon, tocándole el hombro. Gavin no se dio la vuelta. –Uno, no soy tu hermano y dos, te dije que estoy teniendo un problema con una mujer. –él sólo está borracho creo, –Emily susurró al oído de Dillon, su corazón tronando en su pecho–. Vamos a hablar con mi hermana y Michael. Después de observar la nuca de Gavin durante unos segundos persistentes, Dillon miró a Emily y asintió con la cabeza. Con las rodillas débiles de alivio, Emily soltó silenciosamente el aliento que estaba conteniendo. Cuando dieron la vuelta y se dirigieron a través de la fiesta, hizo contacto visual con Olivia desde el otro lado de la habitación donde se encontraba hablando con Fallon. Sacudiendo la cabeza, Olivia miró al suelo y luego de vuelta a Emily. Fue entonces cuando Emily se dio cuenta que la situación de Gavin y de ella había puesto a todos sus amigos en un lugar incómodo y por ello, el malestar en su estómago creció. Tratando de empujar su culpa a un lado, pegó una sonrisa en su rostro mientras caminaba de la mano de Dillon por la sala, saludando a sus invitados.


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Después de soportar algunos minutos de conversación ligera, es decir con invitados que apenas conocía, los ojos de Emily aterrizaron en su hermana, Lisa, y su marido. Teniendo en cuenta la tortura que la noche había mostrado hasta el momento, Emily se sintió ligeramente a gusto mientras se acercaban a ella y a Dillon. Una amplia sonrisa apareció en el rostro de su cuñado mientras él la atraía a un abrazo. –¿Adónde saliste corriendo antes, pronto–a–ser–la–Señora Parker? Cruzando sus brazos, Dillon ladeó la cabeza hacia un lado después de que Michael la soltara de su agarre. –Si. ¿Dónde estabas en realidad? Mi madre dijo que te buscó por todas partes y no te pudo encontrar. Emily abrió la boca para hablar, con el corazón acelerado. –Michael, –Lisa dijo, mirando a Emily. Sus ojos color avellana mostraron una riqueza de conocimientos–. Te dije que ella salió a la calle para tomar un poco de aire fresco. Mirando a su hermana, Emily sonrió débilmente y mentalmente le dio las gracias por salvarla. Aparentemente confundido por la declaración de su esposa, Michael se pasó una mano por el despeinado cabello castaño–. Hmm, tal vez lo hiciste, –se rió, levantando su Martini–. Es muy probable que haya tenido demasiados de estos. –¿Por qué saliste afuera? –Preguntó Dillon, colocando su mano en la parte baja de su espalda–. Te pregunté si estabas bien antes y me dijiste que si. Sonriendo, Lisa tomó la mano de Emily. –Nosotras las chicas podemos estar un poco... emocionales antes del gran día. –Sintiéndose casi mareada, Emily tomó su mano con más fuerza–. Michael, ¿por qué no le explicas a Dillon lo que estamos buscando con nuestro fondo de jubilación? Me gustaría hablar con mi hermana sobre la semántica de la fase de la maravillosa "luna de miel". –Oh, sí, –dijo Michael, dirigiéndose a Dillon. Dillon miró a Emily por un segundo y se ajustó la corbata–. Si no conseguimos nuestra mierda junta, Lisa y yo definitivamente nos jubilaremos en una isla en alguna parte. Vacilante, Dillon alejó la mirada de Emily y le dio a Michael su atención. Con sus manos todavía juntas, Lisa empujó a Emily a través de la fiesta, evitando a cada invitado posible que tratara de detenerla y hablar con ella. Tomando asiento en una pequeña mesa en la esquina de la habitación, le dio a Emily una mirada compasiva. –¿Qué te ha dicho? –Lisa susurró con pánico curioso ardiendo detrás de sus ojos. Emily se frotó las sienes. –Él sigue diciendo que no hizo nada con ella, – respondió, tratando de contener las lágrimas punzantes amenazando derramarse de sus ojos–. Sólo... no lo sé. Presionando sus labios en una línea dura, Lisa la miró con preocupación. – Emily, ¿es posible que esté diciendo la verdad?


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Poco a poco, Emily volvió la cabeza, su mirada inmediatamente se bloqueó en Gavin. Como lo hacía cada vez que lo miraba a su hermoso rostro, su corazón se aceleró y su respiración se volvió irregular. A pesar de que estaba hablando con Trevor, de pie con los codos apoyados en la barra, sus ojos estaban fijos en los de ella. La tristeza que rodeaba su presencia era repugnante, arrastrando su espíritu con él. Emily no supo por cuánto tiempo se miraron el uno al otro, pero se sintió como por siempre. Se pasó una mano por su cabello, la necesidad de creer en sus palabras crecía cada vez más a insoportables alturas en su pecho. De mala gana, ella apartó la atención de él, llevándola de vuelta a su hermana. –Estoy tan confundida, Lisa, –susurró–. Sigo viendo abrirse la puerta. Ella no estaba vestida... era tan... hermosa. Antes de que Lisa pudiera cuestionar la situación más lejos, Joan llamó a Emily desde unos pocos metros de distancia. La cabeza de Emily giró, su cuerpo temblando en el proceso. –Ahí estás, –Joan resopló, una interrogadora mirada moldeó su rostro–. Te busqué– –Sí, Joan,– Lisa interrumpió poniéndose de pie. Ella tomó la mano de Emily, y Emily se levantó con ella–. Lo sabemos. Has buscado por todas partes a mi hermana. Ella necesitaba un respiro. Estoy segura que entiendes lo nerviosa que una novia puede estar el día antes de su boda, –dijo, ofreciéndole una sonrisa, una que Emily sabía que era tan falsa mientras se acercaban. Joan subió lentamente una ceja. –Por supuesto que puedo, –revoloteó. Tomando un sorbo de su vino blanco, agitó la mano en dirección a la mesa en forma de U en el centro de la habitación–. Todo el mundo tiene que tomar asiento ahora. El maître me notificó que los camareros deben estar llegando en poco tiempo para tomar los pedidos de todo el mundo. Sin esperar una respuesta de alguna de las dos, Joan giró sobre sus tacones, y su voz resonó por toda la habitación mientras repetía su anuncio para el resto de los invitados. Lisa puso los ojos en blanco. –Juro que si esa mujer se tiñera el cabello más rubio de lo que es, podía vencer el sol con sus efectos cegadores. Emily tomó una respiración profunda, sacudiendo su cabeza. Ahuecando las mejillas de Emily entre sus manos, Lisa se inclinó a su oído. –Te quiero, hermanita. Me gustaría poder ayudarte con esto. El único consejo que puedo ofrecer es, haz lo que tú corazón te está diciendo. –Emily la miró a los ojos, los reflejos de su madre giraban alrededor de su cabeza–. No importa que mañana sea el gran día. Puedes posponerlo hasta averiguar todo esto con Gavin. Lo importante aquí es que mañana representa el resto de tu vida. Necesitas saber que


la pasarás con el hombre correcto. No te sientas atrapada en una caja. Sabes que Michael y yo te ayudaremos en todo lo que necesites, ¿Está bien? Tomando la mano de su hermana, Emily asintió y comenzó a hacer su camino a través de la multitud. Con cada paso que daba, el sonido del péndulo de un reloj balanceándose en su cabeza resonaba a través de sus oídos. El tiempo se estaba agotando.

Tic... Las palabras de Dillon dirigidas a ella un par de horas antes que lo aceptara de regreso: –¿Recuerdas lo que tú madre nos dijo antes de morir, Emily? Ella nos dijo que

nos cuidáramos mutuamente. Nos dijo que permaneciéramos juntos a través de las duras batallas que la vida nos lanzaría y nunca darnos por vencidos con nuestra relación. Toc... Las ardientes súplicas de Gavin hacia ella en la lluvia. –No me odias. Tú me amas. Y, Jesucristo, Emily, te amo con todo mí ser, con

todo lo que soy, con todo lo que pueda llegar a ser. Con las palmas sudorosas y su cuerpo tembloroso, Emily tomó unos cuantos pasos más por la habitación.

Tic-toc... Tratando de luchar contra las lágrimas, la voz de Dillon siguió golpeando dentro de sus pensamientos: –Déjame corregirlo. Puedo arreglarlo y hacernos mejor otra vez. Puedo

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Sentirse completamente desgarrada, era todo lo que Emily podía hacer para llegar a su lugar y no desmayarse. Dejando ir la mano de Lisa, ella se hundió en su silla en la cabecera de la mesa, sus ojos siguieron a Gavin mientras se movía por la sala. Se sentó justo en diagonal a ella, la vista de ambos tan discreta como una luna llena en una noche despejada. Cubriendo un brazo sobre la silla de Trevor a su lado, Gavin inclinó la botella de cerveza en la dirección de Emily con una sonrisa perezosa en sus labios. Moviéndose incómoda en su silla, Emily apartó la atención de él cuando Dillon se sentó a su lado. Cuando él se inclinó para besarla, sus ojos se movieron

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llevarnos de vuelta a donde solíamos estar. Tic-toc... tic-toc... –Ven conmigo ahora. No hagas esto. No te cases con él. Le diremos juntos. Te dije que no te dejaría hacerlo sola. Gina no significa nada para mí. No debería haberla dejado entrar, pero por el amor de Dios, no hice nada con ella. Tic-toc... tic-toc... tic-toc...


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de nuevo a los de Gavin, y si no se equivocaba, podía ver su mandíbula tensa. Tragando saliva, ella rápidamente se apartó de él. –¿Qué demonios te sucede esta noche? –Preguntó Dillon, su tono mostraba irritación. Ella se aclaró la garganta. –Nada. Te dije que no me sentía bien. Eso es todo. –Espero que mañana recuperes el ánimo de lo que está pasando contigo, – dijo, sacando la silla de la mesa–. Y algo me dice que estás jodidamente mintiendo en no sentirte bien. El cuerpo de Emily se encrespó con un involuntario estremecimiento al pensar que él podía ver a través de ella. Sin decir una palabra, se inclinó sobre la mesa por su vaso de agua. Bebiéndola con nerviosismo, trató de controlar sus pensamientos acelerados. Uno de los camareros que circundaban la sala se acercó para tomar sus pedidos, ofreciendo un alivio temporal a la conversación. Necesitaba desesperadamente una bebida fuerte, pero teniendo en cuenta que Dillon le dijo que no había bebido desde que había regresado de Florida, decidió olvidarlo. Tratando de mantener que sus ojos no vagaran a los de Gavin, mantuvo la cabeza cabizbaja, mirando sus manos retorciéndose en su regazo. –Entonces, –el primo de Dillon, Peter, gritó desde el otro lado de la mesa–, es de suponer que tú y la señora van a comenzar a hacer algunos bebés mañana por la noche después de la boda. La cabeza de Emily se elevó, sus ojos como dardos en Gavin. Mirándola, una sonrisa apretada curvó los labios de Gavin. –Deberían tener un montón de bebés y una minivan verde, también. La boca de Emily colgaba abierta mientras lo veía casualmente inclinarse hacia atrás en su silla. Bebiendo el resto de su cerveza, se encogió de hombros y exhaló una risa ligera que no alcanzó sus ojos. Salvo los que sabían lo que estaba sucediendo entre ellos, la sala estalló en una estremecedora histeria. –Esperemos que así sea, Gavin, –se rió entre dientes Henry–. Joan y yo queremos algunos nietos tan pronto como sea posible. Si pudieran llenar una minivan verde con pequeñitos, entonces eso sólo nos haría mucho más felices. –Bueno, no sé nada sobre hacer bebés todavía, pero sé que nos divertiremos practicando. –Dillon respondió, lanzando su brazo alrededor del hombro de Emily. Sonriendo débilmente, ella se pasó la mano por el cuello, el sudor en su cuerpo aumentando por segundo–. Y la minivan verde no está sucediendo. –Bueno, basta de hablar sobre minivans verdes, –Joan rió–. Peter, ya que eres el padrino, estoy segura que has preparado una especie de discurso esta noche. –En realidad, tía Joan, no, –le contestó, llamando a uno de los camareros–. Sólo el que he preparado expertamente en tarjetas para mañana.


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–Oh, vamos, Peter. –Ella apoyó los codos en la mesa y cruzó las manos bajo su barbilla–. No necesitas las tarjetas. Sólo levántate y di algo a nuestra novia y a nuestro novio. –Me encantaría hacer un discurso por la maravillosa novia y por el novio, – Gavin intervino, moviendo sus ojos de hielo azul a Emily. Emily lo observó fijamente, con el corazón casi deteniéndose. –No, tú no quieres hacer un discurso, Gavin, –Trevor intervino, el nerviosismo en su voz mostraba claramente que estaba tratando de salvar la situación–. Nunca has sido bueno en ellos en primer lugar. Levantándose de su silla, Gavin se balanceó ligeramente. Miró a Joan. –Tomé cursos de oratoria en la universidad, así que Trevor no tiene ni puta idea de lo que está hablando. Soy bastante bueno en esta mierda. –Matador rescate, Blake, –se rió Peter–. Soy horrible en ellos, con o sin tarjetas. –Está bien, Gavin. Trabaja tu magia, –Joan trinó con una amplia sonrisa jugando en sus labios. Sentada junto a ella, Olivia tomó la mano de Emily y le susurró, –Santa... Puta... madre... De mierda. Emily miró rápidamente a Trevor, con ojos suplicantes. Él sacudió la cabeza y se encogió de hombros. Girando sobre su eje, Gavin se volvió hacia Emily y Dillon, sus ojos de inmediato se bloquearon en los de ella. Tratando de reprimir que su cuerpo temblara, se sintió casi a punto de llorar cuando lo vio extenderse por su cerveza. –Mmm, qué decir, qué decir, –Gavin susurró, mirando a Emily. Él plantó sus pies y se apoyó contra la pared, con la cabeza colgando ligeramente–. Bueno, vamos a empezar con la verdad. Esa es una buena idea, ¿verdad? –Preguntó, con la voz más fuerte. Miró a su alrededor durante un segundo a las abundantes caras sonrientes que lo observaban. Empujándose a sí mismo lejos de la pared, llevó su mirada a Emily–. Me enseñaron que decir la verdad siempre era algo bueno... y la verdad para mí es que si digo que les deseo a ti y Dillon la mejor de las suertes... Estaría mintiendo... porque no lo hago ni una mierda. Las caras sonrientes que había en abundancia se cayeron. Justo después que Joan dejara escapar un suspiro, un silencio espeso descendió por toda la sala. Con el corazón acelerado y la respiración superficial, Emily miró a Gavin, el dolor en sus ojos quemó cada miembro de su cuerpo. Sintiendo que la mano de Dillon apretaba su hombro levemente, Emily se volvió hacia él, encontrándose con sus ojos entrecerrados como una serpiente sobre Gavin.


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Trevor se aclaró la garganta y se levantó de su silla. –Ven, es evidente que el alcohol está haciendo el discurso de Gavin en este momento, –él se rió con nerviosismo–. Ya dije que nunca fue bueno en estas cosas. –Siéntate, Trevor, –Gavin murmuró, sin apartar los ojos de Emily. –En realidad, hombre, –comenzó Trevor–. Creo– –Sien-ta-te Trevor, –poco a poco repitió. Acomodándose las gafas sobre el puente de su nariz, Trevor con vacilación tomó asiento de nuevo. Después de unos momentos mirándola, la mirada de Gavin cruzó la sala. –En serio, gente, fue una broma, una simple broma de mierda. Por supuesto que les deseo suerte. ¿Cómo no iba a hacerlo? ¿Verdad? Una pareja tan maravillosa que va a hacer un montón de bebés, –se rió entre dientes, cruzando los brazos–. Tal vez hagan los bebés en la parte trasera de una minivan verde. –Gavin, –Henry amablemente habló–. Hijo, es posible que desees terminar con esto. La cena debe estar lista muy pronto. –Sí, termínalo de una puta vez, –dijo Dillon, su voz fría y firme llegó a través de la sala. Apretando el hombro de Emily más fuerte, su frente se arrugó–. Ahora, Blake. Los labios de Emily temblaron. La sala de repente se sintió pequeña como si el edificio colisionara a su alrededor. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, observó a Gavin. Su boca se convirtió en una de la más triste y más dulce sonrisa que jamás había visto. Elevando su cerveza en el aire, Gavin ferozmente se pasó la palma de la mano por el rostro. –Bien, bien, terminarlo. Está bien, –dijo, mirando alrededor de la sala–. Todo el mundo levante sus copas por la hermosa novia y por el novio. Con una incómoda tensión batiendo en el aire, los amigos y la familia lentamente alcanzaron sus bebidas. Con sus ojos absortos únicamente en Emily, Gavin respiró profundo. –Brindo por las tapas de botellas, los Yankees y los "pájaros " y sobre todo... –Hizo una pausa, bajando la voz hasta un susurro–. Y, sobre todo, a una hermosa chica llamada Molly que se niega a creer en el hombre que la ama, el hombre que la ama más de lo que alguna vez sabrá. –Luego dejó escapar una ligera risa condescendiente–. Oh, sí... y por Emily y Dillon. La duda. Allí estaba. Aunque apenas rozando la superficie, estaba allí, dándose a conocer, revolviendo cada nervio del cuerpo de Emily. Desde lo más profundo de su ser, su mente gritaba que él podría no estar mintiéndole. Cerrando los ojos, ahogó un sollozo que amenazaba con subir por su garganta. Abriéndolos de nuevo, ella sintió que su rostro palidecía mientras Dillon lentamente –muy lentamente– se volvía hacia ella, sus ojos la anclaron con algo


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que nunca había visto antes. Con el ceño fruncido entre sus cejas, se dio la vuelta rápidamente e inmovilizó a Gavin con una mirada glacial. Levantándose de su silla, Trevor cogió el brazo de Gavin. –Vamos, hermano, creo que has tenido demasiado de bebida por la noche. Te voy a llevar a casa. Sin dejar de mirar a Emily, Gavin alejó su brazo. –Eso es genial, –resopló con altivez–. Esta fiesta es una jodida mierda de todos modos. Emily débilmente registró el sonido de Joan dejando escapar otro jadeo. Tomando la mano de Emily, Dillon se levantó. –Creo que Emily y yo te acompañáremos a la puerta, Gavin, –respondió, con voz ominosamente baja y una furia visible ardiendo en sus ojos. Gavin lo miró un momento. Luego se volvió y comenzó a hacer su camino fuera de la sala con Trevor. Tratando de aspirar el aire que parecía no existir, Emily se levantó de su silla, los temblores salían de su cuerpo en olas. Levantándose, Olivia le susurró, –Voy a ir con ustedes. –Ya regresamos, –anunció Dillon, su agarre en la mano de Emily se endureció. –¿Está todo bien? –Henry preguntó, también levantándose de su silla. –Todo está bien papá –Dillon contestó, pasando junto a él. La hermana de Emily la miró con preocupación llenando sus ojos. Ella también fue a ponerse de pie, pero con dos agudas sacudidas de cabeza, Emily dijo con los labios que no lo hiciera. De mala gana, ella se sentó de nuevo y le susurró algo al oído de Michael. Mientras Dillon la arrastraba por el vestíbulo, Emily luchó para mantener el ritmo, su palma estaba sudando contra la de él. Cuando salieron del restaurante al aire helado, sus ojos estaban fijos en Gavin, pero él no la miraba. Su enfoque estaba decidido en Dillon. La cabeza de Dillon se movió entre Gavin y Emily. –¿Ustedes dos están follando? –Escupió entre dientes. –No, Dillon, –Emily respondió sin aliento, su cuerpo balanceándose por el miedo y las náuseas–. Nada de eso está pasando. Gavin está borracho. Los ojos azules de Gavin se endurecieron como unas piedras preciosas brillosas, la sed de sangre surgió a través de sus venas. –Tú no te la mereces, – gruñó, dando un paso más cerca de Dillon hasta que sus rostros casi se tocaban–. Ni... un... Puto... Centímetro, –agregó, con tono furioso. Antes que el corazón de Emily diera otro latido, Dillon levantó el brazo hacia atrás y conectó un fuerte golpe en la boca de Gavin. Dejando escapar un grito ahogado, Emily cogió a Dillon de sus bíceps mientras observaba a Gavin tambalearse ligeramente hacia atrás. Una sonrisa arrogante se apoderó de su rostro cuando recuperó su rumbo. Dando un paso adelante, se pasó la mano por la


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boca ensangrentada, su sonrisa nunca vaciló mientras sus ojos llenos de odio no se apartaban de Dillon. Dillon se lanzó a Gavin de nuevo, pero Trevor lo agarró y lo detuvo. Como si no estuviera afectado por nada de eso, Gavin se quedó tan quieto como una piedra, mirándolo. Dejando escapar un resoplido, escupió a Dillon. Su saliva teñida de sangre cayó sobre la mejilla de Dillon, goteando lentamente su camino por el rostro de él. Henry salió corriendo del restaurante, con los ojos puestos en la escena que se desarrollaba. –¡Hijo de puta! –Gritó Dillon, luchando contra Trevor y el agarre de Henry–. ¡Te voy a matar, hijo de puta! –¡Gavin! –Olivia dejó escapar–. ¡Vamos, te voy a llevar a casa! Caminando de espaldas con Olivia tirando de su brazo, Gavin miró a Emily. Podía sentir su mirada fría y dolorosa deslizarse sobre ella. Metió la mano en su bolsillo, sacó una tapa de botella, la sostuvo en su mano antes de chasquearla hacia ella. Emily la sintió chocar contra su pecho, su corazón se oprimió y apretó en el proceso. Apartando la mirada hacia abajo, como si fuera en cámara lenta, la observó al chocar contra el suelo, girando en círculos temerariamente. Imitando cada emoción de ella. Aunque Dillon continuó con sus gritos y otros clientes se habían reunido afuera, el único sonido perforando a través de los oídos de Emily, al igual que unas uñas contra una pizarra, era la tapa de la botella tintinear y tintinear. Repercutió en su alma mientras una lágrima se desprendía, cayendo por su mejilla. Levantando lentamente la cabeza, Emily encontró a Gavin mirándola. Su hermoso rostro parecía cansado, roto y derrotado. Se dio la vuelta, y como un fantasma desvaneciéndose en el aire, desapareció en el auto de Olivia. En ese instante, con el corazón en el estómago, Emily estaba segura de que esta última visión de él quemaría su mente, persiguiéndola por siempre. Mientras observaba las luces traseras del vehículo desvanecerse en un lejano resplandor en medio del caótico tráfico de Manhattan, sintió la mano de Dillon alrededor de su brazo, su férreo control ardiendo en su carne. Antes de darse cuenta, estaba siendo llevada con rapidez de regreso al restaurante con el padre de Dillon y Trevor detrás de ellos. Tragando saliva, Emily limpió las lágrimas de sus ojos, su cuerpo temblaba de pies a cabeza. Una vez que entraron en la sala de fiestas, Dillon la soltó y se dirigió hacia la mesa donde habían estado sentados. Cogió su cartera de la parte posterior de la silla, sacó sus llaves de su bolsillo, con el rostro febril de ira. –Yo y mi prometida nos vamos, –soltó, haciendo su camino de regreso a Emily. –No se pueden marchar, Dillon, –Joan replicó con un tono insistente mientras miraba alrededor. Se levantó de su silla, barriendo la mano por la sala–. Tienen


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invitados aquí. Es evidente que algo está pasando entre tú y Emily, pero tienen que guardar eso para más tarde. Él le disparó a su madre una mirada fría. –Como dije, estamos jodidamente marchándonos. Los ojos de Joan se agrandaron y fue a hablar, pero Henry le puso la mano en su hombro, efectivamente silenciando a su esposa. –Yo sé qué coño estoy haciendo mañana, –Dillon arrojó, señalándose a sí mismo. Después de coger la mano de Emily, se refirió a la fiesta nupcial–. ¿Todos saben lo que estamos haciendo mañana? Con ninguna palabra susurrada, el grupo de familiares y amigos lo observaron fijamente, moviéndose nerviosamente en sus asientos. La hermana de Emily fue a levantarse. Una vez más, Emily negó con la cabeza, sus ojos le pidieron que no hiciera nada. Frunciendo los labios con una preocupación transparente, Lisa se cruzó de brazos, sus ojos se estrecharon en Dillon. Sin embargo, ella permaneció en silencio. –Eso es lo que pensaba. –Empujó a Emily hacia la puerta–. Nos vemos todos mañana a las once. Después de recuperar la chaqueta de Emily del guardarropa, Dillon los llevó través del vestíbulo, casi empujando a otros invitados. Una vez que llegaron a su auto, Emily respiró profundamente, tratando de controlar sus nervios. Se deslizó en el asiento, mordiéndose el labio nerviosamente mientras lo observaba rodear el vehículo, la mirada ardiente en los ojos de él provocó un aumento del miedo en todo su organismo. Entró al auto, cerró la puerta y sin mirarla, encendió el motor. Sofocada. Emily se sentía como si se estuviera ahogando mientras él salía de la plaza de estacionamiento, con las manos tensas en el volante, apretando y aflojando la mandíbula. Mientras los pensamientos de Gavin se dispersaban de su cabeza, se dio cuenta de que estaban yendo por la dirección equivocada. –Tengo que volver a mi casa, –susurró, la sangre corría velozmente por sus venas. La trituraba y se correlacionaba con el dolor punzante en su pecho. –Estás fuera de tu puta mente si crees que voy a dejarte ir a tu apartamento, – le espetó, sin apartar los ojos del camino. El corazón de Emily se paralizó y luego comenzó a correr como si estuviera a punto de estallar allí mismo en su caja torácica. –Te quedas conmigo esta noche, –añadió, en un tono más duro–. Te voy a llevar a casa en la mañana para que consigas tu mierda antes de la ceremonia. Buscando a tientas algo que decir, lo miró, pero se encogió cuando él giró la cabeza en dirección a ella, la furia en sus ojos amenazaba con convertirla en llamas. Por el resto del camino, se mantuvo en silencio y cuando se detuvieron en su casa,


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estaba segura de que ya se estaba hundiendo en las fosas del fuego del infierno. Saliendo del auto, él no le dijo ni una palabra mientras subían las escaleras hacia su puerta. Con sus nervios temblorosos y arrastrándose sobre su piel, Emily saltó cuando Dillon cerró la puerta después que entraran. Quitándose la chaqueta de su cuerpo, se aflojó la corbata y se trasladó a la cocina, sacando una botella de Jack Daniels del gabinete. Después de sacar un vaso del mostrador, lo llenó hasta el borde, bebiendo la mitad de él. Con las cejas fruncidas y la hostilidad llenando su iris como carbones encendidos, le hizo un gesto hacia él con su dedo. Emily no pudo tomar suficiente aire mientras lentamente se quitaba el abrigo y dejaba caer su cartera en el sofá. Mirándolo desde el otro lado de la habitación, un espiral de miedo frío le recorrió la espina dorsal. –Ven aquí, Emily, –le dijo, su voz mezclada con una exasperante calma. Tragó, mirándolo mientras él le devolvía la mirada. Inhalando mientras sus pasos resonaban en el suelo de mármol, avanzó con cautela a la cocina, una ansiedad constante se construía en su interior. Acercándose a él, la bilis le subió a la garganta cuando él lanzó la mano y tiró de ella por el brazo hacia su pecho. Sintiendo su corazón latir contra el suyo, ella no llevó sus ojos para encontrarse con los de él. No podía. Algo más oscuro que el miedo la controlaba. Tratando de recuperar el aliento, clavó los ojos en su boca que se curvó en una torcida y malvada sonrisa. Él llevó los nudillos debajo de su barbilla, lentamente levantó su rostro y mirándola a los ojos, su voz fue baja. –Follaste con él, ¿no? –No, –susurró, con voz débil, sus músculos estaban cada vez más débiles por segundo. Con su aliento caliente en su rostro, su voz seguía siendo la misma, pero sus ojos se endurecieron. –¿Y esperas que me crea eso? –Sí, –respondió ella, tratando de controlar el temblor en su cuerpo. Emily sintió que su estómago se revolvió cuando él llevó su otro brazo alrededor de su cintura, amasando con sus dedos la parte baja de su espalda. Bajó la cabeza, lentamente pasando su nariz a lo largo de su frente. Ella tomó una bocanada de aire mientras él utilizaba el peso de su cuerpo para empujarla hacia atrás, y sujetarla contra la encimera de granito frío. Con lágrimas en sus ojos, su corazón triplicó su ritmo mientras lo miraba. Su cabello rubio, por lo general meticulosamente arreglado, colgaba sobre su frente. –Sabes que si follaste con él, no significas absolutamente nada para él, – susurró, rozando sus labios sobre el lóbulo de su oreja–. Él follará con cualquiera que abra sus piernas para él.


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Aunque un terror por lo que había dicho se apoderó de ella y su corazón se sentía expuesto con desgarradoras heridas frescas y abiertas, ella no respondió mientras trataba de apartar mentalmente sus palabras. Enterrando su rostro en su cabello, la empujó con más fuerza contra su pecho rígido. –¿Lo follaste? –No, no lo hice. –Con el cuerpo todavía temblando, las palabras susurradas se deslizaron de su boca, su voz fingiendo inocencia. Poco a poco, él pasó las yemas de los dedos por su mejilla y deslizó su pulgar por sus labios temblorosos. –¿Me quieres, Emily? –Preguntó, sus ojos inmovilizándola con malicia. Mirando hacia él, estuvo confundida por la pregunta y no estaba segura de cómo responder a ella. Su mirada reflexiva cayó al suelo, su mente corría mientras buscaba algo que decir. –Hemos tenido un par de meses duros, Dillon, –susurró, con los ojos de nuevo en él. Él ladeó la cabeza hacia un lado. –No has respondido a mi pregunta. –Se inclinó más cerca, su aliento susurrando contra su mejilla, mientras que una mano la tomaba por la cintura y con la otra ahuecaba su nuca–. ¿Me amas, Emily? Ella tragó saliva y lo miró, un sollozo se deslizó de sus labios. –Te quiero, pero creo que– Él la interrumpió, llevando rápidamente sus dedos a los labios de ella, silenciándola. Respirando pesadamente, su cuerpo temblaba mientras dejaba caer sus manos y las colocaba sobre el mostrador de granito, enjaulándola como un animal. –Entonces pruébamelo, –susurró con su rostro a centímetros del rostro de ella, el olor a licor rezumando de su boca–. Si no follaste con él y me amas, Emily, entonces pruébalo. Ella lo miró fijamente, con cuerpo, mente, y alma temblando, mientras lentamente él deslizaba sus dedos por el brazo de ella. Alcanzando su mano, él la llevó a toda prisa a su habitación. Cerró la puerta con un golpe y comenzó a quitarse la ropa. Durante todo el tiempo sus ojos nunca se alejaron de los de ella, su intención revelaba una urgente dominancia para reclamarla. –Quítate la ropa, –le ordenó en voz baja mientras se acercaba a ella. De pie completamente desnudo ante ella, exhaló con pesadez, el sonido colgando en el aire. Emily se quedó clavada en el suelo, inmóvil, muriendo por dentro poco a poco. –Vas a demostrármelo, –reprochó, enmarcando su rostro con las manos. Ella apartó la mirada, pero él tomó su barbilla, forzando su atención hacia él–. Porque si


no lo haces, –susurró, inclinándose al oído–, entonces voy a saber que follaste con él. ¿Y quieres saber lo que va a suceder entonces? Con el corazón rebotando en su pecho, ella tragó saliva nerviosamente, su garganta se sentía como si una lija la recubriera. Negó con la cabeza. –Me obligas a dañarlos a ambos, –él susurró, sus manos con torpeza comenzaron a desabrocharle la blusa. Parada completamente inmóvil, sin decir nada, su instinto le advirtió que huyera, pero no pudo. En la oscuridad de la habitación, las lágrimas no derramadas que estaba tratando de ocultar cayeron por sus mejillas. Sin embargo, cayeron en silencio mientras Dillon la despojaba a nada –físicamente... mentalmente... y emocionalmente. Empujándola a la cama, se cernió sobre su cuerpo desnudo. Su rostro estaba salpicado de ira, lujuria y posesión. Abriendo sus piernas, se hundió en su interior y fue entonces cuando la oscuridad de lo que Dillon se había convertido la envolvió como una sombra fría. Ella sabía que en ese momento se estaba aferrando a algo que nunca volvería a ser. Ella nunca podría amarlo de la manera que lo hizo una vez y nunca podría amarlo de la manera que ahora amaba a Gavin. Cuando su cuerpo no tuvo más que dar, sucumbió al entumecimiento que se estableció. Cerrando los ojos, trató de encerrarse mientras él se mecía en ella más duro, un dolor interminable pulsaba a través de su cabeza. Ella concibió los ojos azules de Gavin encima de ella en lugar de los vengadores y oscuros mirándola. Inhalando, trató de imaginar que eran las manos de Gavin tocando sus pechos, el sudor de Gavin cayendo sobre su cuerpo, y los labios de Gavin besando su boca.

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Dillon gruñó y dejó caer todo su peso sobre ella cuando terminó. A los pocos minutos, estaba profundamente dormido. Horas. Emily se quedó allí durante horas, su mente reproduciendo las palabras de Gavin una y otra vez. Sintiendo como si hubiera engañado a su propio corazón –el propio corazón que pertenecía a las manos de Gavin– Emily se deslizó lentamente fuera de la cama, su respiración se entrecortó cuando sus pies tocaron el piso helado. No habría velos de encaje o votos mañana. No. No habría promesas hechas o mentiras dichas. Gavin estaba en lo correcto. Sus labios contenían mentiras y esas falsas verdades habían arruinado potencialmente su futuro juntos. Ella lo amaba, y ahora iba a ir con él. Sólo podía esperar que la perdonara por dudar de él y de su amor a ella. Tan silenciosamente como sea posible, Emily recogió su ropa y se vistió. También reunió el valor que tan desesperadamente necesitaba para finalmente dejar a Dillon. Se volvió y se quedó en el umbral de su habitación, viendo su manera de dormir.

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Gavin...


Mientras lagrimas surgían en sus ojos, pudo sentir su corazón romperse y repararse todo a la vez. –Adiós, Dillon, –susurró. Casi tropezando con sus pies descalzos, Emily se dirigió rápidamente hacia la sala y cogió sus zapatos, abrigo y cartera. Tratando de no hacer ningún ruido, se puso el abrigo, pero mantuvo sus zapatos en la mano mientras de puntillas hacia su camino hacia la puerta principal. Tomó el pomo, respiró hondo y lentamente lo abrió. Aunque la puerta crujió y el sonido hizo eco en toda la casa, su miedo de despertar a Dillon fue eclipsado por su miedo incapacitante de perder a Gavin para siempre. Esto último la empujó hacia fuera, al frío aire de invierno.

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Tic–Toc...


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