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WENU MAMÜLL Aliwen

El árbol, en la gran mayoría de las culturas de sesgo animista, vincula la tierra con el cielo. Las raíces recogen las plegarias y las elevan a través de las ramas al firmamento, donde el Gran Espíritu o sus distintos intermediarios decidirán si responden. También, las raíces comunican con el inframundo, allí donde inquietos espíritus intervienen en lo terrenal motivados por el capricho o, muchas veces, por el mal. En la cosmogonía mapuche, Negenchen reina en Wenumapu, la tierra del cielo, mientras abajo en Nagmapu, domina Wekufü, el maligno. El rewe de siete escalones habilita los traslados del machi o la machi entre el cielo y el averno, adonde ascienden y descienden durante los rituales. El rewe es labrado en tronco de canelo, el árbol sagrado mapuche, cuyas hojas en los bosques giran para levantar un muro de plata cuando se anuncia la tormenta.

La escultora Pilar Ovalle (1970) se formó en el Instituto de Arte Contemporáneo y la Escuela de Arte de la Universidad Católica. Su trayectoria ha incluido diversas exposiciones colectivas e individuales, destacando entre estas últimas sus muestras en las galerías Isabel Aninat (1995, 1998, 2001, 2005), AMS Marlborough (2003) y Patricia Ready (2009, 2012), el Museo Nacional de Bellas Artes (2006) en Santiago y la Pinacoteca de Concepción (2007), además del Museu Oscar Niemeyer, Curitiba (2005), Sculpturesite Gallery, San Francisco (2006), y Kouros Gallery, New York (2009). Pilar Ovalle ha realizado asimismo obras para espacios específicos en Chile, Estados Unidos y Canadá, y sus esculturas integran diversas colecciones públicas y privadas locales e internacionales. Pilar Ovalle es representada por la galería Patricia Ready, de Santiago.

Ayilemu

Ayilemu, el monte amado, es la selva fría chilena que se vierte desde los Andes hacia el Océano Pacífico, entre los paralelos 35 y 47 sur. Allí la lluvia es constante y su frescor alivia el frío, a diferencia de los bosques húmedos o tropicales que sobreviven en el resto del planeta, donde persevera el calor. Los grandes árboles del bosque valdiviano (como también se conoce a la selva fría) combinan sus follajes según su altura sobre el nivel del mar, su ubicación de norte a sur, el volcán a su lado, el lago a sus pies o el mar que lo rodea, en las islas patagónicas. Intercalados por helechos, arbustos y renovales, poblados de musgos, trepadoras y epífitas, y dando alimento a orejas de palo y un centenar de hongos más, los grandes árboles de Ayilemu –aquéllos que han sobrevivido al despojo de la codicia– han sido testigos del transcurso de los milenios. La fiesta en el xilamen es de tonos y también de pesos, de vetas y densidades, como asimismo de olores. Los árboles de Ayilemu ofrecen de muchos modos sus maderas para el arte.


Domo mawida

Pilar Ovalle es la mujer del bosque, la domo del gran mawida del sur. Para esta artista, cada creación en madera es un talismán que la libra de sucumbir en el mawida de las emociones, el cual no obstante atraviesa diariamente a pesar de los oscuros weda ché que la acechan. En sus incursiones más profundas, Pilar Ovalle recolecta las raíces y los troncos abandonados que el tiempo ha labrado por siglos a la espera de su arribo, cruzando a buscarlos a la orilla del frente del lago más lejano, o esperando a que el mar los deposite a su paso por la playa. El color de estas maderas es ahora uno solo, el gris que el viento y las lluvias han inducido en formas cuya sinuosidad es también resultado de su inclemencia pertinaz. Cargada con los tesoros salvajes del bosque, la escultora retorna a su taller, adonde la esperan en orden las maderas aserradas que ha rescatado a su vez de la vanidad utilitaria. Y empieza entonces a tejer sus homenajes.

Wenu mamüll

Las maderas del cielo hablan de un retorno que no es al origen sino al sentido de la vida. Desde sus manos, la escultora interpreta los ciclos milenarios que han cultivado los viveros de las formas orgánicas del bosque y, no mucho más allá, del universo, haciendo converger la pauta labrada por el tiempo con la que modelan sus gubias y sus sierras. Cuando recoge una raíz recoge un gesto que luego prolonga en el taller adicionando su propio gesto para saber qué es lo que ambos guardaban hasta ese encuentro. Por eso Pilar Ovalle nunca ha trabajado el monólogo del bloque tallado sino los murmullos de las piezas adheridas o ensambladas, el diálogo del leño viejo con la tabla joven, la discusión de tres maderas convocadas para una cabeza, la algarabía del follaje de cintas sinfín sobre un tronco de cortes enhiestos. El sentido de la vida es así el desliz de la mano sobre una curva cuya vuelta nos confunde entre la forma original perdida y la que ha recuperado la artista.


Desde el 24 de Junio hasta el 14 de Agosto GALERÍA DE ARTE · CAMPUS AVENIDA ALEMANIA

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