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opinión P

MARTES 15 DE OCTUBRE DE 2013

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Maravillas

odos queremos que los niños y adolescentes aís de lean: papás y mamás, docentes, directivos de escuelas, autores, editores, autoridades de la SEP, librerías… sí, todos. Tanto, que se promueve en anuncios espectaculares “Lee 20 minutos diarios”. Por supuesto, no te dicen qué. Podríamos pensar que es para que cada quien ejerza su libre albedrío lector, pero tiene su lado oscuro. Por ejemplo, un anuncio de conocida librería podría interpretarse como que leer 20 minutos de espectaculares sería suficiente. Y pues no. Otros anuncios que me parecen lamentables son los Raquel que nos muestran a determinados autores leyendo sus propios libros. Uno de ellos, por ejemplo, muestra a Yordi Rosado en medio de un desierto, recargado en un camello echado en la arena, clavadísimo en su libro de consejos para adolescentes o para padres de adolescentes (clavado en el libro Yordi, no el camello). Alberto, mi esposo, que es todo un mal pensado, me dijo al verlo: parece que Yordi Rosado se fue al Sahara, se perdió en el desierto y sólo cuando su camello comenzó a agonizar y hubo que aceptar que nunca lo rescatarían, dijo: “bueno, ya qué: voy a leer mi libro, a ver de qué va”. Ya nomás faltan comerciales con famosos que no sepan ni agarrar un libro pero digan “Yo ya leí hoy. ¿Y tú?”. –Miento: esos comerciales ya existen. Pero no creo que sirvan, la verdad. Dudo mucho que una persona que no tiene el hábito de la lectura tome un libro nada más porque un futbolista o una cantante pop dice que leen. Porque leer no es tan fácil para quien no lo hace consuetudinariamente: ¿dónde consigo un libro?, ¿con qué libro empiezo?, ¿qué hago si no me gusta?, ¿y si sí me gusta, qué? Alguien con más experiencia puede decir: “Pues vas a la librería y pides algo” o “Entra a la biblioteca y lee gratis”, pero en realidad estas experiencias pueden ser tan apabullantes para quien no las ha acometido como ir a apostar en la bolsa de valores o asistir a una tocada underground de rock urbano si uno nunca lo ha hecho. Me consta: aunque me gusta leer desde hace mucho, mucho tiempo, mis encuentros con las bibliotecas siempre habían sido azarosos: me metía a vagabundear entre los libreros y tomaba el primero que me llamaba la atención. La primera vez que quise consultar un libro específico me la pasé bastante mal entre ficheros y clasificaciones ¡y eso que me considero lectora! (y que tenía el título exacto y el autor de la obra que fui a buscar). Es cosa de empatizar un poco para imaginar lo estresante que puede resultar la experiencia para quien tiene la curiosidad o la buena intención de acercarse por primera vez a la lectura.

Y no es mucho más sencillo en las librerías: claro, no hay que hurgar en ficheros o estantes altísimos, donde sólo se puede ver un número de clasificación en el lomo en vez de vibrantes y maravillosas portadas; pero hay que enfrentar acomodos caprichosos y políticas raras, como la de que “un libro de más de tres semanas en el mercado es un libro viejo”, por no hablar de personal no siempre conocedor ni comprometido, uff. (Conste que hice énfasis en “no siempre”: he conocido personal de librería apasionado y muy entusiasta). Lo peor del caso es que muchos de los arriba mencionados (padres, maestros, etcétera) tampoco son muy Castro duchos en el arte de leer y exigen a sus hijos que vayan y se construyan un hábito lector desde su sillón frente a la tele o su lectura exclusiva de periódicos (si acaso). Me recuerdan a la señora que le servía a su hijito un plato lleno de brócolis y chayotes mientras ella se zampaba un pastel de queso con fresa y decía “Cuando crezcas podrás comer lo que tú quieras. Mientras: verduras, son buenas para tu salud”. El plato del niño era deprimente, y peor en contraste: ¿no podía la mamá ponerle un plato que al menos se viera divertido o servirse ella misma brócolis y chayotes y hacer de la comida sana una complicidad o hasta un juego? Todo esto lo digo porque el hábito lector se contagia de un modo muy simple: leyendo. Si alguien ve que devoramos unas jícamas con harto limón y chile piquín, seguro nos pedirá unas probaditas o correrá a comprarse una ración. Igualmente, si alguien nos ve clavadísimos en la lectura, al menos tendrá la curiosidad de asomarse a lo que estamos leyendo: pedirá esa probadita. Y nadie estaría llorando porque los niños y adolescentes no leen. Más bien estaríamos pactando con ellos: “Termina tu tarea y luego sigues leyendo” o “En clase no, pero cuando acabes los ejercicios de matemática sí puedes seguir con tu libro”. Claro, la dificultad para hacer el hábito lector es igual o mayor en el caso de los adultos: ¿qué leo, dónde, a qué hora? ¿Por dónde empiezo, cómo sé que un libro vale la pena? Pero hay salvación, seguro que sí. La próxima semana les platicaré de un caso exitoso de promoción de la lectura y algunas estrategias que, me parece, podrían funcionar. Mientras, buenas noticias: si leyeron esta columna despacito, ya cumplieron con su dosis de hoy, según los anuncios. Encuentras a Raquel en Twitter: @raxxie_ y en su sitio web: www.raxxie.com –También contesta preguntas en su chismógrafo, http://ask.fm/raxxie

Un bicho que se contagia (parte 1)

Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común Eduardo Galeano antenerte al día para compartir reflexiones sobre lo que afecta nuestra ciudadanía económica, resulta en estos días una tarea que te lleva a la decepción y la angustia o bien a reflexionar sobre el hecho de que todo toca fondo antes de comenzar a mejorar. El entorno local y nacional refleja un panorama decepcionante, muy parecido al entorno mundial, donde todo cambia para que nada cambie y siga beneficiando a los mismos de siempre. Pero ante la inminencia de permanecer en una ruta que tiende al desastre, sólo atreviéndonos a cambiar, nosotros, como todo el mundo, podríamos experimentar una oportunidad sin precedentes. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado a la baja las cifras del crecimiento económico de México para 2013 del 3% al 1.2%. No se trata de un decrecimiento sustentable sino del fracaso del sistema basado en la depredación para el crecimiento. Éste no tiene ya más de dónde extraer riqueza para seguir alimentando a los monopolios con cuyo crecimiento se ha disfrazado el empobrecimiento generalizado. Las reformas impulsadas por el gobierno federal que cada día pierde aceptación popular, no ofrecen el cambio esperado sino sólo crispan más los ánimos ante quienes las perciben sesgadas, parciales, incompletas, improcedentes y hasta contrarias al bien común. El conjunto de las llamadas reformas, laboral, educativa, energética, hacendaria y política, han acumulado un desafecto al régimen que se refleja, no sólo en las abiertas -y cada vez más violentas- protestas callejeras, sino en el ánimo que pesa en la vida cotidiana de millones de personas. Mientras los huracanes y torrenciales lluvias en el país desnudan la corrupción y negligencias que provocaron graves desastres humanos y materiales, la justicia es incapaz de concretar evidencias para alcanzar a varios gobernadores que durante su gestión desviaron y utilizaron ilegalmente en su provecho recursos públicos. Mientras las más influyentes cadenas noticiosas y empresas de comunicación distraen de la información relevante y evaden la discusión

Ciudadanía

económica

En ruta de colisión José Luis Gutiérrez Lozano

seria sobre los temas que afectan la vida cotidiana, el grueso de la población se cuestiona por qué sus condiciones de vida no mejoran. Se discute una reforma energética sin profundizar en el análisis costo–beneficio a corto, mediano y largo plazo, de pasar a compañías extranjeras o reservar para la paraestatal nacional la facultad de explorar y explotar mantos petrolíferos o de refinar el petróleo. Tampoco se toca en ésta el tema de las fuentes alternativas de energía. En la discusión sobre qué impuestos subir y cuáles no tocar, se dejan a un lado los serios cuestionamientos sobre la forma en que está construido, desde hace décadas, el mecanismo que hace fluir de regreso el dinero público a la población, pasando por intrincados pasadizos administrativos y cuestionables operadores con inexplicados intereses económicos. Como ejemplo de ello está el caso de la “cruzada contra el hambre”, programa insignia del gobierno actual, cuestionado incluso por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) http://web.coneval.gob.mx/Informes/Evaluacion/ Cruzada%20contra%20el%20Hambre/DIAGNOSTI CO_DEL_DISENO_CNCH_PRIMER_INFORME_ SEPT_2013-CONCLUISONES.pdf Se impulsa una reforma educativa sin que se revise a fondo el programa educativo y la formación integral de nuestra población, sin mejorar las condiciones estructurales del equipamiento y materiales educativos. Sin cuestionar los contenidos que en los últimos treinta años se han trastocado para producir obreros en masa, convirtiendo materias de alta especialización en carre-

ras con horizonte profesional reducido y bajo precio en el mercado laboral. Un mercado que ha convertido las capacidades humanas en mercancía insumo de la manufactura. La llamada reforma es ajena al propósito de enriquecer el conocimiento, la investigación y el desarrollo tecnológico propio que eventualmente nos emancipe de la égida global que obliga a hacer y obedecer en materia económica lo que otros mandan. Se discute, se gasta tinta y tiempo en una llamada reforma política que sólo ha sido prevista para cambiar la forma en que los partidos se reparten el pastel, dejando fuera a la población, la verdadera soberanía, fuerza mandante en la construcción del gobierno. Reformas distractoras que evitan cambiar el rumbo, reformas con las que se constata que en realidad nadie está al timón de esta nave que se llama México, como asimismo nadie está al timón de la nave que se llama modelo económico preponderante a nivel mundial. Aquí se repite la parodia sexenal del cambio para que nada cambie. Pero aquí, como en el resto del mundo, quienes se benefician con las cosas como están, evitan reformas reales; evitan cambiar de ruta aunque ésta apunte a la colisión. No tarda, es sólo cuestión de días en este mes de octubre, para que la crisis presupuestal de los Estados Unidos nos brinde la oportunidad, con sus efectos sobre el sistema financiero-monetario global, para revisar a fondo si nos conviene seguir sujetos a este modelo económico. Ojalá y para entonces, pongamos sobre la mesa de las discusiones en materia laboral, educativa, energética y hacendaria todo aquello que no tiene que ver con los hilos del poder del dinero centralizado. La paralización del gobierno del coloso norteamericano no ha sido sólo cuestión de las pugnas internas entre demócratas y republicanos, sino el resultado de haber puesto al mundo a girar alrededor del dólar y, a éste, del endeudamiento pantagruélico inducido por el monopolio monetario-financiero global. Si cae el dólar, ninguna reforma como ha sido planteada hasta ahora tendrá sentido, a menos, claro, que deseemos mantener la venda sobre nuestros ojos. Que deseemos continuar obedeciendo los mandatos de un modelo económico que ha violentado el sentido común de pueblos y naciones, mientras seguimos en ruta de colisión. Twitter: @jlgutierrez ciudadanía.economica@gmail.com


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