El ladron de cerebros pere estupinya

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necesitan vivir dentro o sobre otros animales o plantas para aprovecharse directamente de ellos. Los parásitos son las criaturas más fascinantes que existen. Hay un crustáceo parásito que cuando invade cierto tipo de peces, primero se come sus lenguas y después se engancha a sus agallas para ir creciendo hasta convertirse en una nueva y más dura lengua. El pez la utilizará igualmente para triturar su comida, pero parte de la presa se la quedará el crustáceo. El sapo Scaphiopus couchi pasa once meses al año durmiendo enterrado bajo las arenas del desierto de Arizona, acompañado de un pequeño gusano que le va chupando sangre desde su vejiga y poniendo huevos. Cuando llegan las noches lluviosas de julio y agosto, el sapo despierta para reproducirse y comer termitas, momento que aprovecha el parásito para expulsar las larvas en busca de nuevos hospedadores con los que repetir el ciclo. Si algún día te pica la famosa mosca tsé-tsé, quizá te transmita algún parásito africano del género Trypanosoma, que empezaría a robar oxígeno y glucosa de tus células, se multiplicaría, se las apañaría para hacer un quiebro a tu sistema inmunológico y llegaría a tu cerebro, donde descontrolaría tu reloj biológico transformando la noche en día y provocando la peligrosa enfermedad del sueño. Hay más especies parasitarias que de vida libre, hay parásitos multicelulares que viven dentro de una única célula, hay parásitos que se reproducen solos y otros que viven en cópula permanentemente, e incluso hay parásitos que infectan a otros parásitos. La diversidad de formas y ciclos de vida de los parásitos es espectacular. De acuerdo, ojalá estuviera erradicado el dichoso protozoo microscópico Plasmodium, que causa un millón y medio de muertes al año por malaria. Tampoco hace ninguna gracia que la mayoría de los niños en el Tercer Mundo compartan su comida con gusanos instalados en sus intestinos como el Ascaris lumbricoides. Y a nadie le parecen atractivos los piojos o amebas que causan diarreas en viajeros. Pero si nos alienamos de los problemas sanitarios que provocan, los parásitos nos abrirán las puertas a un mundo mucho más aberrante, misterioso y fascinante de lo que podamos llegar a imaginar.

2.6. ORIGEN DE LA PREVIDA Para encuentros fortuitos, el de los estudiantes que encontraron los viales de uno de los experimentos más famosos de la historia, que llevaban cincuenta años extraviados. En 1953 el químico Stanley Müer diseñó un sistema de tubos y matraces de vidrio, en los que intentó recrear las condiciones de la Tierra hace 4.000 millones de años, para ver si aparecía «algo» cercano a la vida. Mezcló agua con metano, amoníaco e hidrógeno (los gases que supuestamente contenía la atmósfera primigenia), y aplicó descargas eléctricas para simular la gran cantidad de rayos que caían entonces sobre la superficie del planeta. A las pocas horas el matraz ya contenía diferentes tipos de aminoácidos, las moléculas que constituyen las proteínas. El hallazgo fue impactante, porque reflejaba la tremenda facilidad con que se podían formar moléculas orgánicas complejas a partir de otras mucho más sencillas, y daba una gran esperanza a la comprensión


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