Comerte en algunas versiones
Comerte (En algunas versiones)
Juanjo Junoy 1
Comerte en algunas versiones
Comerte (En algunas versiones)
Juanjo Junoy
ed. libre
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Comerte en algunas versiones
Al silencio, 驴c贸mo no?
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Comerte en algunas versiones
Comerte #22
Te quiero comer enterita y dejar de hacer la digestión por el resto de mi vida para que haya siempre el aroma de ti y el sabor de ti y el rastro de ti en el interior de este cuerpo que se me está haciendo viejo y más viejo porque las horas sin tu presencia se vuelven años y los segundos eternas esperas en salas de hospital clausurado donde las malas condiciones higiénicas me recuerdan lo oscuros que se ponen los ojos cada noche cuando los párpados apresan las pupilas sin que haya una imagen de lo que eres para calmar el ardor y la comezón y la impotencia que se convierte en un pie gigantesco y no deja de aplastar aunque yo me queje y aunque denuncie con las escasas fuerzas que me quedan lo injusto de una condena tan atroz como necesitar tu sangre igual que esos trailers que no dejan dormir necesitan gasolina.
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Comerte # 42
Te quiero masticar despacito como a un pedazo de carne que se está disfrutando mucho porque está rojo y lleno de jugo y cuando te lo metes a la boca puedes sentir que la humedad te llena y quieres dejarte ir para que las oleadas de un placer carnal y delicioso se vayan derramando como menta sobre toda tu piel y se sienta igual que una cachetada de viento frío escupido por el ventilador una tarde de bochorno después del huracán que no deja nada encima de nada porque se cansa de girar sobre las cosas hasta que el cuerpo de las palomas queda embarrado en cada arruga de las estatuas de angelitos que me miran desde la foto de una iglesia en este momento en que te deslizas como una patinadora sobre hielo desde el otro lado de la ventana de este apretado y oloroso y aglutinado vagón del metro en Pino Suárez.
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Comerte #34
Alguna vez te tuve atada a la asquerosa certidumbre de que mis labios expedían un líquido sagrado como jugo espeso de palabras para recubrirte como pepto bismol y humedecer las calles de esta ciudad callada que es tu cuerpo en el que transcurren dolores anónimos en vez de minutos y en el que las esquinas son alargadas como una canción que no quieres escuchar pero te persigue por todas las estaciones de la radio aunque hagas girar el dial a la izquierda y a la derecha hasta topar con el límite de las frecuencias mientras escuchas el ruido eléctrico de la soledad en el cuadrante y en un espejo que tiene una rendija negra en el centro miras tu cara partida en dos como me partí yo en pedazos irregulares esa vez que te probé y me supiste sosa.
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Comerte #47
Las palabras se empeñan en no ser olvidadas y en reptar como orugas sobre mí dejando un rastro de ampollas calientes que explotarán a las doce de la noche mientras duermo para que las pesadillas encuentren el camino más corto hacia el sistema nervioso central y puedan ocultar ahí estímulos eléctricos capaces de provocar que el hambre se quede quieta entre mis dedos cuando lleven a la boca un pedazo de tu carne que ya no se pueda masticar de tan dura que se puso por no meterla al refri o por lo menos encerrarla en el aséptico recoveco de plástico de un tupperware de los que siempre hay en las casas para guardar la comida que luego ya nadie quiere comerse porque está vieja.
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Comerte #136
La misma soledad en que te mastico es la que luego nos vomita y nos escupe y nos echa fuera para que caigamos entre los desechos del cuerpo y los restos de sangre de una costra que nunca se seca para que nos vayamos difuminando frente a las miradas escrutadoras de los demás que se ocultan detrás de máscaras tan gastadas como la nuestra y perforan con pensamientos paranoicos el denso y caliente vientre que le ofrecemos a la vida para que nos mastique y nos digiera y nos saboree en un acto de amor tan puro como el de un asesino en serie que tiene tendencias caníbales y se traga a sus amantes para llevarlas siempre cerca del corazón.
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