La Historia Grafica del Siglo XX Vol. II

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templaría cómo su periódico, bajo la dirección de Miguel de los Santos Oliver, se situaba a la cabeza de la prensa nacional, gracias a un excepcion^l soporte de suscriptores y un respaldo publicitario de primera magnitud. Con estos rotativos se alternaban La Época de Escobar, La Correspondencia de España de Leopoldo Romeo, La Tribuna de Cánovas Cervantes y otros muchos de ámbito nacional y local. Fue una época de plumas brillantes e influyentes cuyos escritos eran seguidos en un momento de transformación de la vida española. La definición de «la España invertebrada» la emitió Ortega y Gasset desde las páginas de El Imparcial. En el panorama periodístico de entonces brillaban la crónica mundana de Gómez Carrillo, el escrito literario de Andrenio, la crítica de Díez-Canedo, el editorial de Cuartero y la columna incisiva de Félix Lorenzo; era una prensa en la que se podían leer escritos nada menos que de Unamuno, Cavia, Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna, Grandmontagne, Azorín, Fernández Flórez y toda una generación de grandes escritores.

del vespertino. Monopolizador de la noticia y sin competencia radiofónica ni televisiva alguna, el periódico era dueño de la palabra y de la imagen. Y si la venta de los matutinos era más estática y de kiosco, la del vespertino era dinámica y sonora con los vendedores voceando el titular y anticipando a gritos la última noticia. La guerra de 1914 a 1918, con su sucesión de noticias trascendentales, trajo una dilatación sin precedentes del medio informativo por el acopio de noticias, por el despliegue de corresponsales en los frentes, de fotógrafos. Su influencia sobre la opinión pública fue total en momentos en los que era preciso aunar sentimientos colectivos en pro del esfuerzo bélico. La gravedad de las circunstancias hizo necesaria la existencia de la censura, un descubrimiento que

1918 La prensa: explosión del cuarto poder En la página opuesta, de izquierda a derecha, calle de Buenos Aires donde estaba la antigua sede del periódico La Nación, decano de la prensa argentina, y una postal de propaganda de Le Fígaro francés, en la que una señorita, ataviada con un traje de época, se sobrepone a la primera página del diario. Bajo estas líneas, publicidad del ABC español en la que se mencionan sus dos ediciones: la de Madrid y la de Sevilla.

La expansión Al entrar en la segunda década del siglo XX, el dogma de la libertad de prensa estimulaba la más dura competitividad. En su capacidad de difusión, el mundo de la información había dado un salto de gigante. El mercado informativo se lo disputaban un plantel de agencias: las inglesas Reuter y Central Press; las americanas United Press, Associated Press, International News Service; las alemanas Wolff y Ullstein; la rusa Tass; las francesas Havas y Fabra; la italiana Stéfani. En aquel entonces, en Estados Unidos se publicaban 2.400 periódicos que tiraban un total de 24 millones de ejemplares. El mundo de los semanarios se había enriquecido con la aparición de las revistas especializadas: técnicas, económicas, deportivas, femeninas, infantiles. El fotoperiodismo se desarrollaba gracias a las nuevas técnicas de heliograbado. The Illustrated London News, L'Illustration Frangaise, Berliner Ilustrierte eran publicaciones que creaban el nuevo periodismo en imágenes, cosa que hacían entre nosotros Blanco y Negro, La Esfera y Nuevo Mundo. Una noticia clamorosa, como el hundimiento del Titanic en 1912, representaba un inaudito despliegue informativo, el lanzamiento de ediciones especiales, la competencia más enconada para ofrecer el detalle inédito, la confidencia reveladora. La vida de los países se dividía, periodísticamente hablando, en la hora del matutino y la

ABC, desde sus comienzos en Sevilla a su edición aérea.

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