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Recuperar la ilusión Un Podemos para ganar

terminó abruptamente con su mandato, no fue solamente fruto de lo ocurrido durante las semanas posteriores al 26J, aunque en ese periodo sí se precipitó. No hay que olvidar que el comienzo de la crisis del PSOE, que no es ajena a la situación general que vive la socialdemocracia en toda Europa, hunde sus raíces en la gestión de la crisis económica durante la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero, la asunción de las políticas de austeridad y la ruptura de los horizontes de sentido que aglutinaban a una parte importante de su electorado desde del 15M. Pero sí es cierto que la expresión más exacerbada de esa crisis, la muestra de que estaban saltando las costuras del partido que había incorporado los sectores populares al Régimen del 78, se produjo ese primero de octubre. La interpretación sobre las causas de esa quiebra del PSOE también han sido motivo de discusión en Podemos y las conclusiones de dicha interpretación se encuentran en la base de diferencias estratégicas y de las propuestas que diferentes sectores del partido entienden como las más efectivas para tratar con ese partido. Desde nuestro punto de vista, las costuras del PSOE saltaron en el momento en el que Podemos más le obligó a retratarse en sus posiciones, existiendo una posibilidad alternativa a la que había marcado rigurosamente el Comité Federal. Abordar la relación con el PSOE de manera inteligente y laica ha sido siempre mucho más productivo para Podemos que la negación obsesiva y choque frontal. Esta posición se ha caracterizado por confrontar con el PSOE en los momentos y por las cuestiones menos oportunas, y ha dado alas a los sectores más inmovilistas para atrincherar a su gente frente al cambio político. No es una cuestión ideológica, es una cuestión de habilidad política. La relación de Podemos con el PSOE debe ser hábil, pues no puede desconocer su importancia histórica pero tampoco tomar decisiones en base a su existencia. No puede obviarlo pero tampoco subalternizarse de forma sistemática por definirse en relación a él. La obsesión con el Partido Socialista tiene más que ver con las deudas pendientes de una parte de la izquierda de nuestro país que con las pretensiones y aspiraciones que Podemos debe tener en esta nueva etapa. A Podemos no le toca elegir entre dilemas del pasado, no tiene que decidir entre ser el PCE o ser el PSOE: Podemos nació con una hipótesis que pateaba esos dilemas, a pesar de que desde el 20D las decisiones le hayan hecho escorarse en mayor medida hacia una de esas dos opciones. Si algo nos enseñó el 15-M, es la importancia de librar la batalla contra los privilegiados en un terreno nuevo. La quiebra del PSOE era la pieza que faltaba en la formación de una Gran Coalición en nuestro país. La unificación simbólica del bipartidismo desde el 15M y su identificación como problema y no como parte de la solución, así como la existencia de Podemos desde comienzos de 2014, impedían que se produjeran dos elementos: que un pacto PP y PSOE fuera percibido con naturalidad por al menos la mitad del electorado socialista, y que el PSOE, como consecuencia, se viera en un dilema irresoluble que consistía en última instancia en tener que mirar, o bien a Podemos, o bien al Partido Popular. La resolución de ese dilema solo se podía producir de manera traumática. El Comité Federal del 1 de octubre apuntaló una de las vías de salida que, no sin hipotecas, podían darse a la crisis. Durante mucho tiempo los intereses de supervivencia del Régimen y los del PSOE se

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