1 el circo de los extraños

Page 100

Llegué tambaleándome hasta mi habitación y me derrumbé sobre la cama, y lloré, pues sabía que mi vida como ser humano había terminado. Ya no podría seguir viviendo sin más como el Darren Shan de siempre. El vampiro que había en mí era incontrolable. Tarde o temprano me obligaría a hacer algo horrible y acabaría por asesinar a mamá, a papá o a Annie. No podía permitir que eso sucediera. ¡No podía! Mi vida había dejado de tener importancia, pero no la de mis amigos y la de mi familia. Si quería protegerlos tendría que irme muy lejos, a algún lugar en el que no pudiera causar daño. Esperé a que cayera la noche y luego salí. Esta vez no quería marcharme por ahí hasta que mis padres estuvieran dormidos. No me atrevía, porque sabía que uno de ellos vendría a mi habitación antes de acostarse. Ya me lo estaba imaginando, mamá inclinándose sobre mí para darme un beso de buenas noches y llevándose un susto de muerte cuando la mordiera en el cuello. No dejé ninguna nota ni me llevé nada. No me sentía capaz de pensar en esas cosas. Lo único que sabía era que tenía que marcharme, y cuanto antes mejor. Cualquier cosa que retrasara mi huida empeoraría la situación. Caminé a buen paso y pronto alcancé la entrada del teatro. Ya no me parecía tenebroso. Me había acostumbrado a verlo. Además, los vampiros no tienen nada que temer de los edificios sombríos y malditos. Míster Crepsley me estaba esperando tras la puerta principal. -Te he oído llegar –dijo-. Te has entretenido más de lo que yo pensaba en el mundo de los humanos. -Le he chupado la sangre a uno de mis mejores amigos –le dije-. Y he estado a punto de morder a mi hermana pequeña. -Pues tú has salido bien parado –dijo-. Muchos vampiros matan a alguien cercano antes incluso de darse cuenta de que están condenados. -No hay vuelta atrás, ¿no? –pregunté con tristeza- ¿No existe ninguna pócima capaz de devolver la naturaleza humana o de evitar que ataque a la gente? -Lo único que puede detenerte ahora –dijo él- es la consabida estaca atravesándote el corazón. -Pues qué bien –suspiré-. No me entusiasma, pero supongo que no tengo elección. Soy suyo. No volveré a escaparme. Haga conmigo lo que quiera. Crepsley asintió lentamente. -Es probable que no creas lo que voy a decirte –dijo-, pero sé por lo que estás pasando y lo siento por ti –meneó la cabeza apesadumbrado-. Pero no hay nada que hacer. Tenemos mucho trabajo por delante y no nos podemos permitir el lujo de perder el tiempo. Vamos, Darren Shan –me dijo, cogiéndome de la mano-. Tienes que trabajar muy duro hasta que asumas tu cometido y consigas demostrar que me sirves como aprendiz. -¿Y qué tengo que hacer? –pregunté, desconcertado. -Lo primero que hay que hacer –dijo, con una sonrisa taimada-, es... ¡matarte!


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.