Cuadernos de epistemología, número 1

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CUADERNOS DE EPISTEMOLOGÍA Reflexiones en torno a la filosofía de la ciencia y la epistemología

Volumen 1, año 2006, ISBN:

POPAYÁN UNIVERSIDAD DEL CAUCA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA GRUPO DE INTERÉS EN FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Y MÉTODO


CONTENIDO

Presentación: Reflexiones en torno a la ciencia y la epistemología (Gustavo Zorrilla Velásquez) I. Sobre la ciencia desde un punto de vista filosófico (Silvio Avendaño Cuervo) Introducción 1. La visión de ciencia en el positivismo lógico 2. Ciencia y fenomenología 3. La ciencia a la luz de la teoría crítica Conclusión Bibliografía II. La polémica distinción entre ciencias sociales y ciencias naturales: la cuestión del estatuto científico, las bases metodológicas y la naturaleza del objeto de estudio (John Alexander Giraldo Chavarriaga) III. Desarrollos actuales en filosofía de la ciencia (Juan Carlos Aguirre García) Introducción: ¿qué se entiende por filosofía de la ciencia? 1. Recorrido histórico de la filosofía de la ciencia 2. Desarrollos actuales en filosofía de la ciencia Realismo científico Empirismo constructivo / Antirrealismo científico Estructuralismo Conclusión Bibliografía IV. Algunas ideas sobre la epistemología de la psicología (Wilson Espinosa de la Pava) Algunas precisiones Presentación Conclusiones Bibliografía


PRESENTACIÓN REFLEXIONES EN TORNO A LA CIENCIA Y LA EPISTEMOLOGÍA Por: Gustavo Zorrilla Velásquez

El Grupo de Interés Filosofía de la Ciencia y Metodología del Departamento de Filosofía, de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, inició en el primer semestre académico de 2006, un proceso de escritura que comprometió la participación de varios profesores del área, en la presentación pública de sus reflexiones filosóficas en torno a la filosofía de la ciencia y sus implicaciones históricas en la formación del pensamiento contemporáneo. Estas conferencias ampliaron el horizonte del trabajo que se viene realizando en el programa de Filosofía, en la tarea de formar académica y disciplinarmente a los estudiantes que tienen sus intereses intelectuales en los temas y problemas que aquí se tratan; pero también con el interés de divulgar en un público universitario más amplio, el pensamiento de algunos filósofos cuya incidencia es fundamental para comprender el mundo actual. El compromiso teórico asumido por los conferencistas los llevó a elaborar con rigor filosófico estas charlas que ahora se publican en los “Cuadernos de Epistemología”, cuya permanencia en el ámbito de la escritura universitaria va a contribuir a la divulgación del pensamiento filosófico que se está gestando en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales y en el Departamento de Filosofía. El grupo de interés me ha conferido el honor de hacer una presentación de estas conferencias, tarea nada fácil si se considera la diversidad de los autores trabajados y de los temas que aquí se exponen para la discusión y el debate. En el intento de no repetir lo ya expuesto, pero buscando la comprensión de los mismos, escribo esta breve reflexión o relato a manera de texto introductorio. En los inicios mismos de la filosofía nos encontramos a los filósofos empeñados en plantearse problemas y discusiones en torno a la ciencia considerada esta como un conocimiento cuya certeza y verdad pudiera ser contrastada con ese conocimiento que se instala en la opinión, en la ilusión y en los mismos sentimientos y deseos humanos. En la vida cotidiana existe la convicción arraigada que en la medida en que vamos describiendo el mundo de nuestra experiencia estamos conociendo, lo cual significa que las estructuras discursivas se corresponden al mundo de los acontecimientos dados y, en tal sentido, no hay una división entre lo dado y lo narrado.


Pero la reflexión que hace la filosofía sobre el conocimiento como tal, sí introduce la diferenciación entre lo dado y lo hecho. Desde la antigüedad más remota encontramos en la filosofía un interés profundo por generar y promover el debate y la controversia acerca de las dos fuentes de que disponemos para conocer “el mundo” y “la realidad” de que formamos parte “nosotros mismos”: la experiencia y la observación por un lado, y el pensamiento por el otro. ¿Qué partes de nuestro conocimiento provienen de la observación y cuáles se deben al conocimiento a priori? (Avendaño, 2006) Heisenberg en su texto La imagen de la naturaleza en la física actual, manifiesta: “se ha sugerido que acaso la actitud del hombre moderno ante la naturaleza sea radicalmente distinta de la actitud de épocas anteriores, tanto que tenga por consecuencia una completa transformación de todas las relaciones con la naturaleza, por ejemplo, de la relación del artista. Lo cierto es que en nuestros tiempos, mucho más que en siglos anteriores, la actitud ante la naturaleza se expresa mediante una filosofía natural altamente desarrollada; y, por otra parte, dicha actitud es determinada en considerable medida por la ciencia natural y la técnica modernas” Las discusiones derivadas de las preguntas y las posiciones epistémicas asumidas por los filósofos fueron enriqueciendo los distintos campos en que se desenvuelve el espíritu humano y la cultura. Es así como diversas Escuelas se han ocupado, en largos debates históricos que no terminan, de volver problemática la actividad filosófica en torno a la ciencia, cuando las condiciones históricas en que se desenvuelven y se plantean los problemas, requieren de una apremiante solución. Geymonat tiene razón cuando afirma que lo esencial de la ciencia nunca puede ser aprehendido sin consideraciones de naturaleza histórica y pragmática. En cuanto al objeto real de tal actividad, particularmente para los filósofos analíticos, no existe un objeto abstracto o analítico que quede por fuera de toda vinculación con el pensamiento histórico personal: cada pensamiento pertenece, no solamente a alguna parte, sino también a alguien, y se encuentra cómodo en el contexto de otros pensamientos, contexto que no está prescrito de modo puramente formal. Los pensamientos se inscriben en posiciones teóricas y epistemológicas que no sólo son posibles de sistematización sino que pertenecen al orden psicológico e histórico de una realidad humana, de un mundo que debemos conocer y comprender. El positivismo había considerado a las ciencias naturales como el paradigma del conocimiento, y se formó una concepción totalmente empirista de la ciencia cuando consideró a la teoría científica en términos operacionales, como un simple compendio, y generadora de observaciones reales y posibles.


Los positivistas estaban en contra de la metafísica, o mejor aún, de lo que ellos denominaban metafísica. La posibilidad de la existencia de un mundo más allá del mundo de la ciencia y del sentido común, es decir, del mundo que requiere de los sentidos para su conocimiento. Finalizando el siglo XVIII, Kant había afirmado que era imposible tener conocimiento alguno de nada que no estuviese bajo el reino de la experiencia sensorial. Los positivistas afirmaron que cualquier enunciado que no fuese, o bien un enunciado formal (un enunciado de la lógica o de las matemáticas) o contrastable empíricamente, carecía de sentido. La tarea de renovación de la lógica buscó poner la filosofía en un nuevo camino. Al considerar que todo el campo del conocimiento está abarcado por la ciencia (la ciencia describe el mundo, el único mundo que hay, el mundo de las cosas que nos rodean), no hay otro campo del que se deba ocupar la filosofía que el de analizar las teorías y los conceptos de la ciencia. La lógica proporciona la herramienta más adecuada para tal fin. La filosofía va a cumplir el papel de doncella de la ciencia La lógica que aparecía estancada desde Aristóteles, a principios del siglo XIX da un gran avance. Frege en Alemania y Russell y Whitehead en Inglaterra van a partir de Aristóteles para desarrollar una lógica cuyo alcance les proporcionó herramientas contundentes para el análisis filosófico, permitiendo expresar los conceptos de manera más precisa; su preocupación por las estructuras y las relaciones que, a su parecer, configuran la ciencia los llevó a desarrollar la lógica de las relaciones. Hay preguntas acerca del mundo que finalmente sólo se pueden responder mirando el mundo mediante la investigación, la observación, la comprobación, el experimento, etc. Estas preguntas denominadas empíricas se refieren a los hechos que están ligados a la experiencia humana y a los sentidos. Pero hay otras preguntas, más abstractas o formales que tienen que ver con los juegos de la lógica y que dan cuenta de las interrelaciones entre entidades dentro de sistemas formales que no se pueden ver observando el mundo. Las preguntas empíricas implican los hechos y su consideración en la experiencia y las formales, implican establecer relaciones de unas cosas con otras en un sistema formal. Pero la filosofía no hace preguntas que puedan ser contestadas de una u otra forma por lo tanto la filosofía busca incomodar con preguntas cuya repuesta no sabemos a ciencia cierta donde encontrarla; Cuando un filósofo busca argumentar acerca de los términos que emplean los científicos, preguntando por lo que quieren decir con un término, por ejemplo: movimiento, está construyendo el campo de lo que se denomina filosofía de la ciencia. Para Husserl, la puesta en cuestión se agudiza después de 1930. A la crisis de los fundamentos teóricos de la ciencia se une la crisis política y cultural que vive Europa. El filósofo se preocupa por buscar la causa de la crisis en el saber mismo


y en la responsabilidad de quienes lo sirven. La crisis de los fundamentos teóricos puestos en cuestión por el progreso de la ciencia; no se trata solamente de que las teorías del campo y de las partículas elementales, en física, exijan un principio de indeterminación, o se sirvan de una geometría nueva; no es que la relación de las matemáticas y de la lógica haya cambiado desde Aristóteles, Descartes o Kant; no es sólo la crisis de los fines y de los medios de la técnica o incluso el alejamiento del hombre respeto de la naturaleza y de sí mismo. Estos son fenómenos del problema. Husserl sostendrá que la verdadera crisis está en el fundamento de las ciencias, en el “mundo de la vida” y en la subjetividad humana; es la ciencia la que se ha vuelto incapaz de dar cuenta de lo que ella hace, porque se le escapa el sentido del saber. La ciencia no superará su crisis de método, de fundamento o de ética más que si toma conciencia de su origen, de la génesis de su sentido. Los peligros que veía Husserl y que amenazaban el mundo lo llevan a cuestionar la filosofía para volver a darle un sentido. En la Crisis de la Humanidad Europea y la Filosofía, Husserl propone un retorno consciente al mundo de la vida, un esfuerzo para encontrar la unidad del mundo de la vida y del mundo de la cultura. La idea de mundo concebida por el pensamiento científico, dice Husserl, “no es más que una de las hipótesis que constituyen la vida del hombre en su mundo de vida.”(Husserl, Crisis, 1933). El verdadero horizonte del mundo de la vida es un horizonte histórico. Es en su historicidad como hay que comprender el mundo de la vida. Corresponde a la actitud fenomenológica el poner en cuestión el saber, pero ello no significa la negación de la ciencia ni la afirmación del irracionalismo. Es una necesidad de método. El profesor Avendaño aborda el problema filosófico del conocimiento, su verdad y sus implicaciones políticas en la sociedad que se estructuró entre las dos guerras mundiales, confrontando tres perspectivas teóricas: el positivismo lógico, la fenomenología y la teoría crítica. El positivismo creyó encontrar en los desarrollos de la lógica, la matemática y las ciencias naturales, la garantía de objetividad del conocimiento bajo el principio de la verificación, dejando de lado la subjetividad, es decir, el campo especulativo del espíritu. La Fenomenología husserliana ve el peligro que representa para el mundo de la vida, la pretendida objetivación del mismo por el positivismo y plantea un retorno al logos de la tradición griega, a los inicios mismos del filosofar; el mundo de la experiencia originaria, porque importa “hacer valer que la dignidad de su fundamento en el conocimiento es más elevada que la de la evidencia lógicoobjetiva. Husserl afirma en Crisis, que la idea del mundo concebido en el pensamiento científico no es más que una de las hipótesis prácticas entre las numerosas hipótesis que constituyen la vida del hombre en su mundo de vida.


El tercer momento del trabajo aborda la Teoría Crítica para afirmar que uno de sus rasgos fundamentales es la crítica al positivismo científico y a la metafísica que no reconocen, como dice Marcuse, la condición humana en su situación concreta; en su situación social y política. Para Horkheimer, no puede separarse la ciencia de la sociedad. “Y es precisamente este tipo de relación el que permite comprender el esclerosamiento de la crísis de la sociedad, dada sus contradicciones sociales, desligada de la ciencia, en la cual hay desorden cultural, dados los intereses y los grupos a los que sirve” (Avendaño, 2006). El profesor John Alexánder Giraldo se ocupa de presentar la polémica distinción entre Ciencias Sociales y Ciencias Naturales, definiendo ambos tipos de conocimiento y de manera problemática la elección, por parte de quienes se ocupan de una u otra disciplina, de los fenómenos que se van a estudiar, la valoración de la metodología general que se va a emplear en las investigaciones y el establecimiento o la adopción del lenguaje en que se van a presentar los resultados teóricos. Históricamente el problema se presenta desde la definición misma de ambos tipos de ciencia; la polémica entre estas ciencias se presenta en el orden de discusión de sus estatutos teóricos, de los objetos de investigación y de sus métodos. Las ciencias sociales en su origen, abordan la experiencia humana, la verdad de la filosofía, como una reflexión que toca los problemas que caracterizan al hombre más allá o más acá de toda explicación científica de la realidad y que lo capacita para poder comprender su práctica científica como un momento instrumental de su práctica social. Pero en el momento en que las ciencias sociales intentan la comprensión de la experiencia humana de manera paralela a la explicación causal propia de las ciencias de la naturaleza, se pierde el sentido mismo, el objeto del conocimiento que las ocupa y se extravían en su propio laberinto, desvinculándose además de la tradición del pensamiento filosófico. El intento de las ciencias sociales por alcanzar el ideal de la exactitud y objetividad de las ciencias empíricas ha permitido que estas entren en un conflicto epistemológico en el cual, muchas veces resultan marginadas. “La preponderancia de las ciencias naturales y el desplazamiento que suelen sufrir las ciencias humanas, plantea, a estas últimas, la necesidad de una autoafirmación que suele polarizarse en las siguientes dos alternativas: o admiten que se inscriben en una racionalidad no científica o no positiva (en el sentido del positivismo), o se acogen a los cánones del conocimiento científico declarando su incipiente desarrollo”. (Giraldo, 2006). El científico, tanto natural como social, tiene prejuicios, emociones, creencias, experiencias, etc., y el abordaje y formulación de sus problemas de investigación y


de sus teorías estarán atravesados por ellos y por un complejo mundo de prejuicios y creencias propios de las comunidades científicas y de sus circunstancias históricas, ideológicas, políticas, etc. De este complejo transfondo van a surgir sus teorías que están determinadas por la aceptación o rechazo de ciertos métodos, concepciones, problemas, etc. El profesor Alexánder Giraldo se pregunta: “¿Contamos acaso con una definición satisfactoria de lo vivo que justifique la unidad del saber biológico?, ¿hemos llegado a un acuerdo básico sobre el tipo de fenómenos que propiamente podemos llamar sociales?, ¿existe una noción acotada de la cultura?, ¿hay suficiente claridad en torno al rol de investigador en la construcción del hecho histórico y su interpretación, ¿de qué manera áreas tan disímiles entre sí pueden figurar bajo el término de matemáticas?, ¿sabemos claramente a qué llamamos realidad física o hay una idea general para interpretar el tipo de paradojas a que conducen las teorías físicas contemporáneas?; tales preguntas están en el orden de la clase de problemas que interesan a la metodología general de la ciencia, así como también en el orden de las semánticas que se ocupan de la relación entre el objeto de estudio y el lenguaje de la ciencia. Cada afirmación que se hace en las ciencias, sean estas sociales o de la naturaleza, implica que sólo puede tener uno de dos valores lógicos: la verdad o la falsedad. Cualquier campo problemático en el que una verdad se construye como un lenguaje objeto dado, produce un modelo semántico de dicha afirmación; y una disciplina teórica se nutre de afirmaciones sobre objetos específicos dados. Por consiguiente, cuando los axiomas de una teoría determinada son verdaderos, generan un modelo de esa teoría. Puesto que las ciencias se basan sobre afirmaciones verdaderas y no sobre las contradictorias, el debate y la discusión comprometen un análisis de los lenguajes usados por las distintas ciencias y un estudio de la historia de las ciencias y la manera como esos lenguajes fueron incorporados a las teorías. La pregunta ¿Qué se entiende por Filosofía de la Ciencia?, es el tema de reflexión del profesor Juan Carlos Aguirre García. El conocimiento científico es simplemente una variante del conocimiento humano en general y los problemas fundamentales del conocimiento científico pueden resolverse solamente sobre la base de los resultados de las reflexiones generales de las teorías del conocimiento (gnoseologías o epistemologías). La estructura jerárquica de la ciencia está actualmente derrumbándose. Ya es inaceptable que exista un modelo único para el trabajo científico al que se deben subordinar otras disciplinas. Desde el siglo XIX, los trabajos de Hilbert sobre los métodos matemáticos y el teorema de Gödel, entre otros, demostraron que hay amplias áreas en las matemáticas en las que prevalece el pensamiento intuitivo. El programa radical del fiscalismo también se derrumbó. Está suficientemente


demostrado que cualquier intento de construir una ciencia unificada basado en la reducción de los términos usados en todas las disciplinas a los que emplea la física es del todo impracticable. Si no existe la ciencia ideal, es necesario enfatizar sobre la particularidad de las disciplinas que se ocupan del conocimiento en campos específicos y de las relaciones que surgen entre ellas cuando las preguntas incómodas de la filosofía indagan sobre su estatuto teórico y sobre sus conclusiones. La clasificación de las ciencias en naturales y sociales utiliza como criterio el objeto o materia de la investigación del que se van a ocupar. Tanto las unas como las otras deben establecer los hechos y formular las preguntas básicas que les permitan construir un texto donde las explicaciones y las afirmaciones sobre los hechos establecidos se usan como elementos estructurales con los que finalmente obtienen las respuestas más adecuadas a las preguntas de investigación. En muchas ciencias, una respuesta a una pregunta concreta de investigación adopta la forma de una estructura verbal coherente y completa. Esta estructura verbal corresponde a una secuencia coherente de afirmaciones sobre hechos específicos; es finalmente un informe sobre los resultados obtenidos y puede ser denominada como narración. La manera de narrar tiene que ver con la clasificación y ordenación de los conceptos que implica así mismo un sistema lógico de proposiciones en su sistema original. La filosofía de la ciencia se propone entender el resultado de estas investigaciones en el marco de la estructura lógica de una teoría. Entender un sistema de proposiciones científicas significa tomarlo en una visión de conjunto para ser analizado y juzgado a partir de un nuevo contexto, es decir, “interpretado dentro de una o varias estrategias metodológicas o proceso de “extrañamiento” que tienen una cosa en común: ellas transfieren un sistema (lógico) de proposiciones de su contexto original en otro contexto. Cambiando el contexto varias veces quedamos en capacidad de adquirir nuevas percepciones, perspectivas y vistas en la estructura de un sistema de proposiciones. El punto importante es que si examinamos esos contextos en los cuales el sistema de proposiciones llega a ser absurdo, estamos reconociendo las implícitas presunciones y consideraciones de ese sistema, es decir, estamos investigando su conocimiento tácito” (F. Wallner, 1994) Hoy en día muchos filósofos de la ciencia tienden a considerar el conocimiento de la ciencia como un conjunto de teorías que se están sustituyendo constantemente por nuevas teorías que enriquecen con explicaciones más precisas y sugerentes nuestra comprensión del mundo y de su estructura. Esta posición que comparten también los científicos ha suscitado controversias, divisiones y largos debates filosóficos sobre nuestras convicciones y certezas acerca del conocimiento que tenemos del mundo.


La tarea de una filosofía que quiera mostrarse adecuada a la cultura contemporánea de la ciencia debe reconocer esta realidad y empeñarse en la tarea de construir desde la historia una reflexión filosófica que pueda orientar e iluminar nuestras ideas y percepciones sobre el mundo y el conocimiento del hombre. “Podría decirse que el objeto de la filosofía de la ciencia se sitúa en el arsenal de resultados conceptuales e intelectuales de la actividad científica” (Aguirre, 2006) El profesor Wilson Espinosa introduce el problema del estatuto epistemológico de la psicología para afirmar que la “psicología es una ciencia –una ciencia bastante seria a pesar de todo- y muy necesaria para enfrentar de manera adecuada las problemáticas del hombre actual”. Las distintas concepciones, escuelas y posiciones teóricas e ideológicas que existen en psicología, hacen que este saber está circunscrito a un conjunto bastante heterogéneo de objetos y hasta con diferentes fundamentos, tanto que se podría hablar de psicologías o “ciencias de la psicología”. Espinosa, citando a Albert Ellis reconoce que, “la psicología dicho sea con franqueza, es prácticamente cualquier cosa que ustedes quieren que sea. En un último análisis, la psicología consiste en cualquiera de las definiciones que un autor, ustedes, yo o cualquier otro, deseen aplicarle” (1985 : 21). Frente a estas posiciones que hacen oscuro el panorama epistemológico de la psicología se hace necesario abrir un debate filosófico para tratar de confrontar las posiciones teóricas que manejan autores como Braunstein, Piaget, Bruner, Cole, Japiassu, Mason, Morales, entre otros. Las clasificaciones que usualmente se hacen en las ciencias se orientan por tres criterios básicos: 1) el de la materia de investigación o naturaleza del objeto de conocimiento; 2) por el método o métodos de investigación empleados en la estructuración del conocimiento y 3) por la estructura del lenguaje que regula la comprobación objetiva y por lo tanto verdadera de los nuevos conocimientos. La clasificación formal de las ciencias se atiene a los distintos criterios de verdad que en ellas se sustentan. Las ciencias se clasifican entonces en ciencias empíricas o de la naturaleza y en ciencias humanas y sociales que se ocupan del mundo de la cultura. Kuhn afirma que las teorías científicas no surgen básicamente de una observación sensorial sobre la naturaleza sino que dependen de un paradigma previo, es decir, de un modelo o concepto del mundo que es compartido por los miembros de una comunidad y que gobierna sus actividades.


Una teoría es una serie de conceptos abstractos que se hacen respecto a un grupo de hechos o eventos con el fin de explicarlos. Las declaraciones que hacen los científicos y que son aceptadas dentro de las diferentes epistemes se han ocupado del espacio general del saber, de sus configuraciones y modos de ser, de las cosas que aparecen en él, de sus mutaciones necesarias y suficientes y de las positividades que superaron el marco de las prácticas discursivas. La psicología se encuentra, a mi manera de ver y siguiendo la disertación del profesor Espinosa y sus conclusiones, en el problema de definir su estatuto teórico y las condiciones de validación de sus descubrimientos o acercamientos en el conocimiento del sujeto, de los procesos cognitivos humanos y de los fenómenos actuales de la cultura. Las definiciones y las teorías son para la ciencia, declaraciones que son verdaderas de acuerdo a la forma como se ha acordado utilizar el lenguaje con el que se construyen los constructos científicos. Las declaraciones científicas deben ser entonces validadas por una comunidad académica y científica a través de distinciones entre el conocimiento naciente e imperfecto y el conocimiento acabado y estabilizado; la distinción entre lo ideológico y la “verdad científica y una distinción entre una determinada concepción de verdad como algo dado y dado en el objeto de investigación”. Pero, las declaraciones científicas deben estar abiertas para ser rebatidas. Hoy asistimos a un progresivo desmantelamiento de las barreras metodológicas y epistemológicas que aislaban los conocimientos de una ciencia a otra. Los pragmatismos son los que impulsan actualmente la fusión entre distintos saberes y los desarrollos de la técnica. La tarea de señalar dónde termina la ciencia y comienza la técnica carece hoy en día de interés para los científicos. Probablemente la filosofía y la psicología deban unificar esfuerzos para pensar, con los aportes de la fenomenología, la estructura de la experiencia humana como relación intencional con el mundo, la temporalidad, la inter-subjetividad, el mundo de la vida, etc. Cultivar el debate de las ideas en el marco del disenso es reconocer que la filosofía ha abandonado la búsqueda de la unidad, la armonía y la totalidad para reconocer los discursos de la multiplicidad, la singularidad y la diferencia. Esta tarea se ve reflejada, a mi criterio, en las posiciones teóricas y en los debates que suscitan las conferencias de los profesores que publican en estos cuadernos sus trabajos.


I. SOBRE LA CIENCIA DESDE UN PUNTO DE VISTA FILOSÓFICO Por: Silvio Avendaño Cuervo

INTRODUCCIÓN Este ensayo es un acercamiento a la ciencia desde la filosofía. Esta reflexión intenta aproximarse al positivismo lógico, la fenomenología y el marxismo. Al mismo tiempo esta reflexión tiene limitaciones pues se ha centrado en tres escritos filosóficos. El primer ensayo, corresponde al positivismo lógico, y es el escrito Lógica, matemática y ciencia natural (1932) de Hans Hahn. El segundo momento del escrito corresponde a la fenomenología y, se detiene en las dos conferencias de Husserl, tituladas: La crisis de la humanidad europea y la filosofía, pronunciadas en 1936. El tercer mojón está centrado en el breve escrito Max Horkheimer: Observaciones sobre ciencia y crisis (1932), correspondiente al marxismo. La última parte de este sucinto escrito es un balance del trabajo elaborado. Considero que el período entre guerras –el arco comprendido entre la Primera y Segunda Guerra Mundial constituyó un momento significativo para la filosofía de la ciencia. En este momento el interés de los pensadores se concentró en buena parte en torno a la ciencia, dado el auge de la misma y las consecuencias de ella en el planeta. La ciencia, la más sagrada de las hijas de occidente, es cuestionada. No se debe desconocer que la ciencia y la aplicación tecnológica es uno de los elementos que más ayuda a configurar la barbarie del presente. A lo largo de los dos últimos siglos, la ciencia lleva a los saltos tecnológicos del carbónhierro-vapor a electricidad-concreto-acero y, en el Siglo XX a los cambios generados a partir de la ola del petróleo-motor de combustión, los chips y la genética. 1. LA VISIÓN DE CIENCIA EN EL POSITIVISMO LÓGICO El positivismo lógico como corriente filosófica intenta unir el empirismo con la lógica formal y con la tendencia que considera las proposiciones metafísicas carentes de significado pues no hay posibilidad en ellas de verificación. El positivismo lógico que incluye el Círculo de Viena, congregó a Rudolf Carnap, Moritz Schlick, Alfred Ayer, Bertrand Russell, surgió a principios de 1920 “cuando Mortiz Schlick llegó a la Universidad de Viena y se agrupó con Rodolf Carnap, Otto Neurath, Herbert Feigl, Friedrich Waismann, Philip Franck, Kurt Gödel”. Hacia 1929 aparece la publicación Wissenschaftliche Weltanfassung der Wiener Kreis (El punto de vista científico del Círculo de Viena) En 1929 editan Annalen der Philosophie, luego, una serie de publicaciones Einheitswissenschaft (Ciencia Unificada) y la famosa Lógica de la investigación de Karl Popper. La mayoría de


los filósofos se vieron en la necesidad de partir al exilio por el avance del nazismo. La tradición del positivismo continuó en Inglaterra, Escandínavia y los Estados Unidos. Dentro del positivismo lógico se encuentra Hans Hahn (1879-1934), profesor de matemática en la Universidad de Viena. En 1933 publica el ensayo Lógica, matemática y conocimiento de la naturaleza, en el cual esboza la relación existente entre teoría y observación. Es de anotar cómo ese artículo aparece cuando los conceptos clásicos de espacio, tiempo, materia, movimiento y energía se han transformado radicalmente y, cuando la revolución de la física moderna ha culminado en las tres primeras décadas del Siglo XX, cobrando existencia la teoría de la relatividad, la teoría de los quanta y la mecánica ondulatoria. Bien puede pensarse que, para ese tiempo, el efecto estremecedor de estas tres teorías era difuso. A su vez el ensayo de Hahn se publica en el mismo año en que los nazis ascienden al trono del mundo que, es el comienzo del exilio obligado de los filósofos, dada la hostilidad hacia el positivismo, por parte del régimen nazi, como se puede ver en las necrologías, con motivo del asesinato de Schlick en la cual se argüía que “los positivistas lógicos merecían ser asesinados por los estudiantes”. Para Hahn la concepción habitual en términos generales, en torno al conocimiento, es que disponemos de dos fuentes para conocer “el mundo”, la “realidad” de que formamos parte “nosotros mismos”; la experiencia y la observación, por un lado, y el pensamiento por el otro. Desde la antigüedad más remota, encontramos en filosofía la controversia acerca de dichas dos fuentes de conocimiento: ¿qué partes de nuestro conocimiento provienen de la observación a posteriori y cuales se deben al conocimiento a priori? En filosofía la confiabilidad de la observación es puesta en duda. Las percepciones de nuestro conocimiento son consideradas como engañosas. A lo largo de la historia, el conocimiento dado por los sentidos, frecuentemente es considerado como ilusión. A partir de esta constante que, considera como única fuente fidedigna del conocimiento al pensamiento, pues éste si capta el ser de las cosas, se descarta a la observación. No obstante, el empirismo inglés sostiene la superioridad de la observación sobre el pensamiento. A su vez la corriente empirista encuentra el escollo de no saber explicar el conocimiento de la lógica y la matemática. Estas caracterizadas por la validez universal no pueden provenir de la observación. La discusión entre empirismo y racionalismo lleva al fracaso en la pretensión de explicar el conocimiento desde el pensamiento o desde la experiencia. A partir del fracaso las concepciones dualistas llegaron a la conclusión que, tanto el pensamiento como la experiencia, son “igualmente legítimas, indispensables ambas para comprender el mundo”. Entonces, se consideró que el pensamiento aprehende las leyes más generales del ser, tanto la lógica y la matemática, mientras que la observación proporciona los detalles para rellenar ese marco.


Podría describirse a partir de esta concepción dualista el conocimiento como el que se obtiene por la experiencia con la cual formulamos las leyes naturales. No obstante, este punto de vista es insostenible porque la función del pensamiento es inconmensurablemente modesta pues: ¿cómo podríamos hacer para llegar de antemano al resultado necesario de la observación antes de haberla hecho?, ¿por qué lo que obliga al pensamiento compete al curso de la naturaleza? En este punto habría que acudir a una armonía preestablecida entre el curso del pensamiento y la trayectoria de los hechos, idea que lleva a una concepción teológica. Para poder salir de esta situación hay que volver al punto de vista empírico y considerar a la observación como la única fuente del conocimiento de los hechos; en cuanto en los hechos no hay “a priori material”. Sin embargo esta tesis sólo se puede hacer acerca del conocimiento material pues el conocimiento de la lógica y la matemática es distinto. El anterior planteamiento lleva a considerar la lógica en relación con la realidad. En la antigüedad, la lógica era considerada como la ciencia de las leyes más generales de las cosas, luego la lógica pasó a considerarse como la forma más general del pensar. Con todo, la lógica no trata ni de las leyes más generales del ser o del pensar sino que “la lógica es un modo en que hablamos acerca de las cosas” La lógica no surge más que con el lenguaje. La certeza e irrefutabilidad de la lógica se derivan de que esta ciencia no tiene que ver con objeto alguno. El enunciado de la lógica expresa una mera convención relativa a la manera en que se desea hablar. En la expresión: “un objeto no puede ser a la vez rojo y no rojo” no dice nada acerca del objeto sino que estipula una manera de hablar, sólo determina como queremos hablar del objeto. La lógica no trata de las cosas ni del pensar sino que está constituida por tautologías, es decir fórmulas que son siempre verdaderas cualquiera sea el valor de verdad de los elementos componentes y, por esto son universalmente validas e irrefutables. La lógica, por tanto, no se cimienta en las formas más generales del ser o del pensar sino que procede de nuestra manera de hablar de las cosas. Después de bosquejar la naturaleza de la lógica y de revelar cómo la lógica no plantea ni las formas más generales del pensar ni del ser, Hans Hahn se acerca al conocimiento matemático. A diferencia de Kant quien consideró que la matemática está constituida por juicios sintéticos a priori, Hahn supone que la matemática a igual que la lógica no tiene nada que ver con la experiencia, es decir la matemática es un conocimiento analítico. El carácter de la matemática está dado por la circunstancia de que no somos omnisapientes. Un ser omnisapiente sabría raudamente lo que afirma una proposición como 24 x 31, y entendería que 744 enuncia lo mismo. “Empero, para que nosotros tengamos conciencia de ello es necesaria una serie de transformaciones tautológicas, y en consecuencia, puede resultar muy sorprendente que al afirmar unas cuantas proposiciones implícitamente hayamos afirmado también una proposición que en apariencia era


distinta de ellas, o que en el fondo, se signifique de hecho lo mismo mediante dos complejos de símbolos que externamente son de tipo diferente”. Con claridad los planteamientos del positivismo lógico en cuanto a la lógica y la matemática son claros. La lógica está constituida por tautologías que no pueden captar realidad alguna; a su vez la matemática no está constituida por juicios sintéticos a priori sino que la matemática se acerca a la tautología y, tiene razón de ser en la medida que el conocimiento se caracteriza porque no somos omnisapientes. A su vez, el conocimiento de la naturaleza traza la relación entre observación y teoría. Hans Hahn considera la insostenibilidad de que la experiencia enseñe la validez de determinadas leyes de la naturaleza y, como “nuestro pensamiento no puede captar realidad alguna, el pensamiento formal no nos puede dar noticia acerca de acontecimiento alguno del mundo, se refiere sólo a la manera como hablamos acerca del mundo, sólo puede transformar tautológicamente a lo dicho”. Así, nunca es posible llegar a un conocimiento acerca de los hechos. El positivismo lógico sostiene que no hay leyes de la naturaleza. Los enunciados de la ciencia naturales no son más que hipótesis. “De ninguna ley de la naturaleza sabemos que sea válida como tal; las leyes de la naturaleza son hipótesis que se formulan a título de ensayo”. Aunque el ensayo de Hans Hahn no se extiende más allá de los propósitos que desea, los positivistas lógicos que, se interesaron por la lógica, la matemática y la ciencia natural, condenaron la metafísica porque supusieron que ésta no se ajustaba al pensamiento científico. Los positivistas lógicos al sustentar que las proposiciones de la metafísica debían ser verificadas para poder ser significativas, tal como ocurre con las hipótesis científicas, decían a la larga que la metafísica no debía tal cosa. Los ataques a la metafísica, por parte de los positivistas, se cimientan en la violación de las reglas que un enunciado debe satisfacer para poder ser significativo. Los enunciados metafísicos no son controlables por medio de la observación y, por tanto, los positivistas consideraron que no son significativos. Por ello, los positivistas no aceptan que el metafísico trace preguntas distintas a las esbozadas por el científico y que actúe con un método diferente. Lo anterior tiene explicación en que los positivistas no aceptan que exista una estructura inteligible de la realidad, en tanto que consideran que la metafísica no es accesible por los métodos de la ciencia empírica. Parecen olvidar los positivistas que alguien pueda observar y experimentar la realidad metafísica.


2. CIENCIA Y FENOMENOLOGÍA En la filosofía del Siglo XX se habla de fenomenología principalmente con Edmund Husserl (1859-1938). Sin embargo, la obra de Husserl es un trabajo de distintos momentos e intereses filosóficos, que no intenta abarcar este breve escrito. Para mí es significativo el último periodo de Husserl que, encuentro en Crisis de la humanidad europea y la filosofía, pues en él, Husserl no sólo elabora una filosofía de la historia sino que cuestiona la racionalidad occidental, desfigurada por la tendencia al objetivismo. La racionalidad tiene como resultado la ciencia positiva como el telos que lleva a la barbarie. Por ese interés racional que Husserl sometió al concepto de razón el cual desemboca en el totalitarismo, el ensayo indicado me llama la atención. Así que en un ensayo de madurez, publicado en 1936 intitulado Crisis de la humanidad europea y la filosofía, Husserl intenta “desde la filosofía de la historia, e inclusive en sentido teleológico” una comprensión de la filosofía y las ciencias. La preocupación de Husserl es la indagación sobre el sentido de la filosofía y el desarrollo de la ciencia, la cual se ha constituido cada vez más influyente en el mundo cotidiano. En ese intento de indagación sobre la función de la filosofía Husserl, a diferencia de la tendencia del positivismo, centrado en las proposiciones científicas y en la aclaración de las mismas, tendría como objeto de reflexión a la ciencia como prolongación de la filosofía en relación con el conocimiento ingenuo de los pueblos. Husserl pretende acercarse a las ciencias naturales y a “la medicina cuando se le considera en el nivel de las ciencias de la naturaleza y se la puede llamar arte de curar.” Este arte en la historia de los pueblos provenía de la experiencia ingenua y la tradición, mientras la medicina científica se ha erigido sobre las ciencias teóricas: ciencias naturales, la anatomía, la fisiología. Mientras el arte de curar se encuentra en el conocimiento de la tradición y en el acervo cultural de los pueblos, es el caso que la medicina ha buscado constituirse en el conocimiento de la física, química, biología... De la misma manera que el arte de curar se constituye en una tradición y en un saber popular frente al universo de la ciencia natural puede decirse de las ciencias del espíritu centradas en el hombre, en cuanto personas y hacia su vida y actividad. Sin embargo, la pregunta de Husserl sobre la barbarie de Europa y la manera de superarla, es: ¿por qué a despecho de su poderoso desarrollo fracasan las ciencias del espíritu en el cumplimiento del papel que las ciencias de la naturaleza desempeñan tan exactamente en su esfera? La cuestión de Husserl se presenta después de la Primera Guerra Mundial que, ha demostrado el avance armamentista y, de otra parte, cuando en Alemania se ha asesinado a Rosa Luxemburgo y Karl Liebneck, y el nazismo ha ascendido al trono del mundo, y la Segunda Guerra Mundial está en el horizonte. La inquietud de Husserl está articulada con el fin de la historia y el avance de la ciencia que lleva a la barbarie.


La preocupación de Husserl conlleva una comprensión distinta de la filosofía de aquella que afirma: “nosotros diríamos que si la filosofía ha de ser una rama del conocimiento distinta de la ciencia, ha de consistir en lógica o en alguna forma de análisis, y la razón de esto sería así como lo siguiente. Sostenemos que las proposiciones pueden dividirse en las formales, como las de la lógica y la matemática y de las proposiciones empíricas que son enunciados sobre las proposiciones observables o posibles”. La función de la filosofía para Husserl supone un saltarse el círculo del conocimiento científico y aventurarse a comprender la filosofía en el origen de la ciencia. Husserl entiende que la función de la filosofía, es la pregunta sobre la filosofía de la historia, en la cual se ha gestado el mundo de la ciencia natural. Por eso, Husserl en su reflexión de la filosofía de la historia acomete las ciencias naturales en función de la interpelación sobre la barbarie, que se constituye en el horizonte de la historia del siglo veinte, cuando las ciencias naturales sirven a la destrucción de la naturaleza y al nacimiento del totalitarismo, luego de ser derrotado el fascismo, el nacionalsocialismo y el comunismo. Por eso, el acercamiento a las ciencias, por parte de Husserl, es un análisis de la ciencia en relación con la filosofía de la historia. Esta perspectiva de Husserl señala cómo las ciencias naturales se caracterizan por la exactitud, la precisión que alcanza la objetividad. Las ciencias tal como lo plantea Kant, en la filosofía crítica, encierran la búsqueda empírica de carácter intuitivo, que va de lo intuitivo para alcanzar lo descriptivo “lo hacen con una amplitud y una precisión que rebosa cualquier búsqueda empírica limitada a la intuición”. La pregunta ontológica de la cual partía el quehacer filosófico desde Tales investiga e indaga no el “espíritu” sino el subbasamiento corporal, con el deseo de explicaciones físico químicas exactas. La filosofía, que tiene origen en Grecia, en su ramificación, como es el estudio de la ciencia natural lleva a la ceguera. El hombre de ciencia inclina el fiel de la balanza hacia la ciencia natural y no tendrá mayor peso las ciencias del espíritu. El caso del positivismo es significativo, al considerar como conocimiento tanto la lógica, la matemática y la ciencia natural y despreciar el númeno. En el siglo veinte se amplió el campo de las ciencias naturales al territorio del espíritu: fisicalismo en sociología, psicología, antropología... El círculo de las ciencias naturales se cierra sobre el espíritu. Por tanto enceguecido por el campo de la intuición + concepto, es decir por el estudio de los fenómenos desde el punto de vista científico-matemático, se ha escudriñado la realidad desde el prisma del naturalismo. No obstante, si se busca el origen de Europa se descubre en un punto, no tanto el lugar geográfico como el clima que creó el ambiente espiritual para el desarrollo de la filosofía. “Esa nación es la Grecia antigua de los Siglos VII y VI antes de Cristo. Es en ella donde apareció una nueva actitud ante el mundo circundante; es este el resultado de un género absolutamente nuevo de creaciones espirituales que rápidamente han tomado las proporciones de una cultura claramente delimitada. Los griegos le han dado el nombre de filosofía. La


filosofía surgió con el interés de explicar la totalidad. No obstante, poco a poco, se ramificó en ciencias particulares”. Las palabras filosofía y ciencia trazaron un sendero que atraviesa la historia. Significó una ruptura con el mundo anterior tanto en el nacimiento de la filosofía, como las adquisiciones que poco a poco se erigieron a partir de la ciencia. La nueva actitud creó tensión de vivir en lo finito pero al mismo tiempo la tensión con el infinito. La matemática es un conocimiento que abre la posibilidad de lo infinito “pues la matemática- la idea del infinito, de tareas infinitas- es como una torre babilónica, aunque sin haber llegado a concluirse, continua siendo una tarea llena de sentido, abierta hacia el infinito”. La filosofía y la ciencia son caminos abiertos. La primera porque al decir de Platón y de Aristóteles el asombro lleva a la búsqueda de conocimiento y la ciencia porque hace posible el conocimiento discursivo. Sólo que cuando se cumple tal cosa si bien es posible el despliegue de la pasión por el conocimiento se establece una división entre la representación del mundo real y el mundo real y, hace que “surja el nuevo problema de la verdad, no en consecuencia, el de la verdad encadenada a las tradiciones, sino el de una verdad que es idénticamente valida para todo aquellos a los que no enceguece la tradición, la cuestión de la verdad en si... Con el nacimiento de la teoría hay una separación entre la comunidad de los filósofos y de los científicos y aquellos que comparten la actitud natural”. La nueva actitud a la que lleva la filosofía es a la actitud crítica frente a la realidad. El filosofo, por lo tanto, pone en cuestión el mundo de la vida en la que se encuentra inmerso. El conocimiento “provoca una profunda transformación de la praxis y por lo tanto de la vida” La experiencia ingenua de la vida y las tradiciones son cuestionadas por la verdad objetiva. Con ello se forja en el seno de la comunidad la actitud filosófica y, al mismo tiempo, el espíritu conservador, que frente a la actitud filosófica genera rechazo. La segunda parte de Crisis de la humanidad europea y la filosofía de Husserl continua en el intento de esclarecer por qué las ciencias del espíritu no han conseguido contrarrestar la barbarie generada a lo largo de la historia. El nacimiento de la filosofía y de la ciencia genera el racionalismo que, según Husserl, es la raíz de la crisis de Europa, evidente a lo largo del siglo XX “exactamente, el nombre más general que le conviene es el de objetivismo”. Este constituye en una desviación del racionalismo. Mientras la filosofía de Platón indaga la totalidad y encuentra la razón de ser cuando supera la condición de sometimiento en la que se hallan los hombres, de tal modo que se descubre el conocimiento científico y la dianoia, y; de la misma manera que en siglo dieciocho, Kant trazó la distinción entre fenómeno y númeno como realidades distintas, que requieren un tratamiento diferente y; mientras Hegel mostró que el conocimiento no se agota en el entendimiento + concepto sino que consideró que el campo de la metafísica es territorio de la lógica, la inclinación que se ha desarrollado a lo largo del Siglo XIX es el objetivismo. Esta propensión hacia el


naturalismo hace que el prisma del conocimiento “sea despojado del mundo, de tal modo que el mundo se convierte en un objeto, en verdad objetiva, en oposición a la subjetividad”. Bien puede decirse que la filosofía desde Grecia tiene dos polos que son objetos de la racionalidad: la tendencia de Demócrito a explicar los fenómenos desde la homogeneidad y, la tendencia de Sócrates que plantea una visión distinta. En el mundo moderno, Descartes si bien encuentra los ejes de la filosofía en la tríada de res cogitans, extensa y creans, forja del método de las ciencias naturales que devela que “el espíritu es una realidad natural, un objeto en el mundo; como tal está basado en el cuerpo”. Por lo tanto, no hay inclinación por una investigación explicativa que concierna al espíritu. Con ello la filosofía que nació como el interés de la razón por investigar la totalidad se mutiló al seguir el sendero del objetivismo, olvidando o desconociendo la subjetividad. Husserl consideró que esa predisposición al objetivismo no es más que ingenuidad. Luego de Kant, que señaló como campo de la filosofía como la isla del conocimiento matemático y la extensión del númeno, el avance posterior fue el positivismo con el método experimental constituido por hipótesis, observaciónexperimentación, inducción-deducción. El esfuerzo por constituir la fundamentación de las ciencias del espíritu por parte Dilthey, la otra mitad del globus intelectualis, no tuvo éxito pues el esfuerzo de Windelband (historia y ciencia natural) y de Rickert (ciencia natural-ciencia cultural) sigue siendo tributarías del objetivismo. Con el positivismo, el campo de la intuición + concepto, se “olvida el espíritu que es la capacidad de conocer el entorno y a sí mismo” El avance de la ciencia natural no se extingue con el mundo de las cosas sino que se extiende a la psicología, la sociología, cuando la primera se constituye como ciencia de la conducta y la segunda en conductismo social. La sociología al forjarse como ciencia fáctica incluye la ética y el derecho “son disciplinas subsidiarias” en las que se eliminan “los residuos metafísicos” Por eso la ética debe independizarse de la metafísica, al ubicar el problema central de la ética es sólo el interrogar acerca de la explicación causal de la conducta moral. El caso de la jurisprudencia, según el positivismo, es una técnica social y en cuanto tal, dirigida a las leyes de tipo causal de la conexión causal de medios y fines. El objetivismo “hace que todas las entidades metafísicas cuyos preceptos procuraban obedecer los hombres y cuyos poderes “sagrados” veneraban desaparecen – al decir de Otto Neurath en Sociología en fisicalismo-. En su lugar permanece, como sustituto empírico, confinado dentro de las formulaciones puramente científicas, la conducta real de los grupos, cuyos órdenes operan como fuerzas empíricas sobre los individuos. Que esos grupos de hombres, den fuerza a ciertos individuos y refrenen a otros, es un enunciado que tiene sentido en el contexto de la conducta social”.


El conocimiento termina siendo estudiado por la ciencia natural, dejando por fuera la mitad del globus intelectualis, al decir de Dilthey, pues se explica la totalidad por el objetivismo. Husserl señala un camino distinto a la objetividad. Intenta incursionar en la subjetividad. Por eso propondrá otra senda de la racionalidad filosófica que es la subjetividad. Frente a la ingenuidad del objetivismo. Husserl formulará la fenomenología trascendental. Ante la incapacidad del naturalismo que se agota en la objetividad, Husserl considera que la filosofía tiene su destino en la Lebenswelt, mundo de la vida, vida cotidiana, mundo circundante, en relación intersubjetiva que mueve a una nueva perspectiva. Al final del ensayo Crisis de la humanidad europea y la filosofía Husserl concluye: “espero, sin embargo, haber mostrado que en este momento no asistimos a la renovación del viejo racionalismo, el cual era un racionalismo absurdo, absolutamente incapaz de aprehender los problemas que tan de cerca nos tocan”. Este racionalismo se agota en las proposiciones de la lógica y de la matemática y en las proposiciones de la ciencia natural. Husserl conceptuó que la vuelta a la subjetividad conducía a “la cuestión del ser, el problema de la norma y las cuestiones llamadas de la existencia”. 3. LA CIENCIA A LA LUZ DE LA TEORÍA CRÍTICA En el marxismo occidental es notable, en el Siglo XX, la Escuela de Frankfurt. Es bien conocido como en 1922, Felix Weil, un joven judío con inquietudes filosóficas, consiguió de su padre (un acaudalado comerciante en granos, radicado en la Argentina) la financiación de un encuentro entre estudiosos del marxismo, entre otros Karl Koch y Georg Lukacs. La iniciativa tuvo éxito pues condujo a crear en 1923, el Instituto de Investigación Social que se asoció con la Universidad de Frankfurt, inicialmente bajo la dirección de Karl Grünberg. Una de las realizaciones más importantes, del mencionado instituto, fue la publicación de los escritos inéditos de Marx: La ideología alemana, Manuscritos de economía y filosofía y Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Desde 1931 el instituto, bajo la dirección de Max Horkheimer, tomó las características que se le atribuyen, al centrarse en la reflexión de la Teoría crítica desde la fusión del marxismo, desde una visión no ortodoxa, de un marxismo occidental que conjuga la herencia de la filosofía alemana de Kant hasta Hegel con la tradición de la teoría de la sociedad desde Marx hasta Durkheim y Max Weber. El instituto funda la revista Zeitsschrift für Sozialforschung (Revista de investigación social) que apareció entre 1932-1941 en la cual escriben los más destacados intelectuales europeos. Max Horkheimer publica en 1932, el ensayo Observaciones sobre ciencia y crisis. El mencionado escrito tiene los rasgos fundamentales de una crítica de la ciencia, en la que se perfila el doble frente que llega hasta la disputa sobre el positivismo en los años setenta: la posición contra el cientifismo y contra la metafísica. Al igual que Husserl en Crisis de la humanidad europea y la filosofía, Max Horkheimer en


Observaciones sobre ciencia y crisis cuestiona el objetivismo de las ciencias naturales y pone al descubierto que la ciencia se encuentra en el contexto de la práctica social. Desde los planteamientos de Husserl acerca del objetivismo y la barbarie y, desde los planteamientos marxistas de Horkheimer que mira la ciencia en relación con la teoría de la sociedad, se dan los elementos que en la Escuela de Frankfurt que desarrollaran mas tarde no sólo con Max Horkheimer sino Herbert Marcuse y otros filósofos críticos. El primer punto con el que se inicia Observaciones sobre ciencia y crisis de Max Horkheimer ubica la ciencia en la teoría de la sociedad de Marx. Por lo tanto, la ciencia no se desliga de la sociedad. La ciencia en la teoría marxista es vista como fuerza productiva del hombre. En el mundo del capitalismo la ciencia adquiere determinado sentido. La ciencia supone la política, en la medida en que la transformación de la naturaleza implica la del hombre. La ciencia en el mundo capitalista crea una dinámica en la configuración del conocimiento que, en los “países avanzados” está unida con la industria. Por ello, el investigador contribuye con sus inventos, de tal modo que el papel del científico deja de ser la aventura creadora para transformarse en una inversión rentable, que figura en la cuenta del capital de las empresas, con su etiqueta masificadora. El científico busca culminar investigaciones que pronto gracias la tecnología tienen sentido en la economía de mercado. Sin embargo, el hecho de que la ciencia en el mundo capitalista sea una fuerza productiva no significa en ningún momento que los intereses científicos difieran de la importancia social. Así los intereses sociales no definen la verdad científica, pero la verdad científica es un factor del proceso histórico. En el capitalismo moderno la ciencia está unida con la economía, sin embargo, ese hecho no significa que la ciencia se emplee en el nivel científico de máximo aprovechamiento. Más bien la ciencia trasforma continuamente el mundo a través de la tecnología que produce materias primas, mano de obra instruida, mejores métodos de producción, sin que esto repercuta necesariamente en provecho de los hombres. Ahora bien, la ciencia tiende a ser vista en general como el estudio de teorías que llevan al conocimiento el cual permite el desarrollo y dominio de la naturaleza, cuestión que no se relaciona en general con la teoría de la sociedad. Es más cuando en el mundo del capitalismo se habla de crisis, la explicación que se da a este fenómeno no se relaciona con las dificultades que produce la ciencia en la sociedad, donde la ciencia a partir de las profundas trasformaciones económicas crea crisis en el mundo de los hombres, sino que las explicaciones tienden a darse desde elucidaciones de carácter metafísico. Para Horkheimer, la ciencia de las décadas de la preguerra tuvo como característica un estrechamiento de la racionalidad. A diferencia del proyecto de la


Ilustración que no se contentó con el análisis, como el gran instrumento intelectual del conocimiento físico-matemático, sino que vio en él el arma necesaria del pensamiento en general, la tarea del científico, posterior a 1850, fue la adaptación al mercado científico que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad extracientífica. En el siglo de la Ilustración la razón no se agotó en el campo de la ciencia, sino que buscó ser una energía, una fuerza que no se agotó en la actividad científica. En el caso de la Ilustración, el análisis, cuya fuerza se demostró en el dominio de los números y de las magnitudes, se aplicó tanto al ser psíquico como al ser social. En el caso de Hobbes hay un vínculo entre la teoría de la naturaleza y la teoría social. Ambos conocimientos son aplicaciones diferentes de la idea de que el conocimiento humano no comprende sino aquello que surge de sus propios elementos. No obstante, la cuestión es distinta en las décadas de la preguerra, cuando la ciencia estuvo interesada en la justificación del presente. Es más, la ciencia enfocada hacia el ser y no el devenir, tiende a explicar la sociedad semejante a procesos naturales que se repitan. La sociedad es percibida como una máquina complicada y, por tanto se mutila la realidad social al estudiarla desde la óptica del positivismo. Hubo crisis hacia finales del Siglo XIX en el seno de la ciencia natural. Esta crisis constriñó a repensar las deficiencias de los métodos tradicionales y exigió a replantear los fundamentos epistemológicos. Sin embargo, lo ocurrido en el campo de la ciencia al configurar la teoría atómica, cuántica y de la relatividad tiene como característica la separación de la actividad científica de las cuestiones metafísicas. Con ello se gestó un discurso ideológico de la ciencia, el cual no plantea el antagonismo existente en la sociedad, visible en situaciones económicas en la contradicción entre los grandes monopolios y la miseria. En la ciencia se gesta la crisis pues hay contradicción entre la carencia de fundamento en la elección de las tareas científicas y la ciencia que no es capaz de entender la realidad vital, es decir la sociedad. Por eso, es significativo en el mundo científico la arbitrariedad de las ideas científicas y la dilapidación de energías intelectuales. Ahora bien, para la teoría crítica de la sociedad a diferencia del idealismo que nada dice acerca de la relación entre la jerarquía de los bienes materiales y bienes espirituales, pues el idealismo separa lo material de lo espiritual, en el caso de la concepción materialista de la ciencia se plantea cómo al subordinar la ciencia a la economía capitalista, la ciencia se atrofia y se aniquila al ser humano. Para Max Horkheimer no puede separarse la ciencia de la sociedad. Precisamente este tipo de relación hace posible comprender el esclerosamiento de la crisis de la sociedad, dada sus contradicciones sociales, desligada de la ciencia, en la cual hay desorden cultural, dados los intereses y los grupos a los que sirve.


CONCLUSIÓN Es posible que el conocimiento humano tenga origen en el deseo de explicar la totalidad que no se agota en el conocimiento científico Y esa necesidad de ir más allá del conocimiento científico, de abrevar en la totalidad hace que el interés de la filosofía no se agote en el conocimiento teórico. Así, desde esta perspectiva que tiene como eje la distinción entre fenómeno y númeno, es posible mirar el período de entreguerras, donde se gesta un cúmulo de inquietudes acerca del conocimiento. Esto lleva, a quien escribe este ensayo, a querer desentrañar la filosofía de la ciencia que germina con el positivismo lógico, la fenomenología y la teoría crítica. Por ello considero que los ensayos de los que he partido son significativos pues muestran cómo el conocimiento no puede pretender satisfacerse dentro de los límites del positivismo lógico, tendencia que se puede ver en la lógica, la matemática y el conocimiento de la naturaleza de Hans Hahn. No sucede lo mismo con Edmundo Husserl en Crisis de la humanidad europea y la filosofía pues en esa reflexión está presente la limitación del conocimiento cuando se agota en el conocimiento científico. A su vez la reflexión de la teoría crítica, en este caso, en el sucinto ensayo Observaciones y crisis sobre la ciencia de Max Horkehimer existe la conciencia de que la teoría tradicional de la ciencia, es decir aquella que tiene sus alcances dentro del fenómeno (intuición +concepto), deja por fuera el mundo que se encuentra allende del conocimiento científico, como es el mundo del númeno. En el positivismo lógico existe la disposición a fundamentar el conocimiento científico y el desprecio por la metafísica. A diferencia de Kant quien considera que la metafísica “existe y existirá mientras haya hombres” y que tiene sentido para la comprensión de las preguntas vitales del hombre, en el caso del positivismo lógico, la metafísica carece de sentido. Es así como en el positivismo lógico la fuerza de gravedad de la filosofía se hace en la ciencia y en el desprecio del númeno. Está tendencia del positivismo lógico se encuentra emparentada con Ernst Mach (1838-1916) quien a finales del siglo diecinueve escribió Ciencia de la mecánica en la que ofrece una explicación totalmente científica de la mecánica. Además de hacer tal trabajo elude la terminología escolástica y desarrolla la lógica simbólica. Tal tendencia culmina en la formación de la corriente filosófica conocida como positivismo lógico. Tal doctrina sostiene que la suma de todo nuestro conocimiento se encuentra en la lógica, la matemática y la ciencia natural y, que la metafísica no encierra otra cosa que palabrería. No hay nada más significativo que se pueda encontrar allende de la experiencia científica. En cierto modo hay afinidad entre el positivismo y Kant, cuando éste último considera que el conocimiento científico se encuentra dentro de los alcances y límites de la ciencia natural (intuición + concepto). Los positivistas lógicos como Hans Hahn, insisten en que la observación empírica va acompañada de un criterio que está vinculado, en cierto modo con el pragmatismo de laboratorio y, que la metafísica se


encuentra fuera del alcance del conocimiento científico al no ajustarse al criterio de verificación. Por lo tanto, para los positivistas lógicos el principio de verificación es el criterio según el cual el significado de una proposición es su método de verificación. Sin embargo, el positivismo lógico al considerar que el conocimiento científico es todo y despreciar la metafísica, adoptó una posición política frente a los acontecimientos que se dieron en su momento. Así, Schlick fue asesinado por un estudiante nazi. Ante este hecho y el ambiente poco propicio para la filosofía los positivistas lógicos eligieron el exilio. La posición política del positivismo se encuentra en su concepción de la ciencia que no admite la metafísica. En el seno del movimiento positivista existía desprecio por la metafísica. Todo nuestro conocimiento se encuentra dentro de los alcances y los límites del conocimiento científico. Con ello los positivistas lógicos revelan reverencia por la ciencia. Sin embargo, si bien encontraban acuerdo en torno al conocimiento científico y el desprecio por la metafísica, la historia del movimiento polemiza por el principio de verificación: “el significado de una sentencia (proposición) está determinado por las experiencias que permiten determinar de un modo conclusivo una sentencia (proposición verdadera o falsa) Si no puede verificarse carece de sentido”. Desde le punto de vista del positivismo lógico tiene sus alcances, en términos de la filosofía de Kant, en un agotarse en el territorio del fenómeno. La filosofía del positivismo lógico encuentra tanto en el objeto como en el método, en el campo de lo posible, es decir en el terreno de lo empírico. La metafísica no se ajusta a los moldes del positivismo lógico, se halla en el campo de las proposiciones que carecen de sentido, porque sus objetos son suprasensibles, es decir, no pueden ser sometidos al principio de verificación pues son inexperimentables. Ahora bien, dentro de este ambiente, en el cual hay la tendencia a valorar la ciencia y a despreciar la metafísica, se puede enmarcar la fenomenología de Husserl. La inquietud que atraviesa la fenomenología es si la filosofía, en su esencia de razón, a lo largo de la historia no ha conducido a reducir la razón al campo del conocimiento que no va más allá de la experiencia posible. Husserl mira la razón, en la filosofía de la historia de occidente, como el quehacer del logos que se desvía hacia el objetivismo. El camino que guía la razón apunta al naturalismo y desconoce el númeno. Este hecho hace que se llegue a la crisis pues la razón ha terminado por perder su esencia al dedicarse al conocimiento científico. En la historia de la razón en occidente la metafísica se ha ido desvaneciendo, frente al avasallamiento del conocimiento científico. La filosofía que nace en Grecia estuvo interesada en la pregunta ontológica pero no se detuvo en ella sino que con Sócrates adquirió una nueva dimensión. En términos kantianos la filosofía del naturalismo (intuición + concepto) es decir el conocimiento científico no se aventura allende de la isla del conocimiento científico para asumir los problemas vitales de la existencia humana. La razón, en su


quehacer teleológico en la historia, permanece en la isla del conocimiento científico. En lugar de asumir el campo del númeno, el positivismo lógico cae en la ingenuidad del fisicalismo, en decir de encontrar el conocimiento científico como único conocimiento valido. Esto significa que la razón objetiva asume territorios como la psicología, el derecho, la ética... desde el campo del objetivismo. Mientras el positivismo lógico encuentra la razón de ser, tal como lo plantea Hans Hahn, en los alcances de la lógica, la matemática y el conocimiento de la ciencia natural y el desprecio de la metafísica, Edmund Husserl en Crisis de la humanidad europea y la filosofía esboza como la tendencia de la filosofía lleva al naturalismo, en el cual lo esencial es el conocimiento objetivo. El positivismo establece su alcance en los conceptos que tienen referente empírico, es decir, bajo el principio de verificación. El positivismo cubre el conocimiento objetivo y deja por fuera la subjetividad, el campo del espíritu. Husserl bosqueja el concepto de razón como determinación y autodeterminación. La filosofía, que al mismo tiempo alcanza el determinismo y la libertad, ha caído en el mundo del conocimiento objetivo, al olvidar el númeno, es decir el territorio de la libertad. Es así, como Husserl intenta descentrar la filosofía del conocimiento objetivo para aventurarse en la Lebenswelt- el campo precientífico, el mundo cotidiano del hombre, en sus múltiples prismas de vida diaria. De allí es de donde la filosofía debe tomar sus temas de investigación pues de otra manera “se cae en el aborrecimiento del espíritu y la barbarie”. En el mundo moderno Galileo funda una ciencia, caracterizada por el lenguaje matemático que intenta alcanzar la esencia de la realidad. La razón al enfocarse en el mundo objetivo sigue el camino del determinismo planteado por Demócrito y el olvido de la senda filosófica planteada por Sócrates. La ciencia natural alcanza éxito en la conquista de la naturaleza e implementación tecnológica, mientras que la otra mitad del globus intelectualis permanece impotente, abstracta y carente de sentido. Mucho más este campo se inclina por el objetivismo como se advierte en psicología, sociología, antropología La filosofía en su despliegue de la razón no ha hecho otra cosa que buscar conocimiento de tal modo que la realidad es vista desde conceptos, caracterizados por la necesidad y la universalidad. Por lo tanto, la ciencia encuentra en los conceptos universales y necesarios la “esencia de la realidad”. El conocimiento de la ciencia natural hace posible una copia de la realidad trascendente. Por tanto, los conceptos naturales no son más que una copia matemática, es decir una forma pura, considerada como verdadera realidad de la naturaleza. Sólo que en la filosofía platónica existe la unidad de episteme y ética, cuestión distinta de la ciencia galileana en la cual hay una separación entre conocimiento científico y las condiciones de la Lebenswelt. Ahora bien, la reflexión filosófica sobre la ciencia no sólo está en el positivismo que, pretende alcanzar la totalidad del conocimiento dentro de los alcances y límites del conocimiento científica y el desprecio por la metafísica; también la


fenomenología husserliana en Crisis de la humanidad europea y la filosofía evidencia la razón objetiva como el sendero que lleva a que el conocimiento científico sea el fundamento, despreciando el conocimiento númenico. Husserl intenta dar salida, al plantear la cuestión “del ser, el problema de la norma, las cuestiones de la existencia”. La fenomenología critica al positivismo porque desvía a la razón, pues hay una degradación de la lógica a mera cuestión técnica. Husserl propone para superar esa desviación de la razón, rescatar el antiguo logos de la tradición griega. Por la filosofía de la historia y la subjetividad se puede reconstruir el sentido de la ciencia, como producto teórico. No obstante, en este punto se argumenta frente a la propuesta de Husserl si tal propósito alcanza una crítica certera del positivismo. La teoría crítica, en uno de sus más conspicuos representantes, Herbert Marcuse en Sobre ciencia y fenomenología sostiene que el planteamiento husserliano “es una ideología que apenas roza el carácter inhumano de la sociedad”. Si bien es cierto que Husserl en sus conferencias Crisis de la humanidad europea y la filosofía crítica el positivismo, esta crítica se queda en el interior de la ciencia. Para Marcuse la crítica de Husserl al positivismo si bien critica la ciencia, se queda en la superficie del problema, sin alcanzar el áspero suelo de germinación de la ciencia. La crítica de Husserl no alcanza el mundo externo de la ciencia, es decir desconoce cómo la ciencia en el conjunto de la sociedad produce no sólo el conocimiento sino la configuración de los hombres, pues la ciencia lleva a la administración total de los hombres. La fenomenología de Husserl no alcanza los contenidos concretos de la historia. Si bien propone el sujeto trascendental, como una manera de superar el positivismo, olvida o no considera que la organización social legitima el positivismo. A pesar de que Husserl tiene la intención de desvertebrar el positivismo, esa pretensión toca someramente al positivismo, pues es una intuición abstracta, al no alcanzar las raíces del problema de la ciencia en la práctica social. La subjetividad está enraizada en la materialidad del trabajo, y este como actividad pierde el carácter humano y se hace necesaria la desalineación, es decir la liberación de la necesidad y de la miseria en la existencia de los hombres. La ciencia, en la teoría tradicional (positivismo), es abstraída del cultivo, tal como se cumple en la división del trabajo de una etapa dada, pues la ciencia no es solamente un proceso intracientífico sino que se encarna en la industria. Sin embargo, bien puede llegar a creerse que la ciencia como tal es independiente de la realidad social. El discurso husserliano de la ciencia cae en la abstracción de la razón, al desconocer como tal que la razón bien sea subjetiva u objetiva no depende de ella misma. No se trata de la ciencia como experiencia de la razón que se desvía de la naturaleza racional sino que la ciencia como tal se encuentra en la realidad material de la sociedad.


El positivismo como la construcción de un sistema universal en el que el orden no se desarrolla más que en los contextos de demostración, no pasa de ser otra cosa que la teoría tradicional de la ciencia. El positivismo mitifica la ciencia al considerar que la totalidad del conocimiento no es más que el conocimiento científico. Pasa por alto el esbozo de Kant quien consideró el conocimiento físicomatemático como una isla frente al campo del númeno. El ataque a la metafísica por parte del positivismo es el desprecio a la razón. Por eso el positivismo con su tesis del conocimiento encerrado en los límites y alcances de la experiencia físicomatemática no hace otra cosa que desconocer que la experiencia no se queda en ella misma sino que está al servicio del dominio de la naturaleza y la explotación de los hombres. Por eso el positivismo cercado en el mundo de la lógica, la matemática y el conocimiento de la ciencia natural, al desconocer el númeno, como campo de la razón y como espacio de la libertad, termina por ser razón instrumental. Así, la ciencia en la visión de Husserl en Crisis de la humanidad europea y la filosofía asume la filosofía como desarrollo que ha hecho posible el despliegue de la razón que ha conducido a la “barbarie y al aborrecimiento del espíritu”. Es preciso, por tanto, traspasar las concepciones caracterizadas por la unilateralidad, bien del positivismo o de la fenomenología, al considerar que la ciencia es “un encadenamiento sistemático de proposiciones bajo la forma de una sistemática unitaria” o suponer que la ciencia natural “no es más que una desviación: el objetivismo”. Se olvida que el a priori de la ciencia y la tecnología es un a priori político y social, en la medida en que la transformación de la naturaleza implica el conjunto de la sociedad. La ciencia desde el positivismo o desde la fenomenología está mediada por la razón práctica: “el molino de brazo da la sociedad con el señor feudal; el molino de vapor, la sociedad con el capitalismo industrial”.

BIBLIOGRAFÍA HABERMAS, Jürgen (1975). Taurus.

Perfiles filosófico-políticos. Madrid: Ediciones

HAHN, Hans (1978). Lógica, matemática y conocimiento de la naturaleza. En: El positivismo lógico (comp. A. J. Ayer) México: Fondo de Cultura Económica. HORKHEIMER, Max (1998). Observaciones sobre ciencia y crisis. En: Teoría critica. Buenos Aires: Amorrortu Editores. HUSSERL, Edmundo (1970). La crisis de la humanidad europea y la filosofía. En: Revista Eco, Vol 20, nos. 5-6, marzo-abril.


MARCUSE, Herbert (1972). Del pensamiento negativo al positivo: la racionalidad tecnológica y la lógica de la dominación. En: El hombre unidimensional. Barcelona: Editorial Seix Barral. ______________ (1970). Sobre ciencia y fenomenología. opresora. Caracas: Editorial Tiempo Nuevo.

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NEURATH, Otto (1978). Sociología en fisicalismo. En: El positivismo lógico (comp. A. J. Ayer) México: Fondo de Cultura Económica. SCHLICK, Moritz (1978). ¿Qué pretende la ética? En: El positivismo lógico (comp. A. J. Ayer) México: Fondo de Cultura Económica.


II. LA POLÉMICA DISTINCIÓN ENTRE CIENCIAS SOCIALES Y CIENCIAS NATURALES: LA CUESTIÓN DEL ESTATUTO CIENTÍFICO, LAS BASES METODOLÓGICAS Y LA NATURALEZA DEL OBJETO DE ESTUDIO Por: John Alexánder Giraldo Chavarriaga Dentro de las ciencias distinguimos entre ciencias naturales y todas las demás. Antiguamente, esas otras ciencias recibían el nombre de ciencias del espíritu. Pero esto sólo sucedía en Alemania, país que creía en el espíritu y en las ciencias. Hoy resulta más bien incómodo y por eso en los países anglosajones para nombrar a las disciplinas que se ocupan del hombre y de su cultura ya no se habla de ciencias, sino de humanities, del mismo modo, en Alemania se habla de ciencia humanas. (Dietrich Schwanitz. la cultura. todo lo que hay que saber. p. 630).

Es habitual iniciar una presentación de la polémica entre ciencias sociales y ciencias naturales definiendo ambos tipos de conocimiento, quedando de esta manera prefijada la distinción que es el objeto mismo de la disputa. La rivalidad que suscita entre los cultores de una disciplina la elección de los fenómenos que serán estudiados, la valoración de la metodología general seguida en sus investigaciones y el establecimiento o la adopción de un lenguaje para la presentación de sus resultados teóricos, configura el escenario real en el que la distinción entre ciencias sociales y ciencias naturales se advierte y se torna crítica. Partir de una definición que establezca dicha distinción presenta la desventaja de simplificar o desfigurar demasiado las complejas y a veces sutiles distinciones entre las ciencias de uno y otro tipo, puesto que estas diferencias se instauran con más fuerza en el terreno de sus desarrollos históricos que en las directrices de su fundación como disciplinas o ciencias emergentes. Es por esta razón que las nociones “puras” de ciencia y, en general, todo apriorismo científico suelen permanecer confinados a los dominios especulativos de la filosofía sin ser realmente tenidos en cuenta en el quehacer científico (Geymonat, s.f.: 11 - 25). Un examen crítico y profundo de la clasificación de las ciencias debería exponer los rasgos característicos de las disciplinas contrastadas en su historicidad y evaluar, a partir de ello, las consideraciones que promueven este tipo de distinción haciendo explícitos los elementos de juicio involucrados en la definición de ambos tipos de ciencia para luego impugnarlos si es preciso. La polémica entre ciencias 

Al referirme a dos tipos de ciencia no pretendo ignorar la existencia de un tercer tipo que está conformado por las llamada ciencias exactas, abstractas o formales, a este grupo pertenecen especialmente la lógica y las matemáticas. Dado la carencia de un objeto concreto y la falta de contenido en sus estudios no hay duda de que estas ciencias ocupan un nivel diferente en la categorización de las disciplinas científicas al ocupado por las ciencias naturales y las sociales que se han agrupado bajo rótulos como el de ciencias reales -debido a Wilhelm Wund (Sistema de


sociales y ciencias naturales presenta diversos ejes temáticos que, básicamente, se refieren a problemas de orden metodológico y práctico. En el primer caso, se discute la selección de los objetos de estudio, la finalidad de los estudios y los medios de abordarlos. En el segundo caso, se cuestiona la efectividad de los programas de investigación y su necesidad, aspectos que son comprendidos en la pregunta por la fiabilidad de la ciencia, la cual delimita una indagación mucho más amplia que la abordada en la noción de validez de una teoría científica. El tratamiento de problemas de este segundo orden requiere un estudio tanto internalista como externalista de la ciencia. Por internalista puede entenderse el tipo de estudio que presenta analítica y sintéticamente las relaciones entre los elementos internos de una ciencia, como son sus conceptos, enunciados, leyes y teorías. El internalismo puede ser ejemplificado en el tipo de trabajo analítico que realizaron los neopositivistas del Círculo de Viena en la década de 1930, en especial el alemán Rudolf Carnap. Con el término externalista me refiero al tipo de estudio que desborda las fronteras de una ciencia en su presentación “canónica” o formal para considerar el papel de las decisiones culturales, los intereses políticos, las limitaciones económicas o los acondicionamientos sociales de toda índole en la dinámica científica. Este tipo de estudio ha sido emprendido por los denominados historicistas y representantes de otras posturas a menudo señalados como “irracionalistas”, cual es el caso del historiador estadounidense Thomas Kuhn y del metodólogo vienés Paul Feyerabend. Si bien la revisión crítica a las epistemologías o filosofías de la ciencia presentes en el siglo XX ha decantado la fallas reducionistas del positivismo lógico, también las reacciones que suscitaron algunas tesis de los programas logisistas y fisicalistas, y de manera especial el principio verificacionista del significado y la noción de conocimiento, están hoy sujetos a serias críticas. Tal es el caso de la actual sociología del conocimiento (con la obvia excepción de la obra fundadora de Karl Mannheim y Robert K. Merton), que ha reconducido el holismo inicial de su concepción crítica hacia un monismo metodológico que haya en la sociología la clave de la determinación de Filosofía, 1889)- o el de ciencias abstracto-concretas –debido a Herbert Spencer (La clasificación de las ciencias, 1864). Las ciencias abstractas o formales, sin embargo, no dejan de participar de la polémica abordada en el presente trabajo, pues la tradición lógica positivista pretendió emplearlas como herramienta de axiomatización y reducción de las ciencias persiguiendo el ideal de una ciencia unificada. 

El término holista es empleado en filosofía de la ciencia para designar aquella perspectiva teórica que considera sus objetos de estudio como totalidades compuestas de elementos estructurales relacionados funcionalmente. Esta perspectiva ha rechazado la simplificación propia de los instrumentalismos y elementarismos, individualismos o monismos. 

El monismo metodológico podría exponerse como la posición según la cual sólo bajo la consideración de las relaciones como constituyentes internos de una realidad y de modo alguno independientes o externos a ella, puede explicarse dicha realidad. En la polémica estudiada la referencia al monismo metodológico en contraposición al holismo, puede entenderse como la reducción de todos los aspectos epistemológicamente relevantes de la ciencia a fenómenos


las empresas científicas. La unilateralidad de esta postura, a saber, del sociologismo metacientífico como la llama el epistemólogo estructuralista Ulises Moulines, poco difiere de los excesos reductivos de los internalistas. Quienes han tenido una formación media saben que existe la distinción entre ciencias sociales y ciencias naturales, y saben también que es operativa en la actualidad. En efecto, siempre se tiene una idea, aunque vaga, de los criterios de demarcación empleados, ya que por lo regular estos aparecen implícitos -pero fácilmente reconocibles- en los calificativos distintivos de las ciencias sociales y las naturales, como puede apreciarse en el siguiente listado. Ciencias Sociales Ciencias del espíritu Ciencias del hombre Ciencias humanas o humanísticas Ciencias de la cultura Ciencias históricas Ciencias especulativas Ciencias “blandas” Ciencias bajas “Pseudociencias”

Ciencias Naturales Ciencias de la naturaleza Ciencias físicas Ciencias positivas Ciencias inductivas Ciencias empíricas Ciencias deterministas Ciencias “duras” Ciencias altas “Ciencias”

La distinción no es algo meramente conceptual, su carácter operativo puede apreciarse en la distribución que los programas de formación profesional y las unidades académicas en torno a las facultades de ciencias sociales o humanidades y de ciencias naturales tienen al interior de las universidades; en la clasificación de proyectos de investigación en el marco de convocatorias para su financiación; en el tratamiento excluyente o preferencial que dan los teóricos a las ciencias de uno u otro tipo, como se evidencia en la mayor parte de los trabajos de corte epistemológico, ético, tecnológico, histórico o crítico; en la conformación de asociaciones científicas y en la organización de eventos científicos, que rara vez reúnen profesionales de ambas áreas del conocimiento científico. Otro hecho que advierte la asimilación práctica de la distinción es su empleo en juicios de valor que descalifican el trabajo científico que se desarrolla en uno u otro tipo de ciencia. Las connotaciones negativas que arrastran ciertas denominaciones como “pseudociencia” o ciencias “blandas” aplicadas a las ciencias sociales o la exclusión misma de estas del corpus científico bajo la rúbrica: humanidades, son casos claros del impacto valorativo de una taxonomía para la ciencia en la representación y organización social del conocimiento científico. Connotaciones como estas afectan también a los representantes de las sociales que sólo pueden ser explicados o comprendidos a partir de una teoría de la realidad social. Cf. BUNGE, Mario. Sociología de la Ciencia. Buenos Aires: Siglo Veinte, 1993.


ciencias naturales quienes son caricaturizados, no con poca frecuencia, como enajenados sociales, “instrumentalistas” o “técnicos”. En la mentalidad de quienes poco conocen el quehacer científico o carecen de una visión holística o integral de las ciencias se configura una oposición insalvable que funda auténticas militancias antihumanistas o antinaturalistas. Haciendo un uso restringido del término “ciencia”, la gran mayoría de manuales generales de historia de la ciencia no incluyen en su repertorio científico a la sociología, la economía o la antropología, lo cual parece explicarse por la aparición relativamente reciente de las ciencias sociales frente a una más larga, y en consecuencia mejor documentada, tradición de las ciencias naturales. Como ilustración puede leerse la estimada obra en tres volúmenes del neorracionalista italiano Ludovico Geymonat. Esta Historia de la filosofía y de la ciencia sólo incluye en su volumen tercero titulado “El pensamiento contemporáneo” referencias científicas a la lógica, la matemática, la geometría, la física, la astronomía, la química, la biología, la cibernética y la psicología. Esta situación también es frecuente en los textos que se proponen presentar los problemas más relevantes en la ciencia actual, bien sea desde el punto de vista de la ciencia o el de la filosofía. Un ejemplo de ello lo encontramos en el libro La ciencia contemporánea y sus implicaciones filosóficas de Alfonso Pérez de Laborda, quien es catedrático de Historia de las Ciencias en la Universidad Pontificia de Salamanca. En este manual se presentan problemas planteados por la mecánica cuántica, la física relativista, la biología evolucionista y la cosmología; las únicas referencias a ciencias sociales son breves y corresponden a disciplinas cuyas investigaciones siguen de cerca los progresos de ciencias naturales como la biología, cual es el caso de la sociobiología y la antropología en la perspectiva del materialismo cultural. Al fin de cuentas, en ambos casos los representantes de estos enfoques disciplinales, Edward Wilson y Marvin Harris, se han suscrito al “método científico” de la ciencia natural (Wilson, 1980 : 564 - 593 y Harris, 1982 : 11). En ocasiones, la exclusión y el móvil mismo se expresan directamente en trabajos epistemológicos ampliamente reconocidos y divulgados, como es el caso de la obra titulada Entre ciencia y filosofía de J. J. Smart, donde se lee que “la sociología al igual que la historia no suele utilizar como principios generales más que aquellos que son más bien del sentido común”; agregando en otro apartado que “consideraré que la „ciencia‟ comprende la física, la química, la astronomía, la geología y las ciencias biológicas, incluyendo la psicología experimental, pero no las ciencias sociales y la historia” (1975 : 16). Este ejemplo es una muestra de que la clasificación de las ciencias no obedece simplemente a la modesta intención de dividir el conocimiento en grupos según la afinidad de sus objetos o de sus instrumentos de investigación siguiendo imperativos de orden práctico, como lo piensa el filósofo Nicola Abbagnano, autor de uno de los diccionarios de filosofía más consultados (1994 : 168 - 169). La clasificación de las ciencias parece revelar


los cuestionamientos que suscita el estatuto científico de las disciplinas que han sido marginadas. La preponderancia de las ciencias naturales y el desplazamiento que suelen sufrir las ciencias humanas, plantea, a estas últimas, la necesidad de una autoafirmación que suele polarizarse en las siguientes dos alternativas: o admiten que se inscriben en una racionalidad no científica o no positiva (en el sentido del positivismo), o se acogen a los cánones del conocimiento científico declarando sus incipientes desarrollos. En la cuestión del reconocimiento social de una disciplina, materializado en distinciones o prestigio, espacios para la formación académica y fondos para investigación, entre otros, prevalecen actitudes cientistas de corte positivista o las anticientistas derivadas de la escuela crítica y las manifestaciones estéticas del movimiento posmoderno. En estas actitudes se hace clara la naturaleza del problema: la generación de nuevos campos del saber que buscaron validarse como sistemas de conocimientos verdaderos en contraposición con sistemas especulativos basados en opiniones y creencias no justificadas o en asentimientos emocionales descalificados como juicios de valor. La validación a que se hace referencia obra en una de sus vías mediante la homologación al ideal general de ciencia perfilado por los filósofos o al paradigma de ciencia reconocido por tradiciones y elites intelectuales. En otra vía, la validación de un nuevo campo de saber requiere fundar sus propios paradigmas de investigación y elaborar una noción abstracta de ciencia o su sustituto epistemológico. La subordinación a una tradición de conocimientos o la adecuación a una noción apriorística de la ciencia, frente a la edificación autónoma de un saber, definen un conflicto teórico de representación de la actividad investigativa mediado por dos criterios enfrentados: ajuste o autonomía. La representación y valoración del conocimiento emergente de cara al estatuto científico desempeñan un papel tan esencial en la legitimación y, por ende, en la continuidad de las prácticas investigativas que todos los miembros de una comunidad de conocimiento suelen estar muy atentos a las expresiones con las que otros se refieren al tipo de trabajo que realizan, para replicar si es necesario y -expresado en términos mertonianos- avivar en cada oportunidad las brasas de la polémica. No hay que olvidar que incluso tradiciones muy bien consolidadas han acabado por unos cuantos detractores que empezaron sospechando del carácter “incuestionable” de las “verdades eternas”, como ocurrió con la física aristotélica que sucumbió ante las novedosas consideraciones del matemático italiano Galileo Galilei, pese a todos los intentos emprendidos por el Santo Oficio para acallarlo, recluirlo e invalidarlo. La clasificación de las ciencias como procedimiento valorativo y parcial desvirtúa los propósitos de la organización del conocimiento en términos de un uso racional de los recursos investigativos y formativos y la conformación de una comunidad crítica. En vez de generar una polémica incesante, tales distinciones deberían facilitar las discusiones fundamentales de las diversas disciplinas, permitiendo,


entre otras cosas, el análisis comparativo de los objetos de los cuales se ocupan, la finalidad del conocimiento obtenido y los medios empleados en la investigación. identificando en unos y otros tanto las afinidades como las divergencias irreconciliables para abrirse paso con más claridad en sus propósitos comprensivos y explicativos. Lamentablemente, la realidad es otra; la inclusión de una disciplina en un determinado grupo trae consigo connotaciones ajenas a su propio valor cognoscitivo, de tal suerte que ante los ojos de una comunidad científica parcial la inclusión en un grupo se asume como una exclusión que margina. Las prácticas de exclusión se basan en el establecimiento de jerarquías que extreman o maximizan las diferencias metodológicas y sus dominios respectivos de aplicación hasta el punto de cuestionar la validez de ciertas prácticas poniendo en entredicho su estatuto científico. El establecimiento de toda jerarquía rompe las relaciones de paridad e instaura relaciones de subordinación y supraordinación. La clasificación de las ciencias con frecuencia ha degenerado en jerarquización, impidiendo con ello el alcance de la muy proclamada “interdisciplinariedad” y promoviendo, contrariamente a lo deseable, programas reduccionistas que pretenden que una ciencia “reina” se constituya en la base que dé fundamento seguro a las restantes ciencias que le serían subalternas. ¿Pueden reducirse los procesos biológicos a procesos químicos? ¿Las propiedades de los organismos y las leyes que regulan sus conductas y sus interacciones con el medio son susceptibles de expresarse en el lenguaje de la física? Las respuestas afirmativas a este tipo de planteamientos reduccionistas que se identifican con el programa fisicalista y, en general, con todo monismo metodológico tienen también sus detractores como, por ejemplo, los partidarios de las tesis emergentistas . Existen, por supuesto, relaciones de subordinación que están plenamente justificadas, tal es el caso de los campos de especialización en el interior de una 

A los medios frecuentemente se asocia el método, como aquello que media el conocimiento del objeto para alcanzar los fines propuestos. Dada la falta de univocidad del término “método”, es necesario distinguir las acepciones más frecuentes o más destacadas en la literatura sobre epistemología y en las discusiones internas de toda ciencia. Los tres componentes señalados en las cuestiones metodológicas, a saber, el objeto, la finalidad y los medios de la investigación científica permiten el reconocimiento de las funciones asociadas al método. Anna Estany, en su libro Introducción a la Filosofía de la Ciencia, distingue al menos tres ordenes de metodología: la M1 está constituida por los aspectos técnicos e instrumentales de la investigación en una disciplina; M2 es la reflexión sobre los aspectos anteriormente enunciados, por lo que corresponde a la filosofía de la ciencia o a la metodología de la ciencia expuesta por los filósofos; M3 corresponde tanto a la metafísica subyacente a la ciencia y a la filosofía de la ciencia, como a la metafilosofía, una especie de metateoría de la filosofía de ciencia. Cf. ESTANY, Anna. Introducción a la Filosofía de la ciencia. Barcelona: Crítica, 1993. pp. 27-31. 

El emergentismo, en analogía con la emergencia de los organismos biológicos a partir de seres de un nivel inferior o anterior según la teoría evolucionista, plantea que cada nivel de la realidad tiene respecto del anterior propiedades irreductibles.


disciplina científica como la física electrónica, la física nuclear o la óptica con respecto a la física, la biología genética, molecular o la entomología como subsidiarias de la biología, o la psicología cognitiva o comportamental de cara a la psicología general; por otro lado, también se reconocen relaciones de coordinación o de paridad entre disciplinas aunque sólo si estas se encuentran en el “mismo nivel jerárquico”, por ejemplo, la fisicoquímica, la geología o la biofísica. Lo mismo no podría afirmarse con igual certeza de disciplinas como la sociobiología, antropobiología o la neuroligüística. En definitiva, no puede negarse que resulta “útil” clasificar las actividades investigativas ni que dicha utilidad sea temporal y se ajuste a los desarrollos de los campos del conocimiento asociados con ellas y a los intereses explicativos de la comunidad científica (Cf. Smart, 1975: 13). La moderna clasificación de las ciencias en dos grupos tiene su origen en 1834 cuando André Marie Ampère en su Ensayo sobre la Filosofía de las Ciencias sugirió una sugestiva distinción : las ciencias noológicas o del espíritu, y las cosmológicas o ciencias de la naturaleza. De las ciencias del espíritu hacen parte las propiamente noológicas (que son filosóficas: psicología, ontología y ética, y nootécnicas: tecnestesia y glosología), y ciencias sociales (que son etnológicas: etnología, arqueología e historia, y políticas: cibernética, etnodicea y diplomacia). La distinción básica de Ampére se ha mantenido hasta nuestros días aunque con ligeras variaciones nominativas; por ejemplo, Bois-Reymond en 1878 en su Historia de la Cultura y Ciencias Naturales clasifica las ciencias en culturales y naturales. Por su parte, Dilthey contribuyó enormemente a fijar esta distinción enfocándose en los diferentes modos de acercamiento cognoscitivo al objeto de estudio y el carácter de proximidad entre el investigador y su objeto. Las ciencias naturales, según el criterio de Dilthey, buscan la vía de la explicación causal de un objeto que es externo al investigador; las ciencias del espíritu, en cambio, buscan el camino de la comprensión de un objeto que es el hombre mismo y por ello su principal instrumento es “la psicología analítica y descriptiva” . La “experiencia

Existen, por supuesto, otras clasificaciones anteriores del saber: Aristóteles organizó su producción en tratados que correspondían a áreas delimitadas del conocimiento, los estoicos crearon un sistema coherente de conocimientos dividido en lógica, física y ética, el pensum medieval racionalizó la enseñanza a través de la distribución del conocimiento en asignaturas correspondientes a las artes liberales del Trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el Quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía), Francis Bacon propuso en La Gran Instauración una taxonomía basada en tres facultades del hombre (memoria, razón y fantasía): Historia (sagrada, civil y natural), Ciencia (Teología natural, Ciencia de la Naturaleza y Ciencia del Hombre) y poesía, para sólo mencionar unos pocos ejemplos. Aunque en general pueden extenderse los antecedentes de la distinción entre ciencias naturales y ciencias humanas más allá de la obra de Ampère, tomo este referente histórico por la clara dicotomía que propone y su visible actualidad. 

La diferencia entre explicación y comprensión puede analizarse con las herramientas de la semántica lógica haciendo uso de la lógica de predicados de primer orden. el verbo explicar constituye un predicado triádico, es decir, un predicado que afecta tres argumentos (e, f y c) así: un


vivida” o revivida constituye, en este sentido, una fuente preciada de indicadores de la realidad histórica, puesto que la realidad humana, tal como aparece en el mundo histórico social, puede y debe ser comprendida desde dentro porque sólo desde allí podemos representárnosla con el fundamento de nuestros propios estados. En este orden de ideas, no se comprende al hombre como se explica un hecho o un fenómeno físico; al primero no puede observársele como a un objeto externo salvo ignorando lo que constituye su humanidad, es decir, el rasgo esencial que realmente ocupa a las ciencias del espíritu. La dilucidación de un objeto de estudio que está comprometido en el estudio mismo por ser su agente, justifica la clasificación de las ciencias establecida por Dilthey y encuentra su utilidad en el propósito y fin de la investigación: el comprender, ese “recuento del yo en el tú…”, en el que “el sujeto de saber es aquí idéntico a su objeto y éste es el mismo en todos sus grados de objetivación” (Dilthey, 1913 – 1982). Windelband, uno de los más sobresalientes neokantianos, subrayó en su obra Historia y Ciencias de la Naturaleza el aspecto histórico de las ciencias sociales que le impiden formulaciones universales en términos de leyes generales, llamándolas ciencias ideográficas, por la búsqueda de los caracteres singulares. A las ciencias naturales las llamó nomotéticas, en virtud de sus intentos de descubrir las leyes que conciernen a la naturaleza. El término nomotético (Nomothetisch) es kantiano, significa “dador de leyes”. Con él, Kant designa al juicio reflexivo porque este provee máximas para la unificación de las leyes naturales. De naturaleza diferente es el juicio trascendental que contiene condiciones para el ordenamiento en categorías e indica bajo qué condiciones de la intuición sensible puede darse realidad a un concepto determinado. Este tipo de juicios están más cerca de caracterizar las teorías de las ciencias sociales en el sentido metodológico de Weber y sus tipos ideales, ya que trata de condiciones de posibilidad de la realidad. Al lado de la propuesta de Windelband está la propuesta clasificatoria de Rickert quien en su obra Límites de la conceptuación Naturalista insistió en los aspectos generalizadores e individualizadores como claves para la demarcación entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu, respectivamente. En las últimas clasificaciones expuestas puede notarse que las finalidades del conocimiento científico social y del conocimiento científico de la naturaleza, sujeto e explica f a un sujeto c. por su parte, el verbo comprender constituye un predicado diádico, al afectar solamente a dos argumentos (e y f): un sujeto a comprende b. En ambos casos puede agregarse la frase subordinada: “mediante una teoría t”. Esta diferencia desde el punto de vista pragmático permite orientar la discusión de los criterios de aceptabilidad de una teoría t acerca de un fenómeno f propuesta por un(os) científico(s) a ante una comunidad científica competente c. En el caso de las ciencias naturales, c aceptará la teoría t(f) propuesta por e si explica satisfactoriamente el fenómeno f. en el caso de las ciencias sociales, desde la perspectiva de Dilthey, c aceptará la teoría t(f) propuesta por e si a través de ella puede comprender satisfactoriamente el fenómeno f. la compresión difiere entonces pragmáticamente de la explicación. Si quiere justificarse la clasificación de las ciencias según sus finalidades explicativas o comprensivas, la explicación y la comprensión deberían considerarse como conceptos que pertenecen a dos niveles categoriales distintos.


responden a propiedades esenciales de la realidad estudiada, que asimismo deben perfilar las opciones metodológicas asumidas para su conocimiento. Esta relación necesaria ente objetos, medios y fines que ya había sido planteada puede entenderse mejor si consideramos la finalidad comprensiva de las ciencias sociales frente a la explicativa en ciencias natural y el uso de medios distintos a la leyes causales (como los tipos o los modelos) en las ciencias sociales como determinaciones del carácter histórico de su objeto. La historicidad de las ciencias sociales, en efecto, remite tanto a la discusión del papel de la comprensión versus la explicación como a la tesis actualmente más admisible que plantea distinguir la explicación causal de las ciencias naturales con la explicación condicional de las ciencias sociales. Este último enfoque se remonta a las investigaciones de Max Weber sobre la causalidad y la explicación en la historia en relación con los factores considerados condicionantes como el “curso de los acontecimientos históricos”, que figuran en sus Estudios críticos en el campo de la lógica de las ciencias de la cultura. La explicación histórica presente en las ciencias sociales se distingue de la explicación causal que domina el discurso naturalista, pero la diferencia no es insalvable, Weber pensaba que la explicación histórica es, de alguna manera, una explicación causal específica puesto que los fenómenos históricos son singulares (están limitados en el tiempo y en el espacio, por lo que son irrepetibles) y no permiten el paso generalizador que da a la ley una validez universal. La diferencia puede parecer cuantitativa, pero no lo es. No hay diferencia de grado entre el apropiarnos de un saber determinando sus condiciones generales de posibilidad en relación con un esquema nomológico y penetrarlo descubriendo el motivo concreto que puede ser revivido internamente. Aunque en la primera mitad del siglo la conducta cientista de algunos estudiosos de las ciencias sociales era frecuente, otros, sociólogos, como Znaniecki, Sorokin y Mc Iver, concluyeron que debían abandonar la vía de la explicación causal. El giro se debe en parte a la larga crisis epistemológica que desde la crítica humeana a la causalidad, reavivada por la falibilidad del método inductivo puesta en claro por Karl Popper, ha puesto en tela de juicio los fundamentos mismos de la ciencia moderna. Las ciencias sociales tienen herramientas cognoscitivas distintas a la formulación de leyes, capaces de servir a sus intereses comprensivos. Las tipologías prestan este servicio aunque sólo en una fase de juventud del campo de conocimiento o ciencia en cuestión, pues se espera que con su madurez esta pueda desarrollar o adaptar métodos más efectivos o fuertes. Weber desarrolló el procedimiento metodológico de las tipologías para la sociología dándole el nombre de tipos ideales, que se definen como construcciones posibles de un orden conceptual de las cosas. Otros autores como H. Becker y J. McKinney continuaron con está orientación tipológica constructivista, tratando de extender su poder heurístico a un poder propiamente explicativo que permitiera dar el paso hacia la generalización teórica, aceptando sus alcances dentro de los límites señalados por lo que actualmente se conoce como interaccionismo, es decir, el reconocimiento de una concordancia entre el orden mental y el orden de las cosas en virtud de un mutuo acomodamiento que tiene su origen en la interacción sujeto-objeto.


McKinney en Tipología constructiva y teoría social expresa que “el tipo es un medio para reducir las diversidades y las complejidades de los fenómenos a un nivel general y coherente”, siendo la función científica del tipo construido la de “ordenar los datos concretos de manera que estos puedan describirse en términos que los hagan comparables, a fin de que la experiencia obtenida en un caso, a pesar de su unicidad, se pueda emplear para revelar con cierto grado de probabilidad lo que se espera en otros casos” (McKinney, 1968 : 16, 17). De acuerdo con esto, la utilidad de los tipos en los procesos de comparación e inducción generalizadora permite pasar de la descripción de los casos individuales a la cuantificación (probabilística) (Mayring, 2001), lo cual juzgado desde el paradigma cuantitativo naturalista constituye una ganancia de estatus para las ciencias sociales. Semejante a esta herramienta tipológica es la modelación. Los modelos son básicamente construcciones teóricas que representan una realidad simplificando sus aspectos esenciales . El epistemólogo argentino Mario Bunge en un ensayo titulado ¿Qué es y a qué puede aplicarse el método científico? (1980 : 37) advierte la importante función que en el ascenso científico de la economía hace más de un siglo cumplieron los modelos al ser empleados como metodologías rigurosas para la investigación social. Expresa Bunge que “los economistas científicos, tales como Marx, Cournot y Walras, lejos de limitarse a juntar datos o enunciar hipótesis especulativas, formularon modelos precisos, recogieron datos relevantes a dichos modelos, y formularon predicciones que, a la larga, permitieron evaluar dichos modelos”. Como sostiene este epistemólogo, pese al carácter “tosco” de dichos modelos el hecho de haber seguido una construcción cuidadosamente científica y el ser empleados con propósitos explicativos y predictivos marcó una diferencia en el carácter científico de los estudios económicos como disciplina social. Sean cuales fueren los criterios de cientificidad, la naturaleza de los fenómenos que suscitan el interés científico y los métodos empleados en el conocimiento, estará presente una polémica en torno a la clasificación de las ciencias, simplemente porque en cada delimitación conceptual, en cada definición lingüística o en cada práctica diferenciada se evidencian diferencias que quisieran ser salvadas o conservadas y se conceden estatus que quisieran ser compartidos o tenidos en exclusiva. Toda clasificación por duradera que sea es siempre temporal; una polémica puede acabar con el desuso de la taxonomía en cuestión, pero surgirá una nueva allende a la nueva clasificación adoptada. Tanto la vieja polémica como anterior clasificación pronto caerán en el olvido como estas palabras raras que me permitiré citar con un fin específico: tópica, hipótica, tética, nomotética, teleocanónica, praxicanónica, noológica, diatónica, inarmónica,

Un excelente y detallado estudio de los significados de “modelo” se encuentra en el capítulo XIII “Modelos y arquetipos” de la obra de BLACK, Max. Modelos y Metáforas. Madrid: Tecnos, 1966. pp. 216 -238.


cromática, teátrica, didascálica, neumatofísica, meteórica, nigromancia, diética, tecnestesia, etnodicea, cenoscopia, idioscopia, temperancia, glosología, posología, eidología, nomología, poiología, paleoetiología y planimetría. Estos términos suenan hoy extravagantes, ficticios, obscuros; el que posean un significado es fácilmente puesto en duda por quien los juzga arbitrarios. Pero su disposición no es la de un juego de palabras insólitas, todos ellos son términos que en diferentes momentos de la historia han sido acuñados o retomados por pensadores como: Guillermo de Conches, Rodolfo de Longchamp, Domingo Gundisalvo, André Marie Ampère, William Whewell, Charles Sanders Peirce, Adrien Naville, Carl Stumpf o Wilhelm Dilthey, para clasificar el saber, para organizar racionalmente los contenidos de las actividades intelectuales del hombre. Muchos de ellos nombran el mismo género de actividades aunque lo hacen recurriendo a criterios taxonómicos distintos. Inadvertidamente, quien desconoce sus significados encuentra en su enumeración el encanto perverso que ejerce lo que siendo enunciado no puede ser pensado, es decir, la barrera que se instaura entre el lenguaje, la realidad y el pensamiento cuando al signo no puede encontrársele un significado y, por tanto, se desconoce a qué hace referencia. Ciertamente los términos clasificatorios de estas taxonomías no hacen parte de los códigos culturales de la actualidad, no se reconocen en las prácticas lingüísticas corrientes, y, sin embargo, correspondieron a esquemas perceptivos con los cuales los filósofos interpretaron el orden general del conocimiento con el fin de prescribir divisiones útiles para la formación, el aprendizaje, la investigación y la publicación de textos, en una palabra, para la academia. Ahora bien, estos códigos no se inscribieron en sus dominios de aplicación; la cultura académica en distintos niveles formativos prefirió otros códigos, en apariencia más claros, más naturales, más espontáneos, adoptando la actual clasificación de las ciencias, que en su nivel más general disocia las ciencias naturales de las ciencias humanas. Pero aún bajo términos clasificatorios ya tan familiares como biología, sociología, antropología, historia, matemática o física prevalece una reflexión inquietante capaz de desestabilizar la taxonomía científica aunque pocos tengan el interés suficiente para dedicarse a cuestiones que algunos pragmáticos incultos peyorativamente califican como nominalistas. ¿Contamos acaso con una definición satisfactoria de lo vivo que justifique la unidad del saber biológico? ¿Hemos llegado a un acuerdo básico sobre el tipo de fenómenos que propiamente podemos llamar sociales? ¿Existe una noción acotada de la cultura? ¿Hay suficiente claridad en torno al rol del investigador en la construcción del hecho histórico y su interpretación? ¿De qué manera áreas tan disímiles entre sí pueden figurar bajo el término matemática? ¿Sabemos claramente a qué llamamos realidad física o hay una idea general para interpretar el tipo de paradojas a que conducen las teorías físicas contemporáneas? Todo orden epistemológico a la vez que presenta una alternativa razonable al caos en el cual no es posible pensar o en el cual todo pensamiento se diluye, tiende un velo a otras formas posibles de ordenar la realidad. La imaginación así encauzada en el


reinado temporal de una taxonomía puede incluso aplicarse al pensamiento de otro orden posible para contenerlo o para reconocer los límites del propio y pretender desbordarlo, pero casi siempre lo hace con la seguridad que le proporciona la estabilidad de la vieja estructura, en cuyo derrumbamiento habría de emplear mucho más que una razón sana y una imaginación libre.

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III. DESARROLLOS ACTUALES EN FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Por: Juan Carlos Aguirre García INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ SE ENTIENDE POR FILOSOFÍA DE LA CIENCIA? El presente trabajo se compone de tres apartados. En primer lugar, se plantea una introducción en la que se delimita el objeto de la filosofía de la ciencia y se hacen unas reflexiones en torno a sus problemas básicos; luego, se hará un breve recorrido por los momentos más representativos por los que ha transitado la filosofía de la ciencia; y, finalmente, se esbozarán algunas de las nuevas propuestas concernientes a este campo filosófico. El interés del presente se enmarca en un intento por clarificar algunas nociones confusas que sobre la filosofía de la ciencia han hecho carrera en ciertos medios académicos, así como plantear un debate en torno a su pertinencia en nuestro contexto. Es una verdad de Perogrullo decir que la ciencia es un fenómeno cultural que depende de una enorme cantidad de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, técnicos, legales, políticos, ideológicos, etc. Aunque no tan obvio, es biológicamente más fundamental el hacer que el pensar y para ello un caso: la gramática: "mucho antes de que a nadie se le ocurriese reflexionar sobre el habla y tratar de explicitar la gramática de la lengua, la gente ya llevaba cientos de miles de años hablando. Los mejores conversadores, oradores y escritores no han solido tener ni idea de gramática. Y maldita falta que les hubiera hecho" (Mosterín, 1982 : 11). La anterior frase de Mosterín, situada en una reflexión en torno a la filosofía de la ciencia, debe tener una justificación. Efectivamente, la ciencia es más reciente que el habla "y la reflexión sobre la ciencia, la filosofía de la ciencia, es también una actividad parasitaria de la ciencia misma y muy posterior a ella" (Ibíd.) Entre ciencia y filosofía de la ciencia se tienden una serie de relaciones: la mayoría de científicos no sabe ni quiere saber nada de filosofía de la ciencia, la mayor parte de los filósofos de la ciencia no aporta nada al progreso de la misma. Sin embargo este, que podría ser para muchos un argumento contra la filosofía de la ciencia, no es lamentable: "somos muchos y [en este gran planeta] hay sitio para todos, para los que hacen, para los que reflexionan sobre lo que los otros hacen e incluso para los que tratan de hacer y reflexionar a la vez" (Ibíd.) Así pues, una reflexión sobre la filosofía de la ciencia no tiene por qué despertar tantas paranoicas sospechas. El filósofo de la ciencia entiende que la ciencia produce un saber distinto al saber común, al conocimiento que se transmite en la vida cotidiana, toda vez que es un saber más sistematizado, regimentado, explicitado, un saber con mayor alcance y precisión. Al interior del discurso de la


ciencia "se introducen nuevos conceptos, se aplican nuevos métodos, se formulan definiciones, hipótesis, leyes, y, en las ciencias más avanzadas, se construyen teorías" (Ibíd. : 12). Podría decirse que el objeto de la filosofía de la ciencia se sitúa en este arsenal de resultados conceptuales o intelectuales de la actividad científica. Que esos resultados están inmersos en un contexto de dominación ideológica..., que los procesos creativos del científico son incontrolables..., que Galileo era un oportunista; es decir, que alrededor de la ciencia haya muchos elementos, eso nadie lo niega. La ciencia ha ido concitando el interés de muchas otras disciplinas como la sociología de la ciencia, la sicología de la ciencia, la historia de la ciencia. Pero, quede claro, el estudio de las teorías es el foco central de atención de la filosofía de la ciencia. Delimitado el campo de estudio de la filosofía de la ciencia (que en países de habla alemana se llama "teoría de la ciencia", en Francia también se conoce como "epistemología", en España y Latinoamérica como "metodología"), podríamos definirla como: "teorización sobre teorizaciones" (Moulines, 1982 : 42), de lo cual se desprende: a. La filosofía de la ciencia es una actividad intelectual de segundo nivel. b. Se entiende teorización como "producción deliberada de ciertas entidades que llamamos teorías" (Ibíd.) c. Teorías, en una definición provisional, son "esquemas conceptuales interpretativos que, supuestamente, nos permiten a los seres humanos entender las cosas que «ocurren por ahí»" (Ibíd.) Obviamente, al filósofo de la ciencia no le interesan las teorías mitológicas, ni las metafísicas, ni las ideológicas, sino aquellas que se aprenden, propagan y usan en facultades, institutos y centros llamados de "Ciencias Naturales", "y además algunas de las que pertenecen a otras áreas (como parte de los Centros de Economía, Sicología y Lingüística)" (Ibíd. : 46). Con base en lo anterior, podríamos rebatir ciertos mitos que sobre la filosofía de la ciencia se han creado: El primer mito bicéfalo consiste en aducir que la filosofía de la ciencia no pertenece al ámbito general de las ciencias de la cultura, sino a cada disciplina en particular. Frente a lo primero, es preciso recordar que las teorías científicas son "un subconjunto propio del conjunto global de las teorías sobre la realidad" (Ibíd.), unos fenómenos culturales (actividades humanas que se dan dentro de ciertas formas socio - culturales) y, por tanto, la filosofía de la ciencia pertenece a las llamadas ciencias de la cultura, también conocidas como Humanidades. Frente a lo segundo, que degenera en el eslogan: "la filosofía de la ciencia deben hacerla


los propios científicos", sugiere una confusión que parte de la no diferenciación entre dos niveles conceptuales: la interpretación directa de los fenómenos (naturales o sociales) y la interpretación de las interpretaciones. Es como si dijéramos que la gramática latina sólo puede ser analizada por los romanos. A este respecto dice Moulines: El pequeño fundamento real que tiene esta actitud es el siguiente: Muchos científicos temen que el estudio filosófico de su ciencia degenere, por ignorancia, en una especie de «cienciaficción», en una fantasía sobre la verdadera naturaleza de esta ciencia. Este peligro es real (aunque se ha exagerado más de la cuenta). La manera de obviarlo, por supuesto, es hacer un estudio concienzudo de las teorías científicas en cuestión. Ningún filósofo serio pondrá esto en duda. Pero no hay que olvidar que analizar concienzudamente una teoría científica no es lo mismo que practicarla o aplicarla [...] El hecho de ser practicante de la ciencia (o religión, o lo que sea) en cuestión no implica que uno esté en mejor posición para poder interpretarla filosóficamente. Muchos científicos, cuando se han puesto a filosofar sobre su propia ciencia, han producido gran cantidad de banalidades, simplificaciones y hasta barbaridades (Basta leer algunas de las cosas que han escrito, por ejemplo, Heisenberg sobre «su» física, Monod sobre «su» biología y Skinner sobre «su» sicología) (Ibíd. : 47).

El segundo mito es confundir la filosofía de la ciencia con los análisis de las instituciones y estructuras sociales que la posibilitan, con los análisis de su función social. Este análisis corresponde a la sociología de la ciencia y tiene inmensos peligros al interior: "Este peligro es real, muy real, en verdad. Resulta tangible en los voluminosos acopios de trivialidades, vaguedades y digresiones sin fundamento empírico que han producido muchos de los «sociólogos del conocimiento» y de los epistemólogos marxistas, entre otros" (Ibíd.) La solución no es expulsar a la filosofía de la ciencia del ámbito de las humanidades, al cual por naturaleza pertenece, sino, en tener claros los objetos de estudio. El tercer mito es el siguiente: "la filosofía de la ciencia, si se practica «en serio», debe usar las herramientas precisas de las matemáticas y las ciencias naturales". Este mito se ubica en dos extremos: por un lado, el odio visceral de algunos filósofos hacia todo instrumento formal y, el excesivo formalismo irrelevante de otros. El hecho está en reconocer que la lógica y la matemática son los mejores instrumentos de que disponemos para hablar con claridad y precisión sobre las cosas, especialmente las cosas conceptuales. De este tercer mito surge otro que no merece otro párrafo: homologar filosofía de la ciencia con positivismo lógico y, peor aún, con filosofía analítica. El positivismo lógico fue un momento inicial de la filosofía de la ciencia, del cual Popper declaró su defunción hace mucho tiempo. Sobre la filosofía analítica sí hay inmensas confusiones. La consideración de estos mitos permite extraer, por lo menos, dos conclusiones iluminadoras para comprender el quehacer de la filosofía de la ciencia. En primer lugar, queda claro que esta comparte con las demás disciplinas culturales su interés por la ciencia. No es superficial el trabajo que, conjuntamente, pueden realizar filósofos, sociólogos y psicólogos de la ciencia; sin embargo, pese a esta transdisciplinariedad, cada ciencia conserva su objeto. Al respecto, la relación


entre filosofía y sociología de la ciencia es muy clara: "Los estudios sociológicos de la ciencia tratan de entidades localizadas espacio-temporalmente, tales como personas o instituciones académicas; la filosofía de la ciencia trata de teorías, y éstas son entidades abstractas en el sentido de no estar localizadas espaciotemporalmente, al menos en el mismo sentido en que lo están organismos o entidades sociales" (Ibíd. : 49). La frase anterior daría lugar para sospechar sobre la concreción del trabajo del filósofo de la ciencia: si las teorías no están localizadas espacio-temporalmente, ¿habitarán un mundo platónico?, ¿se diluirán en una dimensión desconocida como el alma budista en el Nirvana?, ¿podremos encontrarlas en el mundo tres popperiano? Nada de eso. Las teorías son tomadas por el filósofo de la ciencia como estructuras abstractas (de ahí su cercanía con la matemática). Pero, "no puede construir una metateoría general de la ciencia a menos que base su intento en el análisis de ejemplos concretos de teorías científicas" (Ibíd. : 50). Para hallarlas, el filósofo debe dirigirse a los libros de texto que, tal y como lo demostró Kuhn, juegan un papel fundamental en la transmisión del conocimiento científico. La segunda conclusión, que se desprende del término "interpretación", utilizado para definir provisionalmente una teoría, nos lleva a considerar la analogía del trabajo del filósofo con el del critico de arte: ninguno de los dos se limita a describir el contenido de las obras en cuestión. El interés del filósofo consiste, vuelvo e insisto, en interpretar o reconstruir productos científicos; por su parte, el crítico literario moderno no concibe su propia tarea como "mera descripción del contenido de una obra literaria ni como una exégesis de la misma, sino más bien como un análisis interpretativo que le permite revelar las estructuras implícitas, subyacentes, de las cuales el autor mismo es inconsciente en la mayoría de los casos" (Ibíd. : 53). Habiendo hecho un sobrevuelo por las características generales de la filosofía de la ciencia, las cuales la diferencian de otros tipos de quehaceres filosóficos, pasemos ahora a un breve recorrido por la historia de esta reciente disciplina. 1. RECORRIDO HISTÓRICO DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA Se ha dicho que la filosofía de la ciencia, en cuanto tal, tiene poco más de cincuenta años de existencia; aunque todo esfuerzo por periodizar, incluye cierta imprecisión, pueden distinguirse tres momentos significativos a lo largo de este periodo, pudiéndoselos nominar como: 1. Concepción heredada o paradigma clásico, 2. Historicismo o Revuelta historicista y, 3. Concepciones actuales. La concepción heredada, pese a tener una protohistoria en la que se incluyen los responsables de la "revolución científica", Descartes, Newton, Kant, etc., empieza con los planteamientos románticos de Comte, al cual le sigue su seguidor Stuart


Mili y los representantes del neokantismo entre los que se cuentan Cassirer, von Helmholtz, Poincaré, Duhem, Pierce, Mach, entre los cuales había cierto "aire de familia", pese a sus divergencias. De gran ayuda para este período fueron los trabajos de matemática y lógica tanto de Frege como de Russell, Whitehead, Hilber y Wittgenstein I (Tractatus). El registro de nacimiento de la Concepción Heredada se data en el periodo entre guerras, cuando surgen dos grupos de investigadores ampliamente reconocidos: 1. los que conformaron el Circulo de Viena (Schlick, Carnap, Otto Neurath) y, 2. el Grupo de Berlín (Reichenbach). Sin embargo, la cédula de ciudadanía la obtuvo la concepción, después de la segunda guerra mundial, destacándose los aportes de Carnap, Reichenbach, Popper, Hempel, Feigl, Goodman y Ángel (Cf. Díez y Moulines, 1997 : 27 - 32). Dentro de los méritos de la concepción heredada, cabe resaltar que fueron sus representantes, quienes abrieron los campos problemáticos de la reflexión de la filosofía de la ciencia. Pese a la superación de muchas de sus posturas teóricas, prácticamente todos los problemas que enunciaron, aún concitan la atención de los filósofos de la ciencia. Entre esos problemas están: el verificacionismo, el fenomenalismo, el fisicalismo y el sintactismo. Frente a esta received view dicen Díaz y Moulines: "Ninguna persona seriamente interesada en la filosofía de la ciencia actualmente puede permitirse desconocer los elementos esenciales de las aportaciones de dicho período, aunque sólo sea para "refutarlos". Por lo demás, a pesar de todas las "superaciones" y "refutaciones posteriores", hay una serie de resultados y conceptos característicos de esta época que pueden considerarse sólidamente establecidos y que no pueden pasarse por alto en un estudio mínimamente completo de la disciplina" (Díez y Moulines, 1997 : 31). Si centráramos los aportes sólo a su reflexión sobre las teorías, se tiene que en la concepción heredada, no existe un acuerdo acerca de lo que consideraban como teoría científica. Todos los puntos de vista que surgieron alrededor de este tema pueden sintetizarse en la consideración de la teoría científica (TC) como: TC es un sistema axiomatizado donde T son los postulados teóricos o leyes básicas de la teoría formulada en Lt [términos lógicos] y C [reglas de correspondencia] que especifican las aplicaciones admisibles de T a los fenómenos observables" (Suppe, 1979 : 47). Como puede colegirse, durante este primer momento de la filosofía de la ciencia se privilegiaron, en el análisis de las teorías, sus aspectos sincrónicos y sintáctico-semánticos, sobre consideraciones diacrónicas y pragmáticas. Problemas lógicos como el de la estructura interna de las teorías, las relaciones de deducibilidad entre los enunciados que describen observaciones, la refutación o confirmación de las leyes, hipótesis o teorías mediante estos enunciados que describen observaciones, la refutación o confirmación de las leyes, hipótesis o teorías mediante estos enunciados y la cuestión del significado cognitivo de los términos llamados "teóricos", tenían un interés primordial. Todo aquello que no resultara posible de formalizar, era considerado como no filosófico y, por ende, se dejaba al margen para que otras disciplinas lo estudiaran (Jaramillo Uribe, 1993 : 65).


La concepción heredada deja muchos problemas complicados por resolver. Su excesiva confianza en los lenguajes matemáticos o lógicos, crea reticencias en cuanto a la realidad con la cual opera la ciencia; de igual forma, el descuido por el aspecto diacrónico de las teorías no permitía un acercamiento confiable al fenómeno de la ciencia. Frente a esta concepción surge, en la década del sesenta, una crítica fuerte a tal modelo de corte "positivista", la cual agrupó a filósofos como Thomas Kuhn, Paul K. Fayerabend e Imre Lakatos. Los trabajos de estos filósofos pretenden ser una "rebelión" contra la filosofía de la ciencia establecida, tanto en su línea "carnapiana" (verificacionista), como en su línea "popperiana" (falsacionista). El reproche fundamental que hacen estos autores es que la concepción heredada no toma en cuenta la historia de la ciencia en serio y, en consecuencia, se presenta una imagen demasiado pobre de la dinámica del conocimiento científico. La revuelta historicista critica la forma como la concepción clásica considera las teorías; es decir, para los historicistas, la excesiva formulación cae a su vez en un simplismo aterrador; tomar las teorías científicas como sistemas axiomáticos de enunciados es muy primitivo y poco adecuado a la complejidad estructural de las teorías. Sin embargo, esta no fue mayormente la piedra de toque entre ambas concepciones, como discrepancia fundamental se encuentra el que la filosofía clásica de la ciencia no daba importancia a los estudios de caso, es decir, al análisis y reconstrucción detallados de ejemplos reales de teorías científicas (Cf. Díez y Moulines, 1997 : 32). Como puede verse, ninguna de las dos concepciones ha acertado plenamente en la interpretación de lo que son las teorías científicas; ambas se sitúan en polos diversos y ninguna está interesada en tender puentes, sacrificando así la posibilidad de complementarse las posturas para alcanzar una visión más real de la teoría científica. Generalmente, las discusiones de filosofía de la ciencia se centran en escarbar los problemas de alguna de las dos concepciones. No es raro encontrar defensores de los postulados del Circulo de Viena, ante todo, por considerar que ellos se aproximan más a lo que se entiende por ciencia dura; por otra parte, muchos tratados se dedican a explicitar las diferencias entre ciencias duras y blandas a partir del criterio de demarcación. Otros buscan iluminar a los científicos con enunciados nomológicos popperianos acerca del quehacer científico. Muchos más se centran en repetir los postulados de Kuhn, a sabiendas que llevan implícitas gran cantidad de afirmaciones intuitivas imposibles de compaginar con el quehacer científico real. Lo más grave, es que casi todos los que se refieren a la filosofía de la ciencia, se estancan en alguno de estos periodos, a sabiendas de que hay nuevos desarrollos actuales en este campo.


2. DESARROLLOS ACTUALES EN FILOSOFÍA DE LA CIENCIA 2.1 REALISMO CIENTÍFICO En su libro Representar e intervenir, el filósofo canadiense lan Hacking hace la pregunta ¿qué es el realismo científico? Sin salirse de su disciplina, responde que el realismo científico, en el cual se inscribe y es uno de sus más grandes representantes en la actualidad (porque esta tendencia también ha convencido a filósofos como Popper y Bunge), es una corriente de la filosofía de la ciencia que dice "que las entidades, los estados y los procesos descritos por teorías correctas realmente existen" (Hacking, 1996 : 39). En sus tesis se encuentran afirmaciones tan contundentes como: "los protones, los fotones, los campos de fuerza y los hoyos negros son tan reales como las uñas de los pies, las turbinas, los remolinos de una corriente y los volcanes" (Ibíd.) Los realistas científicos comparten el concepto de verdad que defiende Tarski, que a su vez ha campeado por casi toda la tradición filosófica: la verdad es adecuatio mente in re. Por tanto, no existe gran diferencia entre una teoría verdadera y una teoría genuinamente correcta. No es que se esté sosteniendo que las ciencias hagan consideraciones totalmente correctas, lo que se intenta salvar en esta posición es que podemos irnos acercando a la verdad, con lo cual se salva el progreso científico tan lacerado en tiempos de Kuhn, a la vez que incita a la confianza en el conocimiento científico: "no tenemos por qué ser modestos [asegura Hacking]. Ya hemos avanzado bastante" (Ibíd.) Hacking confiesa que sus reflexiones sobre el realismo científico no brotaron por azar, como si estuviera pensando en un tema para una tesis. Cuenta el canadiense que nunca había reflexionado sobre el realismo científico hasta que escuchó de un amigo que se estaba llevando a cabo un experimento en el cual se podría detectar la existencia de cargas eléctricas fraccionarias, denominadas en la física actual como quarks. ¿En qué consistía el experimento? Se había creído que la unidad fundamental de la carga era el electrón. J. A. Millikan en 1908 ideó un experimento para determinar la carga mínima o carga de los electrones; el experimento consistía en una gota minúscula de aceite cargada negativamente se suspende entre dos placas cargadas eléctricamente. Primero se permite que caiga con el campo eléctrico desactivado. Entonces se aplica el campo para apresurar la velocidad de la caída. Las dos velocidades terminales de la gotita observadas se combinan con el coeficiente de viscosidad del aire y las densidades del aire y del aceite. Estas, junto con el valor conocido de la gravedad y del campo eléctrico, nos permiten computar la carga de la gotita. En una serie de experimentos, las cargas de estas gotas son pequeños múltiplos enteros de una cantidad definida (Ibíd. : 40).


Así pues, este experimento sostuvo por mucho tiempo la idea de que el electrón era la unidad de carga. Sin embargo, una rama de la física, denominada la física de partículas pequeñas, sugiere cada vez más una entidad, con una carga de 1/3e llamada quark. Pareciera que los quarks no tuvieran existencia independiente; si esto fuera posible, los quarks reaccionarían y desaparecerían de inmediato, haciendo imposible su detección. Sin embargo, algunos investigadores están interesados en ir tras la caza de quarks "libres", siguiendo el mismo modelo experimental de Millikan: Puesto que los quarks pueden ser raros o de muy corta duración, es útil tener una gota grande en lugar de una gota pequeña, pues así no hay una posibilidad más alta de que un quark se le adhiera. La gota usada, aunque pesa menos de 10-4 gramos, es 107 veces más pesada que las gotas de Millikan. Si estuviera hecha de aceite caería casi como una piedra. En vez de eso está hecha de una sustancia llamada niobio, a la que se enfría por debajo de su temperatura de transición superconductiva de 9° K. Una vez que una carga eléctrica se pone a darle vueltas a esa bola tan fría, sigue dándole vueltas sin parar. Así, la gota puede mantenerse flotando en un campo magnético, y de hecho ser llevada de arriba para abajo variando el campo [...] La carga inicial colocada en la gota se cambia gradualmente, y aplicando nuestra tecnología actual a la manera de Millikan, uno determina si el paso de la carga positiva a la negativa ocurre en cero o en ±1/3e. Si sucede esto último, entonces seguramente debe haber un quark suelto en la gota. En su escrito inédito más reciente, Fairbank y sus asociados informan de cuatro cargas fracciónales compatibles con +1/3e, cuatro con -1/3e y 13 con cero (Ibíd. : 41).

La pregunta crucial que hace Hacking a su amigo es: ¿cómo alteramos la carga de la bola de niobio? El amigo responde: la rociamos con positrones para aumentar la carga o con electrones para disminuir la carga. Más que la existencia de los quarks, Hacking como buen filósofo comprendió que si se pueden rociar, entonces son reales. Aún más, si lo que encontraron son o no los quarks (teoría discutible para quienes consideran que lo hallado es una fuerza electromagnética y no precisamente los quarks), no interesa a la filosofía de la ciencia. ¿De qué se trata entonces? Primero, es preciso desligar al término realismo de las cargas teóricas que lo han ido empañando a lo largo de la historia. Para ello es preciso decir que realismo no es materialismo, especialmente en la versión que afirma que lo que existe está compuesto de pequeños bloques materiales; tampoco el realismo se identifica con todas las teorías de la causalidad. De modo afirmativo podemos sostener que el realismo científico es un camino, una actitud, una manera de pensar acerca del contenido de la ciencia natural. En esto es radical Hacking: "hablamos de movimientos más que de doctrinas. Hablamos de un trabajo creativo que comparte una familia de motivaciones, y que en parte se define a sí mismo en oposición a otras maneras de pensamiento [...] Podemos entrar en la discusión armados con un par de definiciones de un párrafo de extensión, pero una vez adentro encontramos una serie de opiniones rivales y divergentes que abarcan la filosofía de la ciencia moderna en su agitado estado actual” (Ibíd. : 44).


Ahora bien, para dilucidar qué es lo que interesa al realismo, es preciso enunciar tres posiciones con respecto a la relación entidad teórica (palabra gancho para todas aquellas cosas postuladas por teorías pero que no podemos observar) y la teoría. La primera sostiene que: si uno cree que la teoría es verdadera, automáticamente cree que las entidades teóricas existen; la segunda considera que se puede ser realista acerca de las teorías pero antirrealista acerca de las entidades; la última cree que uno puede ser realista acerca de las entidades y un antirrealista acerca de las teorías (Ibíd. : 45). La conclusión de Hacking es que el realismo acerca de las entidades implica que una entidad teórica satisfactoria sería una que existiera y no que fuera simplemente una herramienta intelectual. Antes de enunciar el movimiento con el que el realismo científico entra en sus más complejos enfrentamientos, es bueno resaltar que Hacking es un filósofo que se sale del constante discutir sobre teorías y representaciones de la realidad, empresa que absorbe a la mayoría de los filósofos de la ciencia, y se asoma a terrenos en los que casi nadie accede como, por ejemplo, los experimentos, los microscopios, la tecnología, convirtiéndose en un desmitificador de la filosofía de la ciencia la que es mucho más que una disciplina árida o estéril. 2.2 EMPIRISMO CONSTRUCTIVO / ANTIRREALISMO CIENTÍFICO El antirrealista está de acuerdo en que hemos intentado dominar muchas cosas de la naturaleza. La ingeniería genética, por ejemplo, se está volviendo tan habitual como la manufactura del acero. Pero agrega: no nos engañemos, no pensemos que largas cadenas de moléculas están realmente allí para ser partidas. Los biólogos podrían pensar mejor un aminoácido si construyen un modelo molecular con alambres y bolas coloreadas, el cual nos ayudaría a ordenar los fenómenos en nuestras mentes; puede, incluso, sugerir nueva tecnología; sin embargo, no es una representación literal de cómo son las cosas en la realidad. El antirrealista es, pues, un filósofo que niega la realidad de las teorías tachándolas sólo como instrumentos. Un representante de esta propuesta filosófica es Bas van Fraassen. Según él, no hay necesidad de creer que las buenas teorías sean verdaderas, ni de creer, ipso facto, que las entidades que postulan existen realmente. De lo que se trata al aceptar una teoría es de creer que ella es empíricamente adecuada. El libro clásico de van Fraassen es La imagen científica, texto de 1980 y que creó gran revuelo en la filosofía de la ciencia. El año 2000, con motivo de los veinte años de publicación de su obra, van Fraassen fue invitado a la Universidad de Princeton al Simposio de la Asociación Filosófica Americana - División Pacífico, allí leyó un texto titulado Empirismo Constructivo Hoy, revalidando las tesis fuertes de la Imagen científica.


Su ponencia parte diciendo que el Empirismo constructivo, es una visión sobre la ciencia, una respuesta a la pregunta ¿Qué es la ciencia? Para algunos, van Fraassen se ubica en la línea del pragmatismo; sin embargo, él reconoce que no se sentiría feliz si lo enmarcaran en la posición pragmática general. Sus tesis se centran en la distinción entre observable / inobservable y aceptación / creencia. Para aclarar lo atinente a la primera distinción, sostiene que la luz, por ejemplo, es un inobservable: "as example of something unobservable I will take light. I say "something" but of course it is crucial for me that if it is unobservable then it is possible to be agnostic about its reality, even possible to say that it does not exist” [Tomaré la luz como ejemplo de algo inobservable. Digo “algo” pero, de hecho, para mí está claro que si algo es inobservable, entonces está la posibilidad de afirmar o que su realidad no puede conocerse, o que no existe] (Fraassen, 2000). Pero, ¿cómo argumenta esta afirmación? Lo primero que dice es que tenemos la palabra "luz" y que la forma como hablamos de ella traiciona la manera como la pensamos. A veces la pensamos como una clase de sustancia y otras veces como algo que viaja. Van Fraassen pide a alguien que prenda y apague la luz. Luego de esto pide que se note la diferencia con respecto a la iluminación cuando la luz estaba apagada y cuando estaba encendida. Con la luz encendida pueden reconocerse las mesas, las sillas, las paredes. Pero ¿qué hay acerca de la luz en sí misma? Supuestamente el ejemplo serviría para establecer la diferencia entre observable / inobservable. Para ello aclara: "when you pressed the switch, you affected the state of the very fine all-pervasive medium, the ether [...] This altered state is manifest in the illumination and visibility of the objects in this room" [cuando presionas el interruptor, afectas el estado del medio que todo lo penetra, el éter […] Este estado alterado se manifiesta en la iluminación y visibilidad de los objetos de este salón] (Ibíd.) Mas no se está diciendo nada sobre algo denominado luz. De este experimento simple concluye: "Yes, I believed that light exists, that it is a sort of thing. But without denying the ancient observable phenomena, or the success of a particle theory of light in fitting those phenomena, I could still have been agnostic about the existence of light. I can see that precisely because I now appreciate that light is not observable. If it is a thing at all, it is something unobservable" [Sí, creía en la existencia de la luz, creía que era una cosa. Pero, sin negar el antiguo fenómeno observable o el éxito que pueda tener una teoría de la luz en explicar esos fenómenos, aún podría ser agnóstico con respecto a la existencia de la luz. Puedo darme cuenta de que por el hecho de ver la luz, no significa que esta sea observable. Si, pese a todo, es una cosa, es algo inobservable ] (Ibíd.) Esta distinción intenta hacerla ver con mayor claridad a partir de ejemplos prácticos, los cuales se centran en atacar fuertemente el uso de instrumentos. De


los seis casos presentados, sólo tomo el primero denominado: "¿Ventana o máquina?" Se afirma que las concepciones aristotélicas han cambiado gracias al desarrollo de instrumentos de observación. Este cambio inicia en el renacimiento, precisamente con el desarrollo de instrumentos ópticos: el microscopio y el telescopio. Los científicos del siglo XVII estaban eufóricos por este nuevo descubrimiento. Un escritor hizo notar que el escepticismo de los filósofos antiguos para aceptar la teoría atómica se debía a la carencia de instrumentos, los cuales ahora servían para mostramos tales átomos. El microscopio fue visto como una especie de ventana a las capas invisibles o subvisibles de la naturaleza. Van Fraassen sostiene que nosotros aún pensamos de esa manera, mucho más ahora que hemos sofisticado esas ventanas a través de microscopios electrónicos, espectroscopios, escáneres cerebrales, aceleradores de partículas, etc. Pero dice: "I want to persuade you to think of them in a different way [...]The instruments used in science can be understood as not revealing what exists behind the observable phenomena, but as creating new observable phenomena to be saved" [Los quiero persuadir para que piensen de un modo diferente […] Los instrumentos usados en ciencia pueden ser entendidos no como algo que revela lo que existe detrás de los fenómenos observables, sino como aquello que garantiza los nuevos fenómenos observados] (Ibíd.) Con respecto a la relación aceptación y creencia van Fraassen resume sus planteamientos en cuatro tesis: a. No creo que una teoría sea verdadera. Supongo que soy agnóstico con respecto a la verdad; algo puede ser falso pero eso no es motivo para afectar su adecuación empírica. b. Si dos proposiciones son diferentes en un área donde una podría ser verdadera sin la otra, y así lo comprendemos, entonces es posible creer en una sin creer en la otra. Si es posible distinguir entre lo observable y lo no observable, entonces es posible distinguir entre adecuación empírica y verdad. c. En otras ocasiones he defendido que, en un nivel razonable de entendimiento ordinario, vemos una diferencia entre creencia y aceptación, en términos de buenas razones y de motivos últimos. Si alguien dice "creo en los ángeles porque y sólo porque esta idea me trae calma", podemos contestarle que está equivocado. El que se genere calma de esta creencia, no hace más probable la existencia de los ángeles y el que la enuncia debe saber esto. Sí puede ser verdadero considerar que una teoría explica, que es audaz, que unifica, que es hermosamente simple, etc. Estas son razones atractivas y pueden ser citadas como buenas razones para hacer que esa teoría haga parte de la ciencia.


d. En nuestras creencias y demás actitudes epistémicas, pienso que nosotros somos libres como los pájaros. No hay reglas que señalen la razón correcta, la racionalidad es sólo un límite a la irracionalidad. Pero, también un pájaro en el aire podría sabotearse a sí mismo al desincronizar sus alas y apresurar la caída. La coherencia significa la imposibilidad del autosabotaje. Las restricciones de la coherencia están realmente vacías porque ellas no limitan el contenido factual de la creencia. La represión es fácil, el problema es la luz. Generalmente no lo vemos de esa forma, hemos sacrificado gran cantidad de problemas, tratando de buscar la belleza en el vuelo. En conclusión, esta postura es muy atractiva. Permite comprender que la ciencia no se ha hecho para acumular verdades sino para resolver o, al menos, intentar resolver tantos y tan variados problemas que a diario nos aquejan. Independientemente del conocido problema del "estatuto científico de las teorías científicas" que tanto desvela a los filósofos normativos de la ciencia y para el cual aún sólo se han dado respuestas generales, lo que las comunidades científicas consideran como teorías científicas, son el mejor instrumento de que disponemos hoy día los seres humanos para resolver algunos problemas, por supuesto, no todos (Jaramillo Uribe, 2001 : 89). 2.3 ESTRUCTURALISMO La concepción Estructuralista tiene como fundador a Sneed quien, a partir de la teoría informal de conjuntos intenta reconstruir las teorías científicas. El "programa Sneed" se diferencia, en primer lugar, del "programa Carnap", en cuanto este intenta axiomatizar teorías mediante el cálculo de predicados de primer orden con identidad, mientras que aquel usa una herramienta matemática menos compleja y probada con éxito en la reconstrucción de la "mecánica clásica de partículas" de Newton. Otra diferencia radical entre ambos programas es que, para los estructuralistas , no existe algo asi como un "universo del discurso" o "aplicación cósmica de las teorías". Las teorías, poseen innumerables aplicaciones propuestas y su conjunto sólo es caracterizable histórico-pragmáticamente. Estas aplicaciones se encuentran unidas a través de lo que se conoce como "condiciones de ligadura" que no son más que relaciones intrateóricas entre los modelos de T (Cf. Stegmüller, 1981).

El término estructuralista está aquí ligado a la corriente anglosajona de la filosofía de la ciencia que pretende encontrar, basada en herramientas matemáticas, la estructura de un saber científico. No se hace alusión al estructuralismo continental, especialmente de cuna francesa. 

El término estructuralista está aquí ligado a la corriente anglosajona de la filosofía de la ciencia que pretende encontrar, basada en herramientas matemáticas, la estructura de un saber científico. No se hace alusión al estructuralismo continental, especialmente de cuna francesa.


Puede decirse que la concepción estructuralista revalidó el papel de la filosofía de la ciencia en el contexto académico, toda vez que, ante el fracaso de los anteriores proyectos arquitectónicos (v. gr.: el del positivismo lógico), alzó su voz y aseguró la probabilidad de reconstruir los aspectos sintácticos, semánticos y pragmáticos de las teorías científicas; mas no ya tomando las teorías empíricas como entidades lingüísticas sino, precisamente, lo contrario: las teorías empíricas deben ser explicadas como determinadas estructuras no lingüísticas y el instrumento más adecuado para ello es la matemática y no la lógica o la metamatemática. De paso, se logra con ello, salir de la encrucijada que había planteado Kuhn a la ciencia, en especial, con el problema de la inconmensurabilidad, salvando la posibilidad de progreso en ciencia. CONCLUSIÓN He intentado hacer un recorrido por lo que hoy se conoce como filosofía de la ciencia. Puede ser que muchos vean este esfuerzo como reduccionista al omitir ciertos autores o problemáticas que pensaron la ciencia desde distintos ámbitos y en periodos históricos anteriores al que sugerí como inicio de este campo problemático; sin embargo, espero que las justificaciones dadas durante el texto permitan aclarar este aspecto. Seria interesante poder debatir la pertinencia de este programa en nuestro contexto, las posibilidades de ampliarlo o relacionarlo con las ciencias sociales o desecharlo por no identificarnos con él. En cualquiera de los casos, es parte de la honestidad académica profundizar en él, conocerlo con suficiencia, presumir sus bondades, evitando caer en trivialidades o en anatemas panfletarias que más que contribuir al debate, lo único que harían seria evidenciar nuestra ignorancia.

BIBLIOGRAFÍA

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Muchos creen que el programa estructuralista es un esfuerzo por salir de este embrollo en el que los historicistas sumieron a la filosofía de la ciencia; sin embargo, el programa va más allá de esto, bien claro lo enuncia Stegmüller en su discusión contra Fayerabend: “el enfoque estructuralista debe considerarse como el esfuerzo por extender a la ciencia el programa Bourbaki más que como un intento por reconstruir las ideas de T. S. Kuhn. El hecho de que, con este enfoque pueda darse cuenta de algunos aspectos de la filosofía de la ciencia de Kuhn o, al menos hacerlos más plausibles, debe considerarse como un efecto colateral”.  Muchos creen que el programa estructuralista es un esfuerzo por salir de este embrollo en el que los historicistas sumieron a la filosofía de la ciencia; sin embargo, el programa va más allá de esto, bien claro lo enuncia Stegmüller en su discusión contra Fayerabend: “el enfoque estructuralista debe considerarse como el esfuerzo por extender a la ciencia el programa Bourbaki más que como un intento por reconstruir las ideas de T. S. Kuhn. El hecho de que, con este enfoque pueda darse cuenta de algunos aspectos de la filosofía de la ciencia de Kuhn o, al menos hacerlos más plausibles, debe considerarse como un efecto colateral”.


DIEZ, José y MOULINES, Carlos Ulises (1997). Fundamentos de filosofía de la ciencia. Barcelona: Ariel. FRAASSEN, Bas van (2000). Constructive Empiricism Now. Albuquerque: Princeton University. HACKING, lan (1996). Representar e Intervenir. México /Bs. As./Barcelona: UNAM / Paidós. JARAMILLO URIBE, Juan Manuel (1993). "Desarrollos recientes en filosofía de la ciencia; tres momentos significativos". En'. Praxis filosófica, Nueva Serie, N o 4, agosto. ____________ (2001). ¿Es la ciencia una rama de la literatura fantástica?: pretexto para una reflexión sobre el realismo. Manizales: Universidad de Caldas. MOULINES, C. U. (1982). Exploraciones Metacientíficas. Madrid: Alianza Editorial. STEGMÜLLER, Wolfang (1981). La concepción estructuralista de las teorías; un posible análogo para la ciencia física del programa Bourbaki. Madrid: Alianza Editorial. SUPPE, Frederick (1979). Las estructuras de las teorías científicas. Madrid: Editora Nacional.


IV. ALGUNAS IDEAS SOBRE LA EPISTEMOLOGÍA DE LA PSICOLOGÍA Por: Wilson Espinosa de la Pava

ALGUNAS PRECISIONES 1. En primer lugar, indicar que el título del texto obedece a que el tema del cual se escribe es bastante amplio y sólo se van a revisar algunos aspectos generales, más bien a manera de introducción. 2. Se parte del supuesto de que la psicología es una ciencia -una ciencia bastante seria a pesar de todo- y muy necesaria para enfrentar de manera adecuada las problemáticas del hombre actual. 3. Se entiende por epistemología en este texto aquellas reflexiones filosóficas sobre el conocimiento científico, que buscan dilucidar las principales problemáticas en lo que a las ciencias se refiere, tales como revisar, cuestionar y hacer precisiones sobre sus teorías, sus fundamentos, las metodologías, los conceptos, etc. PRESENTACIÓN Desde hace un buen número de años aparecen en algunos diarios del país, en revistas, en internet, en carteleras de las universidades y en muchos lugares, una serie de propagandas en las que se ofrecen talleres vivenciales, cursos, seminarios, etc. que garantizan que las personas que asistan podrán superar todas sus problemáticas: estrés ansiedad, angustias, miedos, fobias, timidez, las depresiones y otras más. Y esto no es todo, algunos psicólogos utilizan la carta astral para hacer selecciones de personal, se utilizan velas, piedras, metales para solucionar todos los conflictos psicológicos. No es el objetivo discutir si estas prácticas son o no efectivas, pero sí es preocupante que para hacerlas creíbles se recurra a una disciplina científica que les sirva de garante y que, además, profesionales que se han graduado en ella no tengan la suficiente claridad y hasta ética para hacer una diferenciación entre estas y lo que es una ciencia como la psicología, esto va generando un proceso

Por ejemplo estos dos: El refugio de los Ángeles. PSICÓLOGA y angeóloga. Sanación todos los miércoles; consulta personal para armonizar el aura; talleres de superación personal; ángel 1,2 y 3; seminario fiesta de los arcángeles. Y este otro: Sea una persona nueva. Sin angustias, miedo, insomnio, fobias, estrés, timidez ni depresiones, Valoración psicológica sin ningún costo. Sea una persona positiva, triunfadora y de gran proyección. Amplíe su capacidad cerebral, aprenda métodos sofrológicos (...) Instituto nacional de sofrología y PSICOLOGÍA.


de ideologización (en sentido peyorativo del término) y de desprestigio que le va restando credibilidad y confiabilidad. Son muchas las razones para esto: 1. las motivaciones netamente económicas, son actividades bastante rentables-; 2. los programas de psicología con formaciones deficientes –entre otras cosas porque en algunas universidades la investigación es nula o queda limitada a regulares trabajos de grado-; 3. las áreas tan amplias que cobija la psicología, se habla de 35 entre enfoques, áreas y campos; 4. sus desarrollos incipientes, con un acta de nacimiento de solamente 127 años como actividad científica (1879) y 5. el desconocimiento y la falta de una adecuada fundamentación epistemológica. Todos estos factores están estrechamente relacionados -y es bastante probable que existan otros-. Sobre el tópico cinco se va a centrar este escrito, o sea, se van a explorar algunas de las dificultades que atraviesa la psicología a este nivel y que hacen necesaria una revisión de sus fundamentos; cuestionamiento que no es nuevo pero que es preciso hacerlo en cada momento de su desarrollo histórico, so pena de caer, como ya se decía, en su vulgarización, ideologización, charlatanería o en un relativismo total. Sobre este último punto Néstor Braunstein en el libro Psicología: ideología o ciencia, capítulo 2 con el título “¿qué entienden los psicólogos por psicología?”, trae una cita de Albert Ellis donde dice textualmente “la psicología dicho sea con franqueza, es prácticamente cualquier cosa que ustedes quieren que sea. En un último análisis, la psicología consiste en cualquiera de las definiciones que un autor, ustedes, yo o cualquier otro, deseen aplicarle” (1985 : 21). Frente a esta afirmación los psicólogos “serios” no sabrían si reír o llorar, ya que según esto no es necesario, definir lo que se entiende por psicología, cualquier “cosa” es psicología y, por ende, “todo vale y todo cabe”. Afortunadamente para esta ciencia y a pesar de las dificultades para precisar una definición, ubicar los fundamentos, teorías, métodos y técnicas, la mayoría de los académicos no están de acuerdo con esta posición que podría llamarse anárquica y mantienen el debate que ayude a dilucidar gran parte de estas dificultades, tal como se intentará mostrar a continuación. Un poco más adelante en la obra de Braunstein dice: “podría pensarse que nadie define el objeto de la psicología. Nada más incorrecto. A lo largo de la historia más que faltar, han sobrado las respuestas: “el alma”, “el espíritu humano”, “la psique”, “la actividad psíquica”, “la conciencia”, “el mundo interior”, “la actividad nerviosa superior”, “el mundo moral del hombre”, “la conducta”, el comportamiento”, “el inconsciente”, “la personalidad”, “el hombre concreto” y hay más” (Ibíd. : 22).

Uno de los aportes de Albert Ellis, psicólogo estadounidense, es la terapia racional-emotiva, en ella se parte de considerar las creencias irracionales y el modo ilógico de pensar como causas de los trastornos emocionales.


Pareciese, entonces, que el problema estaría por el lado de su definición, pues algunas de ellas son opuestas y hasta incompatibles. Pero aquí no terminan los problemas. Por el lado de los enfoques, escuelas, campos, áreas, ramas de la psicología, sí que hay variedad. Milton Japiassu en su obra Introducción a la epistemología de la psicología, retoma la clasificación que hace Piaget: “la psicología basada en un empirismo no estructuralista; la psicología organicista; las psicologías psicosociológicas; las psicologías psicoanalíticas; la psicología behaviorista; las psicologías de inspiración fenomenológica; la psicología que se basa en el estructuralismo psicogenético, etc.” (1981 : 41); para ilustrar esto hay que observar el panorama actual: -Dentro de los enfoques de la psicología humanistas tenemos 1. la gestalt, 2. rogeriana, 3. de la personalidad, 4. el holismo, etc. - En el psicoanálisis: 5. el psicoanálisis, 6. el psicoanálisis existencial, 7. psicología analítica de Jung, 8. la psicología del individuo de Adler, 9. psicologías cognitivas a partir de los modelos de procesamiento de la información. - Constructivistas: 10. la de Piaget, 11. la de Ausubel, 12. la de Vigostky, etc. - Otras: 13. psicología social, 14. psicología ambiental, 15. psicología deportiva, 16. psicología comunitaria, 17. psicología de grupos, 18. psicología cultural, 19. psicología comportamental, 20. psicología del desarrollo, 21. psicología educativa, 22. psicología organizacional, 23. psicología del consumidor, 24. psicología clínica, 25. psicología política, etc. Este inventario muestra un panorama bastante complejo que permite inferir que “el espacio epistemológico de la psicología es amplio, fragmentado, ocupado por prácticas tan diversas y diferentes..” y es que en ella cabe tanto una intervención terapéutica como una investigación científica, se trabaja en el área individual pero también lo social; desde lo clínico hasta lo organizacional y “actividades” tan diversas como, por ejemplo, la interpretación de un sueño y la medida del “grado de inteligencia” de un adulto o de un niño” (Ibíd.) La psicología queda pues circunscrita a un conjunto bastante heterogéneo de objetos y hasta con diferentes fundamentos, tanto que se podría hablar de psicologías o “ciencias de la psicología” (Ibíd.) Parece que Ellis tiene razón y hasta aquí va quedando la sensación de que la psicología es un rompecabezas en el cual las piezas en vez de unirse se han ido fragmentando aún más y los psicólogos para desarrollar sus prácticas retoman algunos de esos pedazos y los arman, a veces logrando sacar algo de allí que logra funcionar; sin embargo, no se va a seguir ese camino, sabiendo que la gran mayoría de los psicólogos no son como Albert.


Braunstein hace un ejercicio bastante interesante para intentar clarificar este asunto, su método consiste en escoger un autor representativo de países donde la psicología ha tenido importantes desarrollos y hace un análisis de sus definiciones, con el fin de precisar cual es en últimas ese objeto: de la antigua Unión Soviética se escogió a S. I. Rubinstein que la define como “la ciencia que investiga las leyes de la actividad psíquica, actividad que tiene su asiento en el cerebro del hombre” y cuando Braunstein intenta buscar qué entiende este autor por actividad psíquica encuentra que se refiere a “la conciencia”; de Alemania, se le hizo un seguimiento a Werner Wolf que dice al respecto: “ la psicología trata de la conducta del hombre, de sus experiencias íntimas y de las relaciones entre ambas”; aparece aquí la conducta pero se incluye también la conciencia. De Francia el autor es Paul Guillaume que dice “es el mundo moral”; sin embargo, ese mundo moral no es definido por este autor, se investiga entonces la obra Tratado de Psicología Experimental dirigido por Paul Fraisse y Jean Piaget; Fraisse dice que “el objeto de la psicología es el psiquismo humano o mejor, para evitar el término de psiquismo que presenta un aspecto misterioso y hasta esotérico, la personalidad humana contemplada como una integración unitaria de todas sus instancias” (1985 : 24); pero cuando se revisa la definición de personalidad llega nuevamente a la conducta y la conciencia; Alvarez Villar, en España, la limita a la conducta; en Inglaterra, el escogido fue H. J. Eysenck, este se refiere directamente a la conducta y finalmente un profesor de psicología de la Universidad de Harvard, George A. Miller, incluye los comportamientos y la conciencia. De acuerdo a lo anterior hay tres grupos de definiciones a) las tautológicas; b) no definidas y c) las que hablan de conducta y conciencia (Ibíd. : 29). El autor que se sigue analiza el tercer grupo: los que sitúan la conciencia y la conducta. La primera tiene dos significados principales: como una “cosa o recipiente que tiene «contenidos». En ella se reconocen “funciones” y en estas funciones de la conciencia pasan a ser los temas de la psicología: sensación, percepción, atención, memoria, pensamiento, juicio, emoción, sentimiento, voluntad, etc.” Y también “como acto a través del cual el yo trasciende al exterior, hacia lo que está fuera de sí mismo” (Ibíd. : 30). La conclusión es que todas estas definiciones son ideológicas o precientíficas. Dicho de otra manera toda psicología que tenga como objeto de investigación la conciencia no es una ciencia. Pero para Braunstein hay un tipo de psicología que puede considerarse ciencia y que se convierte en un obstáculo a todas las psicologías de la conciencia; es aquella que a través de la interpretación de los sueños y del estudio de los

Braunstein escribe que “el saber precientífico, es el conocimiento del movimiento aparente, es el reconocimiento de los modos de aparición de las cosas y es el desconocimiento de la estructura que produce la apariencia”.


síntomas neuróticos, supera este escollo ideológico: esta es el “psicoanálisis”, quien gracias a su aparato teórico, metodológico y con categorías como el aparato psíquico, el inconsciente, el súper-yo, etc. se ubica desde otro lugar que permite darle el estatuto de cientificidad a la psicología En esta propuesta la conciencia no es eliminada del lenguaje psicológico sino ampliada “en tanto que tribunal ético interior quedaba adscrita al súper-yo y desenmascarada como heredera de un proceso represivo originado en el exterior” (Ibíd. : 35) adquiere pues una nueva significación ya no cargada de un contenido ideológico que la hacía precientífica, alcanza su nuevo estatus. En cuanto a la conducta, otro de los objetos de la psicología, según los autores revisados por Braunstein, es definida por Smith y Smith como “respuesta de un organismo a los cambios del medio” y organismo es en el diccionario de Oxford un “cuerpo organizado con partes interdependientes que comparten una vida común; estructura material de una planta o animal individual”; esta definición no agota ni medianamente todas las formas de comportamientos y las explicaciones que de ellas se hacen sobre los seres humanos; se le suma, por otra parte, que la palabra “medio” es insuficientemente conceptualizada; también se critica que la conducta es objeto también de la biología y de la sociología, tampoco eso ha sido precisado; no hay una separación adecuada entre fisiología y psicología; no “hay estructura teórica que explique el mecanismo de producción de los fenómenos observados” (Ibíd. : 42) por lo tanto la conclusión de Braunstein es que “desde una perspectiva epistemológica, la psicología que se da como “objeto” la conducta no es ciencia”. Para observar si textos recientes de la psicología han avanzado en este sentido, se revisan dos libros -con un buen reconocimiento dentro de la disciplina-: el de Introducción a la psicología cognitiva de Manuel Vega (1984): allí se dice que “el estudio científico de la mente humana es una tarea tan difícil como interesante” refiriéndose a la psicología, o mejor a una parte de la psicología: la cognitiva. Y el otro libro es Psicología Social publicado por primera vez en 1994, trabajo coordinado por J. Francisco Morales con la participación de diferentes psicólogos españoles; allí en el capítulo escrito por John C. Turner titulado el campo de la psicología social dice “la psicología es la ciencia de la mente y la psicología social es la ciencia de los aspectos sociales de la vida mental” (1994 : 4) y luego agrega “lo que define a la psicología de forma específica es que estudia la conducta en relación con la actividad mental, en un intento por proporcionar un conocimiento de la mente”, un poco más adelante el autor vuelve a reafirmar esta definición “el tema central de la psicología, incluyendo dentro de ésta la psicología social, no es la conducta sino la mente, o si se prefiere, la conducta como expresión de la mente” (Ibíd. : 6). Por lo tanto, y siguiendo a braunstein, la palabra mente remitiría de nuevo a la conciencia y, por ende, es ideología. Como conclusión dice:


si la psicología se ocupa de la conciencia y la conducta, no es una disciplina científica. La psicología es epistemológicamente, una ideología. La conciencia y la conducta constituyen el campo de lo aparente e ideológico que deberá ser trabajado, cultivado por el pensamiento científico. Para roturar este campo debían producirse los conceptos que pudiesen servir como instrumentos teóricos, capaces de transformar las representaciones ideológicas del movimiento aparente de la conciencia y la conducta en el conocimiento del movimiento real que las ha producido. Esta es la tarea que enfrentando innumerables y complejas dificultades, debe emprender la teoría psicoanalítica (Braunstein, 1985 : 43).

Este es un conocimiento que permite teorizar sobre el ser humano y no simplemente un conocimiento que conserva las representaciones que son el punto de partida de este. Sintetizando, la psicología estaba en una etapa previa, precientífica, que es necesaria para toda ciencia, pero todavía no había podido seguir avanzando; afortunadamente aparece el psicoanálisis que sería por fin su fundamento científico y con este dejaría de ser ideología. Tratando de no tergiversar el pensamiento de este psicólogo hay que agregar que otro soporte de su propuesta psicológica y que garantizaría su cientificidad, es el materialismo histórico, pero esta relación pertenece a otra escrito; por ahora, entonces, es preciso indicar que gracias al psicoanálisis la psicología alcaza su valor de ciencia. Claro está, el asunto con Néstor Braunstein no está finiquitado y es necesario cuestionar sus conclusiones: - El primer problema es que parte del la cientificidad del psicoanálisis, olvidando que este ha sido igualmente cuestionado por filósofos de la ciencia tan reconocidos como Popper, que lo incluye dentro de las seudociencias. Para llegar a ser ciencia hay unos pasos previos que este enfoque tampoco cumpliría. - Segundo, algunos de los términos acuñados por el psicoanálisis, sólo encuentran su justificación al interior del enfoque mismo, produciendo especies de tautologías: libido, complejo de Edipo, instinto, etc. - Tercero, las críticas de Deleuze en el Antiedipo donde señala la ausencia del complejo de Edipo en pacientes esquizoides, uno de los pilares fundamentales de psicoanálisis freudiano y este autor le suma culturas donde la figura del padre no corresponde a lo propuesto por Freud. 

“El instinto sexual, cuya manifestación dinámica en la vida anímica es lo que denominamos libido, se compone de instintos parciales, en los cuales puede también descomponerse de nuevo y que solo paulatinamente van uniéndose para formar determinadas organizaciones” (Freud, 1996 : 2667).


- Cuarto, a esto se le agrega que la práctica analítica es insuficiente para intervenir en fenómenos actuales como las adicciones. - Y, quinto, la incapacidad de explicar conductas colectivas a pesar de que Freud ya había adelantado en esa dirección con sus obras Psicología de las Masas y Análisis del “yo”; no es claro todavía el paso a lo que se podría llamar “psicoanálisis social”, por lo tanto allí hay un límite importante de superar. ¿Qué hacer entonces si el psicoanálisis no es científico? ¿La psicología, por lo tanto, tampoco lo es? Pero los problemas no terminan allí, el epistemólogo Milton Japiassu , un especialista en esta disciplina, analiza este asunto en su libro Introducción a la epistemología de la psicología desde otra perspectiva; dice: “hoy en día casi todo el mundo reconoce que la psicología es una disciplina científica, y que ha alcanzado ya el estatuto de cientificidad que la hace completamente independiente de la filosofía” (1981 : 56). Este logro no se hubiese podido dar sin los aportes del gran psicólogo Jean Piaget expresado en sus obras, tanto de psicología como de epistemología, hasta tal punto que hoy ya se habla sin complejos de inferioridad de una epistemología genética con fuertes bases psicológicas. Dice Japiassu que uno de los problemas centrales de la psicología -y eje central de su libro- ha sido, diferenciar la psicología de la psicología filosófica; Piaget citado por Japiassu dice: Si la diferencia entre la psicología científica y la psicología filosófica no se encuentra ni en la introspección ni en la consideración del sujeto, es preciso, pues, buscarla en un punto más restringido, que no es aún la cuestión del método, sino que hace referencia únicamente al papel del “yo” del propio investigador. La objetividad, tal como la entiende la psicología científica en sus tendencias actuales, no es, de ninguna manera, la negligencia o la abstracción de la conciencia o del sujeto, sino, esto sí, la descentralización relativa al “yo” del observador (Ibíd. : 60).

A diferencia de Braunstein, para Piaget el problema principal de la psicología no es la conciencia sino la manera como se asume el yo en un proceso de descentralización que es “la conquista progresiva, hecha por el psicólogo, de una actitud intelectual que lo desprende de la atención dada exclusivamente o de manera primordial, a la vida psíquica y a la psicología de su propio yo, denominado “sujeto egocéntrico” o “psicológico”, en oposición al sujeto propiamente científico, o “sujeto epistémico”. 

Dominico, doctorado de Francia, profesor de epistemología en Brasil, miembro entre otras cosas de la Sociedad Brasileña de Psicoanálisis de Río de Janeiro.


Siguiendo la propuesta trazada en esta obra, se concluye que la psicología debe recurrir a los métodos de observación y experimentación, que da como resultado tres puntos de vista de la psicología contemporánea: a) el punto de vista de la conducta y la conciencia, b) el punto de vista genético y c) “el punto de vista estructuralista que busca la investigación de las estructuras del comportamiento o de las estructuras resultantes de la interiorización progresiva de las acciones” (Ibíd. : 62). Sin embargo, Piaget está lejos de solucionar el problema pues su propuesta dejaría un gran número de enfoques por fuera de la psicología y, además, le reduciría su campo de acción. A ello se le añaden todas las dificultades que tiene el modelo piagetiano, pues sus teorías empiezan a ser ampliamente cuestionadas por otros enfoques, como por ejemplo la psicología cultural y otras psicologías cognitivas (ver por ejemplo el libro Introducción a la psicología cultural de Michael Cole y la obra de Jerome Bruner). Falta hacer un breve paso por las psicologías más cuestionadas y con mayores dificultades para sustentar sus bases científicas, que son todas aquellas de corte fenomenológico, la mayor parte concentrada en un gran grupo llamadas psicologías humanistas. Uno de los autores que ilumina la psicología de corte fenomenológico es Husserl; sin embargo, es necesario aclarar, dice Japiassu, que este autor nunca pretendió hacer de su obra una psicología, por el contrario tenía mucho cuidado en no caer en el psicologismo y “por otro lado, lo que pretende ser la fenomenología es sólo una técnica, que comporta una doctrina y que permite la segura aprehensión de la actualidad consciente en todas sus dimensiones: de la intuición y de la percepción, de la imaginación y del desarrollo de la representación, del pensamiento y de todas las modalidades de la vida afectiva y voluntaria” (Ibíd. : 94). La propuesta de esta psicología surge como reacción a la psicología de corte positivista, recuperando la intencionalidad y la intersubjetividad “el objetivo de la fenomenología no es el de trascender el campo de las experiencias, sino el de revelar o develar sus sentidos (...) la tarea de la fenomenología consiste en una investigación “científica”, no de los hechos, sino de las formas de la conciencia de los objetos, siendo estos definidos por un acto de conciencia”. Intencionalidad, conciencia, intersubjetividad, son términos que remitirían nuevamente a ideologías dentro de la ciencia aun bastante positivizada que impera en este tiempo e igualmente en la dirección de Braunstein quedaría sin su estatus. Ahora bien, desde la perspectiva del objeto de la psicología, Japiassu coincide en algunas cosas con Braunstein pero su crítica va más allá, él considera que: a. las psicologías de corte fenomenológico están más próximas a la actitud de la


psicología “pre-científica” o simplemente “filosófica-introspectiva” (Ibíd. : 113); b. el “estatuto de objetividad de psicoanálisis aun permanece incierto” (Ibíd. : 115) y, en general, de todas ellas dice “si consideramos la psicología, concretamente en su estado presente, podemos comprobar que se presenta como un vasto territorio con varios departamentos en cuyo interior el conocimiento está lejos de tener, en todas sus aspectos, el grado de desarrollo y el estatuto de cientificidad que debiera esperarse” (Ibíd. : 118). Como un gran paréntesis hay que indicar brevemente otro grave problema que desde siempre ha rondado esta ciencia, y es que la psicología, en este panorama tan complejo y a veces confuso, se ha venido instrumentalizando cada vez más, convirtiéndose en una tecnología -muy efectiva por cierto-, en todas las esferas donde actúa: disciplinando en las instituciones educativas, readaptando socialmente a los “inadaptados”, adoctrinando a los sujetos para desempeñarse en sus trabajos felices y sin protestar, siempre con la camiseta puesta, etc. ¿Está pues la psicología en un callejón sin salida? Japiassu concluye su trabajo con algunas apreciaciones que nos parece oportuno resaltar: - En primer lugar, “el estatuto epistemológico de cientificidad de la psicología aun permanece muy incierto, justamente por encontrarse todavía dividida entre sus vínculos filosóficos y su comercio directo con las ciencias”. - Los métodos, gracias a los cuales los psicólogos acceden al conocimiento del hombre, contrastan con la unidad de la realidad humana que esos mismos métodos se ven obligados a fragmentar. En la medida en que los puntos de vista adoptados eliminan las fronteras con los campos vecinos de investigación, los métodos se muestran más fecundos y la investigación más legítima” (Ibíd. : 194). - “No vemos cómo pueda ser posible a la psicología constituirse en ciencia, retomar su vigor y readquirir una real fecundidad, excluyendo de su campo de investigación la subjetividad del hombre ...” (Ibíd. : 195). - Superar el carácter de mera tecnología de mero instrumento para el Estado y la sociedad. - Restablecer las relaciones con la filosofía CONCLUSIONES A pesar de este panorama más bien oscuro, es necesario resaltar aspectos importantes para indicar los avances que ha logrado en su desarrollo actual:


- Hay teorías con suficiente respaldo empírico, con un alto grado de cientificidad. Por ejemplo en educación, en el desarrollo del niño, en lo clínico, en la sexualidad, etc. - La psicología ha ido poco a poco, encontrando métodos que se suman y van más allá de los modelos cuantitativos, positivistas y lógico formales; es cierto, con muchas críticas, pero sus resultados se le han devuelto como un boomerang a los mismos censores. - El psicoanálisis ha hecho, entre otras cosas, importantes contribuciones a la psicología, a la comprensión de la cultura y al conocimiento de sujeto. - Se sigue desarrollando a nivel mundial la investigación básica, fundamental para su desarrollo y junto a esta una gran investigación aplicada. También hay algunas claves que indican cómo seguir encontrando salidas a la situación por la que pasa la psicología actualmente, estas son: Se parte del hecho que la psicología es una ciencia incipiente, pero ciencia al fin y al cabo. Es posible hacer una analogía con la astronomía pues esta ciencia también tuvo momentos en los cuales los investigadores diseñaron teorías incompletas o incorrectas pero que fueron decisivas para la historia de la humanidad: Kant, por ejemplo, habló de la revolución copernicana pero esta revolución tuvo grandes errores, como pensar que los planetas tenían órbitas circulares; Kepler, a pesar de sus precisiones en las elipses, fue corregido en sus mediciones por Newton y este último creía que cuando había desorden en el universo Dios estaba allí para corregirlo (Mason, 1985 : 108). No se sabe si la psicología está en el momento Copernicano o Kepleriano, pero es claro que se ha pasado del momento ideológico o pre-científico que propone Braunstein, pero: ¿qué falta para llegar al momento newtoniano? Algunos rutas de solución serían las siguientes: 1. Superar de manera apropiada la fragmentación y especialización en que ha caído la psicología. Como ejemplo de ello están los acercamientos entre el psicoanálisis y la cognición. 2. El recurso a lo transdisciplinar, entendido no como la suma de disciplinas sino como un proyecto que permita desde las problemáticas mismas encontrar caminos que permitan estudiarlas, comprenderlas y en la medida de lo posible superarlas. La psicología como tal es insuficiente para comprender y superar las dificultades por las que pasan las sociedades actuales, debe recurrir a otras ciencias, saberes y disciplinas que puedan aportar a cada una de las situaciones críticas por las que pasan las diferentes culturas. En este país la violencia, las adicciones, los desplazados, la intolerancia, ejemplos estos que muestran cómo la psicología está


quedando relegada a un segundo plano por no contar con herramientas suficientes y no tan limitadas como las que posee actualmente, allí están las otras disciplinas que pueden aportar en esa vía. 3. Un tercer punto es el recurso a lo clínico, pero una clínica sobre problemáticas entendida como la posibilidad de estudiar los asuntos desde múltiples miradas que permitan profundidad y mayor claridad, sobre las maneras de comprender y asumir estas situaciones. Algunas universidades en España lo están haciendo en una maestría denominada clínica de la sociedad, el proyecto incompleto de la Psicología clínica de lo social es otro buen ejemplo (Otero, 1998-2002). 4. Un cuarto punto es comprender que los fenómenos actuales se desarrollan en los contextos de las ciudades y, por lo tanto, urbanos; y es aquí donde se dan las principales dificultades a las cuales la psicología debe abordar. Por ello, se puede orientar para que la psicología explique la ciudad y lo urbano. 5. Volver a la noción de sujeto y situarla en cada contexto sin pretensiones iniciales de universalidad, para comprender el hombre actual en sus múltiple facetas, sus múltiples necesidades, sus múltiples formas de vivenciar lo actual, de su complejidad. Esto va a permitir comprender cómo pueden vivir y compartir un sujeto premoderno, moderno y un sujeto postmoderno, donde las normas, creencias, ideas, y formas de vivenciar el aquí y el ahora difieren como lo blanco de lo negro y, sin embargo, son parte de una misma situación que los originó. 6. La investigación: en el contexto colombiano la investigación no debe limitarse a los centros universitarios, cada psicólogo debería convertirse en un investigador serio desde su misma práctica y hacer aportes teóricos pertinentes que posibiliten superar la tecno-psicología 7. Fortalecer las relaciones entre filosofía y psicología, el acercamiento de la psicología a las ciencias de corte positivista ha extrañado a la psicología de su principal objeto que es el hombre o el sujeto. No es la pretensión volver a la filosofía, es más bien revisar aportes pendientes. 8. No hay que temerle al fantasma de la conciencia, esta puede ser objeto de la psicología, las investigaciones cognitivas lo demuestran, lo que hay que buscar es estudiarla como una totalidad y no como segmentos, como almacenes separados, hay que diseñar propuestas integradoras; también en este sentido, es bastante probable, que las categorías de la fenomenología posibiliten esta propuesta. Son muchas asuntos que han quedado esbozados y que hay que desarrollar, también muchos cuestionamientos se le pueden hacer a este escrito, el debate está abierto y es necesario ir enriqueciéndolo.


BIBLIOGRAFÍA BRAUNSTEIN, Néstor, A. y otros (1985). Psicología: ideología y ciencia. México: Siglo XXI Editores, S.A. FREUD, Sigmund (1996). Obras Completas. Madrid: Biblioteca Nueva. JAPIASSU, Milton (1981). Introducción a la Epistemología de la psicología. Bogotá: Universidad Santo Tomás. MASON, Sthepen F. (1985) Historia de las Ciencias: 2. La revolución científica de los siglos XVI y XVII. Madrid: Alianza Editorial. MORALES, J. Francisco y otros (1998). Psicología Social. Madrid: Mac Graw Hill. OTERO, Joel (1998-2002). Psicología clínica de lo social. Santiago de Cali: Universidad de San Buenaventura, Facultad de Psicología. VAN DIJK, Teun A. (1999) Ideología: un enfoque multidisciplinario. Barcelona: Gedisa Editorial y UNESCO.


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