Act 2 Retícula de Columnas

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Retícula de Columnas zS20004101

Jesus Valdez Vichique

Carlos III se presenta ante los británicos como el garante de la continuidad de una monarquía neutral

El nuevo monarca y la reina consorte, Camila, reciben un primer baño de multitudes a su llegada al Palacio de Buckingham. La primera ministra, Liz Truss, celebra su primera reunión con el rey

El primer discurso de Carlos III, en español. Carlos III, en su primer discurso como rey del Reino Unido, este viernes.

Carlos III, de 73 años, es consciente de que su reinado nace con un tiempo acotado, y en su primer discurso a la nación, a media tarde de este viernes, ha querido transmitir a los bri tánicos un mensaje de tranquila continuidad. “Como hizo la reina, con una devoción inque brantable, yo también me comprometo solem nemente, durante el tiempo restante que Dios quiera concederme, a defender los principios constitucionales que residen en el corazón de nuestra nación”, ha dicho el nuevo monarca.

Era un discurso grabado en la que será a partir de ahora su residencia, el Palacio de Buckin gham. Sus primeras palabras a los británicos han sonado al comienzo del servicio religioso celebrado en la catedral de San Pablo, en ho nor a Isabel II. Consciente de que los ojos del mundo están centrados en sus primeros actos y declaraciones, el heredero, que durante dé cadas se comprometió e implicó en los asuntos más controvertidos de la época, es hoy un rey que aspira simplemente a cumplir su papel con la misma dedicación con que lo hizo su madre durante 70 años.

“Al asumir mis nuevas responsabilidades, ya no será posible que pueda dedicar gran parte de mi tiempo y de mis energías a las organizacio

nes benéficas y a los asuntos por los que tan profundamente me preocupé”, anunciaba Car los III, para despejar cualquier duda sobre su neutralidad futura. Como su madre, el nuevo monarca ha expresado su compromiso abso luto con los valores de la Iglesia de Inglaterra, de la que ahora es la cabeza máxima, y con las “tradiciones, libertades y responsabilidades de nuestra historia única y nuestro sistema de Go bierno parlamentario”. Como Isabel II, ha lle gado para su hijo el momento de velar por la arquitectura constitucional del Reino Unido, y no tanto por su naturaleza, sus paisajes o su arquitectura. Al menos, públicamente.

Gran parte del discurso de Carlos III, nueve mi nutos leídos detrás de una sobria mesa de es critorio, presidida por un retrato de Isabel II, y con un tono tenue de luz, ha estado dedicado a homenajear la figura de la difunta monarca. “Su dedicación y devoción como soberana nun ca cesaron, a través de tiempos de cambio y de progreso, a través de tiempos de alegría y de celebración, y a través de tiempos de tristeza y de dolor”, ha expresado en una intervención comprometida, desde el principio, “a honrar la memoria” de su madre, ha dicho.

La expresión de bondad y calidez hacia la mo narca fallecida se ha extendido también hacia

El rey Carlos de Inglaterra y la reina consorte, Camila, entran al palacio de Buckingham por primera vez tras la muerte de Isabel II.

El rey Carlos de Inglaterra y la reina consorte, Camila, entran al palacio de Buckingham por primera vez tras la muerte de Isabel II.

La segunda decisión iba dirigida a quien, durante mu chos años, los medios británicos alimentaron como la esperanza de una monarquía renovada, bajo la condi ción —que hoy ya se ha revelado imposible— de saltar un escalón en la línea de sucesión: su hijo Guillermo, el miembro más popular de los Windsor después de la difunta reina. “Con Catalina [Kate Middleton] a su lado, nuestros nuevos príncipe y princesa de Gales continuarán inspirando y liderando la conversación nacional, lo sé, y ayudarán a desplazar lo marginal hacia el terreno del centro, que es donde puede con cederse la ayuda vital”, ha asegurado el rey.

Palabras cálidas también, en un nuevo comienzo de todo, hacia la pareja que más quebraderos de cabeza le ha proporcionado en los últimos años: “También expreso mi amor al príncipe Enrique y a Meghan, mientras continúan construyendo sus vidas al otro lado del océano”, ha dicho. Cariño, pero también un definitivo punto y aparte en el reparto de las nuevas responsabilidades de la Casa de Windsor.

A media tarde, Carlos III regresaba a Londres desde Balmoral, en las Tierras Altas Escocesas. Allí quedaba velado el féretro de Isabel II, antes de emprender un primer viaje a Edimburgo. Al llegar a su nueva residencia, el Palacio de Buc kingham, Carlos y Camila se han encontrado con miles de ciudadanos concentrados frente a la verja. El Rolls Royce oficial ha parado allí mismo, y el nuevo rey se ha dado un primer baño de multitudes.

Carlos III no dejaba de dar las gracias —casi con el asombro de descubrir que era querido por la gente— mientras estrechaba las manos, re cogía ramos de flores, y hasta se dejaba besar en la mejilla por una efusiva mujer que había logrado hacerse un hueco en la primera fila de los presentes. Ha sido solo al final de tanto aga sajo cuando el rey, despistado, se ha dirigido hacia la puerta equivocada. Sus ayudantes han tenido que redirigirle hasta que juntos, Carlos y Camila, han recorrido el largo patio de la entrada. Del palacio, y de su nueva vida.

Primer encuentro del rey Carlos III de Inglate

rra con la primera ministra Liz Truss en el pala cio de Buckingham, el 9 de septiembre.

Primer encuentro del rey Carlos III de Inglate rra con la primera ministra Liz Truss en el pala cio de Buckingham, el 9 de septiembre.

Buckingham ha mostrado poco después las imágenes del primer encuentro de Carlos III con la primera ministra, Liz Truss. Cuatro días antes, Isabel II le había encargado formar un Gobierno en su nombre. “Era el momento que yo más había temido, como mucha otra gente”, ha dicho el monarca a Truss en un breve inter cambio inicial ante las cámaras.

Carlos III se presenta ante los británicos como el garante de la continuidad de una monarquía neutral

El nuevo monarca y la reina consorte, Cami la, reciben un primer baño de multitudes a su llegada al Palacio de Buckingham. La primera ministra, Liz Truss, celebra su primera reunión con el rey

El primer discurso de Carlos III, en español. Carlos III, en su primer discurso como rey del Reino Unido, este viernes.

Carlos III, de 73 años, es consciente de que su reinado nace con un tiempo acotado, y en su primer discurso a la nación, a media tarde de este viernes, ha querido transmitir a los bri tánicos un mensaje de tranquila continuidad. “Como hizo la reina, con una devoción inquebrantable, yo también me comprometo solem nemente, durante el tiempo restante que Dios quiera concederme, a defender los principios constitucionales que residen en el corazón de nuestra nación”, ha dicho el nuevo monarca. Era un discurso grabado en la que será a partir de ahora su residencia, el Palacio de Buckin gham. Sus primeras palabras a los británicos han sonado al comienzo del servicio religioso celebrado en la catedral de San Pablo, en ho nor a Isabel II. Consciente de que los ojos del mundo están centrados en sus primeros actos y declaraciones, el heredero, que durante dé cadas se comprometió e implicó en los asuntos

más controvertidos de la época, es hoy un rey que aspira simplemente a cumplir su papel con la misma dedicación con que lo hizo su madre durante 70 años.

“Al asumir mis nuevas responsabilidades, ya no será posible que pueda dedicar gran parte de mi tiempo y de mis energías a las organizacio nes benéficas y a los asuntos por los que tan profundamente me preocupé”, anunciaba Carlos III, para despejar cualquier duda sobre su neutralidad futura. Como su madre, el nuevo monarca ha expresado su compromiso abso luto con los valores de la Iglesia de Inglaterra, de la que ahora es la cabeza máxima, y con las “tradiciones, libertades y responsabilidades de nuestra historia única y nuestro sistema de Go bierno parlamentario”. Como Isabel II, ha lle gado para su hijo el momento de velar por la arquitectura constitucional del Reino Unido, y no tanto por su naturaleza, sus paisajes o su arquitectura. Al menos, públicamente.

Gran parte del discurso de Carlos III, nueve minutos leídos detrás de una sobria mesa de

escritorio, presidida por un retrato de Isabel II, y con un tono tenue de luz, ha estado de dicado a homenajear la figura de la difunta monarca. “Su dedicación y devoción como soberana nunca cesaron, a través de tiempos de cambio y de progreso, a través de tiem pos de alegría y de celebración, y a través de tiempos de tristeza y de dolor”, ha expresado en una intervención comprometida, desde el principio, “a honrar la memoria” de su madre, ha dicho.

La expresión de bondad y calidez hacia la mo narca fallecida se ha extendido también hacia la mujer que, durante 17 años de matrimo nio, y muchos más de complicidad, ha incor porado al carácter de Carlos III la templanza y tranquilidad de espíritu que tan esquivas le fueron durante las primeras décadas de su vida. “Es también un tiempo de cambio para mi familia. Cuento con la cariñosa ayuda de mi querida esposa, Camila. En reconocimien to a su leal servicio público desde que celebramos nuestro matrimonio hace 17 años, se convierte ahora en reina consorte. Sé que

incorporará a las exigencias de su nuevo papel la firme devoción al deber de la que he pasado a depender tanto”, anunciaba Carlos III. Fue el deseo expresado por Isabel II en la celebración de su último cumpleaños. Quería que su nuera adquiriera el título de reina consorte, como las esposas de otros reyes en el pasado. Los años turbulentos en que el triángulo Carlos-Lady Di-Camila predispusieron contra esta última a gran parte de los británicos forzaron una actitud cauta por parte de la familia real, que alimentó el sobrentendido de que la duquesa de Cornualles sería simplemente princesa consor te. En su segundo día de reinado, Carlos III ha tomado la decisión que tanto tiempo anheló.

El rey Carlos de Inglaterra y la reina consorte, Camila, entran al palacio de Buckingham por primera vez tras la muerte de Isabel II.

El rey Carlos de Inglaterra y la reina consorte, Camila, entran al palacio de Buckingham por primera vez tras la muerte de Isabel II.

La segunda decisión iba dirigida a quien, duran te muchos años, los medios británicos alimen taron como la esperanza de una monarquía re novada, bajo la condición —que hoy ya se ha revelado imposible— de saltar un escalón en la línea de sucesión: su hijo Guillermo, el miem bro más popular de los Windsor después de la difunta reina. “Con Catalina [Kate Middleton] a su lado, nuestros nuevos príncipe y princesa de Gales continuarán inspirando y liderando la conversación nacional, lo sé, y ayudarán a desplazar lo marginal hacia el terreno del centro,

que es donde puede concederse la ayuda vi tal”, ha asegurado el rey.

Palabras cálidas también, en un nuevo comien zo de todo, hacia la pareja que más quebra deros de cabeza le ha proporcionado en los últimos años: “También expreso mi amor al príncipe Enrique y a Meghan, mientras conti núan construyendo sus vidas al otro lado del océano”, ha dicho. Cariño, pero también un de finitivo punto y aparte en el reparto de las nue vas responsabilidades de la Casa de Windsor.

A media tarde, Carlos III regresaba a Londres desde Balmoral, en las Tierras Altas Escocesas. Allí quedaba velado el féretro de Isabel II, antes de emprender un primer viaje a Edimburgo. Al llegar a su nueva residencia, el Palacio de Buc kingham, Carlos y Camila se han encontrado con miles de ciudadanos concentrados frente a la verja. El Rolls Royce oficial ha parado allí mismo, y el nuevo rey se ha dado un primer baño de multitudes.

Carlos III no dejaba de dar las gracias —casi con el asombro de descubrir que era querido por la gente— mientras estrechaba las manos, recogía ramos de flores, y hasta se dejaba besar en la mejilla por una efusiva mujer que había logrado hacerse un hueco en la primera fila de los presentes. Ha sido solo al final de tanto aga sajo cuando el rey, despistado, se ha dirigido hacia la puerta equivocada. Sus ayudantes han tenido que redirigirle hasta que juntos, Carlos y Camila, han recorrido el largo patio de la en trada. Del palacio, y de su nueva vida.

Primer encuentro del rey Carlos III de Inglate rra con la primera ministra Liz Truss en el pala cio de Buckingham, el 9 de septiembre.

Primer encuentro del rey Carlos III de Inglate rra con la primera ministra Liz Truss en el pala cio de Buckingham, el 9 de septiembre.

Buckingham ha mostrado poco después las imágenes del primer encuentro de Carlos III con la primera ministra, Liz Truss. Cuatro días antes, Isabel II le había encargado formar un Gobierno en su nombre. “Era el momento que

yo más había temido, como mucha otra gente”, ha dicho el monarca a Truss en un breve inter cambio inicial ante las cámaras. Carlos III se presenta ante los británicos como el garante de la continuidad de una monarquía neutral El nuevo monarca y la reina consorte, Ca mila, reciben un primer baño de multitu des a su llegada al Palacio de Buckingham. La primera ministra, Liz Truss, celebra su primera reunión con el rey El primer discurso de Carlos III, en español. Carlos III, en su primer discurso como rey del Reino Unido, este viernes. Carlos III, de 73 años, es consciente de que su reinado nace con un tiempo acotado, y en su primer discurso a la nación, a media tarde de este viernes, ha querido transmi tir a los británicos un mensaje de tranquila continuidad. “Como hizo la reina, con una devoción inquebrantable, yo también me

comprometo solemnemente, durante el tiem po restante que Dios quiera concederme, a de fender los principios constitucionales que resi den en el corazón de nuestra nación”, ha dicho el nuevo monarca.

Era un discurso grabado en la que será a partir de ahora su residencia, el Palacio de Buckin gham. Sus primeras palabras a los británicos han sonado al comienzo del servicio religioso celebrado en la catedral de San Pablo, en ho nor a Isabel II. Consciente de que los ojos del mundo están centrados en sus primeros actos y declaraciones, el heredero, que durante dé cadas se comprometió e implicó en los asuntos más controvertidos de la época, es hoy un rey que aspira simplemente a cumplir su papel con la misma dedicación con que lo hizo su madre durante 70 años.

“Al asumir mis nuevas responsabilidades, ya no será posible que pueda dedicar gran parte de mi tiempo y de mis energías a las organizacio nes benéficas y a los asuntos por los que tan

profundamente me preocupé”, anunciaba Car los III, para despejar cualquier duda sobre su neutralidad futura. Como su madre, el nuevo monarca ha expresado su compromiso absoluto con los valores de la Iglesia de Inglaterra, de la que ahora es la cabeza máxima, y con las “tradiciones, libertades y responsabilidades de nuestra historia única y nuestro sistema de Go bierno parlamentario”. Como Isabel II, ha lle gado para su hijo el momento de velar por la arquitectura constitucional del Reino Unido, y no tanto por su naturaleza, sus paisajes o su arquitectura. Al menos, públicamente.

Gran parte del discurso de Carlos III, nueve minutos leídos detrás de una sobria mesa de escritorio, presidida por un retrato de Isabel II, y con un tono tenue de luz, ha estado de dicado a homenajear la figura de la difunta monarca. “Su dedicación y devoción como so berana nunca cesaron, a través de tiempos de cambio y de progreso, a través de tiempos de alegría y de celebración, y a través de tiempos de tristeza y de dolor”, ha expresado en una intervención comprometida, desde el princi pio, “a honrar la memoria” de su madre, ha dicho.

La expresión de bondad y calidez hacia la monarca fallecida se ha extendido también hacia la mujer que, durante 17 años de matrimonio, y muchos más de complicidad, ha incorpora do al carácter de Carlos III la templanza y tran quilidad de espíritu que tan esquivas le fueron durante las primeras décadas de su vida. “Es también un tiempo de cambio para mi familia. Cuento con la cariñosa ayuda de mi querida esposa, Camila. En reconocimiento a su leal servicio público desde que celebramos nuestro matrimonio hace 17 años, se convierte ahora en reina consorte. Sé que incorporará a las exigencias de su nuevo papel la firme devoción al deber de la que he pasado a depender tan to”, anunciaba Carlos III. Fue el deseo expresa do por Isabel II en la celebración de su último cumpleaños. Quería que su nuera adquiriera el título de reina consorte, como las esposas de otros reyes en el pasado. Los años turbulentos

en que el triángulo Carlos-Lady Di-Camila pre dispusieron contra esta última a gran parte de los británicos forzaron una actitud cauta por parte de la familia real, que alimentó el sobrentendido de que la duquesa de Cornualles sería simplemente princesa consorte. En su segundo día de reinado, Carlos III ha tomado la decisión que tanto tiempo anheló.

El rey Carlos de Inglaterra y la reina consorte, Camila, entran al palacio de Buckingham por primera vez tras la muerte de Isabel II.

El rey Carlos de Inglaterra y la reina consorte, Camila, entran al palacio de Buckingham por primera vez tras la muerte de Isabel II.

La segunda decisión iba dirigida a quien, duran te muchos años, los medios británicos alimen

taron como la esperanza de una monarquía re novada, bajo la condición —que hoy ya se ha revelado imposible— de saltar un escalón en la línea de sucesión: su hijo Guillermo, el miembro más popular de los Windsor después de la difunta reina. “Con Catalina [Kate Middleton] a su lado, nuestros nuevos príncipe y princesa de Gales continuarán inspirando y liderando la conversación nacional, lo sé, y ayudarán a des plazar lo marginal hacia el terreno del centro, que es donde puede concederse la ayuda vi tal”, ha asegurado el rey.

Palabras cálidas también, en un nuevo comien zo de todo, hacia la pareja que más quebra deros de cabeza le ha proporcionado en los últimos años: “También expreso mi amor al príncipe Enrique y a Meghan, mientras conti-

núan construyendo sus vidas al otro lado del océano”, ha dicho. Cariño, pero también un de finitivo punto y aparte en el reparto de las nue vas responsabilidades de la Casa de Windsor.

A media tarde, Carlos III regresaba a Londres desde Balmoral, en las Tierras Altas Escocesas. Allí quedaba velado el féretro de Isabel II, antes de emprender un primer viaje a Edimburgo. Al llegar a su nueva residencia, el Palacio de Buckingham, Carlos y Camila se han encontrado con miles de ciudadanos concentrados frente a la verja. El Rolls Royce oficial ha parado allí mismo, y el nuevo rey se ha dado un primer baño de multitudes.

Carlos III no dejaba de dar las gracias —casi con el asombro de descubrir que era querido por la gente— mientras estrechaba las manos, re cogía ramos de flores, y hasta se dejaba besar en la mejilla por una efusiva mujer que había logrado hacerse un hueco en la primera fila de los presentes. Ha sido solo al final de tanto aga sajo cuando el rey, despistado, se ha dirigido hacia la puerta equivocada. Sus ayudantes han tenido que redirigirle hasta que juntos, Carlos y Camila, han recorrido el largo patio de la entrada. Del palacio, y de su nueva vida.

Primer encuentro del rey Carlos III de Inglate rra con la primera ministra Liz Truss en el pala

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