Los signos del camino textos

Page 1


Textos: a) Jean d´Hannut, de Juan Domingo Jiménez ………………….. Pág. 2 b) Santo Domingo de la Calzada, de José María Merino …… . Pág. 10 c) Los pasos del camino (fragmento), de César Novalgos …... Pág. 13 d) El árbol de los pies grandes (cuento)

……………………. Pág. 20

e) El soldado peregrino (cuento)……………………………….… Pág. 22 f) El ladrón devoto, de Gonzalo de Berceo …………………… Pág. 24 g) Las razones del peregrino, de J.Á. García de Cortázar …..… Pág. 27 h) Viajar en la Edad Media, de E. Ferreira Priegue ………...… Pág. 29 i) Libro V del Códice Calixtino, de Aymeric Picaud …….….… Pág. 32 j) El sentido de las ocas en el Camino de Santiago, (www) ..... Pág. 35 k) Cantares, de Antonio Machado …………………...……...… Pág. 38 l) Como tú, de León Felipe ……………………………...…….. Pág. 39 m) Romero sólo, de León Felipe ………………………...…….. Pág. 40 n) Los Milagros de Nuestra Señora (fragmento), de Berceo ….. Pág. 41 o) Coplas a la muerte de su padre (fragmento), de J. Manrique .Pág. 42 p) El Camino de Santiago (fragmentos), de Alejo Carpentier … Pág. 43 q) Las rosas de piedra (fragmento), de Julio Llamazares … … Pág. 46

1


Jean d´Hannut1 (Juan Domingo Jiménez)

Clep-clop; clep-clop. Un abecedario de estrellas recorriendo el cielo. Clep-clop; clep-clop, Ha llegado esta tarde hermosa la noche con los ojos pintados de azul. Clepclop; clep-clop. Por la rúa desierta y estre-cha, salpica el silencio un caballo que vuelve, clep-clop, clep-clop, con la pena cargada en la grupa y algunas hojillas de olivo en la crin. Clep-clop; clep-clop. Logronio duerme tranquilo. Clep-clop; clep-clop. El fresco se funde en las piedras redondas, clep-clop, clep-clop, del angostillo callizo que viene de Compostela. Clep-clop, clep-clop. Y siguen cayendo serenos los cascos de plata que tornan, clep-clop, clep-clop, hasta clavarse con un puñal de sigilo en la iglesia de Santiago.

Dalmática blanca y, como un grito, túnica amapola cruzándole el pecho. Lacerías en el alma y el costal, descabalga agotado el jinete y arrodillándose con fervor frente a la todavía áspera puerta de la iglesia, se santigua diez veces. Entumecido por la larga jornada recorrida, el caballero comprueba al ponerse en pie que apenas puede guardar el equilibrio. Se hincha de aire y exhala profundamente en ucrujir de costillas. Esta noche Logronio huele a hierba y a flores con la nitidez de la fruta fresca. Luego el noble enreda en un poste las riendas de su palafrén y con manos temblorosas desata del arzón un relicario esmaltado con azules, verdes y gotas de púrpura. Es este relicario una arqueta rectangular, con cubierta a dos aguas y rematada en una perforada cresta de oro labrado. Sobre su tapa reina un cristo en majestad dentro de una mandorla sustentada por cuatro ángeles flotarntes. El caballero toma cuidadosamente la arqueta y balbucea algunas jaculatorias. Mira al cielo todo goteado de estrellas e invocando al Cristo de Namur, a san Martin de Tours, a san Hilario de Poitiers, a Notre Damme la Grande y al

1

Jean d´Hannut consiguió el segundo premio en el “XIV premio de narración breve De Buena Fuente”, convocado en 1999 por el Ayuntamiento de Logroño. Las narraciones tenían que referirse como tema obligado a “El Camino de Santiago a su paso por Logroño”. El premio estaba patrocinado por la Fundación Caja Rioja, gracias a la cual reproducimos el relato. La ilustración es de Rubén Bergasa y forma parte de la edición original, que lleva el título del relato ganador: La decisión de Matías, de Juan Ugarte Pereira, ed. de Fundación Caja Rioja y Ayuntamiento de Logroño; ed. Quintana Industrias Gráficas, Logroño, 1999. 2


apóstol Santiago, roza delicadamente con la palma de su mano derecha la piedra del parteluz y se introduce en la iglesia.

Como una lluvia de pentecostés, en el interior del templo brillan anaranjadas, aquí y allá, centenares de llamitas inmóviles, semejantes a almas purificándose en el silencio y la penumbra. También se sienten, tibios, el incienso, el cinamomo y la cera. Junto a la pared que está enfrente de la entrada, un bulto de peregrinos duerme sus sueños acurrucados, mientras en el presbiterio, sobre el altar adornado con conchas, una imagen serenamente estática de la Virgen y el niño, cromada de oros, verdes y azules, preside toda la nave.

El caballero se acerca hasta la misericordiosa valedora y, sin soltar su relicario, queda arrodillado ante ella, humilde el testuz, sumergido en una remotísima plegaria. Al cabo de un plazo indeterminable chirría una cena dura, cruje una madera, se estampa poderosa una puerta. Desde el recóndito fondo del templo se acerca un débil farol. Un clérigo con estameña parda se llega hasta el noble y alza la linterna por ver si lo conoce:

-¡Bendito sea Dios!, ¡Don Juan! -Bendito sea, Pere Roberto. -No lo esperábamos antes del verano. -Es que tenía que abrazar a mi esposa.

Pere Roberto hace un gesto a Don Juan para que le siga. Los dos hombres salen del templo en silencio. Calladamente rodean la iglesia hasta toparse con el postigo de una larga cancela de hierro. Pere Roberto rebusca debajo de su sotana. Por fin, su mano lanuda saca un manojo de llaves reumáticas y las acerca a la luz del farol. Entonces el clérigo duda, zozobra un instante, y al final se decide por la más herrumbrosa de todas ellas. Después de algún intento, la cerradura, quejándose, cede. Trás la puerta se extiende un jardín todo plantado de rosas y cruces ...

*

* 3

*


Cuando, al primer barrunto de aquella primavera, Jean dHannut y su esposa, Elianor de Gembioux, se asomaron a Logronio, las patas de sus caballos ya traían enrollado el hilo de media Europa. Jean d'Hannut y Elianor de Gembioux procedían de Flandes. El escudo tatuado en las gualdrapas de sus caballerías representaba una herradura y un yunque con un martillo, lo que indicaba su calidad de "mariscales herreros", profesión de gentes que sabían herrar y tenían alguna práctica con las enfermedades de las bestias. Jean dHannut y Elianor de Gembioux peregrinaban a Compostela inspirados exclusivamente por su fervor a Santiago. Habían partido de Namur el día de la epifanía de Nuestro Señor con dirección a París, donde llegaron diecinueve días más tarde. Allí Jean d'Hannut pretendía entrevistarse con Suger, el carismático abad de Saint Denis, y conseguir de él un salvoconducto que le permitiese continuar el camino sin verse obligado a pagar portazgos ni aduanas. La audiencia tuvo lugar en la girola del coro de la basílica durante la madrugada del martes de camaval. Desde el ventanal, un tímido rayo de sol se descolgaba oblícuo acariciando con su luz blanda los nuevos arcos apuntados, las columnas, los capiteles, las revolucionarias bóvedas de arista, cuando las venerables manos del abad depositaron en las de Jean una licencia manuscrita por aquél para facilitar la peregrinación. También le entregó el prelado una relación de los varones de confianza a quienes podría pedir ayuda, caso de necesitarlo, a lo largo del camino; y una misiva dirigida a la abadía de Santa Cruz, en Burdeos, alentando a sus carísimos hermanos benedictinos a ser más rigurosos en el ejercicio de la regla y menos condescendientes con las pasiones mundo. El día siguiente, miércoles de ceniza, después de oir misa, los dos esposos prosiguieron su camino. Por los senderos nevados de Chartres tomaron la ruta de Tours. En Poitiers besaron las reliquias de san Hilario, catequizador de herejes. Siguieron hasta Aulnay, Saint Jean d' Angely, Saintes, donde a la vera de las ruinas romanas rezaron a san Eutrope, su primer obispo y mártir. En Pons, a las puertas de la Gironda, Elianor tuvo un primer acceso de tos sofocante y seca que se repitió en Burdeos mientras cruzaban el Garona. Los "monjes negros" de Santa Cruz, sin embargo, aliviaron aquellos ahogos con brebajes tomados de la Collectio Salernitana y de las recetas que del árabe había traducido en Toledo Gerardo de Cremona; de modo que, después de tres soleados días de reposo, el matrimonio pudo proseguir apaciblemente su romería. 4


Pisaron Saint Paul les Dax, cuya iglesia se estaba construyendo; la abadía de Sorde, también en plena restauración; igual que Saintes, que el hospital de Pons... Era como si un incendio de piedra se hubiera extendido por toda Europa. Sin descanso, con miedo a las gentes de Ostabat, llegaron extenuados a Saint Jean de Pied de Port. Al día siguiente, a pesar de su cansancio, Jean y Elianor emprendieron la ascensión al grandioso Port de Cize. Fue aquélla una jornada oscura, tenebrosa, apocalíptica: las nubes oprimían la montaña con grisienta crueldad; implacable, una lluvia insistente calaba hasta los tuétanos y de la tierra mojada emergía un vapor asfixiante. Elianor traía en el rostro una lividez de luna llena amenazada por unas ojeras feroces y su pecho silbaba asmático en cada expiración. La frente ardiendo, tiritando de frío; de vez en vez, una cabalgata de tos galopante y seca le abrasaba lal garganta. Jean la miraba con piedad y la animaba dulcemente. Hubo un momento en el que los dos esposos perdieron el camino. Elianor, agotada, cayó de su montura. Jean acudió pronto a socorrerla. Ella se había desmayado. Entonces, desasistido, abandonado en aquella oscuridad, con su mujer tiernamente recogida en sus brazos y sin más sonido que el rumor de la lluvia peinando los abedules, Jean, aún implorando al santo patrón, sintió en su pecho la muda desnudez del hombre frente al universo. Arañaba con garras afiladas el viento húmedo. Por el rostro de Jean se deslizaba el agua, que dejaba caer suavemente sobre la frente de Elianor para bajarle la fiebre. En la hondonada del valle, como un hilván de esperanza, como una.plegaria misteriosamente escuchada, las graves campanadas del Gran Hospital de Roncesvalles empezaron a sonar. Jean y Elianor permanecieron solamente dos días con los agustinos de Roncesvalles. El frío y las últimas lluvias del invierno exhortaban a la salud de Elionor a cruzar cuanto antes los Pirineos y buscar para su reposo tierras más cálidas. En dos jornadas bajaron hasta Pamplona. En otra más, se acercaron a Estella. El día siguiente, sin beber gota de agua en el trayecto, como aconseja el Codex Calixtinus, llegaron a Logronio.

5


Sinfonía de aromas y colores de abril. Melodía reverberante en el río. Logronio se engastaba como una piedra preciosa en la pulsera de la naturaleza. Las doradas murallas acostadas sobre el Ebro; las antiguas torres de Santiago y Santa María; las cigüeñas sangrando las nubes; y el puente... El puente color de hogaza recién hecha; el puente sabor a pan candeal; la envidia de Cahors; la frontera perfecta: diecisiete arcos caminando sobre las aguas y tres castillos rozando el cielo.

6


Los esposos entraron en la villa. Dentro de las murallas, un vivo frenesí contaminaba la actividad de las callejuelas. Aquí unos obreros transportaban piedras y maderas; allá una mujer ofrecía truchas y barbas a bajo precio. Clan, clan, el martillo de un herrero; tin, tin, también a ritmo el cincel del escultor. La ciudad anunciaba una caótica armonía al punto de germinar. Gente de todo el mundo a ras del nuevo fuero: castellanos, franceses, germanos, flamencos, catalanes, judíos; cambistas, mercaderes, curtidores, alfayates o sastres, eclesiásticos, peregrinos.

En.;Logronio, Jean y Elianor se hospedaron en la casa de Gualterio esperoner, fabricante de espuelas, en la calle de las Herrerías, donde habían determinado permanecer todo el tiempo que fuera necesario para reponer la maltrecha salud de Elianor. El viejo Gualterio y su hija Bibiana, que eran dos de aquellas personas de confianza incluidas en la relación que el abad Suger confiara a Jean en Saint Denis, instalaron a Elianor en una habitación amplia y Clara, sobre una cama primorosamente trenzada en su cabezal, con mullido colchón de lana, sábanas de lino, dos mantas y una colcha de seda musulmana bordada con hilos de plata y oro. Inmediatamente también, Gualterio mandó llamar al médico judío Ibn Yuçuf, el más prestigioso en Logronio por su ciencia, y quien apenas en el tiempo que se tardó en calentar un cazón de leche se allegó a casa del esperoner, vestido con lujoso brial verde y manto opaco, para explorar a la enferma.

Ibn Yuçuf encontró a Elianor exhausta y boqueando con ruido y con fatiga; tenía la frente ardiendo, los pies fríos y las manos heladas. El médico se quitó de encima el manto y se remangó solemnemente. Luego le tomó el pulso, acercó su oreja al pecho de escarcha y le examinó sus pupilas. Después escribió una receta sobre una pizarra negra:

7


Hiera Pigra una parte

cinamomo

una parte

goma

una palie

carpobálsamo

una palie

azafrán

una parte

canela

dos partes

áloe

"Que beba y le unten el pecho y la espalda, cuatro veces al día" dijo mientras se lavaba delicadamente las manos en un aguamanil de cobre. "Y que en la frente tenga siempre un paño de agua fría". Cuando salía por el portal alguien también le oyó murmurar que por los ojos de aquella mujer ya se estaba asomando la muerte. Durante los días que siguieron a la visita de Ibn Yuçuf, Jean apenas se apartó del costado de su mujer. Era él y solo él quien amorosamente le extendía el emplasto; quien le acercaba el agua a sus ayer frescas cerezas y hoy mortales labios amoratados; quien le arropaba cuando por las noches ella tiritaba de miedo y de frío. Fueron tiempos en los que Jean, a la vera de su esposa, no hacía otra cosa que rezar: empecinadamente invocaba al santo patrón, imploraba a Cristo, pedía ayuda a la Virgen de la agonía; prometía su vida a cambio de la de Elianor. Jean llegó a transmudar sus horas de sueño en horas de plegaria. Entregó toda su esperanza por la vida de su esposa en el poder omnipotente del cielo; pero solo Dios tiene nuestro destino en sus manos y el sábado de gloria de aquel año ya oxidado, el sábado de gloria por la mañana, después de recibir los santos sacramentos, bajo la protección del apóstol Santiago, Elianor expiró. Con liturgia de peregrina enterraron, aquella misma tarde, en el cementerio de la iglesia de Santiago, el cuerpo de Elianor, Su cadáver fue transportado desde la calle Herrerías por cuatro cofrades, precedidos de otro que llevaba una cruz alzada y dos acólitos con un cirio ardiendo cada uno. En la capilla del cementerio, Pere Roberto cantó una misa de réquiem con una vigilia de tres lecciones: una por las ánimas de los fundadores del hospital, otra por sus bienhechores y otra por el alma de Elianor. Por último, dispusieron la sepultura en el tapial del norte, justo bajo las olorosas ramas 8


floridas de un cerezo que crecía del otro lado de la pared. Mientras caían las últimas paletadas de tierra, se derramaron espaciadas, roncas, confiadas, las campanadas de la iglesia de Santiago. Por la noche, Jean d'Hannut confesó sus tentaciones y pecados a Pere Roberto y, sin esperar la mañana, partió solo hacia Compostela ... *

*

*

Pere Roberto acompañó a Jean d'Hannut hasta la cruz donde yacía su esposa y, después de santiguarse ante ella respetuosamente, se marchó. Cuando, al albor de la mañana, Pere Roberto regresó para buscar a Jean, encontró su cadáver abrazado a la tumba de Elianor y a su lado, abierto, un esmaltado relicario todo lleno de conchas de oro, de conchas de plata, de conchas de nácar.

Sobre los cuerpos de Jean y Elianor, una brisa de primavera se había enredado en el cerezo, ahora todo cuajado de fruta fresca y roja. Los pajarillas revoloteaban y trinaban alegremente dentro de él, llevando la sangre de sus cerezas en el pico. Contra el azul del cielo, como dos almas bendecidas, estrellaban su pureza dos palomas blancas.

9


Santo Domingo de la Calzada2 (José María Merino) Nacido casi al hilo del año 1000, fue santo Domingo en su existencia mortal un hombre humilde e insignificante. Tanto que, según aseguran los cronistas, ningún monasterio lo quiso admitir para ser fraile, al menos hasta después de muchos años, cuando su conducta resultó bien conocida como ejemplo de vida piadosa.

Su vocación para el ejercicio de la caridad era muy grande y Domingo, al margen del mundo eclesiástico, se construyó una choza junto al camino de Santiago y dedicó todos sus esfuerzos a ayudar a los peregrinos, arreglando las sendas, mejorando los pasos difíciles, tendiendo puentes y, con el paso del tiempo, fundando comedores y refugios.

Muchos años después de muerto aquel santo caminero, en una posada al borde del camino, entre el burgalés Belorado y la riojana Nájera, sucedió su milagro más famoso.

Llegó a la posada un matrimonio alemán que en compañía de su hijo peregrinaba hacia Santiago de Compostela desde su lejano País. El hijo era un mozo esbelto y rubio y, al verlo, una de las mozas de la posada se sintió irremediablemente atraída hacia él. Que la atracción era fatal l demuestra el comportamiento que tuvo la moza más adelante en el caso. Aquella noche, sin más preámbulos, fue a visitar al mozo en su cámara, y parece que se metió en su lecho dispuesta a tener con él amorosa comunicación. Mas el mozo, sea porque durante la peregrinación quería mantenerse casto, sea por cualquier otra razón o por la simple causa de encontrarse muy fatigado, rechazó sin contemplaciones los arrumacos y la disposición de entrega de la moza.

2

Leyendas españolas de todos los tiempos. Una memoria soñada. Editorial

Temas de hoy, Madrid, 2000, págs. 188-190. 10


La muchacha se sintió tan despechada por el desprecio del joven alemán, que imaginó una venganza a la altura de su ira. Y como la malicia es capaz de nutrirse, para su ejercicio, hasta de los más sagrados ejemplos, debió de recordar, por haberlo oído en algún sermón, la historia de José y sus hermanos, y la de aquella copa que él mandó esconder entre las pertenencias de ellos. Es el caso que la posadera tenía, como el tesoro de su ajuar, un vaso, taza o cuenco de plata que había heredado de un abuelo suyo. La moza se hizo con el vaso y lo escondió en la mochila del joven alemán. Cuando los peregrinos hubieron seguido su camino y el vaso fue echado de menos por su dueña, la joven urdió los embustes precisos para que los agentes de la justicia fuesen en busca de los alemanes y, tras registrar su impedimenta, encontrasen el vaso escondido.

El joven fue acusado de ladrón y, sin que sirviesen de nada sus protestas y sus juramentos de que era inocente, el juez lo mandó ajusticiar. Fue ahorcado al alba del siguiente día, y su cuerpo, como ordenaba la ley, quedó colgado entre los cuerpos de otros ahorcados que permanecían en el patíbulo, las cuencas vacías y los rostros y las manos despellejadas por la voracidad de las aves carroñeras, para aviso y escarmiento de maleantes.

Los padres del joven siguieron su camino hacia Santiago, llenos de dolor, y consiguieron cumplir su voto de peregrinos. Al regreso de Santiago, los tristes padres quisieron ver el terrible lugar donde debía permanecer el cuerpo de su hijo. Cuando llegaron ante el patíbulo, entre un revolar de cuervos y urracas, descubrieron que el cuerpo se conservaba incólume, con color en las mejillas y el aire de estar dormido y no muerto.

El ahorcado les sintió llegar, abrió lo ojos y les sonrió. Luego, con voz tenue pero serena, les dijo que no estaba muerto, gracias a santo Domingo que, invisible, permanecía junto a él desde el momento de la ejecución, sujetando sus piernas para que el peso del cuerpo no hiciese correr y ajustarse a su cuello el nudo de la soga que debía haberlo estrangulado.

11


Con mucha alegría y esperanza, los padres del joven acudieron al merino para informarle del prodigioso suceso y pedirle que ordenase soltar al joven. Era la hora del almuerzo y el merino se disponía a engullir dos rollizos pollos asados. El merino escuchó cortésmente lo que los padres del joven le contaron, pero luego, tras ajustarse al cuello la servilleta, aseguró con firme convicción que aquel hijo ahorcado de que hablaban estaba tan vivo como los dorados pollos que había delante de él. En aquel momento, aquellos cuerpos hechos ya vianda por la virtud de la manteca y del horno, se pusieron torpemente en pie y, descabezados y cojos como estaban, saltaron tambaleantes de la mesa y hay quien asegura que escaparon por la puerta cacareando.

En el interior de la catedral de Santo Domingo de la Calzada se recuerda este milagro, y en una jaula hay siempre un gallo y una gallina tan vivos como aquel joven ahorcado que, con la ayuda del santo justiciero, pudo terminar felizmente su peregrinación.

12


Los pasos del camino3 (César Novalgos)

Nos hallamos en cualquier lugar en el Camino de Santiago.Estamos a finales del s. XV, en Año Jacobeo. Unos cómicos –Caín, Eutropio y Leonardo- llegan al lugar con sus trastos y cachivaches, y andan ultimando los ensayos y preparativos para su posterior actuación teatral, que tendrá lugar al día siguiente.

FRAGMENTO

Leonardo: (Que acaba de despertar del séptimo sueño) ¿En qué cueva dices que se refugió? Caín: Mira, a éste las campanas se ve que le han despertado. Eutropio: Déjalo, Leonardo, en otro momento te lo vuelvo a contar. Caín: Sí, será mejor. Leonardo: Pues yo también conozco historias del camino, y si me ayudáis podemos contar a estas gentes una mucho más ... Cómo lo diría yo ... Caín: Movida. Leonardo: Sí, eso. Más movida. Fueron estos sucesos el trece de octubre del año mil cuatrocientos. Eutropio: Sé a qué historia te refieres, pero yo oí una muy parecida que situaba a los protagonistas en Toulouse. Leonardo: No, esta es mucho más cercana. La ubicaremos en Santo Domingo de la Calzada.

3

Céaar Novalgos, Los pasos del camino (leyendas para andar el camino); Ed. Everest, Col. Punto de encuentro; León, 2005, págs. 33-41 13


Caín: Venga, conozco la historia perfectamente, así que pode-mos contarla entre los tres y ase desasnamos y sacamos de la estulticia a estos que nos miran y nos estorban, Eutropio: Pues, adelante.

(Música,) Caín (Narrador): Corren tiempos hoy lejanos. Estamos en el año del Señor de mil cuatrocientos, y media ya el frío octubre. Nuestros protagonistas, unos piadosos peregrinos de Ad Sanctos, en el lejano Arzobispado de Colonia, caminan hacia Santiago acercándose a la ciudad de Santo Domingo, el que llaman de la Calzada.

(Música.)

Eutropio (Madre): Ay, no puedo más. El sendero desde Nájera es harto duro y estas llagas de los pies van a acabar con mi salud. Leonardo (Hugonell): Ven madre, apóyate en mi hombro. Ya falta poco trecho y podrás descansar. Caín (Padre): Sí, Hugonell, hijo. Ya estamos en tierras de Santo Domingo, donde hallaremos posada para reponer fuerzas. Ayuda, en tanto, a tu madre. Leonardo (Hugonell): Sí padre, el Apóstol nos dará fuerzas.

(Música.)

Eutropio (Narrado!'): No sin esfuerzo llega la familia hasta la posada donde reciben alimento y cobijo del relente. Así que, agotados, se disponen al descanso; por un lado el matrimonio y por otro Hugonell, el hermoso mancebo cuyas virtudes corporales no habían pasado desapercibidas a los ojos de una joven posadera. Y el diablo no descansa, ni siquiera en camino santo ... 14


(Música.)

Leonardo (Hugonell): (Descansa, ronca que te ronca) Caín (Posadera): (Entra y contempla la hermosura del ejemplar hasta que se decide a acometer el ataque) Santa Virgen de la Terraza, jamás vieron mis ojos hermosura semejante. (Palpando) Ni palparon mis manos cuerpo tan apetecible. Por la Virgen de Valvanera que han de gozar mis carnes este fresco vendaval. (Soplándole la oreja) ¡Eh, despierta! Leonardo (Hugonell): Déjame dormir un poquito más, mamá. Caín (Posadera): (Insiste) ¡Joven mozo, despertad! Leonardo (Hugonell): ¿Qué ocurre? ¿Quién sois? ¿Qué queréis? Caín (Posadera): Soy Beatriz, servicio de habitaciones. Estoy aquí para "servir" en lo que os plazca.(Insinuante) Leonardo (Hugonell): (Ingenuo) Ah, muchas gracias. No necesito nada. (Se echa a dormir) Caín (Posadera): ,Pero' yo sí lo necesito de ti. Ven para acá, mozo, que vas a salir hecho un hombre. Leonardo (Hugonell): No señora, no puedo. Caín (Posadera): Nada tienes que temer. Mira mi hermoso cuerpo que espera nuestro común deleite... Leonardo (Hugonell): De veras que yo lo disfrutaría, señora, pero -por el Santo Apóstol- es mi obligación mantenerme impoluto hasta mi llegada a Santiago. Caín (Posadera): (Indignadísima, mala, muy enfadada) A mí no se me rechaza así como así. De ésta os acordaréis, como que me llamo Beatriz. (Se va ella, duerme él. Música) Eutropio (Narrador): El joven Hugonell, consciente de su obligación como peregrino, se había mantenido limpio y alejado del pecado de la carne, pero la impía posadera, 15


dolida por el rechazo y reconcomida por las ansias de venganza, esperó a que éste quedara dormido para llevar a fin su maléfico plan. (Vemos, en segundo plano, la escena que está siendo narrada) Aprovechando el sueño de Hugonell volvió a penetrar en la habitación y con sumo sigilo introdujo una copa de plata entre las pertenencias del incauto, alejándose otra vez sibilina del lugar. A la mañana siguiente, cuando los caminantes se disponían a emprender la marcha... Caín (Posadera): ¡Ladrones, ladrones! A mí la justicia. ¡Socorro! ¡Ladrones! Han robado en la posada. Eutropio (Justicia): No temáis, buena mujer, que aquí estoy yo, el juez, para investigar e impartir justicia. Contad, hermosa dama, qué es lo robado . Caín (Posadera): (Abrazada a la justicia) Una hermosísima copa de plata, de gran coste material e incalculable valor sentimental por ser parte de una herencia. (Ladina) Créame vuesa merced que no gusto en desconfiar de los huéspedes, pero hay un joven germano que me causó muy mala impresión desde su llegada. Eutropio (Justicia): Está bien, hablemos con ese joven. Llevadme ante él. (Llegan a la habitación. Leonardo (Hugonell) ha permanecido dormido este rato) ¡Despierta, peregrino! Leonardo (Hugonell): ¿Qué ocurre? Eutropio (Justicia): Se ha producido un robo en la posada del que sois sospechoso. ¿Qué tenéis que decir de ello? Leonardo (Hugonell): Nada, puesto que soy inocente. Eutropio (Justicia): Eso se verá. Registremos sus pertenencias. (Registran. Aparece la copa) Caín (Posadera ): Oh, gracias excelencia. Ésta es la copa desaparecida. (Muy mala) Espero que este mal nacido tenga lo que se merece.

16


Leonardo (Hugonell): Yo no he sido. Juro por la Santísima Virgen que es la primera vez que veo esa copa. Eutropio (Justicia): ¡Silencio! Por el poder que me ha sido otorgado y en virtud del Fuero de Alfonso X y lo que éste dice en referencia a los robos en la ruta hacia Santiago, yo os declaro culpable y os condeno a la muerte en la horca.

(Música)

Leonardo (Narrador): Fue condenado Hugonell y ejecutado en la horca cual malhechor. (Simula ahorcamiento) Sus padres, apenados (Caín (padre), Eutropio (madre) abandonaron el lugar y prosiguieron su camino a Santiago. Llegaron a Compostela donde oraron ante el Santo y tomaron otra vez la vía de vuelta. Habían pasado treinta y seis jornadas desde el ahorcamiento cuando volvieron a Santo Domingo de la Calzada a rezar por la salvación de su hijo.

(Música)

Caín (Padre): (Rezando) Señor, perdona los pecados a nuestro hijo y concédele el eterno descanso de su alma. Eutropio (Madre): Amén. Leonardo (Hugonell): ¿Qué hacéis, padres? No oréis así por quien aún vive. El apóstol Santiago sujeta mi cuerpo y Santo Domingo lo alimenta para que no desfallezca. Id y que se haga justicia.

(Música.)

Leonardo (Narrador): Partieron pues los padres, presurosos y alborozados, en busca de quien había de administrar justicia. Encontró el padre del joven Hugonell al juez, que se 17


hallaba con las viandas dispuestas para la comida. Caín (Padre): Excelencia, ruego vuestra audiencia. Eutropio (Justicia): ¿Quién osa importunar me cuando me encuentro en trance tan importante? Caín (Padre): Sólo un pobre peregrino que pide clemencia y justicia. Soy el padre del joven Hugonell, al que condenasteis y colgasteis hace ya treinta y seis días. Eutropio (Justicia): Sí, recuerdo el caso. Claro y flagrante. No me molestéis más. Caín (Padre): Debo insistir excelencia. Os pido que lo liberéis, ya que se encuentra con vida. Venid y lo veréis. Eutropio (Justicia): (A carcajadas) No seáis ridículo. ¡Que lo libere! Vuestro hijo tiene la misma vida que esta ave que vaya comer. (Riendo) Así que iré a liberarlo cuando el pollo de mi plato cante.

(Risas. Las risas son interrumpidas por el claro y elocuente canto del pollo.)

Leonardo (Narrador): Atónito el juez ante el milagro, comprendió su error y llamó a su presencia a la joven Beatriz, quien, víctima de atroces remordimientos, confesó su culpa. Eutropio (Justicia): ¡Confiesa, pecadora, lo que realmente ocurrió! Caín (Posadera): ¡Que San Jacobo me perdone! Señoría, yo fui quien, cegada por la ira y la lujuria, introdujo la copa en el equipaje del joven Hugonell. (Arrodillándose) Pido clemencia y perdón. Eutropio (Justicia): Los tendrás, sin duda, si tu arrepentimiento es verdadero... El Señor te los concederá. ¡Yo te condeno a morir ahorcada, ocupando el lugar del que intentaste mancillar! Sea cumplida mi voluntad.

(Música. Leonardo (Hugonell) y Caín (Posadera) cambian su puesto en la horca.) 18


Leonardo (Narrador): Fue trocada la condena, pereció la pecadora y el joven Hugonell junto con sus padres marchó camino a Santiago para dar gracias al Apóstol y cantar sus alabanzas. y así, como les hemos contado, sucedió el milagro, que fue en Santo Domingo de la Calzada ... Donde cantó la gallina ... Los tres: ¡Después de asada! (Final del milagro. Los tres reclaman su cuota de aplausos, abandonan los personajes y vuelven a sus quehaceres) Eutropio: Bella historia, pardiez. Aunque, dicho sea entre nosotros, oída en más lugares. Ya el Códice Calixtino, allá por el año ...

19


El árbol de los pies grandes (LA RIOJA) Un camino que cuenta. Cuentos y leyendas del Camino de Santiago. Selección y adaptación de Beatriz Rodríguez Delgado y Leonor Medel Fernández. Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. 2010.

Cuentan que en la Sierra de la Demanda hay un gran árbol cuyas raíces sobresalen de la tierra y al que todos llaman el «Árbol de los pies grandes». A los pies de este árbol se dice que ocurrió una curiosa historia.

Un padre mandó a su hija a que pastoreara el ganado cerca del «Árbol de los pies grandes». Ella fue allí y estuvo todo el día con las ovejas, pero cuando era la hora de regresar, una de ellas se escapó y no hubo manera de atraparla. Un joven del pueblo que pasaba por allí, salió corriendo tras la oveja y consiguió alcanzarla. Al devolvérsela a la joven, ella estaba tan contenta que le dijo: -¡Cuando sea mayor, me caso contigo!

El tiempo pasó y la joven se olvidó de todo aquello. Se hizo novia de otro joven de la localidad e incluso prepararon el día de la boda. El joven que la había ayudado con las ovejas se enteró de que la chica se iba a casar. Y como era tradición que los invitados fueran a dejar los regalos a la casa de la novia el día antes de la boda, el mozo también se presentó. Y, a la hora de los brindis por los futuros esposos, el joven tomó la bota y brindó:

20


«Junto al árbol de pies grandes, niña, corrías. Te alcancé lo que tú no conseguías. Me prometiste lo que no tenías. Ahora que puedes, págame lo que me debes.»

Bebió un largo trago mirando a la chica. Y ésta respondió:

«Aguarda a que se vayan las gentes ésas, que yo respetaré mis promesas. En el árbol volverá la paloma al nido y te pagaré lo prometido..

Y se casó con aquel mozo, bajo el «Árbol de los pies grandes».

21


El soldado peregrino (Galicia) Un camino que cuenta. Cuentos y leyendas del Camino de Santiago. Selección y adaptación de Beatriz Rodríguez Delgado y Leonor Medel Fernández. Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. 2010.

Muchos de los que hacen el Camino de Santiago cuentan que han visto a un soldado vestido con armadura y cota de malla que camina despacio. Dicen que, aunque no habla, se hace entender por señas e indica el camino a todo aquel que está perdido, o le advierte de un lugar peligroso al que está a punto de caer…velando así por todos los peregrinos.

Su historia es la siguiente. Hace muchos años, un soldado llamado Xulián, que había ido a la guerra, volvió a su casa como loco. Ya no era el joven que todos conocían, alegre y bondadoso. Ahora saltaba con rabia por cualquier pequeño contratiempo, y a veces sin ningún motivo. Lo peor eran las noches, cuando creía que los fantasmas de todos los inocentes que había matado se aparecían para pedirle cuentas... Entonces se le escuchaba andar por los pasillos, con su espada en la mano, peleando con las sombras. Una noche, sus pesadillas fueron peores que de costumbre y despertó a toda la casa, asustando a criados y hermanos. Su padre y su madre intentaron calmarlo y hacerle entrar en razón, pero ante el espanto de todos los presentes el soldado cargó contra ellos, confundiéndolos con los fantasmas que decía que le acechaban. Un instante más tarde, sus padres yacían muertos a sus pies. En ese momento el soldado salió de su trance y vio los cuerpos de sus progenitores tirados en el suelo y toda la habitación llena de sangre. De sus manos cayó aquella maldita espada y él salió corriendo y gritando.

22


Apenado por lo que acababa de hacer, decidió expiar su error y, desde entonces, dedicó su vida a ayudar a los peregrinos a llegar a Santiago. Pasó los años recorriendo el Camino y cuidando de cuantos por él transitaban, casi sin comer ni descansar... Con el tiempo, creó un hospital para cuidar a los peregrinos enfermos. Fue tal su dedicación y arrepentimiento, que un ángel se le apareció para comunicarle el perdón divino, pero él, cargado de culpa, siguió por el Camino ayudando a quien lo necesitara. San Xulián do Camiño tiene una iglesia dedicada a la salida de Palas de Rei (Galicia).

23


El ladrón devoto Gonzalo de Berceo, Milagro VI, Milagros de Nuestra Señora (s. XIII). Adaptación.

Había un ladrón malo que prefería hurtar a ir a las iglesias o puentes levantar; solía con lo hurtado su casa gobernar, tomó costumbre mala que no podía dejar.

Entre todo lo malo tenía una bondad que al final le valió y le dio salvedad: creía en la Gloriosa con toda voluntad y siempre saludaba hacia su majestad.

Como aquel que mal anda en mal ha de caer, una vez con el hurto lo hubieron de prender; como ningún consejo lo pudo defender juzgaron que en la horca lo debían poner.

Lo llevó la justicia para la encrucijada donde estaba la horca por el concejo alzada, cerránronle los ojos con toca bien atada, alzáronlo de tierra con la soga estirada.

Alzáronlo de tierra cuando alzarlo quisieron, 24


cuantos estaban cerca por muerto lo tuvieron: mas si antes supiesen lo que después supieron nunca le hubieran hecho todo lo que le hicieron.

La Madre gloriosa, tan ducha en acorrer, la que suele a sus siervos en las cuitas valer, a este condenado quísolo proteger, recordose el servicio que solía hacer.

Puso bajo sus pies, donde estaba colgado, sus manos preciosísimas; túvolo levantado; no se sintió por cosa ninguna embarazado, ni estuvo más vicioso nunca ni más pagado.

Al fin al tercer día vinieron los parientes, vinieron los amigos y vecinos clementes; venían para descolgarlo rascados y dolientes, pero estaba mejor de lo que creían las gentes.

Y estuvieron de acuerdo toda esa mesnada en que los engañó una mala lazada, que debían degollarlo con hoz o con espada: por un ladrón no fuera la villa deshonrada.

Fueron por degollarlo los mozos más livianos

25


con buenos serraniles, grandes y bien adianos: metió Santa María entre medio las manos y quedaron los cueros de su garganta sanos.

Lo dejaron en paz que siguiese su vía, porque no querían ir contra Santa María; su vida mejoró, se apartó de folía, cuando cumplió su curso murióse de su día.

A madre tan piadosa, de tal benignidad, que en buenos como en malos ejerce su piedad, debemos bendecirla de toda voluntad: aquél que la bendijo ganó gran heredad.

VOCABULARIO

Su majestad: su imagen Cuitas: penas Vicioso: a gusto Rascados: arañados (se habían arañado las caras por el dolor) Serraniles: sierras Adianos: grandes Folía: locura

26


Las razones del peregrino

José Ángel García de Cortázar (Universidad de Cantabria): “El hombre medieval como homo viator: peregrinos y viajeros. (IV Semana de estudios medievales, Nájera, 1993, págs. 11-18. Adaptación).

RAZONES PARA PEREGRINAR PEREGRINAR PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS

1. RAZONES PARA PEREGRINAR

Las razones que ponen al peregrino en camino fueron siempre, a título individual, muy variadas. No es difícil resumirlas. En principio, la peregrinación es producto del deseo de purificación que incluye una promesa; y su incentivo es la imploración o la acción de gracias. En su cumplimiento, según épocas, unos motivos pesaron más que otros. Hasta fines del siglo XI, la fe y la devoción espontáneas fueron los estímulos más generales de lo que, muchas veces, era la búsqueda de un milagro. El fiel lo esperaba, ante todo, del contacto con una reliquia del santo intercesor. Así, el contrapunto necesario e inevitable del peregrino eran el guardián o guardianes de las reliquias; normalmente, una comunidad monástica o canonical. Dentro de ella, dos funciones decisivas. La del custodio de la iglesia y las reliquias, encargado de recibir y acomodar a los peregrinos. Y la de los redactores de las Vital (Vidas) y los Miracula (Milagros) que difundirán fama y virtudes de los santos venerados en cada santuario". Este doble papel y, más especialmente, la dinámica que implica se hallan en la base de otros dos fenómenos especialmente frecuentes en el siglo XII. El tráfico, incluido el robo, de 27


reliquias y su falsificación y la elaboración de apócrifas vidas de santos o de documentos basados en sus presuntas apariciones y milagros. Eran medios a través de los cuales las comunidades que conservaban sus restos o su memoria obtenían privilegios y limosnas.

2. PEREGRINAR PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS Extrañamiento, desarraigo, incomodidad, penalidades, sacrificio, provisionalidad, constituyen algunos de los vocablos que solemos colocar en el campo semántico de "peregrinación". La peregrinación no es monopolio cristiano. Más bien, es fórmula extendida entre las distintas religiones. A través del tiempo, cada una ha seleccionado lugares en que lo sagrado, con su secuela de hechos milagrosos y de esperanza para los fieles, se manifiesta. Quienes participen en la peregrinación se beneficiarán de indulgencia plena. La pena temporal debida por sus pecados les será perdonada. Por primera vez en la historia de la Iglesia, en 1095, se concedía una indulgencia plenaria. En los siglos XII, XIII y XIV, búsqueda del milagro o, por lo menos, del contacto con la reliquia, siguen alternándose como estímulos del peregrino. Junto a ellos, otros motivos arrancan a las gentes de sus hogares. El cumplimiento de un voto formulado con ocasión de un peligro mortal o de un cautiverio. El anhelo de alcanzar la remisión plena de los pecados. La obligación de cumplir una penitencia sacramental o, incluso, una sentencia judicial civil pueden ser causas de la puesta en camino de peregrinación. En todos los casos, la vieja idea de que la cercanía a los restos santos, la posibilidad de palpar reliquias, podían realizar, además, la curación de los cuerpos enfermos subsiste. El culto de las reliquias es, así, uno de los soportes permanentes de la peregrinación medieval.

28


Viajar en la Edad Media Texto adaptado de "SABER VIAJAR: ARTE Y TÉCNICA DEL VIAJE EN LA EDAD MEDIA" ELISA FERREIRA PRIEGUE (Universidad de Santiago de Compostela) IV SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. NÁJERA , 1993.

VIAJAR EN LA EDAD MEDIA Quiénes viajaban y por qué viajaban

Hay que recordar un punto, aunque sea algo tan obvio que parezca un insulto a la inteligencia de los lectores: que en épocas anteriores a los servicios públicos de correos y a las telecomunicaciones, muchísimas más personas que ahora se tenían que movilizar, o movilizar a otros por ellos, siempre que necesitaban entrar en contacto con alguien a distancia o resolver cualquier tipo de problemas.

Poquísimas personas, a lo largo de toda la Edad Media, y en cualquier estado o grupo profesional podían garantizarse una vida sedentaria. Si los caminos medievales se nos presentan solitarios e incluso abandonados, no era, como se ha sostenido en ocasiones, porque los usuarios fuesen pocos y singulares: peregrinos y cruzados, con algún mercader ocasional. Los caminos se veían solitarios porque la densidad relativa de población era baja, pero el hombre medieval era proporcionalmente más móvil por término medio que el de ahora.

Empezando por el grupo más tradicionalmente asociado a la inmovilidad, los campesinos, los encontramos, desde que aparecen mercados donde vender sus excedentes y aprovisionarse, recorriendo largas distancias hasta la feria o la villa. 29


Frecuentemente es una sola persona de la familia -el hombre- el que se desplaza; pero en ocasiones podemos observar a la familia completa, bien cargada, camino del mercado. Se puede tratar de gente con tan pocos recursos que haya que reclutar todos los brazos, espaldas... y cabezas posibles para cargar con los fardos, en vez de llevados en un asno; pero estos desplazamientos son en bastantes ocasiones la oportunidad de tomarse un modesto día de fiesta escapando de las faenas diarias, o de resolver otro tipo de asuntos. En los fueros de muchas nuevas villas se fomenta y anima esta afluencia de campesinos a la población, liberándolos de portazgos y otros impuestos de tránsito.

No podemos olvidar tampoco el fenómeno de las repoblaciones y ocupación de nuevas tierras, que causaba migraciones de población rural a veces a enormes distancias de sus lugares de origen, aunque no sabemos mucho de las condiciones en que se realizaban estos desplazamientos. Lo más probable era que los hombres, a la zaga de las huestes reconquistadoras o formando parte de ellas, fuesen por delante, y una vez asegurada la nueva base de sustentación volviesen con sus familias, con un bagaje de enseres prácticamente nulo, y dispuestos a comenzar una nueva vida, en tierras propias o de señorío, a partir de cero.

Itinerante también en alto grado es el estamento clerical: la organización eclesiástica, cada vez más centralizadora, moviliza mucho a su personal: visitas de los obispos a Roma, visitas pastorales de gira por la diócesis; asistencia a concilios..., todo esto dentro de su actividad estrictamente religiosa, porque en su dimensión de grandes propietarios con dominios extensos y dispersos vemos a monjes y clérigos desplazarse a realizar compras para la catedral o la abadía, y acarreando de un lado a otro los productos de sus tierras.

30


Un grupo minoritario pero eminentemente móvil es el de los estudiantes y hombres de letras, grupo cosmopolita e internacional donde los haya; su actividad sin fronteras les lleva de un lado a otro de Europa a lo largo de su carrera docente o discente, por los cauces de una comunidad de lengua y de valores.

Los reyes y señores son indudablemente grandes andariegos: sin base fija, recorriendo a lo largo del año sus dominios y parando en sus diversas residencias, procurando estar lo más presentes posible en sus territorios, haciendo visitas oficiales a sus "buenas villas", moviéndose en campañas militares, aparte de sus peregrinaciones y otros desplazamientos por motivos religiosos de carácter privado u oficial, para pasar unas fiestas o realizar devociones en algún santuario.

¿Qué vamos a decir de los mercaderes, los itinerantes por excelencia? Y os propios artesanos, no sólo canteros y maestros de obras, sino carpinteros de ribera, herreros, cerrajeros... por no hablar de los artistas, viajan por contrata o acompañando sus obras a entregar, con su equipo de ayudantes; migran con frecuencia de una población a otra, y en el ámbito rural y en ciertas profesiones de profundo arraigo local, son auténticos nómadas que, saliendo de su "cantera" de origen, se esparcen por todo el país para no volver más, o realizando giras estacionales.

31


Fragmentos del Libro V del Códice Calixtino. Liber Sancti Jacobi, de Aymeric Picaud (s. XII). Traducción de Guillermo Fernando Arquero Caballero, Liber Peregrinationis. http://www.codexcalixtinusfacsimil.com/

Libro V Capítulo VI De los buenos y malos ríos que en el camino de Santiago se hallan. Estos son los ríos que se encuentran desde Port de Cize y Somport hasta Santiago. Del Somport procede el saludable río llamado Aragón, que riega España. De Port de Cize, en cambio, sale el sano río que por muchos es llamado Runa y baña Pamplona. Por el Puente la Reina pasa el Arga y también el Runa. Por el lugar llamado Lorca, en su parte oriental, pasa el río que se llama Salado. Allí guárdate de beber ni tú ni tu caballo, pues el río es mortífero. En nuestro viaje a Santiago, encontramos a dos navarros sentados a su orilla que estaban afilando sus navajas, con las que solían desollar las caballerías de los peregrinos, que bebían aquella agua y morían. Y a nuestras preguntas contestaron, mintiendo, que era buena para beber. Por lo cual abrevamos en ella a nuestros caballos y en seguida murieron dos de ellos, que inmediatamente aquellos desollaron.

Por Estella pasa el Ega: su agua es dulce, sana y muy buena. Por la villa llamada Los Arcos corre un agua muy malsana. Y más allá de Los Arcos junto al primer hospital, es decir, entre Los Arcos y el mismo Hospital, pasa una corriente mortífera para las bestias y hombres que beben sus aguas. Por el pueblo que se llama Torres, en Navarra, corre un río malsano para animales y hombres que en él beben. Luego, por la villa llamada Cuevas, fluye un río igualmente nocivo. Por Logroño pasa un río enorme, llamado Ebro, de saludables aguas y abundantes peces. Todos los ríos que se encuentran desde Estella a Logroño son malsanos para beber hombres y bestias, y sus peces lo son para comerlos. Si alguna vez comes en España y en Galicia el pescado que vulgarmente se llama barbo, o el que los del Poitou llaman alosa y los italianos clipia, o anguilas o tencas, seguro que enfermas o mueres inmediatamente. Y si por casualidad hubo quien los comió y no enfermó, es porque o fue más sano que los otros o permaneció largo tiempo en aquella tierra. Todos los pescados y carnes de vaca y cerdo en toda España y Galicia producen enfermedades a los extranjeros[…]

32


Libro V Capitulo VII De los nombres de las tierras y de las cualidades de las gentes que se encuentran en el camino de Santiago.

[…] Tras este valle se encuentra Navarra, tierra considerada feliz por el pan, el vino, la leche y los ganados. Los navarros y los vascos son muy semejantes en cuanto a comidas, trajes, y lengua, pero los vascos son algo más blancos de rostro que los navarros. Estos se visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente, a la manera de los escoceses, y usan un calzado que llaman albarcas, hechas de cuero con pelo, sin curtir, atadas al pie con correas, que sólo resguardan la planta del pie, dejando desnudo el resto. Gastan unos capotes de lana negra, largos hasta los codos y orlados a la manera de una paenula, [la paenula era una especie de capota de viaje, largo hasta las rodillas, cerrado y sin mangas, con un agujero para la cabeza y un capuchón] que llaman sayas. Comen, beben y visten puercamente. Pues toda la familia de una casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la señora, suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una cazuela, no con cuchara, sino con las manos, y suelen beber por un vaso. Si los vieras comer, los tomarías por perros o cerdos comiendo. Y si los oyeses hablar, te recordarían el ladrido de los perros, pues su lengua es completamente bárbara. A Dios le llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea María; al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescado, araign; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la señora, andrea; a la iglesia, elicera; al presbítero, belaterra, lo que quiere decir bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; a Santiago, iaona domne Iacue.

Este es pueblo bárbaro, distinto de todos los demás en costumbres y modo de ser, colmado de maldades, oscuro de color, de aspecto inicuo, depravado, perverso, pérfido, desleal y falso, lujurioso, borracho, en toda suerte de violencias ducho, feroz, silvestre, malvado y réprobo, impío y áspero, cruel y pendenciero, falto de cualquier virtud y diestro en todos los vicios e iniquidades; parecido en maldad a los getas y sarracenos, y enemigo de nuestro pueblo galo en todo. Por sólo un dinero mata un navarro o un vasco, si puede, a un francés. En algunas de sus comarcas, sobre todo en Vizcaya y Álava, el hombre y la mujer navarros se muestran mutuamente sus vergüenzas mientras se calientan. […] Por lo cual, los navarros han de ser censurados

33


por todos los discretos. Sin embargo, se les considera buenos en batalla campal, malos en el asalto de castillos, justos en el pago de diezmos y asiduos en las ofrendas a los altares. Pues cada día al ir los navarros a la iglesia, hacen una ofrenda a Dios, o de pan, vino o trigo, o de algún otro producto. Siempre que un navarro o un vasco va de camino se cuelga del cuello un cuerno como los cazadores y lleva en las manos, según costumbre, dos o tres dardos que llaman azconas. Al entrar y salir de casa, silba como un milano. Y cuando estando escondido en lugares apartados o solitarios para robar, desea llamar silenciosamente a sus compañeros, o canta a la manera del búho, o aúlla igual que un lobo […]

Después de la tierra de estos, una vez pasados los Montes de Oca, hacia Burgos, sigue la tierra de los españoles, a saber, Castilla y Campos. Esta tierra está llena de tesoros, abunda en oro y plata, telas y fortísimos caballos, y es fértil en pan, vino, carne, pescado, leche y miel. Sin embargo, carece de árboles y está llena de hombres malos y viciosos.

34


El sentido de las ocas en el Camino de Santiago. Fuente: http://www.elcaminoasantiago.com/caminos/esoterico/caminoocas.htm

El Camino de las Ocas y su relación con el Camino de Santiago Las culturas celtas y preceltas, mantenían un símbolo sagrado, para sus cofradías y hermandades: la oca o el ganso, representadas por la simbología de la pata de la oca, que al caminar, deja impresa una marca muy semejante al tridente de Poseidón, que fue determinativo de todas aquellas culturas atlantes. El Camino de las Estrellas coincide con el Camino de la Oca y la Concha. Cuando los primeros cristianos comienzan a peregrinar a Santiago, se encuentran con que los pobladores del Camino, tienen profundas tradiciones y hablan de un Camino de las Ocas o de las Estrellas y de un Campo de las Estrellas, al cual se llega por un laberinto que es necesario recorrer para renovarse por dentro. Estas vivencias son imposibles de arrancar; y lo que hacen es cristianizarlas. Las Ordenes, que se van a encargar de cristianizarlas, son principalmente: Cluny, Cister y la del Temple, que a partir del Siglo X, se encarga de las construcciones, que son dotadas de una simbología en consonancia con el cristianismo. Es así, como esos antiguos símbolos: la estrella, la concha, la pata de oca, el cuervo, el lobo, el perro, se adoptan como símbolos cristianos y se incorporan a la peregrinación cristiana. Si superponemos dos patas de la Oca, una hacia arriba y otra hacia abajo, obtenemos la X y la barra que la corta verticalmente, obteniendo la X y con la P (Ji y Ro: iníciales del nombre de Cristo).

¿Las Ocas: Transmisoras de la sabiduría sagrada? Antiguamente, las Ocas eran las guardianes de las casas, alertando de la presencia de intrusos, con el escandaloso ruido que producían. Las Ocas, fueron consideradas el paradigma de la Sabiduría Sagrada. Se basaba en la creencia de que las Ocas, Gansos o Ansares, eran las guías sagradas, enviadas para aconsejar a los Humanos.

35


El cisne es un ave simbólica del esoterismo y ha sido utilizada a menudo por los escritores espiritualistas de Oriente y Occidente. Los orientales, llamaban al cisne sagrado "Hamsa", que está relacionado directamente con el dios creador Brama, siendo éste "Hamsa-Vâhana" o "Vehículo del Cisne".

Para aquellos que desean liberarse, el camino del iniciado-cisne, es una senda segura de evolución hacia la luz.El Ayo, Pedagogo o Maestro era conocido como el Ganso. El Maestro Jars significa: el ansar que enseña, Jakin (vasco) significa: el más sabio.

El Camino de Santiago, siguiendo el recorrido de las Ocas Salvajes Las Ocas Salvajes, tienen recorridos migratorios estaciónales y estables y definieron los llamados Caminos de la Ocas. Estos recorridos, coinciden con el Camino a Santiago o Camino de las Estrellas.

¿Cabe preguntarnos si las migraciones de las Ocas, marcaron un camino que seguía la Vía Láctea o Camino de las Estrellas y los Peregrinos lo usaron como guía para llegar a Santiago? Parece lógico pensar, que los peregrinos, seguían las indicaciones naturales para guiarse hasta Santiago, siguiendo de día el Camino de las Ocas y de noche el Camino de las Estrellas

Los antiguos peregrinos, no disponían de Mapas ni Guías y se movían en un mundo hostil, marcado por la existencia de: múltiples reinos, señores feudales, diferentes idiomas, religiones y costumbres, basando su peregrinación en el auxilio de: Iglesias, Monasterios y Refugios. La información oral, transmitida se basaba en puntos de referencia, que tenían que ser localizados y en el recorrido a través de unas sendas señalizadas por elementos astronómicos, geográficos o migratorios : Camino de las Ocas, Camino de las Estrellas....

A lo largo del Camino, es frecuente, encontrar el símbolo de la Pata de la Oca. Se supone, que era uno de los símbolos usados por los Maestros Constructores de la Iglesias y Catedrales.

36


En el recorrido del Camino de Santiago hay dos zonas, en las que persisten poblaciones con nombre de : Oca, Ganso, Ansar, Jar… Son la zona riojana de Villafranca Montes de Oca y la zona Berciana desde El Ganso hasta Vega de Valcarce.

Qué relación guarda El Juego de la Oca con el Camino a Santiago El Juego de la Oca, se basa en una Espiral o Caracol, dividido en 63 casillas. La Pata de la Oca y el Caracol eran los símbolos de los "Compañeros Constructores", que levantaban las iglesias de estilo Románico, siendo las más bellas y esotéricas las encargadas por los Templarios. Cada una de las Casillas en que está dividido el Juego de la Oca, guarda una relación con las Etapas del Camino de Santiago.

El juego de la Oca, era memorizado y ejercitado, de forma que no se olvidase, convirtiéndose en la Guía del Camino para los Iniciados, de forma que cada casilla marcaba una etapa y su inicio y final se reconocía por los Rótulos que dejaban los Maestros Constructores como marcas.

Los Templarios, tenían prohibido por sus Reglas, los juegos de Dados y Ajedrez. El Juego de la Oca, no era un Juego para los Templarios, era una Guía, la Guía del Camino de Santiago, que convirtieron en Juego, para los no Iniciados.

37


"Caminante no hay camino, se hace camino al andar..."

Todo pasa y todo queda

Golpe a golpe, verso a verso...

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre el mar.

Murió el poeta lejos del hogar. Le cubre el polvo de un país vecino. Al alejarse le vieron llorar. "Caminante no hay camino, se hace camino al andar..."

Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción; yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón.

Golpe a golpe, verso a verso... Cuando el jilguero no puede cantar. Cuando el poeta es un peregrino, cuando de nada nos sirve rezar. "Caminante no hay camino, se hace camino al andar..."

Me gusta verlos pintarse de sol y grana, volar bajo el cielo azul, temblar súbitamente y quebrarse...

Golpe a golpe, verso a verso.

Cantares

Nunca perseguí la gloria.

(Antonio Machado)

Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar... Hace algún tiempo en ese lugar donde hoy los bosques se visten de espinos se oyó la voz de un poeta gritar 38


Como tú Así es mi vida, piedra, como tú. Como tú, piedra pequeña; como tú, piedra ligera; como tú, canto que ruedas por las calzadas y por las veredas; como tú, guijarro humilde de las carreteras; como tú, que en días de tormenta te hundes en el cieno de la tierra y luego centelleas bajo los cascos y bajo las ruedas; como tú, que no has servido para ser ni piedra de una lonja, ni piedra de una audiencia, ni piedra de un palacio, ni piedra de una iglesia; como tú, piedra aventurera; como tú, que tal vez estás hecha sólo para una honda, piedra pequeña y ligera...

León Felipe, Versos y oraciones de caminante (1920-1929)

39


Ser en la vida romero, romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos. Ser en la vida romero, sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo. Ser en la vida romero, romero..., sólo romero. Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo, pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero. Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo, ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos para que nunca recemos como el sacristán los rezos, ni como el cómico viejo digamos los versos. La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos, decía el príncipe Hamlet, viendo cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo un sepulturero. No sabiendo los oficios los haremos con respeto. Para enterrar a los muertos como debemos cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero. Un día todos sabemos hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo la hizo Sancho el escudero y el villano Pedro Crespo. Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo. Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero. Sensibles a todo viento y bajo todos los cielos, poetas, nunca cantemos la vida de un mismo pueblo ni la flor de un solo huerto. Que sean todos los pueblos y todos los huertos nuestros.

León Felipe, Romero sólo…

40


En una de las principales obras del Mester de juglaría, Los milagros de Nuestra Señora, Gonzalo de Berceo recoge el tópico de la vida como camino que hay que andar y al final del cual, si se ha obrado bien, espera la recompensa de la vida eterna. Este tópico era recurrente en la Edad Media y podemos encontrarlo en otros autores como Jorge Manrique. Este fragmento pertenece a la introducción de la obra, donde el propio Gonzalo de Berceo se nos presenta como un peregrino que alcanza un hermoso prado, alegoría de los milagros de Nuestra Señora.

Todos cuantos vivimos y sobre pies andamos -aunque acaso en prisión o en un lecho yazgamostodos somos romeros que en un camino andamos: esto dice San Pedro, por él os lo probamos.

Mientras aquí vivimos, en ajeno moramos; la morada durable arriba la esperamos, y nuestra romería solamente acabamos cuando hacia el paraíso nuestras almas enviamos.

Gonzalo de Berceo, Introducción a Los Milagros de Nuestra Señora (s. XIII)

41


Copla III Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir;

allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos.

Copla V Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar.

Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos descansamos.

Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre (s. XV)

42


El Camino de Santiago (fragmentos) Alejo Carpentier

Por caminos de Francia va el romero, con las manos flacas asidas del bordón, luciendo la esclavina santificada por hermosas conchas cosidas al cuero, y la calabaza que solo carga agua de arroyos. Empieza a colgarle la barba entre las alas caídas del sombrero peregrino, y ya se le desfleca la estameña del hábito sobre la piadosa miseria de sandalias que pisaron el suelo de París sin hollar baldosas de taberna, ni apartarse de la recta vía de Santiago, como no fuera para admirar de lejos la santa casa de los monjes cluniacenses. Duerme Juan donde le sorprende la noche, convidado a más de una casa por la devoción de las buenas gentes, aunque cuando sabe de un convento cercano, apura un poco el paso, para llegar al toque del Angeles, y pedir albergue al lego que asoma la cara al rastrillo. Luego de dar a besar la venera, se acoge al amparo de los arcos de la hospedería, donde sus huesos, atribulados por la enfermedad y las lluvias tempranas que le azotaron el lomo desde Flandes hasta el Sena, sólo hallan el descanso de duros bancos de piedra. Al día siguiente parte con el alba, impaciente por llegar, al menos, al Paso de Roncesvalles, desde donde le parece que el cuerpo le estará menos quebrantado, por hallarse tierra de gente de su misma lana. En Tours se le juntan dos romeros de Alemania, con los que habla por señas. En el Hospital de San Hilario de Poitiers se encuentra con veinte romeros más, y es ya una partida la que prosigue la marcha hacia las Landas, dejando atrás el rastrojo del trigo, para encontrar la madurez de las vides. Aquí todavía es verano, aunque se cumplen faenas de otoño. El sol demora sobre las copas de los pinos, que se van apretando cada vez más, y entre alguna uva agarrada al paso, y los descansos de mediodía que se hacen cada vez más largos, por lo oloroso de las hierbas y el frescor de las sombras, los romeros se dan a cantar. Los franceses, en sus coplas, hablan de las buenas cosas a que renunciaron por cumplir sus votos a Saint Jacques; los alemanes garraspean unos latines tudescos, que apenas si dejan en claro el Herru Sanctiagu! Got Sanctiagu! En cuanto a los de Flandes, 43


más concertados, entonan un himno que ya Juan adorna de contracantos de su invención: «¡Soldado de Cristo, con santas plegarias, a todos defiendes, de suertes contrarias!». Y así caminando despacio, llevando fila de más de ochenta peregrinos, se llega a Bayona, donde hay buen hospital para espulgarse, poner correas nuevas a las sandalias, sacarse los piojos entre hermanos, y solicitar algún remedio para los ojos que muchos, a causa del polvo del camino, traen legañosos y dañados. Los patios del edificio son hervideros de miserias, con gente que se rasca las sarnas, muestra los muñones, y se limpia las llagas con el agua del aljibe. Hay quien carga lamparones que no sanaron ni con el tocamiento del Rey de Francia, y otro que jinetea un banco para descansar del estorbo de partes tan hinchadas, que parecen las verijas del gigante Adamastor. Juan el Romero es de los pocos que no solicitan remedios. El sudor que tanto le ha pringado el sayal cuando se andaba al sol entre viñas, le alivió el cuerpo de malos humores. Luego, agradecieron sus pulmones de bálsamo de los pinos, y ciertas brisas que, a veces, traían el olor del mar. Y cuando se da el primer baño, con baldes sacados del pozo santificado por la sed de tantos peregrinos, se siente tan entonado y alegre, que va a despacharse un jarro de vino a orillas del Adur, confiando en que hay dispensa para quien corre el peligro de resfriarse luego de haberse mojado la cabeza y los brazos por primera vez en varias semanas. Cuando regresa al hospital no es agua clara lo que carga su calabaza, sino tintazo del fuerte, y para beberlo despacio se adosa a un pilar del atrio. En el cielo se pinta siempre el Camino de Santiago. Pero Juan, con el vino aligerándole el alma, no ve ya el Campo Estrellado como la noche en que la peste se le acercara con un tremebundo aviso de castigo por sus muchos pecados. A tiempo había hecho la promesa de ir a besar la cadena con que el Apóstol Mayor fuese aprisionado en Jerusalem. Pero ahora, descansado, algo bañado, con piojos de menos y copas de más, empieza a pensar si aquella visión diabólica no sería obra de la fiebre. El gemido de un anciano con media cara comida por un tumor, que yace a su lado, le recuerda al punto que los votos son votos, y metiendo la cabeza en el rebozo de la esclavina, se regocija pensando que llegará con el cuerpo sano donde otros prosternarán sus llagas y costras, luego de pasarlas, inseguros aún del divino remiendo, bajo el arco de la Puerta Francina. La salud recobrada le hace recordar, gratamente, aquellas mozas de Amberes, de carnes abundosas, que gustaban de los 44


flacos españoles, peludos como chivos, y se los sentaban en el ancho regazo, antes del trato, para zafarles las corazas con brazos tan blancos que parecían de pasta de almendras. Ahora sólo vino llevará el romero en la calabaza que cuelga de los clavos de su bordón. *** El camino de Francia arroja al romero, de pronto, en el alboroto de una feria que le sale al paso, entrando en Burgos. El ánimo de ir rectamente a la catedral se le ablanda al sentir el humo de las frutas de sartén, el olor de las carnes en parrilla, los mondongos con perejil, el ajimójele, que le invita a probar, dadivosa, una anciana desdentada, cuyo tenducho se arrima a una puerta monumental, flanqueada por torres macizas. Luego del guiso, hay el vino de los odres cargados en borricos, más barato que el de las tabernas. Y luego es el dejarse arrastrar por el remolino de los que miran, yendo del gigante al volatinero, del que vende aleluyas en pliego suelto, al que muestra, en cuadros de muchos colores, el suceso tremendo de la mujer preñada del Diablo, que parió una manada de lechones en Alhucemas. Allí promete uno sacar las muelas sin dolor, dando un paño encarnado al paciente para que no se le vea correr la sangre, con ayudante que golpea la tambora con mazo, para que no se le oigan los gritos; allá se ofrecen jabones de Bolonia, unto para los sabañones, raíces de buen alivio, sangre de dragón. Y es el estrépito de siempre, con la fritura de los buñuelos, y el desafinado de las chirimías, con algún perro de jubón y gorro, que viene a pedir limosna para el pobre tullido, caminando en las patas traseras, como cristiano. Cansado de verse zarandeado, Juan el Romero se detiene, ahora, ante unos ciegos parados en un banco, que terminan de cantar la portentosa historia de la Arpía Americana, terror del cocodrilo y el león, que tenía su hediondo asiento en anchas cordilleras e intrincados desiertos.

45


Las rosas de piedra (fragmento) Julio Llamazares

Pero eso fue hace ya un rato. Ahora el viajero está en plena plaza del Obradoiro, confundido con el mar de peregrinos y turistas que desembocan en ella, como en un inmenso puerto de granito, desde todas las calles de alrededor. La imagen, por conocida, no deja de sorprender. Abierta al pie de la catedral, que alza sus torres sobre ella al tiempo que la domina con la gran escalinata de granito que le hicieron en el siglo XVIII para salvar el desnivel que había entre ambas; la plaza del Obradoiro está ya llena de gente, a pesar de que es muy temprano. La vieja plaza del Hospital, el lugar donde un día estuvo el obradoiro de los canteros que tallaron piedra a piedra la fachada principal y sus dos torres (la de la Carraca y la de las Campanas), sigue siendo el lugar cosmopolita que ya era en la Edad Media, cuando se generalizaron en toda Europa las peregrinaciones hacia Santiago. Hay gente por todas partes, peregrinos llegados de todos los países que deambulan por la plaza con sus conchas y bordones, saludándose unos a otros, haciéndose fotografías para el recuerdo y comprando todo lo que les ofrecen los mil y un vendedores que se disputan la plaza y las calles aledañas. Crucifijos, conchas, postales, grabaciones con canciones de la tuna, botafumeiros de alpaca, nada que tenga que ver con la ciudad y su catedral o que simplemente pueda ser vendido a los turistas está fuera de! comercio en este inmenso Babel que es la gran plaza del Obradoiro en este bello día de septiembre que el viajero ha elegido para comenzar su viaje. Y lo hace precisamente aquí, en el corazón del mundo, en el mítico lugar donde confluyen caminos y peregrinos procedentes de todos los países de la Tierra, siguiendo las pisadas de otros muchos anteriores que, a lo largo de los siglos, llegaron a esta ciudad atraídos por su estrella y su fama milagrosa, igual que hiciera años antes -en el 813- el obispo de Iria Flavia Teodomiro, que fue el primero en llegar y el que descubrió el sepulcro sobre el que hoy se levanta la catedral. Una catedral que es, como la mayoría de ellas, el resumen de muchas catedrales superpuestas, desde aquel templo inicial que ordenó construir el rey Alfonso II el Casto a raíz del descubrimiento de los restos del 46


apóstol y en torno al que surgiría la ciudad de Campos tela. Por si faltara algo, además, el viajero accede a ella por la puerta más hermosa de la Tierra: el pórtico de la Gloria, la obra en piedra más fabulosa de todas las de su estilo posiblemente del mundo. Debida a la inspiración del Maestro Mateo, el artista más genial de cuantos intervinieron en este templo, y al impulso económico y político del monarca leonés Fernando II, que fue quien lo financió, el pórtico de la Gloria constituye, según la guía del viajero, «la representación en piedra más completa y más hermosa de la teología cristiana». No será él quien lo niegue. Al contrario, cuando por fin llega al pórtico, empujado por la gente que se agolpa en la escalera, se queda tan extasiado, tan impactado por su belleza, que, durante unos minutos, permanece ajeno a la gente y al ceremonial extraño que se desarrolla delante de él: tras admirar brevemente el pórtico, que merecería toda una vida, los peregrinos van pasando bajo él, poniendo la mano abierta en el parteluz central (el que sirve de soporte a la imagen del apóstol), y, después, al dorso de éste, se arrodillan o se inclinan para dar tres cabezazos sobre el misterioso busto que la tradición pretende sea el del Maestro Mateo, pese a que los compostelanos lo han bautizado hace tiempo con el más castizo nombre de Santo dos Croques, o de los Coscorrones en castellano.

47


Los signos del Camino IES Duques de Nรกjera 2013-2014

48


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.