The Hacker Crackdown

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Podría suponerse que Richard Andrews y Charlie Boykin que habían presentado el documento E911 ante la seguridad de los telecos, se podrían haber ahorrado cualquier sospecha oficial. Pero, tal y como hemos visto, el deseo de cooperar completamente no ofrece mucha —por no decir ninguna— seguridad contra una persecución federal anti-hackers. Richard Andrews se encontró ante graves problemas, gracias al documento E911. Andrews vivía en Illinois, los pastos nativos del Grupo de Chicago. El 3 y el 6 de febrero, su casa y el lugar de trabajo fueron registrados por el Servicio Secreto. Sus máquinas también se fueron por la puerta y le aplicaron el tercer grado un buen rato —aunque no fue arrestado—. Andrews demostró ser culpable de estar en posesión de: UNIX SVR 3.2; UNIX SVR 3.1; UUCP; PMON; WWB; IWB; DWB; NROFF; KORN SHELL '88; C++; y QUEST, entre otros. Andrews había recibido este código propietario —que AT&T valoraba oficialmente en más de 250.000 dólares— a través de la red UNIX, buena parte de la cual suministrada como favor personal por Terminus, probablemente. Aún peor, Andrews admitió haberle devuelto el favor, al pasarle a Terminus una copia del código fuente propietario de STARLAN. Hasta el mismo Charles Boykin, un empleado de AT&T, se metió en problemas hasta las orejas. En 1990 ya casi se había olvidado del problema del E911 que él había denunciado en septiembre del 88. De hecho, desde esa fecha, había pasado dos alertas de seguridad más a Jerry Dalton, en relación a temas que Boykin consideraba peores que el documento E911. Pero en 1990, el año de La Caza de Hackers , el Servicio de Seguridad Informativa Corporativa de AT&T estaba harta ya de Killer. Esta máquina no daba dividendos a AT&T, y proveía de ayuda y confort a una nube de colgados sospechosos de fuera de la compañía, algunos de los cuales eran activamente maliciosos contra AT&T, su propiedad y sus intereses como corporación. Sin importar ya la buena voluntad y la publicidad que se hubiera podido ganar con Killer, sus 1500 usuarios devotos eran un riesgo a la seguridad, demasiado importante como para seguir haciendo la vista gorda. El 20 de febrero de 1990, Jerry Dalton llegó a Dallas y simplemente desconectó los cables telefónicos, ante la sorpresa y alarma de muchos de los usuarios tejanos de Killer. Killer quedó permanentemente desconectada, con la pérdida de vastos archivos de programas y una enorme cantidad de correo electrónico. El servicio nunca se restauró. AT&T no mostró ningún interés por la propiedad de esas 1500 personas. Cualquiera que fuera la propiedad que los usuarios habían estado almacenando en la computadora de AT&T lo cierto es que se desvaneció completamente. Boykin, quien había denunciado el problema del documento E911 se encontró también bajo una nube de sospecha. En una repetición de la jugada de las apropiaciones del Servicio Secreto, pero con seguridad privada, la gente de seguridad de AT&T Security visitó la casa de Boykin y sus máquinas salieron también por la puerta.

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