En medio de ninguna parte

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les gusto, y debe de ser por el olor), entonces no habrá nada que hacer, que perezcan las ovejas, que yazgan jadeantes y sudorosas por los pastos, como bodas ocres, asquerosas, hasta que su creador quiera llevárselas consigo. En cuanto a los molinos, los molinos seguirán triturando el grano día y noche, son fieles, no tienen ideas, no les importa el calor. Las presas están a punto de rebosar. Hendrik sigue regando las tierras, lo he visto de noche. Cuando termine, por puro aburrimiento, por pique con él, seguiré haciéndolo yo. Necesito los frutales y el huerto. Por lo demás, la cebada se puede marchitar, la alfalfa se puede secar. La vaca se está secando, pero la vaca se puede morir.

188. Entre ellos y yo se encuentra el cauce del río seco. Ya no vienen nunca a la casa, no tienen ocasión de hacerlo. No les he pagado. Hendrik sigue ordeñando a la vaca y regando las tierras. Anna se queda en casa. A veces, desde el porche o desde una ventana, vislumbro su pañoleta escarlata, que cabecea por el lecho del río. Los viernes por la noche Hendrik viene a ponerse un café con azúcar, carne y alubias que ha cogido de la despensa. Lo observo cruzar una y otra vez el patio.

189. Las gallinas se han asilvestrado, pasan la noche encaramadas a las ramas bajas de los árboles. Una por una, van acabando con ellas los gatos monteses. Anoche se perdió una nidada de pollos. Los alimentos empiezan a escasear. No he descubierto ningún dinero. Si está guardado en la oficina de correos, entonces no tengo posibilidad de apoderarme de él. Quizá se haya quemado, en realidad. Quizá no haya más dinero a menos que esquile. a las ovejas y venda la lana. En cuyo caso no habrá más dinero.

190. Así no se puede vivir.

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