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Las cosas de Porri (I)
by Jose Angel
Todo buen aficionado al fútbol sabe que Jesús Luis Gallego “Porri” ha sido uno de los mejores goleadores del Guadalcanal C.D., que probablemente no ha habido nadie tan rápido como él desde hace muchos años (solamente Tini le puede hacer sombra), pero no voy a descubrir ahora todas sus excelencias futboleras, resumiendo: un grandísimo pelotero dentro del campo y una bellísima persona fuera de él. Lo que poca gante sabe es de los despistes tan soberanos que se marca, pues a lo largo de todas las temporadas que ha jugado a este bendito deporte, su debut tuvo lugar en un Guadalcanal-Santa Olalla el 7 de febrero de 1.982, se pueden contar con los dedos de una mano las veces que ha llevado el macuto completo, sin que se le olvidaran los zapatos, la camisa o los calzoncillos. Para colmo, siempre vestía al lado de Cantero y Melini, que son muy parecidos a él en lo que a torrijas se refiere, y no vean ustedes el numerito que formaban a la hora de recoger la ropa de entrenar; el lugar que ocupaban en el vestuario era conocido por el resto de la plantilla como “el rincón del despiste”. Solamente les voy a relatar tres o cuatro anécdotas suya, que, como ejemplo, creo que son bastante significativas.
Corría el año 1984, no recuerdo con quién habíamos jugado nuestro correspondiente partido dominical de liga, y sucedió que el martes siguiente antes de comenzar el entrenamiento, me dice Caguín (el padre) que su mujer le ha comentado que faltaba una camiseta, en esa época era ella la encargada de lavar las equipaciones. Me extrañó un poco ya que era algo inusual, pero después de darle algunas vueltas le pregunté qué número tenía la camiseta extraviada; como no lo sabía nos acercamos a su casa para comprobarlo. En el momento que me di cuenta de que el número que no estaba era el siete creí adivinar lo sucedido, y cuando llegó Porri le pregunté que qué había hecho con la elástica que se puso el domingo. Él juraba y requetejuraba que la había echado en el cajón de la ropa y yo le insistía que cuando volviera a su casa le preguntara a su madre si iba en su bolso. Total, que nos quedamos con la duda de saber qué ocurrió realmente, pero imagínense ustedes el cachondeo que se formó el viernes siguiente en el vestuario al presentarse Porri con la dichosa camiseta lavada y preparada por su madre. Prácticamente hasta su retirada de los terrenos de juego siempre hubo algún gracioso que le dijera cuando salía de titular: “Porri”, a ver si te vas a llevar la camiseta a tu casa, porque tú acostumbras a hacerlo”.
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Antonio Murillo