Cuentos del Abuelo Filósofo

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JOSÉ MIGUEL VERA LARA

Cuentos del abuelo filósofo

PRÓLOGO MARÍA ANGÉLICA OLIVA


José Miguel Vera Lara Filósofo, Escritor y Profesor de Filosofía de la Universidad de Chile de larga data. Escritor de letras entretenidas. Dedicado a la ética, que aquí enseña a los menores, jóvenes, familias, y ciudadanos, en general, en la modalidad de cuentos, como Los Cuentos del Abuelo, donde la muestra en personajes representados por animales, aves y seres fantásticos, en escenarios donde realidad y fantasía se funden. En esta singular modalidad, el autor, modela un hábitat para la axiología.


Cuentos del abuelo filรณsofo


Título original Primera edición digital

Cuentos del Abuelo Filósofo 2018, José Miguel Vera Lara https://issuu.com/jmveralara

Edición Ilustración original (muestra) Ilustración Diseño y diagramación

María Angélica Oliva Catalina Vera Oliva Victoria Paz Vidal Sofía Miranda Van den Bosch Astrid Van den Bosch

Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser reproducido, en todo o en parte, ni registrado ni transmitido, por sistema alguno de recuperación de la información, sin permiso, previo, por escrito del autor y la editora. ISBN 978-956-398-432-3 Registro de Propiedad Intelectual N° A-297757 Viña del Mar, Región de Valparaíso, Chile.


Agradecimientos Desde la condición de filósofo y abuelo, dedicado toda una vida a la filosofía y, en particular, a la ética, me encuentro en un vértice privilegiado de la vida, después de haberla recorrido en gran parte, para abordar la aventura que significa este libro que rescata, precisamente, de las extraordinarias aventuras que viven sus protagonistas, sólidas enseñanzas morales. Estos cuentos los escribí pensando en dejar un recuerdo perdurable para mis nietos, sobrino nieto, sus padres y, a su través, a todas las personas comprometidas en la arquitectura de una mejor sociedad. Este libro, enseña que la ética y su concreción en la conducta moral, constituye un buen camino para ello, aspectos que han de cultivarse en el transcurso de toda la existencia vital, en cuyos comienzos adquieren una relevancia especial. Quiero dejar constancia de la colaboración y compañía que recibí en el extenso periplo que significó la escritura de este libro. Mi hija menor Catalina Vera Oliva, realizó las ilustraciones de la primera versión de algunos de estos cuentos; esta versión recupera una de ellas. Victoria Paz Vidal, realizó las ilustraciones definitivas del libro. Astrid Van den Bosch, tuvo a su cargo la tarea gráfica inicial. Sofía Miranda, estuvo a cargo del diseño gráfico y diagramación definitiva y final del texto. Debo un especial agradecimiento, a María Angélica Oliva, cuya compañía en esta obra y más allá de ella, constituye una inspiración permanente en mi existencia. A todas ellas, mis más sinceros agradecimientos por ayudarme a dar vida a este libro. Viña del Mar, diciembre del 2018


Dibujo de Catalina Vera


Índice General Prólogo Axiología. Hábitat para una Pedagogía de la Virtud. Por María Angélica Oliva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 I El Cormorán y la Gaviota. Amor de pájaros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 II Los Duendes del Acuario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 III Aventuras de Martín en Chiloé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 IV Luciano y los Extraterrestres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 V Carmencita y el Caracol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 VI Lani Aviador, Viaja en su Globo por Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 VII Lani y el Dragón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 VIII Momo y los Delfines . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 IX Maya y el Kiwi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84 X La Gran Aventura de Nicko en el Océano Pacífico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 XI Bastián Navegante Onírico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 Post Scriptum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108

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Prólogo Axiología. Hábitat para una Pedagogía de la Virtud María Angélica Oliva “Ser es ser memoria; pero la memoria es lenguaje, campo preparado para la siembra de toda otra palabra” Emilio Lledó

I El libro, su filosofía

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En este libro, su autor, José Miguel Vera, se sitúa en la doble condición de abuelo y filósofo, para desarrollar una singular Pedagogía de la Virtud, fundada en la ética. Sus nietos constituyen una oportunidad para iniciar un diálogo, donde la confluencia entre fantasía y realidad, permite plantear problemas que, en todo tiempo y en todo lugar, preocupan al devenir humano, por ejemplo, la ética y la conducta moral. Desde su espacio privado el autor, irremediablemente, se proyecta hacia la esfera pública, al mundo en común, aquél de la política; desde este diálogo, entre lo privado y lo público, en una suerte de curso y recurso, ejerce su oficio de filósofo y hace filosofía. En un eco de las enseñanzas de Millas, su maestro, reafirma una vocación y un talante, porque, Si en la Filosofía culmina lo humano, es porque eleva a la máxima perplejidad y a la máxima esperanza, la conciencia que el hombre toma de sí mismo. La Filosofía significa el llamado a capítulo que se hace el hombre desde la totalidad del mundo y la totalidad de la historia, respecto de la totalidad de su destino (Millas, 1969, p.13). La obra se compone de 11 cuentos, donde se narran mágicas, fantásticas y significativas historias, que acontecen, principalmente, en parajes chileCuentos del Abuelo Filósofo


nos, a excepción de un cuento situado en el espacio estelar. En cada uno de ellos, la ética reclama un puesto central, para lo cual el autor, se afana en construir la arquitectura de su hábitat mostrando, además, algunas claves de una cartografía para viajar por él. Mas, se trata de un viaje que trasgrede las coordenadas espacio temporales; son viajes en el sueño, en el espacio del mito, desde el recuerdo, a lomo de ballenas o delfines, en la inmensidad de un acuario o de un jardín donde, a menudo, las paradojas se resuelven mediante la magia y los poderes de una hada madrina, los habitantes de un acuario o los insectos del jardín. Tan singular travesía es posible, porque niños y niñas, protagonistas de los cuentos, confían en su abuelo y en María Elena, el hada madrina, así como, en el resto de los participantes del cuento que, principalmente, son diversos seres vivos: mamíferos, aves, peces en una complicidad radical, a cuyo través, vivifican el hábitat de la ética, al tiempo que muestran la estética que los envuelve. En el curso de la obra, se muestra que el hábitat de la ética, al ser también, de la estética queda mejor comprendido en el dominio de la axiología, aquel donde ética y estética concurren en función de dos conceptos matrices lo bueno y lo bello. Sí, lectores y lectoras, se hacen eco de la vida en el acuario, expuesta en el cuento segundo, donde siempre había que hablar con el corazón en la mano o, como decían los pececitos: desde el corazón, podrán conmoverse con la estética de cada uno de los cuentos y su búsqueda de una comprensión radical del Ser y el valor, desde el pensamiento narrado en la forma de cuento. Ello permite sostener, que es la axiología el ámbito de los Cuentos del Abuelo Filósofo. Concretamente, ¿Cómo hace y se hace filosofía en este singular libro? Lo dicho requiere fundamentarse, desde los propios cuentos, para ello, por vía ejemplar, se destaca e ilustra con algunos tópicos: (i) La pregunta como apertura al filosofar, el diálogo en el centro de los cuentos, las reflexiones que hacen y se hacen los niños; (ii) La conciencia crítica sobre el mundo social y el medio ambiente; (iii)El espacio para el desarrollo de la virtud que hay en cada cuento. Cuentos del Abuelo Filósofo

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Interrogantes y reflexiones sobre la vida y la muerte aparecen en el diálogo entre Maya y el kiwi Molán en el cuento Maya y el Kiwi: Mi abuelo se llama José Miguel y es filósofo, -dijo Maya. -¿Y eso qué es? -preguntó Molán, a lo que Maya contestó: -Son personas que se dedican a reflexionar, para entender el porqué de las cosas. -No entiendo, -dijo Molán. -Por ejemplo, ¿Por qué se muere la gente? ¿Qué es la muerte o qué hay después de la muerte? -Bueno, -dijo Molán- la muerte es el fin y ya está. -¿El fin de qué? -insistió Maya. -El fin de la vida, -contestó Molán. -¿Entonces qué es la vida? -pregunto Maya. Sobre la envidia como patología humana y fuente de la infelicidad humana, se destaca en el mismo cuento:

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-¿Y no te da envidia no hacerlo? insistió Maya, a lo que Molán respondió preguntando: -¿Y eso qué es? -Entonces, Maya respondió diciendo:Una situación muy común entre los humanos, cuando sienten tristeza o pesar por lo que tienen los otros y no tienen ellos. -¿Cómo? ¿No se alegran, porque otros tengan más, o puedan más, o sean más? -En verdad, -agregó- Molán son bien raros los humanos, porque siempre debería ser motivo de alegría que al vecino le vaya bien, que obtenga lo que persigue, o que sea más hermoso. -Lamentablemente mi amiguito-, dijo Maya, -la envidia es una patología, pero hay otras más como: los celos, las mentiras, el robo y el crimen-. - Pero, entonces, los seres humanos no pueden ser felices- dijo apenado el kiwi, porque la felicidad es compartir la alegría entre todos. Más adelante, sobre el tiempo y un peligro de mal uso entre los hombres, dialoga Molán y Maya: - (Omarumón) Me dijo que el tiempo es como un gran túnel con dos direcciones pasado y futuro, que nadie las conoce completamente,

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porque los seres vivos, eso incluye a las personas como tú y a los pájaros como yo, y los árboles y los frutos sólo han estado en un lapso muy pequeño. También me confesó que los humanos mayores, han desperdiciado gran parte de ese tiempo, peleando y compitiendo entre ellos, por eso, fueron castigados por el destino y deben pagar con la muerte. (….)-¿Y qué te dijo del futuro? -Que los humanos se lo han pasado inventando armas mortales cada vez más poderosas, algo así como bombas nucleares que si las usan terminaran por hacer estallar el planeta y nos vamos a morir todos. Las ideas equivocadas que se posee fundadas en el desconocimiento de los hechos, puede verse en las reflexiones de Carmencita y el Caracol: La araña era muy simpática, entonces, Carmencita se preguntó: -¿Por qué los mayores le temían a las arañas? -Y ella misma se contestó:-Lo que pasa es que no las conocen. El espacio para el desarrollo de la virtud, puede verse en las reflexiones de los niños Guito y Martín, en el mundo del acuario: El lenguaje en el acuario era muy distinto al que ellos estaban acostumbrados en sus casas con sus familias; no es que no se pudiera conversar en el acuario, sino que se conversaba con el pensamiento, en una especie de telepatía submarina. Esto significaba, en primer lugar, que no se podía mentir, tampoco había interés en hacerlo. En otras palabras, en el acuario siempre había que hablar con el corazón en la mano o, como decían los pececitos: desde el corazón. Los niños tenían muchas preguntas que hacer a los peces del acuario, sobre ese mundo silencioso en que ellos vivían y los peces, a su vez, también tenían muchas preguntas que hacer sobre ese otro mundo terreno y bullicioso en que los niños vivían. Lo que causó la mayor impresión de los niños fue enterarse del respeto con que se trataban los pececitos.

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El mundo del acuario, resultó original para los niños, silencioso y transparente; mostraba las acciones de sus moradores a todos los demás, por lo tanto, todos podían enterarse de lo que hacían. La transparencia, parecía ser una cosa interesante y conveniente para cualquier comunidad, ya fuera de peces, duendes o personas, eso fue algo que quedó grabado en las almas de los niños y sería otro de los asuntos que discutirían, años después, con el abuelo. En un sentido similar aparece la experiencia narrada en La gran experiencia de Nicko en el océano Pacífico: Nicko, quedó conmovido y entusiasmado con el pequeño viaje al océano Pacífico y con sus nuevos amigos y empezó a comprender el significado de un hábitat, y el valor del silencio.

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La vocación como proyección de un espacio para el desarrollo de la virtud, aparece en Bastián, navegante onírico: La extensa navegación caló tan hondo en el alma de Bastián que su destino, cuando creciera, iba a ser inevitablemente el mar y como científico oceanógrafo tripulante de algún barco de Green Peace conocería muchos puertos, otros países, otras culturas, otras lenguas y su causa sería la conservación del ecosistema marino, pero su alma quedaría para siempre anclada en Valparaíso Finalmente, la conciencia crítica y vigilante sobre el mundo social y el medio ambiente, aparece en las voces de los niños, por ejemplo, en Lani y el dragón: -¿Papá, por qué tenemos que andar vestidos? (…) - ¿Papá, por qué hay ricos y pobres? (…) - Pero, papá, ¿Por qué los niños pobres pasan hambre?

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Sabes Lani, me quedé pensando lo que me preguntaste y creo que no te respondí lo que verdaderamente pienso. En realidad, no tenemos necesidad de andar vestidos, es más, creo que los más antiguos, que usaban poca ropa eran más felices que nosotros hoy, donde nos llenamos de ropa y compramos incluso mucha ropa que ni siquiera nos ponemos. También, creo, que no debería haber ricos y pobres, quiero decir, que la propiedad, es decir, las cosas que tanto le gusta comprar a la gente, deberían ser de todos, deberíamos tener propiedad común, como era en los antiguos tiempos de los inuit otrora esquimales, palabra en desuso en Canadá, donde se considera un insulto porque significa algo así como comedores de carne cruda. En esta misma línea, la defensa del medio ambiente, resultará ser la causa de Bastián que signará los destinos de su vocación: María Elena seguía muy intrigada por la elección de Bastián, de manera que decidió bucear en los genes del pequeño para encontrar el origen de ese impulso marinero, eso la llevó a un bisabuelo del niño que había sido tripulante de uno de los barcos de Green Peace por varios años. Sin duda, esa era la impronta que dominaba en el alma de Bastián. Decidió entonces hacer del pequeño un grumete del barco Esperanza de Green Peace y llevarlo a navegar en una travesía por el mundo. Irían a defender las ballenas que eran capturadas por barcos piratas.

II El Libro, su Pedagogía

Fundado en la axiología, Cuentos del Abuelo Filósofo recupera, para la pedagogía, la filosofía; se trata de una tarea de restitución de un vínculo que nunca debió ser disuelto al intentar transformar la educación en una ciencia aplicada, al amparo de un modelo tecnicista erigido en la medición, todo ello, a instancias de la ciencia clásica y el positivismo. Con ello, se desestimó la filosofía, su axiología y su afán por el desenvolvimiento de

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la virtud, que animó a la educación desde sus primeros tiempos, baste recordar la enseñanza principal de Sócrates, recogida por Platón en su Defensa de Sócrates: Toda mi ocupación es trabajar para persuadiros, jóvenes y viejos, que antes que el cuidado del cuerpo y de las riquezas, antes que cualquier otro cuidado, es el del alma y de su perfeccionamiento; porque no me canso de deciros que la virtud no viene de las riquezas, sino por el contrario, que las riquezas vienen de la virtud, y que es de aquí de donde nacen todos los demás bienes públicos y particulares.

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Al situar Cuentos del Abuelo Filósofo en su contexto, queda de manifiesto el imperativo del autor de restituir una pedagogía fundada en la virtud que, como un punto de apoyo sólido y seguro, a la manera arquimedeana, permita encarar con decisión la pedagogía tecnicista con su estandarización fundada en la medición, que está al servicio de la reproducción de una sociedad injusta y, profundamente, desigual. Se trata, como enseña el libro de restituir la auténtica pedagogía fundada en la virtud, para la transformación social y la construcción de una mejor sociedad, responsabilidad de todos y para todos. En esa pedagogía, la creatividad, posee un papel central y dentro de ella la inventiva, que representa la creatividad en su grado más elevado. Consecuentes con ese afán inventivo, Cuentos del Abuelo piensa la creatividad, como virtud y la virtud como una manifestación de la ética. Esta es su pedagogía.

III Tener Memoria es Tener Historia

No es posible concluir este prólogo sin hacer una referencia a la pequeña historia de este singular libro, que el autor escribió pensando en cada uno de sus nietos, según se asomaban éstos a la vida y se sucedían sus cumpleaños y navidades. El primero de ellos, Guito viaja a las montañas, que

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no forma parte de este libro por encontrase extraviado, fue el laboratorio que permitió al autor aventurarse en filosofar en otro tipo de libros y en otro formato, más allá y más acá de la academia tradicional, inventiva que, naturalmente, se sustentaba en sus preguntas fundamentales como parte de su hacer filosofía. Guito viaja a las montañas, refería a un viaje a la Cordillera de Los Andes, de su nieto mayor, Ignacio Santiago, apodado Guito. Su elaboración requirió la creación de un Taller Artesanal de Escritura, empresa familiar, donde junto al autor, concurrieron una ilustradora, Catalina Vera, y una editora gráfica y de los textos, María Angélica Oliva. Hacer ese libro significó un reto a nuestra inventiva, templando la vocación por una escritura creativa y comprometida. Tendrían que pasar varias jornadas, en distintas latitudes: el Cajón del Río Maipo, el Mediterráneo, el Cerro San Cristóbal y su mítico río Mapocho, hasta recalar en el Pacífico Sur para encontrar el aliento necesario para hacer este libro, Cuentos del Abuelo Filósofo. Que el libro haya recuperado uno de los dibujos originales de Catalina Vera, rescata la enseñanza principal de Emilio Lledó, “Ser es ser memoria; pero la memoria es lenguaje, campo preparado para la siembra de toda otra palabra”. Desde el corazón. Viña del Mar, 13 de enero verano del 2019

Referencias

Lledo, E. (1992). El surco del tiempo. Barcelona, España: Crítica. Millas, J. (1970). Idea de la filosofía. El conocimiento. Santiago, Chile: Universitaria Platón (1981). Diálogos: Defensa de Sócrates. En Obras completas (201-224). Madrid: Aguilar. Cuentos del Abuelo Filósofo

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El cormorán y la gaviota. Amor de pájaros

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Un Cormorán llamado Adán conoce a una gaviota llamada Eva, se enamoran y en un viaje que realizan juntos ella muere. Un cuento de amor, ausencia y esperanza. Un joven cormorán, llamado Adán, vivía en unas rocas a orillas del mar en Chile, en la bella ciudad de Viña del Mar, era un pájaro melancólico, solitario y romántico. Gastaba gran parte de su tiempo volando en torno a los barcos en el puerto de Valparaíso. Ver las embarcaciones lo hacían pensar en la época de los corsarios, esos intrépidos marinos de los que le había hablado su Abuelo, también llamado Adán, un viejo y viajado cormorán que había conocido tierras lejanas llenas de historias, que él había guardado en su memoria y le gustaba contárselas a su nieto, quien se deleitaba escuchándolas. Un día en que Adán estaba parado en su roca favorita, se acercó volando una joven y hermosa gaviota, una vez posada a su lado, lo saludó cordialmente. - Hola, ¿cómo te llamas? Yo soy Eva y me gustaría conocerte. Adán se puso nervioso y contento.

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- Yo soy Eva, repitió la gaviota, -para agregar a continuación- y vengo de Tenaún. - ¿Y eso dónde queda? -Inquirió Adán. - En la isla de Chiloé-, contestó Eva -¿Te gustaría ir a conocer mi casa? - Claro que sí, respondió entusiasmado Adán. - ¿Tienes algo que hacer ahora? -preguntó Eva. - La verdad es que no, -respondió Adán. - Bueno, entonces, sígueme- dijo Eva. Luego, agregó, volaremos hasta Chillán, después seguiremos a Concepción, a continuación, llegaremos a Temuco y, desde ahí, a Valdivia, después, a Puerto Montt y, por último, arribaremos a Chiloé. - Vives bastante lejos, comentó el cormorán. Después de elevarse más arriba de las nubes, comenzaron la travesía, Adán, seguía a Eva, que era la que conocía mejor la ruta. Al cabo de más de 15 horas, llegaron a Chillán, sobrevolaron la iglesia característica de la ciudad y se posaron en la enorme cruz que está junto a la iglesia, desde ahí volaron al mercado techado. Allí fueron recibidos por un conjunto de gaviotas amigas de Eva, con un delicioso pastel de cabezas de pescado, muy bien recibido por los viajeros, que estaban cansados y hambrientos por el viaje. Decidieron pasar la noche en el follaje de unos tilos gigantes que hay en la plaza, para retomar el viaje tan pronto amaneciera. Se instalaron en una rama, de uno de los tilos más altos, quedando muy cerca uno del otro, lo que les resultó muy agradable. Con las primeras luces del

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amanecer, luego de despedirse de las gaviotas amigas de Eva, emprendieron el vuelo rumbo a Concepción.

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En Concepción, los recibieron otro grupo de gaviotas amigas de Eva, encantadas de dar hospitalidad a su amiga les asignaron un gran roble, de tupido follaje, para que se instalaran todo el tiempo que decidieran permanecer en la ciudad. Después de comer y beber decidieron pernoctar una semana, para reponerse del viaje que ya sumaba muchas horas. Renovadas las energías, reiniciaron el vuelo con destino a Temuco. Durante todo el tiempo que habían compartido, Adán empezó a sentirse atraído por Eva, a la que también le sucedía algo parecido. Durante esta nueva travesía, Eva empezó a sentirse mal, pero no quiso decirle nada a Adán para no preocuparlo, sin embargo, disminuyó su velocidad de vuelo, de manera tal, que llegaron a Temuco al anochecer, se dirigieron a la plaza y se instalaron en uno de sus grandes y frondosos árboles. A la mañana siguiente, Eva se sentía, Cuentos del Abuelo Filósofo


francamente, mal y no pudo ocultárselo a Adán, que desesperado no sabía qué hacer ni cómo auxiliarla. Eva presintiendo que se iba a morir, le confesó a Adán que no quería que separaran nunca más, lo que alegró, infinitamente, al cormorán que la abrazó, efusivamente, entre sus alas. Eva lo miró a los ojos y expiró. Después de dejar los restos de Eva en un lugar seguro y llorar con profundo dolor su partida, Adán, emprendió el viaje de regreso a Viña del Mar, al cabo de dos días de vuelo estaba de vuelta en las rocas donde había instalado su casa. Su habitual melancolía se transformó en tristeza, ya que la ausencia de Eva le resultaba difícil de sobrellevar; lo acompañaba su soledad, la que había abandonado tan alegremente por la aparición de Eva en su vida. Mientras pasaban los días miraba el mundo desde su roquerío, observando el vuelo de todas y cada una de las gaviotas que pasaban, con la secreta esperanza, que un día apareciera volando su adorada Eva. Allí envejeció, mitigando la ausencia de su amada, con la inconmensurable belleza del paisaje y la secreta esperanza de una reunión definitiva en el lugar de la utopía. Cuentos del Abuelo Filósofo

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Los duendes del acuario Guito y Martín, primos hermanos tenían acuarios y muchos peces. En una ocasión descubrieron a los duendes que habitaban en el acuario, con quiénes emprenderían mágicas aventuras.

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Guito y Martín eran dos niños pequeños, además, eran primos. Ambos tenían acuarios y muchos peces a los que querían y cuidaban. Guito, el mayor, con sólo diez años, fue el primero en descubrir a los duendes en el acuario que, normalmente, eran invisibles, sin embargo, la inocencia de los niños permitía verlos y comunicarse con ellos. Guito le explicó a Martín, muy excitado, que había descubierto a los duendes y que había podido hablar con ellos, y que se los mostraría, para que él también pudiera conocerlos. Martín, sonriente, escuchó atentamente y le pareció una excelente idea la proposición de su primo, -Yo también quiero hablar con los enanitos- , dijo. Cuando los duendes, que eran dos, se presentaron a los niños, después de vencer el temor que les tenían a las personas, lo primero que hicieron fue explicarles sus poderes: podían, por ejemplo, achicarlos tanto como para que pudieran entrar a sus acuarios y conversar con los peces nadando debajo del agua. Los niños estaban encantados con sus nuevos amigos que lucían como, habitualmente, ellos los habían visto dibujados en los libros de cuentos. Cuentos del Abuelo Filósofo


Los duendes se llamaban Gaspar y Tobías; Gaspar era el mayor. Lo primero que hicieron los duendes fue reducirlos al tamaño de los peces. Cuando esta operación se hubo concluido, les presentaron a dos jaibitas que los acompañarían en las aventuras en el acuario. Las jaibitas, que eran muy coquetas, se llamaban Antonia y Kalú y, rápidamente, se hicieron amigas de los niños. El mundo del acuario era hermoso y silencioso, eso era a lo primero a lo que los niños debían acostumbrarse. Un mundo que los niños no conocían, porque el mundo en que ellos vivían era todo lo contrario, bullicioso y agitado. El lenguaje en el acuario era muy distinto al que ellos estaban acostumbrados en sus casas con sus familias; no es que no se pudiera conversar en el acuario, sino que se conversaba con el pensamiento, en una especie de telepatía submarina. Esto significaba, en primer lugar, que no se podía mentir, tampoco había interés en hacerlo. En otras palabras, en el acuario siempre había que hablar con el corazón en la mano o, como decían los pececitos: desde el corazón. Los niños tenían muchas preguntas que hacer a los peces del acuario, sobre ese mundo silencioso en que ellos vivían y los peces, a su vez, también tenían muchas preguntas que hacer sobre ese otro mundo terreno y bullicioso en que los niños vivían.

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Lo que causó la mayor impresión de los niños fue enterarse del respeto con que se trataban los pececitos. El domingo, finalmente, llegó y tal como lo habían acordado, los niños y los duendes se reunieron en el jardín de la abuela Julia. La aventura en el acuario estaba proyectada para una duración más bien larga, por lo que los duendes tuvieron que hacer una operación nueva que los niños no habían vivido todavía. Esta vez, sólo sacarían las almas de los niños, de manera que sus cuerpos permanecieran junto a sus mayores sin llamar la atención. La magia de los duendes les permitiría hacer eso y mucho más, en todo caso los niños ni siquiera se dieron cuenta, y para los duendes habría sido muy difícil explicarles este nuevo procedimiento, por lo tanto, lo hicieron sin decirles una sola palabra.

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Cuando todos los expedicionarios estuvieron listos, se dio comienzo a la aventura. Una vez sumergidos en el acuario, los peces que lo habitaban, que no eran más que los expedicionarios, se acercaron rápidamente a investigar quiénes eran los intrusos que entraban en su reino. Los niños, ya habían advertido que podían desplazarse desde su nueva consistencia, con mucha facilidad y rapidez, en las aguas silenciosas del acuario. Una vez que el grupo en su

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conjunto, es decir, los niños, los duendes y los peces que sumaban diez, se compenetraron, empezó el primer periplo por el mundo silencioso del acuario. Esta vez, fueron los pececillos los anfitriones y, por lo tanto, los encargados de mostrar y explicar cada rincón del acuario. Por cierto, que los más complicados durante el periplo fueron los duendes, que no eran muy buenos nadadores, cosa que no podían demostrar delante de los niños. Otra vez, los niños advirtieron que lo principal en la vida silenciosa del acuario, era el respeto y la solidaridad, que constituían las conductas más importantes para los peces, por lo mismo, las relaciones entre ellos eran buenas, porque predominaba la amistad, es decir, antes que nada todos eran amigos y, por lo tanto, había lealtad entre ellos. Esto quería decir, y los niños lo entendieron a la primera, que todos podían confiar en todos y ,en ese mundo silencioso, no existía algo como la corrupción, que aunque ellos no entendían muy bien de qué se trataba, se daban perfectamente cuenta que era algo malo. Los duendes, después de hablar con los niños, les explicaron algunos de estos valores, sobre los cuales años, más tarde, conversarían con su abuelo filósofo, que se dedicaba a escribir sobre esos temas. Los niños habían leído los títulos de los libros del abuelo y estaban familiarizados con la palabra Ética, incluso se habían aprendido hasta una definición del abuelo, de memoria, algo que, por cierto, no entendían: “la ética es una teoría del bien funcional”. Sin embargo, sobre ella, los peces les darían una lección magistral que los niños no olvidarían jamás. El mundo del acuario, resultó original para los niños, silencioso y transparente; mostraba las acciones de sus moradores a todos los demás, por lo tanto, todos podían enterarse de lo que hacían. La transparencia, parecía ser una cosa interesante y conveniente para cualquier comunidad,

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ya fuera de peces, duendes o personas, eso fue algo que quedó grabado en las almas de los niños y sería otro de los asuntos que discutirían, años después, con el abuelo. Descubrieron muchas cosas buenas en la conducta de los peces y en su mundo submarino, silencioso y transparente. Supieron, también, que era fácil relacionarse con los peces en ese idioma telepático submarino que, a diferencia del nuestro, impide el engaño y la mentira. Descubrieron también, que es mejor no vivir con el engaño, que se puede vivir perfectamente bien sin mentir y que la mentira es una especie de droga venenosa que corroe a las personas,

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Después de recorrer completamente el acuario, los niños empezaron a entender por qué los pececitos se movían dentro de él, cómo lo hacían y cómo, a pesar que eran felices, era una cárcel de la que no podían salir hasta después de muertos y que dependían de ellos, los niños, para comer día a día. Sin embargo, no estaban tristes ni se sentían prisioneros, por el contrario, para ellos el acuario era suficiente porque habían descubierto, desde hacía mucho tiempo, que la libertad no tiene que ver con las fronteras del cuerpo, es decir, con las cosas materiales, esas que los niños iban agregando al acuario para hacerlo más agradable, lo que habían conseguido plenamente y, por lo cual, los pececillos les estaban muy agradecidos. Ellos pudieron enseñarles a los niños que la libertad, con lo que tiene que ver es con las fronteras del alma, es decir, con lo que cada cual quiere ser. Los niños descubrieron, entonces, que estos tenían alma y que aunque parecían ser iguales, sin embargo, eran bastante distintos. Entendieron también, que no es el color ni con lo que te vistes lo que te define, sino lo que tú quieres ser y aquello que depende, en gran parte, de ti mismo en tu circunstancia. Mientras estaban en el acuario, descubrieron y disfrutaron de los oficios de los pescaditos, que según creían los niños, sólo sabían nadar. En ver-

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dad, encontraron un mundo que ni siquiera se podrían haber imaginado y pudieron comprobarlo directamente con los propios actores, con quienes mantuvieron largas conversaciones en las cuales se fueron enterando de cómo estaba organizado el mundo del acuario y cómo lo asumían todos sus habitantes.

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Lo más que se podían haber imaginado los niños, es que la diferencia que podían tener los acuarios dependía del tamaño y de las cosas que contenía fuera de los pescaditos, porque al fin y al cabo, los acuarios los fabrican los hombres y los hacen, de una manera tal, para que cumplieran la función, previamente, diseñada. Pero, al hablar con los pececillos, que eran unos conversadores incansables, descubrieron que el significado del acuario, para ellos, era muy distinto al que podría tener para quienes los fabrican e incluso para sus dueños, como ellos mismos. El acuario para los peces, aprendieron los niños, es como el planeta tierra para las personas, no fue fabricado por ellos, mas, es el lugar en el que viven, pero lo han modificado y lo han llenado de significados diversos llamados “culturas”. Los niños sabían, por sus libros y las películas o la televisión, que hay muchos estilos de vida sobre el planeta; que las gentes de distintos lugares se visten distinto, hablan idiomas diferentes y tienen creencias y dioses distintos. Pero, el planeta, es el mismo para todos y está en peligro, por la contaminación del aire, del agua y de la tierra y el uso indiscriminado de los recursos naturales, como el agua, las distintas fuentes de energía o el petróleo. Los niños también entendían algo de la tecnología, por lo menos, la que ellos manejaban, como televisores, computadores, teléfonos celulares, videojuegos y juguetes de control remoto. Descubrieron que el mundo de los pescaditos no era nada sencillo, que había una cantidad de posibilidades, completamente diferentes, a las que ellos conocían. Era una realidad que dependía, en parte significativa, de ellos; una realidad que tenía un nombre muy raro y difícil para ellos, que

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eran tan pequeños sin embargo, se lo aprendieron bien; los pececitos hablaban de la ictiovisión. Esta era una especie de cultura de los peces, realizada por los peces y para los peces, por ejemplo, tenían un calendario que, por supuesto no se llamaba así, sino que ictiario y que a los niños les fascinó, porque estaba construido en atención a la luz, pero no había la distinción de día y noche nuestra, sino que había una especie de rosa de los vientos, pero como rosa de la luz, donde se registraban cientos de matices que podían percibir los ojitos de los pececillos. Los duendes, con sus poderes, pusieron sobre los ojos de los niños unos ojos de peces y éstos pudieron entender y percibir esa enorme cantidad de matices; eso hacía ver el mundo del acuario de infinidad de maneras, por lo mismo, que el acuario se ampliaba infinitamente y los pececillos no tenían nunca la ocasión de sentirse incómodos o atrapados en un mundo pequeño y chato. Los niños, experimentaron una sensación de amplitud, como si en vez de estar sobre la superficie del planeta, estuvieran sobre la superficie de la galaxia. La experiencia en el acuario, permitió a los niños conocer, íntimamente, la felicidad, emoción que quedaría grabada en sus almas para siempre.

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Aventuras de Martín en Chiloé El Abuelo invitó a Martín a la Isla de Chiloé, para enseñarle la mitología chilota. En un sueño, Martín se encontró con algunos de los personajes de esa mitología, que lo cautivaron, así como, la magia de la isla, que quedaría en su retina y en su corazón para siempre. 28

El abuelo invitó a Martín a Chiloé, el niño se alegró mucho, eso se lo dijo un día miércoles, para embarcarse un día sábado. El día de la partida, Daniela, su mamá los llevó al Aeropuerto de Santiago. Después de, innumerables instrucciones y consejos, los despidió cariñosamente. Al cabo de dos horas de vuelo, llegaron al Aeropuerto de Mocopulli en Castro que, en realidad, está más cercano a Dalcahue. Desde allí se trasladaron a Tenaún, al hospedaje Radal, donde el abuelo había estado algunos años atrás. Sus dueños Dalva y Rafael, a quien le decían Pilo, lo habían acogido hospitalaria y generosamente. Después del saludo cordial, como de costumbre, el abuelo presentó a su nieto y se instalaron en una habitación, más tarde y asesorados por Pilo diseñaron un itinerario. Martín preguntó a su Abuelo sobre el origen de Chiloé, entonces, el abuelo recurrió a la leyenda y mitología chilota, y le contó sobre la existencia, desde hace miles de años atrás, de dos serpientes gigantes y rivales Cai-Cai Vilú, espíritu de las aguas que todo lo inundaba, y Ten-Ten Vilú, espíritu de la tierra, que impidió que todo quedara sumergido, salvando así algunas islas, cuando ella elevaba el nivel de las tierras. Fueron muchos años de batalla

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entre las dos serpientes donde, por último, ganó Ten-Ten Vilú, sin embargo, no pudo evitar parte de las inundaciones. Finalmente, todo quedó conformado con valles, golfos, islas y cordilleras. La explicación encantó a Martín, que era primera vez que estaba en una isla, más bien en un conjunto de islas, pues, Chiloé es un Archipiélago. El abuelo decidió que, en la primera parte del itinerario, irían a Quicavi, para desde ahí, navegar a Mechuque, en la isla de Añihue, del grupo de las islas Chauques, para comer un curanto, comida típica chilota que el niño no conocía, y que, por cierto, le encantó. De regreso a Tenaún, que era su centro de operaciones, solicitaron a Pilo que los llevara a navegar por el Golfo de Ancud, cosa que hicieron para deleite del niño, pues la experiencia de navegar, que era nueva para él, definitivamente, le fascinó. La magia de la isla había cautivado a Martín. De regreso a Tenaún, después de la cena y al calor de la estufa, Martín le pidió al abuelo que le contara sobre la mitología de Chiloé, de la que sólo conocía algunos nombres de personajes como: el Trauco, la Pincoya, el Invunche, además, del Caleuche. Entonces, el abuelo le habló del Camahueto, los Brujos, la Viuda, la Voladora, el Cuchi Vilú, el Basilisco, el Culebrón, el Chihued, el Coo y el Caballo Marino. Martín, quedó muy impresionado, y esa noche mientras dormía, desde su sueño, se introdujo en el mito. Cuentos del Abuelo Filósofo

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Después de sobrevolar parte del Golfo de Ancud, descendió en la Isla Quinchao, donde empezó a caminar por una calle desierta, entonces, se encontró con un tipo muy raro, se trataba de un hombrecito, más bien pequeño, algo deforme y bastante feo con una vestimenta rústica y un gorro cónico, un bastón de madera llamado pehueldín y una hacha de piedra. Martín se dio cuenta que se trataba del Trauco, como sus pies eran deformes, trataba de mantener el equilibrio, por eso la mayor parte del tiempo la pasaba en el bosque. Martín entabló una extraña conversación de gruñidos, con la que le pidió consejos para enamorar a las chicas. Esto le gustó mucho al Trauco, porque lo hizo sentirse importante, de manera que fue amable con Martín, y le dio los consejos precisos para la conquista. Después de tan grata experiencia, Martín siguió su camino dentro del sueño, entonces, se cruzó con un bicho feo y desagradable, una mezcla de cerdo y culebra, llamado Cuchivilú, que había salido recién de un pantano y tan pronto vio a Martín volvió a sumergirse. A la vez, se sumergió en el mismo pantano un Culebrón que, en menos de un minuto, devoró al Cuchivilú y desapareció en las profundidades del pantano. Martín siguió su caminata onírica, sin percatarse siquiera que en el escenario que acababa de abandonar se hacía presente un Basilisco, que es una mezcla de gallo y culebra, muy peligrosa y dañina del cual se libró Martín.Llegada la noche onírica, lo que es bastante paradojal, sobrevoló el escenario vacío un Chihuad con su inconfundible facha de murciélago, mientras en una rama de un árbol del paisaje se había instalado un Coo, una especie de lechuza, bastante sui generis, con su figura de gallo y cabeza de gato, que con sus graznidos delataba la presencia de los brujos. Finalmente, apareció en el escenario vacío un Caballo Marino, uno de los medios de transporte de los brujos; animal grande, feo y fuerte, pues en su grupa caben holgadamente los trece brujos integrantes del grupo de brujos y brujas conocido con el nombre de Mayoría pero, esta vez, galopaba por el escenario sin llevar a nadie sobre su grupa y sin percatarse de la presencia del Coo.

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A la mañana siguiente, Martín despertó con mucha hambre, y en compañía del abuelo tomaron el contundente desayuno de la Hospedería, que incluía hasta huevos de campo fritos. Martín preguntó qué significaba Tenaún. El abuelo contestó que significaba el lugar donde se quedó Ten-Ten Vilú, hoy convertida en unas hermosas colinas llenas de bosques. Pero una característica que sólo se da en estos lugares, es una Minga Náutica, es decir, el traslado de una casa, en parte, por tierra y, en parte, por mar. En eso estaban conversando y mirando el mar cuando, ante el asombro del niño, vieron cómo pasó frente a ellos, una casa navegando que era conducida de una isla a otra.

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En la tarde llegaron unos compañeros del colegio de Martín, que se habían enterado que estaba con su abuelo en Tenaún. Eran cuatro chicos de la misma edad de Martín, andaban navegando en un yate del papá de uno de ellos, que los había invitado a conocer el Golfo de Ancud. Martín pidió permiso para ir con sus amigos, el abuelo estuvo de acuerdo, pero con la condición de hablar con el papá de Nicolás, uno de los chicos que estaba en ese momento en el yate. Después de una comunicación telefónica entre el abuelo y don Francisco, que así se llamaba el papá de Nicolás, quedó otorgado el permiso. Una vez en el yate, que era amplio y confortable, iniciaron la travesía para recorrer el Golfo de pun-

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ta a cabo, lo que duraría hasta la noche, de manera que navegarían en la oscuridad. Efectivamente, el recorrido estaba por completarse a las 11 de la noche, por lo que dormirían en el yate que tenía seis camarotes, además de un compartimiento más amplio donde dormiría don Francisco. Pasadas las 11 de la noche, salieron todos a cubierta, que era amplia y con asientos, porque don Francisco quería enseñarles los nombres y ubicación de las estrellas, que esa noche se distinguían nítidamente. Mientras don Francisco les explicaba el tema de las galaxias logrando captar el interés de su joven auditórium, se produjo un hecho extraordinario, aproximadamente, a un kilómetro de distancia unas luces muy brillantes llamaron su atención provenientes de un enorme barco que iluminaba una gran superficie a su alrededor. Don Francisco se dio cuenta que lo que estaban avistando era el Caleuche, sin decir nada a los jóvenes, tomó el timón, puso el motor en su máxima potencia y se alejó del lugar hasta perderse de vista internándose en el Golfo, mientras el Caleuche permanecía en alta mar.

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Martín estaba alucinado con todas las experiencias que había vivido en Chiloé. A la medianoche, todos ocuparon los camarotes y se durmieron profundamente, don Francisco se preocupó que así fuera, después se dedicó a asegurar el ancla, para que el yate permaneciera donde estaba fondeado, volvió a su camarote y se durmió como el resto de la tripulación. Al día siguiente, don Francisco arribó con su yate a la rampla de Tenaún para dejar a Martín con su abuelo, el niño había grabado en su memoria un cúmulo de experiencias que guardaría para toda la vida. Finalmente, Martín y el abuelo se despidieron de Dalva y Pilo y partieron al Aeropuerto de Mocopulli, desde donde volaron hacia Santiago, allí los esperaban Daniela, la hija del abuelo y madre de Martín y la abuela Julia. Después de recoger las maletas, tomaron el auto y volvieron a Viña del Mar. El abuelo y Martín conservaban, como un tesoro, el encanto y la magia de la Isla.

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Luciano y los extraterrestres Luciano iba a su colegio caminando, en una ocasión descendió frente a él una nave espacial redonda de la que bajaron 2 figuras del tamaño de Luciano, pero azules y transparentes, habitantes de un planeta llamado Argón, al que lo invitaron y donde Luciano se quedó para siempre. El colegio al que acudía Luciano quedaba cerca de su nueva casa, por lo que el niño se iba solo caminando. Salía temprano en la mañana y volvía a la hora de almorzar. Esta operación la realizaba de lunes a viernes, cada semana, de manera que se le había hecho casi mecánica y, al parecer, carecía de toda opción de aventura. Sin embargo, una semana, más específicamente, a mediados de semana, es decir, un día miércoles ocurrió algo inesperado y extraño, mientras caminaba por una calle, en ese momento solitaria, descendió frente a él una nave redonda y luminosa de un tamaño más bien pequeño, abrió una puerta replegándola en su estructura, sin que ésta perdiera su forma. Por ella, descendieron dos figuras azules y transparentes del mismo tamaño de Luciano, lo saludaron amablemente, pero sin emitir sonido alguno, pues eran mudos, de manera que lo hicieron telepáticamente; pronto entablaron un diálogo

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con Luciano, que lejos de asustarse por el extraño incidente, se entusiasmó, porque como líder aventurero de su curso, siempre se estaba imaginando situaciones límites donde él era uno de los protagonistas. Rápidamente, le informaron que necesitaban un elemento que se había agotado en el planeta del que venían y, por la descripción que le dieron, Luciano cayó en cuenta que se trataba de arena. Les dijo que en la Tierra había en abundancia y que él les podría indicar dónde conseguirla y acompañarlos en la nave, pero, si se ausentaba del colegio tendría problemas. Las figuras azules eran argónidas, provenientes de un lejano planeta llamado Argón, le dijeron que subiera a la nave, que eso se podía arreglar fácilmente y procedieron, de inmediato, a hacer un clon de Luciano al que programaron con su personalidad y memoria. Así, lo enviaron al colegio. Entraron a la nave donde había un tercer tripulante azul y transparente, como sus compañeros, pero de género femenino, cuyo nombre era Ademordna, esta lo saludó, sonriente y mostrándole un mapa le preguntó adónde debían dirigirse, entonces, el niño indicó la playa donde solía pasar las vacaciones con sus padres. Ademordna, que era la que conducía la nave, llevó a cabo una maniobra y la nave se hizo invisible, luego emprendieron el vuelo, que no duró más de cinco minutos, por la velocidad de desplazamiento de la nave. A esa hora no había nadie en el lugar, de manera que aterrizaron sin mayores problemas, y bajaron a la playa. El júbilo de los argónidas era indescriptible, había allí el elemento que necesitaban y en abundancia, mediante un sistema laser succionaron casi un cuarto de tonelada de arena, que guardaron en un depósito que tenía la nave en su parte inferior. Luciano estaba fascinado con todo lo que estaba ocurriendo, porque esta sí que era una aventura, para un niño tan pequeño como él que no tenía más de doce años. Los argónidas invitaron al niño a su planeta, lo que el niño aceptó de inmediato.

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Ademordna tomó los controles de la nave, que consistía en un panel con una superficie de diversos colores, que llamó la atención de Luciano, que todavía no salía de su asombro. Una vez instalado en el interior de la nave, que era amplio y confortable, Luciano miró con detención a Ademordna, que era una auténtica belleza, aunque azul y transparente. Ella, por primera vez, miró detenidamente a Luciano y sus ojos azules, como su cuerpo, brillaron de una manera especial.

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Al cabo de un poco más de una hora, la nave entró en la atmósfera de Argón, que también era de un tono azulado. Llegaron a una ciudad de enormes edificios redondos, los árboles de la calle, también azules, semejaban árboles de pascua, Luciano contemplaba todo esto maravillado, sabiendo que cuando tratara de contarlo nadie le creería. El clon de Luciano llegó al colegio un poco antes que sonara la campana que indicaba el comienzo de las clases, la primera hora era la clase de matemáticas en la cual Luciano, a veces, se aburría. Sin embargo, esta vez hubo un cambio que sólo lo notó la profesora, quien se alegró mucho, como nunca antes Luciano participó respondiendo

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sus interrogaciones acertadamente. En el recreo se quedó en su puesto y siguió resolviendo los problemas que figuraban en su libro de matemáticas. Después del recreo, correspondía la clase de inglés, en la que Luciano participó activamente, ante el asombro y alegría del profesor Mister Rodríguez. Terminada las clases, Luciano tomó su mochila y emprendió el regreso a su casa, caminando como lo hacía cada semana. En la casa lo esperaba ansiosa su hermana menor, Carmencita, tan pronto lo vio se le iluminó la carita con una gran sonrisa, Luciano la besó y abrazó y se puso a jugar con ella, lo cual alegró, a la vez, que extrañó, a su madre. Guito, su hermano mayor, fue el único que notó algo extraño en Luciano, pero no supo cómo explicárselo. Un poco más tarde llegó Ignacio, el padre de los niños, que tampoco advirtió nada raro en Luciano. Reunida toda la familia departieron por espacio de media hora, después se retiraron a sus respectivos dormitorios. Los argónidas no tenían edad, es decir, no envejecían, porque eran creados de una vez, con el que sería su aspecto definitivo (eran fenotípicamente muy pa-

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recidos a los humanos), por lo tanto, para Ademordna la edad de Luciano carecía de importancia. Una vez que guardaron la nave, Ademordna invitó a Luciano para mostrarle Argón, lo que este aceptó de muy buen grado, entonces, ella lo tomó de la mano provocando un grato asombro en el niño, porque era blanda y de temperatura similar a la suya. Luciano se dejó conducir por su nueva amiguita, que lo había conquistado por su belleza y simpatía. Luego de despedirse de Notorp y Nortcele, comenzó el recorrido por Argondille, la capital de Argón, mientras caminaban por el pavimento azul pálido de la calle, se cruzó frente a ellos, una especie de dragón azul, pero del tamaño de un perro. Luciano, asombrado, se maravilló observando al pequeño dragón que él conocía, pero como un animal fantástico enorme y como habitante de los cuentos de su infancia. Sin soltarse de la mano de su nueva amiguita, entraron en uno de los edificios redondos, una vez en su interior, entraron a la caja del ascensor que no tenía receptáculo y fueron aspirados hacia arriba, donde ella dio una orden telepática y se detuvieron en el piso 282, salieron y se dirigieron a uno de los departamentos que era la casa de su amiguita argónida, este era enorme y todos los muebles tenían un diseño gaudiano, ya que en ninguna parte del departamento había rincones. Llamó, poderosamente, la atención de Luciano, un objeto que le pareció debía ser un teléfono que, también, era redondo, del tamaño de un plato de una taza de té, donde los mensajes quedaban escritos en su visor que, además, tenía una pequeña luz también redonda, que se encendía cada vez que se había enviado algún mensaje. Ademordna, advirtió el asombro que todo lo que estaba viendo le producía a Luciano, de manera que decidió enseñarle cómo funcionaba todo en el departamento.

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-Mira Luciano, le manifestó telepáticamente, -te voy a mostrar la caja de levitación que te va a encantar-, acto seguido lo llevó a una cabina similar a las cabinas telefónicas que Luciano conocía, lo hizo entrar y al cabo de cinco minutos Luciano abandonó la cabina y comenzó a levitar, situación que le resultó gratísima, Ademordna, entonces, sin necesidad de entrar a la cabina, comenzó a levitar a su lado, volvió a tomarlo de la mano y flotando lo condujo por todos los espacios del departamento. Además, decidió explicarle cómo era la vida de los argónidas en su planeta. No existía la propiedad privada, como en la tierra. Todo era de todos, y en eso, no había problema, porque además el principal lazo de unión entre los argónidas era la amistad y todo lo compartían alegremente, es decir, la solidaridad presidía las relaciones de esa comunidad. Las relaciones entre ellos eran empáticas, fundadas en el compromiso, siempre estaban dispuestos a ayudar a quien lo necesitase. Esto era fácil de realizar, porque como la relación entre ellos era telepática, no cabía la posibilidad de engaño y traición. La transperencia presidía la vida en la comunidad argónica. En este orden de cosas, la ética funcionaba en plenitud. Más tarde, volvieron a la caja del ascensor, Ademordna dio una instrucción telepática y fueron transportados hasta la planta baja, una vez allí, salieron a la calle, esta vez Luciano pudo ver lo que supuso eran automóviles y buses, todos redondos y sin ruedas, pues se deslizaban sin tocar el suelo impulsados por un colchón de aire situado en su parte inferior, Ademordna condujo a Luciano a uno de esos vehículos, era el suyo y lo había ubicado en un costado del edificio redondo del que recién habían salido. El vehículo era muy confortable y se trasladaron en él, a gran velocidad, hacia un lugar que Luciano no pudo determinar, porque en ese ámbito, o sea, el planeta Argón, el niño no tenía ningún referente. Después de media hora, llegaron a un lago de aguas celestes y arena, o algo parecido a la arena, también celeste, Ademordna detuvo el auto y se bajaron, entonces, se bañaron en esas aguas que tenían una temperatura muy agradable, nadaron hasta llegar a una pequeña isla en el lago Cuentos del Abuelo Filósofo

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donde se pusieron a descansar. Luciano se quedó profundamente dormido, porque estaba muy cansado, después de nadar por casi media hora. Ademordna que estaba encantada con Luciano, veló su sueño mientras lo contemplaba y admiraba, pues nunca antes se había interesado tanto en una persona de sexo masculino. Al parecer después de mucho tiempo, porque como los argónidas no envejecen, la cantidad de años que tenía desde que había sido creada eran más de cien veces los años que tenía Luciano, y esta era la primera vez que le pasaban cosas que no había sentido nunca antes, es lo que en la tierra llamamos enamorarse.

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Una vez que Luciano despertó, subieron al auto redondo y regresaron a Argonville, al departamento de Ademordna, Luciano se instaló en un sofá muy confortable y le manifestó a Ademordna que tenía hambre. Ella acercó una mesa y le dijo a Luciano que esperara un par de minutos, al cabo de los cuales llegó con una máquina, un poco más grande que el microondas de la casa de Luciano, en la que se fabricaban alimentos de acuerdo a un índice que tenía incorporado y clasificado por planetas donde, por cierto, la mayor cantidad de la oferta eran los alimentos más requeridos por los argónidas. Luciano quiso comer una sopa y un bistec con papas fritas y piña de postre. Ademordna consultó el visor en el área de la Tierra y, afortunadamente, encontró lo que el niño quería. Luciano que tenía mucho apetito se lo comió todo, ella en cambio, comió sólo una gran barra de lo que parecía chocolate pero, en realidad se trataba de una sustancia muy nutritiva llamada argonella, que era la comida predilecta de los argónidas. Después, Ademordna le preguntó si quería ver una película, a Luciano le encantó la idea y le dijo que le gustaría mucho ver una de James Bond, entonces, ella se sentó al lado de él y en el muro que era recto se empezó a proyectar Operación Skyfall. Terminada la película Luciano tenía mucho sueño, de manera que Ademordna lo llevó a un dormitorio, cuya cama era redonda, Luciano se acostó y se durmió profundamente.

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A la mañana siguiente, Ademordna le llevó desayuno y aprovechó la ocasión para conversar con Luciano sobre el futuro, es decir, la pregunta era si es que Luciano quería quedarse en Argón con ella y dejar al clon en la Tierra. Luciano le dijo que no quería separarse de ella, pero que necesitaba ver a su familia, para lo cual tuvo que explicarle a Ademordna qué significaba esto de la familia, ella entonces entendió lo que le ocurría a Luciano y le propuso que cada vez que necesitara estar con su familia podían ir a la Tierra y reemplazar al clon, pero que no se separara de ella. A Luciano le pareció una buena solución, entonces ella le dijo que podía someterlo a una operación larga y difícil que lo convertiría en inmortal, como todos los argónidas, y por lo tanto, cuando Luciano envejeciera y muriera, cosa que ocurriría a través del clon, él se podría quedar con ella para siempre. Al cabo de muchos años, el clon de Luciano envejeció y después que se murieron sus padres y su hermano mayor y Carmencita era una anciana, el clon de Luciano sufrió una falla cardíaca y murió. Luciano, ya inmortal, voló en un viaje definitivo a Argón para quedarse con Ademordna para siempre, lo cual lo hizo muy feliz. En cierta ocasión que Luciano después de mucho tiempo, varios siglos para ser preciso, estaba en el baño de su departamento en Argón se miró al espejo y advirtió que se había tornado completamente azul, suspiró profundamente, salió de la habitación bajó al primer piso del edificio redondo y se alejó silbando.

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Carmencita y el Caracol

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Carmencita descubrió en su jardín un caracol y entabló con él un sugerente diálogo, al tiempo, que éste la redujo de tamaño para que participara en su microcosmos botánico, hábitat de chanchitos de tierra, un escarabajo, una lombriz, una araña y un chincol. Carmencita disfrutó de esta aventura plena de alegría y enseñanzas. Carmencita jugaba en el jardín de su casa cuando una huella luminosa le llamó la atención, empezó a seguirla hasta llegar a un caracol que estaba posado en uno de los senderos del jardín, entonces, dirigiéndose al caracol le dijo: - Caracol, caracol sacas tus cachitos al sol. - Caracol, caracolito muéstrame tus cachitos. El caracol detuvo su marcha y dirigiéndose a la niña le dijo con una voz muy melodiosa: - Carmencita, Carmencita, feliz cumpleaños amiguita. La niña asombrada pero, a la vez, feliz le contestó: -Caracol hoy día como es mi cumpleaños, me van a hacer una fiesta y me gustaría que vinieras, pero antes dime ¿cómo te llamas? -Me llamo Facundo y nací en tu jardín y me gustaría mostrarte muchos lugares que tú no conoces. Cuentos del Abuelo Filósofo

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-Qué rico respondió la niña, pero va a ser un poco difícil porque soy muy grande. -No te preocupes, porque yo arreglo eso rápidamente. -Pon tus manitos sobre tu corazón y cierra los ojitos-, dijo Facundo. La niña obedeció las instrucciones del caracol y quedó de su misma estatura, al abrir los ojos se encontró en un inmenso y frondoso bosque, que así se veía ahora su jardín. Facundo, entonces, le pidió que lo siguiera porque le quería presentar a sus amigos; se trataba de un chanchito de tierra, llamado Marcos; un escarabajo verde, llamado Nibaldo; una araña, llamada Estefanía; una lombriz, llamada Laura; y un chincol, llamado Porfirio. Los fue presentando, uno a uno, los que la fueron saludando cordialmente. Carmencita, por cierto, estaba encantada con la situación y los nuevos amigos.

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Marcos, le habló del mundo del jardín, en el cual ellos habían construido muchos túneles, dentro de los cuales habían instalado sus casas los chanchitos de tierra, que eran un poco más de un centenar. Marcos la invitó a la suya, lo que la niña aceptó de muy buen grado, los túneles eran un poco oscuros, porque contaban con pocas luciérnagas dispuestas a quedarse quietas en un mismo lugar, pero en la casa de Marcos había suficientes y que la iluminaban perfectamente. La niña estaba fascinada con esta nueva e inesperada experiencia que estaba viviendo. Una de las cosas que le llamó poderosamente la atención fue la cordialidad en el trato que había entre todos esos seres que vivían en su jardín. Otra lección que sacaría más tarde, es que la diversidad lejos de impedir las buenas relaciones, las estimula, por ejem-

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plo, la presencia del pluralismo y la tolerancia traducida en el respeto por el otro. Después de regresar de la casa de Marcos, le tocó el turno a Nibaldo que estaba un poco nervioso, porque para ellos esta era una experiencia, tan nueva, como para Carmencita. -Mira, Carmencita, yo te voy a mostrar el jardín desde arriba volando, aunque yo no me puedo elevar demasiado, desde arriba se puede ver todo y es la única manera de verlo todo en amplitud y ordenado y la mejor manera de entender el significado de las cosas. -No entiendo lo que me quieres decir-, contestó la niña. -Lo que te quiero decir, es que podrás saber lo que es bueno y lo que es malo. Lo que puedes y debes hacer como, por ejemplo, el respeto por tus mayores y lo que no debes hacer, como burlarte de tus amigos -explicó Nibaldo. -Después vamos a ir a mi casa que está en un rosal, porque yo vivo dentro de una rosa amarilla, suave y fragante, estoy seguro que te va a encantar. -Claro que sí! -dijo Carmencita- ¿Me dijiste que te llamabas Nibaldo, verdad? -Eres muy linda, Carmencita, ahora súbete a mi lomo como si yo fuera un caballito para que empecemos a volar, -respondió Nibaldo. Una vez que la niña se instaló en el lomo del escarabajo, emprendieron un corto vuelo para terminar posándose en una hermosa flor de color amarillo. Los pétalos de la rosa eran suaves y perfumados, lo que encantó a la niña que se acomodó dentro de la rosa mientras inhalaba su aroma.

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- Espera Carmencita, te voy a dar de beber un néctar que sacamos de estas flores y que es muy agradable. Sólo en ese momento, la niña se dio cuenta que tenía mucha sed y el néctar que le dio Nibaldo le encantó. - ¿Dónde compras este néctar tan rico? - preguntó la niña. - Nosotros no tenemos que comprar nada. Todo lo sacamos del jardín y lo compartimos entre todos-respondió Nibaldo. - Entonces ¿Uds. no tienen supermercados y tampoco tienen plata? -dijo la niña.

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- ¿Qué son los supermercados? ¿Qué es la plata de que hablas Carmencita?, preguntó Nibaldo. - Es donde mis papás van a comprar las cosas para la despensa de casa Respondió la niña. Qué raro, pensó Nibaldo, entonces, los humanos no comparten ni siquiera entre ellos las cosas que necesitan, en cambio nosotros en el jardín lo compartimos todo. Después de conversar un rato con el escarabajo, volvió a montar sobre su lomo y volaron hasta donde estaba el caracol. - Muchas gracias Nibaldo, sabes, me encanta tu color verde, -dijo la niña. - Bueno, déjame contarte respondió el escarabajo, este color verde me permite mimetizarme cada vez que estoy en peligro; si me paro en una rama verde me hago invisible.

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Al ver la cara de asombro de la niña, Nibaldo le explicó que mimetizarse significaba camuflarse, o sea, confundirse con el paisaje para pasar inadvertido. - Hola Carmencita- saludó Estefanía, la araña. - Yo quiero llevarte hasta mi tela, que es muy resistente, para que puedas saltar y bailar en ella. - Claro, respondió Carmencita, me encantaría saltar en tu tela. - Sígueme, porque estamos muy cerca, sólo tenemos que subir por el tallo de esta flor.

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La araña era muy simpática, entonces, Carmencita se preguntó: - ¿Por qué los mayores le temían a las arañas? -Y ella misma se contestó: - Lo que pasa es que no las conocen. Carmencita siguió a Estefanía subieron por el tallo que había indicado la araña y llegaron a la tela, efectivamente, era muy resistente, de manera que Carmencita pudo saltar y correr por la tela de Estefanía, lo que la divirtió enormemente. Cuando se cansó de saltar y correr por esa tela, volvieron al tallo y bajaron para reunirse nuevamente con Facundo que las estaba esperando. Esta vez le tocó el turno a Laura, una lombriz de color rojizo pálido que saludó cordialmente a la niña.

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- Hola, Carmencita, qué rico que hayas venido a vernos! -saludó la lombriz, para agregar a continuación yo también vivo en los túneles.

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A Carmencita le llamó la atención la forma que tenía Laura y le preguntó. - Hola Laura, dime -¿Por qué tienes esa forma de anillos en tu cuerpo? - Esos anillos me permiten moverme mejor en la tierra, porque no tengo patas como Marcos, y eso me obliga a reptar- fue la respuesta de la lombriz. - ¿Y qué es reptar? -preguntó la niña. - Arrastrarse para ir de un lugar a otro, es equivalente a lo mismo que Uds. hacen cuando caminan. Carmencita aceptó la invitación de Laura y entraron en los túneles hasta llegar a la casa de Laura, que era alargada y también estaba iluminada por luciérnagas. Una vez en la casa de Laura, esta le ofreció una fruta llamada mogalín muy parecida a la uva, dulce y con forma de racimo, que Carmencita comió encantada porque tenía un poco de hambre. Carmencita le hizo muchas preguntas a Laura sobre el mundo del jardín. Después de comer mogalín, en suficiente cantidad, volvieron por los túneles hasta donde estaba Facundo. Finalmente, le tocó el turno a Porfirio, el chincol, que estaba muy ansioso, porque al ser el último había tenido que esperar mucho tiempo. - Hola Carmencita, nos alegra mucho que hayas venido y puedas conocer nuestro mundo. - Yo me llamo Porfirio y puedo volar muy alto. Mi casa está en la copa del árbol más grande del jardín. Súbete a mi lomo y te la voy a mostrar. Carmencita obedeció las instrucciones que le daba Porfirio y volaron hasta su nido. Este era muy confortable, porque estaba hecho con ramas y Cuentos del Abuelo Filósofo

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plumas. Carmencita se acomodó entre las plumas, que eran blanditas y abrigadoras. Le preguntó a Porfirio si conocía muchos lugares. -La verdad, Carmencita, que no muchos, pero tengo unas amigas alondras que me han invitado a sus casas que quedan en Capistrano, en Italia, y en esos viajes he pasado por Capadocia, -le contó Porfirio. -¿Y eso dónde queda? -preguntó la niña. -En Turquía central, fue la escueta respuesta del chincol.

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Después de un rato de conversación, Carmencita manifestó su deseo de comer otro poco de mogalín, a lo que Porfirio muy solícito le trajo una buena cantidad de la fruta que Carmencita comió con gran apetito. Finalmente, montada en la espalda del chincol, volvieron donde estaba Facundo, el caracol. Entonces, empezó a llover, profusamente, con unas gotas que a la niña le parecieron enormes, entonces Facundo le dijo: -Carmencita, mejor te refugias en mi casa hasta que pase la lluvia. Carmencita se introdujo en la concha de Facundo que era un espiral y estaba calientito. Tan pronto pasó la lluvia salió de la caparazón de Facundo y le dijo a este que quería volver con sus papás. Facundo hizo el pase mágico y la niña recuperó su tamaño. Corrió donde su papá a contarle lo que había pasado en el jardín y de sus nuevos amigos. Él la miró tiernamente y le dijo: -Bueno mi amor, un día de estos me presentas a tus amigos y hacemos una fiesta con ellos. La niña quedó muy complacida con la respuesta de su papá, lo tomó de la mano y juntos entraron a la casa, porque era la hora del almuerzo y el resto de la familia, su mamá y sus hermanos ya estaban sentados a la mesa.

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Lani aviador, viaja en su globo por Chile El hada madrina le fabricó un globo para que Lani viajara por Chile y conociera la patria de su papá.El periplo, a lo largo de Chile, estuvo pleno de aventuras y aprendizajes que el niño disfrutó y enriquecieron su condición multicultural. Cuando Lani Emilio se asomó a la vida, desde la panza de Silke, su mamá, en la primavera del auspicioso año 2006, un arco iris se dejó ver en toda la extensión de la Isla Norte, de su patria oceánica, Nueva Zelanda. Tan singular evento, signaría, desde los comienzos de su vida, su vocación de ciudadano del mundo. Cuestión que no podía ser de otra manera, dada su condición multicultural: neozelandés, de madre alemana y padre chileno. Desde su vida intrauterina, Lani había empezado a comprender la fortuna y compromiso vital que significaría para él, poseer esta condición que le permitiría hablar muchas lenguas, comprender las diversas cosmovisiones y ser un puente para propiciar el encuentro entre diversas culturas. Asunto que terminaría por comprender más tarde, cuando su abuelo filósofo le explicara que la primera interpretación global del mundo ocurre mediante el lenguaje, según lo había enseñado Hans George Gadamer, otro filósofo, oriundo del país de su mamá.

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El escenario de la vida cotidiana de Lani, era fascinante; vivir empinado frente al océano Pacífico, con la mirada perdida en el horizonte, le permitiría, vivir, imaginar y soñar múltiples aventuras compartidas, por ejemplo, aquellas que lo llevarían a cruzar ese enorme océano rumbo a América Latina, continente de Jóse, su papá. Muchos de esos juegos, donde fantasía y realidad se confundían, en interminables espejismos infantiles, eran realizados junto a sus inseparables compañeros de aventuras, además de confidentes y amigos, su hada madrina, María Elena y su osito Romeo.

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María Elena, el hada madrina de Lani, era una mujer algo rechoncha de rostro gracioso y juvenil, pero muy gentil y acogedora, era como su ángel de la guarda, quería y cuidaba al niño alejándolo de cualquier peligro. Era invisible para el resto de la gente y en ocasiones hasta para el propio niño. Éste, había manifestado su interés en conocer Chile, el país de su papá, ubicado muy lejos de Nueva Zelanda. María Elena quería cumplir ese deseo del pequeño. Para llevarlo a cabo, usó uno de sus poderes como hada, se introdujo en un sueño profundo del niño y moviendo su varita mágica, construyó un hermoso globo aerostático de muchos colores, de un tama-

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ño adecuado para que fuera cómodamente volando con su osito Romeo, que ahora sería su co-piloto, además, era como amigo y confidente, estaba siempre con el niño y lo acompañaba a todas partes. Ese viaje le permitiría conocer el país de José, su papá, pero también conocería a sus tíos, a su tía Catalina, que había visto en su casa de Nueva Zelanda, a sus primos Guito, Martín, Luciano, a su tata, a las abuelas Julia y Keka y, además, a la más pequeña del grupo, y la única prima Carmencita. El sistema de manejo del globo era elemental, tenía una sola palanca con tres movimientos, uno para despegar, subir y deslizarse por el aire, otro para bajar y un tercero para aterrizar. En esta ocasión, María Elena se hizo invisible para acompañar a Lani y Romeo, además de cautelarles el viaje. El hada había consultado un mapa de la región, y se había dado cuenta que lo mejor era seguir una imponente cadena montañosa de altas cumbres, llamada Cordillera de los Andes, que significa montaña que se ilumina, en voz aymara, que recorría el país de norte a sur, desde el límite norte, en Arica, hasta la Antártida. Siendo su cumbre más alta Nevados Ojos del Salado de 6.893 msnm. Luego de instalarlos arriba del globo, los dejó listos para empezar el periplo de más de 8.000 kilómetros, siguiendo la línea de la cordillera salpicada de volcanes. Una vez tomada esa ruta, volaron por la zona del altiplano, la primera ciudad que avistaron fue Arica. El pequeño sobrevoló el Morro, extasiado por lo que veía, su osito Romeo también se deleitaba con el panorama. -Mira Romeo, ese cerro se llama Morro de Arica, y dice mi papá que fue muy importante en la Guerra del Pacífico; -pero ¿Sabes? el abuelo le enseñó que de acuerdo al militar prusiano, Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz, la guerra es el último argumento para dirimir o resolver un diferendo entre las naciones, una suerte de mal menor que, en definitiva, siempre es mal. ¿Y quiénes son los chilenos?, -preguntó el osito, muy interesado, pero sin entender mucho lo que le decía su amiguito. Cuentos del Abuelo Filósofo

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-Bueno, mi papá, mi tata, mis tíos, mi tía Catalina, mis primos, la Carmencita y mis abuelas Julia y Keka.

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Sobrevolaron varias veces el Morro, después siguieron viaje hasta llegar al lago Chungará, repleto de motas rosadas, que Lani confundió con un algodón, un dulce que su papá le había comprado en Berlín, cuando estuvieron visitando a sus abuelos alemanes, pero al acercarse descubrió que eran unos hermosos pájaros de patas muy largas, llamados flamencos. Lani no lo podía creer, y cuando los flamencos emprendieron vuelo pintando el cielo, enteramente, de rosado, eso, terminó por extasiar al pequeño. Después de tantas emociones, Lani se dio cuenta que tenían hambre, por lo que decidieron continuar el viaje. Una vez, arriba del globo, despegaron y bajaron hacia el valle de Azapa, donde aterrizaron, para hartarse comiendo las más deliciosas frutas, e incluso algunas aceitunas. Tras dormitar un rato, despegaron rumbo a Iquique. María Elena, su hada madrina tenía poderes que le permitían manejar el tiempo, por lo Cuentos del Abuelo Filósofo


tanto, los vuelos eran muy breves, como para que un niño como Lani no se fatigase. Incluso en el sueño, como era, justamente lo que ocurría en ese momento, aterrizaron en plena playa de Cavancha, se mojaron los pies y corrieron por la arena acariciados por el sol. Lani quedó con ganas de comer más fruta, de manera que invitó a Romeo para que subieran nuevamente al globo, despegaron y volaron esta vez hacia el oasis de Pica, también tenían mucha sed, de manera que apenas aterrizaron fueron en busca de naranjas, además, comieron guayabas y mangos hasta quedar satisfechos. Esta vez, Lani se puso previsor y en una bolsa que consiguieron cargaron una buena provisión de esas frutas deliciosas. Se elevaron nuevamente rumbo a Antofagasta, allí los esperaba la Portada, célebre roca asentada en el mar, jugaron a pasar con el pequeño globo cientos de veces, con gran diversión para Lani, que era ya un eximio piloto, y con el susto permanente de Romeo el osito, que era asustadizo y no había volado nunca antes. Cuentos del Abuelo Filósofo

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Sin detenerse, siguieron vuelo hasta San Pedro de Atacama, primero, sobrevolaron el Valle de la Luna. Allí, Lani decidió aterrizar para observar de cerca las rocas que tenían un diseño lunar. En eso estaba, observándolas de cerca, fascinado, cuando del hueco de una de ellas salieron unos personajes más pequeños que Romeo, de orejas puntudas y de un color metálico y brillante, quiénes dirigiéndose a Lani, se presentaron: -Somos selenitas y vivimos entre estas rocas-, dijeron. Lani, lejos de asustarse, entabló una amena charla con estos fascinantes personajes. Presentándose dijo: -Soy Lani de New Zeland.

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Ellos le contaron de la vida en el desierto y que habían llegado en unas naves desde fuera de la tierra, precisamente, desde la Luna. -Pero no temas, no somos belicosos, solo queremos estar en paz. Lani les dio la bienvenida en nombre de la humanidad y dijo: -Podríamos jugar todos juntos. Pero antes, queremos que sepas que estamos aquí, aunque no es nuestro lugar originario-, dijo el selenita. -¿Es la Luna? -interrumpió Lani. Sí, dijo Mogadón -Que así se llamaba el selenita que dialogaba con Lani. - En la Luna, se terminó el azoe, necesario para nuestro organismo y, en este lugar, hay en abundancia. - ¿Y eso qué es? -Preguntó el niño, muy interesado.

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- Es un líquido de color esmeralda que hay en el interior de estas rocas y es nuestro alimento. -contestó el selenita. Siguieron conversando largo rato, sobre todo contestando todas las preguntas que hacía Lani, y que Mogadon estaba encantado de responder. Más tarde, decidieron ir hasta el Museo del Padre Le Paige, donde aterrizaron, y partieron a ver las momias. Lani miraba con gran curiosidad, mientras Romeo se asustaba con cada nueva momia que veía, sin atreverse a hablar y menos a preguntar nada.

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Suspendidos en el cielo se preparaban para una larga travesía por el Desierto de Atacama, el más árido del mundo, sin embargo, ocurrió algo fantástico que maravilló al niño, que tenía una capacidad infinita de asombro. Al mirar hacia la arena, descubrió que esta estaba poblada de múltiples colores, por kilómetros de kilómetros, descendieron en el globo y se posaron en medio de esa maravilla. Se trataba de un fenómeno que ocurre, muy de tarde en tarde, es algo fantástico y se llama desierto florido, después de llenar los ojos de esos increíbles colores y los pulmones de aire limpio, se elevaron una vez más, pero ahora el viaje fue más largo, aunque como siempre en poco tiempo, llegaron a La Serena, sobrevolaron el faro y también la Cruz de Coquimbo aterrizaron en La Herradura. Otra vez se mojaron las patitas, corrieron por la playa y enfilaron hacia La Recova, lugar lleno de tesoros, para un niño como Lani que adoraba los mercados y las ferias artesanales, en eso y en su talante aventurero, se parecía a su tía Catalina; mercados y ferias eran lugares de encuentro de la diversidad y la riqueza cultural de cada geografía. Despegaron, nuevamente, para otro largo recorrido que los llevaría a Valparaíso y Viña del Mar. Primero, en Valparaíso anduvieron en los ascensores que, en realidad, son pequeños funiculares. Después se dirigeron a la Isla de Pascua. Rapa-Nui, Te-Pito-Henúa o el ombligo del mundo son algunas de las denominaciones de la isla, que tiene una sola ciudad, Hanga Roa. Cuentos del Abuelo Filósofo


Allí los llevó María Elena para averiguar qué lugares interesantes podrían conocer. Les recomendaron una cueva y dos volcanes. Comenzaron por la cueva llamada Tahai, en ella hay inscritos unos petroglifos. María Elena, explicó a Lani el tema de los petroglifos, inscripciones realizadas en las piedras que dejan constancia de las costumbres de la gente que vivió en esa época. Lani, siempre ávido de conocer cosas nuevas, miró con mucha atención cada uno de los petroglifos de la cueva, Romeo no se interesó mayormente en el asunto. Después fueron al volcán RanoKau, que era muy grande y su cráter estaba convertido en un lago, lo sobrevolaron en el globo, muchas veces, para el deleite del niño. El otro volcán que visitaron fue RanoRaraku, este es uno de los más importantes, porque ahí están las canteras de la que los rapanuis sacaban la roca volcánica para esculpir los mohais, esas enormes esculturas que tanto le llamaron la atención a Lani y que han hecho famosa a la isla en todo el mundo. Antes de partir, Lani manifestó a María Elena su deseo de bucear en el mar de la isla, porque quería ver a los pescaditos de colores y nadar como ellos, el hada no pudo menos que complacerlo, se sumergió con el pequeño y se maravillaron juntos al ver peces con coloridos increíbles, unos peces como globos con rayas verdes, amarillas, azules y naranjas. Lani atesoró en su memoria esa verdadera sinfonía de colores que el mar de la isla les ofreció, en esa, la más recordada aventura del niño en la Isla de Pascua. Una vez que Lani y Romeo estuvieron instalados en el globo, María Elena se hizo de nuevo invisible. Regresaron a Valparaíso y desde ahí, enfilaron hacia Santiago, la capital de Chile. En Santiago, fueron al Parque Metropolitano en el cerro San Cristóbal. Subieron en el funicular, un trencito que llega hasta una enorme estatua de la virgen, emplazada en la cumbre del cerro, después se fueron a dar un paseo en los carritos colgantes del teleférico, que asustaron, una vez más, a Romeo. Cuentos del Abuelo Filósofo

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La siguiente visita fue al Zoológico. Lani alucinaba con cada uno de los animales, mientras Romeo conversaba con ellos, pero con los que tuvo una charla muy larga y entretenida fue con los osos, que le encontraron una pinta de motoquero, ellos se habían enterado que así le decían a algunos visitantes que se vestían de un modo similar a Romeo este, por supuesto, no tenía idea siquiera de la existencia de los motoqueros. Después volaron hacia la ciudad de Valdivia, se dirigieron hacia el Mercado Fluvial, para ver a los lobos marinos que juegan en el río, frente a ese lugar de Valdivia justo debajo del puente que cruza a la Isla Teja. Descansaron en la plaza de La República y, otra vez, emprendieron viaje rumbo a Chiloé. Después de cruzar el canal de Chacao llegaron a Ancud, allí contigua a una iglesia, había una serie de esculturas que llamaron la atención de Lani, siempre ávido de conocer. Como quedaba poco tiempo para que se terminara el sueño de Lani, y antes que despertara, despegaron por última vez, rumbo a Magallanes. El viento, que en esa zona es muy fuerte, les produjo algunas turbulencias, pero María Elena, se preocupó que no fueran peligrosas. Aterrizaron en un campo lleno de ovejas que encantaron a Lani, esta vez Romeo no se asustó, al contrario, conversó con las ovejas que le contaron la historia de Magallanes. Finalmente, antes de partir de vuelta al término del sueño, visitaron el Fuerte Bulnes. Lani despertó en su cuna con su amiguito Romeo al lado, lo abrazó y en un sentimiento de total plenitud, sonrió llamando a Jóse y Silke, papá y mamá, que lo besaron y acompañaron hasta que se durmió nuevamente.

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Lani y el dragón El papá llevó a Lani al Lago Ranco, ahí conoció y entabló amistad con Malthus, el dragón del lago, quien, en su extravagancia, le enseñó que las personas transparentes son buenas de corazón.

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En las vacaciones del verano chileno, Jóse decidió viajar al país con su pequeño hijo Lani Emilio; fueron de vacaciones al sur del país, a la región de La Araucanía, pues, Jóse, tenía mucho interés en ir a pescar al lago Ranco, un lugar hermoso y tranquilo. No sólo quería mostrarle su país a Lani, que había nacido y vivía en Nueva Zelanda, también, quería enseñarle a navegar y a pescar. El niño, estaba maravillado con todo lo que veía y lo preguntaba todo. Con su papá, hablaba en español y, con su mamá, en alemán, en el colegio, en cambio, hablaba en inglés; su manejo del español era algo básico, a pesar de eso, se las arreglaba bastante bien para hacerse entender. Una vez en el lago, fueron a una zona donde la gente acampaba; instalaron una carpa e hicieron fuego con maderas recogidas en las orillas del lago. En varias ocasiones, el niño se había quedado solo en la carpa, porque el lugar no ofrecía ningún peligro y la gente de los alrededores era de buen corazón. Lani, tenía la virtud de poder comunicarse con los animales, de manera que en cada ocasión que había quedado solo, mientras su papá iba de compras al pueblo de Futrono, se subía al bote que estaba a la orilla del lago, amarrado a un poste y se entretenía conversando con los peces del

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lugar. Los peces, habían advertido que, a pesar que Jóse le quería enseñar a pescar a Lani, el niño no quería hacerlo porque, no quería lastimar a los pececitos. Así, había hecho gran amistad con una perca-trucha, que le ofreció enseñarle a nadar, como lo hacen ellos, esto tenía fascinado al niño que valoraba entrañablemente la amistad con su amiga acuática. Por ella, pudo enterarse de la vida y las costumbres de los peces del lugar, cuya única preocupación era el peligro que representaban los pescadores, que los mataban y se los comían. A pesar de su corta edad, Lani entendía que eso era muy malo para sus amiguitos, en cambio, para los adultos era algo normal. Le preguntó a su amiguita ¿cómo eran los peces pobres y cómo eran los peces ricos? Frente a lo cual, ella no supo qué responder, porque era algo que entre ellos no existía.

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Entonces, Lani le preguntó, si había entre sus conocidos del lago alguno muy poderoso. Ella, le confesó que había un dragón en el lago, que lo habían visto pocas personas, que habían arrancado asustados y, cuando habían tratado de contarle a los demás, nadie les había creído. Esto que le contaba su amiga le interesó, especialmente, a Lani, que sólo había oído hablar de los dragones, como personajes de un par de cuentos que, en alguna ocasión, le había contado Silke, su mamá. La trucha, amiga de Lani, se llamaba Dominga, era muy simpática y el colorido de sus escamas era bello. Uno de esos días que Lani estaba solo, fue al bote y llamó a su amiga. - Dominga, Dominga, Dominga! ¿Dónde estás, quiero que vengas? - Lani, por suerte que te escuché, iba a ir al otro extremo del lago. - Dime ¿qué quieres?

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- Dominga, tú me dijistes que me podrías presentar a Malthus el dragón. Y ¿sabes amiga? me muero de ganas de conocerlo. - Bueno Lani, te lo puedo presentar, pero tiene que ser de noche y con luna llena para que puedas verlo y hablar con él. - Fantástico, creo que mañana habrá luna llena, y talvez podría escabullirme de la carpa, cuando mi papá esté durmiendo. - Bueno, hablaré con Malthus y te contesto mañana en la mañana, a él no le gusta mucho que lo vean, porque algunas personas podrían asustarse, otras talvez, intentarían explotarlo, por ejemplo, para un espectáculo de circo. Lo que intento decirte es que serían capaces de capturarlo, para que los turistas se fotografíen con él y lo convertirían en un esclavo. -No sé si me entiendes. - Claro que te entiendo, Dominga, no tengo muchos años, pero sí los suficientes para entender que la gente quiere venderlo todo y llenarse de dinero, comprar, comprar y comprar. Mi tata, que es filósofo, dice que la gente se ha enajenado por el consumismo o, que la están enajenando, para que consuma y consuma cosas. - ¿Oye Dominga, ustedes tienen centros comerciales para ir a comprar? - No, ¿qué es eso Lani? - Bueno un lugar lleno de cosas y de tiendas, donde te ofrecen de todo, ropa, zapatos, joyas, artículos deportivos, librerías y papelerías, comida, juegos, diversión, etcétera. - No, nosotros no compramos nada, todo lo tomamos de la naturaleza,

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o sea del lago, lo que necesitamos y ya. Tampoco acumulamos nada y no usamos ropa, que supongo es lo que tú tienes puesto. - ¿De veras, Dominga? Uds. andan desnudos y se ven muy hermosos. - Bueno amiga, mañana espero tu respuesta. - Por supuesto Lani, te lo aseguro.

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El resto del día, Lani hizo varias actividades con su papá, pero lo único que quería era que pasaran las horas y se acabara ese día. Acompañando a su papá, le preguntó: - ¿Papá, por qué tenemos que andar vestidos?- Jóse, un poco extrañado por las preguntas de su hijo, respondió: - Porque así se usa, hay ropa de verano, que es más liviana, y ropa de invierno que es más gruesa, también usamos calzado y sombreros que pueden ser de diverso tipo; el calzado puede ser: zapatilla, zapatos, bototos, botas; los sombreros pueden ser: gorros, sombreros de fieltro, jockey,

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boina, etcétera. Es la costumbre que andemos vestidos, lo hizo mi padre y mi abuelo, lo hago yo y lo haces tú. - ¿Papá, por qué hay ricos y pobres? - Jóse se veía en serios apuros para contestarle a Lani. - Bueno, porque hay gente que tiene más que otra gente, y así ha sido siempre. - Pero, papá, ¿Por qué los niños pobres pasan hambre? - Lani, mi amor, así es la vida, nadie debiera pasar hambre, por supuesto. - Pero, papá, ¿por qué no se reparte la comida para que alcance para todos? - Hijo, no sé qué responderte, el mundo es así, y parece que siempre ha sido así. Lani, no quedó satisfecho con las respuestas de su padre. Esa noche se durmió temprano y soñó que había mucha comida y se la repartían a los niños pobres. A la mañana siguiente, apenas quedó solo se fue al bote a esperar a su amiga Dominga. No

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habían pasado más de 15 minutos, cuando Dominga apareció dando un gran brinco. - Hola Lani, ¿cómo estás?, -le dijo. - Te estaba esperando Dominga, quiero saber que te dijo Malthus. - Dijo que bueno, que le gustaría hablar contigo y que nos juntemos aquí mismo mañana pasadas las 12 de la noche. - Ese día Lani fue al pueblo con su papá, compraron golosinas y se entretuvieron mucho. Lani, como de costumbre, siguió haciendo preguntas que ponían en jaque a su papá y que, además, lo hacían reflexionar sobre el mundo en que estaban viviendo.

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Llegada la noche y cuando Jóse se quedó dormido, -eso ocurrió cerca de la medianoche- Lani sigilosamente abandonó la carpa y se fue al bote a esperar a Dominga. Al cabo de 15 minutos ella apareció de un salto. - Hola Lani, buenas noches. - Hola Dominga, estaba ansioso esperándote. - Lani, ¿sabes remar, verdad?

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- Claro que sí, amiga, dime ¿hacia dónde vamos? - Lani, amiguito, tienes que remar hacia el centro del lago. ¿Podrás hacerlo? - Por supuesto que sí! Vamos. El niño empezó a remar, pero le pareció que el bote iba más rápido de lo que él era capaz de moverlo con los remos. - ¿Qué pasa Dominga, voy más rápido de lo que yo solo puedo hacerlo? - No te preocupes, Lani, mis amigos están dándonos una ayudita. En verdad, no se habían alejado mucho más de 200 metros cuando, a la luz de la Luna, apareció la enorme silueta de un dragón, tal y como, Lani los había visto dibujados en los libros de cuentos. El espectáculo era impresionante, pero Lani, lejos de asustarse, estaba entusiasmado. Cuando estuvieron, suficientemente cerca, Lani pudo apreciar a Malthus,el dragón del lago Ranco, en todo su esplendor. Con un vozarrón que habría asustado a cualquiera, Malthus, saludó a Lani. - Hola Lani, supe que me querías conocer, pues, aquí estoy. - Qué grande que eres, Malthus! ¿Te puedo tocar? - Por supuesto amiguito, no tengas miedo, si eres amigo de Dominga, eres también mi amigo, dijo Malthus. Lani le tocó las enormes escamas que estaban frías, porque estaban mojadas y era de noche. - ¿De dónde vienes Malthus y por qué eres tan grande?

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- Los dragones venimos desde muy lejos, pero podemos quedarnos donde nos parezca mejor, es decir, donde no nos molesten. No te olvides que podemos volar. - Tienes razón, y dime ¿también puedes echar fuego por la boca? -interrogó el niño. - Claro que sí, mira, -dicho lo cual lanzó una gran llamarada que iluminó el lugar en donde estaban. Lani estaba extasiado. - Malthus ¿si eres tan poderoso, porqué tienes miedo que te vea la gente?

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- Porque ellos son aún más poderosos que yo y son capaces de esclavizarnos para exhibirnos como hacen con otros animales en los circos. - Tienes razón, mis papás me han llevado al circo y allí he visto elefantes, leones, tigres y otros animales haciendo piruetas. - Claro, dijo Malthus, eso es lo que te quiero decir, las personas cada vez que pueden someter a los animales y explotarlos para que trabajen para ellos, lo hacen y lo han hecho siempre. - A un amigo mío, dragón, lo capturaron y lo encadenaron y lo exhibían en un lago como este, fue maltratado hasta que el pobre se murió. - Y, ¿por qué no se defendió y le tiró fuego a esa gente? - Porque los dragones, no son malos, como nos ponen en los cuentos, tampoco queremos aprovechar nuestro poder para someter a otros animales o personas. Ellos, como yo, quieren vivir tranquilos y para eso tenemos

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que vivir sin ser vistos, salvo por personas como tú que son transparentes, quiero decir buenos de corazón. - Malthus, Malthus, qué feliz soy por haberte conocido! -dijo Lani y lo abrazó y le besó las escamas. Al dragón se le escaparon unas lágrimas, se inclinó y con gran ternura besó al niño. Después de esta maravillosa aventura, Lani, volvió remando acompañado y ayudado por los peces amigos de Dominga, se despidió de todos ellos y se fue sigilosamente de vuelta a la carpa, su papá dormía plácidamente. A la mañana siguiente, le contó todo lo sucedido a su papá, pero diciéndole que era un sueño. Jóse lo acarició tiernamente y le celebró tan bonito e imaginativo sueño. - Sabes Lani, me quedé pensando lo que me preguntaste y creo que no te respondí lo que verdaderamente pienso. En realidad, no tenemos necesidad de andar vestidos, es más, creo que los más antiguos, que usaban poca ropa eran más felices que nosotros hoy, donde nos llenamos de ropa y compramos incluso mucha ropa que ni siquiera nos ponemos. También, creo, que no debería haber ricos y pobres, quiero decir, que la propiedad, es decir, las cosas que tanto le gusta comprar a la gente, deberían ser de todos, deberíamos tener propiedad común, como era en los antiguos tiempos de los inuit otrora esquimales, palabra en desuso en Canadá,

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donde se considera un insulto porque significa algo así como comedores de carne cruda. -¿Y quiénes eran los inuit? -Preguntó Lani, muy interesado. -Un pueblo que vive en el Ártico y Groenlandia, en casitas de hielo, llamadas iglús, su sociedad se basa en la cooperación y la ayuda mutua, por lo que el egocentrismo o el egoísmo no es aceptado y no existe la mentira. La propiedad es colectiva, es decir, es de todos. Es una vida dura por la inclemencia del clima, pero ellos son felices. También, en Chile, el pueblo mapuche, la etnia originaria más importantes del país, cuya lengua es el mapudungún, disfruta de una propiedad colectiva. -Tampoco debería pasar hambre ninguna persona en el mundo.

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-Bueno hijo, eso es, en verdad, lo que yo creo. Lani lo miró con mucha ternura, sonrío y se sintió feliz de tener el papá tan lindo que tenía. Llegado el mediodía desarmaron la carpa, se subieron al jeep en que habían viajado, se dieron un beso y emprendieron el viaje de regreso a Santiago. Jóse se sentía muy satisfecho, de manera que silbaba mientras manejaba de vuelta, Lani al poco rato se durmió plácidamente, mientras el jeep se perdía en un recodo de la carretera rumbo a Santiago.

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Momo y los delfines Los papás de Momo habían prometido llevarlo a casa de su abuelo, al que le habían comunicado su intención de viajar, en yate, a Chile antes de navidad. Momo se anticipó y viajó, en su botecito, tirado por un grupo de delfines. Su viaje estuvo pleno de aventuras que definirían su vida futura y sellarían su complicidad con su querido abuelo. Era un día domingo cuando el pequeño despertó muy temprano e inquieto, el resto de la familia dormía profundamente. Se deslizó de su cama, sin hacer el menor ruido, y salió de la casa, que quedaba casi junto al mar. Ese día y a esa hora, el mar de Gisborne estaba calmado, como anunciando algo extraordinario. En efecto, al cabo de un par de minutos, se acercó al lugar de la playa donde estaba Momo, un grupo de seis delfines, estos alegremente lo invitaron a unirse a ellos. El pequeño, entonces, corrió a buscar un botecito que sus papás le habían regalado para su cumpleaños, en el cual con un resistente cable lo arrastraban desde una lancha. Se subió al bote y les dio el cable a los delfines que comenzaron a llevarlo mar adentro, uno de ellos le dijo -vamos a Valparaíso cerca de donde vive tu tata José Miguel-, a lo que el pequeño respondió, con gritos de júbilo, porque quería entrañablemente a su abuelo.

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Christofer, que al parecer era el mayor de los delfines, organizó el grupo compuesto por tres delfines machos y tres delfines hembras, para la larga travesía que tenía dos destinos previos a Valparaíso, las islas de Pascua y Juan Fernández. La travesía hasta Rapa Nui, nombre nativo de la Isla de Pascua, se realizó sin contratiempos porque los delfines eran buenos conocedores del océano y excelentes nadadores, de manera que, Momo llegó a las riberas de la isla, sano y salvo, contento porque había dormido casi toda la travesía. Apenas bajó de su pequeña embarcación, después que los delfines lo dejaran en la playa de Hanga Roa, Momo aprendió el saludo nativo Iorana; los nativos que se llaman rapanuis lo acogieron alegremente. Luego, lo llevaron a ver los Moais que de espaldas al mar cautelan la isla. Se trata de unas inmensas moles de piedra, con rostro humano, que causaron gran impresión al niño, sin que por ello se asustara. Mientras avanzaban isla adentro cantaban una canción muy bonita cuya letra decía sau sau, al pequeño le gustó mucho y cantó con los nativos mientras se internaban en el territorio Rapa Nui. Como la travesía se había prolongado muchas horas en el océano Pacífico, el niño tenía hambre, entonces, los nativos le dieron de comer una fruta que el pequeño no conocía, pero que le encantó de manera que comió en abundancia, era la fruta del paraíso. Una vez renovadas las fuerzas, los nativos lo llevaron hasta el cráter de un volcán y se subieron con él a una especie de trineo de madera que se llama hangarongo tirado por seis cabras monteses. En él recorrieron el cráter en toda su extensión, en una jornada que les llevó varias horas. El pequeño estaba maravillado con sus nuevos amigos, quienes lo llevaron a la playa donde lo esperaba Christofer con la pequeña embarcación y Cuentos del Abuelo Filósofo

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el resto de los delfines, que obedecían a los nombres de: Joe, Peter, Catherine, Amanda y Rose. Emprendieron viaje hacia la isla de Juan Fernández, ocasión que el pequeño aprovechó para dormirse nuevamente. Después de una larga travesía, el sexteto de delfines y la pequeña embarcación de Momo, con su tripulante dentro, llegaron al archipiélago de Juan Fernández que consta de la isla Robinson Crusoe, la isla Alejandro Selkirk, el islote Santa Clara y otros islotes menores. Otra vez en tierra firme, en la isla Robinson Crusoe, el pequeño se fascinó observando la fauna: el picaflor rojo de Juan Fernández, multitud de conejos, ratas y el Neque, un rapaz, pariente de la lechuza, que ayuda a controlar la población de animales, también había cabras y, en el mar, la famosa langosta de Juan Fernández y, lo que más lo divirtió, el lobo de mar de dos pelos.

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Al cabo de pernoctar, durante una semana, que sirvió al pequeño, para descansar y divertirse, emprendieron el viaje rumbo a Valparaíso. Esta fue una de las travesías más largas del periplo, finalmente, un día domingo llegaron al puerto de Valparaíso donde, por casualidad, estaba paseando el tata José Miguel.

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Después de despedirse, efusivamente, de los delfines partieron en el auto del abuelo, hacia Viña del Mar, para que el niño comiera y descansara pero, antes, el abuelo llamó a Jóse, el papá de Momo, para informarle que el niño estaba en su casa. Jóse y Silke, los papás de Momo, estaban angustiados por la desaparición del niño, de manera que se alegraron, infinitamente, por la noticia. Sin embargo, había que averiguar cómo era que el niño había llegado solo a casa de su abuelo, considerando la enorme distancia que hay entre Gisborne, en New Zeland, y Viña del Mar, en Chile. Momo estaba extenuado con el viaje, aun cuando, había podido dormir algunas horas, de manera que, sus abuelos, lo dejaron dormir, cosa que el niño hizo durante dos días seguidos. Al tercer día, después que el niño hubo desayunado, partió con su abuelo al puerto de Valparaíso a observar los barcos que, habitualmente, recalan en ese lugar. El niño estaba fascinado observando los barcos y lanchas que entraban y salían del puerto, después el abuelo lo llevó a conocer una iglesia, llamada La Matriz, allí fue donde los españoles construyeron la primera capilla que hubo en el puerto; la iglesia está enclavada en un barrio modesto de

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Valparaíso y es uno de los principales refugios de los desamparados. Allí, el cura párroco tiene un comedor donde de lunes a viernes da almuerzo a un centenar de mendigos. Momo estaba impresionado por todo lo que veía, que era mucho para su corta edad. Después, lo llevó para que el niño anduviera en alguno de los ascensores, pequeños funiculares, para no más de 8 personas, que suben hasta la cima de los cerros porteños. Eligieron uno que los llevó al Paseo Gervasonni, desde donde hay una vista panorámica de Valparaíso, Momo estaba cada vez más maravillado, recorrió el paseo de la mano de su abuelo, observándolo todo.

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Después, lo llevó a conocer la Universidad Técnica Santa María, arquitectónicamente similar a la universidad inglesa de Cambridge, aunque más pequeña, con hermosos jardines y una vista panorámica y conmovedora al océano Pacífico, todo lo cual encantó al niño. . Siguiendo con su plan de mostrar Valparaíso al pequeño, el abuelo lo llevó al Cerro Alegre y, luego, al Paseo Yugoslavo donde se encuentra el Palacio Baburizza, actual sede del Museo de Bellas Artes de Valparaíso, con pinturas de Alfredo Helsby, Thomas Somerscales, Juan Francisco González, Mauricio Rugendas y Camilo Mori, entre los más destacados. El cuadro que llamó, especialmente, la atención del niño, fue una marina de gran formato de Thomas Somerscales. Al pequeño le había encantado andar en ascensor, de manera que, esta vez, el abuelo lo llevó al cerro Concepción. Tomaron el ascensor Concepción y se bajaron en el Paseo Gervasonni y caminaron hasta el Museo de Lukas, allí el niño disfrutó con los dibujos del caricaturista, Renzo Pecchenino, más conocido con el seudónimo de Lukas, quien llegó a Chile, desde Italia, cuando sólo tenía un año, quedándose a vivir en nuestro país, hasta su muerte 1988, recibiendo muchas distinciones, homenajes y la nacionalidad por gracia. Cuentos del Abuelo Filósofo


Al atardecer, regresaron a Viña del Mar a casa del abuelo, donde cenó, se acostó y durmió profundamente. El abuelo tenía un pequeño yate fondeado en el Club de Yates de Recreo, en Viña del Mar. Después de desayunar partieron en el auto rumbo al Club de Yates, una vez arriba de la embarcación, zarparon con gran alegría del pequeño, que era la primera vez que navegaba en un yate. Se alejaron a muchas millas del embarcadero del Club de Yates, tanto que en el hori-

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zonte sólo se veía el mar. El abuelo, entonces, sacó un instrumento parecido a una flauta y sopló emitiendo un sonido muy especial e inédito para Momo, se trataba del mismo sonido que emiten las ballenas, cuando se comunican entre ellas. Momo estaba cada vez más encantado, porque admiraba a su abuelo, ya que cada vez que salía con él era una aventura. Al cabo de quince minuCuentos del Abuelo Filósofo


tos, cerca del yate, salió un gran chorro de agua que emanaba del lomo de una ballena. Se trataba de un hermoso ejemplar de ballena jorobada de enorme tamaño, esta se fue acercando lentamente al yate del abuelo, hasta quedar junto a la popa de la embarcación, de manera que fuera fácil subir a su lomo. El abuelo tomó de la mano al pequeño y subieron al lomo de Arocena que así se llamaba la ballena, el abuelo, entonces, tomando la especie de flauta, la sopló y comenzó un diálogo entre él y Arocena, la ballena. Después se sentó con el niño, en el lomo de la ballena, la que empezó a desplazarse lentamente.

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El pequeño no salía de su asombro, a la vez, que estaba fascinado con lo que estaba viviendo. Arocena enfiló en una dirección que bien podría ser el norte pero, en verdad, ante la inmensidad del océano, daba lo mismo. Navegaron sobre el lomo de Arocena, algo más de una hora, hasta llegar a una isla. Allí, Arocena se acercó a una especie de embarcadero natural, lo que aprovechó el abuelo, para trasladarse con el niño y así, emprendieron el camino internándose en la isla que tenía una densa vegetación con árboles gigantes llenos de pájaros de vistosos plumajes, que maravillaron al pequeño. Así, caminando de la mano de su abuelo, llegaron a una hermosa gruta llena de estalactitas de colores, era la primera vez que Momo veía un espectáculo, semejante, que lo tenía extasiado. Esta vez, el abuelo metió la mano en uno de sus bolsillos y sacó una pequeña flauta blanca, la que sopló y obtuvo un sonido, nuevo y distinto, al que usó para llamar a Arocena; la sopló durante breves segundos, al cabo de los cuales, apareció una docena de monos, un poco más grandes que Momo, los que se pusieron a saltar a su alrededor, haciendo todo tipo de muecas que hicieron reír, de buenas ganas, al niño. Después, tomaron un sendero que conducía a una pequeña loma, llegaron a la cima que permitía una vista panorámica de la isla, ocasión que el

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abuelo aprovechó para explicar al niño todos los lugares de la isla, que eran pocos, porque la isla era muy pequeña, después descendieron y volvieron al embarcadero. Una vez allí, el abuelo sacó, nuevamente, la flauta con que se comunicaba con Arocena, y la sopló fuertemente. Al cabo de quince minutos, apareció la ballena que se colocó al lado del embarcadero para que el abuelo y Momo subieran a su lomo, ambos saltaron alegremente y se acomodaron en el lomo de Arocena. Esta emprendió el viaje de regreso al yate, cuando llegaron a la embarcación, se emparejó con la popa para que el abuelo y Momo subieran abordo tomados de la mano lo hicieron de un salto. El abuelo tocó nuevamente la flauta y sostuvo un diálogo de despedida con Arocena, después tomó los controles de la nave y se dirigieron a Valparaíso. Fondearon en el Club de Yates de Recreo en Viña del Mar, desde ahí tomaron el auto del abuelo y regresaron al Cerro Castillo, a su departamento, donde los esperaba la abuela Keka. A la mañana siguiente, de amanecida, el abuelo y Momo partieron al Puerto de Valparaíso, allí conectaron a Christofer para que él y su grupo de delfines llevaran la embarcación del niño a Gisborne. Los delfines se hicieron cargo de la petición alegremente y ese mismo día emprendieron el viaje a New Zeland. A la semana siguiente, los abuelos y Momo se dirigieron al Aeropuerto de Santiago y volaron hasta Auckland, donde los esperaban Jóse, Silke y Lani, el encuentro fue muy emocionante. Después de disfrutar una semana con los nietos en Gisborne, los abuelos regresaron a Viña del Mar.

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Maya y el Kiwi

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En los bosques de Nueva Zelanda, su patria por adopción, Maya Alondra, viviría magníficas aventuras, en la compañía del Kiwi Molán. Su espíritu inquisitivo y locuaz, permitiría ampliar su cosmovisión y conocer su, futuro, destino de arqueóloga y viajera siguiendo la ruta de excavaciones que le permitirían conocer, en el pasado, las claves del presente. Maya Alondra, finalmente llegó, ante la alegría desbordante de Dafny y Julián, sus padres, para quiénes es y será su mayor tesoro. Cumplidos los diez años, decidió correr sus primeras aventuras. Esperó que Julián y Dafny se durmieran y, a eso de las cuatro de la madrugada en Nueva Zelandia, la pequeña se escabulló de su cama, en una pieza contigua a la de su padres y, rápidamente, se dirigió al bosque que, a esa hora, tenía a todos sus habitantes durmiendo, con la excepción de un pajarito, del tamaño de un pollo, de color marrón y un pico muy largo, de un aspecto gracioso. Maya lo saludó, inmediatamente, mientras le preguntó: - ¿Y tú quién eres? - A lo que él contestó. - Soy un kiwi y me llamo Molán -¿y tú?

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- Yo me llamo Maya Alondra, -contestó la pequeña mientras esbozaba una gran sonrisa. Molán, encantado con su nueva amiguita, la invitó a recorrer el bosque mientras le enseñaba el nombre de cada árbol, que de noche no se distinguían mucho, pues no se advertían sus colores. - Aquí hay muchos pájaros y muy hermosos, como: el pukeko, el fantail y el tui, ellos vuelan alto y rápido -comentó Molán, pero ahora no te los puedo presentar porque están durmiendo-. - ¿Y tú no vuelas? -preguntó la pequeña. - No y nunca lo he hecho, -respondió Molán. - ¿Y no te da envidia no hacerlo? insistió Maya, A lo que Molán respondió preguntando: - ¿Y eso qué es? - Entonces, Maya respondió diciendo: - Una situación muy común entre los humanos, cuando sienten tristeza o pesar por lo que tienen los otros y no tienen ellos. - ¿Cómo? ¿No se alegran, porque otros tengan más, o puedan más, o sean más? - En verdad, -agregó- Molán son bien raros los humanos, porque siempre debería ser motivo de alegría que al vecino le vaya bien, que obtenga lo que persigue, o que sea más hermoso. - Lamentablemente mi amiguito-, dijo Maya, -la envidia es una patología, pero hay otras más como: los celos, las mentiras, el robo y el crimen-.

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- Pero, entonces, los seres humanos no pueden ser felices- dijo apenado el kiwi, porque la felicidad es compartir la alegría entre todos. - Mi abuelo se llama José Miguel y es filósofo, -dijo Maya. - ¿Y eso qué es? -preguntó Molan, a lo que Maya contestó: - Son personas que se dedican a reflexionar, para entender el por qué de las cosas. - No entiendo, -dijo Molán. - Por ejemplo, ¿Por qué se muere la gente? ¿Qué es la muerte o qué hay después de la muerte? - Bueno, -dijo Molán- la muerte es el fin y ya está.

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- ¿El fin de qué? -insistió Maya. - El fin de la vida, -contestó Molán. - ¿Entonces qué es la vida? -pregunto Maya. - Lo que tú haces cada día y todos los días como: respirar, caminar, comer, reír, -respondió Molán. - Bueno, -dijo Maya- ahora quiero que me enseñes el bosque y me presentes a tus amigos. - Te enseñaré el bosque, pero no te podré presentar a mis compañeros kiwis, porque están todos en una convención en la otra isla. - Claro, porque esta isla en que estamos es la Isla Norte dijo, solemnemente, Maya. Cuentos del Abuelo Filósofo


- Ah! o sea que mi casa está en la Isla Norte, -dijo Molán. - Bueno, ahora me toca a mí enseñarte el bosque, -dijo alegremente Molán. - Empezaremos por este lado del bosque, ¿ves esas flores rojas? - Sí, -respondió Maya- aunque, en verdad, no se notaba mucho el color. Esas se llaman pohutukawa y crecen como enredaderas en los árboles y los van iluminando, -dijo Molan. - Son hermosas y me gustan, -dijo Maya. - Ves esas otras blancas, esas se llaman manukas y esas otras, que también son blancas, se llaman cooklilys.

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- Qué lindas son!!!! -dijo Maya. - Y esas de color naranja, se llaman kowhais, y están los kawa-kawa, árboles sagrados de los maoríes, cuyas hojas son medicinales. - Son fantásticos! -respondió Maya. - Ahora te voy hablar de algunos lugares de Nueva Zelandia. En la Isla Norte, tenemos ciudades importantes como: Auckland, Rotorua, Gisborne y Wellington. En la Isla Sur, están las ciudades de Christchurch, Temuka, Queenstown y Dunedin. - En las dos islas hay ovejas merino, las que tienen una lana muy suave, y muy fina. - Sí lo se -dijo Maya. - Pero, ¿te apuesto que no has oído hablar del Omarumón? Cuentos del Abuelo Filósofo


- No, -dijo Maya- ¿qué es eso? - Omarumón es un dios de los pájaros y es muy poderoso. Es como el doble del tamaño de un cóndor, ese pájaro que tienen ustedes en la cordillera de los Andes, y es mágico. - ¿Por qué dices que es mágico? -preguntó la pequeña. - Porque conoce el pasado, desde sus comienzos, y el futuro, hasta el final. - ¿Y tú lo has visto y crees en sus poderes? -Volvió a preguntar la niña. - Claro que sí. Lo vi una sola vez hace diez años atrás y, entonces, me dijo que tú vendrías a conversar conmigo y te describió, por eso te he estado esperando todo ese tiempo y me siento feliz que hayas llegado. - Yo también estoy muy feliz por conocerte, -dijo Maya y lo abrazó y besó. - Ahora te voy a mostrar el bosque, pero como está oscuro voy a llamar a mis amigas luciérnagas para que nos iluminen el camino. Entonces, Molán emitió un graznido especial, después del cual empezaron a llegar miles de luciérnagas que iluminaron incluso más que el sol; el bosque se mostró a los ojos de la pequeña como si fuera de día, lo que la maravilló, como también ver, por primera vez, las luciérnagas.La pequeña, completamente maravillada, no salía de su asombro, y disfrutaba de todo lo que el bosque le estaba mostrando a la luz fantástica aportada por las luciérnagas. Pero, también, descubrió los olores emanados de la tierra del sendero del bosque y de los propios árboles. Estos entraron a raudales hasta sus pulmones llenándola de energía y de vitalidad. Maya giraba como un carrusel aspirando cada uno de los olores, emanados de la tierra en el sendero del bosque y de los propios árboles. Junto a algunas florcitas que crecen en el sotobosque y a pequeños frutos, cuyo sabor deleitó a la pequeña.

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Maya volvió a preguntarle por el Omarumón. - ¿Qué quieres saber? -dijo Molán. - ¿Qué te dijo del pasado?

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- Me dijo que el tiempo es como un gran túnel con dos direcciones pasado y futuro, que nadie las conoce completamente, porque los seres vivos, eso incluye a las personas como tú y a los pájaros como yo, y los árboles y los frutos sólo han estado en un lapso muy pequeño. También me confesó que los humanos mayores, han desperdiciado gran parte de ese tiempo, peleando y compitiendo entre ellos, por eso, fueron castigados por el destino y deben pagar con la muerte. - Es verdad, -dijo Maya- mi abuelo filósofo, según dicen mis papás, habla siempre de un filósofo griego de la antigüedad, que dice lo mismo, tiene un nombre bien raro que yo no me he podido aprender. - ¿Y qué te dijo del futuro? - Que los humanos se lo han pasado inventando armas mortales cada vez más poderosas, algo así como bombas nucleares que si las usan terminarán por hacer estallar el planeta y nos vamos a morir todos. Cuentos del Abuelo Filósofo


- Aunque no entiendo bien lo que me dices, me doy cuenta que es muy malo, -dijo la pequeña. - Es verdad, -dijo Molan- y nosotros, los pájaros, nada podemos hacer para impedirlo. - Bueno, -dijo Maya- no quiero que sigamos hablando de esas cosas terribles. Ya que están aquí tus amigas luciérnagas y es como si fuera de día- ¿Por qué no me enseñas el bosque ahora que lo puedo ver?- La luz molestaba un poco a Molán, por ser un pájaro nocturno, que se mueve mejor en la oscuridad, pero estaba tan entusiasmado con su nueva amiguita, que ese problema le pasó desapercibido. - Bueno Maya, sígueme que te voy a ir indicando cada cosa interesante del bosque. Maya lo siguió, obedientemente, y así se fueron internando por el bosque, hasta perderse en un recodo del camino. Las luciérnagas estaban encantadas de ser útiles y siguieron iluminando el bosque volando delante de Maya y Molán. En un claro del bosque y posadas en unas ramas había unas mariposas gigantes de múltiples colores, que al ser iluminadas por las Cuentos del Abuelo Filósofo

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luciérnagas, despertaron creyendo que había amanecido y emprendieron vuelo. El claro del bosque se llenó de colores lo que encantó a la niña y también a Molán, que como buen pájaro nocturno, nunca las había visto a la luz del día. Siguieron avanzando y se encontraron con un animal que parecía un zorro por su cola larga y espesa. -Hola, -dijo- que raro, parece que hoy ha amanecido más temprano. Molán se asustó mucho por temor a que ese animal se lo comiera, pero Maya lo tranquilizó. -No temas él está medio dormido y ni siquiera se ha dado cuenta que estás conmigo.

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Siguieron avanzando y, en otro recodo del camino del bosque, mucho más amplio que todos los anteriores, iluminado por las luciérnagas como si fuera de día, se encontraron con un pájaro enorme posado sobre la rama de un árbol gigante. Maya se asustó y empezó a tiritar, entonces, Molan le dijo: - No tengas miedo, él es Omarumón, -las palabras de Molán tranquilizaron a la niña que esbozó una tímida sonrisa. - Hola Maya Alondra, -la saludó Omarumón con un vozarrón impresionante, pero muy cálido. - Hola señor Omarumón, -contestó la niña. - ¿Qué te gustaría saber? -Le dijo el ave, cariñosamente, lo que agradó a la pequeña. - ¿Sabe? -respondió la niña- quisiera que me diga que voy a ser cuando sea grande. Cuentos del Abuelo Filósofo


El pájaro esbozó una sonrisa y le respondió. -Serás una famosa arqueóloga y recorrerás todos los lugares del mundo donde haya ruinas que excavar. -¿Y qué son las ruinas? -preguntó la pequeña. -Lugares muy antiguos, donde hubo casas y edificaciones, y también fósiles, que conservan vestigios que sirven para rescatar el pasado- respondió el ave. -¿Y qué son los fósiles? -volvió a preguntar la pequeña. -Son restos de seres vivos, como personas, pájaros o plantas que existieron hace mucho tiempo atrás y están petrificadas, o sea, como piedras. -Ah!, -exclamó Maya, sin entender mucho la explicación de Omarumón, pero la idea de viajar, sí la entendió y le gustó mucho. -Irás a Egipto para estudiar las pirámides, navegarás por el Nilo, andarás a lomo de camellos. -¿Y qué son los camellos? -volvió a preguntar Maya. - Son como los caballos, pero mucho más altos y con dos jorobas -respondió el ave- y se usan para cruzar los desiertos, como el Sahara en África. A la niña le encantó la idea de ser arqueóloga. Pero, también, la idea de ir montada a grupas de un camello por la arena del desierto. Omarumón que había seguido el pensamiento de la pequeña agregó: - Pero además, conocerás muchos oasis. Cuentos del Abuelo Filósofo

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- ¿Y qué son los oasis? -volvió a preguntar. A lo que Omarumón respondió: - Son los pocos lugares en el desierto donde hay agua, necesaria para los que se aventuran a cruzar un desierto. La vida te deparará muchas aventuras, y cada una de ellas, te hará crecer, conocerás muchas personas y muchos lugares, porque vivirás viajando y aprendiendo otras lenguas, otras costumbres, en fin, otras culturas. Lo que te quiero decir, es que tu vida será una maravillosa aventura. También viajarás para conocer a tu familia chilena, a todos tus primos y Carmencita tu única prima en Chile. La niña no cabía en sí con tan buenas noticias. Entonces, Omarumón le dijo: -Ya va a amanecer, de manera que te llevaré de vuelta a tu casa.

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Tomándola, delicadamente, empezó a volar, no sin antes que Maya agitara sus manitos para despedirse de su amigo Molán que, también, la despidió batiendo sus alitas. De vuelta en su casa, Maya se introdujo nuevamente en su cama y se durmió plácidamente.

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La gran aventura de Nicko en el océano Pacífico El hada madrina llevó a Nicko al océano Pacífico, allí descubrió 2 tesoros: el silencio y un hábitat de enormes proporciones, el Océano Pacífico, cuyos habitantes le brindarían hospitalidad y amistad, que el niño atesoraría y compartiría durante toda su vida que empezaba a desenvolverse La llegada de Nicko a la familia alegró, infinitamente, a los Vera Tirado hoy neozelandeses de tomo y lomo. Para Maya, con escasos cinco años, un hermanito que cuidar era un magnifico juguete. María Elena la simpática hada madrina, se hizo cargo del pequeño, que al carecer de lenguaje, no podía comunicarse. Para ella, eso no era problema, porque con su magia podía incorporarlo a la vida. El pequeño Nicko estaba feliz de poder compartir con María Elena y aprovechó la ocasión para manifestarle que le encantaría tener una aventura submarina. Entonces, ella decidió llevarlo a esa aventura submarina en el océano Pacífico y en las gélidas aguas departir con sus moradores. Se sumarían a la pandilla, su hermana, Maya, y todos sus primos Vera: Lani, Momo, Guito, Martín, Luciano y Carmencita. María Elena tuvo que proveer, a todos y cada uno de los viajeros, la ropa adecuada para una aventura subma-

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rina; su magia le permitía eso y mucho más, de manera que, dotó a cada uno de los viajeros de un traje de buzo muy liviano y una escafandra especial, para que pudieran desplazarse cómodamente sin ser víctimas del gélido frío del océano y pudieran apreciar sus infinitas maravillas, recorriendo su inmensidad. Una vez reunido, el grupo de viajeros recibió una extensa explicación de María Elena sobre cómo desplazarse en el océano; pero, la verdad, es que el grupo estaba ansioso por iniciar ese viaje, con un traje tan peculiar, que les sentaba de maravillas.

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Iniciado el periplo, el primer inquilino con que se cruzaron fue una merluza, que se mostró encantada de tener estos extraños visitantes, que le daban la posibilidad de mostrar su hábitat. Lo primero que les mostró, fue la presencia del silencio; uno de los grandes tesoros que tenían sus afortunados habitantes, que permitía la fluidez de sus pensamientos, sin interferencias y resultado de la imaginación que, en ese contexto, se puede ampliar infinitamente y navegar por todos los caminos de la creatividad desarrollando múltiples mundos posibles. Un segundo tesoro, era la inmensidad del océano en el que podían desplazarse la vida entera, sin terminar de conocerlo. Nicko quiso saber qué era lo más interesante que podía mostrarles, algo que ellos no conocieran, entonces, María Elena los llevó para que vieran un bosque de algas multicolores que fascinó al pequeño, después nadaron todos juntos hasta unas corrientes submarinas que los trasladaron a lo largo de unas grutas, sin que ellos tuvieran que hacer el menor esfuerzo, lo cual también encantó al pequeño. - Ahora les voy a presentar a los habitantes de este paraíso nuestro- dijo, la merluza -haciendo una reverencia-. El primero en aparecer fue un erizo marino que los saludó alegremente. A Nicko le llamaron la atención

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sus púas, que eran muchas y cubrían completamente su cuerpo redondo. Nicko preguntó si podía tocarlas, a lo que el erizo respondió afirmativamente, y se acercó para que el pequeño pudiera tocarlas. Después de hacerlo, el niño preguntó -¿y para qué te sirven?- . -Para defenderme y protegerme de algunos predadores- respondió el erizo, ante lo cual el niño volvió a preguntar -¿y qué son los predadores?- Son otros animales que siempre intentan comerme-, fue la respuesta. Aunque, Nicko, no entendió muy bien lo que el erizo le decía, no insistió en sus preguntas. La verdad les explicó, la merluza, es que no tenemos muchas visitas, y por eso estamos felices que ustedes vengan a compartir con nosotros. Entonces el niño preguntó -¿por qué el agua aquí es salada?- Entonces la merluza respondió, - por su alta concentración de diferentes tipos de sales, en su mayoría la sal común, que se llama cloruro de sodio, sustancia cristalina que se utiliza, por ejemplo para sazonar o condimentar la comida. Aunque deben saberlo desde niños, que a pesar de ser necesaria para el correcto funcionamiento del organismo, consumida en exceso puede ser letal para los humanos-. El siguiente personaje en ser presentado fue la anchoveta, que también manifestó su alegría por la venida de los visitantes, Yo pertenezco a la Cuentos del Abuelo Filósofo


familia de las sardinas y vengo de las costas de Perú, fue su explicación. Otro de los personajes presentados fue el salmón, pez de cuerpo alargado de color azulado en el dorso y plateado en el abdomen que llega a alcanzar los dos metros de longitud, quien también manifestó su alegría por los visitantes. Acto seguido, el salmón les preguntó si querían recorrer parte de ese, su reino, que en realidad era tan inmenso, que él encantado les mostraría la mayor parte posible, todos estuvieron de acuerdo y aceptaron la invitación. Lo primero que visitaron fue una colonia de corales, de múltiples colores, que maravilló a los viajeros quienes tomaron cientos de fotos. María Elena le iba explicando cada paso a Nicko que aunque entendía muy poco, disfrutaba mucho. El paseo se prolongó por varias horas en las cuales los visitantes aprendieron sobre la profundidad del océano, la enorme cantidad de maravillas que éste guardaba en sus aguas, a ratos azules y a ratos verdes, como también, la enorme variedad de peces que le conferían al lugar un aspecto mágico. Este mundo silencioso y líquido tenía una serie de ventajas, respecto del mundo terráqueo de la superficie del planeta. Por ejemplo, el peso para el desplazamiento, en este medio líquido carece de importancia, cualquiera puede nadar fácilmente, además el espacio de que se dispone es de tal magnitud, que rara vez, se puede sentir agobiado por la excesiva presencia de otros congéneres, talvez, la excepción sea los cardúmenes que son altas concentración de peces, generalmente, de la misma especie, que se desplazan juntos. La gran extensión del océano que se hacía presente, indicaba a las claras que se necesitarían varias vidas para recorrer sólo parte de su inmensidad. Los visitantes guiados por el salmón no salían de su asombro y fascinación. Nicko, por su parte, tendría una enorme cantidad de imágenes que lo acompañarían en su vida que recién se iniciaba. Cuentos del Abuelo Filósofo

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Los habitantes del océano, que sumaban varios cientos, llegaron en masa para despedir a Nicko, ninguno quería perderse la oportunidad de decirle algo al pequeño, con el que se habían encariñado entrañablemente, no obstante, el corto tiempo que habían compartido con él. María Elena, entonces, tuvo que estar con el pequeño Nicko todo el tiempo, mientras este recibía los cariñosos saludos de cada uno de los de peces que habían acudido a despedirse. La operación se prolongó por muchas horas que, sin embargo, no fatigaron al pequeño, que estaba fascinado con la enorme cantidad de amigos que dejaría en el océano. Entre ellos, había redondos, como el pez globo, de cuerpo fusiforme como la merluza, o el merlán, un pez de color verdoso con tres aletas dorsales y dos anales, o el mero, pez óseo que puede llegar a medir hasta 2 metros de longitud, también se apescaron –forma acuática de decir apersonaron- un cachalote y una ballena, algunos cangrejos y varios delfines.

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Nicko, dedicó muchas sonrisas a cada uno de sus amigos y amigas marinos/as, que habían venido a despedirse y desearle toda la fortuna para la vida que el pequeño recién comenzaba a inaugurar junto a sus amigos. Nicko, quedó conmovido y entusiasmado con el pequeño viaje al océano Pacífico y con sus nuevos amigos y empezó a comprender el significado de un hábitat, y el valor del silencio.

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Bastián navegante onírico María Elena se comunicó con Bastián y éste le manifestó su deseo de conocer el mar. Ella, entonces, conectó con unas ballenas y navegaron en su lomo hasta una isla mágica, pleriplo que signaría los destinos del niño como científico oceanógrafo tripulante de algún barco de Green Peace; su causa sería la conservación del ecosistema marino. La llegada de Bastián Francisco tenía revolucionada a la familia Fontecilla Poirot, Soledad la futura mamá y Leo el futuro papá y los hijos de Leo Paz y Gaspar que estaban felices esperando al nuevo hermanito para el cual ya tenían planes; Pacita desde luego se encargaría de mudarlo y Gaspar de hacerlo dormir. Sole la mamá del recién llegado era la más nerviosa de todos, pues, hasta ahora, no tenía experiencia de maternidad.

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Leo, en cambio, ya sabía muy bien el significado de la paternidad, y , también, como el resto estaba encantado con la llegada de Bastián que haría más completa a la familia. Ante tan importante ocasión, María Elena, el hada madrina invisible para todos, decidió hacerse cargo del pequeño Bastián, para lo cual se introdujo en sus sueños que todavía eran muy difusos porque el pequeño no tenía incorporado el lenguaje. Pero eso no fue obstáculo para el hada madrina, que era experta en estas situaciones, de manera que en un tiempo bastante breve comenzó un diálogo con el pequeño. Este le manifestó que una de las cosas que le gustaría conocer cuando tuviese más edad, era el mar. Dicha petición le extrañó mucho al hada madrina, ya que siendo Bastián una criatura de pocos meses, cómo podía tener noticias del mar. El pequeño advirtió el asombro de María Elena y le dijo que cuando estaba en la guatita de su mamá, lo mecían unas olas que a él le habían encantado y sospechaba que el mar debía tener esas olas que él tanto añoraba. María Elena, entonces, le prometió fabricarle un sueño con el mar adentro para que pudiera sentirlo y disfrutarlo. Esa misma noche, María Elena fabricó un sueño para Bastián y colocó al Océano Pacífico dentro. Tan pronto el pequeño Bastián se durmió profundamente, el hada lo tomó con toda dulzura y entró con él en el sueño. Las olas y el viento se apoderaron del alma del pequeño y lo llevaron a moverse en ese inmenso océano, la felicidad que sentía Bastián en ese momento era ilimitada. María Elena seguía muy intrigada por la elección de Bastián, de manera que decidió bucear en los genes del pequeño para encontrar el origen de ese impulso marinero, eso la llevó a un bisabuelo del niño que había sido tripulante de uno de los barcos de Green Peace por varios años. Sin duda, esa era la impronta que dominaba en el alma de Bastián.

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Decidió entonces hacer del pequeño un grumete del barco Esperanza de Green Peace y llevarlo a navegar en una travesía por el mundo. Irían a defender las ballenas que eran capturadas por barcos piratas. Después de una larga travesía en el Océano Pacífico, avistaron un grupo de ballenas que iban rumbo al Estrecho de Magallanes, eran alrededor de 20 ejemplares, incluidos 3 ballenatos, de no más de un año. El grupo compacto se desplazaba a una velocidad de 10 nudos. María Elena, que dominaba el lenguaje de estos mamíferos cetáceos gigantes, uniéndose al grupo les advirtió el peligro que corrían, pues serían interceptadas por unos barcos pesqueros piratas a una distancia de 10 millas náuticas. Las ballenas agradecieron, efusivamente, a María Elena la advertencia del peligro y enmendaron el rumbo vol-

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viéndose en la dirección opuesta a la que llevaban. Estas aventuras iban templando la aún tierna alma de Bastián, que al ser tan pequeña, estaba abierta a recibir todo tipo de experiencias que, por cierto, iba guardando en su memoria, pues, cuando creciera y tuviera que moverse por el mundo serían fundamentales en su formación como persona. En agradecimiento por haberlas liberado del peligro, las ballenas le ofrecieron a María Elena y el pequeño Bastián, llevarlos a una isla que todavía nadie conocía y en la que había animales exóticos y una flora de un colorido extraordinario. Al cabo de cuatro horas de navegación, a

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lomo de una de las ballenas, llegaron a una isla maravillosa, lo primero que les llamó la atención fueron unos enormes dinosaurios vegetarianos que medían, fácilmente, 15 metros de altura, pero que eran inofensivos. Para que Bastián disfrutara de las maravillas de la isla, María Elena usó su magia y convirtió a Bastián en un niño de 10 años. Así, tomado de la mano de María Elena empezaron a recorrer la isla que tenía una cantidad de flores de mil colores, pero además de gran tamaño, el niño estaba absolutamente fascinado con el espectáculo que se abría frente a sus ojos. Llegaron a una pequeña laguna de agua salada repleta de simpáticos delfines que hicieron todo tipo de piruetas para divertir al niño. Bastián se estaba divirtiendo en grande, mientras cientos de imágenes empezaban a atesorarse en

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su memoria. Siguieron avanzando y aparecieron unos monos que brincaban alrededor del niño haciéndolo reír de buenas ganas, descolgándose de los árboles una gran cantidad de culebras de los más variados colores que no asustaron a Bastián sino que lo divirtieron. Después encontraron unos árboles que tenían unos frutos parecidos a los duraznos, pero más dulces, lo que aprovechó Bastián para comer hasta hartarse. Antes de la puesta de sol María Elena y el niño volvieron a subirse al lomo de una de las ballenas y emprendieron el regreso. La extensa navegación caló tan hondo en el alma de Bastián que su destino cuando creciera iba a ser, inevitablemente, el mar y como científico oceanógrafo tripulante de algún barco de Green Peace conocería muchos puertos, otros países, otras culturas, otras lenguas y su causa sería la conservación del ecosistema marino, pero su alma quedaría para siempre anclada en Valparaíso.

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Post Scriptum El propósito principal que anima a todos y cada uno de los cuentos, dedicados a mis nietos y sobrino-nieto, pero también a las lectoras y lectores que, eventualmente, los tengan a su alcance, es mostrar, desde el corazón de la Ética, el camino más adecuado conducente a la formación de personas de bien.

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En ellos, queda la clara y notable transparencia de lo esencial de la Ética, como modelo de vida en el largo camino de ser personas desde el siglo XXI, para hacer de la comunidad social el mejor de los mundos posibles, donde el sentido común sea, efectivamente, el más común de los sentidos y, por lo tanto, la bondad y la solidaridad sean el leitmotiv para las diversas comunidades que la componen y, en el futuro, donde quiera que se dé, sea la amista del valor principal que guíe la conducta de todos sus componentes. Que el tipo de sociedad crematística –sociedad fundada en el dinero- tan temida por Aristóteles, desaparezca definitivamente en la historia futura de la comunidad social. Porque como dice El Principito, en el cuento homónimo de Saint-Exupery, lo esencial no es visible a los ojos sino que,

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llega directamente al corazón, vestido con el ropaje de la emoción, para formar parte de la experiencia y anclarse en nuestras vidas para siempre. Así se deja ver en el micro-cosmos del acuario: Otra vez, los niños advirtieron que lo principal en la vida silenciosa del acuario, era el respeto y la solidaridad, que constituían las conductas más importantes para los peces, por lo mismo, las relaciones entre ellos eran buenas, porque predominaba la amistad, es decir, antes que nada todos eran amigos y, por lo tanto, había lealtad entre ellos. Esto quería decir, y los niños lo entendieron a la primera, que todos podían confiar en todos y ,en ese mundo silencioso, no existía algo como la corrupción, que aunque ellos no entendían muy bien de qué se trataba, se daban perfectamente cuenta que era algo malo. Los duendes, después de hablar con los niños, les explicaron algunos de estos valores, sobre los cuales años, más tarde, conversarían con su abuelo filósofo, que se dedicaba a escribir sobre esos temas. Camino de la Cruz del Sur, Quintay, Verano de 2019.

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Cuentos del Abuelo Filósofo, es un compendio que reúne 11 cuentos. El primero de ellos, El Cormorán y la gaviota, constituye una suerte de obertura, a una obra que sitúa al lector/a en una tesitura donde el cuento, narra fantásticas aventuras emplazadas en escenarios tan variados como: océanos, mares, archipiélagos, islas, desiertos, y bosques; también en microcosmos, como un jardín o un acuario, e incluso en la dimensión sideral. Éstas persiguen un propósito definido y definible: que la ética se anide en el corazón de los nóveles lectores y lectoras y guíe sus pasos en el curso de sus vidas, para que se conviertan en ciudadanos comprometidos e implicados, dotados de una irreprochable conducta moral. Se enfatizan, así, los valores básicos capaces de conformar una personalidad ajustada a la ética e indispensables para la vida en comunidad, tales como: honestidad, dignidad, bondad, deber, lealtad, respeto, solidaridad, todos fundamentales para el desarrollo de la conducta moral. Nietos, nietas y sobrino-nieto, protagonistas de los cuentos, han sido inspiración; sus voces avivan a otras voces, también destinatarias principales de este libro, otros niños/as, jóvenes y sus entornos en distintos espacios institucionalizados de nuestra cultura. Que estos cuentos lleguen a nietos, nietas y sobrino-nieto y, a su través, a muchas bibliotecas, plazas, calles, cerros, en un diálogo sin fín.



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