n 1c nago o uelo. ¡Ah, Don Basilio, Ah Don Basilio! Hombre de domin6 y coraz6n enamorado, cuya vista, como "quien no quiere la cosa" se le iba detrás de las mujeres guapas que por allípasaban. ¡Piropos en silencio! Yque alahora de defender a los suyos estaba siempre en primera línea. Trajo, pidi6, compr6 gazpachos de coco, cachispa de coco y viruta de madera para rellenarel breve predio. Eran materiales sobrantes estos dos últimos, porque al coco después de sacarle el agua y la tela le sobra la corteza para los artesanos que fabrican caretas. Y Don Basilio tal vez a los carnavales ni iba. La viruta era un producto residual del cepillado y corte de la madera de allí, donde trabajaba, en la ebanistería Michclena, que todo el Barrio ~brero con?cía. y se la regalaban porsacos. Así rellen6 el patio. ¡A cachispa e coco y.vlruta! Y luego remató la obra con un puentecito rústico, que apenas SI soportaba el transitar de una sola persona. Y pensaban los novios ... ¡Gracias a Dios que los puentecitos no hablan! Los puentecitos familiares del mangle. Por encima de ellos caminamosmil veces con rumbo alos "corrales de pesca", hacia las zangas del viejo Ro~ero, a comer pescado gratis y sorber un poco de "ron cañita", malafago, lágnma de alambique o trepaseto, que de muchas formas lo llamaban Guille Colón, Fé1i~ Dalmau, Jaime Timber, Rafael Ramírez, Moncho Cotto, Tony Ayala, Mano Gaetán, Felipe, Domingo Alvarez (Mingo Motta), Alfredito Colón Salgado... ¡La pandillita de trigueñitos de la esquina de la Calle 12 y la Avenida Borinquen! Ah, los puentecitos,traspuestos los bordes de las calles barriobrerenses -parte baja reitero-- eran la vía de penetración a los interiores de trascorrales, sobre los cuales ir de una casa a la otra, evitando caer en el enga~oso fango y quedar hundido hasta el pecho bajo una superficie de cachl 'pa e'coco y viruta. El urbani mo, la educación, el profesionalismo, progresivos embate , .acaron "de allá abajo" a muchas familias. Casi todos los que tuvieron mediO procuraron otra zonas en aquella ininterrumpida fiebre de la con. trucci6n, en bu ca de residencias más seguras, con bonitos diseños, fuen. c ntexto (cemento armado, arena, varilla yagua) y trazos de supuesta arqUitectura mode ta, casi siempre. . D n Ba ilio también fue esa clase de emigrante urbano. Sus hijas e tudlaron y e casaron bien casadas (¡por la Iglesia!). Y se llevaron a lo viejos troncales de la familia a una urbanización donde él paso sus último
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, siempre carpinteando y martillando clavos, maderas y recuerdo . La jez lo acorraló. Luego el fm. Sus descendientes están enla vida urbana, fuertes y finnes. La belleza I atural de sus hijas se proyectó en sus nietas "al mayoreo". y en nietos IIlteligentes, de nivel profesional, como las hembras. El viejo Don Basilio sé que partió de este mundo con la satisfacción 1 1 deber cumplido, aunque en vida nunca le escuché ufanarse de ello. Sí, . n la satisfacción de haber levantado una familia, cuya base primaria :tuvo sostenida por el trabajo, los buenos sentimientos y una casita en la 1arte baja de la Calle 9 del nunca suficientemente bien querido Barrio brero, que tuvo como zapata audaz, una mezcla de materiales hoy en luso. Nada más y nada menos que "muchas tandas de cachispa e'coco y viruta". Ya usted no me puede escuchar, pero su recuerdo, Don Basilio, a veces me forma un nudo en la garganta adentro. Dios lo tenga en la Gloria. llá arriba no puede haber para usted otro lugar.
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