Lohfink norbert cuadernos biblicos 140 escucha israel (comentarios del deuteronomio)

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«Escucha, Israel» Comentarios del Deuteronomio

Norbert Lohfink

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Editorial Verbo Divino Avenida de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), España Teléfono: 948 55 65 11 Fax: 948 55 45 06 www.verbodivino.es evd@verbodivino.es í-

Cuadernos bíblicos 140

Traducción: Pedro Barrado y Ms del Pilar Salas. Título original: «Écoute, Israel». Commentaires du Deuteronome, © Les Editions du Cerf © Editorial Verbo Divino, 2008. Impreso en España - Printed ¡n Spain. Fotocomposición: Megagrafic, Pamplona. Impresión: Gráficas Astarriaga, Abarzuza (Navarra). Depósito Legal: NA. 1.860-2008 ISBN 978-84-8169-814-5


NORBERT LOHFINK

«Escucha, Israel» Comentarios del Deuteronomio

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scucha, Israel! YAHVEH, nuestro Dios, es YAHVEH único. Amarás a YAHVEH, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu ser, con toda tu fuerza.» El mandamiento de Dt 6,4 alimenta tanto a la religión judía como a la cristiana, Para ser escuchado y vivido, merece la pena ser escrutado ahora y siempre. Con esta finalidad, el padre Norbert Lohfink ofreció al público hace ya más de cuarenta años una pequeña obra', El texto de Dt 6 era examinado allí en sus relaciones con Dt 10 (que lo presupone) y después con Dt 8 y Dt 4 (que lo recogen y lo prolongan). Muchos lectores descubrieron así el Deuteronomio. Nuestro Dossier la reedita hoy en español en una versión revisada y corregida. Mientras la investigación sobre el Deuteronomio ha proseguido desde entonces -y N. Lohfink ha contribuido activamente a ello-, volviendo caducas, por el mismo hecho, algunas hipótesis redaccionales mantenidas en su momento, la perspectiva desde el culto y la teología de la alianza conserva toda su pertinencia y el comentario paso a paso de estos cuatro grandes textos sigue siendo un modelo pedagógico. El privilegio de los grandes estudios es continuar alimentando la reflexión durante mucho tiempo después de su publicación. Por eso hemos considerado útil ofrecerlo nuevamente, Agradecemos a N. Lohfink que haya aceptado esta reedición, dejando al padre Jean-Marie Carriére el cuidado de la actualización (cf. el prólogo, p. 4). J.-M. Carriére ha renovado profundamente el capítulo 1, la conclusión y la bibliografía. Los' cuatro estudios principales siguen prácticamente intactos, Sin ningún género de dudas, una nueva generación de lectores descubrirá así su riqueza. Gérard BILLÓN

• NORBERT LOHFINK, jesuita, es profesor emérito de exégesis del Antiguo Testamento en la Facultad de Filosofía y de Teología de Sankt Georgen, Frankfurt. Especialista en el Deuteronomio y en la literatura deuteronómica, sus investigaciones alcanzan también a Qohélet, los Salmos y la teología bíblica. En español, los Cuadernos Bíblicos han presentado tres de sus estudios sobre el Pentateuco en el n. 97 (20053), • JEAN-MARIE CARRIÉRE, jesuita, es profesor de exégesis bíblica en el Centro Sévres (Facultades Jesuítas de París) y miembro del comité de elaboración de los Cuadernos Bíblicos, Ha publicado Le Deutéronome, Choisis la vie. París, Ed, de l'Atelier, 2002,

1. Hóre, Israel! Auslegung von Texten aus dem Buch Deuteronomium. Dusseldorf, Patmos, 1965.


teDET§fe Edición revisada por Jean-Marie CARRIÉRE de acuerdo con el autor (2Ó07)

El gran mandamiento del Deuteronomio implica una exigencia: el servicio exclusivo a Yahveh. La importancia de esta exigencia fundamental resulta también de la cualidad del estilo puesto en práctica para desplegarla. Aquí se proponen cuatro textos, presentados según el orden de elaboración del libro, Dt 10,12-11,17 podría ser el más antiguo, ya que Dt 6,4-25 parece presuponerlo, Dt 8,1-20 contiene una paráfrasis de un fragmento de Dt 6. Dt 4,1-40 forma parte del complemento aportado por la obra deuteronomista para constituir el Deuteronomio. Así podemos seguir, a través de los siglos, la proclamación del gran mandamiento en las celebraciones de la alianza de Israel. Por Norbert Lohfink

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Prólogo e los libros del Pentateuco, el Deuteronomio es el que mejor nos introduce en la teología de la alianza. En él, la "alianza" se hace palabra. Por otra parte, frecuentemente el Pentateuco no contiene más que hechos brutos, acontecimientos históricos, listas, leyes. En el Deuteronomio, cada palabra y cada línea pretenden explicar y convencer.»

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Así se expresaba Norbert Lohfink, uno de los mayores especialistas en el Deuteronomio, en la introducción a su pequeño libro Escucha, Israel, aparecido en alemán en 1965. Ha parecido interesante poner este texto a disposición de los lectores de los Cuadernos Bíblicos, con alguna adaptación. Antes de enunciar el conjunto de las «leyes y costumbres» (Dt 12,1) que constituyen el código propio del Deuteronomio, el libro explícita, entre Dt 5 y Dt 11, en que consiste y lo que requiere el compromiso en la alianza, Se trata de explicar y convencer, como dice Norbert Lohfink, y por eso el estilo se asemeja al de una homilía. En él se despliega toda la experiencia de la alianza, en la vida de cada hijo de Israel y en la historia de los hijos de Israel. Tres palabras expresan toda la riqueza de esta experiencia de la alianza: temer, amar, servir. Norbert Lohfink decidió comentar algunos de estos textos, con una gran claridad y en un orden que da cuenta de la elaboración teológica de esta experiencia. El último capítulo de este estudio ofrece las claves para comprender el capítulo 4 del Deuteronomio, más tardío, donde Israel expresa su orgullo en cuanto a lo que le ani-

ma profundamente, la experiencia de la alianza, la calidad de su Ley: «Pregunta, pues, a los días del comienzo, aquellos anteriores a ti, desde el día en que Dios creó a la humanidad sobre la tierra, pregunta de un confín al otro del mundo: ¿hay algo más grande?, ¿se ha escuchado algo semejante?, ¿hay algún pueblo que haya escuchado como tú la voz de un dios hablando en medio del fuego y haya seguido con vida? ¿O acaso hay un dios que haya tratado de tomar para él una nación en medio de otra mediante pruebas, signos y prodigios, mediante combates, con su mano fuerte y su brazo extendido, con grandes terrores, del modo en que Yahveh, vuestro Dios, lo ha hecho por vosotros en Egipto ante tus ojos?» (Dt 4,3234). La «sabiduría» de Israel no tiene otro fundamento que la fidelidad amorosa de Yahveh2 con respecto a él.

2. Las distintas ediciones españolas de la Biblia traducen y formalizan de diferente modo el tetragrama sagrado (YHVH): en este Cuaderno se ha empleado la forma Yahveh, que es la utilizada por la Biblia de Jerusalén; la Biblia de La Casa de la Biblia y la Nueva Biblia Española traducen este término hebreo por «el Señor»; y existen otras variantes, como Yahvé, o Yavé, que es la que puede leerse en la Biblia Latinoamérica.


El texto de 1966 ha sido adaptado algo para poder tener en cuenta la evolución de la investigación desde su aparición, y especialmente otros trabajos de Norbert Lohfink, algunos de los cuales se indican en la bibliografía. El capítulo 1 ha sido reformado completamente, los otros prácticamente nada. Para la traducción de los textos se ha seguido la reciente edición de la TOB (Le Pentateuque. París, Cerf, 2003), teniendo presente también la versión de La Casa de la Biblia (Sígueme-Verbo Divino-PPC, 1992). Se han introducido algunos subtítulos a lo largo de los de-

sarrollos. La bibliografía ha sido simplificada y puesta al día. Norbert Lohfink ha revisado el conjunto del Dossíer, Los Cuadernos Bíblicos se felicitan de poder expresar todo su reconocimiento a Norbert Lohfink por autorizar semejante publicación; pero también, y sobre todo, por su generosidad en ofrecer a los lectores toda su competencia y su experiencia en el comentario de este bellísimo libro que es el Deuteronomio. Jean-Marie CARRIÉRE

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I - La carta de la alianza

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l libro del Deuteronomio o el «quinto libro de Moisés» es el último del Pentateuco. Él concluye la historia narrada en éste. Historia de los comienzos, historia de los Padres, historia de la salida de Egipto, historia de las andanzas por el desierto: al final, el pueblo, bajo la guía del viejo Moisés, se encuentra en el país de Moab, en la orilla del Jordán.

Es ahí donde comienza el Deuteronomio, Moisés va a morir en los umbrales de la tierra prometida; allí también entrega su testamento. Dirige sus últimos discursos a todo Israel. Eso es todo el contenido del Deuteronomio. Los discursos están claramente introducidos: 1,1; 4,44; 28,69; 33,1. En el primero, Moisés recuerda la marcha por el desierto (Dt 1-3) y exhorta a la fidelidad a la alianza, no sin alusiones a la ruptura del exilio (Dt 4). El segundo discurso evoca la ley de la alianza concluida en el Sinaí (Dt 5-26) y sus disposiciones (Dt 27-28). En el tercer discurso se despliega la «alianza de Moab» (Dt 29-31), que aca-

ba con el cántico de Moisés (Dt 32). El cuarto discurso es una bendición de despedida (Dt 33). No queda entonces más que narrar la muerte de Moisés (Dt 34), con lo que se acaba el Pentateuco. Éste es el libro del Deuteronomio. Cumple perfectamente la función que le asigna su posición: acabar el Pentateuco y la vida de Moisés, Pero, ¿cuál fue la historia de la composición de este libro, redactado antes de que fuera constituido el Pentateuco a comienzos de la época postexílica? Esbozaremos sus grandes momentos remontándonos progresivamente en el tiempo.

La historia deuteronomista Antes de que el Deuteronomio, a mediados del siglo vi a. C, formara parte del Pentateuco, constituía el principio de un gran fresco histórico al que se llama la obra deuteronomista, que abarca desde Dt a 2 Re, La experiencia pasaG

da es interpretada en esta retrospectiva que trata de dar cuenta de la catástrofe del Exilio. El Exilio es esa irrupción de maldiciones recordadas en la conclusión de la alianza y de sus renovaciones en los casos en que Israel la rompiera.


El redactor deuteronomista incluyó en su obra esta carta de la alianza que recuerda sus exigencias, Se trata del segundo discurso de Moisés (Dt 5-28), que proporciona el criterio para la evaluación de la historia. El primer discurso de Moisés fue redactado, según parece, a la vista de la obra deuteronomista en dos tiempos: los capítulos 1 -3 como introducción primitiva (de hecho, una introducción a los libros del Deuteronomio y de Josué, una composición pre-exílica que, más tarde, durante el Exilio, servirá como primera parte de la gran obra deuteronomista) y el capítulo 4 como recensión explicativa. A partir del capítulo 29, el tercer discurso, y después la bendición de Moisés (Dt 33), constituyen el comienzo del relato histórico, cuya continuación es el libro de Josué. El segundo discurso, la carta de la alianza, no fue compuesto a la vista de la obra deuteronomista. Era anterior (al menos en sus partes esenciales), y fue insertado en bloque. Lo mismo, por otra parte, que los capítulos 29-33, constituidos en gran parte por textos cultuales antiguos. Pero podemos decir, de hecho, que la formación del actual libro del Deuteronomio, la sucesión de los cuatro discursos de Moisés, es la obra del deuteronomista tras la redacción tardía del Pentateuco3.

La carta de la alianza del rey Josías Al deshacerse poco a poco el dominio asirio durante el siglo vil a. C, el rey Josías estuvo en disposición de llevar

3, Para un punto de vista reciente sobre la obra deuteronomista, cf, Thomas RÓMER, «L'histoire deutéronomiste (Deutéronome - 2 Rois)», en Th. RÓMER / J.-D. MACCHI / C. NIHAN (eds.), Introducción a I'Anden Testament. Col. «Le Monde de la Bible» 49. Ginebra, Labor et Fides, 2004, pp. 234-350.

a cabo una reforma religiosa en el sentido de un retorno a la fe en Yahveh, Con ocasión de unos trabajos de restauración en el templo, se descubrió un «libro». Entonces Josías celebró solemnemente una renovación de la alianza, fundamentada sobre esta carta. Éstos son los acontecimientos del «año dieciocho de Josías» contados en 2 Re 22,3-23,23. Muchos argumentos llevan a pensar que este libro «encontrado» no es otro que una forma antigua de una carta de la alianza. Lo que nos permite iluminar el origen de esta parte central del Deuteronomio: «perdido», u olvidado, y después «(re)encontrado», es por tanto anterior a la reforma de Josías, sin duda objeto de una larga elaboración durante las vicisitudes de la historia; sobre todo es el documento capital que permite renovar la alianza durante el año dieciocho de Josías. Hablar de la carta de la alianza con Dios podría parecer algo demasiado jurídico. Y, sin embargo, así captó Israel su relación con Dios en el marco de la alianza-contrato, a partir de categorías jurídicas de la existencia social. No sin tener en cuenta, ciertamente, los ejemplos que le rodeaban, esos tratados de alianza que la investigación conoce bien ahora: desde los tratados hititas del segundo milenio hasta los tratados de vasallaje asirios de mediados del primer milenio, La forma de estos tratados -consideraciones históricas, condiciones del pacto, lista de testigos, bendiciones y maldiciones- se encuentra en la disposición del libro del Deuteronomio1.

4. Cf. Félix GARCÍA LÓPEZ, El Deuteronomio: una ley predicada. Cuadernos Bíblicos 63, Estella, Verbo Divino, 2001 5 , p. 15. Numerosos ejemplos hititas y neo-asirios en Jacques BRIEND (pres.), Tratados y juramentos en el antiguo Oriente Próximo, Documentos en torno a la Biblia 23. Estelia, Verbo Divino, 1994. 7


Gracias a estas categorías jurídicas, la religión de Israel había tomado distancias -quizá gracias a los profetascon respecto a las religiones que se regían por una mitología natural. Estas categorías jurídicas permitían encontrarse con Dios en su personalidad, en su libertad, en su acción en la historia y en su trascendencia con respecto al mundo. Por contra, la exigencia central de la alianza: amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, proviene de la lengua oficial de las cancillerías de Estado. Volveremos sobre esto más adelante.

«estilo deuteronómico» se despliega ampliamente, habla al corazón, recoge sin cesar las grandes convicciones teológicas. Sin embargo es poco probable, como se ha creído durante un tiempo, que el Deuteronomio provenga de predicaciones de levitas tras la caída de Samaría.

La carta de la alianza debía ser leída en público en el momento de la conclusión de la alianza, y después a intervalos regulares, lo que supone un estilo algo retórico, por el hecho de la proclamación a todo el pueblo. El texto del Deuteronomio hace alusión a ello:

Si la prehistoria del Deuteronomio se confunde con la historia de la alianza, la cuestión del origen de este libro nos lleva a los comienzos de Israel. Incluso aunque las analogías con los tratados políticos del Próximo Oriente antiguo remiten a una época más tardía, aun así deberíamos admitir que la concepción de la relación con Dios comprendida en el marco de un contrato se remonta a los comienzos de Israel. Desde los orígenes, la alianza era considerada de una manera o de otra como un «contrato», de hecho ella ha surgido de una carta escrita; varios relatos tardíos del Éxodo conservan sus huellas: Ex 24,4.7; Ex 24,12; Ex 32,15.19; Ex 34,1.4.27, e incluso el libro de Josué: Jos 24,26.

«Moisés escribió esta Ley y la dio a los sacerdotes hijos de Leví que llevan el arca de la alianza del Señor, y a todos los ancianos de Israel. Y Moisés les dio esta orden: "Al final de los siete años, en el momento del año de la remisión, en la fiesta de las Tiendas, cuando todo Israel venga a ver el rostro de Yahveh, tu Dios, en el lugar que él haya escogido, tú leerás esta Ley ante todo Israel, que la escuchará. Reunirás al pueblo, los hombres, las mujeres, los niños, y el emigrante que está en tus ciudades, para que escuchen y aprendan, para que teman a Yahveh, vuestro Dios, y cuiden de observar todas las palabras de esta Ley. Y sus hijos, que no saben, escucharán; y aprenderán a temer a Yahveh, vuestro Dios, todos los días de su vida en la tierra de la que vais a tomar posesión al pasar el Jordán"» (Dt 31,9-13). Por el hecho de esta proclamación regular, la carta de la alianza no es solamente «carta», sino también texto litúrgico. Lo cual influye también en el estilo del libro. El 8

Origen y desarrollos de la carta de la alianza

Dt 5-28 da a entender que el texto fue redactado antes de la entrada en la tierra de la promesa, como discurso de Moisés. Esta situación es recordada frecuentemente en el libro. En las partes parenéticasy en las legislativas, una fórmula de introducción hace referencia a menudo al país al que van a entrar los hijos de Israel, ¿Podemos considerar entonces Dt 5-28 como la obra de Moisés? Esta perspectiva sugerida por la redacción final indica una ficción pretendida y significativa. De hecho, el texto no fue redactado de una sola vez, sino que, compuesto por diversas partes, fue reelaboradoy progresivamente am-


pliado. Su elaboración debió de extenderse durante varios siglos, lo cual no contradice la antigüedad de la carta de la alianza. La carta era proclamada regularmente durante el culto, Después de épocas de ruptura, la alianza se renovaba solemnemente. Situaciones, fiestas y experiencias nuevas exigían ser tomadas en consideración en este documento fundamental. Era preciso añadir y completar5, Quizá la carta original era poco extensa y próxima a Ex 34,11 -26. Después vinieron añadidos y complementos, así como ordenanzas legislativas6, conjuntos de oraciones y formularios litúrgicos, Este crecimiento no era incontrolado ni desordenado: obedecía a un principio de actualización, y discernía las influencias que había que tomar en cuenta, como por ejemplo la de los pro-

fetas7. La estructura fundamental seguía estando intacta, así como la forma «discurso de Moisés». La celebración de la alianza resituaba en alguna medida a Israel en su punto de partida, en los umbrales de la tierra, don prometido y salvífico, pero aún no recibido. La carta recordaba las condiciones de recepción de este don, Semejante función regía la manera en que la carta era actualizada según las situaciones, El Exilio en Babilonia a comienzos del siglo vi a. C. constituyó una ruptura capital, una ruptura de la alianza; la carta conoció entonces un nuevo arraigo en la vida de Israel: se convirtió en parte de un conjunto literario, la «obra histórica del deuteronomista».

Diversas formas de vivir el Deuteronomio Podríamos considerar así las tres fases principales de la elaboración del Deuteronomio: • un lento desarrollo de los textos, sin duda y ante todo en el marco de las celebraciones de la alianza de Israel; • el Deuteronomio, comienzo de la obra histórica deuteronomista; • el Deuteronomio, conclusión del Pentateuco.

5. Sobre «Las características fundamentales de la literatura antigua», cf. Jean-Louis SKA, Introduction a la lecture du Pentateuque. Col. «Le L¡vre et le Rouleau» 5. Bruselas, Lessius, 2000, pp. 235-261 (ed. española: Introducción a la lectura del Pentateuco. Estella, Verbo Divino, 2001). 6. La función del «escriba» (alto funcionario) en el «descubrimiento» del libro el año dieciocho de Josías indica sin duda la influencia sobre la escritura de las leyes de un ambiente de funcionarios que dominan la escritura; quizá un trabajo soterrado y «resistente» durante el largo reinado del «impío» rey Manases.

Fases que podemos relacionar con el Exilio: • antes del Exilio, desarrollo del Deuteronomio en cuanto carta de la alianza y texto litúrgico; • durante el Exilio, Inclusión del Deuteronomio en una retrospectiva que da cuenta del camino que ha llevado a la catástrofe; • después del Exilio, inclusión del Deuteronomio en el Pentateuco, texto fundamental de la comunidad restaurada.

7. Además de las relaciones reconocidas entre el Deuteronomio y Oseas, la influencia profética es perceptible en el Código del Deuteronomio, sobre todo en sus aspectos de «justicia social», esas prescripciones que obedecen a la consigna de «derecho y justicia». 9


Para nosotros, el Deuteronomio está sobre todo incluido en el Pentateuco. Pero lo esencial del texto data de su primera fase de composición, antes del Exilio, Tratemos de caracterizar las diversas atmósferas que se desprenden del libro, siguiendo las tres dimensiones que se acaban de indicar. • Leyendo el Deuteronomio en el marco del Pentateuco, se trata de una atmósfera de partida que nos envuelve. Un gran hombre, uno de los más grandes, está cercano a su muerte. Habla a ese pueblo al que ha guiado y formado y, en esta hora de la verdad, le ofrece su testamento, cómo vivir más allá de ese río que él no cruzará. Lo trágico de esta despedida penetra cada palabra de este libro leído en esa perspectiva, y le confiere una autoridad humana además de su peso divino. • Por el contrario, leyendo el Deuteronomio en relación con la obra deuteronomista, entonces se trata de una atmósfera de sueño matutino. Incluso sobre el fondo

de una historia sombría, pecadora, entonces todas las posibilidades estaban abiertas para Israel a orillas del Jordán, como una promesa de paz para un pueblo joven, ya probado, esperando aún todo del futuro. • Dejemos de lado esta historia literaria y releamos Dt 5-28; aparece una nueva impresión. La persuasión del orador quiere convencer al lector, que la Palabra le afecte, que se reduzca la distancia histórica, y así quede concernido. Siente que se trata de la voluntad de Dios. De diversas formas ella viene a encontrarse con él: como ley, como exhortación. Pero, más allá de los detalles de conducta, el lector escucha la llamada al amor a Dios. Nuestro comentario querría contribuir a restituir de algún modo el espacio espiritual en el que el pueblo de Israel vivía desde sus orígenes, y que fue tan bien comprendido por los profetas. Volveremos así al sentido más antiguo del texto. Pero es preciso seleccionar algunos textos.

Elección de textos Dt 5-28 está claramente construido: • 5-11 retrospectiva histórica, proclamación del gran mandamiento, • 12-26 enunciado de leyes y costumbres, • 26,16ss promulgación de las obligaciones de la alianza, • 28

bendiciones y maldiciones.

Esta disposición es parecida a la de los tratados políticos del Próximo Oriente antiguo. La primera parte, y más particularmente su segundo elemento (la proclamación del gran mandamiento), tiene un interés especial. Las obligaciones del código están consideradas siempre en su profunda unidad, que deriva de la exigencia fundamental del gran mandamiento: un servicio exclusivo a 10

Yahveh. La importancia de esta exigencia fundamental resulta también de la cualidad del estilo puesto en práctica para desplegarla. Ofreceremos cuatro textos en este conjunto, presentados conforme al orden de elaboración del libro. Dt 10,12-11,17 podría ser el más antiguo, puesto que Dt 6,4-25 parece presuponerlo. Dt 8,1-20 contiene una paráfrasis de un fragmento de Dt 6. Dt 4,1-40 forma parte del complemento aportado por la obra deuteronomista para constituir el Deuteronomio. Así podremos seguir, a través de los siglos, a partir de estos cuatro textos, la proclamación del gran mandamiento en las celebraciones de la alianza de Israel,


II - El Dios de la historia y el Dios de la naturaleza Dt 10,12-11,17 10 ,2 Y ahora, Israel, ¿qué es lo que Yahveh, tu Dios, espera de ti? Solamente espera que temas a Yahveh, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, amando y sirviendo a Yahveh, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu ser, "guardando los mandamientos de Yahveh y las leyes que te doy hoy, para tu felicidad. '"Sí, a Yahveh, tu Dios, pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que se encuentra en ella. "Ahora bien, solamente a tus padres se vinculó Yahveh para amarlos; y después de ellos es a su descendencia, es decir, a vosotros, a los que ha escogido entre todos los pueblos como hoy se constata. 16

Así pues, circuncidaréis vuestro corazón, no endureceréis vuestra cerviz, "pues es Yahveh, vuestro Dios, que es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, poderoso y temible, el ¡mparcial e incorruptible, 18el que hace justicia al huérfano y a la viuda, que ama al emigrante dándole pan y un manto. ("Amaréis al emigrante, pues vosotros fuisteis emigrantes en el país de Egipto.)

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Es a Yahveh, tu Dios, al que temerás y al que servirás, a él es al que te vincularás, por su nombre prestarás juramento. 21

Él es tu alabanza, él es tu Dios, el que ha hecho para ti esas cosas grandes y terribles que has visto con tus ojos. "Tus padres no eran más que setenta cuando bajaron a Egipto, y ahora Yahveh, tu Dios, te ha hecho tan numeroso como las estrellas del cielo. 11 'Amarás a Yahveh, tu Dios, y guardarás sus observancias, sus leyes, sus costumbres y sus mandamientos, todos los días. 2 Lo sabéis hoy: Yahveh, vuestro Dios, es el que os ha educado; pues no se trata de vuestros hijos: ellos no vieron ni conocieron la educación de Yahveh, vuestro Dios, su grandeza, su mano fuerte, su brazo extendido, 3sus signos y sus acciones, lo que en medio de Egipto hizo al faraón, rey de Egipto, y a todo su país;4 lo que hizo al ejército egipcio, a sus caballos y a sus carros, haciendo que se estrellara sobre ellos el agua del mar

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de las Cañas, cuando os perseguían: Yahveh los suprimió hasta hoy;5 lo que os hizo en el desierto hasta vuestra llegada a este lugar;6 lo que hizo a Datan y Abirán, los hijos de Eliab, hijo de Rubén, cuando la tierra, abriendo sus fauces, los tragó en medio de todo Israel junto con su familia, sus tiendas y todas las gentes que marchaban tras sus huellas. 7Con vuestros propios ojos habéis visto toda la grandiosa acción de Yahveh. "Así pues, guardaréis todo mandamiento que os doy hoy, para que seáis animosos, y entréis a poseer el país al que vais a pasar para tomar posesión de él, 9a fin de que vuestros días se prolonguen en la tierra que Yahveh juró a vuestros padres que les daría, así como a sus descendientes, una tierra que mana leche y miel. 10

Ciertamente, el país en el que entras para tomar posesión de él no es como el país de Egipto, de donde habéis sido sacados: allí hacías tus siembras y lo regabas con tu pie como un huerto; " el país a donde vais a entrar para tomar posesión de él es un país de montañas y valles, que se riega con la lluvia del cielo, ,2 un país del que Yahveh, tu Dios, tiene cuidado: los ojos de Yahveh, tu Dios, están sobre él permanentemente, desde el principio al final del año. 13

Y si escucháis verdaderamente mis mandamientos, los que os entrego hoy, amando a Yahveh, vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, con todo vuestro ser, 14 yo daré a su tiempo la lluvia que precisa vuestra tierra, la del otoño y la de la primavera: cosecharás tu trigo, tu vino nuevo y tu aceite; ,5yo daré hierba a tus animales en tus prados, y comerás hasta saciarte. ("Guardaos de dejaros seducir en vuestro corazón, de desviaros, de servir a otros dioses y de postraros ante ellos: "ya que entonces) la cólera de Yahveh se inflamaría contra vosotros, cerraría el cielo y ya no habría lluvia, la tierra ya no daría sus frutos y vosotros despareceríais rápidamente de la buena tierra que Yahveh os da. Observaciones relativas a la traducción. Unos paréntesis enmarcan 10,19: se trata de un añadido posterior. En 11,2 parece que una parte del versículo haya desaparecido después de un error de copista. Según el género literario y el sentido del contexto, se ha completado con estas palabras: «Yahveh, vuestro Dios, es el que os ha educado; pues...». En 11,8, según diversos testigos antiguos del texto, hemos leído «vosotros»: «Os doy» (en lugar de «te»), Dt 11,16 y las dos primeras palabras .de 11,17 están puestos entre paréntesis: el versículo 16 no pertenece a lo que exige el género literario de 11,17. Por otra parte, la formulación de 11,16 no corresponde a la lengua del contexto. Puede que en el proceso de 12

transmisión del texto, la frase primitiva que preparaba 11,17 se perdiera. Un copista la habría reformulado de forma insatisfactoria. En su origen debía de formar pareja con 11,13.

Estructura del texto En la lectura se observará sin dificultad que este texto estaba destinado a ser proclamado y escuchado. Está elaborado para ser proferido durante la asamblea cultual de la comunidad. Es un ejemplo típico de «estilo deuteronómlco». La lengua se dilata, se inflama, se hace acu-


ciante, cálida, convincente. También aparece un procedimiento estilístico inimitable: el cambio de persona a lo largo del discurso, cada vez más frecuente hacia el final (unas veces la segunda persona del singular, otras la del plural). Asimismo, una traducción no puede captar la sonoridad y el ritmo de estas bellas frases. Algo de la solemne atmósfera del culto en el cual estos textos eran proclamados nos resulta perceptible gracias a fórmulas que aparecen una y otra vez. Con ellas, los enunciados particulares que dan a estas frases su plenitud de sentido están ligadas a lo que es fundamental (Yahveh, «tu Dios»; leyes, caminos, decisiones, órdenes «queyo os doy hoy»; el país «a donde vais a entrar para tomar posesión de él», etc.). La lengua emplea todos los registros. Esto, sin embargo, no supone ningún prejuicio a propósito de la rigurosa construcción del conjunto. La disposición tipográfica de nuestra traducción ofrece ya las indicaciones esenciales relativas a la estructura de este texto, En cinco ocasiones se formula el gran mandamiento; asimismo, en cinco ocasiones sigue una motivación: ésta es siempre una declaración relativa a Yahveh, La última motivación inicia el anuncio de las bendiciones y maldiciones,

• amar a Yahveh, • servir a Yahveh (con todo el corazón y toda la fuerza del alma), • vincularse a Yahveh, • jurar por el nombre de Yahveh, • obedecer los mandamientos de Yahveh. Son otras tantas designaciones de la única respuesta a Yahveh, el Dios de Israel, La observancia del gran mandamiento prima sobre todo, Sus diversas formulaciones contenidas en este.texto consideran siempre la misma cosa: reflejan de diversas formas la exigencia fundamental de la alianza. De una a otra no hay ni progreso ni cambio de tema. «Servir a Yahveh» concierne ante todo al culto a Yahveh. Y «no prestar juramento más que por el nombre de Yahveh» sólo es la expresión concreta del derecho exclusivo de Yahveh. Las motivaciones que se introducen entre las formulaciones del gran mandamiento evocan diversos episodios de la historia de la salvación; siguen su sucesión cronológica: • 10,14s: elección de los patriarcas; • 10,17s:

Dejemos aparte 10,16; las formulaciones del gran mandamiento (10,12.20; 11,1,8 y la proposición circunstancial de 11,3) se completan entonces y forman una serie de afirmaciones, Cada vez se citan algunas; de forma que cada palabra clave aparece una, dos, tres veces, Ésta es la serie de afirmaciones (por orden): • escuchara Yahveh, • temer a Yahveh, • seguir los caminos de Yahveh,

• 10,21s: estancia en Egipto; • 11,2-7: las plagas de Egipto, la salvación durante el paso del mar de las Cañas y la guía por el desierto; • 11,10-12: entrada en el país de Canaány posesión futura de la tierra. A partir de estas acciones históricas, el Dios de la alianza así como sus exigencias son reconocidos y justificados. El estilo deslumbrante y la brillante retórica se unen en nuestro texto a la claridad de la disposición y a la preci13


sión de una sabia construcción. Al hacer esto se hace justicia a todos los aspectos de la alianza. Ella está fundamentada en el actuar salvífico de Dios con respecto a Israel (cf. las motivaciones). De este actuar resulta la exigencia fundamental de ser el único a quien adorar (formulación del gran mandamiento), Según su conducta, el pueblo recibe bendición o se encuentra sometido a maldición (11,13-17). Durante el culto de una de las grandes fiestas, el lector leía este texto. Los israelitas estaban entonces situados en un ambiente capaz de mantener su vida. Sin embargo, en el propio interior de esta proclamación fundamental de la situación de alianza, nuestro texto persigue otro propósito.

to y de la muerte, del alumbramiento y de la fecundidad se manifestaba lo numinoso; se concretaba en la multitud de dioses y mediante la proyección mítica de su destino. Por el contrario, Israel tuvo conocimiento de Dios en la historia. Yahveh actuó en su favor, concluyó alianza con él,

Un nuevo contexto

Ahora bien, este tiempo dichoso llegaba a su término. Israel estaba fundado. Poseía esa tierra, don de Yahveh. Guerra y paz ya no cautivaban el pensamiento, sino siembras y cosechas, sequías y lluvia. ¡Israel, pueblo de campesinos! Pero entonces las experiencias divinas del tiempo de la peregrinación corrían el riesgo de perderse. Otros pensamientos sobre Dios podían ocupar su lugar, así los cultos de la fertilidad de los antiguos habitantes del país, que parecían responder mejor a las exigencias de una vida sedentaria,

La experiencia de Dios que tuvo Israel se distingue de forma radical de las de los otros pueblos del antiguo Oriente. Éstos se aproximaban a lo divino sobre todo mediante lo cósmico. En la sucesión de las estaciones, en el ciclo de la naturaleza, en el misterio del nacimien-

Nuestro texto quiere prevenir precisamente esta tentación. Jfata de anunciar una alianza que concierne a un Israel a punto de sedentarizarse y de pasar a la agricultura, Los comentarios que siguen deberán tener en cuenta este punto de vista.

Proclamacion del gran mandamiento «Y ahora, Israel, ¿qué es lo que Yahveh, tu Dios, espera de ti? Solamente espera que temas a Yahveh, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, amando y sirviendo a Yahveh, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu ser, guardando los mandamientos de Yahveh y las leyes que te doy hoy, para tu felicidad» (10,12-13). 14

Israel es interpelado, El pueblo de las doce tribus, con una unión política aún muy tenue en esos tiempos que siguieron a la toma del país, encontraba su unidad en la fe. Yahveh proclamaba alianza con el pueblo de las doce tribus. Pero Israel no podía ser interpelado más que con ocasión de las fiestas de peregrinación, cuando algunos represen-


tantes de todas las tribus se encontraban en un santuario para las celebraciones cultuales, En el culto de la alianza Israel se convierte en realidad. Allí, en ese hoy cultual que anula el tiempo, se le anuncian las antiguas exigencias de la alianza con Yahveh. Para tales fiestas, Israel se reúne y pide bendición. Busca lo que suponga felicidad para él. El lector podrá recordarlo con una pregunta. Escuchar, observar las exigencias de Yahveh. La obediencia es exigida. Ésta es sencilla. No se trata de prestar atención a todas las prescripciones, al menos en primer lugar: no se trata más que de una sola cosa; ¿cuál?

Temer a Yahveh El texto ofrece un primer enunciado: «Temer a Yahveh, tu Dios». Las dos partes de esta formulación son importantes. El temor de Yahveh cualifica, en el antiguo Oriente, lo que nosotros designamos habitualmente con «fe» o «religión». Es orientación del ser al misterio divino. Temor no se opone a amor, como muestra la continuación de la frase. El temor incluye el amor, designa la situación ante Dios. Para nombrar este estado que abarca toda la existencia se ha elegido esta palabra; el oriental sabía mucho mejor que nosotros de qué forma es grande y extraño el misterio divino. Sabía que Dios, cuando el hombre tiene experiencia de él, aparece siempre como el Otro; ante él, el hombre tiene miedo, Sin embargo, en Israel, el temor de Dios no debe dirigirse a lo divino de forma vaga, ni a los numerosos dioses en los que se creía entonces, sino al único Dios. Su nombre es Yahveh, es «Dios de Israel», Esto es lo que remite a un pensamiento dominado por la alianza. La alianza con Dios se deja expresar en la breve fórmula: que Israel se convierta en pueblo de Yahveh y Yahveh será Dios de Israel. En la fe,

Israel debe orientarse hacia el Dios que hace alianza, Yahveh. Es todo lo que Dios exige de él. En una segunda serie de enunciados se desarrolla lo que significa el temor de Yahveh. Se trata de seguir sus caminos. El camino es un símbolo primitivo de la existencia humana. El hombre recorre un camino. Se trata de tomar el bueno. Para Israel es el camino de Yahveh. Más aún, todos los caminos son suyos. Numerosas son las posibilidades de la salvación, porque la llamada de Dios no es uniforme. Para cada situación hay un camino particular. Que Israel siga, pues, el camino de Yahveh. Entonces amará a Dios. Este amor no es sentimiento, sino fidelidad y don. En el ambiente político en que se origina el pensamiento de la alianza, la palabra «amor» podía ser utilizada para calificar las relaciones de vasallaje del reyezuelo con respecto al rey, El contrato exigía amar al soberano; en sus cartas, el vasallo aseguraba a éste su amor. De igual modo, Yahveh pide a su pueblo vasallo, Israel, que lo ame, El amor se convierte en servicio, Estos términos datan, también ellos, de la era política del vasallaje, Tratándose de Dios, a ello se asocia inmediatamente la ¡dea de un servicio divino, cultual. En él se expresa el amor de Israel por su Dios. El servicio que Israel debe a Yahveh no es solamente externo, se hace «con todo el corazón, con todo el ser». También esta expresión, conocida por los tratados políticos y la correspondencia diplomática, se traslada aquí al terreno religioso, Así se explícita lo que significa para Israel temer a Dios. Esta sola y única exigencia de Yahveh no se puede cumplir más que si se está dispuesto a «guardar los mandamientos de Yahveh y las leyes». El único mandamiento engendra muchos preceptos. Y, por otra parte, los numerosos preceptos no sirven más que al único mandamiento: guardar a Israel en el temor de Yahveh. 15


«Sí, a Yahveh, tu Dios, pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que se encuentra en ella. Ahora bien, solamente a tus padres se vinculó Yahveh para amarlos; y después de ellos es a su descendencia, es decir, a vosotros, a los que ha escogido entre todos los pueblos, como hoy se constata» (10,14-15). Después de la ley, la motivación, Dios es siempre primero. Si pide algo al hombre es que ya antes lo había gratificado. En primer lugar lo salva; después pide y, en el fondo, no pide nada en absoluto, a no ser quedar bajo la esfera de esta salvación. La gracia sustenta cada mandamiento. La exigencia de Dios puede estar siempre motivada, ya que remite a su actuar previo. Así sucede en nuestro texto del gran mandamiento. Estas motivaciones siguen, como ya hemos observado, el desarrollo de la historia de la salvación, En 10,14 comienzan con el amor de Dios con respecto a los patriarcas. Dios pide el amor de Israel porque él ya había amado a sus antepasados. Mientras que el amor pedido a Israel apuntaba más a la obediencia que al sentimiento -la exigencia de Dios estaba formulada en términos más velados-, aquí, donde se habla del amor de Dios por los antepasados de Israel, se añade otra expresión. Designa el sentimiento, la intimidad, la vinculación: «Yahveh se vinculó a tus padres», Casi se podría hablar de un Dios amoroso. Y esto tuvo lugar mucho tiempo antes de que Israel fuera llamado a corresponder a ese amor,

El amor de Yahveh por Israel Decir que Yahveh se ha unido de una forma particular a los antepasados de Israel podría dar la impresión de que no es más que un Dios particular, el Dios de un grupo hu16

mano. El antiguo Oriente era politeísta. En la representación religiosa del mundo de entonces, los dioses de las tribus, las ciudades y los pueblos ejercían su poder a favor de aquellos para los que estaban destinados. Por eso en 10,14, antes de la afirmación del amorde Yahveh por los patriarcas, se caracteriza el horizonte que le da su sentido: Yahveh no es uno de esos pequeños dioses protectores. Es dueño de toda la realidad, y antes que nada Señor del cielo, por tanto también de la tierra y de todos los pueblos. Y en el cielo es el gran Señor. Para expresar este pensamiento se utilizan las categorías de la cosmología antigua, los «cielos de los cielos», lo más alto de los cielos o incluso el lugar más íntimo de la realidad (cf. Sal 68,34; 148,4). Asimismo, Yahveh no ama a los patriarcas y a sus descendientes porque no tenga a otros a quien amar. Su amor por Israel se caracteriza como una elección «entre todas las naciones». Este enunciado solo da cuenta plenamente del amor de Yahveh por Israel. Con el señorío de Dios sobre toda la realidad, el enunciado toma una dirección que se convertirá en predominante: Yahveh Dios que actúa en la historia es, al mismo tiempo, Dios del cosmos. La motivación del gran mandamiento proclamado «hoy» en la celebración cultual estaría incompleta si el amor de Yahveh por Israel sólo fuera un hecho del pasado. Sin embargo perdura «hasta hoy». Ésta es la razón por la cual el gran mandamiento puede escucharse hoy. Pero ya se presenta una formulación nueva: «Así pues, circuncidaréis vuestro corazón, no endureceréis vuestra cerviz» (10,16). Sobre el significado que tenía en estos tiempos antiguos la circuncisión cultual sufrida por todo muchacho


judío sabemos muy pocas cosas, Quizá rito de consagración o de purificación. Este simbolismo habitual en los israelitas del momento se recoge aquí. El espíritu o el corazón debe estar sometido a una «circuncisión espiritual». La circuncisión insertaba en el pueblo de Dios de la misma manera que el bautismo tras la llegada de Cristo. Exigir una circuncisión del corazón es comparable a la petición dirigida a los cristianos de renovar los compromisos de su bautismo, de abrirse a su gracia y de vivir en ella. La cerviz endurecida es símbolo del Israel rebelde a su Dios. A lo que se apunta se ilumina con la lectura de los pasajes precedentes del Deuteronomio, en particular Dt 9,6 y 9,13. Cuando, en el culto divino, Israel escucha el gran mandamiento, ya es un pueblo que surge del pecado. El gran mandamiento debe ser formulado también como una llamada a abandonar el pecado. «Pues es Yahveh, vuestro Dios, que es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, poderoso y temible, el imparcial e incorruptible, el que hace justicia al huérfano y a la viuda, que ama al emigrante dándole pan y un manto» (10,17-18). La segunda motivación del gran mandamiento no se vincula con la segunda formulación de este mandamiento, sino que remite a 10,14, comienzo de la primera motivación. En ella se había determinado el señorío de Yahveh como un señorío que se extiende sobre todos los pueblos (y no solamente sobre Israel). Queda por responder a la pregunta siguiente: ¿cuál es la actitud de Yahveh con respecto a lo divino que existe o que podría existir fuera de él? Respuesta: Yahveh es simplemente el más grande.

El Dios de los dioses Los semitismos «Dios de los dioses» y «Señor de los señores» son los superlativos más fuertes de Dios y de Señor. Que otras divinidades existan junto a, o -mejor aúnbajo Yahveh, no hay que excluirlo de nuestro pasaje. Sin embargo, Yahveh es el más grande. En el Salmo 136,2s, los dos títulos se encuentran justo antes del enunciado de la creación: «Dad gracias al Dios de los dioses, porque es eterno su amor. Dad gracias a Yahveh de los señores, porque es eterno su amor. Sólo él hace maravillas, porque es eterno su amor. Hizo los cielos con sabiduría, porque es eterno su amor, Afirmó la tierra sobre las aguas, porque es eterno su amor». Así pues, podemos suponer que en Dt 10,17 se proclamaba a Yahveh Dios de la creación. Esto es lo que quizá nos autoriza a no traducir la palabra «El» por «Dios, divinidad» -cosa que puede significar-, sino a dejarla como un nombre propio, En el panteón cananeo del segundo milenio antes de Cristo, el rey de los dioses y el dios de la creación se llamaban con el nombre de «El». Según recientes investigaciones, los patriarcas identificaban al Dios que se les había aparecido con el dios creador cananeo El. Sacrificaban en Canaán en sus santuarios. El nombre de «Yahveh» no sería entonces más que el nombre bajo el cual se honraba a ese Dios de la creación en Israel. Yahveh, dios de la creación, continúa siendo el gran «El». Dios de la creación, también es el rey. Sin embargo, en nuestro texto se evita ese término. No obstante, la realidad es expresada por referencia a la antigua ideología oriental relativa al rey. Éste tenía que ser héroe guerrero, juez justo, ayuda de los pobres y de los hombres sin derecho. Hammurapi de Babilonia, por ejemplo, se ufana de poseer esas tres cualidades en el prólogo y el epílogo de 17


su famosa estela legislativa. Dt 10,17s aplica esos tres enunciados a Yahveh. Es héroe guerrero, «el temible». Es juez justo, es «el imparcial y el incorruptible». Socorre a los pobres y a los hombres sin derecho, «hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al emigrante dándole pan y un manto». En estos pasajes ya no se piensa en guerras conducidas por Yahveh más que como un juicio celestial. Se enumeran las alabanzas tradicionales dirigidas al rey, Yahveh, el creador, es también el gran rey del cosmos. Lo cual lleva al enunciado siguiente: Yahveh proporciona la fecundidad.

El don de la fecundidad «Es a Yahveh, tu Dios, al que temerás y al que servirás, a él es al que te vincularás, por su nombre prestarás juramento» (10,20). El gran mandamiento del temor de Yahveh (10,12) se recoge aquí. En 10,12 se le había descrito con tres exigencias: seguir todos los caminos de Yahveh, amar a Yahveh y servirlo. Esta explicación continúa ahora. Se retoma en primer lugar el último término de 10,12, «servirá Yahveh». El giro «vincularse a alguien» se sitúa frecuentemente junto a «amar» (por ejemplo en Gn 34,3; 1 Re 1,12; Prov 18,24). También puede tener en cuenta la fidelidad que hay que prestar al rey temido (2 Sam 20,2). En el Deuteronomio forma pareja por dos veces con la exigencia del servicio (10,20 y 13,5), una vez con la del amor (11,22), El término opuesto es «apartarse de Yahveh» (2 Re 18,6). Vincularse a Yahveh expresa la fidelidad a su servicio. Si se exige jurar por el nombre de Yahveh es que en el trasfondo se tiene conciencia de que todo juramento es una confesión de fe, de lo cual da testimonio un escrito profético 18

posterior: «Escuchad esto, casa de Jacob, los que lleváis el nombre de Israel y habéis surgido de las fuentes de Judá, los que prestáis juramento por el nombre de Yahveh e invocáis al Dios de Israel...» (Is 48,1). Prestar juramento por otro Dios distinto a Yahveh significa despreciar a aquel que exige, por la alianza, ser honrado como único; significa romper la alianza, En Jeremías se dice: «¿Por qué tengo que perdonarte? Tus hijos me han abandonado, prestando juramento por dioses que no existen» (Jr 5,7). Esta exigencia de la alianza no era fácil de cumplir para Israel. En efecto, en el antiguo Oriente se tenía costumbre de concluir los compromisos internacionales con un juramento. Cada socio juraba por sus propios dioses y por los de la otra parte. No honrar más que a Yahveh en los juramentos tenía como última consecuencia que Israel debía llevar una existencia política Incierta y aislada; no podía poner su confianza más que en la ayuda de su Dios y en ningún apoyo humano. Las exigencias planteadas en 10,20 tienen también una relación con el culto. La siguiente motivación entra en escena entonces. «Él es tu alabanza, él es tu Dios, el que ha hecho para ti esas cosas grandes y terribles que has visto con tus ojos. Tus padres no eran más que setenta cuando bajaron a Egipto, y ahora Yahveh, tu Dios, te ha hecho tan numeroso como las estrellas del cielo» (10,21-22). La primera motivación (10,14s) hablaba de los patriarcas; ahora se apela a la etapa siguiente de la historia de la salvación, el crecimiento de Israel en Egipto (cf. Ex 1). La alusión a la promesa de una descendencia tan numerosa como las estrellas hecha a los patriarcas es evidente (cf. Gn 15,5; 22,17 y 26,4).


Para nuestro texto es importante la referencia al milagro («cosas grandes y terribles») de la multiplicación de Israel. Se nombra así pdr primera vez la relación de Yahveh con la fecundidad. El contexto es el de su intervención en la historia a favor de Israel, En efecto, todo el texto apunta a mostrar que el Dios de la alianza conocido por la historia es también el que da la fecundidad.

Observar todo, siempre «Amarás a Yahveh, tu Dios, y guardarás sus observancias, sus leyes, sus costumbres y sus mandamientos, todos los días» (11,1). Esta cuarta formulación del gran mandamiento se refiere a 10,12s; extrae de allí dos temas que la tercera formulación no había tenido en cuenta: el del amor y el de la observancia de todos los preceptos particulares. El segundo tema se explícita en una serie bastante extensa de expresiones que, todas, conciernen a los mandamientos de la alianza de Yahveh. Los diversos términos que se han reunido no consideraban en su origen la misma realidad. Uno concernía al derecho consuetudinario expresado en las puertas de la ciudad; el otro, al derecho divino pronunciado en el culto o incluso a algunas prescripciones litúrgicas. En la lengua del Deuteronomio, sin embargo, estos significados particulares desaparecen. La abundancia de expresiones apunta a los preceptos particulares de la alianza. El «siempre» también le importa. La observancia de la voluntad de Yahveh prosigue a lo largo del tiempo, sin relajarse nunca. Por lo que respecta a las motivaciones, llegamos al punto culminante del actuar salvífico de Yahveh a favor de

Israel: la salida de Egipto y la marcha del pueblo a través del desierto, Es la motivación más desarrollada; gramaticalmente no forma más que una sola frase. «Lo sabéis hoy: Yahveh, vuestro Dios, es el que os ha educado; pues no se trata de vuestros hijos: ellos no vieron ni conocieron la educación de Yahveh, vuestro Dios, su grandeza, su mano fuerte, su brazo extendido, sus signos y sus acciones, lo que en medio de Egipto hizo al faraón, rey de Egipto, y a todo su país; lo que hizo al ejército egipcio, a sus caballos y a sus carros, haciendo que se estreJIara sobre ellos el agua del mar de las Cañas, cuando os perseguían: Yahveh los suprimió hasta hoy; lo que os hizo en el desierto hasta vuestra llegada a este lugar; lo que hizo a Datan y Abirán, los hijos de Eliab, hijo de Rubén, cuando la tierra, abriendo sus fauces, los tragó en medio de todo Israel junto con su familia, sus tiendas y todas las gentes que marchaban tras sus huellas. Con vuestros propios ojos habéis visto toda la grandiosa acción de Yahveh» (11,2-7). Se evocan cuatro temas: las plagas de Egipto (cf. Ex 7-12), la salvación en el mar de las Cañas (Ex 14s), la marcha por el desierto (cf. el Pentateuco a partir de Ex 15) y los castigos de Israel insatisfecho en el desierto, concretados en el que afectó a Datan y Abirán (cf. Nm 16). Lo que en estos versículos se refiere más ampliamente es también lo más importante. Se trata de la salvación en el mar de las Cañas y el episodio de Datan y Abirán. Es a propósito de estos dos temas cuando encontramos en el texto los paréntesis descriptivos. Nos resultan conocidos por el relato del Pentateuco. Pero en los relatos deuteronomicos de la historia de la salvación no se les encuentra por ninguna parte. Si son mencionados, e incluso algo desarrollados aquí, es por una razón particu19


lar. Fueron integrados en el relato de las obras de Yahveh, pues con ellos se demuestra su poder cósmico. En el mar de las Cañas, Yahveh'se muestra como señor de las aguas del mar, cuando dejó que se tragaran a los egipcios. En el momento del juicio de Datan y Abirán se manifiesta como señor de la tierra y de sus profundidades. Junto a estas demostraciones del poder cósmico de Yahveh también entrevemos la «educación» de Israel por parte de Yahveh, de la que se habla en 11,2. Es a partir de su historia como Israel tiene que aprender que Yahveh es señor del cosmos. Israel podía creer que la toma de conciencia del señorío cósmico de Yahveh era algo que pertenecía a las generaciones más jóvenes, a «los hijos», porque el desarrollo de acontecimientos cósmicos es el centro de interés de un pueblo de agricultores. Se podía estar tentado de oponer al Dios de la guerra, el Dios de la historia conocido antes de la toma del país, con el Dios cósmico, tras la conquista del país, tentado también de invocar a este Dios necesario ahora con otros nombres. Todo esto es falso. Israel, formado por Yahveh durante el éxodo y en el desierto, ya había aprendido en este tiempo, gracias a las manifestaciones de su poder en el mar de las Cañas y en el desierto, que Yahveh era Dios del cosmos. ¿Por qué distinguir entre un Dios del cosmos y un Dios de la historia? Es inútil. Ésta es la orientación que informa, en 11,2-7, el relato tradicional de las grandes obras de Yahveh y esa distinción entre las generaciones que vivieron estos acontecimientos y sus hijos, que no los conocieron.

La última obra de salvación «Así pues, guardaréis todo mandamiento que os doy hoy, para que seáis animosos, y entréis a poseer el país 20

al que vais a pasar para tomar posesión de él, a fin de que vuestros días se prolonguen en la tierra que Yahveh juró a vuestros padres que les daría, así como a sus descendientes, una tierra que mana leche y miel» (11,8-9). Una última vez se afirma el gran mandamiento. El enunciado se refiere a la formulación precedente de 11,1. Tampoco aporta nada nuevo. El peso de la afirmación recae en el último miembro de la frase. Sirve de transición hacia la motivación siguiente y la bendición que se sigue de ella. El mandamiento es prescrito «hoy» a Israel. Es el hoy cultual que realiza cada fiesta de peregrinación. La diferencia de tiempo queda abolida. Israel escucha y se encuentra remitido al Jordán; se prepara para tomar posesión del país de Canaán. Cultualmente reunido, Israel lo posee y no lo posee aún. Continuar disfrutándolo depende de su fidelidad a la ley. La entrada en la tierra de Canaán es la última de las grandes obras salvíficas de Yahveh que Israel tiene costumbre de recordar al confesar su fe. El círculo se cierra: esta entrada es la realización del juramento hecho a los antepasados. La frase final de la formulación del mandamiento acaba con la evocación tradicional y estereotipada de la fecundidad y del carácter paradisíaco del país dado a Israel: tierra «que mana leche y miel». A esta evocación se vincula la última motivación. Llevará a continuación al texto de bendición. «Ciertamente, el país en el que entras para tomar posesión de él no es como el país de Egipto, de donde habéis sido sacados: allí hacías tus siembras y lo regabas con tu pie como un huerto; el país a donde vais a entrar para tomar posesión de él es un país de mon-


tañas y valles, que se riega con la lluvia del cielo, un país del que Yahveh, tu Dios, tiene cuidado: los ojos de Yahveh, tu Dios, están sobre él permanentemente, desde el principio al final del año» (11,10-12). Sólo al evocar el tema de la posesión del país, comenzada en 11,8s, es como Yahveh podía ser designado como Dios de la fecundidad. Es a este último texto al que apuntaban todas las demás motivaciones, como ya hemos visto. Quizá lo más notable es que Yahveh no es designado en ella como aquel que da la fecundidad en el mundo en general, sino que su don de fecundidad concierne especialmente al país dado a Israel. La elección de Israel entre

todos los pueblos no se afirma solamente en la historia; se percibe en la propia disposición de las montañas y los valles, y en el clima del país que se le había entregado. Este país es más cercano a Yahveh que los otros, del mismo modo que Israel es amado más que ningún otro. La comparación entre Egipto y Canaán será expresión de ello. La fecundidad de la tierra de Israel depende de la lluvia. Ella es don de Yahveh, y de nadie más. En cada período del año, Yahveh tiene cuidado personalmente de esta tierra; las últimas frases lo expresan claramente, Sobre el pueblo que se ha pasado a la agricultura se pueden pronunciar ahora bendiciones y maldiciones. Él reconocerá su antigua fe en la alianza y comprenderá.

Bendiciones y maldiciones «Y si escucháis verdaderamente mis mandamientos, los que os entrego hoy, amando a Yahveh, vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón, con todo vuestro ser, yo daré a su tiempo la lluvia que precisa vuestra tierra, la del otoño y la de la primavera: cosecharás tu trigo, tu vino nuevo y tu aceite; yo daré hierba a tus animales en tus prados, y comerás hasta saciarte» (11,13-15). Los pactos de vasallaje hititas concluían con bendiciones y maldiciones expresadas en términos precisos (si respetas el pacto... si rompes el contrato...). La carta de la alianza de Israel también contiene textos correspondientes. En una formulación más reciente y más extensa las encontramos en Dt 28 y Lv 26. Pero el anuncio cultual del gran mandamiento podía anticipar ya antes brevemente,

como lo muestra nuestro texto, esas grandes promesas de bendiciones o amenazas de maldiciones, Sin embargo, en la frase condicional, el gran mandamiento debía ser recordado. Por eso 11,13 está formulado a partir de 10,12s, comienzo del texto. Y así se cierra aquí otro círculo, Quizá podemos señalar con ello los mandamientos que el autor consideraba como los más importantes: observar los preceptos, amar a Yahveh, servirlo con todo el corazón y toda la fuerza de su ser. La promesa de bendiciones se inicia con lo que es más importante, lo más decisivo, la lluvia. Las lluvias de las diversas estaciones del año se distinguen claramente en Palestina. El verano no conocía la lluvia. Para la agricultura, sobre todo las primeras lluvias de otoño y las más tardías de la primavera son importantes. Ambas deben 21


caer en el momento oportuno para que la cosecha sea abundante. La promesa de bendiciones despliega después para este mundo de agricultores las consecuencias de las abundantes y oportunas lluvias; crecerán los diversos productos: trigo, uvas, aceitunas, Los animales encontrarán pastos. El hombre también podrá comer hasta saciarse, La frase exigida por el género literario para introducir la maldición que sigue se ha perdido y ha sido sustituida por la continuación, de forma defectuosa, como hemos expuesto antes. Sólo se ha conservado la maldición correspondiente a la bendición: «La cólera de Yahveh se inflamaría contra vosotros, cerraría el cielo y ya no habría lluvia, la tierra ya no daría sus frutos y vosotros despareceríais rápidamente de la buena tierra que Yahveh os da» (11,17). Clara descripción de un encadenamiento de causas. La ruptura de la alianza por parte de Israel desencadena-

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rá la cólera divina. Enfurecido, Yahveh cerrará el cielo. En la imaginería de entonces, el cielo era una gran bóveda; las provisiones de agua de lluvia estaban almacenadas en cámaras; mediante aberturas en la bóveda, aberturas que Dios podía obstruir, la lluvia caía. En tiempos favorables hará falta. Durante la cosecha no es necesaria. Supondría la hambruna. El pueblo sería diezmado. Para Israel en situación de ruptura de la alianza, la bendición se muda en maldición, Sólo es una posibilidad. La otra es bendición. Pero es importante que estas dos eventualidades estén presentes para Israel. La alianza no es fundación del pasado que Israel poseería de forma segura. Al contrario, la mirada debe estar constantemente dirigida hacia el futuro. ¿Quiere permanecer Israel en el lugar bendecido dado por Yahveh? Está en sus manos y depende de la observancia del gran mandamiento (10,12-11,17) proclamado de forma tan impositiva y adaptada a un Israel sedentarizadoy pasado a la agricultura.


III - Tradiciones reunidas Dt 6,4-25 6 "¡Escucha, Israel! Yahveh, nuestro Dios, es Yahveh único. sAmarás a Yahveh, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu ser, con toda tu fuerza. 6

Las palabras de los mandamientos que yo te doy hoy estarán presentes en tu corazón; Mas repetirás a tus hijos; las dirás cuando estés en tu casa y cuando vayas de camino, cuando estés acostado y cuando estés levantado; 8con ellas harás un signo atado a tu mano, una señal situada entre tus ojos;9 las escribirás en las jambas de la puerta de tu casa y a la entrada de tu ciudad. '"Cuando Yahveh, tu Dios, te haya hecho entrar en el país que juró a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob darte -tierra de ciudades grandes y buenas que tú no has construido, " de casas llenas con toda clase de cosas buenas que tú no has hecho, de cisternas todas dispuestas que tú no has excavado, de viñas y olivares que tú no has plantado-, entonces, cuando hayas comido hasta saciarte, ,2 guárdate de olvidar al Señor, que te ha hecho salir del país de Egipto, de la casa de servidumbre. "Es a Yahveh, tu Dios, al que temerás, es a él al que servirás, es por su nombre por el que prestarás juramento. '" No seguiréis a otros dioses de entre los de los pueblos que os rodean, '5pues Yahveh, tu Dios, es un Dios celoso en medio de ti. Ten cuidado para que la cólera de Yahveh, tu Dios, no se inflame contra ti, y para que no te extermine de la faz de la tierra. ' 6 No pondréis a prueba a Yahveh, vuestro Dios, como lo hicisteis en Masa. "Guardaréis atentamente los mandamientos, las exigencias y las leyes de Yahveh, vuestro Dios, lo que te ha prescrito.,8Harás lo que es recto y bueno a los ojos de Yahveh, para ser feliz y entrar a tomar posesión del país bueno que Yahveh prometió con juramento a tus padres, 19 rechazando lejos de ti a todos tus enemigos, como lo ha prometido Yahveh. 20

Y mañana, cuando tu hijo te pregunte: «¿Por qué estas exigencias, estas leyes y estas costumbres que Yahveh, nuestro Dios, os ha prescrito?»,21 entonces dirás a tu hijo: «Nosotros éramos 23


esclavos del faraón en Egipto, pero con mano fuerte Yahveh nos hizo salir de Egipto; "Yahveh hizo ante nuestros ojos grandes señales y grandes prodigios para desgracia de Egipto, del faraón y de toda su casa. 23Y a nosotros nos hizo salir de allá para hacernos entrar en la tierra que prometió con juramento a nuestros padres, y para dárnosla. 24Yahveh nos ordenó poner en práctica todas estas leyes y temer a Yahveh, nuestro Dios, para que seamos dichosos todos los días, y que nos conserve vivos como lo estamos hoy. 25Y seremos justos si procuramos poner en práctica todo este mandamiento ante Yahveh, nuestro Dios, como nos ordenó».

El contexto Dt 6,4-25 es un fragmento. La unidad literaria primitiva de la que este pasaje ha sido tomado para ser comentado es Dt 5,1-6,25. El capítulo 5 relata la historia, el sexto exhorta. Al referir la conclusión de la alianza en el Horeb8, el capítulo 5 es llevado a citar todo el texto del decálogo. Éste es presentado entonces como la carta original de la alianza pronunciada en el Horeb por el Dios de Israel. El capítulo desarrolla después cómo Moisés llegó a dar al pueblo de Israel, a pesar de este decálogo, otras leyes y prescripciones. Sin duda piensa ya en una gran parte de los textos legislativos que hoy leemos en los capítulos 12-26 del Deuteronomio. El pueblo se siente incapaz de aguantar la teofanía del Horeb. Por eso pide a Moisés que intervenga como mediador. Sólo él debe recibir la Palabra de Dios y anunciarla después a Israel. Yahveh acoge este deseo del pueblo, Moisés se convierte en mediador. El relato acaba. Comienza la parénesis. Ésta es proclamación del gran mandamiento. Es este texto (6,4-25) el que ahora se trata de explicar.

8. Nombre del Sinaí para el Deuteronomio (N. del EJ. 24

Estructura literaria: el «precepto enmarcado De nuevo el poderoso influjo del estilo deuteronómico domina todo. Nuevamente el texto está construido con cuidado. Su estructura se relaciona con un género más antiguo de proclamación legislativa cultual, la proclamación dentro de un marco literario; llamamos a este género «precepto enmarcado» (Gebotsumrahmung). Se encuentra en Ex 12,24-27a; 13,3-10 y 13,11-16. Todos estos textos son sin duda más antiguos que el nuestro. Citemos como ejemplo el más breve de ellos: «Observaréis todo esto; es un decreto para ti y para tus hijos para siempre. Cuando hayáis entrado en la tierra que Yahveh os va a dar como ha dicho, observaréis este rito. Cuando vuestros hijos os digan: «¿Qué es este rito que hacéis?», diréis: «Es el sacrificio de la Pascua para Yahveh, que pasó por delante de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando golpeó a Egipto y libró nuestras casas» (Ex 12,24-27a). Los otros ejemplos de «preceptos enmarcados» están más desarrollados. Sin embargo tienen la misma estruc-


tura de base, Si dejamos de lado la frase de introducción, podemos decir que esta proclamación de leyes está compuesta por dos frases circunstanciales que se siguen, y que expresan una condición, del tipo siguiente: «Cuando llegues a la tierra prometida observa tal y cual mandamiento... Si t u hijo te pregunta: "¿Por qué esto?" respóndele: ... (indicación del origen del mandamiento, durante la salida de Egipto)». La forma literaria remite siempre a una situación considerada como anterior a la toma de posesión del país. Moisés o su representante cultual es el heraldo. En su segunda parte, para desarrollar la motivación de la ley a partir de la historia de salvación, el punto de enganche es la «pregunta del hijo». En este género literario se reconoce fácilmente la forma en la cual se desarrollará la predicación. En Dt 6,10-15 se menciona la primera serie de circunstancias. La ley que se trata de proclamarse encuentra entonces en 6,12-15. Estos versículos constituyen la cima de todo el capítulo. Esto también se subraya estilísticamente: la característica deuteronómica del cambio de número tiene lugar bruscamente.

Mientras que todo el fragmento, Dt 6,4-25, se dirige a los oyentes en singular («tú»), en 6,14 (y de nuevo en 6,16s) se pasa de golpe al plural («vosotros»). La segunda serie de circunstancias, introducida por la «pregunta del hijo», se encuentra fácilmente en Dt 6,20-25. Debemos suponer en el Israelita una inteligencia de la estructura literaria del «precepto enmarcado» y de la función de esas diferentes partes semejante a la que tenemos hoy con respecto al lugar del prefacio en la misa y las partes en que hay que contar con la evocación del misterio de la fiesta o del tiempo litúrgico. Las dos partes principales de esta presentación de leyes pueden rodearse de piezas anejas. Podemos remitirnos a Ex 12,24; 13,1.3.9.16. La exhortación a no dejar de tener presente en la memoria la ley, en Dt 6,6-9, tiene su paralelo a veces literal en Ex 13,9.16. Las recomendaciones que preceden (Dt 6,4s) o las que se introducen en medio (Dt 6,16-19) amplían el género de base sin perturbarlo de ningún modo. Toda la predicación está introducida por la exhortación dirigida a la asamblea cultual: «¡Escucha, Israel!» (Dt 6,4a).

A propósito del decálogo Para captar la intención particular del texto no basta con analizar su estructura y conocer las leyes del género literario. Es importante tener en cuenta el contenido. En el capítulo 5, que está ligado al conjunto que estamos tratando, se encuentra el decálogo. También en nuestro texto le corresponde una gran función al menos por su «primer mandamiento». Así pues, es preciso decir una palabra del decálogo y de su «primer mandamiento».

El texto del decálogo El decálogo está formulado en una lengua particular que se deja reconocer fácilmente. El texto comentado en el capítulo precedente, Dt 10,12-11,17 (con la excepción de las correcciones tardías de 11,10), no contiene ninguna huella de la lengua del decálogo. Así pues, podemos concluir que este texto ha surgido de una tradición en la que el decálogo estaba ausente. 25


De esta constatación, sin embargo, tampoco podemos deducir que el decálogo no sea testigo de una antigua tradición de Israel. ¡Había una multitud de tradiciones! Que el decálogo constituía en la época de los Jueces el derecho en vigor puede ser considerado como probado9. Nada impide ponerlo en relación con Moisés. En cuanto a saber si era ya carta de la alianza en su época, los exegetas lo discuten actualmente. Sin embargo, no podemos ocultar las presunciones a favor de la tesis contraria, a pesar de lo que nos dan a entender Ex 19 y 24, y Dt 5. La cuestión puede quedar pendiente. Por el contrario, es casi seguro que el antiguo texto cultual, Dt 10,12-11,17, no conocía o no reconocía aún el «primer mandamiento» del decálogo como formulación válida del gran mandamiento de la alianza, aunque ese texto reúna varias formulaciones. El «primer mandamiento» del decálogo no fue introducido en el contexto de la proclamación del gran mandamiento, referido en Dt 5-11, más que después de la redacción de los capítulos 5 y 6. También el texto del decálogo conoció una larga historia. A lo largo del tiempo fue ampliado y completado en varias ocasiones. Tales ampliaciones fueron introducidas en Dt 5. Por eso debemos preguntarnos por la forma que tenía, durante la redacción de Dt 5 y 6, el «primer mandamiento». Sin más justificaciones, ésta es la reconstrucción del texto antiguo: «Yo soy Yahveh, tu Dios. Yo te he hecho salir del país de Egipto, de la casa de servidumbre.

9. Esta postura, que era mantenida en los años 1960, ha sido revisada después (N. del EJ. 26

No debes tener otros dioses delante de mí. Pues yo, Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castiga los pecados de aquellos que me odian, fiel a la alianza con aquellos que me aman y observan mis mandamientos». El texto comprende una presentación personal de Dios, un breve recordatorio de la historia, la formulación del gran mandamiento y una motivación. El gran mandamiento está formulado como una defensa frente a la honra de los dioses extranjeros. Dentro de la motivación, los conceptos de «amor» y de «observancia de los mandamientos» remiten a ella. Estas dos ideas nos resultan conocidas a partir de Dt 10,12-11,17. La motivación del gran mandamiento apela al «celo» de Yahveh. Es este texto del decálogo el que se mantiene en el trasfondo de la predicación sobre el gran mandamiento de la ley, referida en Dt 6,4-25. Pero ¿de qué manera aparece este texto del decálogo en Dt 6,4-25?

Un comentario al decálogo De hecho, el texto del decálogo es recogido, trasladado y enunciado en otros términos. De ello resulta un texto más largo en el que las palabras del decálogo constituyen de alguna forma su columna vertebral. Esto se lleva a cabo cuando, a lo largo de la presentación «enmarcada» de la ley, ésta se anuncia. Veamos Dt 6,12-15. La composición tipográfica de nuestra traducción hace que resalten palabras que, con sólo leerlas, constituyen más o menos el texto del antiguo decálogo. Lo hemos reproducido un poco antes. Ahora, en la predicación, esas palabras no proporcionan más que el hilo conductor de un


texto legislativo más rico y más amplio. Nos está permitido hablar de un «comentario al gran mandamiento del decálogo». Los versículos 6,12-15 no agotan, no obstante, ese comentario. En las dos parénesis que se añaden a la forma literaria de base, Dt6,4s y 6,16-19, algunas palabras son igualmente puestas de relieve: en Dt 6,4, el término «amor» para Yahvehy, en 6,16-19, la expresión «observancia de los mandamientos». Ahí están las dos palabras-clave mediante las cuales la frase que contiene las motivaciones resume una última vez el «primer mandamiento». Si la parénesis de Dt 6,4s se encontraba entre los versículos 15 y 16, entonces tendríamos un comentario completo y seguido del gran mandamiento del decálogo, tal como debía de existir en aquellos tiempos, Sin embargo, vista la importancia de la formulación del mandamiento como mandamiento de «amor», el texto correspondiente fue puesto de relieve y situado al principio de la predicación, inmediatamente después de la exhortación «¡Escucha, Israel!».

La reunión de dos tradiciones Esta predicación proclama el gran mandamiento del decálogo al mismo tiempo que lo comenta, Pero ¿cuál es este comentario? La respuesta a esta pregunta lleva también a resultados interesantes. La frase más importante es sin duda Dt 6,13: «Es a Yahveh, tu Dios, al que temerás, es a él al que servirás, es por su nombre por el que prestarás juramento», Esta frase, con la exclusión de un miembro («es a él al que te vincularás»), está tomada del texto expuesto en el capítulo precedente (Dt 10,12-11,17). Se encuentra allí en 10,20.

En Dt 6,15, la formulación del decálogo relativa a la santidad celosa de Yahveh es comentada de esta manera: «Guárdate de que la cólera de Yahveh, tu Dios, se inflame contra ti, y que te extermine de la faz de la tierra». Esta frase responde grosso modo a la conclusión de Dt 10,12-11,17: «La cólera de Yahveh se inflamaría contra vosotros, cerraría el cielo y ya no habría lluvia, la tierra ya no daría sus frutos y vosotros desapareceríais rápidamente de la buena tierra que Yahveh os da». Nuestro comentario al decálogo recoge esta larga amenaza de maldiciones en dos miembros: cólera de Yahveh, destrucción de la tierra. En el capítulo 6 son perceptibles otras alusiones a Dt 10. La expresión «con todo tu corazón, con todo tu ser» (Dt 10,12 y 11,13), por ejemplo, se encuentra ampliada en Dt 6,5. Por supuesto, numerosas ideas, términos y motivos evocados en este comentario al decálogo (Dt 6) no proceden de Dt 10 y 11. Pero las relaciones con los capítulos 10 y 11 son particularmente importantes, Demuestran que en Dt 6 se amalgamaron dos tradiciones constituidas la una independientemente de la otra. El redactor de nuestro texto debía de estar en una situación comparable a la que existiría hoy si se decidiera crear una liturgia en la que pudieran participar a partes iguales personas de ritos latino y griego, dejando entre paréntesis la cuestión de la lengua. Los dos grupos de creyentes tienen una misma fe; sin embargo, ésta se lleva a cabo para cada uno en un estilo litúrgico, en textos, palabras y conceptos muy diferentes, La necesaria unidad no sería posible más que a condición de intentar una síntesis que uniera las dos tradiciones, respetando absolutamente los derechos de cada una de ellas. Hoy, esto apenas tiene actualidad. Más bien se tiende a diversificar los ritos. En otras situaciones históricas puede que una 27


síntesis así fuera necesaria. Dt 6 debió de conocer una circunstancia parecida. En el culto israelita de la alianza, la tradición litúrgica, representada por Dt 10 y 11, debía de estar amalgamada con lo que podríamos llamar, de forma resumida, la «tradición del decálogo». La redacción de Dt 5 y 6 responde a esta necesidad. El capítulo 5 integra todo el texto del decálogo; y el capítulo 6, como hemos visto, comenta el gran mandamiento del decálogo con la ayuda de formulaciones procedentes de otras tradiciones. El antiguo texto, Dt 10,12-11,17, no desapareció, pero se hizo que fuera precedido por el texto nuevamente redactado. En esta reconstrucción, los capítulos que se encuentran actualmente intercalados entre ellos pueden ser descuidados. Nos gustaría saber cuál fue la ocasión concreta que suscitó la reunión de estas dos tradiciones diferentes. Pero eso es pedir demasiado a la exégesis científica. El hecho de la fusión de tradiciones puede ser establecido. El esfuerzo continuo por anunciar de nuevo y de forma opor-

tuna el gran mandamiento en Israel, esfuerzo que percibimos aquí, puede conmovernos. Pero nos falta el conocimiento preciso de la historia del culto en Israel. De modo que no podemos ni determinar el siglo en que tuvo lugar este acontecimiento ni remitir a alguna fiesta o santuario concretos. Nos tiene que bastar saber que nuestro texto ya no refleja los orígenes, sino una época más reciente, época en que las tradiciones ya abundantes se encuentran y comienzan a iluminarse unas a otras. Saberlo es lo que permite una justa apreciación de este texto que aún hoy los judíos rezan cada día, igual que observaban literalmente los términos de los versículos 8 y 9, transmitidos desde los orígenes. Más aún, porque Jesús recogió la formulación de los versículos 4 y 5 como su formulación del gran mandamiento (Me 12,2834; Mt 22,34-40; Le 10,25-28), pocos textos de la Escritura deben ser más queridos para nosotros que éste. Es la razón por la cual debemos esforzarnos por precisar su significado.

El gran mandamiento El mandamiento del amor «¡Escucha, Israel! Yahveh, nuestro Dios, es Yahveh único. Amarás a Yahveh, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu ser, con toda tu fuerza» (6,4-5). El amor a Yahveh es exigido en 6,4s a partir de la proclamación de su unicidad. En este enunciado, los límites de la lengua de entonces se habían alcanzado. El término 28

que traducimos de ordinario por «Dios», a saber, Elohim, no podía expresar en esa época la idea de un Dios único. En el mundo del politeísmo era un término que se podía y se debía atribuir a numerosos seres. Este término Elohim comprendía también las potencias llamadas hoy «ángeles», Así pues, no existía ninguna expresión para designar la absoluta unicidad de Dios, Por eso nuestro texto recurre a una paradoja. Toma el nombre propio del Dios de Israel (Yahveh, nuestro Dios) y dice de él


que es único: Yahveh es el único Yahveh, La predicación afirma inmediatamente la unicidad de Dios, siguiéndose que el gran mandamiento se formulará en términos de «amor». En los tratados de vasallaje del antiguo Oriente, el vasallo debía «amar» a su soberano. Estos pactos constituyen, desde el punto de vista de la historia de las formas literarias, el trasfondo de la alianza de Israel con Dios, Así pues, el Deuteronomio no recibió la idea del amor por Yahveh del profeta Oseas, como se piensa a menudo. El redactor de Dt 6,5 la encontró en sus tradiciones, en el decálogo y en Dt 10,12-11,17, como hemos visto. La exigencia del amor por Yahveh debía de ser desde el principio una formulación del gran mandamiento del Dios de la alianza. Sin embargo recibe un fundamento nuevo si, de alguna forma, se deduce de que Yahveh, el Dios de Israel, es «el único Yahveh». Estamos aquí en el punto de partida del considerable papel que desempeñarán los términos «solo, único» entre los místicos y los teólogos.

El continuo recuerdo de la alianza «Las palabras de los mandamientos que yo te doy hoy estarán presentes en tu corazón; las repetirás a tus hijos; las dirás cuando estés en tu casa y cuando vayas de camino, cuando estés acostado y cuando estés levantado; con ellas harás un signo atado a tu mano, una señal situada entre tus ojos; las escribirás en las jambas de la puerta de tu casa y a la entrada de tu ciudad» (6,6-9). Esta exhortación a acordarse continuamente de la alianza no concierne solamente al mandamiento del «amor», sino también a «las palabras [,..] que yo te doy hoy».

«Hoy» quiere decir en la asamblea cultual, durante la fiesta de la renovación de la alianza, cuando se leía este texto. Las palabras anunciadas en la liturgia deben impregnar toda la vida, estar presentes para el israelita en cualquier situación, en todo tiempo y lugar. Los preceptos particulares ofrecidos en estos versículos quieren insistir en el hecho de que la palabra de Dios debe estar presente en la vida de todos los días. Ciertamente no todos tenían que ser tomados al pie de la letra, al menos los últimos. Sin embargo, los primeros no eran puras imágenes. Quien lleva realmente la Palabra de Dios en sí mismo no puede dejar de murmurarla continuamente; por encima de todo introducirá a sus hijos en ese mundo de la Palabra divina,

El gran mandamiento «Cuando Yahveh, tu Dios, te haya hecho entrar en el país que juró a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob darte -tierra de ciudades grandes y buenas que tú no has construido, de casas llenas con toda clase de cosas buenas que tú no has hecho, de cisternas todas dispuestas que tú no has excavado, de viñas y olivares que tú no has plantado-, entonces, cuando hayas comido hasta saciarte...» (6,10-11). Los versículos 10 y 11 enuncian algo muy simple. Constituyen la prótasis (primera parte) de la primera formulación «enmarcada» de la ley: «Cuando hayas entrado en la tierra prometida, entonces.,.» ¡Pero qué manera de expresarlo! Se describe el espacio dentro del cual se hará que Israel escuche el gran mandamiento. Israel habitará un país rico (ciudades, casas, bienes, pozos, viñedos, olivares). Allí co29


nocerá el desahogo (saciarse). Pero no deja de recordarse que toda la felicidad de Israel no se la debe a sí mismo. Vive en este espacio de salvación que Dios le había preparado desde hacía mucho tiempo, desde su promesa hecha a Abrahán. En una palabra, Israel vive en un espacio de pura gracia. Solamente a continuación, después de que Dios haya hecho esto por Israel, el mandamiento de Dios que Israel no debe olvidar adquiere valor para él. «Guárdate de olvidar al Señor, que te ha hecho salir del país de Egipto, de la casa de servidumbre. Es a Yahveh, tu Dios, al que temerás, es a él al que servirás, es por su nombre por el que prestarás juramento. No seguiréis a otros dioses de entre los de los pueblos que os rodean, pues Yahveh, tu Dios, es un Dios celoso en medio de ti. Ten cuidado para que la cólera de Yahveh, tu Dios, no se inflame contra ti, y para que no te extermine de la faz de la tierra» (6,12-15). Lo más importante con respecto a este texto ya se ha dicho. En él se comenta el primer mandamiento del decálogo a partir de la proclamación tradicional del gran mandamiento apreciable en Dt 10,12-11,17. A ello se añaden otros términos-clave: así, desde el principio, el de «no olvidar». Aquí, el término sirve más bien para la transición, Pero Dt 8, que comentaremos en el próximo capítulo, lo recogerá y lo profundizará, Entonces hablaremos de este tema del «olvido», Las formulaciones del comienzo del decálogo describen a Yahveh, Es aquel que «hizo salir a Israel del país de Egipto, de la casa de servidumbre», Su actuar salvífico es considerado aquí con la categoría jurídica del rescate de los esclavos. Más adelante, en los versículos 21s, volverá a aparecer este tema. 30

La formulación del decálogo: «No tendrás otros dioses delante de mí» se convierte en prohibición de «seguir» a otros dioses. Aparece un nuevo concepto. Debía de pertenecer originalmente al terreno político o militar, Uno se decide por un jefe y se le sigue. Sin embargo, muy pronto se hablará de seguir a una divinidad. En este sentido, Yahveh exige que Israel no siga a ninguno de los dioses de los pueblos vecinos, sino sólo a él. Israel siempre tiene que decidirse entre Yahveh, que se mantiene en su ambiente, y los dioses de los pueblos que rodean a Israel. La voluntad de Yahveh de que Israel le pertenezca en exclusiva tiene algo de inexorable. Yahveh es un Dios celoso con respecto a los dioses extranjeros. Si se inflama ese celo, Yahveh se convertirá en un Dios colérico, y lo aniquilará. Así pues, no podemos dudar de la seriedad de las exigencias divinas.

Todos los mandamientos «No pondréis a prueba a Yahveh, vuestro Dios, como lo hicisteis en Masa» (6,16). El tema de Yahveh que permanece en «medio» de Israel evoca los acontecimientos de Masa en el desierto, tema de desempeña un gran papel (cf. Ex 17,7). De una manera general, el recuerdo de los hechos que se habían desarrollado en Masa pertenece al contexto de la proclamación del gran mandamiento. Los Salmos 78,56 y 95,8 lo muestran. «Poner a Dios a prueba» significa a fin de cuentas comenzar una disputa con él, exigirle justificación con respecto a su fidelidad a la alianza; debe aportar sus pruebas. Si Israel viviera en el «temor de Yahveh», se entregaría a él completamente, sin preguntarle nada, pues de él depende toda su vida.


Esta frase lleva a una exhortación más general a seguir todos los mandamientos, exhortación situada entre las dos partes de la proclamación de la ley. «Guardaréis atentamente los mandamientos, las exigencias y las leyes de Yahveh, vuestro Dios, lo que te ha prescrito. Harás lo que es recto y bueno a los ojos de Yahveh, para ser feliz y entrar a tomar posesión del país bueno que Yahveh prometió con juramento a tus padres, rechazando lejos de ti a todos tus enemigos, como lo ha prometido Yahveh» (6,17-19). La cólera de Yahveh amenaza la infidelidad de Israel; a su fidelidad (vv. 17s) responderán las bendiciones de la alianza (vv. 18s). Estas bendiciones tienen motivos para sorprendernos. El punto de partida de la proclamación del mandamiento no era la situación de Israel, que ya posee la tierra prometida en que debía observar los mandamientos. Ahora bien, ahora se le promete, como «fruto» de su fidelidad, que entrará en el país y se apoderará de él. ¿Cómo conciliar estos dos enunciados? Podríamos estar tentados de hablar de «contradicciones» y distinguir aquí diversos estratos literarios. Ciertamente eso sería posible, pero leamos el texto que está ante nosotros. Incluso una remisión a diferentes tradiciones literarias que se mezclaran en este capítulo no lo explicaría todo. Es precisamente en esta aparente contradicción donde se deja percibir de nuevo la situación particular de la proclamación deuteronómica. Cuando Israel escucha estos textos durante el culto ya está en posesión de la tierra. Pero, al mismo tiempo, la celebración cultual abóle el tiempo y el espacio y reconduce al pueblo hacia atrás, a los umbrales del país. Israel posee y no posee su tierra. Israel nació de una bendición, se sitúa bajo ella y la aguarda. Las exigencias de Dios presuponen su gracia.

Ésta es igualmente la recompensa prometida por la observancia de las exigencias. La misteriosa dialéctica que nos resulta bastante incomprensible entre «gracia» y «naturaleza», actuar divino y libertad humana, se expresa ya en este texto del Deuteronomio.

La pregunta del hijo y su respuesta «Y mañana, cuando tu hijo te pregunte: «¿Por qué estas exigencias, estas leyes y estas costumbres que Yahveh, nuestro Dios, os ha prescrito?», entonces dirás a tu hijo: «Nosotros éramos esclavos del faraón en Egipto, pero con mano fuerte Yahveh nos hizo salir de Egipto; Yahveh hizo ante nuestros ojos grandes señales y grandes prodigios para desgracia de Egipto, del faraón y de toda su casa. Y a nosotros nos hizo salir de allá para hacernos entrar en la tierra que prometió con juramento a nuestros padres, y para dárnosla. Yahveh nos ordenó poner en práctica todas estas leyes y temer a Yahveh, nuestro Dios, para que seamos dichosos todos los días, y que nos conserve vivos como lo estamos hoy. Y seremos justos si procuramos poner en práctica todo este mandamiento ante Yahveh, nuestro Dios, como nos ordenó» (6,20-25). Con los vv. 20-25 tenemos la segunda parte del «enmarque» de la ley. La retrospectiva final sobre la historia de salvación exigida por las leyes del género literario no es, como a veces se puede leer, un texto litúrgico más antiguo insertado aquí; se trata de un enunciado nuevo y libremente formulado para nuestro contexto. Las antiguas confesiones de fe de Israel constituyen, por supuesto, el trasfondo de nuestro texto. Se puede 31


leer Dt 26,5-9, ejemplo de estos antiguos credos. Aquí, sin embargo, se ha tomado de estas viejas profesiones de fe una argumentación jurídica y teológica precisa, El objetivo es el siguiente: mostrar que Israel no está en estado de «justicia» más que si observa las exigencias de la alianza con Yahveh, Ciertamente, aquí hay que entender «justicia» como un término cultual. Sólo puede entrar en el recinto del santuario y presentarse allí cultualmente ante Dios el que es «justo». Sólo aquel a quien se le da «justicia» puede recibir en el culto el don de «vida». En Israel, «justicia» y «vida» dependen de la observancia de las exigencias de la alianza. ¿Por qué esta dependencia? Hay que probarla. Para ello, en Dt 6,21-24 se muestra que las exigencias de la alianza con Yahveh están fundadas en los acontecimientos históricos de la liberación de Israel de Egipto y de la entrada en la tierra prometida. El versículo 22 resulta particularmente significativo. Con la fórmula «ante nuestros ojos» se llama la atención sobre el hecho de que Israel puede ser invocado como testigo ocular del actuar de Yahveh. Así pues, las pretendidas acciones de Yahveh son realidades; formalmente se pueden probar. Israel siempre puede ser obligado a admitirlas, y admitir también que Yahveh ha dado su ley en virtud del derecho que le habían reportado los beneficios concedidos a Israel. La argumentación es más precisa aún: se insiste al principio en el hecho de que Israel había sido en Egipto «esclavo» del faraón. Después, Yahveh «hizo salir» a Israel. La expresión «hacer salir» puede tener en la lengua jurídica del antiguo Oriente el significado de liberar a un esclavo, Alguien que liberaba a un esclavo, mediante rescate por ejemplo, se convertía él mismo en señor del esclavo. A partir de ese momento podía hacerle «entrar en su casa», lo cual puede significar: hacer de alguien su esclavo. 32

De hecho, según el versículo 23, Yahveh «ha hecho entrar» a Israel en la tierra, en la cual debe servirle. Así pues, posee pleno derecho para plantear sus exigencias a Israel. Israel no accederá a la «justicia» y a la «vida» más que respondiendo a ellas. Por tanto, de la antigua confesión de fe cultual se ha hecho, a lo largo de una exhortación sobre el gran mandamiento, una demostración del derecho absoluto de Yahveh a la obediencia de Israel.

El único mandamiento y las numerosas leyes A lo largo del análisis de un texto fácilmente se puede uno perder en los detalles. Por eso acabaremos llamando la atención aún sobre dos hechos que informan todo el texto de Dt 6,4-25. Se trata, en primer lugar, de la dialéctica entre el gran mandamiento y las numerosas leyes. El lector atento de Dt 6,4-25 observa que el gran mandamiento se proclama, pero que también se consideran todas las exigencias planteadas por la alianza, en particular en 6,6-9.17.20.24, De ningún modo se tiene la impresión de que se establezca una clara distinción entre estos dos enunciados. En lugar de «todos estos mandamientos», como en el v. 6,24, en 6,25 se dice sin más «toda esta ley», y, entre estas dos expresiones, otra remite sin vacilación al «temor de Yahveh», término característico del mandamiento. Una forma significativa de decir que el gran mandamiento no es un mandamiento entre otros, aunque sea el primero. Es más bien un mandamiento de otra clase, una ley que se mantiene frente a todas las demás, o incluso que las precede y las abarca a todas a la vez. En el gran mandamiento, la multiplicidad de deseos concretos de Yahveh queda reducida a su última unidad.


Temer a Yahveh Si esto es así, el gran mandamiento, en definitiva, no podría casar con ninguna prescripción particular concreta. Incluso una exigencia como la del culto exclusivo a Yahveh debe ser pasajera. En resumen, el gran mandamiento sólo puede remitir a la actitud fundamental ante Yahveh. Este hecho ha sido entrevisto en nuestra predicación, y constituye el segundo punto sobre el que llamaremos la atención para terminar. Esta realidad ha sido evocada cuando considerábamos el «temor de Yahveh» como la interpretación decisiva del gran mandamiento. Esta expresión se encuentra en Dt 6,13, la única expresión de este versículo recogida en 6,24, Además, es característica del contexto amplio que engloba también al capítulo 5. Éste establece a partir de la historia lo que es el «temor de Yahveh». Durante la teofanía del Sinaí, los israelitas no se atrevieron, por «temor», a subir a la montaña (Dt 5,5). El temor sagrado ante el «misterio temible» les había envuelto. Él les había hecho comprender que, ante Dios, el hombre se mantiene entre la vida y la muerte (Dt 5,23-26), y les había empujado a pedir a Moisés que fuera el único mediador ante Yahveh (Dt

5,27). Yahveh consiente (Dt 5,28) y expresa su satisfacción con respecto a esta actitud de «temor» en estas palabras: «Tan sólo su corazón estaba decidido a temerme y a observar todos mis mandamientos, para su felicidad y la de sus hijos para siempre» (Dt 5,29). En el texto que precede a la predicación sobre el gran mandamiento ya se evocaba el temor de Yahveh (Dt 6,2). No hay ninguna duda: para Dt 5 y 6, el gran mandamiento es ante todo llamada a esta actitud absoluta de temor y reverencia ante el Dios que se revela, actitud que la lengua teológica del antiguo Oriente califica de «temor de Dios». Cuando se compuso este texto con vistas a reunir dos tradiciones cultuales diferentes de Israel, eso no era más que una ocasión exterior. El redactor tenía al mismo tiempo algo nuevo que decir sobre el gran mandamiento del Dios de la alianza. Expresa la unidad de las diferentes tradiciones, no sólo por medio de transformaciones literarias externas, sino que la muestra en lo que el gran mandamiento exige de más fundamental: el «temor de Yahveh; éste brota de la teofanía del Señor.

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IV - En situación de prosperidad Dt 8,1-20 8 'Todo el mandamiento que yo te doy hoy, cuidaréis de practicarlo, para que viváis, os volváis numerosos y entréis en posesión del país que Yahveh prometió con juramento a vuestros padres. 2

Te acordarás de todo el camino que Yahveh, tu Dios, re ha hecho recorrer desde hace cuarenta años en el desierto, a fin de ponerte en la pobreza; así te probaba para conocer lo que había en tu corazón y saber si ibas a observar o no sus mandamientos.

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El te puso en la pobreza, te hizo tener hambre y fe dio a comer el maná que ni tú ni tus padres conocíais, para hacer que reconocieras que no sólo de pan vive el hombre, sino que vive de todo lo que sale de la boca de Yahveh. "Tu manto no se gastó sobre ti, tu pie no se hinchó en cuarenta años 5

y reconoces, con la reflexión, que Yahveh, tu Dios, te educaba como un hombre hace con su hijo.

'Guardarás los mandamientos de Yahveh, tu Dios, siguiendo sus caminos y temiéndolo. 'Yahveh, tu Dios, te hace entrar en una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes, de aguas subterráneas que brotan en la llanura y la montaña, 8una tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de aceite de oliva y miel, 'tierra en la que comerás pan sin tasa, en la que no te faltará nada, tierra en la que las piedras contienen hierro y en la que las montañas son minas de cobre. '"Comerás hasta saciarte y bendecirás a Yahveh, tu Dios, por la buena tierra que te ha dado. " Guárdate de olvidar a Yahveh, tu Dios, no observando sus mandamientos, sus costumbres y sus leyes que yo te doy hoy. "Si comes hasta saciarte, si te construyes hermosas casas para habitar en ellas, ,3si tienes mucho ganado mayor y menor, mucha plata y mucho oro, muchos bienes de todo tipo,


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no vayas a volverte orgulloso y olvidar a Yahveh, tu Dios. Es él quien te hizo salir de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; ,5es él quien fe hizo caminar en ese desierto grande y terrible poblado de serpientes ardientes y escorpiones, tierra de sed en la que no se encuentra agua; es él quien por ti hizo brotar agua de la roca granítica; ,6es él quien, en el desierto, íe dio a comer el maná que tus padres no conocían, para ponerte en la pobreza y probarte para hacer dichoso tu futuro. ,7 No vayas a decirte: «A pulso he llegado a esta prosperidad», '"pero acuérdate de que es Yahveh, tu Dios, quien te habrá dado la fuerza de alcanzar la prosperidad, para confirmar su alianza jurada a tus padres, como lo hace hoy. "Pero si llegas a olvidar a Yahveh, tu Dios, si sigues a otros dioses, si los sirves y te postras ante ellos, doy testimonio contra vosotros hoy: os haré desaparecer completamente; 20como a las naciones que Yahveh hizo desaparecer ante vosotros, así os haré desaparecer, por no haber escuchado la voz de Yahveh, vuestro Dios.

El contexto El culto divino de Israel no estaba fijado. Cuando nuevas situaciones redamaban textos cultuales, se los creaba. Dt 6 había reunido el decálogo con otras tradiciones. Después de esta amalgama, la proclamación del gran mandamiento del culto de la alianza, captado en el estadio último de su elaboración, debía de presentarse así: Dt 5,1-6,25; quizá un primer estadio del capítulo 7; 9,919.25-29; 10,1-5.10-18.20-22; 11,1-17. En una época posterior se experimentó la necesidad de elaborar de nuevo estos textos litúrgicos, Se crearon algunos textos nuevos y se les insertó en medio de los textos más antiguos. Se trata de Dt 7 en su estadio actual, Dt 8 y los versículos 1 -8 y 22-24 de Dt 9, El conjunto recibió por último una conclusión, 11,18-25. De estos nuevos textos, la pieza mejor trabajada es el capítulo 8. Trata de dar una formulación del gran mandamiento adaptada a la situación de prosperidad. Este capítulo será el objeto de los siguientes desarrollos.

Literariamente, Dt 8 tiene un aspecto barroco. Este capítulo contiene ciertamente la frase más larga de todo el Antiguo Testamento (vv. 7-18). La lengua, sin embargo, sigue estando llena de fuerza y todos los miembros del discurso están dispuestos hasta en su menor detalle con cuidado. Ritmo y sonoridad -que no es posible percibir en ninguna traducción- proporcionan al original belleza y resonancia.

Dt 6 comentado En sus partes más importantes, Dt 8 es un comentario del gran mandamiento proclamado en Dt 6 y expuesto en el capítulo precedente. Comentario de un comentario. En Dt 6,12-15, el comienzo del decálogo había sido citado en algunos de sus términos clave y comentado por medio de una paráfrasis. Asimismo, Dt 8,7-20 se servirá del texto de Dt 6,10-14 y le dará un nuevo alcance. Éstas son las correspondencias: 35


Dt8

Cf.

«Yahveh, tu Dios, te hace entrar en una tierra buena»

v. 7

6,10

«Comerás hasta saciarte»

V. 10

6,11

«Guárdate de olvidar a Yahveh, tu Dios»

v. 11

6,12

«No vayas a olvidar a Yahveh, tu Dios, Es él quien te hizo salir de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre»

v. 14b

6,12

«Si sigues a otros dioses»

v. 19

6,14

unidad original. Un redactor habría reunido en este capítulo diversos fragmentos pequeños. Esta concepción es falsa. Lo que aparecía como repeticiones inútiles y digresiones demasiado lejanas se revela como la utilización de técnicas literarias particulares en el antiguo Oriente, inutilizadas hoy. Por lo que respecta a la composición del texto se observan dos partes: 1) 8,2-6: recuerdo de la marcha de Israel por el desierto;

A ello se añade, en 8,6, el mandamiento de «temer» a Yahveh. El redactor de Dt 8 sabía que el texto que comentaba era ya un comentario del decálogo. También añadió una formulación del decálogo que éste ciertamente no contenía aún en la época en que Dt 6 fue redactado. El redactor de Dt 8, sin embargo, la encontró en el texto del decálogo de su época: «Si sirves a otros dioses y te postras ante ellos» (8,19, cf. 5,9a). Dt 8 atestigua de este modo la vitalidad y la facultad de adaptación de la antigua liturgia israelita, pero asimismo de su carácter conservador. Los antiguos textos no se rechazan, sino que se intercalan algunos nuevos. Éstos se refieren a los antiguos y sólo apuntan a actualizarlos para responder a situaciones nuevas.

2) 8,7-20: proclamación del gran mandamiento para la situación de prosperidad (como apéndice, amenazas de desgracia en caso de infidelidad). Sin embargo, por encima de esta estructura fundamental se extiende otra;, ahora se trata de captarla, Podemos hacer que surja mediante la disposición tipográfica: disponiendo el texto en bloques separados. Tratemos de caracterizar las diversas partes que hemos puesto de relieve teniendo en cuenta su contenido: 8,26 y 8,14-17 relatan la experiencia de Israel en el desierto; 8,7-10y 8,12-13, la vida de Israel en la tierra prometida. Es al comienzo (8,1), en medio (8,11) y al final (8,18-20) donde se encuentran los textos parenéticos. Siguiendo los temas resulta un esquema literario concéntrico, compuesto con arte: 8,1

A (Exhortación) 8,2-6

B (Desierto)

8,7-10 8,11

Estructura de Dt 8 Los comentarios más antiguos encontraban el texto de Dt 8 demasiado complicado; también dudaban de su 36

8,12-13 8,14-17 8,18-20

C (Tierra cultivada) A (Exhortación) C (Tierra cultivada)

B (Desierto)

A (Exhortación)


Esta sucesión de temas tratados en quiasmo está subrayada por otra parte por medio de otro procedimiento estilístico: la correspondencia de términos-clave. En la traducción lo hemos resaltado mediante el uso de cursiva en las expresiones que se corresponden. Así, el término «hoy» aparece en 8,1,11.19 a lo largo de las tres exhortaciones, Asimismo, «humillar», «probar», «maldecir» se encuentran en las dos partes que evocan el «desierto». Por el oído, el israelita reconocía esta repetición de palabras-clave y,

con ellas, al mismo tiempo tomaba musicalmente conciencia de la unidad del texto. Aunque a causa de estas palabras el pensamiento debió de tomar algunas pequeñas desviaciones, eso no se experimentaba como un fallo. En el comentario que sigue no nos atendremos rigurosamente a la sucesión del texto. Pero relacionaremos las partes de un mismo enunciado desunido a causa de la construcción en quiasmo.

A través d I desierto Exhortación preliminar «Todo el mandamiento que yo te doy hoy, cuidaréis de practicarlo, para que viváis, os volváis numerosos y entréis en posesión del país que Yahveh prometió con juramento a vuestros padres» (8,1). Dt 8 comienza con una de esas frases típicas de la parénesis deuteronómica: en primer lugar una exhortación a la obediencia y después, con una frase final, la presentación de la bendición que se deriva de la fidelidad a la alianza. En 11,8s y 6,17-19 ya nos habíamos encontrado con semejantes parénesis. De nuevo el término «hoy» remite a la situación cultual. Este texto tenía que ser proclamado ante el pueblo de las doce tribus reunidas durante una fiesta de peregrinación. La diferencia de tiempo queda suprimida. Israel, que vive desde hace muchos siglos en el país, es interpelado como tal («a fin de que viváis y que os hagáis numerosos»), pero al mismo tiempo como el Israel que se encuentra aún en el Jordán, antes de la posesión del país («y que entréis en posesión de la tierra que Yahveh pro-

metió...»). Israel se sitúa siempre en el espacio de salvación que Dios había comenzado a establecer cuando hizo sus promesas a los patriarcas.

El recuerdo de la marcha por el desierto "Te acordarás de todo el camino que Yahveh, tu Dios, fe ha hecho recorrer desde hace cuarenta años en el desierto, a fin de ponerte en la pobreza; así te probaba para conocer lo que había en tu corazón y saber si ibas a observar o no sus mandamientos. Él te puso en la pobreza, te hizo tener hambre y te dio a comer el maná que ni tú ni tus padres conocíais, para hacer que reconocieras que no sólo de pan vive el hombre, sino que vive de todo lo que sale de la boca de Yahveh. Tu manto no se gastó sobre ti, tu pie no se hinchó en cuarenta años y reconoces, por la reflexión, que Yahveh, tu Dios, te educaba como un hombre hace con su hijo. Guardarás los mandamientos de Yahveh, tu Dios, siguiendo sus caminos y temiéndolo" (8,2-6). 37


Dt 8,2-6 está construido como una buena intervención ante un tribunal (cf. Jr 26,7-19 y 1 Sam 24,10-23). El discurso comienza con «te acordarás» (8,2). En este texto se recuerda el pasado y se da su significado. Sigue otra exhortación: «Y reconoces, por la reflexión...» (8,5). Ella lleva la conclusión que deben sacar los oyentes de la evocación del pasado. Conclusión más bien teórica, también se vincula a ella otra relativa al actuar y al comportamiento personal (8,6). Ésta exige directamente, en el caso que nos ocupa, la observancia de todos los mandamientos de Yahveh, sobre todo del gran mandamiento («... temiéndolo»). Algunas correspondencias de términos hacen perceptible que Dt 8,6 sea considerado como una conclusión de la evocación precedente de los tiempos del desierto. Yahveh no había conducido a Israel a través del desierto más que para saber lo que había en su corazón: ¿está dispuesto Israel o no a observar los mandamientos (8,2)? De ahí, en 8,6, la exhortación a la observancia de esos mandamientos. A través del desierto, Israel había sido llevado por Yahveh por un «camino» muy particular (8,2). Era por así decir un ejercicio. Ahora Israel debe «seguir sus caminos» siempre (8,6). La marcha por el desierto -el Pentateuco, desde el libro del Éxodo al de los Números, le dedica numerosos capítulos- no se evoca más que por algunos recuerdos, poco numerosos pero significativos; simplemente se trata del camino recorrido (8,2). En dos ocasiones se menciona el tiempo de los «cuarenta años» que deja presentir la largura de ese camino (8,2.4). La fatiga es expresada en un solo trazo por el «hambre» (8,3). Al mismo tiempo, las maravillas bordean ese camino. No se nombra solamente el maná (8,3), sino también la conservación de los vestidos y el calzado (8,4), tradición que no se nos transmi38

te en ninguna otra parte en el Pentateuco. Estos pocos rasgos le bastan al predicador para recordar a los oyentes israelitas la memoria de los tiempos antiguos. «... es él quien te hizo caminar en ese desierto grande y terrible poblado de serpientes ardientes y escorpiones, tierra de sed en la que no se encuentra agua; es él quien por ti hizo brotar agua de la roca granítica; es él quien, en el desierto, te dio a comer el maná que tus padres no conocían, para ponerte en la pobreza y probarte para hacer dichoso tu futuro» (8,15-16). En 8,15s, donde, según la estructura literaria, el tema «desierto» resurge, esos pocos rasgos no reciben más que algunos complementos nuevos. El desierto no es solamente el lugar del hambre, sino también del miedo y el peligro. «Serpientes ardientes» (cf, Nm 21,6) y «escorpiones» amenazan al pueblo. A ello se añade la sed, pues no se encuentra nada de agua (8,15). Al milagro del maná se une su correspondiente, el milagro del agua de la roca (8,15s). Pero los detalles ya se han difuminado. Al predicador le importa menos describir el camino del desierto que significarlo,

La teología del desierto: Dios, educador de su pueblo Gracias a las experiencias de la época del desierto, Israel pudo reconocer que Yahveh, su Dios, es su educador paterno: «Yahveh, tu Dios, te educó como un hombre hace con su hijo» (8,5), La palabra hebrea que se traduce por «educar» puede tener el sentido de «enseñar, conducir, llevar», Sin embargo se trata lo más frecuentemente de una educación ligada al sufrimiento y a la privación: cas-


tigo de sus faltas o consecuencias de su comportamiento. Esta connotación aún la conserva aquí el término, pues los versículos 8,2 y 8,16 explicitan lo que encierra esta «educación». Yahveh educa alternando humillación y beneficio (8,2.3.16). Humilla a Israel dejando que sufra hambre (8,3), después le hace gracia alimentándolo con el maná; una maravilla, ya que los antepasados de Israel jamás habían vivido semejante experiencia (8,3.16). La palabra hebrea traducida por «poner en la pobreza» o «humillar» puede tener el matiz de «hacer experimentar su dependencia», Yahveh pone a Israel en situaciones de peligro y de desánimo; en ellas, la dependencia con respecto a él se vuelve evidente. Pero después le hace un gran bien, lo cual le remite así a Yahveh. Otro término precisa la educación de Israel, el de «prueba» (8,2.16), La palabra hebrea empleada aquí es difícil de traducir. Más allá de la palabra griega correspondiente (peirazó) somos remitidos a nuestros términos «tentar, tentación», No obstante, para el Antiguo Testamento, Dios puede «tentar» al hombre, y el hombre puede «tentar» a Dios, En lenguaje moderno pensaríamos en el «ensayo científico», en la «experimentación». Probar a alguien, para la antigua alianza, es ponerle en situación en que debe afirmarse, tomar partido, en que debe hacer visible lo que está en él. Según Dt 8, Dios educa a su pueblo poniéndolo en situaciones críticas, ya sea el hambre o el alimento maravilloso; son las experiencias del educador. Con ellas, Israel debe mostrar lo que está en él, crecer y afirmarse. Un nuevo conocimiento, tanto por parte de Dios como por la del hombre, será el fruto de estas experiencias educativas. Al poner a Israel «a prueba» en el desierto,

Dios quiere «conocer lo que había en tu corazón y saber si ibas a observar o no sus mandamientos» (8,2).Pero, en la misma «prueba», Israel debe aprender «que el hombre no sólo vive de pan, sino de todo lo que sale de la boca de Yahveh» (8,3), Gracias a esta educación divina reconocerá su dependencia de Dios y tendrá conocimiento con la divina palabra, rica en beneficios, Jesús cita las palabras de Dt 8,3 («no sólo de pan vive el hombre..,») durante la tentación de Satanás (Mt 4,4; cf, Le 4,4). A la luz de nuestra explicación de Dt 8,2-6, resulta que la cita de esta frase por parte de Jesús no es accidental. La tentación de Jesús en el desierto ha de ser considerada a la luz de la «prueba» de Israel en el «desierto» mediante la que Dios educa. Lo que le había sucedido a Israel se repite en la vida de Jesús (pero él se afirma allí donde Israel frecuentemente no había hecho más que caer), Se plantea la pregunta; en Dt 8, la humillación de Israel, el hambre en el desierto, ¿es la única «prueba» o bien el beneficio de Dios que sigue, el alimento con el maná, también lo es? A primera vista, el término «probar» está siempre ligado a «humillar». Sin embargo, la acción educativa de Dios incluye también el beneficio; éste se nos presenta como una recompensa de Dios por la perseverancia de Israel en la prueba, Para el período del desierto, nuestra predicación no examina más el problema. Sin embargo, no se trata sólo de la historia pasada y de su significado, sino de Israel, que es interpelado ahora. Es a un Israel acomodado, al que Yahveh hace ahora gracia, a quien se dirige. Ahora bien, el bienestar es para Israel una situación en la que aún debe afirmarse. Es lo que se esfuerza por demostrar la continuación del capítulo. Si el hecho de recordar a Israel su época del desierto y demostrarle así que Dios le educa debe tener un 39


sentido, hay que convenir que el estado actual es también una prueba para él, Israel debe afirmarse, mostrar que quiere observar los mandamientos de Yahveh, re-

conocer que toda su riqueza viene de él. Esto es lo que esboza el tema de Dt 8,7-20 y ahora podemos explicar este texto en detalle,

En época de prosperidad Dt 8,7s es, como se ha dicho, un «comentario» o una continuación de 6,10-14. Según el género literario, 6,10s constituye la primera parte del «marco» de la ley, el conjunto de las condiciones, La prótasis habla del don de la tierra; la apódosis contiene el mandamiento que deberá ser observado en el país. El «comentario» sigue siendo fiel a este género, yeso desde 8,7 a 8,18. La primera parte del conjunto condicional se encuentra en 8,7-10, la segunda en 8,11-18. Sin embargo no se ha respetado el modelo (Dt 6): a lo largo de la apódosis, en 8,12-13, se retoma la prótasis para añadirse a aquélla. Esta vuelta atrás sirve ante todo a la estructura concéntrica de los temas, sobre la cual ya se ha llamado la atención. Por lo que respecta al comentario, podemos considerar 8,1213 junto con la prótasis propiamente dicha (8,7-10).

que brotan en la llanura y la montaña, una tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de aceite de oliva y miel, tierra en la que comerás pan sin tasa, en la que no te faltará nada, tierra en la que las piedras contienen hierro y en la que las montañas son minas de cobre» (8,7-9).

La proposición condicional 6,10-11 sólo pretendía considerar el país de Canaán y sus riquezas como un don gracioso de Yahveh, Nada dependía de los esfuerzos de Israel, Por el contrario, aquí, en 8,7-10,12-17, se expresa otra tendencia, Se describe el acomodo en el que Yahveh instala a Israel,

La descripción comienza con los datos naturales del país. En primer lugar, el agua, riqueza primordial de un país de Oriente con numerosos desiertos y estepas. El término que traducimos por «aguas» puede designar igualmente las aguas primordiales o el gran abismo, el océano subterráneo de la antigua imagen del mundo, las aguas inagotables que, en ese país bendito de Canaán, suben de alguna forma a la superficie. Se describen después las plantas cultivadas y la miel. Por último, se menciona la abundancia de minerales. De hecho, la tierra del oeste del Jordán no posee ninguna riqueza de este tipo. La descripción se refiere a TransJordania, sobre todo a las regiones del Négueb y de la Araba, en las que en tiempos de Israel se explotaban minas de cobre. El detalle de las riquezas naturales de Canaán está contado en un estilo con forma de himno, Por cinco veces se empieza con el término «país» o «tierra», al que se le vincula una cualificación.

«Yahveh, tu Dios, te hace entrar en una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes, de aguas subterráneas

«Comerás hasta saciarte y bendecirás a Yahveh, tu Dios, por la buena tierra que te ha dado» (8,10).

Una instalación acomodada

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A esta «buena tierra» (8,7) Yahveh conduce a Israel, y así se describe cómo prospera Israel. Come, se sacia y bendice a Yahveh por esta tierra (8,10). No se piensa, como lo hacen algunos comentaristas, en oraciones de mesa, sino ante todo en el culto divino de Israel. Una ley como Dt 26,1-11 nos muestra cómo el culto se convertía en alabanza divina por el don de esa «buena tierra»,

La prueba de las riquezas «Si comes hasta saciarte, si te construyes hermosas casas para habitar en ellas, si tienes mucho ganado mayor y menor, mucha plata y mucho oro, muchos bienes de todo tipo...» (8,12-13). La primera entrada a tomar posesión de las riquezas del país se describe en 8,10. Se accede a las que da la naturaleza. Israel come, bebe y alaba a aquel que le ha dado todo eso. Pronto aparece una nueva actitud con respecto a esos bienes. Israel cultiva. Quiere acrecentar él mismo su riqueza. Es loque tiene ante su vista 8,12s, en que la idea característica de «multiplicarse» se encuentra tres veces. Israel no sólo come hasta saciarse, sino que igualmente se construye hermosas moradas y las habita: civilización de sedentarios. Pero también aumentan los rebaños. Ya no son sólo necesarios para la vida; constituyen posesión y riqueza. La fortuna no deja de crecer; muy pronto ya no está constituida únicamente por productos naturales, sino por moneda, plata y oro. No se puede describir de forma más concisa y precisa el acceso de Israel a una vida social acomodada. Esta situación es la de Israel para el que se ha redactado este capítulo. Es «prueba, experimentación».

«Guárdate de olvidar a Yahveh, tu Dios, no observando sus mandamientos, sus costumbres y sus leyes que yo te doy hoy [...] no vayas a volverte orgulloso y olvidar a Yahveh, tu Dios. Es él quien te hizo salir de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre [...] No vayas a decirte: "A pulso he llegado a esta prosperidad", sino acuérdate de que es Yahveh, tu Dios, quien te habrá dado la fuerza para alcanzar la prosperidad, para confirmar su alianza jurada a tus padres, como lo hace hoy» (8,11.14.17-18). Los peligros en los que se encuentra Israel están nombrados en 8,17. Podría dejarse llevar por la convicción de que «es mi fuerza, es el vigor de mi mano el que me ha procurado este poder», Si Israel reaccionara así no se afirmaría en la prueba, La reacción correcta es la que describe 8,18, acordarse de Yahveh, «quien te habrá dado la fuerza para alcanzar la prosperidad». Israel debe conservar este sentimiento en períodos de abundancia, Corresponde a la experiencia del desierto adquirida por el milagro del maná: el hombre no sólo vive de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, Ahora bien, de nuevo se menciona a los «padres». Ser alimentados con el maná, he ahí lo que «los padres no conocían» (8,3.16), noya la riqueza maravillosa de la tierra prometida. Sin embargo, esta opulencia se remonta a las promesas de la alianza jurada por Yahveh a los padres (8,18); es «hoy» (8,18), no obstante, cuando se realizan. En la prosperidad actual, cuando Israel se acuerda de aquel de quien procede. Así está formulado para tiempos de prosperidad el gran mandamiento, Algunas expresiones aparecen sin cesar: «acordarse» (8,2,18), «no olvidar» (8,11,14,19), Remiten a Dt 6,12, Sin estar subrayadas de ninguna manera, introducían la formulación del mandamiento, En Dt 8 informan a toda la proclamación, mientras que los otros términos de Dt 6 se agrupan en el último versículo (8,19). 41


El pecado que acecha la fe en esta situación próspera es el de elevar su corazón (8,14). En la riqueza adquirida al precio del trabajo del cultivo y mediante la civilización se hincha la conciencia de sí. La experiencia de la propia actividad relega al trasfondo el pensamiento de Dios. No se lucha por Dios, se le olvida. Es olvidado y resulta que la observancia de sus mandamientos desaparece progresivamente. Ésa es la razón por la que el gran mandamiento se formula aquí: «Acordaos de Yahveh». Si Israel se acuerda de su Dios en esta situación de bienestar, le seguirá sólo a él y no a los otros dioses (8,19); Israel observó el primer mandamiento, por eso obedecerá todos los demás y tomará el camino de Yahveh (8,1.11).

La amenaza de castigo «Pero si llegas a olvidar a Yahveh, tu Dios, si sigues a otros dioses, si los sirves y te postras ante ellos, doy

testimonio contra vosotros hoy: os haré desaparecer completamente; como a las naciones que Yahveh hizo desaparecer ante vosotros, así os haré desaparecer, por no haber escuchado la voz de Yahveh, vuestro Dios» (8,19-20). La predicación de Dt 8 acaba con una amenaza de castigo motivada. Recuerda a 11,6s, donde la promesa de bendiciones correspondiente precedía inmediatamente a la amenaza. En nuestro caso, el texto de bendiciones se encuentra más arriba (7,12s). Por su contenido, Dt 8,19 acaba el comentario de los versículos precedentes sobre Dt 6,10-14. Pero, según el sentido, 8,20 lleva a cabo ya la transición hacia Dt 9. La expresión «escuchar la voz de Yahveh» -nuevo resumen de la posición de Israel ante su Dios-, que aparece frecuentemente en el Antiguo Testamento, merece una atención particular. Casi ha adquirido el sentido que tendrá en el Nuevo Testamento el término «creer».

En conclusión A lo largo del comentario de Dt 8, se ha adquirido la convicción de que se trataba de un texto de origen reciente. El tiempo de su juventud, de la marcha por el desierto, queda muy atrás para Israel. Y, sin embargo, todavía y siempre debe vivir de esas primeras horas. Durante el culto no se le puede explicar de mejor manera su situación actual más que evocando la situación del pueblo en el desierto. Y no se le puede formular de me-

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jor forma la voluntad divina que refiriéndose más allá de un comentario ya antiguo al antiguo decálogo, ese decálogo que hemos podido reconstruir, en su primera parte, fragmento a fragmento, a partir del propio movimiento de este capítulo: «Yahveh, tu Dios, te hizo salir de Egipto, de la casa de servidumbre» (8,14), [no debes] seguir a otros dioses, ni servirlos, ni postrarte ante ellos (8,19).


V - En tiempos del exilio Dt 4,1-40 4 'Y ahora, Israel, escucha las leyes y las costumbres que os enseño yo mismo a poner en práctica: así viviréis y entraréis a tomar posesión del país que os da Yahveh, el Dios de vuestros padres. [A] 2

No añadiréis nada a las palabras de los mandamientos que yo os doy, y no quitaréis nada de ellas, a fin de guardar los mandamientos de Yahveh, vuestro Dios, que yo os doy. [B] 3

Habéis visto con vuestros ojos lo que Yahveh hizo en Baal-Peor; todos aquellos que habían seguido al Baal de Peor, Yahveh, tu Dios, los exterminó de en medio de ti, "mientras que vosotros, los partidarios de Yahveh, vuestro Dios, estáis todos con vida hoy. [C] 5

Mirad, os he enseñado las leyes y las costumbres, como Yahveh, mi Dios, me lo ordenó, para que las pongáis en práctica cuando estéis en el país al que vais a entrar para tomar posesión de é l ; 6 las guardaréis, las pondréis en práctica: es lo que os hará sabios e inteligentes a los ojos de los pueblos que escucharán todas estas leyes; dirán: "Esta gran nación no puede ser más que un pueblo sabio e inteligente". 7En efecto, ¿qué gran nación tiene dioses que se acerquen a ella como Yahveh, nuestro Dios, lo hace cada vez que lo llamamos? 8¿Y qué gran nación tiene leyes y costumbres tan justas como toda esta ley que pongo ante vosotros hoy? [A] 9

Pero guárdate, guárdate mucho de olvidar las cosas que has visto con tus ojos; que durante todos los días de tu vida no salgan de tu corazón. Las darás a conocer a tus hijos y a tus nietos. [B] 10

Tú estabas de pie en presencia de Yahveh, tu Dios, en el Horeb, el día en que Yahveh me dijo: "Reúne al pueblo junto a mí; yo le haré escuchar mis palabras para que aprendan a temerme todos los días que vivan sobre la tierra, y para que se las enseñen a sus hijos". "Y ese día os acercasteis a mí, estuvisteis de pie al pie de la montaña: estaba en llamas, abrasada hasta en pleno cielo, en las tinieblas de las nubes y de la espesa noche.12 Y Yahveh os habló desde en medio del fuego: una voz hablaba y vosotros la escuchabais, pero no percibisteis ninguna forma, no había nada más que la voz. "Os comunicó su alianza, las diez palabras que os ordenó poner en práctica, y las escribió en dos tablas de piedra. [C]


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Y a mí, Yahveh me ordenó entonces que os enseñara las leyes y las costumbres para que las pusierais en práctica en el país al que vais a pasar para tomar posesión de él. [A] 15 Tened mucho cuidado por vosotros mismos: no visteis ninguna forma el día en que Yahveh os habló en el Horeb, desde en medio del fuego. ' 6 No vayáis a corromperos fabricándoos un ídolo, una forma cualquiera de divinidad, la imagen de un hombre o de una mujer, "la imagen de cualquier animal de la tierra o de cualquier pájaro que vuela en el cielo, '8 la imagen de cualquier bestia que repta por el suelo, o de cualquier pez que vive en las aguas bajo la tierra. " N o vayas a levantar los ojos hacia el cielo, mirar al sol, la luna y las estrellas, todo el ejército de los cielos, y te dejes arrastrar a postrarte ante ellos y a servirles. [B] Porque ellos son la parte que Yahveh, tu Dios, ha dado a todos los pueblos que están por todas partes bajo el cielo... 20pero a vosotros, Yahveh os ha tomado y os ha hecho salir de Egipto, ese crisol para fundir el hierro, para que os convirtáis en su pueblo, su patrimonio, como lo sois hoy. [C] 21 Yahveh se ha encendido en cólera contra mí a causa de vosotros, y ha jurado que no pasaré el Jordán, y que no entraré en la tierra buena que Yahveh, tu Dios, te da como patrimonio. "Así pues, voy a morir en este país, sin haber pasado el Jordán; pero vosotros vais a pasarlo y a tomar posesión de esa tierra buena. [A] "Guardaos mucho de olvidar la alianza que Yahveh, vuestro Dios, concluyó con vosotros, y de haceros un ídolo, una forma de todo lo que el Señor, tu Dios, te ha prohibido representar. "Porque Yahveh, tu Dios, es un fuego devorador, es un Dios celoso. [B] "Cuando tengas hijos y nietos y seáis una población vieja en el país, si os corrompéis fabricándoos un ídolo, una forma de lo que sea, si hacéis lo que está mal a los ojos de Yahveh, tu Dios, hasta el punto de ofenderlo, 26entonces yo tomo como testigos hoy contra vosotros al cielo y a la tierra: desapareceréis inmediatamente del país del que vais a tomar posesión al pasar el Jordán, no prolongaréis en él vuestros días: seréis completamente exterminados.27 Yahveh os dispersará entre los pueblos, y no dejará de vosotros más que un pequeño número entre las naciones, allá donde Yahveh os haya llevado. 28Allí seguiréis a dioses que son obra de la mano del hombre: de madera, de piedra, incapaces de ver y de escuchar, de comer y de sentir.29 Entonces, allí buscaréis a Yahveh, tu Dios; lo encontrarás si lo buscas con todo tu corazón, con todo tu ser. 30Cuando estés en la aflicción, cuando todo esto te suceda, en los días futuros, volverás hasta Yahveh, tu Dios, y escucharás su voz. 3 ' Porque Yahveh, tu Dios, es un Dios misericordioso: no te dejará, no te destruirá, no olvidará la alianza jurada a tus padres. "Pregunta, pues, a los días del comienzo, aquellos anteriores a ti, desde el día en que Dios creó a la humanidad sobre la tierra, pregunta de un confín al otro del mundo: ¿ha sucedido algo tan grande? ¿Se ha escuchado algo semejante?33 ¿Ha sucedido que un pueblo escuchara como tú la voz de un dios hablando en medio del fuego y seguir con vida?34 ¿O acaso es que un dios ha tratado de venir a tomar para él una nación en medio de otra mediante pruebas, signos y prodigios, mediante luchas, con su mano fuerte y su brazo extendido, con grandes terrores, a la manera de todo lo que Yahveh, vuestro Dios, ha hecho por vosotros en Egipto


ante tus ojos? 35A ti te ha sido dado verlo, para que sepas que Yahveh es Dios: no hay otro fuera de él. 36 Desde el cielo él te ha hecho escuchar su voz para educarte; en la tierra te ha hecho ver su gran fuego, y de en medio del fuego tú has escuchado sus palabras. "Porque amaba a tus padres ha escogido a su descendencia después de ellos y te ha hecho salir de Egipto ante él por su gran fuerza, 38para desposeer ante ti a naciones más grandes y poderosas que tú, para hacer que entres en su país y dártelo como patrimonio, lo cual sucede hoy.39 Reconócelo hoy y reflexiona: Yahveh es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra; no hay otro. 40Guarda sus leyes y sus mandamientos que yo te doy hoy para tu felicidad y la de tus hijos después de ti, a fin de que prolongues tus días en la tierra que Yahveh, tu Dios, te da, todos los días.

La época y el contexto Los textos deuteronómicos explicados hasta ahora (10,12-11,17; 6,4-25; 8,1-20) procedían todos del culto de Israel. Servían en él para la proclamación del gran mandamiento. Por ellos hemos observado cómo el anuncio de ese mandamiento siempre era adaptado nuevamente a la situación histórica de Israel. Cada texto nuevamente creado se añadía a los antiguos; de esta manera existió, hacia el final de la época de los reyes y en el vasto marco de la carta de la alianza (actualmente Dt 5-28), una proclamación completa del gran mandamiento, los actuales capítulos 5 al 11 del Deuteronomio. A lo largo de las primeras décadas del exilio babilónico se creó la «obra histórica deuteronomista»; de hecho se identifica con el conjunto de nuestros libros canónicos actuales que van desde el Deuteronomio al segundo libro de los Reyes. Esta historia de abría con un discurso de Moisés; éste ofrece una retrospectiva de la marcha de Israel por el desierto hasta la llegada al Jordán (actualmente Dt 1-3). A ello le seguía la carta de la alianza (Dt 5-28), integrada en la obra histórica como un discurso que habría pronunciado Moisés en el Jordán. Entonces comienza con Josué, instituido sucesor de Moisés, y con el relato de la muerte de éste, el relato histórico propia-

mente dicho; engloba setecientos años y acaba con el exilio babilónico, Reunidos en la «obra deuteronomista», los textos tradicionales de la proclamación del gran mandamiento de estatuto cultual se convirtieron en un monumento literario, Parece que, hacia el final del exilio babilónico, la obra deuteronomista fue reelaborada una vez más, Esta vez tenía que valorar más el mensaje teológico de la historia, Dt 4,1-40 parece formar parte de los textos creados entonces de esta revisión, Estos versículos se añadieron al discurso de introducción de la obra histórica deuteronomista. Veamos el comienzo («Y ahora, Israel...», fórmula característica de una cita) y la respuesta a Dt 1,37sy 3,23-28 en Dt4,21s. Estos dos datos serían impensables si Dt 4,1-40 hubiera existido aislado antes de su inserción en el contexto actual. Igual que los capítulos 1-3, Dt 4,1-40 pretende ser un discurso de Moisés. Por su contenido y su estilo, 4,1-40 se relaciona con textos cultuales más antiguos de la proclamación del gran mandamiento, de Dt 5-11. Todo lo que se dice allí, nuestro texto trata de enunciarlo de nuevo. Instruido por el exilio, el redactor sabe formular lo que tiene en el corazón, de forma que sea entendido por Israel. Como Dt 4,1-40 debe servir de clave para la comprensión de Dt 5-11, este capítulo precede a los otros. 45


Estructura y unidad del texto Hecho extraño, la investigación exegética siempre ha tenido dificultad con este fragmento de intrepidez del arte literario deuteronómico. La interpelación cambia continuamente, unas veces «tú», otras «vosotros»: esto es lo que ya hacía dudar de la unidad original del texto. Además, apenas si se encontraba la sucesión lógica del pensamiento. Asimismo se consideraba Dt 4,1-40 como un «conglomerado informe» de diversos fragmentos oratorios, como aún lo afirma un comentario datado en 1964. En realidad, pocos capítulos del Deuteronomio son como éste de una pieza.

La estructura de la carta de la alianza Dt 4,1-40 retoma la estructura de la carta de la alianza que ya conocemos. La carta se parece a la forma de los tratados políticos. Habitualmente, la enumeración de condiciones del pacto sigue al bosquejo histórico y continúa con la lista de los testigos divinos, las bendiciones y las maldiciones. Esta estructura es aún visible en la forma tardía de la carta de la alianza, tal como se nos ha conservado en Dt 5-28. Sin embargo, retrospectivas históricas y proclamación de las exigencias fundamentales de la alianza se compenetran en Dt 5-11. Siguen entonces las leyes particulares (Dt 12-26) así como bendiciones y maldiciones (Dt 28), Esta estructura se recoge en Dt 4,1-40. En 4,1-24, igual que en Dt 5-11, retrospectivas históricas y proclamaciones del gran mandamiento se encuentran entreveradas. 46

Las leyes particulares se evocan globalmente, pero no se proclaman, Más aún, en 4,25-31, bendicionesy maldiciones se siguen sin discontinuidad. Hay que subrayar que, en la apelación al cielo y a la tierra como testigos (4,26), se ha conservado incluso, aunque de forma rudimentaria, el apartado de «apelación a testigos» de la antigua forma de los pactos. Al final del texto, en 4,32-40, se encuentra una peroración; ya no tiene correspondiente en los pactos. Es ahí todo lo más donde se plantearía la cuestión de una adición posterior. Pero hay muchas relaciones temáticas entre 4,32-39 y las partes precedentes del texto. No hace falta más que comparar 4,32.36 y 4,10-13 o 4,34.37s y 4,20.22. Evidentemente, en este movimiento retórico se resumen los temas principales de todo el conjunto. Así pues, 4,32-40 forma parte del capítulo. A propósito del elemento «bendiciones y maldiciones», aún hay que subrayar que se presenta en una forma muy tardía. En su origen, bendicionesy maldiciones se proponían de forma equivalente como dos posibilidades del futuro. Así en los tratados de vasallaje, pero también en el culto y en la carta de la alianza. Sin embargo, aquí bendiciones y maldiciones se enuncian en su orden inverso. La maldición aparece en primer lugar, después la bendición. Por otra parte, maldiciones y bendiciones están ligadas a la historia, consideradas como dos acontecimientos que se cumplen uno detrás del otro y no ya como una alternativa. Todavía puede leerse una frase circunstancial al principio (4,25), pero no deja de considerarse el futuro de Israel después de la ruptura de la alianza como venida cierta de un tiempo de maldiciones al que sucederá una nueva época de bendiciones. Esto es


lo que remite a las profecías relativas al exilio. Así pues, desde el punto de vista de la historia de los géneros, los elementos «bendiciones y maldiciones» de la antigua forma de los tratados se encuentran en 4,25-31.

Un movimiento unificado De ello resulta que Dt 4,1-40 presenta una construcción clara, fundada en la tradición. Lo que está a favor de la unidad del texto. Sin embargo podríamos pensar todavía que el texto fue reunido a partir de diversos fragmentos por un redactor: habría tenido en cuenta la forma de las cartas de alianza, sobre todo en lo que respecta a 4,1-24; o incluso que a lo largo del tiempo el texto fue glosado y ampliado varias veces, Pero si tenemos más en cuenta la construcción literaria del texto, precisamente en Dt 4,1-24 estas posibilidades teóricas quedan excluidas. Podemos preguntarnos por ejemplo sobre la finalidad a la que apunta este pasaje. Descubrimos que en 4,1-24 la exhortación se concentra siempre más en lo esencial, 4,1-4 conserva su carácter de introducción. Ante todo se exhorta a Israel a escuchar. Es la presentación del discurso.

4,23-24 parece no recoger más que el tema de 4,15s. Pero aquí todo está orientado hacia las últimas palabras; Yahveh es «un fuego que devora, un Dios celoso». Así acaba la exhortación. Iniciada en 4,5 con la evocación de la totalidad de las leyes de Israel, concluye, después de un continuo estrechamiento y profundización de su objeto, con la situación ante el Dios vivo. El texto desvela así su movimiento interno. Considerar aunque sólo fuese una parte de 4,1-24 como un añadido posterior destruiría este movimiento.

Revisar el pasado Paralelamente a esta concentración continua del enunciado, un movimiento inverso recorre este texto: una ampliación progresiva del campo de visión. Se reconocía desde que nos preguntábamos por los temas de las miradas retrospectivas sobre la historia que, dentro de 4,1 24, se intercalan entre las exhortaciones. En nuestra traducción hemos señalado estos pasajes con una C. La situación presupuesta del discurso (Israel en el Jordán, poco antes de la conquista del país) se refiere a un pasado cada vez más lejano.

4,5-8 exige la observancia de todos los mandamientos. Así pues se trata de todas las leyes,

En 4,3s se remonta algo en el pasado, a saber, hasta los acontecimientos de Baal-Peor. Los conocemos por Nm 25. Son narrados poco antes de la llegada al Jordán.

En 4,9-14, la atención se concentra en el decálogo, cuya proclamación en el Horeb se describe.

4,1 Os se remonta más atrás, a saber, a la teofanía del Horeb (Sinaí), donde se concluyó la alianza.

En 4,15-22, la exhortación se centra en la prohibición de imágenes contenida en el decálogo. Hay que subrayar desde ahora que, para Dt 4,1-40, la prohibición de imágenes es la formulación decisiva del gran mandamiento.

Sólo es en 4,20 cuando se evoca, aún más alejado en el tiempo, el tema central de la fe de Israel, la salida de Egipto. Ésta se encuentra por lo demás inmediatamente después de la formulación del gran mandamiento. 47


Por último, podemos percibir una última ampliación del campo de visión en la parte final, 4,22-40: allí se recapitulan todas las exposiciones de la fe de Israel, La exigencia de 4,32 compromete a extender el horizonte hasta la creación del hombre y de un extremo del cielo al otro; la mirada abarca simplemente el universo. De nuevo un movimiento continuo del enunciado, Ningún fragmento comentado aquí puede ser calificado de adición posterior sin desfigurar todo el texto,

Considerar el futuro El campo de visión no se amplía solamente hacia el pasado, sino también hacia el futuro, Este movimiento del texto sin embargo no es claramente reconocible, en particular en su comienzo. Por supuesto, Israel es interpelado y exhortado directamente en su «ahora» y en su «hoy» (4,1.4.20,26.38.39), a partir de su situación ficticia en el Jordán. Pero, en realidad, el orador tiene ante los ojos toda la sucesión de la historia de Israel y la propia forma en que la evoca la obra histórica deuteronomista. 4,5 afirma formalmente que las leyes no serán observadas más que al oeste del Jordán (lo mismo en 4,14). La exhortación apunta, pues, al tiempo posterior a la conquista del país, 4,6-8 podría hablar ya del tiempo de Salomón, Israel se había convertido en una «gran nación» enfrentada a otros pueblos. Por su sabiduría, Salomón le sitúa en el centro de las naciones (cf. 1 Re3,8; 5,9-11; 10,1-10.23s); la construcción del templo le asegura la proximidad divina (cf. sobre todo 1 Re 8,41-43). Interpretando la presentación deuteronomista del libro de los Reyes, 4,6-8 48

afirma ahora que el verdadero fundamento de la sabiduría y la proximidad divina descansaban en los justos estatutos de la alianza. La advertencia de no servir a las imágenes, en 4,15-19, apunta sin ninguna duda a lo que había sido la gran tentación de la monarquía expresada claramente en 4,25; el culto a las imágenes es la causa del exilio. 4,26-28 habla abiertamente del exilio. Por supuesto se considera el exilio babilónico. 4,29-31 prevé para más tarde la posibilidad de que el antiguo pueblo de Dios exiliado pueda renovarse. Por otra parte no se habla de un regreso a la tierra de Canaán. Esta fase de la historia de Israel aún está ciertamente por venir, no sólo para Moisés, el orador ficticio, sino también para el redactor de Dt 4,1-40. Es para el fin de los tiempos (4,30). Ahí tendríamos un tercer movimiento de la exposición.

Tres temas en paralelo En Dt 4,1-40, diversas orientaciones discurren en líneas paralelas. El pensamiento gira en torno a esas líneas fundamentales que siguen tanto un aspecto como otro. Quien busque en tales procedimientos articulaciones lógicas quedará naturalmente decepcionado. No se puede plantear a estos textos ninguna de las exigencias del pensamiento occidental o de la exposición profesoral; hay que aceptar las leyes propias del género. Si tratamos de hacerlo, resultará que el pensamiento no salta sin razón de un aspecto al otro. Al contrario, está determinado por un conjunto preciso de temas y de palabras-clave. Esto concierne a los versículos 1 a 24. En


nuestra traducción se han agrupado las frases que pertenecen al mismo conjunto y se ha designado cada parte con una letra. Se reconoce un primer tema en ciertos clichés propios del estilo deuteronómico. Se refieren ante todo a leyes y a la conquista del país. Leyes y tierra constituyen un conjunto. Las partes correspondientes se designan con la letra A, Este tema aparece por primera vez en 4,1 y sigue en 4,5-8.14,21. Un segundo tema se caracteriza por alusiones a la prohibición de imágenes contenida en el decálogo y al decálogo en general: letra B. Aparece en 4,2.9.15-19.23s, siempre después del tema A. Así es como se leen las advertencias concretas. Sigue entonces un tercer tema (letra C), ejemplos tomados de la historia (4,3-4.10-13.20). Tras la retrospectiva histórica comienza un nuevo ciclo, siempre con el tema A. Las particularidades de este movimiento cíclico no se dejan ver más que en el texto ori-

ginal hebreo, pues se trata ante todo, a propósito de los temas A y B, de diferencias de material verbal. Podemos admitir que el israelita de la época del exilio que leía nuestro texto reconocía el juego de la composición y experimentaba algún gozo estético. En las otras partes del discurso, después del versículo 24, la unidad del texto queda también asegurada en el detalle por numerosas referencias a términos-clave de 4,1 24. De ahí la dificultad de designar un solo versículo de 4,1-40 como una adición posterior. La alternancia en la interpelación entre «tú» y «vosotros», que irritaba tanto a algunos investigadores, se practicaba corrientemente en tiempos de la redacción de nuestro texto y desde hacía siglos por los textos deuteronómicos. La habíamos encontrado en los fragmentos de Dt 5-11 expuestos durante los capítulos anteriores. El redactor de 4,1-40, si quería dar a su texto un buen sabor deuteronómico, debía dirigirse a sus presuntos oyentes pasando varias veces del singular al plural y al revés,

Obertura «Y ahora, Israel, escucha las leyes y las costumbres que os enseño yo mismo a poner en práctica: así viviréis y entraréis a tomar posesión del país que os da Yahveh, el Dios de vuestros padres. No añadiréis nada a las palabras de los mandamientos que yo os doy, y no quitaréis nada de ellas, a fin de guardar los mandamientos de Yahveh, vuestro Dios, que yo os doy.

Habéis visto con vuestros ojos lo que Yahveh hizo en Baal-Peor; todos aquellos que habían seguido al Baal de Peor, Yahveh, tu Dios, los exterminó de en medio de ti, mientras que vosotros, los partidarios de Yahveh, vuestro Dios, estáis todos con vida hoy» (4,1-4). La inclusión que forma la unidad de esta obertura se expresa en el término «vida», que se encuentra al comienzo y al final. Israel debe «escuchar», pues es de su «vida» 49


de lo que se le habla ahora, La primera cosa que le asegura la obediencia a Yahveh es la vida, Solamente después, según el versículo 1, viene la posesión de la tierra prometida y los días de paz, Al contrario, la defección significa la muerte, los acontecimientos de Baal-Peor (4,3s) lo indican, Así pues, para Israel es importante escuchar esas palabras relativas a su «vida». Esto es lo que se quiere establecer desde el principio. Los versículos 1 y 2 están compuestos enteramente por términos y fórmulas lingüísticas típicas del estilo deuteronómico. «Israel, escucha», «las leyes y las costumbres», «enseñar», «poner en práctica», «entrar a tomar posesión de la tierra», «la tierra que Yahveh os da», «Yahveh, el Dios de vuestros padres», «Yahveh, vuestro Dios», «los mandamientos que yo te doy». Al mismo tiempo, en los versículos 1 y 2, dos grupos diferentes de expresiones

se sitúan uno junto a otro; más tarde, en el ciclo de los temas, aparecerán separados. Así, en el versículo 1, Moisés «enseña las leyes y las costumbres al pueblo», mientras que en el versículo 2 «da los mandamientos». Una comparación tomada de la música vendría bien: en una obertura se presentan por primera vez los motivos que después serán desarrollados. En medio del pasaje está incluida la «regla canónica»: el texto revelado no debe ser ni ampliado ni recortado (4,2). La regla es muy antigua. Originalmente sólo consideraba las modificaciones injustificadas del texto. Asimismo, en el antiguo Israel no se pensaba que se atentara contra ella cuando algunas manos autorizadas reelaboraban de cuando en cuando la carta de la alianza. Ahora, acabando el exilio, se acerca el tiempo en que la «ley» se convierte en un conjunto absolutamente intocable.

La carta de la alianza, «sabiduría» de Israel «Mirad, os he enseñado las leyes y las costumbres, como Yahveh, mi Dios, me lo ordenó, para que las pongáis en práctica cuando estéis en el país al que vais a entrar para tomar posesión de él; las guardaréis, las pondréis en práctica: es lo que os hará sabios e inteligentes a los ojos de los pueblos que escucharán todas estas leyes; dirán: "Esta gran nación no puede ser más que un pueblo sabio e inteligente". En efecto, ¿qué gran nación tiene dioses que se acerquen a ella como Yahveh, nuestro Dios, lo hace cada vez que lo llamamos? ¿Y qué gran nación tiene leyes y costumbres tan justas como toda esta ley que pongo ante vosotros hoy?» (4,5-8). 50

Moisés había pedido a sus oyentes que escucharan; ahora se presenta como maestro de Israel. El tiempo del verbo hebreo no debe traducirse en pasado. Es un perfecto de coincidencia: «Ahora... os enseño...». Con respecto a los textos deuteronómicos más antiguos observamos un ligero desplazamiento de vocabulario. Ya antes se podía decir que Moisés había enseñado los mandamientos a Israel (Dt 5,31; 6,1), y los israelitas debían aprenderlos (Dt 5,1) y transmitírselos a sus hijos (Dt 11,19). La transmisión mediante la instrucción de la voluntad divina de generación en generación era importante desde siempre. Pero la proclamación por Moisés de esta voluntad divina era expresada sin embargo en otros términos. En


Dt 4, la palabra «aprender, enseñar» aparece como el término propio para designar la acción de Moisés (cf. 4,1.5.14y 4,10 para el estudio y la enseñanza de los oyentes de Moisés), ¿Se tratará de un reflejo de la situación de la época del exilio? La antigua proclamación de la alianza en el culto ya no existía, y únicamente la «enseñanza» debía transmitir la alianza.

Por orden de Yahveh Moisés no enseña a los israelitas las leyes de Dios por propia iniciativa, sino porque «Yahveh, mi Dios, me lo ordenó», Yahveh es el Dios de Israel, pero también es, y de forma particular, el Dios del mediador que se había escogido. Con él, las relaciones son más íntimas que con el resto de su pueblo, Sólo será en 4,14 cuando se diga dónde y cómo recibió Moisés el mandato de enseñar la Ley. 4,14 se refiere entonces explícitamente a nuestro versículo 4,5. Las leyes enseñadas por Moisés han de ser observadas en la tierra de Canaán. ¿Se quiere delimitar con ello el territorio donde ellas están en vigor? Si la respuesta es afirmativa, ciertamente no se debía pensar en los israelitas que rodean a Moisés: no habrían podido observar los mandamientos más que después de la conquista del país, lo cual contradeciría los enunciados de 4,1-4. Más bien se debe considerar las discusiones entre exiliados en Babilonia; ¿les obligaba la ley durante el exilio? Porque, también en las frases siguientes, las preguntas que sólo se convirtieron en actuales durante el exilio se encuentran en el trasfondo. ¿Hasta qué punto vale Israel más que los otros pueblos? En particular, ¿cómo

puede Israel afirmarse frente a la alta cultura y a la sabiduría de las naciones? Por último, ¿cómo las religiones de los otros pueblos se comportan con respecto a la fe de Israel? A estas preguntas se da una primera respuesta en 4,6-8; no será definitiva más que al final de 4,1-40, Este interés por determinar la situación de Israel frente a los otros pueblos es también un elemento de la unidad de 4,1-40, En 4,6-8, la respuesta tiene en cuenta lo que la obra deuteronomista refiere de Salomón, Ya hemos hablado de ello, Es en ese tiempo cuando Israel era una «gran nación» y podía ser comparada con otros «grandes», aquellos que, en tiempos de la ruina de Jerusalén y del exilio en Babilonia, dominaban la escena de la historia mundial, ¿Dónde se encuentra ahora la grandeza de Israel? La respuesta se apoya, en parte, en los datos deuteronomistas relativos a la época de Salomón, Israel se distinguía por la sabiduría y la proximidad divina. La sabiduría la poseía en su rey y en la proximidad divina, en su templo, Ahora bien, ahora nuestro texto corrige: Israel posee siempre la sabiduría y la proximidad de Yahveh en la ley de la alianza, incluso aunque Salomón y el templo hayan fallado. Ninguna ley puede ser comparada con ésta; es la más justa de las leyes, Israel sale así vencedor de la dramática disputa relativa al rango de los pueblos, Que la sabiduría y la justicia puedan manifestarse en una legislación es un presupuesto que Dt 4 comparte con todo el antiguo Oriente. Lo vemos claramente a partir de los prólogos y los epílogos de los códigos legislativos súmenos y acadios, así como a partir de diversos himnos reales, Por ejemplo, el epílogo del código de Hammurapi: 51


«Yo soy Hammurapi, el rey de justicia, a quien Shammak transmite la ley. Mis palabras son exquisitas. Mis obras no tienen igual. Sólo al insensato dejan de hablar, pero al sabio le provocan asombro» (25,95-26,1). Por lo que respecta a Israel, en Dt 4 nos encontramos la primera identificación que se puede datar de forma algo precisa entre el orden surgido de la alianza y la «sabiduría». Esta identificación desempeñará después, en la literatura sapiencial de Israel, un gran papel y se expresará en textos importantes, por ejemplo en Eclo 24.

La proximidad de Yahveh También los problemas de la proximidad y del alejamiento divinos agitaron siempre al antiguo Oriente y a la Antigüedad clásica. Nuestro texto dice claramente en qué consiste la «proximidad» de un dios. Un dios está próximo si escucha interviniendo «cada vez que lo llamamos». En hebreo se juega con las palabras «próximo» (qarab) y «llamar» (qara1). En las religiones politeístas, frecuentemente los grandes dioses del panteón eran sentidos como demasiado alejados, a la vez que se veneraba más particularmente a divinidades inferiores. Se esperaba de ellas una ayuda más rápida. Era el caso de Asclepio en Grecia. La historia de las religiones habla entonces de «dioses cercanos». En Oriente eso se corresponde con el «dios personal». A menudo es considerado como mediador con respecto a los grandes dioses. Pero es precisamente en esta concepción de mediación entre los dioses 52

donde se manifiesta también la experiencia del alejamiento de lo divino. Cuando se percibía la proximidad de un dios, eso podía expresarse en su nombre. Así conocemos los nombres acadios de lliqriba («Mi dios se ha acercado a mí»), Ana-shase-qerbet («Ella -la diosa- está próxima a la llamada»), lna-q¡rb¡-tashmann¡ («Cercana, ella me ha escuchado») o ína-q¡rb¡-sh¡m¡n¡ («En tu proximidad, escúchame»). En la epopeya de Gllgamés, se dice de la ciudad de Shurripak, para elevarla por encima de las otras, que: «esta ciudad era antigua y los dioses estaban cerca de ella» (11,13). Respondiendo a esta constante pregunta de la antigüedad, Dt 4,8 afirma que ninguna nación tiene dioses que estén tan «próximos» como Yahveh de Israel. Lo mismo será recordado en 4,28. Allí se califica a los dioses babilonios como obras de madera y de piedra, «incapaces de ver y de escuchar, de comer y de sentir». ¿Cómo pueden tales dioses mostrarse «próximos» a la llamada de los hombres? Por el contrario, Israel, incluso en el exilio, podrá conocer la proximidad de Yahveh, pues Yahveh no olvida la alianza sellada con los padres (4,31). Si en 4,6-8 se alude a la época de Salomón, tal como la presenta el deuteronomista, estos versículos contienen también una ligera crítica de esta representación. La escucha de Yahveh estaba ligada al templo de Jerusalén. En la oración de dedicación del templo Salomón decía: «¿Acaso podría Dios habitar verdaderamente en la tierra? Los mismos cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte. Cuánto menos esta Casa que yo he construido. Estáte atento a la oración y a la súplica de tu siervo, oh Señor, mi Dios. "Escucha el grito y la oración que tu siervo te dirige hoy. Que tus ojos estén abiertos sobre esta Casa noche y día, sobre el


lugar del que tú has dicho: Aquí estará mi nombre. Escucha la oración que tu siervo dirige hacia ese lugar". Dígnate escuchar la súplica que tu siervo e Israel, tu pueblo, dirigen hacia ese lugar. Escucha desde el lugar en que habitas, en el cielo; escucha y perdona» (1 Re 8,27-30). ¡No se invoca más que en el templo! Es ahí donde Dios escucha. Sin embargo no está cerca, pues en el templo no habita más que su nombre: él está allá arriba, en lo más alto de los cielos, donde escucha la oración elevada en el templo y concede su perdón. Eso es muy complicado. La teología del templo quería asegurar, a pesar de

la presencia de Dios en el templo, su no localización. La introducción de esta teología racionaliza y embrolla la experiencia religiosa de la proximidad divina tal como era percibida durante la escucha de la oración. La destrucción del templo da ahora a Israel la posibilidad de sacudirse de todo lo que le desconcertaba y de reconocer, como en los orígenes y muy sencillamente, la proximidad del Dios de la alianza. Él escucha cuando Israel llama. Israel no sólo posee la ley de la alianza, que hace de él un pueblo sabio e instruido, sino que tiene un Dios «próximo»: cuando Israel rompe la alianza y llama, está dispuesto a escucharlo y perdonarle.

La teofanía del Sinai «Pero guárdate, guárdate mucho de olvidar las cosas que has visto con tus ojos; que durante todos los días de tu vida no salgan de tu corazón. Las darás a conocer a tus hijos y a tus nietos» (4,9). En el ciclo de los temas es el turno del motivo B. Esta vez no tiene mucho peso. No hace más que conducir a la evocación de la teofanía del Slnaí, preparada ya por la mención de las «cosas que has visto con tus ojos». En 4,2, con el tema B, se había enunciado la «regla canónica»; aquí, asimismo, se refiere otra prescripción más formal: la de transmitir el conocimiento de la alianza a las generaciones futuras. En Dt 6,6s nos habíamos encontrado un texto similar. Habría lugar igualmente para compararlo con Dt 11,19-21 y 31,13. En el versículo siguiente, el discurso de Dios a Moisés, encontraremos también el eco de la prescripción de transmi-

tir el conocimiento de la alianza: «Para que aprendan a temerme... y que lo enseñen a sus hijos». De hecho, la palabra de Moisés en 4,9 es un eco de la palabra divina de 4,10. «Tú estabas de pie en presencia de Yahveh, tu Dios, en el Horeb, el día en que Yahveh me dijo: "Reúne al pueblo junto a mí; yo le haré escuchar mis palabras para que aprendan a temerme todos los días que vivan sobre la tierra, y para que se las enseñen a sus hijos". Y ese día os acercasteis a mí, estuvisteis de pie al pie de la montaña: estaba en llamas, abrasada hasta en pleno cielo, en las tinieblas de las nubes y de la espesa noche. Y Yahveh os habló desde en medio del fuego: una voz hablaba y vosotros la escuchabais, pero no percibisteis ninguna forma, no había nada más que la voz. Os comunicó su alianza, las diez palabras que os ordenó poner en práctica, y las escribió en dos tablas de piedra» (4,10-13). 53


En 11,2-7, la retrospectiva sobre el éxodo y la marcha por el desierto habían sido comprimidas en una sola frase; sucede aquí lo mismo con este regreso a la teofanía del Sinaí. La semejanza de las fórmulas lo pone aún más de manifiesto: los pasajes que importan están puestos entre paréntesis en la estructura de conjunto. Saquémoslos. Yahveh habla ahora «desde en medio del fuego» (4,12). El fuego es la manera en que se revela: «La montaña estaba abrasada hasta en pleno cielo» (4,11). El fuego une e incluso identifica el «lugar» de Yahveh, en «pleno cielo» (en otro lugar se dirá «los cielos de los cielos»), con la montaña, el lugar de la teofanía, Esta constatación lleva a Dt 5, texto redactado antes que estos versículos, Quizá también haya aquí un discreto cuestionamiento de la teología del templo de 1 Re 8, Dt 4,36 recogerá también este problema. El tema del fuego será evocado en la continuación del texto en 4,15.30.36 (dos veces). Su importancia reside en que deja traslucir el ser celoso del Dios de la alianza, que es «fuego que devora» (4,24). Claramente se indica que Israel no vio ninguna forma durante la teofanía del Horeb. Sólo se escuchó la voz divina (4,12). Las representaciones más antiguas de la teofanía del Sinaí no lo subrayaban de esa 'forma. Ya se

piensa en la prohibición de las imágenes contenida en el decálogo, que se expresará claramente en 4,15; volveremos sobre ello. La ausencia de forma durante la teofanía del Sinaí está al servicio de una especie de deducción teológica de la prohibición de las imágenes. En 4,13, la «alianza» está puesta en estricto paralelo con las «diez palabras», es decir, el decálogo, grabado según la tradición en dos tablas de piedra. Se plantea la cuestión de la relación entre el decálogo y la totalidad de las leyes de Israel. Se responde desde la óptica de Dt 5: «Y a mí, Yahveh me ordenó entonces que os enseñara las leyes y las costumbres para que las pusierais en práctica en el país al que vais a pasar para tomar posesión de él» (4,14). Esto no es más que una breve digresión. Esta observación concluye el relato precedente de la teofanía del Sinaí, introduce rápidamente en escena el tema A con su vocabulario típico y abre inmediatamente el camino al tema B, tratado más ampliamente (ya antes el tema A había recibido en 4,5-8 un lugar más importante, y en 4,10-13 el tema C). En la detallada exposición del tema B se proclamará explícitamente el gran mandamiento.

La prohibición de imágenes «Tened mucho cuidado por vosotros mismos: no visteis ninguna forma el día en que Yahveh os habló en el Horeb, desde en medio del fuego» (4,15).

No fabricar una imagen de dios

El solemne comienzo de la proclamación del gran mandamiento recuerda explícitamente 4,12: la ausencia de figura durante la teofanía del Sinaíy la prohibición de imágenes están relacionadas.

«No vayáis a corromperos fabricándoos un ídolo, una forma cualquiera de divinidad, la imagen de un hombre o de una mujer, la imagen de cualquier animal de la tierra o de cualquier pájaro que vuela en el cielo,

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la imagen de cualquier bestia que repta por el suelo, o de cualquier pez que vive en las aguas bajo la tierra. No vayas a levantar los ojos hacia el cielo, mirar al sol, la luna y las estrellas, todo el ejército de los cielos, y te dejes arrastrar a postrarte ante ellos y a servirles» (4,16-19a).

El texto trata de promulgar la ley, no «polemizar». Se trata, de hecho, de un comentario al primer mandamiento del decálogo, que utiliza la misma técnica de paráfrasis que 6,12-15 (y 8,11-19). Sin embargo, en 6,12-15, el texto presupuesto del decálogo no contenía aún la prohibición de imágenes. Entretanto, esta prohibición se insertó allí como una formulación más extensa del gran mandamiento. Nuestro texto desarrolla ante todo esta prohibición, Por el contrario, evita a sabiendas cualquier alusión a la formulación más antigua del gran mandamiento, la que prohibe los «dioses extranjeros». La expresión «dioses extranjeros» es por lo demás muy del gusto de la lengua deuteronómica. Sin embargo, no se encuentra ni una sola vez en 4,1-40. Esto no es producto de la casualidad, sino de una intención pretendida. En el texto citado más arriba hemos destacado en cursiva los términos tomados del decálogo. El texto del decálogo debía de ser el siguiente:

«Yo soy Yahveh, tu Dios. Yo te he conducido fuera del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No debes hacerte ninguna imagen de dios de la forma que sea, ni de lo que hay en lo alto del cielo, ni abajo en la tierra, ni bajo la tierra, en las aguas.

No debes postrarte ante ellos y hacerte su servidor. Pues yo, Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso...» La prohibición de imágenes contenida en este texto es aún muy general, Los tres espacios nombrados, lo alto del cielo, la tierra y las aguas bajo la tierra, no sirven más que para designar la totalidad de la creación. Ninguna imagen de Dios de alguno de esos espacios debe suplantar a Yahveh; esto es lo que se quiere decir aquí, nada más. De ordinario interpretamos la prohibición de imágenes como si cualquier reproducción de Yahveh estuviera prohibida. Sin embargo, éste no es el caso; un análisis más detallado podría mostrarlo, Está prohibida la veneración de otros dioses que, según el uso, eran honrados mediante objetos cultuales que los representaban. Se considera de suyo que Yahveh no puede ser representado, Aquel que intente representarlo (por ejemplo Jeroboán, 1 Re 12) sirve de hecho a otro dios que ya no es Yahveh. El comentario a la prohibición de imágenes del decálogo (Dt 4,16-19a) ha de ser entendido desde la óptica de la prohibición de venerar a los otros dioses. No poseemos ninguna información que nos permita suponer que los israelitas estuvieran tentados en alguna época de su historia de venerar a Yahveh bajo la representación de una mujer, un pájaro o un pez. Pero tenemos informaciones sobre los cultos extranjeros, que penetraron en la época final de la monarquía en Judá y en Jerusalén, y a los que se podría aludir. No hace falta más que leer 2 Re 21,3-8; 23,4-14y Ez 8. Toda la enumeración de Dt 4,1619a concierne a posibles veneraciones de «dioses extranjeros». La expresión se evita adrede, aunque a lo que ella apunta concierne al gran mandamiento. Yahveh quiere ser adorado únicamente en Israel; ninguna otra divini55


dad debe recibir culto junto a él. Para la época final de la monarquía y para Israel en el exilio, este mandamiento tenía que ser formulado como lo hace nuestro texto.

Contra la veneración de los astros Podemos admitir que sobre todo es importante el enunciado del versículo 19. No sólo se expresa en él en términos concretos la prohibición de las imágenes formulada ya en el decálogo. La mención de la veneración del sol, la luna y las estrellas introduce un elemento nuevo. Este culto está vinculado de hecho a la frase siguiente del decálogo, que, en su origen, se refería a la frase del comienzo («No debes tener dioses extranjeros»), a saber: «No debes postrarte ante ellos ni hacerte su servidor». Esta frase apuntaba al origen de inusitados ritos en el culto israelita de Yahveh. Ya en la época del final de la monarquía, la religión astral se propagó desde Mesopotamia; suponía una gran tentación para Israel. Sin ninguna duda, éste fue más aún el caso en tiempos del exilio babilónico. La importancia que reviste este tema para nuestro texto se percibe en el hecho de que había sido preparado discretamente desde la evocación de la teofanía del Sinaí. En 4,11, el texto había destacado expresamente que, durante la aparición de Yahveh, aparte del fuego ardiente hasta el cielo, no se veían más que «las tinieblas de nubes y la espesa noche». Así pues, Yahveh no tiene nada que ver con el sol, la luna o las estrellas. Quien venere al «ejército de los cielos» honra a otros dioses distintos a Yahveh; por este hecho ya lo ha abandonado, ha roto la alianza. Además, puesto que no estaba vacía de sentido, la veneración de los astros constituía para Israel una verda56

dera tentación. En un sentido preciso, puede ser religión verdadera y legítima. El versículo 19b lo muestra, lleva a cabo ya la transición de la formulación del gran mandamiento hacia el bosquejo histórico siguiente: «Porque ellos son la parte que Yahveh, tu Dios, ha dado a todos los pueblos que están por todas partes bajo el cielo...» (4,19b). Para los pueblos distintos a Israel, la veneración del sol, la luna y las estrellas constituye un culto legítimo, concedido por el propio Yahveh. Incluso aunque no haya nada detrás de las imágenes de las divinidades paganas (no sabemos, por otra parte, si el redactor de este texto lo pensaba), es mediante los astros por lo que el hombre alcanzaba algo de lo divino. Para entender este enunciado, debemos recordar que los cuerpos celestes pueden ser nombrados en lugar de los seres celestes: «hijos de Dios», «santo», «consejo divino», rodean al Dios altísimo. Así, según Job 38,7 (paralelismo típico de la poesía hebrea), la creación se hizo «entre el alegre concierto de las estrellas de la mañana y las aclamaciones unánimes de los hijos de Dios». Son los «ángeles», Cuando otras religiones sirven a los cuerpos celestes, se trata de la veneración de los ángeles. Es su legítima religión: concepción que el redactor de Dt 4 podía encontrar ya expresada en el Cántico de Moisés: «Cuando el Altísimo dio a las naciones su patrimonio, cuando separó a los humanos, fijó el territorio de los pueblos según el número de los hijos de Dios. Pero, para su lote, Yahveh tomó a Jacob, e Israel fue el patrimonio que le correspondió» (32,8-9).


La traducción no corresponde al texto hebreo tradicional 10 -visiblemente desfigurado en una época reciente para respetar el honor debido a Dios-, sino a la antigua versión griega y a un viejo fragmento hebreo encontrado en las cuevas del mar Muerto. El redactor de Dt 4 leía allí ya que los ángeles están establecidos por Dios sobre los pueblos, pero que Israel se distingue de las otras naciones, porque Yahveh no lo rige por medio de seres celestes, sino directamente, siendo su propiedad personal. A causa de esta elección particular, a Israel únicamente le está prohibido honrar a otros dioses distintos a Yahveh, el altísimo. La elección de Israel por parte de Yahveh es por lo demás el tema de la retrospectiva histórica que sigue: «Pero a vosotros, Yahveh os ha tomado y os ha hecho salir de Egipto, ese crisol para fundir el hierro, para que os convirtáis en su pueblo, su patrimonio, como lo sois hoy» (4,20). El Deuteronomio caracteriza ordinariamente a Egipto refiriéndose a él al comienzo del decálogo como la casa de servidumbre. Aquí, en que se parafrasea el decálogo, la expresión se reemplaza por una imagen más fuerte, el crisol, imagen del calor insoportable, el sufrimiento y la pena. Quizá esté tomada de 1 Re 8,51, ya que nuestro texto encierra muchas relaciones con la oración de Salomón en la dedicación del templo,

10. El texto hebreo tradicional es traducido así en la TOB: «Cuando el Altísimo dio a las naciones su patrimonio, cuando separó a los humanos, fijó el territorio de los pueblos según el número de los hijos de Israel. Pues la herencia de Yahveh es su pueblo; y Jacob es el patrimonio que le corresponde»,

Los dos temas sucesivos «Yahveh se ha encendido en cólera contra mí a causa de vosotros, y ha jurado que no pasaré el Jordán, y que no entraré en la tierra buena que Yahveh, tu Dios, te da como patrimonio. Así pues, voy a morir en este país, sin haber pasado el Jordán; pero vosotros vais a pasarlo y a tomar posesión de esa tierra buena» (4,21-22). El tema A se encuentra de nuevo aquí, ante todo por el motivo de la «tierra». Al mismo tiempo se recuerda el acontecimiento histórico precedente: la salida de Egipto sólo acaba con la entrada en la tierra prometida. En todo caso, Moisés ya no entrará en ella. Esta constatación liga Dt 4,1-40 con los tres capítulos precedentes, que trataban en detalle de la muerte de Moisés antes de la entrada de los israelitas a la tierra prometida. «Guardaos mucho de olvidar la alianza que Yahveh, vuestro Dios, concluyó con vosotros, y de haceros un ídolo, una forma de todo lo que el Señor, tu Dios, te ha prohibido representar. Porque Yahveh, tu Dios, es un fuego devorador, es un Dios celoso» (4,23-24). Y así se une el tema B, El comentario al decálogo de 4,16-19 es recogido y llevado hasta su final. Mientras en 4,13 las «diez palabras», es decir, todo el decálogo, eran calificadas de «alianza» con Yahveh, aquí es al gran mandamiento al que le corresponde evidentemente esta denominación. La nueva retrospectiva sobre la teofanía del Sinaí es decisiva en lugar de la motivación tradicional del gran mandamiento: Yahveh es un «Dios celoso», porque se ha revelado como «fuego que devora» (cf. 4,11). 57


La maldición del exilio «Cuando tengas hijos y nietos y seáis una población vieja en el país, si os corrompéis fabricándoos un ídolo, una forma de lo que sea, si hacéis lo que está mal a los ojos de Yahveh, tu Dios, hasta el punto de ofenderlo...» (4,25). En el fragmento que comienza ahora, que contiene (historizadas) bendiciones y maldiciones, se encuentra en primer lugar la parte que predice la maldición. Una alusión a la sucesión de las generaciones liga la conquista del país con el final de la época monárquica. El pecado de Israel que se considera aquí es el desprecio del gran mandamiento proclamado antes.

Los testigos «... entonces yo tomo como testigos hoy contra vosotros al cielo y a la tierra...» (4,26a). La llamada a los testigos pertenece a la antigua forma de los pactos de vasallaje. Entre las divinidades nombradas en los tratados hititas como testigos se encontraba igualmente, al final de la larga lista, una serie de divinidades cósmicas, y entre ellas la pareja «cielo y tierra». Aunque perdido su significado politeísta, la llamada a los cielos y la tierra como testigos parece haberse mantenido igualmente en los textos relativos al Dios de la alianza con Israel (cf, Dt 30,19; 31,28; 32,1). Así es como se recoge aquí.

La maldición «... desapareceréis inmediatamente del país del que vais a tomar posesión al pasar el Jordán, no prolon58

garéis en él vuestros días: seréis completamente exterminados. Yahveh os dispersará entre los pueblos, y no dejará de vosotros más que un pequeño número entre las naciones, allá donde Yahveh os haya llevado. Allí seguiréis a dioses que son obra de la mano del hombre: de madera, de piedra, incapaces de ver y de escuchar, de comer y de sentir» (4,26b-28). La maldición que golpea a Israel a causa de la ruptura de la alianza se opone a lo que se le había dado antes como bendición. Israel había sido introducido, en virtud de las promesas hechas a los patriarcas, en la tierra de Canaán. Ahora debe abandonar de nuevo ese país, Durante su liberación de Egipto, Israel había sido puesto aparte de los otros pueblos. Ahora es dispersado de nuevo entre ellos. Antes Israel se había convertido en numeroso y grande en Egipto, en virtud de otras promesas hechas a los patriarcas. Ahora ya no subsistirá más que un pequeño resto suyo entre los pueblos. Así pues, Israel es castigado así por su pecado. Se había vuelto hacia los ídolos más que hacia'Yahveh, su Dios; helo ahí forzado a ser servidor de esas imágenes en otros países y entre otros pueblos. Con ello no se consideraba el hecho de que los neobabilonios fueran a usar la fuerza para obligar a los israelitas a tomar parte en su culto; sino que en el trasfondo del pensamiento se encuentra la concepción de que no se puede venerar a una divinidad más que allí donde ésta tiene su santuario y su comunidad cultual. Con el exilio, Israel es arrancado del ambiente en que podía honrar a Yahveh. Su Dios ya no está próximo. El pueblo elegido debe


tratar, por las buenas o por las malas, de obtener la ayuda divina y de superar a los ídolos. Tendrá la experiencia de que esas imágenes no son verdaderamente más que imágenes y no dan acceso a un «dios cercano». 4,28 se refiere sobre todo a 4,7, y no solamente a 4,16s.

El redactor de 4,1-40 describe en 4,26-28 la situación en la que él mismo y su lector viven, Éste es su mundo. Con la alianza rota e Israel en el exilio, Yahveh ya no está cerca. Y, sin embargo, el redactor tiene un mensaje relativo a esta situación. La promesa de bendición sigue al anuncio de la maldición.

La posibilidad de la conversión de Israel durante el exilio «Entonces, allí buscaréis a Yahveh, tu Dios; lo encontrarás si lo buscas con todo tu corazón, con todo tu ser» (4,29). El alejamiento de Yahveh durante el exilio no significa el final de la historia de Israel. Un nuevo comienzo entre Israel y Yahveh es posible. Una primera frase lo describe como un comienzo en el que el punto de partida está en Israel. Israel busca y Yahveh se deja encontrar. El enunciado de 4,7, donde Yahveh es para el pueblo un «Dios cercano», cuenta incluso para el pueblo que la ruptura de la alianza empujó fuera de ésta, ¿Cómo es posible? «Cuando estés en la aflicción, cuando todo esto te suceda, en los días futuros, volverás hasta Yahveh, tu Dios, y escucharás su voz» (4,30). Yahveh no sólo se deja encontrar. Ya sus palabras encaminan, están a la búsqueda de Israel. No es Israel el que encontrará al Señor, sino que son las palabras de Yahveh las que encontrarán a Israel. Israel no debe volverse para que Yahveh se vuelva de nuevo a él; sino que cuando las palabras de Yahveh encuentren a Israel, le será concedida la gracia de la conversión. Entonces escuchará la voz de Yahveh, como antaño en el Horeb (cf. 4,12).

Hay que subrayar la prudencia de la formulación. A Israel no se le promete volver del exilio a su tierra. El mensaje es más directo, orientado también más hacia lo esencial. Israel encontrará de nuevo a su Dios y podrá escucharlo. La realidad terrena que de ello se derive podrá seguir estando indeterminada. Eso no importa. Yahveh proveerá. Lo importante es que Israel no haya perdido definitivamente a su Dios con el exilio, justo castigo por su ruptura de la alianza. ¿Por qué, a pesar de estas decepciones, Yahveh sigue vinculado a este pueblo? «Porque Yahveh, tu Dios, es un Dios misericordioso: no te dejará, no te destruirá, no olvidará la alianza jurada a tus padres» (4,31), Yahveh no es solamente el «Dios celoso» (4,24) que vigila con una extrema severidad a su pueblo para que no se vuelva hacia ningún otro dios; al mismo tiempo es el «Dios misericordioso» que tiene piedad del pueblo caído, que no lo abandona para siempre, No puede hacer esto porque ama demasiado a este pueblo. De forma irrevocable ha expresado este amor en la alianza sellada con los padres, No es la alianza del Sinaí la que se considera aquí, sino el juramento hecho por Yahveh a los patriarcas (cf Gn 15), 59


La alianza del Sinaí tenía el carácter de un contrato; éste había sido roto por Israel siendo el pueblo elegido, Las maldiciones previstas por la alianza tenían que llevarse a cabo, partir Israel del país para el exilio; estaba destinado a la ruina. Pero anterior a esta alianza había otra, concluida con los patriarcas. Ésta abarca aquélla y la cambia por completo. La alianza hecha con los patriarcas es un juramento unilateral de Dios a favor de los padres de este pueblo. En ella, Dios no hace depen-

der sus compromisos de la conducta de los hombres. Ningún pecado podría triunfar sobre el amor de Yahveh hacia los padres y sus descendientes. Yahveh castiga, fiel a la lógica de la pasada alianza del Sinaí, es «Dios celoso»; pero inmediatamente tiene piedad. Es «Dios misericordioso», pues ante todo es el Dios de la alianza con Abrahán. Es una alianza de pura elección (4,37). Sobre ella se fundamenta ahora durante el exilio la esperanza de Israel,

Peroración «Pregunta, pues, a los días del comienzo, aquellos anteriores a ti, desde el día en que Dios creó a la humanidad sobre la tierra, pregunta de un confín al otro del mundo: ¿ha sucedido algo tan grande? ¿Se ha escuchado algo semejante?» (4,32). El discurso propiamente dicho ha terminado. Comienza la conclusión. Ella reúne una vez más los diversos hilos de la exposición. Al mismo tiempo, con una última insistencia, casi en un himno, presenta el conjunto al lector. Aparte del último versículo (4,40), que es una exhortación, únicamente hay un solo tema: Yahveh, nuestro Dios. Sólo Yahveh, ésta es la gran pasión a la que deben llevar todas las proclamaciones del gran mandamiento en Israel.

A través de la historia universal Israel recibe un mandato de búsqueda. También podríamos decir que Israel es invitado a hacer historia universal, Se le indica el terreno de su investigación: en cuanto al tiempo, todo lo que ha sucedido en la tierra desde la crea60

ción; en cuanto al lugar, toda la tierra habitada. Esta consideración por parte de Israel de la historia universal debe ser hecha en referencia a una cuestión muy precisa. Podemos caracterizarla con una expresión de la ciencia moderna. Israel es invitado a hacer historia comparada de las religiones. Este paralelo tiene un punto de partida firme: a lo que ha llegado Israel debe ser comparado con todo aquello con lo que se puede comparar. Incluso hay que preguntarse si existe algo comparable. ¿Qué ha sucedido en Israel? La orden de búsqueda lo formula de forma precisa: «¿Ha sucedido que un pueblo escuchara como tú la voz de un dios hablando en medio del fuego y seguir con vida? ¿O acaso es que un dios ha tratado de venir a tomar para él una nación en medio de otra mediante pruebas, signos y prodigios, mediante luchas, con su mano fuerte y su brazo extendido, con grandes terrores, a la manera de todo lo que Yahveh, vuestro Dios, ha hecho por vosotros en Egipto ante tus ojos?» (4,33-34). Los dos hechos determinantes de las retrospectivas históricas de la primera parte del discurso son enumeradas


en el mismo orden: la teofanía del Sinaí, con la proclamación de la voluntad divina en medio del fuego (cf. 4,10-13), y la salida de Egipto (cf. 4,20). Al mencionar la teofanía del Sinaí se añade a 4,10-13 que Israel ha quedado con vida a pesar de la revelación de Dios. Lo cual evoca un leitmotiv de Dt 5, aunque remite también a un tema característico de la retrospectiva histórica del discurso, la «vida» (cf. 4,4). Al evocar la salida de Egipto, una serie de siete expresiones designa el actuar de Yahveh durante el éxodo. Desde hace mucho tiempo, series de este tipo, aunque más cortas, se encontraban en el culto de Israel; el septenario no se alcanza más que en este texto. Alude a todos los acontecimientos que leemos en Ex 1-15, en primer lugar las plagas, después la victoria en el mar de las Cañas. El mandato de búsqueda indica también el resultado al que habrá que llegar. No se puede oponer a estos acontecimientos nada comparable en toda la historia de la humanidad. «A ti te ha sido dado verlo, para que sepas que Yahveh es Dios: no hay otro fuera de él» (4,35). En resumen, la unicidad de Yahveh sería la conclusión última a la que conduce la experiencia de Israel y la comparación de esta experiencia con todo lo que podría oponérsele. Quizá no convenga entender esta conclusión en el sentido de la afirmación teórica del monoteísmo. Se trata más bien de la exigencia de una adoración exclusiva de Yahveh en Israel, lo cual es el tema de este capítulo desde el comienzo. Así pues, la búsqueda de Israel a través de la historia universal y la comparación con las religiones aportarían una especie de motivación fundamental teológica de la relación exclusiva de Israel con Yahveh.

Estamos en la cumbre de la retórica de Dt4,1-40. Las preguntas planteadas en los últimos versículos eran de orden literario, Proporcionaban su propia respuesta. El don de persuasión del orador, sin embargo, no puede detenerse aquí. La respuesta será desarrollada explícitamente, se encontrará la misma progresión del pensamiento. También se añadirán a ello algunos enunciados nuevos.

En el cielo y en la tierra «Desde el cielo él te ha hecho escuchar su voz para educarte; en la tierra te ha hecho ver su gran fuego, y de en medio del fuego tú has escuchado sus palabras. Porque amaba a tus padres ha escogido a su descendencia después de ellos y te ha hecho salir de Egipto ante él por su gran fuerza, para desposeer ante ti a naciones más grandes y poderosas que tú, para hacer que entres en su país y dártelo como patrimonio, lo cual sucede hoy» (4,36-38). En 4,36 quizá está subyacente, como en 4,11, el intento de oponer a la teología del templo relativa a la morada del Nombre de Dios en el lugar santo la aparición del Dios que truena en el cielo durante la teofanía del Sinaí. En 4,11 se decía que el fuego en el que apareció Yahveh había abrasado hasta el centro («pleno») del cielo. Aquí se pone relieve en primer lugar el contraste entre «cielo» y «tierra»; la voz de Yahveh se escucha desde el cielo. El fuego de Yahveh se hace visible en la tierra. Pero después las dos realidades se ligan la una a la otra cuando inmediatamente se añade que Israel escuchó las palabras de Yahveh en medio del fuego. En 5,24, en un contexto similar, se había mencionado la «gloria de Yahveh»: «Hemos visto a Yahveh, nuestro Dios, 61


olvida la ficción de un discurso de Moisés antes de la conquista de la tierra. La victoria sobre los otros pueblos y el reparto de la tierra han tenido lugar, según Dt 1-3, al que Dt 4,1-40 se encadena, en TransJordania. La frase «lo cual sucede hoy» puede ser entendida de hecho como un recuerdo de Dt 1-3.

su gloria y su grandeza», En nuestro texto, el término «gloria» es reemplazado por «fuego»: «En la tierra te ha hecho ver su gran fuego». Incluso aquí se evita un término de la teología del templo. Tales matices nos llevan siempre a la época del exilio, en la que ya no había templo. La revelación de Yahveh se vincula así más inmediatamente a la proclamación de esas palabras, es decir, al decálogo.

Tras el relato de las hazañas de Yahveh sigue, por segunda vez, la conclusión que Israel debe sacar:

Además de la teofanía del Sinaí se nombra no sólo la salida de Egipto, sino toda la serie clásica de las poderosas acciones de Yahveh en la historia: elección de los patriarcas, salida de Egipto, entrada en la tierra prometida. Con respecto a los patriarcas se distingue claramente el amor de Yahveh por Abrahán de la elección de los patriarcas de las generaciones siguientes. La entrada en la tierra prometida es contemplada en dos etapas: victoria sobre las naciones enemigas y don de la tierra. Resulta interesante el hecho de que los acontecimientos del Sinaí no estén integrados en esta serie de acciones de Yahveh; pero, puestos aparte, los preceden. Esto recuerda la descripción de Dt 6,21-24. El relato de las acciones de Yahveh supera la presunta situación del discurso (en el Jordán, antes de la conquista del país). Sin embargo sería inexacto decir que el orador

«Reconócelo hoy y reflexiona: Yahveh es Dios, en lo alto del cielo y abajo en la tierra; no hay otro» (4,39). La doble localización de Yahveh, «en lo alto del cieloy abajo en la tierra» remite a 4,36. Las tres últimas palabras («no hay otro») son particularmente importantes. Este notable capítulo del Deuteronomio no podía acabar de forma más concisa y más precisa. Tal es su contenido. Se resuelve finalmente en una de esas exhortaciones deuteronómicas tan conocidas: observar los mandamientos; una promesa de bendición se encadena a ella:

'

«Guarda sus leyes y sus mandamientos que yo te doy hoy para tu felicidad y la de tus hijos después de ti, a fin de que prolongues tus días en la tierra que Yahveh, tu Dios, te da, todos los días» (4,40).

Solo Yahveh Después de esta detallada exposición del texto, que necesariamente ha sido extensa en longitud, llamamos la atención sobre su mensaje particular. Se ofrece sin discusión en 4,29-31. La historia de Israel con Yahveh no ha llegado a su fin, como quisiera la lógica de la alianza sinaítica; aún es posible el regreso ahora. Yahveh no es sólo 62

un Dios celoso, sino también un Dios misericordioso; recuerda su amor hacia los patriarcas, esa alianza sellada con ellos y que no está gravada con ninguna condición, Este mensaje no hace más que descubrir lo que recientes investigaciones reconocen que debe ser el mensaje


de toda la historia deuteronómica. Este mensaje se manifiesta por ejemplo en esta oración de Salomón en la dedicatoria del templo que ya hemos citado en diversas ocasiones: «Cuando los hijos de Israel hayan pecado contra ti, pues no hay hombre que no peque, cuando te hayas irritado contra ellos, cuando los hayas entregado al enemigo y sus vencedores los hayan llevado cautivos a un país enemigo, lejano o cercano, si, en el país en que estén cautivos reflexionan, se arrepienten y te dirigen su súplica en el país de sus vencedores diciendo: "Somos pecadores, nos hemos equivocado, somos culpables", si vuelven a ti con todo su corazón, con toda su alma, en el país de los enemigos al que hayan sido llevados y rezan hacia ti, en dirección de su país, el país que diste a sus padres, en dirección a la ciudad que has elegido y a la Casa que yo he construido para tu nombre, escucha desde el cielo, la morada en que habitas, escucha su oración y su súplica, y haz que triunfe su derecho. Perdona a tu pueblo, que ha pecado contra ti, perdona todas sus rebeliones contra ti, y hazles que tengan piedad con aquellos que les retienen cautivos: que tengan piedad de ellos; pues se trata de tu pueblo y de tu patrimonio, de aquellos que hiciste salir de Egipto, de en medio del horno para fundir el hierro» (1 Re 8,46-51),

Solamente en dos puntos difiere este texto de Dt 4,140. En primer lugar, Dt 4,1-40 ha abandonado la teología del temploy le opone incluso conscientemente enun-

ciados contrarios. En segundo lugar, la oración de dedicación sigue ciertamente, aunque de forma muy discreta, en el plano de una experiencia humana, política. Después de la conversión de los exiliados a Yahveh quizá podría tener lugar una mejora de su situación. Ciertamente no podríamos afirmar que, frente a esta concepción, Dt 4,1-40 esté preocupado únicamente por lo espiritual y lo esencial, Podría ocurrir perfectamente que Dt 30,1-10, pariente cercano de Dt 4,29-31 y de 1 Re 8,46-51, pertenezca a la misma revisión de origen deuteronomista que Dt 4,1-40. Pero Dt 30,1-10 desarrolla una esperanza terrena, no sólo discreta, sino abiertamente afirmada: «Aunque esté perdido en el extremo de los cielos, de allí te reunirá Yahveh, tu Dios, e irá a tomarte, para llevarte a la tierra que tus padres poseyeron, a fin de que tú la poseas a su vez y seas dichoso y te multipliques más que tus padres» (30,4s). El autor de Dt 4,1-40 podía alimentar una esperanza terrena mucho más reconocida que el redactor de la obra deuteronomista; para él, visto el triste presente, un futuro para Israel apenas era concebible. Sólo cuenta una cosa: en Dt 4,1-40, el redactor deja resueltamente de lado todos los aspectos terrenos de su esperanza y habla únicamente de la esperanza de Israel de encontrar en Yahveh a su Dios. Nuestro texto no concierne más que a Yahveh, y ninguna otra cosa fuera de él. Este texto es de época tardía. Pero en todas sus partes logra hacer que se exprese el antiguo mandamiento en su pureza original. En definitiva, de su orientación simple y exclusiva hacia Yahveh, su Dios, es de lo que depende todo para Israel.

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Conclusión uando convicciones y tradiciones están amenazadas es cuando surgen en Israel profetas, mensajeros y luchadores que exhortan y amenazan, Son hombres de vista aguda, juicio sólido, profundamente motivados a abrir un futuro para Israel, a pesar del desbordamiento de los pecados de Israel y su ceguera en los asuntos humanos, y un futuro con Yahveh.

C

La alianza lo engloba todo. Constituye el fundamento original a partir del cual se despliega la historia del pueblo con Yahveh. Se apoya en las promesas hechas a los Padres, en las grandes acciones salvíficas de la salida de Egipto, del Sinaí, de la entrada en la tierra. Brota por completo de la gracia y de la libre elección de Yahveh. Ofrece las exigencias verdaderas que pueden abrir efectivamente un futuro a Israel. El camino recorrido aquí no ha seguido más que una concreción de la alianza; a saber, la disposición deuteronómica. Y de ésta sólo hemos conservado un ámbito delimitado de forma precisa; a saber, los textos en torno a la proclamación del gran mandamiento. Incluso en ellos no hemos abordado más que una selección de textos. Pero esta sección nos ha mostrado la fuerza de la alianza, su poder de invención y de evolución, Los textos fundamentales de la celebración de la alianza jamás recibieron una forma definitiva. Permanecieron siempre abiertos a revisiones y a complementos nuevos, El fondo no cambió; 64

pero las nuevas formulaciones tomaron en consideración los problemas de los tiempos recientes, las cambiantes situaciones del pueblo de la alianza. Es decir, la fecundidad de los principios de la alianza, la gracia libre y tierna de Yahveh con respecto a Israel y la exigencia de una vinculación exclusiva de éste con Yahveh. Viva en cuanto a su forma y a su práctica en las celebraciones de Israel, la experiencia de la alianza se profundizó en ellas también gracias a los profetas. En efecto, apenas se puede pensar un texto como Dt 4,1-40 sin los profetas escritores anteriores y posteriores al Exilio. Las relaciones de este texto con el libro de Jeremías, el de Ezequiel o el del Déutero-lsaías proporcionan una prueba de ello. Sin embargo, es decisivo el hecho de la promesa de una posibilidad nueva de encontrar a Yahveh después de la irrupción y la maldición del Exilio. Los profetas habían percibido en primer lugar una promesa como ésta. Que las dos eventualidades que resultan de la alianza, bendiciones y maldiciones, se realizan históricamente la una


después de la otra, sucediendo al tiempo de maldiciones un nuevo tiempo de bendiciones, es la obra decisiva de los profetas de Israel anteriores y posteriores al Exilio. Así, la mirada de Israel, hasta entonces orientada hacia las acciones salvíficas de Yahveh en el pasado, se dirige hacia el futuro, Tras la caducidad de la alianza sinaítica se descubre la posibilidad de una alianza «nueva». Estas nociones, Dt 4 las tomó de los profetas. Citemos como ejemplo un fragmento de una carta dirigida desde Jerusalén al primer grupo de exiliados en Babilonia: «Yo sé los proyectos que he formado para vosotros -oráculo de Yahveh-, proyectos de prosperidad y no de desgracia: voy a daros un futuro y una esperanza. Me invocaréis, haréis peregrinaciones, me dirigiréis vuestras oraciones y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis: me buscaréis desde el fondo de vosotros mismos, y yo me dejaré encontrar por vosotros -oráculo de Yahveh-, os restauraré, os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares a donde os he dispersado -oráculo de Yahveh-, y os traeré al lugar de donde os he deportado» (Jr 29,11-14). Esto es lo que resuena de nuevo en Dt 4,29:

«Entonces, allí buscaréis a Yahveh, tu Dios; lo encontrarás si lo buscas con todo tu corazón, con todo tu ser». Así pues, no es sólo el mensaje profético el que se arraiga en el culto de Israel, también las tradiciones cultuales quedan enriquecidas por los profetas. La tradición deuteronómica, tan viva a causa de su fidelidad a lo que habita a Israel desde sus orígenes, quizá también tiene algo que decir a nuestro tiempo. La Iglesia, especialmente a través de sus concilios, busca seguir siendo fiel a lo que le ha sido revelado y honrar las exigencias de su época. La santa Escritura misma es el resultado de un crecimiento vivo. Supo reunir felizmente fidelidad a la tradición y adaptación a las exigencias de las nuevas situaciones. No había más que un criterio para todo lo que ocurría en la historia de Israel, A causa de él se seguía siendo fiel a lo antiguo, a causa de él se abría a lo nuevo. Anunciarlo era la única finalidad de todos los textos expuestos en este recorrido, Se enuncia así: «Yahveh, nuestro Dios, es Yahveh único. ¡Escucha, Israel!»

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COLECCIÓN CUADERNOS BÍBLICOS 1. Para leer la Biblia Etienne Charpentier 2. El evangelio según san Mateo Le Poittevin - E. Charpentier 3. El evangelio según san Lucas Augustin George 4. Cristo ha resucitado Etienne Charpentier 5. Hombre, ¿quién eres? Pierre Grelot 6. Liberación humana y salvación en Jesucristo Equipo «Cahiers Evangile» 7. Liberación humana y salvación en Jesucristo, 2, Equipo «Cahiers Evangile»

17. El evangelio según san Juan Annie Jaubert 18. Los relatos de la infancia de Jesús Charles Perrot 19. El mensaje de la carta a los Hebreos Albert Vanhoye 20. El segundo Isaías Claude Wiener 21. Los Hechos de los apóstoles Equipo «Cahiers Evangile» 22. Las cartas a los Corintios Michel Quesnel 23. Isaías 1-39 Jesús María Asurmendi 24. El mensaje de las bienaventuranzas Jacques Dupont

8. Los milagros del evangelio Equipo «Cahiers Evangile»

25. Los Salmos y Jesús. Jesús y los Salmos Michel Gourgues

9. El Apocalipsis Equipo «Cahiers Evangile»

26. San Pablo en su tiempo Edouard Cothenet

10. Según las Escrituras Pierre-Marie Beaude

27. Palestina en tiempos de Jesús Ch. Saulnier - B. Rolland

11. Orar con los Salmos Marina Mannati

28. En las raíces de la sabiduría Equipo «Cahiers Evangile»

12. Intertestamento André Paul

29. Muerte y vida en la Biblia Alain Marchadour

13. El Pentateuco Jacques Briend

30. Jesús ante su pasión y su muerte Michel Gourgues

14. Iniciación en el análisis estructural Equipo «Cahiers Evangile» 15-16. El evangelio según san Marcos Jean Delorme

3 1 . Jesucristo en el evangelio de Juan Jacques Guillet 32. La sabiduría y Jesucristo M. Gilbert-J. N. Aletti

33. La carta a los Filipenses. La carta a Filemón Simón Légasse 34. La carta a los Gálatas Edouard Cothenet 35. Primeros pasos por la Biblia Equipo «Cahiers Evangile» 36. Jonás Vincent Mora 37. La Eucaristía en la Biblia Equipo «F. Teológica Toulouse» 38. Ezequiel Jesús María Asurmendi 39. La primera carta a los Tesalonicenses Michel Trimaille 40. El libro de Jeremías Jacques Briend 41. El más allá en el Nuevo Testamento Michel Gourgues 42. La crisis macabea Christiane Saulnier 43. Los profetas del Antiguo Testamento Louis Monloubou 44. Los libros de Samuel y de los Reyes Pierre Gibert 45. Los evangelios Pierre Grelot 46. El hombre en el lenguaje bíblico Pierre Mourlon-Beernaert 47. Las cartas de Pedro Edouard Cothenet 48. Un cristiano lee el Corán Jacques Jomier


49. La inspiración y el canon de las escrituras André Paul 50. Jesús. 13 textos del NT Equipo «Cahiers Evangile» 51. La segunda carta a los Corintios Maurice Carrez 52. El Espíritu Santo en la Biblia Equipo «Cahiers Evangile» 53. Job. El libro y el mensaje Jean Lévéque 54. El libro del Éxodo Claude Wiener 55. El judaismo Claude Tassin 56. Abrahán Matthieu Collin 57. De Jesús a los sacramentos Jacques Guillet 58. Mateo, el teólogo Jean Zumstein 59. Semiótica J, C. Giroud - L, Panier 60. Misión y comunidad (Hch 1-12) Michel Gourgues 61. La carta de Santiago Equipo «Cahiers Evangile» 62. Las cartas de Juan Michéle Morgen 63. El Deuteronomio Félix García López 64. Amos y Oseas Jesús María Asurmendi 65. La carta a los Romanos Charles Perrot 66. La primera carta a los Corintios Maurice Carrez

67. El evangelio a los paganos (Hch 13-28) Michel Gourgues 68. Dios, nuestro Padre Jean Pouilly 69. Libros al servicio de la Biblia Equipo Deusto 70. El sacerdocio en la Biblia Joseph Auneau 71. Diccionario de los Salmos Jean-Pierre Prévost 72. Las cartas pastorales Edouard Cothenet 73. Evangelio y tradición de Israel M, Collin - P. Lenhardt 74. Palabra de Dios y exégesis Equipo «Cahiers Evangile» 75. Parábola Daniel Marguerat 76. La violencia en la Biblia P. Beauchamp - D. Vasse 77. María de los evangelios Jean-Paul Michaud 78. El libro de los Números Pierre Buis 79. El libro de Daniel Pierre Grelot 80. Rezar los himnos del Nuevo Testamento Michel Gourgues 81. El Decálogo Félix García López 82. Las cartas a los Colosenses y a los Efesios Edouard Cothenet 83. Biblia y realeza Equipo «Cahiers Evangile» 84. Evangelio y Reino de Dios Equipo «Cahiers Evangile» 85. El Cantar de los Cantares Anne-Marie Pelletier

86. El libro de los Reyes Pierre Buis 87. El libro de las Crónicas Philippe Abadie 88. Vocabulario de las epístolas paulinas Equipo «Cahiers Evangile» 89. Samuel. Juez y profeta André Wénin 90. Los últimos profetas, Ageo, Zacarías, Malaquías y otros Samuel Amsler 91. Eclesiastés y Eclesiástico Daniel Doré 92. El libro de los Salmos Matthieu Collin 93. Relatos del Evangelio Pierre Moitel 94. El sermón de la montaña (Mt 5-7) Marcel Dumais 95. El libro de Esdras y de Nehemías Philippe Abadie 96. ¿Qué es el Evangelio? Pierre-Marie Beaude 97. Las tradiciones del Pentateuco en torno al exilio Norbert Lohfink 98. Los grandes relatos del Evangelio Pierre Moitel 99. Los orígenes de Israel Damien Noel 100. Las primeras lecturas del domingo Edouard Cothenet 101. El libro de Tobit o El secreto del rey Daniel Doré


102. Los manuscritos de la Biblia y la crítica textual R. Dupont-Roc - Ph, Mercier 103. Lectura sinóptica de los evangelios Cinco ejercicios de lectura Jean-Francois Baudoz 104. El libro de Rut André Wénin 105. La justicia en el Antiguo Testamento Gérard Verkindérel 106. Aproximación actual al Pentateuco Olivier Artus 107. El análisis narrativo de los relatos del Antiguo Testamento J.-L Ska - J.-P. Sonnet - A. Wénin 108. ¿Es antijudío el Nuevo Testamento? Légasse - Marchadour - Marguerat Trimaille - Villey 109. En tiempos de los reyes de Israel y Judá Damien Noel 110. Los apocalipsis del Nuevo Testamento Elian Cuvillier 111. Los sacrificios del Antiguo Testamento Alfred Marx 112. Los relatos de la pasión Simón Légasse 113. El libro de la Sabiduría Daniel Doré 114. La obra de Lucas Odile Flichy 115. La justicia en el Nuevo Testamento Pierre Debergé

116. El Levítico. La Ley de santidad Pierre Buis 117. San Marcos. Nuevas lecturas Guy Bonneau 118. El sacrificio de Cristo y de los cristianos Michel Berdery otros 119. Jesús de Nazaret. Profeta y sabio Jean-Pierre Lémonon 120. Palabras de Vida. 59 textos bíblicos para los funerales Francois Brossiery otros 121. En tiempo de los imperios. Del Exilio a Antíoco Epífanes (587-175) Damien Noel 120. Palabras de Vida. 59 textos bíblicos para los funerales Francois Brossier y otros 121. En tiempo de los imperios. Del Exilio a Antíoco Epífanes (587-175) Damien Noel 122. Geografía de la Biblia Olivier Artus 123. 50 palabras de la Biblia Jacques Bonnet, Joseph Chesseron, Philippe Gruson, Jacqueline de Maignas, Josette Sylvestre 124. Mil y un libros sobre la Biblia Xabier Pikaza 125. El libro de los Jueces Philippe Abadie 126. Pablo, el pastor Pierre Debergé

127. En torno a los relatos bíblicos D. Marguerat, A. Wénin, B, Escaffre 128. Relecturas de los Hechos de los Apóstoles 0. Flichy, M, Berder, P. Léonard, G. Billón, C. Tassin, Y.-M. Blanchard 129. Evangelio de Jesucristo según san Mateo C. Tassin 130. La historia de José André Wénin 131. Arqueología, Biblia, Historia Jacques Briend, Olivier Artus, Damien Noel 132. El libro de Judit o La guerra y la fe Daniel Doré 133. Evangelio de Jesucristo según san Marcos Philippe Léonard 134. El libro de Josué Crítica histórica Philippe Abadie 135. Los judeocristianos: testigos olvidados Jean-Pierre Lémonon 136. De los Macabeos a Herodes el Grande Claude Tassin 137. Evangelio de Jesucristo según san Lucas Yves Saoüt 138. Los escritos joánicos. Una comunidad atestigua su fe Yves-Marie Blanchard 139. Lecturas figurativas de la Biblia Cécíle Turiot


«Escucha, Israel» Comentarios del Deuteronomio. El gran mandamiento del Deuteronomio, tal como se expresa en el Shemá Israel de Dt 6, recitado diariamente por los judíos, conlleva una gran exigencia: el servicio exclusivo a Yahveh. Esta exigencia tardó tiempo en elaborarse en Israel durante celebraciones de la alianza. Aquí se ofrecen cuatro textos, testigos de esta elaboración: en primer lugar Dt 10,12-11,17 (sin duda el texto más antiguo), después Dt 6,4-25, una parte del cual se cita en Dt 81 -20, y por último Dt 4,1-40, que se debería a la mano del último redactor, en el momento en que el libro del Deuteronomio adquiere la forma final. Con estos cuatro textos comentados paso a paso entramos naturalmente en la teología del libro.

«Escucha, Israel» Prólogo

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I - La carta de la alianza 6 La historia deuteronomista Diversas formas de vivir el Deuteronomio Elección de textos II - El Dios de la historia y el Dios de la naturaleza (Dt 10,12-11,17) Proclamación del gran mandamiento Bendiciones y maldiciones III - Tradiciones reunidas (Dt 6,4-25) A propósito del decálogo El gran mandamiento Temer a Yahveh IV - En situación de prosperidad (Dt 8,1-20) A través del desierto

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En época de prosperidad En conclusión V - En tiempos del exilio (Dt 4,1 -40) Estructura y unidad del texto Obertura La carta de la alianza, «sabiduría» de Israel La teofanía del Sinaí La prohibición de Imágenes La maldición del exilio La posibilidad de la conversión de Israel durante el exilio Peroración Sólo Yahveh

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Conclusión

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Bibliografía

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