Carrie

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Stephen King

Carrie

El tiempo pasaba. No importaba. Macbeth había asesinado el sueño y Carrie había asesinado el tiempo. No estaba mal. Una buena comparación. Sue sonrió tristemente. ¿Sería ése el fin de nuestra heroína, la dulce Miss Graduada de dieciséis años? Se acabarían sus preocupaciones por el Club de Campo y « Kleen Korners ». No más. Todo eso había desaparecido, extinguido por el fuego. Alguien pasó corriendo y dijo algo de que la calle Carlin se estaba incendiando. Mejor para la calle Carlin. Tommy había muerto y Carrie había ido a asesinar a su madre. Se irguió tensa y miró las sombras. Ignoraba cómo lo sabia. No tenía ninguna relación con lo que había leído sobre la telepatía. No vio imágenes, en su mente no hubo destellos reveladores, sólo el prosaico conocimiento; de la misma manera que uno sabe que el verano sigue a la primavera, que puedes morir de cáncer, que la madre de Carrie ya había muerto que... (mu) El corazón latió agitadamente en su pecho. ¿Muerto? Examinó su conocimiento del suceso, tratando de ignorar el hecho insólito e insistente de que su conocimiento no se originaba en nada. Sí. Margaret White había muerto. Algo relacionado con el corazón. Pero ella había dado una cuchillada a Carrie. Carrie estaba muy malherida y había sangrado. Estaba... No había más. Se levantó y volvió corriendo al coche de su madre. Diez minutos más tarde aparcaba en la esquina de las calles Branch y Carlin, donde tenía lugar el incendio. No habían llegado los camiones todavía para combatir el fuego, pero habían puesto vallas en los extremos de la calle y unas lamparillas grasientas y humeantes iluminaban un letrero que decía: ¡PELIGRO! !CABLES DE ALTA TENSION! Sue hizo un rodeo, cruzó dos patios traseros y atravesó un alto seto vivo que la arañó con sus ramitas rígidas. Salió a un patio más allá de la casa de los White y cruzó hacia ella. El apartamento' estaba en llamas, el techo era una brasa. No se podía ni siquiera pensar en acercarse lo suficiente para mirar hacia dentro. Pero, a la intensa luz de las llamas, vio algo mejor: las salpicaduras de sangre que señalaban las huellas de Carrie. Las siguió con la cabeza inclinada, más allá de las manchas más grandes junto al sitio donde Carrie había descansado, a través de un nuevo seto, cruzando el patio posterior de una casa de la calle Willow y luego una maraña de pequeños pinos y robles. Más allá, un corto camino sin pavimentar, casi un sendero, subía -serpenteando por el terraplén de la derecha. Se detuvo bruscamente porque una duda la asaltó con una fuerza corrosiva y cruel. ¿Y si la encontraba? ¿Qué ocurriría entonces? ¿Un ataque al corazón? ¿Moriría quemada? ¿Controlarla su mente y la obligaría a lanzarse al paso -de un coche o de una bomba de incendios? Su extraño conocimiento le dijo que Carrie era capaz de todo eso. (busca a un policía) Soltó una risita ante la idea y se sentó en el césped cubierto de rocío. Ya había encontrado un policía. E incluso suponiendo que Otis Doyle le hubiese creído, ¿de qué habría servido? A su mente acudió una imagen en la que cien cazadores desesperados rodeaban a Carrie y le pedían que entregara sus armas y se rindiera. Ca rrie obedecía y levantando las manos se quitaba la cabeza de los hombros. El sheriff Doyle la recibía solemnemente y la colocaba en un canasto de mimbre sobre el que se leía «Zoológico Humano». (y Tommy está muerto) ¿Qué hacer? Comenzó a llorar y se cubrió la cara con las manos. Una suave brisa se filtró entre los enebros de la cumbre de la colina. Nuevos camiones de incendio pasaron aullando por la ruta 6, como enormes sabuesos rojos en la mitad de la noche.


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