Mujercitas1

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Louisa May Alcott

Mujercitas

Querida Jo: Mañana vendrá a casa un grupo de amigos y amigas ingleses con los que espero pasar un buen rato. Si hace buen tiempo, montaré una tienda de campaña en Longmeadow, remaremos en el río, comeremos y jugaremos al cróquet. Encenderemos una hoguera para preparar la comida, como si estuviésemos en un campamento gitano, y estaremos de jarana. Son gente estupenda y les encanta esta clase de fiestas. Brooke también vendrá, para vigilar que nos portamos bien, y Kate Vaughn liará lo propio con las chicas. Quiero que vengáis todas, y eso incluye a Beth, no quiero excusas de ningún tipo, nadie la molestará. No os preocupéis por la comida, yo me encargo de eso y de todo lo demás. Solo venid, estaremos entre amigos. Ahora te dejo, pues tengo que darme prisa con los preparativos. Con cariño, LAURIE

—¡Qué maravilla! —exclamó Jo, que corrió a comunicar a Meg la buena noticia—. Mamá, nos dejas ir, ¿verdad? A Laurie le seríamos de mucha ayuda, porque yo sé remar, Meg puede ocuparse de la comida y seguro que las niñas también pueden colaborar de alguna forma. —Espero que los Vaughn no sean demasiado mayores y refinados. ¿Qué sabes de ellos? —preguntó Meg. —Solo que son cuatro hermanos. Kate es mayor que tú, Fred y Frank, que son gemelos, tienen mi edad y Grace, la pequeña, tiene nueve o diez años. Laurie los conoció en el extranjero y trabó amistad con los chicos pero, por la mueca que hace cuando habla de Kate, sospecho que no le cae demasiado bien. —Menos mal que mi vestido estampado de estilo francés está limpio. Es de lo más adecuado y, además, me favorece mucho —apuntó Meg, complacida—. Y tú, Jo, ¿tienes algo decente que ponerte? —El traje marinero escarlata y gris me basta y me sobra. Pienso remar y correr, y no quiero que ninguna prenda almidonada me frene. Betty, ¿vendrás? —Si me aseguráis que ningún chico me dirigirá la palabra. —¡Ni uno solo! —Me gusta complacer a Laurie y el señor Brooke no me da miedo, lo encuentro muy amable; pero no quiero cantar, tocar ni tener que decir nada. Me portaré bien y no molestaré a nadie. Jo, si puedo contar con tu protección, iré. —¡Esta es mi chica! Me encanta ver que intentas superar tu timidez. Luchar contra nuestros defectos es difícil, lo sé muy bien, pero una palabra de aliento siempre ayuda. Mamá, gracias por todo —dijo Jo, y le dio un beso en la mejilla, que la señora

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