The Hacker Crackdown

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sus motivos, el modus operandi general. Ahora sabemos, o al menos eso espero, quienes son, de donde vienen, y más o menos lo que quieren. En el siguiente capítulo de este libro Ley y Orden, dejaremos ese meollo y entraremos directamente en el mundo de la policía de crímenes informáticos de América. Pero en este momento hay otro personaje que quiero presentar: yo mismo. Me llamo Bruce Sterling. Vivo en Austin, Texas, donde trabajo como escritor de ciencia-ficción. Más específicamente: un escritor de ciencia-ficción cyberpunk. Como mis colegas cyberpunk en los Estados Unidos y Canadá, nunca me he sentido completamente feliz con esta etiqueta literaria, sobre todo al convertirse en un sinónimo de criminal informático. Pero una vez edité un libro con cuentos de mis colegas, llamado ‘MIRRORSHADES: the Cyberpunk Anthology’40 y me he dedicado durante un tiempo a escribir manifiestos de crítica literaria sobre ciberpunks. No soy un hacker en ninguno de sus sentidos, aunque tengo lectores dentro del underground digital. Cuando tuvo lugar el asalto a Steve Jackson Games, Inc., evidentemente me generó un interés intenso. Si los libros cyberpunk eran prohibidos por la policía federal, en la ciudad donde vivía, empecé a preguntarme si yo mismo podría ser el siguiente. ¿Se incautaría de mis computadoras el Servicio Secreto? En aquel momento estaba en posesión de un anciano Apple IIe que ni tenía disco duro. Si me asaltaban, acusándome de ser un autor de manuales de crimen informático, la pérdida de mi procesador de texto tampoco generaría muchas simpatías. Conocía desde hacía años a Steve Jackson, como colegas, pues frecuentábamos las mismas convenciones de ciencia-ficción. He jugado con los juegos de Jackson y reconozco su inteligencia, pero desde luego nunca me había dado la impresión de ser una mente criminal especializada en la informática. También sabía un poquito de las BBS. A mediados de los años 80 había tenido un papel activo en una BBS de Austin llamada SMOF-BBS, una de las primeras BBS dedicadas a la ciencia-ficción. Tenía un módem, y en alguna ocasión me había conectado a Illuminati, que siempre me había parecido como algo muy colgado, pero también inofensivo. En el momento del registro de Jackson, no tenía ninguna experiencia en BBS underground. Pero sabía que nadie de Illuminati hablaba de entrar ilegalmente en sistemas, o de robar a las compañías telefónicas. Illuminati ni siquiera ofrecía juegos de computadora pirateados. Steve Jackson, como muchos otros artistas creativos, era muy sensible al tema de robo de propiedad intelectual. Me parecía que o bien Jackson era claramente sospechoso de un crimen —en cuyo caso le acusarían pronto y tendría que ir a los tribunales— o bien era inocente, en cuyo caso el Servicio Secreto le devolvería enseguida su equipo, y todos nos echaríamos unas risas. Esperaba más bien las risas. La situación no dejaba de tener su lado cómico. La incursión, conocida como el asalto cyberpunk 40 Es decir: Gafas de espejuelos: la antología ciberpunk.

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