La Historia Grafica del Siglo XX Vol. II

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Un buen momento para Alemania

Tras un año de mantenerse a la expectativa observando a los dos bandos contendientes, Italia decide unirse a los aliados y ataca al Imperio austro-húngaro el 24 de mayo de 1915 a través de los pasos de su frontera alpina, momento que recoge el grabado de E. Dulevant (abajo). El nuevo frente distraerá tropas del frente ruso, y nuevos ataques italianos aliviarán en ocasiones la presión de los germanos sobre la zona de Verdún.

La «guerra rápida», la «guerra de castigo» de 1914 y 1915 es ya cosa del pasado en 1916, y los contendientes tratan vanamente de llegar a un resultado decisivo e irreversible en el campo de batalla, que obligue al enemigo a aceptar su inferioridad y, eventualmente, la derrota o, al menos, una honrosa paz de compromiso. A lo largo de 1915, los aliados (la Entente, por otro nombre) no han cosechado más que decepciones y fracasos militares y diplomáticos. El estancamiento de los frentes en el oeste y las derrotas de Servia y Rusia en el este habían provocado crisis profundas y cambios en los altos mandos rusos y británicos (estos últimos se verán obligados a implantar el servicio militar obligatorio en enero de 1916). Se estimaba que Rusia, postrada, ya no constituía un peligro para los estados centrales, lo que empujó a Bulgaria a entrar en la guerra al lado de éstos. Sólo la incorporación italiana a las filas aliadas compensó, en parte, las desgracias del año. A comienzos de 1916, Alemania y sus aliados

se encontraban en un buen momento. El cerco militar a los estados centrales se había roto. Berlín volvía a pensar en su Mitteleuropa, en su área de influencia desde el mar del Norte al mar Negro y los Balcanes. Y, sobre todo, mientras se intensificaba la guerra submarina para romper el bloqueo aliado, se barajaban de nuevo planes de ofensivas que resultarían «definitivas». Los estados centrales (sobre todo Alemania, pues Austria-Hungría mostraba síntomas de cansancio) disponían de abundante material y de grandes masas de hombres. Además, no esperaban que los aliados tuviesen todavía gran capacidad de respuesta: los rusos estaban maltrechos en el este; los italianos, contenidos en los Alpes; los franco-británicos no conseguían llevar a cabo la ruptura decisiva. Aunque los servicios secretos aliados descartaban cualquier maniobra enemiga en los primeros meses de 1916, Alemania planeó un ataque de «desgaste total» en el oeste (Verdún), según los planes del general Falkenheyn, al tiempo que Austria-Hungría preparaba una «ofensiva de aniquilamiento» ideada por Conrad contra los italianos en el Trentino.

Verdún

Italia entra en guerra.

En la historia de la Gran Guerra, 1916 es el año de Verdún. El general francés Joffre entendía que era improbable un ataque enemigo en esa zona, por lo que estimaba que la primera línea de defensas era suficiente. Pero Verdún era un saliente, a caballo del Mosa, que amenazaba las líneas alemanas, y Berlín decidió eliminarlo. El ataque, pues, iba a efectuarse en un sector bastante desguarnecido del frente francés. El 21 de febrero, un bombardeo directo, de nueve horas de duración, sin preparación previa, arrasó por sorpresa las líneas aliadas, destruyendo trincheras, carreteras y fortificaciones. Los franceses retrocedieron con grandes pérdidas. El día 24, ante la situación, el general Pétain asume el mando y trata de evitar el inminente desastre. Dos días más tarde, sin embargo, los franceses pierden Douaumont y el 2 de marzo los alemanes amplían el ataque a la izquierda del Mosa. En París ya se habla de catástrofe, pero, contra toda lógica, los franceses surgen de los escombros embarrados y, en grupos aislados, resisten con decisión. Moderadas en un principio, las bajas alemanas aumentan terriblemente en los días sucesivos, al organizarse y consolidarse la defensa. Pronto se hacen famosos nombres como Mort-Homme, Cota 304, Vaux, etc. Para aliviar la presión alemana, los franceses piden y obtienen un ataque ruso contra las líneas alemanas en el Narocz, al este, y otro italiano

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