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No hay vocación sin misión. No hay Misión sin vocación

La vocación es una palabra profundamente significativa que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida. Vocación deriva del latín, vocare (llamar); explica Rivelis en su libro Construcción vocacional que es la misma raíz de vox (voz, grito) y de convocar, evocar, invocar y provocar (llamar para que salga afuera)

Se trata así de una convocatoria a explorar quiénes somos y a qué nos queremos dedicar en la vida. A menudo se describe como una inclinación interna hacia una forma de vida o una ocupación específica, que se va conformando gradualmente a lo largo de nuestra historia personal y en interacción con los demás.

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La vocación es mucho más que una simple elección de carrera o profesión. Es la brújula que nos guía hacia la realización personal y profesional.

Se relaciona con la exploración acerca de cómo queremos vivir nuestra vida y representa una convocatoria a construir la mejor versión de nosotros mismos. Podemos también entender la vocación como una inclinación a expresar nuestro ser en las actividades que realizamos, a desarrollar las diferentes facetas personales, poniendo en juego nuestro potencial.

En definitiva, podemos entender a la vocación como una invitación a buscar un acorde único, singular y original.

Es interesante tener presente que la vocación nos abre y nos compromete con el entorno. Como mencionamos anteriormente, la auténtica vocación tiene un componente personal que está relacionado con la inclinación a desarrollar nuestro potencial y poner en práctica en la vida las diferentes facetas propias. Sin embargo, también tiene un componente comunitario, es decir, una dimensión social que implica una tarea hacia los demás, un aporte personal y único a la sociedad. A esta dimensión comunitaria la podemos llamar “misión”. El desarrollo de la vocación no nos cierra en nosotros mismos, sino que nos abre a los demás y a la sociedad. Por eso afirmamos que no existe vocación sin misión. Esta se relaciona con el sentido último de la vida, con dejar una huella, con el legado que nos gustaría dejar.

Guillermo Rivelis, comenta al respecto: “En todos los casos, la vocación implica la conciencia de la existencia del otro y del compromiso que nos une a él y a ambos con una ‘obra’ que nos contiene, nos posiciona y nos trasciende. La actitud vocacional no solo se cuestiona acerca del qué, del cómo y del porqué de nuestra intervención, sino especialmente acerca del para qué; un para qué que va más allá del efecto inmediato de la acción”.

En el mismo libro, el autor cita a L. Lavelle cuando afirma: “’La vocación del hombre aparece en el momento en que el individuo reconoce que no puede ser su propio fin, que solo puede ser el mensajero, el instrumento y el agente de una obra en la que coopera y en la que el destino de todo el universo está interesado’”. No estamos aquí por casualidad, tenemos una tarea. Por lo tanto, además de preguntarnos en qué ocupación podríamos desplegar mejor los intereses, aptitudes y valores, es importante preguntarnos qué contribución nos gustaría ofrecer a la sociedad a través de nuestra ocupación/ trabajo.

Historia De Vida Nicol S

Nicolás era un joven que acudió a una consulta de orientación vocacional debido a su confusión y abrumo respecto a su carrera. Llevaba tres años estudiando medicina, pero no se sentía satisfecho con su elección.

Cuando le pregunté cómo se sentía, él respondió: “Siento que tengo el control de mi vida, pero es como si estuviera conduciendo en primera marcha. Me cuesta pasar a segunda. Estoy forzando el motor. No estoy seguro de si esto es lo mío”. Al acompañar a Nico en su búsqueda vocacional, noté su gran interés por el área artística. Le apasionaba el diseño, la estética y disfrutaba dibujando. También se preocupaba por cada detalle en la decoración de su habitación.

Un día le pregunté por qué había elegido la carrera de medicina, y él me respondió: “Como siempre fui un buen estudiante, quería estudiar una carrera que me permitiera salvar vidas. Quería dejar una huella en los demás, cumplir una misión”. Entonces, le pregunté nuevamente: “¿Te gusta a vos el ámbito de la salud, el funcionamiento del cuerpo humano y los sistemas orgánicos? ¿Te interesa el cuidado de la vida humana, el diagnóstico, la prescripción y la administración de tratamientos para prevenir y curar enfermedades? ¿Te interesa la investigación en este campo? ¿Te imaginas trabajando en instituciones sanitarias?” Juntos, también consideramos las diferentes actividades que un médico podría realizar.

Nicolás se quedó pensando por un momento y luego me dijo: “Realmente elegí la carrera pensando en dejar una huella, pero olvidé lo que realmente me gusta: el arte”.

Continuamos reflexionando juntos y llegamos a la conclusión de que no puede haber vocación sin misión, ni misión sin vocación. Es muy difícil dejar una huella en los demás si realizamos actividades que no nos gustan, que no están alineadas con nuestros propios intereses y habilidades.

Seguimos explorando juntos y Nicolás decidió comenzar a estudiar arquitectura. En su última entrevista, comentó: “Si hubiera continuado con la carrera de medicina, probablemente me habría especializado en medicina estética. La vocación necesita manifestarse, desplegarse...” www.ceciliaporvocacion.com / instagram.com/ceciliaporvocacion/

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