REVISTA SIAN 21

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IN MEMORIAN

Duccio Bonavia Berber Enrique Vergara Montero

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l motivo de esta semblanza es dar a conocer cómo fueron los últimos días de nuestro amigo Duccio Bonavia en esta parte del Perú, primero en Huaca Prieta (Magdalena de Cao) y luego el día viernes 3 de agosto, en el Museo de Arqueología de la Universidad Nacional de Trujillo, acompañado por su apreciado amigo Tom Dillehay, un día antes de su fatídica muerte. Este día, con un firme y caluroso abrazo de encuentro y despedida sin retorno, me hizo notar cierta nostalgia de su estadía por esas tierras canadienses; pero también su inmensa y apasionante lucidez y vigor de no querer apartarse del trabajo de campo. Me duelen todas las circunstancias de los últimos momentos de su vida, pero también me da tanta satisfacción haber compartido con él unas cuantas bromas que disfrutó con mucha ternura y frescura. Como premio a su infatigable esfuerzo, trabajo y admirable espíritu luchador, el Dr. Duccio Bonavia, recibió en vida el amor profundo y auténtico de su familia, el respeto y admiración de sus discípulos, para quienes fue ejemplo; pero también miradas celosas y críticas domésticas enterradas en el recuerdo efímero; las cuales ya no tienen ningún sentido ni lamento, porque cada ser humano responde a su verdad y a su mentira, cada ser humano fabrica el producto que lo hace grande o miserable, y muchas veces la carencia de las disculpas y perdón nos arrastra a niveles inferiores que nos entorpecen desarrollar un espíritu libre, diáfano, amical y admirable. Creemos que somos eternos y al voltear la esquina la muerte nos atrapa sin haber afinado y reflexionado que el arqueólogo no debe ser un lobo para el arqueólogo, salvo que sus huesos y su alma se encuentren comprometidos en desagradables actos de corrupción que nos lacera el alma y a nuestro patrimonio arqueológico.

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Por mi parte, en el año 2007 emprendí el proyecto de editar la Serie ARQUEOLOGIA Y VIDA, cuyo principal objetivo fue dar a conocer y homenajear en vida la trayectoria profesional y fructífera producción de connotados y talentosos arqueólogos peruanos y extranjeros, que han dedicado su vida y continúan haciendo investigación y esclarecimiento del complejo mundo andino peruano. Me enorgullece decir que el primer número de esta serie estuvo dedicado a él y su querida presencia intelectual en el mundo arqueológico. Quiero transcribir algunas expresiones de los responsables de las semblanzas, como un homenaje votivo a tan digno arqueólogo peruano: “…Bonavia, es un hombre de ciencia pura. Severo en sus juicios, ha criticado duramente y con toda razón la enseñanza de la Arqueología en algunas universidades; así como diversas tesis y trabajos de investigación, como también la mala administración de las instituciones encargadas de proteger el patrimonio cultural, críticas que le han valido como es de suponer no pocas animosidades. Obstinado en sus convicciones y de carácter difícil, capaz de lastimar con su franqueza. No lo suavizan las alabanzas ni le llegan las malquerencias. Esquivo a la publicidad, es afectuoso con sus amigos y tiene un gran sentido del humor”, dijo Fernando Silva Santisteban. Ramiro Matos Mendieta, sostuvo: “… una de las más importantes contribuciones a la arqueología andina que hace Bonavia radica en su investigación en Huarmey donde pone en evidencia la calidad científica de sus estudios y se destaca por el hallazgo de maíz precerámico en los Andes. Con un registro arqueológico meticuloso y ordenado, Bonavia, postula la existencia de un centro de domesticación del maíz, polémica tesis que se contrapone con otras que sostienen que Mesoamérica fue el único lugar de cultivo de esta planta, de donde se habría

difundido a los Andes. Su labor es un modelo de estudio que los franceses llamaron “etnografía del pasado”. Cristóbal Campana Delgado, dijo de Bonavia que fue un “arqueólogo investigador con matices de biólogo y acentos de ecólogo, con más de un centenar de publicaciones especializadas y varios libros capitales. Es el buen amigo que se sienta a tomar un café, tratando que la ciencia de sus amigos avance y se desarrolle”. Hoy, para los que todavía estamos presentes en este espacio podemos decir que tenemos derecho de mantener viva su presencia, vigente su inmensa producción intelectual y memoria, y porque no, presente su disciplina y seriedad en todo el proceso de la investigación que realicemos y que debemos imitar, para ser creíbles. En honor y respeto a su memoria, debo expresar, violando mi privacidad y sobre todo con mucho orgullo, desde el momento que nos conocimos pudimos lograr una gran amistad, que consistía, en conversaciones francas, horizontales, a pesar de su sapiencia, sin ninguna pretensión de superioridad intelectual; pero cuando necesitaba el auxilio del maestro no se descuidaba en proporcionarme hasta el último dato de manera tan natural y agradable; nunca dejamos de conversar y comentar las diversas vivencias humanas con buen estado de ánimo, sin angustias y sobre todo con plena libertad y calidez. Ese día sábado en la mañana, cuando fui a verlo a Magdalena de Cao mi mirada se deslizó por todo el entorno de su espacio; su cuerpo inerte estaba allí, ante mis ojos, parecía dormido, su rostro inmensamente magnánimo descansaba sublimemente al encuentro del arraigado sentimiento por estas tierras moche que tanto amó.

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