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ROSA MAmA TORRES

nunca iba a terminar, o bien, cuando pareda que ya estaba cerrando, remontaba y empezaba de nuevo. Era claro que éramos nosotros, sus compañeros de palestra, quienes no entendíamos la lógica y el ritmo interno de su discurso; el público, allá abajo, seguía con interés y sin problema la exposición: era, evidentemente, su ritmo y su manera de decir las cosas. Por último, "A fala dos educadores", yo primero, y Paulo al final, como cierre y broche de oro. En un encuentro doméstico e fntimo como éste, tuve el privilegio de ser invitada por Paulo como única no brasileña, para contarles a los alfabetizandos de San Pablo acerca de la campaña de alfabetización que acababa entonces de concluir en mi país, el Ecuador, y de otras tantas campañas y programas realizados en este continente. Hablé -vergonzosamentl'- en español, y aunque hablé lento y escogiendo las palabras más parecidas al portugués, nunca estuve segura de que la gente me entendiera. Paulo fue el último en hablar -" A utopia de uma sociedade sem analfabetos" - y el que logró la mayor concentración y el mayor silencio en la sala. Silencio y ruido -aprendí para siempre ese dfa- pueden tener valores y significados culturales muy distintos. Desde la palestra, lo que se veía y escuchaba era un movimiento incesante de gente y un barullo permanente de fondo. Desde allá arriba, podía tenerse la impresión de que nadie escuchaba, de que nadie atendía. No obstante, cuando bajé a sentarme entre el público, comprobé que la gente estaba atenta e interesada, sólo que por determinados espacios de tiempo y haciendo turnos: mientras la mitad de los asistentes escuchaba desde su asiento, la otra mitad conversaba, paseaba o comía, con un ojo y un oído siempre alertas. La hora y media de receso para el almuerzo fue un verdadero desbordamiento, después de más de tres horas de clase-congreso tradicional, la gran boca de un lado y la gran oreja del otro. Las colas para retirar el almuerzo fueron menos complicadas y largas que lo imaginado, pues mucha gente -sobre todo mamás y niños pequeños- había empezado desde media mañana a retirar su almuerzo y a comer dentro del salón, durante la sesión. Quien pensó en almuerzo con hora fija se equivocó rotundamente: el almuerzo fue continuo y se extendió a lo largo de todo el día. Los escasos recipientes de basura ubicados en lugares estratégicos,

mNERARJO

1:EL MUNDO DE LA EDUCACIÓN

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junto a los espacios pensados como lugares de comida, evidentemente no dieron abasto. El tiempo del almuerzo fue asimismo el tiempo para las fotos y para visitar el stand de publicaciones que montó Cortez Editora, fundamentalmente con libros sobre educación. Mucha, muchísima gente pasó por la mesa en que se exhibían los libros; muchos los hojearon, se il,lteresaron en ellos y hasta preguntaron los precios. No obstante, no sólo por lo de alfabetizandos sino por lo de pobres, éste no fue sin duda el día récord de ventas para la editorial. El solo hecho de una editorial exponiendo sus libros en un congreso de este tipo, es de por sí digno de destacarse. A continuación del almuerzo, precisamente el momento de la siesta universal, vino la parte más convencional y aburrida del evento: la lectura y aprobación del Documento Base del Congreso. En el mejor estilo académico, y sin ninguna concesión al público y a la especificidad de este encuentro, se procedió desde Ja palestra a la lectura en voz alta del documento, con todos los aditamentos del caso: mesa directiva, oradores, revisión de carpetas, votaciones, aprobaciones párrafo por párrafo, etc. Bastaba mirar alrededor para percibir que muchos no acababan de entender la lógica de todo esto, tenian dificultades para seguir el documento, se, enredaban con su propio documento en la carpeta, y terminaban por rendirse ante el intento. Cuando, finalmente, concluyó el ritual de la aprobación del documento, empezó el verdadero congreso, el de ellos, el de los alfabetizandos. Lo previsto en la agenda deda "Trabalhos, manifesta~6es e atividades programadas pelos Fóruns Regionais", y lo que se esperaba es que los representantes de los distintos núcleos dijeran unas palabras en representación de sus compañeros. Esto no fue, sin embargo, lo que aconteció. Instalado el micrófono en el pasillo central del auditorio, debajo de la palestra, antes de que nadie pudiera advertirla o detenerla empezó a formarse una larga cola: todos querían eJ micrófono, todos querían hablar, todos teman algo para decir. As!, a lo largo de casi cuatro horas, miles de personas desfilaron por el micrófono para dejar su mensaje personal y único: un saludo, un poema, una canción, una anécdota, una experiencia personal, críticas y reclamos, odas a la importancia del leer y el escribir, relatos de lo aprendido y de la alegría de


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