Química perfecta 1

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ha toma la molestia de hacer una tarea tan difícil como fregar suelo después del arrebato de Shelley con el yogur. Preparo la cena de mi hermana y limpio todo el estropicio. Shelley dice lentamente la palabra «colé», aunque realidad ha sonado más a «ole», pero sé a lo que se refiere - Sí, el primer día otra vez -digo mientras mezclo bien su comida y la dejo sobre la mesa. Le meto una cuchara de comida triturada en la boca mientras continúo hablando-. Y a mi profesora de química, la señora Peterson, se le daría genial ser monitora en un campamento militar. He leído detenidamente el programa de estudios. No hay una semana en la que no haya programado un examen o alguna prueba. Este año no va a ser nada fácil. Mi hermana me mira, intentando descifrar lo que le estoy contando. Su expresión de concentración me dice que me apoya y me entiende aunque no pueda expresarlo con palabras. Porque cada palabra que sale de su boca es todo un suplicio. A veces me gustaría decirlo por ella, porque siento su desesperación como si fuera la mía propia. - ¿No te ha gustado Baghda? -pregunto con dulzura. Mi hermana niega con la cabeza. Y no le apetece hablar de ello, lo sé por la manera en la que se le tensan los labios. - Ten paciencia –digo-. No es fácil llegar a una casa nueva y no saber qué hacer. Cuando Shelley termina de comer, le traigo las revistas para que pueda echarles un vistazo. A mi hermana le encantan las revistas. Mientras se entretiene hojeándolas, me hago un bocadillo de queso y me siento en la mesa para ponerme con los deberes mientras como.

52 Simone Elkeles. **Química Perfecta**


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