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Pásele Güerita, pregunte sin compromiso, pásele a su Mercado

¡G

racias por venir una vez más a su espacio! Les comento que hoy nos vamos de compras, así que traigan dinero y muchas ganas de platicar porque es muy difícil que salgas de un mercado sin antes haber cruzado aunque sea una o dos conversaciones amistosas. Se dice que no se conoce completamente del folclor mexicano, sino se recorre, se compra y se ha comido en uno de ellos. De hecho, puedo asegurar que por los pasillos de éste lugar se narra la historia y la identidad de este país. Entrar a un mercado, es ser parte de una obra de arte, es adentrarse a un cúmulo de aromas, colores y sonidos que te hacen pensar que saltaste a otra dimensión, caótica para los sentidos, pero que también embruja y te convierte en “marchantito” o “clientito”, porque han de saber que los mexicanos de cariño hablamos en diminutivo, de la misma manera que le hablamos a los niños. Si va uno con el suficiente tiempo no se puede resistir a recorrer todos los pasillos que se convierten en ventanas de tradiciones, y a la manera más directa de tener trato con la gente de nuestro pueblo e ideología. Ahí tenemos un

curso intensivo sobre el regateo, las tradiciones, creencias religiosas, costumbres, fiestas y formas de vida. En un mercado mexicano se puede uno enfrentar con el vigor del trabajo y la fantasía, y sí, puedes encontrar de todo, mientras vas cambiando pareciese que con tu andar se van modificando las escenografías de un gran teatro a base de frutas y verduras frescas, carnes, pescados, flores de todos los tamaños y colores, piñatas majestuosas que hacen admirarlas por su trabajo, moles, todo tipo de chiles, juguetes, disfraces, pócimas para el amor, brebajes para el olvido y arrepentimiento. También, si quieren pasar por los pasillos esotéricos del Mercado de Sonora, los yerberos pueden despojar de espíritus malintencionados, o también llamarlos, según sea el caso. En la época de la conquista dos mercados o tianquiztli, término del que procede la palabra “tianguis” asombraron a los españoles. Estos dos establecimientos eran los más importantes del imperio mexica: Tenochtitlan, ubicado actualmente donde se encuentra el Zócalo, y el mercado de Tlatelolco, que se situó en lo que actualmente conocemos como la Plaza de las Tres Culturas.

Es importante mencionar que en los tianquiztli nadie se atrevía a robar o engañar a otro, ya que el Tlatoani en persona vigilaba los actos de comercio. En sus orígenes, el comercio se basó en el trueque, donde la gente utilizaba la semilla de cacao como moneda. Durante el siglo XVI, cuando la Ciudad de México se transformó en el principal centro financiero de la Nueva España y comenzaron a acuñarse monedas se inició el crédito. Los mercados se han convertido en los accesos más claros donde se pueden entender nuestras tradiciones, como por ejemplo el Día de la Candelaria, que se conmemora el 2 de febrero, ese día se hace la presentación del niño Jesús en el Templo de Jerusalén, y en los mercados se acostumbra vestir al niño con diferentes advocaciones y llevarlo a misa para que reciba su bendición. Es curioso pero en cada celebración se cambia el escenario y colores, como en el Día de muertos, en donde por los corredores se exhiben hileras interminables de cráneos de azúcar y papel picado, en Navidad, donde reinan las flores de Nochebuena y las piñatas de siete picos de todos los colores y el Día de la

independencia donde hay cornetas y vestidos típicos para celebrar con bailes y cánticos el día. Actualmente la Central de Abasto es el mercado más grande del mundo, y sí, al visitarlo podemos imaginar un poco la sorpresa de los antiguos cronistas al haber pisado por primera vez Tlatelolco. Y hablando de ese mítico lugar, tal vez sea tiempo de ir revelando muchos de los secretos, historia y dolor que guarda el que fue alguna vez el más grande centro de comercio de América. Mientras tanto los marchantes de los mercados seguirán esperando que vengan a conocerlos de cerca, no se sorprendan que a todos les digan güerito o güerita, así nos dicen a todos aunque seamos más morenitos que claritos. La explicación de ese mote se los debo, pero yo creo que es también de cariño. Nos leemos el próximo mes.

Guadalupe VERA,

Escritora, Abogada (México)


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