El Toque de Midas - Donald Trump y Robert Kiyosaki

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de identificar buenas marcas cuando me topaba con ellas. En un esfuerzo para salvar el negocio, me involucré accidentalmente en la industria del rock and roll, un ámbito repleto de marcas asombrosas. En 1981, Pink Floyd, la banda de rock, contactó a mi compañía para preguntar si nos interesaba una licencia de la banda (o tal vez debería decir, de la marca Pink Floyd). Como yo estaba desesperado por conseguir cualquier oportunidad de negocio, escuché con cuidado lo que me propuso el agente de la banda. Él no lo sabía entonces pero, al venderme la marca de una banda de rock and roll famosa a nivel mundial, acababa de salvar mi negocio. Yo no estaba familiarizado con esa industria, por lo que, de inmediato, volé de Hawai a San Francisco para reunirme con los agentes de licencias de Pink Floyd. La reunión resultó ser un regalo caído del cielo; con ella comenzó mi educación acerca del negocio del rock and roll. En ese momento descubrí que una marca no sólo puede ser de gran valor para los propietarios, sino que, mediante las licencias, también puede generar muchísimo dinero para otros. En cuanto vi la luz, conseguí que otros grupos y artistas me ofrecieran tratos similares. Entre ellos se encontraban The Police, Duran Duran, Boy George, Ted Nugent y Judas Priest. Los grupos más antiguos como The Grateful Dead y The Rolling Stones, también estaban en pláticas con nosotros. Por desgracia, el nombre de The Beatles no estaba disponible como marca para licenciar entonces. Así como padre rico me lo hizo ver con mucha claridad, puedes ser una marca o, simplemente, un producto más. Para ser marca debes crear una relación con tu cliente y, por supuesto, aquellas bandas de rock tenían excelentes vínculos con sus seguidores. Los agentes de licencias nos ofrecieron la oportunidad de formar parte de esa relación entre fanáticos y renombrados artistas a los que adoraban. Desde la primera reunión que tuve con la gente de Pink Floyd, el negocio de Rippers se salvó gracias al acceso que tuvimos al mercado del rock and roll en todo el mundo. Fue como abrir la puerta a un mundo nuevo de negocios, un ámbito que yo ni siquiera sabía que existía. Nos salvamos porque Rippers se asoció con algunos de los nombres más influyentes de bandas de la industria.

Venimos con la banda Para 1982 ya no mencionaba la palabra Rippers en mis conversaciones. En lugar de presentarme así: “Hola, soy Robert Kiyosaki de Rippers”, sólo decía: Represento a The Police y sus productos licenciados. Nadie sabía quién era Robert Kiyosaki o qué significaba Rippers pero, ciertamente, todo mundo reconocía a The Police, la famosísima banda de rock. De hecho, una de las primeras ocasiones que salí con Kim, en 1984, fuimos a un concierto de ellos. Fue muy agradable decirle: “Tengo pases VIP para ir al concierto de Police y conocerlos tras bambalinas. ¿Te gustaría ir conmigo?” En otras palabas, el poder de una marca incluso me ayudó a conseguir una cita con una hermosa mujer que, más adelante, se convertiría en mi esposa. Claro, tal vez lo único que ella quería era conocer a Sting, pero como yo orquestaría la reunión, iba a quedar bastante bien ante sus ojos.

El poder de las marcas reales El negocio de Rippers comenzó en la industria del surf y de los artículos deportivos. El problema fue que, en muy poco tiempo, ese ámbito se retacó de productos similares a los míos. No obstante, todos eran ordinarios, y no había un líder de marca. En cuanto te conviertes en un producto ordinario, entonces el precio se vuelve lo más importante. Como mis competidores eran exactamente iguales a


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