Antología poética. Vanguardias y Generación del 27

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Departamento de Lengua castellana y Literatura IES Caura

LAS VANGUARDIAS. LA GENERACIÓN DEL 27 André Bréton Mi mujer con cabellera de incendio de bosque con pensamiento de centellas de calor con talle de reloj de arena mi mujer con talle de nutria entre los dientes del tigre mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud con dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca con lengua de ámbar y de vidrios frotados mi mujer con lengua de hostia apuñalada con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos con lengua de piedra increíble mi mujer con pestañas de palotes de escritura de niño con cejas de borde de nido de golondrina mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero y de vaho en los cristales mi mujer con hombros de champaña y de fuente con cabeza de delfines bajo el hielo mi mujer con muñecas de fósforos mi mujer con dedos de azar y de as de corazón con dedos de heno segado mi mujer con axilas de marta y de bellotas de noche de San Juan de alheña y de niño de escalarias con brazos de espuma de mar y de esclusa y de mezcla de trigo y de molino mi mujer con piernas de cohete con movimientos de relojería y desesperación mi mujer con pantorrillas de médula de saúco mi mujer con pies de iniciales con pies de manojos de llaves con pies de pajarillos que beben.

Vicente Huidobro ARTE POÉTICA Que el verso sea como una llave Que abra mil puertas. Una hoja que cae; algo pasa volando; Cuanto miren los ojos creado sea, Y el alma del oyente quede temblando. Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; El adjetivo, cuando no da vida, mata. Estamos en el ciclo de los nervios. El músculo cuelga, Como recuerdo, en los museos;

Mas no por eso tenemos menos fuerza: El vigor verdadero Reside en la cabeza. Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas! Hacedla florecer en el poema; Sólo para nosotros Viven todas las cosas bajo el Sol. El poeta es un pequeño Dios.

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Pedro Salinas Perdóname por ir así buscándote, tan torpemente, dentro de ti. Perdóname el dolor, alguna vez. Es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo. Y cogerlo y tenerlo yo en alto como tiene el árbol la luz última que le ha encontrado al sol. Y entonces tú en su busca vendrías, a lo alto. Para llegar a él subida sobre ti, como te quiero, tocando ya tan sólo a tu pasado con las puntas rosadas de tus pies, en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo de ti a ti misma. Y que a mi amor entonces le conteste la nueva criatura que tú eras. (La voz a ti debida) (Qué paseo de noche con tu ausencia a mi lado! Me acompaña el sentir que no vienes conmigo. Los espejos, el agua se creen que voy solo; se lo creen los ojos. Sirenas de los cielos aún chorreando estrellas, tiernas muchachas lánguidas, que salen de automóviles, me llaman. No las oigo. Aún tengo en el oído tu voz, cuando me dijo: "No te vayas." Y ellas, tus tres palabras últimas, van hablando conmigo sin cesar, me contestan a lo que preguntó mi vida el primer día. Espectros, sombras, sueños, amores de otra vez, de mi compadecidos, quieren venir conmigo, van a darme la mano.

Pero notan de pronto que yo llevo estrechada, cálida, viva, tierna, la forma de una mano palpitando en la mía. La que tú me tendiste al decir: "No te vayas." Se van, se marchan ellos, los espectros, las sombras, atónitos de ver que no me dejan solo. Y entonces la alta noche, la oscuridad, el frío, engañados también, me vienen a besar. No pueden; otro beso se interpone en mis labios. No se marcha de allí, no se irá. El que me diste, mirándome a los ojos cuando yo me marché diciendo: "No te vayas." Pedro Salinas: La voz a ti debida

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Rafael Alberti (1902-1999) Si mi voz muriera en tierra, llevadla a nivel del mar y dejadla en la ribera. Llevadla al nivel del mar y nombradla capitana de un blanco bajel de guerra. (Oh mi voz condecorada con la insignia marinera: sobre el corazón un ancla y sobre el ancla una estrella y sobre la estrella el viento y sobre el viento la vela! (Marinero en tierra)

(Castellanos de Castilla, nunca habéis visto la mar! (Alerta, que en estos ojos del sur y en este cantar yo os traigo toda la mar! (Miradme, que pasa el mar! (La amante)

Lo sabe ya todo el pueblo. Lo canta el sillero, lo aumenta el barbero, lo dice el albardonero, y el yegüero lo comenta en las esquinas con el mulero. lo cuenta el carpintero al sepulturero. (Lo saben ya hasta los muertos! (Y tú sin saberlo! (El alba del alhelí)

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caminantes Dejé por ti mis bosques, mi perdida arboleda, mis perros desvelados, mis capitales años desterrados hasta casi el invierno de la vida Dejé un temblor, dejé una sacudida, un resplandor de fuegos no apagados, dejé mi sombra en los desesperados ojos sangrantes de la despedida. Dejé palomas tristes junto a un río, caballos sobre el sol de las arenas, dejé de oler la mar, dejé de verte. Dejé por tí todo lo que era mío. Dame tú, Roma, a cambio de mis penas, tanto como dejé para tenerte. Roma, peligro para caminantes

Verás entre meadas y meadas, más meadas de todas las larguras: unas de perros, otras son de curas y otras quizá de monjas disfrazadas. Las verás lentas o precipitadas, tristes o alegres, dulces, blandas, duras, meadas de las noches más oscuras o las más luminosas madrugadas. Piedras felices, que quien no las mea, si es que no tiene retención de orina, si es que no ha muerto es que ya está expirando. Mean las fuentes... Por la luz humea una ardiente meada cristalina... Y alzo la pata... Pues me estoy meando. Roma, peligro para

"Retorno frente a los litorales españoles" Madre hermosa tan triste y alegre ayer, me muestras hoy tu rostro arrugado en la mañana en que paso ante ti sin poder todavía, después de tanto tiempo, ni abrazarte. Sales de las estrellas de la noche mediterránea, el ceño de neblina, fuerte, amarrada, grande y dolorosa. Se ve la nieve en tus cabellos altos de Granada, teñidos para siempre de aquella sangre pura que acunaste y te cantaba -(ay sierras!-tan dichosa. No quiero separarte de mis ojos, de mi corazón, madre, ni un momento mientras te asomas, lejos, a mirarme. Te doy vela segura, te custodio sobre las olas lentas de este barco, de este balcón que pasa y que me lleva tan distante otra vez de tu amor, madre mía. Este es mi mar, el sueño de mi infancia de arenas, de delfines y gaviotas [...] Dime adiós, madre, como yo te digo, sin decírtelo casi, adiós, que ahora, ya otra vez sólo mar y cielo solos, puedo vivir de nuevo, si lo mandas, morir, morir también, si así lo quieres. (Retornos de lo vivo lejano)


Vicente Aleixandre (1896- 1984) UNIDAD EN ELLA Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, rostro amado donde contemplo en mundo, donde graciosos pájaros se copian fugitivos, volando a la región donde nada se olvida. Tu forma externa, diamante o rubí duro, brillo de un sol que entre mis manos deslumbra, cráter que me convoca con su música íntima, con esa indescifrable llamada de tus dientes. Muero porque me arrojo, porque quiero morir, porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera no es mío, sino el caliente aliento que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo. Deja, deja que mire, teñido del amor, enrojecido el rostro por tu purpúrea vida, deja que mire el hondo clamor de tus entrañas donde muero y renuncio a vivir para siempre. Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente que regando encerrada bellos miembros extremos siente así los hermosos límites de la vida. Este beso en tus labios como una lenta espina, como un mar que voló hecho un espejo, como el brillo de un ala, es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo, un crepitar de la luz vengadora, luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza, pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo. (La destrucción o el amor)

Gerardo Diego COLUMPIO A caballo en el quicio del mundo un soñador jugaba al sí y al no Las lluvias de colores emigraban al país de los amores Bandadas de flores Flores de sí Flores de no Cuchillos en el aire que le rasguen las carnes forman un puente Sí No Cabalga el soñador Pájaros arlequines cantan el sí cantan el no (Imagen)


Federico García Lorca (1898-1936) Soneto de la guirnalda de rosas (Esa guirnalda! (pronto! (que me muero! (Teje deprisa! (canta! (gime! (canta! Que la sombra me enturbia la garganta y otra vez viene, y mil la luz de Enero. Entre lo que me quieres y te quiero, aire de estrellas y temblor de planta, espesuras de anémonas levanta con oscuro gemir un año entero. Goza el fresco paisaje de mi herida, quiebra juncos y arroyos delicados. Bebe en muslo de piel sangre vertida. Pero (pronto! Que unidos, enlazados, boca rota de amor y alma mordida, el tiempo nos encuentre destrozados (Sonetos del amor oscuro)

Ay voz secreta del amor oscuro (ay balido sin lanas!(ay herida! (ay aguja de hiel, camelia hundida! (ay corriente sin mar, ciudad sin muro! (Ay noche inmensa de perfil seguro, montaña celestial de angustia erguida! (ay perro en corazón, voz perseguida! (silencio sin confín, lirio maduro! Huye de mí, caliente voz de hielo, no me quieras perder en la maleza donde sin fruto gimen carne y cielo. Deja el duro marfil de mi cabeza, apiádate de mí, (rompe mi duelo! (que soy amor, que soy naturaleza! (Sonetos del amor oscuro)

Luis Cernuda (1902-1963) Donde habite el olvido, en los vastos jardines sin aurora; donde yo sólo sea memoria de una piedra sepultada entre ortigas sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Donde mi nombre deje al cuerpo que designa en brazos de los siglos, donde el deseo no exista. En esa gran región donde el amor, ángel terrible, no esconda como acero en mi pecho su ala, sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, sometiendo a otra vida su vida, sin más horizonte que ojos frente a frente. Donde penas y dichas no sean más que nombres, cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, disuelto en niebla, ausencia, ausencia leve como carne de niño. Allá, allá lejos; donde habite el olvido.


Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo, como una nube en la luz; si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo, yo sería aquel que imaginaba; aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero. Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu como leños perdidos que el mar anega o levanta libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad por que muero. Tú justificas mi existencia: Si no te conozco, no he vivido; si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. Los placeres prohibidos


Ítaca Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca debes rogar que el viaje sea largo, lleno de peripecias, lleno de experiencias. No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes, ni la cólera del airado Posidón. Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta si tu pensamiento es elevado, si una exquisita emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo. Los lestrigones y los cíclopes y el feroz Posidón no podrán encontrarte si tú no los llevas ya dentro, en tu alma, si tu alma no los conjura ante ti. Debes rogar que el viaje sea largo, que sean muchos los días de verano; que te vean arribar con gozo, alegremente, a puertos que tú antes ignorabas. Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia, y comprar unas bellas mercancías: madreperlas, coral, ébano, y ámbar, y perfumes placenteros de mil clases. Acude a muchas ciudades del Egipto para aprender, y aprender de quienes saben. Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca: llegar allí, he aquí tu destino. Mas no hagas con prisas tu camino; mejor será que dure muchos años, y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, rico de cuanto habrás ganado en el camino. No has de esperar que Ítaca te enriquezca: Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje. Sin ellas, jamás habrías partido; mas no tiene otra cosa que ofrecerte. Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado. Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia, sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas. Constandínos Kaváfis


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