SOBRE UN LIBELO NEOURIBISTA

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Sobre un libelo neouribista

L

a historia de la oligarquía, al menos en Colombia, es la práctica de cambiar y mixtificar la Historia. Es una necesidad vital para las clases dominantes “recordar” solo lo más reciente, es decir la “historia corta”, hundiendo en el olvido la causa y la esencia de fenómenos y hechos, que han sido a su vez causa de más recientes acontecimientos. Que eso lo practique el bloque de clases en el poder no es una novedad; pero que lo haga un sector que se auto proclama 'Nueva Democracia Moirista' no es más que una perturbación ecolálica; o un canto de amor y humildad frente a sus nuevos mentores. Los dichos señores, que proclaman su adherencia al Frente Antiterrorista de Fernando Londoño (caja de resonancia de Álvaro Uribe Vélez y demás secuaces) no tienen empacho alguno de seguir sosteniendo que son marxistas-leninistas; pero fácilmente ignoran la historia, como una forma mistificada para justificar su paso a la extrema derecha. Es lo que se ostenta en su página web, donde aseveran: “las Farc, organización fundada por el PC en 1964 dentro de su táctica de «combinar las distintas formas de lucha»", como una oda a la 'nueva' campaña anticomunista que se mueve a lo largo de los círculos de la extrema derecha. Señalar que por arte de birlibirloque una agrupación determine hacer la guerra es una imbecilidad en política; pero desconocer lo que da origen a ese hecho es una verdadera adulteración. Si eso lo señala la oligarquía colombiana, vaya y venga, pero que lo hagan quienes se reclaman del campo popular es otro asunto. No queremos justificar la existencia de la insurgencia, pero no podemos ignorar simplemente que la misma tuvo un origen político, unas causas, y que esas causas perviven. Es que los señores de la 'Nueva Democracia Moirista' borran de forma olímpica, siguiendo los dictados de sus nuevos ideólogos, que desde 1948 se desató una persecución implacable contra los sectores populares del partido liberal y por supuesto contra el PCC, y que esa puesta en marcha de lo que tradicionalmente se ha llamado 'la violencia' estuvo dirigida a eliminar físicamente a los oponentes del falangismo criollo. No solo era para arrebatar las tierras y demás propiedades, para impedirles participar de la acción política, sino especialmente para asesinarlos y así evitar el ejercicio de sus derechos. Y “olvidan” los señores historiófilos que el alzamiento (inicialmente de militantes populares en especial campesinos liberales) se dio justamente como salvaguarda de la vida ante la arremetida de las hordas chulavitas. No había de otra: o se alzaban en armas para defender sus vidas o eran inexorablemente asesinados junto a la quema de sus propiedades y demás aberraciones; es lo que pasó en el Valle, en Tolima y Huila, en Santander, los Llanos, etc. Parece que los 'nuevo democráticos' no hubiesen leído jamás cosas tan elementales como 'La violencia en Colombia' de Fals Borda y monseñor Guzmán; o 'Las guerrillas del Llano' de Franco Isaza. Es que tras la caída de la dictadura de Rojas Pinilla, que continuó su arremetida contra el campesinado, los obreros, los estudiantes se instaló en el país un engendro sin parangón legal en ningún otro país: la imposición de un bipartidismo con la exclusión de los demás, la alternación y la repartija milimétrica del Estado, seguida de la agresión a las zonas campesinas en que se efectuaban experimentos de autogestión, con el espantajo de las “repúblicas independientes”. Cuando todo esto se soslaya por parte de quienes han ejercido el poder es entendible, porque ellos hacen patente la máxima de Sartre de que “incluso el pasado puede modificarse; los historiadores no paran de demostrarlo”, pero si eso lo hacen quienes se reclaman materialistas históricos, lo cosa mueve a risa. Pero es que no se trata simplemente de un ridículo histórico, sino en especial de lo que ha sido tradicionalmente la postura anticomunista de sectores que han sido del MOIR,

que llegaron a expresar en su época cosas tales como que el principal enemigo de la humanidad, en ese momento, era el social imperialismo soviético, llamando incluso a cerrar filas hasta con el imperialismo yanqui.

Cuando afirman sin reato alguno: “Los comunistas criollos en una nueva jugada de astucia fundaron conjuntamente con las Farc la Unión Patriótica y participaron en las elecciones de 1986, sin haber depuesto las armas”, sacan una nueva fábula de su cubilete, pues la UP surgió como producto de un proceso de tregua con el Gobierno, en representación del Estado y en ese pacto se estableció que, para incorporar paulatinamente a la vida civil a los insurgentes, el Estado garantizaba su accionar político, sin hacer entrega de armas, conservando sus posiciones, cosa que el Estado y su ejército incumplieron desde el primer momento como está profusamente documentado. De modo tal que no es ninguna jugada de astucia, como astutamente ellos dicen. Y se relamen: “Contra el accionar de la Unión Patriótica se desato (sic) la más violenta persecución armada que concluyo (sic) con el asesinato de sus dos candidatos presidenciales, decenas de dirigentes del PC y miles de militantes y miembros de esa corriente política”. Echan tierra a que estándose en tregua (es decir el cese acordado de las acciones militares ofensivas, u hostilidades por un tiempo sin que ello suponga el fin de la guerra) desde la cúpula militar se expuso públicamente que “esa tregua era innecesaria y el ejército estaba en condiciones de derrotar militarmente a la subversión” –que es la eterna cantinela. La reanudación de hostilidades, con el asesinato de comisionados, militantes y activistas llevó al traste ese proceso que se selló con el ataque y bombardeo contra la llamada casa verde, el mismo día de las elecciones de la asamblea constitucional. De modo tal el cuento justificatorio de su salida vergonzante del PDA, de su reniegue de lo que fue supuestamente su causa, de su alianza con la extrema derecha colombiana manchada de sangre y coca es un simple pretexto para tener unas ínfulas que les permitan entrar a gozar de las mieles del poder, de sus riquezas, después de haber gastado lo que graciosamente les dieron tras la cosa de Telecom y otras menores. Valdría la pena que sus asertos tengan documentación; que sean capaces de demostrar la complacencia del PDA con los terroristas, y que les cuenten a sus seguramente tres o cuatro seguidores que van a seguir buscando la Nueva Democracia como la preconizada por Mao Tse Tung. Alfredo Valdivieso Bucaramanga, agosto 1º de 2012.


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