Boas, Franz. "Cuestiones fundamentales de antropologia cultural"

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CAPÍTULO

XII

Las asociaciones emocionales

de los primitivos visto que gran número de elementos tradicionales intervienen en el raciocinio del hombre primitivo así como en el del civilizado, estamos mejor preparados para entender algunas de las diferencias típicas más especiales en sus formas de pensar. Una característica de la vida primitiva que atrajo desde hace mucho tiempo la atención de los investigadores es la aparición de estrechas asociaciones entre actividades mentales que a nosotros nos parecen enteramente desemejantes. En la vida primitiva, la religión y la ciencia; la música, la poesía y la danza; el mito y la historia; la moda y la ética, aparecen inextricablemente entrelazados. Podemos también expresar esta observación general diciendo que el hombre primitivo contempla a cada acción no sólo corno adaptada a su principal objeto y cada pensamiento rela cionado con su fin primordial, como nosotros los percibiríamos, sino que los asocia con otras ideas, a menudo de carácter religioso o al menos simbólico. Así les confiere una significación mayor de la que a nuestro juicio merecen. Cada tabú es un ejemplo de tales asociaciones de actos aparentemente triviales con ideas tan sagradas que una desviación del modo de obrar acostumbrado despierta violentísimas emociones de aborrecimiento. La interpretación de los adornos como talismanes, el simbolismo del arte decoDESPUÉS DE HABER

ANTROPOLOGÍA CULTURAL

rativo, son otros ejemplos de asociación de aspectos de la conducta que, en conjunto, son ajenos a nuestro modo de pensar. Para establecer con precisión el punto de vista desde el cual estos fenómenos parecen ajustarse a una formación ordenada, investigaremos sí todo vestigio de formas similares de pensamiento ha desaparecido de nuestra civilización. En nuestra vida intensa, dedicada a actividades que exigen el máximo de aplicación de nuestra capacidad de raciocinio y una represión de la vida emocional, nos hemos acostumbrado al concepto frío y realista de nuestras acciones, de los incentivos que nos mueven a ellas, y de sus consecuencias. No es necesario, sin embargo, ir muy lejos para encontrar mentalidades de distinta disposición. Si algunos de nosotros que nos agitamos en medio de la corriente de nuestra vida de ritmo febril no miramos más allá de nuestros motivos y fines racionales, otros que se mantienen en tranquila contemplación reconocen en ella un mundo ideal que han construido en su propia conciencia. Para el artista, el inundo exterior es un símbolo de la belle za que él siente; para el espíritu fervientemente religioso es un símbolo de la verdad trascendental que da forma a su pensamiento. La música, instrumental que uno goza como una obra de arte puramente musical, evoca en otro grupo conceptos definidos que se relacionan con los temas musicales y la forma en que están tratados sólo por la similitud de estados emocionales que sugieren. En realidad, la forma en que diferentes individuos reaccionan al mismo estímulo, la variedad de asociaciones despertadas en sus espíritus, es tan evidente por sí misma que casi no necesita aclaraciones especiales. De gran importancia para el objeto de nuestro estudio es la observación de que todos los que vivimos en la misma sociedad reaccionamos a ciertos estímulos de la misma manera sin saber expresar la razón de nuestros actos. Un buen ejemplo de esto a que me refiero son las infracciones de la etiqueta social. Un modo de conducirse que no concuerda con los modales acostumbrados, que por el contrario difiere de ellos en forma notable, crea, en general,


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