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El Dios de la Vida en los jóvenes desde la experiencia de Ejercicios Espirituales.
Son múltiples las amenazas a las cuales nuestros jóvenes están sometidos. Contemplamos cada día la precarización de la juventud, la vulnerabilidad de sus derechos, el oscuro panorama laboral que genera en ellos y ellas tantas angustias, la violencia que atenta directamente contra sus vidas. Sólo desde abril hasta hoy en medio de las protestas sociales en mi país han sido asesinados más de 80 jóvenes. Y afirmo “sólo” porque son tantos otros los escenarios dramáticos en los cuales los jóvenes rurales como urbanos se les viene pisoteando la posibilidad y el derecho de vivir.
Todo esto sin duda alguna emerge como un panorama tan real como desolador. Pareciera que, en medio de tan adversa realidad, los y las jóvenes se sienten en una tierra de nadie, experimentando una herida profunda. Ahora bien, podríamos invertir todo el tiempo de esta reflexión ofreciendo cifras alarmantes sobre las injusticias que cargan nuestros jóvenes. No obstante, vamos a intentar dar un paso y reconocer que aún en medio de este reinado de la muerte, es la vida quien lucha por tener la última palabra.
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Quisiera destacar, en esa lógica, tres expresiones juveniles (de muchas posibles) a través de las cuales he podido reconocer, caminando con los jóvenes, su clamor contundente de protesta y su reacción-compromiso delante de tanta indignación. Estas manifestaciones que reivindican una apuesta por la justicia, me han posibilitado pensar y comprender que, a partir de las heridas de los jóvenes de mi país, ha surgido también una cultura de la paz y de la promoción de la vida.
La primera expresión juvenil, que se enmarca también dentro de la concepción de una subcultura juvenil, se encarna en aquellos jóvenes que desde el agenciamiento político y el poder de la colectividad se movilizan para buscar transformaciones sociales y culturales importantes. En ese cruce de esperanzas y desesperanzas los jóvenes alzan su voz y como un colectivo diverso y plural denuncian tantas formas de injusticia. Denuncia que expresa el deseo sincero por construir un porvenir más digno para ellos y ellas.
Otra forma de subcultura juvenil está íntimamente ligada al arte. Y vaya que el arte conoce y sabe a espiritualidad. En este clamor social liderado por los jóvenes en Colombia el arte se ha configurado como lugar de redención, de sanación, de protesta y de comunión. Las calles de muchas de las ciudades del país se han llenado de alegría y colorido, de música, de teatro, de poesía, de danza y de grafitis. Aún en medio de una pandemia, el arte ha sabido ser lugar salvífico y de transformación para las juventudes.
Vinculada a las dos anteriores, surge desde lo profundo de nuestros jóvenes la sensibilidad y el compromiso real y cotidiano por el cuidado de la casa común. Como en América Latina y el Caribe en Colombia se cometen los más atroces ecocidios. Ante esta situación, por ejemplo, no pocos jóvenes de la Red Juvenil Ignaciana colombiana han asumido un verdadero compromiso por aportar a esta realidad.
La mayoría de ellos inciden como influenciadores en redes sociales o desde sus espacios educativos. Sus vidas y sus hábitos más cotidianos son ejemplo para otros jóvenes en esta causa urgente y global. Estas tres subculturas están claramente mediadas por la cultura de la era digital la cual se convierte en una plataforma idónea para la libertad de expresión, pero al mismo tiempo, se configura como el hábitat de muchos tipos de violencia y agresión.
Ahora bien, de estas tres subculturas juveniles quisiera compartir con ustedes algunas preguntas para provocar la reflexión: ¿No son estas manifestaciones del sentir juvenil una forma de espiritualidad? ¿Cuál es el clamor de Dios; el grito de Dios; la moción del espíritu que subyace de estas manifestaciones juveniles? ¿Qué representa para nosotros el verbo con el que inicia la tercera preferencia apostólica, ¡acompañar!, delante de este Dios que asume el rostro de unas juventudes indignadas? La espiritualidad, también confesional, también ignaciana se torna quizá en esa capacidad de no ver las heridas como la fría muerte, sino como la posibilidad de lo germinal, de lo nuevo, de un presente y el futuro verdaderamente esperanzador. No desde romanticismos ingenuos, sino desde un Cristo que vive y mueve a los jóvenes exaltando lo sagrado que es la vida de todos y de todas. Es quizá esa espiritualidad la que pueda ayudar a reivindicar la esperanza perdida en muchos jóvenes.
Termino esta reflexión compartiendo con ustedes algunos llamados: el cuidado por las juventudes de nuestros países debe seguir siendo para nosotros una auténtica responsabilidad, una moción contundente del espíritu. Un cuidado solidario marcado por una verdadera capacidad de escucha, de acogida y sobre todo de testimonio de parte nuestra.
Ojalá no solamente desde los discursos, ojalá no solamente desde las buenas intenciones, ojalá no sea solamente desde las ponencias académicas. Personalmente les confieso que cada vez me cuesta más hablarles a los jóvenes sobre un presente y un futuro esperanzador. A veces el mal espíritu también quiere adueñarse de nuestra mirada. De ahí también el llamado a alimentar nuestro seguimiento a Jesús y nuestra propia vocación de servirle a los jóvenes, para que nuestra misión de acompañarlos, desde la amistad y desde los que somos, siga trayendo frutos y frutos que permanezcan.
Onésimo de Jesús González López Maestro del Colegio VID Obra de la Congregación Mariana.
Del 29 al 31 de octubre se llevó a cabo una tanda de Ejercicios Espirituales para jóvenes en la Finca San José; ubicada en la Ceja, Antioquia. Esta experiencia fue construida en el marco de la articulación entre la Red Juvenil Ignaciana y el Comité de jóvenes de Regionalización Antioquia. Los ejercicios contaron con la participación de 31 jóvenes provenientes de diferentes obras e instituciones como La Parroquia La Divina Pastora, Colegio VID, Fe y Alegría, Colegio San Ignacio, Colegio San José de las Vegas y el Presbítero Antonio José Bernal Londoño. La metodología de los EE.EE fue diseñada y acompañado por seis acompañantes, integrantes del comité de jóvenes, uno de ellos, Onésimo de Jesús González nos cuenta su experiencia:
¿Qué encontraste de nuevo en los Ejercicios Espirituales con los jóvenes de Antioquia?
Cuando me invitaron a acompañar ejercicios espirituales de la región Antioquia, lo primero que pensé fue en las preferencias apostólicas y particularmente en dos: acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro lleno de esperanza y lo interesante que puede ser ofrecerles una experiencia inspirada en los Ejercicios Espirituales y el discernimiento para el joven de hoy.
Al entrar en la experiencia encontré a unos muchachos y muchachas que procedían de distintos lugares e instituciones. Creía que estaban unidos solamente por el espíritu de San Ignacio, pero me lleve una grata sorpresa: muchas cosas les unen y los ejercicios dieron lo necesario para descubrir esos vínculos. Me tomaré estas líneas para contarles algunos hallazgos en esto de andar con los jóvenes desde los ejercicios espirituales.
Las distancias físicas consecuencia de la pandemia han traído dos cosas interesantes: la necesidad de encuentros y la búsqueda desde lo espiritual. Abrir espacios de interacción para los jóvenes permite el encuentro con otros, consigo mismos y con Dios. Son espacios en los que se unen las búsquedas y se escuchan voces de otros, se observan gestos y se perciben sensaciones que solo pueden darse en el contacto con el otro desde una cercanía presencial. Ese encuentro con el otro, compartido desde una vivencia del espíritu, despierta entre los jóvenes nuevas sensibilidades con las que empatizan y se detienen como Moisés frente a la zarza ardiendo, en esto se admiran, contemplan y sienten.
Definitivamente los jóvenes reconocen su necesidad de los otros y también su necesidad de Dios. Los Ejercicios Espirituales siguen siendo un medio para que los jóvenes puedan encontrar a Jesucristo, conocerle, relacionarse con Él y seguirle. Del mismo modo para el que acompaña, los EEEE son el espacio privilegiado para garantizar ese encuentro y ser testigos de la acción de Dios en los jóvenes.