UN PROPÓSITO SANTO

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ESTRATEGIA NO. 4

7. ¿Son los miembros del equipo pastoral contratados principalmente para suplir las necesidades de aquellos que aún no están en la iglesia? 8. ¿Está la gente de su congregación más interesada en lo que les pasa a los que están fuera de las paredes de la iglesia que a los que están dentro? Si su respuesta es no a alguna de estas preguntas, su iglesia puede ser una iglesia marginal. Nosotros lo éramos. La iglesia en Sandía era una iglesia marginal. Como resultado de experiencias y de conversaciones al comienzo de mi ministerio en Sandía, hice la decisión de aceptar y enseñar los siguientes principios: 1. Entrenar a cada creyente de Sandía para que sea un discipulador. “Él nos hizo un reino de sacerdotes” (Apocalipsis 1:6). 2. Tomar seriamente las advertencias presentadas por Cristo en Mateo 25:3146 de cuidar “al menor de estos”, como serían los marginados, los privados de derechos y los oprimidos. 3. Establecer la meta de que en cinco años nosotros gastaríamos el cincuenta por ciento del total de nuestros ingresos en aquellos que aún no son parte de la iglesia. “Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás” (Filipenses 2:4). 4. Desarrollar ministerios tan vitales para la comunidad que, de no tenerlos, le impediría a la comunidad tener una existencia saludable en el futuro (Mateo 5:13-16). 5. Adoptar el concepto de “compasión responsable”, a saber, que insistiríamos en que todos aquellos a quienes diéramos un vaso de agua oirían también un sencillo mensaje sobre el amor de Cristo Jesús (Juan 4:10). La decisión era transformarnos en un puesto de avanzada compasivo. Me encontré con un documento compilado por Carl Bangs titulado, “P. F. Bresee: Hombre de Compasión Cristiana”. Phineas Franklin Bresee (1838-1915) ministró donde la gente estaba desarraigada y dislocada – en la frontera de Iowa, en el creciente Los Ángeles y en todo Norteamérica. Su parroquia era el mundo de la gente necesitada, atrapada en la pobreza y la confusión de las nuevas ciudades con su anarquía moral y económica. A Bresee le comovió la tristeza que Jesús experimentó sobre Jerusalén. Jesús lloró sobre Jerusalén. Si nosotros decimos que amamos a Jesús, debemos preguntarnos, “¿Amo yo su compasión por la gente? Si la gente está 160


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